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MtJ-h Aj^u^ùt^;
POESIAS COMPLETAS
DE
J U A N D E D I O S P E Z A
HOGAR Y PATRIA
PARÍS
CASA EDITORIAL GARNIER HERMANOS
6. Rae dai Sainls-Pér«», 6
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ACERVO de LITERATURA
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CANTOS
Y i
DEL HOGAR
CANTOS
Y i
DEL HOGAR
Hijos MÍO« :
J. BLENGXO
C a m p e c h e , 1885.
CANTOS DEL HOGAR
A J U A N D E D I O S PEZA
MI P A D R E
» Si eres pobre, confórmate y sé bueno; Quiera el cielo que el canto que me inspira
Si eres rico, protege al desgraciado, Siempre sus ojos con amor lo vean,
Y lo mismo en tu hogar que en el ajeno Y de todos los versos de mi lira
Guarda tu honor para vivir honrado. Éstos los dignos de su nombre sean.
Con sus seis primaveras muy ufana, Puedo deciros la verdad desnuda :
Quebrando con sus Dies las hojas secas, Como en mis versos comprendió mi duelo,
Me recitó en el campo una mañana Por no hacerme sufrir quedóse muda,
Mi hija mayor : F U S I L E S Y MUÑECAS. Por no verme llorar miraba al suelo.
¡Bien! exclamé, mi niña me interpreta Vale más á mis ojos, siémpre fijos
Mejor que todos aunque á nadie cuadre : En la eterna verdad no en falsos nombres,
Yo juzgarla creí como poeta, La lágrima arrancada por mis hijos
Y la estaba juzgando como padre. Que todos los aplausos de los hombres,
— Tus versos voy á continuar diciendo — Corrió alegre después tras otros niños,
Y con más firme voz, soltóse hablando; Quebrando con sus pies las hojas secas '
I Inocente! los dije sonriendo Y dejándome besos y cariños
Y entonces yo los escuché llorando. En premio de FUSILES T MDSHCA»
C É S A R E N C A S A
— o Esto es — repuse — el lauro que promete
La gloria al genio que en su luz inunda...
— « i Y tá por que lo tienes? »
— Por juguete
Le respondió mi convicción profunda.
Juan, aquel militar de tres abriles,
Viendo la forma oval, pronto el objeto
Que con gorra y fusil suefia en ser hombre,
Descubre el niño,-de la noble gala;
Y que ha sido en sus guerras infantiles
Se la ciñe, faltándome al respeto,
Un glorioso heredero de mi nombre;
Y hecho un héroe se aleja por la sala.
Ayer, por tregua al belicoso juego,
¡ Qué hermosa dualidad! Gloria y cariño
Dejando en un rincón la espada quieta,
Con su inocente acción enlazó ufano,
Tomó por voluntad, no á sangre y fuego,
Pues con el lauro semejaba el niño
Mi mesa de escribir y mi gabeta.
Un diminuto emperador romano.
Allí guardo un laurel, y viene al caso Hasta creí que de su faz severa
Repetir lo que saben mil testigos : Irradiaban celestes resplandores,
Esa corona de oropel y raso Y que anhelaba en su imperial litera
La debo, no á la gloria, á mis amigos, Ir al Circo á buscar los gladiadores.
*
Con sus manos pequeñas y traviesas, Con su nuevo disfraz quedé asombrado
Desató el niño, de la verde guía, (No extrañéis en un padre estos asombros),
El lazo tricolor en que hay impresa« Y corrí por un trapo colorado
Frases que él no descifra todavía. Que puse y extendí sobre sus hombros.
Mirélo así con càndido embeleso,
Me transformé en su esclavo humilde y rudo
Y - . ¡ Ave, César ! » _ l e dije, dame un beso,
I Yo, que muero de penas, te saludo! »
Rubio, y con ojos como dos luceros, « Para mí » — Concha me gritó importuna,
Lo vi con traje de color de grana « Para mi » — me gritaba Margarita,
En un escaparate de Plateros Y yo les grité al fin : « para ninguna •
Un domingo de Pascua en la mañana. Cou la seca aridez de un cenobita.
Iban conmigo Concha y Margarita, Reinó un silencio entre las dos profundo,
Y al mirarlo las dos, ambas gritaron: Y yo recordé entonces conturbado
« I Mira, padre, qué cara Un boniul » Este axioma tristísimo del mundo:
Y trémulas de gozo me miraron. « Ser rival es odiar j ser odiado. »
¿Quién al ver que en sus hijas se subleva Y asi pensé : no debo en corazones
La ambición de adueñarse de un muñeco, Que de la vida llaman á la puerU,
No se siente vencido, cuando lleva Encender con el celo esas pasiones.
Dos duros en la bolsa del chaleco? Qpe el odio alúa j el rencor despiex ;
La nistoria del amor con dos premisa i
Iguala á la mujer y no os asombre;
¡ Un muñeco en la edad de las sonrisas
Y en la edad de las ligrimas un homorc.
REYERTA INFANTIL
Un niño con una arma entre las manos — Mira, le dice Concha á Margarita
Y risas de bondad en el semblante, Con la expresión de un celo extraordinario,
Esa muñeca tuya tan bonita
Me recuerda á esos ángeles enanos
Que dibujó Doré leyendo el Dante. No vale lo que vale mi canario.
— Cambiaremos juguetes...
Creyerais que labrada por el arte
Era una estatua de arrogancia llena • — N o , yo juego
Un soldado que ha visto á Bonaparte Nada más con mi niña todo el día. |
Cruzar los Alpes ó triunfar en Jena. — Me la das, ó te pego...
— ¿Qué? ¿Te pego?
— N o es tuya nada más. — Si, sólo es mía.
Yo, mirándolo asi, lo aplaudo y callo -
En sus hermanas ve gente guerreia;
— La quiero. — N o me importa. — Te la quito.
Convierte cada caña en un caballo;
— Yo la defenderé. — Voy á tomarla.
Cada silla le sirve de trinchera.
— Ven. — Allá voy. — ¿Me pegas? doynngrito.
— Déjamela Margot... — No he de dejarla.
Con esta frase que su audacia encierra En el paterno hogar, pegado al muro
Vuelve á las niñas bienestar profundo, Que cierra el fondo del salón oscuro,
Que aunque inicuo el derecho de la guerra Pende un cuadro que fuera en otra parte
* Aplaca muchas riñas en el mundo. Orgullo del pincel, gala del arte,
Si allí no fuera siempre orgullo y gala
De nuestro amor filial, no de la sala.
Con esta frase que su audacia encierra En el paterno hogar, pegado al muro
Vuelve á las niñas bienestar profundo, Que cierra el fondo del salón oscuro,
Que aunque inicuo el derecho de la guerra Pende un cuadro que fuera en otra parte
* Aplaca muchas riñas en el mundo. Orgullo del pincel, gala del arte,
Si allí no fuera siempre orgullo y gala
De nuestro amor filial, no de la sala.
/
.
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Y tú, mi triste y pálida María
i
Que has traducido mi aflicción secreta,
Ven á mi corazón, ven hija mía,
Y llora sobre mi arpa de poeta.
Y de mi santo amor en los excesos ¿Por qué no has de llamarte como quieres?
Viendo en ti de mis dichas el tesoro, ¡Cesen ya tu ansiedad y ras desvelos;
Te desperté al rumor de tantos besos No hay nombre más hermoso en las mujeres
Que el nombre de la Reina de los Cielos 1
Y con el alma te grité: jte adoro!
MI O A S I S
MI T A L I S M A N
A MI HIJA MARU
Cuando llame á las puertas del olvido, Asi estás bien, eso es,
Llevarme quiero á la mansión sombria Muy cómodo, muy ufano,
Este alfiler humilde, revestido Pero ten quieta esa mano*
Con los primeros dientes de María. Vamos, sosiega esos pies.
Mas ¿ya estás quieto? SI, si, Infeliz del que se escama
Al fin cesa mi tormento... Con esas dulces locuras;
Éste era un rey, oye el cuento 1 Si estriba en sus travesura*
Inventado para ti... El argumento del drama!
\ .
Señorona pequeñita,
Mi hechicera Margarita,
Ven aquí;
Mírame, ¿ no estás oyendo
Que en la sala están diciendo
Que te pareces á mi?
/
T u abundosa cabellera,
Un reflejo de aquel niño,
Tus manos como de cera
Qué al ser padre, con Cariño
Y diminutos tus pies.
A su lado te llevó.
,\
De una mañana alegre, y á « La Paima » Formara en mi niñez de un insurgente.
Llego como quien dice en tres tirones, Adelantó el caballo; mezcló un grito
Abandono el wagón y lo primero De júbilo con una carcajada,
Que á mi vista en el campo se presenta. Y me puse á mirarle de hito en hito,
Es Juanito vestido de ranchero Fingiendo una sorpresa inesperada.
Tal y como la carta me lo cuenta :
Un sombrero jarano con toquilla,
Un freno á cada lado por chapeta,
Un ancho barboquejo con hebilla, III
De cuero de venado la chaqueta.
Amplia la calzonera y con galana Después, cuando ya juntos caminamos
Botonadura; la corbata suelta; Hablábamos los dos de esta manera :
Al cinto la pistola en la canana, (Antes debo advertir que á lo que hablamos
La mano airosa entre la crin revuelta. Puede ó no darle crédito cualquiera.)
Espuelas de Amozoc cuyos pavones
— ¿Por qué dices, papá, que te parece
Ni el tiempo borra ni el andar maltrata,
Que soy un insurgente?di: ¿qué es eso?
Ostentando en sus mil incrustaciones
— Te lo voy á explicar, pero merece
Gallardas cifras en bruñida plata.
Un prólogo de amor,¿me das un beso?
En el sencillo fuste por adorno,
Hace ya muchos años... todavia
Redondos chapetones cincelados,
El abuelito de que fuiste encanto...
Y de la teja y la cabeza en torno — ¡ A h ! s l ; m i papá grande... — No nacía.
Anchos cercos de plata repujados. — ¿Hará como cien años?
Cubierto el hombro por la manga oscura — N o , no tanto.
De paño azul y de olvidada usanza, Era el año de diez; han trascurrido
Con fleco y con galón la embocadura : Desde entonces acá más de setenta...
Fleco que si sol sus esplendores lanza. — ¿Serán doscientos años?
Y tal me pareció que revivía — | Aturdido I
Con su traje y airoso continente, En nombre de tu edad, no hagas la cuent .
El tipo que mi ardiente fantasía Hubo por aquel tiempo una gran guerra:
64 JOAN DE DIOS PEZA
CANTOS DBL HOGAR 6J
Luchaban los de aquí con los extraños Era aquel cura: ¡Don Miguel Hidalgo!
Por quitarles el mando en esta tierra, Y sin más que su esfuerzo y su conciencia
Y fué tan larga que duró diez años, Que la alta voz del patriotismo escucha,
— ¿Y quién ganó por fin ? Proclamó sin temor la Independencia,
— Poco me extraña Y antes que nadie se lanzó á la lucha.
Esa pregunta de la cual me rio; Muchos le acompañaron, mas la suerte
¡Luchábamos nosotros con España Corresponder no supo á sus desvelos;
Y ganamos nosotros, hijo mío! Por darnos libertad halló la muerte
Pero voy á decirte en breve historia Dejando en su lugar al ¿ a Morelos.
Cómo tan noble triunfo conseguimos, Era cura también de pobre aldea,
Rogándote la guarde tu memoria Pero dotóle Dios de tal bravura
Por ser del suelo en que los dos nacjmos. Que era un rayo de Dios en la pelea
Muy cerca de la hacienda, en aquel llano El que manso pastor era de cura.
La iglesia desde aqili bien se divisa, Ejércitos formó, rompió murallas,
Vive un amable cura muy anciano, Hizo temblar al enemigo osado,
Que los domingos viene á decir misa, Y en tres años ganó tantas batallas
¿Ya lo conoces ? Que el mundo todo lo miró asombrado.
— Si. — ¿Ese llegó á ganar?
— Mucho cariño — Dios no lo quiso.
T e profesa por cierto, el buen abate,.. Murió sin desmayar altivo y fiero;
— S i , ¿ n o sabés? me llama su buen niño Pero seguir luchando era preciso
Y me convida pan y chocolate. Y asi para luchar surgió Guerrero.
— Pues bien, de igual edad, con los honores Hijo del pueblo, ardiendo en sus entrañas
Mismos que él tiene; amado por las gentes, El fuego celestial del patriotismo,
Hubo un cura en el pueblo de Dolores Era un león nacido en las montañas
Al cual debemos ser independientes. Que arrulló el huracán sobre el abismo.
Era de noble corazón y dijo : Modelo de valor sin arrogancia,
« Cuanto tengo en la tierra y cuanto valgo Con un corto puñado de valientes
Por mi patria lo doy como buen hijo. » Ejemplo fué de indómita constancia
MKSÍAS COMPLETAS. — TOMO I ¿
Y faro de las tropas insurgentes. Es la gran Madre y Patria se le llama;
¿Entiendes lo que digo? aquellos bravos Nada en su bien te asuste ni te asombre,
Que sin medir peligros, duelos, penas. Su amor enciende la divina llama
Le dieron libertad à los esclavos, Que alienta y mueve el corazón del hombre
Rompiendo al oprimido sus cadenas. Más que en mi, más que en ti, todo el cariño
Aquellos hombres cuyo arrojo fiero De que fueres capaz, cífralo en ella,
Todo lo grande y lo sublime entraña; Y e n t u inocente corazón de niño
Sin títulos, ni honores, ni dinero; Brille ese amor como fulgente estrella.
Sin más cuartel que el llano y la montaña,
Que siempre estaban en constante guerra
Sufriendo los rigores de la suerte,
Sin esperar más premios en la tierra IV
Que eterna cárcel ó afrentosa muerte.
Con una manga tosca por abrigo,
Con un nombre sin mancha por herencia,
Después al terminar nuestra jornada,
Con un caballo por mejor amigo
Quedéme largo rato pensativo,
Y por única fe la independencia. Y dije á Juan fijando una mirada
Esos que tantos hechos ignorados En su semblante alegre y expresivo :
Nos dejan para asombro de las gentes, —¿Ya ves por qué me gustas de ranchero?
Fueron del pueblo libre los soldados Grita cual si te oyeran muchas gentes.
Y son los que se llaman insurgentes. Viva Hidalgo, Morelos y Guerrero 1
Esta tierra que ves y en que tenemos Y ¡vivan los soldados insurgentes 1
Aire, luz, casa, pan, amor, ventura, ¡Vivan' repitió el niño entusiasmado;
Á su valor heroico la debemos, Yo su grito escuché con embeleso,
Nos la dieron su arrojo y su bravura Y le dije: pues hemos acabado,
Este sol, estos campos, este cielo, Te daré como epilogo otro beso I
Es todo nuestro con su honor ungido;
Aquí naciste tú, nació tu abuelo
Y nací yo también, es nuestro nido.
Voy á bajar...
— ¡ Margarita 1
— ¿Y al café cuándo te vas?
— Muy urde, á la media noche.
— Bien, pues iremos en coche,
EL G R A N GALEOTO Así si me llevarás.
— De noche no puedes ir
Ni al teatro ni al café...
— ¿ Espantan ?
— No.
Margot está en el balcón
— Pues ¿por qué?
Con medio cuerpo hacia fuera;
— Porque no puedes salir.
