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Directora y productora:

Ana Patricia Moya Rodríguez

Habitantes de Groenlandia:

Rafael Benítez Parrado, Rafael


Infantes Lubián, Sonia Sáinz
Capellán, Ana Patricia Moya
Rodríguez (Córdoba), Pablo Sumario
Morales de los Ríos (Madrid),
Maria Bárbara López Mosqueda
(México).
Bienvenidos a Groenlandia 3
Junto a los habitantes,
colaboran en este número o Ensayos
visitan Groenlandia:

Saúl Ariza Cañete, María Teresa El marqués de Sade: el filósofo pervertido 4


Fernández Ureña, Verónica En torno al concepto de irracionalidad 8
Moreno Puerto, Ángel M. Remis
Saucedo, Carmen Moreno Díaz
Sobre la política como forma de limpieza social 10
(Córdoba), Ángela María Romero Diego Rivera 17
(Sevilla), Mario Jorge Piro Árbol de la esperanza, mantedme firme 22
(Argentina).
Lars Von Trier: el cine como catarsis 24
Diseño y maquetación: Machismo 31
Identidad y Pertenencia 37
Ana Patricia Moya Rodríguez \
Angustias Añón Flores Femenino Singular (I) Biografías de mujer en comic 40
Reseñas 43
Edita:

Revista Groenlandia
Habitantes
Depósito legal:
Rafael Benítez Parrado (cuento y poemas) 48
CO-686-2008
Rafael Infantes Lubián (relatos) 54
(Importante) Apoyo Moral: Bárbara López Mosqueda (relato) 59
Sonia Sáinz Capellán (relatos) 71
Mari Carmen Serrano
Fernández.
Pablo Morales de los Ríos (cuento y poemas) 76
Ana Patricia Moya Rodríguez (cuentecitos, poemas...) 87
Groenlandia respeta las opiniones de
sus colaboradores – de su total
responsabilidad - y defiende la
autoría de sus obras. Groenlandia Visitantes
expresa que, para poder proteger
nuestra cultura, es esencial proteger
las ideas originales de sus autores
porque las mismas son un trabajo de
Saúl Ariza (poemas) 94
imaginación y esfuerzo únicos. Verónica Moreno Puerto (poemas) 96
Queda totalmente prohibida la
reproducción, total o parcial, de
Ángel M. Remis Saucedo (relatos) 101
alguno de sus contenidos en Carmen Moreno Díaz (cuento) 108
cualquier medio.
Ángela María Romero (microrrelatos) 110
PPRRIIM MEER
RAA EED DIICCIIÓÓNN D DEE Mario Jorge Piro (relato) 112
EESSTTEE NNÚÚMERO: Abril\Juniioo
M ER O : A b r i l \J un Maria Teresa Fernández Ureña (poema) 116
22000088..

SSEEGGU UNND DA A EED DIICCIIÓÓNN D DEE


EESSTTEE NNÚ ÚMERO (revisado yy
M ER O ( r ev i s a d o -2-
Colaboraciones (tanto ensayos como obras): tierra.verde.de.hielo@gmail.com
mmeejjoorraaddoo)):: NNoovviieem
mbbrree ddeell Para cualquier duda sobre Groenlandia, puedes escribir a: revista.groenlandia@gmail.com
22000088..
Bienvenidos a Groenlandia

Señoras y señores, niños y niñas, damas y damos, caballeros y caballeras,


bienvenidos a la tierra verde de hielo: bienvenidos a Groenlandia.

Groenlandia pretende ser un pequeño oasis para todos aquellos y todas aquellas
que tengan inquietudes y que tengan la necesidad de expresarse. En esta
modesta isla de habitantes y visitantes, habrá espacio para la literatura, para la
opinión y el arte en general: en Groenlandia pretendemos la existencia de
variedad – tendremos temas de actualidad, desde el punto de vista de sus
autores, y también temas filosóficos, artísticos, literarios, etc – y también
haremos sitio a diversas modalidades artísticas: poesía, narrativa, fotografía,
poesía visual, cómic, cine, pintura, etc. Por tanto, esta revista se dividirá en dos
partes, que son la ensayística y la creativa. En la ensayística los lectores podrán
leer y enviar artículos de todo tipo – en este número, tenemos gran cantidad de
ensayos, centrados en el Marqués de Sade, el concepto de irracionalidad, la
política, Diego Rivera y Frida Kahlo, Lars Von Trier, sobre el machismo, la
identidad y la pertenencia y biografías de mujeres en comic - y en la creativa,
tanto los habitantes de Groenlandia como sus visitantes expondrán una muestra
de sus obras.

Espero que todos ustedes disfruten de la lectura de este proyecto que ha sido
creado con toda la ilusión del mundo. Nos vemos en los próximos números.

Saludos de:

Los habitantes de Groenlandia

Si te gustaría participar en Groenlandia, ten en cuenta estas direcciones:


tierra.verde.de.hielo@gmail.com para las colaboraciones, sean ensayos, sean textos,
-3-
fotografía, comic o poesía visual; revista.groenlandia@gmail.com para las preguntas y
sugerencias; yosoyperiquillalospalotes@gmail.com para contactar con la presidenta de
Groenlandia.
EL MARQUÉS DE SADE: EL FILÓSOFO PERVERTIDO

Francia, siglo XVIII. Época de la Ilustración, de la nobleza barroca, de


desigu aldades cada vez más acuciantes entre los privilegiados que derrochaban lujo y
el pueblo llano que pasaba hambre; enfrentamientos entre la burguesía y una
ari stocracia en decadencia. En esta época, donde el germen de una revolución se iba
agarrando en los pechos desgraciados y descontentos de sus habitantes más pobr es,
vivió Donatien Alphonse François, más conocido como el Marques de Sade, nac ido en
el 1740; fue el libertino que aterraba a los sectores más conservadores de la sociedad
parisina, el loco que reflejó toda la hipocresía de una sociedad nob le de doble cara, el
ateo que se reveló contra las falsedades de la religión.

En d icho siglo, atravesaba el país una grave crisis económica, en la capital se


empe zaron a generar nuevos ideales de libertad; preparados para la lucha contra la
o presión, los burgueses encabezaron una encarnizada pelea – matizamos que la
Re volución Francesa fue en esencia una revolución burguesa que contó con el apoyo
de las clases más bajas de la sociedad – contra una monarquía que dilapidaba todo s los
impuestos en fiestas de bailes suntuosos y con exquisitos banquetes; apar te, gran
parte de la riqueza se destinaba para fabricar armas y enviar alimentos a los militares
que luchaban al otro lado del océano. Los precios del pan se dispa raron y el pueblo,
viendo que la burguesía planeaba solucionar la cuestión de la crisis con los
representantes de la nobleza, apoyó el tortuoso y largo proceso d e lucha contra las
injusticias. Sin el pueblo, la revolución no hubiera sido pos ible; no quiero entrar en
más detalles acerca de este olvido de la clase media hac ía la baja cuando subió al
poder, pues estaba más centrada en sus intereses que en los de satisfacer a los
verdaderos héroes de la revolución. Propia de la época fu e la rebeldía: todos se
revelaban contra lo establecido. La gente no quería a rey es irresponsables –
escandalosas fueron las actuaciones de la joven esposa del Rey, Maria Antonieta,
también las de sus consejeros nobles que estaban cerrado s en banda y no permitían
ningún tipo de cambio para solventar el problema económ ico francés – y por eso, salió
a la calle. El cenit de ese disgusto hacía la clase pr ivilegiada llega con la toma de la
Bastilla, prisión destacada de Paris – lugar d onde se encontraba Sade encarcelado ya
que fue acusado de intentar asesinar con veneno a unas prostitutas - y símbolo del
poder que acaba con la imposición del pu eblo llano. Las cosas cambian: la burguesía
toma las riendas, se proclama la Rep ública bajo un nuevo himno de legalidad,
fraternidad e igualdad y los miembros d e la monarquía acaban en la guillotina. La
situación da otro giro radical despué s de los sucesivos gobiernos – la de los jacobinos
con su programa del terror, la d e los girondinos moderados - de Francia: llega
Napoleón, el genial estratega qu e consolida un gran imperio.

La concepción general que tenemos acerca del sing ular personaje de Sade – con este
seudónimo firmaba sus trabajos - es la de un escr itor pornográfico: toda su obra está
impregnada de un erotismo muy explícito. L a censura dieciochesca se cebó con él por
sus depravadas obscenidades – tanto li terarias como personales - y también por su
forma de pensar, pues era un auténtic o trasgresor: se declaró antidemocrático,
republicano y antirreligioso. ¿Od io hacía la democracia, uno de los valores más

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defendidos de la Revolución Burguesa? El Marques de Sade no tomó parte muy activ a
por la lucha política entre las diferentes clases sociales y en ocasiones tuvo que
“disimular” sus convicciones por las circunstancias – no se comprometió co n causa
alguna si bien formó parte del ejército, aunque sólo para liberarse de la educación
escolar y superior obligatoria -, podía suponerse que adoraba la ana rquía en todos los
sentidos y que odiaba la imposición de reglas, y en cierto modo es cierto: abogaba por
todos los tipos de libertad, una libertad reprimida por u n clero corrupto, criticaba a
los jacobinos por su moralidad reprimida. La conc upiscencia era pecado, el pecado
favorito de los aristócratas que disfrutaban de los goces de la carne y de los cargos
eclesiásticos especialistas en encerrar en el yugo de la religión a sus fieles mientras en
sus mansiones retozaban con sus amantes. Su vida de cliente predilecto de los
prostíbulos más prestigiosos de P aris, sus actuaciones contra la autoridad clerical con
sus ácidas sátiras, sus ocasionales acciones políticas – durante el Terror participó con
sus ideas a fa vor del progreso y en contra del Antiguo Régimen - su repulsa hacía las
actuacion es que limitaban la libertad humana afirman esta personalidad anárquica y,
en c ierto modo, egoísta: la burguesía buscaba un ideal “por todos y para todos” y por
eso el marqués fue perseguido y condenado por ese tercer estado, siempre alerta ante
sus provocaciones. Lo de su calificativo como republicano convencido ya e s algo
característico de la ideología burguesa, era totalmente contrario al po der antiguo y
este aspecto resulta curioso porque él, en origen, era aristócrat a – provenía de una
importante familia noble – y eso también le provocará conflic tos con su propia clase
social, más encerrada en ideas tradicionales. Su caótic a vida inmersa en los placeres
del sexo – fue condenado por sodomía y corrupción d e menores, también por
maltratos a una mujer –, le causó no sólo la muerte en el 181 4 por enfermedad sino
que también cultivó en su interior un profundo odio hacía l a religión que prohibía
disfrutar de un placer natural, tal y como lo designaba é l, como una realidad
inevitable pues los seres humanos estamos condicionados p or el sexo. Esta es la parte
oscura de Sade: la pervertida, la excesiva, la sexual . Fue encarcelado en varias
ocasiones por su conducta y al final falleció en un ma nicomio. Pero en su biografía
también podemos observar datos algo más desconoc idos: a los veinte años se casó con
una joven aristócrata – para resolver sus prob lemas económicos, si bien la mujer antes
de pedirle el divorcio le ayudó a escond er varias obras suyas - y tuvo tres hijos a los
que amó y por los cuales sintió orgul lo - uno de ellos fue un héroe que participó en las
hazañas de Napoleón -; aparte de las prostitutas, tuvo una amante especial a los
cincuenta años, una actriz sin i nfluencias que le amó hasta el día de su muerte. Sus
amigos consiguieron con méto dos ingeniosos sacar las obras de Sade de la cárcel,
aunque les costó trabajo enc ontrar un editor que se atreviese a ignorar la censura para
publicar sus novelas .

Fue un escritor prolífico que en pocos días podía redactar obras completas: e ncerrado
en su celda, podía llegar a escribir un libro en dos o tres semanas; de he cho, toda su
obra fue concebida entre barrotes. El Marqués de Sade también escri bió fuera del
ámbito del género erótico: además de “Filosofía en el tocador”, “L os 120 días en
Sodoma”, “El conde Oxtiern y los efectos del libertinaje”, tambié n tenemos novela

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picaresca – como “Aline y Vancourt” - obras ideológicas – “Diálogo entre un sac erdote y
un vagabundo”, “Discurso a los manes de Marat y de Le Pelletier”, “Ideas sobre los
romanos” – y tratados que expresan futuros proyectos. Escribió más de dieciocho
obras, todas distintas y diversas, a destacar sin duda la obra que sup one una síntesis
de su pensamiento expresada a través de una increíble novela: “ Los infortunios de la
virtud”. Esta obra, que consta de varias continuaciones – “Justina y los infortunios de
la virtud”, “La nueva Justina o los infortunios de la virtud” y “Julieta o las
prosperidades del vicio” – nos narra la historia de un a muchacha que, por seguir el
camino correcto, sufre todo tipo de penalidades. J ustina nació en el seno de una
familia acomodada, pero que caerá en desgracia cua ndo muere su madre. Ella y su
hermana son abandonadas por su padre, totalmente ar ruinado; solas en el mundo,
deciden separarse. Por la educación del convento, J ustina quiere ser casta, ser recta, al
contrario que su hermana, que quiere desv iarse de lo enseñado por la institución
religiosa para poder salir de la pobreza . En efecto la hermana prosperó: vendió su
cuerpo, consiguió dinero, poder, cas arse con un hombre influyente. Pero Justina, a lo
largo de su vida, debido a su car ácter débil y de “chica buena”, se meterá en más de
mil problemas. En las páginas d e esta singular novela, las actuaciones inocentes de
Justina contrastaran con las de los personajes con los que se encuentra: libertinos
asesinos ansiosos de poder, bandidos sin escrúpulos, hombres explotadores, monjes
violadores. El la siempre se resistirá a cambiar, reconociendo que todo lo que le ocurre
son pru ebas impuestas por Dios, y que al final llegará la recompensa prometida. No
cont aré nada más, odio “los destripes”; aparte, pues pienso que lo adecuado es que se a
el lector quien se aproxime a esta pequeña joya de la literatura. Teniendo en cu enta el
carácter de Sade, todo puede ser posible, y por tanto, los finales, impre decibles. Con
todo, “Los infortunios de la virtud” es una novela muy recomendab le, pues es la más
significativa de Sade, es una obra clásica que jamás pasará de m oda porque trata
temas que inducen a la reflexión acerca de la compleja naturale za humana. Los temas
son las obsesiones – más allá de las sexuales – del autor: la r eligión, la autoridad, el
poder, la corrupción, el incesto, la homosexualidad . También tendría que añadir algo
más: es la obra menos “erótica” del autor, pero en ella concentra todas sus reflexiones.
Leer “Los infortunios de la virtud” pu ede inspirar sentimientos contrapuestos: pena por
la desdichada Justina, o de sagrado por su actitud tan estúpida e incluso cobarde. A
mí, las desventuras de J ustina me transmiten tres cosas: una, que la religión no tiene
que ser la que cond icione un camino; dos, que no podemos pararnos en definir lo que
es bueno de lo que es malo, que nadie deba juzgar la conducta de otro tan sólo porque
la religión dig a que es incorrecta o correcta; tres, que el ser humano es por naturaleza
imperfe cto, que hay quienes disfrutan haciendo daño por placer y otros que se dejan
llev ar por las maldades en una actitud nada defensiva. Cada uno se construye su
propi o camino y, teniendo en cuenta nuestras acciones, llegaremos a una meta
determi nada: da igual los métodos, la cuestión es llegar. El pesimismo de Sade hacía la
r aza humana es palpable en las aventuras y desventuras de su Justina: la malicia e s
una cualidad inherente en hombres y mujeres.

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¿Se le podría tratar al Marqués de Sade como un filósofo? En cierto modo, su filos ofía
es una lucha contra lo impuesto. Se sabe que sintió admiración por Rousseau , Voltaire
o Locke, los grandes ilustrados con los que compartía parte de sus doc trinas
filosóficas; al igual que éstos, fue un adelantado de su tiempo, sin duda , y que destapó
en sus escritos, sin ningún pudor, el verdadero rostro de la socie dad, la auténtica cara,
repleta de debilidades y falsedades. Era un escándalo q ue en sus novelas hubiese
sodomía, lesbianismo y escenas incestuosas, pero tod o aquello era una realidad que se
mantenía oculta en el seno de las buenas familia s. Sade no fue un moralista, no
pretendía juzgar ni el comportamiento incorrect o que conducía al bienestar – idea
contraria en el clero – ni el correcto que te lle va, inexorablemente, al sufrimiento:
quería convertirse en el abogado de la li bertad. En su anarquía, nos invita a que todos
que hagamos lo que nos de la gana, si n tener en cuenta ni el control ni las normas, ni
de otras personas ni de eso que lla man Dios, cuya existencia es una quimera, un error,
una falsedad que nos impide s er totalmente liberados de las cadenas de una existencia
que, ante ese Dios, no p odrá vivirse en toda su plenitud. Todo es instinto para Sade:
dar rienda suelta a las pasiones son propias de la condición humana. Personalmente,
creo que eso de “ser totalmente libres” es una utopía pues existe mucha censura, una
censura mu y sutil y muy indirecta; aparte, son esenciales las normas pues es básico
conviv ir en comunidad, el hombre por sí solo no vive, necesita relacionarse con los que
le rodean. La anarquía, en su defecto, conduce a la destrucción, y Sade quiere
de struirlo todo. Hoy por hoy, creo que lo adecuado es “lo mejor de lo peor”: una
demo cracia para todos. Todos los sistemas tienen sus defectos – y lógicamente sus
vi rtudes – y el democrático es el que permite que hombres y mujeres puedan vivir con
cierto equilibrio.

En suma, tendríamos que desprendernos de esa imagen que te nemos de Sade como de
pornógrafo clásico: fue un genio con un pensamiento fuera d e lo común para su época,
un escritor que desahogaba todas sus pasiones, tanto se xuales como intelectuales. No
dudo que la mayor parte de sus obras tienen un alto contenido sexual, pero incluso en
éstas, el autor hace “un descanso” en las orgí as en las que se sumergen los
protagonistas para dedicar páginas repletas de pen samientos acerca de los enigmas
que más preocupan al hombre de su tiempo, pero ta mbién aplicables al hombre
actual.

¿Quién no se ha cuestionado alguna vez la ex istencia de Dios? ¿Quién no se ha


preguntado sobre cuál es la conducta – desviada o correcta - a seguir para alcanzar la
felicidad? En las novelas de Sade, tan admi radas por los filósofos de finales del siglo
XIX – de hecho, fueron los que se preo cuparon por recuperar su legado literario - hay
páginas sobre estos planteamie ntos… y también una sensualidad que las convierten
en uno de los mitos eróticos m ás interesantes de la historia de la literatura.

Ana Patricia Moya Rodríguez

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EN TORNO AL CONCEPTO DE IRRACIONALIDAD

Es posible que una historia global de la cultura europea, con todo lo que esta
aúna (arte, literatura, filosofía, pero también sociología, historia o religión),
pueda ser separada en dos grandes bloques, divididos por la máxima fractura de
la civilización occidental, aquélla que marca con nitidez un antes y un después: el
Idealismo alemán y su inmediata consecuencia histórica y artística, el
Romanticismo.

Pensaba antes que la ruptura alemana e inglesa de finales del siglo XVIII fue
algo novedoso y tremendamente original. Pero acaso esto no fue exactamente así.
La puerta que abrieron los románticos y sus posteriores herederos (simbolistas,
modernistas, expresionistas, superrealistas, entre otros) no lo fue desde la nada, es
decir, lo que hicieron fue abrir a las puertas del Arte un camino, el de lo irracional
y lo onírico, pero también el de lo mistérico e individual que subyacía en el
espíritu humano desde la noche de los tiempos, en concreto desde la aparición de
éste sobre la tierra.

Me explico: un análisis detenido de las culturas más primitivas revela una densa
presencia de lo simbólico, una constante materialización de lo intuido, de lo
trascendente, vehiculado sin ningún problema en ese grupo humano mediante
chamanes, danzas o toscas (sólo en apariencia) manifestaciones artísticas. Esta
conceptualización de lo sagrado, de lo puro, no visto claramente pero sí entrevisto
no es sólo privativa de estas culturas ancestrales: aflora en diversos momentos de
la historia de la cultura, pero de un modo continuado hasta nuestros días en el
comportamiento y en el subconsciente de toda la sociedad.

Esta irracionalidad inherente al espíritu humano podemos descubrirla en la


espiritualidad budista, en el culto zoroástrico, en la Babilonia de los magos
caldeos (una de las matrices, como sabemos, de la cultura helénica), en el
misticismo sufí de al-Rumi, pero también en la Grecia presocrática: recordemos a
Heráclito y a Pitágoras, o la avanzada mentalidad que hizo posible la aparición
de Safo de Lesbos; también aparece en el rico y poliédrico enjambre de las
religiones mistéricas y asiáticas en la Roma de los primeros siglos de nuestra Era,
e incluso en las múltiples herejías que taladraron el cristianismo recién convertido
en religión oficial del Imperio.

¿Qué fue lo que ocurrió después? Muy sencillo. La nueva religión, hija de la
férrea cosmovisión judía redujo consustancialmente esta presencia de lo irracional
de un modo digamos oficial. Es decir, muchos de los símbolos del cristianismo son
tomados de las religiones de esa época inicial (mitraísmo, culto a Isis, etc), pero
suavizados; pensemos en el sacrificio incruento de la eucaristía. Por tanto la
nueva religión, amparada por el poder político, aplastó todo brote de
irracionalidad e incluso la persiguió: se crearon las diversas inquisiciones, se
desarrollaron guerras de religión, etc.

Su correlato artístico, salvo excepciones, fue el fiel trasunto de su victoria:


Renacimiento carolingio, Renacimiento paneuropeo del siglo XII, el gran

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racionalismo humanista de los siglos XV y XVI, autores muy representativos
como Descartes y Racine, la Contrarreforma tridentina, el propio Barroco, que no
es sino una extrema flexión de las formas renacentistas, y su corolario ilustrado,
el Neoclasicismo y su pléyade de philosophes.

Lo que aconteció después es bien conocido: los románticos alemanes, espoleados


por el Idealismo de Fitche (que a su vez lo heredó de Kant) hicieron crujir, de un
modo terrible, las carcomidas vigas en las que se asentaba la vieja Europa. Los
románticos ingleses primero y el resto de europeos después hicieron tambalear el
sólido edificio del racionalismo europeo. Las consecuencias de ello en todos los
planos de la cultura y sociedad son bien sabidas por todos. La semilla de ese
irracionalismo decisivo para nuestro propio redescubrimiento ya estaba en un
puñado de artistas: Blake, Hölderlin, Coleridge, Novalis, Nerval, Poe, Goya o
Füssli, que germinaría decisivamente en el Simbolismo francés posterior con
Baudelaire, Lautréamont, Verlaine, Rimbaud o Mallarmé, y a partir de ahí, toda
la poesía del siglo XX, como bien ha explicado Octavio Paz en Los hijos del limo.

Pero estos artistas de la ruptura habían contado con ilustres precedentes: los
místicos medievales europeos o los españoles de la Contrarreforma, con San Juan
de la Cruz a la cabeza, no en vano considerado por muchos gran precursor del
Simbolismo. Estos místicos, que veían a Dios de un modo francamente
heterodoxo, caminaron siempre en el filo de la navaja, y fueron con muchísima
frecuencia sospechosos de herejía, precisamente por interpretar la religión de otro
modo.

El mismo Shakespeare nos muestra una palabra poética claramente disonante


con la de su época: sus vocablos aún no parecen haberse desligado de esa zona de
negrura que habita en nuestro subconsciente. Su verbo aún está ligado a algo
irracional que sólo siglos más tarde se intentaría deshilvanar.

Pero frente a este secular colapso de lo irracional hasta la irrupción romántica


en lo que podemos convenir en llamar gran cultura, se advierte un flujo incesante
y continuo de lo dionisíaco (por usar el término nietzscheano) desde la noche de
los tiempos: cabalismo, astrología, brujería, las múltiples herejías que asaetan
desde siempre el cristianismo, el espiritismo, las fiestas paganas como las
carnestolendas y otras, incrustadas en un subsuelo realmente ancestral, y
perpetuadas hasta nuestros días tras infinitas metamorfosis no hacen sino revelar
que el temor y la intuición de lo irracional, canalizado del modo que se quiera, es
una de las constantes más firmes de la historia de la humanidad.

Es más, y a modo de síntesis: entiendo que la tensión entre estas dos fuerzas
(démosle el nombre que prefiramos: apolíneo / dionisíaco, racionalidad /
irracionalidad, clasicismo / idealismo, ortodoxia / heterodoxia, etc) tanto en la
gran cultura como a cualquier otro nivel, ha estado siempre entre nosotros y ha
sido uno de los grandes interrogantes que ha dinamizado el devenir de la especie
h u ma n a .

-9- Rafael Benítez Parrado


SOBRE LA POLÍTICA COMO FORMA DE LIMPIEZA SOCIAL

No puede entenderse la vida del ser humano ni su desarrollo en sociedad sin la pre sencia de
unas ideas que le guíen y rijan. Por tanto, la política viene dada por la llegada de la
jerarquización, e involucrarse en ella es hacerlo con nuestra pro pia historia, ya que sin un
mandatario que vele por su gente y sus bienes, un líder que guíe a los suyos a una digna
guerra suicida o un monarca que explote a su querid o pueblo con sabiduría y dedicación, la
existencia del hombre en el planeta hubi era sido desde luego muy distinta, y muy
posiblemente, también mejor; pero cuan do se habla de política real, no debe haber nunca
lugar para conjeturas: la verda d aquí poco importa. Importa el carisma, el ingenio, la
ambición y si acaso, en pe queñas dosis, las excusas. La verdad es para los filósofos, quienes
prefieren p reguntarse como va el mundo fuera de la humanidad antes de responderse que,
por d entro, la cosa va fatal.

Puede decirse que la política surge como renovación de unas formas de gobierno
ancestrales basadas únicamente en la necesidad de nutr ición y la decantación por los deseos
sexuales básicos, no necesariamente por e ste orden. Para subsistir como sociedad
organizada, nuestra especie tuvo que a sumir ya hace mucho que siempre ha de haber uno
que rija y dirija, y otro que haga y d eshaga. Y aquí las matemáticas sí sirven para algo: no
puede haber entendimient o si son muchos los que dirigen y uno sólo el que lleva a cabo el
trabajo duro. Los pr imeros acabarían en una guerra segura, y el segundo terminaría siendo
el único s oldado disponible; no habría entonces guerra –o sólo una batalla con una sola ba ja
por suicidio –, y todo resultaría un galimatías sin sentido. De la otra manera , es
satisfactorio comprobar que cuando uno lidera y el resto es liderado, al men os uno consigue
entenderse a la perfección. Y si la cosa tampoco funciona, siemp re quedan las elecciones o
la guillotina.

La utilización de diversos métodos a lo largo de los siglos demuestra claramente la


ilimitada pretensión del ser hum ano por querer cambiar las cosas a mejor, pero “a mejor”
nunca lo es para todos ni de la misma manera. Una constante búsqueda demuestra sólo la
imposibilidad de es tabilización, y por tanto, cuando hablamos de política, también
hablamos de in quietudes sociales. Si una mujer discutiera con un hombre por cuestiones de
par eja, por ejemplo, independientemente de quien llevara razón o no – ¡de nuevo la f alsa
verdad!– tendríamos ante nosotros la clara demostración de que cada uno es tá intentando
conseguir aquello que ambiciona: ella, una relación madura, él, una relación sexual. El
ejemplo puede proyectarse más allá y seguirá teniendo l a misma respuesta: no existe el 100
% de acuerdo y armonía cuando hablamos de más d e dos individuos. Ni siquiera se da en
una sola persona, ya que la duda es inherent e a nuestra especie y cambiar de opinión es un
juego que se da en la primera infanci a y que no nos suele abandonar tampoco después de la
segunda. Y si el ser humano es p or naturaleza cambiante, ¿cómo no iba a serlo la
humanidad? Por lo tanto y volvie ndo a lo anterior, la política es nómada porque no podía
ser de otra forma: se muev e al mismo ritmo y según las mismas necesidades que nosotros. Y
como nosotros sol emos equivocarnos siempre, la política es fallida ya desde el principio de
la cr eación del concepto. Sabiendo ésto, hemos de entender que a veces los líderes,
m andatarios y monarcas – ¿todavía existen?– nunca acierten del todo. No se trata de
contestar correctamente un formulario, sino más bien de crear dicho formula rio

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dependiendo de las necesidades que surjan: una mala respuesta ayuda siempre me nos que
una buena pregunta. Esto mismo puede verse en boca de los políticos a menu do, con lo cual
se da la oportunidad al pueblo de crear sus propias respuestas. Y e s justo aquí donde hace
entrada su importancia: si el pueblo no sabe lo que quiere , o como lo quiere, o para que lo
quiere – sea lo que sea lo que quiera –, ahí deberá es tar el político para ello. Si además es
guapo y lleva un traje limpio, será difíci l no votarle. Sin embargo, surge una incógnita,
muy ligada al mismo asunto: que u na población no sepa en absoluto qué necesidades tiene
nos hace plantearnos si r ealmente es que necesita algo. No puede haber solución si no existe
el problema. Es decir, si una civilización goza de la falta de necesidades, ¿no será porque lo
tiene todo para que funcione como es debido? También para eso sirven los polític os: para
crear nuevas miras, diferentes puntos de vista y desnivelar la balanza . Si la sociedad
perfecta debiera existir, no habría fraguado la idea de que para ser felices, los humanos
necesitamos la política. Un líder puede conducir al éx ito o al fracaso, pero siempre
conducirá a algún punto. Querer llegar o no con él d epende mucho de esas necesidades a
someter. Y un buen político también es aquel q ue estropea la perfección y el equilibrio en
pos de un buen debate y un claro senti do electoral.

No es fácil definir con acierto el momento en que hace aparición u n concepto político
nuevo, ni por qué lo hace. Las desavenencias suelen venir de muy atrás, y muchas veces
arrastramos asuntos aún por resolver y cuestiones inc ompletas sin saberlo. El hecho de que
vean la luz estas deficiencias del sistema crea una extraña demanda de soluciones en la que
rara vez se ofertan otras cosas q ue no sean más cúmulos de imperfección. Pero no se trata
de alcanzar la sociedad p erfecta, sino de vivir lo mejor posible en una sociedad que no lo es.
Así que cuand o surge la posibilidad de hacer frente a una mancha, no importa con qué se
lave ni s i hace agujeros en las camisas, siempre y cuando la mancha desaparezca. La
polít ica, como las lavadoras, está para limpiar: cuanto más rápido y mejor lave el pol ítico,
más ropa limpia tendrá y mejor arreglado podrá ir a los mítines. Y todo aqu el que tenga
una mínima noción de lo que el arreglo personal significa en estos ca sos, sabrá que cuanto
mejor huela un líder, más sangre se derramará por él. Que su forma de liderazgo quite o no
las manchas de sangre, eso es ya otro asunto. La polí tica es por tanto la representación de
todo aquello que necesitamos para entend er cualquier escala jerárquica, aceptando que una
cosa así deba existir tambié n.

La jerarquía como necesidad

Tal como ocurrió en el pasado siglo XX con los ll amados totalitarismos, y antes con los
grandes imperios del primer milenio, y a ntes con los antiguos egipcios, y mucho antes con
los primeros asentamientos co ncebidos por el homo sapiens y así hasta llegar a los primeros
protozoos en rival izar de la historia, la idea de un líder y su repercusión conlleva a su
inmediato s eguimiento a la vez que a un inmediato rechazo. Así se cimienta la idea de una
esca la jerárquica para que todo funcione bien al menos para la persona que más
cómoda mente está sentada arriba – aunque esto es indudablemente discutible si la esca la
tiene forma piramidal -; ahora bien: ¿quién debe permanecer en lo más alto, y p or qué?

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La brillantez intelectual de algunos individuos suele salir a flote de una mane ra u otra,
ya porque hagan una demostración de sus facultades o porque los demás m iembros de una
civilización sin concretar sean brillantemente estúpidos. El é xito de una persona suele ser el
fracaso de otra, con lo cual hablamos siempre de u na lucha hacia el poder – y casi siempre
por el poder –, y es prioritario en dicha co nfrontación tener claro quién quedará por debajo
de sus responsabilidades. Y a quí incluimos a otros partidarios de dichas aspiraciones
políticas, gente inf initamente necesaria para crear una fuerza motriz que más tarde el
cabecilla de l movimiento deba soportar sobre sus hombros, o sobre dicha cabecilla si esta es
lo suficientemente gruesa. Un partido político nace de la conjunción de una ser ie de
problemas con verdadero trasfondo en la sociedad y la unión de un equipo con afán por
solucionarlo, o bien por oponerse por la vía legal a otro partido que ya e stá en el poder
gozándolo. En cualquier caso, y como se demostrará, no es cosa de u na sola persona,
aunque un sólo individuo sea suficiente para que algo así se dé p úblicamente, sobre todo si
tiene ambición, o nuevos puntos de vista, o dinero pa ra pagar los gastos.

