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Hacerse mujeres, hacerse hombres

Dispositivos pedagógicos de género


BIBLIOTECA UNIVERSITARIA Hacerse mujeres, hacerse hombres
Ciencias Sociales y Humanidades
Dispositivos pedagógicos de género

Serie Investigaciones
Editor
Carlos Iván García Suárez

Autoras-es
Ana María Fernández
Amelia Valcárcel
Ángela María Estrada Mesa
Darío Reynaldo Muñoz Onofre
Carlos luán García Suárez
Diógenes Carvajal Llamas
Xilda Lobato Quesada

Universidad Central
Siglo de
del Hombre Editores
Departamento de InvestigaéíóáéS

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Hacerse mujeres, Tiacerse hombres, dispositivos pedagógicos de género / Ana •
María Fernández... <et al>. - Editor Carlos Iván García Suárez. - Bogotá: Siglo del
Hombre Editores, Departamento de Investigaciones de la Universidad Central, Casa
de la Mujer, Consejería Presidencial para la Equidad de la Mujer, 2004.

240 p.; 21 cm.

1. Feminismo - Ensayo, conferencias, etc. 2. Mujeres -Aspectos sociales - Ensayos,


conferencias, etc. 3. Masculinidad - Ensayos, conferencias, etc. 4. Mujeres - Historia
- Ensayos, conferencias, etc. 5. Hombres -Aspectos sociales - Ensayos, conferencias,
etc. 6. Calidad de la educación 7. Género I. Fernández, Ana María II. García Suárez,
Carlos Iván, ed.

305.3 cd20ed.
AHU7728 ÍNDICE
CEP-Banco de la República-Biblioteca Luis-Ángel Arango

La presente edición, 2004


Introducción 11
© Fundación Universidad Central,
Departamento de Investigaciones, DIUC Carlos Iván García Suárez
Calle 75 N" 15-91 p. 6
Bogotá, D.C.
Tels. 3211804-3211805
Fax 3211804
MIRADA HISTÓRICA
diuc@ucentral.edu.co
1. Historias de infancias 25
© Siglo del Hombre Editores
Cra. 32 N° 25-46 Bogotá D.C.
Ana María Fernández
Tels.: 3377700 (PBX)-3440042 Fax: 3377665
www.siglodelhombre.com 2. El primer escalón 47
Amelia Valcárcel
Diseño de colección
Mauricio Meló González
«i
MIRADA ETNOGRÁFICA
Diseño de portada y armada electrónica
Ángel David Reyes Duran
3. Bitácora de viaje 63
Ángela María Estrada Mesa
ISBN: 958-665-066-9
4. Imaginarios de género 93
Impresión Darío Reynaldo Muñoz Onofre
Panamericana Formas e Impresos S.A.
Calle65 N° 95-28 127
Bogotá D.C. ^ 5. Acción e interacción
Carlos Iván García Suárez
Impreso en Colombia-Fr/níed in Colombia
6. Generización del self':. 165
Diógenes Carvajal Llamas
•*
L
,
MIRADA PROSPECTIVA

7. Hacia una educación de calidad: la escuela


inclusiva 203
Xilda Lobato Quesada

Autoras y autores
231

AGRADECIMIENTOS

El Departamento de Investigaciones de la Universidad Cen-


tral —DIUC— quiere hacer un especial reconocimiento a
las entidades que cofinanciaron el Proyecto Arco Iris: una
mirada transformadora a las relaciones de género en la es-
cuela, —que dio origen a la presente publicación—, desarro-
llado a lo largo de tres años desde nuestra línea de Género
y Cultura. Gracias entonces a Colciencias, a la Fundación
Antonio Restrepo Barco, a la Consejería Presidencial para
la Equidad de la Mujer y a la Fundación FES.
De igual forma, queremos expresar nuestros agradeci-
mientos a la Consejería Presidencial para la Equidad de la
Mujer y a la Casa de la Mujer, entidades cofinanciadoras de
Hacerse hombres, hacerse mujeres. Dispositivos pedagógi-
cos de género, libro inscrito en la Serie Investigaciones del
DIUC y coeditado con Siglo del Hombre Editores.
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INTRODUCCIÓN

Si se pudiera resumir en una palabra la obra que ahora us-


ted tiene entre sus manos, esa palabra sería complejidad.
,"5 En diversos sentidos. El primero es obvio: se advierte desde
la cubierta y en la portadilla interior, y tiene que ver con la
diversidad de las autoras y autores participantes. Esta obra
congrega a los integrantes del equipo de investigación colom-
biano del proyecto Arco Iris: una mirada transformadora a
las relaciones de género en la escuela, conformado por Ángela
María Estrada, investigadora principal entre septiembre de -
1998 y diciembre de 2001, Carlos Iván García, coinvestigádor
en ese mismo período y luego investigador principal entre
enero de 2002 y mayo de 2003, y Diógenes Carvajal y Darío
Muñoz, investigadores asistentes, y además cuenta con la
participación de invitadas internacionales de amplio prestigio'
que dialogan críticamente con los hallazgos del proye.ófo:
Ana María Fernández (Argentina), Amelia Valcárcel {España) •
y Xilda Lobato (México). ,T . .\ .'' - ' , .'..•
Un segundo sentido de la complejidad se deriva de la mag-
nitud del proyecto Arco Iris, que nos ha llevado a definirlo'
como una macroetnografía de largo plazo, poco' frecuenté
en el contexto de la investigación en Latinoamérica. Este pro-
yecto inaugural de la Línea de Género y Cultura del Departa-.
mentó de Investigaciones de la Universidad Central (DIUC)
contó con el amplio presupuesto que exigía gracias a la cofi-
nanciación de las entidades colombianas Colciencias, la Con-
'sejería Nacional de Equidad para la Mujer, las fundaciones
FES y Antonio Restrepo Barco, y la propia Universidad Central.

11
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Su objetivo era reconocer en la escuela los modelos de socia-^i les, las relaciones de poder, el acceso diferencial a los recur-
•^
A< lización de género e impulsar estrategias para propiciar su / sos, los patrones de socialización, etcétera.
transformación. Esto implicaba establecer las propuestas / Del conjunto de estrategias metodológicas del proyecto se
que la escuela formula para la construcción de las identida-l $ debe resaltar, de todos modos, el carácter de insumo princi-
des de género, los dispositivos de poder con los cuales se man- pal que tuvo la observación en profundidad, realizada en
tienen los límites entre los géneros, las pedagogías a través once de las instituciones educativas de la muestra, de las
de las cuales se producen las formas de jerarquización entre interacciones entre docentes, entre estudiantes y entre do-
los géneros y los modos de resistencia que circulan en la cul^ centes y estudiantes en la cotidianidad de las aulas, las can-
tura escolar.
chas, los patios, las oficinas, la sala de profesores. De esta
Después de un arduo proceso de presentación del proyecto observación surgieron 473 diarios de campo, cuyo procesa-
y de negociación para llevarlo a cabo en numerosas institu- miento analítico bajo el modelo de la teoría fundamentada to-
ciones educativas, finalmente se elaboró una muestra teórica mó no menos de dos años.
de veinticinco instituciones, muestra compuesta de manera Inspirado en la metáfora de un viaje marino con el que
intencionada con el cruce de todas las variables que compo- hace tiempo describimos esta empresa colectiva (Estrada,
nen el universo educativo de Bogotá: género (mixtas, feme- García y Carvajal, 1999), el capítulo 3 se refiere a cuatro
ninas y masculinas), administración (públicas y privadas), puertos alcanzados durante el proceso investigativo. El cuar-
modalidad (clásicas y técnicas), estrato (bajo, medio y alto), to de ellos se ocupa del acumulado teórico contenido en el
momentos del ciclo vital (cursos tercero, séptimo y once) y informe final del proyecto entregado a Colciencias en mayo
espacios escolares (matemáticas, lenguaje, sociales, técnicas, de 2001, así como del análisis de una submuestra de dia-
educación física, descansos y día del género). rios de campo correspondientes a las áreas de matemáticas
El proyecto implicó un dispendioso proceso de combina- y de educación física, y del avance del mismo tipo de análi-
ción de diversas estrategias de recolección y análisis de infor- sis, en el área tecnológica, hasta diciembre de 2001.
mación cualitativa. A la descripción detallada de ese proceso Teniendo en cuenta que, como bien se advierte al final
—ver el capítulo 3—, debe sumarse como estrategia un análi- del capítulo 3, la llegada al puerto cuarto dejaba "abiertas
sis de contenido de los documentos que definen la estructura múltiples posibilidades de teorización para momentos futu-
y la política de la escuela: el organigrama, el Proyecto Educa- ros", se puede afirmar que desde enero de 2002 hasta mayo
tivo Institucional (PEÍ), el manual de convivencia y el proyecto de 2003 se cumplió un largo y denso periplo1 que permitió
de educación sexual en los centros educativos en los que lo concluir el análisis fino de los diarios de campo del área
hubiera.
tecnológica, elaborar el correspondiente a los de las áreas
Este análisis evidenció una carencia de la perspectiva de" de lenguaje y sociales, así como a los de las interacciones
género en los ordenamientos y ejes significativos de la acción en los descansos o recreos;2 se mantuvo una enriquecedora
institucional. El género deviene más bien en objeto riguroso dinámica de construcción y discusión colectivas; se comple-
de la disciplina escolar que recae en aspectos específicos jizó el acervo analítico y teórico previo; hubo significativos
í como la apariencia y la sexualidad, y el uso tan marcado de
parámetros que allí se evidencia se distancia de los cambios
desarrollos en los mismos ámbitos y se arribó, finalmente,
culturales. Por otro lado, la distinción que algunos documen-
tos hacen entre hombres y mujeres alcanza apenas un nivel
de formalización lingüística respecto al género, pero carente En esta etapa de Arco Iris, el equipo de investigación estuvo conforma-
do por Diógenes Carvajal y Darío Muñoz, como investigadores asisten-
de contenido. Finalmente, en los pocos casos en los que el tes, y Carlos Iván García como investigador principal.
género aparece como uno de los tópicos presentes en algu- En esta etapa fue fundamental la financiación otorgada mediante una
nos proyectos de educación sexual, los esbozos del tema se beca del Programa de Jóvenes Investigadores de Colciencias para la
"sexualizan", pero no incorporan referencias a muchos otros j vinculación de Darío Muñoz, entre noviembre de 2001 y diciembre de
elementos que lo constituyen, como los estereotipos cultura- / 2002, quien ya había trabajado como asistente de investigación en la
etapa inicial de recopilación de la información.

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al que podemos considerar un quinto puerto, que no final De este modo, tanto en Edugénero como en la presente
del viaje: el de nuevos productos de socialización pública de publicación se reconoce el valor de diversas estrategias de
todo el proceso investigativo. discusión y validación colectivas, lo cual se convierte en un
Ya habíamos atracado provisionalmente en este puerto, ámbito favorable para la conceptualización y la teorización.
en abril de 2001, con la publicación del número 14 de la re- Esta dinámica permitió desarrollar de manera sustantiva el
vista Nómadas, cuyo apartado monográfico versó sobre concepto de dispositivo pedagógico de género como columna
"Construcciones de género y cultura escolar". Durante va- vertebral de los dos productos.
rios meses se adelantó la coordinación editorial del número Por dispositivo pedagógico de género entendemos cual-
y al final se reunieron allí tanto artículos de avance del pro- quier procedimiento social a través del cual un individuo
yecto Arco Iris (Estrada, 2001; García, 2001; Toro, 2001), aprende o transforma los componentes de género de su sub-
como artículos de autores-as de diversos países que sociali- jetividad. Por ello corresponden a muy variados escenarios,
zan un conjunto importante de la investigación cualitativa dinámicas y acciones sociales. Aun cuando prácticamente
contemporánea acerca de las configuraciones y las relacio- involucran el conjunto de la vida cotidiana, adquieren espe-
nes de género en el ámbito educativo. cial énfasis en instituciones que, como la escuela, tienen co-
Al arribar de nuevo al puerto, no obstante, llegamos con mo propósito explícito la promoción de valores personales y
una carga mayor. Gracias a la política de proyección social sociales, al lado del aprendizaje de contenidos específicos.
del DIUC, que impele a cada grupo de investigación a encon- Los dispositivos identificados en las escuelas podrían in-
trar caminos de retroalimentación crítica y a producir un terpretarse como parte de un continuo cuyos dos extremos
impacto en los espacios de los cuales se ocupa, y al propó- estarían constituidos por dinámicas más sociales (las imá-
sito de una acción política en favor de la equidad y de una genes sociales sobre hombres y mujeres que circulan en la
verdadera coeducación, contenido en el propio diseño de escuela, por ejemplo) o más individuales (las construcciones
Arco Iris, pensamos en un segundo producto con la inten- de cuerpo según las pautas de "lo femenino" y "lo masculi-
ción de presentar propuestas pedagógicas orientadas a la no"). Sin embargo, no existe una dinámica puramente social
transformación de las relaciones de género en la escuela. que no esté relacionada con los individuos concretos, como
Surgió así la serie Edugénero (García, 2003), compuesta por tampoco existe una que se cree individualmente: siempre
nueve fascículos con propuestas pedagógicas dirigidas a los es resultado de las interacciones sociales y la mirada sobre
y las docentes y a las comunidades educativas en general. el sí mismo resulta de un diálogo de la propia subjetividad .
Allí se presentan categorías y hallazgos de Arco Iris, lecturas con las miradas de los otros.
y bibliografías complementarias, dinámicas de reflexión y Partiendo de una crítica a la interpretación del lenguaje
acción personales y colectivas, y relatos sobre experiencias como representación, es claro, por otra parte, que los dispo- s -\^>
positivas de transformación. El proceso contó con la coordi- sitivos pedagógicos de género se construyen narrativamente ,
nación editorial de Mariana Schmidt, con una amplia expe- y que las narrativas personales, que se abordan en detalle ^ .
riencia en proyectos pedagógicos, y con un comité de docen- en el capítulo 6, son formas de acción social que confluyen •.vviflfv
tes que adelantaron un arduo proceso de retroalimentación con otras y que integran relatos de múltiples voces dentro $v
crítica acerca de sus contenidos y de su lenguaje. La prime- de una red compleja de conversaciones. %xki
ra edición de la serie, publicada en agosto de 2002, se agotó Podríamos decir incluso que la narración y la actuación") ,
pronto; en abril de 2003 salió una segunda edición y se pre- social ocurren de manera simultánea e interdependiente/•<?-*
vén otras. e inciden en la configuración de la subjetividad de género _
El tercer producto corresponde al presente libro. Se debe —se entiende que ésta es un proceso siempre constituyente/" <3CÍ
resaltar la discusión, el análisis crítico y la validación en y nunca completamente constituido—. Tal proceso afecta!."?< ?J°
equipo de los capítulos 4, 5 y 6 referidos a los hallazgos de en particular las relaciones que el sujeto establece consigo í"¿ j,y^
Arco Iris, por lo que sus créditos individuales de autoría no mismo o las maneras en que éste se describe, se narra, se v^vv^
equivalen a una presunción de exclusividad. juzga o se controla en cuanto hombre o mujer, es decir, suj¡, «^^^

14 15
modo particular de respuesta a los patrones culturales de siciones arquitectónicas, decisiones reglamentarias, leyes,
masculinidad y feminidad. medidas administrativas, enunciados científicos; proposicio-
Al examinar en detalle los dispositivos identificados por nes filosóficas, morales, filantrópicas; tanto lo dicho como
\ el proyecto a partir del análisis de acciones e interacciones lo no dicho son elementos del dispositivo [...]" (Gaidulewicz,
\ en la escuela, descubrimos que éstos tienen diversos meca- 1999: 76).
^ nismos de configuración: podríamos hablar de tipos de ac- En desarrollo justamente de la perspectiva de Foucault
j ción que los constituyen y que se pueden diferenciar en razón sobre los dispositivos en las instituciones educativas y su
¡ de los sujetos participantes, los tópicos de referencia, los relación con las tecnologías de poder y del yo, Jorge Larrosa
f recursos de interacción que despliegan, entre otros aspectos. analiza la experiencia de sí como una correlación histórica
La comprensión de la noción de dispositivos pedagógicos entre dominios de saber, tipos de normatividad y formas de
de género, resultante de la teorización fundamentada a partir subjetivación, la cual se puede encontrar "en un corte espa-
del material empírico del proyecto, registra, de otra parte, cio-temporal particular, en la estructura y el funcionamien-
una consonancia significativa con otras nociones desarrolla- to de un dispositivo pedagógico" (Larrosa, 1995: 291).
das por algunos autores. Destacamos, en primer lugar, la Para el autor, tomar los dispositivos pedagógicos como
(f importancia de los estudios de Michel Foucault sobre los
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constitutivos de la subjetividad es adoptar un punto de vista .
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dispositivos de dominación y del poder (1983, 2001), las pragmático de la experiencia de sí y reconocer la historicidad A eu^q
tecnologías de poder y las tecnologías del yo3 (1996) y el y la contingencia de tales dispositivos equivale a adoptar un
análisis de las formas de control en el aparato escolar (1976). punto de vista genealógico. Desde tal perspectiva, la pedago-
Desde la perspectiva de la microfisica del poder, Foucault gía ya no puede ser vista como un espacio neutro o problemá-
desarrolla el concepto de dispositivo como articulador de tico de desarrollo o de mediación, "sino que produce formas
las nociones de poder y saber. A partir de un símil con los de experiencia de sí en las que los individuos pueden deve-
dispositivos eléctricos, el autor plantea que un dispositivo nir sujetos de un modo particular" (Larrosa, 1995: 291-292).
siempre está inscrito en un juego de poder y ligado a uno o Así mismo, la sociología de la educación de Basil Bernstein
varios "bornes" de saber que nacen allí y que a la vez lo tiene un pilar significativo en la noción de dispositivo pedagó-
condicionan; consiste en "unas estrategias de relaciones de gico. En el marco de su preocupación por entender las for-
fuerza, soportando unos tipos de saber, y soportadas por mas de conexión entre los contextos macro y microsociales,
ellos" (1983: 186).
y el papel que juega en ellos el lenguaje, Bernstein considera
El dispositivo es una formación histórica de naturaleza que éste proporciona la gramática intrínseca del discurso
altamente estratégica, y es determinado por unas relaciones pedagógico, la cual regula las relaciones dentro de y entre
v » heterogéneas, una red de relaciones, al interior de un conjun- tres niveles de reglas: reglas de distribución de los discursos
V'Ag«>ij£ t° también heterogéneo de "discursos, instituciones, dispo- que "regulan las relaciones entre el poder, los grupos socia-
y$
les, las formas de conciencia y la práctica, y especializan las
- . o formas de conocimiento en lo pensable y lo impensable, dis-
Las tecnologías de poder "determinan la conducta de los individuos, tribuyéndolas desigualmente en los grupos sociales" (Souto,
los someten a cierto tipo de fines o de dominación, y consisten en una 1999: 69); reglas de recontextualización, que regulan el dis-
objetivación del sujeto". Las tecnologías del yo "permiten a los individuos
efectuar por cuenta propia o con la ayuda de otros, cierto número de curso pedagógico específico creando sus límites y seleccio-
operaciones sobre su cuerpo o su alma, pensamientos, conducta, o nando los temas pedagógicos; y reglas de evaluación, que
cualquier forma de ser, obteniendo así una transformación de sí mis- operan como constituyentes de las prácticas pedagógicas y
mos, con el fin de alcanzar cierto estado de felicidad, pureza, sabiduría establecen sus criterios. Así, el dispositivo pedagógico es
o inmortalidad". Foucault considera que estas tecnologías, a las que se
suman las de producción y de sistemas de signos, casi nunca funcionan "un regulador simbólico de la conciencia en su selectiva crea-
por separado e incluso analiza una particular asociación "entre las ción, posición y oposición de sujetos pedagógicos; es la con-
tecnologías de dominación de los demás y las referidas a uno mismo", dición para la producción, reproducción y transformación
a la que aplica el término de gobernabilidad (Foucault, 1996: 48-49). de la cultura" (Bernstein, 1993: 134-135).

16 17
La consonancia entre la definición fundamentada de los sus relaciones a través de la descripción, la explicación y la
dispositivos pedagógicos de género y las definiciones que proposición de diversas prácticas y discursos sociales, cul-
dan los autores referidos de los dispositivos y de los disposi- turales, políticos y económicos queja hacen posible.
tivos pedagógicos potencia, por demás, el sentido histórico La mirada histórica en-clave feminista reconstruye los
de los primeros. Esto explica la elección del título del libro: mitos y ritos que están en la base de la construcción de la
aunque la comprensión del término surge del proceso analí- feminidad moderna y la forma como esta última ha sido
tico y teórico desplegado en el proyecto Arco Iris, es perfec- deconstruida por el desarrollo del movimiento de mujeres.
tamente compatible con los enfoques de las autoras invita- El primer capítulo incluido en esta mirada: "Historias de in-
das y con el diálogo establecido con ellas. fancias", de Ana María Fernández, reconstruye la génesis y
Ello hace pertinente aludir a un aspecto de la definición el desarrollo de los conceptos de infancia y niñez, así como
propuesta: habíamos dicho que los dispositivos pedagógicos las prácticas sociales e institucionales asociadas a los mis-
de género adquieren un valor enfático en la escuela, pero mos. La autora evidencia que el proceso complejo resultante
ello no equivale a considerarla una isla de lo social. Por el no involucra de igual modo ni al mismo tiempo a los niños y
4 ví contrario, creemos que su principal reto es la mediación re- niñas de una sociedadc En tal contexto, el sistema escolar
flexiva de las múltiples culturas que allí se encuentran y se convierte en un lugar estratégico, bien para la reproduc-
^ i\ que la configuran como "una ecología de culturas" (ver capí- ción de las desigualdades, bien para la generación de estra-
tulo 4). En ese sentido, en la escuela funcionan dispositivos tegias de resistencia frente a éstas que allanen el camino
pedagógicos de género que no sólo se producen allí mismo, para vivencias más igualitarias y más libres.
, sino que provienen de múltiples ámbitos sociales. En el segundo capítulo, "El primer escalón", y a partir de
Más aún, teniendo en cuenta su carácter de construcción la referencia a diversos ritos sociales que crean estancias
social, es posible e importante realizar un trabajo de recons- distintas para hombres y mujeres, Amelia Valcárcel examina
trucción histórica de la génesis y del desarrollo de los dispo- algunas corrientes históricas del feminismo, en particular
sitivos pedagógicos de género que tienen diversas proceden- la lucha sufragista en torno a los objetivos del voto y la edu-
cias, incluyendo naturalmente la escuela. cación; la entrada de las mujeres a la educación formal como
Aludiendo a ese mismo carácter, planteamos que el carác- uno de los logros de esa lucha, y la pervivencia ya no sólo
ter y la naturaleza estratégica de los dispositivos pedagógi- en ese sistema sino en el ámbito más complejo de la completa
cos de género no puede y no debe entenderse en un sentido educación de un reparto desigual de espacios, tiempos, mo-
simple de la reproducción del sexismo y de las desigualdades, dales y sentimientos entre hombres y mujeres.
sino que abre también el campo para la elaboración de pro- La segunda mirada, que hemos denominado etnográfica, j
puestas transformadoras, en principio dirigidas al cambio comprende cuatro capítulos que exponen las apuestas con-1
de pedagogías y de ordenamientos de las comunidades edu- ceptuales y metodológicas, los hallazgos, las categorías y el I
cativas, pero con una alta potencialidad de expandirse a paradigma teórico resultante de Arco Iris. Ilustra los modos \
ámbitos sociales más amplios. como las imágenes, las narrativas y las prácticas de género '
De este modo, los dispositivos pedagógicos de género po- determinan la vida cotidiana escolar, la regulación de las
drían ser vistos ahora no sólo como ordenamientos sociales relaciones entre hombres y mujeres, la relación de éstos y
de los géneros, sino como formaciones históricas obviamente éstas con el conocimiento y la construcción de una determi-
dinámicas. Dan pie, entonces, a una forma de abordaje que nada orientación de las feminidades y masculinidades.
no se limita a examinar la reproducción, sino que a partir Dentro de esta mirada, el capítulo 3, "Bitácora de viaje",
del reconocimiento de su carácter estratégico abre también de Ángela María Estrada, reconstruye algunos de los hitos
la ventana a la resistencia. Todo ello nos brinda la oportu- más significativos en el proceso de teorización fundamenta-
nidad de presentar la estructura del libro. da. Para ello expone los ejes teóricos que sustentan el pro-
La obra está compuesta por tres miradas que desde su yecto y reconstruye los senderos metodológicos utilizados
especificidad indagan la construcción de los géneros y de en la recolección y el análisis de la información, así como en

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la construcción del paradigma y de algunas categorías teó- de la educación. Esta mirada se desarrolla en el capítulo 7,
ricas. "Hacia una educación de calidad: la escuela inclusiva", de
Los tres capítulos siguientes complejizan tal construcción Xilda Lobato, en la cual el acumulado construido por este
mediante una referencia a los viejos y a los nuevos desarro- paradigma en relación con la inclusión escolar y social de
llos conceptuales y teóricos, en diálogo con una importante niños y niñas, teniendo en cuenta el orden étnico-racial, la
base empírica. Desde una perspectiva relacional de género, clase social o la presencia de alguna discapacidad, se des-
se ilustra pues el detalle de la configuración, el funciona- pliega mediante análisis y propuestas concretas de construc-
miento y el impacto de los dispositivos pedagógicos de género ción de la equidad de género con un énfasis propositivo en
en el ámbito específico de las instituciones educativas que las pedagogías colaborativas.
colaboraron con el proyecto. Tenemos la firme esperanza de que las tres miradas en
El capítulo 4, "Imaginarios de género", de Darío Muñoz, torno a los dispositivos pedagógicos de género, que han con-
examina el juego de tensiones que se presenta en la escuela gregado tantas trayectorias, tiempos, esfuerzos y volunta-
entre las imágenes endurecidas en la cultura acerca de los des en este libro, así como en los otros productos de Arco
géneros y de sus relaciones, y los imaginarios en torno a los Iris, se conviertan en un insumo significativo de una discu-
mismos, entendidos como producciones conversacionales1 sión amplia que nos haga posible pensar, sentir y actuar
que implican dimensiones de orden narrativo, histórico y con miras al logro de una verdadera coeducación y de un
sociocultural, y que explican su condición tanto negociada despliegue pleno de las potencialidades humanas tanto de
como negociable. El texto analiza el dispositivo de idealiza- las mujeres como de los hombres. Si ello ocurre, cumplire-
ción a partir de la descripción-explicación de los tres meca- mos en alto grado con los fines ético-políticos de la investi-
nismos a través de los cuales opera: naturalización, esencia- gación social. Bienvenidas y bienvenidos a una apuesta por
lización y objetivación. la transformación de las relaciones de género en la escuela
El capítulo 5, "Acción e interacción", de Carlos Iván García, y en el conjunto de la vida.
analiza cómo los condicionamientos de la cultura local de la
escuela y las formas en que allí se construyen los encuentros Carlos Iván García Suárez
sociales demarcan participaciones diferenciadas reales en
los sujetos en sus carreras académicas y sociales y, por ende,
en las estrategias de acción y narración que configuran sus BIBLIOGRAFÍA
carreras morales. Para ello, se exponen los dispositivos de
los roles y formatos de la participación, las reglas de la inte- BERNSTEIN, B. (1993), La construcción social del discurso
racción, el tono de la interacción y las formas de jerarquiza- pedagógico. Textos seleccionados, 2a ed., Bogotá, Prodic-El
ción. Griot.
El capítulo 6, "Generización del self', de Diógenes Carva- ESTRADA, A. M. (2001), "Los fragmentos del calidoscopio.
jal, parte de la perspectiva de un self más relacional que Una propuesta teórico-metodológica para el análisis cualita-
individual y de planteamientos en torno a la configuración tivo de las relaciones de género en la escuela", en Nómadas,
de la materialidad del cuerpo, para plantear hipótesis sobre N° 14, abril, pp. 10-22.
el proceso de subjetivación de género. Para ello explica el ESTRADA, A. M., C. I. Garcíay D. Carvajal (1999), "Bitáco-
impacto que tienen en las carreras personales los dispositivos ra de viaje a través de las relaciones de género en la escue-
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de France (1975-1976), Buenos Aires, Fondo de Cultura
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el pensamiento de Foucault", en Souto, M. et al., Grupos y
dispositivos deformación, Serie Formación de Formadores,
10, Buenos Aires, Novedades Educativas y Universidad de
Buenos Aires, pp. 73-81.
GARCÍA SUÁREZ, C. I. (2001), "La pedagogía del cuerpo
como bastión del género", en Nómadas, N° 14, abril, pp.
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en escuelas bogotanas desde una perspectiva de género",
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UNIVERSIDAD DE ANTIOQUIA
BIBLIOTECA CENTRAL
22
1. HISTORIAS DE INFANCIAS

Ana María Fernández

En este capítulo se realizan algunas puntuaciones históricas


en relación con el surgimiento de la niña en Occidente. ¿Por
qué remitirnos a datos históricos de Europa y tan lejanos en
el tiempo?
En primer lugar la observancia de las variaciones históri-
cas impide esencializar los procesos a estudiar. Muchas veces
los cientistas sociales y más marcadamente los tratados de
psicología de la niñez establecen patrones de infancia que,
en función de establecer las pautas generales del "desarro-
llo infantil" —lo sano, lo enfermo, la normalidad y el retra-
so—, parecen guiarse por un modelo de niñez que no puede
retirar la mirada de los niños que los rodean, pero que que-
dan unlversalizados en leyes generales.
En segundo lugar/ fue en Europa y posteriormente en
Estados Unidos donde se produjeron los valores, creencias,
actitudes y prácticas sociales de la modernidad con respec-
to a la familia, la sexualidad, la moral, la educación, y todo
ello organizó verdaderos universos de significación. Al insti--
tuirse como ideologías hegemónicas han ejercido verdaderos
patrones de ideal de vida y de normalidad, aun para países
o sectores sociales donde los-as niños-as no alcanzan los
niveles elementales de alimentación.
El rastreo histórico del concepto de niñez, las prácticas
sociales que le son inherentes, las instituciones involucradas
• y los sujetos concretos que producen permiten observar que

25
constituyen un proceso complejo que no involucra ni al mis- también solían abandonar la casa paterna muy temprana-
mo tiempo ni de igual modo al conjunto de los niños y niñas mente para adentrarse en las artes de la caballería en casa
de una sociedad. de otro noble. En el caso de las niñas, éstas crecerían mez- )
En tercer lugar, la niñez no puede pensarse como un pro- ciadas entre las mujeres de la casa, a quienes ayudaban enj
ceso aislado. Cobra sentido en función de la significación los quehaceres domésticos.
social que las estrategias de familiarización-escolarización Se ha denominado mignotagé- a esta forma de vinculación
adquieren para el grupo social en que se inscriben. Los mo- con los niños pequeños propia de esa época. Pareciera primar
dos de socializarse, los amparos y desamparos, las formas la idea de mascotas graciosas con las que jugar, sobre la
de autonomización o tutelajes dependerán de los lugares a noción de cuidado y educación que caracterizaría con ma-
los que esos niños y niñas estén destinados en su adultez. yor propiedad la sensibilidad moderna frente a la infancia.
Es decir que dichas estrategias de familiarización-escolari- El mignotagé es en el origen un sentimiento de mujeres
zación son un aspecto clave de la reproducción social, en —de mujeres encargadas del cuidado de los niños— surgi-
tanto la socialización de sus niños y niñas crea condiciones do en la cotidianidad de la compañía de los pequeños que
para su ubicación adulta en la sociedad. rodeaban a madres y nodrizas.
En este contexto se desplegarán las estrategias de clase, En las significaciones colectivas de la Edad Media parece
de edad y de género con respecto a su educación, a su sexua- existir un vacío de representación para los niños pequeños
lidad, a su capacitación laboral que, en un sutil entramado, que aún no se podían mezclar en el mundo de los adultos. •
darán el marco tanto de sus posibilidades como de sus limi- La afirmación de Philipe Aries de que en la sociedad me-
taciones para su inscripción colectiva y singular. dieval el sentimiento de infancia no existíá'ha desatado gran-
des polémicas entre los historiadores (Giberti, 1992). La au-
LA INVENCIÓN DE LA INFANCIA1 sencia del "sentimiento de infancia" ño significa para este
autor que los niños estuvieran abandonados o no fueran
Si bien es obvio que desde que el mundo es mundo siempre queridos. Es necesario diferenciar el afecto por los niños de
ha habido niños y niñas, la niñez como campo social de sig- una "conciencia de la particularidad infantil" (Aries, 1973).
nificaciones es un fenómeno tardío en la historia occidental. Lo que no existía era justamente esa conciencia de particu-
La noción de infancia o niñez, y las instituciones, áreas de laridad por la que hoy distinguimos un niño de un jovení
conocimiento y profesiones que se ocupan de los-as niños- Desde que el niño o la niña podía vivir sin la solicitud cons- v-
as, se instituyen en un lento proceso histórico que presenta, tante de la madre o nodriza, pertenecía a la sociedad de los
a su vez, grandes cambios en el último siglo. adultos y no se lo distinguía. Es decir, que no existían ves-
Según Philipe Aries (1973), en el Antiguo Régimen "se re- timentas, ni juegos, ni ceremonias, ni instituciones propias*
presentaba mal al niño" y peor aún al adolescente; la dura- de la infancia.
ción de la infancia se reducía a su período de mayor fragili- El proceso de particularización de la infancia occidental
dad o indefensión. Apenas los chicos podían bastarse por sí constituye un lento entramado histórico-social que arriba a
mismos se encontraban mezclados entre los adultos, com- la modernidad de la mano de la familia burguesa y la socie-
partiendo sus trabajos y sus juegos. De ser un pequeño ni- dad industrial y la escuela. Hasta su particularización, niños
ño-a devenía rápidamente un hombre o mujer joven. En la y niñas vivían en una suerte de anonimato; cuando una
Edad Media los niños vivían mezclados con los adultos hasta criatura moría, como era frecuente, alguien podía apenarse,
los seis o siete años, cuando eran asimilados, en el caso de pero la regla general era que no se lo tomara demasiado en
los varones, como aprendices al mundo productivo, pero ge- cuenta. Los niños no salían de una suerte de anonimato, --i
neralmente en casas de otras familias. Los varones nobles Aries cita un trabajo de J. L. Flandrin (1964) que pone de
relieve una práctica que recién hoy empieza a ser un poco
Algunos de los puntos aquí desarrollados fueron abordados en
Fernández (1994). Mignoter. en francés, mimar.