Yo de pie sobre la acera,
— Pero di: ¿por qué no puedot
Dándole conversación.
— Está oscura la ciudad.
— D i : ¿Qué quieres, hija mia?
— Dices que á la oscuridad
— Irme contigo.
Nunca se le tiene miedo.
— No puedes;
— Traeré dukes al volver.
Te mando que en casa quedes
— ¿ Todos serán para mi ?
Las niñas salen de día.
— Todos.
— ¿ D e noche no?
— ¿Pero todos?
— No. - ¡Si!
— ¿Por qué?
— ¿De veras?
— Porque no... ya lo sabrás;
— Todos, mujer.
— ¿Pero tú adónde te vas?
— Asi me qnedo conten».
— Al teatro y al café.
— Bien, pues entra que hace frío...
— ¡Al teatro! ¿Y es bonita
— ¿Te vas'
La comedia?
— Me voy, ángel mío,
— Mucho, si...
— Mis dulces...
— Entonces llévame allí.
— Calla, avarienta.
— ¿ Qué dices ?
— Nada, tesoro,
Que ya me voy, nada escucho.
— ¿Me quieres?
— ¡Te quiero mucho!
A MI PROMOGÉNITA
¿Y tú me quieres?
— ¡ Te adoro!
— Soy obediente.
— Por eso
Vives ya tan consentida.
— Un beso... Anoche te vi en sueños hija raía,
— Toda mi vida No ya cual eres hoy, niña inocente,
Te mando con este beso. Sino joven, gallarda, inteligente,
En tu mayor fragancia y lozanía.
Mar Dios te velará... luce tus galas, Asi, todos conmigo, no hay delicias
Avanza un paso más : J qué hermoso dia! Que igualen á éstas, si á mi lado os veo;
I Hoy abre el ángel de mi hogar las alas I Coronadme de besos y caricias;
| H o y dió u primer paso mi María I Vuestro amor es el único en que creo.
J
JUAN DE DIOS PEZ* CAUTOS DEL HOGA* FÍ
De la mesa en derredor
Ya está todo y está buenc^
Donde todo se concilia,
Más zagales, más doncellas,
Está toda la familia
Aquí nos faltan estrellas Llena de dicha y amor.
Y más escarcha en el heno.
El anciano se embelesa
Y se agrupan los chicuebs, Viendo después que ha cenadc
Que cual ángeles se ven, Como el nieto se ha quedado
Y ante el portal de Belén Dormido sobre la mesa.
Cantan al Rey de los Cielos. POKSÍAS COMPLETAS. — TOMO t.
Y al mirarle siente ya ¿Por qué Un rauda te vas?
En sus ojos llanto ardiente, Con tus placeres extraños
¡Piensa que al año siguiente Vendrás cual hoy otros años
Acaso no lo verá! Y no nos encontrarás.
Nunca estudié esa ciencia ni me viste Pero esto que al principio satisface
En tratos con los sabios tonsurados Por ser la solución fácil y nueva,
Ni tuve como muchos « noche triste • Después no le conforma y no le place,
Ni conozco los cánones sagrados. Busca el último análisis, la prueba.
Pero tienen los niños unas cosas Ayer, hablando en el idioma llano
Y hacen tales preguntas á su modo, Que en nada amengua el paternal respeto
Que entre muchas misiones peligrosas Después de que Margot tocó en el piano
Tiene un papá la ae explicarles todo. Un fácil pot-pourri de Rigoleto,
Y me responde Juan, que es el más tuno, Y no hay astro ni flor que no le alabe
Con infantil serenidad que arroba: Con su luz ó su aroma en lo infinito.
— « Ese letrero nos lo puso alguno
Que sabiendo escribir entró en la alcoba. » No hay obra sin autor y el que ha creado
Cuanto de forma y de color reviste,
— Ya, sólo alguno que escribir supiera Ése se llama Dios y está velado
Y que pudiese entrar,^muy bien io has dicho; A los ojos del hombre, pero existe.
Nada pudiera ser de otra manera
Ni las cosas se forman al capricho. Krfjico, diciembre 8 do 1R89.
Dos almas que la duda no devora, Contar lentas las horas, sin ninguna
Dos seres buenos aue el amor engrie, Mano que alivie el fatigado pecho,
Un hijo tierno que se alegra y llora, V no mover jamás la blanda cuna
Y un hogar que con él se apena 6 rie; Llena de polvo junto al triste lecho.
La pasión confundiendo entre sus lazos Rendirle torpe cuito a falsos mitos
Dos corazones en perpetuo arrullo, Que en la noche las sienes nos golpean,
Y un ángel que se duerme entre los brazos, Sin poder despertarnos á los gritos
Como en las ramas el gentil capullo : De los hijos que alegres travesean.
Tal es el cuadro que de envidia inflama Con un libro enfadoso por amigo,
El pecho del que vive abandonado; Por compañera una arma destructora,
« Felicidad doméstica » se llama : Nuestra sombra por único testigo,
¿Qué humano corazón no la ha soñado? Y tedio y soledad hora tras hora.
Allá, detris del mar, la playa amena Aqui, la noche llena de luceros,
De la tierra del Cid y los Gnzmanes; El campo lleno de silvestres flores,
La cruz plantada en la morisca almena El volcán con sus hondos ventisquero»
Y rotos á sus pies los yataganes. Y el lago con sus juncos tembladores.
C O N C E P C I Ó N G U E R R E R O DE ADAME
( E N DÍAS DE TRIBULACIÓN)
"i *rv*
i « '
Eres toda bondad, todo t e f n n « ,
El peregrino en el mundano suelo
Por eso hay en tu hogar dichas y calma,
Enfermo de pesar y de tristeza,
Tu mejor y más sólida hermosura
¿ Por qué no ha de ampararse en tu grandeza
No ha de morir jamás : está en el alma.
Rosa de Jericó, Puerta del cielo...?
•
» * En Dios y en la virtud tus ojos fijo»,
¿Dónde encontrar el intimo consuelo Gozas de paz y bienestar profundo;
Que le niega al mortal Naturaleza, ¿Qué hubiera sido de mis tiernos hijos
Sino sólo en tu gracia, en tu pureza, Al no haberte encontrado en este mundo?
Baio tu azul y misterioso velo ?
Ellos te deben todo; les has dado
Mis hijos que en tu fe se bautizaron Cnanto en la vida la fortuna labra,
Siempre tendrán en ti los ojos fijos; Conciencia limpia y corazón honrado,
| Sus ojos que al abrirse te buscaron I La te y el sentimiento y la palabra.
Yo sé para mis dulces regocijos, Concha, Juan y Margot, con triple lazo
Que tá, desde que huérfanos quedaron Unidos viven á tu amante pecho;
jEres la sola Madre de mis hijos I El niño aprendió á hablar en tu regazo,
Y las n i ñ u k orar junto k tu lecho.
¿Cómo pagarte deuda tan querida? Dar á las almas tristes un consuelo,
¿ Cómo premiar tu afán y tus cariños, Que los que sufran calmen sus pesares.
Si tú y el compañero de tu vida Que afirme la virtud, hija del cielo,
Son los segundos padres de mis niños ? El amor v la paz en los hogares.
A CARLOS ADAME
A CARLOS ADAME
A ISA««!. RtVADKNSYftA
PPJMERA PARTB
De discreto en la victoria
Fué auditor en los consejos
Y de fiero en la batalla.
Militares de la plaza,
Pero, por ser allegado
Y era de austeras costumbres
En limpia y directa rarru
Y de muy pocas palabras.
Al audaz y memorable
Vivió don Gastón en frente
Conde de Villamediana,
De antigua, opulenta casa,
Tomóle cierta ojeriza
Con cadena en el portillo
El poderoso monarca
Y de almenas coronada,
Y lo mandó con un cargo
En calle que en aquel tiempo
A vivir en Nueva España.
Fué de las Atarazanas.
Llegó á Méjico y obtuvo
Entre donceles y damas- De tal casa á los balcones
Entre nobles y pechero* Salió una tarde una dama
Pura como una azucena,
Y entre togas y sotanas,
Esbelta como una palma,
Acatamiento á sus fueros,
Con ojos negros y grandes
Respetos á su prosapia
Que vivo fuego irradiaban.
Y estimación distinguida
Á su cultura esmerada. Vió á la dama el caballero,
Vió al caballero la dama
Y á los dos á un tiempo mismo
Se les encendió la cara
II Y después de breve rato
Cambiáronse otra mirada
Penetradora, insistente
Asi vivió varios años
Y á la vez terrible y rápida.
Con tranquilidad y calma
Como el choque con que cruzan
Don Gastón de Ballesteros
En un duelo dos espadas
(Que asi el doncel se llamaba).
Que van á los corazones,
Tuvo varias comiv •¡es,
Mandó la ronda de capa, Y en un relámpago matan.
Es hermosa — Gastón dijo ~
Es guapo — dijo la dama,
Cortés trajo á Nueva España.
¡La intereso! — ¡Le intereso!
Marchaban los de la audiencia
¡Se turba! — ¡Se pone pálida! —
Y en su pos, la flor y nata
Y confusa y aturdida,
De jueces é inquisidores
Al decir estas palabras,
De arcabuceros y guardias,
Cerró sus balcones ella,
Y por detrás en vistosa
Dejó Gastón la ventana
Procesión luenga y compacta,
Y ambos se fueron sintiendo
Los humildes moradores
Un volcán dentro del altm.
De más allá de la traza,
Indígenas y mestizos
Tenidos c o m o canalla.
III Las calles en que seguía
Su curso la inmensa masa,
Mirábanse como nunca
Llegóse el trece de agosto Revestidas y adornadas:
Y al despuntar la mañana Inmensos arcos de tule
Despertaron los vecinos Con amapolas de grana
Entre repiques y salvas. Guardando en cintas de trébol
Celebrábase la fiesta Grandes cifras del monarca,
Del Pendón denominada, Y en los abiertos balcones
En que con lujosa pompa Dando el sol vivos de llama
Entre picas y oriflamas Las cortinas de damasco
Iban oidores y alcaldes Con las vajillas de plata;
Con bastones y con mazas
Y sobre las toscas piedras
Detrás de altivo ginete
Con profusión derramadas
Uniformado de gala,
Las rosas que de Ixtacalco
Que vanidoso y contento
Crecieron en las chinampas.
En la diestra tremolaba
Era el Pendón conducido
El pendón que don Hernando
Desde la siniestra casa
De cabildos, hasta el templo
Y cuéntese que el gallardo
Que á san Hipólito guarda.
Militar, también portaba
Allí llegaban al atrio
Queriendo, los de Manresa
Y luego le colocaban De Santiago y de Malta,
En el balcón, al instante Pues que tuvo cuatro abuelos
Que las tronadoras salvas De nombre y nobleza tanta
Y los sonoros repiques Que ingresaron á las cuatro
Y del pueblo la algazara Órdenes hospitalarias.
Se alzaban en solo un grito:
Por la calle de Tlacópam,
El grito de « ¡Viva España! *
( H o y de Tacuba llamada)
Quedaba el pendón expuesto
En un balcón hecha un astro
Hasta la nueva mañana
De juventud y de gracia,
En que con la misma pompa
Don Gastón de Ballesteros
K-. cabildo le tornaban.
Volvió á encontrar á su dama.
Demudóse su semblante,
Saludóle con la espada
\
Y en eso está mi desgracia,
De mi infinita desgracia.
Porque Inés ardiendo en ira
— Habla todo.
Celosa y desencajada,
— ¿Tú lo quieres?
Me dijo que era tu amanta
— Yo te lo exijo.
Y que tú la idolatrabas.
— Bien.
iJo sé si tú la verías
— Habla.
Cuando volviste la cara,
Mas no te perdió la vista
Hasta que en larga distancia
VII Borró la nube de polvo
Tu inmensa cruz encarnada.
Quedéme yo tan celosa,
— Tengo en el mundo una amiga, Tan triste, con tales ansias,
Más que una amiga, una hermana, Que en la tarde, en el sarao
Que acaso tú la conoces Que se celebró en la casa,
— ¿Quién? Fui en el minué compañera
— Inés Martínez. Del marqués de Santa Olalla
-Calla. Que de casarse conmigo
— ¿Te turbas? Ofrecióme su palabra,
— Vamos, prosigue. Tan pronto como tornase
— Pues con ella una mañana De una comisión muy alta
Mano á mano departiendo Que el Virrey le confiriera
En el balcón de su casa Para la Nueva Vizcaya.
Te vimos pasar, portando
Yo que estaba ardiendo eu c«los
El manto de Calatrava.
Me finjí la enamorada
Yo que ya te conocía,
Y confirmé sus promesas
Que interesabas mi alma
Con mi rectitud de dama.
Y que sentí como nunca
Salió el Marqués, cual me dijo,
Invencible tu mirada,
Á la siguiente mañana,
Me demudé á tu presencia
POFlUs COMPUTA!. — TOMO L 10
Y dejóme esta sortija
Como una prenda sagrada. Oprimió el helado pomo
N o ha vuelto nunca á escribir ;e De su florentina daga
Ni nunca le pongo cartas, Y al salir del aposento
Pero él es un caballero Quedóse llorando Blanca.
Y y o una mujer honrada
Y la sociedad más culta
De la corte en Nueva España
Todo esto sabe y lo aprueba; VIII
Ya ves si soy desgraciada;
T u amor está por un punto
Y por otro mi palabra, Poblando el aire, se agitan
Entre tú y yo, no es posible En catedral las campanas,
Ninguna dulce esperanza; Pues ya noticias se tienen
Perdóname y luego olvídame De que en el trono de España
Aparta, Gastón... aparta, Sucede al quinto Felipe
Que si me miras me vences; Un nuevo y grande monarca
¡No me fijes la mirada! Cuyo busto y cuyo nombre
Grabados en oro y plata
De Gastón por el semblante Los va á conocer el pueblo
Cruzó una sangrienta ráfaga En la jura de la plaza.
Como el ángel de la muerte Hay junta de caballeros
Sobre un campo de batalla. Del gran Palacio en las salas,
Quiso allí decirle tanto Que conversan y departen
A la deidad de su alma _ Con el conde de Fuenclara,
Que después de pensar mucho Caballero de Santiago
N o le dijo una palabra. Y virrey de Nueva España.
Levantóse ardiendo en celos AHI están todos los grandes
En abolengo y prosapia,
Y con la mano crispada
Asi los que visten toga
Como los que espuela calzan, Y dichosa Nueva España,
Prebendados, auditores, Sin traidores ni ambiciosos...
Alabarderos y guardias. — ¡ Lo sabe bien quien los trata! •
De pronto gran movimiento Dijo una voz en el grupo
Notóse en aquella sala De los que al Virrey cercaban.
Y vióse entrar á un gallardo El Virrey fijó los ojos
Militar de rubia barba En todos con faz airada;
Por la edad entretejida El Marqués quedó suspenso
Con leves hilos de plata. Y reinó en toda la sala
Ved — murmuraron algunos — Un silencio pavoroso
Al marqués de Santa Olalla. Ante semejante audacia.
¿ Ése es el marqués? inquieto — ¿Quién profirió tal ofensa?
