Você está na página 1de 246

Universidad Autónoma de Querétaro

Historia de Vida.
Psicoanálisis y Sociología Clínica

VINCENT DE GAULEJAC
SUSANA RODRÍGUEZ MÁRQUEZ
UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE QUERÉTARO
M. en A. Raúl Iturralde Olvera
Rector
Dr. Guillermo Cabrera López
Secretario Académico
Dra. Aurora Zamora Mendoza
Secretaria de Extensión Universitaria
Rest. Roberto González García
Director de Difusión Cultural
Lic. Sergio Rivera Guerrero
Coordinador de Publicaciones

Imagen de portada: En la esquina del espacio tiempo. Jonatán Olvera


Diseño de portada: José Ramón Montijo González
Formación digital: Ramón López Velarde Fonseca

© Universidad Autónoma de Querétaro


Centro Universitario, Cerro de las Campanas s/n
Código Postal 76010, Querétaro, Qro., México
ISBN-968-845-313-7

Primera edición digital en formato PDF, noviembre 2006


Hecho en México
Made in Mexico
ÍNDICE

Presentación 7
Prefacio 11

Primera parte

I. Historia de vida: Entre sociología clínica y psicoanálisis


Vincent de Gaulejac 19
La aproximación biográfica en sociología 20
Los relatos de vida: entre psicoanálisis y sociología 26
Objetividad y subjetividad 27
El estatus del relato 30
La interpretación 32
Convergencias y límites de la aproximación psicoanalítica 36
La historia de claude 40
Novela familiar y trayectoria social 44
Bibliografía 47

II. Opciones metodológicas


Vincent de Gaulejac 49
Objetivos 49
Animación 50
Investigación / implicación 51
La trampa de lo vivido sin concepto y del concepto sin vida 52
Objetividad-subjetividad 53
Expresion verbal y no verbal 53
Pluridisciplinariedad y co-animación 55
Determinismo y libertad 57
Terapia – formación 59

III. Historia e historicidad


Vincent de Gaulejac 61
El ejemplo de Zahoua 63
Un ejemplo de neurosis de clase 67
El individuo producido por la historia 72
De la historia a la historicidad 81
La historicidad individual 82
La historicidad colectiva 85

IV. El proyecto parental


Vincent de Gaulejac 91
Génesis socio-psicológica del proyecto parental 92
Contradicciones del proyecto parental 94
Proyecto paternal-proyecto maternal 98

V. El edipo como complejo socio-sexual


Vincent de Gaulejac 103
El ejemplo de Colette Duval 108
El ejemplo de August Strindberg 123
Novela familiar y neurosis de clase 137

VI. Envidia íntima, envidia social. La envidia un sentimiento social


Vincent de Gaulejac 147
El veneno de la envidia 148
Envidia y celos 149
«La venganza del orgullo herido» 151
Una carencia del ser 151
Una comparacion que lastima 153
¿Una amenaza o un estimulante? 154
La prohibición de provocar la envidia 155
Neutralizar los perjuicios de la envidia 157
La canalización de la envidia 161
Bibliografía 164

Segunda parte
VII. Notas sobre la historia de la sociología clínica francesa avatares de
una relación: entre lo psíquico y lo social
Susana Rodríguez Márquez 167
Ciencias humanas y contextos. Itinerario de las ideas y la sociología
clínica francesa 1930-1980 169
Años de crisis, depresión y exterminio 1930-1940 170
La gran transformación. Soledad y pesimismo 1940-1950 175
La psicología en Francia 177
Cultura de masas. Persuasión clandestina 1950-1960 178
Protesta y represión social 1960-1970 182
Movimientos contestatarios en la ciencia 1970-1980 187
Privatización e individualismo 1980-1990 191
Oposiciones frecuentes en el pensamiento social. La herencia
de la filosofía 193
El sujeto y el objeto 196
Lo colectivo y lo individual 197
Las sociologías contemporáneas en Francia 1970-1990 199
La sociología clínica francesa sobre los inicios de la sociología clínica 201
Sobre las técnicas y métodos de intervención 205
Método biográfico 207
Institucionalización de la psicosociología y la sociología clínica 208
Principales autores 211
A manera de conclusión 215
Bibliografía 217

VIII. Impacto epistemológico y social de la sociología clinica


Elvia Taracena Ruiz 221
Algunos datos históricos de la sociología clínica 224
El trabajo con minorías sociales 237
Los jóvenes de la calle 238
El análisis de las organizaciones 243
Conclusiones 245

6
PRESENTACIÓN

Hace tres años, después de haber terminado una parte de mi


formación académica en la Universidad de Paris VII y de em-
prender la conclusión de mi estancia en la «Ville Lumière», con-
versando con Vincent de Gaulejac y Elvia Taracena sobre la
Sociología Clínica, me pareció interesante poder recuperar una
parte de las experiencias que durante esos años había venido
elaborando en el extranjero y específicamente en el Laboratorio
de Cambio Social.
En ese momento mi interés radicaba en hacer eco de las ideas
que había escuchado de mis maestros cuando hablaban, con
una frescura y familiaridad de sus « compañeros de ruta », de
personajes como Foucault, Lourau, Castoriadis, Lapassade,
Lacan y que durante los seminarios que impartían, transitaban
indistintamente entre la subjetividad, lo político y lo intersubjetivo;
entre el Psicoanálisis, la Sociología, el Análisis Institucional, la
Historia y la Psicología Social.
Ahora comprendo, que tuve la posibilidad de conocer otras
formas de sociedades, de contrastar diferentes lógicas de rela-
ción, de conocer lenguajes ajenos, de descubrir interpretacio-
nes lejanas a nuestra significación de la realidad, de conocer
otros discursos o de coincidir en algunas ideas, lo que me posi-
bilitó enriquecer el ejercicio de la interpretación y redimensionar
mi lugar como intelectual.
M. Foucault (1975) mencionaba que hoy, lo que constituía a
los intelectuales, era la inquietud por la actualidad, de tal forma
que el intelectual era más un periodista que un profeta, pero un
periodista de sí mismo. La vigencia de esas ideas, me conducen
a reflexionar sobre mi experiencia de formación en otro país. En

7
París, metrópoli contradictoria en donde lo antiguo se conserva
bajo el contraste de la modernidad, me he permitido caer en el
asombro ante la vívida e intensa presencia del saber «científi-
co », esparcido mundanamente en las calles, en los medios ma-
sivos, en los buzones de correo, en las escuelas. Pareciera que
este ejercicio de transmisión y aporte del conocimiento en la
cultura está más diversificado y extendido que en nuestro país.
Situación que lamento profundamente en nuestro caso, pues
considero que este ejercicio de fomentar la información y el sa-
ber en la reflexión, propicia la crítica de los acontecimientos, re-
actualiza la memoria social y amplía, que no garantiza, las op-
ciones para incidir en la realidad. El conocimiento debe hacerse
cada vez más colectivo y menos elitizado, la riqueza de las ideas
propicia aumentar los referentes que el sujeto tendrá para diver-
sificar su participación en los acontecimientos de la realidad que
le rebasa, a su pesar, pero que puede transformar.
Por ello, a través del aventurado proyecto de hacer un libro y
de colectivizar las ideas, empezamos a construir en el pensa-
miento lo que ahora el lector, tendrá en sus manos. Un texto que
habla de la Sociología Clínica. Disciplina que está en construc-
ción y que no obstante su presencia en el campo intelectual fran-
cés desde fines de los 70’s, no es muy conocida en nuestro país.
Actualmente, la Sociología clínica es una propuesta que ha ga-
nado un lugar interesante en varios países como Canadá, Esta-
dos Unidos, Brasil, Bélgica, Uruguay, Grecia, Italia y Suiza. En
México desde 1986 su difusión ha estado presente, a través de
diversos eventos.
Es por ello que este libro persigue un doble propósito: hacer,
por primera vez en español, una presentación sistematizada de
la Sociología Clínica, a través de la compilación de trabajos de
Vincent de Gaulejac, quien es uno de sus autores más represen-
tativos y realizar un balance del impacto que esta disciplina ha
tenido en Francia y en nuestro país.

8
Esta labor significó la selección de los materiales que integra-
rían el texto, actividad que Vincent de Gaulejac realizó con mi-
nuciosidad eligiendo, entre sus numerosos trabajos en francés,
aquellos que pudieran brindar un esbozo general de lo que es la
Sociología Clínica y al mismo tiempo, que resaltaran la particu-
laridad y profundidad de las temáticas que estudia dicha disci-
plina. Este autor ha creado nuevas nociones para la explicación
de la génesis psíquica y de la génesis social de los conflictos. El
aporte que ha realizado al conjunto de lo « psicosocial » es im-
portante debido a que insiste en una condición de integración de
las ciencias humanas, a partir de aprehender los fenómenos so-
ciales integrando las formas en que los individuos los viven y se
los representan.
La primera parte de este libro contiene seis capítulos dedica-
dos a la obra de Vincent de Gaulejac: La historia de vida; entre
Psicoanálisis y Sociologia; Historia e historicidad; El proyecto
parental; El Edipo como complejo socio-sexual; Envidia intima
– envidia social y Opciones metodológicas. Consideramos im-
portante que la segunda parte integrara una contextualización de
la Sociología Clínica en el conjunto de las ciencias sociales en
Francia a través del apartado Notas sobre la Historia de la So-
ciología Clínica Francesa, de mi autoría. Y finalizar con el texto
de Elvia Taracena sobre el Impacto epistemológico y social de
la Sociología Clínica en México. Elvia es una especialista en la
materia, a partir de su compromiso y dedicación se han realiza-
do distintos coloquios y seminarios en diferentes estados de nues-
tro país.
A través de las siguientes páginas pretendemos contribuir al
debate que se encuentra en el centro de las preocupaciones de
este enfoque, es decir, a la dialéctica entre la singularidad de la
experiencia vivida y la subjetividad del análisis histórico.
La realización de este trabajo fue posible gracias al
financiamiento de la Universidad Autónoma de Querétaro, de la

9
Universidad de Paris VII Denis Diderot y de la Asociación
Metáfora A.C. Mi especial reconocimiento a la generosidad de
la Mtra. Dolores Cabrera, Rectora de la UAQ, quien siempre
confió en la edición de este libro, así como a la Facultad de
Psicología de la UAQ.

Susana Rodríguez Marquez.


Septiembre 2003.

10
PREFACIO

La producción intelectual es frecuentemente el resultado de in-


tercambios, de caminos cruzados y de encuentros que raramen-
te son evocados al momento de la escritura. Como si el mundo
de las ideas estuviera desconectado de su infraestructura social.
Ahora bien, la presente obra es la consecuencia de una doble
aventura, intelectual y humana, de la cual quisiera confiar a los
lectores algunas etapas.
Encontré a Elvia Taracena en París, hace unos diez años. En
esa época yo no conocía México. La gran mayoría de los fran-
ceses tiene una imagen construida con base en una visión creada
por el cine y producida por su poderoso vecino del Norte. Den-
tro de nuestros cursos de Historia, en Francia, prácticamente no
se hace mención de las civilizaciones Maya o Azteca. Se enseña
que México fue conquistado por un tal Cortés, sin imaginar que
este país tiene una historia tan prestigiada como la del Antiguo
Egipto o bien, como la historia de la Grecia Clásica.
También el encuentro con Elvia Taracena y con el Proyecto
Subjetividad y Sociedad fué decisivo. Se estableció entre noso-
tros una colaboración intensa que condujo a Elvia, a continuar
su contacto con Francia, su descubrimiento de la Sociología Clí-
nica e invitarme a México para contribuir a su difusión. A través
de los grupos de implicación y de investigación en torno a la
temática novela familiar y trayectoria social que presentamos
en esta obra, tuve la suerte de descubrir otra historia de Méxi-
co. La historia de los hombres y mujeres que encarnan la sus-
tancia misma. Los relatos de vida no expresan solamente histo-
rias singulares. Ellos son igualmente historias de familia, historias
de clases sociales, historias de pueblos y de ciudades, historias
11
multiculturales, así como de miradas sobre la sociedad que con-
ducen a la relación con el dinero, con el amor, con los ideales,
con el trabajo, etc.
Hemos coordinado sobre estos diferentes temas algunos se-
minarios en México, reuniendo a unas cien personas. Y a través
de este medio, hemos podido probar la hipótesis central de nues-
tra propuesta: el individuo es el producto de una historia en la
cual busca devenir el sujeto. Al mismo tiempo, tuvimos la opor-
tunidad de presentar las orientaciones de la Sociología Clínica y
de discutir sus fundamentos en los diferentes coloquios y jorna-
das de estudio organizados por una red de investigadores diná-
micos y abiertos, convocados en torno al Proyecto de Subjeti-
vidad y Sociedad.
Esta historia no es en un solo sentido. Con Elvia, coordina-
mos otros grupos de implicación e investigación en otras ciuda-
des y en otros continentes (París, Génova, Atenas, Montreal...).
Tuve la oportunidad de recibir en el Laboratorio de Cambio
Social (LCS), a muchos investigadores mexicanos. Las relacio-
nes con el LCS y el Instituto Internacional de Sociología Clínica
fueron intensas. Diversas publicaciones lo testimonian en Fran-
cia y en México. Es en este contexto que encontré a Susana
Rodríguez, quien tuvo la idea de este libro. Cuando ella llegó a
Paris no conocía la Sociología Clínica. En algunos años pudo
terminar su DEA en Sociología del Poder sobre La subjetividad
de las Mujeres y una tesis sobre La historia del Psicoanálisis en
México, que está por concluir.
Es un honor para mí, haber podido trabajar con dos investi-
gadoras de calidad, capaces de tomar riesgos, de confrontarse
con otras culturas y otras disciplinas, estableciendo, además,
relaciones de amistad. En el medio de la investigación esto no es
muy frecuente, por ello lo subrayo aquí sin complacencia algu-
na. Lo anterior sólo cobra sentido cuando las relaciones desem-
bocan en producciones científicas elaboradas en común.