26 27
más conocida. Es la persistencia, hasta fines del siglo XVII, Al mismo tiempo, la escuela sustituye al aprendizaje como
del infanticidio tolerado. No se trataba de una práctica ad- medio de educación.
mitida: si bien era un crimen castigado, se practicaba en Sentimiento de familia, sentimiento de infancia y escuela
secreto, corrientemente camuflado bajo la forma de acciden- instituyen el advenimiento del niño en el marco de las trans-
tes: los bebes morían ahogados-sofocados en la cama de los formaciones de la vida cotidiana que acompañaron el surgi-
padres, que los acostaban a dormir con ellos. Simplemente miento y consolidación de la sociedad capitalista. Sin embar-
no se hacía nada por protegerlos ni para salvarlos. go, puede afirmarse que la particularización de la infancia
El hecho de "ayudar a la naturaleza" a hacer desaparecer no cobijó por igual a todos los niños y niñas de la sociedad.
individuos con tan poco peso como existentes, no estaba En su rastreo histórico se encuentran diferencias-desigual-
aprobado ni confesado, pero tampoco se consideraba con dades significativas, tanto en lo referido a las clases socia-^
vergüenza; formaba parte de las cosas moralmente neutras, les como a los géneros.
condenadas por la ética (tanto por la Iglesia como por el Aries realiza un rastreo del proceso de particularización
Estado) pero practicadas en secreto, en una media concien- de la infancia desde la Edad Media hasta la modernidad a '-•
cia, en el límite de la voluntad, el olvido, la torpeza. través de tres indicadores sociales: las representaciones de
Flandrin considera que la disminución de la mortalidad niños-as en el arte, los juegos y las vestimentas.
infantil que se observa a partir del siglo XVII no puede ex- El arte medieval no conocía o no intentaba representar la
plicarse por razones medicas e higiénicas: solamente "se ha infancia. Hacia el siglo VIII aparecen representaciones de án-
cesado de ayudar a morir a los niños que no se deseaba cui- geles y el alma es representada por figuras infantiles —más
dar".
allá de la polémica sobre el sexo de los ángeles— en las que
Si se toma como referencia la pintura, la belleza y perfec- nunca aparecen niñas, sólo niños varones.
ción de las madonas del arte religioso hasta el siglo XVII, Con el siglo XV el gusto por el retrato indica que los niños
contrasta con las imágenes de esos niños Jesús que más salen del anonimato en el que los mantenía su poca proba-
que niños parecen enanitos. No había representación de ni- bilidad de sobrevivir. La aparición de retratos de niños marca
ño, sólo podían pintarse adultos reducidos de tamaño. Había un momento muy importante en la historia de los sentimien-
niños y niñas, pero no existía concepto de niñez. Sólo hacia tos. Los retratos de los niños separados de sus padres, raros
el siglo XVII se hacen más frecuentes retratos de niños vi- hasta finales del siglo XVI, marcan asimismo uno de los sig-
vientes y muertos, y el alma será representada por imáge- nos de la particularización de la infancia, al menos entre no-
nes de niños.
bles y burgueses.
El comienzo del gusto por el retrato indica que los niños Si en relación con las prácticas del retrato Aries no hace
comienzan a salir del anonimato en el que los mantenía su mención a algún tipo de diferencia entre niños y niñas, de
poca probabilidad de sobrevivir (Aries, 1973). Poco a poco los datos que aporta en relación con el desarrollo de la se-
se manifiesta el gusto por los niños pequeños, por sus ma- gunda forma pictórica que se señala, elputto, nosotros sí
neras y hábitos; al mismo tiempo se incrementa el número podemos establecer alguna inferencia. El putto es ese peque-
de palabras con que se los denomina (bambins, fanfans en ño niño desnudo que representa el Eros helénico. Nace y se
I" lengua francesa). Hacia el siglo XVII ya pueden observarse desarrolla al mismo tiempo que el retrato de niños. Sus figu-
escenas de la infancia en la literatura y la pintura que dan ras son, en cierto modo, masculinas. Sin sacar conclusiones
cuenta — según Aries — de ciertas transformaciones en la demasiado rigurosas, puede suponerse que, a la hora de re-
i vida cotidiana y en los sentimientos respecto de la vida pri- presentar algo infantil, habría habido en estos siglos una
/ ;¡vada y la familia.
cierta tendencia a representarlo masculino.
¿-' , La particularización de la infancia se produce en el seno Con respecto a los juegos, Aries toma diversas fuentes de
de un proceso de transformaciones de las funciones de la la época. Entre ellas merece destacarse el diario de Heroard,
i-- familia: ahora habita espacios privados, ha reducido el nú- médico de la corte de Enrique V, que describe las actividades
Triero de sus integrantes y ha devenido lugar de los afectos. del futuro Luis XIII y los niños nobles de la corte. A través
'
- •
28 29
de los distintos juegos que detalla, Aries llega a una signifi- Junto al arcaísmo y al afeminamiento, Aries plantea una
cativa conclusión: hasta cierto momento, los mismos juegos tercera característica: aquélla por la cual se hacía vestir a
eran comunes a todas las edades y a todas las condiciones los niños de familias burguesas con vestimentas típicas de
sociales. Luego, esos mismos juegos son abandonados por los hombres de trabajo, como el pantalón. La moda de un
los adultos de las clases sociales superiores y sobreviven, a niño bien vestido de la época de Luis XVI es a la vez ar-
la vez, en los niños de tales clases y en el pueblo.3 La antigua caizante —cuello del Renacimiento—, popular —pantalón-—
comunidad de los juegos se rompe en el mismo momento y también militarista —chaqueta y botón del uniforme mili-
entre los niños y los adultos que entre el pueblo y la burgue- tar—.
sía. Esta coincidencia permite entrever desde ese momento Estas tres características del modo en que comenzó la
una relación entre el sentimiento de infancia y el sentimiento particularización de las vestimentas infantiles se refieren a
de clase.
los niños varones. Dice al respecto Aries:
Sí en la actualidad puede observarse una clara distinción
entre la moda de los niños, los jóvenes y los adultos, la Los indicadores de la moda confirman muy bien los otros testimonios
Edad Media vestía indistintamente a las diferentes edades. de las costumbres: los varones fueron los primeros niños especiali-
La preocupación se dirigía solamente a mantener bien visi- zados; comenzaron a frecuentar en masa los colegios desde fines
bles las jerarquías sociales. del siglo XVI y principios del XVII. La enseñanza de las niñas co-
\ La adopción de una vestimenta particular para la infan- mienza apenas en la época de Fenelon, de Mme. de Maintenon y se
desarrollará tarde y lentamente. Sin escolaridad propia, las niñas
cia —que se hizo general para las clases altas a partir del se encontraban confundidas o mezcladas entre las mujeres. La dis-
fin del siglo XVI— marca un momento muy importante en tinción que comenzaba a existir concretamente para los varones
la formación del sentimiento de infancia, sentimiento que era aún inútil para las niñas.
hizo posible constituir a los niños en ámbitos sociales que
se diferenciaban progresivamente de aquellos de los adultos. En síntesis, según Aries, hasta el siglo XIV el niño era
En sus principios, la particularización de las vestimentas vestido como los adultos. El cambio hacia una moda espe-
infantiles presenta tres características: en primer lugar, re- cializada para los niños es una transformación que involu-
vela un arcaísmo: la supervivencia del hábito largo. Tal moda, cra en principio sólo a los varones. El sentimiento de infan-
propia de adultos un siglo antes, ahora es llevada única- cia, o sea la particularización de la niñez, en principio sólo
mente por los niños; en segundo lugar, reserva un aspecto beneficia a los varones; las niñas persistirán mucho más
afeminado para el joven varón. Es imposible distinguir un tiempo en el modo de vida tradicional que las confundía con
pequeño varón de una pequeña niña antes de los cuatro o las mujeres. Dice al respecto Aries: "más de una vez observa-
cinco años. Esta vestimenta se fija por dos siglos. En reali- mos ese retardo de las mujeres en adoptar las formas visi-
dad, sólo después de la guerra del 14 cesará esta costumbre bles de la civilización moderna, esencialmente masculina".
de afeminar a los jóvenes varones. Se pregunta Aries con Al mismo tiempo, la particularización de la infancia, largo
agudeza: "¿Por qué para distinguir al niño varón de los hom- tiempo limitada a los varones, estuvo reservada, en un prin-
bres se lo asimilaba a las niñas que no se distinguían de las cipio, solamente a aquellos de familias burguesas y nobles.
mujeres?". Y agrega más adelante: "Tocamos aquí un domi- Los niños del pueblo y las niñas de toda condición social
nio aún inexplorado de la conciencia que toma una sociedad conservaban el antiguo género de vida que no separaba los
de sus comportamientos en relación con la edad y el sexo". niños de los adultos ni por la moda, ni por el trabajo, ni por
el juego, ni por una educación propia.
El paso del mignotage al sentimiento de infancia propio H
Si bien en Inglaterra los gentlemen no abandonan como en Francia los
de la modernidad, instituido en las transformaciones en b
antiguos juegos, éstos son transformados, y es bajo sus formas mo- principio de la familia burguesa y la escuela, se realiza a_
dernas (el sport^ que colonizaron los hábitos de esparcimiento de los través de un articulador externo a la familia. La toma de
burgueses. conciencia de la inocencia y debilidad de la infancia, y en

30 31
consecuencia del deber de los adultos de preservar a los La división del trabajo basada en la edad y el sexo tendía
niños, estuvieron largo tiempo reservados a una pequeña a cubrir las necesidades propias del grupo familiar. Los
minoría de legistas, curas y moralistas. Sin ellos el niño nuevos sujetos se integraban a la comunidad asumiendo
hubiera permanecido solamente como el bebé, pequeño ser tareas asignadas en la unidad doméstica, en la que la rela-
cómico con el cual se entretenían con afección, pero con ción que se establecía entre las generaciones se caracteri-
licencia, sin curso moral y educativo. Este sentimiento de zaba por la subordinación hacia el padre, única imagen de
infancia corta se demora largo tiempo en las clases popula- adultez.
res.
Así, todos los miembros se integraban de una manera
Los moralistas y educadores del siglo XVII, herederos de preestablecida en la realización de tareas que permitían
una tradición que se remonta a los fundadores de colegios asegurar la supervivencia biológica, económica y cultural.
del fin de la Edad Media, imponen su sentimiento de una Había poca o ninguna diversidad de posición en la edad
infancia larga en conjunción con el éxito de las instituciones adulta, no estaban planteadas necesidades personales, op-
escolares y las prácticas de educación que ellos orientaron ciones ni aspiraciones de movilidad ascendente /"No se pre-
y disciplinaron. El origen del sentimiento moderno de infan- sentaban problemas como la elección de empleo, la voca-
cia es inseparable de la escolaridad moderna. La infancia ción, etcétera.
ha sido prolongada hasta una etapa del colegio. El desarrollo industrial y el proceso de acumulación ca-
No todo el mundo pasaba por el colegio. Aún en el siglo pitalista trajeron como consecuencia el dislocamiento de las
XVII la repartición de la escolaridad no se realizaba necesa- anteriores relaciones sociales en todos los ámbitos y, por
riamente según el nacimiento. En tal sentido, si la escolariza- ende, la desarticulación de las viejas pautas de trabajo y
ción no era todavía en el siglo XVII un monopolio de clase, producción, así como el conjunto de instancias, normas y va-
sí era un monopolio de sexo. Las mujeres estaban excluidas lores que definían un lugar y una posición dentro de la es-
de sus instituciones. En ellas los hábitos de infancia corta tructura jerárquica familiar y de la organización social con
se mantienen sin modificaciones desde la Edad Media. base en características tales como edad y sexo.
Hay una diferencia de dos siglos en el ingreso de las niñas Debe ubicarse entonces el complejo proceso de delimita-
a la escolarización y de doce siglos para su ingreso a la uni- ción de los-as adolescentes en el contexto de la nucleariza-
versidad. Por supuesto, no todas las niñas; dentro de ellas ción de la familia, teniendo en cuenta que el tránsito de la
las diferencias de clase mantendrán sus barreras institucio- "casa" a la "familia" no es sólo una cuestión atinente a una
nales y subjetivas. forma diferente de organización de la vida cotidiana, sino
que puntúa tránsitos claves, desde las formas e instituciones
LA FRAGILIZACIÓN DE LAS NIÑAS de la producción económica hasta la constitución de subjeti-
vidades. Se acentúa la intimidad, la individuación, las identi-
La delimitación de los/as adolescentes como grupo etáreo dades personales, el uso de nombres y apellidos particulari-
definido es también un lento proceso histórico inscrito en los zados, al mismo tiempo que lo privado y lo público reestruc-
procesos de formación de la familia occidental y sus funcio- turan tanto sus territorios como su significación. En suma,
nes, en el marco de aquellas transformaciones que abarca- se organiza un cambio radical en las prioridades de la vida:
ban más y que dieron lugar al surgimiento de la sociedad aparecen en primer plano aspiraciones de libre albedrío y
industrial. anhelos de felicidad personal. Se consideran fenómenos de
Las sociedades precapitalistas giraban en torno a la uni- tal envergadura, que algunos autores llaman "revolución sen-
dad doméstica: la casa constituía una unidad total de pro- •
timental" (Shorter, 1977) a tal proceso del siglo XVIII en los
ducción y reproducción social. Unidad de producción y repro- comienzos de la sociedad industrial y la vida urbana. Ésta
ducción de seres humanos, de saberes, de bienes y servicios. estuvo marcada por tres cambios de prioridades que dieron
Si bien algunos de ellos se destinaban al intercambio, pre- origen:
dominan el trabajo concreto y el valor de uso.

32 33
• Al sentimiento de infancia, con el consiguiente cambio el nacimiento de criaturas sanas y la supervivencia posterior
en las prácticas de maternaje, y valorización de la educa- de los niños. Para el primer aspecto se consideran perjudi-
ción y escolarización de los hijos. ciales las madres-niñas y para el segundo, el que las nodri-
• Al sentimiento conyugal, con la valorización del senti- zas amamanten. Estas transformaciones se producen en el
miento entre esposos. marco de un lento y complejo proceso de cambio de las men-[
• Al sentimiento de domesticidad, que comenzó a priori- talidades en relación con el cuerpo. Hacia el siglo XVIII, con
zar las prácticas de la intimidad hogareña, diferenciando la el malthusianismo y con la extensión de la idea de control
vida familiar de la vida colectiva. de los nacimientos, se va abandonando una época de "des-
pilfarro demográfico" (Flandrin, 1964) —se tenían de diecio-
Una primera figuración del adolescente varón puso el cho a veinte hijos para que sobrevivieran unos pocos—, por
acento en el aspecto afeminado —imberbe— del niño que al una idea más burguesa de aprovechamiento de los cuerpos
salir de la infancia es sorprendido por el amor naciente. Recién en la que, junto con la valorización de hábitos sanos de ali-
con el Sigfrído de Wagner se conjugaron la pureza, la fuerza mentación, vida higiénica, etcétera, se va implantando la no-
física, la naturalidad, la espontaneidad y la alegría de vivir ción del control de los nacimientos, el cuidado de los niños,
que dibujaran definitivamente al adolescente moderno. la inversión afectiva y material en su educación.
Hacia 1900 la adolescencia devendrá no sólo tema litera- Surge la adolescente (Knibiehler y otros, 1983) y la pu-
rio, sino también moral y político. Surge la demanda por bertad se diferencia de la nubilidad. Los médicos vuelven
conocer qué piensa el adolescente, la preocupación por su su mirada hacia las nuevas jóvenes, quienes hasta entonces
educación y salud y posteriormente por su psicología, con eran objeto de indiferencia o víctimas privilegiadas de infan-
las territorializaciones disciplinarias, las especializaciones ticidios y conventos.
profesionales y la particularizáíBjpn de instituciones especí- Distanciando niñez de Casamiento, la educación de las
ficas correspondientes. * jóvenes se vuelve un foco estratégico de primerísimo orden
Si bien la escolarización del segundo ciclo, separado del en el que confluyen, en sólida alianza, médicos y pedagogos.
43 ciclo primario, constituye la institución que hace posible la
producción de la noción de adolescencia, debe observarse
El brazo ejecutor de la política de esta alianza —dentro del
hogar— será la madre, quien gracias a este eterno velar por
que éste ha sido el proceso de particularización del adoles- sus hijos e hijas habrá obtenido un lugar de reconocimiento
cente varón. Hasta entrado el siglo XX este ítem no puede que le fue distanciando la desconfianza y el temor como
incluirse en la particularización adolescente de las niñas. mujer, inspirada en siglos anteriores.
-C Si bien las niñas de sectores burgueses son las primeras Esta educación moral modelará a las niñas con vistas a
mujeres en particularizarse socialmente como adolescentes, dos objetivos iniciales: guardarlas vírgenes hasta el matrimo-
su diferenciación no se realiza en los marcos del dispositivo nio y prepararlas para ser esposas sumisas.
escolar, sino en función de una formación especializada, pe- Los médicos, como parte de las campañas médico-higie-
ro para otros fines. Esta especialización se mantendrá has- nistas que progresan durante el siglo XIX, recomendarán a
ta el siglo XX por fuera de la escolarización, y se produce a las madres las listas de alimentos que deben evitarse, tanto
partir de la prolongación de la edad de casamiento de las por sus características afrodisíacas como por ser estimu-
niñas. lantes intelectuales. La supuesta inferioridad biológica del
Los discursos médicos comienzan a condenar —con gran cerebro de las niñas las descalifica para los estudios, no se
resistencia de las familias— el casamiento pubertario, "nor- debe despertar su imaginación; por tanto, se desaconseja la
mal" hasta ese entonces. ¿Cuál es el motor de tal cambio en lectura de novelas, el teatro, la música voluptuosa, los bailes.
las costumbres? Parece ser que un factor decisivo fue el En suma, se exalta el pudor y la virtud, y la inocencia ad-
discurso fisiocrático que comienza a resaltar que "los seres quiere el principal rasgo de carácter de la adolescente. Para
humanos se han convertido en la principal riqueza de la médicos, moralistas y educadores, así como para las ma-
nación" (Donzelot, 1979). En tal sentido, habrá que favorecer dres, la inocencia estará garantizada por la ignorancia.

34 35
i
Esta ignorancia va mucho más allá de lo intelectual, para albedrío. La demora adolescente crea en los varones las con-
anclarse en el cuerpo mismo de las niñas. En este sentido diciones de su autonomía y afirmación subjetiva, crea indi-
las camisolas para bañarse de nuestras abuelas parecen viduos. Mientras que para las adolescentes del mismo sector
encerrar mucho más que una moda. Ignorancia e inocencia social, la demora que inaugura no la escuela sino la inven-
serán los bastiones de su virginidad, por cuanto el concepto ción de la nueva edad para casarse, desarrolla las capacida-
de virginidad no sólo implicará ausencia de relaciones sexua- des para desempeñarse en el mundo doméstico: capacidad
les antes del matrimonio, sino fundamentalmente todas aque- de postergación, no registro de anhelos personales, subesti-
llas "ignorancias" que garanticen, a la hora del encuentro mación personal. Al no proporcionarles elementos para sa-
sexual, que la excitabilidad de su cuerpo esté "en manos del ber desempeñarse en el mundo público, se crean condiciones
hombre". En suma, inocencia, ignorancia y virginidad con- para sentir la necesidad de tutelas masculinas. No sólo la
solidan las garantías de "la gestión de las fragilidades" de aceptación, sino la búsqueda -aún hoy- de tutelas masculi-
las adolescentes —futuras mujeres— y de la pasivización nas es posible dada la eficacia articulada de tres mitos socia-
de su erotismo (Fernández, 1993). les respecto de la femineidad: el mito mujer = madre, el mito
En el marco de estas estrategias de fragilización puede de la pasividad erótica femenina y el mito del amor román-
entenderse la diferencia entre los hábitos de masturbación tico.4
entre adolescentes varones y mujeres como también en mu- Es decir, la demora adolescente proporcionó a los varones
jeres adultas. La menor frecuencia de hábitos masturbatorios autonomía y a las niñas dependencia. En síntesis, la fragi- !
en muchas adolescentes mujeres y en adultas es parte de lidad femenina y la consecuente necesidad de protección !
un imaginario femenino según el cual en tanto el cuerpo "pro- masculina es también una construcción social e histórica.
pio" no le pertenece, se inhiben las prácticas manipulatorias Con respecto a las niñas de sectores populares —siempre
y exploratorias sobre el mismo. Una vez inhibidas éstas, se en Europa—, se mantuvo hasta entrado el siglo XX, aun en
crean las condiciones de posibilidad para que el encuentro los países desarrollados, el circuito de infancia corta y rápido
erótico con los hombres sea imaginarizado como "entrega" acceso al mundo del trabajo. Cuando la opción era el trabajo
al hombre. Esto es lo que después es "visto" como pasividad remunerado, se reciclaban en ellas las típicas desventajas
o goce místico en las teorizaciones sobre la femineidad. Lo del trabajo femenino asalariado: los más bajos ingresos, tra-
que es pensado como condición inherente a la sexuación bajo a destajo, servicio doméstico, madres adolescentes de
femenina es producción social e histórica de fragilidad. hijos ilegítimos de sus patrones, prostitución temprana (es-
El varón será un triple proveedor: de bienes económicos, tos dos últimos Ítems particularmente en chicas migrantes
de placeres eróticos y de significaciones. He ahí las condicio- de sectores rurales a centros urbanos). Si la opción laboral
nes materiales del príncipe azul. He ahí alguna de las condi- era en la esfera de su hogar, reemplazaba a la madre en las
ciones materiales de producción de mujeres que hacen sinó- tareas domésticas y en la crianza, de los hermanos cuando •
nimos amor y dependencia. ésta se incluía en el circuito laboral remunerado. Esta situa-
Se vuelve necesario remarcar una distinción: la adoles- ción se mantuvo en estos países hasta los primeros decenios
cencia de varones de las nuevas burguesías urbanas de los del siglo XX. Por otra parte, cuando esta joven se inscribía
comienzos de la sociedad industrial capacita a sus jóvenes en circuitos conyugales, se esperaba de ella funciones muy
a través de los colegios, hoy llamados secundarios, para su diferentes de la esposa madre-burguesa.
circulación exitosa en el mundo público. Familia y escuela Éstas fueron las líneas generales que establecieron desde
crearon las mejores condiciones para que en esta "demora" los comienzos de la modernidad europea formas diferenciales
entre infancia y juventud se desarrollen las aptitudes subje- de subjetivación por clase y por género.

-i,
f'c
>*.
tivas que les serán imprescindibles para obtener importan-
tes logros en dicho circuito: competitividad, eficiencia, auto-
valoración personal, prioridad de sus triunfos económicos,
apropiación de bienes culturales, entrenamiento en el libre Para un desarrollo más amplio de esta cuestión, ver Fernández (1993).

36 37
ESTRATEGIAS DE FAMILIARIZACIÓN Y SISTEMA EDUCATIVO La mujer popular tiene un trabajo muy diferente. Ninguna
p misión de difusión para ella: por el contrario, su misión es
.
-•• El nacimiento de la familia moderna centrada en la primacía velar por la retracción social de su marido y de susfTíijós.
t: de lo educativo no obedece a la lenta propagación de un
mismo modelo familiar a través de todas las clases sociales,
En el marco de estas diferentes estrategias socio-Tustóiv
cas en relación con las familias, pueden hacerse algunas
siguiendo la lógica de su mayor o menor resistencia a la mo- puntuaciones diferenciales respecto a los-as adolescentes.
u- dernidad. Cuando menos, hay dos series bien distintas de En el caso de los adolescentes burgueses, ellos realizaban
promoción de estas necesidades educativas y las diferencias su proceso de autonomización en el marco de una "libera-
entre los efectos políticos que inducen son lo suficientemente ción protegida". A su alrededor la familia traza un cordón
S grandes como para que pueda hablarse de una simetría in-
vertida. de protección que delimita su campo de desarrollo: dentro
de ese perímetro se estimulará el desarrollo de su cuerpo y
Según Donzelot (1979), en una y otra serie la familia se de su espíritu, y éstos serán controlados con una discreta
centra sobre sí misma, pero en cada una de ellas el proceso vigilancia que guiará su proceso de escolarización, autono-
tiene un sentido totalmente distinto. La familia burguesa se mización y posterior incorporación al mundo laboral.
constituye por un estrechamiento táctico de sus miembros, Entre tanto, las adolescentes de este sector social—toda-
con vistas a reprimir o a controlar un enemigo del interior: vía sin escolarización— realizan sus aprendizajes de futuras
los domésticos. A través de esta cohesión, obtiene un incre- esposas-madres en el marco de relaciones de tutelaje jurí-
mento de poder que la eleva socialmente y le permite volverse dico y subjetivo, una preparación para el pasaje del tutelaje
hacia el campo social con una fuerza renovada capaz de paterno al conyugal.
ejercer controles y patronazgos diversos. La alianza con el Con respecto a los adolescentes varones de sectores popu-
médico refuerza el poder interno de la mujer-madre y me- lares, pareciera que el modelo pedagógico es el de la "liber-
diatiza el poder externo de la familia.
tad vigilada": lo que preocupaba era el posible exceso de li-
Afirma este autor que la familia popular europea se forja bertad, la calle, las malas compañías, el posible vandalismo;
a partir de la proyección de cada uno de sus miembros sobre
y las estrategias desplegadas consisten en limitar esa liber-
los demás en una relación circular de vigilancia frente a las tad haciéndolos retroceder a los espacios de mayor vigilan-
tentaciones del exterior: el bar, la calle. Sus nuevas tareas
educativas las realiza cia, particularmente la escuela y los talleres de oficio (Donze-
lot, 1979).
(...) a costa de una pérdida de coextensibilidad con el campo social, Es interesante resaltar que la incorporación de estos ado-
se intenta quebrar las redes extensas de solidaridad, apartarla de lescentes varones a la escolarización de segundo nivel se rea-
todo lo que la situaba en un campo de fuerzas exteriores; aislada, liza a partir de las necesidades que posteriormente produce
en adelante se expone a que le vigilen sus desvíos. la tecnología moderna, para la cual será imprescindible la
formación de obreros calificados.
Aún más significativa es la diferencia entre las posiciones Contrastante con el fuerte tutelaje de la adolescente bur-
tácticas de la mujer burguesa y las de la mujer popular. A guesa, que obviamente gira alrededor de la conservación de
través de la revaloración de las tareas educativas, se estable- su virginidad, la adolescente de sectores populares —en este
ce una nueva continuidad —para la mujer burguesa euro- Primer tiempo de la sociedad industrial— circulará más bien
pea— entre sus actividades familiares y sus actividades so- e
n un circuito de desprotección sexual y explotación laboral,
ciales. Ahora, en una maternidad concebida como apostola- hasta que el mejoramiento del nivel de vida y la apropiación
do, se abre para ella un nuevo campo "profesional" en la de ciertos aspectos del capital simbólico en los países más
propagación de las nuevas normas asistenciales y educati- industrializados hacen posible la incorporación de algunos
vas. Y así puede ser a la vez el soporte de una transmisión valores morales y hábitos de vida cotidiana de los sectores
del patrimonio cultural dentro de la familia y el instrumento medios en los sectores populares. A partir de entonces, se
de difusión cultural en el exterior. establecen para ellas pautas de tutelaje y educación que en

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•ÜÜH

siglos anteriores eran exclusivas de las adolescentes de otras niñas. Pero que niñas y adolescentes hayan tenido acceso a
clases. la escolarización primaria y secundaria y aun universitaria
En los países del Tercer Mundo, con diferencias muy sig- no resuelve todos los problemas. Sin duda el acceso al trabajo
nificativas en función de las formas en que han desplegado remunerado y a la educación ha creado otras condiciones
o no sus "modernidades", podemos encontrar pautas de en las posibilidades de su dignidad de vida. Si bien las le-
particularización —o su falta— que recuerdan en mucho gislaciones que establecen como obligatoria la educación
las diferencias abismales que separaban las opciones de ca- primaria —y en algunos países la secundaria— eliminan la
lidad de vida de ricos y pobres de principios del capitalismo discriminación de ingreso de las niñas a la escolarización,
en Europa y Estados Unidos. / éstas acceden a una institución que reproduce, sin adver-
Han querido resaltarse las distintas estrategias en las que tirlo, modos patriarcales de violencia invisible. Son muy in-
la modernidad y sus instituciones han creado modos muy teresantes al respecto los estudios sobre el curriculum oculto
diferentes de subjetivación y de objetivación para niños y en la escuela (Subirats, 1988), los cuales-analizan las for-'
niñas. Familia y escuela son sin duda dos de los campos mas intangibles pero eficaces de reproducción del sentimien-
privilegiados en las estrategias de subjetivación-objetivación to de inferioridad. Por ejemplo, cuando en la escuela los
diferenciales para ambos géneros, pero no las únicas. adultos se refieren al colectivo infantil que incluye indivi-
Imaginarios sociales y disciplinas atraviesan el conjunto duos~de ambos sexos, lo hacen casi siempre usando única-
de las instituciones de los albores mismos de este período mente la forma masculina, en ningún caso la femenina y
histórico para inventar "el individuo" y "las idénticas", como muy pocas veces las dos. Cuando esto último sucede, inva-
ha señalado Celia Amorós (1990). Según esta autora, el indi- riablemente va a ser la masculina la que ocupe el primer
viduo en tanto categoría ontológica y política está formado lugar en la frase: "los niños y las niñas que vayan a la ex-
para circular en el espacio público y desde allí acceder a dis- cursión...". Libros en los que se aprende a leer con frases
putar el poder con otros, en tanto que iguales o pares. En tales como .papá trabaja, mamá cocina, leyendas en las que
oposición a este modo de subjetivación, identifica el espacio sólo habrá héroes masculinos; una historia aprendida en
de "las idénticas", término con el que alude a aquello que clave androcéntrica en la que se ha invisibilizado el lugar d>
conformaría un modo de subjetivación específico de mujeres. las mujeres en el histórico social, etcétera. ¿Cómo imaginari-
Según Amorós, "las idénticas" se formaron en el mundo zar proyectos protagónicos desde el desdibujamiento lin-
doméstico en el que las niñas crecen sin demasiada particu- güístico e histórico de su participación?
larización y se preparan para circular en el espacio privado En síntesis, cuando las niñas se incorporan al sistema
de la indiscernibilidad, en el cual no hay nada sustantivo a educativo quedan asimiladas a la educación considerada mo-
repartir en cuanto a poder, reconocimiento, etcétera. Así, délica, la del niño (Moreno, 1986). Por otra parte, retomando
las mujeres, "sujetos tutelados, han instituido sus prácticas las categorías de Donzelot, cuando esta particularización se
en un espacio precívico que produce idénticas y no indivi- produce, lo hace a través de un sistema de libertad vigilada
duos". que en su origen era propia de los varones de sectores po-
Mucho hemos avanzado desde entonces. El siglo XX ha pulares. Recién en los últimos veinte o treinta años pueden
sido un período de profundas transformaciones en las cues- encontrarse niñas de sectores medios urbanos que circulan
tiones de género. Prolongadas y duras batallas han brindado en un sistema de liberación protegida.
y brindan las mujeres como colectivo a través de los distintos Cuando así sucede, su acceso a instituciones educativas
movimientos feministas. Prolongadas y duras batallas han crea mejores condiciones para "la igualdad de oportunida-
brindado y brindan anónimas mujeres en su resistencia a des". Sin embargo, la escuela también arrastra consigo, en
la subordinación. Mucho queda aún por recorrer. múltiples pero no menos invisibles hilos, formas desiguales
Líneas arriba se señaló una diferencia de dos siglos en el de apropiación de los espacios, de autovalorizaciones per-
ingreso de las niñas a la escolarización y de doce siglos para sonales, de registros no siempre conscientes de que debajo
su ingreso a la universidad, y por supuesto no todas las de las igualdades conquistadas existen sutiles pero persis-

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.

tentes formas de desigualación que no siempre resulta con-


veniente desafiar. ideales de igualdad, fraternidad y libertad para el conjunto
de la sociedad. Vemos así que cuando las condiciones de
¿PARTICULARIZACIÓN DE LAS NIÑAS: UN PROBLEMA vida no crean condiciones de autonomía desde la infancia,
POLÍTICO? tales ideales se verán restringidos por variables de clase y
género.
o
¿Cuál es la importancia de la idea de un proceso de particu- Si bien los cambios históricos de los últimos decenios co- :
larización? En primer lugar permite distinguir los discursos locan a las niñas de sectores medios en el camino de la au- '•
de universalidad de los derechos, del desarrollo psicológico tonomía —aún hoy mucho menor que para los varones de
propios de la modernidad, de las estrategias de discrimina- su misma clase—, esto no es así en el caso de las niñas
ción, exclusión y segregación por las que transita la desi- pobres, particularmente del Tercer Mundo. Su vida cotidia-
gualdad de oportunidades. Por otra parte, permite identifi- na, mezclada con la de las mujeres adultas, las dificultades
car la profunda relación existente entre las posibilidades de de permanecer en el circuito educativo y las condiciones de
particularización de la infancia y la adolescencia, y la posi- su sexualidad las colocan en un grado de precariedad psí-
bilidad de producción subjetiva de autonomía. quica y social digna de subrayarse.
La autonomía implica la capacidad de instituir proyectos Las niñas de hoy, de cualquier condición social, son tri-
propios y la producción de acciones deliberadas (voluntad) butarias del proceso histórico de fragilización de la subjeti-
para lograrlos, es decir, subjetivarse como sujetos de ciuda- vidad femenina. Obviamente, en el caso de las niñas pobres,
danía. Sujetos capaces de discernir sus deseos y sus inte- su inscripción de clase se articula con su condición de gé-
reses y de elegir las mejores acciones para concretar dichas nero.
elecciones. En el caso de la autonomía de género estamos En la mirada histórica de las páginas anteriores puede
hablando del grado de libertad que una mujer tiene para observarse que ya desde los primeros tiempos de la sociedad
poder actuar de acuerdo con su elección y no con la de los industrial cobra relevancia la distinción de estrategias de
otros (López y Findling, 1996). En tal sentido, hay una es- fragilización por clase y género. Desde entonces se han imple -
trecha relación entre la adquisición de autonomías de las mentado diferencias en las estrategias biopolíticas por cla- .
mujeres y los espacios de poder que puedan instituir. se social, pero que convergen en una modalidad identitaria
En realidad, el grado de autonomía de un sujeto singular de género para garantizar así las fragilizaciones.
es inseparable del grado de autonomía del grupo social al Niñas pobres y niñas ricas atraviesan aún hoy en sus
que pertenece. En otras palabras, el grado de autonomía infancias y adolescencias procesos de fragilización, sólo que
que una niña pueda desplegar dependerá de la autonomía los dispositivos biopolíticos serán diferentes para cada una.
posible de su grupo social y de la que las mujeres de la so- También serán diferentes las posibilidades personales y so-
ciedad a la que pertenece hayan alcanzado. En síntesis, la ciales para procesar diferentes grados de autonomías mate-
autonomía de un grupo social no depende.de la voluntad riales y autonomías subjetivas. Diferentes deberán ser tam-
personal de quienes a él pertenecen. Para que alguien pue- bién los diseños de políticas que promuevan en ellas adqui-
da saber qué quiere en su vida y cómo lograrlo, para que s¿ siciones de ciudadanía: asunción de derechos, participación
sienta con derecho a decir no, a ocupar espacios, a incidir comunitaria. i
en su realidad para lograr sus proyectos, necesita un tipo Con todo lo que han cambiado las costumbres, cuando
de subjetividad cuya construcción no depende exclusivamenr..... las niñas llegan hoy al sistema educativo formal portan aun \ \¿s
te de su psiquismo. Entran en juego aquí condiciones de desde sus familias y todas las instituciones que han inte'rve- ;
posibilidad histórico-sociales de gran complejidad y, bueno nido —tanto en su "objetivación" corno en su "subjetiva-
es reconocerlo, de lenta y difícil modificación. ción"— las marcas de las discriminaciones y poderes de
El concepto de autonomía es inherente a una modernidad genero. Según los sectores sociales, éstas serán más eviden-
que se propuso el éxito personal para sus individuos y los tes o cobrarán formas más sutiles. Entre todas las institu-
ciones intervinientes, el sistema escolar ocupa un lugar es-
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tratégico tanto para reforzar la reproducción de las desigual- que está presente desde el formato de la clase que imprimen
dades como para abrir espacios más igualitarios y crear los docentes, en el que se observó, por ejemplo, que éstos i
condiciones de producción de libertades. propiciaban más la participación de los varones que la de/J
En la época que nos toca transitar se observa que muchos las mujeres.
países sostienen hoy lo que se ha denominado el espejismo El poder de género escolar no está exento de reproducir
de la igualdad (Bpnder, 1989), según el cual niños y niñas la desigualdad, y no sólo en aquellos a los cuales educa,
de sectores medios urbanos tendrían la crianza y la escola- sino también en la propia organización estructural de la es-
rización que los igualaría en oportunidades. El trabajo cuela: en relación con la posición académica otorgada a las
etnográfico realizado por el proyecto Arco Iris: una mirada diversas áreas, los niveles de participación dentro de la ins-
transformadora a las relaciones de género en la escuela, titución, etcétera.
muestra lo lejos que estamos de tal paridad. Se quiere resaltar la importancia de estudios como éstos,
En el trabajo de campo se pudo observar la reiteración que des-invisibilizan las desigualdades de género en tanto
de determinados patrones de actuación de chicas y chicos enuncian los dispositivos de poder que responden a estrate- i
urbanos respecto de las reglas de interacción, en las que gias de objetivación-subjetivación entramadas con las polítir..
quedan de manifiesto desigualdades de género que dan cuen- cas sociales. Se trata de elucidar los dispositivos que respon-
ta de discriminaciones, pero, también, y tal vez lo más im- den a categorías naturalizadas respecto de las cuestiones
portante, pone de relieve modos de subjetivación de niñas de género para, desde allí, diseñar programas que trabajen
que se perciben con menos derechos. Esta investigación ha en la igualación de oportunidades.
constatado que: Que las niñas puedan ser muy buenas alumnas, pero que
"el cuerpo" y "la palabra" sigan siendo predominantemente
• El uso de la palabra y el tiempo que se otorga para ello masculinos en la escuela, nos habla del complejo entramado
parece ser más propio de los varones que de las mujeres. de la producción y la reproducción de los poderes de género
• Los espacios abiertos se infieren como propiedad mascu- aún vigentes. Nos habla de la feroz eficacia en la que se
lina. articulan dispositivos de objetivación y dispositivos de sub-
• En cuanto a las normas de la escuela, también se vio jetivación en virtud de los cuales aún hoy niñas con exce-
alojada una diferencia: por parte de las mujeres se observa lentes niveles de escolarización 'kaben "que no es aconseja-
mayor acatamiento y vigilancia, en tanto los varones des- ble intentar igualarse en los derechos del cuerpo y en los
pliegan una mayor capacidad de negociación y aun de trans- protagonismos arguméntales. Parecieran optar por estrate-
gresión o subversión. gias de resistencia más que de confrontación. Esta situación
• También se observó, en cuanto al tono de la interacción, nos habla menos de dificultades de las niñas cuanto del
la presencia de lo que para la cultura es un hombre y una mundo —aún sexista— en el que tendrán que abrir sus cami-
mujer: un tono fuerte asociado a la masculinidad y uno nos. Aunque cueste admitirlo, empoderarse del cuerpo y la*
emocional a la feminidad. palabra, habitar sus espacios protagónicamente, son toda-
• Las formas de jerarquización puestas de relieve por los vía —para el colectivo de mujeres— libertades por venir.
dispositivos pedagógicos contribuyen a mantener la inequi-
dad: en tanto los hombres son nombrados como "mucha-
chos", a las mujeres se las denomina "nimias", y son los BIBLIOGRAFÍA
varones quienes asumen un papel protagónico dentro del
aula. AMORÓS, C. (1990), Mujer:participación, cultura política y
Estado, Buenos Aires, Ediciones de la Flor.
Éstos son algunos datos que muestran cómo ambos géne- ARIES, P. (1973), L'enfant et la vie familiale sous l'Ancien
ros subjetivizan de manera desigual sus derechos. Esta desi- Régime, París, Seuil.
gualdad es sostenida no sólo por los actores niños-as sino

