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HOGAR Y PATRIA

) H . JU*,

MtJ-h Aj^u^ùt^;
POESIAS COMPLETAS
DE

J U A N D E D I O S P E Z A

Única colección autorizada por el Autor

HOGAR Y PATRIA

PARÍS
CASA EDITORIAL GARNIER HERMANOS
6. Rae dai Sainls-Pér«», 6
^Utít* ¿feL ^

ACERVO de LITERATURA

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CANTOS
Y i

DEL HOGAR

POESÍAS COMPLETAS — T0«0 I.


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CANTOS
Y i

DEL HOGAR

POESÍAS COMPLETAS — T0«0 I.


A MIS HIJOS

AUÍT* DH LA CONCEPCIÓN, MARGARITA Y JOAN

Hijos MÍO« :

No estáis todavía capaces de encontrar en estos versos


lo dulce, lo amargo, lo sentimental y lofilosóficoque
en ellos pueda encerrarse. Os escucho leerlos, pero si que
no los descifráis, porque aun no es tiempo, con la fría
serenidad de la razón madura.
Guardadlos para más tarde; dejad que corra el
tiempo, y ya vendrá un día en que á la sombra ds
mis canas ó en frente de mi tumba, entendáis y esti-
méis todo lo que esta inmensa pasión por vosotros mt
arrancó del alma, lo puso en mi pluma y lo dejó para
siempre grabado en estas pobres hojas que pongo en
vuestras manos.
¿Cómo habréis de leer estos versos cuando seáis
jóvenes y cuando lleguéis á viejos? ¡Ay de mi que lo sé
demasiadoI -
Siempre con las lágrimas en los ojos, porque estot
versos son amor, y el amor se nutre con llanto.
¡Ojalá que sean estas hojas el la%> que una intima- A J U A N D E D I O S PEZA

mente vuestras almas, que os estreche en ternura y en


respeto mutuo, y que os baga amaros en mi memoria DESPUÉS DE HABER LEÍDO ALGUNAS COMPOSICIONES SUYAS,
PUBLICADAS CON EL MODESTO TÍTULO DE « ALGUNOS
mientras viváis sobre la tierral VERSOS. »
No sé si he sufrido ni si he llorado ¡pero os juro por
la santa memoria de vuestro noble abuelo, que sé que os
amo con todas las fuerzas de mi alma, yQque con ellas En un libro sin pompa ni jactancia,
pido al cielo vuestro bienestar en el mundo. Joya de la más tierna poesía,
¡Creed, amad, esperad/ De los Dioses regalas la ambrosia
¡Ojalá que pudiera yo estar á vuestro lado todo el Y el suave néctar que tu genio escancia.
tiempo que vais á retener en la memoria los versos de
este pobre libro l Impregnado de biblica fragancia
Queden con sus páginas entre vosotros, el amor y las Llena el hogar de encanto y alegría:
Es todo un corazón cada armonía,
bendiciones que en cada instante os consagra vuestro
Un pedazo de cielo cada estancia.
padre.
Al acercarse mi postrer momento
JUAN DE DIOS PBZA, De abandonar la vida transitoria,
Lenitivo será de mi tormento.

Y á mis hijas, mostrándoles la gloría,


Les diré al exhalar mi último aliento :
Aprended este libro de memoria.

J. BLENGXO
C a m p e c h e , 1885.
CANTOS DEL HOGAR
A J U A N D E D I O S PEZA

MI P A D R E

Entre tanta belleza y galanura


De tus cantos, riquísimo elemento,
Brilla como una joya el pensamiento,
Iluminado por la fe más pora.
Yo tengo en el hogar un soberana,
Derraman á torrentes la dulzan, Único á quien venera el alma mi*
Rebosan la bondad y el sentimiento; Es su corona de cabello cano,
Y si expresan amargo sufrimiento, La honra su ley y la virtud su guia.
Embarga al corazón tanta ternura.
En lentas horas de miseria y duelo,
Y á través de la forma y del aliño, Lleno de firme y varonil constancia,
En tu libro se mira k cada instante, Guarda la fe con que me habló del cielo
Entre los rasgos de filial cariño En las horas primeras de mi infancia.

Y en el sublime amor de padre amante, La amarga proscripción y la tristeza


Que tienes para amar, alma de niño; En su alma abrieron incurable herida;
Para sufrir, aliento de gigante. Es un anciano, y lleva en su cabeza
El polvo del camino de la vida.
J . RAFAEL FRANCO.

Ve del mundo las fieras tempestades


De la suerte las horas desgraciadas,
Y pasa, como Cristo el Tiberiades,
De pie sobre las ondas encrespadas.
Seca su llanto, calla sus dolores, Mi padre tiene en su mirar sereno
Y sólo en el deber sus ojos fijos, Reflejo fiel de su conciencia honrada;
Recoge espinas y derrama flores ¡ Cuánto consejo cariñoso y bueno
Sobre la senda que trazó á sus hijos. Sorprendo en el fulgor de su mirada!

Me ha dicho: e A quien es bueno, la amargura La nobleaa del alma es su nobleza;


Jamás en llanto sus mejillas moja; La gloria del deber forma su gloria;
En el mundo la flor de la ventura Es pobre, pero encierra su pobreza
Al más ligero soplo se deshoja. La página más grande de su historia.

» Haz el bien sin temer el sacrificio, Siendo el culto de mi alma su cariño,


El hombre ha de luchar sereno y fuerte, La suerte quiso que al honrar su nombre,
Y halla quien odia la maldad y el vicio Fuera el amor que me inspiró de niño
Un tálamo de rosas en la muerte. La más sagrada inspiración del hombre.

» Si eres pobre, confórmate y sé bueno; Quiera el cielo que el canto que me inspira
Si eres rico, protege al desgraciado, Siempre sus ojos con amor lo vean,
Y lo mismo en tu hogar que en el ajeno Y de todos los versos de mi lira
Guarda tu honor para vivir honrado. Éstos los dignos de su nombre sean.

» Ama la libertad, libre es el hombre


Y su juez más severo es la conciencia;
Tanto como tu honor guarda tu nombre,
Pues mi nombre y mi honor forman tu herencia.»

Este código augusto, en mi alma pudo


Desde que lo escuché, quedar grabado;
En todas las tormentas fué mi escudo,
De todas las borrascas me ha salvado.
Para salir al mundo vais de prisa
¡ Ojalá que esa vez nunca llegara!
¡Pues hay que ahogar el llanto con la risa;
Para mirar al mundo cara á cara!
A MIS H I J A S
No me imitéis á m i : yo me consuelo
Con abrir más los bordes de mi herida;
Imitad en lo noble á vuestro abuelo :
i Sol de virtud que iluminó mi vida!
Mi tristeza es nn mar; tiene sn bruma
Que envuelve densa mis amargos días; Orad y perdonad; siempre es inmensa
Sus olas son de lágrimas; mi pluma Después de la oración la interna calma
Está empapada en ellas, hijas mías. Y el ser que sabe perdonar la ofensa
Sabe llevar á Dios dentro del alma.
Vosotras sois las inocentes floree
Nacidas de ese mar en la ribera; Sea vuestro pecho de bondades nido,
La sorda tempestad de mis dolores No ambicionéis lo que ninguno alcanza,
Sirve de arrullo á vuestra edad primera. Coronad el perdón con el olvido
Y la austera virtud con la esperanza.
Nací para luchar; sereno y fuerte
Cobro vigor en el combate rudo; Sin dar culto á los frivolos placeres
Cuando pague mi audacia con la muerte, Que la pureza vuestra frente ciña,
Caeré cual gladiador sobre mi escudo Buscad alma de niña en las mujeres
Y buscad alma de ángel en la niña.
Llévenme asi á vosotras; de los hombre«
Nadie nace á la infamia condenado,
Ni desdeño el poder ni el odio temo;
Nadie hereda la culpa de un delito,
Pongo todo mi honor en vuestros nombres
Nunca para ser siervas del pecado
Y toda el alma en vuestro amor supremo.
Os disculpéis clamando : estaba escrito.
¡Existir es luchar! N o es infelice
Quien luchando, de espinas se corona;
\
Abajo, todo esfuerzo se maldice,
Arriba, toda culpa se perdona.

Se apaga la ilusión cual lumbre fatua A MI H I J A CONCHA


Y la hermosura e s flor que se marchita;
La mujer sin piedad es una estatua
Dañosa al mundo y del hogar proscrita.

N o fijéis en el mal vuestras pupilas


Hija ven á besar la augusta mano
Que víbora es el mal que todo enferma,
Que en el desierto mundanal me guia :
Y haced el bien para dormir tranquilas
Sé amante y tierna con el noble anciano
Cuando yo triste en el sepulcro duerma.
Culto y sostén de la existencia mía.
Nunca me han importado en este suelo
Renombre, aplausos, oropeles, gloria : Le debo cuanto s o y , él ha sentido
Procurar vuestro bien, tal es mi anhelo; Más que yo mis venturas, mis dolores;
Amaros y sufrir tal es mi historia. Por él, sólo por él, siempre han tenido
Luz mi cerebro y mi camino flores.
Cuando el sol de mi Tida tenga ocaso
Recordad mis consejos con ternura, A su frente de canas coronada
Y en cada pensamiento, en cada paso, Da tus ósculos llenos de inocencia,
Buscad á Dios tras de la inmensa altura. Nunca su frente encontrarás manchada,
Limpia como el cristal es su conciencia
Yo anhelo que, al morir, por premio santo.
Tengan de vuestro amor en los e x c e s o s ; Él, en el fondo del hogar callado,
Las flores de mi tumba vuestro llanto, Con dulce paz, con celestial carillo,
Las piedras de mi tumba vuestros beso». Me enseño á ser prudente, á ser honrado
Desde mis horas Cándidas de nifio.
Cuando en las luchas torpes y mundanas ¡ Si eres tú mi esperanza más hermosa,
Me mira desmayar sin fe y sin brio, Si él es mi religión, mi fe, mi abrigo,
Me escuda con la sombra de sus canas Que siempre amparen tu niñez dichosa
Y me dice; levántate, hijo mió. Sus canas que con lágrimas bendigo!

Ámalo; forma el sin igual tesoro


De mi existencia dolorosa y triste,
Es mi humana deidad á quien adoro
Con más amor desde qae tú naciste.

Los afanes constantes y prolijos


Que un padre tierno con su amor encierra,
N o los podemos comprender los hijos
Hasta que somos padres en la tierra.

Yo que siempre le amé, siento que ahora


Le adoro más y para ti reclamo
Saberte adorar yo como me adora,
Que me sepas amar como le amo.

Alguna vez sabrás sin que te asombre,


Cuántos dolores calla, cuántas penas;
Ámalo más que á mí... suyo es tu nombre,
Coma es suya la sangre de mis venas.

Cuando á Dios reces con amor profundo


¡ Áy 1 por él y por mi pídele al cielo;
I Qué fueras tú sin padre en este mundo,
Ni qué fuera tu padre sin tu abuelo!
CANTOS DEL HOGAR
J6 JUAN DE DIOS PBZA
»7

Quizá piensa, en sus juegos infantiles,


Que en este mundo que su afán recrea.
Son como el suyo todos los fusiles
Con que la torpe humanidad pelea.
F U S I L E S Y M U Ñ E C A S
Que pesan poco, que sin odios lucen,
1 CUADRO REALISTA Que es igual el más débil al más fuerte,
Y que, si se disparan, no producen
Humo, fragor, consternación y muerte.

jOh misteriosa condición humanal


Juan y Margot, dos ángeles hermanos Siempre lo opuesto buscas en la fierra :
Que embellecen mi hogar con sus cariños. Ya delira Margot por ser anciana,
Se entretienen con juegos tan humanos Y Juan que vive en paz, ama la guerra.
Que parecen personas desde niños.
Mirándoles jugar me aflijo y c a l l o :
Mientras Juan, de tres años, es soldado ¿Cuál será sobre el mundo su fortuna?
Y monta en una caña endeble y hueca, Sueña el niño con armas y caballo,
Besa Margot con labios de granado La niña con velar junto á la cuna.
Los labios de cartón de su muñeca :
El uno corre de entusiasmo ciego,
Lucen los dos sus inocentes galas, La niña arrulla á su muñeca inerme,
Y alegres sueñan en tan dulces lazos : Y mientras grita el uno : F U E G O , F U E G O ,
Él, que cruza sereno entre las balas; La otra murmura triste : DUERME, D U E R M E .
Ella, que arrulla un niño entre sus brazos.
A mi lado ante juegos tan extraños
Puesto al hombro el fusil de hoja de lata, Concha, la primogénita, me mira:
El kepis de papel sobre la frente, ¡Es toda una personna de seis años
Alienta al niño en su inocencia grata Que charla, que comenta y que suspira 1
El orgullo viril de ser valiente. VÓRSÍAS l.tlAS. 7—TOMO I. 2
¿Por qué inclina su lánguida cabeza ¡Oh mis hijos! No quiera la fortuna
Mientras deshoja inquieta algunas flores? Turbar jamás vuestra inocente calma,
¿Será laque ha heredado mi tristeza? No dejéis esa espada ni esa cuna:
¿Será la que comprende mis dolores? (Cuiiudo son de verdad el alma!

Cuando me rindo del dolor al peso,


Cuando la negra duda me avasalla,
Se me cuelga del cuello, me da un beso,
Se le saltan las lágrimas, y calla.

Sueltas sus trenzas claras y sedosas,


Y oprimiendo mi mano entre sus manos,
Parece que medita en muchas cosas
Al mirar como juegao vis hermanos.

Margot que canta en madre transformada,


Y arrulla á un hijo que jamás se queja,
Ni tiene que llorar desengañada,
Ni el hijo crece, ni se vuelve vieja

Y este guerrero audaz de tres abriles


Que ya se finge apuesto caballero,
No logra en sus campañas infantiles
Manchar con sangre y lágrimas su acero.

I Inocencia! jNiñez! jDichosos nombres!


Amo tus goces, busco tus cariños;
¡ Cómo han de ser los sueños de los hombres,
Más dulces que los sueños de los niños!
? Qué tienes,; pregunté, ¿por qué haces eso
i Por qué ya nada de tu labio escucho?
Y ella me respondió, dándome un beso :
— Me callo aquí, porque te quiero mucho.
M I M E J O R L A U R O
Nada valdrá tan càndida respuesta
Para el que en altas concepciones fijo,
Medir no pueda, en ocasión cual ésta,
Abonde alcanza el corazón de un hijo.

Con sus seis primaveras muy ufana, Puedo deciros la verdad desnuda :
Quebrando con sus Dies las hojas secas, Como en mis versos comprendió mi duelo,
Me recitó en el campo una mañana Por no hacerme sufrir quedóse muda,
Mi hija mayor : F U S I L E S Y MUÑECAS. Por no verme llorar miraba al suelo.

Repitiendo mis versos no sabía Yo, alabando el poder de su memoria


Que colmaba el mayor de mis antojos; Comprendí, perdonadme lo indiscreto,
N o me culpéis si oyéndola sentía Que los mejores lauros de la gloria
Lágrimas en el alma y en los ojos. Son los que se cosechan en secreto.

¡Bien! exclamé, mi niña me interpreta Vale más á mis ojos, siémpre fijos
Mejor que todos aunque á nadie cuadre : En la eterna verdad no en falsos nombres,
Yo juzgarla creí como poeta, La lágrima arrancada por mis hijos
Y la estaba juzgando como padre. Que todos los aplausos de los hombres,

Llegó á la estrofa aquella en que la nombro Negó á mi numen su fulgor el genie,


Y bajando hacia el suelo la mirada, En el drama veraz de mis dolores
Vi de pronto ponerse, con asombro, El fondo de mi hogar es el proscenio
Su faz, más que una fresa, colorada. Y mi padre y mis hijos los actores.
No basco an lauro que mi frente ciña — |Brava razón 1 jConfórmame con eso!
Ni pide aplausos mi laúd ingrato; ¿No eres la que, si el duelo me avasalla,
Pero... ¿por qué me olvido de la niña S E MB CUELGA DEL CUELLO, ME DA DN BESO,
Que suspendió turbada su relato ? S E LB SALTAN LAS L A G U N A S T CALLA ?

Pronto volvió so faz á estar aerena — I Yo soy! ; yo soy I me contestó orgullos*,


Y á brillar en sus labios la sonrisa, Y haciéndome olvidar penas y agravios,
Porque el placer lo mismo que la pena Se me colgó del cuello cariñosa,
Pasan sobre loa niños muy de prisa. Cerró sus ojos y besó mis labios.

— Tus versos voy á continuar diciendo — Corrió alegre después tras otros niños,
Y con más firme voz, soltóse hablando; Quebrando con sus pies las hojas secas '
I Inocente! los dije sonriendo Y dejándome besos y cariños
Y entonces yo los escuché llorando. En premio de FUSILES T MDSHCA»

Al terminar, sintiendo hecho pedazo«


Por el dolor mi corazón ardiente,
Me interrogó cruzándose de brazos
Y mirándome el rostro frente á frente.

— I Ay I dime padre, cuando tu escribiste


• -Os mismos versos que de oírme acabas
¿ Por qué estabas mirándonos tan triste?
Al mirarnos jugar ¿en qué pensabas?

V ¿por qué? — respondí — tan preguntona


Indagas los misterios de mi lira?
— Porque soy, tú lo has dicho, CHA W R S O N A *
Q L» C B I 1 U , Q ü l COMZMTA T Q U * S O S P U A .
<t Con la atención de un ser que se emociona
Miró las hojas con extraño gesto,
Y poniendo en mis manos la corona,
Me preguntó con intención): — « < Qué es esto ? »

C É S A R E N C A S A
— o Esto es — repuse — el lauro que promete
La gloria al genio que en su luz inunda...
— « i Y tá por que lo tienes? »
— Por juguete
Le respondió mi convicción profunda.
Juan, aquel militar de tres abriles,
Viendo la forma oval, pronto el objeto
Que con gorra y fusil suefia en ser hombre,
Descubre el niño,-de la noble gala;
Y que ha sido en sus guerras infantiles
Se la ciñe, faltándome al respeto,
Un glorioso heredero de mi nombre;
Y hecho un héroe se aleja por la sala.
Ayer, por tregua al belicoso juego,
¡ Qué hermosa dualidad! Gloria y cariño
Dejando en un rincón la espada quieta,
Con su inocente acción enlazó ufano,
Tomó por voluntad, no á sangre y fuego,
Pues con el lauro semejaba el niño
Mi mesa de escribir y mi gabeta.
Un diminuto emperador romano.

Allí guardo un laurel, y viene al caso Hasta creí que de su faz severa
Repetir lo que saben mil testigos : Irradiaban celestes resplandores,
Esa corona de oropel y raso Y que anhelaba en su imperial litera
La debo, no á la gloria, á mis amigos, Ir al Circo á buscar los gladiadores.
*

Con sus manos pequeñas y traviesas, Con su nuevo disfraz quedé asombrado
Desató el niño, de la verde guía, (No extrañéis en un padre estos asombros),
El lazo tricolor en que hay impresa« Y corrí por un trapo colorado
Frases que él no descifra todavía. Que puse y extendí sobre sus hombros.
Mirélo así con càndido embeleso,
Me transformé en su esclavo humilde y rudo
Y - . ¡ Ave, César ! » _ l e dije, dame un beso,
I Yo, que muero de penas, te saludo! »

- « ¿César?. _ m e preguntó lleno de susto,


M I H I J A M A R G O T
r yo sintiendo que su amor me abrasa,
- « j César ! , - Je reS pondí - « , CéLr augusto
De mi honor, de mi nombre y de mi c a s a ! ?

Quitéle el manto, le volví la espada,


Recogí mi corona de poeta, Tiene Margot un niño á quien adora.
Y la guardé, deshecha y empolvada, Que no nació entre lágrimas y males,
En el fondo sin luz de mi gabeta. Pues se lo dió de cuelga una señora
Que lo compró de lance en veinte real»

No hay un cariño igual á ese cariño


Reflejo fiel de abnegación sincera,
Pues ni lo entiende ni lo paga el niño
Que le dice mamá y es de madera.

Sin temor de que enferme ó que se pierda,


La madre sabe, de contento loca,
Que el niño si le tiran de una cuerda.
Llora, abriendo los ojos y la boca.
y
i Si la vierais en horas sosegadaa
Con qué ternura maternal lo viste,
Y con qué melancólicas miradas
Se fija en él cnando lo jnzga triste!
« ¿Qué tienes — le pregunta — niño mió? ». Mientras yo silencioso meditaba,
« j Más bonito que tú no habrá ninguno! » Margot, que cuenta cuatro primaveras,
i No llores... ¿tienes hambre? ¿tienes frío? Para dormir al niño lo arrullaba
« Duerme mientras te traigo el desayuno. » Como arrullan las madres verdaderas

Y lo acuesta en su lecho, allí lo abriga,


Bajo sus mismas sábanas lo arropa,
Y corre por la leche y por la miga
Para darle en los labios sopa á sopa.

Que no las toma el niño es cosa clara,


Pero aquí la intención salva un abismo;
Margot en tal desaire no repara,
Pues ella se las come y es lo mismo.

Margot junto á mi padre dulce y quieta,


Era siempre su encanto y su consuelo,
Y yo vi alguna vez, frente á la nieta,
Lágrimas en los ojos del abuelo.

« Estos juegos — me dijo — causan frío,


» No sé ni que revelan ni que indican,
» ¡ Hacen cosas los niños, hijo mío.
» Que ni los grandes sabios las explican!

» | Cuánto Margot á la virtud promete!


o Mira... en su niño están sus ojos fijos...
» ] Avergüenza esta madre de juguete
» Á los monstruos que olvidan á sus hijos
Ha vencido pensé : si está comprado,
Y como es natural tiene otros dueños,
Mis hijas perderán el encantado
Palacio de sus mágicos ensueños.

BEBE Pero movido el paternal cariño,


Entré á la tienda á realizar su antojo,
Y dije al vendedor: « Quiero ese niño
De crenchas blondas y vestido rojo ».

Cuenta Bebé dos meses no cumplidos, Abrió entonces la alcoba de cristales,


Pero burlando al tiempo y sus reveses, Temó á Bebé, lo puso entre mis manos,
Como todos los niños bien nacidos Y convirtió á mis hijas en rivales
Parece un señoron de veinte meses. Porque el amor divide a ios hermanos.

Rubio, y con ojos como dos luceros, « Para mí » — Concha me gritó importuna,
Lo vi con traje de color de grana « Para mi » — me gritaba Margarita,
En un escaparate de Plateros Y yo les grité al fin : « para ninguna •
Un domingo de Pascua en la mañana. Cou la seca aridez de un cenobita.

Iban conmigo Concha y Margarita, Reinó un silencio entre las dos profundo,
Y al mirarlo las dos, ambas gritaron: Y yo recordé entonces conturbado
« I Mira, padre, qué cara Un boniul » Este axioma tristísimo del mundo:
Y trémulas de gozo me miraron. « Ser rival es odiar j ser odiado. »

¿Quién al ver que en sus hijas se subleva Y asi pensé : no debo en corazones
La ambición de adueñarse de un muñeco, Que de la vida llaman á la puerU,
No se siente vencido, cuando lleva Encender con el celo esas pasiones.
Dos duros en la bolsa del chaleco? Qpe el odio alúa j el rencor despiex ;
La nistoria del amor con dos premisa i
Iguala á la mujer y no os asombre;
¡ Un muñeco en la edad de las sonrisas
Y en la edad de las ligrimas un homorc.

REYERTA INFANTIL

¿ Quieres averiguar, lector paciente.


Si tiene la niñez principios fijos ?
Ven & escuchar el diálogo siguiente
Que aqui sostienen con calor mis hijos

Concha tiene seis años; Margarita


Los cinco va á cumplir; Juan tres apenas;
Pero ninguno de ellos necesita
Fuego en el pensamiento ni en las venas.

Lo tienen y de sobra : su lenguaje


Lo hallarás infantil, mas nunca hueco;
Hoy discuten los tres, porque les traje
Un fusil, nn canario y un muñeco.

Á Juan, que quiere ser soldado grave,


Armé al fin con un rifle en miniatura;
A mi ambiciosa Concha le di el ave,
Y. el muñeco á Margottoda ternura.
POBSlAS COMPLETAS. — TOMO I.
Que Juan dispare en su ilusión más grata, Entra por las alcobas victorioso,
Margot arrulle mientras Concha cuida, ¿Quién lo va á detener? Marte lo inflama;
Ni el canario es verdad, ni el rifle mata, Es la estera su puente, salva el foso
(La ilusión en el alma de la vida! Y rinde una ciudad sobre una cama.

Como florece el campo en primavera Hoy se llena de arrojo y valentía;


Desborda la niñez en ambiciones; Margot de compasión, Concha de celo;
Rifles de cinc y pájaros de cera, 1 Qué venturosa edad ! Despunta el día;
Muñecos de cartón: todo ilusione« Verde es el campo y transparente el cielo.

Un niño con una arma entre las manos — Mira, le dice Concha á Margarita
Y risas de bondad en el semblante, Con la expresión de un celo extraordinario,
Esa muñeca tuya tan bonita
Me recuerda á esos ángeles enanos
Que dibujó Doré leyendo el Dante. No vale lo que vale mi canario.

Si vierais á mi Juan con su penacho — Mi muñeca es mejor, cierra los ojos,


Con barboquejo de velludo cuero, Se auerme entre mis brazos, va á la escuela,
Semejante en lo erizo á su mostacho Tiene cabellos rubios, labios rojos...
De infatigable y tosco granadero; — Si, todo lo tendrá, pero no vuela

— Cambiaremos juguetes...
Creyerais que labrada por el arte
Era una estatua de arrogancia llena • — N o , yo juego
Un soldado que ha visto á Bonaparte Nada más con mi niña todo el día. |
Cruzar los Alpes ó triunfar en Jena. — Me la das, ó te pego...
— ¿Qué? ¿Te pego?
— N o es tuya nada más. — Si, sólo es mía.
Yo, mirándolo asi, lo aplaudo y callo -
En sus hermanas ve gente guerreia;
— La quiero. — N o me importa. — Te la quito.
Convierte cada caña en un caballo;
— Yo la defenderé. — Voy á tomarla.
Cada silla le sirve de trinchera.
— Ven. — Allá voy. — ¿Me pegas? doynngrito.
— Déjamela Margot... — No he de dejarla.

Ya tiene Concha el rostro colorado,


Ahoga Margot su llanto en nn suspiro,
Y entonces Juan, el rifle preparado,
L A V E L A D A
Sale y grita á las doa : — Cállense ó tiro.

Callan ambas k nn tiempo, como puede A MI HBRMANO ERNESTO


Callar cualquiera ante su faz bravia,
Y él agrega muy serio, — ¿ Qué sucede ?
I Yo soy un coronel de artillería!

Con esta frase que su audacia encierra En el paterno hogar, pegado al muro
Vuelve á las niñas bienestar profundo, Que cierra el fondo del salón oscuro,
Que aunque inicuo el derecho de la guerra Pende un cuadro que fuera en otra parte
* Aplaca muchas riñas en el mundo. Orgullo del pincel, gala del arte,
Si allí no fuera siempre orgullo y gala
De nuestro amor filial, no de la sala.

Es un retrato por Clavé pintada.


En que aparece al natural sentado
En antiguo sillón de terciopelo,
Tronco del árbol de mi hogar, mi abuelo.

Cuantos lo ven, peritos 6 profanos,


Asómbranse del rostro y de las manos,
Pues de tal suerte la verdad provocan,
Qpe son ojos que ven, manos que tocan,
— Ven. — Allá voy. — ¿Me pegas? doy un grito.
— Déjamela Margot... — No he de dejarla.

Ya tiene Concha el rostro colorado,


Ahoga Margot su llanto en nn suspiro,
Y entonces Juan, el rifle preparado,
L A V E L A D A
Sale y grita á las doa : — Cállense ó tiro.

Callan ambas k un tiempo, como puede A MI HBRMANO ERNESTO


Callar cualquiera ante su faz bravia,
Y él agrega muy serio, — ¿ Qué sucede ?
I Yo soy un coronel de artillería!

Con esta frase que su audacia encierra En el paterno hogar, pegado al muro
Vuelve á las niñas bienestar profundo, Que cierra el fondo del salón oscuro,
Que aunque inicuo el derecho de la guerra Pende un cuadro que fuera en otra parte
* Aplaca muchas riñas en el mundo. Orgullo del pincel, gala del arte,
Si allí no fuera siempre orgullo y gala
De nuestro amor filial, no de la sala.

Es un retrato por Clavé pintada.


En que aparece al natural sentado
En antiguo sillón de terciopelo,
Tronco del árbol de mi hogar, mi abuelo.

Cuantos lo ven, peritos 6 profanos,


Asómbranse del rostro y de las manos,
Pues de tal suerte la verdad provocan,
Qpe son ojos que ven, manos que tocan,
frente en que funde el rayo de la ciencia Desmantelado hogar de virtud lleno,
Las nieves del dolor y la experiencia; Que entre oro y sedas esconder sin caima
Boca en que está sin que los labios abra, En hogar sin amor, cuerpo sin alma.
Contenida en su vuelo la palabra;
Y el experto pincel llegó á tal punto, Un mundo es el hogar do nada es vano,
Tal tono de verdad prestó al coa junto, Y un padre es en tal mundo el soberano
Que hasta se ve que con impulso leve Que, sin sorda ambición, sin bajo encono,
El cuerpo todo al respirar se mueve. Asienta en la virtud su excelso trono;
Un abnegado amor sus actos mide;
Dna noche de abril limpia y serena, Para sí nada busca y nada pide,
Entraba el rayo de la luna llena Pues cuanto logra en bienestar y fama
Hasta envolver en su reflejo grato Es de los hijos que bendice y ama,
El expresivo rostro del retrato, Siendo, en Dios y el deber los ojos fijos,
Y era esa luz de ráfagas tranquilas, Viva imagen de Dios para sus hijos.
Grana en los labios, fuego en las pupilas,
Y sobre aquella venerable frente ¿Quién como un padre nos dará su abrigo?
Coronada de canas noblemente, ¿Dónde poder hallar mejor amigo
En tan calladas y apacibles horas Ni más útil y amante compañero
Plata deshecha en hebras voladoras. Ni más noble y prudente consejero?
Su voz es la más dulce que responde
Al amargo dolor que el alma esconde,
Debajo de aqnel lienzo venerado
El humilde salón tiene el estrado, Y su palabra la mejor egida
Que si ha sido lujoso en otras eras, Para arrostrar las luchas de la vida.
Hoy no tiene tapices ni maderas, Hábil, constante y práctico piloto
Ni bronces, ni cristal, ni porcelanas; En negro mar de porvenir ignoto,
Al contrario, los muros, las ventanas, Él, la nave filial empuja y guia.
Todo diciendo está con gran tristeza Y luchando con ella noche y día,
Que la honradez se premia con pobreza Salva abismos, aclara oscuridades,
Burla vientos, humilla tempestades,
Y que más vale al ánimo sereno
Y con brújula y luz al puerto avanza... Y en el alma los dos las recogimos,
jLa brújula es la fe; luz la esperanza 1 Estas palabías1, fuentes de consuelo
Que desde el muro pronunció mi abuelo :
La noche á que en mis versos me refiero,
Mi padre, con sorpresa vió el primero « Hijos, yo vivo aún; no soy extraño
(Pues estaba conmigo en el estrado) En vuestro hogar y siempre os acompaño;
Que aquel rostro en el lienzo retratado El alma por la carne revestida
De la luna al reflejo macilento, Teme dejar los goces de la vida,
Iba cobrando vida y movimiento. Pero al romper su tosca vestidura,
¡ Ah! yo le vi después, y estremecido Ya libre y ya feliz, desde la altura
De respeto y pavor, casi al oído Vela por los que quedan en la tierra
Dijcle: « Padre, ¿ sueño es lo que veo, Con la miseria y el dolor en guerra.
Ó es una realidad? ¿Miente el deseo? » Hoy os habla el espíritu, no el hombre;
Volvió otra vez sus ojos al retrato, Guardáis con honra limpio vuestro nombre,
Y allí los tuvo fijos largo rato... Y si hay mil que se llaman de igual modo
Si algo me respondió no lo recuerdo, Y algnien arrastra el nombre por el lodo,
De aquel minuto la memoria pierdo; Ved que siempre es así la historia humana;
Sólo sé que el salón estaba oscuro, Lucrecias son la Borgia y la Romana.
Que la luna, filtrándose hasta el muro, Y ambas con patria igual, con nombre mismo,
Iluminaba el cuadro en ese instante, Separadas están por un abismo.
Y que en él vi lo que diré adelante. Os ame como sois, os quiero humanos;
Limpias de sangre y cieno vuestras manos;
Vi la apacible faz, la frente cana, Si sufrís, esperad; á todo duelo
Vueltas cual otro tiempo carne human«; Dios y el tiempo dan término y consuelo;
Vi aquellos ojos húmedos moverse, Con fe y resignación todo se alcanza;
Vi las hebras de plata estremecerse; Nnnca alentéis rencores ni venganza
Y en medio de un silencio pavoroso Y cuando halléis un pérfido enemigo,
Reflejo de otro mundo misterioso. Recordad, para darle su castigo,
Mi padre y yo, ya trémulos, oir >s, Que no hay ningún castigo en la existencia
Más duro que la fría indiferencia.
Yo ya no moriré; tengo esa vida,-.
Sin miserias, sin llanto, sin medida
Que Dios reserva al justo; en ella quiero
Veros alguna vez... allí os espero.»
V E N I D L O S T R E S
Calló el solemne y desusado acento;
La luna se apagó, quejóse el viento.
Y nosotros, nosotros aterrados, I T "
Juzgando como sueños disipados
Tan extraños sucesos, ¡ ay I nos vimos, Venid... venid á mi; triste y caris
Y mudos de dolor nos despedimos. La frente inclino mustia y abatida,
Venid que por vosotros no he apagad»
¡ Oh mi supremo amor! ¡ Oh padre mío! La estéril llama que me da la vida.
Pende aún sobre el muro tan sombrío
El cuadro que los ojos embelesa; Yo por vosotros todo lo desdeño,
La luna á veces con amor lo besa Aprendo á sonreír para miraros
En la callada noche, yo lo miro Y mi dolor más grande es muy pequeño
Y llorando sin lágrimas suspiro; Junto á la dicha inmensa de besaros.
La fiebre del pesar quema mis sienes,
¡Oh! ¡mi padre! ¡mi amor! ¿por qué no vienes? Ven mi tierna Margot, tú eres la rosa
¿ No me ves triste y solo y abatido ? Que refresca mi espíritu doliente;
En dónde, en dónde estás? ¿dónde te has ido? Estrella de la paz, vierte amorosa
Tus ósculos de luz sobre mi frente.

Ven mi Juan, mi esperanza y mi consuelo,


En cuyo nombre mi blasón se encierra,
Veme con esos ojos de tu abuelo
Que tanto me miraron en la tierra,

/
.

\
Y tú, mi triste y pálida María
i
Que has traducido mi aflicción secreta,
Ven á mi corazón, ven hija mía,
Y llora sobre mi arpa de poeta.

Ahora que castos sois, porque sois niños,


C A M B I O DE N O M B R E
Dadme pureza, ensueños, ilusiones,
Quiero hartarme de besos y cariños
Y en pago os llenaré de bendiciones. K MI PKIMOG&NITA

¡Amadme como os amo! Me habéis dado


La paz con vuestros besos de ternura.
¡ Si yo viviera siempre á vuestro lado!
ISi siempre fuerais niños! ¡qué ventura!
Si amas tanto á la Virgen, hija mía,
En tu edad sin doblez y sin engaños,
Toma sn nombre y llámate « María»
Lo cual aplaudirán propios y extraños.