12
Este libro tiene por objeto presentar en español algunas orien-
taciones principales de la Sociología clínica. El término sigue
siendo un enigma: ¡una sociedad, no se cura! ¿Por qué en estas
condiciones reunir el término clínica de sociología?
Etimológicamente, clínica viene de klinicos en griego, significa
« cerca de la cama del enfermo » Se trataba de romper con una
concepción organicista y funcionalista de la medicina que no se
interesaba más que en los órganos enfermos. Ir « cerca de la
cama del enfermo », era aproximarse a la persona que sufre,
escucharla, aprehenderla en su totalidad considerando su sufri-
miento e interpretando su enfermedad como un síntoma. Sínto-
ma de un conflicto, de un malestar, de un sufrimiento que implica
el conjunto de la existencia de la persona. Síntoma cuyo sentido
no podía estar más que co-producido con el paciente en rela-
ción con lo vivido. En Sociología, el proceso es similar. Se trata
de aproximarse a los actores, de tomar en cuenta lo que viven,
de producir las significaciones sobre sus prácticas y sus repre-
sentaciones sociales que hagan eco en su propia capacidad de
interpretar su conducta. En otros términos, la Sociología Clínica
tiene por objeto la dimensión existencial de las relaciones socia-
les. En particular, se interesa en las relaciones que existen entre
el ser del hombre y el ser de la sociedad.
Es por ello que las relaciones con el Psicoanálisis son estre-
chas. No con un Psicoanálisis apuntalado en los dogmas teóri-
cos de las querellas de capilla o encerrado en el sentimiento de
sustentar la verdad. Sino más bien, con un Psicoanálisis abierto
al diálogo con otras disciplinas, atentas al mundo, como lo era
Freud, capaz de cuestionarse, utilizando la clínica como un es-
pacio de investigación y no como un lugar cerrado sobre sí mis-
mo. No es posible comprender a profundidad la dimensión
existencial de los comportamientos humanos, ni de los hechos
sociales, sin integrar las dimensiones afectivas, sexuales, oníricas,
fantasmáticas, pasionales, en tanto registros que fueron consi-

13
derados durante mucho tiempo, por los enfoques científicos
objetivistas, como irracionales y sin interés. Para un clínico, la
objetividad no consiste en neutralizar la subjetividad, tanto la de
los actores sociales como la de los investigadores, sino en com-
prender de qué manera éstas intervienen permanentemente den-
tro de la vida social y en la producción de conocimiento.
También la obra de Freud y la de sus sucesores permanece
como una referencia mayor, a nivel teórico y metodológico, para
comprender las razones oscuras de lo social, las fuentes de la
violencia y del poder, explicar la naturaleza profunda de las rela-
ciones y las rupturas sociales, trabajar seriamente sobre los efec-
tos de la transferencia y de la contratransferencia en la investiga-
ción. De donde aparece igualmente la importancia de la aproxi-
mación biográfica de los relatos de vida como método de inves-
tigación que permite capturar la multidimensionalidad de lo vivi-
do, su inscripción dentro de las determinaciones múltiples ya
sean, familiares, culturales, económicas o sociales.
Las diferentes partes de esta obra ilustran algunos puntos ge-
nerales de la propuesta clínica en sociología. En el plano
metodológico, una parte importante es ocupada por la aproxi-
mación biográfica y los relatos de vida en sociología, mostrando
las complementariedades y las oposiciones con la aproximación
psicoanalítica. También se expone un proceso de investigación
a través de la coordinación de grupos de implicación y de inves-
tigación, centrados en la exploración basada en la historia fami-
liar y social de los participantes. Se trata de comprender la diná-
mica y las contradicciones de los destinos humanos a partir de
lecturas en el entrecruce del Psicoanálisis, la Sociología y la
Fenomenología. De donde surge una doble interrogación sobre
la cuestión del sujeto frente a su deseo y frente a su historia y la
cuestión de la historicidad. ¿En qué medida los individuos con-
tribuyen a producir su historia? y ¿en qué medida contribuyen a
producir la historia de las sociedades en las que se encuentran

14
inscritos? Esta problemática conduce al análisis de la génesis
social de los conflictos psíquicos y de los conflictos de identi-
dad. La Neurosis de Clase designa los conflictos vividos por
las personas que cambian de universos sociales y culturales; que
viven al interior las contradicciones existentes entre estos uni-
versos, en particular, cuando se expresan con relación a la do-
minación, o a procesos de invalidación o de estigmatización.
Las relaciones sociales no se resumen a relaciones de fuerza
entre las clases sociales, a las apuestas políticas, económicas o
sociales. Las contradicciones sociales producen sus efectos en
el corazón mismo de la psique.
A través de algunos ejemplos concretos, mostraremos cómo
las personas que están en fuerte promoción social se encuentran
habitadas al interior, por conflictos de lealtad que no pueden
interpretarse exclusivamente como consecuencia de una culpa-
bilidad intra-psíquica. Proponemos construir una teoría permi-
tiendo los procesos sociales-psíquicos, es decir, las influencias
recíprocas entre el mundo de los fenómenos sociales y el mundo
de los procesos psíquicos. Abordaremos también, el sentimien-
to de envidia. Este sentimiento es profundamente psicosocial
puesto que tiene sus raíces en las zonas más arcaicas del apara-
to psíquico y es extraordinariamente activo en las lógicas de la
distinción que se encuentran en el corazón de las relaciones hu-
manas.
Esta propuesta genera muchos cuestionamientos teóricos y
metodológicos. Esperamos que con su aparición en México,
suscite debates que permitan a los investigadores, en particular
a quienes padecen dogmatismos disciplinarios, autorizarse a fran-
quear las múltiples fronteras que perjudican la libre circulación
de ideas.

Vincent de Gaulejac.
París, Junio del 2003

15
16
PRIMERA

PARTE

17
18
CAPÍTULO I

HISTORIA DE VIDA:
ENTRE SOCIOLOGÍA CLÍNICA Y PSICOANÁLISIS
Vincent de Gaulejac. 1

El análisis de una vida nos lleva a cuestionar las divisiones entre


las diferentes disciplinas que buscan comprender los mecanis-
mos que determinan los destinos individuales y colectivos. En
particular, se trata de comprender la articulación entre el funcio-
namiento social y « la otra escena » la cual organiza el funciona-
miento psíquico inconsciente. Actualmente, se produce una con-
vergencia entre algunos sociólogos y psicoanalistas que traba-
jan con las historias de vida para descubrir los factores
estructurantes, comprendiendo así, a la dinámica interna. Sin
embargo si bien existen convergencias en el tema, en las herra-
mientas y en las problemáticas conceptuales, los métodos aún
permanecen divergentes o bien, paralelos (es decir, no se en-
cuentran). Esta situación es todavía más lamentable en tanto los
aportes de unos y otros son complementarios, a condición de
que sean comprendidos en una circularidad dialéctica que vaya
de lo social a lo psíquico. Es por ello que, en este artículo pro-
ponemos:

1
Vincent de Gaulejac es Director del Laboratorio de Cambio Social en la Universidad de Paris 7- Denis
Diderot. Presidente del Comité de Investigación de Sociología Clínica de la Asociación Internacional
de Sociologia. Ha publicado mas de quince libros entre los que destacan: Les Sources de la honte,
Desclée de Brouwer, 1996; La lutte des places, Desclée de Brouwer, 1994, 1997; La nevrose de classe,
Hommes et groupes Editeurs, 1987, 1999. Entre sus trabajos mas recientes encontramos: Lhistoire en
heritage, Desclée de Bouwer, 2000. Ha sido traducido en español, griego, portugués e inglés.

19
1.- Analizar los aportes de la Sociología de las historias de
vida.
2.- Analizar la complejidad de la relación entre Sociología y
Psicoanálisis.
3.- Mostrar las convergencias y los límites de la aproxima-
ción psicoanalítica dentro de este dominio.
4.- Exponer, a partir del análisis de un caso, las característi-
cas de la Sociología Clínica.
5.- Mostrar cómo es posible analizar las relaciones entre lo
psíquico y lo social en la aproximación «novela familiar y tra-
yectoria social»

LAAPROXIMACIÓN BIOGRÁFICA EN SOCIOLOGÍA


La historia de vida fue utilizada en Sociología de manera
episódica. Se pueden recordar los trabajos de la escuela de
Chicago y de la escuela polaca en los años 20 y años 30
(W.I.Thomas, F. Znanieck) y el trabajo de Oscar Lewis con
una familia mexicana2, a fines de los años cincuentas. Desde
hace algunos años, esta aproximación parece volver a estar de
moda, hecho que G. Balandier explica por « la crisis de los mé-
todos cuantitativos » (mucha técnica pero muy poca influencia
sobre la sociedad en movimiento) y a las grandes elaboraciones
teóricas (mucha ambición explicativa rápidamente cuestionada
por la historia inmediata) »3. En confluencia con la Historia, la
Antropología y la Psicología Social, el objetivo de este método
es « acceder (por el interior) a una realidad que rebasa al narra-
dor y lo produce. Se trata de comprender lo vivido social, al
sujeto dentro de sus practicas, la forma en que éste negocia las
condiciones que le son particulares »4. El sociólogo es así con-
ducido « a ubicarse en el punto de articulación de los seres hu-
2
Oscar Lewis, Les enfants de Sanchez, N.R.F., coll. du Monde Entier, Gallimard, Paris, 1963.
3
Georges Balandier, Prefacio del libro de Franco Ferrarotti, Histoires et histoires de vie, Librairie des
Méridiens, Sociologies au quotidien, Paris, 1983.
4
Georges Balandier, op.cit. p. 8.

20
manos y de los lugares sociales, de la cultura y de la praxis, de
las relaciones socio-culturales y de la dinámica histórica»5.
Este resurgimiento del interés por la historia de vida atañe
igualmente a la sociología de Bourdieu, que había iniciado con el
método de la ilusión biográfica, ya que no se conforma con ana-
lizar las trayectorias sociales solamente a partir de documentos
o de testimonios objetivantes, sino que incluye además, las his-
torias de vida6.
En un estudio comparativo sobre la profesión del maestro
durante los años 1900 y la profesión de educador en los años
1970, Francine Muel-Dreyfus utiliza abundantemente las histo-
rias de vida: «No es posible analizar histórica o sociologicamente
a las instituciones sin analizar los agentes reales de la historia
institucional. Por ello es necesario tomar en cuenta, a la vez, las
trayectorias sociales efectivas de los individuos y las represen-
taciones individuales de la historia social familiar, es decir, las
reconstrucciones singulares de «la novela social familiar. La so-
ciología se hace entonces sociología psicológica y analiza de
manera clínica las autobiografías.
Para tener un panorama más completo de las diferentes co-
rrientes sociológicas que utilizan las historias de vida, nos pode-
mos remitir al artículo de Daniel Bertaux sobre la aproximación
biográfica. El interés que este método suscita se debe, según
nosotros, a que permite a la sociología rebasar un cierto número
de callejones sin salida.
a) El método biográfico permite salir de la oposición entre
individuo y sociedad, entre la subjetividad del hombre y las re-
gularidades objetivas de lo social. Su objetivo es comprender la
dialéctica de lo social, es decir la relación entre las condiciones

5
Daniel Bertaux, ‘L’approche biographique: sa validité méthodologique, ses potentialités’, Cahiers
internationaux de sociologie, vol. LXIX, 1980.
6
Consultar en particular A.Sayad ‘Les enfants ellégitimes’ 1y2, Actes de la recherche en Sciences
Sociales, No. 25 y 26-27,1979; Luc Boltansky, Les cadres, Editions de Minuit, Paris, 1982; Francine
Muel-Dreyfus, Le Métier d’éducateur, Editions de Minuit, 1983; Pierre Bourdieu, La misère du Monde,
Seuil, 1993.

21
concretas de existencia y lo vivido. Se trata de aprehender al
individuo como el producto de sus condiciones de existencia,
como una condensación de las relaciones sociales en el seno de
las cuales está inscrito: « Toda practica humana individual es una
actividad sintética, una totalización activa de todo el contexto
social. Una vida es una practica que se apropia de las relaciones
sociales (las estructuras sociales), las interioriza y las transforma
en estructuras psicológicas por su actividad de
desestructuración-reestructuración»7.
Ciertamente en el relato, permanece una historia singular de
un destino único, pero esta historia individualiza la historia social
colectiva y es a la vez, el producto y la expresión. « Lejos de ser
el elemento más simple de lo social –su átomo irreducible- el
individuo es igualmente una síntesis compleja de los elementos
sociales. Este no funda lo social, es el producto sofisticado »8. A
través de los relatos aparecen las tensiones entre la identidad
heredada y la identidad adquirida, entre el individuo producto
(« Eso que se hizo del hombre » diría Sartre) y el individuo -
sujeto (« Eso que él hace de eso que se hizo de él ») entre la
historia como permanencia del pasado en sí y la historia como
tentativa de actuar en el presente.
b) El método biográfico permite captar « eso » que escapa a
la norma estadística, a las regularidades objetivas dominantes, a
los determinismos macro sociológicos. Este método hace posi-
ble lo particular, lo marginal, las rupturas, los intersticios y los
equívocos que son los elementos claves de la realidad social y
sobre todo, que explican por qué no existe solo la reproduc-
ción. Ciertas corrientes dominantes de la sociología contempo-
ránea, sean marxistas estructuralistas (Althusser), o praxeológicas
(Bourdieu), están preocupadas en poner en evidencia los meca-
nismos de reproducción social. Aunque éstas son criticas con
7
Franco Ferraroti, Histoire et histoires de vie, la méthode biographique dans les sciences sociales,
Librairie des Méridiens, Paris, 1983, p.50.
8
F. Ferrarotti, op. cit., p.65.

