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Este número es más que un número que se presenta en un día más que especial.
Nuestro recorrido como editorial independiente ha tenido hitos que se han
expresado en las ediciones pasadas. Cuatro números pensados para generar una
opción real de información diversa y abierta a la creatividad y a la comunidad.
En los caminos de todo proyecto independiente, vivimos en carne propia las
dificultades de la falta de recursos, sin embargo, el precio de la libertad deja el
rastro de un perfume difícil de olvidar. En una primera etapa de este proyecto,
intentamos jugar a ser una editorial de temas atingentes y contingentes al territorio
piducano, con visiones múltiples de personalidades geniales que quisieron ser parte
de este espacio, tocando materias no tan expuestas a la comunidad, rescatando
miradas de antaño, nuevas, creativas y conscientes del medio en el cual nos
desenvolvemos.
Uno de nuestros objetivos es centrarnos en lo que sucede en el Maule y en Talca, en
esta ocasión renovamos los votos comprometiéndonos no solo a reforzar nuestra
mirada crítica, sino también a expandir el ojo a toda la región del Maule,
entendiendo a esta como un espacio complejo, lleno de contradicciones,
costumbres, hitos, personajes, tradiciones, entre otras muchas cosas por descubrir de
este territorio.
Para poder cumplir con esta nueva etapa de desafíos, contamos con un “no tan
nuevo integrante”, Claudio Leppe, quien se desempeñó más que como
colaborador en el primer ciclo de este proyecto, con él, se rearticula el equipo
editorial, el cual pretende seguir tensionando múltiples temas y problemáticas más
allá del Piduco, esta vez del Maule.
Para esta vuelta a las pistas, regresamos en un día muy especial, pero más allá de
un día, este número responde a hacer visible y dedicar en su totalidad este especial
a la mujer.
Profundamente invisibilizada en la historia, queremos abrir puertas y ventanas, a
diversos procesos de los cuales esta ha sido más que participante, sino protagonista
de la construcción de la historia, una historia de la cual todos hemos sido partícipes.
En alusión a esto abrimos un trozo de la historia, desde una mirada retrospectiva
acerca de lo que constituyó y significa el 8 de marzo, como fecha conmemorativa
del Día Internacional de la Mujer, rescatando con esto el pasado que se hace carne
en la historia a través de la mirada de increíbles mujeres que colaboraron en este
especial, Adriana Bórquez, mujer, escritora y ex presa política, que nos comparte
una lúcida reflexión acerca de los alcances de ser mujer, situada principalmente
desde la niñez y su juventud. También contamos con la participación de Jeanette
Vicencio dirigenta social de Maule, que nos cuenta en primera persona las
implicancias y enseñanzas de ser mujer y trabajar con pares de comunidades
rurales y lo complejo de sus realidades.
Desde la complejidad que significó y significa ser mujer en estos tiempos, nos
adentramos en conocer mejor el nacimiento, y labor de Domodungu, organización
dedicada a poner el acento en la mujer desde hace ya años en Talca.
Lo anterior complementado desde una visión histórica del movimiento feminista
en Chile, desde la mirada de Sandra Vera, quien nos brinda detalles y reflexiones
interesantes del movimiento feminista en Chile, los debates de hoy y las coyunturas
que median la discusión acerca de la equidad de género.
Lo anterior sin olvidar los panoramas que alberga Talca y sus calles. Este número
está dedicado a tod@s quienes creemos en la equidad, y en el peso que ha tenido
en la historia el rol de la mujer… las mujeres geniales, luchadoras y atentas a librar
luchas diarias por lo que consideramos justo.
Por lo tanto, este es por lejos, más que un día especial, más que un día marcado
en los calendarios, más que un día de saludos, flores, chocolates, es un día de
reconocimiento, conmemoración y reflexión del gran impacto de la mujer en la
historia, en nuestras historias, por eso, hoy es más que un día especial.