Cuando te llamo « Concha », tus sonrojos


Hacen que me confunda y que me asombre,
Pues muy claro me dices con los ojos:
I « Yo no vivo contenta con mi nombre. »

T u s razones tendrás y las respeto,


Porque yo de tu vida en el camino
No indago lo que piensas, lo interpreto;
No pregunto que quieres, lo adivino.
Estudio en tu inquietud cada deseo, Tan prematuramente raciocinas
Conozco tus tristezas ignoradas, Que en todo buscas manantial de bienes,
Y hoy quieres, para el mundo en que caminas
Y cuanto guardas en el alma leo
Otro nombre distinto del que tienes.
Lo mismo que en un libro en tus miradas.

No existe para mi dicha ningana I Oh pura y tierna flor de mis pensiles


Mayor q u e aquella que alumbró mi vida Que yo temblando de pasión cultivo;
En la primera vez que de tu cuna Has inundado con tus seis abriles
Te alcé en mis brazos, te besé dormida. De aroma el mundo en que luchando vivo!
V

Y de mi santo amor en los excesos ¿Por qué no has de llamarte como quieres?
Viendo en ti de mis dichas el tesoro, ¡Cesen ya tu ansiedad y ras desvelos;
Te desperté al rumor de tantos besos No hay nombre más hermoso en las mujeres
Que el nombre de la Reina de los Cielos 1
Y con el alma te grité: jte adoro!

¡Cuántas hermosas noches á tu lado


Mirándote dormir pasé las horas,
Y cuántas veces ¡ay! me han encontrado
De pie junto á tu lecho las auroras!

Los premios á este amor no son escasos


Dos ha tenido mi pasión suprema:
Una epopeya en tus primeros pasos,
Y en tus primeras frases un poema,

¿Cuál es tu porvenir? Si Dios me diera


Poder para mirar futuro dia
Y tenebroso tu horizonte viera,
Llorando, á Dios tu muerte pediría.
i

MI O A S I S
MI T A L I S M A N

A MI HIJA MARU

Con los primeros dientes de Maña


Mirto del deshojado huerto mío Finos, menudos, blancos y brillantrs,
Que con ámbar de amor me regeneras Me han hecho un prendedor que no daría
Y que en tus nueve tristes primaveras Por otro igual de perlas y diamantes.
Lágrimas sólo tienes por rocio.
i Á joya tan humilde como grata
En el sagrario del altar vacío v Emblema de mis íntimas ternuras,
Como vivida luz constante imperas La juzgo si la llevo en la corbata
Que fueron tus caricias las primeras, El talismán de todas mis venturas.
Que ahogar pudieron mi dolor impío.
Nada me importa que á ninguno cuadre
Primera flor de las amadas flores Ver cuanto estimo deleznables huesos:
Que en otro hogar donde el sufrir se olvida Son de una boca que al decirme: ¡padreI
Su aroma dan y ostentan sus colores; Cura mis penas con sus castos besos.

En tu corola virginal se anida Son de una boca diminuta y bella


El más intenso amor de mis amores, Más que las rosas fresca y encendida,
La fe que alienta mi angustiada vida. Basta la miel que se desborda en ella
Para endulzar las horas de mi vida.
POEMA:. uUMfLKTA*. — 1UHO U
4'
Otros busqnen tesoros como Creso;
Y o que no espero ni ambiciono tanto,
Perlas busco en la boca cuyo beso

Es para mi el más puro y el más santo.

Hay quien de cada piedra forme un mito, « E S T E ERA UN REY... »


Quien dé culto de Febo á la luz pura,
Y quien fabrique un templo de granito
Para dar á un monarca sepultura.

Y yo incrusto del oro en la dureza Ven mi Juan, y toma asiento


Estos carbunclos de materia humana, En la mejor de tus sillas;
Que envueltos en aliento de pureza Siéntate aquí, en mis rodillas,
Dios engarzó sobre caliente grana. Y presta atención á un cuento.

Cuando llame á las puertas del olvido, Asi estás bien, eso es,
Llevarme quiero á la mansión sombria Muy cómodo, muy ufano,
Este alfiler humilde, revestido Pero ten quieta esa mano*
Con los primeros dientes de María. Vamos, sosiega esos pies.

Éste era un rey... me maltrata


El bigote ese cariño.
Éste era un rey... vamos niño,
Que me rompes la corbata.

Si vieras con qué placer


Ese rey... ]Jesús 1 ¡qué has hechoI
¿Lo ves? en medio del pecho
¡Me has clavado un alfiler!
¿Y mi dolor te da risa?
» Y me gusta el cuentecito
Escucha y tenme respeto:
» Y mira, ya lo aprendí:
Éste era un rey... deja quieto
» Éste era un fey, » ¿no es asi?
El cuello de mi camisa.
» ¡Qué bonito! ¡Qué bonito i »

Oir atento es la ley Y de besos me da un ciento,


Que á cumplir aqui te obligo.
Y pienso al ver sus cariños:
Deja mi reloj... prosigo.
Los cuentos para los niños
Atención : Éste era un rey...
No requieren argumento.

Me da tormentos crueles Basta con entretener


Tu movilidad chicuelo, Su espíritu de tal modo
¿Ves? has regado en el suelo Que nos puedan hacer todo
Mi dinero y mis papeles. Lo que nos ameran Dí.cer.

Responde: ¿me has de escuchar? Con lenguaje grato ó rudo


Éste era un rey.., ¡qué lpcura! Un niño, sin hacer caso,
Me tiene en grande tortura Va dejando paso á paso
Que te muevas sin parar. Á su narrador desnudo.

Mas ¿ya estás quieto? SI, si, Infeliz del que se escama
Al fin cesa mi tormento... Con esas dulces locuras;
Éste era un rey, oye el cuento 1 Si estriba en sus travesura*
Inventado para ti... El argumento del drama!

Y agrega el niño, que es ducho ¡ Oh Juan! me alegra y me agrada


En tramar cuentos á fe: Tu movilidad tan terca;
« Éste era un rey... ya lo sé Te cuento por verte cerca
• Porque lo repites mucho. Y no por contarte nada.
Y bendigo mi fortuna,
Y oye el cuento y lo sabrás:
« Era un rey á quien jamás
• Le sucedió cosa alguna. »
E L C U L T O D E L A B U E L O

A MI QUERIDO V RESPETADO AMiGO

IGNACIO M. ALTAI! I RANO

\ .
Señorona pequeñita,
Mi hechicera Margarita,
Ven aquí;
Mírame, ¿ no estás oyendo
Que en la sala están diciendo
Que te pareces á mi?

Y ¿ en qué será ? Son tus ojos


Dos luceros, y tus rojos
Labios son
Frescos, lucientes y puros
Como los guindos maduros
Del otoño en la estación.

¿Será en la color? Tú tienes


De armiño y seda las sienes;
Rubia es

/
T u abundosa cabellera,
Un reflejo de aquel niño,
Tus manos como de cera
Qué al ser padre, con Cariño
Y diminutos tus pies.
A su lado te llevó.

¿Será en el carácter? Serio


Se gozaba en contemplarte
Triste y lleno de misterio
Y recordaba al mirarte
Siempre estoy,
Cada vez,
Y tú amable y halagüeña
Las dichas encantadoras
Y cariñosa y risueña
Que tuvo en todas las horas
En tu inocencia eres hoy.
Fugaces de mi niñez.

¿En qué, pues, nos parecemos?


Y exclamaba : a | Pobreciu 1
En los rostros no tenemos
Tan buena mi Margarita,
Nada igual;
¡Qué placer! »
Y en las almas, ¡ qué ironía 1
Y mirándote perplejo,
Junto á la tuya es la mía Murmuraba : « ¡ estoy tan Viejo
El carbón junto al cristal. Que no la veré crecer! *

Pero hay algo que guardamos Y se murió. Sí té viera


i-os dos y que alimentamos Tan cfecidà ¿qué dijefa?
Al vivir; De ti en pos
Es un amor, es un culto. Andar ágil le Vería;
En nuestras almas oculto, ¿No recuerdas hija mía,
Que no puedo describir. Cuando ibdis juntos los dos?

Mi padre, digo, tu abuelo ¡Juntos Oriente y Ocaáól


A quien Dios tenga en el d é l o , Él marchaba paso á paso
En ti vió Tras de ti...
Y rá lanzabas nn grito :
Y llóralo en todas veces.
- « | Corre, alcánzame, abuelito,
Que al llorarlo te pareces.
[Más aprisa... más... asi I »
Te pareces mucho á mi.

Me parece que le escucuo;


¿Te acuerdas? ¿Le quieres mucho?
¿Es fiel
Tu memoria y no le olvida?
¿Cada noche, hija querida,
Le pides & Dios por él?

Mucho los dos le queremos


Y en esto nos parecemos,
¿No es verdad?
Iguales somos en eso,
Muy iguales... dame un beso
Qpe suene en la eternidad.

Santo beso que no acaba,


Como aquellos que te daba;
Llegue á Dios
Nuestro llanto y nuestro duelo:
Para llorar por tu abuelo
Somos iguales los dos.

Repítele á tus hermanos


Los nobles consejos sanos
Que k ol
En sv-5 me ; ores tiempos fué planilla
De un cuaderno segundo de escritura,
Doy principio á leer, y no comento:
« Mi querido papá, mucho te ext r año;
Margot está muy gorda y Juan contento
PATRIA Porque ha estrenado al comenzar el año.
Te vas á sorprender con su vestido,
No te quiero contar, son calzoneras;
K AI QUERIDO AMIGO FRANCISCO SOSA
Su sombrero jarano y le han traído
Una de esas pistolas de deveras.
No digas que te dije si pregunta
Porque si no dirá que soy muy mala,
Ven á ver su pistola, si te apunta
I No te.jisustes, papá, no tiene bala.
Ya no te escribo más; en otro día
Seré tan larga como tú lo pides;
Ayer, mi primogénita Conchita,
Adiós papá; bendice á tu Alaria.,.
Alma en ñor de mis dulces ilusiones,
Post-data: •— Mi muñeca; no te olvides. »
Me dirigió una carta que está escrita
Con letras que parecen moscardones.
No falta por supuesto el sobrescrito
Que dice — « A mi papá,» — yo soy, lo II
¡ Buen chasco se pegaba el angelito
Si ha mandado su epístola al correo I
Con mucha gravedad he roto el nema Al domingo siguiente muy temprano,
Que, sin seguir la práctica aceptada, Tomé asiento en un coche de primera
No es monograma, ni blasón, ni lema, De aquel tren "más inglés que mejicano
Sino un poco de goma mal untada. Que lleva á Veracruz, no á la frontera.
£1 papel de la carta, maravilla Dos horas de camino, con el alma
Por su extraño doblez y su figura, Henchida por las gratas impresiones

,\
De una mañana alegre, y á « La Paima » Formara en mi niñez de un insurgente.
Llego como quien dice en tres tirones, Adelantó el caballo; mezcló un grito
Abandono el wagón y lo primero De júbilo con una carcajada,
Que á mi vista en el campo se presenta. Y me puse á mirarle de hito en hito,
Es Juanito vestido de ranchero Fingiendo una sorpresa inesperada.
Tal y como la carta me lo cuenta :
Un sombrero jarano con toquilla,
Un freno á cada lado por chapeta,
Un ancho barboquejo con hebilla, III
De cuero de venado la chaqueta.
Amplia la calzonera y con galana Después, cuando ya juntos caminamos
Botonadura; la corbata suelta; Hablábamos los dos de esta manera :
Al cinto la pistola en la canana, (Antes debo advertir que á lo que hablamos
La mano airosa entre la crin revuelta. Puede ó no darle crédito cualquiera.)
Espuelas de Amozoc cuyos pavones
— ¿Por qué dices, papá, que te parece
Ni el tiempo borra ni el andar maltrata,
Que soy un insurgente?di: ¿qué es eso?
Ostentando en sus mil incrustaciones
— Te lo voy á explicar, pero merece
Gallardas cifras en bruñida plata.
Un prólogo de amor,¿me das un beso?
En el sencillo fuste por adorno,
Hace ya muchos años... todavia
Redondos chapetones cincelados,
El abuelito de que fuiste encanto...
Y de la teja y la cabeza en torno — ¡ A h ! s l ; m i papá grande... — No nacía.
Anchos cercos de plata repujados. — ¿Hará como cien años?
Cubierto el hombro por la manga oscura — N o , no tanto.
De paño azul y de olvidada usanza, Era el año de diez; han trascurrido
Con fleco y con galón la embocadura : Desde entonces acá más de setenta...
Fleco que si sol sus esplendores lanza. — ¿Serán doscientos años?
Y tal me pareció que revivía — | Aturdido I
Con su traje y airoso continente, En nombre de tu edad, no hagas la cuent .
El tipo que mi ardiente fantasía Hubo por aquel tiempo una gran guerra:
64 JOAN DE DIOS PEZA
CANTOS DBL HOGAR 6J

Luchaban los de aquí con los extraños Era aquel cura: ¡Don Miguel Hidalgo!
Por quitarles el mando en esta tierra, Y sin más que su esfuerzo y su conciencia
Y fué tan larga que duró diez años, Que la alta voz del patriotismo escucha,
— ¿Y quién ganó por fin ? Proclamó sin temor la Independencia,
— Poco me extraña Y antes que nadie se lanzó á la lucha.
Esa pregunta de la cual me rio; Muchos le acompañaron, mas la suerte
¡Luchábamos nosotros con España Corresponder no supo á sus desvelos;
Y ganamos nosotros, hijo mío! Por darnos libertad halló la muerte
Pero voy á decirte en breve historia Dejando en su lugar al ¿ a Morelos.
Cómo tan noble triunfo conseguimos, Era cura también de pobre aldea,
Rogándote la guarde tu memoria Pero dotóle Dios de tal bravura
Por ser del suelo en que los dos nacjmos. Que era un rayo de Dios en la pelea
Muy cerca de la hacienda, en aquel llano El que manso pastor era de cura.
La iglesia desde aqili bien se divisa, Ejércitos formó, rompió murallas,
Vive un amable cura muy anciano, Hizo temblar al enemigo osado,
Que los domingos viene á decir misa, Y en tres años ganó tantas batallas
¿Ya lo conoces ? Que el mundo todo lo miró asombrado.
— Si. — ¿Ese llegó á ganar?
— Mucho cariño — Dios no lo quiso.
T e profesa por cierto, el buen abate,.. Murió sin desmayar altivo y fiero;
— S i , ¿ n o sabés? me llama su buen niño Pero seguir luchando era preciso
Y me convida pan y chocolate. Y asi para luchar surgió Guerrero.
— Pues bien, de igual edad, con los honores Hijo del pueblo, ardiendo en sus entrañas
Mismos que él tiene; amado por las gentes, El fuego celestial del patriotismo,
Hubo un cura en el pueblo de Dolores Era un león nacido en las montañas
Al cual debemos ser independientes. Que arrulló el huracán sobre el abismo.
Era de noble corazón y dijo : Modelo de valor sin arrogancia,
« Cuanto tengo en la tierra y cuanto valgo Con un corto puñado de valientes
Por mi patria lo doy como buen hijo. » Ejemplo fué de indómita constancia
MKSÍAS COMPLETAS. — TOMO I ¿
Y faro de las tropas insurgentes. Es la gran Madre y Patria se le llama;
¿Entiendes lo que digo? aquellos bravos Nada en su bien te asuste ni te asombre,
Que sin medir peligros, duelos, penas. Su amor enciende la divina llama
Le dieron libertad à los esclavos, Que alienta y mueve el corazón del hombre
Rompiendo al oprimido sus cadenas. Más que en mi, más que en ti, todo el cariño
Aquellos hombres cuyo arrojo fiero De que fueres capaz, cífralo en ella,
Todo lo grande y lo sublime entraña; Y e n t u inocente corazón de niño
Sin títulos, ni honores, ni dinero; Brille ese amor como fulgente estrella.
Sin más cuartel que el llano y la montaña,
Que siempre estaban en constante guerra
Sufriendo los rigores de la suerte,
Sin esperar más premios en la tierra IV
Que eterna cárcel ó afrentosa muerte.
Con una manga tosca por abrigo,
Con un nombre sin mancha por herencia,
Después al terminar nuestra jornada,
Con un caballo por mejor amigo
Quedéme largo rato pensativo,
Y por única fe la independencia. Y dije á Juan fijando una mirada
Esos que tantos hechos ignorados En su semblante alegre y expresivo :
Nos dejan para asombro de las gentes, —¿Ya ves por qué me gustas de ranchero?
Fueron del pueblo libre los soldados Grita cual si te oyeran muchas gentes.
Y son los que se llaman insurgentes. Viva Hidalgo, Morelos y Guerrero 1
Esta tierra que ves y en que tenemos Y ¡vivan los soldados insurgentes 1
Aire, luz, casa, pan, amor, ventura, ¡Vivan' repitió el niño entusiasmado;
Á su valor heroico la debemos, Yo su grito escuché con embeleso,
Nos la dieron su arrojo y su bravura Y le dije: pues hemos acabado,
Este sol, estos campos, este cielo, Te daré como epilogo otro beso I
Es todo nuestro con su honor ungido;
Aquí naciste tú, nació tu abuelo
Y nací yo también, es nuestro nido.
Voy á bajar...
— ¡ Margarita 1
— ¿Y al café cuándo te vas?
— Muy urde, á la media noche.
— Bien, pues iremos en coche,
EL G R A N GALEOTO Así si me llevarás.
— De noche no puedes ir
Ni al teatro ni al café...
— ¿ Espantan ?
— No.
Margot está en el balcón
— Pues ¿por qué?
Con medio cuerpo hacia fuera;
— Porque no puedes salir.
Yo de pie sobre la acera,
— Pero di: ¿por qué no puedot
Dándole conversación.
— Está oscura la ciudad.
— D i : ¿Qué quieres, hija mia?
— Dices que á la oscuridad
— Irme contigo.
Nunca se le tiene miedo.
— No puedes;
— Traeré dukes al volver.
Te mando que en casa quedes
— ¿ Todos serán para mi ?
Las niñas salen de día.
— Todos.
— ¿ D e noche no?
— ¿Pero todos?
— No. - ¡Si!
— ¿Por qué?
— ¿De veras?
— Porque no... ya lo sabrás;
— Todos, mujer.
— ¿Pero tú adónde te vas?
— Asi me qnedo conten».
— Al teatro y al café.
— Bien, pues entra que hace frío...
— ¡Al teatro! ¿Y es bonita
— ¿Te vas'
La comedia?
— Me voy, ángel mío,
— Mucho, si...
— Mis dulces...
— Entonces llévame allí.
— Calla, avarienta.
— ¿ Qué dices ?
— Nada, tesoro,
Que ya me voy, nada escucho.
— ¿Me quieres?
— ¡Te quiero mucho!
A MI PROMOGÉNITA
¿Y tú me quieres?
— ¡ Te adoro!
— Soy obediente.
— Por eso
Vives ya tan consentida.
— Un beso... Anoche te vi en sueños hija raía,
— Toda mi vida No ya cual eres hoy, niña inocente,
Te mando con este beso. Sino joven, gallarda, inteligente,
En tu mayor fragancia y lozanía.

Encontré en tus miradas alegría,


Pasaban á la sazón En tu risa bondad, paz en tu frente;
Varias gentes por la acera. Eras un sol brillante en el Oriente
Y yo la noche oscura, triste y fría.
Y al oír de tal manera
Cortar la conversación,
Nos juzgan pechos de lava jOh ley inexorable del destino,
Que laten de amor en pos. Cuando más reclamabas mi presencia
Y dicen : ¡vayal ¡son dos La eterna sombra á sorprenderme vino I
Que están pelando la pava'
Te vi en sueños llorar mi amarga ausencia
Salvándote del mundo en el camino
Mi memoria, mi amor y tu conciencia.
El traje del galán no tiene pero,
Es un frac de papel, por mi cortado;
Usa en la ceremonia mi sombrero,
Bastón de borla y pañolón bordado.

LAS BODAS Ni curiosos ni amigos imprudentes


Asisten á la boda de que os hablo,
No hay suegros, ni padrinos, ni parientes.
Ni la epístola citan de san Pablo.

Dos sillones sirviéndoles de altares, Con suma sencillez el cura dice :


Los dos niños cogidos de la mano, « Tú serás el marido y tú la esposa. »
De blanco y coronada de azahares Los junta, los contempla, los bendice,
Se va á casar Margot con Juan su hermano. Y concluye la fiesta religiosa.
' »

Por infantil y extraña anomalía Después, cediendo al poderoso lazo,


Que no sé si á los teólogos asombre, Con el grave ademán de los señores,
En cura de almas se cambió María La dama y el galán que le da el brazo
Y oficia el acto convenida en hombre. Se alejan por los anchos corredores.

Es graciosa la novia; su vestido, — Oigan, les grita el cura femenino,


Entiéndase mejor, el nupcial traje, Que no vuelva á mirarlos enfadados
Es un chai de burato desteñido Y ellos dicen siguiendo su camino,
Cuyos rasgones suplen al encaje. ¿Enfadarnos? jamás; | somos casados!

Las flores que le adornan en la frente, Espectador que al verlos se enajena


Más que corona semejando venda, Era yo aquella vez, y me entrometo
Han crecido en los bordes de la fuente Y pregunto á los héroes de esta escena
r> Que tiene el jardincillo de la hacienda. Sin miedo á que me falten al respeto.
— Ya vi lo que habéis hecho, y necesito
Que aquí sin engañarme ni engañarse,
Me digan, tú, Margot, ó tú, Juanito,
Lo que habéis entendido por casarse.

Y en seguida el varón contesta ufano


Sin temor á un regaño ni una riña : J U E G O S DEL ALMA
— Casarse, ¿no lo ves? es dar la mano
Cada vez que se quiere á alguna niña.

Nunca enfadarse ni reñir por nada,


Mientras yo á carcajadas me reía,
Sentarse juntos y jugar contentos,
En otra habitación Margot lloraba;
Ir á correr los dos por la calzada
¡ Qué contraste formó con mi alegría
Y contarse en la noche muchos cuentos. La pena que su llanto revelaba!

— ¿Y es la primera vez que te has casado?


Corro al instante á verla y la pregunto:
Y me responde Juan con ironía :
¿Por qué con tal dolor estás llorando?
No, papá; van tres veces, y he pensado
Di... ¿por qué gritas? y responde al punto •
En casarme esta tarde con María! Es porque estoy á lágrimas jugando.

Al oír esta frase sentenciosa


¿Cómo? i Jugar á lágrimas I ¡Ignoras
De la boca infantil de aquel marido,
Lo que dices Margot! ¡Vives de prisa!
Quedéme enfrente de la humana prosa
Mientras tú alegre juegas á que lloras
En hondas reflexiones sumergido.
Yo estoy con mi dolor jugando á risa.

El pecado, pensé, vive en lo impuro


De una alma enferma, desgarrada ó seca.
¿Por qué peca el polígamo maduro?
¿Por qué el niño polígamo no peca?
— Ya vi lo que habéis hecho, y necesito
Que aquí sin engañarme ni engañarse,
Me digan, tú, Margot, ó tú, Juanito,
Lo que habéis entendido por casarse.

Y en seguida el varón contesta ufano


Sin temor á un regaño ni una riña : J U E G O S DEL ALMA
— Casarse, ¿no lo ves? es dar la mano
Cada vez que se quiere á alguna niña.

Nunca enfadarse ni reñir por nada,


Mientras yo á carcajadas me reía,
Sentarse juntos y jugar contentos,
En otra habitación Margot lloraba;
Ir á correr los dos por la calzada
¡ Qué contraste formó con mi alegría
Y contarse en la noche muchos cuentos. La pena que su llanto revelaba!

— ¿Y es la primera vez que te has casado?


Corro al instante á verla y la pregunto:
Y me responde Juan con ironía :
¿Por qué con tal dolor estás llorando?
No, papá; van tres veces, y he pensado
Di... ¿por qué gritas? y responde al punto •
En casarme esta tarde con María! Es porque estoy á lágrimas jugando.

Al oír esta frase sentenciosa


¿Cómo? i Jugar á lágrimas I ¡Ignoras
De la boca infantil de aquel marido,
Lo que dices Margot! ¡Vives de prisa!
Quedéme enfrente de la humana prosa
Mientras tú alegre juegas á que lloras
En hondas reflexiones sumergido.
Yo estoy con mi dolor jugando á risa.

El pecado, pensé, vive en lo impuro


De una alma enferma, desgarrada ó seca.
¿Por qué peca el polígamo maduro?
¿Por qué el niño polígamo no peca?
JOAN DE DIOS PBZA
CANTOS DEL HOGAR 77

— Prosigo, y no interrumpas esta historia.


— No vuelvo hablar, te lo prometo, abuela;
— Oye y fija mi cuento en tu memoria.
— Y lo diré á los niños de mi escuela.
— Una vez dos sencillos labradores
E N EL CIELO Y E N LA CALLE Hallaron en un árbol suspendido
El nido de dos pájaros cantores;
(FRAGMENTO DE ON POEMA INÉDITO)
— Dime antes de seguir, ¿cómo es nn nido?
— Tus preguntas avivan mis congojas,
Un nido es un palacio...
— ¿Qué me dices?
— Es un palacio alzado entre las hojas
A los que buscan dramas algo extraños Para vivir dos pájaros felices.
Doy éste, que por breve no desvela: Allí se abrigan del invierno insano,
Personajes: un niño de seis años Alli van á arrullarse hora tras hora,
Y Juana de sesenta que es su abuela. Y asi como tú rezas muy temprano,
Hablan y nada la atención les roba; Alli cantan á Dios en cada aurora.
Ella desde un sillón; él en su cama; — ¿Y serán muy bonitos ?
La escena es en el fondo de una alcoba — Maravilla
Que brilla á media luz. En Unta pequeñez, arte tan rico.
— Abuela, ¿son de piedra?
Comienza el drama.
— Son de arcilla
Con hebras mil tejidas con el pico.
Mas no pierdas la historia peregrina
Dos labradores francos y sencillos, Y volvamos al par de labradores
Que, al fulgor de la estrella matutina
Encontraron dos aves cierto día.
Hallaron aquel nido entre las flores.
— Abuelc : ¿qué son aves?
Se acercaron al árbol corpulento
— Pajarillos.
Donde estaba el palacio suspendido...
— \Ah I si, tienes razón, ya lo sabia.
— ¡El palacio! — No interrumpas.
— ¿Lo v e s ? N o sigo el cuento: — ¿Cómo es eso?
Un palacio en un árbol es un nido. — Basta de preguntar; escucha
En él estaba un pájaro, y cubría — Escucho.
Para darles calor, dicha y consuelos — ¿No sientes tú, cuando me das un beso,
Á tiernos pajaritos... Que, sin hablarte yo, te digo mucho ?
— |Qué alegría! Pues... no lo sé explicar, un dulce acento
Sus hermanos tal vez.. . Inimitable, arrullador, divino,
— ¡so, sus hijuelos. Con que una ave saluda al firmamento
Temeroso al mirar á dos extraños Al ver el nuevo sol, eso es un trino.
Escondió á sus polluelos ¡nocentes. — ¿Eso es un trino?
— | A y ! dime, abuela, ¿les hicieron daños? — SI : con él expresan
Si los han de matar no me lo cuentes. Las aves de sus dichas el tesoro...
— No comprendes aún en tu inocencia - Abuela, y qué, ¿las aves no se besan ?
Los nobles cultos en las almas fijos, — Tal vez, tal vez, pero en verdad... lo ignoro.
Un padre siempre inspira reverencia No hagas á cada paso esas preguntas
A quien lo ve cercado de sus hijos, Que resolver no puedo ni me toca;
Y lo mismo en las aves que en los hombres, Tal vez se besen las que viven juntas,
En el espacio azul ó en el abismo, — ¿Y se pueden besar sin tener boca?
Grutas, nidos, hogar,—cuestión de nombres — — Me tiene siempre en infernal batalla
¡ El amor paternal siempre es el mismo 1 La gran precocidad de tus antojos :
El pájaro del cuento receloso Sábelo chiquitín, sábelo y calla :
De la intención de aquellos campesinos, |Los pájaros se besan con los ojos!
Les habló... — No, no es verdad abuela.
— ¿ Cómo hablaba ? — ¡ Qué osadía!
— iQué curioso! ¿Es decir que yo miento? ¡Vaya un chico.
— ¿ Hablaba como yo ? — Yo he visto á tus canarios cierto día,
— No, n o ; cou trinos. Dándose de comer de pico á pico.
— ¿Con trinos! — Pero ¿ dar de comer es dar un beso ?
|Vaya con el chicoelo veterano! — Pues calla impertinente,
— Pues ¿por qué los canarios hacen eso? Me llevas por tan ásperos caminos,
T ú me das la comida con la mano. Que junto á ti desfallecer me siento;
— ¿ Por qué lo hacen ? No sé. Ya me provoca Me haces hablar de besos y de trinos
Esa curiosidad tan obstinada; Y no me dejas proseguir el cuento.
No se besa tan sólo con la boca... — ¿El cuento?
— Abuela, ¿pues con qué?... — Picaruelo, ¿ has olvidado
— ¡ Con la mirada I El encuentro de aquellos labradores
Y 4 un niño como tú, débil é inerme, Con el nido de un pájaro encantado
Que no conoce el mal ni le acobarda, Oculto entre las ramas y las flores?
Viene á besar sus ojos cuando duerme, Si, lo olvidaste ya; cesa mi empeño
Lleno de amor el ángel de la guarda. De contar esa historia... no prosigo;
Ese ángel está aquí... Cierra los ojos, velaré tu sueño
— ¿Dónde? j Soy tan dichosa cuando estoy contigo!
— A tu lado. — ¿Me quieres mucho?...
— Abuela, ¿entre tú y yo?| — Si, te quiero tanto
-Sí, Que por eso me ves tan afligida;
— [No lo veo 1 A mi avanzada edad me causa espanto
— Ningún mortal á un ángel ha mirado Saber que pronto perderé la vida.
Sino con la esperanza y el deseo. — ¿Te da miedo monrr
Quien tal ventura á conseguir alcanza — Por ti me aflijo,
Es porque tiene el alma limpia y pura. No por un mundo donde impera el dolo...
— Dime abuela, ¿ qué cosa es la esperanza i — jAy! ai murieras...
— Una cosa muy clara y muy oscura. — ¡ Calla I Entonces hijo
Lo que quieres hallar más adelante, ¿Qué podrá ser de ti?... ¡ te quedas solo!
Lo que estando muy lejos ves enfrente, — ¿No dices que está un ángel á mi lado
Lo que al ser más oscuro es más brillante. Que vela mis acciones noche y dia?
¿Me entiendes? Él me acompañará.
— No. — Muy bien pensado.
POESÍAS COMPLETAS. — TOMO I. O
JOAN DE DIOS PBZA

— No llores... dame un beso madre mía.


Fija el niño en la anciana sus miradas
En las que amor inmenso se revela,
La besa y sus mejillas sonrosadas
Se empapan con el llanto de la abuela.
Reina un silencio santo, nada roba EL PRIMER PASO
La pompa augusta que la escena tiene;
¡ Cómo que están besándose en la alcoba
Una alma que se va y otra que viene 1

Ya libre por los anchos corredores


Das tus primeros paso?, hija mia,
Y al verte abandonar los andadores
Quedo absorto y temblando de alegría.

Sin que tu planta al caminar vacile


Al levantar audaz el primer vuelo,
No quieres que amoroso te vigile
Y sola vas acariciando el soelo.

Muy pronto olvidarás que con mi mano


Te daba apoyo con amor profundo
Antes que á tu mandato soberano
Pudieras andar sola por el mundo.

Fe de mi hogar y flor de mis amores,


Anhelo en el amor que el alma encierra
Llenar de luz, de aromas y de flores
Las sendas qué atravieses en la tierra.
Ya diste con valor el primer paso
Y con gozo y tristeza quedo al verte;
Tú vas hacia el cénit y yo al ocaso,
*
I Tal es la ley terrible de la suerte 1

Se humedecen mis ojos cuando miro C O N M I S H I J O S


Que puedes sola caminar ufana,
Y exhala el corazón triste suspiro
Meditando en tus pasos de mañana.

Mar Dios te velará... luce tus galas, Asi, todos conmigo, no hay delicias
Avanza un paso más : J qué hermoso dia! Que igualen á éstas, si á mi lado os veo;
I Hoy abre el ángel de mi hogar las alas I Coronadme de besos y caricias;
| H o y dió u primer paso mi María I Vuestro amor es el único en que creo.

Yo siento entre vosotros la ventura


UMUKÍ K&F^.
Mayor del mundo; la celeste calma;
Irradian vuestros ojos la luz pura
Que anuncia el claro amanecer del alma.

Ven tú, mi primogénita Conchita,


Tú que al verme sufrir callas y lloras;
Ven, mi rubia y amable Margarita,
Ven á endulzar mis fatigadas horas.

Y tú, mi Juan, que tienes con ser hombre


Abierto el porvenir sobre este suelo,
Ven á mi oído á repetir tu nombre:
|Legado augusto ae tu noole abuelo!
CANTOS DEL HOGAK
»7

Venid los tres; no quiero que ninguno


Amarse en el hogar, lejos del rudo
Deje de estar aqui; venid contentos
Embate de la envidia y los rencores.
Y .;cercadme las frentes uno á uno Es tener siempre invulnerable escudo
Para en ellas besar sus pensamientos.
Y un bálsamo en los Intimos dolores.

Enlazad como lirios vuestras manos Si queréis ser felices al abrigo


Y combatid á la voluble suerte :
De! manto de la íe, lejos del caos
Yo quiero bendecir á tres hermanos
Decidme todo, caminad conmigo
Que se juran amarse hasta la muerte.
Y en todo tiempo en mi memoria amaos.

I Ah! si supierais el amor profundo


Que cada nuevo sol al pecho trae,
Y que la dicha es flor que en este mundo
Nace á la aurora y en la tarde cae;

Si vierais que la mano que prefiere


íjí nuestra, en los placeres de la vida,
ifia después la primera que nos hiere
Y al vernos en desgracia nos olvida,

Creciera en vuestras almas la ternura


Con que debéis de amaros en la tierra,
Mientras rugen el odio y la amargura
Con la virtud y la bondad en guerra.

I El hogar es un templo ! los pesares


Qjie da en su derredor la turba impla
S" on vierten llegando á sus altares
La gérmenes de paz y de alegría.
88 JOAN DE DIOS PEZA

— ¿Y cómo dice el que contando estabas?


— Es muy triste, papá, ¿que no lo oíste?
— Sólo oí que lloraban y llorabas.
— ¡Ahí si, todos lloramos; ¡esmuy triste 1

EL C U E N T O DE MARGOT Imagínate un niño abandonado


De grandes ojos de viveza llenos,
Rubio, risueño, gordo y colorado:
Como mi hermano Juan, ni más ni menos

Vamos Margot, repíteme esa historia


Figúrate una noche larga y fría,
Que estabas refiriéndole á María,
De muda soledad, sin luz alguna,
Ya vi que te la sabes de memoria
Y debes de enseñármela, hija mía. Y ese niño muriendo, en agonía,
Encima de la acera, no en la cuna.

— La sé porque yo misma la compuse. — ¿En las heladas losas?


— ¿Y asi no me la dices? Anda, ingrato. — Si, en la acera.
— (Tengo compuestas diez 1 — ¡Cómo! repuse, Es decir, en la calle...
Te has vuelto á los seis años literato? — ¡Qué amargura!
— Hubo alguien que pasando lo creyera
Un olvidado cesto de basura.
— | N o , literata no! pero hago cuentos...
— No temas que tal gusto te reproche.
— Al ver á mis hermanos tan contentos Yo pasaba, lo vi, bajé mis brazos
Yo les compongo un cuento en cada noche. Queriendo darle maternal abrigo
Y envuelto en un pañal hecho pedazos
Lo alcé á mi pecho y lo llevé conmigo.