22
relación a las ideologías dominantes y a las representaciones
que la sociedad produjo sobre sí misma, permanecen globalmente
impotentes para captar los micro-cambios, las fallas y los movi-
mientos periféricos.
Esta incapacidad para captar el espesor de lo social en su
diversidad y sus contradicciones múltiples se traduce en el ca-
rácter cosifidicador, ilustración de lo que H. Lefebvre llamaba
« el concepto sin vida ». Estas corrientes se acercan así, a los
positivistas cuantitativos en su proyecto de modelar a la socio-
logía sobre las ciencias exactas, proyecto « cientificista » que
consiste en « vaciar al hombre ordinario de toda capacidad de
iniciativa imprevisible y de toda capacidad de conciencia critica
y de voluntad de acción sobre lo socio-estructural... a vaciar el
orden social de toda contradicción profunda, pensarlo como un
organismo, un sistema, una estructura. Razón por la cual el pen-
samiento unidimensional del funcionalismo y del estructuralismo,
invisten toda su libido en una investigación extraviada de cohe-
rencia y de cientificidad »9.
c) El método biográfico permite comprender las circularidades
dialécticas entre lo universal y lo singular, entre lo objetivo y lo
subjetivo, entre lo general y lo particular. Entre la « cuantofrenia »
positivista y el subjetivismo « psicologizante », la historia de vida
produce un material que expresa a la vez el peso de las determi-
naciones sociales dentro de las trayectorias individuales y la re-
lación de los actores en estas determinaciones. En otra parte, ya
habíamos mostrado la indisociabilidad de lo subjetivo y lo obje-
tivo dentro del discurso; « El discurso informa a la vez sobre una
realidad « objetiva », exterior y trascendente a los individuos y
sobre el universo mental de los individuos »10.
Un obrero que narra su historia, proporciona, a la vez, una
serie de informaciones objetivas sobre las condiciones de vida,
los habitus de su grupo, de su clase, así como sobre su relación
9
Daniel Bertaux, op.cit. p.218.
10
M. Pagès, M.Bonetti, V. de Gaulejac, L’Emprise de l’organisation,P.U.F.,Paris, 1979, p.218.

23
singular con estas condiciones, estos valores y estos habitus.
Evidentemente, las características propiamente sociológicas de
la narración no aparecen al inicio. No llegan a ser «objetivas»
hasta el momento en que coinciden con otros discursos o con
otro tipo de datos (estadísticos comparados, testimonios, en-
cuestas y cuestionarios...). Lo que el relato permite compren-
der, es la relación dialéctica entre el condicionamiento y la praxis,
entre el individuo producto de la historia y el individuo agente de
la historicidad: « El hombre no es el objeto pasivo que pretende
el determinismo mecanicista, cada acto o comportamiento hu-
mano contiene dentro de su campo la presencia simultanea y
activa de condicionamientos externos y de la praxis humana que
los filtra y los interioriza totalizándolos »11.
d) El método biográfico permite comprender las mediaciones
entre el funcionamiento individual y el funcionamiento social, ayuda
a constituir una microsociología en el espacio, todavía sin culti-
var, entre la macrosociología y la psicología social. J. P. Sartre
ya había planteado este problema dentro de su critica al Mar-
xismo: « Valéry* es un intelectual pequeño-burgués, de esto no
hay duda. Pero todo intelectual pequeño-burgués no es Valéry.
La insuficiencia heurística del marxismo contemporáneo mantie-
ne estas dos frases. Para comprender los procesos que produ-
ce la persona y su producto en el interior de una clase y de una
sociedad dada, en un momento histórico dado, al marxismo le
falta una jerarquía de mediaciones ...que permita engendrar lo
concreto singular, la vida, la lucha, real y fechada, la persona a
partir de las contradicciones generales de las fuerzas producti-
vas y de las relaciones de producción »12.
El individuo no es la condensación del conjunto de las rela-
ciones sociales. Él totaliza a la sociedad a través de una serie de
mediaciones operadas por los grupos y las organizaciones a las

11
F. Ferrarotti, op.cit. p.56. * Valéry es un gran poeta francés.
12
J.P. Sartre, Critique de la raison dialectique. Questions de méthode, Paris, 1960.

24
cuales pertenece. Hemos recuperado aquí las nociones de es-
pacio transicional (D.W. Winnicot), de campo (K. Lewin), de
sistema socio-mental (M. Pagès), así como la de habitus (P.
Bourdieu), debido a que intentan aprehender los mecanismos
transaccionales e intermediarios de la relación entre lo individual
y lo social. « Cuando la biografía se convierte en un instrumento
sociológico pareciera prometer esta mediación del acto en la
estructura, de una historia individual en la historia social. Pare-
ciera implicar la construcción de un sistema de relaciones y la
posibilidad de una teoría no formal, histórica y concreta de la
acción social. Una teoría que por consecuencia, puede corres-
ponder a las necesidades más urgentes de otras ciencias huma-
nas en la búsqueda de una causa critica: la psicología, la psiquia-
tría y el psicoanálisis »13.
e) El método biográfico permite reconocer en el saber indivi-
dual un valor sociológico. La prueba de que lo social es, tam-
bién, mental: se demuestra en que sólo puede comprenderse el
sentido y la función de un hecho social a través de una experien-
cia vivida, de su incidencia sobre una conciencia individual y en
último lugar, a través de la palabra que permite dar cuenta. En
este sentido ubicamos las posiciones defendidas por Marcel
Mauss y Claude Levi-Strauss, quienes insistieron sobre el he-
cho de que: « Toda interpretación debe hacer coincidir la obje-
tividad del análisis histórico o comparativo, con la subjetividad
de la experiencia vivida »14. Esta posición conduce a transfor-
mar la relación entre el investigador y su objeto. El hecho de que
el actor hable no es más « la maldición del sociólogo » (P.
Bourdieu), sino que se convierte en una ventaja para analizar los
fenómenos sociales. Entonces se pretende « no tratar al hombre
ordinario como un objeto para observar o medir, sino como un

13
F. Ferrarotti, op.cit. p.81.
14
Claude Levi-Strauss, ‘Introduccion à l’oevre de M.Mauss’, in Sociologie et anthropologie, P.U.F,
París, 1968, p. XXVI.

25
informador y por definición, como un informador mejor infor-
mado que el sociólogo que lo interroga »15.
Si de acuerdo a la expresión del sociólogo francés A. Touraine
« el sentido del acto no es reductible a la conciencia del actor »,
no resta menos que esperar a que el actor esté bien ubicado
para informar sobre sus actos y el sentido que les da. Esta infor-
mación es un dato bruto a interpretar y confiere a quien la pro-
dujo, un estatus de participante en la investigación y no sola-
mente el estatus de un objeto de la investigación. Se puede pen-
sar, sin embargo, que D. Bertaux no idealiza la relación entre el
sociólogo en búsqueda de historias y de sus informadores. La
sociología de las historias de vida permanece como una socio-
logía « clásica »: su objetivo es principalmente cognitivo y con-
fiere « al que habla » un estatus de objeto de investigación. Si el
informador « participa » en este trabajo, es en una relación de
producción en donde las condiciones y el marco están fijadas
por el sociólogo. Es decir, se trata de una relación de poder
cuyo beneficiario es principalmente el investigador: es por él que
el trabajo se hace. En todo caso, el sujeto de la historia de vida
permanece como el objeto de la investigación.

LOS RELATOS DE VIDA: ENTRE PSICOANÁLISIS Y


SOCIOLOGÍA
Las relaciones entre la sociología y el psicoanálisis son comple-
jas. No es nuestro propósito reducir el campo sociológico al
Psicoanálisis, sin embargo este último es imprescindible para
comprender las determinaciones psíquicas inconscientes que
estructuran los destinos humanos y los relatos que hacen los
hombres.
La sociología de las historias de vida no puede eludir una
confrontación con el Psicoanálisis, sabiendo que estas dos aproxi-

15
D. Bertaux, op.cit. p.219.

26
maciones son a la vez complementarias y contradictorias. Lo
mismo podemos constatar en lo concerniente a los problemas
de construcción del objeto, el estatus del relato de vida, la inter-
pretación así como al lugar acordado a los diferentes
determinismos.

Objetividad y Subjetividad
¿Cómo definir el objeto de la sociología de los relatos de vida?.
De hecho se trata, siempre de acuerdo a M. Mauss (1930), de
comprender a la « personalidad total » a través del relato que un
sujeto elabora sobre su propia vida; de comprender la dialécti-
ca entre lo singular y lo universal en el estudio concreto de una
vida humana; de comprender en qué el individuo es el producto
de una historia de la cual busca devenir sujeto; de estudiar la
relación entre la historia y la historicidad cruzando:
a) El análisis de los diferentes determinismos que contribuyen
a producir al individuo.
b) El análisis de la relación del individuo con estas determina-
ciones y el trabajo que éste realiza para contribuir a producir su
propia existencia (M. Bonetti, V. de Gaulejac, 1988).
Por tanto se nos presenta así, un « objeto complejo », es de-
cir un objeto con múltiples facetas, interdisciplinario, polimorfo,
multidimensional, cuya construcción no puede efectuarse más
que en el cruce de muchos campos teóricos.
D. Bertaux (1980) opone las investigaciones que tienen por
objeto las estructuras y los procesos « objetivos » (estructura
de producción, formación de clases sociales, modos de vida
según los medios sociales), lo que él refiere como los objetos
tipo socio-estructurantes, a las investigaciones que eligen como
tema las estructuras y los procesos « subjetivos » (sistemas de
valores, representaciones colectivas) que él define como obje-
tos socio-simbólicos.

27
Bertaux demuestra que los dos niveles no son « más que dos
caras de un mismo real, lo social » y que la sociología debería
esforzarse en « reunificar » el pensamiento de lo estructural y de
lo simbólico. Compartimos este proyecto, aunque conviene de-
finir mejor el nivel socio-simbólico, que nos remite no solamente
al estudio de los valores, de las ideologías y de las representa-
ciones colectivas sino también a la cuestión del sujeto y de la
subjetividad.
El imaginario y el ideal tienen, evidentemente, una dimensión
socio-simbólica pero conviene estudiar igualmente el aspecto
socio-psíquico, es decir, la forma en que son co-producidos,
influenciados, alimentados por el deseo, la angustia, los afectos
conscientes e inconscientes.
Es el registro socio-psíquico lo que permite comprender, más
allá de las subjetividades individuales, eso que es del orden de
las pasiones (amorosas, políticas, ideológicas), de las creencias,
de los odios, de los miedos, de la violencia, de las angustias en
la vida social. El análisis de las contradicciones sociales no pue-
de ahorrarse un análisis de los procesos de identificación y de
idealización El vínculo social es profundamente un vínculo afec-
tivo y religioso. El análisis de la reproducción y del cambio so-
cial nos confronta permanentemente, a la irrupción del amor, del
odio, de la angustia y del deseo como elementos estructurantes
de las relaciones sociales.
Eso es lo que constantemente emerge cuando se trabaja a
partir de los relatos de vida y de las historias de vida. Por lo
tanto, si el método biográfico debe permitir la construcción de
una « nueva » propuesta sociológica (Bertaux, 1980) que re-
concilie la observación y la reflexión, objetividad y subjetividad,
este proyecto sólo puede dar resultado a partir del momento en
que los sociólogos consideraran que el funcionamiento de las
estructuras psíquicas y de las estructuras mentales es parte inte-
grante de lo social y, en consecuencia, del objeto de la sociolo-
gía.
28
Conviene reflexionar en torno a una recomposición del cam-
po de la sociología, en particular, en una comprensión de las
articulaciones entre el funcionamiento social y el funcionamiento
psíquico. No para volver a caer en los callejones sin salida de la
psico-sociología, del freudomarxismo o del estructuralismo, sino
porque los registros socio-estructurales, socio-simbólicos y so-
cio-psíquicos están continuamente implicados. Conviene, por
tanto, adoptar una posición pluridisciplinaria para aprehender
las diferentes facetas de un relato de vida.
Tres corrientes teóricas dominan actualmente el conocimien-
to en esta materia: el Psicoanálisis, la Sociología y el
Existencialismo sartreano. Cada uno define su « objeto » de for-
ma diferente.
- Para la teoría psicoanalítica, el objeto privilegiado es el in-
consciente. El relato es utilizado como medio de acceso al aná-
lisis de las apuestas inconscientes que determinan la vida del
individuo poniendo el acento sobre el rol del deseo y de la an-
gustia.
- Para la sociología, el objeto es la fabricación de la identidad
social. El relato es utilizado para comprender al individuo como
la expresión (la encarnación) de un grupo, de una clase, de una
cultura, de una historia social.
- Para J.P. Sartre, el objeto es la elección que hace el indivi-
duo mismo: « Mostrar los límites de la interpretación psicoanalítica
y de la explicación marxista y que sólo la libertad puede dar
cuenta de una persona en su totalidad, hacer ver esta libertad en
la lucha con el destino, de inicio aplastado por sus fatalidades,
después regresando sobre ellas para dirigirlas poco a poco »
(J.P.Sartre, 1988,p.645) ». El relato es analizado para compren-
der al sujeto a través del (os) momento(s) donde el individuo
« se hace ».
De hecho, la identidad se construye en el cruce de estos tres
puntos de vista: en las relaciones del individuo con su incons-

29
ciente, con su medio socio-cultural y con él mismo, en el trabajo
que efectúa para producir su individualidad.

EL ESTATUS DEL RELATO


El relato de vida es la expresión de estas tres dimensiones esen-
ciales de la identidad: es a la vez la expresión de los deseos y de
las angustias inconscientes, de la sociedad a la cual pertenece su
autor y de la dinámica existencial que le caracteriza.
En todo relato opera una reconstrucción y sobre este punto,
los psicoanalistas y los sociólogos están de acuerdo con los lite-
ratos. La historia de vida es « tiempo recompuesto » por la me-
moria (V. de Gaulejac, 1988). Y sabemos que la memoria no es
confiable. Obedece a otras lógicas diferentes a la verdad o a la
ciencia. Olvida, transforma, deforma, reconstruye el pasado en
función de las exigencias del inconsciente, de las presiones del
medio ambiente, de las condiciones de producción del relato,
de las estrategias del poder del locutor y del entrevistador, etc.
Entonces el relato tiene múltiples facetas, por la misma razón
que una novela, ya sea autobiográfica o no. Es a la vez un testi-
monio y un fantasma. Las palabras dicen lo que pasó (‘Es la
realidad’) y transforman esta realidad (‘Eso que no son mas que
palabras’). Hablando de ‘su’ historia, el individuo la (re) descubre.
Es decir que hace un trabajo sobre él mismo que modifica su
relación con esa historia.
La historia de vida consta de dos aspectos:
- Designa eso que « realmente » pasó en el curso de la exis-
tencia de un individuo (o de un grupo), es decir el conjunto de
acontecimientos, de elementos concretos que caracterizaron e
influenciaron la vida de este individuo, de su familia y de su me-
dio.
- Designa la historia que se narra sobre la vida de un individuo
(o de un grupo), es decir el conjunto de los relatos producidos
por él mismo y /o por otros sobre su biografía.