EQUIPO EDITORAL
María Paz Rojas Monares
Amanda Ávila Reynaldos
Claudio Leppe Moreno
Fabiola San Cristóbal Aburto (colaboradora)
CONTACTO
convergenciapiducana.revista@gmail.com
A
l acercarse el Día Internacional de la Mujer, 8 de Marzo de cada año, es
inevitable el llamado de la fecha a repensar la cuestión del “ser”, el rol, las
luchas - los éxitos y los fracasos -, la cultura societal, en torno a este “ente”
sacado de la costilla del Hombre. (¡Es decir…!)
Tengo el inmenso privilegio de haber sido testigo de los grandes cambios, de toda
índole, acaecidos durante el lapso de una larga vida, en que la historia de la
humanidad ha apresurado el paso y la Tierra se muda vertiginosamente hacia
nuevos estadios.
Los recuerdos de la abuela emprendiendo
viajes al pueblo en carreta, fueron parte de
la realidad en mi propia infancia sureña,
cuando el camino de ripio se interrumpía
abruptamente frente a la cerrazón del
bosque virgen interpuesto entre el Ford 8 de
mi padre y la montaña maderera de su
propiedad. Yo era el “concho”, la menor de
las hijas, la esperanza desvanecida de la
llegada de un “hijo hombre”; el viejo nunca
pudo aceptarlo: me crió con la libertad y la
complicidad con que un papá educa a un hijo
añorado; era su camarada, su socio, su
discípulo. Por eso es que me llevaba consigo
en sus incursiones a la lejana propiedad,
mientras “las mujeres de la casa” – mi madre
y mis hermanas – permanecían en la
comodidad de la ciudad. Mis huesos guardan
los trastabillones de kilómetros y kilómetros viajados en la carreta a bueyes por la
huella abierta en la maraña de mil verdes de quilas, raulíes y robles adornados del
rubí esplendoroso de copihues engarzados a ramas y troncos, bajo el embrujo de
los gritos de alerta de los chucáos, la fiesta parlanchina de choroyes y treiles y el
zumbido inalterable de insectos misteriosos. Sí, igual a los relatos de la abuela
Eudomilia, en su juventud por los fines del siglo 19. (Es por ese anecdotario que
aprendí a ser Mujer de un modo diferente.)
Ya joven estudiante, una mañana cerca del mediodía, parada a los pies de Andrés
Bello a la entrada de la Casa Central de la U de Chile, contemplaba extasiada, con
los ojos fijos en el azul del cielo, el paso del Sputnik – ¡el primer satélite artificial
que la humanidad lanzaba al espacio! Años más tarde, vimos al primer hombre
pisando la superficie lunar y después… ¡seguimos los avatares de la Guerra del Golfo
por televisión! La semana recién pasada escuché en las noticias que la NASA
anuncia el descubrimiento de la existencia de una estrella, no demasiado lejana,
con un sistema planetario donde, probablemente, haya vida. De las
comunicaciones mejor ni hablar. En mi niñez las comunicaciones urgentes se
realizaban a través del telégrafo o los llamados telefónicos “de larga distancia”;
hoy tenemos Internet, Skype, el wasap; mañana … es inimaginable para mi
obsolescencia. Los progresos en las ciencias avanzan sin aceptar límites; nos
proyectamos hacia lo impensable.
Y, sin embargo, hay un asunto que no hemos logrado resolver: el lugar propio de
la mujer en este concierto. Aún discutimos, en las diferentes culturas recostadas en
religiones patriarcales, el rol que le corresponde desempeñar en la sociedad. Aún
nos pena “el mito de la costilla de Adán”, cuestión que va desde ideas de
inferioridad, incapacidad, sujeción e inacabables etcéteras que, quienes hacemos
frente a dichos aberrantes prejuicios, no necesitamos abundar.
Lo que quiero agregar es lo que la sabiduría de la experiencia me dice: antes que
nada, somos PERSONAS – con la totalidad de lo que el concepto involucra:
dignidad, respeto, autonomía, libertad, justicia, oportunidad, entre mucho más -.
Si nos reconocemos como tales, reconoceremos los derechos que implica el serlo; “re-
clamaremos” nuestra individualidad, nuestras diferencias en la igualdad, y un rol
propio pero igual, codo a codo con quienes nos han menoscabado a través de los
tiempos – tanto hombres como mujeres.