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44
BONDER, G. (1989), "Las mujeres y la educación en la Ar-
gentina: realidades, ficciones y conflictos de las mujeres
universitarias", en Giberti, E. y A. M. Fernández (comp.),
La mujer y la violencia invisible, Buenos Aires, Sudameri-
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Pre-Textos.
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ESC 19. 2. EL PRIMER ESCALÓN
GIBERTI, E. (1992), "Parto sin temor: el poder que perde-
mos", en Fernández, A. M. (comp.), Las mujeres en la ima- Amelia Valcárcel
ginación colectiva, Buenos Aires, Paidós.
KNIBIEHLER, I. y otros (1983), De la pucelle a la minette,
París, Temps Actuéis.
LÓPEZ, E y L. Findling (1996), "Mujeres pobres del conurba-
no bonaerense: conexiones entre dinámica del hogar y La educación formal es un fenómeno relativamente reciente.
prácticas anticonceptivas", en Segundo Taller de Investi- En efecto, cuando en la actualidad hablamos de educación
gaciones Sociales en Salud Reproductiva y Sexualidad, casi siempre nos referimos a ese tipo concreto de educación
Buenos Aires, Programa Regional sobre Aspectos Socia- que personas especializadas imparten formalmente en las
les de la Reproducción Humana (Prassar) Cenep/OMS; aulas y con el aval último del Estado. Pero ésa es una parte
Programa Regional de Investigación Social, Entrenamiento relativamente pequeña de lo que implica la completa edu-
y Asistencia Técnica en Salud Reproductiva y Sexualidad; cación.
Cedes; Comité Científico sobre Salud Reproductiva; Aso- Confucio dijo: "El que no conoce los ritos no puede ser un
ciación de Estudios de Población de la Argentina AEPA, 6 hombre de firme carácter. El que no sabe el significado de
y 7 de mayo de 1996. las palabras no puede conocer a los hombres". Los ritos y
MORENO, M. (1986), Cómo se enseña a ser niña: elsexismo las palabras dan forma al mundo. Los ritos a que se refería
en la escuela, Barcelona, Icaria.' el viejo maestro de la estabilidad cubrían sin duda y ante
SHORTER, E. (1977), Naissancedelafamillemoderne, París, todo las ceremonias. Sin embargo, hoy podemos afirmar con
Seuil. sentido y conocimiento de causa que la noción de rito abar-
SUBIRATS, M. (1988), "El curriculum oculto", en Seminario ca algo mucho más amplio que fiestas, ceremonias y calenda-
de Postgrado en Estudios de la Mujer, Buenos Aires, Uni- rios. Pero sigue siendo cierto que quien no conoce los ritos
versidad de Buenos Aires. no puede tener un mapa mínimo de en qué consiste ser un
ser humano.
De entre los más relevantes, hay al menos tres tipos: de
Pertenencia, de reconocimiento y de paso. La vida humana
individual está marcada por la pertenencia a grupos, de sexo,
de edad, profesionales. El sistema de pertenencias sincró-
nicas y sucesivas a cada uno de esos grupos define un en-
tramado bastante complejo de escalas y estancias. Cada
de sus grados posee rituales de acceso, de presencia,

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de abandono que definen y hacen visible el puesto en que mismo, porque sirven para reconocer el caso^individual, sir-
se está, la estancia que se ocupa. También hay tránsitos ven también para hacer clasificaciones. ;>;.••.>•• ,.
entre unas y otras, pasillos que comunican tramos de ca-
rreras vitales diferentes. Cada individuo vive, a lo largo de LOS PRINCIPIOS GENERALES • , .•• . :
su vida biológica, la inclusión en algunas de esas escalas, lo . • -' : '&-- , •"• . >

quiera o no. Va de unas a otras cumpliendo sucesivos ritos Nadie podría interactuar sin una planilla general que enmar-
de paso, se acomoda en ellas mediante las ceremonias de que sus esfuerzos. Sabemos, siempre en grado de tentativa,
pertenencia, se mantiene en su lugar mediante los ritos de cómo tratar a cada cual; pero sabemos, sobre todo, cómo
reconocimiento. Somos mujeres o varones, niños, adolescen- tratar en general. Sin embargo, esta generalidad no es uni-
tes, adultos o ancianos, así como los hijos de alguien, los versal: se atiene a unas cuantas conductas estereotipadgsl'
padres de alguien, los vecinos de otros, los colegas de tales, que nos permiten hacer una primera discriminación.'No
los amigos de cuales... y entre ésas nuestras identidades, hablamos igual a un niño que a un anciano, a un poderoso
los ritos median constantemente. Si son conformes, autori- que a alguien sin prestancia social. A un hombre o a una
zan a portar la identidad que el sujeto pretende; si fallan o mujer. En la interacción con desconocidos prima la plantilla
no son completos, ponen en entredicho la autopresentación general y su sistema simple y aproximativo de clasificaciones.
del yo. Un trato tópico, un conocer que no es reconocer. De ahí que
Pero los ritos, sobre todo, hacen ser y ser percibido. Prue- en ocasiones, cuando alguien ha tratado a otro a partir de
ban la bondad de los principios clasificatorios con los que esa planilla, y llega repentinamente a un conocimiento me-
operamos: permiten interactuar y conocer, que viene a ser jor, suela expresar: "perdona, no te había conocido", con lo
cosa similar. Comprometen aprendizajes tan tempranos que que quiere decir "reconocido". Las formas del trato tópico
ni siquiera los recordamos conscientemente: posturas, anda- son muy significativas y las mujeres sabemos bien de ellas
res, ademanes, distancias, miradas, y otros tan sutiles como porque frecuentemente las padecemos, aunque en esto la
el lenguaje, incluyendo la prosodia, la sintaxis, tonos de voz, revolución de los modales en los últimos veinte años ha sido
modulaciones. Los ritos explícitos encuentran su fundamen- notable.
to y su posibilidad en esta enorme masa sumergida de apren- Se dice que la cortesía trata a todos por igual, pero no es
dizaje previo. Quien no exhibe una buena postura o apostura, del todo cierto. Por un lado, funciona según el principio de
quien no posee una voz educada, quien no sabe mantener indiferencia: "a todos por igual y sin distinciones"; pero, por
la mirada adecuada o tiene cualquier otra falla de fundamen- otro, introduce la corrección "a cada señor su honor". Y no
tación, difícilmente se integrará. Su cuerpo es una prueba es experto o experta en su manejo quien no sepa conjugarlos.
contra él. Sólo sobre esos saberes primeros y profundos se Las formas corteses son, por lo general, ritos estereotipados:
asientan los demás. Cultura viene de cultivar, de plantar a la pregunta ¿cómo estás?, se responde "bien, muy bien",
semillas de saberes singulares en una tierra que tiene_que con independencia de la verdad del asunto, y sólo si hay
estar previamente preparada. suficiente confianza se arriesgan respuestas desviadas como
Los ritos explícitos se corresponden con conductas tan "regular", "tirandillo", etcétera. Las formas elementales del
aparentemente simples como el saludo, las maneras en la trato, en fin, consisten en una serie limitada de plantillas y
mesa o el cómo mostrar emociones, y llegan hasta la com- en ocasiones difieren de unas culturas a otras. Por lo que
plicación, también aparente, de las ceremonias. Están por concierne al sexo, la divergencia puede ser espectacular.
todas partes, nos rodean y nos acompañan durante toda En la cultura cristiana occidental, por herencia de las
nuestra vida. Son interactivos: no tiene mucho sentido decir formas surgidas en la clave del amor cortés, las mujeres, en
"fulano, en solitario, mantenía tal rito", aunque a veces se principio, son damas. Esto quiere decir que ellas son objeto
diga, sino de un modo metafórico; vale lo mismo afirmar de miramientos especiales que en otros ámbitos culturales
que "fulano acostumbraba a hacer tal y tal cosa". Por inter- sorprenden: ceder el paso o el asiento, tratar con deferencia,
medio de los ritos nos conocemos unos a otros. Y, por lo etcétera. En otras geografías se mantiene una segregación

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se comportan corporativamente y con éxito grupal en la ma-
estricta de géneros: las mujeres siguen a los varones, que yor parte de los casos.
siempre las preceden, y ellas no se sientan en su presencia.1 En realidad este grupo de sabedores es heredero, en su
Pero nada de esto compromete el fondo de la cuestión: me- papel, de las castas sacerdotales. Comenzó a gestarse en la
diante ésos u otros ritos se manifiesta la pertenencia a un baja Edad Media, impulsó decididamente el Renacimiento y
grupo distinto y más débil. Los ritos, las conductas corteses logró excluir a las antiguas élites clericales durante el bri-
estereotipadas, sirven para clasificar; actúan como principios llante período ilustrado. Institucionalizó su relevancia en pa-
pragmáticos generales en las interacciones. Discriminan en ralelo con la reforma de la universidad burguesa. En el pre-
razón de un grupo principal de pertenencia, y significan esa sente, tan sólo ellos pueden autorizar cualquier saber. Son,
pertenencia. Igualan. Ahorran con ello incertidumbre. Cono- no individualmente, sino corporativamente, sabios. Se ocu-
cerlos y saber aplicarlos produce seguridad. Son, dentro pan de los tramos altos y especializados de la educación. El
del conjunto de los saberes previos, los primeros y elemen- Estado avala ese saber, así como expide los títulos que ellos
tales. garantizan. Esos títulos habilitan para los ejercicios profesio-
nales medios y altos. Durante largos siglos, todas las muje-
LOS SABERES SEGUNDOS Y LAS PALABRAS res, con independencia de sus dotes, cualidades o nacimien-
to, fueron excluidas de esos espacios.
Continuando la glosa confuciana, las palabras permiten,
en más de un sentido relevante, conocer. Por el lenguaje, y EL FEMINISMO Y EL SABER DE LAS MUJERES
sobre todo también por la escritura —un arte reciente—, se
nos trasladan saberes de otro orden, aquellos que supone- La primera ola del feminismo, la polémica feminista ilustra-
mos en posesión de quienes reciben el nombre de "cultos" o da, coincidió en el tiempo y en los conceptos de uso culto
personas cultas. Conforman éstos un grupo selecto de gentes con el momento en que esta nueva élite culta tomó la delan-
que, como tal, tienen a su vez ritos y ceremonias de paso, tera. Terminada la Querelle des Anciens et des Modernes,
de pertenencia y de reconocimiento. Como grupo intentan aquietada Europa por la fecunda paz de Westfalia, abonada
mantener una posición hegemónica, si bien no en el poder por la filosofía barroca, la Modernidad dio un paso firme. El
explícito, lapotestas, sino que se vinculan con la auctoritas, Siglo de las Luces convirtió en programa lo que todavía per-
esto es, con el trasfondo último de legitimación de cualquier manecía, en el pensamiento barroco, en el limbo especula-
otro poder en presencia. En el pasado, y aún hoy en algunas tivo.
partes del mundo, se marcan como grupo por medio de in- De hecho, con la polémica en torno a la educación de las
dumentarias especiales a las que sólo sus miembros tienen damas había comenzado a desarrollarse la tradición de pen-
derecho. Piden, por lo común, ser atendidos, escuchados y, samiento a la que damos el nombre de feminismo. Signifi-
en último término, obedecidos, pero en razón no de su capa- cativamente, ése, La educación de las damas (1674), es el
cidad ofensiva, sino del respeto que se les debe. En vez de título de uno de sus libros fundadores, el segundo de Poullain
resortes explícitos de poder, prefieren tener peso, esto es, de la Barre.2 El asunto se remontaba a la propia cultura
capacidad de consejo e influencia. Dicen situarse más allá barroca, al preciosismo. Acabado el conflicto de la Fronda,
de las potestades pasajeras, en una cierta intemporalidad nuevos modos sociales cultos se instalaron en la sociedad
que les viene dada por el uso de saberes precedentes, valio- aristocrática francesa y buena parte de ellos fueron respon-
sos, difíciles, saberes que ellos aumentan y que transmitirán sabilidad de un conjunto significativo de damas conocidas
a futuras generaciones. Aunque entre ellos existan tensiones, corno preciosas. Las preciosas se enrutaron por un camino
que ya había sido transitado, el de la literatura y el afina-
Las culturas, en realidad civilizaciones, que prevén el encierro femeni-
no manifiestan, como es lógico, la pertenencia al género "mujer" de El primero, al que cabe llamar la primera obra clásica del feminismo,
forma muy distinta; y ésa, la distinción entre sociedades de libre trán- había sido De la igualdad de los dos sexos (Ib/d).
sito y sociedades de encierro femenino, parece fundamental.
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miento del gusto, pero prosiguieron por el de la filosofía y
las ciencias. Mujeres de ingenio, autorizadas para ello, pre- en los que el uso del espacio en función del género prevale-
tendieron dar el paso a la sabiduría. Y en ese momento el cía (aún hoy, en bastantes casos, sigue siendo así).
frente de la cultura cayó sobre ellas: conocemos mucho mejor Apuntaba ya en el XVIII la dinámica de las excepciones:
Las preciosas ridiculas (1659), La escuela de las mujeres algunas grandes damas, Mme. de Chatelet, por ejemplo, se
(1662) y Las mujeres sabias (1672), farsas con las que Moliere dedicaban a las ciencias; otras a las artes, como Vigée-Le-
las crucificó, que sus inocentes incursiones en el campo de brun; alguna otra entró a formar parte de las Reales Acade-
los saberes y las bellas letras. Se convirtieron en un fácil mias. Éstas eran en origen fundaciones reales o con el ampa-
objetivo a abatir mediante los argumentos de la misoginia ro regio, cuyo prestigio las situaba por encima de las institu-
tradicional: su saber era tan sólo parlero y, además, cual- ciones de alta educación, rebajado como lo tenían su crédito
quier saber de las mujeres debía tener el límite de la honesti- algunas universidades por la presencia todavía en ellas de
dad y del agrado. Incluso Poullain de La Barre, cuando diser- elementos escolásticos. Las Reales Academias fueron una¿,
ta a favor de la educación de las damas, aprovecha para apuesta de los déspotas ilustrados por la renovación del
denostar a las preciosas.3 En el tema de la educación feme- saber. Pero la cuestión era: ¿debía reconocerse para todas
nina, de su utilidad y sus usos, se ventiló la primera ola del las mujeres afectadas (pueblo llano excluido por tanto) la mis-
feminismo, la gran polémica ilustrada. ma capacidad, derecho y ambición que para aquellas que
Wollstonecraft respondió con su Vindicación de los dere- se consideraban realmente excepcionales?
chos de la mujer (1792) al Emilio de Rousseau (1762) y a La respuesta del primer feminismo fue afirmativa. Y ello
otras obras menores de diversos autores que defendían para sigue siendo la veta fundamental del feminismo como teoría
las niñas una educación orientada exclusivamente a la do- política: cargar con todo el sexo femenino a las espaldas,
mesticidad. El derecho de las mujeres a adquirir una edu- unlversalizar, con independencia de las situaciones particu-
cación formal, esto es, unos conocimientos contrastados y lares; lo que la valía de una prueba queda probado para el
avalados, fue el derecho más frecuentemente exigido por las sexo en su conjunto. Lo que una padeciere queda impugna-
primeras y los primeros feministas. Normalmente imagina- do por el sexo en su conjunto. A todas las mujeres deben
ban una educación segregada, si bien la cultura de los salo- reconocérseles las mismas oportunidades, cualidades y dis- '
nes había forzado el debilitamiento de la rígida pauta de posiciones que se prediquen meliorativamente del género
separación de sexos en la vida social. Las clases elevadas y humano. El feminismo ilustrado dobló esta seguridad con^
urbanas estaban relativamente acostumbradas a las reunio- un remate: lo que hasta entonces se suponían cualidades y/
nes mixtas, para el ocio y para la cultura. No sucedía lo disposiciones innatas de las mujeres, eran, por el contrario,]
mismo en los estratos sociales más bajos o en la vida rural, los resultados de la educación a la que se las sometía. De
este modo el feminismo ilustrado combatió mientras pudo
el nuevo modelo de domesticidad burguesa que se acabaría
"Hay tan poca distancia de sabia a preciosa... que se pasa insensible- imponiendo. Cuando el cambio de época sobrevino, las co-^(
mente de la una a la otra. Conozco a varias damas del primer tipo, pero dificaciones que solemos llamar napoleónicas consagraron .
no sé de una sola que no pertenezca también al segundo. Es cierto que en el derecho civil y el penal la exclusión de las mujeres de
todas ellas tienen talento e incluso buen gusto para las cosas bellas,
pero su inteligencia está, por decirlo así, tan preciosistamente confor- la ciudadanía y la educación formal. El nuevo Estado que
mada, su gusto tan condicionado por sus maneras, que os provocarían promovía la unificación legislativa y normalizaba tanto los
rechazo. Son tan orgullosas como si de diosas se tratara y se creen de tramos educativos, como sus accesos y los títulos, excluyó
una especie distinta a sus semejantes. Sus gestos son afectados, sus a todas las mujeres, sin excepción, de los derechos civiles y
palabras rebuscadas. Se escuchan a sí mismas con admiración y a los
demás con indiferencia" (Poullain, 1993: 56). del acceso al sistema educativo. Las excepciones, ya no
Como afirma A. Amorós en su introducción a esa obra, "las preciosas Avaladas por el nuevo orden, tuvieron que cultivarse en el
se convirtieron en el blanco preferido de los detractores de la igualdad seno de la autodidaxia.
de las mujeres", de aquellos que propugnaban un modelo de domestí-
cidad burguesa (Poullain, 1993: 39).

52 53
EL SUFRAGISMO Y LA EDUCACIÓN primera infancia? Así, argumentaron, se conseguirían dos
buenas cosas más. Por una parte se descargaría a los varo-
La segunda ola del feminismo, el movimiento sufragista, re- nes de tener que desperdiciar sus talentos en una fase de la
cuperó los énfasis educativos del feminismo ilustrado. Tam- educación tan elemental e incómoda; ellos quizá deberían
poco podía ser de otro modo. Al principio, y tímidamente, reservar sus méritos para empresas de mayor relieve e im-
algunas mujeres vindicaron la creación de escuelas elemen- portancia. Y, por otra, las mujeres podían solucionar bien
tales en las que pudieran formarse institutrices. La razón esas fases educativas: no en vano se las podía suponer casi
alegada tenía, que ser, y lo fue, coherente con el orden de una extensión de su papel de madres. Señoritas maestras,
domesticidad que al colectivo se le exigía. Si para las amas de moralidad acrisolada, que quizá no pudieran tener hijos
de casa se consideraba oportuno que supieran "lo impres- propios jamás, emplearían su celo maternal en las criaturas
cindible para el buen gobierno doméstico", esto es, lectura, ajenas, como devotas abejas obreras, libando la miel para
escritura y cálculo elemental, alguien debía poder enseñár- las reinas del hogar, las mujeres que, afortunadas, habían
selo a las niñas. Y era conveniente que ese alguien tuviera podido conseguir cumplir el modelo doméstico. Cierto que,
una certificación, aunque fuera modesta, de su aptitud. para ello, sería menester que la formación y títulos de las
Admitiendo que el matrimonio era el destino natural y futuras maestras se acomodaran a aquellos que el Estado
moral de las mujeres, su gloria, pudiera suceder que, sin preveía para sus homólogos varones, quizá, sin embargo,
culpa por su parte, algunas no pudieran llegar a tan acep- rebajando algún contenido intelectual e intensificando, en
tada meta. Muchas casualidades inconvenientes podrían consecuencia, la formación práctica en aguja, música y mo- /
impedirlo: la falta de dote, un físico endeble o inadecuado, dales. Pero el caso es que el título fuera conforme. Las escue-./
la orfandad, el no casarse por debajo de la propia clase social las de maestras fueron el segundo escalón educativo alean-'
para no decaer, una enfermedad que curara cuando ya no zado y reemplazaron a los colegios de institutrices.
se estaba en edad de ser elegida, con veinte o más años... Por similares razones algunas mujeres vindicaron la for-
en fin, una larga cantidad de imponderables. En esos casos, mación profesionalizada como ayudantes de enfermería. Ar-
¿no sería conveniente que las mujeres de cierta posición gumentaron que compasión y cuidado eran predisposiciones
tuvieran una manera de lograr recursos propios que les evi- espontáneamente femeninas, pero lo significativo era que
taran caer en la pobreza vergonzante, la dependencia inde- querían títulos y salarios para ponerlas por obra, y no la de-
seable de parientes ya cargados o poco compasivos, o, lo sinteresada devoción que hasta el momento regía esas pro- /
que era lo peor, lo innombrable, precipitarse en el vicio para fesiones. Maestras y enfermeras fueron las primeras profe-*
poder subsistir? siones que se abrieron a las mujeres. Ello, y no quizá explica-
Resultaba difícil resistirse a demandas tan bien funda- ciones en clave de la moral femenina del cuidado como carac-
mentadas en el propio orden patriarcal burgués. Algunos terística esencial, puede dar razón suficiente de que sigan
centros que formaban institutrices comenzaron a actuar. siendo todavía las profesiones que contienen mayor porcen-
Permitir que algunas se instruyeran, poco, no ponía en cues- taje de la población asalariada, que no ocupada, femenina.
tión la recta opinión sobre la congénita debilidad intelectual A mediados del siglo XIX las mujeres habían logrado ase-
del sexo femenino, sino que era casi un favor que, individual- gurarse la entrada en los tramos medios oficiales del sistema
mente, se les hacía. Este favor, por el contrario, salvaguar- educativo, pero las instituciones de alta educación les per-
daba la moral y las buenas costumbres. manecían vedadas. Entonces comenzó la dinámica de retroa-
Conseguido el poner pie en este primer escalón, el primero limentación entre derechos educativos y voto.
que rebasaba la formación elemental y primaria, la deman-
da, sin cambiar el registro argumentativo, creció. Visto lo LA FUNCIÓN DEL CONOCIMIENTO EN EL SUFRAGISMO
útiles que resultaban los centros de formación y colegios de
institutrices, ¿no lo sería igualmente que fueran maestras Sufragismo
Se
fue el término popular por el que se conoció la /
las que se encargaran de la educación de los niños en la gunda ola del feminismo, la que abarca desde el Manifies-

54 55
to de Séneca Falls (1848) hasta el ñn de la Gran Guerra —y habilitaban.4 Obtener títulos conformes fue una lucha pre-
sus múltiples consecuencias, legales, políticas, educativas, via a la que siguieron las dificultades para la colegiación.
culturales y estéticas—, en la década del veinte. Abarca unos Esto es, reconocidos los estudios cursados, los títulos no
ochenta años de agitación, asociaciones, ligas, programas, daban paso al ejercicio profesional, como normalmente su-
debates y manifestaciones que se suceden con mayor o me- cedía con los varones, sino que éste seguía vedado por ins-
nor intensidad en todos los países occidentales, en especial tancias diversas. Si a principios del siglo XX encontramos
• en aquellos que son formalmente democracias representati- un número relativamente relevante de mujeres dedicadas a
I vas. El sufragismo es un movimiento internacional que in- las tareas de investigación, ello no era tanto vocacional como
y tenta dotarse de programas, demandas y estructuras orga- obligado: realizar investigación no exigía las inversiones en
nizativas también internacionales. Aprovecha para ello las grandes equipos a las que ahora estamos acostumbrados, y
exposiciones universales y las convenciones políticas inter- podía hacerse relativamente en soledad. Muchas de las pri-
nacionales. meras licenciadas y doctoras no tuvieron otra posibilidad
Los dos objetivos que presiden la lucha sufragista son el que llevar su trabajo a la investigación porque los ejercicios
voto y la educación. El derecho al sufragio, que acabará profesionales corrientes les estaban vedados.
dando nombre al movimiento, es una vindicación relativa- En cualquier caso, el sufragismo convirtió en correlatos
mente poco asumida por el propio movimiento en sus inicios. los méritos y los votos. Las nuevas habilidades y saberes de ,
Debe recordarse que fue el único punto del Manifiesto de las mujeres robaban su derecho a una ciudadanía plena~y j
Séneca Falls que se aprobó por mayoría y no por unanimidad. la injusticia de la merma de sus derechos civiles y políticos.
En verdad, y en los inicios, el interés estuvo más centrado Por el contrario, desde el bloque institucional se intentó du-
en los derechos civiles y educativos. Las diversas ligas feme- rante largo tiempo resistir en directo a la exigencia de voto y
ninas y las ligas del sufragio se nutrieron en buena parte de ceder excepcionalmente en los nuevos derechos educativos.
mujeres en trance de profesionalización que hacían valer En la segunda década del siglo XX bastantes universidades
sus todavía escasas victorias en la obtención de títulos para seguían sin expedir títulos cuando el estudiante era mujer;
fundamentar su derecho a lá-ciudadanía plena. La situación, en algunas les tenían prohibida la entrada a las bibliotecas
cuando el completo sufragio masculino se hizo norma, se y la mayor parte de los ejercicios profesionales de las muje-
volvió más y más explosiva. Las y los sufragistas argumenta- res tituladas tenían que mantenerse en la Asiera privada. El
ron sobre un punto evidente: el completo sufragio masculino sufragismo concitó los diversos frentes hacia la demanda
permitía el derecho de voto a cualquier varón, incluidas-ile-— articulada del voto. Sus manifestaciones nos sorprenden
,," trados, dementes, analfabetos, insanos y viciosos, y a ningu- todavía hoy: son ordenadas procesiones civiles en las que
na mujer, incluidas honestas madres de familia, maestras, ocupan un lugar destacado las universitarias portando sus
enfermeras, universitarias y aun doctoras. togas y birretes, en largas filas, llevando en ocasiones en las
Porque, en efecto, en las décadas en que la lucha por el manos los títulos que no las habilitan ni para votar ni para /
sufragio se recrudeció, un número escaso pero significativo ejercer. Ellas eran, empíricamente, la demostración palmaria v
de mujeres comenzaba a permeabilizar las instituciones del abuso masculino de poder. Para el feminismo sufragista
educativas superiores. Primero hubo de afianzarse la ense- n
o ya la educación, sino el reconocimiento de los derechos
ñanza secundaria, pero, una vez logrado, unas pocas intrépi- educativos, lo fue todo. Entendieron perfectamente cómo
das estudiantes se plantearon la entrada en las aulas uni- estaban vinculadas democracia y meritocracia y cómo, por
versitarias que les estaban prohibidas. Algunas universi- lo tanto, las posiciones conseguidas debían usarse para al-
dades europeas comenzaron a admitir selectivamente alum- canzar metas ulteriores.
nas en los años setenta y ochenta del siglo XIX, si bien con
restricciones respecto a los títulos a cursar y en la mayor
parte de los casos con renuncia expresa de la alumna que
los cursara a obtener el título para el que sus estudios la Para conocer más cercanamente el caso, ver Flecha (1996).

56 57
LAS TAREAS DEL PRESENTE
rrer desde temprano es promover la circulación en la escue-
la, la democratización de los diversos tipos de juegos de
El sufragismo peleó, pues, por la entrada de las mujeres en lenguaje tanto entre mujeres como entre hombres, sin la
ese flamante y nuevo concepto estatal-burgués de educación atadura de los esencialismos de género, como se plantea en
formal. Y logró sus objetivos. Lo que a todas y todos nos el capítulo 6.
satisface, porque es lo que nos permite seguir avanzando.
Sin embargo, y como lo afirmé al principio, la educación for- CON MIS OJOS
mal dentro del sistema escolar no es sino una pequeña parte
de la completa educación. La masa de ritos y saberes previos Cuando yo me enteré de que era una niña, me pareció ñor-/
sobre la que se asienta permanece bastante intocada. Y de mal. Qué digo, me pareció incluso bien. Las mujeres solían
ellos forma parte principal el reparto de espacios, tiempos, llevar trajes mucho más delicados y hermosos que los varo-
modales y sentimientos entre varones y mujeres. nes, su charla era más agradable, su pelo mejor, transmitían
La tercera ola del feminismo, el gestado en el último tercio siempre delicadeza, estaban a menudo juntas, mimaban,
del siglo XX, ha venido avisando que la educación formal no se reían argentinamente... cierto que yo no me sentía, a mis
está interrumpiendo en casi nada esta enorme masa previa cuatro años, parte del grupo, sino de otro, especial, de "ni-
de sobreentendidos. ños". Y no pensaba que con el tiempo tuviera que acudir al
Me parece que el riguroso trabajo adelantado por el equi- de ellas. Los niños no éramos, desde mi punto de vista, ni lo
po de investigación del proyecto Arco Iris se inscribe en esta uno ni lo otro, sino sólo "pequeños".
perspectiva: demuestra con creces cómo la inequidad de gé- Cuando me enviaron por primera vez al colegio, en mi cía-/
nero en la escuela no se centra hoy en el acceso y la matrícu- se sólo había niñas, cosa que de nuevo me pareció normal.
la, sino en el papel significativo que juegan los sutiles pero Había allí un ser de otro mundo vestido angelicalmente, una
determinantes dispositivos pedagógicos de género en la crea- joven monja en una mesa alta a la que se accedía pidiendo
ción de destinos diferenciados para hombres y mujeres. permiso y superando el escalón de la tarima. Siempre parecía
Sería una conclusión sorprendente tener que afirmar que muy ocupada con unas cartillas. Las demás eran niñas y
las cosas casi no se han movido del sitio. (Supongamos la daba la impresión de que se dividían entre las que llevaban
humanidad entera y que dentro de ella Occidente ocupe el coletas y las que no. De todos modos no eran demasiado
lugar de la antigua aristocracia: en efecto, todas nos educa- pacíficas: algunos juegos con ellas comportaban riesgos de
mos; en otras civilizaciones los números cantan, y las muje- luxaciones en los hombros, también te asaltaban para qui-
res son.en su mayoría analfabetas, como en el pasado. Pero, tarte tu dinero con bastante sevicia, inventaban juegos en
habida cuenta del ascenso demográfico desde la Era Moder- los que casi siempre perdías y nunca te ayudaban a entender
na, una hipótesis algo exagerada, como ésta lo es —que só- los párrafos difíciles por inaudibles de las oraciones largas
lo algunas afortunadas de las élites alcanzan esos bienes y obligatorias. Definitivamente el grupo de los mayores era
educativos y que lo siguen haciendo siempre que no se in- más seguro y confortable.
terfiera con la condición principal de no poner el completo "Lo peor del colegio es el patio", me dijo una vez mi hija
sistema de jerarquía masculina en peligro—, podría mante- cuando era pequeña. Las relaciones entre iguales. Y tuve
nerse). que confesarle que la vida, después, era un patio continuo.
Hay que iluminar todos esos tramos previos, lo que no La idea tópica de que los y las infantes son seres inoceií^
puede hacerse sino poniendo en ejercicio las habilidades tgs y buenos me alborota los nervios. Contradice la expe--
discursivas proporcionadas por el sistema educativo formal. iencia y la memoria que solemos tener de nuestros primeros
Éste es más necesario que nunca porque es la fuente de las anos escolares. Con el paso del tiempo me tocó estudiar que
herramientas conceptuales y argumentativas que permiten e
ducar" viene de educere, sacar fuera, llevar desde dentro,
iluminar primero, y reformar después, la deficiente y apa- lúe remite a una concepción desde luego innatista de nues-
rente igualdad que proporciona. Una vía que se puede reco- r&
s habilidades. A estas alturas no estoy muy segura de

58 59
I que la explicación etimológica signifique algo. Educar es un
;
proceso bastante complejo que no sólo se produce en el aula.
\ Y tanto "saca" como quita o como pone.
La explicación en clave aristotélica, por lo tanto no innatis-
ta, tampoco me convence. No somos "tablillas rasas" sobre
las cuales se escriben experiencias y conocimientos. Quizá
todavía es pronto para que tengamos un buen conocimiento
de nuestra verdadera naturaleza, pero a estas alturas ya
sabemos algo: que constantemente la fabricamos, moldea-
mos y reformamos. Lo que en nuestra especie sea "lo natural"
cada vez se nos escapa más, a medida que nos vamos cono- MIRADA ETNOGRÁFICA
ciendo mejor. Y algo también tenemos andado en éste nues-
tro asunto: que mujeres y varones no somos esencias separa-
das, marcadas de modo innato, d'e manera que, seguir ac-
tuando como si no conociéramos esta verdad, carece de sen-
satez. Tenemos por delante no uno, sino muchos futuros di-
ferentes. De las medidas y precauciones que tomemos ahora
depende cuáles de ellos podrán hacerse reales. Personalmen-
te prefiero, y me parece que lo mismo hacen las autoras y
autores de estos inteligentes trabajos, uno en que la perte-
nencia a un sexo no comporte mermas, humillaciones ni con-
denas al uso de una humanidad deficiente y menos libre.

BIBLIOGRAFÍA
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A., Antología del feminismo, Madrid, Alianza, 1975.
FLECHA, C. (1996), Las primeras universitarias en España,
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MOLIERE, J. B. R, El avaro (1668), Las preciosas ridiculas
(1659), El médico a la fuerza, La escuela de las mujeres
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POULLAIN DE LA BARRE, F. (1673), De la igualdad de los
dos sexos, discurso físico y moral, donde vemos la impor-
tancia de deshacerse de prejuicios, París, s.e.
(1674), De la educación de las damas para la forma-
ción del espíritu en las ciencias y en las costumbres, Ma-
drid, Cátedra, 1993.
ROUSSEAU, J. J. (1762), Emilio o la educación, Madrid,
Alianza, 1998.
WOLLSTONECRAFT, M. (1792), Vindicación de los derechos
de la mujer, Madrid, Debate, 1977.

60
3. BITÁCORA DE VIAJE
La teoría en acción o el proceso de teorización
mediante los recursos etnográficos del proyecto
Arco Iris1

Ángela María Estrada Mesa

[...] una teoría es exactamente como una


caja de herramientas. Ninguna relación con
el significante [...] Es preciso que sirva, que
funcione. Y no para uno mismo. Sino hay
personas para utilizarla, comenzando por el
teórico mismo, que deja entonces de ser
teórico, es que no vale nada, o que el
momento no llegó aún [...]
Foucault y Deleuze (1972)

La creciente aceptación de la etnografía como abordaje legíti-


mo para la investigación social ha traído como consecuencias
una enorme diversificación interna del enfoque, y la genera-
c
ión, también interna, de diversos desarrollos críticos (Ham-
mersley, 1992). En efecto, mientras la crítica tradicional —y

Algunas de las interpretaciones incluidas en este texto hacen parte del


calidoscopio de miradas que abrió el estudio de las relaciones de género
en la institución escolar, no todas ellas congruentes. La elaboración in-
terpretativa de algunas categorías teóricas fuertes ofrece un punto de
vista que, entre otros, será expuesto en el contexto de esta publicación.

