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El peronismo sindical y político en el Cordobazo.

Darío Dawyd1
Eje: Organizaciones políticas, sindicales y Cordobazo

Las imágenes del peronismo en los años previos al Cordobazo, hacen hincapié en
su organización sindical, y en la división que dentro de ella, había desarrollado tres
tendencias: participacionistas, negociadores, combativos. Las mismas se
consolidaron con la división de la CGT, en marzo de 1968, en tanto que la CGTA
estuvo integrada por combativos, mientras que en Azopardo se alojaron
negociadores, y algunos participacionistas, que pronto se separarían.

Si bien las agrupaciones sindicales peronistas expresaron sus diferencias desde


años atrás, no fue sino con la división de la CGT que las mismas, enmarcadas en un
contexto político bien distinto del que las había hecho crecer, se tornaron
irreconciliables. Desde el golpe militar que llevó a la presidencia a Onganía, se
acercó al nuevo gobierno un conjunto de dirigentes sindicales, que aspiraron a
recrear una alianza pueblo – FFAA, a partir de la cual los sindicatos recuperaran un
lugar en las decisiones políticas que habían perdido más de una década atrás. Esa
tarea no sería fácil, en tanto que el gobierno militar no les aseguraba un lugar en la
mesa política, sino en la platea. A los pocos meses los conflictos aparecieron, y
cuando el cambio de ministro de economía, catapultó a dicha cartera a Krieger
Vasena, y se conocieron sus planes de estabilización económica, que se sumaron a
los de racionalización del estado, los conflictos sindicales se multiplicaron.

La dirigencia de la CGT (con mayoría vandorista) resolvió combatir aquellos planes a


comienzos de 1967 con medidas de fuerza (el “Plan de Lucha”), que fueron
respondidas con una inusitada represión por parte del gobierno, planeada como
“escalonamiento represivo” que se coronó con intervenciones a los sindicatos
implicados en la maniobra. El gobierno, que había permitido un paro general en
diciembre de 1966 (en apoyo a portuarios y ferroviarios), mostró así que el nuevo
plan económico sería implementado a toda costa, y no vacilarían en usar la fuerza
contra quienes se opusieran al mismo. La dirigencia de la central, ante los anuncios
de mayores represiones, resolvió levantar el Plan de Lucha antes de concluirlo, y
ello trajo diversas consecuencias para todos los actores. Los vandoristas fueron
responsabilizados de la marcha atrás, mientras que los combativos vieron
concretadas todas las críticas que dirigían a la burocracia sindical, y los
participacionistas, su voluntad de plegarse al gobierno para obtener beneficios que
la vía de la protesta ya no lograba. La CGT cedió su conducción a sucesivas
comisiones, previas a una nueva normalización, que tras tres postergaciones, se
realizó en marzo de 1968.

Estos hechos repercutieron en las organizaciones principales del peronismo. Las 62


Organizaciones, que había estado dividida desde los primeros meses de 1966 en
Leales (alonsistas y olmistas) y De Pie (vandoristas), y había sido reunida por el
delegado de Perón, Alberte 2, fue disuelta tras la división de la CGT en 1968, por el
1
dawydario@hotmail.com. Doctorando en Ciencias Sociales (UBA). Becario CONICET en la Escuela
de Política y Gobierno (UNSAM).
2
Después del fracaso del Plan de Lucha, Perón sustituyó a su delegado Héctor Lannes, por Bernardo
Alberte, y encomendó a este la reunificación del peronismo sindical, ortodoxos y vandoristas. En
mayo de 1967 se formaron las 62 Organizaciones Únicas, aunque el brillo de esta no fue el de años
atrás, porque no se podía disimular que vandoristas de la “línea blanda” (Cavalli, Peralta y Coria)

1
nuevo delegado Remorino3. Desde octubre de ese año, la situación cambiaría
porque las 62 volverían a ser codiciadas como núcleo político del peronismo sindical.
Perón ordenó su reunificación, como estrategia para contener una división sindical
que se le había ido de las manos. El llamado para integrarla, fue dirigido a todos los
peronistas, sin percibir que entre estos la conciliación ya no era factible 4. Al convite
no fueron ni los sindicatos enrolados en la CGTA, ni los del participacionismo, y
quienes de estas corrientes participaron de las primeras reuniones de las 62, fueron
como espectadores, o porque se estaban alejando de alguno de los otros dos
sectores5. Lo cierto es que la normalización de las 62 era parte de una estrategia de
Perón tendiente a reunir el sindicalismo tras el redil vandorista y fue acompañada de
llamados a la resolución del conflicto de la CGT.