Me gustaría sentir, un día, que el 8 de Marzo fuera, en vez de una bandera de
lucha, una Fiesta celebrada por PERSONAS de un sexo junto a PERSONAS de otro.
Pero… “el horno todavía no está para bollos”; por ello, queridas hermanas, ¡las
saludo en un abrazo combatiente en el Día Internacional de la Mujer!
Nos damos cuenta que muchas mujeres todavía son dependientes de las decisiones
de los hombres y viven cuidando a otras y otros, perdiendo experiencias en sus
vidas, sus espacios propios de desarrollo y siguiendo una vinculación desde la culpa,
-amparado desde la visión de la mujer cuidadora, desde una esfera de lo privado-
pasando por la frustración y vulnerabilidad emocional y económica. Estas
situaciones de vida no las han dejado disfrutar ni realizar sus sueños,
conformándose con su diario vivir y normalizando la violencia que vivieron y viven
hasta ahora. Para mí, el vincularme con las mujeres rurales me ha permitido tener
una oportunidad de desarrollo personal al igual que a ellas, porque aprendemos
unas de las otras empatizando y creando vínculos con los cuales generamos
confianza, mostrando la perspectiva de género y educando en el hacer, generando
con esto un aprendizaje conjunto.
Es importante vincularse promoviendo confianza para que nuestro trabajo sea
valioso tanto para ellas como para nosotras, valorando sus historias y emociones. A
medida que uno las va conociendo, entra en un mundo de historias personales las
cuales no han sido fáciles de superar. Por este motivo, se van creando las confianzas
necesarias para ir construyendo un trabajo real de desarrollo personal y
autocuidado con ellas, empezando a emerger conversaciones y empatizando con
sus historias.
Podemos encontrar mujeres dirigentas sociales, dueñas de casa, trabajadoras
agrícolas, mujeres con múltiples enfermedades -entre ellas adultas mayores-, las
cuales, están cumpliendo una doble función, cuidando nietos y parientes enfermos
cargadas de trabajo y de preocupaciones.
Resulta complejo no empatizar con las mujeres rurales, porque uno va
evidenciando que cada una de ellas, es un mundo donde todas han tenido
múltiples funciones y trabajos. A veces me pregunto: ¿Cuándo se han sentido
realmente felices y gozado de su tiempo en lo que ellas deseen sin recriminaciones
ni culpas? ¿Serán capaces sus hijos y esposos de comprender que esa mujer necesita
su espacio propio? ¿Podrán ellas darse cuenta que el tener su espacio propio es un
derecho de cada ser humano, y no sentirse culpable por tomarlo? ¿Seremos capaces
como monitoras, educadoras o profesionales de mejorar o cambiar algunas
situaciones y la cultura machista que se nos ha instalado por siglos?
Al menos tengo esperanza que a través de la educación y la responsabilidad social
que tenemos muchas mujeres feministas, seguiremos insistiendo en los cambios y en
el entregar conocimiento e información clara y real a las mujeres, provocando en
ellas el “bichito” de conocer más y valorarse como personas, comprendiendo y
sintiendo que todas y todos somos libres de decidir, hacer las cosas que nos gustan
y nos hacen felices. Tengo esperanza en la desconstrucción de esta cultura machista
y el nacimiento de una cultura inclusiva y respetuosa de la decisión de muchas
mujeres que hasta el día de hoy piden permiso para salir y a las cuales les entregan
$1000 diarios para cocinar.
MOTIVACIONES INICIALES
A: ¿Desde cuándo funciona Domodungu y cuáles fueron las motivaciones
que llevaron al surgimiento de la organización?
LM: El Domodungu como Corporación nace en el ‘91 con personalidad jurídica,
pero la historia del Domodungu es más antigua. Por el año 85 u 86 más o menos,
a partir de una constatación mía, cuando dejé de ser asesora de la JOC (juventud
obrera cristiana) y dejé de trabajar en la pastoral juvenil, me fui a la casa a ser
una dueña de casa y a estar tiempo completo en la población.