UNIVERSIDAD DE ANTIOQUIA53
BIBLIOTECA CENTRAL
externa— sobre su carácter exploratorio, preliminar y des- Comenzaba el año de 1999 cuando supimos que tendría-
criptivo ha cedido en intensidad, la polémica interna ha ga- mos el soporte para el viaje, pero aún no había ninguna
nado dinámica y amplitud. claridad sobre cuándo tendríamos los recursos. Empleamos
El objeto de este trabajo se enmarca en una de las líneas los aproximadamente siete meses que duró la espera en for-
críticas contemporáneas, para mi gusto más fascinantes: talecer la mirada y el consenso de grupo en torno a nuestra
se trata de la pregunta por el carácter de las descripciones carta de navegación.
etnográficas, por los sentidos en los cuales los-as etnógrafos-
as parecen usar la noción de teoría, así como sobre la para- ELEMENTOS INTEGRADOS EN UNA MATRIZ TRANSDISCIPLINAR
doja que entraña la pretensión de reproducir un fenómeno
a través de tales descripciones y nociones. Los ejes, que se retoman de manera sucinta en este parágra-
Recurriendo a una bitácora de viaje, estas páginas recons- fo, se articularon en una matriz transdisciplinar, siguiendo
truyen y hacen explícitos, a manera de puertos alcanzados, una propuesta que habíamos encontrado en Ana María Fer-
algunos hitos importantes en el proceso de teorización enrai- nández (1993), y que no era otra cosa que nuestra propia
zada del proyecto Arco Iris. Se trata de dar cuenta de cómo forma de entender la noción de caja de herramientas. Se
fue surgiendo y desarrollándose ese particular punto de vista trata de un conjunto de nociones provenientes de distintos
personal, tanto sobre la función de la teoría en el abordaje cuerpos disciplinares integrados en un punto de vista con-
etnográfico, como sobre el desarrollo teórico a partir de las gruente. Estas nociones estructuraban nuestra mirada
voces de los otros. Busca, en fin, poner a lectoras y lectores etnográfica informada teóricamente (Goetzy Lecompte, 1984)
en contacto con la acción de la teoría, con el proceso vivo de y con ella buscábamos responder a la complejidad de nues-
construir una interpretación sobre las relaciones de género tro derrotero. La garantía de congruencia se encontraba en
en la escuela. la afinidad epistemológica de los distintos cuerpos categoria-
les: en este caso, el conocimiento como una producción his-
PUERTO l. SELECCIONAR LAS HERRAMIENTAS PARA tórica y políticamente funcional.
INICIAR LA AVENTURA2
La escuela como un espacio de reproducción y resisten-
No partíamos ligeros de equipaje. Hacían parte de los instru- cia social y cultural
mentos y herramientas para el viaje una intención investi-
gativa, una matriz transdisciplinar que estuviera a la altura Se recoge el punto de vista de la nueva sociología de la edu-
de tal intención, un punto de vista particular sobre la etno- cación, para integrar en la mirada el necesario juego dialéc-
grafía y un recurso computarizado para el análisis. No obs- tico de co-constitución sujeto-sociedad, y comprender así
tante, no todo estaba a punto para iniciar la aventura. Los cómo los actores situados en culturas determinadas les dan
retos eran múltiples. un nuevo significado a los imaginarios culturales y a sus
La ruta propuesta para el viaje —reconocer en la escuela representaciones sociales y los transforman. Esto ocurre a
los modelos y dispositivos de reproducción social de la ine- través de un proceso de resistencia asumida como una ac-
quidad de género e impulsar estrategias para propiciar su ción culturalmente contrahegemónica, proceso que evita la
transformación— marcaba el derrotero. El mayor reto, y que mirada simplista que asume el rendimiento hegemónico de
impuso una tensión permanente, era configurar un equipo la cultura dominante a través del proceso de reproducción.
que marchara armónicamente por la ruta trazada, sobre La propuesta de Henry Giroux (1988) aportó como clave
todo teniendo en cuenta que se podía llegar al punto desea- Para afinar la observación la idea de focalizar el análisis de
do por distintos caminos. la cultura escolar en cuatro aspectos relacionados entre sí,
y orientados al establecimiento de: las normas de la cultura
Quiero hacer un reconocimiento explícito a quienes fueron mis compañe- 1Ue se consideran socialmente legítimas; las categorías que
Se
ros de aventura: Carlos Iván García, Manuel Toro y Diógenes Carvajal. emplean para clasificar como inferiores o superiores cier-

64 65
tos contenidos o formas culturales; los criterios para legiti- ciones morales de acuerdo con estructuras narrativas (Sar-
mar unas pautas de relación social dentro de la escuela y bin, 1986). En la fragmentación de la dinámica social con-
del aula; y las normas para la distribución y el acceso a temporánea, los seres humanos nos vemos obligados a arti-
diferentes tipos de recursos culturales y de conocimiento cular múltiples relatos en primera persona de acuerdo con
según categorías y clases sociales. Todo lo anterior enmar- los códigos y reglas propias de cada uno de los grupos de
cado dentro del análisis de la estructura organizativa del referencia y de las distintas posiciones de sujeto implicadas;
aula y de la escuela. o en otras palabras, agenciamos diversas posiciones de sujeto
dentro de contextos particulares y en procesos de interacción
La mente como construcción social narrativa. El punto social: comprendíamos que la identidad de género tampoco
de vista de la psicología social interaccionista es unívoca en sentido psicológico.
En segundo lugar, nos permitió asumir la socialización
Nuestras herramientas para iniciar el viaje incluyeron una humana desde el punto de vista estructural; es decir, como
base teórica psicológica más general y sólida. Ésta superaba un proceso que conecta las estructuras sociales con las dis-
los estrechos marcos teóricos individualistas de la psicología posiciones y la conducta de hombres y mujeres. Tal enfoque
tradicional y buscaba contar con un recurso sistemático pa- nos ofrecía la ventaja de analizar la posición formal diferen-
ra superar el manejo simplista de nociones psicológicas. Se cial de los roles de género y, por lo tanto, reconocer las visio-
trataba de uno de los enfoques de la psicología social interac- nes sobre las características relativas a los roles como carac-
cionista, congruente con el enfoque general de la propues- terísticas estructurales —las relaciones de poder, por ejem-
ta: la concepción tripartita de la mente como construcción plo—, las cuales se entendían como influencias situacionales
social, del psicólogo social Rom Harré y sus colaboradores más que como la internalización de estereotipos de género
(1989, 1994). (Archer, 1989).
Tal herramienta teórica general nos aportó varias claves En tercer lugar, este instrumento nos aportó una clave
para iniciar nuestro viaje. En primer término, una concep- teórica para identificar, desde el punto de vista psicológico,
ción narrativa del self? cuyo supuesto central podría ser tres niveles de análisis posibles en el discurso: las reglas
formulado en los siguientes términos: los seres humanos normativas para la acción —los reguladores de la acción—,
piensan, perciben, imaginan, se emocionan y realizan elec- las reglas interpretativas —los reguladores para la cons-
trucción de significados— y las hipótesis que orientan la
3
Conscientemente aprovecho la ambigüedad que ofrece la noción de acción —los supuestos para la acción.
self, la cual puede ser traducida tanto como sí-mismo-a o como yo,
para evitar, por un lado, la fuerte referencia que tenemos del yo como El patriarcado como orden simbólico para la regulación
estructura del narcisismo primario, y por otro abrir la posibilidad a una de las relaciones de género
concepción del agente como una estructura narrativa y dialógica. En
efecto, a pesar de que Kenneth Gergen, pionero en este campo, aceptó
la traducción castellana de yo para la noción de self de su obra The Aunque al momento de la partida éramos conscientes de la
SaturatedSelf. Dilemas of Identity in Contemperan/Life(1992), lo hace polémica vigente en torno a la noción de patriarcado, se
en un contexto en el cual su intención es la reconstrucción crítica de la aceptó como un recurso que permite comprender el andro-
noción occidental de un yo individualista y autocontenido, y su posterior centrismo presente en la hegemonía sobre el control de los
deconstrucción. En esa misma obra, Gergen no sólo muestra el carácter
de hiperrealidad de una noción que como la de yo cuenta con múltiples significados, el monopolio masculino sobre las definiciones
capas de sentido sedimentadas y superpuestas, lo cual caracteriza lo (Lerner, 1990; Estrada, 2001a) y las decisiones que afectan
que postula como la saturación del yo, sino que afirma: "[...] El yo la vida de los hombres y las mujeres de manera diferencial.
plenamente saturado deja de ser un yo". (1992: 26). En la fase recons- Entendíamos que si bien en nuestra época la naturaleza
tructiva de la identidad, la cual aparece expuesta sistemáticamente en
obras más recientes, McNamme y Gergen (1999) proponen la noción
^l Patriarcado parece adecuarse para mantener su vigencia,
de responsabilidad relacional, la cual desplaza definitivamente la y en esa medida se matiza, la estructura profunda de la
centralidad del yo. Diente y del lenguaje cuenta con un acumulado que jerarqui-

66 67
za y valora diferencialmente los sexos. El patriarcado aporta Comprendida así, la perspectiva de género nos permitía
órdenes de significado a la configuración de un curriculum abordar la escuela y el aula como instituciones sociales que
oculto desde el cual se generan estrategias de socialización potencíalmente tienen el poder cultural no sólo para fijar
de género que reproducen el 'arquetipo dominante' sin cues- las pautas de las relaciones entre los géneros, sino para
tionarlo: la jerarquización y la subordinación de las relacio- apoyar su construcción y desarrollo diferencial. Desde este
nes de género son naturalizadas, es decir, asumidas de modo punto de vista, los estudiantes, mediante su participación
acrítico como dadas biológicamente. activa, asumirían o controvertirían las reglas y códigos que
Para el caso de la cultura escolar, se anticiparon algunos determinan las pautas de las relaciones entre los géneros y
énfasis en la mirada. En primer término, el tratamiento del su posición diferencial, y que se encuentran subyacentes o
lenguaje como un hecho neutro: postula como universal un implícitas en las culturas escolares.
discurso de carácter masculino (hombre = Hombre), posibili- Comprendíamos que una vez se abandona toda preten-
ta la circulación acritica del sexismo en las relaciones de sión esencialista en la aproximación a la noción de género
poder y facilita el desconocimiento de las mujeres como su- —masculino o femenino—, los conceptos de hombre y mujer
jetos de discurso. Para Spender (1980), muchas niñas no se se tornan problemáticos (Alcoff, 1988), lo que a su vez per-
sienten necesariamente nombradas en el universal mascu- mitía comprender por qué se afirma que hombre y mujer
lino que se emplea en la escuela. son momentos históricos de la evolución del género, pres-
En segundo lugar, el androcentrismo en el curriculum: critos desde una matriz heterosexual que posibilita unas
mantiene la vigencia, en los planes de estudios, de áreas del identidades y prohibe otras. Todo lo anterior había posibili-
conocimiento que tradicionalmente han sido discriminato- tado la postulación de la proliferación de los géneros como
rias, tal como nos lo dejaba ver el enorme volumen de inves- el proceso cultural en el cual estamos inscritos (Butler, 1987,
tigaciones internacionales a las que accedimos a medida Estrada, 1997).
que avanzaba nuestra trayectoria (a falta de trabajos colom- Los cuerpos femenino y masculino, interpretados en sus
bianos con este grado de elaboración en el campo de la edu- significados y posibilidades, determinan las series mujeres
cación). En áreas como las matemáticas, las tecnológicas y y hombres, o en palabras de Iris Young (1994): "[...] un vasto
vocacionales, así como en la educación física, la presencia complejo de objetos y productos materiales históricos con-
de expectativas diferenciales respecto del rendimiento aca- dicionan la vida de las mujeres (y los hombres) como genero
démico, según género, configuran un patrón discriminante [...]" (p. 115). La metáfora de la Coalición del Arco Iris áe Iris
que se reproduce incluso intergeneracionalmente (Eccles y Young (1987), como propuesta para la acción política —si-
otras, 1982a 1982b; Jacklin, 1989; Archer 1991, 1992). gue siendo muy sugestiva para las organizaciones socia-
En este caso, adoptamos principalmente una mirada so- les—, fue el sustento para el nombre que recibió la propuesta
bre género como el proceso mediante el cual se inscriben en de investigación.
el cuerpo (Foucault, 1977) unos discursos históricamente Esta herramienta nos ofreció criterios básicos para decidir
construidos y culturalmente legitimados sobre la sexualidad el ámbito de la observación: los estereotipos de género sexis-
y las identidades sexuales, así como los procesos de resis- tas en la escuela, cuando existen, se manifiestan en forma
tencia que desde distintas posiciones de sujeto tienen lugar inmediata en los hechos observables, en el ámbito de la in-
frente a las narrativas comunitarias. Tal mirada tenía la teracción cara a cara entre los actores escolares, así como
ventaja de integrar de manera muy precisa nociones cultura- en las expresiones que se pueden hacer evidentes en los
les, históricas, sociológicas y psicológicas en la construcción textos escolares. Igualmente, la configuración del género
de la noción de género: una categoría estructural relacional también puede observarse no sólo en lo que Deborah Tannen
inscrita en el microjuego cotidiano de los poderes para com- (1994) denomina actitud física —dimensión proxémica de
prender la producción de distintas identidades sexuales 1& interacción—, y que la psicología social reconoce como
(Estrada, 1997). comportamiento no verbal, sino en el uso y la ubicación en
£
1 espacio de los sujetos generizados.

68
Todo lo anterior aportaba criterios que privilegiaban una dación de las hipótesis e interpretaciones etnográficas con
perspectiva material para la observación de las relaciones el recurso clave de la participación de los sujetos de la in-
de género. Tal observación tenía un foco en la descripción vestigación.
de la acción y la interacción incluso corporal y su desenvol-
vimiento en el espacio, con el propósito de inferir, a partir b. El discurso como campo privilegiado para el estudio
de allí, la dimensión simbólica. de la acción y la interacción con perspectiva de género.
Comprendíamos que la gente posee un conocimiento social
Fundamentación de la opción cualitativa almacenado que subyace en las acciones y en las descrip-
ciones y justificaciones que los propios agentes hacen de
Caracterizamos el enfoque metodológico general de la pro- ellas. Tal conocimiento configura reglas de dos tipos: regu-
puesta de investigación como materialista-crítico-radical lativas —proveen guías sobre las rutas del comportamiento
(Román, 1992), debido, entre otros, a los siguientes presu- apropiado— e interpretativas —proveen claves que orientan
puestos. la atribución de significado a la acción—. Tales reglas se
despliegan y se hacen explícitas en los procesos de interac-
a. La necesidad de una etnografía crítica. Vinculamos la ción social: "hablar es una modalidad de la acción" (Potter y
posibilidad de alcanzar niveles explicativos sobre el recono- Wetherell, 1987).
cimiento y la búsqueda explícita de la interdependencia entre La principal clave que nos sugería este eje era privilegiar
los sistemas de significado individuales y los sociales o cul- la interacción sobre la acción individual: una persona con-
turales, lo cual implicaba que, aunque partiéramos de la siderada aisladamente no define nada desde el punto de
experiencia de los distintos actores en sus contextos parti- vista de las normas grupales; se convierte en sujeto sólo a
culares, ésta no podía ser inmediata ni directamente refle- la luz de su interacción en comunidad y del contexto de
jada ni asumida como valor, sino reconstruida en un análi- dicha interacción. Este eje nos aportó claves para asumir la
sis más amplio dentro de marcos culturales y relaciones comunicación como un fenómeno global que integra muchas
sociales de poder (Henwood y Pidgeon, 1995). formas de comportamiento, tanto verbal como no verbal.
En otras palabras, se trataba de superar el naturalismo Por tanto, nuestra observación del aula y la escuela debía
que propone al investigador como sujeto neutral que recu- mantener una mirada que permitiera la descripción de unas
pera las voces de los otros y que acerca la etnografía al po- y otras (Marc y Picard, 1989; Gumperz y Hymes, 1972).
sitivismo, para poner en relación las narraciones de las voces
de los otros —sobre todo de aquéllos no dominantes social- c. La teorización enraizada y el abordaje cualitativo como
mente— con los mecanismos estructurales subyacentes y estímulos a la construcción de una posición propia. Aun-
las condiciones materiales que posibilitan la reproducción que al momento de iniciar el viaje ya era relativamente acep-
y la resistencia cultural y social de la diferencia. Tal enfoque tado el uso de estrategias cualitativas para el tratamiento
le imprimía a nuestra etnografía su carácter crítico-mate- de los datos —cuando éstos o la naturaleza del problema
rialista-radical (Román, 1992). así lo requieren—, no lo era tanto la opción epistemológica
Abandonábamos así la primacía absoluta de las otras Por el tratamiento cualitativo y la teorización enraizada so-
voces, adhiriendo más a una concepción emancipadora del bre "la realidad psicosocial", como la asumida por el pro-
conocimiento que a una contemplativa. En tal sentido, pre- yecto Arco Iris, esto es, la construcción densa de niveles de
tendíamos llevar a cabo lo que Henwood y Pidgeon (1995) teorización a partir de las voces de los otros. En muchos
denominan la mediación cultural, esto es, poner en relación ámbitos de nuestra vida académica prevalece aún la opción
la descripción reconstruida de la voz del otro con los meca- Por los modelos cuantitativos sofisticados, y desde el punto
e
nismos estructurales subyacentes —principalmente las re- vista de su potencia explicativa, se suelen considerar
Su
glas y códigos para la acción— como resultado del proceso Periores.
de teorización. Tal enfoque sugería la contrastación y vali-

70 71
Nuestra pretensión crítica nos remitió a la búsqueda y El encuentro intenso y continuado cumplió su cometido.
sostenimiento de niveles importantes de sensibilidad frente Iniciamos un proceso de construcción de un lenguaje común,
a las interpretaciones que los otros hacen de su propia rea- prefiguramos las tareas prioritarias de ajuste del diseño
lidad, desde su propio marco de referencia o desde adentro general del proyecto, revisamos las etapas. Llegamos al
de su propio mundo fenoménico situado (Henwood y Pidgeon, momento de la partida con el propósito de que no sólo el
1995). plan de viaje y la caja de herramientas fueran colectivos,
La posición descrita en los párrafos anteriores pone en sino también las metas y tareas de cada cual. Éste también
evidencia la tensión que iba enfrentando el proceso de teo- sería un reto permanente de nuestra travesía y parte impor-
rización, al tiempo que motivaba la construcción de una tante de la experiencia que cada cual acumula como equipaje
respuesta propia. Lo peculiar de las descripciones etnográ- para nuevas aventuras.
ficas es su carácter teorético, ya que ellas emplean conceptos Nuestro punto de vista sobre las descripciones etnográfi-
para referirse a un número infinito de fenómenos. No obstan- cas y la posibilidad de construir una mirada teórica sobre
te, las descripciones etnográficas no pueden ser teorías, las relaciones de género en la escuela, exigían la elaboración
puesto que las descripciones se refieren a hechos particula- de una muestra que permitiera contrastar permanentemente
res —objetos y eventos específicos ubicados espacio-tem- las interpretaciones que avanzáramos mediante la variación
poralmente—, y las teorías articulan afirmaciones de ca- de los contextos de observación. La ingente tarea de ubicar
rácter abstracto y de un amplio grado de generalidad (Ham- veinticinco centros docentes adecuados a las características
mersley, 1992). intencionalmente definidas para la muestra teórica4 nos pre-
Lo anterior ha permitido a algunos etnógrafos afirmar que sentó un nuevo reto: definir las estrategias de acceso. No
toda descripción es ya de hecho una interpretación (Ham- parecía coherente intentar acceder a través de las estructu-
mersley y Atkinson, 1983), o que toda descripción está es- ras de poder del sector; nos importaba ganar la voluntad de
tructurada por supuestos teóricos (Hammersley, 1992). A los y las docentes para con la investigación.
partir de esta tensión se fue abriendo un panorama de ela- Con esa idea en mente, iniciamos una serie de contactos
boración peculiar: vale decir, el desarrollo de un punto de —entrevistas y talleres— con pedagogas investigadoras que
vista propio y más consciente sobre la teorización como pro- conocían bien el sector. Con ellas nutrimos nuestro diseño,
ducto de la investigación etnográfica. al tiempo que ubicarnos centros, directivas y docentes para
Uno de los grandes retos de partida fue la integración del cada categoría de la muestra. Se hizo necesario elaborar un
equipo humano: no es lo mismo planear un viaje cuando documento de presentación del proyecto a las escuelas que
los tripulantes son viejos conocidos que han enfrentado jun- fuera al tiempo veraz, estimulante y sencillo: una primera
tos tormentas y aventuras sin fin, que cuando la primera versión de pasaporte. Fueron varias las versiones interme-
aventura es precisamente el desafío de construir unas com- dias antes de llegar a la definitiva, que nos abrió muchas
petencias colectivas que pasan por la confianza en el otro. puertas en una tarea uno a uno cuyo porcentaje de éxito
Como puede inferirse, lo anterior constituiría un reto perma- aproximado fue del 35%.
nente y, por supuesto, parte de la aventura (Estrada, García El ajuste de nuestro plan inicial de viaje, con base en las
y Carvajal, 1999). recomendaciones y sugerencias de nuestras pedagogas
Encuadramos nuestro encuentro a la manera de un semi- amigas,5 fue sustantivo: de un lado, la convocación a los do-
nario investigativo, tal como lo sugiere Strauss (1987). Com- centes que quisieran vincularse en calidad de profesores-as
partimos discusiones sobre textos de muy distinto nivel:
desde reflexiones avanzadas sobre la investigación cualitati-
va, pasando por el enfoque etogénico de "desempaqueta- Tres estratos sociales, públicos y privados, mixtos y segregados, clásicos
miento estructural" de las reglas para la acción (Gergen, y técnicos, tres grados (3, 7 y 11).
1993), hasta anticipar los retos de la escritura etnográfica. Nuestro sincero reconocimiento para Martha Cárdenas, Nohema Her-
nández e Imelda Arana.

73
72
investigadores-as, lo cual significaba configurar un espacio así como a los auxiliares que abordarían la tarea del análisis
de taller de investigación para ellos-as que compartiera el del ordenamiento institucional de la cultura escolar. Tareas
enfoque de una etnografía crítica de las relaciones de género todas que entendíamos sustantivas en la pretensión de ir
en la escuela. De otro, integrar un punto de vista sobre la dando vida a una línea de investigación en género y cultura
cultura escolar, específico y sustentado, que no sólo hiciera que nacía al tiempo que se ejecutaba el proyecto Arco Iris.
visible el ordenamiento institucional, sino que también ofre- El taller de entrenamiento de los profesionales jóvenes
ciera un contexto explicativo de los patrones de interacción que realizarían la observación en profundidad, culminó con
de género que se establecerían a través del análisis cualita- la entrega comentada de una guía de campo detallada y
tivo del material etnográfico de campo. Llegamos a la mira- precisa sobre las características de la observación para el
da ecológica de la cultura escolar (Pérez Gómez, 1995). proyecto, su registro en notas de campo y la escritura inme-
Tales ajustes, imprevistos y propios de una aventura in- diata de diarios de campo en los cuales se plasmaban las
vestigativa como la nuestra, que implicaron un tiempo y notas diarias en textos explícitos. Cada observador contaba
unas acciones en el orden pedagógico, le imprimieron con- con un plan semanal de campo que incluía las sesiones de
creción a nuestra ruta una vez estábamos en marcha. Espe- observación —no más de dos sesiones de aula o recreos
cíficamente decidimos recopilar dos tipos de información: diarios— y el tiempo de escritura.
una institucional escolar —dada básicamente en los docu- Las claves orientadoras que se derivaron de cada una de
mentos de política escolar—, y otra etnográfica, mediante la las herramientas conceptuales articuladas en la matriz
observación en profundidad de las acciones e interacciones transdisciplinar adquirieron en la guía de campo el matiz
sociales, y teniendo al género como categoría mediadora y de claves observacionales. Se previo, además, que los diarios
articuladora de los intercambios sociales. incluyeran, cuando los observadores sintieran la necesidad,
Las acciones en el orden pedagógico exigieron el montaje notas observacionales, metodológicas y teóricas, diferencia-
de un taller de etnografía de género en la escuela. La estra- das en el reporte de campo mediante unas siglas sencillas
tegia fue diseñada para facilitar la vinculación de distintos (Hughes, 1994).
equipos humanos, e implicó un proceso preparatorio muy Finalizado el taller e iniciado el trabajo de campo, el pro-
dispendioso: planeación educativa, selección de material ceso de entrenamiento de nuestros observadores continuó
bibliográfico pertinente, desarrollo de materiales didácticos a través del seminario interno, que por esa época era intenso,
—audiovisuales y de trabajo en grupos—, organización de y que buscaba que aquéllos afinaran su competencia narra-
todo aquello en un módulo que funcionara tanto en forma tiva descriptiva, suspendiendo la elaboración consciente o
presencial como no presencial. Este material resultó lo sufi- refinada e interrogando los códigos empleados inconscien-
cientemente interesante como para que viajeros de otras temente para realizar una "descripción".
rutas lo usaran con éxito en la integración de sus equipos El equilibrio entre la buena competencia descriptiva lo-
humanos. grada por nuestros observadores, y su capacidad de hacer
Fueron tres los grupos atendidos en respuesta no sólo a en las aulas una presencia no amenazante, nos confirmó
los requerimientos del proyecto, sino a las políticas de forma-
ción de investigadores del DIUC. Creamos el espacio de do-
centes investigadores, entrenamos los asistentes profesio- de medio tiempo, como parte de su formación de pregrado en Psicología
en la Universidad de Los Andes, y adscritas a la línea de investigación
nales que se dedicarían a la observación en profundidad,6 de la autora. Darío Muñoz y Manuel Toro se vincularon al proceso de
análisis cualitativo. Este último practicante de nivel avanzado como
parte de su formación de pregrado en Psicología en la Universidad de
Los Andes en la línea de investigación de la autora. Fueron capacitados
Fueron capacitados para abordar el trabajo de campo: Darío Muñoz, para llevar a cabo el análisis documental de la organización escolar:
Nydia Constanza Mendoza, Rodrigo Velásquez, María Camila Dávila, Alexy Cubillos, Alexander Gil, Luz Tatiana Gómez, Agustín Martínez,
Michelle del Pino, Ángela Forero y Paulina Frías. Las tres últimas reali- Catherine Pérez, Edgar Wilches, Diana Patricia Zamora, quienes homolo-
zaron su práctica investigativa de nivel avanzado, y con una intensidad garon sus trabajos de grado en la Universidad Central.

74 75
nuestro supuesto de que ése era el camino más idóneo para No es fácil describir la intensidad ni la riqueza propias de
acceder a las aulas escolares. la experiencia de este momento del viaje: cada paso da origen
a una nueva categoría; los eventos comienzan a nombrarse;
PUERTO 2. EL LIBRE JUEGO DE LAS CATEGORÍAS las relaciones entre ellos no son evidentes, ni se trata de
forzar su integración. Simultáneamente, es necesario ir dan-
La observación en profundidad, prevista para la segunda do cuenta del proceso. La incertidumbre se encuentra en el
fase de nuestro itinerario, se realizó en once planteles que punto más alto. Los retos de partida se actualizan. La caja
respondían a las distintas categorías del muestreo teórico, de herramientas reposa. La sorpresa está a la orden del día.
mientras que la mirada al ordenamiento institucional se llevó El campo ejerce un proceso de succión.
a cabo en la totalidad de la muestra. El avance de la teorización en este tramo de nuestro viaje
La tarea de observación en aula, en los espacios de mate- operó limitando la acción de nuestra caja de herramientas
máticas, sociales y lenguaje, así como en recreos y eventos para continuar el procedimiento de "abducción", estrategia
especiales —izadas de bandera y direcciones de grupo, prin- propuesta por Peirce y retomada por Strauss (1987: 12):
cipalmente—, comenzó a ofrecer material para iniciar el incluye inducción, deducción y verificación. Tales modos de
análisis. Todo este material fue revisado y sus unidades tex- actividad hacen parte sustantiva del procedimiento de la
tuales fueron ajustadas sin tocar en nada el contenido, tarea teorización fundamentada o enraizada. El trayecto que se
compleja y casi invisible, pero sin la cual la calidad de la está describiendo, podríamos decir, el momento inductivo
base etnográfica no sería la misma. de la teorización fundamentada, considera que la producción
El proceso de importar el material al NUD*IST,7 y los pri- de intuiciones, corazonadas y preguntas sobre los fenómenos
meros pasos del análisis, habían comenzado. El material de estudio —preferimos hablar de las voces de los otros— no
que recibíamos y revisábamos semanalmente nutría el proce- provienen meramente de la actual investigación exploratoria
so de análisis, que avanzaba con la creación de tantos nodos que se adentra en el fenómeno, sino que también depende
libres8 como fueran surgiendo en el material. En agosto de de la experiencia previa, que es personal, profesional y cientí-
1999 contábamos con unos cincuenta de ellos. En ese mo- fica, de los-as investigadores-as. Nuestra caja de herramien-
mento, el proceso de análisis ya recurría simultáneamente tas sistematizaba esa experiencia.
a la codificación abierta, axial y selectiva (Strauss, 1987), La creación de cada nuevo nodo iba acompañada de la
recursos con los que buscábamos ganar densidad teórica a apertura de un memo conceptual en el cual se daba cuenta
medida que avanzábamos en la integración de las categorías del origen de la categoría en el proceso de análisis. Este me-
y subcategorías en relaciones de inclusión y diferenciación. mo sería empleado en adelante para incluir los comentarios
con los que acompañábamos casi todas las codificaciones
Reconocido en 1990 por Richards y Richards y en 1998 por Strauss y de material —segmentado en unidades de texto definidas en
Corbin, bien como un nuevo abordaje para el manejo computarizado el proceso de revisión— en la respectiva categoría.
de datos cualitativos, bien como un sistema avanzado de análisis, ya
que no sólo es un ordenador muy potente de datos no numéricos, es
Hacia agosto de 1999 habíamos ganado mucha densidad
decir, del material cualitativo etnográfico, sino que posee un ambiente en el análisis cualitativo de los procesos de interacción, así
que permite la creación, administración y exploración de ideas y catego- como de las reglas que se actualizaban y hacían visibles en
rías de manera sistemática, la puesta a prueba de hipótesis enraizadas tales intercambios. Particularmente avanzado se encontraba
en la información misma, así como la construcción y examen de teorías.
El NUD*IST (Non-numericalUnestructuredData Indexing Searching and
el proceso de elaboración de lo que denominábamos roles
Theorizinch es una herramienta extremadamente sensible e indispensa- académicos, es decir, las formas de participación en el soste-
ble en investigaciones cualitativas que aspiran a superar la perspectiva nimiento de dinámicas de aula y formatos de clase, propias
del caso y llevar a cabo un proceso riguroso de teorización, en lo que o características de los géneros. El curso de nuestro viaje
podría llamarse macroetnografías que proceden con base en muestras nos traía un nuevo reto: la construcción de un paradigma
teóricas o intencionales.
Denominación que emplea el NUD*IST para referirse a las categorías analítico integrador.
analíticas correspondientes al momento de la codificación abierta.

76 77
PUERTO 3. EL CALIDOSCOPIO COMO METÁFORA Figura 1. Representación del paradigma analítico
DEL PARADIGMA TEÓRICO PARA PENSAR LAS RELACIONES
DE GÉNERO EN LA ESCUELA 1

El proceso de abducción llegaba al momento deductivo más


ñno: operaba un giro hacia la inferencia de hipótesis y su
verificación. Tal procedimiento, que no descansa meramente
en la habilidad lógica de quien lo lleva a cabo, sino más allá,
tanto en su capacidad de pensar sobre la clase de datos
particulares que tiene bajo escrutinio, como en su sensibili-
dad teórica (Strauss, 1987), nos condujo a la consolidación
de un paradigma teórico del que ya dimos cuenta en otro
lugar (Estrada, 2001b).
La figura 1 ofrece una visualización de tal paradigma, que
integra tres niveles analíticos: ordenamiento estructural,
acción e interacción en la escuela y construcción social del
self. El nivel central, la acción y la interacción, principalmen-
te en el aula, recoge el principal corpus descriptivo etnográ-
fico. Tal corpus posibilitó el desarrollo de procedimientos
inferenciales e hipotético-deductivos hacia los otros dos ni-
veles. Éstos, si bien cuentan con su propia base etnográfica,
se nutren de manera particular de las inferencias e hipótesis 1. Ordenamiento estructural.
que la riqueza descriptiva de la acción e interacción en los 2. Acción e interacción en la escuela.
escenarios escolares nos ofreció.9 El paradigma central inte- 3. Construcción social del self.
gra las 154 categorías y subcategorías que se construyeron
en el proceso analítico.
El desarrollo del paradigma para la teorización tuvo vien-
tos muy favorables mediante el recurso de tres procedimien-
tos: la validación comunitaria de algunas de las descripciones
etnográficas avanzadas, la verificación de hipótesis centrales
en el desarrollo de la teorización y la información teórica de
algunas de las categorías emergentes.
El primero, la validación comunitaria de las descripciones
etnográficas avanzadas, se llevó a cabo en una reunión con
docentes y rectores de escuelas y colegios de distintos estra-
tos, tipos de administración y composición estudiantil, la
mayor parte de ellos integrados en la muestra teórica general.
El procedimiento de validación fue muy sencillo: consistió
simplemente en compartir con nuestros colegas docentes
los materiales de campo, acompañados de los memos con-
La primera versión de esta propuesta aparece en el memorando concep- ceptuales que recogían algunas de nuestras más importan-
tual de Ángela María Estrada para el equipo de investigación, redacta-
do el 17 de septiembre de 1999, con base en la propuesta de Strauss y tes
e
descripciones etnográficas y una escala de calificación
Corbin (1998). n la cual ellos podían, a partir de una contextualización,

78 79
calificar la validez que cada uno de ellos le atribuía. La expe- nuestras interpretaciones estructuran el contexto en el cual
riencia fue muy valiosa y los resultados sorprendentes: fue se despliegan y actualizan los roles de género.
posible obtener el punto de vista de educadores cuya expe- Retomamos una idea apenas enunciada por Taylor y
riencia cotidiana se alejaba completamente de las descripcio- Bogdan (1984): el diseño de situaciones de fractura, formas
nes recopiladas, no obstante lo cual, al emplear una lente de experimentación etnográfica, la cual fue particularmente
de género para enfrentar los textos provenientes de situacio- sugerente. Se trataba de observar directamente qué sucede
nes escolares, nos ofreció muchas certezas sobre la ruta se- si las reglas que se supone estructuran la interacción son
guida en la aventura teórica. alteradas; concretamente, si se estructuran contextos en los
El procedimiento de verificación de algunas de nuestras cuales el uso del espacio y de la palabra son femeninos.10
hipótesis, por su parte, se estructuró a través del formato La situación de fractura de las reglas de uso del espacio
de taller con jóvenes de grados 10 y 11, estudiantes en las partía de la siguiente descripción etnográfica: en el espacio
distintas categorías de colegios de la muestra. Se realizaron lúdico —polideportivo, canchas de fútbol, etcétera— tiene
dos talleres: uno con estudiantes de colegios de estrato medio lugar una organización social en la cual los chicos ocupan
y otro de estrato alto. el espacio central del lugar; los grupos de chicos son grandes
Se tomó la decisión de hacer dos talleres en forma separa- y se distribuyen libremente por todos los límites del espacio.
da, ya que uno de los objetivos era controlar la mayor can- Entretanto, las chicas se reúnen en grupos más pequeños y
tidad de variables dentro de las actividades. En el primer se ubican en los límites del espacio utilizado por los varones
taller participaron tres chicas y cuatro chicos de dos colegios para realizar sus actividades lúdicas. Por esta razón se diseñó
mixtos clasificados en el estrato medio; en el segundo siete un dispositivo que se puso en juego dentro del taller: las
chicas y seis chicos, de tres colegios, dos de ellos mixtos y chicas debían "violar" u ocupar el espacio que usualmente
uno masculino, clasificados en el estrato alto. ocupaban los chicos. Se concibieron entonces dos activida-
Las actividades constituyeron una serie diversa de situa- des lúdicas, una para chicas y otra para chicos, las cuales
ciones que iban desde la apertura de espacios de discusión debían llevarse a cabo en el mismo gran espacio elegido para
sobre las experiencias personales de los chicos y las chicas tal efecto. Las reglas para cada grupo eran diferentes: a los
en áreas como las matemáticas, por ejemplo, contrastadas chicos se les asignaba un espacio central, claramente delimi-
con algunos de los materiales etnográficos recogidos por no- tado, para jugar un partido de fuchi; serían penalizados si
sotros, pasando por situaciones de resolución de problemas la jugada no respetaba el límite del espacio; en otras pala-
en las que se observaba la organización colectiva y la estruc- bras, si interfería con el espacio de las chicas. Entretanto, a
turación del liderazgo en los grupos, hasta dinámicas más las chicas se les asignaba la totalidad del espacio, el cual
controladas que incluían cuestionarios individuales —sobre incluía el espacio central asignado a los chicos para jugar
estereotipos, clasificación por género de áreas de estudio y un partido de ponchadas o de fútbol, según su decisión, y
autoestima, ente otras— y los experimentos etnográficos. se les invitaba a anotar puntos empleando inclusive el espa-
Para el acopio de esta información se emplearon diferentes cio en el cual se encontraban jugando sus pares.
instrumentos y estrategias: cuestionarios, actividades de La situación de fractura de la regla de uso de la palabra
discusión, ejercicios de toma de decisiones y fractura expe- partía de la siguiente descripción etnográfica: con frecuencia
rimental de reglas supuestas para la interacción inferidas y facilidad, los chicos se apropian de la palabra en debates
en nuestras descripciones etnográficas. o discusiones, es decir, que aunque no les corresponda el
El momento de verificación de hipótesis e interpretaciones turno en el flujo conversacional, ellos intervienen, ya sea
etnográficas reviste particular importancia dentro del proce- interrumpiendo a la persona escogida para opinar o utilizan-
so de teorización. El dispositivo elegido para la verificación do un volumen de voz suficientemente fuerte como para ca-
de las hipótesis se orientó a la contrastación de las reglas
de la interacción inferidas por nosotros, particularmente las De estas experiencias, en particular, se cuenta con registros de video,
reglas de uso de la palabra y el espacio que de acuerdo con lo cual propiciaría análisis más finos.