Supongamos ahora que llevamos una lavandería: en primer l ugar y en lo más alto – o en
su despacho, de tenerlo –, encontraríamos al líder polí tico de un partido, en este caso al jefe
o dueño del establecimiento; por debajo e starían sus allegados políticos, o para seguir con el
ejemplo, los vicepreside ntes de la lavandería; después estarían los secretarios de esos
allegados, enc argados de que todo se tramite correctamente – y de que toda esa ropa sucia
circul e sin problemas –; finalmente, estaría el resto del equipo, lavanderos, lavado ras,
toallas, detergentes, maquinaria quitamanchas de todo tipo… es decir, aq uellos miembros
del partido político que mantienen a este en pie con su devoción y su sudor. Tras ésto, pero
ya no necesariamente por debajo, estarían los client es de la ropa manchada, puede que
también por el sudor de los anteriores, aunque n o viene al caso. Suponiendo que una
lavandería así pudiera existir – segurament e iría mucho mejor que algunas naciones –, los
clientes, es decir, las gentes del pueblo, difícilmente tendrían una queja justificada, a no ser
por lo largo de lo s pasillos y la cantidad de peldaños en las escaleras. Es indispensable
entende r que si una pirámide empieza por arriba es porque su base es ancha, fuerte y
sólid a. De ser al contrario y si todo ese peso recayera sobre el líder del partido, él ac abaría
rompiéndose el cuello y toda la organización perdería las elecciones.

La política como fuente de cambios

Durante un grandísimo periodo de tiempo, el conocimiento de las cuestiones políticas era


considerado como uno de los atrib utos indispensables en cualquier persona que velara por
su país, con lo cual era necesario un alto sentido patriótico que hoy día ha dejado lugar al
culto a la tel evisión y a ciertas páginas de internet. Sin embargo, no por ello esa forma de
ver las cosas era más acertada, ya que a través de internet uno puede acceder a las mej ores
lavanderías en mucho menos tiempo. La responsabilidad que conlleva el pod er para llevar a
cabo una idea política difiere siempre en algo de lo que primeram ente fue concebido como
un verdadero pensamiento político, la simiente de un ca mbio.

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El solo pensamiento de que un cambio es por defecto siempre a peor, niega su neces idad
y esconde su verdadera intención: acabar con lo que se supone un error. Sin e mbargo esto
no significa que todo cambio deba ser bienvenido, ni que sea un “erro r” para todos. Una
persona que está contenta con su vida no querrá perder nada de c uanto le hace feliz, pero
una persona infeliz tiene su derecho a robarle la ropa l impia a su prójimo, al menos desde
un punto de vista higiénico y lúdico. Por ello y para ello, son concebidos estos cambios, que
en modo alguno deberían permitir q ue el primero de los individuos citados se tuviera que
vestir solo con andrajos p egajosos. Nada de esto puede remediarlo la política, pero sí lograr
que o bien to dos vistan ropa más suave y aromática, o bien puedan plantearse la
posibilidad d e turnarse la ropa más esponjosa y que menos arañe la piel. Hay que entender
que co n el tiempo, todo aquello que ha sido cambiado es influido por lo nuevo de tal
mane ra que también las formas modernas de organización social están destinadas a se r
relegadas al olvido. Cuando miramos hacia atrás en el tiempo normalmente ente ndemos lo
que se quiere decir con esto: que practiquemos la política que practiq uemos, en el futuro se
reirán de nosotros porque no sabíamos hacer las cosas.

El cambio sigue siendo necesario en cuanto no logramos lo que, hasta la fecha, pare ce
imposible: dar con la sociedad perfecta, donde el transporte sea gratuito y l os conductores y
pilotos puedan estar todo el año de vacaciones; donde los ladro nes roben a sus anchas sin
discriminación, pero los robados tengan de manera vit alicia un seguro de hogar; donde las
ancianas puedan andar por los barrios bajos hablando del tiempo que hace y los violadores
puedan violar a hermosas androide s creadas para la ocasión – y sin sentimientos que
puedan confundir sus obligaci ones sexuales –; las reformas, inclusive las religiosas, traen
nuevos concept os y nuevos ideales consigo, y suelen volverse imparables una vez es
germinada s u semilla. Como obligada necesidad de oposición al imperialismo de la anciana
R oma, por ejemplo, surgió casi como una alergia la idea de la república, hasta que la
historia volvió a dar un giro. Ocurrió exactamente igual en la Edad Media bajo el yugo de
los grandes señores feudales, tiempos en los que acabó surgiendo la te rrible peste negra, que
si bien no provenía exactamente de un movimiento revolu cionario –las ratas no cuentan
como “movimiento revolucionario” aunque estén mejor organizadas –, si introdujo como
remedio obligado la idea de lavar las cos as.

Pero desde que la política es cosa del ser humano y no de los dioses, la mortal idad de
toda concepción política vive exactamente lo mismo que sus progenitore s, nunca más, por
lo que las culpas a todo mal pronóstico, a toda falta de organiza ción y a toda indiferencia
recaen en dicha asociación y en sus ideales. Hubo un ti empo en que se podía nacer siendo
líder; hoy por hoy todos los que nacen tienen der echo a serlo precisamente porque nada que
tenga que ver con la actual política ti ene que ver con los viejos panteones divinos. Si
llegamos a concebir la idea de un a democracia – que no concebimos, sino que le robamos a
los griegos –, fue como opo sición a la egocentrista forma que tenían de ver el mundo los
reyes y los emperado res de la antigüedad. El despotismo era, por lógica, un imán para
cualquier reno vación, y si la Revolución Francesa no hizo estragos en los cuellos de la
monarqu ía mucho antes es porque las gentes aún no habían comprendido que la primera de
to das sus desgracias era no entenderse a sí mismos como poseedores de una identida d; se

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tardó más de un siglo en conseguir que la humanidad lavara sus ropas de manera asi dua,
sobre todo porque hacerlo a mano era un verdadero hastío y la primera lavado ra fue
inventada en 1901. Todo esto demuestra que nada perdura y todo está expues to al cambio,
y que estos, a su vez, suelen ser cíclicos. Seguramente el tipo que i nventó la lavadora estaba
también puesto en materias políticas, si no, no se exp lica que ambas cosas funcionen de
similar manera.

Diferentes puntos de vista p ara diferentes formas de ver

Si la concepción de una solución a un problema no pu diera malinterpretarse, y a su vez


no pudiera encontrase bajo la forma de un aban ico tan amplio, sólo existiría una manera de
encaminar a la sociedad, con lo cual solo entonces sería innecesario un cambio. Pero puesto
que la gama es tan vasta c omo las limpias sábanas de una cama de matrimonio –por dejar
de hablar de abanico s –, existen diferentes maneras de ver y enfrentarse al destino de un
pueblo. La c omplejidad de este punto es difícil de pasar por alto, ya que hay tantas
maneras d e pensar como cosas lavables existen en un guardarropa. Y aún peor, porque no
pod emos obviar que algunas viejas formas de hacer política aún no han sido olvidada s por
algunas personas. Rescatar del pasado antiguos ideales y glorias muertas es un pasatiempo
que siempre ha estado de moda entre algunos políticos. Muchos p iensan que nunca es mala
la ocasión en que uno puede prestarse de la sabiduría de l os ancestros, aunque sea para
meter la pata hasta el fondo, ya que esto funciona m ejor cuando hablamos de arte o de
paleontología. Cuesta aceptar siempre que uno no esté haciendo lo correcto, sobre todo si
está respaldado por todo un partido y ante todo si está ya en el poder. Pero hay que
entender que ser el presidente de un p aís no hace a uno inmune a sus problemas. Si un líder
político llega a hundirse, es muy probable que lo haga junto a su país, como en un
sacrificio. Si un país se hunde , sin embargo, es bastante más probable que su representante
se encuentre disfr utando de un buen vino en su mansión de Las Malvinas – suponiendo que
no se trata de l presidente de Las Malvinas, en cuyo caso tal vez se encuentre en alguna
playa de Mallorca -.

La línea de demarcación entre las diferentes formas de emplear la p olítica, más que de
hacerla, es a veces tan fina como la seda –y ya se sabe el cuidad o que hay que tener con la
seda –, así que es bastante lógico confundirse en las ele cciones.

Si miramos bien un retrato de Stalin, por ejemplo, nos daremos cuenta de que, en el
fondo, tiene algo de parentesco con Hitler, uno de sus enemigos acér rimos. Baste
imaginarse al líder del partido nazi poniendo cara de Terrier gord o en vez de su habitual
rostro de Doberman, añadirle unos treinta kilos de más –a r epartir entre sus mejillas y su
bigote – y ponerlo a hablar ruso en vez de masculla ndo alemán, para comprender que fina
es la frontera entre un ideal político y otr o. Y debía ser así si ellos mismos, Josef Stalin y
Adolf Hitler, acabaron confund iendo sus maneras de pensar. Sólo así se explica que
firmaran un pacto de no agres ión antes de que el Telón de Acero se cerniera sobre Europa.
Dicho telón, además, era difícilmente lavable en lavadoras: aún no existían, ni mucho
menos de tales dimensiones.

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Es un hecho que un partido político haga pactos con sus oponentes con tal de cons eguir
un bien común, pero el gran problema viene cuando lo ambicionado es el pode r absoluto de
cualquiera de ellos. Nunca podrían ganar los dos, a menos que ambos partidos fuesen el
mismo, en cuyo caso sería una verdadera estupidez haber escr ito este texto, y haberlo leído.
Pero suponiendo que no fuera así, que es lo más pr obable, hay que entender que la misión
de un político es ganar las elecciones o ma ntenerse firme en su cargo. No puede ejercitarse
ninguna forma de gobierno ni ll evar correctamente un mandato si no se está en disposición
de hacerlo, y para ell o hay que entender como se mueven las cosas de la política.

Siguiendo con el ejem plo entre el fascismo y el comunismo, muy de actualidad todavía
hoy día, entende mos que ambos puntos de vista conforman dos caras de una misma
moneda, en cuanto a que son maneras políticas extremas, y los extremos suelen tocarse.
Aunque cada uno de los dos ideales basan sus cimientos en cosas totalmente dispares entre
sí , acaban pareciéndose ya no en su forma, sino en su manera de entender esa forma. L os
comunistas, por ejemplo, mantenían firmemente el concepto del “todo para to dos o nada
para nadie”, y aunque si hablamos de “nada” para “nadie” no estamos hab lando de un
verdadero problema – y si no, analice la frase –, esto se traducía en cr isis de propiedad – no
la querían –, reparto de bienes –primero había que consegu irlos – y ropa interior igual de
delicada para todo el pueblo: lavada para “todos por igual”, o “sucia para nadie”. Los
fascistas, y sobre todo los miembros del pa rtido nacional-socialista alemán, preferían
opinar que “el todo” les pertene cía por derecho propio, y que el concepto de “la nada” solo
era aplicable a lo que e llos, llamaban “razas marginales”, es decir, basaron su política en
aquello qu e ellos consideraban una total limpieza, a veces usando duchas y
malinterpreta ndo exageradamente el ejemplo de la política-lavandería del principio. Es
jus to en este punto, los métodos usados para promover y proyectar su manera de conce bir
una sociedad ideal, donde se encuentran estos dos extremos: los llamados co múnmente la
“izquierda” y la “derecha”. Aunque no son las únicas maneras de ente nder la política –
actualmente la derecha y la izquierda se mueven más por el cent ro –, esta forma radical de
comprenderla nos acerca indiscutiblemente a la hipó tesis de que todo aquello que se mueva
en el centro está expuesto a mojarse más –só lo en términos lavables –, lo cual explica que
los nazis fueran tan secos, y que lo s comunistas compartieran más el detergente.

Pero no detenerse ante la eviden cia sería un error grave: cualquier forma de liderazgo
tiene su oposición, sea e sta cual sea, y esto es lo que hay que sacar en claro. Y no diré que
también la ropa bl anca, porque eso sólo dependería de la temperatura del agua y poco tiene
que ver e l agua con los difíciles términos políticos –a menos que el presidente se estuvi era
muriendo de sed –. Tiene que existir un diálogo continuo entre aquellos que s e ganan la
vida con la política en vez de trabajar y las personas que conforman el r esto del país,
nación o reino. No es posible avanzar hacia la cúspide de una civil ización y a la
autodestrucción de todas las civilizaciones –o inmolación si se e s un humano
fervientemente practicante – si no se logra entender a la sociedad co mo materialización de
las opiniones, aspiraciones y deseos de todo un equipo. L a unión no solo hace la fuerza, sino
que engendra a más progenitores, que a su vez t endrán derecho también a usar ropas

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limpias. ¿Cómo organizarse si no para que, cada vez más y más rápidamente, vayan
haciendo menos falta dichos políticos hasta que no quede ninguno? ¿De qué maner a se
puede lograr la extinción de la jerarquización, si aún seguimos pensando qu e sólo los
faraones, los reyes y los presidentes de estado tienen derecho a hacer suyas la comodidad, la
elegancia y el buen vestir? Porque tanto el hombre como la mujer deben gozar de aquello
para lo que el resto de los animales no han sido cread os: para usar vestidos suaves y
cómodos, trajes sin mácula y ropa interior agrad able al olfato. Y ante todo, tienen derecho
a disfrutar que existan cada vez más l avanderías, y para todos. ¡Alzad vuestros calcetines
sucios y quejaros! ¡¡Ten éis todo el derecho del mundo!!

Pablo Morales de los Ríos

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DIEGO RIVERA

Hablar de Diego Rivera es hablar de un hombre lleno de contrastes. Apasionado, siempre


defendiendo sus ideas, se convirtió en un hombre clave en la historia del arte mexicano y uno
de sus más grandes representantes. Diego, el gran Diego Rivera, no agraciado físicamente pero
imponente; Diego el grande, suma de luz y sombra, llevó a México a la escena internacional y le
dio un rumbo en su nacionalismo. Blancos y negros, en su vida a Diego se puede tachar de
cobarde, en ocasiones de traicionero, narcisista, también ser lo opuesto a todas estas cosas;
siempre ha sido perfumado en la humildad y en el carácter, elementos quizá imposibles de unir
en un concepto o en una persona.

El muralismo mexicano no puede comprenderse si no se comprende a Diego. Y Diego no


puede entenderse si no se entiende la radical transformación que sufrió el arte mexicano en sus
manos, que pasó de ser un elemento propio de la gente burguesa a una herramienta verdadera
de comunicación en todos los niveles y extractos sociales, arte que nació de la fusión de las
necesidades de la sociedad por entender su entorno y a sí misma, de la comunicación popular y
de la belleza de las grandes escuelas y los grandes predecesores.

Para concebir a Diego basta mirar su obra. Y al mirar su obra de pronto comprendemos
México. Este fue quizá su gran legado: dejar su esencia y su alma en sus murales, mostrar al
mundo la cara de un país que hasta la fecha es erróneamente representado en los medios
modernos de comunicación. El encanto, el carisma y el talento artístico de Diego tuvieron un
profundo efecto en el panorama artístico internacional, convirtiéndose en uno de los más
grandes del mundo.

Actualmente, aunque Frida Kahlo está más presente en la mente de los mexicanos - y de
quienes aprecian el arte latinoamericano en general - que el propio Diego, es difícil separarlos a
uno de la otra: su relación fue más allá de todos los convencionalismos, maravillosa y
apasionada. Pero a veces podemos referirnos a Diego como “el esposo de Frida” cuando
posiblemente ignoramos todo lo que Rivera logró, tal vez, sin proponérselo.

Confieso que el tema ahora me resulta apasionante. Particularmente, considerando la


naturaleza de mi profesión y el gusto que tengo por las artes, particularmente las gráficas,
desde que tengo uso de la memoria. Hasta antes de sumergirme en la obra y vida de Diego
Rivera –la artística y la personal- no le había prestado nunca particular atención. Incluso
también recibía siempre mucho más información sobre Kahlo, pero tras leer sobre Diego, no
puedo más que admirarlo muchos sentidos y considerarlo un gran comunicador… un artista
comunicador, que lo hace sumamente admirable a mis ojos.

Para poder apreciar a Rivera como le es merecido y conocer el trasfondo de lo que


posteriormente sería su ideología, vale la pena conocer sus orígenes. Nació en Guanajuato –
orgullosamente para mí, es mi paisano-, una bella ciudad en el corazón de México, de actividad
principalmente minera y rodeada de poblaciones eminentemente agrícolas. Por aquellos
entonces, México vivía una terrible época de injusticia social, previa a la Revolución Mexicana.
Diego Rivera nació en 1846 en el seno de una familia de clase media. Pese a que su posición
social, era en cierto modo privilegiada, su entorno familiar ayudó a construirlo como persona.
Su padre sería quien sembraría en él la semilla de su pasión política de Izquierda mientras que
su madre alentaría su lado artístico. Al padre de Rivera lo descorazonaba la diferencia de clases

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tan profundamente marcada en la sociedad mexicana y que se reflejaba en la situación del
campo y de las minas. Diego, desde muy pequeño, se identificó con la gente pobre, a pesar de
no pertenecer a ellos. Su madre, por otra parte, lo colmaba de atenciones tras haber muerto el
hermano gemelo de Diego, y fue ella quien desde su más tierna infancia le animó en sus
expresiones artísticas. En 1893 la Familia Rivera se muda México. Y Diego convence a sus
padres de que lo inscriban a la Academia de Artes en San Carlos. Allí comenzó a adquirir los
conocimientos técnicos suficientes, pero por aquel entonces solamente se estudiaba lo clásico, lo
europeo, lo remanente de la Colonia y no había fomento hacia lo nuevo, hacia la creación de un
arte 100% mexicano, lo cual lo disgustaba mucho. Desde aquel entonces, Diego comenzó a
manifestar desagrado a lo que él consideraba lo tradicional, que le chocaba. Al graduarse en
San Carlos, quiso viajar a España, pero al no poder costear un viaje como tal, consiguió una
beca de parte del gobernador de Veracruz. Una vez allá, Rivera conoció el cubismo, y entonces
todo cambió. Era como si las líneas de Picasso, la nueva perspectiva, la forma en la que él
rompía con todos los cánones conocidos hasta entonces, desafiando todo lo dicho y hecho en el
arte, hubieran movido algo en su interior y lo hubieran hecho pensar en qué era lo que hacía. Y
fue entonces cuando decidió tomar su arte y rehacerlo. Era como si una pasión dormida dentro
de él despertara de golpe: quería ser un revolucionario del arte. Comprendería entonces que no
quería ser un pintor convencional, y a partir de ahí empezó a trazar su propio camino. Así, se
mudó a París en 1909, a experimentar la vida de artista bohemio; allí conocería a la primera de
sus mujeres, Angelina Beloff.

Diego era un hombre imponente, de gran estatura y corpulencia: tenía una gran presencia.
Pese a que no era atractivo, fue siempre admirado por las mujeres, y dicha fascinación parecía
crecer conforme su fama se acrecentaba. Siempre tuvo un gusto particular por las mujeres
exóticas; la palabra “fidelidad” no figurara en su vocabulario, se decía que Diego Rivera era el
peor de los esposos. Sin importar cual sea la concepción de él, no cabe duda que convertía a su
mujer escogida en su musa, su fuente de todas las grandezas; pero de todas, la más amada, la
más tormentosa, su querida Frida, su corazón, su cuerpo, su arte. La paloma al lado del
elefante, como solía llamarlos la madre de Kahlo. Les hablaré un poco más de la hermosa,
exuberante y frágil Frida un poco más adelante.

Diego decide regresar a México, pero el país se encontraba enredado en un caos político y en
medio de una cruenta guerra: La Revolución Mexicana. Es entonces cuando una de las
decisiones más importantes de la vida de Rivera se hizo presente. Él tenía dos opciones en ese
contexto: dejar el país y continuar con su desarrollo artístico o bien entrar a la guerra y pelear.
Considerando su inclinación hacia la justicia social y su pasión comunista, lo más lógico era que
él optase a luchar, tal como lo hicieron otros artistas en su momento, tales como Siqueiros y
Orozco, pero no lo hizo. Decidió tomar la opción del arte: el pincel antes que el rifle. Aunque
muchos cuestionaron su resolución, Rivera hizo su propia revolución, su propia pelea por
México, por medio de su arte.

Tras infidelidades y la muerte de su hijo con Angelina, su matrimonio terminó. A pesar de


que su vida personal era un desastre, su vida artística despegó, llegando la mayor de sus
oportunidades justo después de la Revolución. En 1920, el ministro de Educación José
Vasconcelos tenía la visión de educar a las masas analfabetas a través de los murales. El
proyecto era muy ambicioso, pues más del 80% de los mexicanos no sabían leer o escribir y la
Revolución había dejado un país sangrante que necesitaba encontrarse nuevamente, encontrar
una identidad y reconstruirse. La única manera que tenían los mexicanos de conocer el mundo,

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era a través de panfletos, volantes, cancioneros y pósters. Lo que se presentaba ante Diego
Rivera era una oportunidad única de transmitir conocimiento, y de crear una identidad
nacional a través del arte. Es enviado a Italia por cuenta del gobierno mexicano para estudiar
los grandes frescos y encontrar la inspiración en autores clásicos, como Miguel Ángel. Tras este
viaje, regresa a un nuevo México y es entonces cuando vuelve a experimentar una nueva
transformación en su concepción del mundo. El cubismo comenzaría a quedar atrás y ahora él
veía a su país con nuevos ojos, a ver aquello que no le había sido posible durante su vida en su
tierra. Rivera encontró en la gente mexicana, en los pueblos rurales, en la vida del México
desconocido para todos –incluso para sí mismo- una belleza incomparable. Los colores parecían
más finos, más llenos de luz. En cualquier escena cotidiana podía encontrar una fuente
inagotable de inspiración. Todo era una obra en potencia. Hoy en día, muy pocos artistas
pueden, a mi juicio, presumir de tener esa visión, que posteriormente caracterizaría todos y
cada uno de los trabajos de Diego Rivera. Una vez que adquirió esta visión, comenzó a trabajar
en los murales que lo harían famoso y reconocido a nivel nacional e internacional. Y es también
hasta ese momento en que él, tal vez sin pensarlo, o tal vez como su única visión, comenzó a
crear en quienes contemplaban su obra, la idea de lo mexicano. Comenzó a forjar con un simple
pincel y pintura las bases de la identidad nacional mexicana.

Su vida sentimental, sin embargo, no parecía encontrar estabilidad. En México se casó Lupe
Marín, pero la fuerza de carácter de ambos provocaba que entre ellos siempre hubiera grandes
discusiones. Diego solía escapar de sus problemas maritales en el andamio, pintando los
murales encargados por Vasconcelos para el edificio del Ministerio de Educación. La fascinante
obra tardó cuatro años en su creación y contó con 128 paneles: era como leer un libro de
historia en imágenes. Rivera siempre consideró a su trabajo el mayor de los placeres. Dedicaba
semanas enteras, concentrado por completo en pintar, haciéndolo por más de doce horas
diarias, comiendo y a veces durmiendo en los andamios en donde trabajaba. Honrando en cada
pincelada a los indios con quienes se sentía tan identificado y a quienes admiraba de manera
extraordinaria, siempre buscaba derribar el natural desdeño hacia ellos a través de la expresión
visual de su belleza: nunca antes las vidas de éstos habían sido enaltecidas así.

Su pasión por la pintura era sólo equiparable a su pasión por la política. Diego tenía fe ciega
en el comunismo y su ideal de mundo era el mundo gobernado por los obreros, todos en
igualdad. Él ya estaba plenamente convencido del arte como medio, y pensaba que si su arte
podía transmitir historia, entonces también podría cambiar la vida de las personas; a través de
su obra podría hacer que la gente comprendiera lo que era la lucha de clases. Él anhelaba una
nueva revolución social, aún a pesar de la contradicción de pintar para personas acaudaladas.
En la elección de sus temas adoptaba los ideales de la recién concebida Unión Soviética. Tanto
se identificó con ella que se afilió al partido comunista en 1922. Su obra y la política estaban
unidas, pero su matrimonio se estaba arruinando. Tras viajar a Rusia, se divorcia; al poco
tiempo después conoció a la que sería la mujer más importante en su vida, Frida Kahlo, quien
se convertiría en su amada, en su compañera, y con quien compartía el gusto por la pintura y
las ideas políticas. Diego y Frida se complementaban perfectamente el uno al otro, eran un
matrimonio exótico: Rivera podía andar con otras mujeres y ésto no parecía importarle
demasiado a Kahlo, que declaraba siempre que Diego no era esposo de nadie. Ambos se
volvieron el centro de un gran círculo bohemio-comunista y parecía que al fin Diego había
encontrado la alegría, pero luego vendría una nueva y dura decisión en la que de nuevo se
enfrentaría su arte contra sus convicciones. En 1929 el Partido Comunista apoyó una revuelta
contra el gobierno y fue suprimido violentamente. Por la misma época, a Diego se le contrató

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para pintar un mural en el Palacio Presidencial; Diego optó nuevamente por el arte, y como
represalia, fue expulsado del partido comunista.

En 1930 es invitado pintar un mural en la Bolsa de Valores de San Francisco; ésto


representaba, a primera vista, la peor de las traiciones a sus convicciones en contra del
capitalismo: ¿cómo trabajar para quienes fomentaban la desigualdad? Pero ello no lo
intimidaba. Aceptó el cargo por una sencilla razón: pretendía difundir el mensaje marxista a
escala mundial. Él pintaba, los periódicos y sus murales llevaban el mensaje alrededor del
mundo. Considerando que por aquellos tiempos Estados Unidos estaba sumergido aún en la
depresión económica más fuerte de su historia, Rivera creía que una revolución de los
trabajadores era inminente y quería estar en ese país para animarla. Sin duda, fue un hombre
de fuertes convicciones, siempre dispuesto a demostrarlas a pesar de moverse en el campo
enemigo.

El mismo Rivera se vio a sí mismo en la cumbre de la fama, y eso lo divertía. En 1931 se


celebró la primera exposición individual de su arte en New York. Él se encontraba encantado, a
pesar de que Frida se sentía sola y triste en “gringolandia”. Pronto vendría el desencanto: en
1933 el acaudalado Nelson Rockefeller inauguró un complejo de rascacielos y le encargó a
Rivera pintar un mural para el vestíbulo, y éste desafió todos los convencionalismos e incluyó
en su mural la imagen de Lenin, como una forma de pronunciarse como buen comunista. A
pesar de que era muy respetado en el círculo social neoyorkino y de que anteriormente a
quienes lo contrataban no les importaba su inclinación política, Diego es despedido y no se le
permite terminar el muro. Así, noches después, trabajadores del centro Rockefeller entraron al
edificio y destrozaron el mural. Todo esto causó indignación entre los admiradores de su arte.
Rivera decidió crear un conflicto público, exigiendo respeto; él mismo llegó a expresar: “Así se
rinde homenaje a la libre expresión en los Estados Unidos”. En 1933 volvió deprimido a México,
sólo para encontrarse que el movimiento muralista decaía con la incursión del cine. También
ese regreso le traería problemas personales al tener amoríos con la persona más cercana a su
Frida, su hermana menor Cristina. Frida, a pesar de que hasta aquel entonces se había
mostrado tolerante con las aventuras románticas de su esposo, se sintió profundamente
traicionada y se separaron; eso sólo llevó a Diego a darse cuenta de que Frida lo era todo para
él, que la necesitaba de forma desesperada. Ésta decidió perdonarlo tras un año de
distanciamiento; por aquel entonces, León Trostky fue expulsado de Europa y Diego lo invitó a
vivir en Coyoacán, pero la llegada del ruso representaría otro conflicto pues éste y Kahlo
tuvieron un romance. Al final, Trostky y su esposa se marcharon de la Casa Azul y Diego le
pidió el divorcio a Frida en 1939, para luego mudarse a San Francisco. Sin embargo, la salud de
Frida, y el sufrimiento por la nueva separación llevaron al pintor a reunirse con su esposa, a
quien adoraba como a nadie: y por eso, volvieron a casarse.

Una de las últimas grandes de obras de Diego se realizó en 1947, quizá uno de sus trabajos
más fascinantes: “Sueño de una tarde dominical en la alameda central”, la cual no es solo
hermosa por su gran colorido y detalle sino porque proporciona una generosa visión de la
historia mexicana, no condenándola, sino celebrándola, en una deliciosa mezcla de clases
sociales, vida, muerte, su infancia, su amor y todo lo que él adoraba y visualizaba de su país.
Todos soñando, todos recordando, pintados sobre el Lobby del Hotel del Prado; pero cada una
de las obras de Diego tenía su propio sello indiscutible, que siempre daba pie a la controversia.
En el centro de su obra mural, se encuentra pintado el filósofo Ignacio Ramírez, quien sostiene
un pergamino con la frase “Dios no Existe”; al rehusar borrar la frase, el mural fue tapado con

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una cortina. Cambiaría de opinión años después, argumentando que siempre era su deseo
complacer a sus compatriotas mexicanos católicos.

Frida murió el 7 de Julio de 1954 en la Casa Azul; eso marcó para Diego Rivera el principio
del fin. Destrozado, el artista donó la casa familiar al pueblo de México. Este paso significó dar
a conocer al mundo a Frida, quien después se convertiría en un verdadero icono mexicano,
opacándolo incluso a él. Seguramente, si él lo hubiese sabido le habría encantado la idea, ya que
la amaba tanto que lo menos que podría haber deseado era que el mundo la apreciara aunque
sea con un poco de la pasión con la que él la veneraba. Tres años después, Diego Rivera murió
debido a un ataque cardiaco, tras luchar contra el cáncer y en la más completa miseria, algo
muy común en los grandes artistas. Sin embargo, su legado es vasto y riquísimo, lleno de
contenido y de crítica social, de gracia, de sensualidad, de abundantes elementos coloristas,
llenos de fantasía, desafiantes y de gran carácter, marcados por una intensidad sin límites en el
trabajo, en los afectos y los instintos.

Diego Rivera era un hombre con muchas facetas conflictivas, pero ejemplar al fin: siempre
dispuesto a defender sus ideales, a transmitir lo que él era y lo que pensaba, especialmente para
México. Su herencia artística sigue vigente y es causa de profunda pena en mí que en medio de
un país lleno de conflictos políticos y sociales, no haya más artistas, hombres, trabajadores
como él. Quizá llegue el momento en que alguien pronto surja, como él alguna vez comentó con
estas palabras: “El artista nuevo no saldrá de escuelas de arte, ni en la URSS ni en ningún otro
lado: saldrá de la convivencia directa, sin intermediario alguno, con el pueblo, y de la convivencia de
pintores, escultores y arquitectos entre sí […], mientras el artista no aprenda del pueblo a hablar el
lenguaje del pueblo, el pueblo no lo escuchará ni lo estrechará contra su corazón”; “El muralismo
acabó con el culto a la personalidad, con la figura del héroe, del dios, del emperador, del santo, del
mártir, del rey, del militar. Por primera vez en la historia del arte el héroe de la primera monumental
fue la masa y el gran hombre dentro de ella, tiene un papel persona, pero dialécticamente ligado a la
masa. Cuando se han presentado muchos héroes juntos, esos héroes forman la masa misma; ninguno
de ellos sobresale. En este terreno la pintura mexicana es ejemplar”.

Tal vez necesitamos a alguien nuevamente con esta visión, no sólo en México, sino en todas
partes, un artista universal en cualquiera de las ramas, no sólo de la pintura. Diego Rivera fue
y seguirá siendo por siempre un maestro de maestros.

Maria Bárbara López Mosqueda

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ÁRBOL DE LA ESPERANZA, MANTÉDME FIRME

Hace cien años nació en el estado mexicano de Coyoacán Frida Kahlo. Hablar de esta
extraordinaria mujer es señalar una vida llena de dolores, dolores tanto físicos como
espirituales: el fatídico accidente de autobús y sus secuelas, el amor tormentoso pero
apasionado con el muralista Diego Rivera. Fue una superviviente: no importaba si tenía que
quedarse postrada en la cama durante meses o si su amado tenía aventuras con otras mujeres.
Ella tenía lo esencial para no caer por el precipicio de la locura. Encontró consuelo en su
pintura, en la esperanza del profundo sentimiento del amor: ella forjó su propia leyenda. Tuvo
una vida corta - expiró a los cuarenta y siete años -, pero fue emocionante y muy, muy intensa:
dos matrimonios con el mismo hombre, viajes a Estados Unidos y a Paris, grandes romances
con hombres y mujeres que gozaron de una personalidad sensual, el entusiasmado apoyo a su
Diego en actividades políticas a favor del comunismo.

