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Logos, rhema y la importancia del contexto

«Inventan unas distinciones entre dos palabras griegas


(logos y rhema) que en el griego son sinónimos
intercambiables, para fundamentar unas doctrinas
realmente aberrantes» – J. Stam.

H ace poco compartí en redes sociales la cita de Juan Stam que acaban de
leer 1. A lo que algunos contactos preguntaron más sobre este tema, mientras
otros dijeron que Stam estaba errado debido a que estos dos términos en el griego
significan cosas totalmente distintas, pero ¿es así?

No es difícil encontrar hoy en día lugares donde te invitan a buscar el “rhema de


Dios” o que dicen frases como “que esta palabra se haga rhema en tu vida”. Es
cosa de hacer una búsqueda en google para encontrar varios artículos que nos
hablan de esta marcada diferencia en el griego bíblico, distinción que los
traductores no han transmitido al español. Los defensores de esta idea definen, en
su mayoría, estos vocablos de la siguiente forma:
 Logos (λόγος): Es la palabra eterna y hace referencia a la Biblia en su totalidad.
 Rhēma (ῥῆμα): Es una palabra específica del Señor para un momento específico,
que se aplica individualmente. 2

Es así como se hace la diferencia entre estas dos palabras, mientras el logos es la
palabra escrita, “un rhema puede llegar mientras leemos la Biblia, a medida que
Dios ilumina cierta porción de la Escritura, o puede llegar a nosotros por medio
de una palabra declarada por otra persona” 3. Todo esto anclado en la
semántica del griego koiné.

La pregunta está en el aire ¿es correcto afirmar que hay una diferencia
sustancial y marcada, entre estos dos términos, en el griego del Nuevo
Testamento?

Este mito se ha hecho muy popular entre evangélicos, debido a que es llamativo
tomar ciertos vocablos en griego, buscar su significado en algún diccionario —
como Vine o Strong— para luego decir que la traducción bíblica está errada o
pierde su sentido original. Lamentablemente esta práctica es equivocada y de ella
derivan varios problemas.

Un punto importante a saber es que manejar un diccionario no nos hace


conocedores de un idioma. En este caso, para traducir desde el griego koiné —
idioma en que fue escrito el Nuevo testamento— hay que considerar muchos
otros factores que son importantes al momento de llevar ideas y palabras al
Español. Uno de estos factores importantísimos es el contexto.

Realicemos un ejemplo lúdico para poder profundizar este tema.

Los chilenos somos conocidos por usar un lenguaje popular ligado a los
animales. Palabras como mono, sapo, perro, gallo, caballo, entre otros, son
comunes en nuestros diálogos cotidianos.

Imagine que en 2000 años más un investigador encuentra un mensaje de texto


chileno y busca la forma de que sea entendible en el año 4017 ¿qué debería
hacer?
El mensaje dice lo siguiente:

“Perro, hagamos una vaca para el asado al tiro.”


Probablemente, lo primero que viene a la mente será recurrir a un diccionario. Es
así como nuestro investigador comienza a buscar palabra por palabra, con el fin
de descifrar el mensaje y llega a algo como esto:

“Mamífero doméstico, hagamos una hembra del toro para el asado, al disparar
un arma de fuego.”
Si usted, querido lector, es chileno y conoce el lenguaje coloquial, le parecerá
muy extraña y graciosa la traducción que realizó nuestro investigador del futuro,
pero ¿dónde está el problema?

El error del investigador fue no tomar en cuenta el contexto en que se usaron las
palabras ¿Qué es lo que quería decir el autor original a los receptores originales
de este mensaje? Bueno, si usted no conoce el lenguaje popular chileno, le dejo
acá una traducción acertada:

“Amigo, hagamos una colecta de dinero para el asado inmediatamente”.

Este problema del investigador imaginario, que vive en el año 4017, también lo
tenemos nosotros cuando queremos entender un texto que fue desarrollado hace
casi 2000 años atrás.

Como pudo darse cuenta en el ejemplo anterior, es de suma importancia conocer


el contexto en que es usada una palabra. “Perro” en un contexto específico puede
ser usado como “amigo”, pero en otro es posible que haga referencia al
“mamífero doméstico” en cuestión.

Entonces para resolver nuestro conflicto con Logos y Rhema, es necesario,


además de saber la información que nos brinda un buen diccionario, el conocer
cómo usaron estos términos los autores del Nuevo Testamento. De ese modo
evitamos caer en una falacia muy común y que consiste en tomar una palabra en
griego o hebreo, ir al diccionario, ver todas las acepciones y escoger la que más
se acomode a mi interpretación. O, por otro lado, tomar todas las acepciones
posibles y sostener que en un verso específico la palabra quiere decir todo eso,
sin considerar el contexto donde se usa.

Al averiguar en diccionarios, nos damos cuenta que los matices entre estos dos
sustantivos son mínimos. Logos posee las siguientes acepciones: palabra,
discurso, cuenta, predicación; mientras que Rhema tiene: palabra, cosa.
Por lo tanto, deberemos ver el contexto en que se usa para dilusidar la discusión.
Tomaremos, a modo de ejemplo, algunos de los 330 pasajes donde
aparece logos y de las 68 veces donde se usa rhema. De esta forma analizaremos
cómo los autores del Nuevo Testamento las usaron en sus escritos.

MATEO 24:35
«El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras (logos – λόγοι) no pasarán»
En este verso podemos ver que se usa logos y encajaría con la idea popular de
que este término se refiere a la verdad eterna, es decir, a la Biblia.

JUAN 12:38
«Para que se cumpliese la palabra (logos – λόγος) del profeta Isaías, que
dijo»

Acá logos apunta a las palabras del profeta Isaías. De ahí que podríamos
entenderlo como una alusión a la Escritura, específicamente al libro de Isaías.