80 81
llar u opacar la voz de quien está interviniendo. El ejercicio están pendientes de lo que las chicas están haciendo, y vi-
iniciaba con la lectura de unos apartes de un artículo perio- ceversa. Cuando hay invasiones del espacio, se producen
dístico, seguida de una discusión sobre el tema. La fractura tres tipos de reacciones: en la primera, los chicos ceden su
de la regla se llevó a cabo durante la discusión en grupo, en espacio a las chicas y le dan continuidad a la jugada; en la
la cual se les negaba el turno conversacional a los chicos. segunda, los chicos simplemente patean el balón de las chi-
En los dos talleres, los chicos son los primeros y los últi- cas lejos; en la tercera, toman el balón como si ellos estu-
mos en salir del espacio del juego; mientras que las chicas vieran participando en la actividad, lo dirigen hacia alguna
no emplean todo el espacio asignado, los chicos se salen de de las canchas, o simplemente hacen un pase a alguna de
los límites establecidos. Después de un tiempo, las chicas las chicas. En los dos talleres, la duración del juego de los
ingresan en el área de juego. chicos es casi el doble del de las chicas.
En el taller de colegios de estrato medio, las chicas eligen El contacto entre grupos es más evidente entre los chicos
jugar ponchadas. Se ubican cuatro postes de seguridad. Las y chicas de colegios de estrato alto. Visualmente, incluso,
chicas se demoran mucho en decidir si desean jugar (es im- los chicos están pendientes de lo que hacen sus compañeras,
portante anotar que son sólo tres chicas); para motivarlas, a diferencia de los chicos de colegios de estrato medio, que
dos de los investigadores deciden jugar con ellas. La distribu- parecen no darse cuenta de que las chicas están a su alre-
ción de las chicas dentro del espacio se centra básicamente dedor en otra actividad.
en pasar de un poste a otro en forma vertical u horizontal, Las chicas también presentan un comportamiento diferente
pero no diagonal, ya que los chicos están ubicados en el entre colegios. Mientras que las de colegios medios evitan al
centro de los cuatro postes. No se produce ninguna invasión máximo el contacto visual y físico con los chicos, las de co-
del espacio. Cuando los chicos pierden el curso de la bola, legios altos ingresan más en el espacio masculino. Podría
la buscan sin problemas y mantienen el espacio delimitado decirse que, aunque éstas los evitan, se presentan más roces
con anterioridad. y contactos entre los chicos y chicas de colegios altos.
En el taller de colegios de estrato alto las chicas deciden La invasión de los límites del espacio asignado a cada
jugar fútbol. Ubican las canchas en los extremos del espa- grupo generó diferentes reacciones: de un lado, las chicas
cio delimitado para los chicos. Esta vez, también los chicos se comportan como si dieran por hecho que los chicos ocu-
se ubican primero en el espacio delimitado. Mientras las pan más espacio. Ellos invaden sin problema el espacio de
chicas organizan sus equipos, ellos ya llevan un rato de las chicas. Por el contrario, cuando las chicas se ven forza-
juego. Se inicia el juego y la distribución de la actividad se das a invadir el espacio de los chicos, esto les resulta mucho
desarrolla básicamente en los alrededores del espacio deli- más difícil: la mayoría de las veces la invasión es muy rápida
mitado por los chicos; las chicas, muy pocas veces, invaden y se realiza con un poco de temor. Ellos simplemente ocupan
el espacio masculino, y cuando lo hacen pasan cubriéndose su espacio y, cuando algo se interpone, lo sacan sin ningún
y muy rápidamente. Otras veces no hay invasión del espa- problema, sea chica o balón.
cio, simplemente dejan que la bola atraviese el espacio de Las discusiones que tenían como objetivo desconocer los
los chicos y la esperan al otro lado para seguir jugando. turnos conversacionales de los chicos, invirtiendo el prota-
Los chicos tienen diferentes reacciones ante la actividad gonismo usual en este tipo de actividades, se estructuraron
de las chicas: en los colegios medios no se tienen en cuenta, con base en la regla de la participación de todos-as, partici-
no se presenta ningún tipo de contacto o de invasión del pación que se estimulaba permanentemente mediante una
espacio por parte de ninguno de los dos grupos de juego. dinámica. Se organizó una mesa redonda cuyo tema de dis-
Cada grupo hace como si el otro no estuviera, pero las chicas cusión partía de un artículo periodístico, previamente selec-
no se mueven diagonalmente, es decir, no invaden el espa- cionado, pero no había preguntas estructuradas sobre la
cio masculino. lectura individual del mismo.
En los colegios de estrato alto hay una mayor interacción La dinámica de fractura del uso de la palabra también se
entre los dos grupos de juego: los chicos juegan, pero también desarrolló en forma diferente en los dos talleres. En el grupo

82 83
r-

de colegios de estrato medio, la reacción de los chicos al no voluntaria. En este sentido, la fractura de la regla es altera-
obtener un turno en el flujo conversacional fue generar su da por el orden que los chicos-as sostienen. Las chicas son
propio flujo, negando en voz alta lo que estaban diciendo las primeras en reaccionar, solicitando respeto, ante el in-
las chicas. Desconocidos por quien tiene a cargo la modera- tento del moderador por desconocer el orden de los turnos.
ción de la discusión, aparecen las siguientes reacciones: se Es interesante ver cómo reacciona el grupo cuando el
toman la palabra, empiezan a hablar entre ellos, otros sim- moderador intenta romper la regla: los chicos neutralizan
plemente pierden el interés en la conversación y se ponen a la regla de uso de la palabra imponiendo la del respeto al
dibujar o a hablar de otros temas con sus compañeros; discu- orden de los turnos. El grupo ejerce mucho control del flujo
ten con el moderador porque no los ha dejado hablar. Final- conversacional. Cuando se les explica el objetivo de la expe-
mente, cuando les preguntan si tienen algo que opinar, la riencia de fractura de la regla, tanto chicos como chicas
mayoría responde que ya no, que ya para qué, y asumen concuerdan en no sufrir de ese problema, ya que la regla
una actitud de desinterés, una actitud que subvalora la dis- que se utiliza es la que se mantuvo en el ejercicio, y no
cusión. Cuando se les impide la participación, deciden sa- sienten que el uso de la palabra sea masculino, simplemente
botear la actividad. Solamente uno de los chicos sigue inte- de quien desea participar. Esta participación e interés de-
resado en el tema, y opina; posteriormente, también otro penden de muchos otros aspectos, como la clase, el tema,
hace un comentario. El tiempo de intervención de los dos es la motivación, y no sienten que estén relacionados con su
de ocho minutos aproximadamente. género. Tampoco sienten que los profesores y profesoras
Inicialmente, las chicas se muestran cohibidas con las discriminen para la participación.
preguntas formuladas para estimular la participación. Su- La fractura de las reglas nos ofreció formas muy intere-
gieren que hable otra persona; presentan comportamientos santes de verificación de las hipótesis, las cuales, al tiempo
de ansiedad, acompañados de risas y miradas constantes que ganaban niveles de certidumbre, también obtenían
entre ellas. Cuando ya se han tomado la palabra, parecen matices. Particularmente interesante fue la constatación de
más tranquilas y se apoyan en las opiniones expuestas ante- la función de la familia en la legitimación del carácter hege-
riormente, complementándolas, ejemplificándolas o concre- mónico de reglas patriarcales de la interacción. En otras pa-
tándolas. Finalmente, las chicas explican la participación labras, cuando las reglas de la interacción son patriarcales,
femenina no como una situación de negación del turno en y legitimadas por la familia y la escuela, obtienen una legiti-
el flujo conversacional —en este caso a los varones—, sino midad hegemónica, y el uso de la palabra, como una prerro-
porque ellos no tienen nada que decir sobre el tema que gativa potestativa de los varones, se reproduce culturalmen-
están discutiendo. La intervención de las tres chicas fue de te. Entre tanto, fijar pautas de interacción sobre una regla
nueve minutos aproximadamente. Es decir, cuando los chi- de equidad impide la legitimación acrítica de la discrimina-
cos se tomaron la palabra, utilizaron casi el mismo tiempo ción y promueve la construcción de una subjetividad feme-
que las chicas, habiendo sido ellas las protagonistas de la nina centrada en el agenciamiento.
discusión. De no menos importancia resultó el tercer procedimiento
En el taller de colegios de estrato alto no fue posible llevar de desarrollo del paradigma teórico: el proceso de informa-
a cabo la fractura de la regla: a pesar de que el moderador ción teórica de las categorías emergentes. El curso del viaje
trata de dar la palabra sólo a las chicas, todos-as están pen- nos condujo a rastrear en la literatura socioconstruccionista,
dientes del orden de petición de la palabra y mantienen ese fuentes que ilustraran el tratamiento teórico posible de las
orden durante toda la discusión, neutralizando la interven- categorías que iban emergiendo en la descripción etnográfica.
ción del moderador. Es decir, los turnos se respetan indepen- En tal sentido, empleamos la aplicación de teoría como racio-
dientemente del sexo, que se impone como norma obvia de nalidad para el desarrollo de nuestras descripciones teóri-
desarrollo de una discusión. Las primeras tres intervencio- cas (Hammersley, 1992), ya que en el caso concreto del pro-
nes fueron de chicas. Tanto las chicas como los chicos están yecto Arco Iris puede afirmarse que la pretensión teórica es
interesados en el tema, y casi todos participan en forma !a producción de lo que Strauss (1987: 242) denomina una

84 85
teoría substantiva, es decir, un desarrollo teórico cuyo alcan- regla como dimensión estructurante de la acción y la inte-
ce está circunscrito a un área empírica de indagación: en racción en la cultura escolar (Harré y otros, 1989).
este caso, la cultura escolar. No viene al caso reproducir en estas páginas el contenido
Hacerse cargo de la naturaleza de la teorización desarro- de tales memos. Baste señalar que este paso nos permitió
llada no impide avanzar en la consolidación de sus categorías acceder aun tratamiento teóricamente congruente, desarro-
más potentes. En efecto, particularmente la noción de dispo- llando líneas de teorización a partir de las categorías emer-
sitivo como estrategia compleja de estructuración de la sub- gentes. Este proceso tuvo rendimientos teóricos muy con-
jetividad, y por lo tanto de los géneros —a esa noción me cretos debido al lugar de la mirada particular del proyecto:
referiré en el último parágrafo—, ha mostrado tener aplica- el paradigma socioconstruccionista en psicología, que ha
bilidad a otras situaciones y contextos socioculturales. Tal abierto todo un nuevo campo de desarrollo teórico en psico-
es el caso de un estudio reciente sobre regulación y control logía social, no constituye una teoría acabada, sino que se
de la subjetividad en culturas locales afectadas por el conflic- trata de un proyecto en curso, por lo cual la aplicación de la
to armado en Colombia (Estrada, Sarmiento e Ibarra, 2003). teoría que se llevó a cabo dentro del proyecto configuró, simul-
Tal como lo muestra Strauss (1987: 306), es perfectamen- táneamente, un proceso constructivo del paradigma mismo.
te legítima la pretensión de desarrollar nueva teoría a partir
de la ya existente, lo cual además tiene la ventaja de evitar PUERTO 4. EL ACUMULADO AL ALCANZAR ESTE PUERTO
caer en lo ya dicho, de pretender que es nuevo lo que en
realidad ya ha tenido desarrollos teóricos importantes, o que El resultado teórico de la aplicación del paradigma no es
es nuevo simplemente porque el investigador lo encontró o lineal. Por el contrario, permite la variación sistemática de
lo vio en sus datos por primera vez. múltiples muestras teóricas para cada una de las cuales es
El procedimiento seguido para la información teórica de posible conectar los tres niveles de categorías organizados,
las categorías emergentes se basó nuevamente en el recurso y configurar, en cada caso, un escenario diferente para fo-
de los memos conceptuales. En este caso, los-as investiga- calizar los procesos peculiares que modelan los géneros y
dores-as adelantamos discusiones informadas en la biblio- las condiciones materiales y simbólicas que estructuran las
grafía socioconstruccionista. A partir de estas discusiones relaciones entre ellos.
se iban configurando líneas cruciales de desarrollo teórico. Debido a lo anterior recurrimos al calidoscopio —un me-
Entre agosto de 2000 y marzo de 2001 se elaboraron un canismo óptico que refleja diversas combinaciones de pe-
total de seis memorandos conceptuales, dos de ellos genera- queños vidrios de colores— como metáfora del procedimiento
les: uno sobre el enfoque propuesto para la teorización del analítico e interpretativo empleado. En efecto, las tres cate-
proyecto, y que invitaba al uso de nuestra caja de herramien- gorías articuladoras del paradigma analítico —descritas teó-
tas; el otro sobre el avance de la teorización y la escritura ricamente en detalle en Estrada, 200 Ib— constituyen las
etnográfica en el proyecto. Otros cuatro, específicos, que dis- clases de fragmentos que se mueven dentro del calidoscopio.
cutían, cuestionaban y proyectaban el desarrollo de la teo- Un escenario se construye mediante el entrecruzamiento
rización sobre los siguientes temas: la construcción social de los factores propios del ordenamiento estructural, carac-
del self, con base en la teoría de la acción y la mente como terísticas de la acción y la interacción en la escuela y las
dispositivo cultural (Harré, 1989); la imaginería de género, construcciones sociales del self para una muestra teórica
buscando aclarar no sólo la noción de imaginario, sino la Particular.11 Al interior de un escenario, a su vez es posible
construcción teórica, dentro del proyecto, de una concepción
coherente con los planteamientos construccionistas (Casto-
riadis, 1997; Shotter, 1989); la emocionalidad y la moralidad Algunas de las muestras teóricas empleadas para la variación analítica,
y que originaron lo que denominamos escenarios, son: matemáticas,
como componentes de los roles situacionales que se activan educación técnica, sociales y lenguaje, educación física, recreo, even-
en los escenarios escolares (Heller, 1970; Harré, 1986; Sar- tos especiales. Por supuesto que la amplia base etnográfica permite la
bin, 1986; Gergen, 1994), y la noción construccionista de construcción de otras tantas muestras teóricas.

86 87
establecer variaciones que permitan describir los matices BIBLIOGRAFÍA
que según el estrato, la administración —pública o privada—
y la composición estudiantil —mixto, femenino o masculi- ALCOFF, L. (1988), "Cultural Feminism versus Post-estruc-
no—, adquieren la modelación y el control de los géneros. turalism: The Identity Crisis in Feminist Theory", en Signs
El software cualitativo ofrece un soporte muy potente a la N° 13, 3, pp. 405-436.
realización sistemática de tales cruces. Lo extenso del desa- ARCHER, J. (1989), "Childhood Gender Roles: Structure and
rrollo de distintos escenarios constituye, sin duda, la posi- Development", en The Psychologist: Bulletin ofthe British
bilidad de desarrollos pedagógicos de naturaleza más fina, Psychological SocietyW 9, pp. 367-170.
línea de teorización que, a mi juicio, se mantiene abierta. (1991), "Gender-Perceptions of School Subjects
Desde el punto de vista del proceso de la teorización, objeto among 10-11 Year-Old", en The British Journal of Educa-
de estas páginas, obtuvimos el mayor rendimiento en las tionalPsychologyW 61, pp. 99-103.
descripciones que articulan los tres niveles del paradigma, (1992), "Sex Biases in Evaluations at College and
mediante elaboraciones densas en torno a cada uno de los Work", en The British Psychological SocietyW 5, pp. 200-
escenarios. Con base en un conjunto de reglas e imaginarios, 204.
en cada escenario se activan unos roles provisionales que BUTLER, J. (1987), "Variaciones sobre sexo y género. Beau-
comprenden una posición social, lo cual genera procesos voir, Wittig y Foucault", en Benhabib, S. y D. Cornelia,
de diferenciación de los géneros funcionales al sostenimiento Teoría feminista y teoría crítica, Valencia, Alfons El
de la cultura local. En tales escenarios se crea un acumulado Magnanim, pp. 193-212.
de narrativas sobre el sí-mismo-a, que nutre las carreras CASTORIADIS, C. (1997), "Imaginación, imaginario, refle-
personales de los actores escolares, asunto definitivo en la xión", en Ontología de la creación. Pensamiento crítico con-
construcción de las identidades de género de las y los estu- temporáneo, Bogotá, Ensayo y Error, pp. 131-212.
diantes. ECCLES, J., C. Kaczalay J. Meece (1982a), "Socialization of
La articulación de los mecanismos propios de cada nivel Achievement Altitudes and Beliefs: Parental Influences",
configuran lo que dimos en llamar dispositivos de género, en ChildDevelopmentW 53, pp. 310-321.
expuestos en detalle ya en otro lugar (Estrada, 200 le y 2003). (1982b), "Socialization of Achievement Attitudes and
Se trata de mecanismos complejos de poder mediante los Beliefs: Classroom Influences", en ChildDeuelopmentW
cuales se modelan y sostienen unas prácticas de producción 53, pp. 322-339.
de los géneros. Cada escenario comporta sus especificidades ESTRADA, A. M. (1997), "Los estudios de género en Colom-
y nutre la comprensión del complejo mundo de las relaciones bia. Entre los límites y las posibilidades", en Nómadas W
de género en la escuela. Todos ellos contribuyen a la cons- 6, marzo, pp. 35-54.
trucción de una mirada comprensiva sobre los dispositivos (2001 a), Elpatriarcado, fuente reguladora de la estruc-
de género en la cultura escolar. tura simbólica de la cultura, Bogotá, Escuela de Liderazgo
La amplia trama analítica abre múltiples posibilidades Democrático, Corporación Viva la Ciudadanía-Universi-
de cierre, provisionales, al proceso de teorización. En efecto, dad Pedagógica Nacional.
la llegada a este puerto, principalmente determinada por (200Ib), "Los fragmentos del calidoscopio. Una pro-
los límites burocráticos de finalización del proyecto,12 deja puesta teórico metodológica para el análisis cualitativo
abiertas múltiples posibilidades de teorización para momen- de las relaciones de género en la escuela", en Nómadas
tos futuros, a partir de un acumulado que, por supuesto, N° 14, pp. 10-23.
también nos ha permitido enriquecer el equipaje personal (2001c), "Ejecuciones de género en escenarios escola-
para emprender nuevas aventuras. res", en Revista Comunicación y SociedadW 39, enero-
junio, pp. 145-178.
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4. IMAGINARIOS DE GÉNERO
Darío Reynaldo Muñoz Onofre

/.../ la fuente del problema consiste


precisamente en la sobrevaloración de las
imágenes como indicadoras de esencia,
sobrevaloración que empleamos para
considerar a los otros.

Estanislao Zuleta (1985)

Imaginar un lenguaje significa imaginar


una forma de vida.

Ludwig Wittgenstein (1988)

Para mantenernos fieles a la bitácora de viaje propuesta en


el capítulo anterior, tendremos que dar cuenta del trayecto
emprendido después de dejar atrás el cuarto puerto. En dicho
trayecto, además de finalizar el análisis cualitativo, y de lo-
grar una mayor densidad teórica, vimos la necesidad de acor-
dar un estilo narrativo apropiado para presentar de manera
articulada los hallazgos conceptuales de Arco Iris, y la forma
como éstos dialogarían con las descripciones etnográficas
de la escuela que resultaron de nuestro trabajo de campo
inicial.
Dicha aproximación etnográfica inicial es la que nos per-
mite hablar con cierta familiaridad acerca de las relaciones

92 93
¿^de género en la escuela, porque, desde entonces, forman (1989), cuya apuesta en común, a pesar de no haber estable-
íparte de la gama de nuestras experiencias biográficas como cido un diálogo directo, £s_p£apjn^£d_j:mbito^de lo imagina-'^|
¡seres humanos. Precisamente con esta familiaridad quere- rio como una hejrrarnien_tajcojT£ej3tual (^j_p_errnitej.bordar !
mos mostrar a quienes nos leen que las apreciaciones y los TáTealixIadrpsicosocial en su complejidad^terii^ndjieji^Quenta \
conceptos, entendidos como herramientas analíticas, que sus dimensiones narrativa, histórica y sociocuLtural De este J
construimos durante el proceso de interpretación, y poste- mocfoTpor imaginarios de género entendemos el producto y ;
riormente de escritura etnográfica, son el resultado de la la producción de las actividades conversacionales espontá-
influencia que ejercieron en nosotros las culturas escolares neas y cotidianas de la gente mediante las cuales logran el
estudiadas; son el resultado, en últimas, de haber "estado entendimiento mutuo (en nuestro caso, se trata del entendi-
realmente allí", en el sentido que propone Geertz (1989). No miento del hecho de ser hombres y mujeres y de las relacio-
es nuestro interés, por tanto, sustraernos como autores y nes que establecen entre sí). Como conversación y producto
autoras del discurso que creamos a partir de nuestras ex- de conversaciones humanas, los imaginarios de género tam-
periencias investigativas: no creemos que sea posible una bién son una institución social viva que remite siempre a
mirada —y mucho menos una escritura— neutral y univer- una historia y a una tradición culturales en permanente
sal acerca de la realidad social en contextos escolares. reelaboración.
La escuela que tuvimos la oportunidad de conocer durante Además de lo anterior, en especial buscamos develar cómo
la investigación nos adentró tanto en sus rutinas estructu- en este proceso social de construcción y especificación ima-
radas, normatizadas y ritualizadas, como en sus dinámicas ginaria las personas emplean imágenes de carácter esencial
cotidianas más fragmentarias, ambiguas, vagas y con dife- y categórico y las asumen como "realidades naturales" deter-
rentes grados de especificación y cambio. Por ellas circula- minantes de su subjetividad de género. En esta dinámica,
ron, en forma casi ininterrumpida, conversaciones cuyo tópi- se vuelve invisible el hecho de que dichas imágenes son crea-
co eran los modos de ser de mujeres y hombres, sus compor- ciones lingüísticas y conversacionales en circunstancias his-
tamientos y sus maneras de relacionarse entre sí. Estas ma- tóricas y sociales específicas y que, como tales, son suscep-
neras corrientes de hablar en la vida diaria escolar aparecen tibles de cambio. Justamente esta confusión configura uno
registradas en nuestras notas de campo, y son la base de de los dispositivos pedagógicos que incide significativamente
las interpretaciones con las que pretendemos dar cuenta de en el proceso de subjetivación de género, dispositivo que con-
algunos imaginarios de género que se construyen en am- siste en la idealización de nuestras formas de hablar acerca
bientes educativos. Nuestro propósito es viable debido a que de nosotros-as mismos-as. En esa idealización quedamos
las conversaciones cotidianas nos permiten acceder a las atrapados-as con frecuencia, y en la medida en que reporta
concepciones de mujer, de hombre y de relaciones de género una fuerte tendencia a establecer límites rígidos e insalvables
que construyen quienes hablan en contextos escolares espe- entre lo posible y lo inaceptable a través de imágenes indica-
cíficos. Pero esto no sólo nos dice algo de las personas que doras de esencia, impide el reconocimiento social de diversas
hablan y de las circunstancias por las que atraviesan, sino construcciones de género como legítimas y válidas. Aprove-
fundamentalmente de la tradición cultural en la que fueron chando la idea de Zuleta (1985) en el primer epígrafe de este
socializadas y en la que se desenvuelven actualmente. capítulo, podemos afirmar que cuando este dispositivo se ins-
En este capítulo nuestra mirada y comprensión se centran taura como pauta en las relaciones sociales, la manifestación
en el aspecto más social y cultural de las concepciones de de cualquier diferenciación de género respecto de lo estable-
género construidas históricamente y recreadas en la actua- cido tradicionalmente es considerada una desviación y es ex-
lidad en la escuela. Para este fin, el análisis denso del mate- cluida del conjunto de significaciones posibles en una cultura
rial empírico se informó conceptualmente con la noción de dada.
imaginario elaborada desde dos puntos de vista teóricos dife- En efecto, la idealización es un dispositivo_pedagógicg_de
rentes pero complementarios: la psicología social construc- género preseñte~eñ~Ias conversaciones, cotidmnas de la^s-
c
cionista de Shotter (2001) y la filosofía crítica de Castoriadis uela7q^ue"cóíñpóTta una fu^rteTeñdeñciajaconcebir lo mas-

94 95
C culino y lo femenino a tray£s_d^jrrj^eries_jQiju.estas yjexclu- voca el entrampamiento de los imaginarios de género en
yentes. Estas_Ii^gejie^sj_^s_ertan_en_una relación de tipo categorías con pretensión de "realidad natural". Estas cate-
J jerárquico en la que a lo masculino no sólo se le confiere gorías reducen el comportamiento de las personas según
| una condición superior sobre lo femenino, sino que se erige sus rasgos puramente sexuales e impiden otros desarrollos
( en su patrón de referencia: ",'
\.^- - - - - J. - «••MM^müHM^M.^
e interpretaciones.
Nos concentramos en la consideración de estas imágenes En síntesis, buscamos dilucidar la manera como la idea-
culturales a través de una matriz binaria de los géneros. lización, y los usos cotidianos del lenguaje que ésta propi-
Esta matriz agrupa las atribuciones que de manera natura- cia, restringen las posibilidades de desarrollo psicosocial de
lista y esencialista fueron asignadas al comportamiento de los seres humanos en el proceso constituyente de su subje-
unos y otras en las múltiples conversaciones registradas en tividad. Esto es así porque mediante esos usos cotidianos
los escenarios escolares. Así, por ejemplo, existenjrnággnes del lenguaje se define lo femenino y lo masculino, las relacio-
naturalizadas que determiiianJos.limitas yja.si posibilidades nes de pareja y la sexualidad, en correspondencia con imá-
HéTáTfelaciólTqüe los y las estudiantes sostienen con el co- genes de género naturalizadas, mutuamente excluyentes y
nocimiento:" mientrasJo_masculinq apareceasoeiad¿7¿ la jerarquizadas. También mostramos cómo en el proceso de
actividad y el protagonismo en el desempeño acadérnicQ_en definición conversacional acerca del género en la escuela,
las áreas afines a la ciencia y la tecnología, lo femenino se la idealización opera por medio de mecanismos concretos
asocia ala pasividad y la marginalidad en este ámbito. Tam- como la objetivación, la naturalización y la esencialización.
bién encontramos una inversión de la oposición excluyente Estos mecanismos, analizados más adelante, aparecen con
entre los géneros en el campo de la autonomía y la morali- frecuencia en las prácticas comunicativas cotidianas de la
dad: mientras la imagen femenina se vincula con la hQn^s- escuela y construyen los diferentes modos en que opera el
tidad y la res^pl3n"s^±iirMad7~l3rrrrascu"liñ'aesTá~cargada de dispositivo pedagógico correspondiente a la idealización en
el proceso de construcción imaginaria de los géneros; esto
^ transitarnas~desde este modelo ex-
lo largo del capítulo es, su determinación y entrampamiento en imágenes que
plicativo binario hacia el desarrollo de una manera menos se asumen como manifestaciones inequívocas de esencia.
estructurante y fija para comprender la diversidad de los
imaginarios de género mediante descripciones que nos per- TENSIONES ENTRE LAS IMÁGENES Y LOS IMAGINARIOS EN
mitieran contrastar, ya no de manera dicotómica sino plural, EL ÁMBITO DEL GÉNERO
por un lado, las imágenes culturales que se activan en los
escenarios escolares a manera de idealización y reproducción í La construcción imaginaria del género, a partir de las conver-
de los esquemas tradicionales de género y, por otro, aque- | saciones cotidianas, toma con frecuencia imágenes cultura-
llas que constituyen complejos procesos de negociación ima- I les como insumos; esto es, dichos, frases e iconos que han
ginaria y renovación de las identidades de género. Hacemos servido para definir a las mujeres y a los hombres y para
un énfasis crítico a la hora de describir los intercambios co- organizar sus relaciones en la tradición cultural a la que
municativos en los que las expectativas frente al comporta- pertenecemos y en la que convivimos.1 Nuestros "predeceso-
miento de hombres y mujeres aparecen determinadas estric- res", incluidos políticos, científicos, filósofos, gente del co-
tamente por la condición sexual de las personas; vimos, con
extrañeza, cómo se equiparan en las imágenes, de forma re- Algunos ejemplos simples y estereotipados de imágenes de género tra-
duccionista y determinista, la dotación biológica sexual y dicionales son el uso de la falda, el pelo largo y el maquillaje por parte
las posibilidades de construcción imaginaria del género. A de las mujeres, y del pantalón, el bigote y la corbata por parte de los
nuestro juicio, estas idealizaciones en las conversaciones hombres; o la asociación de las mujeres con la maternidad y las labo-
res domésticas, y de los hombres con la producción de capital y las
cotidianas de la escuela, que recaen sobre las mujeres y los actividades públicas. Sabemos que hoy en día estas imágenes han per-
hombres, y que se basan en imágenes naturalizadas de lo dido vigencia y universalidad a pesar de seguir siendo uno de los diver-
femenino y lo masculino, constituyen un dispositivo que pro- sos modelos de género de referencia.

96 97
mún, entre otros,2 han creado estas imágenes en sus conver- 'ñero evocada para explicar el comportamiento de las perso-
saciones y actividades para encontrar sentido a sus vidas y nas del mismo o del otro sexo es asumida como la manifesta-
entender su ser sexual y sus relaciones. Son el producto de ción de una esencia, desconociendo por completo la circuns-
toda una tradición comunicativa y discursiva que se ha tancia compleja y singular a la que responde dicho compor-
mantenido vigente por generaciones hasta nuestros días, y tamiento, así como sus motivaciones más personales. En
que se sostiene, precisamente, por las conversaciones que palabras de Zuleta, asistimos a un proceso ahistórico en el
animamos a diario. Las imágenes de^gépero son construidas que se les confiere a las imágenes un valor de "emblemas,
histórica y culturalmente; nuestras conversaciones las hacen como si en ellas se condensara todo el sentido o se contuviera
inteligibles y les dan legitimidad. Heredamos las imágenes la esencia de una relación, de una persona o de una época
de género al nacer en nuestra cultura, las aprehendemos de la vida" (Zuleta, 1985: 18).
paulatinamente al articular el lenguaje para comunicarnos En nuestra vida práctica, usamos las imágenes de género
con nuestros semejantes y coordinar nuestras actividades, en la interacción con nuestros semejantes del otro y del mis-
es decir, al hacernos copartícipes responsables en y de nues- mo sexo para entender y juzgar su comportamiento, el cual
-tra cultura. Adoptando la perspectiva construccionista social ; muchas veces estimamos inadecuado para la vida social
de Shotter (2001), podemos afirmar que los discursos que que compartimos. En las situaciones en las que nuestro
toman al género por "realidad natural", lo producen como comportamiento es juzgado como inadecuado por otros-as,
tal, en vez de reflejarlo de manera objetiva a través de la respondernos a esos cuestionamientos elaborando argumen-
indagación científica, la reflexión moral y filosófica, o el sen- taciones que expliquen nuestros actos y los vuelvan inteli-
tido común. gibles ante los demás, y entonces, quizás, nuevos cuestiona-
**•• Cuando las imágenes de género son evocadas en nuestras Lmientos les exijan una mayor concreción. Estos "ires y veni-
maneras de dialogar, se encargan de moldearnos; llegamos pes" argumentativos entre nosotros-as y los-as otros-as son
a reconocernos a través de ellas hasta el punto de no conce- constituyentes en parte de un orden moral3 que sirve de
birnos por fuera del sentido que nos prestan y de olvidar su marco a nuestra vida en común y en algunos casos configura
carácter de producciones cultural e históricamente situadas un cerco que nos mantiene cautivos. Lo moral, por tanto,
y nuestra coautoría en su recreación. Así, acaban por orien- no es cuestión de principios psicológicos individuales y uni-
tarnos en aspectos de la vida diaria, por ejemplo, en la for- versales sino de productos de -y producciones en- nuestra
ma "adecuada" de comportarnos con personas del mismo y actividad social compartida, situada histórica y culturalmen-
del otro sexo; en el reconocimiento de la posición que ocupa- te (Gergen, 1996).
mos en el entramado social del que somos partícipes; en el Si bien empleamos las imágenes de género como reperto-
papel que desempeñamos en los ámbitos privado y público; rios argumentativos en la adecuación social y moral de nues-
en la relación con nuestro cuerpo e, incluso, en la manera tro comportamiento, no siempre nos ajustamos a sus pres-
como nos autodenominamos. Elegimos y usamos las imáge- cripciones; las podemos considerar inadecuadas a nuestra
nes de género como recursos culturales o procedimientos vida, a lo que deseamos ser como hombres o mujeres, y a la
interpretativos para ser competentes en nuestro medio so- forma como esperamos que nuestras acciones y prácticas
cial, pero, muchas veces, sin siquiera advertirlo, terminan sean interpretadas¿ Por esto, para superar estas "brechas"
atrapándonos, y aquí es donde la idealización comienza a en los encuentros comunicativos con los demás, nos vemos
operar como dispositivo de género. En ella, la imagen de gé- abocados a probar otras metáforas como recursos explicati-
vos. En las situaciones en las que las imágenes de género
disponibles en nuestra tradición cultural no son recursos
Empleamos el género masculino de manera intencionada para desta- apropiados para aportar sentido a nuestras vidas, aventura-
car, como lo ha revelado la crítica feminista, que las imágenes y dis-
cursos que ordenan la "sociedad patriarcal", con respecto a las relacio-
nes de género, han sido construidos mayoritariamente por hombres, El orden moral como dispositivo pedagógico de género se desarrolla en
con intereses políticos y posturas ideológicas específicas. el capítulo 5, Acción e interacción.

