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DISTRIBUCIÓN DE ALIMENTOS

Se entiende por distribución alimentaria al conjunto de actividades de


intermediación entre el sector agrario o la industria alimentaria y el consumidor
final.
La actividad comercial cada vez se hace a una escala más global y no se puede
entender el consumo actual de alimentos sin tener en cuenta el comercio
internacional.
No todos los países producen los alimentos al mismo precio. Un país puede
producir alimentos a precios bajos (ser “​más competitivo​”) por alguna de estas
razones:
– posee mejores facilidades naturales (extensión, clima, etc.),
-tiene un mayor grado de tecnificación del proceso de producción,
-tiene un menor coste de mano de obra,
-tiene un cambio de divisas artificialmente bajo,
-tiene una carga fiscal inferior,
-su gobierno concede subvenciones a los agricultores, o
-la legislación ambiental es más permisiva.
Ante la diferencia de precios entre países, el comercio internacional ha estado
muy intervenido por los estados mediante dos mecanismos. El primero es el
‘​dumping​‘; el conceder ayudas a aquellos productos que se querían exportar con
el fin de que sean más competitivos en el mercado internacional. El segundo
mecanismo es la ‘​barrera arancelaria’​; el poner aranceles o impuestos a aquellos
productos que no interesa que entren en un país.
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Pero en los últimos años asistimos a un momento de liberalización del comercio
internacional, a un proceso de globalización de la economía. Se ha impuesto la
opinión de que si se reduce la intervención estatal se va a conseguir que todos los
países salgan beneficiados: los que producen alimentos baratos podrán aumentar
sus exportaciones, y el resto de países se podrán beneficiar de adquirir alimentos
más baratos.
Esta ideología se ha extendido por todos los países de la mano de la Organización
Mundial de Comercio (OMC). En la OMC participan la mayoría de los países, y sus
principales funciones son:
-proporcionar un marco para llegar a acuerdos amistosos entre países,
-establecer normas comerciales vinculantes,
-verificar la aplicación. ​En la página web de la OMC puede accederse a distintos
informes y a las propias estadísticas sobre el comercio internacional. Dichas estadísticas
muestran que los alimentos (ya sean materias primas o alimentos transformados)
representan en tono al 10% del valor del comercio internacional, y que la Unión Europea
es la principal región de comercio internacional de alimentos.

El máximo órgano de Gobierno de la OMC es la Conferencia Ministerial, que reúne


a los Ministros de Comercio de los estados al menos una vez cada dos años. Pero
los países que tienen más poder económico consiguen imponer al resto las
normas que más les pueden beneficiar. De esta forma, la OMC no desea
liberalizar el comercio, sino adecuar las relaciones comerciales internacionales a
los intereses de los países ricos.
los acuerdos y resolver los conflictos.
Un tema que suele vincularse con el comercio internacional es el ​hambre​ que
sufre gran parte de la población de algunos países. Se dice que el comercio
internacional podría ser la solución a este problema.
Suele decirse que en un país hay “​inseguridad alimentaria”​ cuando sus habitantes
no disponen de alimentos o no cuentan con dinero para adquirirlos. Sobre esta
materia, la fuente de información más interesante son los informes que elabora
la FAO como el titulado “​El estado de la inseguridad alimentaria en el mundo “. En
ellos se indica que hay algo menos de 1.000 millones de personas desnutridas en
el mundo. También se indica que la causa del hambre es que estas personas no
tienen dinero para adquirir los alimentos necesarios.
La causa del hambre no se debe a que no haya suficientes alimentos en el mundo,
sino a que hay personas tan pobres que no pueden comprarlos. Mejor dicho,
porque hay personas que han sido tan empobrecidas por un sistema injusto de
distribución de la riqueza que carecen del dinero para adquirirlos. La solución al
hambre no debe ser aumentar la producción agraria mundial para enviar alimentos
a estos países, sino hacer frente a las causas estructurales de la desigualdad
social en esos países.
Como se ve en la gráfica siguiente, el destino dado a la producción mundial de
cereales (trigo, maíz y arroz principalmente) en el año 2008 fue: el 38% para el
consumo humano directo, el 28% para hacer pienso con el que alimentar a los
animales, al 15% se le dio un uso no-alimentario (hacer combustibles), y el 19%
restante quedó almacenado; no se comercializó.
Un menor consumo de carne en los países ricos reduciría la demanda de cereales
y haría mejorar la salud de los consumidores.

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Un estudio que desmonta los mitos sobre la forma de hacer frente al hambre es el
de “World hunger: ten myths”.
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Frente a los defensores de la globalización, otras personas consideran que, para
hacer frente al hambre, y a otros problemas, es mejor la propuesta de
la ​soberanía alimentaria​, que consiste en devolver la soberanía a los países para
que sean sus instituciones quienes vuelvan a decidir qué alimentos producir para
alimentar a su población y cómo producirlos.
Detrás de ambas propuestas (la de la globalización y la de la soberanía
alimentaria) hay una ideología diferente. Para los defensores de la soberanía
alimentaria la alimentación es un derecho humano básico y los poderes públicos
deben de considerar el comercio únicamente como un medio que pueden emplear
para alcanzar la seguridad alimentaria de su población. Creen que no se puede
obligar, como ocurre en la actualidad, a eliminar las políticas agrarias o
comerciales que son incompatibles con la liberalización del comercio porque
supone una intromisión en las competencias de los gobiernos nacionales.
Sin embargo, para los defensores de la globalización, la alimentación es un bien
comercial (una “​commodity”​ ) como otro cualquiera, y lo que constituye un derecho
a proteger es el libre comercio.