La pintora en sus lienzos refleja un mundo interior propio. Muchos expertos estudian a
Frida Kahlo dentro del surrealismo pues se podrán observar en sus obras referentes oníricos,
tema propio del movimiento artístico europeo de principios del siglo XX; curiosamente, el
estilo de la mexicana se desarrolló antes de que ésta tuviera conocimiento de que existía al otro
lado del océano una corriente surrealista, y a pesar de que hizo amistad con los artistas
surrealistas de su tiempo, ella no se consideró encuadrada dentro de esta polémica vanguardia.
Aparte, otra diferencia que se puede marcar entre los cuadros de Frida Kahlo y los de Salvador
Dalí, René Magritte o Max Ernst es precisamente que lo que pinta Frida no son sueños ni
obsesiones inconscientes tan propias de esa línea psicoanalista freudiana de la pintura
surrealista: pinta la realidad de su vida. Frida Kahlo es más que una pintora cuya obra
recuerda al surrealismo – algunos se atreven a calificarla de expresionista: a mi modo de ver, es
una concepción no equivocada -, pues tenía un estilo propio, personal, incomparable. Pinta sus
pasiones, pinta sus circunstancias, pinta su mundo: la obra de Frida Kahlo es una biografía
pictórica completa que nos habla de emociones, de frustraciones, de deseos. En sus pinturas,
tenemos paisajes desérticos simbolizando la soledad, frutas y flores de vivos colores
representando la sexualidad; personajes populares de la cultura mexicana, como el San Judas
del día de los muertos, animales diversos, tales como monos, perros o loros, sustitutivos de esos
hijos que nunca pudo tener; momentos de crudeza, llenos de puro realismo, como el que se
muestra en “Mi nacimiento”, que representa a su madre pariéndola, “Hospital Henry Ford”,
pintado poco después de un aborto o “Unos cuantos piquetitos”, macabro y contundente por la
representación de una mujer asesinada a puñaladas por su amante.

Quizás lo más llamativo es su numerosa producción de autorretratos que nos dicen


como era ella: siempre mirando al frente ante los problemas, con el semblante serio, casi
estoico, como demostrando que es capaz de soportar todo el sufrimiento que le cayese;
impactante es, por ejemplo, el cuadro de “La Columna Rota”, donde sale ella en un paisaje
desolador con el gesto sereno, pero llorando, con una simbolización de su espina dorsal a modo
de columna griega y con todo el cuerpo plagado de clavos. El resto de obras tratan más
aspectos vitales: la impotencia por no poder ser madre, la melancolía del desamor –
“Autorretrato de pelona”, “Las dos Fridas” - el desánimo que le generaba sus dolencias que le
impedían moverse – “Sin esperanza”, “El sueño”- su amor hacía su tierra, hacía el rico folclore
mexicano – “Cuatro habitantes de México”, “Raíces”, “El camión” – o su apego a la familia –
retratos de hermanas y padres. Vitalismo, pesimismo, rabia, melancolía, angustia, nostalgia:
todo se mezcla en su obra. Su legado son pinturas que hablan de su existencia y una forma de
ser; también podríamos hacer referencia a un conjunto de textos epistolares donde podemos
apreciar la personalidad de esta singular mujer. En efecto, las palabras que dirigía a amigos,

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familiares, amantes o a su adorado Diego nos enseñan que era lo que más ansiaba, lo que le
preocupaba, sus temores, siempre haciendo gala de un buen sentido del humor a pesar de las
adversidades y también demostrando un gran compromiso de amistad con las personas más
apreciadas. Podemos, por tanto, hacer un exhaustivo estudio de la vida de Frida Kahlo no sólo
a través de sus pinturas, sino también a través de sus cartas y de la información biográfica que
nos ofrecen una serie de cuadernos con bocetos, dibujos, textos y hasta poemas dedicados a
Diego Rivera, ese amor infiel pero siempre leal al corazón de la artista.

De todas maneras, no le hacía falta escribir poemas con palabras porque ella, de por sí,
ya era una increíble poeta de pinceles. Era poeta porque consiguió pintar en sus cuadros el
dolor que experimentó en su piel, y un buen poeta, en sus versos, nos quiere hacer partícipes de
lo que le lastima: consigue transmitir parte de su alma. Frida Kahlo no es sólo una de las
pintoras más significativas de todos los tiempos sino también la poeta más grande de todos los
tiempos porque ver un cuadro de ella sobrecoge, sobrecoge porque un trocito de su alma está
ahí, pegado a la tela del lienzo.

Frida Kahlo, personalmente, es algo más que una pintora - poeta que me atrae no sólo
por el motivo de su producción pictórica, que es muy especial: es un ejemplo de superación
personal y artística; a nivel personal porque, a pesar de las complicaciones de su enfermedad,
siguió adelante, haciendo gala de una vitalidad impresionante; a nivel artístico porque
convirtió la pintura en algo más que una forma de ganarse la vida – empezó a pintar por pura
necesidad económica pues los gastos médicos y los tratamientos suponía mucho dinero para su
familia -; su arte fue también el camino para sobrevivir al dolor. Luchó por un reconocimiento
y lo consiguió: poco antes de morir, se celebró en México una exposición honorífica por su
trayectoria artística, a la que asistió acostada en su cama. Peleó por vivir hasta lo que soportó
esa columna rota en mil pedazos que ella tenía y que deseaba, en lo más hondo de su ser, que el
árbol milagroso de la esperanza la volviese a reconstruir.

Frida Kahlo: una vida marcada por el drama de la enfermedad, sus inevitables
tragedias… y la alegría de vivir.

“La Vida callada…


dadora de mundos.
Venados heridos
Ropas de tehuana
Rayos, penas, Soles
ritmos escondidos
“La niña Mariana”
frutos ya muy vivos.
La muerte se aleja,
líneas, formas, nidos.
Las manos construyen
los ojos abiertos
los Diegos sentidos
lágrimas enteras
todas son muy claras
Cósmicas verdades
que viven sin ruidos.

Árbol de la Esperanza,
manténte firme”.

[“El árbol de la esperanza”, de Frida Kahlo]


Ana Patricia Moya Rodríguez

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LARS VON TRIER: EL CINE COMO CATARSIS

Introducción

Aproximarse a la obra cinematográfica de Lars von Trier supone un reto que


reclama una especial actitud y complicidad al contemplar cada una de sus películas.
Su forma de hacer cine parece exigir de una propedéutica previa con la que
enfrentarnos a su obra, en la exigencia de dilucidar entre lo que en ocasiones parece
una sutil manipulación de trucos formales y declaraciones pretenciosas frente a lo
que podríamos reconocer como una obra de un impacto y profundidad inusitadas. El
director danés se presenta a menudo ante la crítica y el público como un
prestidigitador con una no declarada intención de mostrar en cada nueva entrega de
su producción la más difícil todavía, lo nunca visto. Director carismático donde los
haya, aglutina por igual en torno a su figura incondicionales seguidores y acérrimos
detractores. No se puede negar sin embargo que Lars von Trier es uno de esos rara
avis que se empecinan en abrir nuevos caminos en un medio como es el cine tan
habituado a la inercia de las manidas estructuras de éxito, donde el riesgo formal y
conceptual no es bien acogido por un público que en general se encuentra en exceso
adocenado y acostumbrado a fórmulas expresivas y artísticas estereotipadas. Puede
que el carácter egocéntrico de su actitud como artista tenga relación con su propia
biografía, plagada de elementos que nada tienen que envidiar a los argumentos de
sus propias películas; incluido el hecho de que respecto a su educación, sus padres
eran partidarios de la libertad absoluta dejando en manos de Lars desde muy
pequeño, cualquier decisión respecto a su vida, desde cuando ir al medico o el tiempo
que debía dedicar al estudio, o mucho más allá, el hecho de que en 1990, justo antes
de su muerte, su madre le confesara que su padre biológico era en realidad un
individuo seleccionado expresamente por poseer genes con antecedentes artísticos y
musicales en su familia. De esta forma podríamos interpretar a Lars von Trier como
el proyecto cumplido de su madre. Algunos de estos datos biográficos podrían
servirnos como argumentos para justificar su forma exhaustiva de trabajar, el
carácter egocéntrico de su actitud como artista, el contenido y la forma de abordar
los guiones de sus filmes.

Lo cierto es que un elemento que destaca en su obra es una actitud continua de


inconformismo que le lleva continuamente a proponer nuevas vías, y no sólo para
aplicarlas a sí mismo sino también para hacerlas extensivas a sus compañeros de
profesión. Un caso paradigmático de lo mencionado es el llamado manifiesto
Dogma’95. El día 13 de marzo de 1995 nacía oficialmente dicho manifiesto y su
llamado “voto de castidad” compuesto por diez reglas restrictivas. Con él, Lars von
Trier y su co-autor el joven director danés Thomas Vinterberg, querían declarar la
guerra a un tipo de cine, que como la mayoría del contemporáneo, hace un uso

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excesivo del efectismo sin contenido, de los trucos digitales, de la falta de realismo.
El cine dogma no se hace por tanto “sobre” o “acerca de” sino “contra”: contra el
llamado “cine artificial”; reclama el cine como verdad absoluta, quizás haciendo
partícipe a este medio de una cierta visión heideggeriana del arte. Parece que
Dogma’95 pretenda establecer una sistemática asepsia del realizador sobre el
producto fílmico. Unos materiales reales y en estado puro, sin efectismos ni trucajes,
parecen ser los condicionantes del producto final, el autor debe renunciar en todo
momento a la consecución de una finalidad estética o manifiesta. Se trata de mostrar
y no de denunciar. En este esfuerzo de negación, tanto del artista como de la obra,
parece reconocerse un intento de contrarrestar el sentido de totalidad espectacular,
en términos de Guy Debord, en que se ha convertido la sociedad y la cultura
contemporáneas pues para los “dogmáticos”: “el instante es mucho más importante
que la totalidad”. Si es la propia progresión como creador de Trier la que lo conduce a
Dogma’95 o si es el manifiesto Dogma’95 el que provoca la evolución en su cine no es
tan importante como el hecho de reconocer que este momento supone un punto de
inflexión es su producción cinematográfica. En este momento que ahora
precisamente se sitúa justo en la mitad de su carrera, marca la evolución de Trier
tanto en el aspecto formal como conceptual. En cualquier caso se puede hablar de un
antes y un después de Dogma’95 en la producción de Trier. Un cine pre - Dogma más
preocupado por las posibilidades técnicas y visuales del cine, de un carácter formal
mucho más complejo y que el de sus películas post - Dogma, donde la historia y la
construcción de los personajes priman sobre el aspecto visual y el cuidado estilístico.
Las influencias tanto de Dogma’95 como de su trabajo para televisión provocan la
aparición de una nueva forma de hacer cine en Lars von Trier, quién sin embargo
solo realiza una película bajo la exigente fórmula del manifiesto y su “voto de
castidad” (Idioterne, Los idiotas, ambas de 1997). Quizás la clave de todo este asunto
es que hacer cine dogma es una posibilidad en sus propios términos, es una negación
in termini de las propias bases definitorias de este medio artístico: cuanto más dogma
en la pureza de sus presupuestos, menos cine, quizás otra forma, el docudrama o el
documental, de ello parece darse cuenta antes que nadie su propio gestador, Lars von
Trier.

Lars von Trier más allá del dogma

Es frecuente que el propio Lars von Trier organice sus películas a modo de
trilogías, con lo que así se han podido establecer diversas agrupaciones, tanto
manifestadas por el propio director como bautizadas por la crítica. Agrupaciones
como las siguientes: la trilogía de Europa (La escena del crimen, Epidemia y Europa);
la trilogía del corazón (Europa, Rompiendo las olas y Bailar en la oscuridad) o la
trilogía de la mujer (Rompiendo las olas, Los idiotas y Bailar en la oscuridad),
también bautizada por Trier como su “trilogía Corazón de Oro”. Por lo que no me

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parece improcedente establecer mi propia tríada al servicio de los objetivos de
presente trabajo, sería la que yo denominaría “trilogía del sacrificio” formada por
Rompiendo las olas, Bailar en la oscuridad y Dogville.

Me centraré en el análisis de tres de las películas del director danés, concretamente


aquellas que en mi opinión configuran una trilogía oficiosa en torno a la mujer como
protagonista. Las tres tienen un personaje principal femenino y parecen desarrollar
argumentos dramáticos en las que la situación de desgracia o acoso a que éstas se ven
sometidas ejerce como eje y desencadenante de la trama. Así, y mediante esta
selección, pretendo establecer una relación, tanto a nivel formal como conceptual,
entre las tres películas citadas y algunos de los elementos característicos de la
tragedia griega, como son el héroe trágico y su hamartia, la anagnórisis, el agon, el
desenlace funesto y el efecto catártico al que conducen al espectador, las acciones
narradas y su resolución. Para Aristóteles la tragedia es “imitación de una acción
esforzada y completa [...] y que mediante compasión y temor lleva a cabo la purgación de
tales afecciones”. Pero según el griego, “esta imitación, no es tanto de los hombres
cuanto de los hechos y de la vida, [...] principales cosas con que la tragedia recrea el
ánimo son partes de la fábula, las peripecias y anagnórisis”. Las películas analizadas
comparten por otra parte esa sucesión de hechos que describe el estagirita y que
necesariamente han de ir de la dicha a la desdicha, se trata de la llamada peripecia.
Peripecia es el cambio de la acción en sentido contrario, es decir, aquel hecho que
supone el cambio de los acontecimientos de la dicha al infortunio. Este conocimiento
se produce normalmente por medio de la agnición. La agnición implica que el
personaje o los hechos, lleven a aprender algo que no se sabía. En el caso de la
tragedia, el conocimiento de estas cosas, necesariamente, lleva a la desgracia. En
definitiva, el agon al que se enfrenta el héroe trágico no puede resolverse sino con un
desenlace funesto, no queda posibilidad en ningún caso a la aparición de un deus ex
machina salvador al que tan acostumbrados nos tiene el cine “made in Hollywood”.

Un final "trágico", por lógica, implica un paso desde la dicha a la desgracia, pero
además, debe producirse por un "gran yerro", y "no por maldad", dirá Aristóteles. Es
decir, que un personaje malvado caiga en la desdicha, no es ninguna tragedia, sino
que más bien es una tragedia que un personaje honrado (por ejemplo Edipo en la
tragedia clásica o Bess y Selma en la película de Lars von Trier) caigan en la
desgracia por error, por circunstancias ajenas a ellos y no por maldad. Por otra
parte, al profundizar en obra de Trier aparecen elementos indicativos que parecen
confirmar la conexión Trier-tragedia griega: la realización del director danés de una
versión para televisión de la Medea de Eurípides y la propia proximidad temática
entre otra de las obras euripideas, Alcestis, y una de las películas emblemáticas de
Trier, Rompiendo las olas. Aristóteles, en el capítulo III de su Poética, reconoce como
elemento caracterizador de la tragedia la presencia de un héroe trágico. Lo

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interesante de la cuestión es que las tres películas seleccionadas para este análisis
coinciden en tener como protagonista trágica una mujer.

Las heroínas de Trier

Bess McNeill. Un joven dulce vive en una comunidad escocesa de marcada carácter
patriarcal y religioso. Una comunidad donde las mujeres no pueden hablar en misa,
no pueden asistir a los funerales e incluso deben pedir permiso al consejo de notables
para contraer matrimonio. Su agon: la dulce Bess Mcneill, llevada por su obsesiva
atracción hacia Jan, su marido, tiene que sacrificar su propia integridad física y
moral como único medio para salvarlo del estado de invalidez en que se encuentra.
Su sacrificio y el amor llevados a un extremo son casi enfermizos.

Selma Jezkova. Una emigrante checoslovaca en los Estados Unidos de los años 50.
Soñadora, su vida está dedicada por completo a conseguir el dinero para operar a su
hijo y evitar que acabe con la ceguera que ella misma padece. Su agon: el conflicto se
plantea entre una mujer que ante la ceguera a la que se ve abocada decide sin
embargo sacrificar hasta el último minuto de su vida para poder evita similar y
trágico destino a su hijo.

Grace. Una mujer sofisticada que huyendo de unos gangsters irrumpe de improviso
en Dogville, un pueblo en las montañas rocosas, donde los habitantes le exigen la
contraprestación de su trabajo a cambio de la protección que le otorgan. Su agon: la
propia Grace enfrentada a su humanidad, su propia capacidad de renunciar a una
vida de satisfacción material con objeto de encontrar un sentido en la entrega a los
demás. La capacidad de comprender y perdonar a los demás en el sentimiento de que
su superioridad moral lo está. La maldad manifiesta a la maldad encubierta e
hipócrita. La maldad como medio a la maldad como fin en sí mismo.

El cine como catarsis

Expondré a continuación en qué elementos se plasma principalmente esa conexión


de la tragedia con cada una de las películas mencionadas.

Rompiendo las olas. Rompiendo las olas es la versión de Trier del cuento infantil
“Corazón de oro” en palabras del propio director. Sin embargo es mucho más,
también es su particular acercamiento al Carl T. Dreyer y a la Alcestis de Eurípides.
El mito: “el chivo expiatorio”, alguien debe sacrificarse en beneficio de otro u otros.
La fábula: Alcestis de Eurípides contagiada de la confrontación entre lo sagrado y lo
profano que ya mostrara de forma magistral Carl Dreyer en películas como Ordet.
Esta influencia de su compatriota aporta al cine de Trier elementos (antes exentos de

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la misma) de la tradición cristiana como es el milagro o la relación con lo
trascendental divino por medio de la palabra. Confluyendo así en su cine los dos
elementos que otorgan al pensamiento occidental su carácter inquieto y conflictivo,
la herencia de la filosofía griega junto a la tradición judía legada través del
cristianismo. Como reconoce el propio Lars von Trier para el montaje final de
Rompiendo las olas (y esto es extensible a Bailar en la oscuridad y Dogville) prefirió
seleccionar aquellas tomas donde los actores mostraran su mayor grado de
expresividad y de ‘sinceridad’ sin importarle en absoluto que la película incluyese a
veces tomas con desencuadres, desenfoques, fallos de eje o fallos de raccord de
movimiento y de mirada. Definitivamente, en su película renuncia a la perfección
estilística en aras de captar el momento, el gesto, la mirada más natural y expresiva
de los actores. Recurre para ello al uso de la cámara al hombro que sigue a los
actores en su acción, así, tal y como reconoce el director danés, en el montaje final
nunca elige la escena más precisa desde el punto de vista técnico sino desde el punto
de vista expresivo. Responde quizás a ese sentido de la mimesis, una expresión
ciertamente naturalista del cine. En el montaje prima por tanto la posición ética
sobre la estética y esto se traduce en un resultado final compuesto de innumerables
destellos. El montaje inquieto y nervioso adquiere un cierto ritmo sincopado que
pese a su ocasional imprecisión consigue transmitir un mayor grado de naturalidad y
verismo. Lo que realmente interesa contar es el fondo, la degradación moral de Bess,
que conlleva en paralelo la recuperación física de Jan. Esto se une al rechazo de la
comunidad inmersa en una religiosidad plagada de normas y restricciones frente a la
religiosidad de Bess, entendida como un pacto personal entre ella y Dios, y a su vez
totalmente contrapuesta al carácter profano de la relación entre Bess y Jan y de la
hybris a la que se arroja Bess, ese desenfreno caótico e irracional al que el propio Jan
la conduce.

Bailar en la oscuridad. Un Trier que parecía haber abandonado de forma


definitiva el llevar su cine por los derroteros de los géneros, nos sorprende en 2000
con una revisitación y actualización del “musical”: Bailar en la oscuridad se presenta
como una versión dulcificada y musical de Rompiendo las olas. El mito vuelve a ser el
del “chivo expiatorio” y este se muestra de nuevo como una fábula. En este caso se
trata del sueño americano convertido en la pesadilla americana. El propio von Trier
señala cómo debajo de las formas escénicas de la comedia musical se deja sentir el
verdadero latido de la vida, que en este caso se sobrepone con sus figuras
convencionales estilizadas a una realidad carente de vitalidad, de esperanza, de
pulso; los temas musicales, de carácter marcadamente diegético, no sólo en cuanto a
la narración sin también cuanto a la caracterización de la protagonista, puestos al
servicio de una temática que en ocasiones rebasan los límites del melodrama y
constituyen el verdadero elemento integrador del sentido trágico de la obra y

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elemento que provoca la catarsis al descargar la tensión de un sufrimiento extremo
en formas artísticas convencionalmente representativas del júbilo.

Dogville. Dogville representa un giro en la representación trágica, o bien se


abandona definitivamente esa concepción cercana a la tragedia de Eurípides o
definitivamente se adentra en la verdadera esencia del arte trágico que para
Nietzsche representaban Sófocles y Esquilo. En Dogville, Grace debe sufrir su
martirio y realizar al igual que las anteriormente mencionadas, Bess y Selma, el
sacrificio femenino que Trier ha hecho lugar común en sus últimas producciones.
Pero Dogville también es una fábula sobre la aceptación del “otro”. Es pura
metáfora y simbolismo en cada uno de sus elementos pero mostrados sin embargo
con una literalidad a menudo insoportable. El minimalismo de la puesta en escena
nos remite exclusivamente a los personajes y a la acción. La distancia, sobre la
crudeza de lo que acontece, la ejerce la voz del narrador que parece transmitir con su
narración pausada e irónica que cuanto está pasando forma parte de un cuento,
ajeno a cualquier atisbo de realidad.

Conclusiones

Lars von Trier se presenta como un Prometeo desencadenado del que surge con
cada película una nueva aportación a la cultura contemporánea, una criatura
compuesta de la conjunción de innumerables elementos, bien elevados como tragedia
o la lírica bien populares como el musical o el melodrama, algunos de las cuales he
pretendido seccionar en este artículo. Lo que eleva a la categoría de tragedia estas
películas de Lars von Trier es que en ellas podemos reconocer las trazas del mito y la
fábula, que en palabras de Nietzsche son el fundamento de la tragedia. El mito que
se traduce en Rompiendo las olas y Bailar en la oscuridad es el del ‘chivo expiatorio’,
la víctima propiciatoria que acepta voluntariamente su sacrifico para aplacar la
furia de un destino adverso cuyo poder le supera. Por su parte, Dogville no hay
sacrificio sino entrega. Grace busca una humanidad distinta a la del ambiente
corrupto del que procede. Sin embargo, encontrará una corrupción aún más terrible,
pues ya no es el mal como medio sino el mal como fin en sí mismo arraigado en lo
más profundo del espíritu humano. Al final de la película Grace ha adquirido de su
padre un poder casi absoluto para disponer de la vida y de destino de los demás.
Grace está en la disyuntiva entre la compasión cristiana o el pathos dionisiaco. Como
vemos, ella elige el pathos, y esto indudablemente, remite a la figura mítica de
Némesis (la diosa griega de la justicia vengadora), que cuando la humanidad ha
sucumbido a una hybris incontrolada ha puesto en peligro el equilibro, sophrosiné y
con ello el propio orden de las cosas, por lo que es necesario el castigo para mantener
al mundo tal y como es. Y de esta forma, Lars von Trier nos aplica una terapia
intensiva en cada película, no nos sentimos cómodos durante su visionado porque la

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intención del Trier no es precisamente la del entretenimiento sin más, se trata de
conseguir la identificación con la historia que nos está contando como partícipes
tanto de la acción como de la humanidad que ésta refleja. Pretende quizás que como
los antiguos griegos salgamos de cine renovados habiendo alcanzado la catarsis, la
purgación de nuestras propias miserias y errores como seres humanos.

Rafael Infantes Lubián

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MACHISMO
¿Cuál es el colmo de un chef machista? Cocinar Pa-ella.

Macho. Machito. Macholandia. Machismo. Hay tanto qué decir sobre este concepto...
aún escribiendo estas líneas dudo si he de hacerlo con seriedad o con humor. Y es que es
tan rico, tan variado y tan terriblemente deprimente que puede prestarse a lo más ácido
y jocoso pero igualmente a lo más humillante y oscuro, particularmente cuando quien
escribe y quien lee es mujer. Así que si de pronto este texto es agridulce, de antemano
les pido una disculpa, especialmente a las almas pudorosas y con vestigios de rancia
autocompasión.

El machismo es una total forma de vida de hombres y – tristemente - de mujeres.


Dejémonos de si es costumbre o tradición de tal o cual sociedad o de tal o cual pueblo:
esos son eufemismos. Cuando hablamos de machismo no podemos hablar de un acto o
algo aislado dependiendo de la temporada del año. Hay gente que vive y respira el
machismo todos los días en todos sus niveles. Me permito limitarme a hablar de esta
situación en la sociedad en la que me tocó nacer y crecer: la mexicana. Aunque bien la
descripción puede encajar perfectamente con otros países. La cosa jamás ha sido
sencilla. Diariamente, las mujeres mexicanas luchamos contra este modus vivendi al
que la mayoría estamos sujetas. Prácticamente es parte de la cultura, está enraizada en
lo más intimo del imaginario del mexicano – repito, tanto varón como mujer -. El varón
nace y crece en un ambiente en el que todos le enseñan que él es el que manda, que
cualquier actitud sensible es desdeñable. Ahí tenemos las frases “los hombres no lloran”
o “llorar es de viejas”. En todos los sentidos, el hombre es superior a cualquier mujer,
salvo esa extraña paradoja de la madre, a quien hay qué respetar y reverenciar, lo cual
no siempre es aplicable puesto que llegado el momento, el varón en cuestión puede
considerar que su madre no es apta para tal o cual cosa.

Octavio Paz ya lo menciona en su libro “El Laberinto de la Soledad”: la frase “no te


rajes” “no seas rajón”, que es muy utilizada por los mexicanos y que significa “no seas
cobarde” viene de un pensamiento puramente machista: las mujeres estamos “rajadas”,
esa es nuestra condición fisiológica (entiéndase la “raja” como la vagina). Somos
débiles, cobardes e incapaces de realizar las cosas por nosotras mismas. En ningún
momento y bajo ninguna circunstancia, un hombre puede ser un “rajón” o “rajarse”
ante algo o alguien pues eso lo convertiría inmediatamente en un ser inferior: una
mujer.

Tristemente, muchas de las mexicanas están, por decirlo de alguna manera,


“acostumbradas” a ser tratadas como seres imperfectos, incapaces de realizar cualquier
cosa sin ayuda del osado proveedor del hogar: el varón. Eso y un sinfín de cosas que

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caracterizan al machismo. Me permito hacer la lista de las más patéticas y evidentes en
mi sociedad.
El charro en su corcel

México, durante muchos años, y en pleno siglo XX, vivió el más profundo de los
analfabetismos, como casi cualquier país latinoamericano por aquellas épocas, por lo
cual la única fuente del conocimiento del mundo era la radio, los panfletos o el periódico
y por supuesto, la televisión. Estoy hablando de México en sus primeros años del siglo
XX, desde 1940 en adelante, tras la Revolución. Desde aquellas épocas y aún hoy en
día, la mujer se presentó – salvo las excepciones de la valiente “Adelita”- siempre como
la abnegada esposa y madre, dispuesta a todo sacrificio con tal de mantener unida a la
familia, y mantener unida a la familia quería decir soportar al marido para que no la
abandonara: aguantar borracheras, aguantar adulterio, aguantar golpes. Una mujer no
podía aspirar a gran cosa en su vida más que a esperar en el portón de su casa a su
príncipe azul en su corcel, o dicho en términos aztecas, el charro en su caballo. Incluso
en las películas más famosas de nuestro “Cine Mexicano”, el hombre llegaba a la casa de
la mujer, vestido como tal, dispuesto a casarse con ella o a secuestrarla. La mujer en
cuestión normalmente era disuadida por sus padres y hermanos y en general los
miembros femeninos de la familia para casarse cuanto antes. Por supuesto que la
cuestión se dulcificaba en el celuloide: tenemos grandes ídolos que, además de cantantes,
eran todos unos “caballeros” en las películas, héroes charros que además de cantar de
manera maravillosa, bastaban con echarle alguna mirada con ceja levantada a la
“heroína” para tenerla a sus pies. Naturalmente, la mencionada no solía tener mucha
voz o voto en la película, salvo llorar por su amor perdido - o recuperado - y ser la
damisela en desgracia. Aunque algunas películas pretendieron formar a una mujer
fuerte y de carácter que no se dejaba tan fácil mangonear por miembros del sexo
masculino, no faltaba el “héroe” que llegaba y la agarraba de las “greñas”, la
zarandeaba y le hacía saber quién era el que estaba a cargo; como era de esperarse, la
mujer se rendía ante los encantos de su charro a caballo. Ese tipo de “heroínas” y
modelos de mujer se permearon en el inconsciente colectivo de las mujeres mexicanas
analfabetas.

La música también tiene su parte en la creación del imaginario machista mexicano.


Aunque incluso hoy en día todavía se puede percibir más en unos géneros o en otros: es
algo que aún persiste. Me di a la tarea de investigar algunas canciones que son tan
machistas que causan náuseas, pero la verdad es que la cantidad haría de éste un
cancionero mexicano y no un escrito con aspiraciones a artículo de opinión. Sí amigos
míos, la música mexicana está llena de canciones machistas a granel. No se vayan tan
lejos: compren un disco de Vicente Fernández, cualquiera, y pónganle –por una vez en
la vida- atención a las letras. Se convencerán de lo que les digo: se los voy a dejar de

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tarea. Lo triste es que son tan populares que las propias mujeres las cantan, tan
quitadas de la pena. Es vil ignorancia o masoquismo puro.

El destino de toda mujer

Si un fulano cualquiera llegaba a presentarle sus intenciones a tu sacrosanto padre o a


tu santa madre, ya estabas lista para “matrimoniarte” en la mayor brevedad posible,
conocieras o no al interfecto. Después de todo, el único destino de la mujer era ése:
casarse y tener hijos. Y soportar hasta que el hombre muriera primero, lo que solía
ocurrir con frecuencia, ya fuera por cirrosis, por pleitos o por alguna enfermedad
venérea, aunque claro en esos entonces no era tan evidente. Si una mujer osaba
levantarle la voz a su esposo era merecedora de una tunda, hecho que normalmente era
aprobado e incluso apoyado por la familia de ella, particularmente los padres y los
hermanos, para que aprendiera quién era el que mandaba. Quisiera ejemplificar la
situación con esta escena cotidiana:

Bárbara está leyendo el periódico en la mesa. Ha sido la primera que ha terminado de


comer, y tras llevar los platos al fregador, está tomándose un café. Sus hermanos varones
están con ella comiendo y platicando. Finalmente terminan y se levantan, mientras la joven
sigue leyendo. Pasan unos minutos y la madre llega de la calle, ve el comedor y reclama.

- ¿Por qué está la mesa desordenada? ¿Es que acaso no tienes manitas y patitas para recoger
esos platos y vasos?

La acusada deja el periódico molesta y responde.

- ¿Qué? Yo dejé MI plato y MI vaso en su lugar. Mis hermanos dejaron su tiradero - dicho
ésto, regresa a su lectura; eso pone furiosa a la madre.
- ¡Pues recógelo! - grita la señora.
- ¿Yo? Mejor diles a ellos que vengan y lo hagan. ¿O es que acaso ellos son los que no tienen
“manitas y patitas” para hacerlo? - dice ella sin levantar la vista del diario; si algo odia su
madre, es que ella se comporte así, tan masculina, según sus propias palabras. Que irónico.
- Pero TÚ ERES LA MUJER. Tú eres la que debes levantar los platos y no ellos.

Ella toma café.

- O sea, que también tengo que tender todas las camas, y lavar, y planchar, y cocinar,
mientras que ellos hacen qué… ¿rascarse la cola? Por eso son unos inútiles. No quiero pensar
qué harían si vivieran solos. De acuerdo a tus ideas, entonces yo no puedo conducir porque
eso les corresponde a los hombres. ¿Qué te parece si de una vez dejo de usar pantalones para
siempre?...

- 33 -
[…y luego inserte aquí una hora de quejas sobre lo grosera que Bárbara es y que son
solamente acalladas hasta que ella lleva los platos al fregadero. Sí, jóvenes, tristemente, doblé
las manos ese día, más por no discutir que por otra cosa].

Durante siglos la educación que recibía la mujer se relacionaba con el cuidado del
hogar, de los hijos y del marido. Y cualquiera que deseara aprender otra cosa o ampliar
sus horizontes, no tenía de otra que quedarse “solterona” o bien de ser tachada como lo
peor. Tristemente, hoy en día seguimos viviendo eso de manera velada. Les contaré mis
experiencias con el machismo comenzando por esta, que creo que es una síntesis de lo
que la mujer “es” dentro del mismo.