"V
98 99
mos nuevas construcciones imaginarias de nuestra diferen- normatizan roles y posiciones socioeconómicas según el se-
cia sexual. xo, etcétera, de acuerdo con los cánones prefigurados his-
Es posible diferenciar imágenes e imaginarios a partir de tóricamente en nuestra cultura, los cuales constituyen un
los planteamientos de Shotter, según los cuales la imagen marco de permisividad y restricción para nuestros compor-
tiene el carácter de ser "única, determinada, fija y no reco- tamientos y actividades actuales y futuras.
nocida, como marco implícito para dar orderf a nuestras Por su parte, lo imaginario instituyente abre las condicio-
actividades vitales y supone la atribución de "realidad obje- nes de posibilidad a los diversos modos de lo humano, le da
tiva" a los resultados de estas actividades, independiente- sentido a nuestra contingencia de seres sexuados e impide
mente de los deseos y las opiniones de los individuos; en que nuestro componente sexual se convierta en destino ine-
contraposición, lo imaginario se corresponde con "realida- xorable del proceso de conformación de nuestra subjetividad
des incompletas, móviles, en camino de ser distintas de lo de género. En ese sentido entendemos el epígrafe de Witt-
que son" en tanto son negociadas y negociables, realidades genstein (1988) al inicio de este capítulo: en efecto, imaginar
que "subsisten sólo en las prácticas de la gente" y existen nuevas formas de hablar acerca de nosotros-as mismos-as
en el mundo "sólo en tanto pueden desempeñar un papel y de los-as otros-as, en tanto seres sexuados, es originar
en los discursos de las personas" (Shotter, 2001: 139-142). formas alternativas y más satisfactorias de relaciones de
De forma complementaria, a partir de la descripción que género, unas formas fundadas en la igualdad de oportuni-
hace Castoriadis de las significaciones imaginarias sociales dades para desarrollarnos conjunta y satisfactoriamente.
como producto y producción "histórico-social", entendemos
la tensión entre las imágenes y los imaginarios y su relación FORMAS DE HABLAR DEL GÉNERO EN LA ESCUELA
con la idealización en el ámbito del género. La dimensión
histórica implica la existencia de un pasado y una tradición La escuela, como una de las instituciones básicas de socia-
social que se nos presentan siempre como dados y organiza- lización, es también un espacio donde la vida social y las
dos en el lenguaje; esto es, como ya imaginados o instituidos. relaciones interpersonales se realizan a través del lenguaje,
Esto ya implica una preexistencia de las condiciones "de lo en las actividades conversacionales de su propia cotidiani-
que es y lo que no es, lo que vale y lo que no vale, y cómo es dad. Las imágenes de género que oímos en las conversacio-
o no es, vale o no vale lo que puede ser y valer" (Castoriadis, nes situadas en los ámbitos escolares abordados, muchas
1989: 326). Así, lo instituido es lo que instaura, respecto veces provenían de diversos contextos culturales relativa-
del género, las condiciones y las orientaciones comunes de mente ajenos a dichos ámbitos. Sin embargo, al ser evocadas
lo factible y de lo representable acerca de las mujeres y los en los intercambios comunicativos, adquirían un sentido
hombres, y sus relaciones entre sí. No obstante, nunca se determinado, precisamente por las circunstancias y esce-
constituye como determinante absoluto del género. Lo propio narios en los cuales fueron empleadas.
de lo imaginario instituyente, en tanto significación "indefi- Las imágenes de género proceden de varios tipos de cultu-
nidamente determinable", es la posibilidad permanente de ras, tanto internas como externas a la escuela, que la con-
que surjan imaginarios de género distintos de los ya regis- forman como "un espacio ecológico de cruce de culturas"
trados históricamente y definidos en y por el lenguaje de las (Pérez Gómez, 1995: 7). Según esta concepción, allí se con-
conversaciones cotidianas, lo cual abre una senda para la figura un vivo, fluido y complejo intercambio de mensajes,
resignificación de las relaciones entre hombres y mujeres. costumbres y creencias de las culturas pública, académica,
Estas reflexiones conceptuales nos sirven para establecer social, escolar —institucional y docente—, de los medios de
la diferencia fundamental que existe entre las imágenes y comunicación y también de la cultura privada de los y las
los imaginarios. Las imágenes instituidas prescriben nues- estudiantes. En la escuela, considerada como ecología de
tros comportamientos como seres sexuados, determinan las culturas, interactúan de manera dinámica y contradictoria,
maneras apropiadas de relacionarnos con seres del mismo entonces, significados e imágenes de género provenientes
y del otro sexo, establecen los posibles vínculos de pareja y de las distintas narrativas y prácticas académicas desarro-

100 101
filadas históricamente y sedimentadas en nuestra tradición en el contexto dejas conversaciones registradas en los es-
cultural, y la mediación que de tal cultura hace la escuela cenarios escolares.
con fines pedagógicos; los consumos culturales y simbólicos
globalizados por los medios de comunicación masiva, y las
mediaciones que se hace de ellos en el grupo familiar y las Hombres Mujeres
culturas juveniles; las tradiciones, rituales y prácticas pro- Activos Pasivas
pias de la institución escolar y de los-as docentes y directivas; Ámbito público Ámbito privado
y los imaginarios de género construidos por los-as estudian- Alto desempeño físico Bajo desempeño físico
tes en el marco de su experiencia previa y paralela a la es- Alta competencia en Baja competencia en
cuela, entre otros aspectos. ciencia y tecnología ciencia y tecnología
Esta concepción de la escuela nos resulta útil para en- Requieren un trato fuerte Requieren un trato delicado
tender la manera como en ella se hacen presentes productos Siempre disponibles Incitadoras del placer
y producciones lingüísticas de culturas "foráneas" labradas sexualmente
históricamente, a través de la evocación conversacional co- Inéticos, corruptos Éticas, responsables
tidiana de las imágenes de género que allí circulan. Las per-
sonas que asisten a la escuela articulan y emplean las imá-
genes de género para darse sentido a sí mismas como seres Esta organización de atribuciones en el lenguaje, en va-
sexuados, para entender los acontecimientos escolares y, rios de sus niveles, muestra desequilibrios entre las imáge-
con base en ellas, juzgar el comportamiento de sus semejan- nes referidas a las mujeres y las asociadas a los hombres.5
tes. En efecto, como lo anunciamos atrás, en los ámbitos En el nivel de la moralidad y la ética, lo femenino presenta
escolares estudiados las imágenes de género se emplean la tendencia a idealizarse como modelo de cualidades como
con frecuencia para míerpceíar ¿HasIñcaiFSe la honestidad y la responsabilidad, mientras que lo mascu-
lizada el comportamiento de hombres y mujeres £Qn._base lino pierde la positividad de su diferencia y se identifica con
en categorías de oposición excluyente: su referencia.£s_estric- acciones corruptas y de desafio. En contraposición, en el
tamente el sexo de las personas y se insertan en -una~cela- nivel correspondiente al desempeño físico y las competencias
ción jerárquica que los designa a ellos como sup£riores_y cognitivas en ciencia y tecnología, las mujeres se ven desfavo-
dominantes con respecto a ellas. Estas categorías se confor- recidas: las imágenes las idealizan como pasivas e incompe-
L man mediante operaciones de distinción, elección, atribu- tentes; su diferencia, por lo tanto, gana en negatividad con
ción, reunión y jerarquía, inherentes al lenguaje. Para que respecto al patrón de referencia que, en este caso, correspon-
una categoría sea distinta y definida, es necesario no sola- de al polo masculino, asociado a la actividad y al protago-
mente que se la reconozca en su identidad consigo misma, nismo en el desempeño físico y académico.
sino también en su diferencia respecto de todo lo que no es En el nivel que establece la división de las funciones so-
ella misma.4 De este modo, considerarnos las imágenes cultu- ciales y económicas de acuerdo con el sexo de las personas,,:-V-
registramos una de las imágenes de género más tradiciona-

Í
rales que oponen lo masculino y lo femenino a partir de su
organización en una matriz binaria de género. Esta matriz les dentro de la cultura capitalista moderna: mientras que
agrupa las atribuciones que idealizan a hombres y mujeres a los hombres se les reserva el ámbito público para la reali-
zación de sus potenciales vitales —que implica una posición

Castoriadis (1989) examina la lógica identitaria y de conjuntos como


una dimensión esencial e ineliminable no sólo del lenguaje, sino también En los apartados siguientes, cuando abordemos cada uno de los meca-
de toda vida y de toda actividad social, incluyendo las relaciones de nismos propuestos como operadores del dispositivo pedagógico de géne-
género. No obstante, como aclaramos atrás, la vida social, el lenguaje y ro que nos ocupa, analizaremos testimonialmente la manera cotidiana
las significaciones imaginarias de género no se pueden reducir como como estas imágenes son evocadas en las conversaciones del ámbito
absolutamente determinados por esta dimensión. escolar.

UNIVERSIDAD DE ANTIOQUIA 103


102 BIBLIOTECA CENTRAL
de prestigio, poder y autonomía dentro de la jerarquía so- modelo de masculinidad que asume a las mujeres como
cial—, a las mujeres se las identifica unívocamente con el objetos sexuales. Así, al ignorar una expectativa de género
rol de madres —no sólo permanecen restringidas al ámbito tradicional, surgen burlas acerca del comportamiento del
privado y a labores domésticas como el cuidado y la crianza estudiante y se le atribuyen rasgos de feminidad a su sub-
de los-as hijos-as, sino que pierden capacidad de vislumbrar jetividad que lo desvirtúan por completo.
otras opciones para su desarrollo personal—. Las imágenes La matriz nos sirve para advertir cómo opera la lógica
que sustentan esta estructura social contribuyen a que las identitaria presente en los procesos de significación social
relaciones de género se basen en la exclusión y la inequidad imaginaria de género. Desde la perspectiva que desarrolla
y abandonen pautas .dje_ralaboraciáa. Con frecuencia, según Castoriadis (1989), dicha lógica requiere conjuntos para
elsexó de los-as interactuantes, dichas imágenes se con- funcionar y, sólo así, tiene el valor de una decisión ontológi-
i vierten en fuente de tratamientos diferenciales en el ámbito ca —en nuestro caso, acerca del género y de la manera de
Descolar. ser hombres y mujeres—. Esto indicaría que los hombres y
Ya no en el nivel que se refiere al hecho de ser hombres o las mujeres únicamente son en la medida en que lo mascu-
mujeres, sino a la sexualidad y a las relaciones afectivas y lino y lo femenino, como conjuntos identitarios instituidos
de pareja, la matriz da cuenta de imágenes circulantes en e idealizados, les otorgan su sentido de género y las pres-
la escuela que describen a los hombres como disponibles cripciones correspondientes para relacionarse entre sí y con
sexualmente siempre y a las mujeres como incitadoras del los demás, y su realización depende de manera exclusiva
placer. La pauta de relación de género que promueve este del acatamiento o no de dichas prescripciones. La idealiza-
tipo de imágenes conlleva, por ejemplo, a que socialmente ción de género apoya su creación y existencia en el "estrato
sea aceptado que los varones tengan varias y simultáneas natural de lo dado"; esto es, en los cuerpos hembras y varo-
relaciones de pareja y que se reproche la infidelidad en las nes, lo cual constituye una primera incitación a la clasifica-
mujeres. Esto da pie a que con frecuencia se legitime el ción identitaria y a la institución del género. En este sentido,
dicho popular "el hombre propone y la mujer dispone", se- la división sexual de los seres humanos se presta para que
gún el cual la mujer, al jugar el papel de incitadora, es la éstos conformen colecciones reconocibles con cualidades
responsable de establecer límites a la perentoriedad sexual suficientes como para definir las categorías propias de cada
masculina. uno de los géneros y adecuarse al principio de identidad y
De este modo, las imágenes de género contraponen carac- al del "tercero excluido". No obstante, entre ese punto de
terísticas valoradas socialmente como positivas y negativas apoyo o incitación, y la determinación absoluta de la subje-
y favorecen en forma predominante a los hombres, a excep- tividad de género, hay un abismo.
ción del nivel de la actuación moral. De allí no se obtiene Aquí vemos, entonces, la necesidad de abandonar el es-
una compensación entre lo masculino y lo femenino, sino quema binario de comprensión de los imaginarios de género.
que por el contrario se dilucidan condiciones desfavorables El esquema limita el reconocimiento de nuevas construccio-
que impiden el reconocimiento de las singularidades de géne- nes culturales de la diferencia sexual a meras resistencias
ro, opacadas y reducidas por las imágenes que las generali- que se oponen a las imágenes instituidas —a partir de una
zan y totalizan. Esto cobra relevancia pedagógica si adverti- concepción estructuralista de la sociedad—, y no como expe-
mos que tales imágenes tienen una incidencia significativa riencias instituyentes, en sí mismas, de nuevas pautas de
en el trato y evaluación que los-as docentes hacen de sus relación social entre hombres y mujeres. Lo hemos reitera-
estudiantes de acuerdo con el género, y en las formas de do: aunque la lógica identitaria sea una dimensión consti-
relación entre pares de ambos sexos. En nuestras observa- tuyente del lenguaje presente en los procesos culturales de
ciones del ámbito escolar encontramos, por ejemplo, que el construcción del género en los que opera la idealización como
desempeño social de un estudiante varón, que se relaciona dispositivo, no por ello los imaginarios pueden considerarse
de manera íntima y respetuosa con sus pares femeninas, es como reducidos y determinados por dicha lógica. De hecho,
interpretado por sus compañeros como una transgresión al no lo están, como lo hemos sostenido en nuestro diálogo

104 105
con Castoriadis (1989) y Shotter (2001): nuestra mirada so- género, nos parece que los planteamientos de Fernández
bre los procesos de subjetivación no se puede guiar por las (1994), acerca del "naturalismo" como soporte narrativo que
determinaciones de tal lógica. configura el mito moderno de la mujer, se pueden ampliar
Al seguir un análisis de los imaginarios de género, orienta- para considerar las imágenes naturalizadas en torno al hom-
do por el esquema de imágenes opuestas, mutuamente ex- bre que tienen un impacto en el proceso constituyente de la
cluyentes y jerarquizadas, se corre el riesgo de perder de vis- subjetividad masculina. Así, la naturalización es un meca-
ta los complejos procesos cotidianos mediante los cuales di- nismo que ejerce influencia no sólo en las mujeres, sino
chas imágenes se resignifican y encuentran otros cursos de también en los hombres y en las pautas de relación entre
sentido, ninguno de los cuales es excluyente de los otros ellos y ellas.
puesto que también son producciones sociales legítimas. En el ámbito escolar, tanto en escenarios académicos
Debido a las razones expuestas, a partir de este momento como lúdicos, es frecuente observar el funcionamiento de la
optamos por un camino de contrastes que nos lleve a través s naturalización activado por docentes y estudiantes de ambos
de las distintas voces y conversaciones registradas en los sexos. Una forma común a través de la cual se manifiesta
escenarios escolares abordados y nos permita apreciar en son las imágenes que equiparan indisolublemente la mater-
ellas las imágenes de hombres y mujeres, y comprenderlas, nidad y la feminidad, y anteponen la primera como condi-
y las diversas pautas de relación entre sí. Por supuesto, ción de realización de la segunda. Como lo anota Fernández,
esta vía no excluye la eventual aparición de una mirada que bajo la naturalización "la maternidad es la función de la
interrogue y dilucide la eficacia del dispositivo pedagógico mujer y a través de ella la mujer alcanza su realización y
de idealización presente en la evocación de las imágenes insti- adultez" (Fernández, 1994: 161). Dichas imágenes aparecen
tuidas de género y de los mecanismos a través de los cuales registradas con frecuencia en los carteles que celebran el
opera dicho dispositivo: naturalización, esencialización y día internacional de la mujer y en la realización de diversas
objetivación. Tampoco se priva de considerar aquellas voces actividades lúdicas escolares.
que intentan imaginar y posicionar nuevas formas de hablar Un ejemplo de esto último es la apropiación del reperto-
acerca de lo masculino y lo femenino, de construir pautas rio de funciones maternas que hace un grupo de niñas de
para las relaciones de género que abandonen los esquemas preescolar mediante el juego de papeles que desarrollan
de jerarquización y exclusión, y adopten principios de equi- durante el descanso escolar, según lo describe el registro de
dad y respeto. campo realizado en un colegio femenino:
, NATURALIZACIÓN) Las dos niñas que tienen los sacos puestos en la cabeza son las
mamas. Una de ellas se acerca a otra de las niñas, que permanece
La naturalización asigna a hombres y mujeres lugares y ro- acostada en el piso, y le dice: "mira, siéntate —ella le hace caso y se
les sociales de acuerdo con sus respectivas funciones sexua- sienta enfrente—; ahora tú hacías las manos así —mueve las ma-
les y reproductivas, y prescribe que la realización personal nos como manoteando—, y yo te consentía ¿sí?". La niña que hace
de ellos y ellas consista en el cumplimiento pleno de dicha el papel de hija sigue las instrucciones de su compañera y comien-
za a mover sus manos mientras recibe caricias en su cabeza... la
determinación. En la naturalización, la producción de signi- que hace de mamá les toca la cabeza, como consintiéndolas.
ficados imaginarios renovadores de las relaciones tradiciona-
les de género es clausurada y excluida del conjunto de ex- (P
La imagen que sirve de trasfondo al juego y supone la
plicaciones aceptadas e instituidas histórico-socialmente. metonimia mujer = madre —o de lo contrario no hay reali-
De manera que, por ejemplo, las mujeres no son tales por zación de la feminidad— comienza a hacer su aparición efec-
fuera de su "condición natural" de madres, y los hombres tiva desde temprana edad como modelo de subjetividad.
que no basan su comportamiento en "atributos inherentes", Parece común que en los escenarios escolares las niñas de
como la agresividad y la competencia, ponen en entredicho menor edad articulen en forma espontánea esta imagen en
su masculinidad. Desde nuestra perspectiva relacional del sus actividades lúdicas con pares del mismo y del otro sexo,

106 107
y

y abandonen el juego exploratorio de otros posibles roles, supuesta irresponsabilidad de las empleadas domésticas
de modo que se asiste a la legitimación del discurso instituido cuando se presentan a la clase sin la pantaloneta o la llevan
que designa a las mujeres de manera unívoca al ámbito sucia. El profesor ha insistido en que ellos tienen que asu-
; privado de la crianza, a la vez que se vuelve "normal" la au- mir la responsabilidad de su propia presentación. Esto es-
' sencia de la figura paterna en dicho ámbito. taría relacionado con cierto machismo, como el docente lo
Una imagen en la que está latente la misma metonimia, advierte, pues la asunción de la mujer como sirviente y
pero esta vez en el marco de una relación de pareja fanta- cuidadora del hombre, que se legitima en el seno de la fami-
seada, se puede apreciar en la canción entonada por una lia, refuerza una idea discriminatoria de la mujer que puede
niña de cuarto de primaria de un colegio mixto: extenderse al conjunto de relaciones con las mujeres. Ade-
más, es evidente que la responsabilidad que recae sobre la
"Isabel yo me llamo, hija de un labrador, labrador. Cuando voy por figura femenina tiene como correlato un modelo de masculi-
el campo, no le temo al sol, al sol. Estas flores que yo llevo ya no son nidad en el que los hombres permanecen ajenos a las activi-
para mí, para mí. Son para un marinero que está loco por mí, por
mí. Nos casamos en agosto y tuvimos un bebé, un bebé".
dades que involucran su propia presentación personal. La
actitud del docente se destaca por su contenido pedagógico
Aquí no sólo se actualiza el estereotipo que vincula a la de género, pues intenta desnaturalizar la concepción que
mujer con las funciones tradicionales de madre, sino también predomina en sus estudiantes y desde la cual justifican su
el que la destina a cumplir el rol social de esposa. El campo comportamiento.
vital femenino se reduce pues a estos dos aspectos. La crítica En contraste, en una escuela mixta de estrato bajo, la con-
feminista ha sido contundente en señalar los peligros —re- versación espontánea entre una observadora de campo y
presentados básicamente en subordinación y desigualdad— algunas estudiantes naturaliza la imagen que designa la
de la imagen metonímica que equipara de forma reduccio- figura femenina como responsable única de las labores de
nista el ser mujer a la maternidad. Fernández (1994) defiende servicio y cuidado domésticos. Éstas no sólo se perfilan como
la importancia de reivindicar la diferencia entre reproducción una actividad exclusiva de ellas, sino fundamentalmente
y maternidad, con el objetivo de desnaturalizar la segunda; como una demanda o presión de su medio familiar. En la
es decir, dejar de considerarla como un fenómeno inherente conversación las estudiantes validan la expectativa familiar
al sexo biológico de las mujeres y comenzar a entenderla sin cuestionamiento alguno, y discuten sobre sus preferen-
como el resultado de prácticas sociales que se han legitima- cias entre los oficios domésticos y cómo se afectan cuando
do históricamente, y que, por tanto, son susceptibles de ser alguien les ensucia la casa. Recordemos que tanto las activi-
transformadas. dades como las conversaciones de la vida cotidiana contribu-
Otra imagen tradicional acerca del papel social de las mu- yen a la configuración y vigencia de los imaginarios de género;
jeres es la que las destina al desempeño de las labores domés- en este caso, las actividades domésticas de estas chicas man-
•'•' ticas y al ámbito privado, cuya institución se configura desde tienen vigente una imagen de mujer tradicional confinada
I la cultura familiar o social del estudiantado. Aquí, la clase al ámbito privado, y sus conversaciones actualizan, con natu-
^social cobra relevancia como perspectiva analítica: en los ralidad, la legitimidad de esa imagen.
estratos altos, el servicio doméstico suele ser un evento "na- De otro lado, la naturalización también opera cuando se
tural"; en los bajos, en cambio, porque representa un gasto les atribuye a los hombres cualidades que los idealizan de
adicional que no se puede pagar, es una actividad que por manera determinante, por ejemplo, el ser competitivos y ague-
lo general es asumida con naturalidad por las mujeres del rridos, y por tanto aptos para la vida social y económica
hogar. La variación que introduce dicha perspectiva la ad- pública como único escenario para su realización personal.
vertimos al comparar lo que sucede en dos colegios, uno de Ésta también es una forma de descartar la posibilidad de
estrato alto y otro de estrato bajo. En el primero, cuya mo- que los hombres participen de manera activa y comprome-
dalidad es masculina, el profesor de educación física se sor- tida en las actividades propias del ámbito privado y domés-
prende de que sus estudiantes se escuden siempre en la tico, y permanezcan ajenos a comportamientos basados en

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la intimidad, la ternura y la solidaridad. Dos imágenes ins- Esta imagen de hombre asociada a la destreza y fortaleza
tituidas en alto grado en nuestra cultura pública nacional físicas contrasta, como lo veremos más adelante, con la que
se actualizan en la anécdota que narra la maestra coordina- vincula a la mujer con movimientos corporales delicados y
dora de una práctica académica comercial, cuya propuesta reservados, de manera que las chicas que no se adecúen a
pedagógica es simular de la manera más fiel posible una este "precepto natural" son descalificadas con base en jui-
gestión empresarial real. Así lo describe el observador de cios moralizantes. Por lo pronto, y para terminar de abordar
campo: la naturalización de género que designa de manera exclu-
yente y jerarquizada lo femenino a la vida privada y lo mas-
Aludiendo al realismo de su clase, la profesora me contó con orgullo culino a la pública, aludimos a dos imágenes que refuerzan
que un par de alumnos, que se desempeñaban como gerentes de este tipo de relación. La primera de ellas, naturalizada en el
dos empresas de una misma práctica, terminaron dirimiendo sus llamado de atención de una profesora a una de sus estu-
inconvenientes a golpes. También me mencionó un caso de un alum-
no que enmendó cheques y negoció con ellos en la clase. diantes en la práctica empresarial a la que hicimos referen-
cia, asocia los desempeños público y académico femeninos
La violencia y la corrupción se naturalizan como los pa- a la conflictividad, cuestiona la capacidad de trabajo y res-
radigmas del realismo con base en los cuales los varones ponsabilidad de la mujer en el ámbito empresarial y restringe
juegan su papel "profesional" en esta práctica académica. su participación a cargos de perfil medio. La segunda de di-
Con ello no sólo se legitima un determinado modelo de mas- chas imágenes se hace explícita de manera espontánea en
culinidad, sino que la profesora, al no asumir una postura la petición que hace un grupo de estudiantes mujeres a la
pedagógica crítica cuando narra la anécdota, lo valida y lo profesora de la misma práctica, registrada así en nuestras
refuerza. Las imágenes y los imaginarios de género, entonces, notas de campo:
no circulan únicamente en las conversaciones sostenidas
entre estudiantes; como lo acabamos de ver, ocasionalmente Las alumnas presentes en la oficina de gerencia preguntan a la
profesora por la posibilidad de que les consiga "un hombre que sa-
maestros y maestras naturalizan concepciones acerca de que la cara por la empresa", debido a que en su nómina están des-
cada uno de los sexos. No obstante, es preciso tener siempre provistas de compañeros... Más adelante, con un tono de voz bajo,
en cuenta que no intentamos establecer responsabilidades la profesora dice: "lo querrán para que las ayude a fregar, porque
individuales en la activación y funcionamiento de los dispo- los hombres no sirven para más".
sitivos pedagógicos de género que describimos en ambientes
escolares; nos interesa mostrar que dicho proceso es el resul- Según la imagen que ellas mantienen vigente y legitiman,
tado de la participación activa y pasiva de todas las perso- el liderazgo en la vida pública es protagonizado de mejor
nas que interactúan en la escuela, que en última instancia manera por los hombres, con lo que no sólo condicionan su
es el producto de su "acción conjunta", para utilizar un tér- rendimiento académico a la participación masculina, sino
mino introducido por Shotter (2001). que se privan de la posibilidad de asumir con autonomía el
Tal parece que los hombres aprenden en la escuela, tanto reto del liderazgo y el protagonismo. En algunas instituciones
en actividades académicas como lúdicas, el arrojo necesario educativas observamos que la postura masculina frente a
para participar con éxito en el ámbito público. Para ello se los intentos femeninos de liderar procesos académicos, en
articulan a imágenes en las que la fortaleza física y la com- un contexto de autorregulación estudiantil, es intolerante y
petitividad se consideran atributos necesarios de la masculi- carente de solidaridad, en la medida en que ese posible li-
nidad. Una muestra de esto la encontramos en nuestras ob- derazgo ha sido desprestigiado con base en imágenes de gé-
servaciones de campo durante un partido de baloncesto. nero jerarquizadas, expresadas en frases como "usted es
Los protagonistas son chicos de los últimos grados escolares: un hombre, no se deje mandar de una mujer", o "no trabaje
para ellas, deje que ellas trabajen para usted".
"¡Dele como un varón, no se la deje quitar, con fuerza!", dice uno de
los chicos que corre de espaldas en la cancha. "¡Salte!", dice otro.

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ESENCIALIZACIÓN bastas. ¿Qué tal nosotras en ésas? Nosotras sí somos delicadas, no
como esas guaras".
En este mecanismo las personas sobrestiman las imágenes
naturalizadas como determinantes de la subjetividad de gé- De esta manera, ella vuelve inteligible su pensamiento
nero, y construyen juicios morales sobre su comportamien- acerca de lo que es una mujer y cómo debe comportarse para
to y el de sus semejantes con base en dicha sobrestimación. no perder su feminidad y, desde este marco, juzga inadecua-
En el mecanismo anterior, estas imágenes se dan por senta- do que sus compañeras practiquen una actividad que tra-
das en el habla cotidiana; en éste, ellas mismas se convierten dicionalmente ha sido desempeñada por hombres y a la cual
en fundamento de los juicios morales de las personas, de se le atribuyen movimientos corporales de fuerza y resisten- (
manera que las características que se les atribuyen a mujeres cia y actitudes de competencia, cualidades que están porV--
i y hombres se convierten en indicadores universales de la fuera de la moral práctica que sirve de trasfondo de sentido
> esencia femenina y masculina. Como es notorio, existe una a sus apreciaciones. Las argumentaciones que hacen las
relación íntima entre estos mecanismos: la esencialización personas para darse explicaciones sobre sí mismas, sus ac-
funciona con base en la naturalización y constituye un ni- tividades, el mundo que las rodea y que comparten con sus
vel más de complejidad en el proceso de la idealización. semejantes, tienen un carácter social y moral práctico. En
Nuestra investigación encontró que la eficacia de este me- efecto, con expresiones como éstas, surgidas de nuestra
canismo depende del grado de intensidad de los juicios emi- participación en el flujo indeterminado de la vida cotidiana,
tidos sobre las personas o sus comportamientos. En efecto, le damos mayor especificación imaginaria a lo que considera-
su impacto pedagógico en la subjetivación de género tiene mos debe ser una persona según su condición sexual, a la
diferentes modos de operación y abarca un espectro que va vez que construimos una serie de calificativos, como indica-
desde la crítica o la burla amistosa, hasta la vulneración, el dores de esencia, para desvirtuar y reprobar el comporta-
desprestigio o la agresión. miento de quienes se salen de ese marco. Por esta vía tam-
El juicio sobre el comportamiento de las mujeres y los hom- bién surge la posibilidad de que al articularse de manera
bres según sus rasgos sexuales, y la interpretación que reiterativa a determinadas imágenes, las personas terminen
nuestra cultura tradicional ha elaborado de unas y otros, por asumirlas como principios orientadores de su vida y
son formas de restringir las posibilidades de existencia de organizadores de su subjetividad. Como se verá en el capí-
las personas y de disciplinar su vida, su cuerpo y su deseo. tulo La generización del self, tales imágenes de origen cul-
En los ámbitos escolares opera con frecuencia la esencializa- tural contribuyen a generizar el cuerpo y pueden llegar a
ción en las formas cotidianas de hablar, no sólo como manera arraigarse como narrativa personal.
de enjuiciar el comportamiento de los-as semejantes, sino Por demás, la expresión de la chica construye un imagi-
también, y muchas veces simultáneamente, el de la propia nario de mujer a partir de cualidades tradicionales como la
persona. Resulta paradójico, por ejemplo, que la restricción delicadeza y la incompetencia para las actividades físicas y
del comportamiento femenino según cánones tradicionales los deportes que involucren fuerza, contacto corporal y com-
como la delicadeza, se efectúe mediante la opinión misma petitividad. No obstante, sus enunciados no nos autorizan
de las mujeres y sean ellas las que se encarguen de activar- para concluir que éste sea el modelo de feminidad que defi-
lo para juzgar a sus pares del mismo sexo. Esto lo vemos ne a las mujeres en esta cultura escolar, pues la interacción
reflejado en la voz indignada de una estudiante de último analizada de conjunto presenta un grupo de mujeres orga-
grado que hace una crítica radical a algunas de sus compa- nizadas en la práctica del fútbol. Las mujeres que juegan
ñeras que juegan un partido de fútbol durante el descanso fútbol, probablemente, construyen sus propias argumenta-
escolar en un colegio mixto: ciones para explicar su actividad y elaboran el sentido que
tiene para ellas, por lo que en el mismo escenario cohabita
"¡Uy! sí, esas viejas todas boletas, dizque jugando fútbol... Miren un imaginario de mujer que contradice las apreciaciones
esas boletas, ahí pateando un balón y luchando entre ellas; muchas enunciadas por la chica. Así, podernos afirmar que cada

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forma de hablar encarna una diferente postura evaluativa y En cuanto a las imágenes que se refieren a los hombres y
manera de ser en el mundo (Shotter, 2001), y justamente con el fin de obtener la fortaleza necesaria para reafirmar
en el encuentro —o desencuentro— dialógico de las diversas socialmente su virilidad, los estudiantes varones basan su
visiones de mundo se hace posible la construcción imaginaria repertorio de comportamientos en un modelo de masculini-
de nuestra realidad. dad de arrojo e invulnerabilidad que los ayuda a soportar
En el mecanismo anterior vimos cómo la fortaleza física con naturalidad la rudeza y a afrontar de igual manera
se construye como un rasgo "natural" de la masculinidad, amenazas y peligros. A lo largo de este duro aprendizaje, el
lo cual plantea la permanencia de la dicotomía de género entorno cultural de la escuela —tomando como base imáge-
con respecto al imaginario de feminidad que acabamos de nes tradicionales de hombre— reclama prontos resultados
analizar —el de una mujer delicada y ajena a la práctica de y reprocha cualquier asomo de debilidad y fragilidad. Así lo
los deportes de resistencia y competencia—. No obstante, revela el diario de campo que registra la recriminación de
en el ámbito escolar surgen otro tipo de concepciones de lo un grupo de estudiantes de ambos sexos ante la reacción
masculino y lo femenino: uno de ellos revela que las activi- emocional de un compañero:
dades intimistas y pasivas "femeninas" pierden interés para
las mujeres que prefieren practicar deportes que involucran Gustavo comenzó a llorar porque otro niño no le quería entregar
esfuerzo físico y competencia. Una expresión en este sentido una bola de cristal. El profesor se acercó para saber lo que pasaba.
la escuchamos de boca de una estudiante que se niega a En ese momento, todos los niños y niñas del grupo comenzaron a
participar con sus compañeras de grado 11 en un juego de gritar a coro: "¡lloró, lloró, lloró! ¡Nena, nena, nena, nena!". El profesor
cauchos durante la clase de educación física. Esto ocurre los hizo callar con un ¡shhh!. Ada le gritó al niño: "los hombres no
en el mismo colegio en el que se desarrolló la interacción lloran, solamente las mujeres"... Un niño que estaba cerca, a mane-
anterior, y aparece registrada en nuestros diarios de campo ra de conversación, dijo: "sí lloran, pero cuando les pegan".
de la siguiente manera: Aquí la esencialización es el mecanismo mediante el cual
"Este juego me parece muy ridiculo. Ahí, saltar sobre un cauchito, se le exige al hombre un control estricto de sus emociones,
eso a mí no me gusta. Lo que sí me gusta jugar bastante es voleibol. y a la vez restringe el llanto a una expresión exclusivamente
Yo estuve durante mucho tiempo en la liga de Bogotá y me iba muy femenina. Todo esto sin que el docente haga una interven-
bien; en el colegio me daban permiso para ir a los partidos y entrenar, ción pedagógica. Aunque se alzan voces masculinas que se
pero ahora dejé de ir. En uno de esos entrenamientos se me quebró resisten a aceptar y controvierten las sentencias de la opinión
un ligamento de la rodilla derecha y me tuvieron que operar. Desde colectiva, en una muestra de solidaridad entre pares varo-
entonces, ya no es lo mismo. Sin embargo, aún lo practico, pero no
en el mismo nivel".
nes, sus argumentaciones se limitan a reconocer en el llan-
to una expresión masculina legítima, únicamente si es una
Resaltamos el gusto que siente esta chica por las activida- reacción a agresiones externas que provoquen vulneracio-
des físicas de competencia y fuerza, gusto a partir del cual nes físicas. Se descarta, de este modo, como una forma de
toma distancia de una práctica lúdica tradicionalmente feme- manifestación emocional y psicológica.
nina cuyos desempeños se centran en la coordinación y la
elasticidad, y no exigen ningún tipo de contacto. En el trabajo OBJETIVACIÓN
de campo de la investigación encontramos también mujeres
que practican con entusiasmo actividades que exigen mayor Este mecanismo opera a través de imágenes orientadas por
despliegue de fuerza y velocidad y que son compartidas con la apreciación y el trato de las mujeres como objeto sexual
hombres; otras que participan en un partido mixto de micro- de los hombres, y se activa, sobre todo, en las conversaciones
fútbol en un colegio de estrato medio, y otra, en uno de es- entre pares masculinos, aunque aparece también en varia-
trato alto, que expresa verbalmente el gusto que le produce das interacciones que sostienen personas de diferente sexo.
jugar fútbol en descansos y campeonatos y que despierta la La objetivación de las mujeres en las conversaciones de los
admiración de sus compañeras. hombres se caracteriza por la apreciación de su cuerpo de