Y con la faz demudada Dijo el conde de Fuenclara;
Preguntó á un oidor, un joven Y adelantando dos pasos
De apostura muy bizarra. Cou la frente levantada
— Él mismo — Don Gastón de Ballesteros
— ¿De dónde viene Así agregó con voz franca:
— Viene de Nueva Vizcaya. — Quién conoce á los marqueses
A poco el Marqués, delante Que van á Nueva Vizcaya. —
Del conde de Fuente Clara Intentó el Virrey al punto
Presentóle sus respetos Reprender al que así hablaba;
Con estas breves palabras: Pero le vió cuatro mantos
— Cumplido mi honroso encargo, Prendidos sobre la espalda,
Tan sólo señor me falta Los más limpios, los más nobles,
Felicitar á estos reinos Los más preciados de España,
Y á Vueseucia que los manda, Los de Malta y Santiago,
Por la elevación al trono De Manresa y Calatrava,
De nuestro nuevo monarca. Y sólo decirle pudo:
Está próspera, pacifica, — Tened »uesa lengua y basta;
Detenido en mi palacio
En medio de la desgracia,
Quedaréis hasta mañana. —
Pues que al pasar parte á parte
Salieron todos confusos
Al contrario con la espada
1.a ceremonia acabada
Le dejó muerto en el sitio
Y à Ballesteros llegóse Al despuntar la mañana.
El marqués de Santa Olalla Nadie sabe con certeza
Y algo rápido y siniestro De tal suceso la causa,
Se dijeron en voz baja. Pero lo que nadie ignora
Es que mató en lid honrada
Don Gastón de Badesteros
Al marqués de Santa Olalla
IX Por el que de luto lloran
Inés Martínez y Blanca.
r
i
Dos horas después se mira Le forman círculo estrecho.
Tan tranquilo todo aquello, No le conoce ninguno,
Que un grupo de zuavos ríe Más él, á todo resuelto,
Contemplando á un compañero Les dice con voz tranquila :
Que en pos de arrogante gallo « Yo soy Nicolás Romero v
Corre afanoso y violento. Al escuchar ese nombre
El animal, ya rendido, Temido por todos ellos,
Por salvarse emprende el vuelo Y al contemplar desarmado
Á quien vencido no vieron,
Y entre las ramas de un árbol
Asoma en todos los rostros
Esconde el pintado cuerpo.
Con el asombro el contento.
El zuavo llega en su busca,
El león de las montañas
Alza los ojos atento
Presa del destino ciego,
Y descubre, entre el ramaje,
Mas debe al propio infortunio
Recatado un bulto negro;
Que del contrario al esfuerzo
Lanza un grito de sorpresa,
Hallarse entre los franceses
Requiere el arma violento,
Desarmado y prisionero.
Y con grandes voces llama
A todos sus compañeros.
Acuden, miran, discuten,
Gritan y le intiman presto
V
Que descienda, si no quiere
Que sobre él rompan el fuego.
Muévense entonces las ramas, Aunque d sol naciente brilla
Y lentamente, sin miedo, Con deslumbrantes reflejos,
Baja por el tronco un hombre De la ciudad opulenta
Que está vestido de negro. Sobre el transparente cielo;
A tal novedad acuden Hay algo que no se explica,
Más jefes y subalternos, Que pesando sobre Méjico
Qpe á la par <jue lo contempla Haee que 1» se mu*
Con un color ceniciento, Es la plaza de Mixcalco
Y alumbre calles y plazas Que á todos infunde miedo
Como la antorcha de un féretro. Por ser sitio en que la pena
Los ánimos conturbados, Capital sufren los reos;
Los corazones opresos, La ha regado mucha sangre;
Tristeza por todas partes, Muchos el postrer aliento
Por todas partes silencio. Lanzaron alli, mirando
El menos sagaz comprenda Aquel contorno siniestro.
Que se prepara un suceso Por eso los grises muros
Tan triste, tan pavoroso, Del ángulo norte izquierdo
Tan terrible, tan funesto; Son conocidos por todos
Que al presentirlo semejñ Como el rincón de las muertos.
La ciudad un cementerio. Va lentamente á esa plaza,
Desde que rayó la aurora, En gruesas ondas el pueblo,
En la penumbra se vieron En pos de los batallones
Marchar silenciosamente Que van llegando en silencio,
Del enemigo extranjero, fórmase el cuadro, se alinean
Los pesados escuadrones, Los zuavos en primer término,
Los compactos regimientos.
No distante de la plaza Y entre sus filas asoman
En el oriental extremo Las anchas bocas de fuego.
De la ciudad, se descubre Detrás cazadores de África,
Vecina de los potreros Que con su marcial aspecto
De Aragón, desierta plaza Á 1? inquieta muchedumbre
De triste y mísero aspecto. imponen mudo respeto.
Cierran su humilde recinto Álzase un rumor de pronto
Albergues de carboneros, Como el mar que raje fiero.
Y pobres chozas que alfombran Abren paso los soldados,
Guijarros y polvo seco. Entra todo en movimiento,
Y en el cuadro se presenta
El funerario cortejo
Con el que van al cadalso
Cuatro mártires del pueblo.
Era el uno Roque Flores, 9
Un valeroso sargento;
VI
El otro Encarnación Rojas,
Alférez del mismo cuerpo;
Higinio Álvarez, altivo I Soldados de las montañas l
Comandante muy apuesto • Nobles soldado» del pueblo!
En un tricolor zarape Sobre vuestras iumbas crecen
Con suma elegancia envuelto, Inmarcesibles y eternos,
Los laureres con que adornan
Y con ellos muy tranquilo
Los inmortales sus templos.
Como quien marcha á paseo,
Humildes desde la cuna
El valor en la mirada
Nacisteis en el silencio
Y fumando y sonriendo, Y á la luz del patriotismo
Al patibulo, glorioso Que se encendió en vuestros pechoc
Llega Nicolás Romero. La historia imparcial, severa,
Fórmase á los cuatro en fila, Grabó con buril de fuego
Reina fúnebre silencio, Vuestros nombres en sus altos
Los tiradores preparan, Perduraoles monumentos!
Se da la señal de fuego,
Y al tronar de los fusiles,
El grito de / Viva Méjico I
Brotando de aquellas bocas,
Va con su postrer aliento
Por el cielo de la patria
En nubes de gloria envuelto.
Se miran los batallones
Que denso polvo levantan,
Marchando pausadamente
De las lomas por la falda.
La división es aquella
Que en la constante campaña,
P R I M E R O E S L A P A T R I A Del Ejército del Centro
Nicolás Régules manda.
A Mi Ft'ATEKNAL AMIGO RAFAEL DE 2AVAS ENRIQUEZ En ella cuéntanse muchos
Jóvenes en cuyas almas,
El patriotismo ha encendido
Su pura y ardiente llama,
Que al llevarlos al combate
Vencer ó morir les manda,
Apenas por el oriente Los estimula y anima
Entre celajes de plata, Luis Robredo y le acompaña
Y disipando laá sombras De valor y de fe lleno
Aparece la mañana; José Vicente Villada.
Cuando el eco uespertando Va á comenzar el combate,
De la desierta montaña,' De prisa el sol se levanta
El estampido sonoro Y los ayudantes cruzan
Del cañón difunde alarma. Entre columnas cerradas;
Precipitados los belgas Se apresta la artillería
Que á Tacámbaro resguardan, Y' ocupan la retaguardia
En las trincheras se agolpan Los escuadrones formados
Y al combate se preparan. Y listos para la carga.
Ya de una altura descienden Ya los jefes impacientes
Las fuerzas republicanas Sólo la señal aguardan
Y vibran de las cornetas Para emprender atrevidos
Las nota» limpias y claras..
El asalto de la plaza. Pero un eco más terrible
Ya Régules se dispone Régules siente en el alma,
A dar la voz esperada, Pensando donde la muerte
Cuando llega un hombre á escape Llevado habrá la metralla.
Corriendo desde la plaza. Sus ojos no se humedecen,
El General al mirarle Ni su faz se torna pálida
Le tiende la mauo franca Y sólo en el entrecejo
Y con gran fatiga el otro Sus pensamientos se marcan.
Le dirije la palabra. — Avancen, les grita, avancen,
— Que no hagan fuego, le dice, Y haciendo brillar su espada
Que en la trinchera cercana, Entre densas nubes de humo
En esa que se divisa Impasible se adelanta.
De la ciudad á la entrada, I Con cuánto valor defienden
Han colocado los belgas Los imperiales la plaza !
Al rayar de la mañana, I Con cuánto arrojo combaten
Á los que usted en el mundo Las huestes republicanas!...
Más considera y más ama : Suyas las primeras líneas
¡ Están su esposa y sus hijos I Después de tenaz batalla,
Pues quieren si usted ataca Los asaltantes ocupan
Que reciban los primeros Trincheras, calles y casas.
La mortífera descarga. — Reconcéntranse los belgas
Régules queda en siiencio En la iglesia y se preparan
Y luego con mucha calma, Á hacer una resistencia
A los artilleros grita : Terrible y desesperada.
— | Fuego! ¡ Primero es la Patria I — La gente va resbalando
Al sonar su voz retumba De fresca sangre en las charcas,
El cañón y se levanta Y hay tantos muertos que oponen
La espantosa gritería Dificultad á la marcha.
De las columnas en marcha. Los soldados tropezando
Y cayendo se adelantan Y al estrechar en sus brazos
Hasta cercar la parroquia Aquellas prendas del alma,
Entre una lluvia de balas. Escucha como repite
Allí cubierto de gloria En torno suyo la Fama,
Y de la patria en las aras, Grabándolas en la Historia
El coronel Luis Robredo Aquellas nobles palabras,
El último aliento exhala. Que más que Guzmán el Bueno
Tras dos horas de combale Y más que un hijo de Esparta,
La tropa mira asombrada Lanzó diciendo á sus tropas :
Que la iglesia se corona « 1 Fuego 1 » «i Primero es la Patria 1 >;
Con un penacho de llamas.
Cunde el fuego, el humo denso
En anchas nubes se escapa,
Y en remolinos de chispas
Por las abiertas montañas;
Y se estremecen los muros,
Y las puertas se desgajan
Y crujiendo se desploman
Los techos sobre las masas.
Los imperiales se rinden
Y de la heroica batalla,
El éxito y el arrojo
Lleva en sus ecos la fama';
Y cuando ya la victoria
Anuncian alegres dianas,
Regules vuelve á sus hijos,
Vuelve á su esposa y se pasma
De ver como respetaron
Sus corazones las balas;
POESÍAS COMPLETAS. — TOMO I. 13
El Gobierno, de que pongan
Sus cuarteles en las plazas
Que clima benigno gozan.
Mas tal convenio que hoy día
LOS FUEROS DEL . VALOR
De la Soledad se nombra,
N o le fué comunicado
K LA EXCELENTÍSIMA SEÑORA DUQUESA DE
Á un jefe que en tales horas
El camino custodiaba
Con una fuerza muy corta.
No más de doscientos hombres
Aunque resueltos, la forman,
Bajo los candentes rayos Y órdenes tiene severas
Del rojo sol de la costa, De impedir á toda costa
Sobre secos arenales El paso, por aquel punto
Cuyos vapores sofocan, De las fuerzas invasoras.
En donde el viento no cruza Al ver venir i lo lejos
Ni la nube bienhechora Con marcialidad y pompa,
Sobre el agotado suelo Las legiones franco-rberas,
Arrastra indecisa sombra; Y que sin recelo toman
Huyendo de la epidemia Del camino de las cumbres
Que en Veracruz diezma y corta La carretera más próxima,
De franceses y españoles Dispone luego á su gente
A las aguerridas tropas. Que las armas tiene prontas
Vienen ambas caminando
Y se planta en son de guerra
Hacia la falda escabrosa
Donde más el paso estorba.
De Acultzingo, por convenio
Al divisar los que llegan
De los jefes de unas y otras
Tan extraña maniobra
A quienes da su permiso
A su general en jefe
Dan parte de que se notan
Ni los que vienen en contra.
Preparativos de ataque — Somos muchos.
Lo cual á todos asombra — No los cuento.
Era Prim el que mandaba — Tenéis muy pocos.
El ejército, y de boca — Me sobran;
De sus soldados sabiendo Para morir por la patria
Novedad tan sospechosa, No he menester gran escolta.
Adelanta un emisario — Pasaremos
Que blanca bandera porta — No lo dudo;
Para preguntar al jefe Sangrienta será la alfombra.
La razón, pues que la ignora, — ¿No cedéis?
Que tiene para oponerse — Aunque viniera
A la marcha de sus tropas. Contra mí toda la Europa.
Rápido va el emisario, — ¿Eso le digo á mi jefe?
Los opuestos lindes toca, — Y agregad por cuenta propia
Con el jefe mejicano Cuanto gustéis, yo sostengo
Muy en breve se apersona, Un reto que me acomoda.
Y le refiere el convenio, Vuelve el mensajero triste,
Le dice por qué la costa Habla con Prim y le abona
Han dejado, por qué vienen El valor del adversario,
A acampar sobre las lomas. Valor que á todos asombra.
Atento le escucha el otro Después de escuchar atento,
Y dando respuesta pronta Dice Prim que reflxiona :
Le dice que tal convenio — De acometer á esos homb v>s
N o conoce, y pues ignora Es segura su derrota,
Y órdenes no ha recibido Mas el éxito seria
Que á la consigna se opongan, Vergüenza más que victoria.
Habrá de luchar con ellos Soldados que asi obedecen,
Sin contar, pues no le importa Valientes que asi se portan
Ni los que á su lado tiene,
En tan solemnes momentos,
Merecen respeto y honra, El jefe que pocas horas
Y honra y respeto ha de darles Antes, les detuvo el paso,
Nuestra bandera española. El cual con su gente forma
Y después de decir esto A la izquierda del camino A
Manda hacer alto á las tropas En actitud silenciosa.
Y al general mejicano Al cruzar la descubierta
Pone al momento una nota Por aquel punto, se asoma
Refiriendo lo que pasa Al rostro de los que vienen
Y pidiendo que disponga La curiosidad más honda
Que el paso no les impida Por conocer al osado
Aquel jefe á quien pergona Que obtiene al fin la victoria,
Caballeroso y valiente, Pues con su valor, tan sólo
Cuyo atrevimiento elogia. Tanto tiempo el paso estorba.
Y con respeto le miran,
En comunicar tai orden
Trascurren más de tres horas, Y con cariño le nombran,
Y todo ese tiempo quedan Y ya van lejos, y el rostro
Sufriendo el sol de la costa A cada segundo tornan.
Tendidas á campo raso Sobre un corcel arrogante
Las legiones invasoras. Que agita su crin sedosa,
Suena al fin, de los clarines Y con la espuma del freno
La voz, indicando ronca, El nervudo pecho moja,
Que vuelve á ponerse en marcha Llega Prim, y diligente
La ya fatidaga tropa. Con la corte numerosa
Ordónanse las columnas, De ayudantes que le siguen
Y de amigos que le escoltan,
Y entre nubes polvorosas.
Al jefe busca y lo encuentra,
Se deslizan lentamente
Y al mirar que cuando nota
Sobre las tendidas lomas.
Su presencia se adelanta,
Llegan al punto que guaraa
Pica al caballo, y la pronta
Mano tendiendo le dice : Ni el gran peligro que afronta,
— « Caballero, á mucha honra El coronel Félix Diaz
Tengo en conocer á un bravo Á quien recuerda la historia
Que de su patria es la gloria; Como altivo y como osado,
Nación que tiene soldados Como valiente y patriota.
Como el que marcó á mis tropas
El alto, cuando tenia
Por segura la derrota,
Es nación á quien reserva
Grandes páginas la historia — .