Sin embargo, los otros dos sectores, mayoritariamente, no respondieron al llamado.


Los combativos continuaron en la CGTA, y desde fines de 1968 con el Bloque de
Agrupaciones Gremiales y Organizaciones Políticas Peronistas (BAGOPP). Los
participacionistas conformaron la Nueva Corriente de Opinión (NCO) a comienzos de
1969. Los políticos peronistas, volvieron a reunirse, pero los frutos de esas
reuniones eran lejanos, en tanto los partidos políticos (y las reuniones) seguían
prohibidas. Por otro lado, durante los primeros meses de 1969, el gobierno militar
pareció dispuesto a relanzar su gestión, mediante la profundización de la alianza con
NCO (favorecidos con créditos para viviendas, la habilitación del banco sindical de
los mercantiles, la aprobación de aumentos en las retenciones sindicales en UOCRA
y mercantiles), los ataques a los avances de las 62 y la CGTA (detenciones de
varios dirigentes), y el proyecto de expansión de la experiencia de los Consejos
Asesores, desde Córdoba, a todas las provincias.

El sector de Azopardo, además de contar con el aval de Perón para reorganizar las
62, formó una Comisión de Enlace, encargada de establecer contactos con
sindicatos alejados de Azopardo, con vistas a lograr la unidad de la CGT. La
convergencia entre los sectores en pugna, sin embargo, no sería posible. Si las
relaciones entre el vandorismo y los participacionistas podrían llegar a componerse,
entre estos, y el sector combativo, la situación era irreconciliable. En el acto por el
primer aniversario de la CGTA, esta central emitió un comunicado en el que destacó
que el congreso del año pasado significó “acabar con una cámara de dirigentes que
se distinguían por su claudicación y permanente entrega” y permitió un sindicalismo
organizado para ser “un instrumento adecuado para enfrentar las formas actuales
del neocolonialismo y encauzar las luchas de los trabajadores y el pueblo hacia la
liberación integral”. Un año después las condiciones eran las mismas, o peores, ya

estaban próximos a Onganía, por lo cual Perón ordenó, poco después, su expulsión del movimiento.
3
Según Remorino (quien reemplazó a Alberte porque según Perón aquel no pudo evitar la división de
la CGT) la disolución de las 62 Organizaciones se hizo para terminar “de una vez por todas una falsa
invocación al peronismo” en el campo gremial (La Razón, sábado 6 de julio de 1968).
4
Se reunificarían las 62 Organizaciones mediante una comisión reorganizadora compuesta de tres
miembros, cada uno de cada sector sindical (participacionista, combativo, negociador) y todos
dependientes del delegado (La Nación, viernes 18 de octubre de 1968, p. 4).
5
El 8 de noviembre de 1968 Perón ordenó una amnistía a los dirigentes que habían sido expulsados
del movimiento. Poco después se conformó una comisión provisoria para conducir a las 62
organizaciones, y dejaron establecido que quienes no se comprometieran con la misma, quedarían al
margen del peronismo. A una nueva reunión de las 62, del 3 de enero de 1969, fueron representantes
de sindicatos que aún estaban formalmente en la CGTA (como telefónicos, ATE, ceramistas y
calzado), aunque no fueron participacionistas, y la mayor asistencia fue de sindicatos de la CGT
Azopardo; también estuvo presente Paladino quien bogó por “una unidad sin extremismos”.

2
que “todo se ha agravado tanto en las esferas del régimen como en las capas
dirigentes de cierto gremialismo corrupto”6. Ratificando estas declaraciones, la Mesa
Ejecutiva Nacional Provisoria de BAGOPP, y la mesa provincial de Agrupaciones
Política Peronistas de Córdoba, se reunieron en aquella provincia y dieron a conocer
un nuevo documento del “peronismo combatiente y leal”, donde repitieron las críticas
al gobierno y al sindicalismo participacionista y vandorista 7.