30
El primer aspecto es del dominio del análisis histórico y de la
sociología: tentativa de reconstrucción « objetiva » y de bús-
queda de los determinismos, es decir, de los diferentes materia-
les a partir de los cuales una vida se construye. El segundo as-
pecto es del dominio del análisis clínico: a partir de lo « vivido »,
se busca comprender la manera en que el individuo « habita »
esa historia en el plano afectivo, emocional, cultural, familiar y
social dentro de sus dimensiones conscientes e inconscientes.
Los dos aspectos están continuamente implicados. Esto se
aprecia cuando se obtienen historias de familias que describen,
a la vez, los escenarios sobre el pasado familiar y las anécdotas
sobre la saga familiar que funcionan como el modelo de la « no-
vela familiar » tal y como la define S. Freud (1909). La novela
familiar es un fantasma que permite llenar una falta, soportar una
injusticia, una frustración, mediante una representación de la rea-
lidad que permite corregirla y satisfacer así, sus deseos incons-
cientes.
El relato de vida se construye dentro de un espacio entre el
fantasma y la realidad, sabiendo que el uno y la otra, ambos, son
verdaderos. Esto lo demuestra Serge Doubrovsky (1989) cuando
subraya la paradoja del relato autobiográfico que consiste en
narrar, en sentido inverso, acontecimientos que se produjeron
según un sentido cronológico: « Mi existencia, Yo no puedo pen-
sarla. Ella es la que piensa a través de mí, es ella quien me pien-
sa » (p.110). Es por eso que tanto la sociología como el psicoa-
nálisis son imprescindibles para la comprensión del estatus del
relato. Lo que aún no se comprende, es saber lo que determina
la forma en cómo se narra. Aquí se ubica la desconfianza de P.
Bourdieu a propósito de la ilusión biográfica (1986) y de los
« objetos que hablan ». El sujeto difícilmente acepta que sea su
existencia la que piensa a través de él, pues realmente a él le
gustaría ser el creador.

31
¿Pero es posible oponer lo que seria del orden de los hechos
« objetivos » a lo que seria del orden de los fantasmas y de la
subjetividad?
« Puedo narrar dos vidas que son las mías y son diferentes, y
por lo tanto completamente verdaderas la una y la otra: la que
me construye (o que me construí en análisis, sobre el diván,
articulada en torno al Edipo), y esa que resulta de mi ser de
clase y de raza... Estoy, de alguna manera, en la intersección de
esquemas que no se pueden superponer. Yazgo bajo un Edipo
grande como una montaña. Gimo en torno a las contradicciones
de clase y de raza. (Serge Doubrovsky, 1989, p.276).
Una verdadera ciencia de los relatos de vida permite tomar
en cuenta esta « intersección » situándose en tres niveles: el de
los hechos, el de sus significaciones inconscientes y el de su ex-
presión subjetiva.

LA INTERPRETACIÓN
La explicación sociológica supone, según Moscovici, dos con-
diciones previas:
- Que se disponga de teorías concebidas a partir de causas
puramente sociales.
- Que se pueda hacer abstracción del lado subjetivo, de las
emociones y de las capacidades mentales de los individuos (S.
Moscovici, 1988).
Es necesario recordar una de las reglas formuladas por E.
Durkheim: « toda explicación psicológica de los hechos sociales
es falsa ». Sin retomar la polémica contra todas las formas de
sociologismo a las que puede conducir tal postura, se debe man-
tener el proyecto de comprender lo que determina las conduc-
tas humanas exteriormente y las representaciones que el indivi-
duo se hace de ellas. Esto supone que se acepta la existencia de
una « realidad », la sociedad, que pre-existe al sujeto, condicio-
na su existencia e influencia el sentido de sus actos. El relato

32
permite acceder a esta « realidad » en tanto que revela « la en-
carnación social » del individuo.
Para el Psicoanálisis el sentido del relato no puede estar refe-
rido más que al sujeto mismo, en el que se revela su funciona-
miento inconsciente. Lo importante no es saber si el relato co-
rresponde a lo que realmente ha pasado. El relato es interpreta-
do como un fantasma y es « verdadero » en la medida en que es
producido por un sujeto que habla. Pero esta « verdad » tiene
por referente el trabajo que efectúa el sujeto en su relación con
el inconsciente.
En la cura (psicoanalítica) « seremos testigos de una transfor-
mación decisiva cada vez que, fundando su propia verdad, el
paciente habrá podido establecer que está en el origen de los
actos que ha debido sufrir », recuerda Conrad Stein (1984). Se
comprende que no puede haber « transformación decisiva », para
el Psicoanálisis, si no está basada en este postulado (¿esta ilu-
sión?) según el cual el paciente es el sujeto de su historia: que
sea atacado por un cáncer, que se rompa una pierna, que sea
despedido del trabajo, que fracase en un examen... todos los
acontecimientos de su existencia son interpretados a través del
prisma de su voluntad consciente y /o inconsciente. Esta postu-
ra, cuyo interés se comprende, es inaceptable si conduce a ne-
gar el peso de las determinaciones sociales y a considerar que
cada individuo es amo de su destino: «Eso que te sucede, tú lo
quisiste entonces eres el responsable y tienes que asumirlo».
Cada uno es devuelto hacia sí mismo y a su inconsciente como
ultima explicación de su conducta. Existe en esto, un efecto de
cierre del Psicoanálisis que, de alguna manera, instituye la cul-
pabilidad como « motor de la historia » (Cf. el mito de la horda
primitiva y de la muerte del padre).
Algunos autores mostraron cómo la interpretación freudiana
del destino de Edipo conducía a sexualizar los compromisos
políticos y a reducir el destino humano a su dimensión familiar.

33
Como lo subraya Jacqueline Barus-Michel (1990), Edipo es
primero, un drama de la fatalidad antes de ser el de la culpabili-
dad. No es el deseo lo que guía a Edipo en un primer tiempo,
son los Dioses y la maldición de la que es objeto. « No se trata
en el mito de Edipo, o en la tragedia de Sofocles, ni de revelar
los deseos profundos de Edipo, ni de imputarlos proyectivamente
a las fuerzas ocultas, mas bien se trata de mostrar cómo el hé-
roe, un ser humano, es o no es amo de su destino. No es el
deseo lo que interesa a Sofocles, sino mucho más la tragedia de
un destino que supera al hombre cuando éste cree estar trans-
formándolo. (J. Barus Michel, p.172.)
S. Freud sustituye la tragedia humana, el estar sometido a
fuerzas y acontecimientos trágicos (la muerte, la degradación, la
injusticia, la desigualdad, la miseria)... por otra tragedia: somos
inconscientemente responsables de lo que nos sucede porque
estamos actuados por deseos irreprimibles. El inconsciente re-
emplaza así al « destino », los compromisos políticos del mito
edípico se convierten en compromisos esencialmente psicológi-
cos.
Este reduccionismo psicologizante ha sido continuamente de-
nunciado por los sociólogos, en particular R. Castel (1973) y
también, por los mismos psicoanalistas. Gérard Mendel (1988)
se refiere al respecto como « enfermedad profesional » del psi-
coanalista por su contacto cotidiano intenso con el inconsciente,
que produce una disminución del sentido de realidad, una
« desrealizacion relativa » (p.85). Lo importante para el psicoa-
nalista es el fantasma. La realidad objetiva, es decir, los aconte-
cimientos concretos que marcaron la vida del paciente no son
escuchados más que a través del filtro de los fantasmas que
estos acontecimientos engendraron y como tales, son retomados
en el relato que él produce. En consecuencia, el principio de
realidad tiende a reducirse a esta realidad subjetiva.

34
Hemos acordado que la realidad subjetiva es transformadora
debido a que produce efectos sobre la conducta: el individuo es
continuamente actor de su propia vida y es esencial para él com-
prender de qué modo ha intervenido en los acontecimientos que
componen su existencia, aún y cuando estas acciones sean in-
conscientes. La subjetividad y la interioridad son los registros
de «la realidad» que interfieren en la vida de un hombre al mis-
mo nivel que los acontecimientos objetivos y exteriores. Las
oposiciones entre subjetividad y objetividad, entre realidad in-
terior y realidad exterior son fundamentalmente relativas. Una
historia de vida se construye en la interacción constante entre la
influencia de las estructuras sociales tal como el individuo las re-
encuentra y las estructuras psíquicas, que absorben estas in-
fluencias.
La noción misma de inconsciente debe ser revisada. No es
nuestro propósito negar la importancia de la sexualidad en la
estructuración del aparato psíquico. Nos parece, sin embargo,
que al lado de la propuesta de lo psico-sexual que el Psicoaná-
lisis ha develado, convendría comprender mejor la apuesta psico-
social. Como lo subraya S. Doubrovsky (1989) «el inconscien-
te no está solamente estructurado como un lenguaje, está es-
tructurado por una historia». (p.271). Esta historia no se puede
reducir a las primeras relaciones infantiles. La historia es como
la personalidad, debe ser aprehendida en su totalidad, es decir,
a nivel individual pero igualmente a nivel familiar y social. El in-
consciente concierne igualmente al conjunto de elementos que
contribuyen a la producción social de un individuo.
No se trata, por lo tanto, de considerar que el individuo social
sea una calca de otro o un producto interiorizado de formas
históricas del individuo, o que sea una encarnación repetida de
un «habitus de clase» (Michel Legrand, 1993). Se trata mas
bien de construir una sociología clínica dentro de sus diversos
componentes.

35
CONVERGENCIAS Y LÍMITES DE LA APROXIMA-
CIÓN PSICOANALÍTICA
Contrariamente a la aproximación biográfica, el Psicoanálisis no
tiene solamente un objetivo cognitivo. Su proyecto se inscribe
dentro de una perspectiva clínica. Si el relato de vida es el mate-
rial de base de su investigación, no se trata solamente de un
método de conocimiento sino de un medio terapéutico: que le
permita en esta historia referida, comprehender el sentido, por
sí mismo, con el fin de posicionarse en sujeto. No discutiremos
aquí la pertinencia de este proyecto clínico pero sí abordaremos
la oposición entre el psicoanálisis y la sociología en la utilización
de la historia de vida.
Para el Psicoanálisis, la historia es un relato construido para
organizar un sentido, una re-escritura de los acontecimientos
del pasado que el sujeto construye en un dispositivo que consis-
te en regresarle esta « verdad » con relación a él mismo. Así la
historia es tratada como una novela; lo importante será el desci-
framiento de la actividad fantasmática del sujeto y la compren-
sión de las apuestas inconscientes de esta historia. El psicoaná-
lisis no busca objetivar el relato a partir de «eso que realmente
pasó» sino interpretarlo como un discurso que el mismo sujeto
tiene sobre su pasado. La objetividad histórica tiende a desapa-
recer detrás de la subjetividad del sujeto en la medida en que no
se busca distinguir:
a) La historia como una serie de acontecimientos que modifi-
can o reproducen las relaciones sociales en tanto que atraviesan
y condicionan los destinos individuales;
b) La historia tal como está escrita o contada en las novelas o
en los relatos que significan la relación de un individuo (o de un
grupo) con los acontecimientos del pasado.

36
Esquematizando por una oposición fuerte, el psicoanálisis
busca comprender la relación que el YO establece con la histo-
ria independientemente de la relación que la historia establece
con el sujeto.
Esta opción epistemológica que se justifica, quizá, con rela-
ción a los objetivos terapéuticos, condujo a diferentes formas
de psicologismo (o de psicoanalismo16) ya que tiende a estable-
cer la ilusión de omnipotencia del sujeto, el etnocentrismo de la
lógica del deseo y una visión narcisistica de las relaciones socia-
les.
El mismo Freud había medido este riesgo cuando escribía
que no hay psicología que no sea social: « La oposición entre la
psicología individual y la psicología social o colectiva, que a pri-
mera vista puede parecer muy profunda, pierde mucho de su
agudeza cuando se le examina más de cerca. Sin duda, la pri-
mera tiene por objeto al individuo y busca los medios que le
sirvan y las vías que siga para obtener la satisfacción de sus
deseos y necesidades, pero dentro de esta búsqueda, se logra
raramente y en casos verdaderamente excepcionales, hacer abs-
tracción de las relaciones que existen entre el individuo y sus
semejantes. El otro siempre juega en la vida del individuo el rol
de un modelo, un objeto, de un socio o de un adversario, y la
psicología individual se presenta desde el principio, al mismo
tiempo, de cierta manera, en una psicología social, en el sentido
amplio, pero plenamente justificado, de la palabra »17.
Freud desarrollaba este punto de vista mostrando que toda
relación con el otro es de inicio y simultáneamente una relación
social. « Así el psicoanálisis colectivo vislumbra al individuo en
tanto que miembro de una tribu, de un pueblo, de una casta, de
una clase social, de una institución, o en tanto que elemento de
una masa humana » (op.cit., p.84).

16
Según la expresión de Robert Castel, en Le Psychanalysme, Maspero, Paris, 1973.
17
S. Freud, Psychologie collective et analyse du Moi, essais de psychanalyse, Payot, 1975, p. 83.

37
Hubo el abandono, de una gran parte, por las consecuencias
teóricas y practicas de esta concepción. Se asistió de alguna
manera a una «desocializacion» o más aún, «desociologizacion»
de los procesos psicológicos, a un reduccionismo psicologizante
en el desarrollo del psicoanálisis. Como lo dijeron Carl Schorske
y P. Bourdieu, se olvidó « que Edipo era Rey » (Cf. Actes de la
Recherche en Sciences Sociales, No. 26/27). Es decir, se olvi-
dó que el «YO» no se construye solamente en el juego del de-
seo y de la prohibición del triangulo Madre, Padre, Hijo, sino
que se apuntala igualmente sobre los lugares sociales que ocu-
pan los unos y los otros.
Ahora bien, la aproximación psicoanalítica tiende a reducir el
peso del pasado a las primeras relaciones infantiles: «Se esta-
bleció un consenso para hacer del niño en cada hombre, la llave
de su destino personal y el principio explicativo esencial de su
historia»18.
Se excluye así del análisis, el hecho de que toda relación
afectiva se apuntala sobre una serie de relaciones socialmente
determinadas. Las primeras relaciones son portadoras de las
apuestas no solamente afectivas sino igualmente ideológicas,
culturales, sociales y económicas, cada uno de estos niveles no
puede estar disociado de los otros en la medida en que su impli-
cación produce la estructura de programación, el sistema de
habitus, el marco referencial sobre los cuales el niño va a apun-
talar su propia historia.19
Si el psicoanálisis permite comprender los vínculos entre las
intenciones conscientes y las intenciones inconscientes, nos brinda
solamente una explicación parcial, porque la dimensión social-
histórica de estos vínculos se le escapa.