Vuelve á oprimirle la mano,
Y antes que el otro responda,
Entre una nube de polvo
Gana camino en las lomas
Ensalzando a aquel valiente
Con los que á su lado trotan.
Han pasado muchos años;
La basílica de Atocha,
Guardando de Prim el sueño
Bajo sus macizas bóvedas .
Conserva el recuerdo vivo
De su valor, y la gloria
Alcanzada en Castillejos
Por las armas españolas.
También en eterno sueño
En nuestro suelo reposa
El temerario soldado
Que á Prim el paso le corta
Sin medir número, fuerza,
Y un asistente que sigue
De la pareja la marcha.
Risueña nace la aurora,
Alegres las aves cantan,
El viento cruza tan manso
Que no estremece las ramas;
Sonoro rumor se escucha
LA HEROÍNA DEL DOLOR De las distintas cascadas,
Y la tierra humedecida
i LA SEÑORA CARMEN ROMERO RUBIO DB DlAÍ Con las lágrimas del alba
Entre el tupido follaje
Ligeras brumas levanta.
Por el azul de los cielos
Atraviesan las bandadas
De mirlos y colorines,
De tordos y guacamayas.
Van alegres los viajeros
Por una angosta vereda Y al compás de las pisadas
Que cruza entre las montaña« De los caballos, sostienen
Que por el sur de Jalisco Festiva y sabrosa charla.
Forman gigante muralla, — Mira qué grandes, qué bellos
Caminando paso á paso, Tiene los ojos, — exclama
Al despuntar la mañana, La mujer mirando al niño: —
Van en sus dóciles potros Si ya con los ojos habla;
Que de fuertes tienen traza. Mira qué oscuro es su pelo,
Un oficial embozado Sus manecitas qué blancas,
En vieja y oscura capa, Y esa sonrisa tan dulce
Una mujer bella y joven Que llega al fondo del alma.
Con un niño que amamanta ¿No confiesas que es hermoso?
Y el oficial que no aparta
La madre al niño procura
Del bello grupo la vista,
Defender del sol que abrasa,
Responde con risa franca
Formándole frágil toldo
Que la ternura denuncia
Con tela ligera y blanca.
Y el buen carácter delata :
El oficial va cual antes
— Por fuerza debe ser bello
Sin soltar ni la bufanda,
Si tiene mi misma cara;
Pues toma por buena regla
Es retrato de su padre
« Para buen sol buena capa. »
Y hasta los ciegos lo cantan. —
El soldado indiferente
Alzó la joven el rostro,
Silbando el toque de marcha
Y lanzando una mirada
Sigue cual si no sintiera
Más traviesa que burlona :
Temperatura tan alta.
— Sí, tu retrato le llamas,
Contestó, porque no has visto El se apellida Lozano;
En un espejo tus gracias. — Ella, Matilde se llama,
Y el asistente responde
Y como dando la prueba
Al nombre de Juan Zapata.
De que mienten sus palabra»,
Acaricia del marido
La luenga y sedosa barba.
El sol se va levantando;
De los montes en la falda U
Las nieblas desaparecen
Y se agrupan en las palma»
De improvisto los caballos
Buscando la fresca sombra
Detiénense y con recelo
Las aves en las cañadas.
Alzan la cabeza y mueven
Sigue el grupo su camino
Ambas orejas á un tiempo.
Mas ya con penosa marcha,
El oficial y el soldado
Que baja lumbre del cielo
Comprenden cercano riesgo,
Y el suelo despide llamas.
Los dos empuñan las armas
Y con ademán resuelto En tanto, de los caballos
Saltan entre la maleza Hacen bajar á los presos,
Limite del bosque espeso. Y en medio de los franceses
No bien un palmo adelantan Y sin ningún miramiento,
Cuando salen á su encuentro, Se encamina la columna
Cual brotando de Ja selva, Buscando el vecino pueblo
Audaces, terribles, fieros, Y tras ella pensativa
Los cazadores franceses Sigue Matilde en silencio,
Que allí estaban en acecho. Que nadie de ella se ocupa
Es la resistencia inútil, En tan aciagos momentos.
Que en gran número son ello«. Una madre abandonada
Y tan de prisa se llegan En un camino desierto,
Que cercan en un momento Con un niño entre los brazos,
Al oficial y á Zapata Llevando dentro del pecho
Intimándoles soberbios. El corazón oprimido
El uniforme denuncia Por el dolor más intenso,
A Lozano y sin remedio Podrá conmover sin duda
Tiene que entregar sus armaa El animo más sereno;
Y darse por prisionero. Pero en medio de las luchas
Muda de asombro, temblando, Y cuando sopla el aliento
Con el rostro descompuesto, De los combates, en vano
Las lágrimas en los ojos Fuera buscar un consuelo
En marciales corazones
Y apretando contra el seno
Templados á sangre y fuego.
Al niño, cual si quisiera
En ella misma esconderlo,
Matilde mira á su esposo,
A los soldados y al cielo
Y ni tiene una plegaria
Ni una queja, ni un lamento*
Escucha á pocos instantes
El sonar de los disparos
111 Y luego vuelve la escolta
Los cadáveres dejando
Que el cura siempre recoge
Prisionero está en Colima Cuando el sol está muy alto.
El comandante Lozano En horrible íncertidumbre,
Y en la pobreza Matilde Con el pecho destrozado,
Vive su prisión llorando. Cada mañana Matilde
Tiene en peligro la vida Escucha llena de pasmo,
El jefe republicano, Cuando pasa la columna
Pues de cuantos han caído A los mártires llevando ;
Á ninguno han perdonado, Cada mañana supone
que Berthelín que allí manda Que va con ellos Lozano,
Debe en justicia á sus actos Y al escuchar las descargas
Los renombres que le siguen Nubla sus OÍOS el llanto
De implacable y sanguinario. Y con voz entrecortada
Matilde ocupa una casa Pone al niño en su regazo,
En un apartado barrio, Y acercándolo á su rostro
Mas por desgracia esa calle Le dice, bajo, muy bajo :
Es el camino marcado — « | Hijo del alma, quién sabe
Para llevar diariamente Si á tu padre habrán matado l »
Las victimas al cadalso. Se pone luego en acecho
Y así, todas las mañanas Y al regresar los zuavos,
Luego que suenan las cuatro, Cuando siente que se alejan
Oye Matilde que llevan Y queda en silencio el barrio :
En las sombras los zuavos Coge un farol y le oculta,
A una plazuela cercana Toma al niño entre sus brazos,
Los mártires sentenciados. Abre con temor la puerta,
Ve la calle con espanto, Lo enjuga, aparta el cabello,
Y trémula y conmovida Y su audacia liega á tanto
Dirige el incierto paso Que á muchos abre los ojos
Hasta el lugar en que yacen Claras señales buscando.
Los muertos abandonados. . Cuando queda satisfecha
De que no ha muerto Lozano,
Se arrodilla, eleva al cielo
Lanza su rojiza lumbre Cortándola con su llanto,
Tras de los vidrios opacos, La más ferviente plegaria
El farolillo que tiembla Que alzó pecho atribulado.
De la mujer en la mano. Vuelve en seguida á su casa,
Hirsuto el negro cabello, Pasa en terribles trabajos
De las órbitas saltando Las horas, llega la noche,
Los ojos como dos ascuas Escucha sonar las cuatro
Ve Matilde, paso á paso, Y otra vez la misma escena,
Uno por uno, los rostros Y sin tregua ni descanso
Por el plomo destrozados. Uno tras otros los dias
Hunde las desnudas plantas Va en esta angustia pasando;
De tibia sangre en los charcos, Asi transcurren los meses,
Y ni el terror la detiene Está su cabello blanco,
Ni la domina el espanto. Está su faz demacrada
Inclinase y delirante Donde abrió surcos el llanto,
Va cada rostro mirando, Y ya una anciana parece
Y si en alguno las huellas Y cuenta veintitrés años.
Del proyectil han borrado
Las facciones, si la sangre
Oculta todos los rasgos,
Valerosa se arrodilla
Y con atrevida mano
Y siente que le abandonan
La voluntad y las fuerzas.
IV Y que su razón vacila
Y que su sangre se hiela.
Asi queda largo tiempo
Una noche tenebrosa, Como estatua muda y quieta,
En que ruda la tormenta Mas de improviso se yergue,
Sobre la ciudad bramando Alza el rostro, escucha atenta
Hace estremecer la tierra, Y se convence temblando
Y las ráfagas del viento De que ya las cuatro suenan.
Hondos gemidos remedan,
Y el relámpago se enciende
Rasgando la sombra densa Reina en la calle el silencio.
Y se desata en raudales Ha cesado la tormenta
De lluvia la nube negra; Y se oye sobre las charcas
Tan turbada está Matilde, Las pisadas que se acercan
Tan turbada y tan inquieta De las tropas que caminan
Que la tempestad de su alma A la ejecución sangrienta.
A la del cielo semeja. Matilde cobrando aliento
Quiere rezar y no puede, Va con sigilo á la puerta
Quiere llorar y están seca3 Y quiere por las rendijas
De sus lágrimas las fuentes, De la gastada madera
Que las agotó la pena. Contemplar á los que pasan,
Quiere quejarse y palabras Pero la sombra es tan densa
Por más que busca no encuentra Que en vano lanza cual dardos
Al niño toma en sus brazos Sus miradas hacia fuera,
Y cual si suyo no fuera, Y sólo descubre bultos
Como perdido entre nubes Iguales, fantasmas negras,
Con vaguedad lo contempla Qpe saliendo de unas sombras
En otras sombras penetran.
Ella detiene el aliento
Mientras pasan y se alejan, y
Y ni á respirar se atreve,
Inmóvil, como de piedra,
Hasta que escucha á lo lejos Cuando el sol de la mañana
Como las descargas suenan. Bañó montes y collados,
Entonces lanza un gemido; Y fué á buscar á los muertos
Nunca tan honda su pena El cura humilde del barrio,
Sintió como en esa noche Descubrió con gran asombro
De agonía y de tormenta. Estrechamente abrazado
Cuando de vuelta la tropa El cadáver de una dama
Quedó la calle desierta, Al cadáver de Lozano,
Matilde, cargando al niño, Y junto al fúnebre grupo,
Corre á la plaza siniestra, Llorando en el triste campo,
Y su agitación es tanta Un niño que apenas muestTa
Que á cada paso tropieza. Tener de existencia un año.
Llega hasta el lugar terrible,
Y loca, convulsa, ciega,
Con avidez y con ansia,
Al fulgor de su linterna
Mira un caaaver icudido
Sobre la mojada hierba.
Cuando la luz amarilla
Baña la faz descompuesta,
Matilde lanza un profundo
Grito y se desploma yerta.
Al ir teneciendo el año,
Que contó sesenta y cinco
Del siglo que va expirando,
Conversaban tristemente
Haciendo corte á un anciano,
EL CANJE DE PRISIONEROS Un grupo de caballeros
Con semblantes consternados.
A la memori» del inmaculado Caudillo de la Independencia
Era el viejo de estatura
GENERAL VICENTE ODBRRERO Elevada y rostro franco,
Con bien marcadas señales
De ser antiguo soldado;
Por sns rugosas mejillas,
Sobre sus marchitos labios,
PRIMERA PARTE
Como dos sirtes de plata
Bajaba el bigote cano.
LOS DOS PADRES De sus miradas el brillo
Eclipsaban á su paso,
Lágrimas mal recogidas
i
Con seca y trémula mano,
Que algunas veces mojaban
En la ciudad opulenta Un pecho condecorado '
Q.ue fué en los tiempos de antaño, Con la cruz más envidiable
Residencia de virreyes. Que registran nuestros fastos;
Orgullo de los vasallos La que tiene en el anverso
Y emporio de las riquezas Con áureas letras grabado:
De este suelo mejicano, Treinta contra cuatrocientos,
Donde aztecas y españoles En medio de un verde lauro.
Levantaron sus palacios; Y ai empaparla unos ojos
Una mañana de invierno, Que han visto el sol setenta añoa,
Prueban que dolor Inmenso HasU que haciendo un esfuerzo
Hace verter ese llanto. Más que grande sobrehumano,
Por eso los que acompañan Levanta el rostro y procura
En su plática al anciano, Manifestarse calmado,
Están ceñudos y tristes Y como claras señales
Y mudos y consternados. De que se domina dando
— Es una maldad sin nombre, Dice á los que le acompañan,
Les dice, ¡joven! ¡gallardo! Viendo venir á caballo
¡Hijo querido!... no puedo A un hombre que se aproxima
Resignarme... ¡fusilarlo Hacia el grupo, paso á paso:
Con tan bellas esperanzas! — Cuando perdemos un hijo
jTan bueno! jme quiso tanto 1 ó algún otro ser amado,
Cuántas veces pequeñito Su figura nos recuerdan
Al tenerle entre mis brazos, Muchos de los que encontramos;
Pensé, temiendo estas cosas: Por ejemplo, aquel que viene
Antes muerto que soldado; Dijera que es el retrato,
Y ya lo veis, el destino, El hombre más parecido
La mala suerte, el acaso, Al hijo que allá en Huetamo
A tener un fin u n triste En unión de Untos belgas
Bien pronto le condenaron. Fusiló Riva Palacio! —
¿Por qué me sobra la vida? Y aquí, ya sin contenerse
jYo en su lugar! está claro. - Bajó su rostro el anciano,
Y anudada su garganu Y sin poder reprimirlo
Sigue en silencio llorando, Volvió á sus ojos el llanto.
Y están sin brillo sus ojos Como al cruzar de los tiempos
Y están trémulas sus manos Se abate el roble cansado,
El roble que enantes pudo
En aquella escena muoa Burlar el golpe del rayo;
Transcurre asi largo roe Ese hombre que triste llora,
Ese antiguo veterano, Entre risa y entre pasmo;
Fué en otros tiempos temible, La cabeza del mancebo,
Bullicioso, alegre, osado; Oprime con ambas manos,
Don José Miñón que tiene Besa trémulo su frente
Un nombre en fama muy alto, Y baña su rostro en llanto.
Y que de los generales Reina un silencio solemne,
Es ya sin duda el decano. Silencio sólo turbado
Por eso los que le miran Por los sollozos convulsos
En esa edad y llorando, Que brota el pecho de entrambos.
Están ceñudos y tristes Los del grupo enternecidos,
Y mudos y consternado». Absortos ante ese cuadro
Húmedos tienen los ojos
Y la sonrisa en los labios.
II Por fin el padre pregunta
Con acento entrecortado:
— ¿Cómo vives? ¿á quién debo
De las toscas herraduras Tal prodigio, tal milagro?
Se escucha entonces cercano ¿ Cómo si todos han muerto
El duro golpe que anuncia, Puedo mirarte á mi lado ?
Que llega precipitado —• ¿Quién ha muerto padre mío?
El jinete que al mirarle De todos los que en Huetamo
Ha conocido al anciano. Estábamos prisioneros,
« jPadre! | Padre! » grita alegre, Á ninguno fusilaron...
A tierra veloz saltando
— lA ninguno! — Si, á ninguno.
Y con raudo movimiento
— Pues de Guerra el Secretario
Alzándole entre los brazos.
Parte oficial ha tenido...
Torna el viejo la cabeza,
— El pane oficial es falso;
Quiere hablar, queda callado,
Para proponer un canje
Abre aturdido los ojos
Vengo yo comisionado...