Desde el otro sector, no iban a menos. Con motivo de la publicación de las notas de
Rodolfo Walsh en el semanario CGT, acerca del asesinato de Rosendo García, las
62 Organizaciones se defendieron y criticaron dicha investigación, y a aquella central
que “utilizando el doloroso suceso protagonizado por peronistas, que en su
momento a todos nos conmovió, bajo el lema de ‘somos los únicos decentes’, el
viernes último se inauguró públicamente el más repudiable certamen de delación
pública” donde “la conocida sede social de Paseo Colón –que ha terminado por
convertirse en el comité central de la Unión Democrática de los Argentinos- fue
escenario del relato de un episodio digno de la ciencia-ficción, en el cual se
pretendió demostrar cómo es posible que los secretarios generales eliminen a los
secretarios adjuntos por la espalda y delante de una platea opositora” […] “En la
historia de la lucha social está señalada la conducta de los ideólogos impotentes que
intentan dirigirse en vanguardia”.

Sin embargo, ninguna de las dos CGT dejó de tener a la unidad sindical, como
objetivo en el horizonte, aunque para cada una de ellas, podría conseguirse, por un
camino distinto. La CGTA proponía, la “unidad en la acción”, es decir, la unidad
basada en la lucha conjunta de ambas CGT en diferentes medidas de fuerza; La
CGT Azopardo, en cambio, proponía que para que se diera la unidad, los dirigentes
de ambas centrales, deberían acordar, en reuniones, comisiones, pactos, las formas
en que la misma, podría lograr que una sola CGT.

A tono con el primer camino se dieron las unidades en las regionales del interior del
país. Tras el rosariazo, ambas regionales de dicha ciudad, comenzaron a actuar en
conjunto, y la medida fue seguida por las regionales Córdoba y Mendoza. Ellas
decidieron realizar un nuevo paro, pero no fijaron fecha a la espera del apoyo de las
centrales nacionales. La CGTA adhirió a la medida pero dejó en manos de las
regionales la fijación de la fecha del paro nacional 8. La CGT Azopardo, ante los
hechos que se sucedían en todo el país, decidió declararse en estado de huelga

6
También criticaron el incremento de los monopolios, que contaban con “la participación cómplice de
dos tipos de dirigentes sindicales que se diferencian, solamente, en la forma en que negocian la
traición” […] unos “participando como sumisos tecnócratas” y otros “simulando enfrentamientos
circunstanciales”. Ratificaron que no darán “tregua para los monopolios internacionales ni para la
oligarquía nativa: no habrá pacto con la dictadura ni con sus planes neocorporativistas, y no habrá
unidad con los traidores” (La Razón, viernes 28 de marzo de 1968, p. 12).
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Para estos sectores del peronismo, la unidad ya era imposible. Tanto como BAGOPP, sectores de la
juventud y diferentes organizaciones políticas, emitieron una nueva declaración de apoyo a la CGTA,
donde reflejaron la distancia con otros sectores del movimiento. La mesa coordinadora del Peronismo
Revolucionario afirmó que quienes se empeñan en la unidad, la quieren para apoyar al gobierno de
Onganía, y así “traicionan a Perón”, y al pueblo que demanda la unidad combativa “como requisito
para el retorno incondicional de Perón” y “sin traidores […] sin los Vandor, los Taccone, los Coria, los
Cavalli, los Enrique Fernández, Ruperto Godoy, los Carta, los Yossa, los Montaño, etc”.
8
La CGTA convocó a un paro nacional, pero no fijó la fecha porque facultaron a que la fijen las
regionales Rosario y Córdoba, donde se realizó, en los hechos, la “unidad en la acción” que según
Ongaro ellos habían anticipado (La Razón, viernes 23 de mayo de 1969, p. 8).