18
Robert Castel, La gestion des risques, Ed. De Minuit, coll. Les sens commun, Paris, 1981, p. 158.
19
V. de Gaulejac, ‘L’heritage’, en Connexions, No.41.

38
Esto es lo que demuestra C. Castoriadis20 cuando escribe «el
campo social como omnipresencia densa de un colectivo anóni-
mo, el campo histórico como irrupción siempre posible de algo
nuevo que nadie deseó como tal, presupone al individuo del que
habla el psicoanálisis, pero al mismo tiempo son presupuestos
por éste». En el mismo sentido se inscribe W. Reich cuando
decía que el psicoanálisis permite comprender por qué las
pulsiones sádicas de un individuo lo llevan a convertirse en car-
nicero, cirujano o detective, pero que es la trayectoria socio-
económica la que permite saber por qué algunos subliman su
sadismo como carniceros, otros como cirujanos y otros, aún,
como detectives. Aquí vemos que toda pulsión es socializada de
cierta manera y que los destinos personales son el resultado de
una combinación entre el trabajo psíquico y el trabajo social.
Se trata entonces, de intentar re-establecer «los eslabones
perdidos» entre las aproximaciones sociológicas (que estable-
cen las regularidades objetivas, las probabilidades que organi-
zan los destinos humanos) y la aproximación psicoanalítica. Se
trata de analizar las circularidades dialécticas que van del deseo
al mundo de los objetos, del narcisismo al estatus social, de las
representaciones a las ideologías, etc.
En otra parte21 habíamos señalado, la necesidad de
implementar estas articulaciones en la medida que:
- No existe deseo que no se traduzca en deseos de maneras
de ser, es decir, en habitus característicos de tal o cual medio
social y cultural (Cf., P. Bourdieu et J. P. Sartre).
- No existe sujeto sin objeto: la génesis del sujeto y del objeto
es el efecto de un apoyo reciproco que precipitó la inscripción
del individuo, a través del narcisismo, en el mundo exterior y
dentro de las lógicas del sistema de producción y de distribu-

20
C. Castoriadis, Les carrefours du labyrinthr, Paris, Seuil, 1978.
21
V. de GAULEJAC, ‘Irréductible social, irréductible psychique’, Bulletin de Psychologie, Tome
XXXVI, No. 360. 1983.

39
ción de los objetos (lógica de la diferenciación social de J.
Baudrillard; análisis de S. Viderman sobre la dialéctica sujeto-
objeto).
- El deseo no se puede concebir fuera del deseo del otro, al
cual está originalmente sometido (sujetado) si quiere satisfacer-
se, confrontándose así el sujeto mismo, con un sistema relacional
determinado por la organización de las relaciones sociales (Cf.
Lacan y S. Leclaire).

LA HISTORIA DE CLAUDE
La historia de una vida es una mezcla compleja de elementos
heteróclitos. ¿Cómo saber lo que organiza esta complejidad? A
través de la historia tal como se le puede observar y del relato
que hizo el individuo, se resaltan los desplazamientos y
condensaciones entre los elementos culturales, sociales, econó-
micos (ligados al contexto social y familiar) y los elementos
emocionales, afectivos, relaciónales (ligados al funcionamiento
psíquico consciente e inconsciente).
No es valido « separar » el análisis sociológico y el análisis
psicológico de una historia que da cuenta de un fenómeno « to-
tal », de la personalidad en todas sus dimensiones. Es más con-
veniente analizar los vínculos, los desplazamientos, las
condensaciones, las rupturas, las influencias reciprocas entre los
diferentes elementos de una historia de vida.
En esta perspectiva, presentamos un caso que muestra cómo,
en tres generaciones, un comportamiento « social » ligado a la
cultura de la pobreza, se transforma en funcionamiento psicoló-
gico.
La historia de Claude fue reconstruida durante el trabajo de
un grupo en el cual los participantes eran invitados a comentar
su árbol genealógico. Claude tiene 45 años. Es un hombre alto,
guapo y fuerte, que habla con detenimiento y precisión de la

40
historia de su familia, la cual resumimos sucintamente recupe-
rando los términos que él mismo utilizó.
Del lado materno, la abuela murió senil con problemas esto-
macales porque trabajaba mucho. Con el abuelo tenia un café-
restaurante en un pueblo. A pesar de ser los propietarios de la
granja, la pareja vivió modestamente trabajando mucho. La
madre de Claude era buena alumna, un profesor le consiguió
una beca para que continuara sus estudios y cursara la Escuela
Normal. Es así, como ella logrará ser profesora.
Del lado paterno, los abuelos eran obreros agrícolas muy
pobres que no tenían otros recursos más que sus brazos. Claude
describe el «trabajo encarnizado» de la pareja, que logro aho-
rrar a pesar de la pobreza, para «salir del surco» y comprar,
para empezar, una granja y después una ladrillera. Esta será
retomada por su padre quien trabajará igualmente como un ena-
jenado.
Claude se convierte en técnico, después en ejecutivo, asis-
tiendo a cursos por la noche. Él describe su vida y la de su
padre como dedicada totalmente al trabajo. No se tolera ningu-
na distracción, ni un minuto de reposo. Por otro lado, Claude
describe el silencio, «no se hablaba», y la ausencia de ternura,
« no se tocaba». La única palabra de amor que escucho en su
juventud fue dicha por su abuela paterna el día en que la ayudo
a meter a su abuelo dentro del féretro, a los 84 años «Adrian,
querido, te alcanzare muy pronto». Fue también la única vez que
vió a su abuela llorar. En este universo de trabajo encarnizado,
las palabras y los gestos de ternura no tenían lugar. No se tenía
tiempo para expresarlos y poco a poco, se perdía la capacidad
de hacerlo.
Esta sacralización del trabajo, Claude quiere, en un primer
tiempo, transmitirla a sus hijos. Muy pronto comienza a «casti-
gar» a su hija cuando trabajaba mal en la escuela, hasta que un
día, a los 6 años, llorando, ella pone la cabeza en las rodillas de

41
su padre, y le dice «Papá, hoy no me has pegado». Al momento
en que Claude evoca esta escena, rompe en lágrimas. Después
de un gran silencio, agrega: «esto provocó que durante 16 años
yo no la tocara».
Después de la evocación de esta escena, Claude continua:
«En mi familia no se mostraban los sentimientos, se debía ser
duro. Yo estaba enamorado locamente de mi esposa, pero ja-
más se lo dije porque nunca había aprendido... jamás escuché
que mi padre le dijera a mi madre te amo».
Este relato ilustra cómo, eso que en la historia familiar es pro-
ducido por la cultura de la pobreza, se encuentra en Claude
bajo la forma de conflictos psicológicos interiorizados.
Así, para los abuelos, el «trabajo forzado» es una necesidad
socio-económica. No hay otra elección para salir de la miseria.
Hace falta consagrar la totalidad de sus energías en el trabajo,
ahorrar centavo por centavo, comer lo estrictamente mínimo,
para poder convertirse en independientes (comprar una granja
para ellos) después, instalar a sus hijos para que no regresen «al
surco». Hicieron falta dos generaciones para permitirle a Claude
tener los estudios mínimos y acceder a las clases medias. Enton-
ces esas condiciones de vida le permitieron trabajar menos.
Claude reproduce este encarnizamiento al trabajo: lo que al ini-
cio era una necesidad social se ha convertido, para él, en una
necesidad psicológica.
Como si el amor por su padre y sus abuelos no pudiera ex-
presarse de otra manera, mas que repitiendo su comportamien-
to. Hacia falta que fuera como ellos, incluso, aunque la necesi-
dad objetiva desapareció, la coerción externa deviene una obli-
gación interna: no puede hacerse de otra manera.
Se encuentra el mismo mecanismo en lo que concierne a la
violencia y las palabras. La violencia de sus condiciones de exis-
tencia conduce a los abuelos a luchar en silencio para salir. Toda
su energía está investida en el trabajo. No hay tiempo para el

42
amor, la ternura, para hablar de sus sentimientos. Hablar de eso
es ser débil, es caer en el campo de «los perezosos». Hace falta
ser duro para hacer frente a la dureza de la vida. Hace falta
«apretar los dientes» y «trabajar, trabajar y todavía trabajar».
Claude nunca fue golpeado por su padre. Simplemente le tenía
miedo. Tenía miedo de esta violencia contenida. Ser un hombre,
era ser eso. Trabajar y callarse, «sofocar los sentimientos».
Todavía ahí, los comportamientos, que en la historia de fami-
lia estaban ligados a la situación social, a la violencia en las rela-
ciones sociales, se perpetúan a pesar de que la situación social
ya no los justifica y al mismo tiempo están inadaptados a la si-
tuación nueva. Es peor aún, cuando el mismo Claude ejerce
sobre sus propios hijos una violencia que de ninguna manera
está «obligado» a ejercer.
Toma conciencia de su propia violencia, cuando su hija pone
la cabeza sobre sus rodillas. Pero como no sabía comunicarse
de otra manera, corta toda relación con ella y se encierra un
poco mas todavía en el trabajo enajenado. Nunca aprendió a
expresar sus sentimientos. Al contrario, aprendió a «sofocar-
los». Aprendió que ser un hombre, era ser duro y ser duro, es
no expresar sus emociones, su debilidad.
El caso de Claude es una muestra de la riqueza del método
biográfico. A través de una historia de vida, se perciben los la-
zos y las articulaciones que forman la trama de una vida humana
y que los cortes disciplinarios nos impiden percibir. Resta en-
tonces, hablar sobre las consecuencias a nivel teórico-
metodológico. No es suficiente con obtener un relato de vida
para develar el sentido. Nos hace falta construir los útiles que
permitan comprender las articulaciones entre los diferentes re-
gistros de identidad personal y social.

43
NOVELA FAMILIAR Y TRAYECTORIA SOCIAL
Se trata de reconstruir la cadena que va de los conflictos psíqui-
cos a los conflictos relaciónales, de los conflictos relaciónales a
los conflictos intra-familiares y de los conflictos familiares a los
conflictos sociales.
Esto es el proyecto de una investigación que dirigimos sobre
el tema Novela familiar y trayectoria social. Este trabajo se apo-
ya metodológicamente en los seminarios de implicación y de
investigación, en los cuales a los participantes se les invita a tra-
bajar sobre su historia a partir de tres elementos:
- Los relatos de vida.
- Los medios de objetivación de su historia (árboles
genealógicos, fotos, correspondencia, diario intimo, agenda...).
- Los medios de proyección y de expresión (dibujo, juego de
roles, dramatización).
Se trata de explorar en qué la historia individual está social-
mente determinada, es decir:
- De analizar en qué medida los destinos individuales, cual-
quiera que sea su irreducible singularidad, están condicionados
por el campo social en el cual se inscriben.
- De evidenciar cómo las relaciones sociales tal como existen
en un momento dado (en la sincronía) y tal como han evolucio-
nado (en la diacona) van a influenciar la historia y la vida psíqui-
ca de un individuo, es decir, su manera de ser, de pensar, sus
elecciones afectivas, ideológicas, profesionales, económicas, etc.
- De comprender la dialéctica existencial entre el individuo
producto de la historia y el individuo productor de la historia,
entre el individuo objeto de sus condiciones concretas de exis-
tencia y el individuo en devenir que busca posicionarse en sujeto
en esta historia.
Como lo escribió uno de los participantes en este trabajo: «
Comencé a comprender que mi situación psicológica personal
no estaba separada de la situación socio-económica de mi fami-
lia, que los mecanismos de identificación se juegan también en
44
un modelo social, y que no es simplemente una cuestión que «se
encierre» en el complejo de Edipo.
Esta aproximación me permitió comprender plenamente que,
por supuesto, yo era hijo de mis padres, pero que era también el
hijo de un campesino que devino peón y de una trabajadora
domestica que se convirtió en lavandera y madre de familia... y
que esto vivido socialmente estaba intrínsecamente ligado a la
historia de mis relaciones infantiles ».22
La experiencia biográfica de un individuo es la que marca su
desarrollo y lo constituye como un ser psico-social-histórico.
En este sentido, el inconsciente es inscrito como el conjunto de
las condiciones sociales de producción de un individuo quien
busca negar, olvidar, ocultar: «El inconsciente es siempre, en
efecto, el olvido de la historia, historia que el mismo produjo
realizando las estructuras objetivas que engendra y desarrolla
dentro de estas cuasi-naturalezas que son los habitus. Historia
incorporada, hecha natural, y olvidada en tanto tal. El habitus es
la presencia movilizadora de todo el pasado donde esto se pro-
dujo»23
Esta dimensión social del inconsciente se ubica particularmente
en todos aquellos que ya sea en el abandono, o bien en la ruptu-
ra, están confrontados a un desplazamiento / desclasamiento.
Que esto sea con el « rechazo » que se ubica en otra parte que
de donde se viene, o con el ‘desclasado’ que interiorizó los habitus
no conformes a la posición objetiva que ocupa, se puede ver
cómo las situaciones sociales pueden producir eso que, a falta
de otro mejor, designaremos por el término «neurosis de clase».
Estos problemas plantean una disciplina que falta construir: la
sociología clínica.
Sociología, porque se trata de comprender cómo la dinámica
de las contradicciones sociales y la gravedad de las regularida-
22
B. JONDEAU, «Faire craquer l’impérialisme des théories psychologiques», in Le Groupe Famililial,
No. 96, juillet 1982.
23
P. BOURDIEU, Le Sens pratique, Editions de Minuit, Paris, 1980.

45
des objetivas de lo social intervienen sobre los destinos indivi-
duales canalizando el sentido.
Clínica, porque el análisis de los procesos socio-psicológicos
no está completamente «validado» (es decir, a la vez verificado
y valorizado) sólo si a la verificación estadística corresponde
una experiencia vivida, a la cual la hipótesis da un sentido y una
coherencia.
El sentido aquí, es la posibilidad para Claude, de comprender
la cadena que va de la historia de su grupo de pertenencia a la
historia de su familia y de esta historia a la constitución de su
propia identidad. Comprendiendo que es el producto de esta
historia, podrá desarrollar su función de historicidad, es decir,
su capacidad de analizar y comprender los elementos que lo
constituyen como sujeto histórico. En este sentido, el trabajo
sobre « la historia de vida » es un método sociológico que trata
de ubicar la evolución de las relaciones sociales a través de las
historias individuales y de un método clínico, ya que los partici-
pantes son conducidos a utilizar este conocimiento para com-
prender mejor su propio destino.