J
JUAN DE DIOS PEZ* CAUTOS DEL HOGA* FÍ

Lloraba tanto y tanto el angelito


Que ya estaban sus párpados muy rojos..
Y á cada nueva queja, á cada grito
El alma me sacaba por los ojos.

Me lo llevé á mi cama : entre plumones Mi COLEGIALA


Lo hice dormir caliente y sosegado...
1 Cómo hubo en este mundo corazones
Capaces de dejarlo abandonado 1

| A y ! yo sé por mi libro de lectura Negro el vestido,


Que estudio en mis mayores regocijos, El velo negro.
Que ni los tigres en la selva oscura Una medalla
Dejan abandonados á sus hijos. Colgada al cuello;
Entre las manos
U n libro abierto;
¡Pobrecito! y o sé su mal profundo, Los ojos siempre
Le curo como madre toda pena: Buscando el cielo
Parece que este niño,en este mundo Y en el retiro
No es hijo de mujer sino de hiena. Ganando el tiempo,
Mi colegiala
Vive en silencio.
De mi colchón en el caliente hueco | Pobre hija mia!
Duerme para que en lágrimas no estalle ; |Mi amor primero!
Y llorando Margot, mostró el muñeco I Mi soberana
Que en cierta noche se encontró en la calle. Del pensamientoI
Cuando yo sufro, Al Ser Eterno
Cuando yo peno, Que habrá de oírte
Cuando me hieren Clemente y bueno;
Rencores negros, Reza, hija mia,
Para mis dichas Reza con celo,
Voy al Colegio, Que la inocencia
Y allí la miro Tiene derecho
Y allí la beso Á que la escuchen
Y de alli traigo Allá en el cielo.
Paz y consuelo. I Para tu padre
¡Pobre hija miat Que te ama ciego
|Mi amor primero! Pide venturas,
|Mi soberana Paz y silencio 1
¡Mi colegiala!
Del pensamiento!
¡Mi amor primero!
¡ Mi soberana
Del pensamiento!
Cuando entre mudo
Recogimiento
Pensando á veces,
Otras leyendo,
Á Dios le pidas
Dicha y contento
Para el que sufre
Terribles duelos,
Piensa en tu padre
Que te ama ciego.
Recuerda todos
Mis sufrimientos,
Y alza tus ojos
Aqui resalta mejor
Esta cascada... aquí un pino;
Has con piedras el camino;
Sienta aquí arriba un pastor.

KOCHE BUENA Junto al monte que vacila,


Forme laguna este plato;
Aquí dejamos á Bato,
Aqui á su pastora Gila.

Trae la lama, trae el heno,


El portal déjalo aquí... Junto á este árbol que se eleva
La muía, el buey, así, asi, Con pompa porque es frutal,
Ya está bueno, ya está bueno. Va el pecado original,
Quiero decir, Adán y Eva;

Acuesta al niño, ¡Oios mío!


Tan desnudo me enternece; Tiñendo en rojo los prados
Ponle plumón, que parece Colocar de frente puedo
Que se nos muere de frío. Á Herodes ¡Jesús! ¡qué miedo!
Con cíen niños degollados.

Pon en lo alto la estrellita,


La escarcha aquí nos completa,
Aqui se quedó Moisés
Trae sol y luna y cometa
Con sus tablas... ¡qué bonito!
Y el rebaño y la casita.
Y en frente del portalito :
Los reyes magos, ¡los tres!
CANTOS DEL HOGAR
JOAN DE DIOS PEZA 97

|Qué entusiasmo I ¡qué alegría!


Y entre montes y cañadas
¡ Qué fiesta santa y amena !
Y casitas y ahuehuetes
Falta lo mejor : la cena;
Irán todos los juguetes
1 La gran cena de este dial
De las noches de Posadas.

De la mesa en derredor
Ya está todo y está buenc^
Donde todo se concilia,
Más zagales, más doncellas,
Está toda la familia
Aquí nos faltan estrellas Llena de dicha y amor.
Y más escarcha en el heno.

El niño, el joven, el viejo,


Junto al niño están de pie Doncella, madre y abuela,
Con faz dulce y amorosa Tanto el que asiste á la escuela
El casto esposo y la «sposa, Como el que asiste al consejo.
La Virgen y san José.

De nuevas dichas en pos


Ahora sí, ya se acabó, Con inefable contento
Vengan y con gran cariño : Celebran el nacimiento
Canten : á la rorró niño,
De Jesús, del Niño Dios.
Todos : á la rorrorró.

El anciano se embelesa
Y se agrupan los chicuebs, Viendo después que ha cenadc
Que cual ángeles se ven, Como el nieto se ha quedado
Y ante el portal de Belén Dormido sobre la mesa.
Cantan al Rey de los Cielos. POKSÍAS COMPLETAS. — TOMO t.
Y al mirarle siente ya ¿Por qué Un rauda te vas?
En sus ojos llanto ardiente, Con tus placeres extraños
¡Piensa que al año siguiente Vendrás cual hoy otros años
Acaso no lo verá! Y no nos encontrarás.

Todos gozosos se ven El hogar estará frió


Unos á otros con cariño; Como el fondo de la huesa,
El viejo contempla al niño Y hallarás en nuestra mesa
Y éste al Niño de Belén. Más de un asiento vacio.

I Oh delicias de esta cena! Cantando tus atractivos


I Oh familia venturosa 1 Otros gozarán despiertos;
¡ Noche alegre! ¡ Noche hermosa' ¿ Quién se acuerda de los muertos
¡Noche santal ¡Noche buena En el festin de los vivos?

Eres venero sin par Mas no hay que amargarte en pos


De recuerdos de ventura, Del olvido y de la pena,
Eres la noche más pura Que esu noche es Noche Buena
De todas las del hogar. Y ha nacido el Niño Dios.

El imán de los cariños. ¡Nada, á gozar y á reír,


La cuna de afectos sanos, El que muera morirá,
El llanto de los ancianos Y el que viva ya verá
Y la risa de los niños. Lo que esconde el porvenir I
Locomotoras sin par,
Coches de cuerda, andadores,
Barcos, peces de colores,
C Ó M O E S M A R G O T
Ballenas... en fin: ¡la mar!

Quiero—la mayor me grita —


A MACARIO RIVKKO
Aquel niño en esa cuna
Y aquel armario de luna,
Esa alfombra y la casita.

Una comedia del dia Y yo — dice Juan — no quiero


Sin llanto y con regocijos; Más qne un fusil, un cañón,
Personajes; yo y mis hijos; Una pistola, un bastón,
Teatro: la Juguetería. Un sable, un cinto de cuero,

Tengo cual es de rigor • Una lanza, una bandera,


Una niña en cada lado Una coraza, una gola,
Y el varón está sentado Aquella caramañola,
Encima del mostrador. Mi kepi y mi cartuchera.

Hay enfrente dos hileras Y prosigue la mayor:


De bebés con labios rojos, — Pues yo quiero solamente
Blancas frentes, negros ojos Esa lámpara, esa fuente,
Y doradas cabelleras. Muebles para el comedor,

Rifles, tambores, cornetat


Dos cuadros, cuatro cortinas.
Vajillas de lujo y gala,
Tres sartenes, un brasero,
Muebles, espejos de sala,
Dos candiles, un plumero,
Armarios á dos peseta»,
U n gallo con sus gallinas;
Un ratón de cuerda, un gato,
Un... jbasta! — ¿Y tú Margarita?
Callóse la pobrecita,
Miró todo largo rato

Y con palabras sinceras


Y natural regocijo,
¿ M A D R E Ó M A M Á ?
Alzó su rostro y me dijo:
Ye, papá, lo que tú quieras.

— No. Di tu antojo alma mía, A


Y agregó alzando las manos :
— ¡Ya pidieron mis hermanos
Toda la juguetería! — ¡Ay padre mío! ¡padre mío!
— ¿Qué pasa Margot?¿qué pasa?
—¿Y no quieres nada?—¡Nol — El niño-rey de mi casa
— Algo pide. Está muriendo de frío.
— ¿Y si estás pobre? — ¿El niño-rey?
Lo que dejen, lo que sobre, — De la mano
Lso me lo llevo yo. Te llevaré con cariño
A ver morir á mi niño
— | Pobrecita! ¡ Pobrecita! — Pero ese niño ¿es tu hermano t
La dije y besé su frente, — ¡ Mí hermano! no, papacito,
Y no exagero, realmente El niño á que me refiero
Es asi mi Margarita, Me lo dió don Luis Rivero
De regalo ¡ es tan bonito 1
Bondadosa y resignada
Desde que lo trajo aquí
Ninguna ambición concibe,
Dejé agujas y ruecas,
Si algo le doy lo recibe
Y en mi casa de muñecas
Y' si no, uo pide nada.
Lo he tenido junto á mi.
Le di la alcoba mejor, Pero ven á ser testigo
Buena cama, dos colchones, De su muerte, ven conmigo,
Macetas en los balcones ¡Que pronto se va á morirI
Que dan para el corredor. Dejando el problema ignoto
Ful con Margot junto á un lecho
Un gran armario de luna, Donde con traje deshecho
De encajes un traje entero, Estaba un muñeco roto.
Y en los bolsillos dinero
Para aumentar su fortuna. Y dijo con ironía
Cuando en brazos lo sostuvo:
¡Ay! si supieras papá, — j Pobrecito I nunca tuvo
Aunque vivimos en calma Á quien gritar ¡madre mial
Me duele, me duele el alma Pero nunca lo extrañó;
Cuando me grita | mamá I Diga el mundo lo qué quiera,
No quiero oir ese grito Porque á una madre supera
Y que se calle le encargo, Una mamá como yo.
¡Es un grito tan amargo! Lo quise, lo consentí
¡ El, tan dulce y tan bonito! Y alivié todos sus males:
— Di que grite j madre mía! ¡Para todos sus iguaies
— Perdió su madre al nacer Quisiera mamás asi I
Y no le ha de responder
Detrás de la tumba fria.
— Tú eres su madre.
— No W!,
Soy su mamá solamente,
— Es lo mismo.
— Es diferente.
— ¿Mamá y madre no es igual?
— No te lo podré decir;
¿Quién ha clavado el Sol en el espacio?
i Quién construyó tan alta una montaña?
Por qué enferma el que vive en un palacio
Y está sano el que habita la cabaña?

TEOLOGÍA INFANTIL Y otras cuestiones con diversos temas


Sacados de dos mil filosofías
Que llaman en las cátedras problemas
Y en el hogar se llaman niñerías

Lector, \ hasta de teólogo haré alarde 1 La primera razón en ciencias y artes


Con Juan, con Margarita y con María La inquiere el niño en la materna falda.
Tuve ayer, á las cuatro de la tarde ¿Dónde está Dios?—pregunta— En todas partes
Una gran discusión de teología. (Tal dice el catecismo de Ripalda).

Nunca estudié esa ciencia ni me viste Pero esto que al principio satisface
En tratos con los sabios tonsurados Por ser la solución fácil y nueva,
Ni tuve como muchos « noche triste • Después no le conforma y no le place,
Ni conozco los cánones sagrados. Busca el último análisis, la prueba.

Pero tienen los niños unas cosas Ayer, hablando en el idioma llano
Y hacen tales preguntas á su modo, Que en nada amengua el paternal respeto
Que entre muchas misiones peligrosas Después de que Margot tocó en el piano
Tiene un papá la ae explicarles todo. Un fácil pot-pourri de Rigoleto,

Pregunta existe que en su fondo encierra Se vino á mi con intención pensada


Un gran caudal de ciencia comprimida Y asi como entre veras y entre chiste,
¿Porqué nacen los hombres en la tierra? Me dijo, en mis rodillas apoyada:
¿Cómo vienen los hombres á la vida? Tú me vas á probar que Dios existe.
Llévalos y con ellos en tu alcoba
Ante cuestión tan ardua, lo confieso,
Formas una montaña de manera
Me sentí confundido, anonadado
Que no pueda ni el viento ni la escoba
Y por ganar el tiempo, le di un beso,
Cambiar su forma ni sacarlos fuera.
Saqué un cigarro y me quedé callado,

Con gran seguridad, el caso es grave.


Margot me contemplaba con fijeza
Tapas puertas, rendijas y ventanas
Y sin chistar, pendiente de mis labios.
Y sin prestar ni á tu papá la llave
Creyendo al ver desnuda mi cabeza
Dejamos que transcurran dos semanas.
Q}ie cuantos calvos hay todos son sabios.

El término se vence, llega el día


Oyeron sns hermanos la pregunta
En que abrimos la puerta con anhelo
Y dejando muñecas y tambores
Y encontramos tú y yo, Juan y María
Sentados gravemente, como en junta
Regados los papeles en el suelo.
Á discutir se sientan los doctores,
¿ Quién podrás figurarte que habrá sido ?
Me clavaron cual dardos sus miradas
Dije aqui terminando mis razones
Y con gran confusión, perdido el tino,
Y los tres declarándome vencido
Diseñé con razones no pensadas
Exclamaron en coro: — j Los ratones
Sobre la Summa de Tomás de Aquino.
— Los ratones, muy bien, pero si hallamos
¿La razón natural? no era argumento,
Que con esos pedazos que D u s i s t e
¿Intuición?¡qué misterio tan profundo;
Se ha formado en la alfombra que pisamos
Era preciso hallar en el momento
Un letrero que dice : « Dios existe. »
Lo que entiende y acepta todo el mundo f
¿ Diréis que los ratones lo pusieron ?
— Mira, dije á Margot, tienes delante ¿Diréis que el viento lo escribió á su paso?
Los papeles que Juan llenó de trazos, ¿ Diréis que los papeles se movieron
Con ellos voy á hacer en un instante Ó que el letrero io formó el acaso?
Más de dos centenares de pedazos.
* *
CANTOS DEL HOGAR

Y me responde Juan, que es el más tuno, Y no hay astro ni flor que no le alabe
Con infantil serenidad que arroba: Con su luz ó su aroma en lo infinito.
— « Ese letrero nos lo puso alguno
Que sabiendo escribir entró en la alcoba. » No hay obra sin autor y el que ha creado
Cuanto de forma y de color reviste,
— Ya, sólo alguno que escribir supiera Ése se llama Dios y está velado
Y que pudiese entrar,^muy bien io has dicho; A los ojos del hombre, pero existe.
Nada pudiera ser de otra manera
Ni las cosas se forman al capricho. Krfjico, diciembre 8 do 1R89.

Pues todo en negra alcoba imaginaos


Que estuvo en el desorden más profundo,
Y en esa alcoba oscura que fué el caos
Pusieron un letrero que fué el mundo.

i Quién entró allí dejándonos por huellas


Fértiles tierras, montes seculares,
Brillando en el espacio las estrellas,
Rugiendo siempre los profundos mares

¿Quién encendió adll el sol ? ¿ quién hizo al


[hombre ?
¿ Quién le dió voluntad y pensamiento ?
¡ Pues ése es Dios! Se encierra en este nombre
Cuanto ignoran la ciencia y el talento 0

No sé cómo será, nadie lo sabe,


Está del hombre en la conciencia escrito,
j Feliz aquel que tiene en sus dolores
Quien con santa pasión seque su llanto.'
Hijos, esposa, libros, aves, flores,
SUM UMBRA Y pan en el hogar!... ¿Quién tiene tanto?

i IGNACIO FORZADA« Muchos lo tienen, y con voz que aterra


Se llaman infelices; yo me rio;
¡ No hay desgracia mayor sobre la tierra,
Que ver el sol desde el hogar vacío!

Dos almas que la duda no devora, Contar lentas las horas, sin ninguna
Dos seres buenos aue el amor engrie, Mano que alivie el fatigado pecho,
Un hijo tierno que se alegra y llora, V no mover jamás la blanda cuna
Y un hogar que con él se apena 6 rie; Llena de polvo junto al triste lecho.

La pasión confundiendo entre sus lazos Rendirle torpe cuito a falsos mitos
Dos corazones en perpetuo arrullo, Que en la noche las sienes nos golpean,
Y un ángel que se duerme entre los brazos, Sin poder despertarnos á los gritos
Como en las ramas el gentil capullo : De los hijos que alegres travesean.

Tal es el cuadro que de envidia inflama Con un libro enfadoso por amigo,
El pecho del que vive abandonado; Por compañera una arma destructora,
« Felicidad doméstica » se llama : Nuestra sombra por único testigo,
¿Qué humano corazón no la ha soñado? Y tedio y soledad hora tras hora.

¿Quién puede ambicionar mayor ventura,


Nunca oír una voz dulce y sentida,
Más alto bien, más plácido embeleso?
Dormirse sin orar, dudar despierto,
¿Qué iguala á una mujer honesta y pura?
Y en reseco arenal pasar la vida,
¿Qué beso habrá más dulce que su beso?
Como el estéril cardo en el desierto.
.-•»l-síis COMPLETAS. — TOMO I. g
¡Oh dicha del hogar! cuando se ofusca
De tu esplendente luz la viva llama,
Se muere el corazón... ¡ quien no te busca,
Indigno es de vivir, porque no ama!

¡Triste de aquel, que padeciendo asólas, MEDITACIÓN


Cuando el llanto á los párpados afluye,
Te ve como debajo de las olas
Se VÍ al dorado pez, que pasa y huye.

Labra en la torre parda golondrina


El nido que la hospeda en el verano;
Entre flores la abeja peregrina
Alza gótico alcázar soberano.

Son las rocas mas tristes y más solas


De la gaviota audaz seguro abrigo
Y bajo el manto azm de inquietas olas
Vive el pez sin sombra y sin testigo.

Nace el insecto bajo tosca piedra


Y el cárabo infeliz muere olvidado
Donde, con flores fúnebres, la hiedra
Cubre el muro del templo abandonado.

Vive el cóndor que en atrevido vuelo


Salva abismos tan hondos como grandes,
Bajo la augusta bóveda del cielo
En la elevada cima de los AuJei.
¿Á dónde ¡oh Dios! tu poderosa mano
¿ Mas dónde ¡ oh Dios! na poderosa m a r o
Que al orbe presta impulso y movimiento,
Q u e al orbe presta impulso y movimiento,
Ha colocado el nido soberano
Ha colocado el nido soberano
Donde se forma y crece el pensamiento?
Donde se forma y crece el pensamiento?

| Por todo el cosmos tu poder se extiende!


El mar es un abismo y lo sondea
¡Sólo tú sabes lo que el hombre ignora!
El hombre en busca de grandeza y nombre,
Nadie el misterio de tu ser comprende;
Mas, ¿dónde está la cuna de la idea
¡ Oh eterno Dios! ¡ mi corazón te adora!
Que aun no la puede descubrir el hombre?

Sólo en ti, en las borrascas de la suerte,


¿ Quién dió á Colón la inspiración secreta
Mis ya cansados ojos están fijos;
Que realizó su esfuerzo temerario ?
Caiga tu bendición sobre mi muerte
¿ Qué libro consultó cada profeta
Y sé después el padre de mis hijos.
Al anunciar los hechos del Calvario?

¿Quién ha encendido ese astro fulgurante. Adoro tu poder y humilde creo


Que todo el cielo con su luz abarca? Que es tuyo el hondo porvenir del hombre,
¿ Dónde encontró su inspiración el Dante, Y prefiero ser ciego antes que ateo
Newton su genio y su pasión Petrarca? T sntes que profanar tu excelso uotobie.

¿Cómo ha podido, ¡obreró sin segundo!


Alzar el hombre templos y ciudades,
En alas del vapor cruzar el mundo
Y burlar las soberbias tempestades?

¿ Quién le dió su poder á la conciencia,


Luz á los ojos, fuerza á la memoria r
(Por qué amamos los triunfos de la ciencia
De la virtud, del genio y de la gloria?
Los castillos poblados de aventuras;
Las torres coronadas de banderas.

Allá, los altos picos del Moncayo;


El Guadalete con la sangre tinto;
M É J I C O Y ESPAÑA ( i ) Los manes de Rodrigo y de Pelayo;
Las tumbas de Fernando y Carlos Quinto.
A Mi HIJA MARLA NACIDA EN MADRID EL 9 DE
AGOSTO D E 1878. Allá, todo eso que esplendor se l l a m a :
La tradición, la fábula, la historia,
Los hechos coronados por la fama
Y los héroes ungidos por la gloria.

Allá, detris del mar, la playa amena Aqui, la noche llena de luceros,
De la tierra del Cid y los Gnzmanes; El campo lleno de silvestres flores,
La cruz plantada en la morisca almena El volcán con sus hondos ventisquero»
Y rotos á sus pies los yataganes. Y el lago con sus juncos tembladores.

Allá, campos cruzados por gómeles; Aqui, la virgen tierra americana.


Murallas que los godos defendían; Bajo su azul y eterno cortinaje;
Palacios con ojivas y caireles El rey desnudo, la vestal indiana,
Donde las ninfas del harén dormían. El bosque inculto y el aduar salvaje.

Aqui errabundo el ignorado atleta


Allá las cinceladas armaduras;
De audacia ejemplo y de valor tesoro;
Los cascos relucientes con cimeras;
En las entrañas del peñón la veta
(I) Esta poesía, aunque no esté considerada como pertene- Y el barro confundido con el oro.
ciente í los « Cantos del Hogar », ce incluye aquí por encargo
especial del autor, qne como lo expresa en la dedicatoria, es un Aquí el templo de tosca gradería,
testimonio de lo que inspira 1» tierra en que vió I» luz primera El Idolo hecho un Dios armipotente,
M promoginita Mvia.
Y del pueblo la sorda gritería Si á la justicia destronó el capricho,
Al verlo bautizar con sangre hirviente. Si está con sangre escrita cada hazaña,
¡ Ah! yo diré lo que Quintana ha dicho :
Aquí, el carcax, el arco y la rodela « Crímenes son del tiempo y no de España »
De tosca piel, con plumas adornada
La aguda flecha que en los aires vuela, ¡Nuestra sangre es igualI que nadie opong.
Y la macana en pedernal labrada. A nuestra unión calumnias y rencores:
¡ La plegaria inmortal de Covadonga
Aquí sólo un baluarte, la montaña; Siglos más tarde resonó en Dolores!
Allá, torres y naves y cañones;
Tal fué Tenoxtitlán; tal era España; La misma es nuestra raza altiva y fiera,
¿Cuál vencerá en la lid, de ambas naciones? Igual nuestro carácter franco y rudo;
Aquí, el águila libre, por bandera;
Allá, el león, por símbolo y escudo.
II
No de venganza con mentido alarde
Admiro, Iberia altiva, tu nobleza,
Nuestras glorias hundamos en la niebla;
Tu carácter indómito y bravio,
¡ Hijos de Zaragoza y de Velarde
Pero á la par admiro la grandeza
Juntos cantemos á Bailén y á Puebla!
Y el heroico valor del pueblo mío.
Juntos el mejicano y el ibero
¿Qué hallaste en estos reinos ignorados? Tener debieran, en mejores días,
Un pueblo que del oro no se engríe, ¡Para cantar su patriotismo, á Homero!
Una Otumba que asombra á tus soldados /Para llorar sus duelos, á Isaías!
Y un Guatimoc que en el tormento ríe.
Hoy la gloria con bellos arreboles
Culparte en nuestro siglo fuera mengua; Ilumina enlazadas nuestras manos :
Venciste y nadie intentará culparte; jHonor eterno á Méjico, españoles!
Entre tus dones heredé tu lengua ; Honor eterno á España, mejicanos!
Y nunca la usaré para insultarte, «i: '
... . . v - • • ' • . ;>
I
\
l MI PRIMA
A L A V I R G E N M A R Í A

C O N C E P C I Ó N G U E R R E R O DE ADAME
( E N DÍAS DE TRIBULACIÓN)

"i *rv*
i « '
Eres toda bondad, todo t e f n n « ,
El peregrino en el mundano suelo
Por eso hay en tu hogar dichas y calma,
Enfermo de pesar y de tristeza,
Tu mejor y más sólida hermosura
¿ Por qué no ha de ampararse en tu grandeza
No ha de morir jamás : está en el alma.
Rosa de Jericó, Puerta del cielo...?

» * En Dios y en la virtud tus ojos fijo»,
¿Dónde encontrar el intimo consuelo Gozas de paz y bienestar profundo;
Que le niega al mortal Naturaleza, ¿Qué hubiera sido de mis tiernos hijos
Sino sólo en tu gracia, en tu pureza, Al no haberte encontrado en este mundo?
Baio tu azul y misterioso velo ?
Ellos te deben todo; les has dado
Mis hijos que en tu fe se bautizaron Cnanto en la vida la fortuna labra,
Siempre tendrán en ti los ojos fijos; Conciencia limpia y corazón honrado,
| Sus ojos que al abrirse te buscaron I La te y el sentimiento y la palabra.

Yo sé para mis dulces regocijos, Concha, Juan y Margot, con triple lazo
Que tá, desde que huérfanos quedaron Unidos viven á tu amante pecho;
jEres la sola Madre de mis hijos I El niño aprendió á hablar en tu regazo,
Y las n i ñ u k orar junto k tu lecho.
¿Cómo pagarte deuda tan querida? Dar á las almas tristes un consuelo,
¿ Cómo premiar tu afán y tus cariños, Que los que sufran calmen sus pesares.
Si tú y el compañero de tu vida Que afirme la virtud, hija del cielo,
Son los segundos padres de mis niños ? El amor v la paz en los hogares.

Sólo Dios premiará tu santo celo; Eso busca mi libro... es el amigo


¡No puede tanto el corazón de un hombre! De todos los que sufren : ellos sean
¡ Enaltezca á mis hijos en el suelo Los que le den hospitalario abrigo...
Llamarte madre y bendecir tu nombre I Los que nunca ban sufrido no lo lrrn»

Yo, te consagro humilde y reverente


La historia de mis intimas congojas;
Ansias del alma y sueños de la mente
Que poco han de vivir en estas hojas.

Son estos versos flores sin cultivo


Que ha matizado el sol de los dolores;
No extrañe á nadie, si entre penas vivo,
Hallar amargo el jugo de mis flores.

Tú, llena de piedad, de fe sagrada,


Da á mi libro tu nombre por escudo;
Es la historia del alma traspasada
Por el dardo más negro y más agudo.

No ambiciono los lauros de la gloria.


Ni el aplauso banal que á otros inflama,
NI vivir en las hojas de la historia
Ni penetrar altemplo de la Fama.
}Ü5

A CARLOS ADAME

De mi vida en el misero océano


ROMANCES
Al zozobrar mi nave en hondo duelo,
En ti encontré la bendición del cielo
Mano de amigo y corazón de hermano. L E Y E N D A S Y T R A D I C I O N E S

En tu tranquilo hogar de ambiente sano


Hallé esperauzas, bienestar, consuelo;
¡ La virtud sobre un trono en este suelo!
¡ Humilde todo pero nada vano!

Fuiste un astro en la noche de mi suerte;


Con amor, á mis hijos día por dia
Enseñaste á quererme y á quererte.

Y sus besos sellaron tu agonía...


No existes y te sigue tras la muerte
La eterna gratitud del alma mía.
}Ü5

A CARLOS ADAME

De mi vida en el misero océano


ROMANCES
Al zozobrar mi nave en hondo duelo,
En ti encontré la bendición del cielo
Mano de amigo y corazón de hermano. LEYENDAS Y TRADICIONES

En tu tranquilo hogar de ambiente sano


Hallé esperauzas, bienestar, consuelo;
¡ La virtud sobre un trono en este suelo!
¡ Humilde todo pero nada vano!

Fuiste un astro en la noche de mi suerte;


Con amor, á mis hijos día por dia
Enseñaste á quererme y á quererte.

Y sus besos sellaron tu agonía...


No existes y te sigue tras la muerte
La eterna gratitud del alma mía.
EL T O R N I T O DE REGINA
( D « laa L e y e n d a s inéditas d e lai calles de Méjico)

A ISA««!. RtVADKNSYftA

PPJMERA PARTB

Cuentan crónicas añejas


Y por añejas extrañas
Que cuando ocupaba el trono
Felipe Quinto de España,
Desde muy remetas tierras
Vino un doncel al Anáhuac
Era gallardo y apuesto,
Negros ojos, negra barba,
Abundosa cabellera
Y frente espaciosa y blanca.
Sirviendo estuvo en las tropas
Del Rey y alcanzó la fama
P0KS1AS C O i l i ' L u r A S . — TOMO 1.
ROMANCES, LÜYENDAS Y T R A D I C I O N E S

De discreto en la victoria
Fué auditor en los consejos
Y de fiero en la batalla.
Militares de la plaza,
Pero, por ser allegado
Y era de austeras costumbres
En limpia y directa rarru
Y de muy pocas palabras.
Al audaz y memorable
Vivió don Gastón en frente
Conde de Villamediana,
De antigua, opulenta casa,
Tomóle cierta ojeriza
Con cadena en el portillo
El poderoso monarca
Y de almenas coronada,
Y lo mandó con un cargo
En calle que en aquel tiempo
A vivir en Nueva España.
Fué de las Atarazanas.
Llegó á Méjico y obtuvo
Entre donceles y damas- De tal casa á los balcones
Entre nobles y pechero* Salió una tarde una dama
Pura como una azucena,
Y entre togas y sotanas,
Esbelta como una palma,
Acatamiento á sus fueros,
Con ojos negros y grandes
Respetos á su prosapia
Que vivo fuego irradiaban.
Y estimación distinguida
Á su cultura esmerada. Vió á la dama el caballero,
Vió al caballero la dama
Y á los dos á un tiempo mismo
Se les encendió la cara
II Y después de breve rato
Cambiáronse otra mirada
Penetradora, insistente
Asi vivió varios años
Y á la vez terrible y rápida.
Con tranquilidad y calma
Como el choque con que cruzan
Don Gastón de Ballesteros
En un duelo dos espadas
(Que asi el doncel se llamaba).
Que van á los corazones,
Tuvo varias comiv •¡es,
Mandó la ronda de capa, Y en un relámpago matan.
Es hermosa — Gastón dijo ~
Es guapo — dijo la dama,
Cortés trajo á Nueva España.
¡La intereso! — ¡Le intereso!
Marchaban los de la audiencia
¡Se turba! — ¡Se pone pálida! —
Y en su pos, la flor y nata
Y confusa y aturdida,
De jueces é inquisidores
Al decir estas palabras,
De arcabuceros y guardias,
Cerró sus balcones ella,
Y por detrás en vistosa
Dejó Gastón la ventana
Procesión luenga y compacta,
Y ambos se fueron sintiendo
Los humildes moradores
Un volcán dentro del altm.
De más allá de la traza,
Indígenas y mestizos
Tenidos c o m o canalla.
III Las calles en que seguía
Su curso la inmensa masa,
Mirábanse como nunca
Llegóse el trece de agosto Revestidas y adornadas:
Y al despuntar la mañana Inmensos arcos de tule
Despertaron los vecinos Con amapolas de grana
Entre repiques y salvas. Guardando en cintas de trébol
Celebrábase la fiesta Grandes cifras del monarca,
Del Pendón denominada, Y en los abiertos balcones
En que con lujosa pompa Dando el sol vivos de llama
Entre picas y oriflamas Las cortinas de damasco
Iban oidores y alcaldes Con las vajillas de plata;
Con bastones y con mazas
Y sobre las toscas piedras
Detrás de altivo ginete
Con profusión derramadas
Uniformado de gala,
Las rosas que de Ixtacalco
Que vanidoso y contento
Crecieron en las chinampas.
En la diestra tremolaba
Era el Pendón conducido
El pendón que don Hernando
Desde la siniestra casa
De cabildos, hasta el templo
Y cuéntese que el gallardo
Que á san Hipólito guarda.
Militar, también portaba
Allí llegaban al atrio
Queriendo, los de Manresa
Y luego le colocaban De Santiago y de Malta,
En el balcón, al instante Pues que tuvo cuatro abuelos
Que las tronadoras salvas De nombre y nobleza tanta
Y los sonoros repiques Que ingresaron á las cuatro
Y del pueblo la algazara Órdenes hospitalarias.
Se alzaban en solo un grito:
Por la calle de Tlacópam,
El grito de « ¡Viva España! *
( H o y de Tacuba llamada)
Quedaba el pendón expuesto
En un balcón hecha un astro
Hasta la nueva mañana
De juventud y de gracia,
En que con la misma pompa
Don Gastón de Ballesteros
K-. cabildo le tornaban.
Volvió á encontrar á su dama.
Demudóse su semblante,
Saludóle con la espada

IV Y ella inclinó la cabeza


Con la faz hecha una grana.
Pasó el galán y siguióle
En la ceremonia augusta Ella con vivaz mirada
Gastón estrenó una espada Hasta atravesar el ancho
Que enviáronle de Toledo Puente de la Maríscala.
Con gavilanes de plata. Una amiga preguntóle:
Tercióse con gran donaire — ¿ A quién miras tanto, Blanca ?
Sobre la gentil espalda — Miro... respondió confusa...
El honroso y noble manto Aquella cruz encarnada...
Del orden de Calatrava, — ¿ Pero miras sólo el manto
Que ostenta en fondo de nieve De la cruz de Calatrava
La inmensa cruz encarnada.
ó al cruzado que la porta..,I
— « ¡ No lo sé! » dijo turbada, Revestida y decorada.
¿Te interesa? Salió á los pocos momentos
— ¿Te interesa? A hablarle la hermosa dama
— ¿Tú le quieres? — ¿Tú le amas Obligándole á sentarse
Y con rabioso despecho Con delicadeza y gracia:
Miráronse Inés y Blanca — Vengo, el caballero dijo,
Sin que á tan breves preguntan Á entregaros esta carta
Se dieran respuestas claras. Y respuesta habréis de darme
Pero desde aquel instante Si os dignaseis aceptarla. —
Odiáronse sus dos almas Roto el encarnado nema
Sin que del odio pudiera Desdobló el papel la dama
Sospechar la ignota causa Y aquí descubrir podemos
Don Gastón de Ballesteros, Lo que allí leyó en voz baja:
El de la cruz encarnada.