Ahí empecé a visitar a compañeras, y en ese momento me di cuenta que estas
compañeras con las que nos conocíamos desde muy jovencitas en la fábrica CALAF,
y que éramos todas sindicalistas y mujeres muy luchadoras, por todo lo que
significaba haber participado en el sindicato y haber formado una cooperativa de
vivienda, con la llegada de la dictadura habían perdido ese protagonismo que
tenían anteriormente. Entonces las mujeres estaban muy dependientes de sus
maridos, de los recortes que se podían hacer para poder comprar algo para ellas
mismas.
De eso me di cuenta, y fui
a contarle a la Rosalina
Yáñez, y decirle lo que a mí
me pasaba cuando yo veía
a mis compañeras que
andaban sirviendo, o
contaban que se echaban
unas monedas de recorte, o
le lavaban los pies al
marido. Entonces eso fue lo
que a mí me hizo decir
¿qué podemos hacer?, y la
Rosalina me dijo: ya,
enseñémosle a hacer arpilleras, tú las convocas, tú tienes el poder de convocatoria,
van formando los grupos y conversamos con las mujeres, y nos valemos de las
arpilleras para que las mujeres expresen y hablen de ellas, de lo que están pasando.
Algunas también vivían con sus maridos alcohólicos, entonces no lo pasaban muy
bien.
Esa fue la constatación y el empezar, y después de eso, pasamos harto tiempo en
diferentes lugares, y vino todo el tema de pensar en cómo se iba a volver a la
democracia, y empezó todo un movimiento grande en Talca.
Después de eso, nace este sentir que yo muchas veces he expresado de decir que
nosotras no pertenecemos a nada y considerarnos un poco huachas. De ahí viene
la iniciativa un hermano holandés con el que paralelamente teníamos muchas
reuniones por las otras actividades cristianas-, y ahí él dijo: bueno, organícense, yo
busco recursos, voy a Holanda y traigo recursos para que ustedes se organicen.
A: ¿Podría contarnos más sobre la relación entre el Domodungu y la
religión católica/cristiana?
LM: Yo siempre digo que una de mis grandes escuelas fue la JOC, todo un
movimiento que pertenece a la Iglesia Católica (internacional) y nace en Bélgica.
Entonces yo vengo de eso, es parte de mi formación todo este método que cala
muy fuerte que es el “ver, juzgar y actuar”… Teníamos mucho vínculo con la Iglesia
porque también en ese tiempo estaba todo lo que era la teología de la liberación,
que habían muchos curas comprometidos con el movimiento social, con el
movimiento sindical, habían muchos curas obreros… Los movimientos sindicales
eran fuertes y ahí estaban insertos muchos curas, pero la base de fondo era la
teología de la liberación.
Anna: Y la educación popular también, iban de la mano las dos cosas.
A: ¿Y cómo se podían organizar en tiempos de dictadura, en donde
cualquier tipo de organización era perseguida?
LM: Mira, nosotras cuando quisimos en
tiempos de dictadura reactivar algún
movimiento como la pastoral obrera en
Talca, fue todo un trabajo clandestino.
Nosotros funcionábamos en ese tiempo al
alero de las ollas comunes, esa también
era una forma de juntarnos, hablar y
darnos cuenta de que alguna manera
teníamos que salir y enfrentar la
dictadura.
Pero los movimientos más reflexivos se organizaban al alero -de forma escondida-
de iglesias, en algunas parroquias con curas que estaban comprometidos, pero todo
calladito, no eran abiertos, no eran grupos masivos, se invitaba de boca en boca a
las amistades.
A: ¿Cuál era el principal objetivo al que apuntaba la organización en
ese tiempo, cuando surgió?
LM: Antes era todo lo relacionado al desarrollo integral, desarrollo personal. Por
eso decíamos voz de las mujeres, mujeres con voz… Porque encontrábamos que era
importante que nosotras las mujeres creciéramos, que nos valoráramos, que nos
respetáramos, que nos diéramos el valor que teníamos… Y después surgió como
gran objetivo el mejorar la calidad de vida de las mujeres, pero la Corporación
dice: Corporación de apoyo integral de la mujer.