114 115
r

manera fragmentaria, y la sobrestimación de sus partes dencia también la interpretamos en dos conversaciones de
sexuales en detrimento o desconocimiento de otros compo- grupos de chicos diferentes pertenecientes a los últimos gra-
nentes de su personalidad —intelectuales o afectivos, por dos escolares de un mismo colegio mixto; así aparece en
ejemplo—. La imagen de mujer como objeto sexual de deseo nuestros registros de observación:
masculino es activada principalmente por los hombres, aun-
que también por las mismas mujeres. Esta imagen, por lo Uno de ellos contaba que en la playa en la que estuvo vio una "vieja
general, conlleva la invisibilización social de otros papeles divina" y la describió de la siguiente manera: "alta, delgada, y con
femeninos posibles, como el desempeño en los ámbitos aca- un culazo, el mejor que he visto... se veía linda recostada en la
arena, así toda bronceadita".
démico, público y profesional. Desde nuestra mirada rela-
cional del género, la activación de dicha imagen por parte Un chico se refiere así a la única novela que le gusta: "¡Uy!, yo la
de los hombres también es el correlato implícito de un modelo única que me veo es la Cosita Linda Mamá, y sí que está bien bue-
masculino de disponibilidad sexual permanente e inconti- na, tiene unas piernas". Dos compañeros responden al comentario:
nente, según el cual los hombres pueden sostener varias "¡Uy!, está muy buena, pero no tiene tetas"..., "sí, esa vieja es más
relaciones de pareja al mismo tiempo. En el capítulo 6 vemos plana, lo único que la salva es la cara".
cómo este sistema de relación entre hombres y mujeres de-
semboca en una suerte de pedagogía del ocultamiento que En nuestra investigación hallamos indicios de que a me-
terminan aplicando las mujeres para controlar las miradas dida que se avanza en el ciclo vital, se consolida en los varo-
y el deseo masculino. nes la imagen de la mujer como objeto de deseo. Por contras-
Nuestra investigación halló que este mecanismo se activa te, en los primeros grados escolares este mecanismo está
de manera predominante en ambientes masculinos, en las ausente, y, en ocasiones, las niñas tienen un comportamien-
interacciones entre pares varones en tiempo de ocio, o en es- to más extrovertido en las relaciones intergénero que el que
cenarios académicos técnicos industriales, en los que ade- exhiben sus pares varones. En efecto, parece que la puber-
más se utiliza un tono de comunicación rudo y se mantiene tad marca una extroversión en las expresiones masculinas
un esquema de exclusión e irrespeto con respecto a las mu- objetivadoras del cuerpo femenino; dichas expresiones, con
jeres. Aunque el mecanismo opera tanto en colegios mixtos frecuencia, son proferidas por los chicos como atribuciones
como masculinos, su funcionamiento no está directamente a sus pares femeninas en contextos de seducción. Cuando
relacionado con el área académica, sino con lo que propone- esto sucede en presencia de sus pares del mismo sexo, lo
mos denominar cultura de aula promasculina. Entre las hacen para demostrar su poder viril de seducción. Esto se
imágenes tradicionales de género que circulan en la escue- aprecia en la actuación de un chico de aproximadamente
la encontramos la que denota a un hombre "mujeriego" e quince años, quien activa la imagen de "hombre seductor" y
infiel como expresión de virilidad entre pares varones. Tal exalta la figura corporal de una de sus compañeras a través
imagen surge en los comentarios de unos chicos de último de referencias que la tienen como objeto sexual. Así lo re-
año académico de un colegio mixto; según ellos, las relacio- gistra el observador de campo:
nes amorosas dentro de la institución no son muy comunes
"¡Uy! sí, ella está más buena, eso se le ve todo rico cuando se viene
porque se les dificulta tener varias parejas con tranquili- en sudadera, todo redondito", dice riéndose junto con tres chicas y
dad: dos chicos más que escucharon. La chica a la que se refiere se
sonroja y le contesta sonriendo mientras lo golpea con la mano en
"Qué mamera uno todo el día con la otra ahí..., así uno no puede el brazo: "¡Ay, tan cansón!". A continuación, el mismo chico dice:
tener la fija y la sucursal". "ella es la más buena del salón, porque a las otras les hace falta,
claro que algunas tienen futuro".
La interacción construye un imaginario que, por la forma
como los chicos emplean el lenguaje, tiene la particularidad La imagen de mujer que subyace en la atribución del
de considerar a la mujer como un objeto sexual. Esta ten- chico se revela como naturalizada, pues se acompaña de la

116 117
risa y la aprobación de los y las presentes, incluyendo la las mujeres. Los primeros incluyen imágenes de pareja y
complacencia tácita de la chica: ésta, más que resistirse al sexualidad traducidas en expresiones sexuales y genitales
trato que le da su compañero, se muestra halagada por sus que objetivan el cuerpo femenino; en las segundas, las re-
comentarios, con lo que se convierte en copartícipe de los presentaciones de sexualidad y pareja se traslucen en expre-
imaginarios que la objetivan y subordinan. La objetivación siones de corte erótico y afectivo más sutiles hacia sus pares
instaurada como pauta en las relaciones de género puede varones. Unos esbozos en este sentido los vemos al contra-
llegar a tener un fuerte impacto en el trato entre estudiantes poner las ilustraciones anteriores, en las que se objetiva el
de diferente sexo. En ocasiones, un hombre se puede sentir cuerpo femenino, con el manejo público de la sexualidad y
autorizado por el modelo masculino de sexualidad perento- de las relaciones de pareja que hace un grupo de chicas de
ria para forzar un contacto físico con la mujer que desea, e grado 11 de un colegio femenino, sin activar un trato objeti-
incluso hacer de ello un "juego de seducción". Esto sucede vante:
en una práctica técnico-industrial en grado 11, en un escena-
rio académico de predominio masculino que hemos recono- Al finalizar la clase algunas niñas se levantan de sus puestos para
hablar con la profesora. Le pregunto a la niña que está a mi lado
cido como propenso a la activación de este mecanismo. La que qué quieren decir los letreros pegados en los pupitres. Me dice:
siguiente es la descripción etnográfica: "Lo que pasa es que nosotras fuimos a excursión y allá algunas se
encarretaron con tipos... ése es el nombre del que le gustó a cada
En este momento Felipe abraza a Claudia insistentemente mien- una, así no se hubieran rumbiado".
tras caminamos de vuelta al salón. Él se ríe y la estruja, le acerca la
cabeza haciendo el amague de darle un beso: "venga mamita, con Analizamos algunas pautas relaciónales fundadas en la
usted lo que quiera... ¡Uy! Está más buena". Los chicos que están
cerca se ríen de la situación. Ella se ríe, pero se resiste, le quita los objetivación. Ahora examinemos cómo las mujeres, en algu-
brazos, se los abre para que no la atrape contra su pecho: "¡No joda! nos casos, se distancian de dichas relaciones y cuestionan
¡Quédese quieto!". Él ríe todavía más e intenta besarla de nuevo; su papel en ellas. Como ilustración de imaginarios de recam-
ella se lo quita de encima y lo golpea con la mano izquierda cerrada bio encontramos una mujer que, ya en la pubertad, comienza
en él estomago; luego lo mira mal y se va. a asumirse lúdicamente desolé una posición femenina activa
en sus relaciones eróticas. Desde esta perspectiva, una chica
Contrario a lo que sucede en la interacción anterior, aquí de 14 años de edad, de 4° grado de un colegio mixto, fantasea
la mujer se ve obligada a subir el tono de su rechazo para públicamente con un encuentro amoroso que colme sus
evitar la imposición corporal de su compañero, para quien expectativas imaginarias. En cierta medida, se convierte en
la belleza femenina es justificación suficiente de su compor- una idealización que demanda sumisión masculina:
tamiento. Así, se perfila una imagen masculina fundada en
la seducción por imposición y rudeza, y una femenina carac- Mientras ella escribía la carta, comentó a grito entero: "¡Amado, te
terizada por la permisividad o desaprobación del contacto escribo esta carta, espero que me conozcas y caigas rendido a mis
con personas del otro sexo y la cercanía e intimidad del mis- pies!".
mo. En última instancia, mientras que la sexualidad mas-
culina se caracteriza por la disponibilidad permanente, y se El hombre es imaginado corno "amado" y no como amante,
reafirma como perentoria, a la mujer se la considera como con mayor espontaneidad, debido probablemente a la avan-
incitante y su comportamiento debe establecer unos límites zada edad de la chica con respecto al grado escolar en el
precisos a dicha perentoriedad. A partir de la imagen tradi- que se encuentra. En la expresión del afecto y la emoción
cional podría decirse que, mientras la sexualidad masculi- no hay muestras de pudor, ni de una evidente censura o
na se explica a través de argumentos de tipo biológico, la control social. Como lo dijimos, en los primeros años del
femenina lo hace mediante actos de vigilancia moralista. ciclo vital la imagen de hombre que se trasluce en las inte-
Con base en lo expuesto podernos contrastar los imagina- racciones es bien distante de la del varón seductor y conquis-
rios de género elaborados por los hombres y los creados por tador al que se le dificulta la contención de su deseo sexual;

118 119
por el contrario, entrevemos una figura masculina pudoro- Los motivos que expresan estas chicas de grado 11 de un
sa e inhibida con las manifestaciones eróticas femeninas colegio femenino para terminar con sus parejas tienen que
que lo hacen objeto de deseo. Con esto queremos insistir ver con la desigualdad de oportunidades que suponen los
que en interacciones como ésta asistimos a manifestaciones pactos que mantienen la relación amorosa: mientras ellos
de reconfiguración de los roles tradicionales de género. disfrutan de una vida lúdica, social y universitaria en la
En el mismo sentido, la imagen de mujer objetivada por que se relacionan con amigos y amigas, y se muestran celo-
el trato y los proferimientos de sus pares estudiantiles hom- sos con su pareja, ellas se sienten impedidas para disfrutar
bres es cuestionada por el surgimiento de un imaginario una vida social más amplia que la que se restringe al con-
femenino que, en el ámbito de la sexualidad y las relaciones texto femenino, en el que se desenvuelven la mayoría del
de pareja, transita desde una postura de dependencia y tiempo. Al parecer se desarrolla un aprendizaje de roles di-
sumisión con respecto al género masculino, hacia otra de ferenciales en el que ellas empiezan a asumir con sus no-
autonomía (en ésta la mujer construye su subjetividad a vios el papel de "ama de casa", con una vida social limitada
partir del reconocimiento de su deseo). La imagen de género a la pareja y controlada por ésta. En palabras de Brock-
que subyace en la relación afectiva tradicional denota segu- Utne (1989), se trata de una especie de control masculino
ridad y control masculinos sobre la pareja sexual, máxime sobre las esferas pública y privada de la vida de ambos. No
si se trata de un hombre con ascendencia de edad sobre la obstante, esta situación de dominio se exacerba y entra en
mujer. Esta estabilidad trastabilla y entra en crisis cuando crisis en la medida en que las chicas abandonan la postura
la mujer amplía su mundo social y se afirma desde su dife- comprensiva y sumisa, y pasan a otra autónoma de afirma-
rencia; es decir, en el momento en que se desatiende la de- ción de la subjetividad social y sexual, pero sus parejas per-
manda de exclusividad del hombre. La siguiente descrip- manecen en su postura inicial. Tal situación polariza la re-
ción de uno de nuestros diarios de campo da cuenta de ello: lación de pareja e imposibilita cualquier renegociación del
pacto amoroso.
Lina me dijo, con cara de tristeza y la mirada y la boca hacia abajo
mientras suspiraba: "Terminé con mi novio. ¡Y llevábamos cuatro IMPORTANCIA DE REFLEXIONAR SOBRE NUESTROS
años! ¿Te imaginas? —mientras seguía con su relato, se acercaron
otras dos chicas—. Él estaba en sexto semestre de ingeniería elec- IMAGINARIOS DE GÉNERO
trónica". Luego le pregunté por qué habían terminado, y me res-
pondió: "¡Ay! No sé, la excursión sirvió para terminar". Mónica y Antes de finalizar el capítulo retomaremos algunas de sus
Julia, quienes acababan de acercarse, dijeron estar de acuerdo. ideas principales con el fin de relacionarlo con los que se
Mónica dijo: "Es que como están acostumbrados a que uno no hace desarrollan a continuación, y anticipar elementos prospecti-
nada sin ellos...", y Lina interrumpió diciendo: "Sí, lo que pasa es vos que nos permitan ubicar el ámbito de los imaginarios
que, imagínate, él tiene su mundo y sale con sus amigos y todo, de género como uno de los ejes que se deben tener en cuenta
como él está en la universidad, entonces siempre está la disculpa
de que es algo de la universidad y, obvio, ¡yo soy la comprensiva!". a la hora de analizar las relaciones de género en la escuela
Mónica interrumpió: "¡Sí, pero vaya uno a hacer algo a ver qué pasa!". y diseñar las estrategias necesarias para su transformación
Le pregunté si ella no salía con nadie que no fuera su novio, y me hacia la equidad.
dijo: "No, yo sólo salgo con él; bueno, a veces salgo con ellas, pero La motivación que nos llevó a indagar la idealización como
no con otros hombres... ¡Y no a rumbear! En cambio él sí sale con dispositivo pedagógico de alto impacto en la construcción
sus amigos de la universidad, y obviamente que cuando salen bai- del género fue comprender que la forma como nos tratamos
lará con otras viejas, y todo. Pero yo nunca le digo nada. El proble- unos-as a otros-as en las diversas actividades comunicativas
ma comenzó con lo de la excursión, porque yo allá la pasé delicioso,
conocí gente y... No sé, llegué como jarta". Mónica agregó: "Sí, el de la vida escolar cotidiana, en la medida en que modelan
problema es que ellos se malacostumbran a que uno no puede ha- nuestras formas de pensar y actuar, influyen significativa-
cer nada, pero ellos sí pueden hacer de todo, y uno se cansa. Casi mente en nuestras vidas futuras como hombres y mujeres.
todas nosotras terminamos después de la excursión". Aunque el proceso de generización del selfen la escuela
lo analizamos en detalle en el capítulo 6, en éste resaltamos

120 121
la incidencia de la idealización en dicho proceso. Los imagi- mecanismos. De este modo, la función modeladora de los
narios de género son creaciones sociales sostenidas social- imaginarios tiene un doble potencial de incidencia en las
mente —valga la redundancia— con las que las personas relaciones de género: o favorece pautas de equidad entre
dan sentido a su condición sexual y a las que terminan hombres y mujeres, o multiplica pautas de exclusión yjerar-
creyendo que deben supeditarse, de manera que quedan quización. Ya sabemos que al emplear en nuestras conversa-
prisioneras de la versión de sí mismas de su propia inven- ciones imágenes naturalizadas, esencializadas y objetivantes,
ción. Esto quiere decir que, al idealizarse, determinadas for- como las que analizamos a lo largo del capítulo, se les otorga
mas de hablar se convierten en cárceles, de cierta manera mayor legitimidad y se contribuye a que se perpetúe el se-
"congelan" el proceso de subjetivación porque se asumen gundo tipo de pautas de relación.
como rasgos o atributos de una identidad supuestamente Por estas razones es relevante mirar crítica y permanen-
fija y, en esta medida, se vuelven requerimientos de las per- temente el papel que desempeñan las imágenes culturales
sonas para ser reconocidas socialmente dentro de una cultu- que empleamos con naturalidad en nuestra habla, pues sólo
ra. Tal es el impacto que hemos reconocido en lo imaginario así se puede desentrañar su origen conversacional y demos-
en la construcción del yo. trar que en la cotidianidad escolar están enjuego, de mane-
Pero además de delinear los pensamientos de las personas ra latente, procesos ideológicos —ejercicios de poder— que
y orientar sus acciones, los imaginarios que construimos al crean y mantienen condiciones de inequidad entre los géne-
hablar constituyen y mantienen determinadas formas de ros. En efecto, se trata de cuestionar las prácticas sociales
relación social. El discurso de las personas tiene una capa- que mantienen la vigencia de tales imágenes en el ámbito
cidad tan grande de afectar sus relaciones con los demás, escolar, y los usos del lenguaje que comprenden juicios unl-
que determinadas maneras de hablar adquieren una posi- versalizantes y esencialistas de los comportamientos de las
ción oficial o canónica, y quien habla en contra de ellas, ac- personas, pues en ellos construimos, junto con los y las de-
túa desconociéndolas y subvierte sus preceptos, se expone más, los contextos que dan origen a esas actividades auto-
a ser objeto de reclamo, recriminación o sanción social o, formativas en las que las imágenes de género entran a for-
en situaciones más extremas, de un trato excluyente y deni- mar parte de la subjetividad de las personas.
grante. Estos mecanismos sociales se relacionan con el ám- Sin embargo, siempre tenemos que tener presente que la
bito imaginario en la medida en que lo que se les exige a las responsabilidad en la construcción imaginaria de los géneros
personas es la adecuación de su comportamiento a modelos no se puede atribuir exclusivamente a la actuación de indi-
de género que la tradición cultural ha cimentado paciente- viduos particulares. Reiteramos que los imaginarios que se
mente a lo largo de su historia y que forman parte del con- elaboran diariamente en el ámbito escolar, en el marco de
texto social de la escuela que comparten con sus semejantes. prácticas socialmente compartidas, son acciones conversa-
Las imágenes conforman un marco moral desde el que se cionales y producto de esas acciones. Por ello, en lugar de
juzga la actividad de las personas, según cumplan o no di- buscar responsables individuales, es más apropiado hablar
chas demandas sociales, y en este sentido pueden interpre- de corresponsabilidades o de una responsabilidad conjunta.
tarse como fuente de ejercicios de poder. Este reconocimiento permite superar las perspectivas que
En dicha relación, los imaginarios alcanzan niveles de se empeñan en señalar a las personas que ejercen la docen-
mayor estructuración y normatividad mediante mecanismos cia o a las de sexo masculino como los únicos agentes de la
concretos de la acción, los cuales demandan y vigilan, con reproducción de las imágenes de género instituidas, y adop-
diferentes niveles de intensidad, la adscripción de los com- tar una postura crítica, política y moral de corte más comu-
portamientos de las personas a las reglas de interacción nitario, tal y como lo propone el construccionismo social.
configuradas en la cultura local de la escuela. Los imagina- Para evitar quedar presos-as de las formas de hablar acer-
rios de género más tradicionales y naturalizados permane- ca de nosotros-as mismos-as y de nuestros-as semejantes,
cen vigentes en el tiempo gracias a la reiteración de pautas y salir del cautiverio en que nos mantiene el uso idealizado
sociales establecidas y promovidas por la operación de tales del lenguaje en las conversaciones cotidianas, es preciso

122 123
reconocer las imágenes culturales de género como lo que WITTGENSTEIN, L. (1988), Investigaciones filosóficas, Bar-
son: como instrumentos para participar en la vida social celona, Crítica.
que compartimos con otros y otras, los cuales podemos aban- ZULETA, E. (1985), Sobre la idealización en la vida personal
donar si no nos convienen o si nos vulneran, para buscar y colectiva y otros ensayos, Bogotá, Procultura.
otros, o inventar unos nuevos que nos interpreten de mejor
manera. Ésta es una invitación a que reconozcamos la con-
dición negociada y negociable de los imaginarios de género
que circulan en la escuela.
Esta reflexión es prioritaria, porque en el ámbito conver-
sacional de la vida cotidiana escolar están presentes muchas
formas de hablar y narrar singularidades de género que
carecen del reconocimiento y de la legitimidad necesarios,
pero que si llegaran a tenerlos, podrían enriquecer y trans-
formar de manera constructiva la cultura escolar. En otras
palabras, en la medida en que se imaginen formas de hablar
que adopten como principio la equidad, se contribuye a la
construcción de formas más éticas de relaciones de género
en la escuela.

BIBLIOGRAFÍA
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Laboratory", en Journal qf'Peace Research N° 1.
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156.
(2001), Realidades conversacionales: la construcción
de la vida a través >del lenguaje, Buenos Aires, Amorrortu.

124 125
5. ACCIÓN E INTERACCIÓN

Carlos Iván García Suárez

Si el capítulo precedente hace una reconstrucción descrip-


tivo-explicativa de la configuración de los imaginarios de
género que se convierten en reguladores significativos de la
acción y la interacción en la escuela, y el capítulo siguiente
propone un conjunto de hipótesis sobre el impacto que en
el proceso constituyente de las feminidades y las masculini-
dades tienen dichas acción e interacción, corresponde a este
capítulo abordar en detalle los dispositivos pedagógicos de
género que identificamos a partir del análisis de los intercam-
bios comunicativos producidos en la escuela entre estudian-
tes, entre docentes, y entre docentes y estudiantes, y que
pudimos observar en profundidad en el proyecto Arco Iris.
Para extremar las diferencias analíticas podríamos decir,
en consecuencia, que aquí tomamos como objeto las narra-
ciones de los diarios de campo sobre dichos intercambios,
mientras que el estudio de los imaginarios de género y de la
generización del self 'admite, a más de sus propios materia-
les empíricos, un ejercicio inferencial: una reconstrucción
cultural de redes conversacionales y una prospección acerca
del proceso de subjetivación, respectivamente.
Antes de entrar en materia, es pertinente clarificar las ca-
tegorías centrales de acción e interacción. Hay que decir,
para empezar, que tales nociones y otros términos que apare-
cen a veces como sinónimos, a veces como voces asociadas
—acontecimiento, acto; intersubjetividad, interlocución—,

127
no han sido desarrollados por un único campo disciplinar, Sin embargo, se debe considerar un tercer nivel que com-
sino por varios, o son el resultado de encuentros interdiscipli- prende, a su vez, dos aspectos. El primero es "la estructura
narios como los que han tenido la filosofía del lenguaje, la profunda de la mente humana que proporciona el 'marco'
microsociología, la etnografía de la comunicación, la etno- dentro del cual tiene lugar la acción consciente", y el segundo
metodología y la psicología social. corresponde a "las estructuras y los procesos sociales, en
Dicha confluencia ha ido consolidando una crítica a los especial la conversación, [que] imponen una segunda —aun-
abordajes "clásicos" de las disciplinas, y un cambio en la que estrechamente vinculada— clase de marco en nuestras
explicación sobre la subjetividad y la relación de los seres vidas" (Harré y otros, 1989: 31). Por esta razón, su propues-
humanos con el mundo. En suma, una transformación epis- ta de una nueva psicología implica desarrollar el examen de
temológica. Desde allí se puede problematizar la considera- los tres niveles.
ción de la subjetividad como asentada básicamente en el Por otro lado, si comprendemos con mayor amplitud el
sujeto, de la mente como una entidad aislada del mundo segundo aspecto del tercer nivel, encontramos un fundamen-
que construye el saber al aprehenderlo y del lenguaje como to significativo y consonante con nuestro reconocimiento
una representación simbólica de una interioridad mental. de la retícula conversacional en la que se inscriben los proce-
En su lugar, el nuevo paradigma postula el relativismo cultu- sos de subjetivación: el pensamiento constituye una activi-
ral de la idea de mente —hay culturas diferentes a la occi- dad social basada en la conversación, y las mentes individua-
dental donde tal entidad no existe o no se considera distinta les comienzan a existir al "separar" parte de la conversación
de la "realidad exterior"— y no reconoce al lenguaje como pública como un dominio privado e individual. Lo que hace
representación, pues plantea que el saber no es un ejercicio una persona en determinado momento sólo podría explicarse
de percepción simple, sino que obedece a una retícula de "por completo haciendo referencia a ambos dominios, el per-
conversaciones siempre determinadas en un aquí y en un sonal y el social", que configuran el "control dual de la ac-
ahora. De ese modo, el lenguaje se comprende más bien co- ción". Los mismos autores (Harré y otros, 1989: 32) recono-
mo una acción social y los procesos de subjetivación no tie- cen, empero, que esta distinción práctica que facilita el pro-
nen un carácter individual sino que obedecen al juego básico pósito comprensivo de la acción humana puede disolverse.
de la ínter subjetividad que acontece en conversaciones. Lo anterior se corresponde de manera fuerte con el plan-
Desde tal perspectiva, descrita aquí en forma muy esque- teamiento que sostiene que las acciones se producen muy
mática, miremos con mayor detalle el concepto de acción. rara vez como unidades aisladas y que, más bien, "la conver-
Harré y otros (1989: 9) la definen como "la conducta humana sación, la conducta, el pensamiento y el sentimiento fluyerí'
intencionada dentro de unos marcos sociales y físicos espe- (Harré y otros, 1989: 106). También concuerda con el despla-
cíficos", y agregan que "las acciones de los seres humanos zamiento de intereses de la psicología descrito por Shotter
son ejecutadas normalmente de acuerdo con reglas, en lugar (2001: 12), quien propone descentrarse de la forma en que
de determinadas por causas" (Harré y otros, 1989: 21); reglas los individuos conocen el mundo para abordar los modos
que, a su vez, son constitutivas de órdenes morales especí- en que crean y mantienen diversas maneras de relación entre
ficos, asunto sobre el cual profundizaremos más adelante. sí en la conversación y, luego, a partir de ellas, hallan sen-
De otro lado, postulan la idea de que el control de la ac- tido a sus circunstancias.
ción opera en tres niveles interrelacionados. El primero es El énfasis deja de ser "cómo entendemos los objetos para
el control consciente de la acción, que descansa sobre el se- poner en el núcleo del análisis nuestra atención recíproca:
gundo nivel, compuesto por rutinas o mecanismos no cons- el interés pasará así de la epistemología a la hermenéutica
cientes, como cuando una persona al argumentar en una práctica" (Shotter, 2001: 18). Con ello, el autor le apuesta a
discusión modula su entonación y se acompaña de gestos y una versión dialógica o conversacional del construccionismo
de movimientos de las manos más enfáticos, que actúan en social que propone llamar "retórico-respondiente".
ese momento automáticamente para conformar su estilo El carácter respondiente alude a que el habla, desde la
comunicativo, su tono. Perspectiva representacional, surge del hecho de que las

128 129
personas hablamos esencialmente en respuesta a quienes No se trata de comprender y de teorizar sobre el funcionamiento del
sujeto aislado, sino de considerar a éste como elemento de un siste-
nos rodean. Entre tanto, el carácter retórico, antes que re- ma más amplio que incluye la relación con los otros y el contexto;
ferencial, reconoce que nuestras formas de habla pueden es este sistema el que constituye la unidad básica del análisis (Marc
mover "a los demás a la acción o a modificar sus percepcio- y Picard, 1992: 14).
nes". Y podemos hacerlo porque
Es necesario precisar que las nuevas orientaciones referi-
[...] la retórica emplea metáforas que pueden ayudar a una audien- das a la interacción social no sólo han producido cambios,
cia a establecer conexiones entre enunciados del hablante que de sino que han pasado a constituir el propio objeto eje del
otro modo aparecerían desconectados, esto es, a dar una forma construccionismo en la psicología social, sin decir con ello
lingüísticamente inteligible a sentimientos y tendencias meramente
percibidas que comparten los hablantes y su audiencia (Shotter, que no se presenten divergencias entre autores y escuelas
2001: 19). de la misma. Para evitar una larga arqueología de tal varia-
; ción, tal vez sea más conveniente referirse al esfuerzo común
H
In•
8<p- •"• • ' Desde una perspectiva ecológica,1 el centro de interés se de los autores más contemporáneos por resaltar el carácter
desplaza del individuo a las interrelaciones entre individuos social de la interacción, en el sentido de asumir que
y, en consecuencia, se da relevancia a la idea de que "los se-
res humanos se desarrollan por medio de sus interacciones [...] todo encuentro interpersonal supone interactuantes socialmente
con otras personas" (Harré y otros, 19$9: 108), idea que situados y caracterizados, y se desarrolla en un contexto social que
imprime su marca aportando un conjunto de códigos, de normas y
tomamos como base para entender los procesos de configu- de modales que vuelven posible la comunicación y aseguran su re-
ración de subjetividad de las personas en cuanto hombres y gulación (Marc y Picard, 1992: 16).
mujeres. La interacción alude no sólo a que "una persona
influya sobre otra, sino que cada persona es un componente Un elemento novedoso en la versión retórico-respondiente
operativo en un individuo de orden superior: la pareja a la del construccionismo social de Shotter, para nosotros mucho
cual ambos pertenecen" (Harré y otros, 1989: 108). más potente porque hace énfasis en el efecto mismo de la
En realidad, la interacción social se ha convertido en un interacción en la construcción de la subjetividad, es la clari-
objeto multidisciplinar —o quizás sea más apropiado decir ficación de que el "contexto" no es una especie de telón de
transdisciplinar—, y su convergencia va más allá de una fondo de los encuentros sociales, sino que es actualizado o
coincidencia temática: se ha constituido en el punto de en- creado en la propia retícula conversacional; allí surge la
cuentro de una nueva orientación epistemológica que ha magnitud de su impronta en la configuración del yo, que se
marcado también su impronta en una nueva actitud meto- desglosa en estrategias narrativas determinadas. Según esta
dológica de la que es propicio citar sus características esen- perspectiva,
ciales (Marc y Picard, 1992: 13): la primacía de observaciones
y descripciones apoyadas en diversas formas de registro; el [...] las dimensiones persona-mundo, referenciales y representaciona-
privilegio de observaciones "naturalistas" que se esfuerzan les de la interacción a las que podemos acceder en el momento como
en aprehender interacciones auténticas y no simuladas; el individuos —todas las formas conocidas de que ya disponemos para
énfasis en el proceso de comunicación considerado como hablar de nosotros mismos, de nuestro(s) mundo(s) y de sus posibles
relaciones, que en el pasado considerábamos primarias en algún
globalidad que integra tanto los códigos verbales como no sentido— pueden ser vistas ahora, según sostenemos, como secun-
verbales y el reemplazo del sujeto monádico en pro de la darias y derivadas, surgidas del fondo cotidiano y conversacional
interacción. de nuestra vida (Shotter, 2001: 21).

Aunque pudiera parecer que hay situaciones sociales en


Esta perspectiva, antes que apartarse, más bien se corresponde con la las cuales la dimensión yo-otro y, en últimas, el carácter
consideración de la escuela como una "ecología de culturas", como lo retórico-respondiente de la interacción se relativizan, como
hizo el proyecto Arco Iris.

131
130
s

cuando las personas afianzan en la adultez las representa- alrededor de la presentación o la ampliación de temas, y lo
ciones que configuran del mundo a través de conversacio- hacían, de manera predominante, con los estudiantes varo-
nes, y llegan a considerarlas como simples percepciones de nes.
una exterioridad objetiva, lo cierto es que aún como adultas Lo interesante es que éstas y otras formas diferenciadas
de la participación no surgen de modo espontáneo sino que
[...] las personas siguen enfrentándose con la tarea de hacer que su están estrechamente relacionadas con el formato de clase
acción sea pertinente, si no para la situación conversacional inme- diseñado y propiciado por la persona docente para organizar
diata en la que se encuentran, para la "situación" social, cultural,
histórica y política en la que "imaginan" estar. Y, una vez más, su el flujo académico de la clase. De esta manera, profesores y
tarea es juzgar de manera respondiente —y responsable—, con inte- profesoras, a través de formatos competitivos, colaborativos,
ligencia —y legitimidad—, cómo hacer que sus respuestas se adap- de participación individual o grupal, de clase magistral, etcé-
ten debidamente a las exigencias de esa situación (Shotter, 2001: tera, regulan las posibilidades de su propia participación,
22). así como las de sus estudiantes. Y en tales posibilidades se
debe considerar el modo específico de la participación, así
En otras palabras, sin importar el grado de objetividad como su intensidad y su frecuencia.
que estemos dispuestos y dispuestas a atribuirle a una de- En respuesta al formato específico de una clase, los y las
terminada representación, ella estará ligada sin remedio a estudiantes suelen asumir funciones y niveles de participa-
redes conversacionales más o menos amplias a partir de las ción diferenciales. Este fenómeno se presenta tanto en gru-
cuales se crea. Y hay que agregar que en el proceso de ins- pos mixtos —en los que es clarísima la disparidad entre
tauración de tales representaciones sobre el mundo, sobre chicas y chicos— como en grupos femeninos o masculinos,
la propia persona y sobre los otros, se va configurando tam- en cuyos casos la desigualdad se debe a otros motivos. Sea
bién una fuerza normatizadora y coactiva de las acciones y cual sea el caso, las funciones transitorias que cumplen las
las interacciones pertinentes en todos los contextos sociales personas en respuesta a diversos formatos corresponden a
situados. Si se permite la figura, un alacrán que muerde su lo que hemos llamado roles de la participación.
propia cola. Dichos roles son dispositivos pedagógicos significativos
En las páginas siguientes abordaremos pues la acción y en la construcción de los géneros: afectan o limitan el modo
la interacción en los ámbitos escolares a los que tuvimos en que hombres y mujeres construyen su participación, y
acceso mediante la observación en profundidad, con miras tienen un impacto en sus carreras académicas y vitales:
a destacar los dispositivos pedagógicos que interpretamos por ejemplo, alguien que de manera sistemática no haya
como los más significativos en este nivel: papeles y formatos podido ejercer un rol protagónico en un área como la mate-
de la participación, reglas de la interacción, tono de la inte- mática, difícilmente escogerá estudiar una profesión que la
racción y formas de jerarquización. incluya como núcleo de la formación.
Es pertinente una somera descripción de cada uno de No obstante, hay que tener en cuenta que la dinámica
ellos, con el intento de relacionarlos, antes de analizar en relacional que se desarrolla en la escuela no tiene como co-
detalle su operatividad en la acción y la interacción en la rrelatos exclusivos los propósitos académicos. La teoría de
escuela. las reglas de rol en psicología social distingue dos clases de
En primer lugar, y a manera de ejemplo, el equipo investi- pautas conductuales al interior de los grupos:
gador del proyecto Arco Iris se percató, en varias de las obser-
vaciones de aula, de que en las interacciones del inicio de El rol instrumental o de tarea se dirige hacia la realización de metas
las clases, cuyo propósito fundamental era reconstruir el específicas... el rol expresivo o socioemocional se centra en la emo-
contexto académico, a las chicas se les formulaban pregun- ción. Lo que interesa es asegurar experiencias emocionales positi-
tas del tipo: "¿en qué quedamos la clase pasada?" y, "¿qué vas y realzar las relaciones entre los miembros del grupo (Harré y
Lamb, 1992: 385).
hay para hoy?". Una vez ellas daban respuesta, el o la do-
cente empezaban a propiciar dinámicas de participación

132 133
Respecto a la cultura institucional de la escuela, podría Esta serie de reglas funcionan de manera sutil como fron-
afirmarse entonces que los roles que allí se despliegan orien- teras del comportamiento de chicos y chicas, y en ese senti-
tan tanto la relación de las personas con el conocimiento do constituyen el orden moral de las relaciones de género. A
como la relación con otras personas. veces se trata de normas provenientes de la cultura más
Ello nos da pie para afirmar ahora que los roles que los y amplia en la que está inserta la institución escolar, y por
las estudiantes desempeñan no se pueden entender tan sólo tanto remiten a conversaciones que parecen más lejanas;
como derivados simples de los formatos de clase dispuestos en otras ocasiones son creadas y negociadas por los diversos
por el profesor. El desempeño tanto académico como social, actores escolares en sus conversaciones presentes. Sin im-
que bien podríamos pensar como un encadenamiento de portar su procedencia, lo cierto es que tales reglas se someten
acciones e interacciones, se va modelando con una serie de a validación mediante dinámicas de reproducción o de resis-
reglas que tienen una alta efectividad como patrones tencia en las interacciones que acontecen en el día a día de
comportamentales y que hemos llamado reglas de la inte- la institución educativa, y en su conjunto se constituyen en
racción. un dispositivo pedagógico de género muy potente que incide
Sin embargo, es necesaria una aclaración. Cuando habla- en la construcción de la subjetividad de niños, niñas y jóve-
mos de la efectividad de las reglas no estamos pensando en nes.
una especie de libreto impuesto, frente al cual no hay esca- Se debe agregar aún que la dinámica relacional se pauta
patoria posible o ninguna posibilidad de digresión, sino en en la cultura local de la escuela, no sólo respecto a las ac-
la manera como en la retícula conversacional de la vida coti- ciones y las interacciones pertinentes mediante las reglas
diana se crean, actualizan, refuerzan y adaptan las reglas de la interacción, sino que el colectivo allí presente dirige
de la interacción en los grupos —más allá del hecho de que parte importante de su atención a la definición de los modos
éstas se mencionen o no se mencionen—, las cuales consti- comunicativos específicos en los que discurren dichas ac-
tuyen condiciones satisfactorias de la relación en dicha cul- ciones e interacciones.
tura local. Con tal adjetivo no queremos significar que todas Por ejemplo, con frecuencia se dice de alguien, sea en mas-
las personas participantes se encuentren satisfechas con culino o en femenino, que es brusco, tímido, silencioso, enér-
las reglas o que no reciban efectos negativos como conse- gico. Calificativos de este tenor aluden a los estilos comuni-
cuencia de las mismas,2 sino en el hecho de que el mundo cativos de las personas, entendiendo por éstos los modos
relacional se ordena de un modo específico —y no de otro— particulares de habla, el lenguaje gestual y el lenguaje del
con la participación activa u omisiva de un colectivo en un cuerpo —tanto desde el punto de vista de la construcción
contexto institucional determinado, y que tal ordenamiento de su apariencia como de las maneras de relacionarse con
puede ser insatisfactorio o inaplicable en otro contexto. el espacio.
Al tenor de las reglas de la interacción, entonces, hombres En muchas ocasiones las referencias a tales estilos suelen
y mujeres en la escuela —trátese de estudiantes, docentes, asociarse con la pertenencia a uno u otro sexo. Así, cuando
directivas o personal administrativo— se comportan de se afirma de alguien que "es muy femenina" o se escucha
manera diferencial en el uso del espacio, en las actividades una orden del tipo "¡hable como un hombre!", se parte de
y tareas que se demandan de unos y otras, en las funciones considerar que los estilos comunicativos diferenciados son
y roles que cumplen, en sus maneras de comunicarse —por esenciales a hombres y mujeres. Desde nuestro punto de
ejemplo en el uso de la palabra en el aula de clase— e inclu- vista, la actuación y validación en la acción y la interacción
so en sus manifestaciones afectivas. en la escuela de las creencias acerca de estilos comunicativos
diferenciados de mujeres y hombres configuran un disposi-
tivo pedagógico de género de alta efectividad que puede de-
Las posibilidades de acatamiento, transgresión o negociación de las nominarse tono de la interacción.
reglas están determinadas en alto grado por los niveles diferenciales de En los colegios masculinos y mixtos, por ejemplo, hay
poder entre las personas, niveles que constituyen el pilar del dispositi-
vo de formas de jerarquización. una dinámica de interacción notoria: los varones son some-