— ¿Un canje? — S í ; ya usted sahe, Al tocar en un remanso
Que reunidos en Zirándaro Nos hicieron prisioneros
Los prisioneros de guerra, Y nos formaron el cuadro,
Bajo palabra quedamos Por ser orden terminante
Sin más custodia en el pueblo Prendernos y fusilarnos.
Que nuestro honor empeñado Era el momento supremo,
Una mañana supimos Y nosotros resignados,
Que en Uruápam fusilaron A Dios levantando el alma
Los imperiales á Arteaga, La voz de fuego esperamos.
A Salázar y otros varios. Mas de repente rompiendo
Nos conmovió la noticia, Por el bosque enmarañado.
Y temimos consternados Llega un oficial á escape
Que espantosa represalia En un soberbio caballo
Alli pudiera orillarnos Y anhelante, á voz en cuello
A igual suerte, y aturdidos ¡Indulto! ¡indulto! gritando.
En aquel terrible caso, Era el que daba tal grito
Los oficiales y jefes El comandante Velasco,
Belgas, conmigo contando, Que á escape y sin detenerse
Salimos luego del pueblo Llegaba desde Huetamo.
Y á poco nos encontramos Allí por nuestra fortuna,
A orillas del Zacatula A tiempo que nos fugamos,
Y sin conocer el vado. Llegó el General en Jefe
Vimos un bote, fué nuestro, Que la vida me ha salvado.
Y saltando en él, bogamos, Sabiendo lo que ocurría
Con la esperanza ilusoria Mandó suspender el acto,
De llegar al Océano. Y que á todos nos llevaran
Conocida nuestra fuga En el momento á su lado.
Nos tendieron nuevos lazos, Veloz corrió el ayudante,
Y antes de mediar el día, Y si no se afana tanto,
La existencia nos costara Mi honor como mejicano.
Un minuto de retardo. Á Méjico llega y antes
Nos pusieron luego en marcha De hablar con nadie, á caballo,
Y tres horas caminamos, Sin sacudirse ni el polvo
Llegando en la misma tarde Ni procurarse descanso,
Al campo republicano. Al Mariscal le presenta
Le di al General mi nombre Esos pliegos que le mando
Y tendiéndome la mano, Y sé que si usted no vuelve-
Exclamó : | su nombre abona Será porque le han matado. »
Que es caballero y soldado!
— Señor, contesté, yo acepto
Y pruebo la confianza Con orgullo tal encargo,
Que su aspecto me ha inspirado Iré, cumpliré y muy pronto
Encomendándoleíieve Me tendrá usted á su lado.
Hasta Méjico un encargo :
« Jamás contra mi partido
« Libre va usted, que le entreguen
Combatiré, pero grato
Armas, dinero y caballos
Hallará usted en mi siempre
Y al romper mañana el dia Un hijo, nunca un soldado. »
Partirá usted de Huetamo
Al rayar el nuevo dia
Lleva usted en estos pliegos
Me halló libre y caminando,
Que no le entrego cerrados
Y tras de cinco jornadas
La suerte de muchos hombres
Estrecho á usted en mis brazo». •
Que no quiero fusilarlos.
Ya no pudo contenerse
En esa nota propongo
En su emoción el anciano,
Á Bazaine, un canje franco,
Y volvió, pero de goao,
Mis prisioneros me entrega
A dejar correr su llanto.
Y yo los suyos le mando.
— ¿Quién es ese jefe, dijo,
Responden al cumplimiento
Tan noble y tan esforzado?
Y á la fe de este tratado,
Quiero que suene su nombre
Como jefe mi palabra,
Como oración ea mis labios.
POESÍAS OOMrUSTAS. — TOMO I.
15
— Ese jefe usted lo sabe, Allí encuentran departiendo
T i e n e en Michoacán el m a n d o Con otros en el estrado,
Del Ejército del C e n t r o : Á un caballero que muestra
¡Vicente Riva Palaciol — Genio afable y m u c h o s a ñ o s .
El viejo, entonces, asiendo Sin saludarle siquiera
Al m a n c e b o de la m a n o , Dice el que llega: — Mariano,
— V e n , le dice, v e n c o n m i g o . Aquí tiene usted á un h i j o ;
— N o p u e d o , s e ñ o r , y o traigo — Y luego al joven m o s t r a n d o :
O r d e n de n o hablar c o n nadie Éste es el padre, le dice,
Hasta e n t r e g a r . . . Del h o m b r e que te ha salvado.
— Y o lo m a n d o .
El joven enternecido
— Pero padre... Besa del o t r o la m a n o ,
— Nada escucho. Después en pocas palabras
— Á mis instrucciones falto. Se refiere el tierno caso,
— C o m o padre y c o m o jefe Y se abrazan los dos viejos
T e lo ordeno. Enternecidos l l o r a n d o .
— Entonces, vamos.
U n o ver p u e d e á su hijo
Pensativo va el m a n c e b o ,
En Méjico y á su l a d o ;
O r g u l l o s o el v e t e r a n o ,
El otro al s u y o n o ha visto
T r a s ellos el asistente
En largos y tristes años,
C o n d u c i e n d o los caballos;
Pero allí se sienten todos
La gente al mirarlos piensa
T a n contentos, tan ufanos,
Q u e es algún comisionado
Q u e parece que el a u s e n t e
Y ellos ligeros caminan En espíritu ha l l e g a d o .
Sin hacer á nadie caso.
Llegan por fin á u n a casa,
Cruzan el extenso patio,
Y suben las escaleras
Hasta la sala llegando.
El libro da la experiencia
L e dirá al viejo soldado
Q u e vale m a s n e la vida
II! Quitar un h o m b r e al cadalso
Q u e vivir siglos en bronces
Humedecidos con llanto.
H a n corrido tres s e m a n a s ,
Y al c a m p o republicano
E l joven Miñón retorna
Satisfecho d e su e n c a r g o ;
Q u e Bazaine admite el canje
Y está completo el tratado
Y el q u e salió prisionero
Vuelve ya c o m o u n h e r m a n o
El cariño de dos padres
T r a y e n d o al iefe e n sus brazos.
Refirió allí las escenas
De Méjico, entusiasmado,
C o n m o v i ó los corazones,
Y al oírle los soldados,
Orgullosos se sintieron
De llamarse mejicanos.
¿ Q u é laurel m á s envidiable
Ni q u é t i m b r e m á s preciado,
E n los fastos de su historia
Buscará Riva Palacio,
Q u e las tiernas bendiciones
D e aquellos nobles ancianos?
H o y que d u e r m e n en sus tumbas,
H o y q u e h a n corrido los a ñ o s ,
Blusa corta, calzonera,
A n c h o sombrero tendido,
Suelta la roja corbata,
SEGUNDA PARTB Canana y pistola al cinto.
El p o l v o y s u d o r que cubre
BELGAS Y MEJICANOS Á los g u e r r e r o s , indicio
Es, d e q u e p o r larga senda
Violentamente h a n v e n i d o .
Al mirar que se aproximan
Los dos g r u p o s d e enemigos,
I T e m e r o s o s d e un encuentro
Se preparan los vecinos
Á presenciar un c o m b a t e
M a r c h a n d o hacia el m i s m o panto,
Fiero, sangriento, r e ñ i d o .
Y por opuestos caminos,
Se ven dos g r u p o s q u e llegan P e r o notan c o n asombro
Hasta las puertas de Acuitzio. Q u e llegan a! pueblo m i s m o ,
Y se f o r m a n f r e n t e á frente
Los que de Morelia vienen
Con aspecto tan t r a n q u i l o ,
Están c o n lujo vestidos,
C o m o si más q u e adversarios
Arrogantes los caballos
Fueran dos g r u p o s amigos.
Y los jinetes altivos :
Sus militares arreos De los soldados el rostro,
Su ademán franco y pacifico
P o r lo n u e v o y lo limpios,
Ni da señal de coraje
Muestran q u e están del Imperio
Ni pinta bélico b r i o ;
E n defensa y en servicio.
Ni una palabra se cruza,
Los que p o r o p u e s t o lado
Ni se escapa ningún g r i t o
Marchando vienen tranquilos
Visten c o m o guerrilleros Y m u t u a m e n t e se miran
C o n natural desaliño. Curiosos y n o ofensivos.
Asi pasan largo rato,
Hasta que p o r los caminos De los caballos descienden,
De Tacámbaro y Morelia Y departiendo tranquilos
Q u e son los dos recorridos, Entran juntos á una casa
Se ven venir lentamente Principal del municipio.
Dos columnas y están fijos
Se escucha en tales m o m e n t o s
T o d o s los ojos en ellas,
El m o n ó t o n o rüido
Esperando con ahinco
Del paso de los infantes
•De aquel episodio extraño
Q u e se acercan á aquel sitio,
El final desconocido.
Y acrece más el asombro,
Mucha g e n t e es la q u e llega; Y acrece más el bullicio,
De polvo los remolinos,
Y resuenan carcajadas
Indican que la vanguardia
Y alegres voces y gritos,
Á entrar comienza en Acuitzio.
Cual si estuviera de fiesta
Desembocan en la plaza El pueblo humilde de Acuitzio.
De poca escolta seguidos,
Los jefes de opuestos bandos
Con rostro alegre y festivo,
Y quizá por vez primera,
P o r voluntad del destino, II
El belga y el mejicano
Q u e tanto se han combatido, La plaza del pueblo llenan
En momentos tan solemnes Muchedumbre de soldados,
Se tienden manos de amigos. Y allí están los prisioneros
Bocarmti, capitán belga, Hechos por opuestos bandos.
Es eí que mandando vino Se cuentan los que han caldo
Á las fuerzas del Imperio, De belgas y mejicanos
Y del opuesto partido Y son más de setecientoa
Viene el coronel Linarte, De todas clases y grados.
Joven valiente y altivo. Generales hay algunos
C o m o Tapia y c o m o C a n t o ; El imperial está a m a b l e .
Coroneles cual Villada, Está festivo el chinaco,
Borda, Pérez y o t r o s v a r i o s ; Cruzan las conversaciones
Y e n t r e ios belgas se tienen E n t r e los q u e ayer cruzaron
Muchas personas d e r a n g o . Los temidos proyectiles
C o n v e r s a n alegremente La victoria disputando,
Oficiales y s o l d a d o s ; Y hasta se acercan c o n t e n t o s
E n pabellones las a r m a s ; Y se agrupan confiados,
E n reposo los caballos; Guardianes y prisioneros
Diligentes las m u j e r e s Y belgas y mejicanos.
E n t r e los g r u p o s cruzando,
Llevan lo q u e necesitan
Allí, los recién llegados,
Y sin hacer distinciones,
T a n p r o n t o á republicanos
C o m o á imperiales atienden De p r o n t o un clarín resuena,
C o n igual desembarazo. « Atención » es lo q u e toca,
Bien p r o n t o la confianza Repiten otros clarines
Se adquiere por a m b o s lados, Las
Q u e todos parecen unos, mismas vibrantes notas,
Y al contemplar aqael cuadro, Y c o m o inmenso h o r m i g u e r o
Dijérase que son todos Míranse las blusas rojas,
N o enemigos sino h e r m a n o s . Los severos uniformes
N o ruge encendiendo enojos De oficialidad lujosa,
De la guerra el soplo airado, Confundidos y revueltos
En aquellos corazones C o m o en agitadas olas
Q u e otras veces palpitaron Q u e corren buscando el cauce
Con sed de sangre y venganza En medio de abruptas rocas.
Sobre aquellos m i s m o s c a m p o s . Después de pocos m o m e n t o s
En batalla silenciosa.
/
C o m o esperando el combate
Ambas fracciones se f o r m a n . De hablar, cuando se desborda
Los prisioneros al frente, El júbilo estrepitoso
Q u e si en su rostro se nota E n unas gentes y en otras.
Expresión de regocijo, Los antes presos, se lanzan
De sus labios n o desborda C o n efusión ciega y loca;
Ni u n a risa que i n t e r r u m p a Los que v a n y los q u e vienen
La solemne ceremonia. Se abrazan, gritan y g o z a n ;
Salen Bocarmi y Línarts Los destrozados vestidos
Entre las ñlas vistosas, Agenas lágrimas m o j a n ;
Y el jefe republicano Los kepis tiran al aire,
Proclama c o n v o z s o n o r a , Cantan, aplauden, sollozan,
Q u e va á celebrarse el canje Y todos c o n un acento,
Ya c o n v e n i d o en sus notas Y c o n voz atronadora,
Entre el mariscal d e Francia, Lanzan vivas entusiastas
Bazaine, que en Méjico m o r a , Á Méjico y al q u e logra
Y Riva Palacio, el jefe Libertarlos de la m u e r t e
De los soldados q u e forman Y al lograrlo se coloca
El Ejército del C e n t r o , A la altura d e los h é r o e s
Q u e en aquella misma hora Más grandes de nuestra historia,
Q u e d e n libres y á su c a m p o | Q u e viva Riva Palacio 1
Puedan volver sin zozobra, Repiten todas las b o c a s ;
Los q u e en guerra prisioneros ] Q u e viva Méjico! gritan
S e hicieron por ambas tropas. Con entusiasmo las tropas,
Y en vista de tal tratado Y belgas y mejicanos
Se declara q u e recobran En la expansión más hermosa,,
La libertad absoluta Se abrazan y se c o n f u n d e n
Sin condición ni deshonra. Y h e r m a n o s son en tal h o r a ,
N o bien t e r m i n ó Linarte Sobre aquellos m i s m o s c a m p o s .
Qpe baña el sol d e la Gloria.
En la guerra la montaña,
En el poder la justicia,
La honra en su h o g a r en calma,
y en todos sus pensamientos
rv
L a grandeza d e la Patria 1
Muchas veces en el m u n d o , -
C e n t r o d e horribles batallas.
P o r ley injusta y adversa
T o d a s sus p o m p a s la fama,
Se las niega al que perdona
Y se las presta al que m a t a ;
P e r o al correr de los siglos
La historia imparcial aclara
Cuáles actos enaltecen
Y cuáles hechos r e b a j a n .
La gloria que tiene sangre
Q u e d a c o n sangre manchada,
Y n o asi la que redime,
La que perdona y que salva,
Para el noble combatiente
E n la tierra michoacana,
H e r m o s o s y verdes lauros
La Posteridad le guarda :
¡ Lauros que arrancó á la gloria
C o n la pluma y con la espada í
E n el cielo de su v i d a
T o d a s las nubes son blancas,
Su a m o r en la paz fué el libro,
Fina y espesa la barba
Se la parte p o r e n m e d i o
Y le baja hasta los h o m b r o s
Libre dejándole el p e c h o .
Vástago de Carlos Q u i n t o
Y agnado á su t r o n o excelso,
M A X I M I L I A N O
Siempre lleva el toisón d e o r o
O r n a n d o el erguido cuello,
A H I MOT Q U E R I D O PRIMO CARLOS ADAME Es con las damas galante
Y d a d i v o s o en e x t r e m o ,
C o n sus iguales altivo
Y con los subditos t i e r n o ;
Adora las bellas artes,
Y c o m o amigos discretos
1
L e a c o m p a ñ a n sabios libros,
Cuadros d e grandes maestros
Maximiliano d e H a p s b u r g o
Y estatuas en q u e palpita
Rige el L o m b a r d o - V e n e t t o ,
El alma del gusto g r i e g o .