« Señora, toda hermosura,


Toda virtud, toda gracia.
V No fuera yo caballero
Y mis blasones manchara,
Si en el papel no pusiera
Pasados algunos meses, Al escribiros, el alma.
Una tarde iué á la casa » Cegado por vuestros ojos
De Inés Martínez un hombre Que vivos destellos lanzan,
De negra y flotante capa, Cuando os conocí en la corte
Blanco sombrero con plumas Del virrey de Nueva España,
Y ancho cinto con espada. De amaros mientras viviera
Dió su nombre y le llevaron Os empeñé mi palabra
A la lujosa antesala Y hasta me atrevi á jurarlo
Con ricas sudas de China Sobre la cruz de mi espada.
Desde entonces á la fecha De mi mente deslumbrada.
En que os escribo esta carta, » Perdonadme bien señora
Han perecido seis lunas Si acaso sabéis mañana
Sin que otra vez os hablara. Que unido en eternos lazos
¿No sospecháis cuál ha sido Le doy mi nombre á otra dama
De tal silencio la causa? Y sabed que en todo tiempo
Sabed la verdad entera Me tendréis á vuestras plantas. •
Aunque se os desgarre el alma:
Pero jamás ha mentido
Un noble de Calatrava.
. ......... •
Sin mover los negros ojos
» Cegado por vuestros ojos Ni decir una palabra
Y rendido á vuestras gracias Y secando entre sonrisas
Os hice muchas promesas Con disimulo una lágrima,
Y os dije muchas palabras Dobló aquel papel funesto
Comprometiendo mi nombre Y « está bien » dijo la dama.
Que nunca ha tenido mancha. Levantóse el caballero,
» Perdonad que las retire Salió de la rica sala
Si es que fueron aceptadas Y cuando Inés quedó sola
Y si no las escuchasteis Dijo para sí, con rabia:
Reputadlas como vanas. « ¿Le da su amor y su nombre?
» Nunca de mal caballero ¿Á quién...? ya lo entiendo... | á Blancal
Me deis, señora, la fama, ¡Pero no... no será suya,
Y disculpad los arranques Me sobran valor y audacia
Que vuestra hermosura causa Y tengo para impedirlo
En corazones de cera Todo el infierno en el alma!»
Que se funden con las llamas.
» Los delirios de una noche
Pronto vuelan, pronto pasan,
Y delirios fueron éstos
¿Lo recuerdas...?
— Es la historia
De lo mismo que me pasa;
VI Te vi y te amé...
— No lo digas
Que muero de dicha, Blanca;
Al declinar una tarde N o es el amor pasajero
Tibia, azul, brillante y diáfana Que pronto brilla y se apaga
En que el sol hundió su disco El que te consagro; toda
Entres celajes de grana Mi vida arderá su llama.
Coronando los volcanes — Nuestro amor es imposible
Con un manto de escarlata, Ella respondió turbada.
Y haciendo brillar los lagos — ¿ Imposible?
Cual si fueran sangre humana, — Asi lo juzgo.
Don Gastón de Ballesteros — ¿Y puedo saber la causa?
Luciendo traje de gala — Secretos son de familia
Tuvo el diálogo siguiente Que por decoro se guardan
Con su idolatrada Blanca : En el pecho, sin que nunca
— Jamás á mujer ninguna Al labio indiscreto salgan.
Rendi enamorado el alma — Jamás inquirí misterios
Y á ti la rindo y la entrego Que forman íntimos dramas,
Lleno de amor y esperanza. Pero lo que tú me dices
— Gastón, ¿no mientes? Mi corazón despedaza
— Lo icro Y amor no tiene secretos...
Por mi madre idolatrada — Calla Gastón... calla... calla...
Que está llorando mi ausencia iNo hay mujer sobre la tierra
Ha seis años en España. Más infeliz que tu Blanca!
Bastóme en un breve instante No vuelvas á verme nunca
Consagrarte una mirada, Porque al mirarme me matas
Nadie en el mundo te manda
Y busco fuerza y no tengo
Pues me vencen tus miradas. Y al darte mi limpio nombre
Aléjate de mi vista, El tuyo no se rebaja;
Abandona Nueva España, Tienes blasones y tengo
Borra de tu pensamiento Tantos ó más en mi raza;
El Virrey me favorece,
Mi imagen, si allí la guardas;
Juzga palabras de loca Mi madre tanto me ama
Mis amorosas palabras Que aprobará nuestro enlace
Al revelarle tus gracias;
Y perdóname y olvídame
¿En dónde está el imposible?
Con el tiempo y la distancia,
¿A qué vienen esas lágrimas?
Que yo entre tanto haré todo
Por arrancarme del alma — Por Dios no me lo preguntes,
Un amor que no alimenta Aparta, Gastón... aparta;
El fuego de la esperanza! — Nada en el mundo ha podido
Gastón levantó los ojos Vencerme cual tus miradas;
Más que con terror con ansia Á ningún hombre en la tierra
Le di con la vida el alma
Y vió los de la doncella
Mal conteniendo dos lágrimas Y vida y alma no tengo
Que sin surcar las mejillas Desde que me viste...
Temblaban en sus pestañas. — ¡Blanca!
— Tanto has dicho y tan extraño, ¿ Es verdad cuanto me dices ?
Que no entiendo tus palabras; — | Es verdad y muy amarga 1
Sólo sé que me han caldo Nuestro amor es imposible,
En el pecho como lava. Aparta... Gastón, aparta.
¿En dónde está el imposible — Juro de aquí no moverme
Que á nuestro afan pone vallas? Si no me explicas la causa
Dilo, dilo, que entre tanto — Es que si á saberla llegas
La incertidumbre me mata. Me dciprecias ó me m a m
Eres rica, noble y sola, Y eres tú el solo culpable

\
Y en eso está mi desgracia,
De mi infinita desgracia.
Porque Inés ardiendo en ira
— Habla todo.
Celosa y desencajada,
— ¿Tú lo quieres?
Me dijo que era tu amanta
— Yo te lo exijo.
Y que tú la idolatrabas.
— Bien.
iJo sé si tú la verías
— Habla.
Cuando volviste la cara,
Mas no te perdió la vista
Hasta que en larga distancia
VII Borró la nube de polvo
Tu inmensa cruz encarnada.
Quedéme yo tan celosa,
— Tengo en el mundo una amiga, Tan triste, con tales ansias,
Más que una amiga, una hermana, Que en la tarde, en el sarao
Que acaso tú la conoces Que se celebró en la casa,
— ¿Quién? Fui en el minué compañera
— Inés Martínez. Del marqués de Santa Olalla
-Calla. Que de casarse conmigo
— ¿Te turbas? Ofrecióme su palabra,
— Vamos, prosigue. Tan pronto como tornase
— Pues con ella una mañana De una comisión muy alta
Mano á mano departiendo Que el Virrey le confiriera
En el balcón de su casa Para la Nueva Vizcaya.
Te vimos pasar, portando
Yo que estaba ardiendo eu c«los
El manto de Calatrava.
Me finjí la enamorada
Yo que ya te conocía,
Y confirmé sus promesas
Que interesabas mi alma
Con mi rectitud de dama.
Y que sentí como nunca
Salió el Marqués, cual me dijo,
Invencible tu mirada,
Á la siguiente mañana,
Me demudé á tu presencia
POFlUs COMPUTA!. — TOMO L 10
Y dejóme esta sortija
Como una prenda sagrada. Oprimió el helado pomo
N o ha vuelto nunca á escribir ;e De su florentina daga
Ni nunca le pongo cartas, Y al salir del aposento
Pero él es un caballero Quedóse llorando Blanca.
Y y o una mujer honrada
Y la sociedad más culta
De la corte en Nueva España
Todo esto sabe y lo aprueba; VIII
Ya ves si soy desgraciada;
T u amor está por un punto
Y por otro mi palabra, Poblando el aire, se agitan
Entre tú y yo, no es posible En catedral las campanas,
Ninguna dulce esperanza; Pues ya noticias se tienen
Perdóname y luego olvídame De que en el trono de España
Aparta, Gastón... aparta, Sucede al quinto Felipe
Que si me miras me vences; Un nuevo y grande monarca
¡No me fijes la mirada! Cuyo busto y cuyo nombre
Grabados en oro y plata
De Gastón por el semblante Los va á conocer el pueblo
Cruzó una sangrienta ráfaga En la jura de la plaza.
Como el ángel de la muerte Hay junta de caballeros
Sobre un campo de batalla. Del gran Palacio en las salas,
Quiso allí decirle tanto Que conversan y departen
A la deidad de su alma _ Con el conde de Fuenclara,
Que después de pensar mucho Caballero de Santiago
N o le dijo una palabra. Y virrey de Nueva España.
Levantóse ardiendo en celos AHI están todos los grandes
En abolengo y prosapia,
Y con la mano crispada
Asi los que visten toga
Como los que espuela calzan, Y dichosa Nueva España,
Prebendados, auditores, Sin traidores ni ambiciosos...
Alabarderos y guardias. — ¡ Lo sabe bien quien los trata! •
De pronto gran movimiento Dijo una voz en el grupo
Notóse en aquella sala De los que al Virrey cercaban.
Y vióse entrar á un gallardo El Virrey fijó los ojos
Militar de rubia barba En todos con faz airada;
Por la edad entretejida El Marqués quedó suspenso
Con leves hilos de plata. Y reinó en toda la sala
Ved — murmuraron algunos — Un silencio pavoroso
Al marqués de Santa Olalla. Ante semejante audacia.
¿ Ése es el marqués? inquieto — ¿Quién profirió tal ofensa?
Y con la faz demudada Dijo el conde de Fuenclara;
Preguntó á un oidor, un joven Y adelantando dos pasos
De apostura muy bizarra. Cou la frente levantada
— Él mismo — Don Gastón de Ballesteros
— ¿De dónde viene Así agregó con voz franca:
— Viene de Nueva Vizcaya. — Quién conoce á los marqueses
A poco el Marqués, delante Que van á Nueva Vizcaya. —
Del conde de Fuente Clara Intentó el Virrey al punto
Presentóle sus respetos Reprender al que así hablaba;
Con estas breves palabras: Pero le vió cuatro mantos
— Cumplido mi honroso encargo, Prendidos sobre la espalda,
Tan sólo señor me falta Los más limpios, los más nobles,
Felicitar á estos reinos Los más preciados de España,
Y á Vueseucia que los manda, Los de Malta y Santiago,
Por la elevación al trono De Manresa y Calatrava,
De nuestro nuevo monarca. Y sólo decirle pudo:
Está próspera, pacifica, — Tened »uesa lengua y basta;
Detenido en mi palacio
En medio de la desgracia,
Quedaréis hasta mañana. —
Pues que al pasar parte á parte
Salieron todos confusos
Al contrario con la espada
1.a ceremonia acabada
Le dejó muerto en el sitio
Y à Ballesteros llegóse Al despuntar la mañana.
El marqués de Santa Olalla Nadie sabe con certeza
Y algo rápido y siniestro De tal suceso la causa,
Se dijeron en voz baja. Pero lo que nadie ignora
Es que mató en lid honrada
Don Gastón de Badesteros
Al marqués de Santa Olalla
IX Por el que de luto lloran
Inés Martínez y Blanca.

Llorosa está en su aposento


Y llena de angustia, Blanca,
Y llorosa Inés Martínez
Viste de negro en su casa.
Méjico está conmovido
Por una noticia infausta :
Que se han batido dos nobles
De la más alta prosapia
En un solar muy cercano
Al pueblo de Ixtapalápam.
Dicen que como dos fieras
Que se hieren insensatas
Los nobles se acometieron
Ardiendo en furor y en rabia.
Uno fué el afortunado
Por el odio, por los celos,
Alzó entre los dos un muro
Imponente, airado, eterno!
Yo ya no puedo ser suya
Ni él volverá á pretenderlo;
SEGUNDA PARTE Debo morir para el mundo
Y sólo entregarme al ciclo.
Á tan serias reflexiones
Dado su espíritu entero
Llorando como una loca
Encerrada en su aposento,
En las rudas tempestades
Las rosas de sus mejillas
Que ofuscan el pensamiento,
Bien pronto palidecieron
Cuando todo se nos cierra
Y todo miramos negro, Y en menos de tres semanas
El hombre busca el suicidio Emblanqueció su cabello.
Y la mujer el convento : Una tarde, ya resuelta
La mujer castiga el alma Á salir del mundo necio,
Y el hombre castiga el cuerpo. Envuelta en oscuro manto
Blanca, después de que supo Y velando el rostro bello
El resultado del duelo Con denso crespón flotante
Por más que no hubiera amado Y más que sus ojos negro,
Al Marqués, rindió respeto Fuese á ver al Arzobispo,
Á su memoria y le tuvo Que la recibió al momento,
Al qué dirán mucho miedo. Y á solas con él abrióle
« | Yo soy culpable, decía, Sin reticencias su pecho.
í i s o m n e y triste en su lecho, Era anciano el Arzobispo,
Gastón ignoraba todo Sabio, prudente y discreto
Y y o le dije el secreto. Y aconsejóle pensara
Gastón me adora y cegado Con mavor detenimiento
Lo que, de llevarse á cabo, Salióse Blanca llorando
Después no tiene remedio. Con inefable contento
— Resuelta estoy, dijo Blanca. Y á solas dijo : adiós mundo
No quiero sufrir más tiempo; Pronto para ti habré muerto.
Quiero en el mundo una celda
Y tras de la celda el cielo.
— El camino tiene espinas.
— No más de las que yo tengo. II
— En él sobran privaciones.
— Pero no remordimientos.
Después de lo acontecido
— Llevaréis la cruz cargando.
El Virrey estando inquieto,
— ¿ Qué importa si cargo un muerto ?
Con un edecán sensato
— Dejaréis vuestra fortuna.
Venir hizo á Ballesteros
— ¿De qué me sirve el dinero?
Á su presencia y hablóle
— Seréis un sepulcro andando.
En estos concisos términos:
— Muerta está el alma en mi pecho.
— De imprudente y desalmado
— ¿ Y si entre cenizas queda
Pruebas disteis caballero
De alguna ilusión el fuego?
— Lo mataré con la nieve Y daros muerte en castigo
De la oración y el silencio. Bien lo pudiera queriendo;
Matasteis un hombre honrado...
— ¿ Y si él volviera á buscaros
— En buena lid, dijo fiero
— No volveré nunca á verlo.
Don Gastón sin inmutarse
— ¿Lo juráis por Dios?
— ¿Buena lid sin causa? ¡CielosI
— Lo juro — Derecho de castigaros
— Id en paz, vuestros deseos
Á todas luces lo tengo
Cumplidos serán señora;
Pero desde que os conozco
Pronto estará satisfecho
Os distingo con mi afecto
El ángel de vuestra guarda
Y os señalo como á un hijo.
Que os marca el rumbo del cielo.
— Con el alma os lo agradezco.
— Es mi deber alejaros
De la sociedad de Méjico
Y motivo de esta ausencia
Hallaréis en estos pliegos. III
Don Gastón que estaba solo
Con el Virrey departiendo
Besóle la diestra mano Tocan en Regina-Cceh
Con noble y filial respeto Grandes repiques á vuelo,
Y salióse del Palacio Está la mañana tibia
Muy cabizbajo y muy serio. Y él horizonte sereno.
Cuando pudo libre á solas Están regados los anchos
Enterarse en su aposento Corredores del convento
De los pliegos que le diera Con amapolas y rosas,
El Virrey, quedó suspenso. Con azucenas y trébol.
— ¡ Marchar hasta Guatemala! Pueblan el coro, rezando
Bien está, pues marcharemos. Las monjas con dulce acento
Mandó arreglar sus caballos En torno de un crucifijo
Y sus armas, al momento, Que con los brazos abiertos
Y al rayar la media noche El perdón de los humanos
Con veinte hombres más ó menoi Implora del Padre Eterno.
Sin ser visto por ninguno Á sus pies, atril dorado
Dejó el populoso centro Sostiene un gran libro negro
De Anáhuac, donde quedaba Y alzanse las densas nubes
La luz de sus pensamiento?, Azuladas del incienso.
El Arzobispo reviste
Capa pluvial, y en su pecho
Brilla la cruz de amatistas
Que lanza tibios reflejos;
Con el báculo en la diestra
Hoy lo esconde en negras tocas
Murmura en voz baja rezos
Que ia abruman con su peso;
Que repercuten sonoras
Ayer adornó con flores
Las bóvedas del convento.
Su terso y mórbido pecho
Y entre el grupo, como estatua.
Hoy sirve de altar oscuro
Con las manos sobre el pecho,
A una cruz de palo negro;
Y dejando sobre el manto Ayer una ardiente mano
Flotar los largos cabellos, Acarició sus cabellos
Una mujer de rodillas,
Y entre sus hebras jugaba
Con el semblante cubierto
Cual barco en el mar sereno;
Por un leve, vaporoso
Hoy siente que los profana
Diáfano y colgante velo
Tosca tijera de hierro
Á las heladas baldosas
Y por ella mutilados
Inclina sus ojos negros.
Descienden tristes al suelo
| Es un aromado lirio
Sin que nadie los levante
Trasplantado en el desierto I
Coronándolos de besos.
¡ Es una blanca azucena
¡Ayer trajes, joyas, flores,
Expuesta al rigor del cierzo I
Hoy hábito, cruces, rezos;
¡ Tiñe el rubor su semblante;
Ayer un rico palacio,
De sus labios entreabiertos
Hoy triste recinto estrecho
El mundo por vez postrera
Arranca el último beso! Y tras la sala y el mundo
Ayer vió luces y pompas La celda por universo!
Hoy mira sombra y misterios. El órgano ha dado al aire,
Oyó ayer frases de amores Sus más fúnebres acentos
Y una mano helada, impía
Y hoy escucha tristes rezos;
Ya cortó las hebras de ébano
Ayer al mirar su rostro
Que inertes como de piedra
En el cristal de un espejo
Y rodando por el cuello
Se enamoró de si misma
A las heladas baldosas
Al encontrarlo tan bello;
Dando compasión cayeron. .
Ya renunció la novicia 1 El hombre busca el suicidio
Pompas y vanos empeños Y la mujer el convento I
Y en tosco sayal envuelta
Sin esperanza ni afectos,
Camina entre austeras monjas IV
Por los claustros del convento.
jYa celebró un matrimonio
Que tiene votos eternos ¡Oh interminables y oscuras
Y esposa de Jesucristo Noches del remordimiento !
Su imagen lleva en el pecho! Siglos parecen sus horas
Ayer le llamaron Blanca Que están pobladas de espectros
Pues lo fué de alma y de cuerpo, Y de endriagos y gnomos
Hoy le llaman sor Angélica Que burlando nuestro duelo
Con devoción y respeto. Bailan la danza macabra
1 Pobre paloma escondida En torno de nuestro lecho !
De la oración en el huerto! ¡ Oh interminables y oscuras
Sobre su conciencia pasa Batallas del pensamiento !
La ilusión como ángel negro; ¿Quién enciende las pasiones?
Es la celda su palacio, ¿Quién aviva los deseos?
Su solo jardín el templo, ¿Quién de la hoguera del alma
La oración su sola queja Atiza constante el fuego
Que ni lo apaga la ausencia
Y el altar su solo puerto.
Ni logra extinguirlo el tiempo?
¿Y don Gastón... ? está ausente;
I Amor, tirano del mundo,
¿Y el Marqués? murió en un duelo;
No en vano te pintan ciego,
¿Y su corazón?... [aun late
Que si disparas del arco
Con vida dentro del pecho!
Tus dardos, pasas con ellos
¡ Negras tormentas humanas 1
La muralla en el castillo
j Anchos horizontes negros!
Y el cancel en el convento i
POESÍAS C0MP1.UAS. — TOMO I . II
Gastón le sale al encuentro.
te Más que nunca enamorada,
El aguijón de los celos
V
Lleva clavado en el alma
Y la consume en silencio.
Recuerda las objeciones
Sor Angélica está triste
Y las sentencias, que experiu
Y llora siempre en silencio, El Arzobispo le hiciera
Mojando en llanto las hojas Antes de entrar al convento,
Del tosco libro de rezos.
Y se rinde á su desgracia
Una sombra la persigue
Y dice con desconsuelo:
D e su celda en el misterio « Me afano por olvidarle
Y cuando á orar se arrodilla
Y en todas partes le veo.
Con humildad y respeto
Si es un ángel Dios lo manda
Delante del crucifijo,
De lo más alto del cielo,
N o ve los brazos abiertos Si es Satanás me persigue
Ni la cabeza inclinada Desde el fondo del Averno
Sobre el desgarrado pecho,
Y no bastan penitencias
Sino que surje á sus ojos
Ni propósitos, ni rezos
Un gallardo caballero
Y á su pesar le idolatra
Con negra, abundosa barba,
Y da culto á sus recuerdos.
Blanca frente y ojos negros,
o Aparta, le dice, aparta,
N o turbes mi pensamiento»;
Y la imagen se aproxima.
VI
Y ella llora y siente miedo,
Y pasa todas las noches
En este combate fiero Tres años han transcurrido.
Pues por donde á Cristo busca De Nueva España en el reino
Junto al altar de san Telmo,
El conde de Fuente Clara Las manos sobre su espada
Á oíro Virrey cedió el puesto Y los ojos en el suelo,
Y éste convocó á los jefes Y después de largo rato
De más cerca y de más lejos Oyó prolongado y tierno
Para arreglar á su antojo Un suspiro que cual dardo
El servicio del Ejército. Fué á clavársele en el pecho.
Volvió Gastón á la corte Vuelve el rostro y con sorpresa
Y encantado el Virrey nuevo Que heló su sangre en el cuerpo, -
De su presencia y su trato, Velado por largas tocas
Dióle el mando de los tercios Mira el semblante hechicero
Que en Palacio daban guardia De su Blanca que lloraba,
Gozando especiales fueros. Deslizando entre sus dedos
No volvió á sonar en labios Un rosario, cuyas cuentas
Del aguerrido mancebo Talladas, de color negro,
El nombre de su adorada, Temblaban como las hojas
Ni aclarar quiso el misterio De un árbol que agita el viento.
De su suerte, que ninguno Vió el caballero á la monja
Le aventajó en lo discreto. Vió la monja al caballero
Llegó en siete de septiembre Y sin desplegar los labios
Y á la reina de los cielos Mucho sus ojos dijeron.
Celebraron con gran pompa Cuando concluyó la misa
Las monjas de su convento. Internáronse al convento
F.l Virrey, como invitado Las monjas, al tiempo mismo
Por su rango en primer término, Que Gastón salió del templo
Entró á la iglesia, seguido Y en esa noche no pudo
De guardias y alabarderos Sentir la paz del sueño
Colocándose los guardias Y ella no pudo en su celda
Junto al coro con respeto. Ver á Dios ni alzar sus rezos,
Gastón estaba apostado
Que al mirar el Crucifijo
Vió en la cruz al caballero Y triste de los serenos
Mirándola de tal suerte Y la aguda campanilla
Y con amor tan inmenso, Con cuyos fúnebres ecos
Que horrorizada dió un grito La inquisición dice á todos
Cómo vigila á sus reos.
Y sf. desplomó en el suelo
Por la plaza de Regina
Oyendo sobre sus labios
Como el chasquido de un beso. De pobre y misero aspecto,
Anegada por la lluvia
.. Y sin un solo reflejo
De un farol que á los vecinos
Pueda alumbrar el sendero,
Vil Bien embozado en su capa,
Vestido todo de negro,
Sin compañero ninguno,
Está la noche lluviosa,
Junto á los muros del templo
El relámpago violento
Cruza, recatando el paso,
Ilumina el horizonte
Don Gastón de Ballesteros.
Con anchas orlas de fuego;
Mira que nadie le observa
¡ Cuán imponente resuena
La tempestad á lo lejos! Y tuerce, no sin recelo
Parecen las calles tumbas, Á la calle en que está el torno
Los edificios espectros, De que se sirve el convento.
Los transeúntes fantasmas Da con sigilo tres golpes
Y grito de muerte el viento. Y otros tres, escucha luego :
Nada turba en tales horas — Aqui estoy, dice en voz baja -
De la ciudad el silencio, Y dicenle: — Aqui te espero.
Sólo las rondas de capa — ¿ Podrás salir ? — Imposible
Que cruzan de tiempo en tiempo, Que puerta libre no tengo.
El grito descompasado — Subiré escalando el muro
— Sube como quieras, dueño;
Soy más que nunca tu esclava; De la escala, en un momento.
Manda que yo te obedezco. — Se oyó un grito pavoroso,
Don Gastón tiró la escala Un rumor sordo y siniestro,
Con un tino tan certero Que las sombras de la noche
Que se quedó en una almena En su manto recogieron
Prendido el gancho de hierro Y que pronto dispersaron
Con destreza de marino Las negras alas del viento.
Por ella trepó sin miedo
Y pisó á pocos instantes
Las bóvedas del convento.
Inclinóse para el patio
Y del jardín en el centro
VIII
De pie y con las claras tocas
El gallardo talle envuelto,
Miró á Blanca en cuyo rostro Asombrando á los vecinos
Brillaban cual dos luceros Y margen dando á misterios
Atrayéndolo al abismo Que se tornaron consejas
Los ojos grandes y negros. Al referirlas el pueblo,
Alzó con mano robusta Al despuntar la mañana
La escala el audaz mancebo Que siguió al triste suceso,
Y hacia el patio descolgóla Viéronse muchos carruajes
Á cualquier azar resuelto. A la puerta del convento
Bajó de la enorme altura Llegando el del Arzobispo
La mitad ni más ni menos, Entre todos el primero;
Cuando de pronto escuchós; Después los inquisidores
Un largo crujido intenso Y letrados del consejo
Del santo oficio, cargando
Y saltó roto en pedazos
Con pergaminos y pliegos.
El borde musgoso y negro
Pasaron más de seis horas
Arrancado por el gancho
En pláticas y argumentos A ser arrojada al fuego;
Y por no asustar al barrio, Y cuentan los que lo saben
Uno tras otro salieron. Que al morir no tuvo miedo,
En la nodie cuando todo Asustando á los verdugos
Era en la calle silencio Y dando pavor al pueblo,
Y nada en el barrio daba Pues ni en medio de las llamas
Señales de movimiento, Dejó escapar un lamento.
Llegaron los alguaciles
Con recato conduciendo Jalapa, febrero la de 1889.
La litera que las rondas
Usaban en caso extremo.
Sacaron después, del torno
Por el espacioso hueco,
Un bulto que en negros paños
Estaba oculto y envuelto;
Echáronlo en la litera
Y cargándolo emprendieron
Su marcha por "las oscuras
Calles de la triste Méjico.

En las crónicas añejas


De donde brota este cuento,
Dicen que ya sepultado
Don Gastón de Ballesteros,
A la infortunada Blanca,
Culpable de sacrilegio,
Y de violación de votos
Y otros crímenes inmensos,
Sentencióla el Santo Oficio
Siempre prudente y callado,
Siempre vestido de negro,
Con una calma y un modo
Tan natural, tan modesto,
EL P R I S I O N E R O D E P A P A Z I N D Á N Que más al verle semeja
Humilde y franco labriego
(Del Romancero de la guerra contra la intervención francés Que luchador indomable
Y temido guerrillero
A quien los franceses nombran
A IGNACIO PÉREZ SALAZAR
Por su arrojo y su denuedo
El león de las montañas,
Y que en reñidos encuentros,
Lo mismo en Venta del Aire,
Zitácuaro y Angangueo,
i Probó bien cuánto á su patria
Ama y defiende su pecho.

Treinta y tres años cumplidos,


Ancha la espalda, alto el pecho, Jamás el rudo combate,
Llegó á contemplar de lejos,
Estatura que disfraza
Pues acompañado ó solo
El tosco vigor del cucrpo.
Entraba siempre el primero.
Ojo vivo y penetrante,
Nunca contó al enemigo,
Corto el poblado cabello,
Que donde estaba sabiendo,
Sin un asomo de barba,
Se apresuraba á encontrarle
El bigote escaso y recio;
Valiente pero sereno.
Hundido sobre las cejas
Como todos, reposado
Ancho y oscuro sombrero;
Y más que todos, resuelto,
Ninguna insignia en el traje,
Al comenzar el combate
Ningún militar arreo;
Al enemigo embistiendo,
Ni la cabeza inclinaba
Para acometerle ciego,
Ni con destemplados gritos
Daba á sus huestes aliento;
U
El valor en sus soldados
Brotaba con sólo verlo,
Que una enseña es su figura,
Su calma estoica, un ejemplo. N o tuvo Riva Palacio
Nada resiste á su empuje En aquel glorioso tiempo,
Un soldado más adicto,
Y abre un camino su acero,
Ni un amigo más sincero.
Por el que va la victoria
Y cuéntese con que andaban
Siempre sus huellas siguiendo.
A su lado : Luis Robredo
Los enemigos le temen;
Que en Tacámbaro sucumbe
De la noche en el silencio
Á los belgas combatiendo;
Por todas partes esperan
El coronel Luis Carrillo
Como á un tigre sorprenderlo.
Que en los muros de Querétaro,
Mas no valen emboscadas
Al frente de sus soldados
Y es vano cualquier intento,
Exhaló el postrer aliento,
Que siempre burla sus planes,
Y Bernal, que en Urüapam
Desbarata sus proyectos
Asaltando un parapeto
Y los humilla y los vence,
Dejó escaparse la vida
Y á tanto llega su esfuerzo
Por ancha herida en el pecho,
Que como un ser protegido
Y otros héroes cuyos nombres
Por insondable misterio,
En el polvo se escondieron,
Le miran propios y extraños :
Y quedan allí esperando
Tal es Nicolás Romero.
Que la Historia, Juez Supremo,
A la vida de la Gloria
Los llame por justo premio.
Por eso, como entre todos
La bandera del Imperio
Descuella el bravo Romero,
Y àrbitro de nuestra suerte
Y como todos le juzgan
Era Napoleón tercero.
En campaña el más experto,
El porvenir asomaba
Dispone Riva Palacio
Mostrando en el turbio cielo
Dejarle al mando el cuerpo
Anchas nubes tormentosas,
Que ha combatido sin tregua
Tristes horizontes negros,
En el Estado de Méjico,
Mientras él marcha á encargarse Y al pendón republicano
En Michoacán del Gobierno Miraba con torvo ceño
La victoria, sin dejarle
Y á reunir las divisiones
Sus glorias y sus trofeos.
Del Ejército del Centro.
Transcurren algunos dias, ¡Soldados de las montañas!
Unos vivos y otros muertos;
Y órdenes tiene Romero
Vuestra abnegación asombra
De ir en Tacámbaro á unirse
En esa lucha, teniendo
Con el resto del ejército.
La muerte siempre á la vista,
Obedece, como siempre,
Precipita los aprestos, Y sin esperar el éxito
El mundo os miró luchando,
Y ya lista su brigada
Que no soñabais más premio
En marcha se pone luego.
Que combatir por la patria
Y morir por sus derechos.
Hasta ignorabais humildes,
III Que de noche, en el silencio,
Cuando las rojas hogueras
Alumbran los campamentos,
Es azarosa y terrible Pasaban entre las sombras,
La vida del guerrillero, Vuestra causa bendiciendo
Pero lo fué más que nunca Tres espíritus sublimes
Sostenida en aquel tiempo,
Que os dieran heroico ejemplo.
Cuando flotaba triunfante »Ol.sj.is e-5.l-l.STAS. - TOMO I. 1-
; Hidalgo! de nuestras glorias De tan hondo abatimiento,
Impulso, móvil y centro; Que si en alas polvorosas,
Con él, un héroe que fuera Lleva esas glorias el tiempo,
De la Independencia el genio : Yo, que nací mejicano
¡ El invencible de Cuautla! Arrebatárselas quiero
i El intachabl« Morelos! Y como un grupo de soles
Y con ambos la más viva Mostrarlas al Universo:
Encarnación de este pueblo: ¡ Soldados de las montañas!
El águila de su escudo ¡Nobles soldados del pueblo!
] El indomable Guerrero!
¡Soldados de las montañas!
¡Nobles soldados del pueblo 1
I Los que tuvisteis por tienda IV
Praderas, montes y yermos,
Harapos por uniforme
Y abrupto peñón por lecho 1 Como verjel escondido
Sonará siempre mi lira v Entre montes gigantescos,
Con algún acorde tierno, En donde limpios arroyos
Al repetir vuestros nombres Fertilizando aquel suelo,
Y al relatar vuestros hechos. Cruzan entre las parotas,
¡Cuántos dormís en el polvo! Retozan entre los ceibos,
¡ Cuántos, ya tristes y viejos, Y se ocultan en la grama
Entre olvido y amargura Y después brotan ligeros,
Vivís de vuestros recuerdos! Brindando con sus cristales
Perdidas las ilusiones, A los ganados sedientos,
Y la fe, muerta en el pecho, Mientras se posan las garzas
Contáis vuestras breves horas En los hojosos granjenos,
Envidiando á los que han muerto. Y las guacamayas cruzan
Mi voz pretende sacaros Con urdo y pausado vuelo;
Hay un grupo que semeja
Un palomar pintoresco, Descansan todos contentos.
Formado de blancas chozas, De súbito, se oyen tiros
En donde habitan contentos Y blasfemias y denuestos,
Con sus familias humildes, Y como huracán terrible
Francos y altivos rancheros. Que no espera el mar sereno,
Cerca de cuarenta leguas Destrozando la maleza
Distará el naciente pueblo, Y la tierra estremeciendo
De Zitácuaro, medidas Furiosos se precipitan
Sobre escabrosos senderos; Enemigos regimientos,
Papazindán se le llama Acuchillando á su paso
Y de la guerra el aliento Y el espanto, difundiendo,
No ha nublado todavía Sin dar á los más osados
El limpio azul de su cielo. Para defenderse, tiempo.
Una mañana, se miran Tras ese alud de jinetes
Á los ardientes reflejos Los infantes vienen luego,
Del sol que nace, esos campos Y lo que aquellos comienzan
Poblados de guerrilleros. Á consumar llegan éstos.
Allí pasaron la noche, Nada resiste á su empuje
Allí se ve el campamento Y muertos ó prisioneros
Que formó la infamen;» Quedan los que no han podido
De la Cañada en el centro, Ir por el bosque dispersos.
Y son aquellos soldados Nada se sabe del jefe;
Que inspiran anuir al pueblo Los franceses con empeño
Los que en constante campaña Por todas partes preguntan
Manda Nicolás Ron, ero. Si ha quedado vivo ó muerto,
ivo esperan al enemigo Mas como nada descubren
Y como libres de riesgo, Y al combate han dado término
Olvidando las fatigas Para descansar escogen
El lugar de aquel siniestro.