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Otro tema de interés en el comercio internacional es el de los ​monocultivos de
exportación​. Se refiere a sembrar un mismo cultivo todos los años y en grandes
extensiones con el fin de exportarlos a otros países más que dedicarlos a
alimentar a la población del propio país. Este tipo de cultivos encajan dentro de la
ideología de la globalización, y suelen ser impuestos a los países empobrecidos a
cambio de que sus gobiernos reciban una ayuda financiera de organismos como el
Fondo Monetario Internacional (FMI) o el Banco Mundial. Complementariamente,
también se impone a estos países, como parte del “​ajuste estructural​” que ha de
llevar a cabo si quieren recibir el crédito, que desmantelen los sistemas públicos
que protegen los cultivos destinados a la alimentación de su población. La
desaparición del organismo público que compra la producción conduce a que los
pequeños agricultores tengan dificultades para vender sus productos. Y como la
mayoría de la población está ocupada en la agricultura, este desmantelamiento
supone el empobrecimiento del país en su conjunto. El resultado final es que
muchos agricultores se ven obligados a emigrar a las ciudades o a los países ricos
mientras aumenta la importación de los alimentos que antes producían.
De esta forma, el que un país se dedique a cultivos de exportación tiene ventajas
y desventajas tanto en los países pobres como en los países ricos
1. En los países pobres que los exportan:
-la empresa exportadora obtiene grandes beneficios porque produce con los
costes bajos de los países pobres pero vende a precios altos en los países ricos.
Los beneficiarios de estos cultivos son: grandes propietarios de los países pobres,
o empresas multinacionales de los países ricos que se han instalado allí.
-los pequeños agricultores o los campesinos sin tierra (que suponen una parte
importante de la población) tienen dificultades para aumentar la dimensión o para
acceder a tierra para cultivar alimentos destinados a alimentarse ellos mismos y a
satisfacer el mercado interno. El Movimiento de los Sin Tierra (MST) de Brasil por
ejemplo, demanda precisamente el acceso a tierra para autoabastecerse de
alimentos. El artículo de B. Marañón titulado “Impactos socioeconómicos y
ambientales de la modernización agroexportadora no tradicional en El Bajío,
México” se explica las innovaciones tecnológicas impulsadas por las empresas
transnacionales de las que están excluidos los pequeños productores, la
precarización laboral del empleo femenino empleada, o los impactos ambientales
de la producción de hortalizas para la exportación.
2. En los países ricos que los importan:
-los consumidores tienen alimentos baratos,
-muchos agricultores y/o pequeñas agroindustrias se ven obligados a dejar su
actividad por no ser competitivos ante la llegada de estos alimentos.
-la industria alimentaria de mayor tamaño que adquiere estas materias primas
obtiene mayores beneficios.
Como se observa, no todos los sectores de los países pobres se ven perjudicados,
y no todos los sectores de los países ricos se ven beneficiados.
Para conocer los impactos sociales y ambientales que tiene sobre los países
exportadores este consumo de los países ricos, es interesante la campaña
realizada por varias ONG titulada “No te comas el mundo”.
El auge de los ​cultivos transgénicos​ en ciertos países de Latinoamérica supone
la entrada de la soja y del maíz como nuevos cultivos de exportación. Una semilla
transgénica es aquella cuya estructura genética ha sido modificada introduciendo
el gen de otra especie para que la nueva semilla se comporte de una manera
determinada. Los dos cultivos más importantes en el mundo son la soja y el maíz.
En torno al 80% de la superficie cultivada de transgénicos en el mundo está
sembrada con una de estas dos semillas. La soja transgénica es resistente a un
herbicida; al Roundup cuyo principio activo es el glifosato. Tras sembrar esta
semilla se fumiga el terreno con este herbicida y mueren todas las plantas menos
la soja. La finalidad de esta semilla es evitar al agricultor el trabajo de eliminar las
“​malas hierbas “. En el caso del maíz transgénico su particularidad es que
contiene una toxina para hacer frente al ataque del “​taladro “; un insecto que vive
en el interior de la caña que sustenta la mazorca y que hace que se fracture la
caña. La mayoría de estos cultivos, en torno al 80%, se encuentran en tres países:
Estados Unidos de América, Brasil y Argentina.

