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1/1/2018 Elogio de la esclavitud | El Cohete a la Luna

OPINIÓN

Elogio de
la
esclavitud

Publicado 1 semana atrás en 24 diciembre, 2017



Por Mariano Ventrice 

 Las potenciales consecuencias de una reforma laboral con olor a siglo XIX.

  

 Desde la formación de los primeros grupos sociales, seres humanos saturados de odio e individua
a un cruel descubrimiento: el hombre podía ser domesticado al igual que los animales. “La utilid

animales domesticados y la de los esclavos —decía Aristóteles, un acérrimo defensor de la servidu
Antigüedad— son poco más o menos del mismo género. Unos y otros nos ayudan con el auxilio
corporales a satisfacer las necesidades de nuestra existencia”.

Tamaña perversidad intelectual se hizo presente con fuerza por estas tierras desde la conquista de
de las obras maestras del desprecio humano hacia otros grupos humanos. Ya desde el siglo XVI e
debido al aniquilamiento permanente de la mano de obra proveniente de los pueblos originarios
hostil en las plantaciones algodoneras y agrícolas, en la producción azucarera o en las arriesgadas
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mineras (oro y plata fundamentalmente), solo fue factible debido al trá co de millones de esclavo
hacia el continente americano.

Esta descomunal muestra de odio, racismo y otredad tuvo un enorme impacto en la vida virreina
pues luego de siglos de intercambios de personas en condiciones despiadadas, negros y mulatos c
hacia el año 1778 el 28.4% de la población en Buenos Aires, el 81.4% de ellos esclavos. El abuso h
laboral alcanzaba todo tipo de trabajo, desde tareas domésticas hasta actividades ganaderas o arte
carpinterías o zapaterías. Sin más suerte, décadas más tarde la población negra, enviada sistemátic
ejércitos regionales, fue exterminada en los más de cincuenta años de guerras civiles argentinas.

Desde lo ideológico, en el sostenimiento de tamaña injusticia social, un aspecto primordial lo con


marcada necesidad de las clases favorecidas en encontrar argumentos serviciales para la degradaci
inferiorización extrema de los grupos oprimidos. Resultaba fundamental evidenciar sus supuesta
biológicas, para eliminar cualquier tipo de derecho o mejora social. Así, como una continuidad n
orden divino, la idea xenófoba de la superioridad racial de los “blancos y puros” se propagó dogm
(sin demostración cientí ca alguna) pues el falso apoyo biológico constituía una artimaña para la
discriminación de los grupos proletarios y el aprovechamiento sin rebeldía de su fuerza laboral.

En consecuencia, la dicotomía civilización o barbarie, símbolo de la discriminación y la opresión


siglo XIX, atravesó toda discusión política. Personalidades destacadas como Domingo Sarmiento
Mitre o José Ingenieros, por ignorancia y/u odio de clase asociaron la por entonces clara superior
tecnológica y cientí ca europea, y por ende la mayor capacidad de generación de fuentes de traba
requieren mayor nivel de educación, con cuestiones supuestamente raciales, como la sangre o el c
“La instrucción sola —razonaba Sarmiento— no es su ciente para sacar a la Argentina de su bar
requiere una real infusión de genes blancos, representantes de la civilización, de lo urbano”. Para
inmigración era “una evolución grandiosa que permitía robustecer la nacionalidad argentina par
y regenerara la raza blanca”. Ya en 1908, Ingenieros a rmaba que “la historia no es un registro de
clases ni de la lucha institucional sino antes bien de la lucha racial. América latina es un claro ejem
fenómeno ya que la raza blanca ha ocupado un área previamente dominada por miembros de un
inferior”.

El impacto de este tipo de a rmaciones doctrinales y despectivas repetidas hasta el hartazgo por l
importantes formadores de opinión, además de desprestigiar ferozmente a la mano de obra autóc
lograba imponer que los aborígenes, los negros y, en general, los grupos menos favorecidos confo
raza inferior, sus derechos podían ser totalmente minimizados y su fuerza laboral sobreexplotada
verdaderos propósitos) enaltecía abiertamente al “europeísmo”, fomentando así la por entonces d
internacional del trabajo impuesta por el capitalismo internacional (una Argentina pastoril, emp
cientí ca y tecnológicamente dependiente y una Europa culta e industrializada vendedora de ma
“imposibles de fabricar localmente”).