r
i
Dos horas después se mira Le forman círculo estrecho.
Tan tranquilo todo aquello, No le conoce ninguno,
Que un grupo de zuavos ríe Más él, á todo resuelto,
Contemplando á un compañero Les dice con voz tranquila :
Que en pos de arrogante gallo « Yo soy Nicolás Romero v
Corre afanoso y violento. Al escuchar ese nombre
El animal, ya rendido, Temido por todos ellos,
Por salvarse emprende el vuelo Y al contemplar desarmado
Á quien vencido no vieron,
Y entre las ramas de un árbol
Asoma en todos los rostros
Esconde el pintado cuerpo.
Con el asombro el contento.
El zuavo llega en su busca,
El león de las montañas
Alza los ojos atento
Presa del destino ciego,
Y descubre, entre el ramaje,
Mas debe al propio infortunio
Recatado un bulto negro;
Que del contrario al esfuerzo
Lanza un grito de sorpresa,
Hallarse entre los franceses
Requiere el arma violento,
Desarmado y prisionero.
Y con grandes voces llama
A todos sus compañeros.
Acuden, miran, discuten,
Gritan y le intiman presto
V
Que descienda, si no quiere
Que sobre él rompan el fuego.
Muévense entonces las ramas, Aunque d sol naciente brilla
Y lentamente, sin miedo, Con deslumbrantes reflejos,
Baja por el tronco un hombre De la ciudad opulenta
Que está vestido de negro. Sobre el transparente cielo;
A tal novedad acuden Hay algo que no se explica,
Más jefes y subalternos, Que pesando sobre Méjico
Qpe á la par <jue lo contempla Haee que 1» se mu*
Con un color ceniciento, Es la plaza de Mixcalco
Y alumbre calles y plazas Que á todos infunde miedo
Como la antorcha de un féretro. Por ser sitio en que la pena
Los ánimos conturbados, Capital sufren los reos;
Los corazones opresos, La ha regado mucha sangre;
Tristeza por todas partes, Muchos el postrer aliento
Por todas partes silencio. Lanzaron alli, mirando
El menos sagaz comprenda Aquel contorno siniestro.
Que se prepara un suceso Por eso los grises muros
Tan triste, tan pavoroso, Del ángulo norte izquierdo
Tan terrible, tan funesto; Son conocidos por todos
Que al presentirlo semejñ Como el rincón de las muertos.
La ciudad un cementerio. Va lentamente á esa plaza,
Desde que rayó la aurora, En gruesas ondas el pueblo,
En la penumbra se vieron En pos de los batallones
Marchar silenciosamente Que van llegando en silencio,
Del enemigo extranjero, fórmase el cuadro, se alinean
Los pesados escuadrones, Los zuavos en primer término,
Los compactos regimientos.
No distante de la plaza Y entre sus filas asoman
En el oriental extremo Las anchas bocas de fuego.
De la ciudad, se descubre Detrás cazadores de África,
Vecina de los potreros Que con su marcial aspecto
De Aragón, desierta plaza Á 1? inquieta muchedumbre
De triste y mísero aspecto. imponen mudo respeto.
Cierran su humilde recinto Álzase un rumor de pronto
Albergues de carboneros, Como el mar que raje fiero.
Y pobres chozas que alfombran Abren paso los soldados,
Guijarros y polvo seco. Entra todo en movimiento,
Y en el cuadro se presenta
El funerario cortejo
Con el que van al cadalso
Cuatro mártires del pueblo.
Era el uno Roque Flores, 9
Un valeroso sargento;
VI
El otro Encarnación Rojas,
Alférez del mismo cuerpo;
Higinio Álvarez, altivo I Soldados de las montañas l
Comandante muy apuesto • Nobles soldado» del pueblo!
En un tricolor zarape Sobre vuestras iumbas crecen
Con suma elegancia envuelto, Inmarcesibles y eternos,
Los laureres con que adornan
Y con ellos muy tranquilo
Los inmortales sus templos.
Como quien marcha á paseo,
Humildes desde la cuna
El valor en la mirada
Nacisteis en el silencio
Y fumando y sonriendo, Y á la luz del patriotismo
Al patibulo, glorioso Que se encendió en vuestros pechoc
Llega Nicolás Romero. La historia imparcial, severa,
Fórmase á los cuatro en fila, Grabó con buril de fuego
Reina fúnebre silencio, Vuestros nombres en sus altos
Los tiradores preparan, Perduraoles monumentos!
Se da la señal de fuego,
Y al tronar de los fusiles,
El grito de / Viva Méjico I
Brotando de aquellas bocas,
Va con su postrer aliento
Por el cielo de la patria
En nubes de gloria envuelto.
Se miran los batallones
Que denso polvo levantan,
Marchando pausadamente
De las lomas por la falda.
La división es aquella
Que en la constante campaña,
P R I M E R O E S L A P A T R I A Del Ejército del Centro
Nicolás Régules manda.
A Mi Ft'ATEKNAL AMIGO RAFAEL DE 2AVAS ENRIQUEZ En ella cuéntanse muchos
Jóvenes en cuyas almas,
El patriotismo ha encendido
Su pura y ardiente llama,
Que al llevarlos al combate
Vencer ó morir les manda,
Apenas por el oriente Los estimula y anima
Entre celajes de plata, Luis Robredo y le acompaña
Y disipando laá sombras De valor y de fe lleno
Aparece la mañana; José Vicente Villada.
Cuando el eco uespertando Va á comenzar el combate,
De la desierta montaña,' De prisa el sol se levanta
El estampido sonoro Y los ayudantes cruzan
Del cañón difunde alarma. Entre columnas cerradas;
Precipitados los belgas Se apresta la artillería
Que á Tacámbaro resguardan, Y' ocupan la retaguardia
En las trincheras se agolpan Los escuadrones formados
Y al combate se preparan. Y listos para la carga.
Ya de una altura descienden Ya los jefes impacientes
Las fuerzas republicanas Sólo la señal aguardan
Y vibran de las cornetas Para emprender atrevidos
Las nota» limpias y claras..
El asalto de la plaza. Pero un eco más terrible
Ya Régules se dispone Régules siente en el alma,
A dar la voz esperada, Pensando donde la muerte
Cuando llega un hombre á escape Llevado habrá la metralla.
Corriendo desde la plaza. Sus ojos no se humedecen,
El General al mirarle Ni su faz se torna pálida
Le tiende la mauo franca Y sólo en el entrecejo
Y con gran fatiga el otro Sus pensamientos se marcan.
Le dirije la palabra. — Avancen, les grita, avancen,
— Que no hagan fuego, le dice, Y haciendo brillar su espada
Que en la trinchera cercana, Entre densas nubes de humo
En esa que se divisa Impasible se adelanta.
De la ciudad á la entrada, I Con cuánto valor defienden
Han colocado los belgas Los imperiales la plaza !
Al rayar de la mañana, I Con cuánto arrojo combaten
Á los que usted en el mundo Las huestes republicanas!...
Más considera y más ama : Suyas las primeras líneas
¡ Están su esposa y sus hijos I Después de tenaz batalla,
Pues quieren si usted ataca Los asaltantes ocupan
Que reciban los primeros Trincheras, calles y casas.
La mortífera descarga. — Reconcéntranse los belgas
Régules queda en siiencio En la iglesia y se preparan
Y luego con mucha calma, Á hacer una resistencia
A los artilleros grita : Terrible y desesperada.
— | Fuego! ¡ Primero es la Patria I — La gente va resbalando
Al sonar su voz retumba De fresca sangre en las charcas,
El cañón y se levanta Y hay tantos muertos que oponen
La espantosa gritería Dificultad á la marcha.
De las columnas en marcha. Los soldados tropezando
Y cayendo se adelantan Y al estrechar en sus brazos
Hasta cercar la parroquia Aquellas prendas del alma,
Entre una lluvia de balas. Escucha como repite
Allí cubierto de gloria En torno suyo la Fama,
Y de la patria en las aras, Grabándolas en la Historia
El coronel Luis Robredo Aquellas nobles palabras,
El último aliento exhala. Que más que Guzmán el Bueno
Tras dos horas de combale Y más que un hijo de Esparta,
La tropa mira asombrada Lanzó diciendo á sus tropas :
Que la iglesia se corona « 1 Fuego 1 » «i Primero es la Patria 1 >;
Con un penacho de llamas.
Cunde el fuego, el humo denso
En anchas nubes se escapa,
Y en remolinos de chispas
Por las abiertas montañas;
Y se estremecen los muros,
Y las puertas se desgajan
Y crujiendo se desploman
Los techos sobre las masas.
Los imperiales se rinden
Y de la heroica batalla,
El éxito y el arrojo
Lleva en sus ecos la fama';
Y cuando ya la victoria
Anuncian alegres dianas,
Regules vuelve á sus hijos,
Vuelve á su esposa y se pasma
De ver como respetaron
Sus corazones las balas;
POESÍAS COMPLETAS. — TOMO I. 13
El Gobierno, de que pongan
Sus cuarteles en las plazas
Que clima benigno gozan.
Mas tal convenio que hoy día
LOS FUEROS DEL . VALOR
De la Soledad se nombra,
N o le fué comunicado
K LA EXCELENTÍSIMA SEÑORA DUQUESA DE
Á un jefe que en tales horas
El camino custodiaba
Con una fuerza muy corta.
No más de doscientos hombres
Aunque resueltos, la forman,
Bajo los candentes rayos Y órdenes tiene severas
Del rojo sol de la costa, De impedir á toda costa
Sobre secos arenales El paso, por aquel punto
Cuyos vapores sofocan, De las fuerzas invasoras.
En donde el viento no cruza Al ver venir i lo lejos
Ni la nube bienhechora Con marcialidad y pompa,
Sobre el agotado suelo Las legiones franco-rberas,
Arrastra indecisa sombra; Y que sin recelo toman
Huyendo de la epidemia Del camino de las cumbres
Que en Veracruz diezma y corta La carretera más próxima,
De franceses y españoles Dispone luego á su gente
A las aguerridas tropas. Que las armas tiene prontas
Vienen ambas caminando
Y se planta en son de guerra
Hacia la falda escabrosa
Donde más el paso estorba.
De Acultzingo, por convenio
Al divisar los que llegan
De los jefes de unas y otras
Tan extraña maniobra
A quienes da su permiso
A su general en jefe
Dan parte de que se notan
Ni los que vienen en contra.
Preparativos de ataque — Somos muchos.
Lo cual á todos asombra — No los cuento.
Era Prim el que mandaba — Tenéis muy pocos.
El ejército, y de boca — Me sobran;
De sus soldados sabiendo Para morir por la patria
Novedad tan sospechosa, No he menester gran escolta.
Adelanta un emisario — Pasaremos
Que blanca bandera porta — No lo dudo;
Para preguntar al jefe Sangrienta será la alfombra.
La razón, pues que la ignora, — ¿No cedéis?
Que tiene para oponerse — Aunque viniera
A la marcha de sus tropas. Contra mí toda la Europa.
Rápido va el emisario, — ¿Eso le digo á mi jefe?
Los opuestos lindes toca, — Y agregad por cuenta propia
Con el jefe mejicano Cuanto gustéis, yo sostengo
Muy en breve se apersona, Un reto que me acomoda.
Y le refiere el convenio, Vuelve el mensajero triste,
Le dice por qué la costa Habla con Prim y le abona
Han dejado, por qué vienen El valor del adversario,
A acampar sobre las lomas. Valor que á todos asombra.
Atento le escucha el otro Después de escuchar atento,
Y dando respuesta pronta Dice Prim que reflxiona :
Le dice que tal convenio — De acometer á esos homb v>s
N o conoce, y pues ignora Es segura su derrota,
Y órdenes no ha recibido Mas el éxito seria
Que á la consigna se opongan, Vergüenza más que victoria.
Habrá de luchar con ellos Soldados que asi obedecen,
Sin contar, pues no le importa Valientes que asi se portan
Ni los que á su lado tiene,
En tan solemnes momentos,
Merecen respeto y honra, El jefe que pocas horas
Y honra y respeto ha de darles Antes, les detuvo el paso,
Nuestra bandera española. El cual con su gente forma
Y después de decir esto A la izquierda del camino A
Manda hacer alto á las tropas En actitud silenciosa.
Y al general mejicano Al cruzar la descubierta
Pone al momento una nota Por aquel punto, se asoma
Refiriendo lo que pasa Al rostro de los que vienen
Y pidiendo que disponga La curiosidad más honda
Que el paso no les impida Por conocer al osado
Aquel jefe á quien pergona Que obtiene al fin la victoria,
Caballeroso y valiente, Pues con su valor, tan sólo
Cuyo atrevimiento elogia. Tanto tiempo el paso estorba.
Y con respeto le miran,
En comunicar tai orden
Trascurren más de tres horas, Y con cariño le nombran,
Y todo ese tiempo quedan Y ya van lejos, y el rostro
Sufriendo el sol de la costa A cada segundo tornan.
Tendidas á campo raso Sobre un corcel arrogante
Las legiones invasoras. Que agita su crin sedosa,
Suena al fin, de los clarines Y con la espuma del freno
La voz, indicando ronca, El nervudo pecho moja,
Que vuelve á ponerse en marcha Llega Prim, y diligente
La ya fatidaga tropa. Con la corte numerosa
Ordónanse las columnas, De ayudantes que le siguen
Y de amigos que le escoltan,
Y entre nubes polvorosas.
Al jefe busca y lo encuentra,
Se deslizan lentamente
Y al mirar que cuando nota
Sobre las tendidas lomas.
Su presencia se adelanta,
Llegan al punto que guaraa
Pica al caballo, y la pronta
Mano tendiendo le dice : Ni el gran peligro que afronta,
— « Caballero, á mucha honra El coronel Félix Diaz
Tengo en conocer á un bravo Á quien recuerda la historia
Que de su patria es la gloria; Como altivo y como osado,
Nación que tiene soldados Como valiente y patriota.
Como el que marcó á mis tropas
El alto, cuando tenia
Por segura la derrota,
Es nación á quien reserva
Grandes páginas la historia — .
Vuelve á oprimirle la mano,
Y antes que el otro responda,
Entre una nube de polvo
Gana camino en las lomas
Ensalzando a aquel valiente
Con los que á su lado trotan.
Han pasado muchos años;
La basílica de Atocha,
Guardando de Prim el sueño
Bajo sus macizas bóvedas .
Conserva el recuerdo vivo
De su valor, y la gloria
Alcanzada en Castillejos
Por las armas españolas.
También en eterno sueño
En nuestro suelo reposa
El temerario soldado
Que á Prim el paso le corta
Sin medir número, fuerza,
Y un asistente que sigue
De la pareja la marcha.
Risueña nace la aurora,
Alegres las aves cantan,
El viento cruza tan manso
Que no estremece las ramas;
Sonoro rumor se escucha
LA HEROÍNA DEL DOLOR De las distintas cascadas,
Y la tierra humedecida
i LA SEÑORA CARMEN ROMERO RUBIO DB DlAÍ Con las lágrimas del alba
Entre el tupido follaje
Ligeras brumas levanta.
Por el azul de los cielos
Atraviesan las bandadas
De mirlos y colorines,
De tordos y guacamayas.
Van alegres los viajeros
Por una angosta vereda Y al compás de las pisadas
Que cruza entre las montaña« De los caballos, sostienen
Que por el sur de Jalisco Festiva y sabrosa charla.
Forman gigante muralla, — Mira qué grandes, qué bellos
Caminando paso á paso, Tiene los ojos, — exclama
Al despuntar la mañana, La mujer mirando al niño: —
Van en sus dóciles potros Si ya con los ojos habla;
Que de fuertes tienen traza. Mira qué oscuro es su pelo,
Un oficial embozado Sus manecitas qué blancas,
En vieja y oscura capa, Y esa sonrisa tan dulce
Una mujer bella y joven Que llega al fondo del alma.
Con un niño que amamanta ¿No confiesas que es hermoso?
Y el oficial que no aparta
La madre al niño procura
Del bello grupo la vista,
Defender del sol que abrasa,
Responde con risa franca
Formándole frágil toldo
Que la ternura denuncia
Con tela ligera y blanca.
Y el buen carácter delata :
El oficial va cual antes
— Por fuerza debe ser bello
Sin soltar ni la bufanda,
Si tiene mi misma cara;
Pues toma por buena regla
Es retrato de su padre
« Para buen sol buena capa. »
Y hasta los ciegos lo cantan. —
El soldado indiferente
Alzó la joven el rostro,
Silbando el toque de marcha
Y lanzando una mirada
Sigue cual si no sintiera
Más traviesa que burlona :
Temperatura tan alta.
— Sí, tu retrato le llamas,
Contestó, porque no has visto El se apellida Lozano;
En un espejo tus gracias. — Ella, Matilde se llama,
Y el asistente responde
Y como dando la prueba
Al nombre de Juan Zapata.
De que mienten sus palabra»,
Acaricia del marido
La luenga y sedosa barba.
El sol se va levantando;
De los montes en la falda U
Las nieblas desaparecen
Y se agrupan en las palma»
De improvisto los caballos
Buscando la fresca sombra
Detiénense y con recelo
Las aves en las cañadas.
Alzan la cabeza y mueven
Sigue el grupo su camino
Ambas orejas á un tiempo.
Mas ya con penosa marcha,
El oficial y el soldado
Que baja lumbre del cielo
Comprenden cercano riesgo,
Y el suelo despide llamas.
Los dos empuñan las armas
Y con ademán resuelto En tanto, de los caballos
Saltan entre la maleza Hacen bajar á los presos,
Limite del bosque espeso. Y en medio de los franceses
No bien un palmo adelantan Y sin ningún miramiento,
Cuando salen á su encuentro, Se encamina la columna
Cual brotando de Ja selva, Buscando el vecino pueblo
Audaces, terribles, fieros, Y tras ella pensativa
Los cazadores franceses Sigue Matilde en silencio,
Que allí estaban en acecho. Que nadie de ella se ocupa
Es la resistencia inútil, En tan aciagos momentos.
Que en gran número son ello«. Una madre abandonada
Y tan de prisa se llegan En un camino desierto,
Que cercan en un momento Con un niño entre los brazos,
Al oficial y á Zapata Llevando dentro del pecho
Intimándoles soberbios. El corazón oprimido
El uniforme denuncia Por el dolor más intenso,
A Lozano y sin remedio Podrá conmover sin duda
Tiene que entregar sus armaa El animo más sereno;
Y darse por prisionero. Pero en medio de las luchas
Muda de asombro, temblando, Y cuando sopla el aliento
Con el rostro descompuesto, De los combates, en vano
Las lágrimas en los ojos Fuera buscar un consuelo
En marciales corazones
Y apretando contra el seno
Templados á sangre y fuego.
Al niño, cual si quisiera
En ella misma esconderlo,
Matilde mira á su esposo,
A los soldados y al cielo
Y ni tiene una plegaria
Ni una queja, ni un lamento*
Escucha á pocos instantes
El sonar de los disparos
111 Y luego vuelve la escolta
Los cadáveres dejando
Que el cura siempre recoge
Prisionero está en Colima Cuando el sol está muy alto.
El comandante Lozano En horrible íncertidumbre,
Y en la pobreza Matilde Con el pecho destrozado,
Vive su prisión llorando. Cada mañana Matilde
Tiene en peligro la vida Escucha llena de pasmo,
El jefe republicano, Cuando pasa la columna
Pues de cuantos han caído A los mártires llevando ;
Á ninguno han perdonado, Cada mañana supone
que Berthelín que allí manda Que va con ellos Lozano,
Debe en justicia á sus actos Y al escuchar las descargas
Los renombres que le siguen Nubla sus OÍOS el llanto
De implacable y sanguinario. Y con voz entrecortada
Matilde ocupa una casa Pone al niño en su regazo,
En un apartado barrio, Y acercándolo á su rostro
Mas por desgracia esa calle Le dice, bajo, muy bajo :
Es el camino marcado — « | Hijo del alma, quién sabe
Para llevar diariamente Si á tu padre habrán matado l »
Las victimas al cadalso. Se pone luego en acecho
Y así, todas las mañanas Y al regresar los zuavos,
Luego que suenan las cuatro, Cuando siente que se alejan
Oye Matilde que llevan Y queda en silencio el barrio :
En las sombras los zuavos Coge un farol y le oculta,
A una plazuela cercana Toma al niño entre sus brazos,
Los mártires sentenciados. Abre con temor la puerta,
Ve la calle con espanto, Lo enjuga, aparta el cabello,
Y trémula y conmovida Y su audacia liega á tanto
Dirige el incierto paso Que á muchos abre los ojos
Hasta el lugar en que yacen Claras señales buscando.
Los muertos abandonados. . Cuando queda satisfecha
De que no ha muerto Lozano,
Se arrodilla, eleva al cielo
Lanza su rojiza lumbre Cortándola con su llanto,
Tras de los vidrios opacos, La más ferviente plegaria
El farolillo que tiembla Que alzó pecho atribulado.
De la mujer en la mano. Vuelve en seguida á su casa,
Hirsuto el negro cabello, Pasa en terribles trabajos
De las órbitas saltando Las horas, llega la noche,
Los ojos como dos ascuas Escucha sonar las cuatro
Ve Matilde, paso á paso, Y otra vez la misma escena,
Uno por uno, los rostros Y sin tregua ni descanso
Por el plomo destrozados. Uno tras otros los dias
Hunde las desnudas plantas Va en esta angustia pasando;
De tibia sangre en los charcos, Asi transcurren los meses,
Y ni el terror la detiene Está su cabello blanco,
Ni la domina el espanto. Está su faz demacrada
Inclinase y delirante Donde abrió surcos el llanto,
Va cada rostro mirando, Y ya una anciana parece
Y si en alguno las huellas Y cuenta veintitrés años.
Del proyectil han borrado
Las facciones, si la sangre
Oculta todos los rasgos,
Valerosa se arrodilla
Y con atrevida mano
Y siente que le abandonan
La voluntad y las fuerzas.
IV Y que su razón vacila
Y que su sangre se hiela.
Asi queda largo tiempo
Una noche tenebrosa, Como estatua muda y quieta,
En que ruda la tormenta Mas de improviso se yergue,
Sobre la ciudad bramando Alza el rostro, escucha atenta
Hace estremecer la tierra, Y se convence temblando
Y las ráfagas del viento De que ya las cuatro suenan.
Hondos gemidos remedan,
Y el relámpago se enciende
Rasgando la sombra densa Reina en la calle el silencio.
Y se desata en raudales Ha cesado la tormenta
De lluvia la nube negra; Y se oye sobre las charcas
Tan turbada está Matilde, Las pisadas que se acercan
Tan turbada y tan inquieta De las tropas que caminan
Que la tempestad de su alma A la ejecución sangrienta.
A la del cielo semeja. Matilde cobrando aliento
Quiere rezar y no puede, Va con sigilo á la puerta
Quiere llorar y están seca3 Y quiere por las rendijas
De sus lágrimas las fuentes, De la gastada madera
Que las agotó la pena. Contemplar á los que pasan,
Quiere quejarse y palabras Pero la sombra es tan densa
Por más que busca no encuentra Que en vano lanza cual dardos
Al niño toma en sus brazos Sus miradas hacia fuera,
Y cual si suyo no fuera, Y sólo descubre bultos
Como perdido entre nubes Iguales, fantasmas negras,
Con vaguedad lo contempla Qpe saliendo de unas sombras
En otras sombras penetran.
Ella detiene el aliento
Mientras pasan y se alejan, y
Y ni á respirar se atreve,
Inmóvil, como de piedra,
Hasta que escucha á lo lejos Cuando el sol de la mañana
Como las descargas suenan. Bañó montes y collados,
Entonces lanza un gemido; Y fué á buscar á los muertos
Nunca tan honda su pena El cura humilde del barrio,
Sintió como en esa noche Descubrió con gran asombro
De agonía y de tormenta. Estrechamente abrazado
Cuando de vuelta la tropa El cadáver de una dama
Quedó la calle desierta, Al cadáver de Lozano,
Matilde, cargando al niño, Y junto al fúnebre grupo,
Corre á la plaza siniestra, Llorando en el triste campo,
Y su agitación es tanta Un niño que apenas muestTa
Que á cada paso tropieza. Tener de existencia un año.
Llega hasta el lugar terrible,
Y loca, convulsa, ciega,
Con avidez y con ansia,
Al fulgor de su linterna
Mira un caaaver icudido
Sobre la mojada hierba.
Cuando la luz amarilla
Baña la faz descompuesta,
Matilde lanza un profundo
Grito y se desploma yerta.
Al ir teneciendo el año,
Que contó sesenta y cinco
Del siglo que va expirando,
Conversaban tristemente
Haciendo corte á un anciano,
EL CANJE DE PRISIONEROS Un grupo de caballeros
Con semblantes consternados.
A la memori» del inmaculado Caudillo de la Independencia
Era el viejo de estatura
GENERAL VICENTE ODBRRERO Elevada y rostro franco,
Con bien marcadas señales
De ser antiguo soldado;
Por sns rugosas mejillas,
Sobre sus marchitos labios,
PRIMERA PARTE
Como dos sirtes de plata
Bajaba el bigote cano.
LOS DOS PADRES De sus miradas el brillo
Eclipsaban á su paso,
Lágrimas mal recogidas
i
Con seca y trémula mano,
Que algunas veces mojaban
En la ciudad opulenta Un pecho condecorado '
Q.ue fué en los tiempos de antaño, Con la cruz más envidiable
Residencia de virreyes. Que registran nuestros fastos;
Orgullo de los vasallos La que tiene en el anverso
Y emporio de las riquezas Con áureas letras grabado:
De este suelo mejicano, Treinta contra cuatrocientos,
Donde aztecas y españoles En medio de un verde lauro.
Levantaron sus palacios; Y ai empaparla unos ojos
Una mañana de invierno, Que han visto el sol setenta añoa,
Prueban que dolor Inmenso HasU que haciendo un esfuerzo
Hace verter ese llanto. Más que grande sobrehumano,
Por eso los que acompañan Levanta el rostro y procura
En su plática al anciano, Manifestarse calmado,
Están ceñudos y tristes Y como claras señales
Y mudos y consternados. De que se domina dando
— Es una maldad sin nombre, Dice á los que le acompañan,
Les dice, ¡joven! ¡gallardo! Viendo venir á caballo
¡Hijo querido!... no puedo A un hombre que se aproxima
Resignarme... ¡fusilarlo Hacia el grupo, paso á paso:
Con tan bellas esperanzas! — Cuando perdemos un hijo
jTan bueno! jme quiso tanto 1 ó algún otro ser amado,
Cuántas veces pequeñito Su figura nos recuerdan
Al tenerle entre mis brazos, Muchos de los que encontramos;
Pensé, temiendo estas cosas: Por ejemplo, aquel que viene
Antes muerto que soldado; Dijera que es el retrato,
Y ya lo veis, el destino, El hombre más parecido
La mala suerte, el acaso, Al hijo que allá en Huetamo
A tener un fin u n triste En unión de Untos belgas
Bien pronto le condenaron. Fusiló Riva Palacio! —
¿Por qué me sobra la vida? Y aquí, ya sin contenerse
jYo en su lugar! está claro. - Bajó su rostro el anciano,
Y anudada su garganu Y sin poder reprimirlo
Sigue en silencio llorando, Volvió á sus ojos el llanto.
Y están sin brillo sus ojos Como al cruzar de los tiempos
Y están trémulas sus manos Se abate el roble cansado,
El roble que enantes pudo
En aquella escena muoa Burlar el golpe del rayo;
Transcurre asi largo roe Ese hombre que triste llora,
Ese antiguo veterano, Entre risa y entre pasmo;
Fué en otros tiempos temible, La cabeza del mancebo,
Bullicioso, alegre, osado; Oprime con ambas manos,
Don José Miñón que tiene Besa trémulo su frente
Un nombre en fama muy alto, Y baña su rostro en llanto.
Y que de los generales Reina un silencio solemne,
Es ya sin duda el decano. Silencio sólo turbado
Por eso los que le miran Por los sollozos convulsos
En esa edad y llorando, Que brota el pecho de entrambos.
Están ceñudos y tristes Los del grupo enternecidos,
Y mudos y consternado». Absortos ante ese cuadro
Húmedos tienen los ojos
Y la sonrisa en los labios.
II Por fin el padre pregunta
Con acento entrecortado:
— ¿Cómo vives? ¿á quién debo
De las toscas herraduras Tal prodigio, tal milagro?
Se escucha entonces cercano ¿ Cómo si todos han muerto
El duro golpe que anuncia, Puedo mirarte á mi lado ?
Que llega precipitado —• ¿Quién ha muerto padre mío?
El jinete que al mirarle De todos los que en Huetamo
Ha conocido al anciano. Estábamos prisioneros,
« jPadre! | Padre! » grita alegre, Á ninguno fusilaron...
A tierra veloz saltando
— lA ninguno! — Si, á ninguno.
Y con raudo movimiento
— Pues de Guerra el Secretario
Alzándole entre los brazos.
Parte oficial ha tenido...
Torna el viejo la cabeza,
— El pane oficial es falso;
Quiere hablar, queda callado,
Para proponer un canje
Abre aturdido los ojos
Vengo yo comisionado...
— ¿Un canje? — S í ; ya usted sahe, Al tocar en un remanso
Que reunidos en Zirándaro Nos hicieron prisioneros
Los prisioneros de guerra, Y nos formaron el cuadro,
Bajo palabra quedamos Por ser orden terminante
Sin más custodia en el pueblo Prendernos y fusilarnos.
Que nuestro honor empeñado Era el momento supremo,
Una mañana supimos Y nosotros resignados,
Que en Uruápam fusilaron A Dios levantando el alma
Los imperiales á Arteaga, La voz de fuego esperamos.
A Salázar y otros varios. Mas de repente rompiendo
Nos conmovió la noticia, Por el bosque enmarañado.
Y temimos consternados Llega un oficial á escape
Que espantosa represalia En un soberbio caballo
Alli pudiera orillarnos Y anhelante, á voz en cuello
A igual suerte, y aturdidos ¡Indulto! ¡indulto! gritando.
En aquel terrible caso, Era el que daba tal grito
Los oficiales y jefes El comandante Velasco,
Belgas, conmigo contando, Que á escape y sin detenerse
Salimos luego del pueblo Llegaba desde Huetamo.
Y á poco nos encontramos Allí por nuestra fortuna,
A orillas del Zacatula A tiempo que nos fugamos,
Y sin conocer el vado. Llegó el General en Jefe
Vimos un bote, fué nuestro, Que la vida me ha salvado.
Y saltando en él, bogamos, Sabiendo lo que ocurría
Con la esperanza ilusoria Mandó suspender el acto,
De llegar al Océano. Y que á todos nos llevaran
Conocida nuestra fuga En el momento á su lado.
Nos tendieron nuevos lazos, Veloz corrió el ayudante,
Y antes de mediar el día, Y si no se afana tanto,
La existencia nos costara Mi honor como mejicano.
Un minuto de retardo. Á Méjico llega y antes
Nos pusieron luego en marcha De hablar con nadie, á caballo,
Y tres horas caminamos, Sin sacudirse ni el polvo
Llegando en la misma tarde Ni procurarse descanso,
Al campo republicano. Al Mariscal le presenta
Le di al General mi nombre Esos pliegos que le mando
Y tendiéndome la mano, Y sé que si usted no vuelve-
Exclamó : | su nombre abona Será porque le han matado. »
Que es caballero y soldado!
— Señor, contesté, yo acepto
Y pruebo la confianza Con orgullo tal encargo,
Que su aspecto me ha inspirado Iré, cumpliré y muy pronto
Encomendándoleíieve Me tendrá usted á su lado.
Hasta Méjico un encargo :
« Jamás contra mi partido
« Libre va usted, que le entreguen
Combatiré, pero grato
Armas, dinero y caballos
Hallará usted en mi siempre
Y al romper mañana el dia Un hijo, nunca un soldado. »
Partirá usted de Huetamo
Al rayar el nuevo dia
Lleva usted en estos pliegos
Me halló libre y caminando,
Que no le entrego cerrados
Y tras de cinco jornadas
La suerte de muchos hombres
Estrecho á usted en mis brazo». •
Que no quiero fusilarlos.
Ya no pudo contenerse
En esa nota propongo
En su emoción el anciano,
Á Bazaine, un canje franco,
Y volvió, pero de goao,
Mis prisioneros me entrega
A dejar correr su llanto.
Y yo los suyos le mando.
— ¿Quién es ese jefe, dijo,
Responden al cumplimiento
Tan noble y tan esforzado?
Y á la fe de este tratado,
Quiero que suene su nombre
Como jefe mi palabra,
Como oración ea mis labios.
POESÍAS OOMrUSTAS. — TOMO I.
15
— Ese jefe usted lo sabe, Allí encuentran departiendo
T i e n e en Michoacán el m a n d o Con otros en el estrado,
Del Ejército del C e n t r o : Á un caballero que muestra
¡Vicente Riva Palaciol — Genio afable y m u c h o s a ñ o s .
El viejo, entonces, asiendo Sin saludarle siquiera
Al m a n c e b o de la m a n o , Dice el que llega: — Mariano,
— V e n , le dice, v e n c o n m i g o . Aquí tiene usted á un h i j o ;
— N o p u e d o , s e ñ o r , y o traigo — Y luego al joven m o s t r a n d o :
O r d e n de n o hablar c o n nadie Éste es el padre, le dice,
Hasta e n t r e g a r . . . Del h o m b r e que te ha salvado.
— Y o lo m a n d o .
El joven enternecido
— Pero padre... Besa del o t r o la m a n o ,
— Nada escucho. Después en pocas palabras
— Á mis instrucciones falto. Se refiere el tierno caso,
— C o m o padre y c o m o jefe Y se abrazan los dos viejos
T e lo ordeno. Enternecidos l l o r a n d o .
— Entonces, vamos.
U n o ver p u e d e á su hijo
Pensativo va el m a n c e b o ,
En Méjico y á su l a d o ;
O r g u l l o s o el v e t e r a n o ,
El otro al s u y o n o ha visto
T r a s ellos el asistente
En largos y tristes años,
C o n d u c i e n d o los caballos;
Pero allí se sienten todos
La gente al mirarlos piensa
T a n contentos, tan ufanos,
Q u e es algún comisionado
Q u e parece que el a u s e n t e
Y ellos ligeros caminan En espíritu ha l l e g a d o .
Sin hacer á nadie caso.
Llegan por fin á u n a casa,
Cruzan el extenso patio,
Y suben las escaleras
Hasta la sala llegando.
El libro da la experiencia
L e dirá al viejo soldado
Q u e vale m a s n e la vida
II! Quitar un h o m b r e al cadalso
Q u e vivir siglos en bronces
Humedecidos con llanto.

H a n corrido tres s e m a n a s ,
Y al c a m p o republicano
E l joven Miñón retorna
Satisfecho d e su e n c a r g o ;
Q u e Bazaine admite el canje
Y está completo el tratado
Y el q u e salió prisionero
Vuelve ya c o m o u n h e r m a n o
El cariño de dos padres
T r a y e n d o al iefe e n sus brazos.
Refirió allí las escenas
De Méjico, entusiasmado,
C o n m o v i ó los corazones,
Y al oírle los soldados,
Orgullosos se sintieron
De llamarse mejicanos.
¿ Q u é laurel m á s envidiable
Ni q u é t i m b r e m á s preciado,
E n los fastos de su historia
Buscará Riva Palacio,
Q u e las tiernas bendiciones
D e aquellos nobles ancianos?
H o y que d u e r m e n en sus tumbas,
H o y q u e h a n corrido los a ñ o s ,
Blusa corta, calzonera,
A n c h o sombrero tendido,
Suelta la roja corbata,
SEGUNDA PARTB Canana y pistola al cinto.
El p o l v o y s u d o r que cubre
BELGAS Y MEJICANOS Á los g u e r r e r o s , indicio
Es, d e q u e p o r larga senda
Violentamente h a n v e n i d o .
Al mirar que se aproximan
Los dos g r u p o s d e enemigos,
I T e m e r o s o s d e un encuentro
Se preparan los vecinos
Á presenciar un c o m b a t e
M a r c h a n d o hacia el m i s m o panto,
Fiero, sangriento, r e ñ i d o .
Y por opuestos caminos,
Se ven dos g r u p o s q u e llegan P e r o notan c o n asombro
Hasta las puertas de Acuitzio. Q u e llegan a! pueblo m i s m o ,
Y se f o r m a n f r e n t e á frente
Los que de Morelia vienen
Con aspecto tan t r a n q u i l o ,
Están c o n lujo vestidos,
C o m o si más q u e adversarios
Arrogantes los caballos
Fueran dos g r u p o s amigos.
Y los jinetes altivos :
Sus militares arreos De los soldados el rostro,
Su ademán franco y pacifico
P o r lo n u e v o y lo limpios,
Ni da señal de coraje
Muestran q u e están del Imperio
Ni pinta bélico b r i o ;
E n defensa y en servicio.
Ni una palabra se cruza,
Los que p o r o p u e s t o lado
Ni se escapa ningún g r i t o
Marchando vienen tranquilos
Visten c o m o guerrilleros Y m u t u a m e n t e se miran
C o n natural desaliño. Curiosos y n o ofensivos.
Asi pasan largo rato,
Hasta que p o r los caminos De los caballos descienden,
De Tacámbaro y Morelia Y departiendo tranquilos
Q u e son los dos recorridos, Entran juntos á una casa
Se ven venir lentamente Principal del municipio.
Dos columnas y están fijos
Se escucha en tales m o m e n t o s
T o d o s los ojos en ellas,
El m o n ó t o n o rüido
Esperando con ahinco
Del paso de los infantes
•De aquel episodio extraño
Q u e se acercan á aquel sitio,
El final desconocido.
Y acrece más el asombro,
Mucha g e n t e es la q u e llega; Y acrece más el bullicio,
De polvo los remolinos,
Y resuenan carcajadas
Indican que la vanguardia
Y alegres voces y gritos,
Á entrar comienza en Acuitzio.
Cual si estuviera de fiesta
Desembocan en la plaza El pueblo humilde de Acuitzio.
De poca escolta seguidos,
Los jefes de opuestos bandos
Con rostro alegre y festivo,
Y quizá por vez primera,
P o r voluntad del destino, II
El belga y el mejicano
Q u e tanto se han combatido, La plaza del pueblo llenan
En momentos tan solemnes Muchedumbre de soldados,
Se tienden manos de amigos. Y allí están los prisioneros
Bocarmti, capitán belga, Hechos por opuestos bandos.
Es eí que mandando vino Se cuentan los que han caldo
Á las fuerzas del Imperio, De belgas y mejicanos
Y del opuesto partido Y son más de setecientoa
Viene el coronel Linarte, De todas clases y grados.
Joven valiente y altivo. Generales hay algunos
C o m o Tapia y c o m o C a n t o ; El imperial está a m a b l e .
Coroneles cual Villada, Está festivo el chinaco,
Borda, Pérez y o t r o s v a r i o s ; Cruzan las conversaciones
Y e n t r e ios belgas se tienen E n t r e los q u e ayer cruzaron
Muchas personas d e r a n g o . Los temidos proyectiles
C o n v e r s a n alegremente La victoria disputando,
Oficiales y s o l d a d o s ; Y hasta se acercan c o n t e n t o s
E n pabellones las a r m a s ; Y se agrupan confiados,
E n reposo los caballos; Guardianes y prisioneros
Diligentes las m u j e r e s Y belgas y mejicanos.
E n t r e los g r u p o s cruzando,
Llevan lo q u e necesitan
Allí, los recién llegados,
Y sin hacer distinciones,
T a n p r o n t o á republicanos
C o m o á imperiales atienden De p r o n t o un clarín resuena,
C o n igual desembarazo. « Atención » es lo q u e toca,
Bien p r o n t o la confianza Repiten otros clarines
Se adquiere por a m b o s lados, Las
Q u e todos parecen unos, mismas vibrantes notas,
Y al contemplar aqael cuadro, Y c o m o inmenso h o r m i g u e r o
Dijérase que son todos Míranse las blusas rojas,
N o enemigos sino h e r m a n o s . Los severos uniformes
N o ruge encendiendo enojos De oficialidad lujosa,
De la guerra el soplo airado, Confundidos y revueltos
En aquellos corazones C o m o en agitadas olas
Q u e otras veces palpitaron Q u e corren buscando el cauce
Con sed de sangre y venganza En medio de abruptas rocas.
Sobre aquellos m i s m o s c a m p o s . Después de pocos m o m e n t o s
En batalla silenciosa.

