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Ética ciudadana

La ética es la rama de la filosofía que tiene como objeto la moral, uno de los aspectos del
comportamiento humano, está marcada por normas que son la base para diferenciar entre el bien
y el mal.

Los últimos acontecimientos en México son un estímulo para retomar en el estudio y práctica de
la ética como guía a los principios de acción orientados a vivir en armonía, concordia y justicia.

Nuestro país en los últimos años ha sufrido mucho por actos de corrupción, violencia e
inseguridad, lo que ha llevado al hartazgo a la ciudadanía. En general, la sociedad tiende a culpar
al gobierno de la situación actual; si bien es cierto que la clase política ha dañado mucho a la
nación, es importante aceptar que el progreso del país es corresponsabilidad de todos, por lo que
el gobierno, la sociedad y las instituciones tienen el reto de emprender acciones que permitan
mejorar las condiciones sociales, políticas y económicas de México.

No es posible asumir un papel sólo de observadores cuando vemos que nuestra sociedad avanza
sin freno al ocaso de su propia existencia por motivos de debilidades humanas, sobre todo cuando
se conoce la manera de contrarrestar esa carrera equivocada que los dirigentes han propiciado y
que infortunadamente el resto de la sociedad pareciera que ha aceptado, pues hasta el momento
no se evidencian acciones contundentes en sentido contrario.

En últimas fechas hemos sido testigos de prácticas o comportamientos sociales que fragilizan la
voluntad del ciudadano en su disposición de hacer las cosas bien, debilitando de paso el concepto
de autorresponsabilidad en actuaciones cotidianas en el barrio, la convivencia, el trabajo, la
familia o la sociedad.

Cada vez es más común ver en los medios imágenes de gente que sale a las autopistas a llevarse
la mercancía de algún camión siniestrado, desde frutas, perecederos, cervezas y hasta ganado.

También hemos sido testigos de personas que pasan por autopistas sin pagar peaje en las casetas,
aludiendo a su libertad de tránsito expresa en la Constitución, y ni que decir de las personas que
se han acercado con sus botes o bidones a las fugas de tomas clandestinas para tomar gasolina de
manera ilegal.
De hecho, en el reciente y muy lamentable caso de Tlahuelilpan Hidalgo, las autoridades al
percatarse del acercamiento de la muchedumbre a la toma que derramaba el combustible a
presión le pidieron a la población que se retiraran por el latente riesgo; haciendo caso omiso,
hombres y mujeres acompañados por niños siguieron robando gasolina, no sólo olvidando la ética
sino el sentido común, derivando en la tragedia que ya todos conocemos.

Las altas presiones sociales o económicas que la gente vive sin solución alguna provocan
actuaciones equivocadas que terminan lamentablemente en hurtos, prisión o muerte, como
sucedió en Tlahuelilpan.

Muchos justifican esas acciones con la pobreza en la que vive gran parte de la población, sin
embargo, también hay un amplio sector de la sociedad que, a pesar de vivir en malas condiciones
sociales y económicas, se levanta todos los días a trabajar y sigue esforzándose por el bien de su
familia y su comunidad.

Vivimos una crisis de valores que cada vez se hace más evidente, y que desgraciadamente
empieza a cobrar víctimas. Por ello, transformar estas conductas negativas requiere reconocer la
crisis ética que hoy se vive.

Esto es, repensar la educación ciudadana, apostar a proyectos sociales más asertivos para
población y reconocer los vínculos culturales, históricos y de referentes morales instalados en la
ciudadanía.

Hacer mayor conciencia ciudadana desde programas de sensibilización en responsabilidades y


derechos ciudadanos son vitales, porque la sociedad permanentemente mueve los límites de lo
que se acepta como bien hecho o moralmente correcto.

La consigna es clara, hacer todas las cosas bien para fortalecer la ética ciudadana y seguir las
reglas de juego limpio en los contextos donde habitamos.

Es de suma importancia reorientar los modelos educativos de apropiación y relacionamiento de


los diferentes comportamientos sociales, pero esta tarea no es exclusiva de los gobiernos o de las
instituciones educativas, pues es justo al interior de los hogares es en donde deben iniciar los
cambios que buscamos como sociedad y como país.

Si inculcamos en el seno familiar honestidad, respeto, tolerancia, honradez y otros valores, se


tomará mayor conciencia de los daños que causa la falta de ética y civismo.

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