134 135
tidos a un tratamiento rudo, pues se cree con fervor que neutral, sino, por el contrario, ligado de manera estrecha
ellos así lo requieren. Ello legitima, de paso, la rudeza que con el poder.
los propios chicos desarrollan entre ellos. Pasemos entonces a examinar con mayor detenimiento
Al mismo tiempo, en la cultura de la escuela se vivencia y cada uno de los dispositivos y sus mecanismos específicos,
se avala la asociación de las mujeres con la fragilidad. En y a ilustrarlos mediante referencias a los intercambios so-
consecuencia, se espera de ellas un tono suave, delicado, ciales que observamos en la cultura local de la escuela.
emotivo y ellas manifiestan, en muchas ocasiones, una re-
lación ansiosa con el conocimiento y desarrollan formas ROLES Y FORMATOS DE LA PARTICIPACIÓN
variadas de activación emocional frente al mismo, como llo-
rar, enmudecer y ruborizarse. La relación pedagógica y las propias prescripciones de la
Un aspecto que es necesario y valioso analizar, es que cultura institucional de la escuela determinan de entrada
tanto este dispositivo del tono de la interacción, al igual que una diferencia básica en la comunidad escolar entre el rol
los de los roles y los formatos de la participación y de las docente y el rol estudiantil.
reglas de la interacción, contribuyen a construir jerarquías
de poder entre los actores implicados. No sólo en el sentido El rol de profesor está definido por las normas socialmente prescri-
más o menos obvio del diferencial de poder entre docentes y tas para la actuación en la posición de profesor y por las expectativas
estudiantes, sino del poder desde una perspectiva de género, sociales que se dirigen hacia esa posición. El profesor actúa en un
escenario. Los estudiantes, los otros profesores y la dirección del
estando ambos referidos, más que a una actuación siste- centro educativo constituyen la audiencia o público. Análogamente,
mática y exclusiva en cada intercambio social en la escuela, el rol de estudiante es desempeñado ante una audiencia integrada
a una especie de matriz simbólica de referencia ligada al por los otros estudiantes, los profesores y la dirección del centro
patriarcado y desde la cual puede hablarse de una superio- (Caballero, 1998: 131).
ridad de lo masculino sobre lo femenino.
Tal supremacía, que guarda una estrecha relación con Tal proposición tiene un carácter general, pues luego, a
las imágenes que sobre hombres y mujeres se crean y se partir de las observaciones en profundidad que hizo el pro-
consolidan en la cultura (ver capítulo 4), se despliega en la yecto, podemos plantear la existencia en los y las estudian-
institución escolar en una serie de mecanismos que hemos tes de una variedad de roles situacionales con sesgos de
llamado formas de jerarquización, las cuales coadyuvan a género, roles determinados en gran medida por el flujo de
la configuración de posiciones diferenciales entre los géneros. las actividades y los propósitos pedagógicos establecidos por
Este dispositivo pedagógico comprende, por ejemplo, la el o la docente, sea que éstos resulten de una planeación
manera de nombrar a las personas —"muchachos" para los previa o de una conducción espontánea concurrente con su
varones y "niñitas" para las alumnas mujeres—, la re- desarrollo. Proponemos llamar a los variados flujos recono-
ceptividad dada a las participaciones sociales y académicas cibles en las aulas formatos de clase —en ellos ahondare-
de chicas y chicos —verbigracia, las oportunidades para ejer- mos más adelante.
cer el protagonismo en el aula— o el tipo de funciones que Aunque los roles situacionales se ejercen en respuesta al
se asignan a unas y otros en razón del sexo. formato de clase, y por ello se caracterizan en esencia por
Tales acciones se configuran tanto a partir de las deman- constituir tipos de participación académica, de manera si-
das sociales sobre los géneros como de las respuestas que a multánea los y las estudiantes desarrollan otros tipos de
ellas dan las personas, y ambas se construyen en conversa- participación con un carácter más social. En este sentido
ciones que conducen a formas de autocontrol y de autoper- reiteramos nuestra concordancia con el enfoque etogénico
cepción. En conjunción con los otros dispositivos pedagógi- de la psicología social, que plantea la existencia de roles
cos, las formas de jerarquización generan un alto impacto instruccionales, o de la tarea y de roles socioemocionales
en el proceso constituyente de la subjetividad, proceso social dentro de los grupos (Harré y Lamb, 1992: 385). Esto no
que, en razón de lo expuesto, no es posible interpretar como quiere decir que siempre sea fácil determinar en las acciones

136 137
e interacciones de los interlocutores a cuál de los dos tipos En todas las instituciones escolares, el director o direc-
de rol responden; es más pertinente pensar que ellas se tora son el o la docente, por su papel obvio de control de
despliegan de manera simultánea en respuesta a ambos ti- todos los detalles y de todos los participantes dentro del
pos y que lo que en verdad se presenta son diferencias de escenario. De otro lado, en el contexto particular de los cen-
énfasis entre los mismos. tros educativos mixtos, los protagonistas corresponden a
En todo caso, la observación en profundidad nos permite estudiantes, principalmente varones que, valga la redun-
proponer al protagonismo como eje determinante para ana- dancia, ejercen el protagonismo académico en el aula: esto
lizar los diversos modos de participación que se presentan se traduce en una mayor posibilidad de interlocución con el
en los intercambios comunicativos, no sólo dentro del aula, o la docente, en más momentos de exposición o argumenta-
sino en otros espacios escolares, y afirmar además que éste ción ante el grupo y de acción frente al tablero.
presenta dos tipos distintos: obligado y espontáneo. El prime- Entre tanto, el papel de scnptses reservado para un gru-
ro suele estar subordinado a una orden o a una instrucción
docente, como cuando se señala a un o una estudiante es- po de estudiantes mujeres, pues, siguiendo la metáfora, son
pecífico-a para que responda una pregunta; o en ocasiones ellas quienes están al tanto del mantenimiento de la conti-
depende de las directrices de los y las pares, como cuando nuidad: intervienen mucho más en la reconstrucción del
ellos-a seleccionan a una persona determinada para que flujo temático de la clase y de las tareas académicas o de las
ejecute una acción, digamos hacer los lanzamientos de pena- normas disciplinarias fijadas, muchas veces en respuesta a
lización de un partido de baloncesto o realizar una exposición preguntas docentes del tipo: "¿en qué quedamos la clase
oral en representación de sus compañeros-as en el ámbito pasada?", "¿qué ejercicio había para hoy?" o, "¿cuál es la
de un trabajo en grupo. Entre tanto, el protagonismo espon- sanción que habíamos acordado para quien no hiciera la
táneo aparece ligado a la expresión de una relativa libertad lectura?". Sucede incluso que después de las pautas de con-
o autonomía por parte de alguien que se propone a sí mis- tinuidad indicadas por ellas, la participación en el desarro-
mo o a sí misma para realizar una acción, como cuando llo temático se concentre en los estudiantes varones.
alguien alza la mano para responder una pregunta en clase Las diferencias de género, en la participación de protago-
o se postula para representar al grupo en alguna actividad. nistas y scripts, son notorias en dos fragmentos de los dia-
El protagonismo y sus dos tipos se complejizan en un rios de campo. Uno corresponde a una clase de matemáti-
espectro de roles diferenciados según el génefO',~5'Toles de cas en un colegio de clase media, y el otro a una clase de
la participación, los cuales se pueden entender como papeles sociales en un colegio de clase alta:
comportamentales situacionales que tienen como corféTalos
los formatos propuestos por la acción docente —formatos La profesora le pide a una niña que lea la pregunta. La niña lo hace,
de la participación— y en general los contextos escolares. y el niño a. su lado responde y explica cómo hizo el procedimiento.
La profesora pregunta a la clase si la respuesta está bien o no.
El análisis de los diarios de campo nos llevó a asociar el Todos empiezan a hablar al tiempo y en voz alta. La profesora dice:
protagonismo con una metáfora de la producción audiovi- "No, alguien que levante la mano". Muchas manos se levantan, pero
sual, a partir de la cual se pueden distinguir tres roles inicia- ella escoge la de un niño.
les: director, para quien tiene sobre sus hombros la respon-
sabilidad del conjunto de la producción; protagonistas, para Clase de matemáticas de 3°
quienes representan los papeles principales dentro de la
historia, y scripts, para quienes en la televisión o en el cine "Bueno, vamos a empezar la clase. A ver, Sandra, lea el resumen
deben mantener la continuidad de la producción a través que había de tarea." Ella se pone de pie, con el cuaderno en sus
de anotaciones sobre el vestuario, la utilería, la locación y manos, y lee orientada hacia el tablero. La profesora le dice: "Tienes
que practicar más la lectura, casi no se te entendió" (se escuchan
los propios parlamentos, y los desplazamientos de los acto- risas y murmuraciones). La profesora ordena a otras dos chicas
res y las actrices, con el fin de asegurar la correspondencia hacer la misma lectura, y luego dice: "Bueno, ahora pasa tú, An-
entre escenas que se producen de manera discontinua pero drés, y explica qué es lo que significa este mito". El estudiante se
que se emiten de manera continua. para y desde su puesto dice: "Yuche es como si fuera el Dios que a

138 139
•r"
partir de su sueño ha creado al mundo y todo lo que existe". Profe- mentaría, accesorios, maquillaje, peinado—, y por una revi-
sora: "Sí, muy bien, pero, ¿qué es lo que explica el mito?" "El origen sión constante de la misma, por ejemplo mediante el uso
de la raza humana, profesora", contesta Pedro, otro de los chicos de del 3espejo, actitud que denominamos tensión por la facha-
la clase. Profesora: "Muy bien, siéntate. Les cuento que el mito tiene da.
más contenido, ¿quién más de los muchachos investigó sobre los En relación con los estudiantes varones, otros dos roles:
tikunas?".
los de la primera fila y los duros funcionan como opuestos,
Clase de sociales de 10° no sólo en el sentido espacial —a menudo en los extremos
anterior y posterior del salón—, sino en el sentido de sus
Al lado de estos roles, cuya actualización en los intercam- formas de protagonismo preferenciales: académico y social,
bios comunicativos afianza un esquema de predominio mas- respectivamente.
culino versus la subordinación femenina, aparecen otros Los de la primera fila son un grupo de muchachos que
que establecen grados diversos de relativización frente a los también tienen un alto interés académico, pero que no se
mismos, y que incluso en algunos casos pueden entenderse sienten convocados por el protagonismo espontáneo, ante
como formas de resistencia. lo cual prefieren concentrarse en el flujo académico y a veces
El primero es el de las actrices de reparto: chicas que, al desarrollar formas de apoyo a otros compañeros, en especial
no lograr una alta participación en el tablero o con el o la a aquellos que parecen tener dificultades en sus interven-
docente, o al no estar interesadas en la dinámica, despliegan ciones frente al tablero. Tildados a menudo como "nerdos"
un evidente interés académico en la atención al flujo peda- o "sapos", podrían denominarse dentro de nuestra metáfo-
gógico: siguen las intervenciones docentes o estudiantiles, ra como los consuetas del aula.
se concentran en el tablero o en su cuaderno, y en un buen Por último, los duros orientan su interés al protagonismo
número de ocasiones desarrollan formas de apoyo, monito- social. Mantienen una muy baja o nula motivación acadé-
reo y retroalimentación con sus propias compañeras. mica y suelen hacer ostensible su aburrimiento mediante el
Lo anterior es evidente en el diario de observación de una desarrollo de numerosas actividades paralelas, como risas,
clase de matemáticas de 7° grado: indisciplina y, en no pocas ocasiones, agresiones entre sí o
contra otros-as compañeros-as. Son los "montadores" o los
Ante la indiferencia de la profesora con respecto a las chicas, ellas "matones" del salón, y a pesar de ser objeto de sanciones o,
siguen el ejercicio paso a paso e incluso se adelantan con entusias- quizás sea mejor decir, precisamente mediante ese mecanis-
mo, van resolviendo el ejercicio para satisfacción propia, porque mo, se vuelven expertos en captar la atención docente, en
son pocas las veces que la profesora las atiende, ya sea para felici- desmedro de la participación de otros actores. En la metá-
tarlas o corregirlas. Una de ellas le pregunta a su vecina: "¿Cuánto fora jugarían más el papel de saboteadores permanentes de
te dio?" "¡Da 384! Ya lo hice (sonríe)." "¡Bien! amiga", y juntan las
palmas de las manos mientras sonríen. la producción.
Entre estos dos últimos grupos también se configura, a
Otro grupo de mujeres son las extras, quienes no mues- veces, una oposición corporal: los de la primera fila suelen
tran ningún interés en ejercer un protagonismo académico ser más menudos y menos interesados en el despliegue de
y se limitan a estar en el escenario. Algunas de ellas pueden
calificarse como silenciosas, pues no se les oye ninguna En el marco de su análisis dramatúrgico de los escenarios sociales, el
expresión en clase; de hecho, su actitud corporal es estática sociólogo Ervin Goffman (1971) distingue entre fachada social, como el
y es muy difícil que alguien sepa el curso de sus pensamien- contexto de actuación de los roles, y fachada personal, como la aparien-
tos. Otras parecen reemplazar o compensar su falta de pro- cia del actor y su modo particular de desempeñar un rol. En la aplica-
tagonismo académico con un protagonismo más social, el ción de este esquema a un análisis de aula, Caballero (1998: 132) señala
como componentes de la fachada personal de los interactuantes algunos
cual se centra en la generación de empatia ante el grupo de elementos relativamente fijos —sexo, edad, y en el caso del o la docente,
pares y de atracción ante el sexo opuesto —ésta por medio títulos— y otros como variables —"modo de vestir, modo de hablar, ex-
de una construcción minuciosa de su apariencia física: indu- presiones faciales y movimientos corporales [...]".

141
140
r

actividades físicas; los duros, más corpulentos y muy inte- respuesta a preguntas específicas, lectura de tareas, traba-
resados en esas actividades (llegan incluso a convertirse en jo en grupo, evaluación, etcétera.
líderes de las competencias deportivas). Como en razón de La articulación temporal y de densidad entre éstas y otras
dicha oposición los primeros terminan siendo los blancos actividades, y entre ellas y un formato de base, por ejemplo
preferidos de las agresiones de los segundos, no es raro ver el magistral, ha sido analizado en investigaciones realizadas
a aquéllos merodeando por los territorios femeninos y desa- en otros países. Friedrich Erickson (1986), por ejemplo, en
rrollando formas de solidaridad con sus compañeras o con su propósito de entender la racionalidad de las acciones pe-
otras eventuales víctimas de éstos o, a veces, "empoderán- dagógicas que se expresa en el seguimiento o en la creación
dose" para oponerse activamente a las agresiones. de una serie de pasos de trabajo, acuñó el término estructura
Esta última reacción por parte de un muchacho de la de la tarea académica.4 Para él, tal estructura se define como
primera fila es visible en una clase de electricidad en grado una secuencia de acciones que es realizada por los partici-
11, en la que un duro se expresa con palabras soeces y pantes en su proceso de negociación interaccional.
provocaciones físicas, y responde con más amenazas o agre- Entre tanto, Gótz Krummheuer (1999) plantea que, en las
siones ante la contrariedad del primero: clases de matemáticas de primaria, la interacción ocurre a
menudo en un estilo narrativo que tiene como correlatos
Un muchacho le dice a González: "¡Uy!, mire que Orozco le está tanto a la estructura como a las competencias personales
tirando pedazos de chicle a la cabeza". Al tiempo que González revi-
sa su cabello, Orozco recrimina a su amigo diciéndole: "¡No sea sapo!". que pueden ser integradas a la misma. Para él, la secuencia
Orozco, que está de último en la fila, tira pedazos de papel mojado no se tematiza de manera explícita, pero los y las participan-
con saliva a sus compañeros de adelante, y también los molesta tes esperan su desarrollo; para ello, deben inferir su lógica
con el pie. El primero de la fila se molesta, y en voz alta y desafiante de las narraciones específicas que se presentan (Krumm-
le dice a Orozco: "¡Coma mierda!" A lo que él responde: "¿Pues qué heuer, 1995, 1997).
va a hacer, quiere que lo calme?". Lo anterior indicaría que, si bien es cierto que el o la do-
cente planean o a veces improvisan un determinado forma-
Este esquema, por supuesto, no se reproduce con fideli- to, es la interacción concurrente en el aula de clase la que
dad en cada encuentro escolar: se trata de tendencias globa- finalmente da lugar a los roles transitorios que allí se cum-
les reconocibles en la evidencia empírica de nuestra investi- plen. Ello implica mayores o menores márgenes de negocia-
gación, que se combinan y flexibilizan mucho más en las ción con los otros y las otras participantes.
instituciones educativas de un solo sexo, pero que sirven En cualquier caso, el formato predominante de nuestra
para generar un análisis reflexivo necesario sobre cómo el muestra fue el magistral. Mucho menos frecuentes fueron
mantenimiento reiterado de roles específicos en la acción y las clases organizadas en otros formatos, y fue interesante
la interacción, debido a su alta implicación en el despliegue observar cómo las clases participativas —en el sentido de
o, por el contrario, en el constreñimiento de las potencialida- una notoria y activa participación estudiantil— se concentra-
des de los y las estudiantes, impacta sin duda sus carreras ron en áreas menos orientadas al aprendizaje de contenidos
personales y afecta el proceso constituyente de su subjeti- temáticos y mucho más a formas de vivenciamiento o ejecu-
vidad. ción de destrezas técnicas, laborales, corporales, entre otras.
Ahora es necesario examinar, con mayor detenimiento, Por ejemplo, se desarrollaron trabajos en grupos, especial-
el tema del formato de clase. A éste lo definimos como el mente para la elaboración de prototipos en clases de tecno-
flujo de las actividades y de los propósitos pedagógicos esta- logía, simulaciones profesionales en clases de práctica em-
blecidos por el o la docente en una sesión de clase, y en la presarial y largos períodos de entrenamiento en rendimien-
gran mayoría de los formatos de clase de las sesiones de to físico tras las instrucciones docentes en clases de educa-
aula observadas corresponden a lo que se conoce como clases ción física.
magistrales, centradas en la exposición docente y con grados
y momentos relativos de participación estudiantil mediante Academia Task Structure (ATS), en inglés.

142 'JNTVERSIDAD DE ANTIOQUIA 143


BIBLIOTECA CENTRAL
V

Si bien desde una perspectiva de género se podría decir ahora ése es su sentido predominante en numerosas inves-
que los formatos más participativos son favorables a la cons- tigaciones o propuestas pedagógicas. No obstante, la expo-
trucción de una equidad en el protagonismo, el análisis del sición previa sobre la doble cara de la participación en el
material de campo demuestra que esto no ocurre en forma contexto escolar, tanto académica como social, nos invita a
automática ni espontánea, sino que es necesario una pla- repensarlo. Si entendemos ahora el binomio de manera más
neación intencionada de cada tipo de actividad para que amplia, como una tensión en la actuación personal y colecti-
efectivamente sea favorable a la equidad. va en general, la funcionalidad de los roles tanto de los duros
Si esto no se tiene en cuenta, puede surgir la paradoja, como de las extras, de acuerdo con un interés más social
por ejemplo, de que el tipo de preguntas abiertas "¿quién que académico, podría calificarse como competitivo.
responde tal ejercicio?, "¿quién quiere leer?", que suelen En todo caso, la competitividad ofrece una base muy re-
considerarse como democráticas respecto al uso de la pala- lativa para el éxito y en general para el desarrollo personal.
bra, terminen siendo justamente lo contrario si avalan los Para Robert Slavin (1992), aun cuando estudiantes de ren-
intentos reiterados de participación de los protagonistas, dimiento bajo pudieran aprender mucho en aulas competi-
sin que el o la docente intente equilibrar la circulación de la tivas, siempre estarán por debajo de los estudiantes de mayor
palabra, así como propiciar el empoderamiento de las perso- rendimiento.
nas tímidas, temerosas e incluso de las refractarias al inte-
rés en las metas académicas. Un día tras otro, los niños de rendimiento bajo reciben \a\feedback
Algo similar pasa con el trabajo en grupos, que en mu- negativo por sus esfuerzos académicos. Con el tiempo llegan a apren-
chas clases se asume como formato paradigmático de la der que el éxito académico no está a su alcance, con lo que optan
por otros caminos en los que puedan desarrollar una autoimagen
participación, pero que en ocasiones puede reemplazar parti- positiva. Muchos de estos caminos llevan a una conducta antisocial
cipaciones muy desiguales en el curso en general, con par- o delincuente.
ticipaciones muy desiguales en cada grupo. Su efectividad
real depende de los objetivos docentes trazados y de unas El fundamento del trabajo colaborativo o cooperativo es
normas que logren regular una participación equilibrada opuesto: procura que los y las estudiantes trabajen juntos-
en su interior, por ejemplo, para que las chicas no terminen as para aprender y sean responsables del aprendizaje de
ejerciendo roles secretariales preponderantes como escribir los demás así como del suyo propio. De hecho, en los diver-
o "pasar en limpio" los resultados de las dinámicas llevadas sos modelos de aprendizaje en equipo se presentan tres con-
a cabo. ceptos comunes: recompensas grupales, responsabilidad
Otro elemento que pudimos constatar es que la selección individual e igualdad de oportunidades de éxito.
de formatos competitivos versus colaborativos tiene también
un claro efecto de género en la participación. Como tenden- Los equipos pueden conseguir diplomas u otro tipo de recompensas
cia, los primeros invocan una participación mayor de los grupales si su rendimiento supera un nivel determinado. Los equipos
chicos; las chicas parecen sentirse más a gusto en los segun- no entran en competición para ganar recompensas a medias; todos
dos. Ello podría explicar justamente el ejercicio de roles con- los equipos (o ninguno de ellos) pueden conseguir el nivel asignado
trapuesto entre los protagonistas como aquellos estudiantes en una semana dada. La responsabilidad individual significa que el
que responden a un modelo competitivo en lo académico, éxito del equipo depende del aprendizaje individual de todos los
frente a las actrices de reparto y a los de la primera fila, co- miembros del equipo. Esto centra la actividad de los miembros del
equipo en enseñarse unos a otros y en asegurarse de que todos
mo los estudiantes que responden con mayor entusiasmo están preparados para contestar un cuestionario o cualquier otro
al modelo colaborativo. La funcionalidad competitiva o co- tipo de evaluación sin la ayuda del equipo. La igualdad de oportuni-
laborativa de las scripts está determinada por el hecho de si dades de éxito significa que los alumnos contribuyen al éxito de sus
su participación en la clase es obligada o espontánea. equipos mejorando su propia actuación [...] Con esto se asegura
Hasta aquí, el binomio competitividad/colaboratividad se que todos los alumnos, ya sean de rendimiento alto, medio o bajo,
ha leído como un rasgo de los formatos de clase, pues hasta [tengan] la misma obligación de realizar su trabajo lo mejor que

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puedan, y se valorarán las actuaciones de todos los miembros del toman como algo dado. Descubrir las reglas de las interac-
equipo (Slavin, 1992). ciones escolares implica, a menudo, tener que deducirlas
de los comportamientos.
El capítulo 7 retomará este tema, pues en el desarrollo Hoy en día es poco común que en un curso, o en el con-\
de pedagogías colaborativas o competitivas radica en un muy junto de una institución escolar, se expresen principios axio-
alto grado la posibilidad de construcción o no de escuelas lógicos expresos del tipo "los hombres deben..." o "las muje-
inclusivas. res deben...". Las reglas de interacción se ven afectadas por
un margen significativo de incertidumbre y ya no es posible
REGLAS DE LA INTERACCIÓN acudir a las distinciones radicales de género que hasta hace
apenas unas décadas eran tradicionales en las escuelas.
En la escuela, al igual que en toda cultura local, la acción y En consecuencia, es necesario buscar diversos caminos
la interacción de sus participantes no pueden entenderse co- para sacar a la superficie las reglas que se encuentran en la
mo una inspiración o una producción individual. Éstas se base profunda de la cultura. Una de ellas es dar cuenta de
ordenan según unas reglas creadas y validadas en colectivo expresiones que se constituyen en denuncias o reclamos en
que configuran la estructura profunda de dicha cultura y que, torno a su existencia. Otra es describir cómo las reglas se
por esa razón, con suma frecuencia no se perciben a simple activan en determinados contextos conversacionales por
vista ni tienen que haberse proferido en forma explícita. medio de justificaciones de las mismas; así, el enunciar la
Por ejemplo, cuando un profesor o profesora llega al salón, regla se convierte en una prueba de su carácter moral, y la
es él o ella quien casi siempre toma la iniciativa para salu- adecuación moral de la acción y la interacción remiten al
dar. Por supuesto, no se trata de un comportamiento de nivel de entendimiento que se logra entre los participantes
cortesía individual, en el sentido de que sea creado por el o de un ámbito social específico. Conviene aclarar, entonces,
la docente, y es inusual que se acuerde en el grupo, sino que el carácter moral de un ámbito no guarda relación con
que corresponde a una regla de interacción que trasciende una axiología individual como base de la acción, sino con
incluso las fronteras de la institución escolar —quien llega formas de adecuación colectiva a las relaciones sociales.
saluda— y que es validada a diario en la escuela. En la misma vía, al proponer al construccionismo como
Las reglas de interacción se constituyen en un patrón alternativa de comprensión del mundo moral frente a las
que establece la pertinencia o no de una acción social dentro limitaciones de los enfoques romántico y modernista,
de cada grupo y, en general, dentro del conjunto de la comu- Kenneth Gergen plantea un desplazamiento conceptual en
nidad escolar; incluso se convierten en un patrón para la torno a la vida moral.
corrección de aquellas acciones que se salen de lo estableci-
do. A estas reglas se llega tras un proceso de negociación La pregunta no es tanto "¿qué es el bien", sino más bien, dada la
heterogeneidad de los mundos de las personas, "¿cuáles son los
que en ocasiones sobrepasa a las propias personas del grupo. medios relaciónales con los que se pueden desplazar hacia condi-
En efecto, puede pasar que las reglas sean el resultado ciones mutuamente satisfactorias?"... consiste en considerar seria-
de negociaciones hechas por personas que antecedieron a mente las pautas de la acción preferida en el seno de diversos gru-
quienes hoy las cumplen, y que éstas sean validadas y ac- pos y los lenguajes morales por medio de los cuales estas pautas se
tualizadas cada vez que se asumen como ciertas y dadas. comprenden y refuerzan (Gergen, 1996: 147).
Ello explica por qué la negociación de las reglas en un grupo
escolar específico es a veces latente: tienen como referentes Con ese sentido se ha venido afianzando en los últimos
elementos de las imágenes que sobre hombres y mujeres se años la denominación de orden moral para aludir al con-
han construido —o negociado— en la cultura social más junto de pautas y lenguajes en contextos grupales o institu-
amplia o en la propia cultura local5 y, en consecuencia, se cionales específicos. Antes de examinar la implicación de
tal mirada en la cultura escolar, es adecuado reconocer,
Sobre la circulación de imágenes de género en la escuela y su diferen-
empero, que la comprensión del orden moral demanda dis-
cia con los imaginarios de género, consúltese el capítulo 4. tinguir las nociones de orden práctico y orden expresivo.

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Del primero se ocupan Marx y Engels (1969) cuando reco- regular de cambios que la carrera introduce en el yo de una
nocen la organización social del trabajo, aun en las socieda- persona, y en el sistema de imágenes con el que se juzga a
des más primitivas, por ejemplo mediante la división social sí misma y a las demás" (Goffman, 1998: 133).
del mismo, valga la redundancia. La vida práctica implica, Tanto la carrera práctica como la carrera moral de una
en consecuencia, una organización y una estructura socia- persona son producciones situadas: se localizan en un con-
les, jerarquías de poder entre las personas, etcétera. El orden texto social específico y siempre se acompañan de un con-
práctico se atiene básicamente a la dimensión material de junto de carreras de otros-as.
lo colectivo. Lindesmith y otros (1999) han demostrado que las carre-
Según los planteamientos de Veblen (1899), hay otro orden ras no están en ningún momento bajo el control total del sí
afín al primero y relativamente independiente del mismo, mismo, principalmente por su dimensión interactiva e ins-
aunque, como él, está organizado socialmente. Tal orden se titucional. Aunque muchas carreras son opcionales, la ca-
deriva de la búsqueda del honor, la prueba pública del valor rrera moral personal no lo es: cada individuo cuenta con un
y el reconocimiento de posición en los grupos. Harré (1982) conjunto de recuentos o relatos que explican y justifican su
propone llamarlo orden expresivo, y deberíamos agregar que posición actual.
se asienta en forma predominante en la dimensión simbóli- Los mismos autores han planteado cómo las identidades
ca de las sociedades. individuales y las carreras morales se construyen en inter-
Los dos órdenes han tenido diferentes relaciones entre sí dependencia con la pertenencia a mundos sociales. Esto
a lo largo de la historia y, aunque siguiendo a Veblen, son significa que los cambios objetivos en la acción y en la posi-
independientes, también se debe reconocer que "tienen una ción, tanto de los individuos como de los grupos a los que se
sutil y múltiple interacción" (Harré y otros, 1989: 151). Para pertenece, podríamos decir el mundo social disponible, cau-
ellos, hoy el orden expresivo domina al práctico, pues existen san cambios en las carreras morales y, por ende, en las
muchas formas de búsqueda del honor que son indepen- narrativas de justificación.
dientes del sistema económico pero que lo impactan en for- Todo lo anterior nos conduce a identificarnos sin amba-
ma significativa. ges con la perspectiva de Thiebaut (1992: 71 -72), para quien
Estos autores ahondan en sus referencias al orden expre-
sivo y para ello resaltan la necesidad de acudir a un aporte [...] los espacios morales en los que operamos... no sólo funcionan
conceptual introducido por el sociólogo Ervin Goffman en como el soporte de la tela en un cuadro, que acepta "pasivamente"
1961 (1998: 131-172): la noción de carrera y sus dimensio- el ejercicio pictórico. Los espacios morales comportan también for-
nes práctica y moral. mas de identidad moral, pues éstas son formas de ubicación con-
textual y formas de orientación en aquellos espacios. Esos espacios
Goffman (1998: 133) define la carrera como "cualquier tra- deben ser cartografiados, explorados, fijándonos en aquellas distin-
yectoria social recorrida por cualquier persona en el curso ciones cualitativas que componen nuestro bagaje moral [...] Ese uso
de su vida" y plantea como una gran ventaja la ambivalencia y ese recorrido, ese itinerario moral, nos lleva a la idea de la cons-
misma del término: "por un lado, se relaciona con asuntos trucción narrativa de ese sujeto que realiza tal viaje.
subjetivos tan íntimos y preciosos como la imagen del yo, y
el sentimiento de identidad", que homologamos a la dimen- Si cruzamos esta perspectiva con el enfoque ecológico que
sión moral. La dimensión práctica, entre tanto, se refiere a constituyó nuestro modo de abordaje de la escuela, pode-
"una posición formal, a relaciones jurídicas y a un estilo de rnos entender el orden moral de la escuela como el conjunto
vida, y forma parte de un complejo institucional accesible tanto de las reglas de interacción que establecen o validan
al público". en sus intercambios los participantes de dicha cultura lo-
Si la dimensión práctica hace referencia a lo fáctico, a los cal, como de las narrativas que las configuran o evidencian.
cambios individuales de posición o al logro de metas signifi- El proyecto Arco Iris permitió reconocer la existencia de
cativas en una institución específica o en el conjunto del entra- varias reglas de interacción presentes en las culturas locales
mado social, la dimensión moral se refiere "a la secuencia de la escuela, pero visibilizarlas no fue fácil, pues lo común

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es que, aun cuando se negocian en colectivo, no suelen enun- jugada de ellos. Los diez están en la mitad donde ellas juegan; uno
ciarse de manera expresa. Después de muchas observacio- de ellos pasa empujando a una chica y diciendo, "cuidado, niña";
nes encontramos patrones reiterados en la actuación de ella le grita: "¡Uy!, tenga más cuidado, ¿sí?". Cuando ellos se mue-
ven en la mitad sur de la cancha, tres de ellas se inmovilizan, otra
chicas y chicos y su análisis en campos —el espacio, la pa- se retira unos pasos mientras ellos terminan la jugada.
labra, la implicación académica, el manejo del cuerpo, etcé-
tera— nos condujo a comprender las tendencias generales Otro mecanismo es promover la segregación entre los
de los acuerdos colectivos, tendencias que bautizamos con géneros, en la mayoría de ocasiones mediante agrupaciones
frases que buscan exponer las diferencias. Cada frase corres- diferenciadas de chicos y chicas ordenadas por los o las
ponde, en consecuencia, a una regla de la interacción. docentes. Por ejemplo, en la conformación de filas, como
La primera de estas reglas es la actuación generizada de sucede en un colegio mixto:
la norma. Ella se refiere a la legitimidad que adquiere en la
cultura local de la escuela la relación diferencial que chicas Al llegar, el profesor había organizado dos filas, una de niños y otra
y chicos construyen con las normas en la escuela como la de niñas. En la clase había diez niñas y catorce niños.
puntualidad, la disciplina, los castigos y reconocimientos,
la realización de pruebas de evaluación, entre otras. En ellas, De otro lado, las clases de educación física son con fre-
mayor acatamiento e incluso vigilancia; y en ellos, mayor cuencia compendios de patrones de segregación por género
capacidad de negociación y aun de transgresión o subver- que suelen dar paso a la legitimación del predominio espa-
sión. cial masculino. Esto se construye mediante la división de
También es relevante la regla que hemos llamado la pa- los grupos por sexo para la realización de una misma activi-
labra es masculina, que alude a las diferencias de género dad —por ejemplo, que chicos y chicas realicen una compe-
en los turnos en el uso de la palabra en el salón y el tiempo tencia de velocidad en tiempos o espacios distintos—, a tra-
que se da para ello. Cabría aquí también una especie de vés de actividades distintas por sexo —que los hombres jue-
cohonestación colectiva para con las interrupciones a las guen fútbol y las mujeres ponchados—, o mediante acuerdos
mujeres, lo cual afecta la posibilidad de una participación entre docentes y estudiantes para reclamar el derecho pre-
académica equitativa y se constituye en una forma de jerar- ferencial de los hombres al disfrute de un espacio determi-
quización a la que volveremos más adelante. nado. Este último caso se presenta en un colegio mixto, en
No obstante, aquí preferimos referir en detalle una de las una clase en la que varias chicas ya habían sido desplaza-
reglas de interacción que parece tener una alta eficacia peda- das en una primera oportunidad de un patio por un grupo
gógica en el mantenimiento de un orden moral inequitativo de chicos y pretenden ubicarse en la cancha de banquitas:
en las relaciones de género: puede bautizarse como el espa-
cio es masculino, en el sentido de que los espacios, particu- El profesor se percata de que las chicas están organizadas jugando
larmente los abiertos, parecen ser de propiedad de los varo- con los cauchos y ocupando la cancha de banquitas: "¡Miren
nes. damitas!, ¿hoy quieren jugar micro con los hombres, quieren echarse
un partidito?". Ante la proposición del profesor, las chicas contestan
Por otra parte, el análisis nos hizo entender con mayor con una negación rotunda: "No, ¿qué tal? Está loco". El profesor
detalle mecanismos concretos de construcción-actuación de agrega en voz alta: "fíjense, ustedes mismas practicando el machis-
dicha regla. Por ejemplo, las chicas se muestran como evasi- mo, ustedes son las que se excluyen. Entonces, damitas, vayanse
vas y pasivas, en todo caso con una alta permisividad, fren- para abajo que aquí van a jugar micro". Uno de los chicos reafirma
te a las actitudes expansivas de sus compañeros en los pa- la posición del profesor mientras se ríe: "sí, bájense, si no van a
tios, sea en los recreos o en las clases de educación física. jugar, no estorben".
Lo siguiente ocurre en un colegio mixto:
Un mecanismo extremo que afianza la regla del espacio
Cada vez que el balón de los chicos se va al tablero donde están masculino está constituido por los reclamos de los chicos,
jugando las chicas, ellas detienen su juego y esperan que termine la a veces muy violentos, sobre su derecho al disfrute de los

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