/
C o m o esperando el combate
Ambas fracciones se f o r m a n . De hablar, cuando se desborda
Los prisioneros al frente, El júbilo estrepitoso
Q u e si en su rostro se nota E n unas gentes y en otras.
Expresión de regocijo, Los antes presos, se lanzan
De sus labios n o desborda C o n efusión ciega y loca;
Ni u n a risa que i n t e r r u m p a Los que v a n y los q u e vienen
La solemne ceremonia. Se abrazan, gritan y g o z a n ;
Salen Bocarmi y Línarts Los destrozados vestidos
Entre las ñlas vistosas, Agenas lágrimas m o j a n ;
Y el jefe republicano Los kepis tiran al aire,
Proclama c o n v o z s o n o r a , Cantan, aplauden, sollozan,
Q u e va á celebrarse el canje Y todos c o n un acento,
Ya c o n v e n i d o en sus notas Y c o n voz atronadora,
Entre el mariscal d e Francia, Lanzan vivas entusiastas
Bazaine, que en Méjico m o r a , Á Méjico y al q u e logra
Y Riva Palacio, el jefe Libertarlos de la m u e r t e
De los soldados q u e forman Y al lograrlo se coloca
El Ejército del C e n t r o , A la altura d e los h é r o e s
Q u e en aquella misma hora Más grandes de nuestra historia,
Q u e d e n libres y á su c a m p o | Q u e viva Riva Palacio 1
Puedan volver sin zozobra, Repiten todas las b o c a s ;
Los q u e en guerra prisioneros ] Q u e viva Méjico! gritan
S e hicieron por ambas tropas. Con entusiasmo las tropas,
Y en vista de tal tratado Y belgas y mejicanos
Se declara q u e recobran En la expansión más hermosa,,
La libertad absoluta Se abrazan y se c o n f u n d e n
Sin condición ni deshonra. Y h e r m a n o s son en tal h o r a ,
N o bien t e r m i n ó Linarte Sobre aquellos m i s m o s c a m p o s .
Qpe baña el sol d e la Gloria.
En la guerra la montaña,
En el poder la justicia,
La honra en su h o g a r en calma,
y en todos sus pensamientos
rv
L a grandeza d e la Patria 1

Muchas veces en el m u n d o , -

C e n t r o d e horribles batallas.
P o r ley injusta y adversa
T o d a s sus p o m p a s la fama,
Se las niega al que perdona
Y se las presta al que m a t a ;
P e r o al correr de los siglos
La historia imparcial aclara
Cuáles actos enaltecen
Y cuáles hechos r e b a j a n .
La gloria que tiene sangre
Q u e d a c o n sangre manchada,
Y n o asi la que redime,
La que perdona y que salva,
Para el noble combatiente
E n la tierra michoacana,
H e r m o s o s y verdes lauros
La Posteridad le guarda :
¡ Lauros que arrancó á la gloria
C o n la pluma y con la espada í
E n el cielo de su v i d a
T o d a s las nubes son blancas,
Su a m o r en la paz fué el libro,
Fina y espesa la barba
Se la parte p o r e n m e d i o
Y le baja hasta los h o m b r o s
Libre dejándole el p e c h o .
Vástago de Carlos Q u i n t o
Y agnado á su t r o n o excelso,
M A X I M I L I A N O
Siempre lleva el toisón d e o r o
O r n a n d o el erguido cuello,
A H I MOT Q U E R I D O PRIMO CARLOS ADAME Es con las damas galante
Y d a d i v o s o en e x t r e m o ,
C o n sus iguales altivo
Y con los subditos t i e r n o ;
Adora las bellas artes,
Y c o m o amigos discretos
1
L e a c o m p a ñ a n sabios libros,
Cuadros d e grandes maestros
Maximiliano d e H a p s b u r g o
Y estatuas en q u e palpita
Rige el L o m b a r d o - V e n e t t o ,
El alma del gusto g r i e g o .
P o r q u e Austria i m p o n e á la Italia
Y cumplido y caballero,
Sus h o m b r e s en el g o b i e r n o .
Y juntos en su semblante
Es gallardo el a r c h i d u q u e ,
Brillan conquistando afecto,
Joven y d e gran talento,
La j u v e n t u d , la nobleza
Avezado á las borrascas
La majestad y el ingenio.
Del m a r , q u e por m u c h o t i e m p o
Cruzó en todas direcciones
Visitando extraños pueblos.
T i e n e los ojos azules,
II
T a n azules c o m o el cielo,
En n n a tarde de mayo
Y es tan rubio q u e s e m e j a n
Tranquilos el mar y el cielo.
Rayos de sol sus cabellos.
M U Í A S CUBPLKTAS. — TOMO 1. i(i
Maximiliano va solo
C o m o el que m á s .
En sus jardines a m e n o s ,
— Bien lo creo,
Cruzando por las callejas
No en vano m i augusta madre
De castaños y de almendros.
T e n o m b r ó mi camarero
Lleva la cabeza baja
Siendo y o n i ñ o .
Absorto en mil pensamientos,
— Teniais
Y está su rostro tan pálido
Seis años ni más ni m e n o s ,
Q u e se le creyera enfermo;
Y desde entonces, p o r nada,
N o ha recibido á ninguno
Ni del mar en los riesgos,
De los h o m b r e s del gobierno,
Ni de la corte en las fiestas,
Ni ha de sus intimas cartas
Ni estando en extraño suelo
Los blancos sobres abierto.
O s h e dejado, ni es fácil
Halla de p r o n t o á su paso
Q u e os deje, s e ñ o r ; os quiero
S e n t a d o en el césped fresco,
Hasta d o n d e m á s alcanza
Sobre un banquillo de mimbres
Q u e r e r un h o n r a d o p e c h o .
J u n t o al t r o n c o d e un abeto,
— Me ves m u y t r i s t e . . .
Á un h o m b r e de blanca barba
— O s lo h e dicho.
Y escaso y cano cabello,
— P u e s ríe de lo q u e pienso.
Vestido con traje humilde
— ¿Reir?
P e r o limpio, alegre y nuevo.
— Son cosas de risa.
Sonríe Maximiliano
— T o d o en vos es d e respeto.
G u s t o s o de tal e n c u e n t r o ,
— Ó y e m e y n o m e hagas caso.
Y brillan sus claros o j o s
— S e ñ o r , siempre os o b e d e z c o . . .
C o n honda expresión de afecto.
— Entre mil supersticiones
— Señor, le dice el anciano
Una ridicula t e n g o . . .
C o n m u y natural r e s p e t o ;
¿ No ves en estos jardines,
¿ V u e s t r a Alteza viene triste?
En el Palacio, en el t e m p l o ,
— T i e n e s razón; triste vengo-
En las salas de tertulia,
— Lo sé, que os conozco tanto En el salón del Consejo,
En los anchos corredores, T ú lo verás...
En t o d o , en fin, lo que tengo Bajó el viejo
Á mi alrededor, no encuentras Los ojos y hondo suspiro
Emes de mármol, de hierro, Dejó escapar de su pecho,
De alabastro, de madera, Y siguió Maximiliano
De granito ?... Esa frase repitiendo
— Lo comprendo. Por las alegres callejas
Es cifra de vuestro nombre, De castaños y de almendros.
Y cuanto miráis es vuestro, Lleva inclinada la rente.
Natural es que esté en todo. Pálido está c o m o enfermo,
— Es natural, pero pienso Y están húmedos sus ojos
Q u e tal letra es mi sentencia. T a n azules como el cielo.
— Hablad, señor, no comprendo.
— Ni habrás de entenderme nunca.
¡Es un fatalismo necio 1
Las emes m e aterrorizan, III
Sábelo, m e causan miedo,
Y han de estar en todas partes
Mi espíritu entristeciendo. Pasáronse mucnos anos,
¡ Moriré entre muchas emes! Y una manana de nvierno
— P e r d ó n , señor, que no acierto Llegó en una barca inglesa
En qué podáis cuerdamente Á Miramar un viajero.
Fundaros... El mar estaba agitado,
— ¡Presentimiento! Estaba plomizo el cielo,
Sábelo y ríe, porque risa Menudos copos de nieve
Provocan y no respeto Bajando en alas del viento
Las vanas supersticiones Posábanse en las cornisas,
Cual ésta que te refiero... En las torres, en los hierros,
¡Moriré entre muchas emest En las gallardas almenas
Y en el rico pavimento Rodaron dos grandes gotas
Del legendario castillo Iguales á las que el viento
T a n triste desde hace t i e m p o . Arranca p o r las mañanas
Pidió que le permitieran En el rigor del invierno,
El visitarlo p o r dentro, De los vetustos sabinos,
Y acompañóle galante Coronados por el h e n o .
Un h o m b r e afable y discreto, Habló después, refirióle
Blanca y poblada la barba, La historia del jardín regio,
Escaso y cano el cabello. Y así agregó c o n m o v i d o
— i Vivis aquí desde c u á n d o ? Al hablar estando t r é m u l o :
Interrogóle el viajero. — No eran supersticiones;
L o que me dijo era cierto ;
— Vivo a q u i . . . pero n o vivo,
Ha m u e r t o entre muchas emes.
Q u e yo, señor, soy un m u e r t o ;
F u é de Miramar á Méjico,
Me tienen aqui enterrado
Imperio de Moctezuma,
Entre lágrimas y duelo,
Q u e lo conquistó un g u e r r e r o
Desde q u e por negra suerte
Á quien llamaron Malinche
Mi noble señor n o ha vuelto.
Los indígenas del suelo.
Su santa y augusta m a d r e
Dos Maríscales de Francia
Me n o m b r ó su camarero
Le engañaran y v e n d i e r o n ;
Desde que cumplió en la vida
Á Q u e r é t a r o marchóse
Seis años ni m á s ni menos.
Reemplazándole en su puesto
L e a c o m p a ñ é á todas partes,
Márquez, que según m e dicen
Me quiso con h o n d o afecto,
Le olvidó en el mayor riesgo.
Y u n a vez en sus jardines,
Jefe de los sitiadores
Allá en L o m b a r d o - V e n e t t o . . .
Era Mariano Escobedo,
Me d i j o . . . Mas p e r d o n a d m e
Y cuando cayó la plaza,
Q u e calle un r a t o , no p u e d o . . .
De Miguel López dijeron
Las lágrimas m e e n m u d e c e n , . .
No sé que cosas extrañas
Y de los ojos del viejo
Q p e á darles fe no me atrevo. Después, sin decir palabra
Cayó c o n sus generales El anciano y el viajero,
En m a y o , y al poco tiempo Siguieron a m b o s del brazo
Le fusilaron á Méndez Por los salones desiertos
Q u e le tuvo tanto a f e c t o . . . Del legendario Castillo,
Llamóse Manuel Azpíroz T a n solo desde hace tiempo.
El fiscal de su consejo,
Riva Palacio Mariano
Fué á la plaza á defenderlo
Con Martínez de la T o r r e ,
Abogados m u y expertos.
C o n M i r a m ó n y Mejia
Fué á morir mi noble dueño,
Montemayor se llamaba
Y bien su n o m b r e recuerdo
El capitán que á su lado
Hizo la señal de f u e g o ,
Y era u n Mejia el Ministro
De Juárez, que en el gobierno
F i r m ó la fatal sentencia
Q u e m e tiene en tanto duelo.
H a m u e r t o el principe en m a r t e s ;
Ya veis, señor, si era cierto
L o q u e me dijo m u y triste
Allá en L o m b a r d o - V e n e t t o . . .
¡ Ha m u e r t o entre m u c h a s emesi
Y jamás olvidaremos
Q u e llamó cosas de risa
Á cosas a e tanto duelo.
Á quien la nación premiaba
C u a n d o derrotó en T a m p i c o
Á los soldados de E s p a ñ a ;
Aquel adalid temible
Q u e en Veracruz humillara
LA P I E R N A DE SU A L T E Z A Á Joinville y sus soldados
Dando una lección á Francia;
Aquel león altanero
Vencedor en cien batallas
Q u e gastó lujos y p o m p a s
La frente llena de arrugas De p o d e r o s o monarca,
Y la cabeza de canas, Q u e c o m o á rey le veian
Extinguido en las pupilas Y « Su Alteza » le llamaban
El brillo de la mirada. Y era un sol en el gobierno,
E n f e r m o , abatido, pobre, E n la historia y en la f a m a ;
Perdida su antigua fama Q u e siempre pisó laureles
Después de largo destierro Y o y ó aplausos y dianas
Y d e infinitas desgracias, P o r q u e t u v o entre sus m a n o s
Á Méjico sin honores Los destinos de la patria,
Volvió el general Santa-Ana. Después de vivir proscrito
T o d o lo m u d a n los tiempos, En una isla solitaria
Los hombres t o d o lo cambian Viendo transcurrir los años
Y lo q u e eterno parece Con decepciones amargas,
Es lo que rápido pasa. Recibiendo en vez de h o n o r e s
Aquel soldado animoso Ingratitudes humanas,
Q u e frente al poder de Iguala Pidió volver á esta tierra,
Levantóse t r e m o l a n d o Vivir en su antigua casa
La enseña republicana; Y d o r m i r su postrer sueño
Aquel g u e r r e r o indomablo Sobre tierra mejicana;
A la sazón Presidente Digo á todos lo q u e pasa
Era Lerdo de T e j a d a Y ya con mis tropas listas
Doy principio á la batalla.
Y p r o n t o o t o r g ó el permiso
Caro me costó aquel triuno
Q u e el h é r o e solicitaba.
Pues nie arrebató una bala,
N o del Nacional Palacio
Con peligro d e la vida,
En las opulentas salas
Esta pierna que me falta.
Sino en una casa h u m i l d e
Premiáronme esa victoria
De la calle de Vergara,
Dando c o m o t u m b a santa
El vencedor de T a m p i c o
Á los restos de esta pierna,
De esta manera les habla
Noblemente mutilada,
A dos antiguos amigos
U n m o n u m e n t o que estuvo
Q u e en su olvido le acompañan :
M u c h o tiempo en Santa Paula;
— Asaltaron los franceses
Mas c o m o t o d o se olvida
La tierra veracruzana,
Y o recibi la noticia Y t o d o en el m u n d o pasa,
Medio d o r m i d o en mi cama Cuando en desgracia m e vieron
P o r q u e llegaron d e n o c h e Los que un tiempo m e adoraran.
Aprovechando el desorden
Y sin producir alarma.
Cogí rápido mi ropa, De la primera asonada,
Me lanzo para la plaza, Azuzaron á la plebe
Y e n c u e n t r o á dos oficiales Q u e lo más santo profana,
Q u e de m u e r t e m e amenazan Y q u e se m u e v e al impulso
P r e g u n t á n d o m e rabiosos : De quien la adula ó la paga,
¿ E n dónde d u e r m e Santa-Ana? Y derribó el m o n u m e n t o
Está arriba les r e s p o n d o ; Y arrastró ciega d e rabia
Me dejan la puerta franca Mis huesos, gritando, « m u e r a
Y mientras suben y e n c u e n t r a n El zancarrón de Santa-Ana. »
A Arista que allí quedaba, Ya veis, señores, que el m u n d o
Me dirijo i los cuarteles, Así premia las hazañas.
No v o y completo á la tumba, En la guerra americana.
Pues la pierna que m e falta Hoy ya inválido me tienen
Yacerá en un basurero Haciendo en el Monte guardia;
De mil modos profanada, Cuando usted ya estaba ausente
Cuando hace ya tantos años Y fué su pierna arrastrada,
Q u e la perdí por la patria. — La recogí con cariño,
Al punto que aque! anciano La fui esconder á mi casa
Dijo triste estas palabras Y esperando su regreso
Nueva visita anuncióles La conservé en esta caja.
El toque de una campana. Ya llevo más de veinte años
Era u n h o m b r e pobre y rudo, De tenérsela guardada,
Cano el cabello y la barba, Queriendo en sus propias manos
El que en aquellos instantes Venir yo m i s m o á entregarla,
Los corredores pisaba. N o por ganar recompensa,
Con uniforme de inválido Pues no quiero ni las gracias;
Y conduciendo una caja. Yo sé bien lo que usted hizo
Logró que le permitieran En defensa de la patria;
Penetrar hasta la sala, Y ningún viejo soldado
Y al ver á su antiguo jefe, En las épocas pasadas,
Con ojos llenos de lágrimas Se avergüenza ni se olvida
Dijo asi, con u n acento De su general Santa-Ana.
Q u e penetraba hasta el a l m a : Reciba usted estos huesos
— Mi general, yo he servido Q u e profanó la chinaca
Con usted m u c h o á mi patria; Y que su viejo asistente
Fui SU asistente en Tara pico Guardó cual reliquia santa.
Cuando derrotó á Barradas, Levantóse don Antonio
I.uego en Veracruz estuve, Y en sus ojos sin mirada
Fui á Palo Alto y la Resaca Brillaron con luz muy viva
Y herido en el brazo izquierdo No las pupilas, las iágrimas,
Y con voz trémula y ronca
Comprimida en la garganta:
— Ven á mis brazos le dijo,
Nada soy, ni valgo nada.
N o te voy á dar dinero
Ni v o y á ceñirte banda,
Pero de tu acción en p r e m i o ,
En vez de cruz ó medalla, KI E L N O M B R E N TE L O F I C I O ( I )
Quiere poner en tu frente
Su último beso Santa-Ana,
Q u e sólo asi premiar puede
A la lealtad la desgracia. —
Y cuentan los que lo vieron Cuentan crónicas añejas
Q u e aquella escena sagrada En nuestro tiempo olvidadas,
Fué u n bálsamo que dió vida, Q u e allá en un pueblo escondido
Fortaleza y esperanza, D e la sierra queretana
Vivió un español anciano
Al creador de la República,
Cuyos años delataban
Al noble hijo de Jalapa,
En la frente las arrugas
A quien sorprendió la muerte
Pobre sin pompas ni galas, Y en la cabeza las canas.
Era de carnes enjuto,
Y h o y el Tepeyac lo abriga
En una t u m b a olvidada, De penetrante mirada,
Frente á la cual, los testigos De generosas acciones
De antiguos hechos exclaman : Y de m u y pocas palabras.
T o d o lo mudan los tiempos,
( I ) El argumento de este romance corría de b o c a e n h o c a . W
L o s hombres todo lo cambian,
«lgunos anos. - No hace fe histérica, pero hay q u . e n a ' c í u
Y l o que eterno parece,
ellos h3blóconmigo
E s lo que rápido pasa. M^nítonTr ' *SSS
S n J n R- / l n a j e r 0 ' q U l e n m e d ¡ J ° <3ue conoció y trató *
don Darío B.ssarda y supo por confidencias de Mejía quién había
s t r r e - T d e D y p q U e " n g 0 ° CUPÓ aDteS dC

i'Ot.stAs COMPLETAS. — tomo i. 1"


Y c o n voz trémula y ronca
C o m p r i m i d a en la g a r g a n t a :
— Ven á mis brazos le d i j o ,
Nada soy, ni valgo nada.
N o te v o y á dar dinero
N i v o y á ceñirte banda,
P e r o de tu acción en p r e m i o ,
E n vez de cruz ó medalla, KI EL NOMBRE NT EL OFICIO ( i )
Q u i e r e poner en tu frente
Su último beso Santa-Ana,
Q u e sólo asi premiar p u e d e
A la lealtad la desgracia. —
Y cuentan los que lo vieron C u e n t a n crónicas añejas
Q u e aquella escena sagrada En nuestro tiempo olvidadas,
F u é u n bálsamo que dió vida, Q u e allá en un pueblo escondido
Fortaleza y esperanza, D e la sierra queretana
Vivió un español anciano
Al creador de la República,
Cuyos a ñ o s delataban
Al noble hijo de Jalapa,
En la frente las arrugas
A quien sorprendió la m u e r t e
P o b r e sin p o m p a s ni galas, Y en la cabeza las canas.
Era d e carnes e n j u t o ,
Y h o y el T e p e y a c lo abriga
En una t u m b a olvidada, De penetrante mirada,
Frente á la cual, los testigos De generosas acciones
De antiguos hechos exclaman : Y d e m u y pocas palabras.
T o d o lo m u d a n los tiempos,
( i ) El argumento de este romance corría de b o c a e n h o c a . w
L o s h o m b r e s t o d o lo cambian,
algunos anos. - N o hace fe histérica, pero hay q u . e n a ' c í u
Y l o que eterno parece,
ellos h3blóconmigo
E s lo que rápido pasa. M^nítonTr ' *SSS
S n J n R- / l n a j e r 0 ' q U l e n m e d ¡ J ° <3ue conoció y trató *
don Darío B.ssarda y supo por confidencias de Mejía quién había
y q U e n g 0
SfnT-Td?D p " °CUPÓ aDteS de en
*
i'ot.stas completas. — tomo i. 1"
Los dos amigos hablaban
Incansable en el trabajo,
De las cosas de la guerra,
Madrugaba con el alba
De la estrategia y la táctica.
Y era en el vestir humilde
El joven indio atendía
Y en discreción una estatua.
Del anciano las palabras
P o r apodo « el ermitaño »
Y escuchándolo sumiso
En la sierra le llamaban
Fijaba en él sus miradas
Y era su oficio el comercio
Como diciendo « este viejo
De semillas y de mantas.
Sabe manejar las armas ».
Eran su sola familia
En cada vez que aquel joven
Los criados de su casa
Iba á salir á campaña,
Y sólo por el acento
Sus más recatados planes
Revelaba ser de España,
Al anciano revelaba.
Q u e nunca dijo su origen
Y triunfante ó derrotado,
Ni á nadie habló de su patria.
En fortuna ó en desgracia
T u v o u n amigo, u n o solo
Era el primero á quien siempre
K quien, cual hijo trataba
Á su regreso buscaba.
Siendo diferente en años,
Por fin enfermóse el viejo,
En ejercicio y en raza
Y escribió desde su cama
Pues era u n soldado joven
Á su cariñoso amigo
De tez cobriza y tostada.
Indígena de la sierra Para encomiendas sagradas.
Don T o m á s estaba ausente
Y tan dado á las batallas
Pero al recibir la carta,
Q u e del año algunos meses
Buscó su mejor caballo,
Pasaba siempre en campaña.
Cruzó llanos y montañas
El anciano comerciante
Llamóse Darlo Bissarda Y pronto estuvo en el sitio
Y el joven Tomás Mejla Á do le llamó Bissarda.
Q u e bien conoce la Fama. Éste con la voz muy débil
Cuentan que al entrar la noche Le dijo en ©ocas palabras,
J6O JUAN DE DIOS PEZ A

« Ochenta años he cumplido, Les entregué mis banderas


Es tiempo de que m e vaya Q u e jamás tuvieron mancha
Y aquí sobre el lecho espero Y regresé con mis tropas
El tercer toque de marcha. Desarmadas á la Habana.
En este pliego cerrado Al regresar á mi tierra
Q u e usted abrirá mañana Donde me formaron causa,
Están mis disposiciones ~ Calificaron de crimen
Últimas, testamentarias; Lo que sólo f u é desgracia,
Sólo á usted, joven amigo Y ofendido de tal juicio
Le doy la misión sagrada, Dejé para siempre España,
De cumplirlas en la tierra Y á vivir vine ignorado
Y pedir á Dios por mi ánima. » Sin n o m b r e , pompas ni galas,
En los escondidos pueblos
Murió el anciano esa tarde Q u e escudan estas montañas.
Y f u é su muerte llorada » Ruego á don T o m á s Mejla,
P o r los humildes y rudos Mi amigo de más confianza,
Hijos de aquellas montañas. Dé cuanto t e n g o á los pobres
Abrió d o n T o m á s Mejia Y á Dios encomiende mi ánima.
El pliego que le entregara Ni mi oficio es comerciante,
Y cuentan los que lo saben Ni m e apellido Bissarda;
Q u e se encontró estas palabras : Fui brigadier y mi nombre
« Yo, que h e tenido en la Sierra Ha sido « Isidro Barradas ».
Por nombre Dario Bissarda;
Con m á s de cuatro mil hombres
Arribé á la Nueva España
El año de veintinueve
Á rendirla con mis armas.
Derrotáronme en Tampico
Mier y Terán y Santa Ana,
Su fama que ve muy limpia,
Su n o m b r e que ve m u y alto.
Le acompañan en la lucha
Los q u e s o n más esforzados
De todos los generales
En saber, a r r o j o y r a n g o .
EL CENTINELA Alli Miramón y Méndez,
C o m o buenos han l u c h a d o ;
Allí Castillo y Mejia
A M I AMIGO B L G E N E R A L CARLOS FUER«
Q u e tienen fama de bravos,
Sin desmentir esa fama
Ayudan al soberano.
Cada oficial, cada jefe
Y cada h u m i l d e soldado,
C o m o ángulo de acero
Se baten c o m o acostumbran
Q u e inflexible va estrechando,
Batirse los mejicanos,
A cada instante los m u r o s
Sin medir nunca el peligro
Del recinto q u e r e t a n o ,
Y c o n la risa en los labios.
En d o n d e el ú l t i m o esfuerzo
P e r o enemigo tan fuerte
C o n valor desesperado,
Exige fuerte adversario,
Los defensores del t r o n o
Y atrevidos sitiadores
Hacen en el m e s de m a y o ;
A tan valientes s i t i a d o s .
Tal se ven los batallones
Q u e sin abrigo en el c a m p o ,
En ruda y tenaz vigilia
Están la ciudad sitiando.
En Q u e r e t a r o es el Jefe
S u p r e m o , Maximiliano,
Q u e más q u e t r o n o y corona
Defiende allí sin descanso,
I! III

El general E s c o b e d o Una tarde y á la hora


Es de los republicanos En qur estaban relevando
El primer jefe y le siguen : El servicio entre la tropa
C o r o n a , que tiene el mando Del cuartel republicano,
De las tropas de occidente; Y era de San Luis el sexto
T r e v i ñ o y con el N a r a n j o Batallón, que estaba al m a n d o
C o n las del N o r t e que llegan De Carlos Fuero y se hallaba
Desde la margen del B r a v o ; En San Sebastián f o r m a d o ,
C o n las del C e n t r o y Guerrero U n proyectil e n e m i g o ,
Q u e m a n d a Riva Palacio Curva invisible trazando,
Vienen Jiménez y Vélez; Á los pies del centinela
La reserva queda á cargo Llega y moviéndose en raudo
De Rocha, que presuroso Y espantoso torbellino,
Y o p o r t u n o , acude al c a m p o Estalla, sin que el soldado
E n d o n d e el fiero combate
Ni m u e s t r e en la faz a s o m b r o ,
Se desata encarnizado.
N i sienta en el pecho espanto.
Manda la caballería Vuelan s e m b r a n d o la m u e r t e
G u a d a r r a m a , c o n los bravos Los fragmentos inflamados
Martínez P e d r o y Juan Doria Del bronce, entre nubes densas
Q u e en la acción del Cimatario De polvo y h u m o , y del brazo
C a r g ó con tan fiero arrojo Del centinela arrebatan
Q u e dió a s o m b r o á los contrarios. El fusil despedazado.
Al disiparse la nube,
E n su puesto, sin que un paso
Atrás ni adelante diera,
Su fusil hecho pedazos ( i ) .
Sin una señal de pasmo,
» La suerte premiarlo quiso,
El centinela aparece
Fin á su existencia dando
Q u e grita : — ¡ Cabo de c u a r t o !
Entre el fragor de u n combate
— ¿ Q u é ocurre? se le pregunta;
Y á la luz del sol de m a y o . »
Y agrega : — ¡ Estoy d e s a r m a d o !
El pueblo en Damián Carmona
O t r o fusil se le entrega,
Verá un ejemplo preclaro
Lo recibe y m u y ufano
De que, para entrar al templo
Sigue tranquilo en su puesto
De la Fama, es necesario,
Sin hacer á nadie caso.
N o el timbre de la nobleza
Ni de la opulencia el fausto,
Sino el corazón ardiendo
En un patriotismo santo
IV Q u e haga despreciar la muerte
Y ofrecer en holocausto,
Del deber ante las aras
El nombre de aquel valiente Lo más amante y amado,
La fama llevó en su canto Q u e así n o se necesita
Y habló de Damián Carmona Para vencer á los años,
A los hijos del Estado
Ni estatua tallada en bronce
De San Luis, á quienes hizo Ni templo erigido en mármol.
Este sencillo relato :
« Nació Carmona en el pueblo (I) El fusil de Carmona, destrozado por el proyectil, se con-
De Mexquitic y premiaron serva en el «alón de sesiones del congreso de San Lui»
Potosí.
Con un ascenso su arrojo
Aquella tarde en el campo.
Ciñeron los potosinos
Su frente con verde lauro
Y guardan c o m o reliquia
Más que el arma homicida, guarda el libro
De la victoria el talismán sagrado,
Q u e n o h a y arma q u e alcance cual la ciencia
Á la región ignota de los astros
Y allí siga su marcha, los explore
A LOS ALUMNOS
Y les mida en sus órbitas el paso.
DEL COLEGIO MILITAR Ninguno alcanzará triunfo más grande
Q u e el del guerrero valeroso y sabio,
Q u e el talento es el a r m a d e este siglo
Para alcanzar inmarcesibles lauros.
La fuerza debe de escudar al débil,
T o r n o á v e n i r de n u e v o entre vosotros, Siempre defiende el hijo al padre a m a d o
Á levantar m i voz y á saludaros Y el cielo en que mecióse nuestra cuna
E n m e d i o d e estos viejos ahuehuetes Velar se debe c o n el a r m a al brazo.
Q u e al aire entregan su cabello cano. P o r ley eterna, en afrentosa lucha
E n este bosque q u e eligió p o r t r o n o Vivirán y han vivido los h u m a n o s
La majestad del t i e m p o y de altar sacro Y h a y q u e esperar en el violento ataque
Guarda el castillo c u y o s fuertes m u r o s Salvar de todo intento el suelo patrio.
Están d e heroica sangre salpicados; El libro es astro, p e r o el a r m a es f u e g o ,
A q u í , d o n d e palpitan los recuerdos Mientras el u n o nos a l u m b r a el c a m p o ,
De aztecas reyes y de heroicos años, El arma en semidiós convierte al h o m b r e
T o r n o de n u e v o á v e r o s y m i lira Q u e p u e d e altivo f u l m i n a r el r a y o .
Vuelve á vibrar de a m o r y d e entusiasmo.
Si tan sólo á gozar se entrega Atenas
La vencerá en su e m p u j e el espartano,
| Hijos del porvenir 1 j La Patria os pone Y si sólo á gozar se entrega R o m a
Con maternal amor el arma al brazo, Atila la hollará c o n su caballo.
Para que siempre defendáis sus fueros J a m á s es tiempo d e rendirse al sueño,
Ski provocar ni herir á los h e r m a n o s ! Q u e siempre el enemigo está velando
Y cual nueva Judith llega á la tienda Arde c o m o en un templo en vuestras almas
C u a n d o n i n g u n o le detiene el paso. La fe q u e alienta los primeros años,
H o y la Patria está en paz, su limpio n o m b r e Y en esa hermosa edad t o d o se mira
Respetan y consagran los extraños, C o m o un amanecer radiante y claro.
Pero en el viaje p o r el mar del m u n d o , El tiempo correrá, vendrá la tarde,
E n este mar tan h o n d o y tan a m a r g o , Con ella la tristeza y el cansancio
Hay que fijarse hasta en la blanca nube Y los arbustos, h o y d e verdes hojas
N o e n g e n d r e tempestad y brote r a y o s ; Serán cual éstos árboles sagrados
Y hay que velar el suelo en q u e nacimos Vigorosos y erguidos, m a n t e n i e n d o
Con fe en el alma y c o n el a r m a al brazo. Fresca la savia y el cabello cano.