Bárbara se encuentra comiendo en un pequeño puesto de “almuerzos” con su madre


mientras la cocinera, que también es la dueña del local, conversa con ellas
.
- Y dígame, doña Cata, ¿para cuando se nos casa Bárbara? - la aludida da vuelta a los ojos,
preguntándose: ¿por qué carajos le pregunta eso a mi mamá? ¿Qué no tengo boca para
contestar o es ella es la que tiene qué tomar esa decisión?
- Pues ella dice que no tiene eso en sus planes - técnicamente así es, Bárbara no tiene ni la
menor intención de casarse, al menos no en su corto plazo.
- Pero… ¿cuántos años tiene?
- Veinticuatro - en aquel entonces -. Casi veinticinco.
- Pues ya está en edad de casarse - o sea, ¿qué hay fecha de caducidad de la mujer para
casarse?
- Es verdad - al fin habla la joven mujer -. No pretendo casarme en un muy buen tiempo.
¿Cómo hacerlo cuando ni siquiera he sabido lo que es vivir de manera independiente de mis
padres? Sería absurdo salir de la casa de unos para pasar a vivir con alguien más sin haber
realizado más proyectos.
- Su madre sonríe pero la otra señora, tras una mueca de asombro, se ríe.
- ¿Ah, de veras? - dijo en tono casi triunfante -. ¡Qué casualidad! Mis hijas, todas, decían lo
mismo y míralas ahora, casadas, con hijos, viviendo aquí conmigo. Me acuerdo que me
decían: no, mamá, yo no me voy a casar, yo quiero viajar, tengo muchas cosas que quiero
hacer… pero nomás tuvieron novio, y se casaron. Yo creo que contigo va a ser lo mismo.

Bárbara y su madre no dicen nada por un par de instantes, hasta que ella levanta una
ceja mirando a la señora con cara de ¿“qué tarugadas está diciendo”?, pero la señora parece
sonreír triunfal de haber puesto en claro su punto, ejemplificado – tristemente - por sus hijas
a cabalidad.

- Eso pensará usted - agrega la muchacha -. Pero yo sí pienso hacerlo. El tiempo se


encargará de demostrarlo.

- 34 -
Y pagando la cuenta, ambas se retiran.

¿Es acaso este el destino que la sociedad nos ha impuesto? Los seres humanos como
seres sociales que de forma natural creamos núcleos de convivencia, como la familia,
pero de eso a que las mujeres mientras son jóvenes deban pasar del hogar paterno – o
materno - al lado de un hombre sin haber experimentado la libertad de ser y de hacer, es
muy distinto. Por cierto, que la mujer que toma el camino difícil de la libertad (porque
sí, es difícil dejar de estar bajo el cobijo patriarcal o matriarcal) también sufre, y quizá
todavía más de lo que debiera, en las sociedades machistas, como hablaré a
continuación.

Mujeres liberales o mujeres libertinas: el pecado de no vivir bajo la sombra del hombre

Supongamos ahora que una mujer ha decidido hacer su vida fuera del seno familiar, y
quiere vivir sola, o con alguna amiga, para hacer lo que le plazca, no en el sentido
netamente sexual, que muchas en realidad lo viven así, sino en el sentido de tener su
espacio, como quiera, con los elementos que quiera, y por que no, para recogerlo cuando
se le pegue en gana. Si es mexicana, seguramente salió de la casa en términos no muy
tersos: la madre pensará que se quiere ir a vivir sola para verse con hombres (esto lo
estoy escribiendo citando de manera casi textual a la madre de mi mejor amiga) y el
padre y hermanos pensarán que seguramente tiene algunos tratos turbios con algún
hombre (o mujer, asumiendo que su hija es lesbiana); o bien que está embarazada y que
se quiere “arrejuntar” sin que ellos sepan quién es el padre. Y mil cosas – absurdas -
más. Que si te vas de la casa, no vuelvas. Que si quieres vivir sola, ni cuentes con
nosotros. Que allá tú si te pasa algo: como si las mujeres jamás tuviéramos el medio de
defendernos. Realmente triste.

Ahora bien, ya llevado a cabo el muchas veces penoso trance de dejar el hogar
“familiar”, la chica con sueños de libertad e independencia – personal y económica -,
pasará a sufrir otro tipo de situaciones incómodas. Por ejemplo, el asedio incontrolable
de los machos mexicanos quienes en su pequeño cerebrito piensan que una mujer sola
equivale a una mujer disponible para todo, como si las que viven solas tuvieran en su
frente escrito: “no tengo quién me moleste en mi casa así que podemos ir a pasarla bien
en cualquier momento”. No sé que enfermedad cerebral sea esa, pero es como un hecho
predeterminado en la mente del mexicano. Vives sola, te la pasas teniendo sexo libre,
gastas tu dinero en placeres banales – como si fuera mucho y como si una no comiera,
vistiera o pagara servicios – y, quién sabe, igual tarde o temprano esa amiga con la que
vives invitará amigos y se hará alguna orgía o terminará acosándote sacando su lado
homosexual. Tal vez experimentes drogas o un día en la soledad de tu cuarto alguna vez
entrará algún sujeto y te hará lo indecible. Es eso o ven mucha tele gringa y asumen
que todas las mujeres de cualquier edad que viven solas son como las de “Sex and the
City”.

- 35 -
Tal vez lo que consuela a la mayoría, aunque no sea cierto, es que tarde o temprano,
llegarás a pedir ayuda a los hombres de tu casa – o de otra - y que no pasarán ni dos
años antes de que te cases.

Sexismo: una forma de machismo liberal

Él: “A ella le gusta la gasolina”.


Ella: “¡Dame más gasolina!”.

Siempre he creído que el reggaetón es el género sexista por excelencia: aunque las
canciones sean más pegajosas que la miel, de reggae no tienen nada, y esa patraña del
“Romantic Style” se ha creado para justificar los tonos sexistas utilizados en ellas. Con
perdón anticipado de los que gustan de este tipo de “música”, es la verdad. ¿Han
escuchado alguna vez la “letra” de esas canciones? No faltan las frases “Mamita rica” o
“Mueve tu (se inserta cualquier palabra que sustituya ‘trasero)”. En todas las mujeres
son ninfómanas, y el hombre puede hacer lo que quiera. Ojo: no son sumisas, ni son
pobres mujeres a las que el hombre las maltrata, son otro tipo de mujeres que el hombre
quiere, las que hacen lo que quieren, cuando quieren y con quien quieren.
Descerebradas sin dignidad, se convierten en otro tipo de objeto para los hombres: ya
no son una pera de box, son una muñeca hinchable que se mueve, habla y deja que le
hagan lo que quieran. Triste transformación del machismo de la mujer arrodillada
besando las bosas a la mujer arrodillada que espera ser penetrada y que, en teoría,
siempre lo quiere y lo disfruta.

El feminismo también es una perversión: no ahondaré mucho en él, pero es cuando las
cosas se sacan totalmente fuera del contexto. Les voy a dejar de tarea que comparen a
los dos polos opuestos: aquellos quienes defienden a la mujer pisoteando al hombre y
aquellos que hacen lo contrario. Lean “El varón domado” de Esther Villar y “Eva al
Desnudo”. Comparen y formen su opinión.

En resumen: esto sólo puede acabar cuando las mujeres nos demos el lugar
que tenemos, no como objetos del hombre, sino como sus acompañantes, sus
complementos, parte del equipo. Esa otra mitad en todo. La parte sensible y
complicada. La parte misteriosa. La que no está detrás de ellos sino al lado de
ellos.

Maria Bárbara López Mosqueda

- 36 -
IDENTIDAD Y PERTENENCIA

Pertenencia (Del b. lat. pertinentĭa).1. f. Relación de una cosa con quien tiene derecho a
ella.2. f. Territorio o núcleo de población separados de la cabeza de un municipio y que
corresponde a su jurisdicción.3. f. Antigua unidad de medida del suelo para las concesiones
mineras.4. f. Cosa accesoria o dependiente de la principal, y que entra con ella en la
propiedad. Francisco compró la hacienda con todas sus pertenencias.5. f. Cosa que es
propiedad de alguien determinado. U. m. en pl.6. f. Hecho o circunstancia de formar parte de
un conjunto, como una clase, un grupo, una comunidad, una institución, etc. Su pertenencia
a tal estamento.

De la definición de Pertenencia me interesan dos acepciones: la 1 (relación de una cosa


con quien tiene derecho a ella) - que yo relaciono con la 5 (cosa que es propiedad de alguien
determinado) - y la 6 (hecho o circunstancia de formar parte de un conjunto). Es decir, el
simbolismo personal e impersonal, propio y colectivo, de la palabra. Me pertenece o
pertenezco. No hay más.

Tomemos la primera opción: me pertenece. Hablamos de la posesión, la propiedad. Lo


que es mío por derecho (art.348 Código civil: La propiedad es el derecho de gozar y
disponer de una cosa sin más limitaciones que las establecidas en las leyes). Ahora bien,
volvamos a la segunda opción, pertenezco. Yo pertenezco a un conjunto, colectividad,
comunidad. Y ese pertenezco determina a su vez lo que me pertenece, como dice el
código civil, sin más limitaciones que las establecidas en las leyes; leyes que la comunidad
determina, y que yo acepto. Luego mi doble pertenencia, la singular y la colectiva, parten
de un mismo sujeto: unas reglas, una aceptación. Un deseo.

Sobre la doble pertenencia, dice Thomas Nagel: “lo que parece ser el problema central de
la Teoría Política sería el conocido problema de intentar reconciliar la posición de la
colectividad con la posición del individuo (considerándolo) en su origen y esencia como un
asunto referido a la relación del individuo consigo mismo (es decir) a la división que se da en
cada individuo entre dos puntos de vista: el personal y el impersonal. El segundo representa a
la colectividad y plantea sus demandas a cada individuo”.

Demandas. O deseos. La colectividad determina las demandas del individuo a través de


una lógica de abstracción. La colectividad valora como “deseables” determinados objetos
y el individuo pasa a desearlos a su vez. Dando un paso más, podemos incluir en
“objetos” tanto figuras inertes como abstracciones. Familia, ciudad, país.

¿Qué determina el paso de lo “deseable” colectivo a lo “deseable” individual? ¿Qué


agentes confluyen en nuestra Identidad (Del b. lat. identĭtas, -ātis).1. f. Cualidad de
idéntico.2. f. Conjunto de rasgos propios de un individuo o de una colectividad que los
caracterizan frente a los demás.3. f. Conciencia que una persona tiene de ser ella misma y
distinta a las demás.4. f. Hecho de ser alguien o algo el mismo que se supone o se busca.5. f.

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Mat. Igualdad algebraica que se verifica siempre, cualquiera que sea el valor de sus
variables)?

Seamos clásicos: religión, cultura, familia, estrato social... incluso más allá, Lenguaje.
¿Puede darse el proceso a la inversa, de lo individual a lo colectivo?

Dice Davis: “sin las ilusiones del lenguaje simplemente no hay agente, no hay egos, no hay
conciencia de sí. Descartes y Locke supusieron que debía haberlos porque un mundo sin
individuos- un mundo entonces, sin Dios,- era demasiado terrible de contemplar. Sin
embargo, para Nietzsche, el lenguaje era un voluble juego de máscaras detrás de los cuales no
había, simplemente, nada. Las ideas de Nietzsche reaparecen en Derrida, Foucault, Lyotard,
Janeson, Rorty, Baudrilland… para quienes la identidad individual siempre se disuelve en la
nada, en cuanto intentamos localizarla”.

Volvamos al 2008.Analicemos la situación.

Nuestro lenguaje nos da conciencia de sí mismos, dice Davis. Retomemos las


aportaciones de la ingeniería genética sobre el ser y la nada, sobre el determinismo
cultural y su proyección social tan de moda. Sobre la Genética y la Sociedad. Dawkins,
Dennett, Pinker… ¿realmente tener una laringe desarrollada para el lenguaje nos hace
individuos? Pensemos en los discapacitados, ciegos, mudos, sordos... y en su lenguaje. Son
individuos per se (nuestro código civil dice de la personalidad y la adquisición de sus
derechos: nacidos con figura humana y más de 24 horas desprendidos del seno materno-
art. 29 y 30 CC). Y por tanto con conciencia de serlo. Conciencia de sí.

La religión. A día de hoy cualquier estado deseable es laico. Digo deseable con
conciencia de lo que significa. El respeto a las creencias de cada individuo o comunidad
no pasa, a mi parecer, por asumir su prevalencia. Por tanto, cualquier estado deseable,
que yo desearía, deber se laico. Y si esto es así, la religión tiene el poder que cualquier
otro agente externo del círculo íntimo puede tener: influye de la misma manera que
alguien acepta el verano como época propicia para tomar gazpacho, o los regalos en Papá
Noel en lugar de los Reyes Magos. Son creencias íntimas casi, ligadas a la concepción del
individuo y a un círculo mayor, una colectividad también íntima: familia en sentido
amplio, ambiente, lo alrededor. Enlazamos aquí estrato social. Ahora bien, si es cierto
que el individuo puede o no dejarse influir por algunos agentes, escapar de ellos y renacer,
crear sus propios nuevos agentes, debe también ser cierto que, de otros, no. Y esos otros
son, a mi juicio, aquellos en los que se mezclan de forma inequívoca las dos concepciones
de la Pertenencia dichas al principio: pertenezco y me pertenece.

Pertenezco a una familia, a la que me unen vínculos afectivos. ADN en algunos casos.
¿Cómo escapo a eso? ¿Quiero hacerlo? La respuesta más habitual será NO. No quiero
escapar sino pertenecer. Y que me pertenezcan. Sentirme dentro y reconocerme como tal.

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La sensación de seguridad y la química hacen el resto. Es el primer y más fuerte enlace.
Quiero ser reconocido como tal, pertenecer. Y quiero que me pertenezcan. Es un reflejo
innato, de protección. El círculo más pequeño de la dinámica de pertenencia. A ese
círculo se ligan agentes como la ciudad, el país, o el amor. El amor, por cierto, es el mayor
y más fuerte vínculo de pertenencia. El sentimiento más egoísta. Yo te amo porque me
hace feliz, y en esa medida espero que tú me ames. Recordemos aquí el simbolismo de “la
entrega de la esposa”, “la dote” o la “alianza” como modo de reconocer los demás y
recordar uno mismo, la pertenencia. Su pertenencia. Y es otra vez una pertenencia feliz, a
la que nos entregamos con la seguridad misma de la existencia. Como el niño recién
nacido que agarra (instintivamente) el dedo de su madre. Nos reconocemos en esa
pertenencia, en ese ser, creyendo atarnos cuando nos desatamos. Vamos tachando de la
lista deseos, demandas, vida.

El tercer círculo será la nacionalidad. El gran problema de la nación. ¿No existían los
individuos antes de la creación de los estados-nación? Recordemos su tardía aparición,
casi el siglo XVIII en España. ¿Antes no nos reconocíamos como individuos? Sí, por
supuesto que sí. Porque un grupo, una colectividad, no es una simple suma de individuos.
Hay lazos ocultos, casi mágicos, que los circundan. Que los entretejen. La pertenencia al
grupo como nacionalidad ha sido siempre una forma esencial de poder, de deber. Es una
pertenencia que crea un débito, una sujeción, una aceptación. Todas las formas de
pertenencia lo hacen, pero aquí es donde se reconoce con más fruición. Todos los grupos
tienen leyes y éstas no son siempre escritas. Es una ley que yo no cruce un semáforo en
rojo, y lo acepto como creo que el otro lo acepta, en la creencia de que la aceptación viene
por el simple hecho de que alguien, otro más, lo ha decidido así. ¿Por qué lo respeto? ¿Por
qué paro en el rojo y sigo en el verde? Porque tengo la confianza de que el otro lo
reconocerá igual, y él a su vez, y el tercero, el cuarto, el quinto. Y porque confío en que
ellos cumplirán como yo lo hago, lo acepto. Confianza y aceptación. Dos vínculos más,
junto al reconocimiento. Hilos de seda que unen la colectividad. Flecos de la pertenencia.

Por último, el quiero. Sobre todo lo escrito fluctúa la palabra “quiero”. Yo quiero, yo
deseo, yo confío. Yo (primera persona del singular) quiero (presente de indicativo). Y es el
deseo - (del lat. desidĭum).1. m. Movimiento afectivo hacia algo que se apetece.2. m. Acción
y efecto de desear.3. m. Objeto de deseo.4. m. Impulso, excitación venérea - el último acto que
hilvana el proceso. El objeto de deseo es un más allá posible, un reconocimiento, una
confianza en sentirse dentro y ser aceptado como tal, innato al propio existir, que todo lo
iguala. Y al que nos empeñamos en escapar, creyéndonos únicos en el proceso. Especiales.
Como Tántalo, ejemplo de tentación sin satisfacción o deseo insatisfecho, eternamente
condenado a vivir en un lago, cuyas ramas repletas de fruta se retiraban ante su intento
desesperado de agua o fruta, y con una roca oscilante en alerta contínua. Así intentamos
escapar de la pertenencia. En un intento imposible de lo que, al final, nos diferencia. Lo
que nos ata, nos desata. Nos hace, por encima de todo, Ser. Existir.

- 39 - Sonia Sáinz Capellán


FEMENINO SINGULAR I

Uno de los géneros más curiosos, dentro del cómic, es el de la biografía: este
medio nos ofrece la posibilidad de saber más sobre la vida de variopintos
personajes, personajes reales, personajes que han formado parte de la historia o
que quieren aportar su visión personal del mundo a los lectores. A continuación,
en esta primera parte de “Femenino Singular”, voy a reseñar dos obras, dos
biografías que tienen como nexo común sus protagonistas: son mujeres. Se trata de
“Modotti: una mujer del siglo XX” y “Kiki de Montparnasse”. Son dos historias
basadas en mujeres reales, en hechos reales. Han sido realizadas con exhaustiva
documentación: en sus páginas finales cuentan con variada bibliografía,
demostrando que los autores se han interesado por aproximarse lo mejor posible a
las existencias de esas singulares mujeres.

“Modotti: una mujer del siglo XX” (Ángel de la Calle, prólogos de Paco
Ignacio Taibo II, Editorial Sins_entido) relata la vida de Tina Modotti, mujer de
raíces italianas, fotógrafa profesional y comprometida con el comunismo. De
joven, emigra a América, a la tierra donde se cumplen las ilusiones, y después de
trabajar como actriz, se convierte en la alumna predilecta de Edward Weston y
decide trasladarse a México, tierra de la que se enamora y en la que habita gran
parte de su vida. Tina Modotti tuvo un papel muy importante en el mundo
artístico de su tiempo: entró en contacto con destacados artistas mexicanos - hizo
amistad con Diego Rivera, conoció a David Alfaro Siquerios, José Clemente
Orozco y a Frida Kahlo –, posó como modelo para muchos de ellos y tuvo amores
tormentosos que marcaron su destino; su primer marido, un artista californiano la
introdujo en el fascinante mundo del arte y de la cultura, pero murió a
consecuencia de una grave enfermedad; el gran amor de su vida, Julio Antonio
Mella, político cubano, murió asesinado a tiros y, aunque todavía se especula que
el autor del crimen podría haber sido un ex amante de Tina, Xavier Guerrero, a
ella la culparon de la desgracia. Sentía tal pasión por la política que renunció al
arte para ser militante consumada y arriesgar su vida en multitud de ocasiones:
trabajó como agente secreto en Rusia y se trasladó a España para atender a los
heridos de la guerra civil. Fue fiel al partido comunista hasta que, durante el
inminente final de la Segunda Guerra Mundial, Stalin pacta con Hitler: ese
momento histórico marcó a Tina Modotti, que se sintió traicionada por esa
ideología que tanto había defendido. Esta gran mujer, humana y luchadora, murió
a los cuarenta y seis años por causas desconocidas: una fría noche de invierno
apareció muerta en la parte trasera de un taxi. Ciertamente, tal y como reza el
título de la obra de Ángel de la Calle, Modotti fue una mujer del siglo XX:
trabajadora, moderna, de mentalidad liberal, leal a sus principios y revolucionaria.
Tina Modotti ha sido protagonista de muchas novelas y ensayos biográficos y sus

- 40 -
preciosas obras fotográficas, puro arte visual, están expuestas en el Museo de Arte
Moderno de Nueva York. A nivel personal, es una lectura recomendable que nos
adentrará en la vida de una mujer en una época de profundos cambios sociales,
culturales y políticos a nivel mundial. Sinceramente, la vida de Tina Modotti es
ejemplar: mujer adelantada a su tiempo, estaba muy concienciada de la situación
que afectaba a las clases más desfavorecidas, hizo de su vida un frente de batalla
contra la injusticia social; resulta admirable que hayan existido personas así, que
hayan aportado su granito de arena a la historia. Para concluir con el comentario
de esta novela gráfica, su autor, de origen español, ha obtenido importantes
reconocimientos: recibió el Premio de la Crítica en el 2006 y fue nominada a la
mejor obra y guión en el Salón del cómic de Barcelona. Y no me extraña: cuenta
una historia real que engancha desde el principio hasta el final y que refleja la
intensidad con la que vivió esta mujer.

“Kiki de Montparnasse”, de Catel Muller y José Louis Bacquet, es la biografía


de una de las mujeres más populares de los locos años veinte en Paris. A pesar de
que conocía a sus padres, Kiki – su nombre real fue Alice Prin -, se crió en un
orfanato de Chatillon Sur Seine, un pequeño pueblo francés. Cuando llega a la
adolescencia, se traslada a la capital parisina, donde realiza diversos trabajos de
supervivencia – durante este periodo de entreguerras, Kiki trabajó como aprendiz
en una empresa de encuadernación de libros, en una fábrica de botas y también
fue panadera - hasta que finalmente encuentra su verdadera vocación, que es la de
modelo; al principio, esta decisión causó algunos problemas a Kiki porque dicha
profesión no era muy aceptada socialmente y era identificada directamente con el
ejercicio de la prostitución. Con todo, la joven Kiki, dotada de una envidiable
vitalidad, un encanto personal y una belleza muy natural, fue una mujer
influyente: conocerá y posará para pintores de gran reputación, como Modigliani,
Picasso, Duchamp, Soutine, o Kisling, será testigo del auge de los movimientos
dadaísta y surrealista, empujadas por otros artistas tales como Breton, Tzara,
Desnos o Cocteau. Kiki triunfó como una completísima artista: aparte de modelo,
fue cantante, bailarina, pintora y actriz. Muchos amantes compartieron cama con
ella, pero su gran amor fue el fotógrafo y pintor Man Ray, artista que permaneció
al lado de Kiki durante muchos años. Conocida como la Reina de Montparnasse,
fue una auténtica celebridad en Paris: fue una gran asidua de fiestas, recitales
artísticos y cabarets; sin embargo, su coqueteo con el alcohol y las drogas. Al
despreocuparse por su salud, enferma y muere a los cincuenta y dos años de edad.
Fue, sin duda, una mujer que se enfrentaba al destino con optimismo y que vivía
la vida al máximo. La musa de Man Ray – gran parte de la obra fotográfica de
éste tiene, como modelo, a su adorada Kiki – tuvo una existencia apasionada. Y es
que, para ella, la vida era una fiesta, algo que había que aprovechar bocado a
bocado; de hecho, esta actitud tan despreocupada era también propia de los

- 41 -
habitantes de una Europa desconcertada por los sucesos políticos que se estaban
suscitando: en Alemania, el partido de Hitler acosaba a los judíos y empezaba a
desarrollar su programa bélico de expansión. Ante la incertidumbre de la invasión
alemana, la gente de Paris se limitó a gozar del ocio y de los excesos: de ahí la
famosa etapa de los “locos años veinte”, años en los que todos intentaban no
pensar en la inminente amenaza del nazismo. La vida de Kiki narrada en esta
novela gráfica también nos aporta las circunstancias del mundo artístico de las
vanguardias, abarcando desde la plenitud y la muerte del dadá – el arte
comandado por Tristán Tzara, un arte azaroso y casual, de caos y nihilismo,
colmado de publicidad escandalosa para atraer a los intelectuales, expertos del
arte y también a los ciudadanos burgueses – hasta los inicios del surrealismo
dirigido por Breton y consagrado por Paul Eluard. El arte, durante estos años, va
a ser el reflejo de las inquietudes de una generación de literatos y artistas plásticos
que mostraban su oposición a los conflictos bélicos y al impulso de la derecha
extrema y radical en Europa. Esta obra ha sido publicada también por la editorial
Sins_sentido, dentro de la colección Sin_ nosotras.

En “Femenino Singular II”, dentro del próximo número de Groenlandia,


comentaré “Persépolis”, una de las novelas gráficas más interesantes y populares
publicadas en nuestro país, que cuenta con una reciente versión animada, y
también vamos a dar un toque de humor a la sección con “Todas las Mujeres
Alteradas”, de Maitena.

Ana Patricia Moya Rodríguez

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Reseñas

El niño con el pijama de rayas, de John


Los libros de sangre (Libros I al IV) \
Boyne. Editorial Salamandra. Novela.
Tapping the Vein, de Clive Barker. Editorial
L a Factoría de Ideas y Ediciones Kraken.
Bruno, un niño de nueve años, tiene que
Libro de relatos \ Comic
afrontar los nuevos cambios que impo nen sus
padres: tienen que trasladarse a otra ciudad. Si hay personas algo desencantadas con las
En un principio, al chiqui llo no le gusta nada historias de terror que ofrecen algunos
su nuevo hogar, ubicado en un sitio inhóspito escritores actuales, que busquen la obra de
y terrible, per o con el paso del tiempo Clive Barker. Este escritor, director y
descubrirá el precioso regalo de la amistad en productor ha dirigido películas de culto como
alguien mu y especial. Hellraiser – uno de los filmes esenciales y
clásicos de los años ochenta - e incluso
No extraña que haya tenido tan buena videojuegos como el espectacular Clive Barker´s
acogida entre el público esta si ngular novela: Jericho. Se ha convertido en una de las figuras
es una excelente lectura que consigue calar en clave de la literatura fantástica y de terror.
el corazón del lec tor, sea adulto, sea joven. El Galardonado con destacados premios - el
autor nos ofrece una obra breve, pero World Fantasy Horror, el International
interesante , que nos traslada a uno de los Horror Guild de novela, el BAM Stroker o el
acontecimientos históricos más devastadores Locus en distintas modalidades - ha sido
que ha padecido la humanidad en el siglo reconocido por la crítica mundial como uno de
XX, pero que, gracias al pequeño personaje los grandes maestros del género. Los libros de
p rotagonista, se le ha dotado a la narración Sangre contienen pequeñas piezas maestras,
de una ternura y una sensibilidad son compilaciones de relatos de terror, en
ext raordinarias, esto es, que vamos a cuatro libros editados, donde el autor regala la
encontrarnos con una visión inocente sobre fórmula precisa para hacernos pasar un mal
u na cruda realidad del pasado. Estamos muy rato: en sus páginas, hallaremos criaturas y
bestias imposibles, realidades sobrenaturales,
acostumbrados a disfrutar de grandes
sangre, misterios inquietantes, erotismo,
películas, novelas o comics sobre las feroces
fantasías oníricas y hasta humor negro.
atrocidades del fascismo alemán en la
Segunda Guerra Mundial – La Lista de
Y si los lectores prefieren una alternativa a la
Schilder, El Diario de Ana Frank o Maus, por lectura de estos espeluznantes relatos en dichas
poner algunos de los ejemplos más novelas, pueden adquirir Tapping the Vein,
significativos -, pero El niño con el pijam a de donde algunos artistas han tomado los cuentos
rayas es toda una revelación en el sentido de de miedo más impactantes de Barker y los
que la historia está siendo prot agonizada por trasladan a las páginas de un comic con una
un niño alemán, no por judíos o calidad excepcional, a la altura del genio
simpatizantes. A título personal, creo que creador. Recomendable al cien por cien si
esto constituye un punto más a favor en esta tienes estómago y si buscas una alternativa
conmovedora historia. dentro de esta popular temática.
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Blankets, por Craig Thompson. Editorial
Mujeres encontradas, de Fernando Beltrán.
Astiberri. Novela Gráfica.
Ediciones Sinsentido. Poemario.
Asusta un poco el volumen del libro – parece
un tomo de enciclopedia – y en apariencia Original propuesta de esta editorial de
podría resultar aburrido y cargante… nada comics: se trata de un libro de poesía
más lejos de la realidad. Se trata, a mi modo de narrativa, donde el autor nos habla de toda s
ver, de una de las mejores novelas gráficas aquellas mujeres que han pasado por su vida,
publicadas en nuestro país: el americano autor esas mujeres que han marcado su exi stencia
de esta obra consigue crear un precioso relato de alguna manera u otra. Entre estos
autobiográfico acerca de su niñez y personajes femeninos tenemos a la m adre, a
adolescencia sin caer en los sentimentalismos la anciana, la psicóloga, la imposible, la
tópicos en este tipo de historias. Craig dolida, la maltratada, la bru ja, la estrecha, la
Thompson, cuya obra ha sido reconocida con pintora, la enamorada… en suma, hasta
multitud de nominaciones y premios, nos cuarenta y dos poemas q ue hacen referencia
traslada al primer amor, el más especial en a todas esas mujeres tan diferentes, con
nuestra vida, ese amor que arraiga en el historias y circun stancias distintas.
corazón y que te embarga de incontables
emociones; pero el primer amor también puede El diseño del libro es muy original: la calidad
ser muy cruel y muy doloroso, y puede marcar de las foto grafías que hay en el interior es
nuestra existencia para siempre. Todo esto que soberbia, el creador ha tenido mucha
identifica al amor es plasmado, con una imaginaci ón a la hora de identificar a cada
sinceridad impresionante, en las páginas de mujer con múltiples objetos – no mal
esta historia intimista. Otro tema que va a
piensen: es to no es un comentario machista,
obsesionar a Thompson y que veremos en
hojeen el libro y verán a lo que me refiero – y
Blankets es la religión. Educado en una estricta
sus t extos de esencia claramente biográfica
familia cristiana, su fe entrará en conflicto con
nos remiten a sentimientos que se gener an en
sus sentimientos hasta que, finalmente,
descubre que sus creencias se derrumban por su el encuentro o en la relación con las
propio peso, que se extinguen los argumentos: protagonistas de esta obra. Como muest ra,
el Dios de sus oraciones cae ante la dura escribo un fragmento: “cuerpo estancado,
realidad. El estilo del dibujo es el adecuado cabeza desbocada, y ambos al fina l
para narrar la historia; su vida está contada de desembocando en la disciplina laboral más
manera tan comprensible y tan sencilla que la cruel que he conocido nunca. Formal hasta el
lectura no se hace pesada. gris perla. Como todos los que trabajan con la
joya de la imaginación y ha bitan sin embargo
En otros términos: también esto es literatura. cada día la cuadriculada bisutería del folio”.
Quitemos la absurda etiqueta de que los comics Se titula “La e scritora”: un poema cargado
son para el público infantil y que nunca de palabras tan significativas como las del
alcanzarán la calidad de las novelas escritas. resto d e composiciones que encontraremos en
este poemario, cuyo único defecto, a mi mo do
de ver, es el precio. Pero vale la pena.
- 44 -
Las hermanas Bolena (The other Boleyn Girl), Marat-Sade, de Peter Weiss. Animalario.
de Justin Chadwick. Cine. Versión de Alfonso Sastre. Teatro.

Se ha notado mucho la huelga de guionistas en El título es una abreviatura del más largo:
Hollywood y por ello hemos experimentado Persecución y asesinato de Jean Paul
una particular sequía de películas interesantes Marat representado por el grupo de teatral
en nuestros cines; sin embargo, antes de que de la Casa de la Salud de Chareton bajo la
e sto s sufridos artistas del mundo dirección del Marqués de Sade. La
cinematográfico consiguieran que sus dialéctica entre un individualista como
reindivicaciones fuesen escuchadas, se estrenó Sade y un agitador social como Marat, dos
este film cargado de historia, en concreto, de formas de reflexión y voluntad. Alberto
historia sobre la peculiar monarquía de San Juan (al que podrá reprochársele
Inglaterra en el siglo XVI. Aparte de contar mucho pero nunca su mala interpretación o
con un plantel de actores y actrices conocidos
vaguedad) y Pedro Casablanc asumen el
que desempeñan sus papeles a la perfección –
protagonismo en una obra de ímpetu coral
personalmente, son geniales las
(Roberto Álamo, Javivi, Lola Casamayor,
interpretaciones de los tres actores principales,
Nathalie Poza), de locura y ruido en el
Eric Bana, Scarlett Johansson y Natalie
Portman, en las pieles del caprichoso Enrique mejor sentido de la palabra. De dominio de
VIII, la dulce y bondadosa Maria Bolena, y su la escena múltiple, donde varias acciones se
maquiavélica hermana, Ana -, estamos ante suceden a la vez en un mismo - y
una historia bien contada, en una forma magnificado- escenario. Teatro dentro del
interesante de precisar las circunstancias de un teatro. La propuesta de la compañía
hecho histórico relevante: nos lleva a la época Animalario no deja indiferente a nadie en
donde el monarca inglés rompe todas las su montaje de Andrés Lima: desde la
relaciones con la Iglesia por amor – yo diría musicalidad del comienzo a cómo hacer
mejor obsesión - hacía una mujer que, en el París con una sábana azul (el Sena) y unas
fondo, aspiraba al trono de Inglaterra para manos que se juntan (la torre Eiffel), en
garantizar el prestigio de su familia y que triángulo. Totalmente recomendable.
carecía de escrúpulos a la hora de conseguir sus
objetivos. El director de la película ha creado
un drama de política y ambición que engancha
al espectador de principio a fin: todo es traición
– sinceramente, las traiciones hacía los lazos de
sangre es escalofriante: ¡hasta que punto llega
el puto egoísmo del ser humano! -, pero
también hay sitio para la esperanza y la
piedad. Una buena película, quizás una de las
mejores que se hayan podido estrenar por estas
fechas.
- 45 -
Pequeña Miss Sunshine. Yonathan
4 meses, 3 semanas, 2 días. Cristian
Daython, Valerie Faris. Cine. Mungio. Cine.