Traducción: Susana Rodríguez Marquez

46
BIBLIOGRAFÍA
Bertaux, (D.), Destins personnels et structure de classe, P.U.F.,
1977.
Bertaux (D.), «L’approche biographique: sa validité
méthodologique, ses potentialités», Cahiers internationaux de
sociologie, Vol. LXIX, 1980.
Bourdieu (P.), La distinction, critique sociale du jugement, Ed.
De Minuit, 1979.
Castoriadis (C.), Les carrefours du labyrinthe, Seuil, 1978.
Ferrarotti (F.), Histoires et histoires de vie, la méthode
biographique dans les sciences sociales.
Gaulejac V. de, La Névrose de classe. Hommes et groupes,
Paris, 1987.
Gaulejac V. de, Les sources de la honte, Desclée de Brouwer,
Paris, 1997.
Gaulejac V. de, L’histoire et héritage, Desclée de Brouwer,
Paris, 1997.
Librairie des Méridiens, Paris, 1983, (Préface de Georges
Balandier).
Mauss (M.), Sociologie et anthropologie, P.U.F., 1968,
(Préface de Claude Lévi-Strauss).
Mijolla (A. de), Les visiteurs du Moi, Les belles Lettres, Paris,
1981.
Pagès (M.), «Systèmes socio-mentaux», Bulletin de
psychologie, Tome XXXIV, N°.350, 1982.
Thelot (C.), Tel père, tel fils? Positions sociales et origine
familiale, Dunod, 1982.

47
48
CAPÍTULO II

OPCIONES METODOLÓGICAS
Vincent de Gaulejac

Nuestro trabajo sobre Novela familiar y Trayectoria social, se


apoya metodológicamente en los seminarios que coordinamos
sobre este tema desde 1975 bajo diferentes formas: en sesiones
con inscripciones individuales de los participantes, ya sea de
iniciación (de 2 a 4 días), o bien, para profundizar (3 horas por
semana o 5 fines de semana durante 6 meses). Estas sesiones se
ubican en el marco de programas de formación destinados a los
psicólogos, psico-sociólogos, consejeros conyugales o trabaja-
dores sociales. Aproximadamente doscientas personas colabo-
raron en este trabajo y contribuyeron a llevar a cabo los instru-
mentos metodológicos que les propusimos24.

OBJETIVOS
Se trata de explorar en qué forma la historia individual está so-
cialmente determinada. Estos seminarios de implicación y de in-
vestigación posibilitan que los participantes se comprendan como
el producto de una historia, en la cual buscan devenir el sujeto,
explorando los diferentes elementos que contribuyeron a formar
la personalidad.

24
Sobre la animación de los seminarios de implicación y la utilización de formas de expresión activa en
la investigación, se puede remitir al capítulo « Techniques non verbales d’analyse du pouvoir: le
séminaire, Moi et l’organisation» in «l’emprise de l’organisation», Max Pagès, Michel Bonetti,
Vincent de Gauléjac, Daniel Descendre, P.U.F.., 1979.

49
La historia personal es el producto de factores psicológicos,
sociales, ideológicos y culturales cuya interacción nos esforza-
mos por comprender.
Esta exploración se basa particularmente en:
- El análisis de la «genealogía familiar»
- La formación del «proyecto parental»
- La «novela familiar»
- Las «elecciones y las rupturas» en la existencia.
Tal exploración debe permitir a cada uno comprender mejor
su historia para incidir mejor en su devenir.
Para los terapeutas, los psicólogos, los trabajadores sociales,
los formadores y todos aquellos que estén comprometidos en
un trabajo sobre la relación, estos seminarios pueden brindar un
cierto número de herramientas teóricas y metodológicas con el
fin de explicar mejor lo que determina la historia y los mecanis-
mos cronológicos de las personas para las cuales trabajan.

ANIMACIÓN
Diferentes técnicas de expresión verbal y no verbal serán utiliza-
das para permitir producir material sobre su propia historia (di-
bujos, árboles genealógicos, entrevistas, etc.), que servirán de
soporte en el análisis común de la novela familiar y de la trayec-
toria social de cada participante.
Los animadores proponen una problemática común, los mé-
todos de trabajo y los aportes teóricos serán articulados por el
análisis colectivo del material producido.
Nuestro propósito es elaborar un método de investigación,
que permita articular el análisis de fenómenos históricos, socio-
lógicos y psicológicos, intención que se traduce por un cierto
número de opciones.

50
INVESTIGACIÓN / IMPLICACIÓN
Se trata, a la vez, de un trabajo cognitivo de comprensión de
procesos, de producción de hipótesis explicativas, del análisis
de mecanismos de implicación donde está en juego la historia
personal, familiar y social de cada uno de los participantes. En-
tonces, el material producido colectivamente depende de la im-
plicación de cada participante, es decir, de su capacidad y de su
deseo de sumergirse en su pasado para actualizar los factores
estructurantes de su historia.
El dispositivo pedagógico está organizado de tal forma que
se favorece esta implicación personal:
- Por la utilización de soportes que facilitan la exploración, la
re-escritura y la emergencia de la historia de los participantes.
- Por la fluidez de la palabra, en la medida en que cada uno
está invitado a autorizarse a decir o no decir y en aceptar que
también sea así para los otros.
- Por la transversalidad del trabajo que permite una
profundización colectiva de las trayectorias individuales, entran-
do cada historia en resonancia con los otros.
Paralelamente a esta «búsqueda del tiempo pasado», se ubi-
can los elementos teóricos que permiten, más allá de las expe-
riencias individuales, dar cuenta de los mecanismos
implementados: el objetivo es producir colectivamente las hipó-
tesis explicativas, proponer una problemática que brinde el sen-
tido y guie cómo descifrar los materiales presentados. De inicio,
las hipótesis sirven como llaves explicativas para comprender
tal fenómeno de tal persona en particular.
No adquieren el estatus de hipótesis teóricas sino a partir del
momento en que su pertinencia sobre una historia singular, se ve
producida en las otras. Poco a poco, « lo personal » se decanta
para dejar aparecer en la construcción teórica, una problemáti-
ca que cobra sentido para cada uno.

51
LA TRAMPA DE LO VIVIDO SIN CONCEPTO Y DEL
CONCEPTO SIN VIDA
Nuestra metodología tiende a dialectizar la relación entre el aná-
lisis y la experiencia evitando dos trampas:
— Una que consiste en sumergirse en lo vivido, en lo sentido,
en la experiencia personal, como si ésta pudiera encontrar su
sentido en sí misma. Una conducta, una actitud, no tienen auto-
nomía con relación a las condiciones que las producen, es decir,
con los sistemas de relaciones en las que se inscriben. Pensar
que el saber del hombre pudiera estar impregnado, surgido de
su interior, de lo vivido, es caer en la ilusión empirista que busca
el sentido de los actos en la conciencia del actor y que asimila lo
real a la percepción subjetiva de éste. La inmersión en « lo vivi-
do » permite producir las representaciones, es decir, la relación
imaginaria que mantiene a cada individuo en sus condiciones
concretas de existencia. Entonces, el análisis de estas condicio-
nes es indispensable para comprender « lo vivido » y es por ello
que, para guiar este análisis, la teoría es necesaria.
— A la inversa, la trampa del concepto sin vida consiste en
sumergirse en lo teórico, dentro del saber «puro», en las cons-
trucciones intelectuales. Esto es, caer en la ilusión positivista que
reduce lo real al estudio de las determinaciones estadísticas, de
las probabilidades y de las regularidades objetivas a las cuales
obedecen las conductas humanas.
Si la sociología consiste en estudiar los fenómenos sociales
como cosas, no debe por lo tanto olvidar, que la aprehensión
subjetiva forma parte de las cosas estudiadas como tales. Que
no se puede tener acceso a la realidad fuera de la experiencia
concreta -aunque subjetiva- de un individuo concreto. No se
puede tomar el sentido y la función de un hecho humano sino a
través de una experiencia vivida, de su incidencia sobre una con-
ciencia individual y de la palabra que permita tomarla en cuenta:
«Toda interpretación válida debe hacer coincidir la objetividad
52
del análisis histórico o comparativo con la subjetividad de la
experiencia vivida».25

OBJETIVIDAD-SUBJETIVIDAD
Nuestro objetivo metodológico consiste en crear las condicio-
nes de un doble movimiento de distanciamiento y de implicación
en cada etapa del trabajo. Distanciamiento que permite objetivar
la propia historia situándola en relación con la evolución de las
relaciones sociales; relativizando su singularidad para señalar en
qué medida, su historia, es el producto de evoluciones que atra-
viesan al conjunto de los miembros de una clase social, de una
cultura, de una época; analizando mas allá de los sufrimientos,
de las rupturas, de las emociones y de los conflictos, a las con-
tradicciones y los procesos que están en marcha. Pero el traba-
jo no sería completo, si esta objetivación no se basara en la
experiencia subjetiva de cada uno.
La implicación individual conduce a cada participante a dis-
cutir las hipótesis, a proponer otras, a enriquecerlas o a contra-
decirlas, permitiendo una interacción constante y dialéctica en-
tre objetividad y subjetividad, entre los fenómenos colectivos e
individuales, entre lo social y lo psíquico.
A la reconstrucción de una historia, que se presenta en un
momento dado, corresponde una reconstrucción a partir de la
ubicación de las diferentes determinaciones socio-históricas que
la han producido.

EXPRESIÓN VERBAL Y NO VERBAL


Este movimiento de reconstrucción-reconstrucción está facilita-
do por la alternancia entre las fases de expresión verbal y la
utilización de técnicas de exploración no verbales. Se trata de
encontrar los soportes que permiten a la vez, elucidar los proce-
25
C. Levi-Strauss, in introduction à l’oevre de Marcel Mauss, préface de Sociologie et anthropologie,
Marcel Mauss, P.U.F., Paris, 1968, p. 25

53
sos por el análisis verbal y de expresarlos a partir de la manera
en que cada uno los sienta. La utilización de soportes no verba-
les (dibujos, dramatización, juego de roles, imagen teatral, dis-
fraces, mascaras) permiten formas de expresión que no están
sometidas a las mismas reglas que el lenguaje hablado. El análi-
sis verbal es un acto a posteriori, que necesita la construcción y
la definición de un objeto; tiende a racionalizar, es decir, a reco-
nocer y a ordenar los fenómenos. Pero ordenándolos, tiende a
ocultar los que no han sido descifrados. La nacionalización es
entonces simultáneamente un instrumento de elucidación y un
mecanismo de defensa. La expresión no verbal facilita la emer-
gencia del imaginario, de lo no explicado a priori, de las contra-
dicciones vividas, de lo imprevisible. Su análisis permite produ-
cir el material a partir de códigos diferentes al lenguaje hablado,
frecuentemente menos utilizado. Favorece el acceso directo a la
representación de situaciones vividas que son reactualizadas en
el aquí y ahora del grupo.
La producción de material no verbal permite, igualmente, re-
gistrar las pistas que servirán de soporte al análisis verbal. Este
método permite, a la vez, favorecer la implicación poniendo en
juego las técnicas de expresión libre y el distanciamiento. No se
trabaja directamente sobre el sujeto, sino sobre el material que
se analiza. Por ejemplo, trabajar a partir de un dibujo que re-
presenta el proyecto parental permite conocer su naturaleza, in-
dependientemente del discurso que el actor producirá manifies-
tamente. En el juego de las formas, de los símbolos utilizados,
de los colores, aparece un ensamble de significaciones que el
grupo puede captar directamente, en independencia de las
racionalizaciones y las explicaciones propuestas por quien las
dibujó. Este último se encuentra entonces distanciado de su pro-
yecto parental en una situación donde busca, por la misma ra-
zón que los otros, comprender la problemática.

54
PLURIDISCIPLINARIEDAD Y CO-ANIMACIÓN
La hipótesis de base de nuestro trabajo consiste en analizar al
individuo como producto de una historia donde él busca devenir
el sujeto. Esta visión dialéctica no puede ser aprehendida más
que por una concepción metodológica que facilita un trabajo
constante de interacción entre la experiencia y el análisis, entre
la exploración de las representaciones y el análisis objetivo, en-
tre la singularidad característica de la aproximación psicológica
y la puesta en evidencia de regularidades objetivas de la socio-
logía.
La aproximación dialéctica es posible sólo mediante una con-
cepción metodológica que facilite un trabajo constante de ten-
sión entre la experiencia y el análisis, entre la exploración de las
representaciones y el análisis objetivo, entre la toma en cuenta
de la singularidad característica de la aproximación psicológica
y la evidencia de las regularidades objetivas de la sociología.
La aproximación dialéctica sólo es posible si estos diferentes
aspectos están presentes en el trabajo provocando un movi-
miento en tensión: el avance sobre un aspecto es inmediatamen-
te relativizado, criticado, cuestionado a partir de otras perspec-
tivas. La irreductibilidad de las aproximaciones psicológicas y
sociológicas, que no es más que la expresión de la imposibilidad
de reducir lo psíquico a lo social o lo social a lo psíquico, debe
estar presente en el trabajo, como un motor en dos tiempos que
sólo funciona gracias a su interacción dinámica.
Para que este movimiento sea posible, ciertas condiciones
metodológicas son necesarias.
La animación debe ser pluridisciplinaria. Cada animador debe
estar profundamente implicado en movimiento dialéctico, este
es el caso cuando sus trayectorias personal y teórica han sido
atravesadas por rupturas, por cuestionamientos, por reorgani-
zaciones y transformaciones que lo lleven a una reflexión
epistemológica. Pero esta animación es insuficiente si no es puesta