¡ Hijos del porvenir 1 ya en otros tiempos Recordaréis entonces con ternura


Brillaron en valor vuestros h e r m a n o s , La majestad s o l e m n e d e estos actos,
Guarda sus n o m b r e s c o n a m o r la historia La diana que os despierta c u a n d o el sueño
Y la fama les da brillantes lauros. Es el más dulce sobre el lecho b l a n d o ;
En este m i s m o b o s q u e , ellos supieron ^ Las largas horas q u e en helada noche
Combatir sin t e m o r y sin d e s c a n s o ; Sufriendo el cierzo y con el a r m a al brazo,
Suárez, Melgar, Barrera, Montes d e Oca, Pasáis d e centinelas y os parece
Escutia, M á r q u e z . . . ellos d e m o s t r a r o n Q u e dura un siglo inmenso cada cuarto.
Q u e en las h o r a s de lucha, en los instante? Recordaréis las cátedras severas
De combatir sin tregua á los extraños, Tan animadas al nacer el a ñ o ,
« Muere el Colegio, p e r o n o se rinde » Las ansias del examen, la victoria
Q u e asi la m u e r t e es t r i u n f o sacrosanto. Del más inteligente y del más apto.
Recordaréis al predilecto a m i g o
Seguid tan n o b l e y tan h e r m o s o ejemplo Q u e os quiso en el colegio c o m o h e r m a n o ,
Los que gozosos recogéis ufanos Y que más tarde le abatió la suerte,
El p r e m i o que alcanzasteis en la lucha O murió en la campaña á vuestro lado.
Serena del estudio y del trabajo. Y si tenéis hogar y tenéis hijos,
Ellos escucharán d e vuestros labio»,
Las dulces aventuras de esta vida
En que sois estudiantes y soldados.
Les pintaréis la augusta ceremonia
En que llenos de gozo y de entusiasmo,
Mirabais al que h o y rige con acierto
El destino inmortal del suelo patrio, LA C O R T E MARCIAL
Grande en la guerra y en la paz más grande
Daros un premio con sus propias manos. A MI QÜBRIDO AMIGO MACARIO TLVBRO
Y si entonces tornáis al viejo bosque
Y miráis estos árboles sagrados
Y las blancas paredes del castillo
Q u e está de heroica sangre salpicado,
Sentiréis que humedece vuestros ojos I
El más dulce y h e r m o s o de los llantos,
Y que renace en vuestros nobles pechos
La viva fe de los primeros años, Ancho sombrero tejido
Y sentiréis á solas, satisfechos, Con tule de nuestros lagos,
H o n d o amor A los tiempos ya pasados, Al que adornan dos pequeñas
Orgullo de haber sido del Colegio Hachas de plata en los lados.
1Y orgullo de llamaros mejicanos 1 Al cuello suelta corbata
Roja y tejida de g a n c h o ;
i*, de diciembre de 1889.
Tejida según se sabe
P o r dos diminutas manos,
Q u e juntas semejan lirios
Y sueltas parecen ampos.
Amplia blusa también roja
Con grandes botones blancos;
Calzonera de velludo
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De n o salir victorioso
Y ceñidor de burato. Escapó p o r un milagro.
Frente por el sol tostada,
Nunca sorprenderle p u d o
Grandes los ojos y p a r d o s ;
El enemigo en su c a m p o ,
La barba escasa y oscura,
P u e s llevaba c o m o regla
Pelo abundoso y castaño;
Invariable del soldado,
Ágil en sus m o v i m i e n t o s ;
Q u e en la guerra ha d e d o r m i r s e
Carácter resuelto y franco,
Cual las liebres, conservando
Y diestro c o m o n i n g u n o Siempre los o j o s abiertos
t n manejar el caballo; Por lo q u e viniere al caso.
D u r m i e n d o igual en las rocas
P e r o á pesar de esta regla
Q u e en lecho mullido y blando.
La suerte en su giro vago,
Y sin resentir los r u d o s
Las horas del infortunio
Embates del tiempo v a r i o ;
S o b r e el guerrillero trajo,
Decidor c o n las m u j e r e s ,
Y u n a tarde en un combate
Afable con los soldados,
Y p o r su arrojo llevado,
Provocativo y terrible
E n t r e huestes enemigas
Con los del opuesto b a n d o ,
T a n t o adelantó su paso,
Y f u e r t e y ágil teniendo
Q u e al fin cayó prisionero
La edad viril d e treinta a ñ o s
C u a n d o m u r i ó su caballo
De los cuales m á s de nueve
Y á la ciudad d e Morelia
A la patria ha c o n s a g r a d o :
E n t r e filas le llevaron.
T a l es Benito Ramirez,
Nata y flor de los chinacos,
H o n r a y prez d e los jinetes,
De los valientes ornato, II
Capitán d e exploradores
De u n cuerpo republicano.
Siempre con buena fortuna E n u n a desnuda sala
En los lances q u e ha t r a b a d o , De las m u c h a s d e Palacio,
Se instalan con gran premura
Y con lúgubre aparato,
Los oficiales que forman Limpio, azul, brillante y diáfano.
U n tribunal que da espanto. Llegó Ramírez en medio
La corte marcial se llama, De dos filas de zuavos,
Su solo n o m b r e da pasmo, T a n altivo y tan airoso
Q u e de sangrienta y terrible Q u e interesaba mirarlo;
T a n grande fama ha alcanzado, Clavó los soberbios ojos
Q u e á cuantos juzga sentencia En los jueces con descaro,
Sin remisión al cadalso. Ocupó, cual t o d o reo,
Ni allí la inocencia vale, El tosco, incómodo banco,
Ni se cuenta un solo caso Cruzó la pierna altanero,
De que saliera con vida Dejó el sombrero calado
Hombre que cayó en sus manos. Y una irónica sonrisa
Los trámites y defensas, Escapóse de sus labios.
Peticiones y alegatos, Después de breves instantes
Son fórmulas que no engañan Se dió comienzo al sumario,
Ni á los mismos acusados. Q u e copio letra por letra
Pocas horas son bastantes Tal c o m o existe en los a u t o s :
Para preparar el fallo — ¿ Confiesas que perteneces
Y fallo y muerte es lo mismo Al cuartel republicano?
En los terribles estrados,

¡ Q u e á la sentencia se sigue Siguióse un largo silencio,
La ejecución en el acto I Y los jueces agregaron:
A tribunal tan sangriento — ¿ Confiesas que muchas veces
El capitán fué llevado. Has podido, disfrazado,
Era una mañana alegre Explorar el campamento
Del alegre mes de m a y o . Del cuerpo expedicionario?
El cielo estaba en Morelia ¿Confiesas que has perseguido
Sin dar tregua ni descanso
A las tropas del Imperio
Q u e están Michoacán g u a r d a n d o ? ¿ P a r a qué tantas preguntas
¿ Confiesas que á ti se deben N i t e n e r m e en este banco ?
Mil asonadas y escándalos, Yo ya sé cuál es mi suerte,
Q u e sirves á los bandidos Ni m e importa ni h a g o caso,
En la m o n t a ñ a acampados, Me matan de p u r o m i e d o ,
Q u e al que coges n o p e r d o n a s , Mas m e llevo al otro lado
Ni mides virtud ni rango, El gusto de haberlos visto
Pues p o r servir al Imperio Correr c o m o perros galgos.
Ya lo declaras malvado ? — Asi pues, pocas palabras
A cada nueva pregunta Y q u e m e lleven abajo,
Ramírez en aquel banco Ya verán c ó m o se m u e r e n
T o m a b a actitud distinta Los buenos republicanos
De indiferente descaro; Y eso t e n g o que enseñarles:
P e r o al fin le hicieron t a n t a s No pregunten más y v á m o n o s .
Y en ellas dijeron tantos Solamente les advierto
Insultos, q u e en ira ardiendo Q u e m u c h o s h a y en mi c a m p o ,
De callar cansóse al cabo, Q u e seguirán dando guerra,
Y asi dijo, con palabras Mejores que yo, más bravos
Q u e t r o n a b a n c o m o rayos : Y q u e ni les hago falta
— ¿ P a r a qué perder el t i e m p o Ni ustedes les dan abasto. —
Y estarme aquí p r e g u n t a n d o , Alzóse luego Ramírez
Cuando el francés m e ha cogido Seguido de los s o l d a d o s ;
C o n las armas en la m a n o ? A poco t i e m p o se oyeron
C u a n d o saben q u e soy libre Unos tiros en el patio
Y que s i e m p r e fui chinaco, Y un nuevo n o m b r e la historia
Y no d o y cuartel ni pido P u d o escribir en sus fastos.
Q u e me lo d e n los contrarios.
Si ya está la sepultura
Mi cadáver esperando,
C o n el fulgor d e las a l m a s ;
Esa expresión, q u e en el m u n d o
El h o m b r e á t e n e r alcanza,
En los instantes supremos
En q u e , cuanto tiene y a m a ,
Ofrece c o m o holocausto
XOCHIAPULCO
En el altar d e la Patria?
¿ P o r q u é los antes tranquilos,
AL G B N 8 R A L DON JOAN N . MÉNDEZ Hijos de aquella comarca,
Con tan marcial continente
E m p u ñ a n las duras armas ?
¿ Q u i é n se atreve de la guerra
La bandera ensangrentada
A clavar d e aquellos m o n t e s
I Sobre las cimas más altas?
; Quién pretende en esas rocas
A d o n d e anidan las águilas,
¿ P o r q u é tan precipitado.
Profanar los patrios lares
Se escucha el toque de alarma,
Llevando m u e r t e y venganza ?
En los humildes cuarteles
De u n pueblo de la m o n t a ñ a ? El invasor extranjero,
i Por qué llegan tan veloces El q u e tras lenta campaña,
Dejando sus pobres casas, Hasta el mismo Xochiapulco
Los hijos d e X o c h i a p u l c o , T i e n d e la p u j a n t e garra.
A d o n d e fiero Ies llama, Con austríacos y franceses
Con sus marciales acento« El conde de T h u n avanza;
El clarín de las batallas? Cuatro columnas caminan
¿ P o r qué se pinta en los r o s t r o s , Para combatir la p l a z a ;
Esa expresión soberana, Son m u c h o s los q u e se acercan
Q u e ilumina los semblantes Y son pocos los ^ u e aguardan,
Mas si se cuentan l o s m u c h o s Q u e imposible es q u e resista
Los q u e s o n m e n o s se bastan La guarnición de la plaza.
Y su a r r o j o n o alimenta Y a u n q u e el deber nos impone
Ilusiones, ni esperanzas. Y el patriotismo nos m a n d a
Por eso c u a n d o resuelto Morir antes q u e rendirnos
Al sacrificio, les llama Defendiendo nuestra causa,
El general J u a n Francisco, Fuera sacrificio inútil
Q u e á los cuatrocientos m a n d a . Presentar una batalla
Y tiene c o m o s e g u n d o Q u e dará triunfo seguro
En tan terrible jornada Al enemigo q u e avanza,
Al general Juan Bonilla Y n o es valor ni prudencia
Q u e un espartano envidiara D e un jefe, que siempre trata
Por su modestia, su a r r o j o , De utilizar el arrojo
Su saber y su constancia, De gente tan denodada,
Acuden t o d o s ligeros Lanzarlos en l u c h a estéril
Y t o m a n d o la palabra A una segura matanza.
Juan Francisco, con voz firm« Mas n o quiero que t a c h a r m e
De esta m a n e r a les habla : Pudieran tal vez mañana,
D e q u e entrego al enemigo
La población desarmada.
Por eso, saber pretendo,
De todos la opinión franca.
II — N o n o s consultes, responden
Más de cien voces, nos basta
Q u e tú mandes, y c o n t e n t o s
Obedecer tus palabras.
— T a n t o s s o n los enemigos
Q u e sobre nosotros cargan, — P u e s bien, dice Juan Francisco,
En cuatro grandes columna» Antes que con torpe planta,
Y todas d e las tres arma», El invasor extranjero
Mancille aquí nuestras casas,
Y llegue á nuestros hogares
A desceñirse la e s p a d a ; III
Supuesto q u e n o p o d e m o s
En n ú m e r o y n o en audacia
C o m p e t i r con los que vienen
Aquel discurso escuchando
Y que h a n de t o m a r la plaza; Los soldados, se entusiasman,
No b u s q u e m o s m u e r t e inútil : A sus jefes vitorean
Nos necesita la patria Y á la Libertad aclaman.
Fuera d e aqui, en nuestros bosques En esos instantes mismos
Y en los m o n t e s y cañadas, Se sabe que ya cercanas
A u n q u e pocos, con astucia Están las gruesas columnas
P o d r e m o s tener ventaja De la legión franco-austríaca.
Y proseguir sin descanso Comienzan á verse entonces
Hasta q u e triunfe la causa. Ligeras nubes que empañan
Pero el invasor n o debe, Sobre los frágiles techos
E n c o n t r a n d o puerta franca,
Al flotar grises y blancas
Llegar orgulloso al sitio
Desde el m á s grande edificio
Q u e su presencia profana.
A la más pobre cabaña.
¡ Soldados I | h o y en cenizas Se va el h u m o c o n d e n s a n d o
Se conviertan nuestras casas,
Y en mil lenguas desatadas
Llegue el invasor al pueblo
De fuego, puebla el incendio
A l u m b r a d o p o r las llamas
T o d a la extensa comarca.
Y contemple en Xochiapulco
Los soldados, las m u j e r e s ,
La prueba patente y clara
Los niños, nadie descansa
De que n o consienten y u g o
E n la terrible tarea
Los h i j o s de la m o n t a ñ a ! —
De q u e m a r sus propias casas;
Y c u a n d o el fuego está en todo,
En revuelta caravana
Volvió 4 levantarse luego
Emigran los moradores :
Como el fénix de la Arabia,
Los ancianos á vanguardia
Cuando la paz bienhechora
Y hombres, mujeres y niños,
Le prestó su sombra grata.
En agrupación compacta,
Pero queda en sus campiñas
Se ven del Cuautecomaco
Que el Xochitonal resguarda,
Sobre la vistosa falda,
El recuerdo de sus hechos,
Semejando en el ascenso
La alteza de sus hazañas,
Á las perseguidas águilas.
Q u e los laureles no envidian
Después... d e s p u é s . . . ]Con orgullo
De Sagunto y de Numancia,
Miran surgir de las llamas
Y que en Méjico repite
El h u m o , c o m o el incienso
Con noble orguiiu ia Pama.
Q u e ofrecen ante las aras
Del más sagrado y augusto
Altar de la madre Patria!

IV

Aquel m o n t ó n de ceniza»
Leves, sutiles y blancas,
Q u e el viento arrastró en su giro.
Sembrándolo con sus alas
C o m o un b a u n s m o de gloria
D e Tetela á Zacapoaxtla,
Han los antiguos c o n v e n t o s
En prisiones convertido,
Y jefes y subalternos
Ni tristes ni pensativos,
El fin de su causa esperan
HEROÍSMO MEJICANO« Con los ánimos tranquilos.
Q u e d a entre los generales
A MI AMIGO EL DOCTOR RAMÓN GUERRERO
U n o anciano y aguerrido,
De la bandera triunfante,
D u r o y tenaz enemigo,
Arrojado en la campaña,
Inteligente, instruido,
Incansable conspirando,
Las armas republicanas Siempre firme y siempre digno.
E n Q u e r é t a r o han v e n c i d o ;
Está condenado á muerte,
Presos c o n Maximiliano
L e h a n su sentencia leído,
F u e r o n soldados y adictos,
Y después d e que la escucha
En la guerra sin fortuna
No queda turbado y lívido,
Y en el i n t o n ü m o altivos.
Sino que amable y sereno
El vastago d e cien reyes
De su triste fiu convicto,
Perdió c o n pompas y títulos
Llama al jefe que custodia
La cabeza, y la corona,
La prisión d o está cautivo ( * )
Q u e ante el h o n o r son lo m i s m o .
Y con voz firme le d i c e :
— Coronel, y o necesito
( l ) El hecho que motivó esta composición, lo tengo suficien- Mi conciencia y mis negocios
temente comprobado con cartas de autorizadas personas que
fueron testigos de lo narrado. Esas cartas y otras muchas, rela- De prisa arreglar h o y m i s m o ;
tivas á diversos actos c a n u d o s en igual forma, serán en su opor- Podéis para tal objeto
tunidad las notas que agregaré á mi romancero de la « Guerra Llamar aquí, y os lo pido,
del Imperio
( I ) El ex-con vento de Capuchina» «a Q u e i é ' a r o .

poesías completas. — tomo l ,, l'j


U n abogado y un cura Libre estáis, y o lo p e r m i t o . —
Para dejar t o d o listo. — Q u e d ó el prisionero atónito,
Era el coronel un joven í de sus ojos el brillo
De antecedentes m u y l i m p i o s ; Aumentóse con dos lágrimas
T a n bravo c o m o arrogante, Brotadas de lo más íntimo.
T a n discreto c o m o altivo, Salió después, con asombro
Vastago de ilustre jefe De c e n t i n e l a s y e s b i r r o s ,
En ruda c a m p a ñ a h e r i d o ; Y c u a n t o s salir le vieron
L o conoció el prisionero M u r m u r a r o n del p e r m i s o .
A ñ o s atrás, siendo n i ñ o , Pasáronse muchas horas,
Y allí, su a c e n t o escuchando Horas largas como siglos,
En aquel instante critico, Y p o r fin con voz s o n o r a ,
Fija serenos sus ojos El c a m p a n a r i o vecino
E n el general cautivo, A n u n c i ó la m e d i a n o c h e :
Y d e esta suerte r e s p o n d e : — Ya n o vuelve — a l g u n o dijo,
— Sin ser d e vuestro partido Y el c o r o n e l r e s p o n d i ó l e :
O s c o n o z c o y os respeto — Volverá, q u e yo lo f i o ,
Por pundonoroso y digno. Y si no vuelve yo q u e d o
Yo venero en todas partes En su l u g a r , y es lo m i s m o . —
A l o s soldados antiguos, Á p o c o s u e n a n tres g o l p e s ,
Y si son d e vuestro temple T r a s ellos r e s s u e n a el g r i t o
En su palabra confio. D e l « , ; Quién v i v e ? » a l ' q u e contestan
Sabéis q u e os h a n sentenciado « Yo, S e v e r o del C a s t i l l o » .
A m u e r t e ; lo habéis oido, E r a el Jefe p r i s i o n e r o
Y necesitáis dos h o m b r e s Q u e s i e m p r e valiente y d i g n o ,
Para dejar t o d o listo. E s c l a v o d e su p a l a b r a
N o seré y o quien los l l a m e ; Iba á e s p e r a r el p a t í c u l o . (i)
Id á buscarlos vos m i s m o ,
fi) El g e n e r a l Severo del C a s t i l l o f u é d e s p u é s i n d u l t a d o de
Y volved, q u e aquí os e s p e r o ;
la p e n a de m u e r t e , y se le llevó p r e s o a la f o r t a l e z a de LTlüa
Estrechó la franca m a n o
Del coronel, c o n m o v i d o ,
Y retiróse á su celda
Ni consternado ni tímido.
¿ Cuál de los dos es m á s grande ?
¿Cuál de los d o s ? N o lo d i g o ;
Dígalo aquel que conozca, LOS MÁRTIRES DE URUÁPAM
Q u e rasgos c o m o el q u e pinto, ( a i da octubre de 1865)
Puede envidiarlos Esparta
MI EXCBLENTB Y MDY QUERIDO AMIGO
Y otro H o m e r o describirlos.
Vive el q u e joven entonce« MANOEL A. MERCADO

Dió al prisionero permiso,


Aun le sirve á la bandera
A que Juárez le dió brillo,
Y c o m o entonces mantiene
Su modesto n o m b r e l i m p i o : i
El general Carlos F u e r o ,
H o n r a d o , valiente y digno.
N o m e culpéis, si viviendo Hay un verjel escondido
T a n altos hechos p u b l i c o : En pintorescas m o n t a ñ a s ,
Es por gloria de esta tierra Q u e lo coronan las flores
Q u e a d o r o amante y rendido, Y lo acarician las a u r a s ;
Es p o r gloria de las armas, Dando al collado en que cruza
Q u e á la libertad dan brillo, Del Cupatitzio las aguas,
Y es por hoprar á los muertos Aromosa y fresca s o m b r a
Enalteciendo á los vivos. Las retorcidas zirandas.
Del fragante c h i r i m o y o
La nivea flor embalsama
Al viento q u e m a n s o g i m e
En la hojas esmaltadas Sobre una morena frente
De los cafetos que ostentan Con una cinta escarlata.
Sus dulces frutos de grana. El sol desde el limpio cielo,
En alegres callejones Templa su fuego y derrama
De doble y florida valla, Calor, vida y regocijo
Se cruzan entretejiendo Sobre la hermosa comarca.
Sus verdes flexibles ramas T o d o es alegre y risueño,
Árboles de opuestos climas La pradera dilatada,
Q u e dan frutas sazonadas. La cordillera fragosa
Y entre los bosques de flores, Q u e en su torno se levanta,
Y c o m o música grata, El torrente que á lo lejos
Susurran los arroyuelos Suelta la lluvia encantada
Y murmuran las cascadas, En que convierte sus ondas
Y zumban los chupamirtos, La sonora catarata
Alegres savales cantan Q u e á sus rocas debe el nombre
Y se plañen las palomas Popular de la saráracua.
Y se duelen las calandrias. Son los collados alegres
En las casitas ocultas Y son alegres las casas
Entre la verde enramada, Q u e entre bosques de naranjos
Lucen las guarís hermosas Rojizos techos levantan.
Su gentileza y su gracia. Pródiga Naturaleza
Su color envidia el trigo, Allí en todo se retrata,
La mar sus dientes reclama, Y no en vano le llamaron
Q u e son perlas escondidas De toda la Nueva España
En un estuche de grana. El paraíso escondido
Fulgura en su bello rostro En la tierra michoacana:
El fuego y la luz del alba, No hay pincel que lo retrate;
Y su negra cabellera Ese verjel es U r u á p a m .
Es la noche aprisionada
Y se contaba en U r u á p a m
II Q u e tras aquel descalabro,
Fué para los generales
Una tarde, los vecinos E l camino del Calvario,
De U r u á p a m , ven asombrados, El que entre cerradas filas
Á las tropas imperiales A seguir les obligaron.
Por el occidente e n t r a n d o , Era Salazar un h o m b r e
Y la noticia circula D e hercúlea talla, extremado
De q u e f u e r o n derrotados E n las corporales fuerzas,
E n Amatlán los valientes De carácter e s p a r t a n o ;
Guerreros republicanos. P r o n t o al encenderse en ir»
U n a sorpresa qué el pueblo Y con l o s débiles m a n s o ;
N o c o m p r e n d e , abrióle paso Terrible para el c o m b a t e ,
Al ejército de Méndez Risueño para el estrado.
Hasta llegar sin obstáculo, Arteaga corpulento,
Sin encontrar resistencia N o n e r v u d o ni gallardo;
Al lugar d o n d e alojados Con la cutis tersa y fina,
Estaban los generales De color a p i ñ o n a d o ;
Q u e allí tenían el m a n d o . Sobre la pequeña boca
Era Arteaga el primero, El- bigote negro y lacio;
Y Salazar que á su lado, V i v o s y ardientes los o j o s ,
F u e r o n p o r el enemigo Sedoso el pelo castaño.
P r e s o s en el m i s m o campo. U n a fiera en la batalla,
En tan violenta sorpresa S i e m p r e festivo en el trato,
Las tropas se dispersaron, Y d e carnes m u y o b e s o ,
Mas un n ú m e r o crecido Perpetuas huellas llevando
De oficiales y soldados, En a m b a s p i e r n a s , d e heridas
Heridos ó prisioneros Q u e á sanar n u n c a llegaron.
Hizo el enemigo b a n d o . C o n gran pesadez camina,
Q u e andar le cuesta trabajo, Y junto con el jinete
Y sufre agudos dolores Da en tierra entre los peñascos.
Con el trote del caballo. Se multiplican los golpes
Mas si el clarín al combate P e r o n o abaten el á n i m o
L e llama, fiero y osado, De aquel h é r o e que prosigue
N i sus dolores recuerda Sin un reproche en sus labios
Ni es su obesidad obstáculo Por la trabajosa vía
Para arrostrar el peligro Q u e le c o n d u c e al Calvario.
Á los suyos a n i m a n d o , O c u p a su pensamiento
P o r q u e en tan graves m o m e n t o s El triste recuerdo ingrato,
Se siente regenerado. De q u e en aquella jornada
C o n ellos, presos caminan, Quizá pudieran culparlo,
Al general ayudando, Porque, cuando en U r u á p a m
Villagómez y Villada Se presentó el emisario,
Y Díaz el de Paracho. A decir que el enemigo
Van en la azarosa senda Había salido de Pátzcuaro;
En una junta de guerra
Serenos y resignados.
Sostuvo Riva Palacio
Arteaga apenas puede
Q u e era o p o r t u n o el combate
P o r sus heridas dar paso
Y es Villada quien le deja Y era preciso librarlo.
El triste, endeble caballo Arteaga por desgracia
Q u e en prueba de gran estima T u v o parecer contrario,
El enemigo le ha dado. Salazar pensó lo m i s m o
Sube el General, mas luego Y entonces q u e d ó acordado
Sufre mayores t r a b a j o s ; Entre los tres generales,
La m o n t u r a p o r estrecha Q u e se retiraran a m b o s
Da martirio y n o descanso Y que al instante saliendo
Y el animal es tan débil De U r u á p a m Riva Palacio
Q u e camina tropezando Marchase á atacar Morelia

\
Sin d e m o r a ni descanso.
Ya sentenciados á m u e r t e
P o r eso va el prisionero
Y en capilla, quietos pasan
Pensativo, y a n h e l a n d o
Su tiempo los prisioneros
Villada, saber la causa
Díaz, Salazar, Arteaga,
De aquel repentino c a m b i o ,
González y Villagómez,
Al Jefe se la p r e g u n t a
Q u e á la siguiente mañana
Q u e le responde en el acto :
Van las tropas imperiales
« La reflexión q u e m e apena Á pasarlos por las a r m a s .
Y m e trae contrariado,
La última n o c h e de u n reo
Es pensar en cuán distinta
Q u e horribles crímenes paga
Fuera la suerte, si acaso
Y á patíbulo afrentoso
Seguido h u b i e r a el consejo
Lleva la justicia h u m a n a ,
Q u e en U r u á p a m d e s e c h a m o s ;
Está llena de terrores,
Ya tal vez hubiera m u e r t o
La velan negros fantasmal
C o m o merezco, en el campo,
Y parece que á la vida
N o c o n tan grandes ultrajes
Las victimas i n m o l a d a s
Para llevarme al cadalso. »
V u e l v e n en aquellas h o r a s
Y al decir esas palabras
Q u e son c o m o siglos, larga».
En sus miradas brillaron
P o r la cólera encendidos P e r o la postrera n o c h e
Deslumbradores relámpagos. Del que m u e r e p o r la patria,
Es limpia cual la conciencia
Y serena c o m o el alba.
Ni acuden remordimiento»,
Ni sofocan torpes ansias,
III H u y e el terror y u n a f u e r a
Siente misteriosa el a l m a ,
Q u e la eleva y la sostiene,
C o m o si tranquilas hora«
La diviniza y la ensancha.
Del nuevo sol esperaran, P o r eso veo el cadalso
C o m o postrer pensamiento
C o m o el solio que prepara
L a libertad ó la patria.
La Gloria á los q u e sucumben
Y el t r i u n f o á los que batallan.
N i n g u n o está amedrentado, IV
T o d o s en sentidas cartas,
í •
Q u e escriben c o n m a n o firme
U r u á p a m , están t u s calles,
Y piensan con m e n t e sana
T u s jardines y tus plazas,
Se despiden cariñosos
De aquellos h é r o e s augustos
De los seres q u e más a m a n .
P o r la sangre consagradas.
Comienza á lucir el dia,
Desde entonces los perfumes
Y el redoble de las cajas,
Q u e de t u s flores se exhalan
Les anuncia q u e ha llegado
El susurro de t u s brisas;
El m o m e n t o y q u e n o tardan
El m u r m u r i o d e tus aguas,
Los jefes que h a n d e llevarles
El canto d e tus palomas,
A m o r i r . — Está en la plaza
Y el rugir d e t u s cascadas,
F o r m a d o el c u a d r o ; los h é r o e s
Son el h i m n o q u e la Gloria
R e c o r r e n c o n la mirada
En h o m e n a j e levanta
A las tropas, y serenos,
De los q u e dieron la vida
Sin vacilar, sin q u e nada,
Del patriotismo en las aras,
T e m o r revele en sus rostros
L o s árboles q u e flexibles
Ni turbación e n sus almas,
Les prestaron s o m b r a grata,
S e colocan, vitorean
R e n o v a d o han veinte veces
C o n entusiasmo su c a u s a ;
Sus túnicas d e esmeralda,
S e yerguen m i r a n d o al cielo,
Y viva está la m e m o r i a ,
Escúchanse las descargas
Viva, q u e el pueblo la guarda,
Y d e los frágiles cuerpos
Del sublime apoteosis
Salen las gigantes almas,
D : los mártires de U r u á p a m .
Llevando de aquellas frentes
P o r el p l o m o destrozadas,
MONÓLOGOS