Palma de oro en Cannes 2007. La


Para los que, como yo, todavía se película se encuentra con el final del
resistían: ¡Una maravilla! comunismo en Rumania. Otilia y
Gabita comparten habitación
Una maravilla doble, de vida y mientras terminan sus estudios
optimismo en la más absoluta de universitarios en Bucarest, 1987. El
las perdiciones posibles entre embarazo de Gabita obliga a buscar
nosotros, los hombres: la de aquel una solución discreta: contactan con
que quiere ganar. Las derrotas que un extraño experto en abortos
son victorias y al revés. clandestinos que les propone un hotel
barato como quirófano. A partir de
ahí, la historia. Una película sobria,
Una niña que es un sol y una
inteligente, veraz y viva. La
familia que es de todo menos
confrontación de caracteres en una
familia siendo – ellos - la más realidad gris, opaca, de lucha por la
normal de las posibilidades de supervivencia y de solidaridad con el
existencia en el mundo de locos que dolor. Un dolor que acaba siendo
conocemos. Que nos mueve y por el propio, en el temor y la lucha por su
que nos movemos. Aceptando la propio porvenir. Su propio y posible
anormalidad como inocencia y devenir. Una película magnífica, que
vitalidad, asumiendo cada uno lo logra apartar (sin ocultar) el tema
propio como excepcional y único. moral y personal del hecho y se
Como real. centra en la emoción propia, la lucha
de cada cual y la responsabilidad
Una película alegre para soñar. como un hecho adquirido. Como
Una película para creer. forma de ser. Y el olvido. Una gran
película.
- 46 -
- 47 -
RAFAEL BENITEZ PARRADO

Rafael Benítez Parrado. Nació en Córdoba.


Cuenta con dos licenciaturas: Filología
Hispánica y Humanidades (itinerario de
Filosofía). Es profesor de Instituto desde 2004
por la especialidad de Literatura Española.
Autor del estudio introductorio del poemario
Memoria del olvido de la poetisa colombiana
Luisa Ballesteros Rosas (París, L’Harmattan,
2001). Pertenece a la Asociación
Andaluza de Profesores de Español Elio
Antonio de Nebrija, de la que es Vocal
por la Provincia de Córdoba.

Este habitante groenlandés nos ofrece un


cuento y dos poemas.

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Un manuscrito

Cuando el día penúltimo de 1785, el venezolano Francisco de Miranda


examinó el más antiguo manuscrito conocido de Virgilio en una oscura
biblioteca florentina, aspiró profundamente y sintió que una bocanada de
aire puro ensanchaba sus pulmones.

Era un códice tardío, del siglo V de nuestra Era y coetáneo de las


invasiones. Había sido finamente glosado en sus márgenes por un cónsul.

Encima del sobrio ventanal renacentista sobresalía una pequeña esfinge de


mirada desasosegada que parecía inquirir en el ánimo de los ocasionales
visitantes del recinto.

Una ráfaga agria, como las que oreaban los farallones de La Guaira en la
olvidada Caracas de su niñez, volvió a estremecerle los tuétanos, y
comprendió el delgado hilo de que conectaba al cónsul romano que glosó
aquella Eneida con el ajado texto que hoy desempolvaba bajo la mirada
inquieta de esa esfinge custodiada por florones y finas cresterías de yeso.

No era preciso recordar que dos años atrás, el futuro prócer grancolombiano
había desertado del ejército del rey Carlos III, injustamente acusado, y huido
a la península de la Florida, donde recorrió los E.U.A. teniendo ocasión de
conocer aquel naciente estado donde concibió el difícil proyecto emancipador.

La visita a Nueva York tan solo un año antes había sido una piedra de
toque decisiva para pulir el iris de su voluntad. En algún puente de la fuerte
ciudad, fijos los ojos en las frías y azules aguas del Hudson, había creído

- 49 -
hallar escritas en las negras mareas las viejas palabras: Todo fluye. Todo
fluye...

Ahora se hallaba en Italia, en el viaje iniciático de todo americano ilustrado


por Europa, tratando de buscar apoyo para una causa que creía remota y
estéril, pero tan necesaria como el desgastado aire que respiraba en Toscana.

Ante aquel texto de Virgilio, percibió el tono monocorde de un gozne labrado


en bronce que solo ahora alguien se atrevía a golpear. La aldaba que
resonaba, grotesca y lúcida, no era sino la de su propia conciencia, que le
advertía de otro tono monocorde que ya había descubierto en los años de su
mocedad tropical: los versos desgarrados y pérfidos de un Guido Cavalcanti
transcritos en un vetusto facsímil que ya no podía recordar ni ver, pero en los
que creyó notar un misterioso precedente de lo que en este momento le helaba
las mientes: la escritura ligera y perfecta, casi infantil, de aquel lejano cónsul
en una uncial remota.

Rufo Turcio Apronio no ignora que ya no tiene tiempo para la huida. Los
vándalos cercan la Urbe; Estilicón ha sido asesinado. Prevé el fin de sus días
que nunca fueron de vino y rosas pero no se resigna a enterrar su daga de
metal sobrepujada con una inscripción griega en su orondo cuello de puerco
cebado. El delicado reflejo de luz que produce la hoja de la daga repele en él
todo deseo de agonía. Sabe que el péndulo informe ha alcanzado el nadir de
su ciclo secular y él no es sino un actor más de la comedia borgeana que le ha
sido dado representar.

- 50 -
La delación ha sido descubierta pero nada turbia, en su soledad, la paz del
recinto, solo agotada por las pesadas caléndulas que en el suelo mismo mecen
su sopor.

De pie sobre el triclinio, extrae de aquella confusa biblioteca de Babel un


rollo de papiro donde su mocedad trazó en rasgos fríos como de intenso azul
de mar todo el esplendor de un tiempo abolido.

El prócer posa sus dedos lentamente sobre el texto que huele a mugre
pútrida y a ratón de cloaca. El sol se va poniendo tras los ventanales de la
Biblioteca Laurenziana y constata con una amarga sonrisa que describir
aquella escena en su Diario como un "crepúsculo bañado en rojo
sanguinolento" no es sino una ineficaz imagen desgastada por el uso.

Rufo decide tumbarse cómodamente en su triclinio mientras repasa por


última vez sus notas pulcramente transcritas. Los vándalos ya asolan la
Urbe. Su fiel esclavo aparece con un ejemplar de Heráclito en una mano y la
daga griega en la otra. Sin previo aviso, siguiendo órdenes estrictas del que
pronto dejará de ser su amo, introduce el corvo acero en el cuello de Rufo.

La sangre no salpica al prócer, pero éste ha de apartarse, en el sombrío


rincón de la biblioteca, para que ella gotee fuera del manuscrito.

- 51 -
Dafne

Vedme emerger vegetal:


el azul de la pervinca
y este dulce serbal miran
la caediza semilla de mi reseda,
blanco dosel de aljabas,
suspensas en alabes de rocío
y pura dicha.

Ved cómo hierve el brote


en mis venas: no soy yo
ni mi nombre es ya mi nombre:
puro aliento de humus
vestido de médano y estío
mientras
el laurel es ya un lance de luz
en mis cabellos.

- 52 -
L
Lamento
amento d
de
eGGalatea
alatea

Tus ojos no son ojos


son algas verdemar

tu pupila rota
no es iris no es llanto
es un cangrejo acre
que avanza encendido en lodo
por este flumen acis hudson

que tú eres ahora,


daga de jazmín sobredorado
por el almíbar blanco
de las aguas.

Rafael Benítez Parrado

- 53 -
RAFAEL INFANTES LUBIAN

No-currículo, por Rafael Infantes.

Realmente resulta odioso definirse por lo que uno no es, por


aquello que nunca se alcanzará más allá de una noche de sueño
intranquilo o un momento heroico de ebriedad. Pero sin duda, es
éste el último acto de honestidad que me debo a mí mismo. Así, y
de esta guisa, yo no nací en el seno de una familia ácrata ni
contracultural. No fui un bebé precoz, ni un niño prodigio, ni
mucho menos un joven enardecido por la osadía o la más
irrefrenable actitud rebelde. De mis méritos académicos habla
mejor la tinta malgastada en centenares de apuntes y exámenes
en la Facultad que el lugar al que éstos me relegaron en la vida.
Mis aptitudes artísticas y creativas, siempre puestas a prueba,
han recibido de forma casi permanente el no - reconocimiento que
las sitúa en su justo lugar, el de la generación, no ya perdida,
sino más bien extraviada. No soy tertuliano de atractivos debates
radiofónicos de la vanguardia cultural ni dirijo institución alguna
de renombre. Por no gestionar, no gestiono ni mi propia cultura
con decencia. En definitiva: no soy alto, ni bello, ni rico pero ¿qué
se le va a hacer? Tampoco la vida es noble, ni buena, ni sagrada.
Esto es lo que no-hay. Pero espero que estén ustedes de
acuerdo conmigo en que definirse en el fracaso es siempre
preferible a hacerlo en la autocomplacencia.

Este habitante de Groenlandia nos ofrece unos relatos


seleccionados por él mismo, titulados “Teseo en el Carrefur” y
“Apuestas”.

- 54 -
TESEO EN EL CARREFUR

Frente a Teseo, reluciente en todo su esplendor, se extendía


el laberinto, construido aquí y allá por enhiestas hileras de
estantería colmadas de abastos y ultramarinos, cuando no sobre
sólidos contenedores rebosantes de aparejos y cachivaches. El
ateniense, que era inmortal en sus aspiraciones y empeños pero
inequívocamente mundano en sus necesidades, nunca se habría
enamorado de la Paqui si no hubiera sido por su incontenible
apego al queso añejo. Y es que, por extraordinario que parezca, su
amor por la empleada del centro comercial se había fraguado
entre incesantes visitas a la bandeja que, de aquella ambrosia
patria, la chica distribuía de forma gratuita a cuantos
transeúntes deambulaban por los pasillos.

Tras varias incursiones de lácteo tanteo, llegó por fin la


gloriosa tarde en que decidió enredar a la Paqui en una fuga
romántica y, en consecuencia, convencerla de que abandonara sin
recelos al guardia de seguridad que ejercía de pretendiente
cuando los turnos y la fortuna lo permitían. Se adentró en el
moderno dédalo aunque, si hemos de ser fieles a la verdad, sin un
pleno convencimiento en el logro de su tarea, por eso invocó en la
memoria su triunfo en aquel otro de la antigüedad cuando,
haciendo acopio de su genio griego, se aventuró para concitar el
deseo y el valor en una apuesta de maquias y prosodia.

“Yo canturreo y me cabreo, ¿acaso es este un laberinto muy


diferente?”, se dijo para sí en un intento de reafirmarse en su
arrojo. Por si le flaqueaban el ánimo o las piernas, o tal vez para
evitar quedarse mudo ante la arrebolada belleza de la Paqui,
arrebató a la estantería una botella de JB y empezó a digerirla en
breves chupitos al amparo de una columna de cajas de mazapán.
“Si ese minotauro uniformado me ve, me la cargo o me lo cargo”,
empezaba a entonarse el argonauta cuando a los sorbos les
sucedieron tragos cada vez más largos.

- 55 -
Y así fue que cuando se presentó ante su amada ninfa, su
porte distaba mucho de la compostura propia de los héroes. Al
estado de despreocupada temeridad se le unía el hecho de que la
transparencia de la camisa de la Paqui le dejaba intuir sobre su
piel “el enjambre..., el embrague..., el encaje”, quería decir,
“¡maldita borrachera!”. Todo ello contribuyó a que en su
declaración de amor se unieran por igual el desatino y la
paradoja. “Si quisieras podrías ser Ariadna, aunque la etiqueta
sobre tu pecho diga al mundo lo contrario, porque llamarse Paqui
es justo lo contrario de llamarse Ariadna. No importa, huyamos”.
Absorto en los ojos encendidos de la muchacha no percibió la
llegada abrupta del guardia de seguridad que se abatió sobre él
con inusitada contundencia. Habría que aclarar, llegados a este
punto, que a un habitual celo profesional, al minotauro le iban
también en el empeño las ganas que desde hacía algún tiempo le
tenía al infeliz Teseo, justo desde el momento en que descubriera
que a éste le había dado por rondar a su novia.

Maltrecho, desarrapado y con algunos moratones que hacían


aún más patética su figura, el ateniense salió finalmente del
laberinto escoltado por el fiero guardián. Desvió por un instante
su atención hacia la muchacha que lo observaba, desolada por la
fallida peripecia amorosa. Teseo le dirigió una cándida mirada y
emitió una súplica final que ella, sin embargo, no acabó de
entender entre la estridencia del hilo musical y el bullicio propio
de los que se habían congregado atraídos por el tumulto.
“Desentrañemos el hilo que nos ata y nos separa, por ti arrebaté a
la estantería una botella de JB y le di algunos tragos. Me
arrepiento ahora, no soy un tipo vulgar, debería haber elegido un
buen malta escocés”.

- 56 -
APUESTAS

La vida se reduce sólo a un puñado de apuestas, esa es mi filosofía.


Cada decisión que tomamos, cada camino que elegimos seguir o que
preferimos abandonar, hacedme caso, sólo son apuestas. Apuestas en las
que el envite es la vida misma. Si lo aceptáis así, pronto veréis que toda esa
maraña de complicados esquemas, ese laberinto de teorías y dogmas con
que nos castigan la sesera, no tienen nada que ver con la vida real sino que
ésta se reduce a un sencillo mecanismo, tan fácil de asimilar que hasta un
niño de tres años lo entendería. Para triunfar basta con ser un buen postor,
saber arrojar los dados con algo de estilo, arriesgar en el momento
oportuno, elegir al caballo adecuado. Es cierto, a veces se gana y a veces se
pierde, no siempre las cartas son buenas, y por eso hay que tener ciertas
estrategias, no me refiero a hacer trampas, solo se trata de jugar un poco de
farol cuando la situación lo precisa.

En la época de la que os hablo yo pasaba una mala racha, de hecho no


había perdido tanto dinero en toda mi vida y creo que mi mujer no
encajaba muy bien aquella broma del destino. Amanda, mi esposa,
pertenecía a ese tipo de personas que yo califico como Ce-I-eLe (católico
insoportablemente lastimero). De hecho había pasado por todas las fases
del cristianismo que podáis imaginar: adolescente neocatecumental, devota
no-practicante, mística piadosa, beata visionaria… pero definitivamente en
los últimos tiempos su comportamiento respondía claramente al de una Ce-
I-eLe sin remedio. Por supuesto ella no compartía mi punto de vista y como
era bastante creyente había empezado a refugiarse en sus rezos y plegarias.
Esperaba que Dios obrase un milagro y nos sacara del atolladero, pero para
mí Dios es como el crupier del Universo, controla que el juego se desarrolle
según las reglas pero no interviene en qué casilla caerá la bolita, no decide
quien es el ganador. Sí, claro, al final la banca siempre gana, y el dichoso
embudo acaba engulléndonos a todos, pero llegados a ese punto ¿a quién le
importa qué vaya a suceder en el casino? Si hasta el mismo Einstein me
daba la razón, el genio de los genios, el tipo de la relatividad. En el Reader
Digest leí aquella frase suya “Dios no juega a los dados en el universo” y
sin embargo, yo mismo, el ateo irreverente, que no había entrado en una
iglesia en los últimos trece años - justo desde el día de mi boda- clamaba
ayuda divina. Me pregunté como sería Dios si un buen día se me
apareciera. Supongo que no tendría ese aspecto de viejo verde con barbas

- 57 -
tal y como lo pintan a veces. Estoy seguro de que no se parecería ni en el
más pequeño detalle al mendigo borrachín que duerme entre cartones en el
cajero automático del banco de la esquina. Bueno, entendedme, no
pretendo ser blasfemo, solo quiero decir que si fuera Dios todopoderoso
podría permitirme una imagen más cuidada, algo realmente guay.

Lo cierto es que empezaba a estar harto de las monsergas de mi mujer


y sabía que tenía que encontrar una solución de inmediato, así que nada
más llegar el sobre con la pensión por invalidez - esa es otra historia que
espero no me obliguéis a contar por ahora -, pues bien, tan pronto recibí la
paga, cogí el dinero y me largué sin pensarlo dos veces al hipódromo.

"Oiga, apueste al 8" me espetó aquel tipo mientras esperaba mi turno. Ese
hombre encajaba con lo que yo llamaría un despojo humano. Ya podéis
imaginar: aquella horrible corbata debía costar tanto como todo mi ropero,
y el tipo en cuestión parecía haberse esforzado en hacerla combinar con
uno de esos trajes a medida, uno de Versani o de Armace. Supongo que era
su cabeza untada con avaricia de una de esas ceras brillantes y grasientas lo
que le impedía cavilar con sentido. El 8, menuda estupidez: estaba 13 a 1.
"Gracias amigo - le respondí - pero nunca acepto consejos cuando se trata
de apostar a las carreras" - no al menos de un desconocido que lleva escrita
en su cara la palabra «perdedor». Por un instante aquel tipo me lanzó una
mirada que no sabría describir muy bien, no era desprecio o
condescendencia, sino más bien algo entre irónico y sarcástico, sentí algo
verdaderamente extraño, era como si pudiera leer mis pensamientos. Se dio
media vuelta y tan pronto lo perdí de vista hice mis apuestas. No volví a
verlo.

Más tarde, mientas rompía mis boletos no premiados en la puerta del


hipódromo volví a echar un vistazo al cuadro de ganadores que revelaba
aquella extraña circunstancia jamás vista en toda la historia del Club
Sausalito. Por primera vez, en todas las carreras de la jornada había ganado
el caballo con el dorsal número 8.

Sigo pensando que aquello fue sólo una estúpida casualidad y que
aquél tipo no tenía la menor idea de caballos.

- 58 - Rafael Infantes Lubián


BÁRBARA LÓPEZ MOSQUEDA

Maria Bárbara López Mosqueda, Licenciada en Ciencias de la


Comunicación en la Universidad de León (Guanajuato, México).

Peculiar personaje de corazón y orgullo mexicano. Conocida en su


patria por curiosos nombres, tales como Barbiruca, Marshell, Barbie,
Barquiquiú, Barbita, Coach, Pesadilla, Quesadilla y Quesadilla con
frijoles. Adora leer buenas historias de literatura erótica y fantástica,
dibujar – y lo hace de puta madre – y escribir. Ni fuma, ni bebe, pero
sí dice palabrotas – y muchas - cuando va al volante. Tampoco es muy
amante del ejercicio: es un poquito perezosa por naturaleza. A pesar
de las apariencias, a esta alma inquieta aprecia mucho e l
romanticismo – tiene mil amores platónicos, la mayor parte de ellos
inventados por los demás -, los finales felices, las charlas tranquilas,
los chicos de pelo largo, el sabor moka y su vieja chatarra de coche. Por
lo bajo, confiesa que es adicta a la cafeína, los espaguetis y el queso
fundido. Es una mujer muy directa y muy, muy sincera, que sabe
escuchar y que aprende siempre algo todos los días, aunque también
es especialista en decir cosas indebidas en lugares indebidos. Es un
pedazo de pan: apenas se enfada, pero, ¡ay!, mal acaba quien se
enfrenta con ella cuando se le cruzan los cables. A pesar de sus
defectos, os aseguro que es una gran mujer. Palabrita de
honor.

Bárbara ofrece para Groenlandia un relato con el que ganó un


concurso de narrativa hace mucho tiempo, titulado “Frío y Duro
corazón”. Que ustedes lo disfruten.

- 59 -
Frío y duro corazón

El polvo vuela a través del aire, siguiendo su caprichoso camino, pegándose en la


piel, irritando los ojos. El calor del ambiente provoca que el zumbido incesante de las
moscas que vuelan alrededor se escuche con más claridad y que sus patas resulten más
molestas sobre la piel pegajosa. El ruido del ir y venir de los autobuses por la calle
ausente de pavimento hacen que el sentarse afuera de la casa sea un acto que, contrario
a lo que debería, se encuentre muy lejos de la meditación y la tranquilidad. Y allí está
ella, en medio del humo contaminante, del ruido infernal, del calor agobiante, de las
moscas y de la tierra que se le queda entre las arrugas.

En su silla que intenta de repente mover como mecedora, dormita casi


involuntariamente, agobiada por el calor y por la indiferencia. El portal blanco de la casa
donde está recargada está bañado de la suciedad de la calle. De vez en vez abre los ojos
que se vuelven a cerrar. Sus dedos se aferran entrelazados a un rosario de madera fina
que repasa sin cesar, con sus labios moviéndose ligeramente en una plegaria llena de
calor y pegajosa como el ambiente. La gente pasa y la ve como una viejecita más que no
tiene nada qué hacer y que por inercia y hastío sale a la calle. Los cabellos blancos de
Joaquina están amarrados en una trenza inmensa, inmaculadamente blanca y sus labios
se parten bajo el mapa de sus arrugas.

Aproximándose a ella, viene desde la esquina un joven que camina con un singular
ritmo. Joaquina lo ve entrecerrando los ojos y ve cómo la figura delgada y alta camina
meneando las caderas —qué extraño y sutil movimiento que sólo pocos hombres logran
efectuar—, como un fantasma oscuro, temblando. Los cabellos inmensamente negros
escurren cual largos ríos de ébano sobre la cara del muchacho, empapada de sudor.
Acarrea en su cuello un enorme colguije con la cruz céltica, que le llega hasta la cintura.
Trae puesta una camisa de cuello alto y mangas largas y un pantalón, ambos negros. La
señora no puede menos que impresionarse por lo loco de aquel muchacho, que a pesar de
estar deshidratándose, aquel día se había empeñado en vestir como si fuera al sepelio de
alguien. Pero… quién sabe. Ella misma ya había llorado muchos meses antes en el
fallecimiento de su hijo mayor. Muy probablemente a él le había pasado lo mismo:
desafortunadamente su duelo llegó en la época más árida y calurosa del año.

La ciudad tiembla de calor, y sus habitantes tiemblan con ella, estremecidos. El


muchacho tiembla, y Joaquina lo ve caminar. Ve cómo sus pies se mueven sin parar pero
no avanza. ¿Será una ilusión del calor? Tal vez, como aquella con la que vemos el piso
como un espejo tembloroso de agua. El chico se detiene, sus pies dejan de moverse. Mira
unos instantes al cielo mientras saca un pañuelo blanco e impecable y seca el sudor de su
frente. Increíblemente trae guantes. Mira unos instantes a los transeúntes, que lo ven
asombrados y hasta burlescos diciéndole con la expresión que está loco. Da un recorrido
minucioso con la mirada al lugar e intenta agarrarse su larga melena quebrada y su liga
se revienta. La tira en la calle, vuelve a mirar alrededor tratando de ubicarse. Al parecer
no le es familiar ningún tramo, y también parece que no está en ningún lugar conocido,
como si hubiera abordado la ruta errónea que lo dejó lejos, muy lejos del destino que el
pensaba. Se hace el cabello para atrás y entonces camina a donde se encuentra ella. Mira

- 60 -
su reloj unos instantes al caminar y al final, con paso delicado y ligero, llega a donde
Joaquina.

— Buenas tardes, señora — saluda. A la anciana le parece una voz extrañísima, tan
extraña que si la hubiera querido describir sería como decir con precisión cómo es el
canto de la lluvia.
— Buenas tardes — contesta ella con su voz rasposa, mirando al muchacho de arriba
hacia abajo, con aire de desconfianza. “Seguro este es uno de esos vándalos que se pasean
por la noche como si fueran demonios” pensó. Al mirarle con detenimiento la cara
sudorosa la ve tan blanca como la superficie de la luna.
— ¿Podría decirme usted qué calle es ésta?
— Es la calle Cobalto.
— Maldita sea... — masculla el joven — No es aquí... — luego, mira a Joaquina con
detenimiento, le sonríe y murmura — Tanto dar vueltas para nada...no importa... —
entonces saca nuevamente el pañuelo de su bolsa y se seca la frente casi mecánicamente
—Algún provecho tendré de esto. Mi reporte aquí hoy no se irá en blanco…
— A mí no me importa lo que hagas, muchacho loco. Así que vete a maldecir a otro
lado—dice Joaquina, mirándolo fijamente y luego desviando su atención a sus flacos y
huesudos dedos y a su rosario.
— ¡Ah! — exclama el muchacho — Usted disculpe — Se burla.
— Estos pinches muchachos...cada día más irrespetuosos y más locos.

El joven se sienta en la polvorienta banqueta a un lado de la señora.

— Por supuesto. Tiene razón. Y si no le molesta, me voy a sentar un rato aquí, hay algo
de sombra.

Joaquina lo mira asombrada en su actitud frívola e irreverente. “Qué grosero” piensa


ella: “Grosero y brusco”. Luego el muchacho empieza a mirar a la gente, riéndose de cada
uno de ellos discretamente, murmurando con cada quien unas palabras incomprensibles
porque las decía entre dientes. La mujer empieza a ponerse nerviosa. Para distraer de
estas terribles contemplaciones a su acompañante y a ella misma en su temor, decide
sacarle plática de algún modo.

— ¿No te parece agobiante andar todo de negro como si fueras de luto? Es ridículo andar
así si no se expresa el dolor de una pérdida. Además el calor está insoportable como la
puerta de los infiernos. La ropa negra sólo te va a deshidratar.
— ¿En serio le importa ?—Pregunta el joven a la mujer, mirándola con unos ojos negros,
muy negros, como si de verdad fuera un fantasma, con esa cara blanca como la harina y
ese cabello encrespado, y esa mirada parece que la reta. La anciana no dice nada y le
pide a todos los santos que le hagan el milagro de que ese joven se vaya.
— No se preocupe por mi apariencia. No soy de ninguna clase de grupos raros de niños
inmaduros que andan por las calles de negro, pretendiendo ser lo que no serán
jamás...esos más bien me dan risa. Por cierto que lo del luto es verdad. Yo siempre estoy
de luto...y a pesar de eso, nunca he experimentado lo que significa el dolor. ¿Pérdidas?
Todo mundo muere poco a poco cada minuto. A diario muere la gente. Y si ésta diera
pesar, todos lloraríamos todo el tiempo, porque cada vida que se crea tiene como único

- 61 -
propósito predeterminado el de extinguirse. No sé qué es el sufrimiento. Y no voy a sufrir
por nadie porque nadie lo merece, ¿No cree usted?

Por la frente de Joaquina comienza a recorrer un sudor frío.

— Nunca oí a alguien tan joven como tú decir tantas idioteces juntas.


— Y puedo decirle muchas más — rió el por lo bajo, haciendo círculos con sus dedos en el
polvo—. Aunque probablemente no sean idioteces. Señora: el infierno no existe porque el
infierno es una idea colectiva, de un mundo de locos. Después de morir no hay nada: ni
cielo ni infierno. Sólo hay un vacío inmenso, un hoyo negro, tan negro como mis ojos, mi
pelo, mi ropa...Mi ropa es mi símbolo, y muchos me respetan y veneran por todas estas
cosas que le estoy diciendo.
— ¡Venerar! — la vieja casi se levanta de golpe tirando la silla para encarar al muchacho
sentado en el suelo— ¡Qué blasfemo! Lo único que se puede venerar en el mundo es a
esto...— Y entonces, le extiende su rosario, casi golpeándolo con él en la cara.
— ¿Usted cree en eso ?—dice el joven mirando con atención casi infantil las cuentas del
rosario — ¡Qué fanática! Me encantan, definitivamente me fascinan las señoras como
usted.

Entonces el muchacho se levanta de un tirón, con tal agilidad que parecía impulsado por
resortes sobre naturales, como una marioneta a la que levantan los hilos desde lo alto.

— Hace mucho que no discuto con nadie — sonríe —. Si me lo permite nuevamente, me


gustaría pelearme con usted hasta hacerla morir de un infarto. Estará bien para que
pase un buen rato sin la necesidad de andar perdiendo el tiempo en nostalgias pasadas,
aquí afuera, ignorada por su familia como todos los viejos que salen a acabar sus últimos
días sentados en los portones a esperar...

El muchacho suspende su monólogo al mirar los ojos brillosos de Joaquina.

— Mi nombre es Daniel — y tomó una mano de la venerable anciana, que al contacto con
esta se estremeció violentamente, sintiéndola a través del guante tan fría como si el calor
insoportable de esa tarde no existiera... ¿Tanta era su temor, la adrenalina que le
recorría las venas, que esa horrible sensación podía manifestársele así?
— No tengo por qué decirte mi nombre— responde ella contrariada.
— No es necesario que lo haga. De todas formas lo voy a saber. Siempre termino
enterándome.

Daniel fija la mirada oscura que siempre carga en sus ojos sobre el pelo de Joaquina,
analizándolo de tal manera que parece que lee en él la vida de la señora. Ella por su
parte procura ignorarlo más eso es imposible, él casi la acosa con ese mirar. Si ella fuera
más joven ya lo hubiera puesto en su lugar como en sus tiempos lo hacía con los
muchachos que la importunaban. Pero no era el caso y parece que Dios y los santos, a
quienes ella les tiene tanta fe, le están jugando algún juego escabroso o la han
abandonado. Sigue rezando, esta vez con celeridad, como si rezar más rápido implicara
más pronta respuesta a sus oraciones. Y el chico la ve bastante entretenido, como si lo
que está ante sus ojos fuera el espectáculo más divertido del mundo.

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— ¿En serio cree usted en eso? — vuelve a preguntar. Joaquina detiene su rápido
movimiento de labios y el apresurado paso de las cuentas de madera por sus dedos.
Levanta la mirada y lo observa molesta.
— El hombre que no cree en nada no sirve para vivir — replica.
— ¿Pero no cree que tantos santos es una especie de burlesque, una charlatanería? Eso
de rezar el rosario es como repetir un mantra que ni siquiera viene del corazón. Se repite
sin cesar, algunos ni siquiera entienden la profundidad de lo que se está hablando, el
cerebro lo tienen en otro lado mientras la boca se mueve sola. Además, ¿quién va a
escucharla? ¿Acaso no cree en un solo Dios? ¿O de plano prefiere venerar a otras
imágenes que el hombre ha creado tras Él? Toda esa clase de juegos son los que me
divierten, porque quienes los practican me parecen ignorantes, crédulos y contradictorios
en sus ideas fundamentales.

Cada palabra que Daniel pronuncia hace que a Joaquina se le manifieste un rubor
encendido, colérico. No puede evitarlo, le asesta una bofetada impresionante al joven que
ha sido tan insolente con ella. Acto seguido, él se toma una mejilla y la mira con un
semblante terrible. Un instante después sonríe.

— Caramba. Tiene la mano pesada.


— Y tú tienes la cabeza demasiado caliente por el calor. Si sólo vas a insultarme te
puedes ir largando — el tono de voz de la anciana es seguro, imponente, como si de
pronto todos los años arrastrados hubieran desaparecido.
— Yo no me voy. Entiéndame que no puedo dejarla sola. Porque está sola, ¿es que acaso
no lo ve?

Y ella, que ya se había puesto de pie, se sienta pesadamente en la silla.

— No tienes derecho a juzgarme, eres un extraño y no puedes hacerlo.