P o r q u e Austria i m p o n e á la Italia
Y cumplido y caballero,
Sus h o m b r e s en el g o b i e r n o .
Y juntos en su semblante
Es gallardo el a r c h i d u q u e ,
Brillan conquistando afecto,
Joven y d e gran talento,
La j u v e n t u d , la nobleza
Avezado á las borrascas
La majestad y el ingenio.
Del m a r , q u e por m u c h o t i e m p o
Cruzó en todas direcciones
Visitando extraños pueblos.
T i e n e los ojos azules,
II
T a n azules c o m o el cielo,
En n n a tarde de mayo
Y es tan rubio q u e s e m e j a n
Tranquilos el mar y el cielo.
Rayos de sol sus cabellos.
M U Í A S CUBPLKTAS. — TOMO 1. i(i
Maximiliano va solo
C o m o el que m á s .
En sus jardines a m e n o s ,
— Bien lo creo,
Cruzando por las callejas
No en vano m i augusta madre
De castaños y de almendros.
T e n o m b r ó mi camarero
Lleva la cabeza baja
Siendo y o n i ñ o .
Absorto en mil pensamientos,
— Teniais
Y está su rostro tan pálido
Seis años ni más ni m e n o s ,
Q u e se le creyera enfermo;
Y desde entonces, p o r nada,
N o ha recibido á ninguno
Ni del mar en los riesgos,
De los h o m b r e s del gobierno,
Ni de la corte en las fiestas,
Ni ha de sus intimas cartas
Ni estando en extraño suelo
Los blancos sobres abierto.
O s h e dejado, ni es fácil
Halla de p r o n t o á su paso
Q u e os deje, s e ñ o r ; os quiero
S e n t a d o en el césped fresco,
Hasta d o n d e m á s alcanza
Sobre un banquillo de mimbres
Q u e r e r un h o n r a d o p e c h o .
J u n t o al t r o n c o d e un abeto,
— Me ves m u y t r i s t e . . .
Á un h o m b r e de blanca barba
— O s lo h e dicho.
Y escaso y cano cabello,
— P u e s ríe de lo q u e pienso.
Vestido con traje humilde
— ¿Reir?
P e r o limpio, alegre y nuevo.
— Son cosas de risa.
Sonríe Maximiliano
— T o d o en vos es d e respeto.
G u s t o s o de tal e n c u e n t r o ,
— Ó y e m e y n o m e hagas caso.
Y brillan sus claros o j o s
— S e ñ o r , siempre os o b e d e z c o . . .
C o n honda expresión de afecto.
— Entre mil supersticiones
— Señor, le dice el anciano
Una ridicula t e n g o . . .
C o n m u y natural r e s p e t o ;
¿ No ves en estos jardines,
¿ V u e s t r a Alteza viene triste?
En el Palacio, en el t e m p l o ,
— T i e n e s razón; triste vengo-
En las salas de tertulia,
— Lo sé, que os conozco tanto En el salón del Consejo,
En los anchos corredores, T ú lo verás...
En t o d o , en fin, lo que tengo Bajó el viejo
Á mi alrededor, no encuentras Los ojos y hondo suspiro
Emes de mármol, de hierro, Dejó escapar de su pecho,
De alabastro, de madera, Y siguió Maximiliano
De granito ?... Esa frase repitiendo
— Lo comprendo. Por las alegres callejas
Es cifra de vuestro nombre, De castaños y de almendros.
Y cuanto miráis es vuestro, Lleva inclinada la rente.
Natural es que esté en todo. Pálido está c o m o enfermo,
— Es natural, pero pienso Y están húmedos sus ojos
Q u e tal letra es mi sentencia. T a n azules como el cielo.
— Hablad, señor, no comprendo.
— Ni habrás de entenderme nunca.
¡Es un fatalismo necio 1
Las emes m e aterrorizan, III
Sábelo, m e causan miedo,
Y han de estar en todas partes
Mi espíritu entristeciendo. Pasáronse mucnos anos,
¡ Moriré entre muchas emes! Y una manana de nvierno
— P e r d ó n , señor, que no acierto Llegó en una barca inglesa
En qué podáis cuerdamente Á Miramar un viajero.
Fundaros... El mar estaba agitado,
— ¡Presentimiento! Estaba plomizo el cielo,
Sábelo y ríe, porque risa Menudos copos de nieve
Provocan y no respeto Bajando en alas del viento
Las vanas supersticiones Posábanse en las cornisas,
Cual ésta que te refiero... En las torres, en los hierros,
¡Moriré entre muchas emest En las gallardas almenas
Y en el rico pavimento Rodaron dos grandes gotas
Del legendario castillo Iguales á las que el viento
T a n triste desde hace t i e m p o . Arranca p o r las mañanas
Pidió que le permitieran En el rigor del invierno,
El visitarlo p o r dentro, De los vetustos sabinos,
Y acompañóle galante Coronados por el h e n o .
Un h o m b r e afable y discreto, Habló después, refirióle
Blanca y poblada la barba, La historia del jardín regio,
Escaso y cano el cabello. Y así agregó c o n m o v i d o
— i Vivis aquí desde c u á n d o ? Al hablar estando t r é m u l o :
Interrogóle el viajero. — No eran supersticiones;
L o que me dijo era cierto ;
— Vivo a q u i . . . pero n o vivo,
Ha m u e r t o entre muchas emes.
Q u e yo, señor, soy un m u e r t o ;
F u é de Miramar á Méjico,
Me tienen aqui enterrado
Imperio de Moctezuma,
Entre lágrimas y duelo,
Q u e lo conquistó un g u e r r e r o
Desde q u e por negra suerte
Á quien llamaron Malinche
Mi noble señor n o ha vuelto.
Los indígenas del suelo.
Su santa y augusta m a d r e
Dos Maríscales de Francia
Me n o m b r ó su camarero
Le engañaran y v e n d i e r o n ;
Desde que cumplió en la vida
Á Q u e r é t a r o marchóse
Seis años ni m á s ni menos.
Reemplazándole en su puesto
L e a c o m p a ñ é á todas partes,
Márquez, que según m e dicen
Me quiso con h o n d o afecto,
Le olvidó en el mayor riesgo.
Y u n a vez en sus jardines,
Jefe de los sitiadores
Allá en L o m b a r d o - V e n e t t o . . .
Era Mariano Escobedo,
Me d i j o . . . Mas p e r d o n a d m e
Y cuando cayó la plaza,
Q u e calle un r a t o , no p u e d o . . .
De Miguel López dijeron
Las lágrimas m e e n m u d e c e n , . .
No sé que cosas extrañas
Y de los ojos del viejo
Q p e á darles fe no me atrevo. Después, sin decir palabra
Cayó c o n sus generales El anciano y el viajero,
En m a y o , y al poco tiempo Siguieron a m b o s del brazo
Le fusilaron á Méndez Por los salones desiertos
Q u e le tuvo tanto a f e c t o . . . Del legendario Castillo,
Llamóse Manuel Azpíroz T a n solo desde hace tiempo.
El fiscal de su consejo,
Riva Palacio Mariano
Fué á la plaza á defenderlo
Con Martínez de la T o r r e ,
Abogados m u y expertos.
C o n M i r a m ó n y Mejia
Fué á morir mi noble dueño,
Montemayor se llamaba
Y bien su n o m b r e recuerdo
El capitán que á su lado
Hizo la señal de f u e g o ,
Y era u n Mejia el Ministro
De Juárez, que en el gobierno
F i r m ó la fatal sentencia
Q u e m e tiene en tanto duelo.
H a m u e r t o el principe en m a r t e s ;
Ya veis, señor, si era cierto
L o q u e me dijo m u y triste
Allá en L o m b a r d o - V e n e t t o . . .
¡ Ha m u e r t o entre m u c h a s emesi
Y jamás olvidaremos
Q u e llamó cosas de risa
Á cosas a e tanto duelo.
Á quien la nación premiaba
C u a n d o derrotó en T a m p i c o
Á los soldados de E s p a ñ a ;
Aquel adalid temible
Q u e en Veracruz humillara
LA P I E R N A DE SU A L T E Z A Á Joinville y sus soldados
Dando una lección á Francia;
Aquel león altanero
Vencedor en cien batallas
Q u e gastó lujos y p o m p a s
La frente llena de arrugas De p o d e r o s o monarca,
Y la cabeza de canas, Q u e c o m o á rey le veian
Extinguido en las pupilas Y « Su Alteza » le llamaban
El brillo de la mirada. Y era un sol en el gobierno,
E n f e r m o , abatido, pobre, E n la historia y en la f a m a ;
Perdida su antigua fama Q u e siempre pisó laureles
Después de largo destierro Y o y ó aplausos y dianas
Y d e infinitas desgracias, P o r q u e t u v o entre sus m a n o s
Á Méjico sin honores Los destinos de la patria,
Volvió el general Santa-Ana. Después de vivir proscrito
T o d o lo m u d a n los tiempos, En una isla solitaria
Los hombres t o d o lo cambian Viendo transcurrir los años
Y lo q u e eterno parece Con decepciones amargas,
Es lo que rápido pasa. Recibiendo en vez de h o n o r e s
Aquel soldado animoso Ingratitudes humanas,
Q u e frente al poder de Iguala Pidió volver á esta tierra,
Levantóse t r e m o l a n d o Vivir en su antigua casa
La enseña republicana; Y d o r m i r su postrer sueño
Aquel g u e r r e r o indomablo Sobre tierra mejicana;
A la sazón Presidente Digo á todos lo q u e pasa
Era Lerdo de T e j a d a Y ya con mis tropas listas
Doy principio á la batalla.
Y p r o n t o o t o r g ó el permiso
Caro me costó aquel triuno
Q u e el h é r o e solicitaba.
Pues nie arrebató una bala,
N o del Nacional Palacio
Con peligro d e la vida,
En las opulentas salas
Esta pierna que me falta.
Sino en una casa h u m i l d e
Premiáronme esa victoria
De la calle de Vergara,
Dando c o m o t u m b a santa
El vencedor de T a m p i c o
Á los restos de esta pierna,
De esta manera les habla
Noblemente mutilada,
A dos antiguos amigos
U n m o n u m e n t o que estuvo
Q u e en su olvido le acompañan :
M u c h o tiempo en Santa Paula;
— Asaltaron los franceses
Mas c o m o t o d o se olvida
La tierra veracruzana,
Y o recibi la noticia Y t o d o en el m u n d o pasa,
Medio d o r m i d o en mi cama Cuando en desgracia m e vieron
P o r q u e llegaron d e n o c h e Los que un tiempo m e adoraran.
Aprovechando el desorden
Y sin producir alarma.
Cogí rápido mi ropa, De la primera asonada,
Me lanzo para la plaza, Azuzaron á la plebe
Y e n c u e n t r o á dos oficiales Q u e lo más santo profana,
Q u e de m u e r t e m e amenazan Y q u e se m u e v e al impulso
P r e g u n t á n d o m e rabiosos : De quien la adula ó la paga,
¿ E n dónde d u e r m e Santa-Ana? Y derribó el m o n u m e n t o
Está arriba les r e s p o n d o ; Y arrastró ciega d e rabia
Me dejan la puerta franca Mis huesos, gritando, « m u e r a
Y mientras suben y e n c u e n t r a n El zancarrón de Santa-Ana. »
A Arista que allí quedaba, Ya veis, señores, que el m u n d o
Me dirijo i los cuarteles, Así premia las hazañas.
No v o y completo á la tumba, En la guerra americana.
Pues la pierna que m e falta Hoy ya inválido me tienen
Yacerá en un basurero Haciendo en el Monte guardia;
De mil modos profanada, Cuando usted ya estaba ausente
Cuando hace ya tantos años Y fué su pierna arrastrada,
Q u e la perdí por la patria. — La recogí con cariño,
Al punto que aque! anciano La fui esconder á mi casa
Dijo triste estas palabras Y esperando su regreso
Nueva visita anuncióles La conservé en esta caja.
El toque de una campana. Ya llevo más de veinte años
Era u n h o m b r e pobre y rudo, De tenérsela guardada,
Cano el cabello y la barba, Queriendo en sus propias manos
El que en aquellos instantes Venir yo m i s m o á entregarla,
Los corredores pisaba. N o por ganar recompensa,
Con uniforme de inválido Pues no quiero ni las gracias;
Y conduciendo una caja. Yo sé bien lo que usted hizo
Logró que le permitieran En defensa de la patria;
Penetrar hasta la sala, Y ningún viejo soldado
Y al ver á su antiguo jefe, En las épocas pasadas,
Con ojos llenos de lágrimas Se avergüenza ni se olvida
Dijo asi, con u n acento De su general Santa-Ana.
Q u e penetraba hasta el a l m a : Reciba usted estos huesos
— Mi general, yo he servido Q u e profanó la chinaca
Con usted m u c h o á mi patria; Y que su viejo asistente
Fui SU asistente en Tara pico Guardó cual reliquia santa.
Cuando derrotó á Barradas, Levantóse don Antonio
I.uego en Veracruz estuve, Y en sus ojos sin mirada
Fui á Palo Alto y la Resaca Brillaron con luz muy viva
Y herido en el brazo izquierdo No las pupilas, las iágrimas,
Y con voz trémula y ronca
Comprimida en la garganta:
— Ven á mis brazos le dijo,
Nada soy, ni valgo nada.
N o te voy á dar dinero
Ni v o y á ceñirte banda,
Pero de tu acción en p r e m i o ,
En vez de cruz ó medalla, KI E L N O M B R E N TE L O F I C I O ( I )
Quiere poner en tu frente
Su último beso Santa-Ana,
Q u e sólo asi premiar puede
A la lealtad la desgracia. —
Y cuentan los que lo vieron Cuentan crónicas añejas
Q u e aquella escena sagrada En nuestro tiempo olvidadas,
Fué u n bálsamo que dió vida, Q u e allá en un pueblo escondido
Fortaleza y esperanza, D e la sierra queretana
Vivió un español anciano
Al creador de la República,
Cuyos años delataban
Al noble hijo de Jalapa,
En la frente las arrugas
A quien sorprendió la muerte
Pobre sin pompas ni galas, Y en la cabeza las canas.
Era de carnes enjuto,
Y h o y el Tepeyac lo abriga
En una t u m b a olvidada, De penetrante mirada,
Frente á la cual, los testigos De generosas acciones
De antiguos hechos exclaman : Y de m u y pocas palabras.
T o d o lo mudan los tiempos,
( I ) El argumento de este romance corría de b o c a e n h o c a . W
L o s hombres todo lo cambian,
«lgunos anos. - No hace fe histérica, pero hay q u . e n a ' c í u
Y l o que eterno parece,
ellos h3blóconmigo
E s lo que rápido pasa. M^nítonTr ' *SSS
S n J n R- / l n a j e r 0 ' q U l e n m e d ¡ J ° <3ue conoció y trató *
don Darío B.ssarda y supo por confidencias de Mejía quién había
s t r r e - T d e D y p q U e " n g 0 ° CUPÓ aDteS dC
IV
Aquel m o n t ó n de ceniza»
Leves, sutiles y blancas,
Q u e el viento arrastró en su giro.
Sembrándolo con sus alas
C o m o un b a u n s m o de gloria
D e Tetela á Zacapoaxtla,
Han los antiguos c o n v e n t o s
En prisiones convertido,
Y jefes y subalternos
Ni tristes ni pensativos,
El fin de su causa esperan
HEROÍSMO MEJICANO« Con los ánimos tranquilos.