Estos cultivos se presentan como una forma de mejorar la producción agraria y de


hacer frente a problemas que tiene planteados la humanidad como el hambre en
el mundo, el deterioro medioambiental, o el cambio climático. Sin embargo, si en
vez de hablar de sus potencialidades se analizan las consecuencias reales que
han tenido desde que se inició su cultivo en 1996, se constata que:
-se han aguzado las desigualdades sociales,
-unas pocas empresas han aumentado sus beneficios,
-se han añadido nuevos riesgos a la salud de los consumidores por los alimentos
transgénicos, y
-se han perjudicado los ecosistemas.
En otras palabras, su implantación no ha hecho más que agudizar los problemas
existentes.
En el caso de Paraguay, se constata que esta soja no es sólo una semilla, sino
todo un modelo de producción que entra en conflicto con el modelo de explotación
agraria campesina. Más de la mitad de la superficie del país está sembrada de
soja para exportar a Europa y elaborar pienso. Su cultivo está generando
problemas sociales como la concentración de la propiedad de la tierra, la
destrucción de empleo (donde antes trabajan 1.200 familias campesinas ahora se
contrata de 50 jornaleros), la emigración de los campesinos a los cinturones de
miseria de las ciudades, la aparición de enfermedades graves en las familias que
quedan en los campos por las fumigaciones con Glifosato, así como problemas
ambientales como la contaminación de los ríos por las fumigaciones o la
deforestación para sembrar soja transgénica.
Los estudios sobre las consecuencias de los cultivos transgénicos suelen incluir los
impactos que tienen sobre el medio ambiente y sobre la salud. Pocas veces tienen en
cuenta los impactos socio-económicos.

En el futuro, las relaciones comerciales entre la Unión Europea y los Estados


Unidos de América podrían estar reguladas por el ACTI (“​Acuerdo Transatlántico
de Comercio e Inversión”​ ) más conocido por las siglas en inglés, ​TTIP​. Es un
acuerdo que se está negociando en la actualidad para concretar las relaciones
comerciales y de inversión futuras entre ambos espacios geopolíticos. Lo que se
acuerde tendrá que ser respetado por ambas partes, y en caso de litigio, será un
órgano de mediación ajeno a los tribunales de justicia ordinarios quien resolverá el
conflicto.
Desde las instituciones se indica que dicho acuerdo generará riqueza para ambas
partes, pero multitud de organizaciones critican:
-que lo están negociando preferentemente las empresas multinacionales con los
políticos, y de forma poco transparente,
-que supondrá rebajar los mayores niveles de exigencia que existen en la Unión
Europea en la producción de alimentos, y
-que las prácticas económicas dejarán de estar sujetas a las legislaciones
nacionales por lo que los poderes públicos, como representantes de la voluntad
popular, perderán protagonismo para regular la actividad económica. Es más, un
gobierno puede no promulgar alguna ley por miedo a que perjudique los beneficios
de una empresa y tenga que compensarla económicamente por la “​cesación de
lucro​” que le supone dicha legislación.
Frente a este comercio internacional injusto y controlado por unas pocas
empresas multinacionales, en 1969 surgió en los Países Bajos el movimiento
del ​Comercio Justo​. Su objetivo es establecer unas relaciones comerciales más
justas entre los productores del Sur y los consumidores del Norte. Para ello,
organizaciones sin ánimo de lucro de los países del Norte contactan con
asociaciones de productores de los países del Sur para abastecerse de sus
productos. Estas asociaciones tendrán certificados sus productos como de
“​Comercio Justo”​ si la elaboración de esos productos cumple una serie de
principios como hacerse en unas condiciones de trabajo dignas, dar una igual
retribución a hombres y a mujeres, no explotar laboralmente a los niños o respetar
el medio ambiente. Los principios del Comercio Justo son los siguientes:
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Desde el Comercio Justo se considera que las personas consumidoras deben
tener más información sobre los productos para facilitar la toma de decisiones a la
hora de elegir un producto porque los productos, además de un valor comercial,
también tienen un valor social y ambiental que las personas deberían
conocer. Como se indica en la publicación anterior, “​No se compra algo, sino algo
a alguien “. Disponiendo de esta información, el consumo consciente y
responsable que proponen es un medio que tienen las personas de participar en el
cambio de las condiciones sociales y ambientales actuales.

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Los productos de Comercio Justo son muy variados desde artesanía y ropa hasta
alimentos, pero son los alimentos los más importantes al representar en torno al
90% del valor de la facturación. Entre ellos destacan el té, el cacao y sus
derivados, el azúcar de caña y, sobre todo, el café. Este movimiento se inicia en
España en 1989, y en 1996 se fundó la Coordinadora Estatal de Organizaciones
de Comercio Justo formada, en la actualidad, por 29 organizaciones
Además del comercio internacional, la distribución de alimentos también incluye
los ​canales de comercialización​; los lugares donde acuden los consumidores a
comprar los alimentos. Nos vamos a referir a la compra que hacen las personas
para el consumo en los hogares y no a la realizada por restaurantes o instituciones
con el fin de preparar alimentos en sus establecimientos.
Pueden diferenciarse dos grandes tipos de canales donde las personas
adquirimos los alimentos:
-los canales convencionales, y
-los canales cortos.
En los canales convencionales el alimento pasa a través de distintos
intermediarios antes de llegar al comercio, mientras que en los canales cortos el
productor lo vende directamente al consumidor o empleando un solo intermediario.
La mayor parte de los alimentos se comercializan mediante canales
convencionales.
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