— Yo juzgo lo que veo. Diario deambulo por las calles, buscando ciertas personas con
ciertos criterios para el juicio. Yo hago la audiencia—Joaquina no encuentra coherencia
en las palabras de Daniel —. Sólo imagine cuántos ancianos he visto en la urbe,
abandonados a su suerte, solos, sin compañía, con los ojos cansados y brillosos como si
fueran cuentas de cristal que han visto los últimos lustros de la vida de la tierra. Solos, a
veces más solos que los perros, porque a los perros hay gente que los alimenta y que les
encuentra utilidad. Ancianos, encogidos, melancólicos, tristes, que se sirven sólo de sus
glorias pasadas para sobrevivir, condenados al exilio del olvido por su propia sangre, por
la sociedad. Como si en verdad... como si en verdad no valieran nada...

Y dichas estas últimas palabras, el sombrío joven toma la punta de la trenza de la


señora, acariciándola con suavidad, mirándola con ternura al rostro, sin lástima. Porque
Joaquina sabía cuándo la miraban con lástima y este loco de negro no la miraba así.
Quizá con pesar, pero no lástima. A ella sin querer los ojos le lloran ante la verdad
innegable. Vive con un hijo que casi no la saca a pasear, que siempre está muy ocupado
en sus asuntos para atenderla, que la ignora, que le es desagradecido, como si ella no
hubiera llorado amargas lágrimas cuando él se enfermaba o hubiera olvidado su hambre
para que él comiera. Y así había sido con todos los demás. Su único consuelo es su rosario
viejo y salir a la calle a recordar lo pasado y olvidar lo presente. Cuánta razón tiene ese
joven, que de todas formas viene a abrir las heridas sin piedad.

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— Me llamo Joaquina — es lo único que atina a decir.

Daniel sonríe lo más ampliamente que sus delgados labios le permiten. La señora lo
mira con detenimiento al rostro, es muy bello, con una belleza casi andrógina, pero fría.
Demasiado fría. Tan fría como el contacto que ella tuvo cuerpo a cuerpo. El joven se
separa, se sienta de nuevo en el piso. Saca su blanco pañuelo y vuelve a secarse el sudor.

— Perdóneme. Suelo ser muy brusco en ocasiones. No ha sido mi intención lastimarla ni


en sus creencias ni en sus recuerdos. Pero a veces se me sale sin querer. Creo que mi
trabajo me ha hecho así, medio duro de cabeza.
— Será duro de corazón—increpó Joaquina, que se seca con las manos las lágrimas.
Daniel le extiende el pañuelo para que se las seque y ella no tiene más remedio que
tomarlo.
— En realidad... — dijo Daniel sonriendo nuevamente— Yo no tengo corazón. Tampoco
suelo involucrarme mucho con la gente con la que trabajo. Es demasiado deprimente en
ocasiones. No lo mal interprete. No lo digo por usted.
— ¿Trabajar? ¿Es que acaso alguien como tú trabaja?
— Yo creo que precisamente por como soy me han elegido. Se necesitan ciertas
cualidades específicas, sabe...Pero no hablemos de mí. Sigamos hablando de usted, doña
Joaquina. Mi día ya se perdió, la persona que tenía que ver está en una calle que sabrá
Dios cuál será. Pero aún puedo entretenerme un poco, y hacer justicia a alguien que la
merece.

Joaquina trata de entender todo lo que dice Daniel, pero no alcanza a concebir
ninguna idea concreta. Se pierde con demasiada facilidad ante las luces seductoras de su
voz, y eso le impide concentrarse.

— ¿Puedo robármela un momento ?— dice él—. No sé si a alguien le vaya a molestar que


salgamos a pasear un rato.

En realidad, no. Joaquina podría desaparecer del portón y nadie se preocuparía por eso.

— No tengo nada mejor que hacer, ateo.


— ¿Ateo yo ?—Daniel empieza a reír, ¡Qué hermosa y metálica risa, casi fantasmagórica!
Pero a ella le causaba una especie de extraño terror— Se equivoca. Sí, fui ateo un
tiempo, pero el destino me enseñó que hay fuerzas superiores en el mundo y me lo hizo
saber dándome una bofetada con guante blanco. Pero quedamos en que ya no
hablaríamos de mí.

Y en ese instante le extiende su diestra dispuesto a ayudarle a levantarse. Joaquina la


toma con temor, la sensación de frío aún estaba allí, y cuando lo toca, vuelve a
experimentarla.

— Estás muy frío—dijo ella, con sinceridad, levantándose y separándose en seguida de


él, para evitar prolongar ese desagradable contacto.
— ¿En verdad ?—dice él mirando el guante, extrañado—. Nunca me había percatado de
eso. Ni siquiera vistiéndome como ahora puedo evitarlo. Todas las personas con las que

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me encuentro me dicen lo mismo, pero nunca me había preocupado por eso. Con razón
todos terminan aterrados. Algunos con sólo verme o presentir que me aproximo, buscan
evitar mi contacto. Todo mundo huye de mí.
— ¿Y todavía no te imaginas por qué?
— Lo sé de sobra, señora. Pero ya me acostumbré a que me teman. Ya se lo dije.

Entonces el joven comienza a caminar tranquilamente por la calle, como si no le


importara dejar a Joaquina al margen. Pero, para sorpresa de ella, pronto lo alcanzó,
como olvidando el peso de sus pesadas piernas. Al poco tiempo se alineó a Daniel.

— ¿Y bien?
— ¿Bien qué?
— ¿No me va a platicar de usted?
— ¿Para qué o por qué?
— Esto es exasperante. Una pregunta tras otra. Me molesta demasiado. Normalmente,
las personas se someten rápido a mí y termino mi trabajo sin mucha dificultad. Pero
usted es demasiado obstinada. Eso me agrada. Ha de saber que con pocas personas tengo
las atenciones que estoy teniendo con usted. Así que aprécielo, por favor.
— Desde que te has agarrado hablando, no entiendo nada. ¿En qué trabajas ?...
— Oh, no querrá saberlo. Le haría apartarse de inmediato de mí y eso me echaría, es
decir, nos echaría a perder la tarde a ambos.

Justo en ese instante, un autobús pasó con su infernal ruido y Daniel estiró la mano
para hacerle la parada.

— ¿A dónde vamos?
— A un lugar más fresco. ¿No gusta venir?

¿Qué remedio le queda? Aborda con paso más ligero de lo usual el autobús y se sienta en
los primeros asientos. Dan entra en seguida y paga los pasajes. “Al menos es caballeroso”
piensa Joaquina. “Loco, pero caballeroso al fin”. El joven se acerca y la mira sentada.

— ¿Te vas a quedar allí? Ese lugar es de minusválidos. Yo veo que tienes todos tus
miembros. Vámonos atrás.

¿Pero qué se cree este idiota? vuelve a pensar ella. Él la toma de la mano nuevamente y
ella se levanta, otra vez evitando ese contacto espeluznante. Se sienta cerca de la puerta
de salida y una sensación de miedo extremo se apodera de ella. ¿Qué ha hecho? Quién
sabe qué le irá a hacer el tipo que la subió al camión, y a dónde la va a llevar. Se increpa
nuevamente su ingenuidad y pronto Daniel se sienta con ella.

— ¿Ahora sí quieres platicar?

“Tengo que hacerlo” reflexiona Joaquina. “Si no le sigo el juego, puede hacerme algo. A lo
mejor es un secuestrador, un asesino o un ratero”. Todo eso es muy posible, naturalmente.
Pero luego lo mira al rostro y sus dudas se disipan, como si la presencia de Daniel ya no
fuera tan mala.

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— No hay nada interesante qué contar.
— Alguien de su edad tiene muchas cosas que contar. Imagino que lo que usted quiere
decir es que no sabe por dónde empezar. Se lo voy a hacer más fácil, ¿Cuántos hijos
tiene?
— Ocho.
— ¿Cómo se llamaba el mayor?
— Miguel. Ya se murió.
— Ya lo sé.

Joaquina abrió mucho los ojos. ¿Cómo sabía…?

— ¿Qué?
— Su cara evidencia sus respuestas antes de que me las diga. Sus ojos me dicen que lo
ha perdido recientemente. No soy muy sensible, pero sé algunos trucos.
— Se mató en un carro.
— ¿Bebía?
— Sí. Muy a menudo. Ya estaba enfermo por el alcohol. Pero no me hacía caso...
— El alcohol esclaviza al hombre — le murmuró Daniel—. Lo hace denotar la bestia de
su interior. A mí me hace muy fácil mi trabajo, verá: Cuando me toca un hombre ebrio,
no tiene mucha conciencia para enfrentarme. De hecho, se entregan con suma facilidad,
sin oponer mucha resistencia. Es entonces cuando me quedo con su posesión más valiosa
y me retiro silenciosamente.

¡Dios mío! La adrenalina comienza a correr de manera violenta por el torrente sanguíneo
de Joaquina. Sus sospechas han sido confirmadas y de la propia boca de su acompañante.

— Murió el año pasado en el Hospital General.


— Probablemente yo lo vi antes de que falleciera Voy a menudo por allá. ¿Qué día fue?
— Un tres de enero.
— Sí... yo casualmente estaba por allí.

Entonces, Daniel se levanta de pronto: han llegado a su destino. Descienden del


autobús, es un parque. No se le hace muy familiar, pero no le importa: al fin y al cabo
ella ya se la pasaba siempre en su casa sin salir. León pudo haber cambiado mucho en
ese lapso de tiempo. El joven camina nuevamente adelante de ella, que lo vuelve a
alcanzar. No comprende nada.

— Yo no tengo nada de valor que me puedas quitar.


— Yo no hablé de quitar nada a usted. Y tiene demasiadas cosas de valor.
— ¿Cómo qué?
— Como sus recuerdos, ¿No es así? Tiene muchas cosas interesantes qué contarle a
alguien como yo.
— No creo que te importe.
— ¿Así era de joven? Fuerte e impetuosa, me hubiera gustado conocerla.
— Tenía que criar a mis hijos sin la ayuda de su padre. Tenía que ser fuerte.
— Su valor es único — murmuró nuevamente Daniel — Es una verdadera pena que las
personas no aprecien lo que alguien con su experiencia de vida puede proporcionarle.

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Qué extraño comportamiento aprecia Joaquina. Le tiene miedo, eso no puede negarlo,
pero en su mente no alcanza a comprender que alguien de tan frío y duro corazón
pudiera pensar de esa forma.

— Descuide, no le voy a hacer daño. A veces hablo de más, pero en realidad no soy como
usted y los demás piensan. Por favor, cuénteme algo de su historia, olvide su soledad, y
hágame agradable la tarde, que yo se la haré. Le tengo un regalo especial porque usted
me ha caído muy bien.

Daniel se sienta en una banca. Le hace una seña a Joaquina para que se siente a su lado.
Ella no tiene más remedio y se acomoda cerca de él, guardando una distancia prudente.

— ¿Cuántos años tienes ?—Le pregunta, como una ocurrencia repentina.


— Tengo más de los que aparento y menos de los que quisiera tener. Ande, platíqueme.

Y ella ignora ese último comentario. Una brisa fresca, muy distinta al aire caliente de
afuera de su casa, empieza a manifestarse. Las hojas se mueven bailando con el viento, y
algunas caen alrededor de ellos. El ambiente es distinto, tranquilo, al punto de que el
ruido de los camiones cesa para dar paso a los armoniosos trinos de los pájaros. Joaquina
empieza a mirar cómo los muchachos que se encontraban en el parque caminan en
grupos hacia una dirección, siguiendo las manecillas del reloj. Las muchachas están
separadas de ellos y caminan también en grupos en sentido contrario. Luego, algunos se
interceptan y los hombres hacen caravanas a las mujeres, haciendo ademanes de
quitarse el sombrero.

— Mira, niño. Así solíamos salir a buscar novio... no sabía que alguien aún pudiera
hacerlo hoy en día...
— Nadie ha dicho que eso que estamos viendo existe...

Y el relato de la vida de Joaquina comenzó, como en un armonioso ensueño, donde


sus lágrimas brotaban agridulces, como la vida que vivió. Él está allí, con ella. Ya no
suda, su expresión es seria y atenta. De vez en vez se toca el corazón, cuando Joaquina
toca un punto de su vida que la hace derramar amargas lágrimas, y se aprieta el pecho
cuando ella ríe de alguna peripecia hecha por sus hijos cuando eran pequeños. Al final,
ella concluye su historia diciendo lo último que había sucedido, en el sepelio de Miguel: el
día en que pensó que se le secarían las lágrimas para siempre.

La tarde cae casi sin sentirlo. El cielo se torna rojizo y la luna asoma su
semblante, aún no por completo, como si esperara que el sol ya se fuera a dormir para
entonces salir tímidamente a regalar al hombre su luz. Joaquina sostiene el pañuelo de
Daniel en sus manos y entonces lo mira. Él sigue tocando su pecho.

— Te agradezco que me hayas escuchado. Nunca nadie me había escuchado.


— Yo... te agradezco que me lo hayas contado. Esto me abre una perspectiva nueva,
sabes...sólo me da coraje por lo que tengo que hacer todos los días. Ojalá pudiera decirle a
todo mundo cuán importante puede ser para alguien escuchar la voz de la experiencia,
en lugar de dejar que ésta se extinga en un portón sucio y triste, o en la calle en una fría
noche.

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— ¿Por qué te estás tocando el pecho? Lo has hecho toda la tarde.
— Es por lo que le había dicho antes...déjeme explicarle, trataré de ser lo suficiente claro,
pero sin asustarla. Dígame, ¿Le parezco insensible?
— De principio.
— No es cierto. Soy insensible aún ahora. ¿Sabe por qué? Ni siquiera en lo más triste de
su relato, lloré. Tampoco reí en lo más alegre. Así soy, y no puedo evitarlo.

Ella lo mira insistentemente, como pidiendo que se explique mejor.

— Cada cierto tiempo...escoge a alguien como yo. Creo que en realidad soy demasiado
insensible y mi contrato estipula que mi “trabajo” es así. Tampoco es placentero, pero no
siento nada. Eso es muy deprimente.
— ¿Hasta cuándo vas a hablar claro niño?
— Yo nunca debo hablar claro. Eso haría sufrir mucho a las personas, si soy sincero. Sólo
que esto es muy hermoso, y quisiera que nunca terminara. ¿Cómo te sientes?

Ella guarda silencio. Bien, se siente muy bien, como si los años no le pesaran. Daniel
mete una mano en uno de sus bolsillos y saca un pequeño espejo. Le sonríe mientras le
estira la mano extendiéndoselo.

— Este es mi regalo. Mírese.

Ella lo toma, y él se recarga en la banca, como si estuviera cansado. Quizá en


realidad esta triste pero su expresión no revela nada. Ella mira su imagen en el espejo.
Exclama y se tapa la boca.

Daniel la voltea a ver y le estira la mano. Ella le regresa el espejo.

— ¿Qué vio?
— Yo...

Joaquina había visto su reflejo joven en el espejo. ¡Qué hermosa se veía! ¡Qué lozanía la
de su piel, que brillante y castaño su pelo! Todos sus dientes estaban en su lugar y sus
labios estaban rojos, ansiosos por partirse en una sonrisa de felicidad.

— En verdad que es muy hermosa. Ojalá pudiera haber nacido antes para haberla
conocido como la veo ahora.

Pero ella lo mira y lo ve sin expresión, hermoso, con su largo y rizado pelo negro
cayendo en sus hombros, y un estremecedor sentimiento se apodera de ella. Sumerge su
rostro en sus manos y se echa a llorar sin consuelo. El joven le entrelaza sus manos con
las propias y ella ya no las siente frías. Un sollozo ahogado impide cualquier
comunicación.

— No tengo corazón. Me lo han quitado para hacer esto.

Daniel se levanta poco a poco, ya ha caído la noche. Extiende su mano y ella la toma. Él
pronto hace la parada a un autobús que iba de lado contrario y ambos suben. El camino

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de regreso es breve, y él sostiene la mano de Joaquina con fuerza. Pero ella ya no lo mira.
Bajan de nuevo en la calle Cobalto, y caminan despacio hacia el portón y la silla que aún
se encontraba allí. Al parecer, nadie se ha percatado de que ella se había ausentado toda
la tarde, y de nuevo llora. Ambos se detienen un instante mientras Joaquina se seca las
lágrimas. Luego, vuelve a sentarse.

— Malditos malagradecidos — masculla Daniel —. No quiero decirte adiós, Joaquina. Ha


sido un placer conocerte.

Ella no pronuncia palabra pero le extiende su rosario.

— Ya no lo voy a necesitar — dice al fin —. Pero te lo regalo. Para que te acuerdes ser
siempre amable con los que están como yo, para que tampoco sufran mucho.

Daniel lo toma con suavidad y lo cuelga a un lado de su cruz céltica.

— ¿Lo has visto en persona?


— Sí — responde él.
— ¿Y fuiste feliz?
— Es la felicidad encarnada… pero él me tuvo que quitar el corazón, ¿comprendes? —
Joaquina asiente — ¿Ya sabes cuál es mi nombre verdadero, cierto? En algún lejano
tiempo, me llamaba Daniel. Pero ahora me conocen por otro nombre.
— La muerte.
— Y mi corazón es el duro y helado corazón del que tanto me hacen honor.

Y él se inclina hacia ella y le da un beso en su frente.

— ¿Y entonces, si no hay cielo ni infierno, qué hay después de tu frío toque?


— Descuide... se sumergirá en un sueño pesado y profundo... como un eterno descanso
del mal... no sabrá nada de nadie hasta el día en que todos se levanten... y alguien como
yo ya no deba trabajar...

Después Daniel tomó entre sus manos la de Joaquina, le sonrió y le besó en las mejillas.

— Perdóname, perdóname por extenderle mi fría mano a tu hijo aquella noche... en la


sala de urgencias.

Y sus labios ahora cálidos recorrieron las arrugas suaves de Joaquina, secando con
ellos sus lágrimas, enjugando su sudor.

***

Qué lastima, qué pena tan grande. Qué triste es el destino y la crueldad que puede
esconder dentro de sí. La muerte siente pena por primera vez, quizá no es tan frío como
piensa. Y se lamenta cada segundo que las personas dejen morir a los ancianos que aún
pueden dar tanto para ellos...

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Nadie sabe en realidad como pasó. De repente vieron que la anciana no se movía en su
silla. Muchos comentan que quizá la nostalgia por la pérdida de su hijo la hizo reunirse
con él. Simplemente quedó como dormida, tranquila, en la silla a un lado del portón
sucio. La gente pasó y la vio como una viejecita más que no tenía nada qué hacer y que
por inercia y hastío salió a la calle. ¿Quiénes serán realmente los de frío y duro corazón?

Él camina aún por las aceras, pero ahora nadie lo mira. Es serio y hermoso. Sus luces
son cegadoras y tranquilas. Y nadie tampoco ve que una lágrima recorre una de sus
pálidas mejillas.

Bárbara López Mosqueda


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SONIA SÁINZ CAPELLÁN

Sonia Sáinz Capellán. Córdoba, licenciada en Ciencias


Políticas y Sociología.

Me gustan el color verde y el rojo, el negro e incluso a veces

puedo considerar al azul un color. No concibo la literatura

como relato sino el intento de plasmar emociones concretas.

La prosa como desnudez emocional. Los momentos de luz y

vida. Soy arisca, cruel y de pequeña mojaba la cama. Odio la

oscuridad. Si tuviese que elegir un lema de vida me quedaría

con el inmejorable “en plazas más grandes hemos toreao”.

Siempre hay un barranco más hondo, una felicidad más

grande, una piedra más tosca y una imagen más bella.

Ningún obstáculo es definitivo. Pocas victorias lo son. La

lucha, la dulce lucha es el último aliento. Vivir. Haber

vivido.

Dedica a Groenlandia unos relatos inéditos, seleccionados por

la propia autora.

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...Oh, something pernicious and dread!
Something far away from a puny and pious life!
Something unproved! Somenthing in a trance!
Something escaped from the anchorage and driving free.

W .W .

La felicidad

Hablaba el otro día sobre el miedo que acecha tras la palabra Felicidad.
Como si su sola imagen (o inminencia, aquiescencia) nos apremiara en
silencio a no ser pronunciada, bajo riesgo de muerte. De adiós. Sólo se
puede perder lo que se tiene, y lo que intuye apenas subyace como válido, o
cierto o prescindible. Capaz de ser perdido luego de tenido. Con todo, la
felicidad no es un estado de consciencia, sino de su falta. No es un ente
entero, ni siquiera abstracto, y sólo es percibida en sus manifestaciones.
En sus dividendos y galanteos. En sus partes, nunca en el todo. En los
detalles siempre ingenuos y personales. Inexpugnables para todo ser ajeno
a uno mismo. Incluso para uno mismo, a ratos. Para mí,- y el mí es
fundamental en la frase puesto que determina el secundario- la felicidad,
Felicidad, lleva nombre de paciencia. De descanso, de sonrisa torcida y de
semblante de Alatriste. Es levantarme con un nombre y acostarme con el
mismo, mi mismo nombre y a la vez otro; hablar de una tilde que cambie el
destino del mundo y de un cuento con liga roja mientras un suspiro te
agota. De madrigueras, verdades y humores. De vigilia en el sueño y de
sueño en la vigilia. De proyectos, deseos. De madrugar con una sonrisa
para ir a trabajar y de volver con otra. De todo. De números y cambios
dólar, jamás pensados ni asomados. Porque nos vuelve miedicas, la
felicidad, pero a su vez valientes. Y porque la queremos, casi tanto como
tememos. Habrá que afrontarla, pues, como modo de defensa. La mejor
defensa siempre es un buen ataque.

Marines

Vi un marine tomando el sol en la playa. Era Agosto, Torremolinos. Lo de


marine es subjetivo, pero tenía toda la pinta de marine que una puede
imaginar tener un marine en un Agosto en Torremolinos.
Bajo el brazo derecho, un tatuaje decía: "Cogito ergo sum".

Y entonces pensé que claro, que es lógico. Hay que gente que necesita
recordar el cogito y el sum. Todavía más, el ergo.

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La diferencia

Una vez me dijeron que la diferencia entre ser mujer y hombre consistía
en que nosotras, (hembras) siempre pensábamos en un hombre antes de
dormir. Un hombre concreto.

Ethan Hawke ha sido siempre mi hombre concreto. Atormentado, dulce


pero arisco...inteligente, con altibajos de valentía. Un Zeus de madrugada.
Lo peor por supuesto. No hay peor personaje del que te puedas enamorar.
Con ningún otro hombre tendrás tanta seguridad de sufrimiento
porcentual. Pero.... ¿cómo eliges una cosa tan importante? Las cosas
importantes de la vida siempre te vienen dadas. Como la vida en sí, que
nadie te pregunta si la quieres antes de otorgártela. Y entonces ya no tiene
remedio.

Carretera

Los viajes en carretera siempre me han parecido una excursión por los
burdeles de España. Ves olivos, burdeles; montañas, burdeles; pueblos
llanos, burdeles; pueblos en cerros, burdeles; emetreinta, burdeles; toros de
Osborne, burdeles. Con un burdel cada dos kilómetros no me extraña que
el gobierno invierta tanto en carreteras. Ahí está la verdadera economía
del país. En los burdeles. Las carreteras no dejan de ser la excusa.

Llave

Y entonces me quise morir de la vergüenza al ver que yo, que ya tenía mi


carné y mi “L” y mis gafas de sol puestas, había llegado a la gasolinera sin
saber qué gasolina usaba mi padre. Y peor aún, sin llave de la gasolina.
Mi padre me había dado un juego de llaves incompleta.”Tú no necesitas
poner gasolina” me dijo luego.
Jamás podré volver a esa gasolinera sin sentir que llevo pañales en vez de
bragas.

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Está escrito

Está escrito que todo final de proyecto debe ser rubricado por un corte de
pelo si eres una fémina de verdad. Esto es así, y es tan así que no tiene
razón alguna. Pero ahí está, la prueba de la verdad. La Piedra Rosetta del
ADN. La peluquería. Y como hoy ha finalizado mi proyecto personal actual
(el banco) me he cortado las puntas. Un poquito más que puntas: las
escalas.

Allí, frente a ese espejo cuadrado con enchufes a los lados y sonidos de
secador entre mujeres descabezadas (qué irreconocibles somos todas
mojadas) me he visto cortar las puntas, desfilar los lados y alisar la
melena. Me he visto guapa, muy guapa. Blanca y guapa. Y he sonreído
más, con ese hilar fino de las que se saben guapas, en un deje de artes
escénicas absoluto: ya que me sonreía a mí misma, frente al espejo de los
enchufes, por mucho que el sonido viniese detrás, en dolby soundround,
era lo adecuado.

Ruinas

Ayer encontré una foto de la vieja casa de mis abuelos en internet, como
reclamo turístico. Sigue en pie el arco de entrada, una letanía de esperado
regreso. Como si el resto no importara, los muros fuesen mero atrezzo y
tan sólo el umbral mostrara el inicio, lo que fue, las historias contadas; una
vida pasada.

Recuerdo haber salido justo por ese arco la última vez que estuve. Podía
salir por donde quisiera, por los cuatro puntos cardinales ya que el resto no
se mantenía en pie. Pero, en la inmensidad de esa sierra, pisar cualquier
resto de muro resultaba un sacrilegio. Y yo debía salir por el arco, por la
puerta, por la entrada, lo tenía claro. El empuje estaba allí, como las viejas
fotos que guardamos en que aparecen unas niñas que hoy son mujeres y
madres y una madre que luego fue abuela y que no existe más que en el
recuerdo. Como las historias. Como los muros.

Que una no se atreve a pisar al salir.

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A la Recherche du Temps Perdu

Siento mucho no estar más aquí, pero no tengo tiempo. O ganas.


Consciencia. Añadiría voluntad, pero no es cierto; de eso estoy sobrada.
Una tiene más frentes, como todos. Ninguna losa es mayor que otra y a
cada uno le pesa la suya. La mía, en estos días, es dura. La física, en tanto
que el despertador suena y tú te encaminas al trabajo, con frío ya - y
chaquetón nuevo- de noche aún. Y la noche de nuevo, bajo las mantas y con
la mirada al mismo reloj de números rojos que en poco rato será
protagonista de nuevo. Él decide. Este mirar es diferente, el de la
duermevela de los deseos y las sonrisas, cuando todo se hace un revoltijo
de palabras y horas pasadas y futuras. Reales unas, imaginadas otras. Y
con cierta chulería le dices al reloj que sí, que vale, que él sigue su ritmo y
tú lo aceptas, pero que fuera de ese alfa y omega eres libre y nadie te
marca nada. Y a veces nos creemos.
Hoy, por ejemplo, con el primer frío de otoño yo iba pensando en la
decisión. Hace días que espero una decisión importante en el trabajo, por
la que se están moviendo personas y saberes, y en la que yo me quito la
espinita del Trabajo Bien Hecho, sonrisa en mano. Un poco opusino, igual.
O un poco Proust. Mi Proust, que en la revista de libros de El Corte Inglés,
cogida al vuelo como los maratonianos "cazan" los repuestos en los
oportunos tenderetes, sin segundos que perder en elegir, aparece en un
artículo titulado: "Sobria escuela de la vida". Dice: "blablabla...se encerró a
escribir con 36 años hasta su muerte en un apartamento del parisino
Voulevard Haussmann, entregado, como es bien sabido, casi en exclusiva a
la redacción de A la Recherche du Temps Perdu". Nada puede interesarnos
del artículo más que la frase. Pero sí, se lee, y sí, se piensa, y sí, se mira.
Así somos. Como el autor, hasta el final. Hasta rompernos la crisma con
las palabras manidas. Como mis dudas o como mi decisión. O mis viajes
(he de volver a Madrid en breve) o mis idas y venidas.
Sobre irme o quedarme.

Quién sabe.

Sonia Sáinz Capellán


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PABLO MORALES DE LOS RÍOS

P
Paablo Morales de los Ríos. Yo por bien tengo no decir demasiado de aquello que no merece
ser contado, pero a buena cuenta del lector, también tengo por bien contar de mí lo que a otros
daría vergüenza. Sin embargo, no es propósito ahondar demasiado en ello, pues sepa Vuestra
Merced que de espacio andamos cortos, y de palabras escasos. Vine yo a dar de cabeza con el
mundo a edad muy temprana, nasciendo por cesárea por el vientre de mi madre, quien
demasiado bien se ha portado desde entonces teniendo en cuenta el desafortunado incidente. Y
fue nada más caer en Las Palmas de Gran Canaria muy a finales de los 70 (Noviembre de 1979,
para ser exactos) que di de bruces con mi destino. Y lo digo orgulloso, ya que con estilo e
imaginación parióme aquella (mi madre), y he venido a intentar ser pintor, escritor y cineasta
desde entonces. Que lo haya yo logrado o no, no es motivo para dudar de estos hechos y de su
repercusión e influencia. Desta manera me fue forzado el pasar hambres y desgracias, y sacar
fuerzas de flaqueza frente a desventuras de todo tipo, desde comprobar ciento y una veces que
la mayoría de los productores saben más de producir asco que cine, hasta ver caer el techo de
una de las casas en las que vine a malvivir (convirtiéndome así en un sintecho de barba rala y
bolsillo vacío), pasando por incidentes tales como una inundación hogareña, un cortometraje
inacabable, un malentendido con el amor y el casi mortal encuentro con un inofensivo ciérvido
de Londres. Y aunque todo me vino por mi empeño y dedicación al arte de cumplir sueños,
también ha sido esto (el sueño de hacer arte) lo que a fin de cuentas ha venido a salvar mi
integridad, mis ideales y mi vida. Como Vuestra Merced imaginará ya, mi currículum llena de
tal forma mi única maleta que apenas caben en ella lo necesario para seguir viviendo
desaguisados, algún libro casual y un par de calzoncillos limpios.

Así pues, si acaece algún entuerto, mi única salida (y la más usada) es quejarme
As
escribiendo un relato, o un poema, o un guión de cine, o pintando un cuadro, o maltocando mi
guitarra (creo que en realidad es de una amiga de mi hermana, pero aquellos que sufren
deberían tener prioridad). De lo que de aquí en adelante me sucediere, Vuestra Merced tendrá
noticias por vía de alguna novela, de una historieta o, tal vez, de la ácida letra de una canción.
En el supuesto, claro está, de que alguien se digne a publicar todo esto, o de que el
ciervo londinense no dé con mis huesos.

Pablo regala a Groenlandia un relato perteneciente a su obra inédita “Relatos de MAL acabar”,
Pa
titulado “Del Cristo del Buen Sufrir y sus milagros”, y unos poemas, de sus obras “Pequeño
Réquiem por 21 hombres grandes” y “Autorretratos sin óleo”. Pasen y lean.

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Del Cristo del Buen Sufrir y sus milagros

Así fue que las gentes se acercaban y tocaban el trono, y se bendecían diciendo:
“Cristo del Buen Sufrir, danos tu bendición en este Viernes Santo”. Y durante horas
caminaban todos por las calles de la modesta ciudad pensando sólo en la muerte de Jesús
de Nazaret, crucificado hacía dos mil años, aún llorado como Dios y admirado como
hombre. La Banda de Cabecera de la Hermandad tocaba continuamente, las trompetas
sonaban con su eco purificador acompasadas por los severos tambores. Y ahí estaba la
talla del Cristo, esculpida por el maestro Gabino del Monte en el año 1872, abriéndose
paso con pie de plomo gracias a los fornidos costaleros, ataviada con su túnica púrpura
de la Pasión, portando sobre su frente la terrible corona de espinas. Con sus manos
agarraba la cruz eterna, la misma que cada año simbolizaba su Vía Crucis. Unos
mechones rojos se derramaban por su cara torturada y exageradamente realista.
Fijándose bien, oculto tras el pelo real que colgaba de su cabeza, se podían vislumbrar
bajo sus ojos dos lágrimas de cristal, subrayando siempre su dolor.

La procesión anduvo a ritmo de tambor durante casi doce horas seguidas, desde
las cuatro de la mañana hasta las cuatro de la tarde, y tras el crucificado su madre, la
Virgen María, tallada también con dulce artesanía y encerrada por cien cirios en su celda
de clausura.

Ahora el trono volvía a casa, a la parroquia de San Bartolomé Desollado,


cumpliendo así su ciclo vital de cada año, que por un lado le daba vida y por otro muerte.
Todas las personas allí reunidas, con el corazón en vilo por ver al fin el pequeño milagro
del día, buscaban un lugar en que subirse, en que alzarse por encima de los demás y ser
partícipes de la tercera y última bendición de Jesucristo. Con un mecanismo oculto, la
mano derecha del Hijo de Dios haría en breves segundos la señal de la cruz sobre el aire
liviano, bendiciendo a los hombres y mujeres de la tierra. Algunos lloraban, mostraban
su fe ciega poniéndose de rodillas en el duro suelo y diciendo: “Bendícenos, Señor, que hoy
nos sentimos todos crucificados”.