Q u e d a entre los generales
A MI AMIGO EL DOCTOR RAMÓN GUERRERO
U n o anciano y aguerrido,
De la bandera triunfante,
D u r o y tenaz enemigo,
Arrojado en la campaña,
Inteligente, instruido,
Incansable conspirando,
Las armas republicanas Siempre firme y siempre digno.
E n Q u e r é t a r o han v e n c i d o ;
Está condenado á muerte,
Presos c o n Maximiliano
L e h a n su sentencia leído,
F u e r o n soldados y adictos,
Y después d e que la escucha
En la guerra sin fortuna
No queda turbado y lívido,
Y en el i n t o n ü m o altivos.
Sino que amable y sereno
El vastago d e cien reyes
De su triste fiu convicto,
Perdió c o n pompas y títulos
Llama al jefe que custodia
La cabeza, y la corona,
La prisión d o está cautivo ( * )
Q u e ante el h o n o r son lo m i s m o .
Y con voz firme le d i c e :
— Coronel, y o necesito
( l ) El hecho que motivó esta composición, lo tengo suficien- Mi conciencia y mis negocios
temente comprobado con cartas de autorizadas personas que
fueron testigos de lo narrado. Esas cartas y otras muchas, rela- De prisa arreglar h o y m i s m o ;
tivas á diversos actos c a n u d o s en igual forma, serán en su opor- Podéis para tal objeto
tunidad las notas que agregaré á mi romancero de la « Guerra Llamar aquí, y os lo pido,
del Imperio
( I ) El ex-con vento de Capuchina» «a Q u e i é ' a r o .
\
Sin d e m o r a ni descanso.
Ya sentenciados á m u e r t e
P o r eso va el prisionero
Y en capilla, quietos pasan
Pensativo, y a n h e l a n d o
Su tiempo los prisioneros
Villada, saber la causa
Díaz, Salazar, Arteaga,
De aquel repentino c a m b i o ,
González y Villagómez,
Al Jefe se la p r e g u n t a
Q u e á la siguiente mañana
Q u e le responde en el acto :
Van las tropas imperiales
« La reflexión q u e m e apena Á pasarlos por las a r m a s .
Y m e trae contrariado,
La última n o c h e de u n reo
Es pensar en cuán distinta
Q u e horribles crímenes paga
Fuera la suerte, si acaso
Y á patíbulo afrentoso
Seguido h u b i e r a el consejo
Lleva la justicia h u m a n a ,
Q u e en U r u á p a m d e s e c h a m o s ;
Está llena de terrores,
Ya tal vez hubiera m u e r t o
La velan negros fantasmal
C o m o merezco, en el campo,
Y parece que á la vida
N o c o n tan grandes ultrajes
Las victimas i n m o l a d a s
Para llevarme al cadalso. »
V u e l v e n en aquellas h o r a s
Y al decir esas palabras
Q u e son c o m o siglos, larga».
En sus miradas brillaron
P o r la cólera encendidos P e r o la postrera n o c h e
Deslumbradores relámpagos. Del que m u e r e p o r la patria,
Es limpia cual la conciencia
Y serena c o m o el alba.
Ni acuden remordimiento»,
Ni sofocan torpes ansias,
III H u y e el terror y u n a f u e r a
Siente misteriosa el a l m a ,
Q u e la eleva y la sostiene,
C o m o si tranquilas hora«
La diviniza y la ensancha.
Del nuevo sol esperaran, P o r eso veo el cadalso
C o m o postrer pensamiento
C o m o el solio que prepara
L a libertad ó la patria.
La Gloria á los q u e sucumben
Y el t r i u n f o á los que batallan.
N i n g u n o está amedrentado, IV
T o d o s en sentidas cartas,
í •
Q u e escriben c o n m a n o firme
U r u á p a m , están t u s calles,
Y piensan con m e n t e sana
T u s jardines y tus plazas,
Se despiden cariñosos
De aquellos h é r o e s augustos
De los seres q u e más a m a n .
P o r la sangre consagradas.
Comienza á lucir el dia,
Desde entonces los perfumes
Y el redoble de las cajas,
Q u e de t u s flores se exhalan
Les anuncia q u e ha llegado
El susurro de t u s brisas;
El m o m e n t o y q u e n o tardan
El m u r m u r i o d e tus aguas,
Los jefes que h a n d e llevarles
El canto d e tus palomas,
A m o r i r . — Está en la plaza
Y el rugir d e t u s cascadas,
F o r m a d o el c u a d r o ; los h é r o e s
Son el h i m n o q u e la Gloria
R e c o r r e n c o n la mirada
En h o m e n a j e levanta
A las tropas, y serenos,
De los q u e dieron la vida
Sin vacilar, sin q u e nada,
Del patriotismo en las aras,
T e m o r revele en sus rostros
L o s árboles q u e flexibles
Ni turbación e n sus almas,
Les prestaron s o m b r a grata,
S e colocan, vitorean
R e n o v a d o han veinte veces
C o n entusiasmo su c a u s a ;
Sus túnicas d e esmeralda,
S e yerguen m i r a n d o al cielo,
Y viva está la m e m o r i a ,
Escúchanse las descargas
Viva, q u e el pueblo la guarda,
Y d e los frágiles cuerpos
Del sublime apoteosis
Salen las gigantes almas,
D : los mártires de U r u á p a m .
Llevando de aquellas frentes
P o r el p l o m o destrozadas,
MONÓLOGOS
/
POKSÍAS COMPLETAS. TOMO I.
TIRAR LA LLAVE
A b r í a l fin este c a j ó n
Q u e un año tuve cerrado
Y parece q u e h e v i o l a d o
La t u m b a del c o r a z ó n .
S i e n t o m i e d o , siento h o r r o r
Y t o d a la calma p i e r d o ,
Cada p r e n d a es u n r e c u e r d o ,
Cada recuerdo un dolor.
C o n este h u m i l d e collar
M e e n c o n t r ó la n o c h e aquélla
Y l e pareci t a n bella
Q u e lo pude deslumhrar.
Ni al d o r m i r lo abandonaba^
Lo c o m p a r ó á un gran joyel Fué el único que llevaba
Q u e ricas piedras sustenta El día del casamiento.
Y me dió p o r cada cuenta Del templo salió dichoso
U n a palabra de miel. Y con dulce regocijo
Esta rosa ya marchita Miró este anillo y me dijo .
Q u e los años h a n d e s h e c h o , « ¡Ahora si, ya soy tu e s p o s o !
C u a n d o la m i r ó en m i p e c h o ¡ Ya uní tu suerte á m i suerte,
Le pareció m u y b o n i t a ; T e di mi n o m b r e y m i h o g a t ,
Rendido m e la pidió, N o n o s h a n de separar
Cautivada se la d i . . . Ni el olvido ni la m u e r t e 1
¡ Esta rosa llevó el sí N o temas rencor ni d o l o s ;
Q u e su a m o r correspondió ! ¿ Q u i é n la ventura te r o b a ? »
Esta pulsera, quisiera
Y en la puerta de m i alcoba
A u n q u e entonces me espantara,
Me besó y dijo i t ¡Al fin solos 1 »
Q u e aquí p o r magia me hablara
De su brazo, alegre, ufana,
Cuanto sabe esta pulsera.
Salíme al siguiente d í a ;
Estaba á mis pies u f a n o ;
| A rosas nuevas olía
« T e idolatro » m e decía,
El campo aquella m a ñ a n a !
Suspiraba, sonreía
Buscamos los dos la sombra
Y me besaba la m a n o . Sobre el césped fresco y blando,
Sus acentos expresivos Q u e dos q u e se están a m a n d o
Al besarme sofocaba Suspiran p o r esa alfombra.
Y la pulsera temblaba ¡ Q u é alegre cada cabana!
Con tantos besos furtivos. ¡ Q u é pintoresco el boscajeI
Este azul lazo de tul j Q u é misterioso el r a m a j e !
Lo r o b ó á mi traje al vuelo, i Q u é altiva cada m o n t a ñ t !
Diciéndome : « De tu cielo Volvimos á lá ciudad
Me llevo u n jirón azul. » Cuando la luna brillaba
¿ Y este anillo? ¡qué t o r m e n t o 1
Y éste le dijo « ¡ T e a m a ! »
j Y hasta en la lona encontraba
Ese pétalo aqui está
Rayos de f e l i c i d a d ! . . .
Y c o m o un dardo m e h i e r e . . .
¿ P o r qué tan triste concilio
T a n t a m e m o r i a querida?
¿ Por qué t o d o se nos m u e r e ?
¿ P o r q u é recuerdo esa vida,
¿ P o r qué t o d o se nos va?
Q u e comenzó en u n idilio?
C u a n d o está el cielo teñido
Testigos son estas flores;
De violeta, ópalo y grana
¿ Q u é importa q u e estén marchitas?
Nos anuncia la mañana
Margaritas; margaritas;
Un concierto en cada nido.
¿ Q u é decis d e mis a m o r e s ?
U n dosel de nubes rojas
É l con su m a n o os cortó
Se extiende por el espacio;
Y hallando m i rostro bello, Cada nido es un palacio
Los rizos de mi cabello Ocnlto entre verdes hojas.
C o n v o s o t r a s adornó. La tierna y alada g r e y
P e r o ésta que yace aqui Q u e a m o r cantando reclama,
C o n un pétalo o l v i d a d o . . . Desde la pintada rama
I Fué el intérprete a d o r a d o Saluda al sol c o m o á un rey.
Q u e elocuente habló p o r mi l N o hay en el m u n d o esplendores
Cogió con i n m e n s o a m o r C o m o los del n u e v o día
Esta flor sin m i e d o a l g u n o , Porque la aurora es la orgía
Lnego arrancó u n o p o r u n o , De las aves y las flores.
Los pétalos d e la flor... Mas pasa la claridad,
« Me ama », « n o m e a m a » decia El ave tiembla cobarde
De v e r m e á su lado ufano
Y las s o m b r a s de la tarde
Y r o d a n d o p o r su m a n o
Desatan la tempestad.
Cada pétalo caía...
Retumba el r a y o i m p o n e n t e ,
Y o , segura de la llama
Roto el árbol cruje herido
G u a r d é u n recato severo,
Y ya no busquéis el nido
Q p e d ó el pétalo postrero
k la mañana siguiente, N o h a y qué pisar sobre abrojos
Q u e al despuntar en el cielo Ni volver gemido el c a n t o . . .
El nuevo sol esperado, A las mujeres el llanto
El nido despedazado Les d e s c o m p o n e los ojos
Encontraréis en el suelo. Y no agradan en Verdad
Así el rayo aleve, impiOj Esas gentes gemidoras
De la m u e r t e en su f u r o r , C u y o r o s t r o á todas horas
R o m p i ó el n i d o de mi a m o r . . . Está diciendo : ¡ piedad!
¡ Así acabó el nido m í o 1 El extraño se divierte
¡ T o d o m u e r e ó se d e r r u m b a Y malo juzga lo b u e n o
T r a s la dicha y los placeres!,.,
Y además el mal a j e n o
¡ Yo soy de aquellas müjercá
Á nadie le da la m u e r t e .
Q u e llevan d e n t r o una t u m b a ! « . .
Van dos años de sufrir,
¿ Por q u é he abierto este cajón
Van dos años de llorar,
Q u e u n año duró cerrado?
Las lágrimas van al m a r
¡ Q u é triste es haber violado
Dijo quien supo s e n t i r . . .
La t u m b a del corazón!
Fui feliz, n o lo d i s c u t o ;
Lloro m i dolor p r o f u n d o
Ayer tuve un paraíso...
Cruzando campos desiertos...
¿ P o r q u e lo perdí, es preciso
¡ C u á n t o s vivos andati muertos
Q u e vista siempre de l u t o ?
En el carnaval del m u n d o !
El luto es la lobreguez
Pero cerremos, cerremos,
De l a s m u e r t a s i l u s i o n e s ,
Y reine el silencio grave... Se visten c o n s u s c r e s p o n e s
I N o h a y qUe mover esta llave E l c a n s a n c i o y la v e j e z .
Y en algo mejor p e n s e m o s ! Mi c o r a z ó n no es a n c i a n ó
L o dicho, en algo m e j o r , Pues g a r d a ilusiones g r a t a s . . .
Porque es m u y bueno, de prisa Vistan l u t o l a s b a e t a s
Pasar del duelo á la risa Q u e van á m i s a t e m p r a n o .
C o m o dice C a m p o a m o r . Las m o n j a s es natural
Q u e se e n l u t e n . . . c l a r o . . . s i . . . Á una flor sigue otra flor,
P e r o el luto para m i ¡Tal es la naturaleza 1
F r a n c a m e n t e , sienta mal. Me dió una flor dicha y calma
Yo he l l o r a d o . . . y n o se infiere Y m u r i ó entre mis arrullos...
De aqui, q u e t o d o ha a c a b a d o . . . H o y brotan nuevos capullos
¿ D o n d e está el que n o ha llorado En los jardines del alma.
C u a n d o alguno se le m u e r e ? N o es ilusión, es verdad,
¿ Y es eterno ese p e s a r ? Ya me cansan, ya m e afligen
Afirmarlo es p e s i m i s m o ; Los dardos q u e m e dirigen
La humanidad es lo m i s m o C u a n d o estoy en sociedad :
Q u e el firmamento y el mar. « ¿ N o se casa usted Consuelo ? »
G e l o y m a r volubles son « i C ó m o la vida se pasa
Y Dios ha puesto de intento U n a m u j e r en su casa
El mar en el pensamiento Con el marido en el cielo ? »
Y el cielo en el corazón. « ¿Sufre usted? | n i quien la crea! »
Dicha, a m o r , celos y afán « ¿ C ó m o vive usted sólita ? » .
Q u e nos c o n s u m e n y abrasan « ¡Sin novio y es tan bonital »
Son n u b e s . . . p o r eso p a s a n ; « ¡ Retraida sin ser fea! »
Olas... p o r eso se v a n . Y n o trata de otro asunto
G u a r d o el luto á m i marido El que de cerca m e mira,
Pues lo qnise sin enganos, Suspiro y d i c e n : « Suspira
P e r o llevo ya dos anos Pero n o p o r el difunto ».
D e cargar este vestido. Fui en familia una ocasión
Y a u n q u e de m u c h o me escuda Á un concierto y m e dijeron
Y á guardar respeto obliga... C u a n t o s de luto m e vieron :
N o m e gusta q u e se diga « ¿Viene usted del P a n t e ó n ?
A l ver m i luto : | Es viudal ¿ V i e n e usted llorando al m u e r t o ?
Y o lo digo c o n franqueza : jSi no está en el Purgatorio I
T o d o pasa, hasta el dolor ; De negro se va á un velorio
Y aquí estamos dé concierto.
¡ Qué Artemisa plañidera 1 Esto ya no puede ser
I Qué monja tan recatada! Y hoy lo termino sin duda,
¡Veremos si una enlutada, Yo seguiré de viuda
Baila bien una habanera 1 » Pero vuelvo á ser mujer.
Y alguna que yo me sé, Las que quedamos cesantes
Que mi esposo desdeñó, Con cuerpo y rostro no feos,
Me dijo : « Mírame, yo Somos de aquellos empleos
Por eso no me casé. Que nunca duran vacantes.