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nacional, cuya fecha de concreción la fijarían en diálogo con otros sectores.
Finalmente ambas CGT resolvieron un paro de 24 horas para el viernes 30 de mayo.
La NCO, no se expidió respecto de las manifestaciones estudiantiles recientes, ni
sobre los próximos paros de ambas CGT, expresó su apoyo a los representantes
obreros oficiales en la asamblea de la OIT en Ginebra y se manifestaron
esperanzados con la próxima reunión con Onganía 9. En Córdoba, las regionales
resolvieron parar por 48 horas, el 29 y 30 de mayo y aquel mismo jueves 29
comenzó la jornada histórica que conmovió a todo el país.

Después de aquellos hechos, Onganía dirigió un mensaje al país, donde adjudicó el


mismo a “la subversión”, que preparó la “insurrección urbana”; afirmó que aunque
“unos pocos dirigentes hayan reincidido en la utilización de la fuerza gremial para
una aventura subversiva, no altera la intención del Gobierno” de incorporar a los
trabajadores en sus transformaciones. Tras el discurso de Onganía, la CGT
Azopardo señaló, en primer lugar, que el movimiento sindical argentino no era
subversivo, ni era partidario del uso indiscriminado de la huelga general, sino que
prefería el diálogo y el entendimiento para el logro de sus derechos, aunque no
estaba dispuesto a la humillación. Poco después, el delegado de Perón, Paladino,
criticó más duramente al gobierno; afirmó que más que los sucesos de Córdoba y el
paro del 30 de mayo, fue el propio discurso de Onganía el que terminó con el tiempo
de esperanza y el lugar para discutir si la dictadura era buena o mala, porque era
evidente su “pavorosa ineptitud”10. Las 62 encaró una depuración de dirigentes
participacionistas y un lavado de cara con vistas a mostrarse más combativos 11,
como quedó expresado en su comunicado contra Onganía 12. En la CGTA en tanto,
tras la deliberación del CCC con la presencia de delegaciones regionales de
Rosario, Santa Fe y Córdoba, facultaron a esta última a efectuar contactos con
Azopardo, a través de la formación de una Comisión, a fin de hacer conjuntamente
un nuevo paro (y convocar al mismo a estudiantes, curas y entidades políticas y
populares)13 que no dejara morir el espíritu combatiente que ya se había encendido.

Como resultado de todas estas reuniones, se realizó el martes 10 de junio el


acercamiento más importante entre los sectores de ambas CGT nacionales. La
propuesta de la delegación cordobesa fue analizar conjuntamente la proposición de
un paro por 24 o 48 horas y la unidad de la CGT. En CGTA aceptaron ambos temas,
pero Azopardo dijo estar dispuesta a discutir la unidad, pero no estaba facultada
para discutir sobre un nuevo paro. A pesar de los trámites de las regionales Córdoba
y Rosario, la unidad de las CGT no fue posible. Cada una persistió en lo que venía
sosteniendo desde hacía tiempo 14. En este sentido, salvo a nivel de regionales,
9
En este sector circulaba el temor de que en dicha fecha fueran sobrepasados por las bases (La
Razón, martes 27 de mayo de 1969, p. 12).
10
Agregó también que “el Movimiento Nacional Justicialista asumirá plenamente la dirección del
proceso revolucionario en el terreno impuesto por la dictadura” y la única responsable será la
dictadura (La Razón, lunes 9 de junio de 1969, p. 14).
11
Las 62 expulsó a 4 integrantes del sector, pero que estaban en el núcleo participacionista:
Loholaberry (textiles), Peralta (vitivinícolas), Coria (construcción) Alonso (vestido) y solicitaron que
fueran expulsados también del movimiento peronista (La Razón, martes 10 de junio de 1969, tapa).
12
Donde criticaron que atribuyó el paro a grupos extremistas, y que el fracaso era suyo y no del
gabinete designado por él (La Razón, martes 10 de junio de 1969, p. 12).
13
También declararon no grata la visita de Rockefeller y leyeron mensajes de adhesión de
organizaciones de Ginebra, Paris, Berlín y Uruguay (La Razón, martes 10 de junio de 1969, p. 12).
14
En la CGT Azopardo llamaron a la unidad en base a objetivos y procedimientos (unidad de las
organizaciones), mientras la CGTA repitió que la unidad debía darse primero en la lucha y ofrecía una

4
ambas CGT siguieron divididas, y el participacionismo continuó con sus visitas a
Onganía15.