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Y así fue que este Jesús de Nazaret, en vez de dar a todos la bendición con sus
dedos de madera, dejó caer la robusta cruz en lo alto de su trono, y dijo: “Esperad, hijos
míos, no me conduzcáis tan pronto al final de mi calvario, que para esto es hoy un santo
día, y todo nos ha de ser perdonado”. Su voz susurró a todos los oídos de la ciudad,
llegando incluso a aquellos de los que no se encontraban allí delante, frente al hacedor de
milagros, causando estragos de pasión y fe. Los rostros se hicieron piedra, y las bocas y
las manos se crisparon como figuras de barro cocido, y se hizo bien la lágrima y la magia
de la Cristiandad. Y el Cristo dijo, acercándose al borde del trono labrado, dejando
asomar los dedos de sus pies descalzos: “Ya está ahí mi Gólgota lapidario, pero no me
siento hoy con fuerzas de verlo siquiera. ¿Es que acaso os sentís también vosotros
asesinos? Dejad la pena y el sufrir para otro día, hijos míos, por favor os lo pido, y
dejadme disfrutar de éste espléndido Viernes. Así lo deseo con toda mi alma, son ya dos
mil años de cruz temible”.

El milagro del Cristo del Buen Sufrir hizo que se alzara un grito esplendoroso al
unísono, un fuerte: “¡Milagro!”, y luego un potente: “¡El Señor ha hablado!”. La masa de
gente comenzó a apretarse contra el trono, estirando todos cuanto podían sus dedos
creyentes, a veces rozando las imágenes de la vida de Jesús que aparecían en los
costados, otras sintiendo llegar espiritualmente todo su poder sacro. El frenesí ya no
podía crecer más, pues ya era todo al máximo, desde el principio. Y dijo Cristo,
levantando sobre su cabeza perfecta ambos brazos, como buscando un espacio en el
silencio sobre el que hablar: “No, hijos míos, no. No busquéis en mí la curación de
vuestras almas, pues no soy más que un pedazo de madera bien tallado. Me habéis tocado
ya mil veces a lo largo de los años, y os aseguro que sigo siendo el mismo. Dejad la
plegaria, la piedad y la voluntad de reliquias, no lo quiero ante mí ahora”. Y la gente,
muy poco a poco, fue callando, y los costaleros y los penitentes jamás se sintieron mejor
ante su empresa santa.

Volvió a hablar el Señor mirando a cuantos tenía delante, y luego al cielo, y a los
pájaros: “Ya habrá tiempo de seguir con esta tragedia, esta farsa antigua... Mantened
alejada ahora la visión de mi muerte y dadme la oportunidad de soñar con un instante de
vuestras vidas, en verdad humanas”. La gente escuchaba, pero no entendía. Por otro

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lado, la Hermandad nunca hubiera imaginado llegar a tal orgullo. El Cristo, con sus
labios de suave talla, dijo: “Quiero ser como vosotros, sentir como vosotros. Llevadme, por
ejemplo, hijos míos, a ese cine del que habláis tanto. Deseo saber que bendita cosa es esa”.
Y cada una de las personas presentes en la procesión, hipnotizada por la sorpresa de
estas palabras insólitas, se miraron unos a otros, sin saber bien que hacer. Un anciano
habló: “¿Pero no eres tú el Cristo del Buen Sufrir?”. Dijo Jesús: “Lo soy. Uno sólo, dividido
en mil tallas por el mundo”. Una mujer habló: “¿Pero no fuiste llevado a la cruz en este
día santo?”. Dijo Jesús: “Lo fui. Y por eso mismo deseo desprenderme hoy de ése mi eterno
destino”. Un penitente dijo: “Pero... ¿Al cine, Nuestro Señor?”. Y aquí finalizó Jesús: “Sí,
al cine, pues os he visto llorar y reír en él, e incluso temer y amar, y eso describe cuanto es
el hombre. Durante dos milenios he sido una imagen, un ídolo de lo que fui, no una
realidad, sino la mentira de un sueño. Vosotros, por vuestra cuenta, habéis intentado
labraros a mi imagen y semejanza, y esto no es del todo correcto. Ahora os digo que
vosotros sois la ley y la verdad, y es mi misión el hacerme humano. Eso es lo único que
deseo, reír, llorar, sentir... Quiero volver a ser hombre”.

Entonces todos comprendieron, y de nuevo al unísono, las gentes dijeron:


“¡Milagro!”, y todos lloraban de camino al cine, pensando en que el Cristo había bajado
de los cielos por ellos y para ellos. Y llegaron, y miraron las sesiones, y por la hora que
era y por la curiosidad que le inspiraba el cartel de la entrada, el Señor dijo: “¿Qué tal si
vemos ésta?”. Una mujer entonces, de edad avanzada y aspecto algo severo, se acercó a la
escultura viviente, y así le habló al Señor: “Señor, esa no os la recomiendo, es de un
marciano y de naves espaciales y es para niños...”. Cristo se volvió hacia ella, y,
poniéndole una mano en el hombro, le habló, y todos escucharon: “¿Y no es acaso la
fantasía, bendita mujer, la mejor forma de evadirse de las maldades del mundo, que por
siempre nos persiguen y atormentan? Y si es para niños... ¿No es acaso el mundo de los
niños el más perfecto y puro entre los humanos, en que se descubre la vida y se vive por
ello, de alguna forma, tal vez con más intensidad?”. Y luego dijo, ya para acabar,
señalando el cartel de aquella película, que de “E .T. el Extraterrestre” se trataba: “Ésta
es la que quiero ver, mirad que imagen poderosa la de esta pintura, que me recuerda
tanto a la Creación de nuestro divino Miguel Ángel. Siendo como parece ser, esta película
no puede ser cosa tan mala”.

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Así que, viendo tranquilamente en su butaca la película aquella, el Cristo quedó
sorprendido por la magia del cine y la maravillosa historia, que tantos recuerdos le traía,
y por los buenos sentimientos que inspiraba, e incluso derramó alguna lágrima más de
las que ya estaban vertidas en forma de cristal sobre sus mejillas. Y cuando todos a su
alrededor murmuraban sorprendidos por la plenitud extraña del milagro, el Cristo del
Buen Sufrir se daba la vuelta levemente y decía, siempre con la voz de la justicia y la
bondad: “No hagáis tanto ruido, hijos míos, que no me dejáis ver la película”. Al salir,
aquel Jesús de madera sólo pudo decir: “Ésta es buena forma también de hacer milagros,
¿no creéis?”, a lo que muchos decían, asumiendo esto como verdad cristiana: “Lo es, lo es”.

Luego, que eran ya las siete de la tarde y, por motivo de la escena mística, ya
habían cesado todas las procesiones en la pequeña ciudad, un hombre ciego se abrió paso
entre la multitud hasta el Señor. Todos le conocían, y dijeron al verle: “¡Es Alberto, el
ciego! ¡Es Alberto, el ciego!”. Y dijo él: “Señor, soy ciego desde los tres años... Sé que tienes
en tu mano el hacer que pobres hombres como yo curen con sólo tocarles. Así te pido, me
devuelvas de nuevo la vista”. Cristo le miró a los ojos, por los cuales aquel hombrecillo no
veía, y le habló severo, aunque con esa voz de amor que nunca pudo desprenderse del
Nazareno: “Escúchame, hijo mío, y no temas por lo que voy a decirte, pues ellas mismas,
mis palabras, te servirán de consuelo. No puedo llevar a cabo tal empresa, pues no es hoy
un día de curación, tan sólo de mi purificación como hombre. Hoy no hay divinidad en
mí, tan sólo está mi Dios Padre para mantenerme aquí en pie, y vivir... ¿Y qué sería de
todos aquellos a los que, aunque quisieran, necesitándome incluso más que tú, no
pudieran llegar a mí para que yo les curase? Tú mismo has dicho ser ciego desde los tres
años... ¿No ha sido todo este tiempo motivo de costumbre y lucha? ¿Es que no sabes que
hay hermanos nuestros que, aun viendo, son más ciegos que tú? Eres un hombre hecho en
la oscuridad, no creas que la luz puede ayudarte ahora. Tú ya estás salvado, y tuyo es ya
el Reino de los Cielos”. Y seguidamente, Jesús de Nazaret dejó caer sus labios en su
frente, y tras el beso, siguió su camino por la ciudad. Los tambores seguían sonando una
y otra vez, endulzando con festejo la asombrosa aparición.

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Fue entonces que un inocente niño se llegó a los pies del Señor y, curioso como
suelen serlo a su edad, alzó la gruesa túnica bordada con filigranas de oro que cubría su
cuerpo. Descubrió entonces, y junto al niño muchos de cuantos allí estaban, que no había
en la desnudez de Cristo más que un par de palos arquitectónicamente clavados, es decir,
que en serio seguía siendo el Señor una talla en madera, y simplemente eso. Él dijo: “¿No
os lo dije, hijos míos? Sigo siendo el mismo, solo que con el aliento del Todopoderoso en el
pecho”.

Según fue anocheciendo, el Señor se sintió más libre, más cercano a la multitud, y,
con una gran sonrisa benévola, con enorme calidez en sus ojos de cristal, inspiro a todos
su confianza, hablando así: “Se hace la luna en la cúpula del cielo. No me llevéis a iglesia
o parroquia alguna, tampoco eso lo deseo como fin de ésta mi resurrección”.

Se acercó un sacerdote, aquel que oficiaba en la mencionada parroquia de San


Bartolomé Desollado, y con algo de nerviosismo, pues se dirigía al Cristo cara a cara,
dijo: “Señor, oh, es tanto el respeto que yo te guardo, que me parece difícil, casi imposible,
el entender esta nueva forma de ver las cosas. ¿No es la Iglesia aquello por lo que luchaste
hace ya tantas centurias, y no le debemos a ella tanto por ser hija de tu seno?”. Dijo Él:
“Lo es y no lo es, pues vino la Iglesia dada como algo divino, y el hombre la hizo suya de
tal forma que, cuantos defectos tiene en su haber el hombre, los tiene también su Iglesia”.
Dijo el sacerdote, incrédulo ante el extrañísimo actuar de su Señor: “Pero Maestro... ¿Qué
hemos hecho mal entonces?”. Y el Hijo de Dios, guardando primero un breve silencio como
el que respiran a veces las tumbas, mirando a todos los presentes con un fuerte cargo de
conciencia, dijo luego: “Guárdate de comprensiones que puedan herir tu orgullo de
creyente, sacerdote, que tú has obrado bien desde el principio y no hay forma de que las
culpas que otros han de llevar consigo te rocen y dañen. Que mis palabras no caigan al
duro suelo y se rompan en mil añicos. Cuídate de cuanto te dijeren aquellos que creen
estar por encima de ti, pues sólo hay uno que pueda dárselas con ese cargo. Y ése es el
Dios Padre, que a través de mi boca y pensamiento te habla”. El sacerdote, hincando las
rodillas en el suelo, rompió a llorar ininterrumpidamente, hasta que la mano tallada se
posó sobre su cabeza, y luego sostuvo su barbilla entre sus dedos. Dijo el Cristo del Buen
Sufrir: “¿Por qué lloras, hijo mío? Ya lo dije antes, y con devoción por todas las criaturas

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del Señor lo repito ahora. Dejad la pena, el dolor y la fe ciega, al menos por hoy, pues es
éste un día bendito. Haya paz, y amor, pero también diversión y risas”.

Los tambores seguían marcando el ritmo, una y otra vez, una y otra vez, hasta
que, llegados a una gran plaza, la Plaza de Antonio Soler, Jesús dijo a la banda: “Hijos
míos, Dios os bendiga, pero parad ya, pues en verdad os digo que tengo la cabeza como
un bombo”. Y dicho esto, la Banda de Cabecera de la Hermandad se detuvo.

El Señor anduvo hasta un local en que se veía escrito a la entrada: “Golosinas,


cerveza y bollos Antonio Soler”. Entró y, dejando helada a la dependienta por lo
repentino de su llegada, que aunque ya se habían oído suficientes rumores por todos
lados de que Jesús de Nazaret estaba en la ciudad, verle con ojos propios siempre
sorprendía, dijo: “Buenas tardes, buena moza. ¿Cuánta cerveza podríais darnos para esta
buena ocasión? Vuestro Señor, directamente, os lo pide”. Todas las gentes se miraron
como sin haber entendido. La chica logró emitir unas palabras, aunque con voz débil y
temblorosa: “¿Có... cómo? ¿Cerveza?”. Comenzó un murmullo que fue creciendo, hasta que
Cristo alzó de nuevo los brazos: “¿Cuántas veces habéis hecho esto sin mí?”. La gente calló
casi de golpe. Él dijo: “¿Es que no sois capaces de hacerlo ahora conmigo?”. Y al poco,
todos entendieron, y todos rieron con aquel Cristo del Buen Sufrir, y algunos seguían
gritando, muy de vez en cuando, con voces nada apagadas: “¡Milagro! ¡¡Hosanna!!
¡¡Milagro!!”. Se sentaron todos en aquella plaza, y hubo bebida para todos, y aunque
algunos y algunas no gustaban del todo de lo que estaban viendo y oyendo, no tuvieron
más que callar, porque la única palabra con derecho era la de aquel Cristo renovado y
puro. Y el Señor se sintió hombre como jamás se había sentido, pues ni siquiera en su
anterior vida, la del Jesús nazareno de los evangelios, había sido tan dichoso. Los
presentes cantaron en su nombre, y pese a que Él se sentía algo molesto con tanta pompa
en su honor, calló por ellos.

“Oh, Señor, Hijo de Dios, ¿cómo hacer que estos últimos momentos con nosotros te
sean duraderos e inolvidables?”, se vino a decir una joven muchacha, y Él contestó: “Ya
están escritos en mi memoria por siempre, y también en la vuestra, y en la tuya, y hasta os
digo que en la Historia, pues mientras haya personas como vosotras narrando cuanto

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aquí han visto, esta escena se mantendrá viva en el Arte y en el Tiempo”. Y aquí besó
Jesús a la joven muchacha, primero en la frente, luego en la mejilla y después en los
labios, y ella sonrojó, y enamoró por siempre de tal escultura.

Pero Cristo sabía que aquello no había de durar, pues, en el fondo, su Pasión había
de ser la misma, con su final en la cruz del martirio. Así que, a las cinco y media de la
mañana, con tristeza, se levantó de aquel banco en el cual había reído y bebido como
vulgar hombre, y, poniéndose en pie sobre él, haciendo acallar al buen pueblo, pidió un
minuto de silencio. Así se hizo.

Luego, acogiendo lloros y piedades, el Cristo del Buen Sufrir terminó aquel
Viernes doblemente Santo con estas palabras brutalmente humanas e inolvidables:
“Hijos míos, hermanos, ha llegado mi hora. Os doy las gracias como Hijo de Dios por
haberme hecho sentir hombre, y os pido en verdad, no olvidéis lo que habéis aprendido
aquí conmigo. Soy todo vuestro, de nuevo. Llevadme ya, por favor, a mi calvario. Así lo
quiere el Dios Padre, y, por ello, así he de quererlo yo. Hacedlo ya, pronto, llevadme a la
parroquia. Dadme ya la muerte”. Y los ancianos, y las mujeres, y los hombres, y los
niños, todos en un murmullo perpetuo, pidieron clemencia a los cielos, y sus caras y ojos
todos húmedos por el tremendo sufrir de sus penas, ya que nunca se había vivido así la
Semana Santa.

A las seis y veinte de la mañana de aquel Sábado especialmente humano, el Cristo


del Buen Sufrir se subió a su trono, recogió su cruz y, dando la bendición con la mano
firme pero dolida, fue llevado por los costaleros al interior de la parroquia de San
Bartolomé Desollado.

No tardaron en sacar el trono de la Expiración Divina, en que Cristo era ya


crucificado, y horas después el trono del Descendimiento, y por último en aquel Sábado,
el del Jesús del Santísimo Entierro, completando así el ciclo que debía haberse cerrado
aquel pasado Viernes de milagros, cambiando por una vez tradición e historia. Y ésta
vez, ahora con tremenda agonía de creyentes, las gentes lloraron como nunca, nunca,
habían llorado por una talla de madera.

- 83 -
Pequeño réquiem por Hitchcock (1899-1980)

Si presientes una trágica desgracia


entre las grises esquinas enfrentadas;
si oyes crujir la puerta felina
en macabras danzas sobre dos bisagras;
si crees ver una sombra caprichosa
escondida tras la cortina de la ducha;
si hueles la hoguera inesperada
de las llamaradas huecas y sordas;
si escuchas ruidos extraños en la ventana
y no asemejan huesos de árbol;
si intuyes el malestar de los cuervos
marchando fúnebres los aires;
si notas los golpes bajo la escalera
que con vértigo cruje sus peldaños;
si sientes sudores fríos sobre la nuca
como un gato noctámbulo agazapado a los tejados,
no temas.

Es el maestro Hitchcock,
que planea rodar temores por última vez.

- 84 -
De mi corazón

Desde el suelo
se alza una torre caliente
de carne infranqueable.

Protege de asedios
a mi corazón
con doce pares de costillas
de empalizada.

No logran pasar
ni los cañonazos del viento
ni la soldadesca de la lluvia.

Pero siempre,
siempre,
a golpe de amores
se infiltran por rendijas
en mis débiles muros
muchachas de ojos claros,
dorados cabellos
y cuchillos asesinos.

- 85 -
De
De mi
mi memoria
memoria

Mendigando mi presente,
camina a mi lado la ausente fotografía
que jamás se hizo,
y que tengo llena de agujeros
en el bolsillo
de algún pantalón desprestigiado.
La meteré en el álbum
sin cubiertas que tanto peso porta,
aquel que anda forrado de promesas.
¿Qué biblioteca de Babel es esta
llena de miedos de Borges,
cargada a rebosar de presencias
que no pueden admitir una caricia?

¡Que mal plato para el hambriento,


que sólo nutre lágrimas!

Te lo tengo dicho,
memoria:
vivir del recuerdo,
sobrevivir con la nada.
Pablo Morales de los Ríos
- 86 -
ANA PATRICIA MOYA

Ana Patricia. Alias Periquilla los Palotes (no “de” los Palotes),
nacida en 1982, acuariana testaruda y pasota. Currante desde los
dieciocho años y estudiante frustrada de Relaciones Laborales,
está a punto de terminar la licenciatura en Humanidades con
sendas especializaciones en las orientaciones de Filosofía y
Arqueología. Escritora de cuentos, microrrelatos y de novelas,
poeta de palabras e imágenes: le han publicado algunas cosillas
por ahí y hasta ha quedado tercera en un destacado concurso de
relatos. De mente y culo inquieto, adora las viejas glorias
musicales, el chocolate blanco, el Black Devil y el More, el valgas
y el bourbon Four Roses – miente cuando dice “ni fumo, ni bebo,
ni digo palabrotas”, sobre todo miente más en esto último -, y
atiborrarse de barato prozak de azúcar, preferiblemente en forma
de esponjitas. Tres pasiones: el negro, el arte y la reflexión. Tres
palabras definitorias: orgullo, paciencia, tesón. Tres frases
propias: “haz lo que debas”, “haz bien y no mires a quién” y “la
culpa no fue mía: yo era joven, inocente e ilusa”. Confiesa que es
mística, una nostálgica sin remedio, un “poquito” radical,
un “pelín” supersticiosa y muy puñetera cuando la
ocasión lo requiere.

Los textos – seleccionados por ella misma – que ofrece para este
primer número de Groenlandia es un “cuentecito”, un relato – de
obra inédita de cuentos y poemas pertenecientes a poemarios
también inéditos -, y dos poemas visuales.

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Gloria

Soy un Dios metido en el cuerpo de un monstruo que llega a la

ciudad gris dispuesto a arrasarlo todo. Mi entrada es triunfal:

con mi pesada cola de reptil destrozo el frágil edificio de la sede

de Justicia. Con mis poderosas patas, pisoteo los apartamentos

ilegales de la costa, aplasto los cochazos aparcados en lujosas

residencias. Cuando llego al centro, con mis escamadas y

afiladas zarpas agarro a dos infelices que salen del banco

hipotecario; al trajeado le arranco la cabeza de un bocado y

luego mastico su cuerpo, al segundo desgraciado me lo trago

directamente. Sigo sembrando el caos, el pánico y la

destrucción hasta que el director grita: “¡corten!”. Me quito la

sudada máscara del disfraz de dinosaurio y abandono el plató

con el decorado de cartón piedra y plástico. Y suspiro, triste: he

recuperado mi indeseada identidad. La gloria ha concluido y

será la gran diversión en horario infantil.

- 88 -
Androginia justificada

Mi consolador se llama Pepe – no, no es el nombre de alguno de


mis ex – y es genial. Lo adoro.

Me lo monto donde y cuando quiera: siempre está disponible. Yo


ya no tengo que esperar hasta las tantas de la noche – hora habitual de
los encuentros con los antiguos amantes – o hasta que se acabe el
puñetero partido de fútbol de la televisión.

Es fiel. Sé que nunca me engañará: está bien escondido en el


cajón de mi mesilla. Sólo le permito serme “infiel” cuando yo estoy con
otro y le permito que participe… aunque esto se da en poquísimas
ocasiones porque casi siempre el ligue de turno le rechaza porque
puede herir su masculinidad – Pepe es de talla extra grande - y su
condición de machote heterosexual.

Se preocupa por mí: con Pepe, hay sexo seguro. Ni riesgo de


embarazo, ni de ser contagiada con alguna enfermedad. Además, es
limpio: le meto unos fregados en el lavaplatos que se cruje.

No es un coñazo: me encanta su silencio, no habla más de la


cuenta y se limita a su función de vibrar. No tengo que soportar
tonterías típicas de los tíos, ni desagradables chistes machistas ni
tampoco los comentarios acerca de las mujeres más sagradas para
ellos, que son las dichosas madres.

Y lo mejor, lo mejor de todo, es que nunca miente: no me dice “te


quiero”.

Yo no odio a los hombres. Odio su cerebro secundario.

Y afirmo estar enamorada de la mecánica: me encanta Pepe, el


sustituto del orgullo masculino.

- 89 -
Realidad extraña

No hay nada peor


que sentirse sola
estando con alguien.

El amor
es una sombra
extraña.

- 90 -
Botas sucias (pasos limpios)

Zapatos

Así está el camino: complicado.


El suelo está frío: Necesito unos zapatos nuevos,
mis pies desnudos caminan un calzado que atrape mis píes
sobre terreno desconocido. en la resistencia de la seguridad.

Me corto con fragmentos de cristal, Y me conformo con la piel agrietada,


me tuerzo un tobillo por descuido, cubierta de tiritas y gasas enrojecidas:
me mojo con pequeños charcos. cuando dije “quiero este sueño”,
perdí los zapatos de la realidad.

- 91 -
Soleda
lledad
edad
Soledadd ac
acom
omp
pañad
ada
acompañada a ((II)
II))
II

Ana Patricia Moya Rodríguez


- 92 -
- 93 -
SAÚL ARIZA

Saúl Ariza (Córdoba, 1984). Estudia actualmente la

licenciatura en Humanidades en la Universidad de

Córdoba. Asimismo, ha realizado estudios de

Interpretación en la Escuela Superior de Arte Dramático

de Córdoba y de Dirección de Escena y Dramaturgia en

la de Málaga. Hasta ahora, su escritura se ha

traducido en cuentos, relatos y, especialmente,

poesía, aunque actualmente prepara su primera

obra teatral.

Los siguientes poemas del autor son reflejo de la

experiencia del amor, y si bien son creaciones

independientes, no inscritas en ninguno de sus

poemarios, bien podrían formar una especie de trilogía

que expresa distintas evocaciones de emociones que sin

duda tienen la experiencia amorosa como telón de fondo.

- 94 -
Le conté al agua

Le conté al agua
La distancia
que había amado,
que existe
le conté al agua
como un vacío
que había vuelto a amar,
como un hueco
y el agua corría
crece
y se iba
en el acercamiento
y me contaba,
limpiándome las señales
Juego del amor
de mi cuerpo enrojecido,
búsqueda
que para volver a amar
primero hay que saber olvidar.
Ultraje
de ser visto
Que amar por dos
por ojos que no ven
a quien no lo hizo una
es morir dos veces
y olvidar ninguna

El joven idealista no sabía que su don


era la infinita tristeza del sueño ido.

Saúl Ariza
- 95 -
VERÓNICA MORENO PUERTO

Verónica Moreno Puer to. La poesía está en todas partes aunque a


veces la atrapemos. Esta es la historia de cómo conseguí capturarla y
encerrarla en diversos papeles. Todo comenzó cu ando me licencié en
Humanidades (sí, existe esta titulación, siempre me gustaron las cosas
desconocidas) por la Universidad de Córdoba, continué con la caza e n
varias publicaciones colectivas como “Cuadernos de creación literaria”,
colección de poemas y relatos de un taller de creación literaria
realizado en 2005 y editado por Plurabelle. Y así continué capturando
miradas poéticas en la recopilación de poemas del recital de la CNT
realizado en el día de la mujer trabajado ra de 2007 e intentando
hablar con palabras sobre palabras en la Agenda Cultural Andalocio
en su edición en papel y colaboración digital con mi perfil. Intenté
reducir la palabra a su esencia y así fui Finalista del I concurso
Literatura Comp rimida 2006 patrocinado por Cajastur, en una
publicación digital con los 177 microrrelatos finalistas. Me di cuenta
de mi error e intenté liberar a la poesía pronunciándola en voz alta en
un bar y conseguí la segunda posición en el VI Premio Alea Blanca,
lectura pública de poemas que se realizó en el Café Anais en Granada
y la sorpresa volvió a aparecer en un poema que llegó a la publicación
en el fanzine “Bar Sobia” de la editorial La Bella Varsovia.
Actualmente, soy miembro de la mesa de redacción de la
publicación Café con Letras, que vio si primer número en
Enero \ Febrero de 2007 y sigo viendo poesía por todas partes
pero ¿es la palabra suficiente?

Esta visitante de Groenlandia nos deleita con poemas. Que ustedes


disfruten de la lectura de sus versos.

- 96 -
Un día

Dormito en un rincón
despedazado de silencio.

Un día saldré hacia campo abierto


sin miedo al sonido de mi voz,
caminaré por los extensos maizales
afinando las palabras, alargándolas, desmembrándolas
hasta perder el sentido de mi propia existencia
y sólo existan para mí.

Y nombraré las cosas en un parto interminable.

Aunque los hijos,


desagradecidos por su propia independencia,
caminarán por mil caminos estrechos y retorcidos.
Arrancados de mis entrañas,
romperán el silencio en el que habito,
dejando entrar el aire en esta casa deshabitada de palabras.

- 97 -
Dolores

Casi nunca toco los bordes de la sangre ajena


para que no se derrame entre mis dedos,
líquida y escurridiza.

No quiero caminar por los surcos de las lágrimas de otros


sintiendo que mis pies han hecho ese camino al andar.

Paso de puntillas por los lamentos de mis alumbradores


como una ladrona de palabras,
con puñados de arena en los bolsillos agujereados,
golpes sin marca.

Todo comenzó cuando un día me cortaron el cordón umbilical.


Desde entonces, a veces, cuando llueve o hace frío,
duele como una herida antigua que nunca terminó de curarse.

- 98 -
Desteñidos

Tengo el yo descolorido,
se le ha ido la color, el entusiasmo.

Como agua se derrama por las aceras


en pequeños charcos de desidia
donde los niños chapotean.

Se olvidó de la belleza de la sangre sobre la nieve


y comenzó a cambiar al canal de las antenas.
Cambió el grito por un amago de suspiro,
un susurro.

Tengo el yo descolorido,
construcción verbal sin la palabra.

- 99 -
Retrato
Retrato

Tus cadenas son de azúcar


mientras nadas por el río desnuda,
aunque la desnudez en ti no significa transparencia.

Nombras el mundo con palabras inversas


en una tierra de nombres secretos.

Alargaré la mano hacia ti para darte una sonrisa


para que tus labios rocen los hilos del tiempo.

Seguiré atenta siempre a tu boca,


aunque nunca necesite a la mía para un beso.

Verónica Moreno Puerto

- 100 -
ÁNGEL REMIS SAUCEDO

Ángel Manuel Remis-Saucedo. Nacido en 1984 en la Ciudad

de México. Actualmente, reside en España. Hijo de emigrante

español y madre mexicana de ascendencia vasca, explica su

decisión de emigración con las siguientes palabras: “México es un

país en verdad hermoso, con una cultura inmensa y gente vive

para ella, lo lamentable de la situación del país es la impune

corrupción que lo apresa a todos los niveles, sin cercanos destellos

de cambio, lo que complica tanto al ciudadano de a pie que se ve

indefenso para hacer efectivo el uso del Derecho, como a todo

aquel que no se encuentre de acuerdo con el sistema, sin

posibilidad individual alguna de cambiar el panorama”. Autor

narrativo de ficción literaria que abarca desde relatos

hasta novela, ha dirigido la Revista Literaria Café con

Letras, escritos de ensayos sociales y políticos,

actualmente prepara la edición de su novela “La ordalía

de Quetzalcóalt”.

Ángel ofrece a Groenlandia dos relatos, titulados “En el Tenampa

te vine a encontrar” y “Carta a Santiago”.

- 101 -
EN EL TENAMPA TE VINE A ENCONTRAR

Hoy le he pedido perdón a la virgencita de Guadalupe, allí en


su casa la basílica. Le dije arrodillado que vengo de Cocula a matar
a mi primo Isidro, el jerillo de la Hacienda La Cotera de Amatitán,
también de allá en Jalisco. No sé si me ha perdonado lo que voy a
hacer, pero por lo menos seguro que me entendió. Yo de todas
maneras le encendí una veladora.

Llegué aquí a la capital buscando donde tocaran mariachis


porque me dijeron que a mi primo le gusta la cantadera y que
seguro que lo encontraba aquí en la Plaza Garibaldi porque
cuentan que no canta malas rancheras, solamente que tiene mala
sangre el muy desdichado porque cuando se toma una botella de
tequila empieza a contar cosas que mejor tenía que guardarse páel,
y más siendo cosas de familia, que a nadie le importan ni le
interesan.

El encargo me lo hizo mi abuelo Don Anselmo Arteaga, padre


de mi padre y caporal de La Ensenada. Ya cuando andaba enfermo
y a punto de morirse me dijo que allá por los tiempos de la
Revolución, cuando él era muy chamaco todavía, tuvo que emigrar
pá los Estados Unidos, porque las tropas de Villa andaban
quemando las haciendas.

Dice que a él le tocó ver cómo colgaban al caporal de La


Sauceda, que era nuestra. Me contó que se escondió con sus
hermanos y sus padres en las porquerizas pá que no los
encontraran, y que tras la baleada nomás no pudieron evitar que le
prendieran fuego a todo el casco de la hacienda y a los sembradíos.

Me dijo que pues ya nomás no pudieron hacer nada más que


caminarle al norte y que si no es por un buen paisano de
Guadalajara, amigo de mi bisabuelo Don Martín Arteaga que era el
hacendado de La Sauceda, pues no tienen ni como seguirle, pues
imagínate tú, eran ocho criaturas con mi abuelo más la madre, que
pál caso el padre ni come con tal de no ver a sus angelitos
desfallecer, pero eran nueve bocas, óyeme.

Total que con el encomiendo a Dios y el poco dinero que


llevaban pudieron llegar al norte. Allá se quedaron doce años hasta

- 102 -
que se acabó la revuelta y volvieron con lo poco que juntaron de
regreso pá Jalisco.

De la Hacienda La Sauceda quedó solamente el casco medio


cayéndose y como tres mil hectáreas de sembradío en propiedad, de
las treinta mil que tenía antes; y adivina de quién eran ahora, pues
del hermano de mi bisabuelo, Mauro Arteaga, que antes de la
Revolución era cabestrero.

Pues de ahí viene el cuento este, oye. Que el Mauro este se fue
de revolucionario con Villa pá denunciar a los hacendados a cambio
de que en la repartición le tocara un casco de hacienda. Y mira tú
que el General Villa no era tan tonto que le dejó La Sauceda, que
era de mi bisabuelo, su hermano, pá que ante la gente de las
cercanías se supiera quién había sido el soplón.

Ahora es cuando la cosa se pone buena, porque ya lo perdido,


pues perdido, pero dicen que el dinero malo no hace ganancia en
manos de ladrón. Pues mira tú que quedó medio atontado el tal
Mauro con eso de saber que le había robado a su propio hermano,
que nomás se la pasaba bebiendo y bebiendo en las cantinas, de
mujeriego y pe leonero buscando la muerte.

Al final se gastó todo lo que tenía jugando a las cartas con los
otros dizques hacendados a los que les regalaron las tierras en la
repartición. En una de esas partidas que se le viene la mala mano y
pierde todo el patrimonio, así como lo oyes, en una jugada se le fue
la hacienda, las tierras y hasta el caballo.