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En ese dramático contexto social para las clases trabajadoras, de democracia fraudulenta y restrin
el socialismo, el anarquismo y el sindicalismo emergían como los medios posibles para la lucha po
calidad de vida, las condiciones laborales continuaron siendo paupérrimas En su Informe sobre l
obreras de 1904, Juan Bialet Massé describió las miserias de las clases trabajadoras argentinas, a pe
esclavitud había sido abolida por la Constitución de 1853. “En las cumbres del Famatina he visto
cargado con 60 y más kilogramos deslizarse por las galerías de las minas, corriendo riesgos de todo
una atmósfera de la mitad de la presión normal; he visto en la ciudad de la Rioja al obrero, ganan
centavos, metido en la zanja estrecha de una cañería de aguas corrientes, aguantando en sus espal
57° a las dos de la tarde; he visto a la lavandera de Goya lavar la docena de ropa a 30 centavos, bajo
abrasador; he visto en todo el interior la explotación inicua del vale de proveeduría; he visto en el
explotar al indio como bestia que no cuesta dinero, y he podido comprobar, por mí mismo, los e
ración insu ciente en la debilitación del sujeto y la degeneración de la raza”.

Afortunadamente, desde nales del siglo XIX, estudiosos de diferentes ramas del conocimiento (
antropología y la arqueología) lograron demostrar, ya con sólidos argumentos cientí cos resumid
“materialismo cultural”, que las razas humanas no existían y que las principales diferencias entre
humanos se debían a las desigualdades en los años de escolarización, la calidad de la enseñanza, el
entrenamiento, el medio familiar, la injusta repartición de las tierras y otros recursos naturales esc
concentración excesiva de la riqueza en grupos elitistas reducidos, a las profundas asimetrías en e
industrial de los países, como también, por supuesto, al desprecio visceral que mucho hombres v
solidaridad sienten por otros hombres, a quienes solo reconocen como mano de obra barata.

Aunque desde el punto de vista cientí co las teorías dogmáticas discriminativas ya carecen de tod
manera muy preocupante, en los últimos años, y tal como sucedió anteriormente con el primer p
(cabecitas negras, aluvión zoológico) en la Argentina se produjo un recrudecimiento en el odio d
planeros, choripaneros, negros de las villas, etc.), como respuesta conservadora a la acción de un g
popular que supo poner sobre la mesa, luego de muchas décadas de ocultamiento, temas impresc
la injusta distribución de la riqueza, la precarización laboral o la necesidad de un desarrollo cientí
tecnológico imprescindible para la generación de trabajo digno. Medidas signi cativas como la cr
miles de escuelas en todo el país (un logro incomparable frente a las solo siete escuelas construida
1989 y 2002), universidades nacionales en barrios humildes del conurbano bonaerense, retencion
económicos concentrados, desendeudamiento externo, restricciones a la fuga de divisas, entrega d
didáctico y computadoras para alumnos de escuelas públicas, asignación universal por hijo, jubil
despertaron el desprecio ancestral de los sectores económicos dominantes, quienes, ante la pérdid
de determinados privilegios, supieron arrastrar hacia su costado odioso de la grieta a los sectores m
despolitizados y confundidos de la población.

Una grieta que, indudablemente, seguirá abriéndose (separando más a los ricos de los pobres) si s
reforma laboral con aires de siglo XIX, propuesta por un gobierno especialista en burlarse de los

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necesitados, que implique más horas de trabajo, menores salarios o menos oportunidades de alca
vivienda propia, es decir, un país sumamente injusto donde una minoría bene ciada continúe ap
del casi esclavo esfuerzo ajeno.

La ilustración de este artículo es un fragmento de ‘Sin pan y sin trabajo’, de Ernesto de la Cárcov

Mariano Ventrice es
ingeniero civil (UBA)

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