55
en acto, « en tensión », en la medida en que el animador en si-
tuación pedagógica está más tentado por apoyarse sobre sus
certezas, que por profundizar en las tensiones. Frente a un gru-
po, el animador es regresado a la posición del « supuesto sa-
ber »; se le demanda aportar un conocimiento elaborado, las
hipótesis bien construidas, las explicaciones bien hechas, situa-
ción que puede producir una clausura de los procesos de explo-
ración, un cierre sobre las síntesis cuya coherencia corre el riego
de ocultar la fragilidad o el carácter parcial.
La co-animación es uno de los medios para utilizar esta ten-
sión en la medida que se cumpla con dos condiciones: CUA-
LES? SOLO HAY UN PUNTO SEÑALADO.
- Los animadores deben estar de acuerdo sobre una proble-
mática para que un trabajo en común sea posible. Pero este
acuerdo no debe ser más que parcial para que una dinámica
reflexiva y pedagógica se instaure: cada hipótesis debe ponerse
a discusión para probar su validez. En particular cuando se trata
de comprender las determinaciones que estructuraron una tra-
yectoria individual, es importante discutir la intervención y el peso
respectivo de diferentes factores (económicos, históricos, so-
ciológicos, ideológicos, psicológicos) que pudieron intervenir.
Si es en la interacción de estos diferentes factores que puede
comprenderse la dinámica de una trayectoria individual, convie-
ne entonces que la confrontación de hipótesis explicativas sea
igualmente activa dentro del trabajo de grupo. En este momento
es cuando la formación de base de los animadores es importan-
te. Ninguno puede pretender al mismo tiempo situarse como
economista, como sociólogo, como historiador y como psicó-
logo, aunque, se tuviera una formación en estos diferentes do-
minios. Un trabajo transdiciplinario es considerado solamente
dentro de una confrontación activa entre las disciplinas para cada
animador y entre cada animador.
Este primer punto establece una complementariedad-oposi-

56
ción entre los animadores, que les facilita a los participantes si-
tuarse igualmente en tensión reflexiva frente a los animadores y
entre ellos. Dicha complementariedad-oposición produce una
zona de incertidumbre, de cuestionamiento, en donde ellos ya
no son más el principal objeto del trabajo de grupo ni el consu-
midor del saber de los animadores. Ellos están situados como
sujeto de una investigación que concierne a cada uno personal-
mente —cuando se trata de explorar cada historia singular- pero,
de igual manera, corresponde a cada uno colectivamente; cada
historia no es más que la expresión individualizada de una histo-
ria común, de la Historia.
El espacio del seminario crea una estructura de participación
donde cada integrante está invitado para comenzar desde su
experiencia individual, para comprender los mecanismos colec-
tivos. Es una búsqueda a la vez personal y teórica que es llevada
en común. El rol de los animadores es crear las condiciones
para que este proceso sea posible. Cuando está engranado y
cada uno participa. Las herramientas de análisis y los soportes
de investigación serán construidos paulatinamente (en función
de las direcciones de investigación que se despejen).

DETERMINISMO Y LIBERTAD
La dinámica del grupo tiene otro efecto importante dentro del
trabajo que se realiza sobre la historia.
Este permite escapar un obstáculo frecuentemente encontra-
do: la ilusión de omnipotencia cuya otra cara puede ser la ilusión
del determinismo absoluto. Uno de los reproches que se pue-
den hacer al psicologismo es buscar el motor de la historia de un
individuo en su personalidad, postulando una «naturaleza huma-
na» cuya libertad encontraría su desarrollo en su capacidad de
realizarse independientemente de toda contingencia biológica,
histórica o social. Esta visión se arraiga profundamente en el
fantasma de omnipotencia que marca por siempre, nuestra exis-

57
tencia determinada por una visión narcisista del mundo. El he-
cho de ver esta aproximación en construcción con los otros per-
mite entonces relativizarla por sí mismo.
La introducción de una lectura más sociológica de los desti-
nos individuales provoca la reducción de la causa de esta ilusión
y desemboca sobre una fase depresiva: «Me doy cuenta hasta
qué punto soy prisionero de mi historia, cuánto estoy inscrito
dentro de la reproducción. Hasta el presente creía, tener un
dominio sobre mi destino, ser actor, entonces tomo conciencia
que no soy mas que un «actuado»». Aquí la toma de conciencia
de la existencia de determinismos desemboca sobre el senti-
miento de que todo no es más que reproducción, que el indivi-
duo no es más que el producto de su historia y de sus condicio-
nes concretas de existencia, que su deseo de ser el sujeto no
puede tener mas que una satisfacción fantasmática, sin relación
con una realidad en la cual todo se produciría excluyendo la
problemática del sujeto.
El trabajo consiste entonces en aceptar la contradicción como
un nudo de su practica existencial, de salir de la ilusión del sujeto
libre que pretende, con un trabajo personal, encontrar el medio
de arreglar todos sus problemas, pero de salir igualmente de la
ilusión que la salvación podría venir de un cambio socio-econó-
mico cuya transformación produciría inevitablemente una desti-
nación menos problemática. El hecho de analizar de qué manera
el individuo está programado por su historia no cambia esta his-
toria. Por el contrario, eso cambia su relación a la historia. Con-
siderando las dimensiones sociológicas e históricas de los desti-
nos personales, del suyo pero además igualmente de los otros,
cada uno puede comprender cómo los diferentes factores han
sido aplicados por él, cómo contribuyeron a posicionarle en el
mito familiar y a situarle en las relaciones sociales, lo que modi-
fica profundamente su relación con esta « situación » y le permi-
te comprender concretamente que lo realizado, no es más que
una de las formas de lo realizable.
58
TERAPIA - FORMACIÓN
La mayor parte de los ejercicios que proponemos se basan en
un trabajo de ubicación: ¿en dónde estoy en el deseo de mis
padres?, ¿en donde me encuentro en el mito familiar? ¿En dón-
de me ubico en las diferentes corrientes ideológicas?, ¿En don-
de estoy en la estructura social?, ¿En donde estoy en la histo-
ria?....
Esta búsqueda de precisión concreta, de las posiciones de
cada uno, permite poner en evidencia a la vez, la identidad y la
diversidad de las situaciones estableciendo las fijaciones y las
generalidades representativas abstractas en las cuales el indivi-
duo tiene tendencia a encerrarse y a protegerse. Percibiendo
así, que él está ahí y allá, y que en cada una de estas posiciones
el individuo está a la vez en esto y aquello. En este sentido, se
trata de un trabajo sobre las contradicciones.
Aquí es en donde se presenta uno de los límites de este traba-
jo: para emprenderlo es necesario que el individuo mismo se
enfrente a una posición contradictoria, lo cual no siempre es el
caso. Muchas de las personas emprenden un trabajo terapéuti-
co porque no pueden soportar la contradicción. Se encuentran
tensadas dentro del deseo de comprender eso que pasa «en
Mí» a partir de sus emociones, de su sufrimiento actual, del aquí
y ahora de sus vidas cotidianas. La necesidad inmediata es des-
cargarse de ese peso del cual se sienten prisioneras, de ese pa-
sado que les envenena. La idea de que el Yo es el producto de
una historia no es entonces aceptable porque el rechazo de la
historia no puede acarrear un rechazo del Yo en un momento
donde este Yo es el solo punto de fijación en la realidad, el solo
medio de acción para comprender eso que se es. Es entonces
una cuestión de sobrevivencia para el individuo de situarse «en
Sí» antes de posicionarse en la historia y en las relaciones socia-
les. Es necesario que el individuo tenga el sentimiento de un mí-
nimo de autonomía del Yo para que acepte ver en qué es el

59
producto de factores socio-históricos y que pueda instaurarse
una dialéctica entre la individualidad y la realidad exterior.

Si bien nuestro trabajo provoca reorganizaciones importan-


tes con los participantes en su forma de situarse, no tiene inten-
ción terapéutica en el sentido de que no pretende aportar solu-
ción para quienes su malestar es insoportable. Se trata más de
un trabajo de formación personal que incrementa la función de
la historicidad de los individuos, es decir su capacidad de inter-
venir lúcidamente sobre su propia historia.

Traducción: Susana Rodríguez M.

60
CAPÍTULO III

HISTORIA E HISTORICIDAD
Vincent de Gaulejac

«El hombre no tiene naturaleza, lo que tiene es... historia»


Ortega y Gasset

«Lo importante no es lo que se ha hecho del hombre, sino


lo que él ha hecho de lo que se ha hecho de él».
J. P. Sartre

La neurosis de clase especifica un conflicto que emerge de la


articulación entre la historia personal, la historia familiar y la his-
toria social de un individuo. Son las correspondencias entre es-
tos tres registros las que permiten comprender la génesis y el
desarrollo de esta configuración neurótica, los fenómenos de
poder entre las clases sociales atraviesan las familias, las rela-
ciones de pareja, las relaciones padres-hijos contribuyendo así
a formar la identidad de éstos últimos. Para analizar los proce-
sos que funcionan en esta transmisión, es necesario que com-
prendamos en qué medida la historia actúa en la producción de
un individuo, cuáles son las mediaciones por las que se pasa de
la historia social a la historia personal, cómo las contradicciones
sociales pueden producir conflictos psicológicos.
Considerar al individuo como producto de la historia cuestio-
na el egocentrismo innato del hombre. Cada uno inicialmente
tiende a considerar que la historia comienza a partir del momen-
to en que se toma conciencia de su propia existencia. Aceptar
61
considerarse como un simple elemento que tiene sus raíces en el
pasado y continúa más allá de sí mismo, sacude la percepción
de la conciencia y más aún de los deseos de omnipotencia del
inconsciente. Salir del etnocentrismo requiere de «un trabajo»
de renuncia a la omnipotencia y de aceptar el carácter contin-
gente y pasajero de la existencia.
«Mi familia, mis orígenes familiares por los cuáles yo no me
preocupaba gran cosa hasta entonces, ahora me interesan cada
vez más.
Había ciertamente un fondo de hostilidad en la convicción
orgullosa de que yo era entre los míos un fenómeno único, inex-
plicable, imprevisible. Ese medio social dónde había sido total-
mente incomprendido se alejaba mi, sus miembros cayendo unos
después de los otros, mi aversión cede, y estoy cada vez más
dispuesto a reconocerme como su producto»26.
La sucesión de generaciones inscribe sus efectos en cada uno
de los miembros de una familia, así cada uno está ligado a los
otros por una serie de lazos económicos, ideológicos, afectivos
que operan en gran medida de manera inconsciente. Es ahí que
es necesario comprender «el apego» a la vez como un fenóme-
no afectivo y limitante. El individuo está limitado por esos lazos
que coartan su libertad de movimiento, pero esos lazos también
son relaciones que insertan al individuo en una red relacional
que implica el tejido familiar y social. La configuración de un
árbol genealógico evidencia cómo el individuo es el producto de
alianzas sucesivas que se amplían a medida que se profundiza en
la historia familiar, en una progresión geométrica que se pierde
al fin de 3 ó 4 generaciones en una alargada red. Como una
matruska, la historia individual está insertada en una historia
familiar y está en una historia social. Cada uno se inserta en ésta
red que sitúa su lugar, su identidad. En ese sentido el hombre es
historia.
26
M. Tournier. «Les Meteores», Paris Gallimard, 1975

62
Esta fórmula debe ser comprendida en varios planos:
- El individuo es producido por la historia. Su identidad se
construye por una parte a través de eventos personales que ha
vivido y forman la trama de su biografía, historia singular y única
y por otra parte por elementos comunes a su familia, su medio,
su clase de pertenencia que lo posicionan como ser socio-histó-
rico.
- El individuo es un actor de la historia. Si el individuo puede
ser considerado como un producto de la historia, es igualmente
productor. Es portador de historicidad, es decir de la capacidad
de intervenir sobre su propia historia, función que lo sitúa en
tanto sujeto en un movimiento dialéctico entre lo que es y en lo
que se convierte: el individuo es el producto de una historia
en donde busca convertirse en sujeto.
- El individuo es productor de historias: a través de su activi-
dad fantasmática, su memoria, su palabra y sus escritos, el hom-
bre opera una reconstrucción de su pasado, como si quisiera a
falta de poder controlar su curso, al menos comprender el sen-
tido.
Estas diferentes dimensiones de la historia son particularmen-
te visibles en los individuos cuya trayectoria está marcada por
rupturas tanto culturales como sociales. Es el caso de Zahoua
cuya identidad está atravesada por los conflictos entre la cultura
argelina y la cultura francesa.
Es igualmente el caso de François, quién procedente del mundo
obrero, se casa con una mujer de la gran burguesía.

EL EJEMPLO DE ZAHOUA
Este ejemplo ha sido tomado de un artículo de Abdelmalek
Sayad27 sobre la situación de los inmigrantes en Francia.

27
A. Sayad «Les enfants illégitimes». Actes de la recherche en Sciences Sociales. 1ère partie n° 25, 2
ème Partie n°26.

63
A partir de una entrevista con una joven estudiante argelina
llamado Zahoua, en la que ella traza la historia de la emigración
de su familia y, más allá de ésta experiencia inmediata, la historia
de las relaciones entre las sociedades francesa y argelina, A.
Sayad muestra los lazos entre el conjunto de contradicciones
de que la emigración es portadora y los conflictos psicológi-
cos que suscita: «Esos conflictos, habitualmente descritos en
términos psicológicos, son considerados aquí, en su verdadera
dimensión sociológica: al mismo tiempo que son enunciados, son
enunciadas las condiciones sociales de su génesis».
Es así como Zahoua describe la «fractura que divide a su
familia entre los que nacieron en Argelia y los que nacieron en
Francia», así como el drama de su padre quién interroga a sus
hijos en los cuáles él no se reconoce: «¡No sabemos lo que
ustedes son!... ¿de dónde vienen, de dónde nos vienen? (en
árabe en la entrevista). ¿De dónde son ustedes... de aquí (de
Francia) o de allá (de Argelia)? Él expresa así que hay un pro-
blema de «reconocimiento» entre padres e hijos, una contra-
dicción entre un proyecto parental apoyado en la cultura argeli-
na y las nuevas condiciones de existencia que llevan a los hijos a
realizar otros proyectos. «No hay, en nuestros proyectos, de-
signios que se lleven a cabo», constata el padre de Zahoua.
Es así como él educa a su hija mayor bajo la perspectiva de
que llegue a ser buena esposa y buena madre y entonces descu-
bre que su matrimonio no funcionó y que ella va a tener que
trabajar sin ninguna calificación; es entonces como decide casar
a sus dos hijos relativamente jóvenes con mujeres que hace ve-
nir de Argelia, a fin de mantener la tradición y la autoridad sobre
ellos y se da cuenta de que en cuánto se casan, los hijos, hijo y
nuera se liberan uno del otro. Queriendo transmitir a sus hijos el
modelo argelino en el cuál él se reconoce, se da cuenta de que
ha engendrado «extranjeros» que no comprende, hijos que se
refieren a un modelo francés, hijos que quiere y rechaza a la vez.