/
POKSÍAS COMPLETAS. TOMO I.
TIRAR LA LLAVE

Escrito para la inspirada actriz, Srta. Luisa Martínez Casado,


como un testimonio del afecto que le profesa su sincero
amigo.
-
£ l Auto*

PERSONA : C O N S U E L O , f r e n t e i un arman* del qut taca Im


cajón con variac prendas expresadas m ei mmiloge

A b r í a l fin este c a j ó n
Q u e un año tuve cerrado
Y parece q u e h e v i o l a d o
La t u m b a del c o r a z ó n .
S i e n t o m i e d o , siento h o r r o r
Y t o d a la calma p i e r d o ,
Cada p r e n d a es u n r e c u e r d o ,
Cada recuerdo un dolor.
C o n este h u m i l d e collar
M e e n c o n t r ó la n o c h e aquélla
Y l e pareci t a n bella
Q u e lo pude deslumhrar.
Ni al d o r m i r lo abandonaba^
Lo c o m p a r ó á un gran joyel Fué el único que llevaba
Q u e ricas piedras sustenta El día del casamiento.
Y me dió p o r cada cuenta Del templo salió dichoso
U n a palabra de miel. Y con dulce regocijo
Esta rosa ya marchita Miró este anillo y me dijo .
Q u e los años h a n d e s h e c h o , « ¡Ahora si, ya soy tu e s p o s o !
C u a n d o la m i r ó en m i p e c h o ¡ Ya uní tu suerte á m i suerte,
Le pareció m u y b o n i t a ; T e di mi n o m b r e y m i h o g a t ,
Rendido m e la pidió, N o n o s h a n de separar
Cautivada se la d i . . . Ni el olvido ni la m u e r t e 1
¡ Esta rosa llevó el sí N o temas rencor ni d o l o s ;
Q u e su a m o r correspondió ! ¿ Q u i é n la ventura te r o b a ? »
Esta pulsera, quisiera
Y en la puerta de m i alcoba
A u n q u e entonces me espantara,
Me besó y dijo i t ¡Al fin solos 1 »
Q u e aquí p o r magia me hablara
De su brazo, alegre, ufana,
Cuanto sabe esta pulsera.
Salíme al siguiente d í a ;
Estaba á mis pies u f a n o ;
| A rosas nuevas olía
« T e idolatro » m e decía,
El campo aquella m a ñ a n a !
Suspiraba, sonreía
Buscamos los dos la sombra
Y me besaba la m a n o . Sobre el césped fresco y blando,
Sus acentos expresivos Q u e dos q u e se están a m a n d o
Al besarme sofocaba Suspiran p o r esa alfombra.
Y la pulsera temblaba ¡ Q u é alegre cada cabana!
Con tantos besos furtivos. ¡ Q u é pintoresco el boscajeI
Este azul lazo de tul j Q u é misterioso el r a m a j e !
Lo r o b ó á mi traje al vuelo, i Q u é altiva cada m o n t a ñ t !
Diciéndome : « De tu cielo Volvimos á lá ciudad
Me llevo u n jirón azul. » Cuando la luna brillaba
¿ Y este anillo? ¡qué t o r m e n t o 1
Y éste le dijo « ¡ T e a m a ! »
j Y hasta en la lona encontraba
Ese pétalo aqui está
Rayos de f e l i c i d a d ! . . .
Y c o m o un dardo m e h i e r e . . .
¿ P o r qué tan triste concilio
T a n t a m e m o r i a querida?
¿ Por qué t o d o se nos m u e r e ?
¿ P o r q u é recuerdo esa vida,
¿ P o r qué t o d o se nos va?
Q u e comenzó en u n idilio?
C u a n d o está el cielo teñido
Testigos son estas flores;
De violeta, ópalo y grana
¿ Q u é importa q u e estén marchitas?
Nos anuncia la mañana
Margaritas; margaritas;
Un concierto en cada nido.
¿ Q u é decis d e mis a m o r e s ?
U n dosel de nubes rojas
É l con su m a n o os cortó
Se extiende por el espacio;
Y hallando m i rostro bello, Cada nido es un palacio
Los rizos de mi cabello Ocnlto entre verdes hojas.
C o n v o s o t r a s adornó. La tierna y alada g r e y
P e r o ésta que yace aqui Q u e a m o r cantando reclama,
C o n un pétalo o l v i d a d o . . . Desde la pintada rama
I Fué el intérprete a d o r a d o Saluda al sol c o m o á un rey.
Q u e elocuente habló p o r mi l N o hay en el m u n d o esplendores
Cogió con i n m e n s o a m o r C o m o los del n u e v o día
Esta flor sin m i e d o a l g u n o , Porque la aurora es la orgía
Lnego arrancó u n o p o r u n o , De las aves y las flores.
Los pétalos d e la flor... Mas pasa la claridad,
« Me ama », « n o m e a m a » decia El ave tiembla cobarde
De v e r m e á su lado ufano
Y las s o m b r a s de la tarde
Y r o d a n d o p o r su m a n o
Desatan la tempestad.
Cada pétalo caía...
Retumba el r a y o i m p o n e n t e ,
Y o , segura de la llama
Roto el árbol cruje herido
G u a r d é u n recato severo,
Y ya no busquéis el nido
Q p e d ó el pétalo postrero
k la mañana siguiente, N o h a y qué pisar sobre abrojos
Q u e al despuntar en el cielo Ni volver gemido el c a n t o . . .
El nuevo sol esperado, A las mujeres el llanto
El nido despedazado Les d e s c o m p o n e los ojos
Encontraréis en el suelo. Y no agradan en Verdad
Así el rayo aleve, impiOj Esas gentes gemidoras
De la m u e r t e en su f u r o r , C u y o r o s t r o á todas horas
R o m p i ó el n i d o de mi a m o r . . . Está diciendo : ¡ piedad!
¡ Así acabó el nido m í o 1 El extraño se divierte
¡ T o d o m u e r e ó se d e r r u m b a Y malo juzga lo b u e n o
T r a s la dicha y los placeres!,.,
Y además el mal a j e n o
¡ Yo soy de aquellas müjercá
Á nadie le da la m u e r t e .
Q u e llevan d e n t r o una t u m b a ! « . .
Van dos años de sufrir,
¿ Por q u é he abierto este cajón
Van dos años de llorar,
Q u e u n año duró cerrado?
Las lágrimas van al m a r
¡ Q u é triste es haber violado
Dijo quien supo s e n t i r . . .
La t u m b a del corazón!
Fui feliz, n o lo d i s c u t o ;
Lloro m i dolor p r o f u n d o
Ayer tuve un paraíso...
Cruzando campos desiertos...
¿ P o r q u e lo perdí, es preciso
¡ C u á n t o s vivos andati muertos
Q u e vista siempre de l u t o ?
En el carnaval del m u n d o !
El luto es la lobreguez
Pero cerremos, cerremos,
De l a s m u e r t a s i l u s i o n e s ,
Y reine el silencio grave... Se visten c o n s u s c r e s p o n e s
I N o h a y qUe mover esta llave E l c a n s a n c i o y la v e j e z .
Y en algo mejor p e n s e m o s ! Mi c o r a z ó n no es a n c i a n ó
L o dicho, en algo m e j o r , Pues g a r d a ilusiones g r a t a s . . .
Porque es m u y bueno, de prisa Vistan l u t o l a s b a e t a s
Pasar del duelo á la risa Q u e van á m i s a t e m p r a n o .
C o m o dice C a m p o a m o r . Las m o n j a s es natural
Q u e se e n l u t e n . . . c l a r o . . . s i . . . Á una flor sigue otra flor,
P e r o el luto para m i ¡Tal es la naturaleza 1
F r a n c a m e n t e , sienta mal. Me dió una flor dicha y calma
Yo he l l o r a d o . . . y n o se infiere Y m u r i ó entre mis arrullos...
De aqui, q u e t o d o ha a c a b a d o . . . H o y brotan nuevos capullos
¿ D o n d e está el que n o ha llorado En los jardines del alma.
C u a n d o alguno se le m u e r e ? N o es ilusión, es verdad,
¿ Y es eterno ese p e s a r ? Ya me cansan, ya m e afligen
Afirmarlo es p e s i m i s m o ; Los dardos q u e m e dirigen
La humanidad es lo m i s m o C u a n d o estoy en sociedad :
Q u e el firmamento y el mar. « ¿ N o se casa usted Consuelo ? »
G e l o y m a r volubles son « i C ó m o la vida se pasa
Y Dios ha puesto de intento U n a m u j e r en su casa
El mar en el pensamiento Con el marido en el cielo ? »
Y el cielo en el corazón. « ¿Sufre usted? | n i quien la crea! »
Dicha, a m o r , celos y afán « ¿ C ó m o vive usted sólita ? » .
Q u e nos c o n s u m e n y abrasan « ¡Sin novio y es tan bonital »
Son n u b e s . . . p o r eso p a s a n ; « ¡ Retraida sin ser fea! »
Olas... p o r eso se v a n . Y n o trata de otro asunto
G u a r d o el luto á m i marido El que de cerca m e mira,
Pues lo qnise sin enganos, Suspiro y d i c e n : « Suspira
P e r o llevo ya dos anos Pero n o p o r el difunto ».
D e cargar este vestido. Fui en familia una ocasión
Y a u n q u e de m u c h o me escuda Á un concierto y m e dijeron
Y á guardar respeto obliga... C u a n t o s de luto m e vieron :
N o m e gusta q u e se diga « ¿Viene usted del P a n t e ó n ?
A l ver m i luto : | Es viudal ¿ V i e n e usted llorando al m u e r t o ?
Y o lo digo c o n franqueza : jSi no está en el Purgatorio I
T o d o pasa, hasta el dolor ; De negro se va á un velorio
Y aquí estamos dé concierto.
¡ Qué Artemisa plañidera 1 Esto ya no puede ser
I Qué monja tan recatada! Y hoy lo termino sin duda,
¡Veremos si una enlutada, Yo seguiré de viuda
Baila bien una habanera 1 » Pero vuelvo á ser mujer.
Y alguna que yo me sé, Las que quedamos cesantes
Que mi esposo desdeñó, Con cuerpo y rostro no feos,
Me dijo : « Mírame, yo Somos de aquellos empleos
Por eso no me casé. Que nunca duran vacantes.
Él me ofreció un porvenir Yo tengo mi juventud
Y quiso que lo aceptara Y algo que me la sostenga,
Pero adiviné en su cara No es muy remoto que venga
Que muy pronto iba á morir. La primer solicitud.
Sólo tu que no tenias Anda mucho por allí
Entonces quien te dijera... Un joven guapo y discreto
Y ya lo ves... ¿quién creyera Que me tiene tal respeto
Que sola te quedarías ? » Que no se ha acercado á mi.
Y yo respondí hecha un ascüa Sólo en misa una ocasión
« Pues mal el augurio anduvo Me dijo quedo, al oído :
Que mi esposo siempre tuvo « Si aclara usted su vestido
El rostro como una Pascua. » Es que acepta mi pasión, *
Y otras veinte mil sandeces Por honrado lo reputo
Que me dan muy malos ratos Y no debo vacilar,
Y que cuarenta insensatos Á ver, me voy á probar
Repitan cuarenta veces. Algo que interrumpa el luto,
Si no, sale algún moscón (Se pone un ficbú a\ul.)
De los que entre copa y copa Asi, la flor en el pelo,
Disparan ¿ quema ropa Aquí flotando este tul.
Alguna declaración. I Qué bonito es el a2ul I
|Si el azul retrata el cielo!
Esto me rejuvenece;
Ya soy otra... ¡hermosa flor! ( Viéndose el peinado.)
Algo pasa en mi interior,
Siento como"que amanece...
¿ Pero ese triste cajón ?
jBien está! nadie lo sabe... R E C U E R D O S DE U N VETERANO
Requiem eteroam... la llave
La tiro por el balcón. PARA e l DISTINGUIDO ACTOR l e o p o l d o burón
Y me quedo así expedita,
Ni triste, ni misteriosa...
Este fichú y esta rosa...
¡Qué elegante! [qué bonital... Personaje: DON JOS* (de 80 afio».)
Gasas claras, no crespones;
Alegría y no dolor, El teatro representa la habitación de un viejo militar, modesta
Tiene este fichú el color y reducida. Una mesa con papeles, planos, libros, álbum de re-'
De las nuevas ilusiones. tratos, una corneta, un machete suriano, una condecoración y
una bandera mejicana, peque&a y enrollada. Es de noche. D o a
Su azulada claridad José viste un traje de antiguo soldado, con redingote gris ó
Dice : ¡Te quiero! ¿lo dudas ? azul oscuro, botones dorados y una gorra de cu&rteL
i Esto mismo harán las viudas
De toda la humanidad! |Noche de invierno! Es verdad;
Por ir de este ensueño en pos Sopla afuera el cierzo impío;
Metiéndome en nuevas redes Algo hay más negro y más frió:
Ya no hablo más con ustedes : ¡ Mi espantosa soledad 1
Muy buenas noches y adiós. Nunca como en esta ves
Si este amor me da un Edén, Me sentí más abatido;
Que el cielo os dé igual encanto... De los mares del olvido
Voy á esperarle... entre unto Es un puerto la vejez.
¡Que ustedes lo pasen bien 1 ¡Ochenta años! qué de engaños,
De luchas, de desventuras,
De ágrimas y amarguras, Sobre el Monte de las Cruces í
Caben en tan Largos años. Yo en mi hermosa juventud
N a d antes del siglo; fué Vi aquella cabeza cana
Mi padre u n labriego honrado, Fulgurar en la mañana
Q u e , ignorante é ignorado, Q u e abolió la esclavitud.
Vivió en brazos de la fe. Yo anuncié la dispersión
Hizo el bien, ignoró el mal, Q u e tristes memorias deja.
Y su música más sana Cuando nos tomó Calleja
Fué la voz de la campana El puente de Calderón.
De su parroquia natal. Y después que por malditas
Sin deudas ni sinsabores Rencillas lo traicionaron,
Dejó el m u n d o el mismo día Yo vi c ó m o se llevaron
Q u e con Hidalgo nacia Su cabeza a Granaditas.
La I n d e p e n d e n d a en Dolores. Entre penurias y duelos
Mi edad, de glorias avara Q u e venció mi ardiente fe.
Vló en esa causa una a u r o r a : Seis meses después logré
Pasó Hidalgo p o r Zamora Incorporarme á Morelos.
Con r u m b o á Guadalajara. ¡Nadie á este genio conoceI
Yo con doce primaveras Era de la guerra el rayo,
Fui á presentármele ufano ; Digalo aquel dos de mayo
¿ « Qpieres, m e dijo el anciano, De mil ochocientos doce,
Ser un soldado de veras? En que con heroico pecho
» Si no puedes chiquitín Al despuntar la mañanz
Con arcabuz ni escopeta \ » Seguido de Galeana
« Señor, dadme una corneta. Q u e fué su bra\o derccbr
Comenzaré de clarín. ? En Cuautla, con férrea m a n o ,
¡ O h recuerdo que seducesI Rompió sin teme? reveses,
Fui su clarín, ¿qué más gloria? El sitio que por tres meses
¡Yo di el toque de victoria Sostuvo i Calleja v Llano-
Pr.i fiAS CQ*tf.KTA8. — TOMO t
Pude haberte abandonado,
Aquel esfuerzo viril
Pero al mirar tu pasado
Hace ¡ oh m u n d o ! que te asombres;
N o te entregué; ¡te escondíl
Con Morelos tres mil hombres
Reliquia de mi existencia,
Vencjmos á doce mil.
T o d o s tus toques benditos
Lleva el indomable Aquiles Se apagaban á los gritos
A Huajuapam sus legiones, De « ¡Muerte ó Independencia! »
T o m a catorce cañones T e g u a r d é . . . después los cielot
Y mil doscientos fusiles. . Su protección nos negaron,
Después Tehuacán ataca,
Y de rubor se nublaron
Y nunca de aliento falto,
Viendo morir á Morelos.
C o m o un león por asalto
Mató el gobierno español
Se apodera de Oaxaca.
A aquel atleta entre atletas,
| Semidiós de nuestra historia I
Quedaron varios planetas
Firme le seguí hasta el fin,
¡ P e r o les faltaba el solí
Pues con él fué mi clarín
J o v e n , patriota y entero
El clarín de la victoria. (Saca un clarín)
Seguir quisf la campaña,
Aquí estás viejo instrumento,
Y fui al Sur, á la montaña,
¿ Q u i é n al verte te respeta?
Con el generai Guerrero.
Dirán : « Es una corneta ».
En las Mistecas c o n él
¡Mienten! ¡ e s u n m o n u m e n t o !
Burlamos la adversa suerte...
Contigo siempre fui en pos
¡ Q u é valeroso y qué fuerte
De los héroes á la guerra;
Era el insurgente aquél I
¡Los héroes son en la tierra
Debajo de la ceniza
Los elegidos de Dios!
Q u e mi cabeza emblanquee«^
I T u s breves toques sonoros
Lo busco y se m e aparee«
Fuego anunciando ó diana,
Pelo crespo, tez cobriza,
Oyeron Bravo, Galeana,
O j o s negros y p r o f u n d o s ,
Sesma, Mier y Matamoros!
Gran talla, frente serena,
Cuando á sargento ascendí
De Luaces y de Liñán.
Su afán romper la cadena Entre nosotros ninguno
Q u e ligaba los dos mundos. Dejó jamás á Guerrero,
Fué el firme entre los soldados: Vino al fin el diez de enero
T o d o s desmayado habían; Del ochocientos veintiuno.
Con Calleja unos morían, Fecha que el triunfo decide,
Otros iban desterrados. Á Acatempan nos llevó,
Sólo Guerrero en su ley Donde á Guerrero esperó
Con su esfuerzo inquebrantable, Don Agustín de Iturbide.
Llegó á ser el indomable N o es mi memoria tan mala
Q u e diera espanto al Virrey. Y vivo guarda el recuerdo,
Nada torció sus anhelos, Pusiéronse ambos de acuerdo
Q u e aquel corazón de bronce, Y se fraguó el plan de Iguala.
Desde el ochocientos once Publicado al mes siguiente
Entró á servir con Morelos. A Valladolid rendimos,
Después solo, en las montañas, Luego á Querétaro y fuimos
Tenaz la causa sostuvo A Puebla directamente.
Y veinte triunfos obtuvo Renace aqui todavía
En veinte heroicas campañas. La emoción santa y sincera,
En todas ellas venció; Q u e tuve al ver la bandera
Recordarlas me conmueve, De la amada patria mía.
Desde el once al diez y nueve N o me pasa la impresión;
A todas asistí y o . (Saca un nmchtU suriano.) Nunca sentí más respeto
Aqui está; su augusta mano Q u e al escuchar el decreto
Me dió en Cuautla este machete Q u e dió vida al pabellón.
Diciendo: « Sargento, vete | Q u é augustos 1 ¡qué hermosos día
Por la cabeza de Llano ». Con qué fe nos aclamaban,
Velo/ c o m o un huracán, Con cuánto amor nos llamaban
En mil lances renombrados, « Los de las tres garantías ».
Temblar tuzo a los soldados
El v e r d e : la religión, De a m o r la ciudad entera
( F u é p r i m e r o la conciencia) Y al mirar nuestra bandera
El blanco : la independencia Las gentes se arrodillaban.
Y el encarnado la u n i ó n . Bajo toldos de p e n d o n e s
Y p o r s í m b o l o inmortal Verde, blanco y escarlata,
Erguida el águila indiana, Con las vajillas de plata
Desgarrando soberana Reluciendo en los balcones;
La serpiente en un nopal. Con arcos de a r m i ñ o y tul
Nunca, lo digo eu verdad, En c o n j u n t o h e r m o s o y raro,
H e visto m á s alegría El sol estando m u y claro
Ni m á s llanto que en el dia Y el espacio m u y azul.
Q u e e n t r a m o s á esta ciudad. Al s o n o r o r e t u m b a r
Ni p o r m e n o r e s ni n o m b r e s De la hermosa artillería,
Recuerdo y es natural, Y á los gritos de alegría
E n t r a m o s en son triunfal Lanzados en cada h o g a r ,
C o m o diez y seis mil h o m b r e s . Las madres c o n santo a m o r
T r e s c i e n t o s a ñ o s después Y entre dulces regocijos
De que a s o m b r a n d o estos valles Acercaban á sus h i j o s
Entraron p o r nuestras calles Al pabeHón tricolor.
Las tropas de Hernán Cortés. T r a s Iturbide, marciales,
Iturbide por delante Séquito altivo y h e r m o s o ,
Resplandeciente d e brillo. Iban en g r u p o vistoso
Sobre un caballo tordillo Nuestros viejos generales.
Nervudo, altivo y p u j a n t e . j Q j i é vanguardia tan brillante I
o Vencedor, h i j o del cielo, T r a s ella, airoso marchaba
Gritaban, jViva la pazl » T o d o lo que se llamaba
Regando al mirar su faz Ejército trigarante.
De frescos lauros el suelo. Atronaban el espacio
T o d o s c o n gozo atronaban Gritos d e e n t u s i a s m o fieles;
F u é un camino de laureles Derrotamos en T a m p i c o . . .
Hasta llegar á Palacio. 1 C ó m o viste á sus soldados
Allí Iturbide quedó Al mandato de Santa-Ana,
Y á varios nos repartieron Volverse para la Habana
U n recuerdo... el que me dieron Vencidos y desarmados!
Intacto lo guardo yo. ¡ C ó m o te bañaste en luz
Es un recuerdo sin par Cuando expuesto á mil reveses,
Q u e duplica su valía Santa-Ana echó á los franceses
Haberlo obtenido el día, ~ Del puerto de Veracruz!...
Q u e nadie podrá olvidar. Y ¡ c ó m o limpio has venido
Una pequeña bandera; Sin dejarme ni un m o m e n t o ,
Aqui está... |prenda bendita! Para ser el ornamento
Entre tus pliegues palpita De los años que he vivido I
¡ O h Patria!... tu historia entera. •
Me la dió el Libertador ¡ Q u é fría es la ancianidad
Cuando en su afán tuve f e . . . Bajo el sol de la razón,
De él contigo m e alejé Se ve desde un panteón
Cuando se hizo emperador. A toda la humanidad l
N o guardo rencor ni e n c o n o ; ¿ T o d o ha sido lumbre fatua?
¡ Bien sabe el O m n i p o t e n t e ¿ T o d o es ficción? ¿Nada es cierto?
Q u e ni tú ni este insurgente Dudo á veces si ya he m u e r t o
Saludaron aquel t r o n o ! Y estoy viviendo en estatua.
Santa insignia mejicana Se hielan los pensamientos
j C o n qué afán te saqué y o De la experiencia á la luz...
La vez en que proclamó • • • • •

La república Santa-Ana! Aqui... ¿qué brilla?... mi cruz.


C ó m o en tradiciones rico (La toma y lee el anverso.)
Por los años consagradas, « Treinta contra cuatrocientos ».
Surgiste cuando á Barrada» Acción memorable, s i ;
En que füimos campeones Á la Angostura marchó
Con Meoti, treinta dragones Contra la invasión tirana,
De « fíeles del Potosí ». Y una bala americana
Han m u e r t o y a ; con razón; La vida le arrebató...
Sólo á mi, Dios me sostiene; Años hace y todavía
Soy ya el único que tiene De luto está mi alma entera;
Esta condecoración. Si Dios ocasión m e diera
Con qué amor lo vengarla.
(Abre el álbum de retratos.) Bandera de tres colores
j O h ! aleve destino impío Por el mejicano amada;
Para mi, d u r o é i n g r a t o ; Santa bandera soñada
Tiemblo al ver este retrato; Por el cura de Dolores;
\Pobre Luis! ¡pobre hijo m i o l Bandera que has tremolado
Perdió á la madre al nacer Desde el a ñ o veintiuno
Y quedó solo conmigo. Sin que ninguno, ninguno
T u v o el vivac p o r abrigo, T e haya abatido ó m a n d u d o .
La bandera por mujer, Mi Luis voló en pos de ti,
El rancho por alimento Pues eras su fe, su egida
Y por arrullos amados, Y por ti perdió una vida
Los cantos de los soldados Q u e yo á tu sombra le di.
En medio del campamento. Murió soldado leal;
Sus más gratas diversiones De otra suerte si viviera,
En sus primeros abriles, V a m o s . . . lo sé bien... ya f u e r a
Se las dieron los fusiles, Un bizarro general...
Los sables y los cañones. Murió cubierto de gloria
Creció soldado sin par Y h o y lo miro solamente,
Y ya joven y valiente, Pasar lista de presente
Habiendo sido teniente En el cuartel de la historia.
Del Colegio Militar. I Hijot mi abatido ser
Toca el dintel de la m u e r t e ;
P r o n t o , muy p r o n t o he de v e r t e ; Adora c o n toda el alma
Lloro por volverte á ver. El suelo d o n d e nació.
P o r este suelo velad
Eras mi sola fortuna,
Eras mi sola alegría, Y en él vuestros ojos fijos,
Moriste y descfe aquel día Mantened sobre sus hijos
N o tengo dicha ninguna. El sol de la libertad...

Mis potencias se aminoran, Q u e el mar se lo trague fiero


T e lloro c o n s t a n t e m e n t e . . . Y sus m o n t a ñ a s allane
Vamos J o s é . . . sé valiente Antes de que lo profane
Los insurgentes no lloran... La planta del extranjero.
Cuando el alma duele tanto Al salvar su h o n o r y prez
La pena á los ojos sube, Me siento joven y fuerte
Busca espacio... forma nube,
Se deshace y llueve llanto. P e r o si ya soy la m u e r t e ,
Nada puede la vejez...
Si en o t r a nueva invasión
Nuestros hogares asaltan, Ya mis delirios son vanos,
Las fuerzas q u e aqui me fallan É inútiles mis a r r o j o s ;
Las tengo en el corazón. Ya n o tienen luz ios ojos,
T i e m b l o . . . m a s n o retrocedo Ni fortaleza las m a n o s .
Otros nacieron mejores
Y al defender el h o n o r ,
T e n g o brazos sin vigor, Y ellos lucharán m e j o r . . .
Pero corazón sin m i e d o . T ú serás mi último a m o r
Bandera d e tres colores.
¡ Cuánto heroico amigo ausente ¡
G u e r r e r o , Hidalgo, Morelos, T e consagré m i existir,
Si vivis allá en los cielos Regó mi sangre tu alfombra
Velad p o r este insurgente. Y h o y sólo anhelo tu s o m b r a ,
P o r el q u e todo perdió j T u s o m b r a para m o r i r !
Y que el m u n d o pueda ver
Y p r o n t o á morir en calma
Q u e alumbras con tus reflejos,
Las tumbas de aquellos viejos
Q u e te salvaron ayer.
I M u n d o 1 las dichas que das
El llanto al fin las resuelve:
El sol que se ausenta, vuelve;
EN VÍSPERAS DE LA BODA
La vida que h u y e , jarais.
Pero mi gloria mayor MONÓLOOO f A K k IL BIMET1C10 DHL ACTOS. SÁ.NCULZ POJO
Será ver cuando me muera,
Libre, respetada, entera» EHrtnatU la hmm dtlljét Ho¡to t* ti Gts» Ttatró Kacimtld* Uéfia
Mi bandera t r i c o l o r

Personaje : Juan

La escena representa la alcoba de un joven elegante y habrá


en «lia todas las prendas á que se refieren Uw verso«.

j Pero si no puede ser i (Mirando su rúo).)


Mi reloj va adelantado...
j Las c u a t r o ! estoy engañado,
¿ T a n pronto va á amanecer i

jAqui está mi frac I ¡flamante?


El chaleco, sin pasión;
Muy b i e n . . . y este pantalón :
C o r r e c t o . . . ¡ m u y eleganteI
Las tumbas de aquellos viejos
Q u e te salvaron ayer.
I M u n d o 1 las dichas que das
El llanto al fin las resuelve:
El sol que se ausenta, vuelve;
EN VÍSPERAS DE LA BODA
La vida que h u y e , jamis.
Pero mi gloria mayor MONÓLOOO fAKk IL BIMET1C10 DHL ACTOS. SÁ.NCULZ ÍOIO
Será ver cnando me muera,
Libre, respetada, entera» EHrautU la hmm düljét tn ti Grs» Tmlre KacimtJd* Uéfia
Mi bandera t r i c o l o r

Personaje : JUAN

La e M U representa la alcoba de un joven elegante y habrá


•a ella toda* las prendas á que se reiteren U» verso«.

j Pero si no puede ser i (Mirando su ftloj.)


Mi reloj va adelantado...
j Las c u a t r o ! estoy engañado,
¿ T a n pronto va á amanecer i

jAqui está mi frac I ¡flamante?


El chaleco, sin pasión;
Muy b i e n . . . y este pantalón :
C o r r e c t o . . . | m u y eleganteI
C i n c o . . . seis... es media n o c h e .
Los c h o c l o s . . . ¡ q u e buen charol!
Y y o que DO fui al teatro
El clac... ¡ d e forma s e v e r a !
Ni á visitas... m e dormí,
Y aquí para la pechera
Y al ver m i reloj creí
¡ Un diamante c o m o un s o l !
Q u e estábamos en las c u a t r o .

Q u é ¿ nada m e falta ya ?
I La media n o c h e ! es decir
U n p a ñ u e l o . . . le p o n d r e m o s
Q u e bien me p u e d o acostar :
Esencia y lo g u a r d a r e m o s . . .
Pero al que se va á casar,
¿Y mi corbata? Aquí está.
¿ L e será fácil d o r m i r ?

Ahora si; t o d o está listo; I A h ! j s e m e o c u r r e una idea!


Dentro d e u n breve m o m e n t o Y cuidado que n o es mala.
C u m p l o con un sacramento T e n g o una caja en la sala
Q u e instituyó Jesucristo. Q u e en su exterior es m u y fea,
P e r o q u e guarda escondida
U n a historia de placeres ;
Si lo pienso, me confiando, | Las caitas de las m u j e r e s
Esto n o se ha de pensar : Q u e m e han a m a d o en la v i d a !
¿ P o r q u é m e v o y á casar? Es depositaría fiel
Porque lo hace t o d o el m u n d o . De prendas de a m o r e t e r n o
En el cual, p o r ser m o d e r n o ,
T e n g o una novia m u y bella Abunda m u c h o el papel.
Y m u y ¡oven y m u y rica... Y ya que al h o g a r me entrego,
Siendo así, ¿ quién n o se explica Y á sus ternuras dichosas,
Por qué m e caso con ella? Daré todas esas cosas
A las cinco vendrá el coche A la basura y al f u e g o ,
Y en él vendrá mi p a d r i n o . . . j Venga la caja... t e n d r é
Mas suena el reloj v e c i n o . . . Para abrirla, gran v a l o r . . .
POESÍAS COttCLSTAS. — TOBO 1.
Me siento un inquisidor I... Y dice mny claro : Inés.
Capaz de un auto de f e ! . . . I Ah 1 ya recuerdo, esto e s
(Se va y vuelve con la caja.) Un pedacito de pan.
Aquí e s t á . . . me he trastornado Ardiendo en dulce pasión
Al tomarla, claro, si, Lo quité d e su boquita,
C o m o que palpita aqui Pues le dije : « Palomita,
La historia de mi pasado, Dale pan á tu pichón ».
j Valor, Juan 1 ¡ m u c h o valor I
La abrí... y el alma m e duele, ¿ Y este papel tan doblado
Pero, i qué bonito huele ! Y tan pequeño á la par ?
¡ H u e l e á juventud y a m o r ! Vamos... debe de guardar
Algún tesoro sagrado.
j Q u é cinta! ¡color de cielo! (Jesús! ¡ q u é barbaridadI
Ésta me la dió María... ¡ Q u é cosas hay en la tierral
¿Y este rizo? es de Lucia... Este papelito encierra
Este m o ñ o de C o n s u e l o . . . Las uñas de Soledad.
Esta pulsera de Elena... Una vez se las cortó
¿Trenza rubia? de Belén, Estando junto de mi.
| U n broche! no sé de q u i e n . . . « ¿ M e das los recortes? » — « SI
¿ Y esta flor ?... de Magdalena. Y v a m o s . . . que me los dió.
¡ U n a liga!... ¡ Q u é d e m o n i o ! Y esto lo grave no fué.
Se cayó... la recogí, Q u e en amores no hay reproche.
Y por esta liga di Lo grave fué que esa noche
Palabra de matrimonio. Esto? recortes besé;
¿Si será un impedimento Les llamé ¡ prenda sagrada!
Q u e me causará querellas ? Los oprimí sobre el pecho
Fué una palabra de aquellas Y al estar solo en mi lecho
Q u e pronto se lleva el viento. Los puse bajo la almohada.
¿ Y esto?... ¿ qué es esto, buen J u a n ? ¿ C ó m o se pueden hacer
MU^OLÜCJUS 34 T
$ :

Ciertas cosas? ¡Yo l o i g n o r o ! Cien veces dijo q u e n o ,


i Quién guarda c o m o tesoro Pero al fin dijo que si.
Las uñas de una m n j e r ! « Mi cielo, mi amor, mí v i d a
Aqni hay otra prenda ¡ horror 1 La dije, yo era un bendito,
No m e atrevo ni á mirarla... Escucha, yo necesito
Pero es justo disculparla. Q u e tú me des la medida. »
; Q u é historias tiene el amor 1 Y dejándome perplejo
T u v e en mi mejor edad El ángel de mi ilusión,
Una novia... y va de cuento... Me arrojó p o r el balcón
Imbécil de nacimiento Por muestra ¡ un zapato viejo!
Y cursi de calidad. Juzgando el presente, grato,
Para pintarla diré, Con amor lo levanté
Q u e escribió (¡ por Belcebúi) Y . . . ¡qué d i g o ! . . . hasta besé
Corazón siempre con q Aquel maldito zapato.
Y Juan j q u é d o l o r ! con g. Ella m e lo entregó ya
De su amor en el afán Roto, horrible, d e s m e m b r a d o . . .
Teniéndolo por buen uso, Pero es cierto... lo he besado
« Mi cuerudo Guan », me puso, Y fué un c r i m e n . . . Aquí está.
Por p o n e r : « Querido Juan ». ¡ U n guante color m a r r ó n !
Tenia unos pies la hermosa El hecho no está distante,
T a n pequeños á mi ver, Es una historia este guante
Qjje los podía esconder De cierta equivocación.
En ti cálii de una rosa. Lola, una fresca amapola,
No eran pies, eran jazmines, Q u e del m u n d o en los horrores
Y y o , su amante ferviente, Nunca quiso ser Dolores
Q u i s e darle por presente Y gozaba con ser Lola,
Un par de ricos botines. Llena de gracia y dinero
La medida le pedk; Iba en un landó imperial
Al oírme se asustó, Con su mamá, que era iguai
A un r u d o carabinero. Mas la beso — y ¡ oh d o l o r !
Siempre al despuntar la n o c h e Esa m a n o perfumada,
S u aquel coche salla Me larga una bofetada
Y á su puerta me ponía Con tal fuerza y tal rencor
Para ver salir el coche. Q u e yo que amante y sencillo
Asi esperándola ufano, Busqué un placer, no un agravio,
Al pasar cerca d e mí Sentí desgarrado un labio
Sacaba la m a n o . . . asi... Y fracturado un colmillo.
Y y o besaba su m a n o . « ¿ Con que así m e pagas ya
La madre al fin lo n o t ó El a m o r que te ofrecí ? »
Causándole gran disgusto; . Y me dijo : « Yo no fui,
Se propuso d a r m e un susto Pregúntalo á mi m a m á ».
Y los lugares cambió. Después p e r d o n ó el amante
e Ahora aquí te has de sentar », La ofensa q u e r e c i b i ó ;
« N o , m a m á , voy de este lado ». Y ella turbada me dió
« ¡ N o , niña, te lo he mandadoI C o m o recuerdo, este guante.
| Q u é n o ! cambia de lugar ». El mirarlo n o me alegra.
Y cuádrele ó n o le cuadre jEs una memoria i m p u r a !
La niña el lugar cambió, | C ó m o que fué la armadura
Y sin chistar o c u p ó De la m a n o de mi suegra l
El asiento de la m a d r e . <¡ Y este clavel ? fui Raquel
Ésta, | proceder v i l l a n o ! Una Raquel casquivana
Abusó de mi inocencia La q u e me díó u n a mañana
Y sacó con indolencia Este precioso clavel.
Al v e r m e su antigua m a n o . Ya está seco y sin p e r f u m e
Y o , juzgando regla fija C o m o el alma de esa ingrata}
L o que estuve obedeciendo, |E1 tiempo todo lo m a t a ,
Besé la m a n o creyendo, L o deshace y lo c o n s u m e I
La v e r d a d . . . que era la hija. Pero el recuerdo está impreso}
Muy cara esta flor pagué, Prendas, cabellos, papeles,
Cada pétalo cambié... I Yo soy vuestro S a l o m ó n !
No lo digáis .. ¡ p o r un b e s o l Hay mil cartas y á fe mía
Ella q u e casada está, L e juro sobre mi h o n o r ,
Cuando me encuentra en la vida Q u e todas sienten a m o r
Se hace la desentendida Y ninguna ortografía.
Y n o m e c o n o c e yz. En mi edad ardiente y Iocx
Y y o le digo : Raquel, Avida d e mil placeres,
T o d o m u e r e en el o l v i d o . . . Yo buscaba e s las m u j e r e s
j Si supiera su marido O j o s , mejillas y boca.
La historia d e este clavel! Cada novia era un Edén
Aquí h a y violetas, p o e n s ; Y un encanto celestial;
j Q u i é n su símbolo n o expKca! Tedas m e escribieron mal
¿Al fuego ?... n o ; á la botica, Pero me besaron bien.
Para infusión de violetas. Y yo las a m é p o r eso,
Esta cruz m e la d ó Luz Tai vez cometí un dislate,
C u a n d o y o en a m o r d e s h e c h o Pero cada disparate
La dije : Q u i e r o en tu p e c h o L o castigué c o n n n beso.
Besar d e v o t o esa cruz. La ignorancia asi se premia
Y con gran franqueza os hablo, Y así se alcanza un placer...
Mientras mi a m o r se m a n t u v o , ¡ Al cabo nunca h e de ser
O s l o juro : s i e m p r e estuvo U n m i e m b r o de la Academia!
Detrás de esta cruz el 1 labio. Pero no hay q u e pensar ciego
L u z era joven y bella, En tal cosa á tales h o r a s ;
Mucho la quise y me a m ó , Prendas y carias traidoras
Ella al diablo se e n t r e g ó No h a y remedio ¡ al f u e g o ! al fuege
Y o t r o j se casó con ella! Ya el alma no diviniza
¿ Y e s t o ? . . . d u e r m e corazón Vuestra extinguida pasión,
Sobre tan frescos laureles, Seréis c o m o la i l u s i ó n ;
|Nada más humo y ceniza! A ver que cosa le achaca
Fué ayer vuestro santuario A mi encantada presea...
Mi pecho, bien lo sabéis, ¿Qué dicen en la platea?
Mas no importa, hoy arderéis ¡ Ah ! ; por aquella butaca!
¡ En honor del Diccionario!
Pues señor, es buena fiesta,
Cariño escrito con, q Que me pone en gran temor...
Ni me vences ni me matas; ¡Si le habrán hecho el amor
¡No conozco á las ingratas Los señores de la orquesta!
Que ayer me hablaban de túl
¡ Qué dicen 1 ¡qué! ¡voto al cielol
Todo 10 debo olvidar, Saben algo... á ver... en fin...
Por nada debo sufrir ¡Me mira el primer viollnI
Y ya me voy á vestir, ¡ Se me esconde el violoncelo!
Pues ya me voy á casar. ¿Quién habla? ¡ por vida mía 1
La mujer que yo he elegido- Padezco tormentos fieros
N o tiene tacha, á mi ver; ¿Hay risas en los terceros?
He buscado una mujer... ¡Ah no! ¡fué en la galena!
Digna de tan buen marido.
Y crece mi pena fiera;
Es muy chiquitína... asi...
Ya no me caso ¡ay de mi I
Con un rostro encantador,
Si ya murmuran aquí...
Y con un nombre : ¡ Leonor! Después ¿ qué será por fuera ?
Y con una alma ¡ ay de mi 1
Ya di palabra y no es vana:
Me ha pescado en duras redes,
Faltar será una locura :
A mi que hui á más de cuatro...
¿ Y qué va á decir el cura
A veces viene al teatro...
Cuando me espere mañana?
¿No la conocen ustedes?
Pues que esperando se quede,
He oido cierta expresión
Su oficio á esperar le obliga;
Como quien mete un embrollo...
¿Y qué va á decir? ¡ qué diga
Fué... no me engaño... aquel pollo
Misa cantada si puede!
D e abajo de aquel balcón.
¿ Me caso ó ya no me caso?
Á todo estoy decidido,
El caso es c o m p r o m e t i d o ;
Diga usted... ¿daré ese paso ? ÍNDICE
¿Usted es casado?... A m é n ;
¿ Y le va á usted bien ? Me alegro
j Y tiene usted suegra y suegro ?
Pues señor, está muy bien.
CARTA AUTÓGRAFA DfcL AUTOR Vn
La empresa es muy arriesgada
Y á vuestra opinión la dejo.
Señores dadme un consejo CANTOS DEL HOGAR
Dedicatoria j
Envuelto en una palmada.
A Juan de Dios Peza, soneto de J. Blengio 5
Si harto aplaudís, sabré y o
k Juan de Dios Peza, soneto de J. Rafael Franco. . . . 6
Lo que debo hacer a q u í ;
Mil aplausos dirán si...
Y otros mil más dirán no. Mi padre 7
Aplaudid hasta de vicio Á mis hijas 10
A mi hija Concha r;
Q u e así las fuerzas recobro
Fe?;!-? 7 muíiícnp 16
Y por aplaudir no cobro Mi mejor lauro. 20
En noche de beneficio. C í t i r en casa. 24
Mi hija Margot 37
Bebé 30
(Ttlón.J Reyerta infantil 33
La velada 37
Venid los tres 43
Cambio de nombre 45
Mi oasis 4!
Mi talismán 49
Este era un rey 51
culto del abuelo $5
Patria . . 60
SI gran gafo? .0. . . 68

. /
Á todo estoy decidido,
El caso es c o m p r o m e t i d o ;
Diga usted... ¿daré ese paso ? ÍNDICE
¿Usted es casado?... A m é n ;
¿ Y le va á usted bien ? Me alegro
j Y tiene usted suegra y suegro ?
Pues señor, está muy bien.
CARTA AUTÓGRAFA DFCL AUTOR VN
La empresa es muy arriesgada
Y á vuestra opinión la dejo.
Señores dadme un consejo CANTOS DEL HOGAR
Dedicatoria j
Envuelto en una palmada.
A Juan de Dios Peza, soneto de J. Blengio 5
Si harto aplaudís, sabré y o
k Juan de Dios Peza, soneto de J. Rafael Franco. . . . 6
Lo que debo hacer a q u í ;
Mil aplausos dirán si...
Y otros mil más dirán no. Mi padre 7
Aplaudid hasta de vicio Á míe hijas 10
A mi hija Concha r;
Q u e así las fuerzas recobro
Fe?;!-? 7 muíiícnp 16
Y por aplaudir no cobro •Mi mejor lauro. 20
En noche de beneficio. C í t i r eu casa. 24
Mi hija Margot 37
Bebé 30
(Ttlón.J Reyerta infantil 33
La velada 37
Venid los tres 43
Cambio de nombre 45
Mi oasis 4!
Mi talismán 49
Este era un rey 51
culto del abuelo $5
Patria . . 60
SI gran gafo? .0. . . 68

. /
flp.
A mi primogénita. . . . , 71 La pierna de Su Alteza >5°
La* bodas 72 Ni el nombre ni el oficio 257
Juegos del alma . 75 SI Centinela 26:
« En el cielo y en la calle » . 76 A los alumnos del colegio militar 366
El primer paso . . . . 83 La Corte Marcial 273
Con mi* hijos 85 Xochiapulco 280
El cuento de Margot . 83 Heroísmo mejicano . . . . . ' 288
Mi colegiala. 91 Los mirtirej de Uruápam 293
Noche Buena 94
Cómo es Margot *
¿Madre ó Mamá? 1»
Teología infantil iok MONÓLOGOS
Sum Umbra su
Meditación 115 Tirar la Uave y>7
Méjico y España ' IlS Recuerdos de un veterano 319
Á la Virgen Marta (En días de tribulación) 121 En vísperas de la boda 335
A mi prima Concepción Guerrero de Adame a 123
Á Caítos Adame 124

r.UiáANCES, LEYENDAS Y TRADICIONES

El tontito de Regina . . . . . . . 139


El prisionero de Papazindán • . . 172
Primero es la Patria 188
Los fueros del ve. 194
La heroína d<. ciolor > . .•. . . . . . . 202
El canje de prisioneros. — Los dos padres 216
El canje de prisioneros. — Belgas y mejicanos. . . . . . 230
Maximiliano 140 9ST0-28. — I m p . C b é t ó CorheU. 3 29.
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