Anna: Ese concepto de lo “integral” siempre se ha traducido en lo que abarcaba
toda la vida. Lo económico, la política, lo cultural, la recreación, -como derechos-
la salud, y también la espiritualidad. Entonces esto de lo integral de Domodungu
siempre lo hemos tratado de mantener no solamente en las actividades temáticas,
sino que en la totalidad de lo que abarca la “persona” de la mujer.
Yo recuerdo que me asusté muchas veces cuando hablaron al principio de la mujer
como persona. A mí me chocó, como que ¿hay que enfatizar que la mujer es
persona?. Esas son cosas que marcan, para las mujeres también, cuando se
empiezan a considerar como personas… Eso fue muy fuerte los primeros años y
sigue siéndolo. Y no un mueble como a veces han dicho o como esclava…
LM: Y todavía vas a
encontrar a mujeres que
dicen que se están
valorando como
personas.
Sobre la espiritualidad,
noté que la Iglesia hizo
un repliegue para atrás
y empezaba a
concentrarse en todo lo
sacramental, y toda la
otra vida no la van
tomando en cuenta… Y
muchas nos fuimos
yendo de la Iglesia…
Y de ahí también en el
Domodungu
empezamos a crear esto,
la Annita cuando
empieza con todos los
talleres de teología
desde la perspectiva
feminista, y darnos
cuenta que ahí estamos desarrollándonos, creciendo y fortaleciendo nuestra
espiritualidad.
A: Es interesante lo que dicen, porque me costaba entender la relación
de esta organización con la religión católica, que en general promueve
una visión más sumisa de la mujer. Pero al abordarlo desde una teología
feminista se comprende mejor…
Anna: Para mucha gente y muchas mujeres ese salto es difícil de entender. Pero
yo me acuerdo muy bien de ver el fenómeno de cuando uno trabaja con ellas para
trabajar el desarrollo y autoestima de las mujeres hay muchos nudos en sus vidas
que tienen que ver con su socialización religiosa…
A veces hablábamos de teología, o hacíamos talleres de relectura bíblica donde
uno mete mucho lentes de género, análisis del patriarcado, contribuyendo así
también a la liberación de muchos mitos y de falsas interpretaciones. Domodungu
era un espacio libre… Domodungu era un espacio donde las mujeres podían
expresarse y hablar de sus dudas, sus preguntas.
PESARES QUE COMPARTIMOS
A: Bueno quizás han ido cambiando, pero ¿cuáles eran esos principales
nudos que más aproblemaban a las mujeres que llegaban a
Domodungu?
LM: Por ejemplo, uno de los nudos grandes cuando estábamos trabajando en todo
lo que es el desarrollo personal al hablar de su historia, de su vida, fue el hablar
sobre cómo ellas fueron abusadas al interior de sus familias, que fueron muchas
veces abusadas por los padres, los tíos.
O mujeres que se hicieron un aborto o dos abortos porque la situación no daba y
se tuvieron que hacer esos abortos clandestinamente y que nunca lo dijeron, nunca
lo hablaron porque lo consideraban como el “gran pecado”. Como decíamos
anteriormente influye fuertemente toda esta formación religiosa, de este Dios
castigador, de este Dios que te está mirando y que es penalizador, y está la creencia
de que vas a ser castigada por Dios y vas a ser una criminal cuando te haces un
aborto. Por eso algunas mujeres jamás lo habían hablado.
Yo tengo testimonios de mujeres de sesenta y tantos años que por primera vez
hablaron de que ellas se hicieron un aborto. Y era una cuestión súper heavy porque
en el círculo mismo cuando se llegaba a ese tema la mayoría decían “no”, o se
producía silencio. Cuando había silencio yo decía algo pasa aquí. Y algunas que se
atrevían a hablar decían: “no, yo nunca jamás”; “ese crimen no lo cometería
jamás”, ¿cachai?.
Cuando al final del taller se lograba hablar del aborto, y todas estas mujeres que
dijeron que no cometerían ese “crimen” o que no entendían a las mujeres que lo
hacían, obvio que después cambiaban mucho su postura ante el grupo y esas
mujeres, y se volvía a toda esta descarga, esta catarsis que hacíamos
colectivamente después de darnos cuenta de cómo a veces nuestro lenguaje es tan
enjuiciador que no nos damos cuenta que como mujeres estamos con nuestro
lenguaje castigando a otra mujer, sin saber la historia. Por eso que es tan
importante conocer la historia de nosotras las mujeres, porque cuando yo hablo de
mi historia y conozco la tuya yo te puedo entender más.