Él me ofreció un porvenir Yo tengo mi juventud
Y quiso que lo aceptara Y algo que me la sostenga,
Pero adiviné en su cara No es muy remoto que venga
Que muy pronto iba á morir. La primer solicitud.
Sólo tu que no tenias Anda mucho por allí
Entonces quien te dijera... Un joven guapo y discreto
Y ya lo ves... ¿quién creyera Que me tiene tal respeto
Que sola te quedarías ? » Que no se ha acercado á mi.
Y yo respondí hecha un ascüa Sólo en misa una ocasión
« Pues mal el augurio anduvo Me dijo quedo, al oído :
Que mi esposo siempre tuvo « Si aclara usted su vestido
El rostro como una Pascua. » Es que acepta mi pasión, *
Y otras veinte mil sandeces Por honrado lo reputo
Que me dan muy malos ratos Y no debo vacilar,
Y que cuarenta insensatos Á ver, me voy á probar
Repitan cuarenta veces. Algo que interrumpa el luto,
Si no, sale algún moscón (Se pone un ficbú a\ul.)
De los que entre copa y copa Asi, la flor en el pelo,
Disparan ¿ quema ropa Aquí flotando este tul.
Alguna declaración. I Qué bonito es el a2ul I
|Si el azul retrata el cielo!
Esto me rejuvenece;
Ya soy otra... ¡hermosa flor! ( Viéndose el peinado.)
Algo pasa en mi interior,
Siento como"que amanece...
¿ Pero ese triste cajón ?
jBien está! nadie lo sabe... R E C U E R D O S DE U N VETERANO
Requiem eteroam... la llave
La tiro por el balcón. PARA e l DISTINGUIDO ACTOR l e o p o l d o burón
Y me quedo así expedita,
Ni triste, ni misteriosa...
Este fichú y esta rosa...
¡Qué elegante! [qué bonital... Personaje: DON JOS* (de 80 afio».)
Gasas claras, no crespones;
Alegría y no dolor, El teatro representa la habitación de un viejo militar, modesta
Tiene este fichú el color y reducida. Una mesa con papeles, planos, libros, álbum de re-'
De las nuevas ilusiones. tratos, una corneta, un machete suriano, una condecoración y
una bandera mejicana, peque&a y enrollada. Es de noche. D o a
Su azulada claridad José viste un traje de antiguo soldado, con redingote gris ó
Dice : ¡Te quiero! ¿lo dudas ? azul oscuro, botones dorados y una gorra de cu&rteL
i Esto mismo harán las viudas
De toda la humanidad! |Noche de invierno! Es verdad;
Por ir de este ensueño en pos Sopla afuera el cierzo impío;
Metiéndome en nuevas redes Algo hay más negro y más frió:
Ya no hablo más con ustedes : ¡ Mi espantosa soledad 1
Muy buenas noches y adiós. Nunca como en esta ves
Si este amor me da un Edén, Me sentí más abatido;
Que el cielo os dé igual encanto... De los mares del olvido
Voy á esperarle... entre unto Es un puerto la vejez.
¡Que ustedes lo pasen bien 1 ¡Ochenta años! qué de engaños,
De luchas, de desventuras,
De ágrimas y amarguras, Sobre el Monte de las Cruces í
Caben en tan Largos años. Yo en mi hermosa juventud
N a d antes del siglo; fué Vi aquella cabeza cana
Mi padre u n labriego honrado, Fulgurar en la mañana
Q u e , ignorante é ignorado, Q u e abolió la esclavitud.
Vivió en brazos de la fe. Yo anuncié la dispersión
Hizo el bien, ignoró el mal, Q u e tristes memorias deja.
Y su música más sana Cuando nos tomó Calleja
Fué la voz de la campana El puente de Calderón.
De su parroquia natal. Y después que por malditas
Sin deudas ni sinsabores Rencillas lo traicionaron,
Dejó el m u n d o el mismo día Yo vi c ó m o se llevaron
Q u e con Hidalgo nacia Su cabeza a Granaditas.
La I n d e p e n d e n d a en Dolores. Entre penurias y duelos
Mi edad, de glorias avara Q u e venció mi ardiente fe.
Vló en esa causa una a u r o r a : Seis meses después logré
Pasó Hidalgo p o r Zamora Incorporarme á Morelos.
Con r u m b o á Guadalajara. ¡Nadie á este genio conoceI
Yo con doce primaveras Era de la guerra el rayo,
Fui á presentármele ufano ; Digalo aquel dos de mayo
¿ « Qpieres, m e dijo el anciano, De mil ochocientos doce,
Ser un soldado de veras? En que con heroico pecho
» Si no puedes chiquitín Al despuntar la mañanz
Con arcabuz ni escopeta \ » Seguido de Galeana
« Señor, dadme una corneta. Q u e fué su bra\o derccbr
Comenzaré de clarín. ? En Cuautla, con férrea m a n o ,
¡ O h recuerdo que seducesI Rompió sin teme? reveses,
Fui su clarín, ¿qué más gloria? El sitio que por tres meses
¡Yo di el toque de victoria Sostuvo i Calleja v Llano-
Pr.i fiAS CQ*tf.KTA8. — TOMO t
Pude haberte abandonado,
Aquel esfuerzo viril
Pero al mirar tu pasado
Hace ¡ oh m u n d o ! que te asombres;
N o te entregué; ¡te escondíl
Con Morelos tres mil hombres
Reliquia de mi existencia,
Vencjmos á doce mil.
T o d o s tus toques benditos
Lleva el indomable Aquiles Se apagaban á los gritos
A Huajuapam sus legiones, De « ¡Muerte ó Independencia! »
T o m a catorce cañones T e g u a r d é . . . después los cielot
Y mil doscientos fusiles. . Su protección nos negaron,
Después Tehuacán ataca,
Y de rubor se nublaron
Y nunca de aliento falto,
Viendo morir á Morelos.
C o m o un león por asalto
Mató el gobierno español
Se apodera de Oaxaca.
A aquel atleta entre atletas,
| Semidiós de nuestra historia I
Quedaron varios planetas
Firme le seguí hasta el fin,
¡ P e r o les faltaba el solí
Pues con él fué mi clarín
J o v e n , patriota y entero
El clarín de la victoria. (Saca un clarín)
Seguir quisf la campaña,
Aquí estás viejo instrumento,
Y fui al Sur, á la montaña,
¿ Q u i é n al verte te respeta?
Con el generai Guerrero.
Dirán : « Es una corneta ».
En las Mistecas c o n él
¡Mienten! ¡ e s u n m o n u m e n t o !
Burlamos la adversa suerte...
Contigo siempre fui en pos
¡ Q u é valeroso y qué fuerte
De los héroes á la guerra;
Era el insurgente aquél I
¡Los héroes son en la tierra
Debajo de la ceniza
Los elegidos de Dios!
Q u e mi cabeza emblanquee«^
I T u s breves toques sonoros
Lo busco y se m e aparee«
Fuego anunciando ó diana,
Pelo crespo, tez cobriza,
Oyeron Bravo, Galeana,
O j o s negros y p r o f u n d o s ,
Sesma, Mier y Matamoros!
Gran talla, frente serena,
Cuando á sargento ascendí
De Luaces y de Liñán.
Su afán romper la cadena Entre nosotros ninguno
Q u e ligaba los dos mundos. Dejó jamás á Guerrero,
Fué el firme entre los soldados: Vino al fin el diez de enero
T o d o s desmayado habían; Del ochocientos veintiuno.
Con Calleja unos morían, Fecha que el triunfo decide,
Otros iban desterrados. Á Acatempan nos llevó,
Sólo Guerrero en su ley Donde á Guerrero esperó
Con su esfuerzo inquebrantable, Don Agustín de Iturbide.
Llegó á ser el indomable N o es mi memoria tan mala
Q u e diera espanto al Virrey. Y vivo guarda el recuerdo,
Nada torció sus anhelos, Pusiéronse ambos de acuerdo
Q u e aquel corazón de bronce, Y se fraguó el plan de Iguala.
Desde el ochocientos once Publicado al mes siguiente
Entró á servir con Morelos. A Valladolid rendimos,
Después solo, en las montañas, Luego á Querétaro y fuimos
Tenaz la causa sostuvo A Puebla directamente.
Y veinte triunfos obtuvo Renace aqui todavía
En veinte heroicas campañas. La emoción santa y sincera,
En todas ellas venció; Q u e tuve al ver la bandera
Recordarlas me conmueve, De la amada patria mía.
Desde el once al diez y nueve N o me pasa la impresión;
A todas asistí y o . (Saca un nmchtU suriano.) Nunca sentí más respeto
Aqui está; su augusta mano Q u e al escuchar el decreto
Me dió en Cuautla este machete Q u e dió vida al pabellón.
Diciendo: « Sargento, vete | Q u é augustos 1 ¡qué hermosos día
Por la cabeza de Llano ». Con qué fe nos aclamaban,
Velo/ c o m o un huracán, Con cuánto amor nos llamaban
En mil lances renombrados, « Los de las tres garantías ».
Temblar tuzo a los soldados
El v e r d e : la religión, De a m o r la ciudad entera
( F u é p r i m e r o la conciencia) Y al mirar nuestra bandera
El blanco : la independencia Las gentes se arrodillaban.
Y el encarnado la u n i ó n . Bajo toldos de p e n d o n e s
Y p o r s í m b o l o inmortal Verde, blanco y escarlata,
Erguida el águila indiana, Con las vajillas de plata
Desgarrando soberana Reluciendo en los balcones;
La serpiente en un nopal. Con arcos de a r m i ñ o y tul
Nunca, lo digo eu verdad, En c o n j u n t o h e r m o s o y raro,
H e visto m á s alegría El sol estando m u y claro
Ni m á s llanto que en el dia Y el espacio m u y azul.
Q u e e n t r a m o s á esta ciudad. Al s o n o r o r e t u m b a r
Ni p o r m e n o r e s ni n o m b r e s De la hermosa artillería,
Recuerdo y es natural, Y á los gritos de alegría
E n t r a m o s en son triunfal Lanzados en cada h o g a r ,
C o m o diez y seis mil h o m b r e s . Las madres c o n santo a m o r
T r e s c i e n t o s a ñ o s después Y entre dulces regocijos
De que a s o m b r a n d o estos valles Acercaban á sus h i j o s
Entraron p o r nuestras calles Al pabeHón tricolor.
Las tropas de Hernán Cortés. T r a s Iturbide, marciales,
Iturbide por delante Séquito altivo y h e r m o s o ,
Resplandeciente d e brillo. Iban en g r u p o vistoso
Sobre un caballo tordillo Nuestros viejos generales.
Nervudo, altivo y p u j a n t e . j Q j i é vanguardia tan brillante I
o Vencedor, h i j o del cielo, T r a s ella, airoso marchaba
Gritaban, jViva la pazl » T o d o lo que se llamaba
Regando al mirar su faz Ejército trigarante.
De frescos lauros el suelo. Atronaban el espacio
T o d o s c o n gozo atronaban Gritos d e e n t u s i a s m o fieles;
F u é un camino de laureles Derrotamos en T a m p i c o . . .
Hasta llegar á Palacio. 1 C ó m o viste á sus soldados
Allí Iturbide quedó Al mandato de Santa-Ana,
Y á varios nos repartieron Volverse para la Habana
U n recuerdo... el que me dieron Vencidos y desarmados!
Intacto lo guardo yo. ¡ C ó m o te bañaste en luz
Es un recuerdo sin par Cuando expuesto á mil reveses,
Q u e duplica su valía Santa-Ana echó á los franceses
Haberlo obtenido el día, ~ Del puerto de Veracruz!...
Q u e nadie podrá olvidar. Y ¡ c ó m o limpio has venido
Una pequeña bandera; Sin dejarme ni un m o m e n t o ,
Aqui está... |prenda bendita! Para ser el ornamento
Entre tus pliegues palpita De los años que he vivido I
¡ O h Patria!... tu historia entera. •
Me la dió el Libertador ¡ Q u é fría es la ancianidad
Cuando en su afán tuve f e . . . Bajo el sol de la razón,
De él contigo m e alejé Se ve desde un panteón
Cuando se hizo emperador. A toda la humanidad l
N o guardo rencor ni e n c o n o ; ¿ T o d o ha sido lumbre fatua?
¡ Bien sabe el O m n i p o t e n t e ¿ T o d o es ficción? ¿Nada es cierto?
Q u e ni tú ni este insurgente Dudo á veces si ya he m u e r t o
Saludaron aquel t r o n o ! Y estoy viviendo en estatua.
Santa insignia mejicana Se hielan los pensamientos
j C o n qué afán te saqué y o De la experiencia á la luz...
La vez en que proclamó • • • • •
Personaje : Juan
Personaje : JUAN
Q u é ¿ nada m e falta ya ?
I La media n o c h e ! es decir
U n p a ñ u e l o . . . le p o n d r e m o s
Q u e bien me p u e d o acostar :
Esencia y lo g u a r d a r e m o s . . .
Pero al que se va á casar,
¿Y mi corbata? Aquí está.
¿ L e será fácil d o r m i r ?
. /
Á todo estoy decidido,
El caso es c o m p r o m e t i d o ;
Diga usted... ¿daré ese paso ? ÍNDICE
¿Usted es casado?... A m é n ;
¿ Y le va á usted bien ? Me alegro
j Y tiene usted suegra y suegro ?
Pues señor, está muy bien.
CARTA AUTÓGRAFA DFCL AUTOR VN
La empresa es muy arriesgada
Y á vuestra opinión la dejo.
Señores dadme un consejo CANTOS DEL HOGAR
Dedicatoria j
Envuelto en una palmada.
A Juan de Dios Peza, soneto de J. Blengio 5
Si harto aplaudís, sabré y o
k Juan de Dios Peza, soneto de J. Rafael Franco. . . . 6
Lo que debo hacer a q u í ;
Mil aplausos dirán si...
Y otros mil más dirán no. Mi padre 7
Aplaudid hasta de vicio Á míe hijas 10
A mi hija Concha r;
Q u e así las fuerzas recobro
Fe?;!-? 7 muíiícnp 16
Y por aplaudir no cobro •Mi mejor lauro. 20
En noche de beneficio. C í t i r eu casa. 24
Mi hija Margot 37
Bebé 30
(Ttlón.J Reyerta infantil 33
La velada 37
Venid los tres 43
Cambio de nombre 45
Mi oasis 4!
Mi talismán 49
Este era un rey 51
culto del abuelo $5
Patria . . 60
SI gran gafo? .0. . . 68
. /
flp.
A mi primogénita. . . . , 71 La pierna de Su Alteza >5°
La* bodas 72 Ni el nombre ni el oficio 257
Juegos del alma . 75 SI Centinela 26:
« En el cielo y en la calle » . 76 A los alumnos del colegio militar 366
El primer paso . . . . 83 La Corte Marcial 273
Con mi* hijos 85 Xochiapulco 280
El cuento de Margot . 83 Heroísmo mejicano . . . . . ' 288
Mi colegiala. 91 Los mirtirej de Uruápam 293
Noche Buena 94
Cómo es Margot *
¿Madre ó Mamá? 1»
Teología infantil iok MONÓLOGOS
Sum Umbra su
Meditación 115 Tirar la Uave y>7
Méjico y España ' IlS Recuerdos de un veterano 319
Á la Virgen Marta (En días de tribulación) 121 En vísperas de la boda 335
A mi prima Concepción Guerrero de Adame a 123
Á Caítos Adame 124
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