2 CORINTIOS 12:4
«Que fue arrebatado al paraíso, donde oyó palabras (rhema – ῥήματα)
inefables que no le es dado al hombre expresar»

Pablo nos habla que oyó “palabras” específicas dadas por Dios en un momento
específico, las que fueron dadas en medio de una experiencia sobrenatural. Esto
también encajaría con la doctrina de “la palabra rhema”, que consite en una
revelación fresca y sobrenatural entregada por el Espíritu a un individuo en
particular.
LUCAS 9:44
«Haced que os penetren bien en los oídos estas palabras (logos – λόγους);
porque acontecerá que el Hijo del Hombre será entregado en manos de
hombres»

Otra de las ideas contemporáneas es que el cristiano necesita un “rhema de


Dios”, lo que haría mención a una “palabra profética”. En esta porción, el
evangelista nos describe una profecía revelada por el mismo Señor a sus
discípulos, pero en vez de usar el término rhema para identificar esta “palabra
profética”, el autor usa logos.

JUAN 4:50
«Jesús le dijo: Ve, tu hijo vive. Y el hombre creyó la palabra (logos – λόγῳ)
que Jesús le dijo, y se fue»

En este verso Jesús entrega una palabra específica a una persona que esperaba un
milagro. Según los que hacen la distinción radical, esperaríamos el uso de rhema,
pero nuevamente, y contraria a la idea de estos grupos, el evangelista usa logos.

1 CORINTIOS 12:8
«Porque a éste es dada por el Espíritu palabra (logos – λόγος ) de sabiduría;
a otro, palabra (logos – λόγος ) de ciencia según el mismo Espíritu»

Pablo escribe a los Corintios, en una epístola muy conocida, donde aborda el
tema de los dones espirituales. Más que en cualquier otro verso, esperaríamos
que el término griego empleado aquí por el apóstol para “palabra de
sabiduría” y para “palabra de ciencia” fuera rhema, pero acá nos damos cuenta
que Pablo no compartía la novedosa doctrina de «La Palabra Rhema» y
usa logos.
1 PEDRO 1:23-25
«Siendo renacidos, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por
la palabra (logos – λόγου) de Dios que vive y permanece para siempre.
Porque: Toda carne es como hierba, y toda la gloria del hombre como flor
de la hierba. La hierba se seca, y la flor se cae; Mas la palabra (rhema –
ῥῆμα) del Señor permanece para siempre. Y esta es la palabra (rhema –
ῥῆμα) que por el evangelio os ha sido anunciada.»

En este último verso, vemos cómo el apóstol Pedro usa logos y rhema como
sinónimos. Comienza hablando de “la palabra de Dios que permanece para
siempre” usando logos, y continúa su epistola refiriéndose a la misma idea, pero
ahora usando rhema. Acá vemos los dos términos usados en el mismo contexto y
de manera intercambiable.

En conclusión, no existe en estos vocablos una rivalidad. No hay sustento para


afirmar que existe “la palabra escrita o logos” versus “la palabra revelada o
rhema”. Si bien hay matices en el griego, estos dos sustantivos son usados
indistintamente por los autores del Nuevo Testamento.

Es por eso que para evitar confusiones es importante conocer el contexto de las
palabras a estudiar, como dice D. A Carson: “La solución, por supuesto, es
aprender más griego, no menos, y tener al menos un conocimiento rudimentario
de linguistica […] el corazón de este asunto es que la semántica, el significado,
es más que el significado de las palabras. Implica frases, oraciones, discursos,
géneros, estilos…” 4

De igual modo sé que después de leer todo esto algunos de ustedes seguirán
pensando que «No basta conocer el logos de Dios. Tenemos que recibir
el rhema para poder decir: “Esto es lo que Dios dice”5», y que aún después de
leer estas líneas continuarán creyendo en la diferencia radical
entre logos y rhema, y exclamarán: «Obviamente hay una diferencia
¡Necesitamos que la Biblia se haga viva en nosotros! ¡No basta sólo con leera!»,
y déjeme decir que estoy 100% de acuerdo con usted, de la misma forma en que
lo está Santiago al escribir:
«Sed hacedores de la palabra y no solamente oidores que se engañan a sí
mismos» (Stgo 1:22).

Pero para decir esto no es necesario ir al griego y torcer los significados, sacando
de contexto el uso de las palabras, y buscando algún conocimiento oculto en la
semántica, sino que basta con abordarlo desde el español. Es suficiente citar la
Biblia en nuestro idioma.

«Porque has engrandecido tu palabra conforme a todo tu


nombre.» (Salmo 138:2)

J.P. Zamora

1. – Tomada de “Un caos exegético está invadiendo la iglesia” ↵


2. – Cf. Hamon, Bill. (2001). Profetas y Profecía personal. Destiny Image, p.46 ↵
3. – Ibid. ↵
4. – Carson, D. A. (2013). Falacias Exegéticas. Editorial Clie, p.70. ↵
5. – cf. Los Ministros de la Palavra ↵
BIBLIOGRAFÍA:
 Hamon, Bill. (2001). Profetas y Profecía personal. Destiny Image.
 Haskell, Rob. (2009). Hermenéutica. Editorial Clie.
 Carson, D. A. (2013) Falacias Exegéticas.. Editorial Clie.
 Balz y Schneider (1998). Diccionario exegético del Nuevo Testamento. Tomo II. Ediciones Sígueme.
 Vine, W. E. (1999). Vine. Diccionario expositivo de palabras del antiguo y del nuevo testamento
exhaustivo.Editorial Caribe.

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