Esos han sido los grandes nudos… O soportar la violación de su propio marido
porque ellas no tenían ganas de tener relaciones con su marido, pero te habías
casado entonces tenías la “obligación” de tener sexo con tu marido… Entonces
cuando nos vamos dando cuenta que esa también es una forma de violación
podemos ir hablándolo. Porque siempre la violación la veíamos como que un
extraño era el que te violaba, pero nunca con conciencia de decir: oye, yo también
estoy siendo víctima de violación.
T
odo se remonta a fines del siglo XIX en los países altamente industrializados,
específicamente Estados Unidos. En la ciudad de Nueva York, la alta
industrialización del sector textil propició que muchas mujeres de la época
trabajaran como operarias de máquinas recibiendo un salario ínfimo, además de
contar con tratos y condiciones inhumanas en su labor impuestos por sus
empleadores burgueses.
Fue así como un 8 de marzo de 1857, un grupo numeroso de trabajadoras y
trabajadores sindicalizadas y sindicalizados de una fábrica textil decidieron
organizar una manifestación en un barrio acomodado neoyorquino para captar
la atención ciudadana. Como era de esperar, la manifestación fue interrumpida
drástica y violentamente por la policía.
“We shall fight untill we win” (Pelearemos hasta vencer). Foto de una de las primeras
manifestaciones sindicalistas en NY, donde la mayoría eran mujeres.
Aunque el movimiento sindical original del 8 de marzo de 1857 fuera relativamente
un intento frustrado por la violencia, éste sentó las bases a muchos movimientos
masivos posteriores.
Una de estas manifestaciones, la cual está erróneamente vinculada al 8 de marzo,
ocurrió el 5 de marzo de 1908. Nuevamente, en una fábrica textil neoyorquina
donde ésta vez alrededor de 140 operarias se encerraron en el edificio para
reclamar por sus derechos, muchos de los cuales no habían sido tomados en cuenta
desde la marcha original de 1857.
A las 24 horas de iniciada la movilización de las trabajadoras y la toma del edificio,
el dueño y un puñado de secuaces deciden quemar el edificio y no dejar salir a
ninguna trabajadora. El resultado es relativamente conocido, las 140 operarias
murieron por el actuar de un puñado de cobardes.
Hoy en día, el 8 de marzo hace alusión a una postura ante un conjunto más
ecléctico de situaciones de desigualdad. Si bien en tiempos pasados como los
mencionados anteriormente el movimiento de las mujeres trabajadoras respondía
a una desigualdad abismal dentro del área laboral.
Hoy los factores de desigualdad que existen en el mundo que afectan directamente
a las mujeres de todas las nacionalidades son la educación (o segregación de ella),
trabajo -remunerado o no remunerado- y, sobre todo, violencia. Éste último factor
hace alusión a muchas organizaciones (ya sean establecidas legalmente o no) de
apoyo y unión que, en mi punto de vista, son acertadas y funcionales dado los
acontecimientos brutales de violencia contra mujeres alrededor del mundo.
Considerando todos los aspectos a los que alude el 8 de marzo, tanto históricos
como personales, en mi opinión, la fecha en sí es un símbolo con una potencia
bastante subvalorada por hombres y más triste aún por mujeres que no conocen,
respetan, ni se sienten identificadas con movimientos en pro de la igualdad y de
decir, de una vez por todas, ¡BASTA DE VIOLENCIA!
“Disculpe las
molestias, pero
nos están
¡ASESINANDO!”.
Talca, Chile 19 de
octubre de 2016.
Congregación por
Ni Una Menos.
“Vivas nos
queremos” y
“Mujer, no me
gusta cuando
callas”. Talca,
Chile 19 de
octubre de 2016.
Congregación por
Ni Una Menos.
Panoramas Piducanos
No diga que Talca es fome. Aquí les mostramos actividades culturales y eventos
para marzo en distintos puntos de la ciudad.
Exposiciones: