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UNIVERSIDAD LAS AMÉRICAS

FACULTAD DE DERECHO

Trabajo de Foro

Asignatura: Derecho de Ejecución Penal

Docente : Antonio Arturo Cosco Zuñiga

Alumnos : Victor San Bartolome Allcca

Ciclo : IX

2019 – I
FORO CALIFICADO 2019-I

A causa del hacinamiento, muchos de los presos en el Perú tienen que dormir en los
pasillos, baños o en el suelo y pagar dinero para compartir una cama. La tugurización,
además, agrava los pésimos servicios básicos que existen en los penales. De la misma
manera, la mala alimentación y falta de higiene, así como el acceso al alcohol y las
drogas, hacen que enfermedades como el VIH y la tuberculosis se propaguen dentro y
fuera del penal.

En estas condiciones, la resocialización es imposible, pues los que ingresan por primera
vez a un penal, en lugar de salir resocializados, entran a un ambiente perverso donde
pueden ser abusados, iniciándose en las drogas o formar parte de una organización
criminal dedicado a la extorsión o sicariato. Según el caso planteado responda lo
siguiente:

Establezca las debilidades y fortalezas del actual Sistema Penitenciario en el Perú.


Fundamente su respuesta.

RESPUESTA

El sistema penitenciario del Perú presenta serias debilidades por problemas


presupuestales, por la inadecuada racionalización de sus magros recursos, los que
recaen fundamentalmente en las deplorables condiciones infrahumanas en las que se
encuentran la población penal, específicamente en la situación de habitabilidad
(alojamiento) y alimentación.

No se ha regulado de manera eficiente, ni desarrollado un régimen disciplinario


adecuado, de aplicación tanto para los casos del personal que labora en el sistema
penitenciario, como para los internos detenidos preventivamente y para quienes
cumplen condenas. Tampoco existen unidades u oficinas administrativas evitar
desórdenes y anarquía en las cárceles. En correspondencia con el principio de
divulgación, las personas privadas de libertad deben conocer los procedimientos que se
seguirán para investigar y sancionaren su caso, motines, faltas a la autoridad,
desórdenes, enfrentamientos entre internos, ingreso de sustancias y objetos prohibidos,
etcétera.

Como parte de la regulación deben reglamentarse los días y horarios de uso de


aparatos, volumen, programación, qué reos tienen derecho a su uso y quiénes no, las
restricciones que aplican, unidades que pueden ingresarse, etcétera. De esta manera,
los mismos reclusos tendrán claro las reglas del sistema penitenciario, desde el primer
día que ingresen.

La ausencia de una entidad administrativa que investigue faltas y aplique sanciones


genera márgenes de discreción en las actuaciones de los propios reos y de los
empleados del sistema penitenciario.

Otra gran debilidad administrativa es la falta de clasificación de personas privadas de


libertad. Segmentar y clasificar a los reclusos es tarea importante para evitar el contagio
criminógeno y contribuir a la relación positiva y armónica entre los reos. Se trata de una
propuesta orientada a la elaboración del perfil de los considerados peligrosos.

Es fundamental que la tarea de segmentar y clasificar a las personas privadas de


libertad esté en manos de equipos y no de una sola persona. Es mucho menos probable
que varios profesionales se corrompan a que lo haga uno solo. Además, si quienes
lleguen a conformar estos equipos han sido seleccionados a través de un concurso de
oposición abierto y transparente, hay más probabilidades de que sean personas probas,
honestas y profesionales.

El tema de la infraestructura y los servicios es medular para el buen funcionamiento del


sistema penitenciario. Es muy probable, que alguna infraestructura ya no tenga
reparación por el grave deterioro al que ha llegado.

Tanto la infraestructura como la dotación de servicios adecuados contribuyen a


establecer el clima de convivencia pacífica en los centros carcelarios y, en
consecuencia, a cualquier propuesta de rehabilitación de los privados de libertad. Con
ello, se garantiza también mejores resultados en materia de seguridad y se respalda
positivamente en la reducción de la corrupción.

El INPE presenta un serio problema de corrupción, propiciado por el hacinamiento, falta


de personal, clima laboral negativo y adverso, así como por los magros sueldos de sus
servidores. Los circuitos de corrupción existentes son alimentados por lo que se conoce
como “corrupción por contaminación”, que es detectar actos de corrupción (agentes
encubiertos y la convivencia de los servidores con la delincuencia, lo que genera que
sean tentados o intimidados a hacer lo indebido. Este problema está ampliamente
extendido en nuestro sistema penitenciario, lo que requiere ser enfrentado de forma
urgente.

Mensualmente ingresan más de mil hombres a los 68 recintos penales del Instituto
Nacional Penitenciario (INPE)? Esta cifra es realmente preocupante si sabemos que la
capacidad de albergue para los internos es de 28,257 y la población actual sobrepasa
los 56,055. ¿Somos conscientes de este grave problema social?

Si la misión del INPE es brindar tratamiento penitenciario integral al interno, en


adecuados establecimientos con óptimas condiciones de seguridad y eficiente gestión
para contribuir a la seguridad ciudadana, ¿considera viable el óptimo cumplimiento de
su accionar con condiciones antes detalladas?
Responsabilidad realmente difícil es la de transformar conductas antisociales y tener
excelencia en el control de los internos cuando se cuenta solamente con 983
profesionales en tratamiento y 3,811 en seguridad, añadiéndose a este escaso capital
humano la inadecuada infraestructura y el deficiente material logístico.
Pretender que menos de 1,000 profesionales en tratamiento (educadores, trabajadores
sociales, psicólogos, abogados, enfermeras y médicos) trabajen diariamente con toda
la población recluida es simplemente imposible.
¿Cómo producir entonces un cambio en las conductas de los internos que no cuentan
con un seguimiento adecuado?
Tal vez usted lo ignore, pero la labor penitenciaria implica diversas y complejas tareas,
tales como: resguardar el orden dentro de los recintos carcelarios, trasladar internos de
alto riesgo a otros penales por regresión en su tratamiento, a diligencias judiciales y
hospitales. Controlar el ingreso de visitas, torreones, cercos perimétricos y puertas de
ingreso. Con 3,811 hombres –por más capacitados que se encuentren– es realmente
inconcebible.
Pese a estos obstáculos, más de 6,000 funcionarios y trabajadores a escala nacional
dirigen y administran el Sistema Nacional Penitenciario.
Ellos entregan su mejor esfuerzo para cumplir con la meta de reeducar a aquellos que
equivocaron su camino y que la sociedad simplemente rechaza.
Alguien dijo que a un país se le conoce por sus cárceles; los peruanos, entonces, no
deberíamos ser ajenos a tan álgida problemática. Los recintos penitenciarios deberían
formar parte de nuestra obligación y nuestro aporte debería ir más allá de la simple
crítica.
Un país con seguridad ciudadana será posible cuando todos tomemos conciencia de
que las prisiones son nuestra responsabilidad. Comencemos apoyando quizá con la
aprobación de una partida presupuestal que permita en el más corto plazo la
construcción de penales, la adquisición de herramientas modernas para la seguridad, la
incorporación de más profesionales en tratamiento y seguridad penitenciaria, y
finalmente las capacitaciones permanentes para los trabajadores actuales en nuevas
técnicas carcelarias.
Todas estas acciones tendrán éxito paralelamente con el esfuerzo de un Poder Judicial
que trabaje hombro a hombro con el INPE, de manera especial con un verdadero interés
en la descarga procesal.

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