Cuentan que se quedó mirando las cartas un rato largo y que


ni parpadeaba. Al final se levantó de la mesa, firmó el documento y
dicen que pidió la última botella que tomaría con sus amigos. En la
mesa yo creo que pensaban que esas palabras eran porque se había
quedado sin dinero, pero la verdad es que la intención era otra bien
distinta.

Lo llevaron a la que ya no era su casa de madrugada,


cantando, según me contó mi abuelo. Levantó a la mujer y a los
hijos, les dio dos cinturonzazos a cada uno y les dijo que no
entraran hasta el otro día a la hacienda a recoger sus cosas, porque
esa ya no era su casa.

- 103 -
Vete tú a saber si fue un accidente o no, pero pá mí que no. Esa
noche se prendió La Sauceda con Mauro y todo adentro, y dicen los
que lo vieron que las llamas se veían desde el Cerro de La Estrella.

Pos ya te podrás imaginar el coraje que hizo mi bisabuelo Don


Martín Arteaga, que ya andaba venadeando al Mauro pá matarlo
en la cantina por ladrón cuando se enteró. Pues que se me muere el
pobre del disgusto, imagínate tú el coraje que le dio que hasta la
tumba lo llevó por no poder vengarse.

Mi bisabuelo le dio el encargo a mi abuelo pá que completara


su venganza, porque si es verdad que La Sauceda ya no iba a ser pá
nadie, pues que no se quedara el agravio así sin cobrarse.

Mi abuelo no quiso ir a buscar a los hijos del Martín porque


eran hijos de viuda y eso a una madrecita no se le hace, así que dejó
correr los años. Después a mi padre, Facundo Arteaga, que era buen
gallo, lo mató un caballo que se encabritó en la sierra siendo yo un
niño y pues ya nomás quedé yo pá cumplimentar el encargo, que pá
eso soy el primogénito varón de mi familia.

Mi abuelo me dijo que era por la honra que nos robaron en la


Revolución, y encima nuestra propia sangre, así que pues ya ves, al
final te encontré después de tantos tropiezos aquí en la capital, y
aunque seamos ya primos segundos, pues las promesas son pá
cumplirlas, que pá eso aquí traigo la pistola de mi bisabuelo así que
ya ni modo Isidro, dispénsame pero nos tomamos la botella y
terminamos con esta historia tan atrasada que apenas hoy se viene
a cumplir, pero mientras ve llamando a los mariachis que nos
cantamos algo, ¿no primo?

- 104 -
CARTA A SANTIAGO

A la memoria de Santiago Remis-Saucedo.


Descanse en paz.

Estoy escuchando de fondo a Los Tigres del Norte mientras te escribo. Bien
sabes que no son muy de mi agrado pero los he puesto para ambientar el entorno
ya que después de un año de nue stra definitiva separación siento que si preparo el
ambiente me será más fácil e scribirte. La prueba es que los he puesto pensando
en ti y he recordado a la primer a canción cómo te entusiasmaban y lo que
discutíamos inútilmente sobre nuestro s gustos musicales. En eso también nos
parecemos, nunca dábamos nuestro brazo a torcer.

Te voy a ser sincero, no pienso rectificar ni una sola línea de las que te
escribo, voy a dejar que corra la tinta al mismo tiempo que fluyen los
pensamient os, así que si en tu afán de encontrar mis errores descubres que he
repetido palab ras o las frases quedan medio confusas, no te creas que es por falta
de oficio, sin o por temor a que se me inunden los ojos si repaso estas letras.

¿Alguna vez escuc haste hablar de George Perec? Era un escritor francés
medio raro pero tiene un li bro interesante que se titula en español Me acuerdo. Es
curioso descubrir la can tidad de recuerdos medianamente olvidados que vienen a
nuestra cabeza si nos po nemos a asociar ideas de nuestra infancia, adolescencia,
lugares comunes o lo q ue sea. Como bien te imaginas tú siempre apareces en
todas la líneas que llegué a e scribir siguiendo el modelo de Perec. La verdad es
que no me sorprendió demasiad o, es bastante normal, lo que más que enoja es que
no sé si alguna vez te dije o llega ste a imaginarte lo mucho que me importas.

En mi ejercicio de imitación del escr itor francés aparecieron los tiempos


dorados de Veracruz, ¿cómo no te vas a acor dar de Mariela?, la armadura de los
Ocampo en Cuauhtla donde tanto te reías cada v ez que la golpeaba y caía la
visera del caballero de bronce estático, el portón de la casa de Maruca el día que te
machucaste el dedo y te quedó negra la uña no sé cuánt o tiempo, los caballos del
Centro Asturiano, tu miedo al escuchar el silbato del carro de camotes, los abrazos
que te daba el abuelo, cuando aprendiste a caminar en Costa de Oro y cuando me
decías sonso en vez de hermano y te reías como el cabronc ete que siempre has sido
al ver que me molestaba y encima te reían las gracias…

Co mo ves el tiempo tiene al menos la gracia de hacer que recordemos a las


personas si empre con una sonrisa en el rostro, a menos que sean unos canallas y
en lugar de eso nos den ganas de lanzar truenos por la boca. Pero contigo siempre
sonrío. A pesar de nuestras diferencias supimos darnos cuenta a tiempo del cariño
que en verdad nos unía.

- 105 -
¿Sabes? creo que alguna vez te dije que el hubiera es el tiempo maldito de
nuestr o idioma. Nos aviva la mente y comenzamos a darle vueltas a cositas
pequeñas y aca bamos cambiando nuestro mundo en nuestra imaginación de tal
manera que cuando l a cruel realidad acaba por alcanzarnos sentimos una desazón
tan grande por todo lo que hemos hecho mal o simplemente dejado de hacer que
odiamos ese tiempo del es pañol. Contigo también es así; me reprocho más de lo
habitual el no haber estado c ontigo a tiempo. Sé que no hay nada que hacer, lo sé,
pero como me conoces espero qu e entiendas que si no te lo dije nunca es porque
suelo encerrarme en esta burbuja q ue no permito traspasar a nadie. En ocasiones
mis silencios se vuelven en mi cont ra pues la gente que no me conoce demasiado
prefiere mandarme al carajo antes que comprender. Por mi parte no los culpo,
pero a veces me duele que no me hayan dado si quiera la oportunidad de
explicarme. Así que si no te lo dije antes, te lo digo aho ra, perdona por no haber
estado allí antes.

Mi imaginación se pone ahora a volar y surco océanos y vientos hasta llegar


contigo. Te veo adolescente y enamorado d e una chica judía que nunca podría
haberte hecho el más mínimo caso en atención a l as normas. Miro ahora los rayos
del sol de España, tan distinto y tan parecido a la vez del de nuestra tierra
mexicana, impactando sobre mi brazo, extendiendo su s ombra sobre el cuaderno,
dibujando la silueta perfecta de mis vellos y recuerdo al instante tu barba. ¿Por
qué nunca te la dejaste? Seguro que te hubiese quedado bien.

Lo peor es mamá. No hablamos demasiado, al menos no tanto como tú con


ella. Sí, ya sé, son cosas que pasan, que el tiempo va borrando. En fin, naturaleza
nues tra. Pero ella me preocupa. No quisiera hacerle la pregunta fácil de que tan
repe tida pierde su significado. ¿Qué me diría? “bien, no te preocupes”. Quizá
piens e que no la entiendo. Y tal vez tenga razón, pero de cualquier manera intento
pone rme en su lugar y sé que no son fechas fáciles. Estas distancias lo complican
todo . No sé, a veces cuando pienso en ti me voy por las ramas y me acomodo en
respuestas f áciles. Me da por divagar, por darle sensatez a los hechos y creer que
al menos la f ilosofía puede otorgar una repuesta. Al final no hallo ninguna, al
contrario, m e deja todo este devaneo con una desazón infernal que no cuaja más
que en nudos de g arganta y un par de blasfemias sinceras.

¿De qué sirve que estemos aquí? Y sin embargo nos aferramos a este mundo,
a esta realidad. Cada vez que me lo pregunto cre o llegar a una respuesta
definitiva, al menos para mí lo es; creo que estamos aquí sólo para disfrutar. Sí,
¿no lo crees? No me explico cómo la gente decide hipotec ar su futuro e ilusiones en
créditos bancarios para hacerse con una casa, un coch e, te lo juro que no sé. Tal
vez carezcan de ambición o puede que realmente no se sie ntan mal consigo y su
mundo y el que esté equivocado sea yo. En cualquier caso por m ás vueltas que le
doy no tiene sentido.

- 106 -
Perdona, ya me estaba enroscando en uno de mis bucles interminables. Sí,
el don de la palabra a veces se trasforma en un poder desmedido puesto al servicio
de dem asiada gente que no sabe lo mucho que puede hacer con ella, para bien o
para mal, ¿m e explico?

Estábamos en que si estoy en lo correcto y en este mundo no tenemos más


función que pasárnoslo bien pues para sufrir ya hay tiempo o lugar o nada,
entonc es caigo como te decía antes en justificaciones que por muy sensatas que me
parez can no me dejan conforme. Lo que quiero decir es que aunque tú no estabas
bien, que no tuviste oportunidad de disfrutar, que no conociste más que una silla
de rueda s y la enfermedad, aún así, me duele no tenerte. Te escribo estas líneas
con la sec reta pretensión de que si existe otro lugar puedas acercarte hoy en tu
aniversar io luctuoso a leerla, o si existen otros mecanismos por los cuales puedas
ponert e en contacto directo con mi voluntad y pensamiento sepas lo mucho que te
extraño y la falta que siempre me vas a hacer. Apenas hoy pude sacar la foto tuya
que me rega ló mamá. Le tenía pánico hermano. Y sí, comencé a llorar. Me hacía
falta en verdad . Llorarte a solas, en mi departamento, sin música, sin televisión,
sólo tu foto y yo, tú en mis recuerdos, tú en cada cosa que hago desde que te fuiste
porque asumí que me tocaba vivir por dos. Sé que no estarás muy orgulloso si te
digo que no he com ido apenas en dos días. Espero que lo entiendas y me disculpes
también por eso. Ya sé que no te gustaría verme así, pero me es inevitable
Santiago.

¿Quién iba a dec ir que serías actor? No se te daba tan mal. Otra de las cosas
que nunca te dije es que me enorgullecía verte en los paneles de publicidad
gigantes y en la televisión. Sí, me guardé muchas cosas. Me enorgullecía verte
luchando por salir adelante, rogarle a Dios que te echara una mano sabiendo muy
dentro de ti que era verdaderam ente complicado, aguantar vendavales de casa y
familia y siendo y aceptando, cu riosamente, el crisol de nuestra casa.

Ya han pasado esos días en los que te envi diaba de niño por las atenciones
que te daban. Tuve que estar en terapia para comp render que las cabronadas que
te hacía pertenecen a la etapa concreta de la infan cia y que no pueden juzgarse
ahora al trasluz de la madurez. Me alegra haber podid o hablar contigo cada vez
que llamaba a casa. Lo hacía por ti, no por nadie más. Fui ste tú el que me hizo
volver a México apenas a los diez meses de haberme venido a viv ir a España. Al
menos arreglamos nuestras diferencias. Perdona que no haya regr esado a tiempo
y que me aferre al clavo ardiente de mi salvación telefónica de est os años, pero las
cosas son así y no se pueden cambiar, por mucho que ahora quiera.

Tendría muchas más cosas que decirte Santiago. Pero ya no puedo.

Ángel Remis Saucedo


- 107 -
CARMEN MORENO DÍAZ

República apícola

Un aire cálido del sur se coló por la ranura de una colmena de poniente.
Amanecía. En su interior, la sinfonía de miles de abejas obreras parecía distinta,
como si su mundo apícola se hubiera detenido de repente.

- ¿Cómo vamos a conseguir más abejas si quitamos a la abeja reina, es decir, abolimos
la monarquía?

- Mi consigna es jalea real para todos... que, por cierto, a partir de ahora se llamará
“jalea republicana”. Si alimentamos a más larvas con dicha sustancia, podremos
conseguir lo que antes llamaríamos reina; ahora tendremos tres parturientas
auntonomáticas o autonómicas, elegidas por concejo y que nos proporcionarán las
nuevas obreras...

- ¡Un panal de abejas sin abeja reina es una contrariedad!

- Esto es un “quítate tú que me pongo yo” democrático...- refunfuñó una.

- Chicas, nuestras compañeras las hormigas han hecho ya la revolución pro feminista
y además han conseguido media jornada y fines de semana libres.

- Entonces bajará la producción si se trabaja menos y moriremos en el invierno de


hambre- ha dicho el abejorro conservador, enfadado.

- No, porque habrá más obreras que trabajen. Haremos planes semanales para la
organización de los excedentes de producción.

Murmullos. Algarabía. Gritos de protesta. Confusión.

Cuando Abubú abrió por primera vez sus ojos en aquella tibia habitación,
presintió que todo estaba a punto de cambiar. Miró a su alrededor, asustada por el
alboroto y divisó a lo lejos una abeja amordazada con un estambre de flor muy
vistosa. Aquel insecto, digamos que con un porte distinto, oteaba desde su abandono
cada rincón de la colmena, como grabándolas en su memoria de abeja olvidadiza. Las
demás escuchaban a la líder republicana subida en un cajón de cera inestable. El
grupo, deslavazado aparentemente, seguía su orden interno: Las más escépticas se
agolpaban al final, ancianas, con su palillo de dientes entre sus manos. Otras,
exaltadas, seguían con sus ojos el discurso enfervorizado de Adelaida; y en el centro,
la indiferente mayoría, valoraba las consecuencias de un cambio revolucionario en la
historia apícola.

- Tendremos que elaborar una constitución para los demás paneles constituyentes,
vamos, que constituyen la granja, para que me entendáis... Si los convencemos,
¡podríamos formar una granja federalista!

- 108 -
- ¿Y cuál será nuestro himno? ¿Y la bandera?- preguntó una.

- ¿Quién será la presidenta?- inquirió otra.

- ¿Y qué pasa con los machos?

- La elección a la presidenta la someteremos a voto, nombraremos una ministra de


economía jaeleriana y una abeja-obrera-canguro... y, respecto a los machos, se acerca
el verano rojo y es posible que la República decida expulsarlos para siempre...

- ¡Eso no es democrático!

- Hay que someterlo a referéndum, que las abejas proletarias sean quienes tenga la
palabra.

Todas se quedaron pensativas por un instante, paladeando el sabor incierto de un


nuevo cambio. Parecía que la mayoría estaba de acuerdo. Fue entonces cuando al
final de la sala de plenos apícolas, se escuchó:

- ¿Y qué haremos con la Abeja Reina?

Todas miraron al suelo, reprimiendo cualquier mirada hacia aquel insecto recluido en
su condición monárquica. Ella había sido durante dos años la soberana y aún, en los
ojos de las abejas, quedaban residuos del respeto antiguo que profesaron a la corona.
Se sentían avergonzadas y soberbias al haber sesgado la evidente diferencia entre
ambas clases, cual experimentar la sensación de igualdad por primera vez o como
paladear sin permiso el sabor de la osadía. Solo Abulaida podía deshacer esa vieja
sumisión. Ella misma, incapaces las otras de tomar ninguna decisión radical, sugirió
que fuera una de las parturientas autonómicas durante lo que le quedara de vida. Sin
embargo, la monarca, entendiendo en silencio que la decisión era ya irreversible,
cogió su hatillo de polen rancio y calló su sentencia última en la que no habría
reproche, solo la exhalación cadente de una despedida prematura. Miró a todas las
obreras una a una, preguntándose tal vez en que había fallado el sistema, con ojos de
derrota y sumisión: aceptaría el exilio para morir reina sin corona ni trono.

Atrás, ya cuando desapareció por la ranura que un vigilante abrió con desprecio, dejó
palmas de fiesta, conjeturas de reforma y, envuelta en la sorpresa del nuevo día, a la
futura reina abandonada en una celdilla hexagonal.

Abubú IV abrió los ojos por un instante, pero no entendió nada de lo que acababa de
ocurrir a su alrededor.

Carmen Moreno Díaz


- 109 -
ÁNGELA MARIA ROMERO

TRABAJO

Todos los días salía por la puerta pensando si se la toparía por la


calle. Nunca era así, ella tenía marido.
A ella le gustaba comer, pero nunca se atrevió a llevarla al
restaurante ese donde se come sobre mujeres desnudas.
Es verdad que en el trabajo ya no trabajaba: se dedicaban a
tocarse con los pies, eso era lo bueno de compartir mesa y
ordenador, ella sin bragas; ella misma lo hizo varias veces, eso: ir
sin bragas. Y las dos se morían por ir a mear juntas para
aprovechar esos ocho minutos, metiendo dedos y chupándolos
después.

Y que los hombres no entiendan eso de ir juntas al baño...

CALEIDOSCOPIO

Sentada a horcajadas sobre él, a oscuras en las escaleras de aquel


parking, ella supo exactamente lo que tenía que decir: “no te
quiero”
Ya está, eso era todo lo que sentía.
Lentamente, sin mirarle a él, abrazados y con los ojos cerrados
dijo: “te quiero” sabiendo que estaba traicionándose a sí misma.
Lo dijo muy claro, muy despacio, porque era consciente de lo que
significaba esa decisión.
Hacía mucho frío fuera y lo había hecho todo tan mal, que
prefirió olvidarse del suceso y continuar su vida donde la había
dejado antes de las vacaciones.

- 110 -
EL NIÑO DE CRISTAL

El niño de cristal, no tuvo infancia, porque lloraba por cualquier cosa y sus
pa dres quisieron protegerlo.
No tuvo amigos que le quitaran la pelota, no tuvo no vias que le rompieran el
corazón, no tuvo mascotas que pudieran morir, no tuvo ni nguna discusión a lo
largo de su vida.
Era un pequeño buda feliz que no había ido nu nca a la playa, que no había visto
la nieve jamás.
Los humildes padres no contaro n con la adolescencia, que fue dura y estuvo
llena de candados. A los quince años e l niño de cristal lloraba por fuera
mientras se llenaba de rabia por dentro.
El ni ño de cristal se educó en casa, casi a la vez que su madre, que ejerció de
educadora ; obviaron los pormenores de las guerras; el Holocausto apenas
existió en su his toria y así infinitos detalles que crearon una realidad absurda
alrededor de su pequeño buda feliz.
El padre, trabajador tenaz y eficiente, cada vez estaba má s amarillo, pero nuca
era el momento de ir al médico: su vida estaba, literalment e, en su casa.
Allí murió, cuando el chico de cristal tenía veintidós años, la mad re rezó con la
cabeza gacha y dejó que su adorado hijo la viera llorar, sin congoja ni grandes
suspiros; tapó al padre, que había sido trabajador y tenaz en vida, co n la sábana
que estuvo presente en la concepción y el parto de su niño de cristal.
Los dos supervivientes de la familia se miraron sin pestañear apenas, alguno de
ellos, madre e hijo, debió haber dicho algo.
Tras una semana de luto, en la que se l loró por la guerras, el Holocausto, el
padre y la vida, la madre cogió la mano de su hijo: “ya no eres de cristal, vete y
encuentra a una mujer, sé feliz, sé libre hast a que tengas un hijo y sepas lo que
es tener una sola responsabilidad en la vida”. L e dio las llaves de su casa y un
mapa obsoleto de la ciudad que se había perdido.

Ángela Romero
- 111 -
MARIO JORGE PIRO

Ta
Tarot

Esa tarde, al salir de la farmacia, luego de encargar sus medicinas, Paula


fijó su atención en el descolorido cartel, que colgado se le anunciaba de forma
extraña frente al oscuro local:

LE TAROT DE MARSEILLE.

Insegura abrió la pesada puerta, y un aroma a sándalo la inundó.


Perfumes y ungüentos que atrapan suerte, atrapan amor, repelen el mal,
repelen la envidia. Santos negros, santos rojos, santos blancos, velas negras,
velas rojas, velas blancas, incienso, mirra, ruda, novenas, pirámides de cristal,
talismanes, runas, péndulos, guijas, San Cono, Ceferino, gauchito Gil, madre
María, Pancho Sierra, caracoles, Oxalá, pai Ogum, toda la parafernalia la
observa al entrar.

Una voz femenina muy ronca, en tono amable desde el fondo la invita a
acercarse, y Paula obediente asiente, algo cohibida.

- Hija, dime un numero entre el uno y el veintidós - la ronca voz mezcla un


mazo de cartas, que en la penumbra Paula apenas distingue - Piensa o no, al
caso hija es lo mismo, solo dime un número, que la rueda ya está en
movimiento.
- ¡Veinte! - contesta Paula dubitativa, mientras el ambiente confunde su mente.

El porvenir en un número, la posibilidad de cambiar el destino, en un


número, ¿será acaso esta la verdadera forma de interpretar el devenir?, ¿me
estoy engañando nuevamente? Sus dudas se reflejan en el rostro, y la voz ronca
anticipando sus pensamientos le contesta:

- Desde el momento que pisaste el salón mis hadas pusieron en movimiento la


rueda del futuro, ellas percibieron tu angustia, y tu dolor, en las vibraciones de
tu cuerpo, ¿Veinte dijiste?

Contando tantas cartas como lo indica el número, y guardando la última,


repite el procedimiento tres veces más, extrayendo cuatro cartas, luego de
unas murmuraciones que Paula apenas oye, extrae la quinta lámina, y las
dispone sobre la mesa en forma de cruz.

- Ya los arcanos mayores han tomado su posición, cada una de estas cinco
láminas contienen poderosas fuerzas de gran simbolismo mítico, ¿Estas
dispuesta a interpretar la verdad, que latente espera ser revelada?

Suspirando Paula asiente con la cabeza, la ronca voz ya comienza a


sonarle familiar, y el temor inicial comienza a disiparse, ahora ya más segura,
la enfrenta con la mirada, sentándose frente a ella. Al observarla
detenidamente, siente que la voz no encaja con el diminuto cuerpo, de esta

- 112 -
enjuta y arrugada anciana de pelo blanco, que fumando un puro, le habla de
forma tan particular.

- A mi izquierda: LA LUNA “invertida”, a mi derecha: LA TORRE “invertida”,


arriba: EL DIABLO “derecho”, abajo: EL AHORCADO “derecho”, y veo que LA
PAPISA; ha tomado el centro de manera “invertida”. Bueno hija, esto es muy
curioso, ¿todavía no cumpliste los cuarenta, no?

La pregunta parece fluir entre el blanco humo del habano, Paula


contesta con un “¡No!”, seco y firme. Tiene veinte recién cumplidos, y le molesta
aparentar más edad, desde que tiene memoria, su cuerpo fue desarrollándose
mas rápidamente que el común, ésto le trajo aparejado una gran cantidad de
problemas, a los diez parecía “de quince”, y ahora “de cuarenta”. Era muy
común que la confundieran por alguien de más edad.

- ¡Mira, hija, interpretar estas cartas no tiene sentido! Tú no tienes necesidad


de un ejercicio espiritual de esta magnitud, dentro de las generalidades
escondidas en los arcanos, existen certezas, que a ti no te hacen falta conocer,
siendo “aún”, tan joven.

Paula, se mantiene sentada y firme en la silla, esta decidida a continuar y


nada va a impedirlo, su decisión se nota en los seguros movimientos gestuales.

-¡Para mí si tiene sentido! Si no, ¿a qué vine aquí?


- A mi izquierda: la Luna carta invertida: si actualmente tienes un apoyo
espiritual, alguien en quien confiar, cuídate, porque es un reflejo tuyo, él se
refleja en ti, y tú en él, esto traba todo tipo de proyectos, obligándote a caminar
en círculos, tras un espejismo. ¿Tú nunca fuiste creyente, verdad?

- ¡No! nunca me inculcaron ningún tipo de religión…


- A mi derecha: la Torre, y esta invertida. Confusión, un permanente estado de
confusión rige tu vida, la imposibilidad de un desarrollo positivo te atrasa en
la construcción de un futuro, los límites que te muestra esta carta, traban toda
esperanza de un futuro feliz. Por lo que veo, niña, a esta altura de la lectura
debemos de ponernos de acuerdo en lo esencial, dime, con la mayor sinceridad
¿qué buscas?
- Todo el mundo tiene derecho a ser feliz, y yo no encuentro en ningún lugar la
felicidad, no puedo recordar la ultima vez que reí con ganas, mi vida está
ensombrecida por la tristeza, y siento que me estoy hundiendo en la apatía: ya
nada me importa, nada me conmueve, me veo envejecer día a día. Luego del
primer intento de suicidio, me internaron y trataron por largo tiempo, lo que
diagnosticaron como una “gran depresión”. Por un tiempo estuve bien, pero
luego recaí e intente nuevamente terminar con todo. Ahora estoy contenida
por las pastillas, a las que me agarro para poder vivir. Estoy entre sombras,
encerrada en mi desgano. Vi el cartel y me dije ¿por qué no?
- ¡Hay hija! Todo lo que aquí te rodea es el producto de la imaginación humana
puesta al servicio para la búsqueda de la “verdad”. No tiene el hombre otro
deseo que el de alcanzar la felicidad, y se sirve de fuerzas que apenas conoce

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para conseguirla. Consultar los arcanos es bucear por las profundidades del
alma, desentrañando los ocultos mensajes tras estas coloridas láminas.
Podemos aunar sentimientos y sin mentirnos, encontrar los caminos que te
lleven a lo que buscas. Hay tantas verdades como almas y la felicidad hoy,
“puede tener el color de tus ojos”, pero la verdad es sólo una y “atrasar el
tiempo que acelerado te cobija bajo su manto es imposible”.

- Mi felicidad sería poder salir de mí misma, sentirme bien con mi ser, tener
ganas de vivir, tener motivos para vivir, sentirme joven. ¡Míreme, sólo tengo
veinte! Y aparento cuarenta, pero no veo la salida.
- Ves, hija, esta lámina de arriba, es el Diablo, está derecha, y veo que es
positivo para ti que permitas la intervención de las cartas, estas buscando un
principio de actividad espiritual; si se materializara en consecuencia con tus
anhelos, no todo seria tan negro. Hoy al entrar aquí, sólo pensaste en buscar
una salida y en nada ni en nadie más, eso es pensar verdaderamente en uno,
también es pensar el tener fe, en algo o alguien. Aquí abajo, el Ahorcado, se
posó derecho, nos está diciendo entre otras cosas que debes detenerte. Tienes
que invertir tus acciones y orientarte espiritualmente en un sentimiento de
espera y abnegación. La quinta, la del medio, es la Papisa: la casa de Dios, el
santuario, la ley, que al estar invertida confirma lo anterior, debes detenerte
por un tiempo, pues tus acciones son torpes, pesadas, por eso tu desgano. Las
pastillas te contienen, pero no detienen los sombríos pensamientos que
avanzan, cercando tu mente. Como te darás cuenta, hija, el tarot no te ha
mentido, lo dicho es el reflejo de tu pasar, estas cinco cartas en cruz son el
laberinto de tu alma, y te muestran muchas salidas.
- Nunca pensé en la fe, ¿orientarme espiritualmente en un sentimiento de
espera y abnegación significa que debo creer, en que algo divino rige mi
destino?
- ¡No! Debes de creer en el orden natural de las cosas y en la imagen de un
creador representante de los misterios de la vida. Mas allá del entendimiento
humano está Dios. Los arcanos son puertas que, al abrirse, nos muestran
diferentes niveles de lectura, abrir esas puertas es mi trabajo, descifrar que
puerta es la correcta, y que camino debes tomar, es tu elección.

La anciana, baja la cabeza dando por terminada la sesión.

Su cuerpo inmóvil parece integrarse al esmalte y yeso de las figuras que


la rodean, luego pita el puro con fuerza y expele una gran bocanada de humo
blanco, sumando tinieblas al oscuro local. Paula, algo confusa por lo
experimentado, deja unos pesos sobre la mesa y gana la calle.

La consulta apenas duró una hora pero para el reloj interno de Paula
fueron muchas más.

Respirando profundamente, emprende la caminata sabe que envejece


minuto a minuto; las palabras de la vieja retumban insistentes, roncas,
sentenciosas: “atrasar el tiempo que acelerado te cobija bajo su manto es
imposible”.

- 114 -
La tarde cae a jirones entre una calle que se hace hostil a los pasos lentos
de Paula, el delgado cuerpo lucha por avanzar entre el gentío que transita en
febril actividad.

Lo caminado hasta su casa la deja exhausta; abrir el grifo y preparar el


baño acrecientan su cansancio. Desnuda ante el espejo observa sus carnes
flojas, nota su espalda huesuda, encorvada, incipientes arrugas cruzan su cara
robándole lozanía, los pómulos caídos anuncian una precipitada senilidad:
nada en su cuerpo denota que sólo tiene veinte, y ya nada la contiene.

Las pastillas quedaron en el botiquín y la hoja de afeitar muerde la


marchita carne, hilos rojos surcan el agua y poco a poco la bañadera cambia de
color.

Los pensamientos de Paula son ahora de niña, hallo la felicidad en el


color de sus ojos, sonríe, ya no siente el cansancio.

***

Crónicas Policiales:

Misterio y macabro hallazgo.

Por las reiteradas denuncias de los vecinos por malos olores, la policía allanó
una vivienda ubicada en el barrio de Boedo. Grande fue la sorpresa de los
pesquisas al encontrar en la bañadera el cadáver descompuesto de una recién
nacida.

Se ignora el paradero de la dueña del lugar, y para la policía este caso es un


verdadero misterio.

Mario Jorge Piro

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TERESA FERNÁNDEZ UREÑA

Dolorror

Pena incesante. Indomable. Remueve, revuelve, devuelve.

Tristeza enraizada. Desarraigada. Atrapa. Engulle.

Llanto inevitable. Irremediable… Dolor que sorbe y traga las tripas.

Crispación. Languidez. Y las vísceras.

Inquietud. Vaguedad. Visceralmente.

Miseria personal. Dolor descoyuntador.

Dolor. Dolor. Dolor deshuesador.

Profundo e intenso dolor. Quebrantador.

Dolor de alma. Resquebrajador.

Dolor que empuja, Fulminador.

aprieta, oprime, estrangula, Dolor violador.

aplasta, machaca, marchita. Hacia el centro, hundido hacia dentro.

Dolor triturador. Vuelve de sí mismo,

Dolor que desgarra las entrañas, volviendo del revés,

arañando, rasgando, raspando, volviendo vuelto.

escociendo, irritando. Te aspira, te saliva y te deglute.

Carraspeando. Te enrolla en un lío que se anuda.

Dolor que escarba y despedaza Te tuerce y te retuerce.

podridos jirones, tropezones de ser. Topando, chocando, tras-pasando.

Infectados. Infestados. Golpeando con puños de sordos porrazos.

- 116 -
Trompazos. presiona,

Bocados rabiosos, cargados. aprisiona,

Pellizcos de furia enfermiza, apisona.

histeria que tira. Estruja,

Mientras goterones de lágrimas ahoga,


resbalan y caen,
ahorca.
resbalan y caen…
Sufre.
bullendo a borbotones.
Castiga.
Hirviendo.
Revienta.
Dolor ebullición.
Liquida.
Achicharrador.
Muere…
Dolor desesperado que chilla y
acuchilla Dolor agrio.

susurrantes aullidos, Dolor nausea,

agudos gemidos. arcada.

Escalofríos. Dolor vomitado que vomita.

Dolor punzante En ti. A ti. De ti.

de ojos hinchados y escocidos. Dolor espeso, viscoso,

Dolor jaqueca, dolor migraña. pegadizo, pegajoso...

Dolor que exprime. Dolor que escupe.

Que se agarra. A la cara.

Dolor desnucador. Y a los ojos.

- 117 -
Aire.
Dolor repugnante, repulsión.

Bocanada,
Dolor expectoración.

la última
Loco, desquiciante.

o la primera…
Dolor torturador.

Quietud.
Dolor verdugo.

Ovillarse, envolverse, acurrucarse.


Dolor trauma.

Recogerse.
Dolor carga, peso, lacra...

Encogerse.
Ironía. Desvarío. Delirio.

Respirar.
Risa boba.

Espirar.
Abstracción, ausencia, evasión.

Caer.
Mente absorta,

Dormir.
mente ausente,

Soñar.
mente quieta.

Ciclo.
Cuerpo inmóvil,

Espiral.
calma reflexiva,

Ciclo.
introspección…

Espiral.
...silencio.

Ciclo.
Cansancio.

Espiral…
Derribo.

…Expirar.
Flojera.

Hálito, soplo, aliento.


Teresa Fernández
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Revista trimestral de literatura, opinión y arte en
general

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PRIMERA EDICIÓN DE ESTE NÚMERO: Junio 2008.

SEGUNDA EDICIÓN DE ESTE NÚMERO (revisado y mejorado):


Noviembre del 2008.

Depósito legal: CO-686-2008


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Córdoba, 2008

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