Finalmente la CGTA resolvió por su lado la fecha del paro que había decretado, pero
lo dejó a consideración de las regionales adheridas. Estas seguían marcando las
novedades: en un plenario “Intersindical Interprovincial” de las regionales unificadas
de Santa Fe, Rosario y Córdoba, acordaron buscar la unidad de las CGT, pidieron la
libertad de detenidos y fijación de salario mínimo vital y móvil y resolvieron para el
día 30 un paro general en la provincia de Santa Fe y Córdoba 16. En Azopardo,
resolvieron alejarse de estas reuniones “sectoriales” y asistir solo a las que
proponían las 62 porque, según ellos, solo allí se reflejaba la amplitud del
movimiento obrero. Pasados pocos días, solo entre la “Intersindical Interprovincial” y
la CGTA acordaron realizar un nuevo paro, cuya fecha se fijó para el 1º de julio,
mientras que Azopardo declaró que no era el momento para parar y que junto a las
62 seguirían buscando la unidad. Antes del paro y un día antes de la manifestación
de la CGTA contra la llegada de Rockefeller, fueron incendiados 15 supermercados
Minimax, de una corporación estadounidense de la familia del visitante 17. El mismo
día se conoció la adhesión al paro del 1º de julio de las regionales de la CGT
Corrientes, Salta, Tucumán, San Juan, Mendoza, Pergamino y San Martín y que los
sindicatos cercanos a la CGTA se retiraron de las 62 18. Sin embargo, este avance de
la CGTA junto a las regionales, fue frenado por un acontecimiento de impacto global:
el asesinato de Vandor.

Esta noticia conmovió al mundo político y sindical argentino tanto como un mes atrás
el Cordobazo. Si aquella había originado que Primera Plana pusiera en su tapa una
imagen de Ongaro con la leyenda “la nueva oposición”, la foto de Vandor muerto en
su cajón con otra leyenda, “la hora del miedo”, anunció qué, trágicamente, la
oposición que tras el Cordobazo se comenzaba a gestar, quedó trunca: el gobierno
declaró el estado de sitio, Ongaro y la cúpula de la CGTA fue detenida, intervinieron
la CGT Azopardo, cerraron Primera Plana y callaron aquellas voces que hicieron
circular la versión de que Onganía tambaleaba y Lanusse se asomaba. Con el
asesinato de Vandor, los sectores sindicales no combativos se salvaron de ser
superados por sus bases (como sucedió un mes atrás con los participacionistas
durante el Cordobazo) y comenzó la reorganización de la CGT, que meses después
colocó a Rucci al frente de la misma.

fecha para el nuevo paro, para que los sindicatos de ambas CGT se encuentren nuevamente en la
pelea (La Razón, jueves 12 de junio de 1969, p. 16). Di Pascuale señaló que los delegados de la
CGT Azopardo actuaron con tácticas dilatorias y cuando llegó la hora de decidir, desaparecieron; de
Luca afirmó que “cada vez que se los instaba a luchar” contestaban con una negativa.
15
El jueves 12 Onganía se reunió con una delegación del sindicato de vestido, encabezada por
Alonso, quien afirmó que se iban con la impresión de que el tiempo social había empezado (la misma
impresión que afirmaron tener a finales de 1967); por otra parte Onganía les ratificó que llamarán a
paritarias, a elecciones en los sindicatos intervenidos, y que modificarían el decreto 969/66.
16
Además resolvieron reclamar la reincorporación de los cesantes ferroviarios, eliminación de
legislación represiva y devolución de sindicatos y el repudio de la futura visita de Rockefeller.
17
También se registraron atentados a otras empresas estadounidenses, el banco de Boston y hechos
similares se registraron en Rosario y Córdoba (La Razón, sábado 28 de junio de 1969, p. 12).
18
. La CGT Rosario resolvió, por 14 votos contra 13, no adherir al paro del martes porque la CGT no
consiguió unidad a nivel nacional (La Razón, domingo 29 de junio de 1969, p. 4).

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