64
Los emigrantes están escindidos entre dos culturas, dos tra-
diciones, dos lenguas, dos países diferentes. Los padres han
interiorizado las costumbres de un país pero viven en otro, los
hijos han interiorizado las costumbres de ese otro país y los pa-
dres les piden que se conformen al modelo del país de origen.
Todo joven magrebí nacido en Francia o traído desde pe-
queño está sometido a una serie de conminaciones paradójicas
que podemos resumir así:28
- Llega a ser un hombre o una mujer responsable en la socie-
dad dónde vives...
- Debes permanecer fiel a las tradiciones de tus ancestros, de
tu país...
«Aprisionado entre una modernidad compleja y una tradición
lejana e inaccesible, todo joven inmigrante se encuentra con-
frontado a un problema...» Él es una especie de heredero de la
ruptura que han vivido profundamente sus padres». La con-
frontación a un doble sistema de referencia, en dónde los ele-
mentos son opuestos, ocasiona en el emigrante una especie de
confusión ideológica, una culpabilidad latente (los temas de la
traición y de la negación regresan frecuentemente), un malestar
consigo mismo, con el país que lo acoge y con su país de origen.
«Si los emigrantes... dan la impresión de que no saben a qué
asirse, ni dónde poner la cabeza, es seguramente porque de la
misma manera que los colonizadores, ellos llevan en sí mismos
el producto de su historia, un sistema de referencia doble y con-
tradictorio. Habiendo interiorizado antes de su emigración dos
morales contradictorias, cotidianamente indiscutibles por su ex-
periencia de emigración, ellos no tienen más remedio que entre-
chocar con relación a todas las cosas desde puntos de vista
contradictorios».29

28
Magrébi: Dicese de las personas nacidas en el Magreb, región cultural del Noroeste de Africa Sahariana,
que comprende Marruecos, Argelia y Túnez. (Nota de Susana Rodríguez M.).
29
Hanifi, M. 1982. Tesis de maestría en Ciencias Humanas Clínicas, París. (M. Hanafi es como Zahoua
una inmigrada argelina de segunda generación.

65
Podemos hacer un paralelo entre ese doble movimiento con-
tradictorio, diacrónico y sincrónico, que atraviesa la coloniza-
ción-emigración, y la situación de los hijos de los campesinos o
de los proletarios, que son confrontados a un ascenso social
importante: como la colonización, las contradicciones sociales
producen en ellos conflictos de idealidad y de aculturación. Así
una situación social producida por la historia, compartida colec-
tivamente por un grupo de individuos, va a estructurar su viven-
cia psicológica, provocando en ellos algunas de las neurosis in-
dividuales. En la medida en que uno lleva en si mismo la historia
de su grupo de pertenencia, uno está atravesado por las contra-
dicciones que caracterizan la historia de ese grupo. La génesis
social de ciertos conflictos psicológicos requiere de una com-
prensión de los mecanismos sociales que estructuran la exis-
tencia individual no solamente del interior o «en sí», sino
también del exterior. No se puede comprender su situación
propia más que haciendo referencia a la situación de aquellos
con los cuáles se comparte la condición.
A. Sayad muestra que Zahoua no puede comprender su pro-
pia condición sin comprender la situación de los otros: el análisis
de lo que ella vive, de lo que vive su padre, su madre y cada
miembro de la familia es indisociable del análisis de las condi-
ciones sociales de eso vivido. Más allá de las «miserias» que
sobrellevan su padre y su madre, es comprendiendo el origen
social de esas miserias que Zahoua llega a comprenderlos y lue-
go a comprenderse:
B. «El auto-análisis se convierte en un verdadero socio-aná-
lisis». Es a través de éste último que Zahoua debe, entre otras
cosas, de haber llegado a la comprensión de su situación y de su
propia experiencia... a restaurar la integridad de una identidad
que el conflicto de la emigración ha dislocado: ella llega a liberar
(al menos parcialmente) contradicciones múltiples impuestas por
ese doble sistema de referencia del cuál no puede salir».

66
Frente a ese «Doble-bind» social que sitúa a Zahoua en una
situación paradójica, el análisis de la génesis social de sus con-
flictos personales e interpersonales le permite acceder a un nivel
de meta-comunicación, único medio para salir de esa doble pre-
sión. Nombrar las cosas como son, desarmar los mecanismos
que producen esos dobles lazos, comprender la cadena que
va de la historia de la colonización a la emigración, de la
emigración a la historia de su familia y de ésta historia a la
construcción de su identidad», es el medio para Zahoua de
desarrollar su función de historicidad, es decir, su capacidad
para analizar y comprender los elementos que la constituyen como
sujeto histórico.

UN EJEMPLO DE NEUROSIS DE CLASE


Otro ejemplo permite ilustrar de qué manera las contradiccio-
nes sociales (en este ejemplo los antagonismos de clase) vienen
a reflejarse en un conflicto psicológico para provocar una neu-
rosis de clase.
François es un ingeniero que encontramos durante un mo-
mento de su vida en que se encontraba preparando un Doctora-
do del 3º ciclo de economía. Estudiante brillante pero reserva-
do, o casi inhibido, parece ser un joven ejecutivo de 28 años
con buenas relaciones interpersonales. Sin embargo su manera
de ser y sus intervenciones expresan una violencia contenida y
una rebeldía profunda. Él cuenta su historia a partir de un dibujo
sobre el tema «la historia de mi vida».
François es el hijo de un obrero, militante activo en el Partido
Comunista y en la C.G.T. durante 40 años. Por una parte su
padre le ha inculcado «el odio hacia los financieros y los burgue-
ses incapaces», y por otra «la admiración por las personas inte-
ligentes que llegan al poder», en particular los que han estudiado
en el Politécnico. El padre desea que su hijo concluya
exitosamente sus estudios para mostrar su inteligencia y que lle-

67
gue al poder, sin embargo, al mismo tiempo combate a los bur-
gueses que ocupan ese poder.
François vive ese doble mensaje como una contradicción
irreducible, que se traducirá en una escolaridad a la vez brillante
y difícil: es bueno en matemáticas pero no es nunca el primero.
Sin embargo detesta esta materia que lo obliga a entrar en un
marco lógico cerrado, rígido, en un «orden establecido». Por el
contrario, le gusta el francés, materia en la que su desempeño es
regular. Incapaz de concentrarse en un tema, comienza una fra-
se que asocia a otra dejando fluir su pensamiento, lo que vuelve
su conversación desordenada e incomprensible, traduciéndose
todo esto en las evaluaciones en una nota del profesor «fuera de
tema». Eso no le impide sin embargo pasar sus exámenes y pre-
parar su entrada al Politécnico dónde fracasa.30 Simultáneamente
entra al Partido Comunista.
Como él mismo lo dice, va a «entrar al Politécnico a través de
su suegro». En efecto, desposa a Isabelle, una muchacha de la
clase burguesa (departamento de 16 habitaciones en un barrio
burgués de Paris, casa de campo cerca de París, casa en la
Costa Azul, casa de los abuelos en Deauville, puesto importante
de su suegro que es egresado del Politécnico, etc.). No sólo los
padres de François están satisfechos con este matrimonio, sino
que desean que su nieto, hijo de Isabelle y de François sea edu-
cado por la familia política a fin de que le den «una buena edu-
cación».
François resiente muy dolorosamente ésta posición de sus
padres. Al no poder proponerle a su mujer «vivir en un condo-
minio de interés social» acepta y sufre sin decir nada, pero sin-
tiéndose mal, «el encadenamiento del departamento en París,
los fines de semana en el campo, las vacaciones con la familia de

30
N. de T. El Politécnico en Francia es una escuela Superior que forma a las élites intelectuales y
económicas. El ingreso a esta escuela es particularmente difícil y las personas que entran y son formados
en esa escuela gozan de un gran prestigio.

68
su mujer.». Él reprocha a su padre el haber aceptado y favore-
cido esa situación, no sólo porque no se opuso, sino por haberlo
felicitado: «Bravo hijo, lo has logrado», sin ver la contradicción
en la que éste se encontraba atrapado. A partir de éstos elemen-
tos, se desprende un escenario socio-psicológico que produce
una situación de tipo neurótico.
Al inicio, una familia de clase obrera investida del deseo de
cambiar el orden social a través de la lucha de clases, deseando
para sus hijos otro lugar en ese orden. Para realizar las aspira-
ciones paternas, François debe ingresar al Politécnico para de-
mostrar que los obreros son tan inteligentes como los burgue-
ses, pero al hacerlo, él mismo se convierte en un burgués y se
pasa al lado de éstos, quiénes son responsables de la «vida de
perro» que han llevado sus padres. Para satisfacer el deseo pa-
terno, para ser amado, él debe convertirse en lo que sus padres
le enseñaron a detestar.
Encontramos aquí una explicación de la trayectoria escolar
de François; es bueno en matemáticas a pesar de que no le
gustan, pues considera que éstas están del lado del orden. Sin
embargo, no es nunca el primero en ésta materia. Es malo en
francés a pesar de que le gusta la materia, pues se ubica siempre
«fuera de tema», es decir fuera de ese «orden». Podemos pen-
sar que esto se traduce en su conflicto con la autoridad y el
orden establecido que determina lo que está «dentro de tema» o
«fuera de tema»: estar fuera de tema, es una forma de estar
desplazado de su lugar.
François intenta así demostrar su capacidad de ser inteligente
y de tener éxito, conservando una libertad de pensamiento y de
expresión que no se deja reducir al marco fijado por el orden
establecido. Tiene éxito en lo que no le gusta, mientras que no lo
tiene en lo que le gusta, único medio de responder a un proyecto
paternal también contradictorio. Es el mismo camino que lo lle-
vará, después de haber fracasado en el examen de ingreso al

69
Politécnico, a casarse con la hija de un egresado del Politécnico
que pertenece a la gran burguesía y a ingresar al Partido Comu-
nista. El punto esencial que «encierra (bloquea)» de alguna ma-
nera la red de contradicciones en las que François va a encon-
trarse encerrado y luego el discurso paterno: «Bravo hijo, lo has
logrado». Felicitaciones que no se dirigen al militante comunista,
sino al hijo que ha cambiado de clase social.
Para el padre, se trata del orgullo de ver a su hijo ascender en
la escala social. Para François se trata de un doble fracaso: fra-
caso por no haber podido tener éxito por sí mismo en ese pasa-
je sino solamente a través de su matrimonio, lo que lo vuelve
dependiente de su familia política; fracaso por haberse pasado
del lado de un orden que él desearía cambiar radicalmente, re-
vocar. Las felicitaciones vienen a reforzar su culpabilidad ligada
a la renuncia de sus orígenes, puesto que el cambio de clase,
que parece satisfacer a sus padres, fue vivido por François como
una traición. Lo insoportable para François es ver a sus padres
aceptar y regocijarse por el hecho de que su hijo se haya casa-
do por la iglesia y que su nieto está siendo educado
«burguesmente», al grado de retirarse para no estropear el as-
censo de su hijo. Él es incitado así a reprochar a su padre por
aprobar e incluso por reproducir el orden social, mientras que le
enseñó a vivir la lucha de clases. Reproche que François no
puede expresar puesto que ahora se ha convertido en un bur-
gués y su padre sigue siendo un obrero. Él necesita reprimir esta
cólera contra su padre quien no sólo lo abandona, sino que re-
nuncia a la lucha aceptando la invalidación de su clase social. La
inscripción al Partido Comunista será un intento de reparación
pasajero, puesto que François lo dejará rápidamente para su-
mergirse en un silencio hostil alimentado por la lectura de
Nietzsche.
A partir de ese momento, François se siente impotente, des-
poseído de una parte de sí mismo, incapaz de reaccionar, él no

70
puede pedirle a su mujer que vivan en una en un condominio de
interés social, entonces acepta vivir en el departamento regala-
do por su familia política. Se deja llevar por los compromisos de
la vida burguesa que sin embargo detesta. Admite la renuncia de
sus padres a participar en la educación de su hijo y acepta que
éste sea «ayudado» y beneficiado por las «facilidades burgue-
sas» que él no tuvo. Lo único que François puede hacer es ex-
presar su cólera el día que sus suegros traen a su hijo de la
peluquería, presentándole la imagen de un niño «bien peinado»,
es decir la imagen de eso en lo que él se está convirtiendo: un
hijo de la buena burguesía quién, al menos, tendrá éxito para
hacer una carrera politécnica.
François no pudo encontrar el equilibrio entre lo que él es
como hijo de obrero y lo que ha llegado a ser como padre de un
«pequeño burgués» destinado a ser un heredero de la gran bur-
guesía. François está (dividido, lastimado, desgarrado) en su
interior por este conflicto que es la traducción a nivel psicológi-
co de las relaciones de dominación entre dos clases. La culpa-
bilidad que deriva de esto no se reduce a su dimensión edípica.
Si la relación con su padre es uno de los elementos esenciales
del escenario que presenta François, esta relación está susten-
tada por el antagonismo entre la clase obrera y la burguesa.
Dicho antagonismo lleva a los padres obreros a desear para su
clase un vuelco del orden establecido y para sus hijos un ascen-
so, a fin de que ellos pasen «del otro lado». Sus hijos son atraí-
dos entre ésta aspiración colectiva de su clase de pertenencia y
la aspiración individual del éxito social: el éxito individual los
confronta a una ruptura de solidaridad con relación a sus oríge-
nes sociales. Ruptura tanto más importante que se traduce en
diferentes niveles: el pasaje de la clase obrera a la clase burgue-
sa necesita de la adquisición de hábitos nuevos, de un nuevo
lenguaje, de prácticas que introduzcan una distancia entre las
maneras de hacer y de ser de los padres y de los hijos.

71
Esta distancia social genera una distancia afectiva. Los pa-
dres tienen el sentimiento de estar frente a un extraño que no
comprenden más; los hijos se sienten a la vez endeudados por el
esfuerzo que sus padres han hecho para asegurar su éxito y al
mismo tiempo no saben cómo compartir los frutos. Situación
propicia a los malos entendidos, a la humillación y a la culpabi-
lidad, que vuelve difícil la comunicación y favorece el distancia-
miento afectivo. Para François, el hecho de que su padre acepte
y favorezca este distanciamiento es a la vez una prueba de amor,
puesto que es la condición para permitir su éxito, y una traición
de los ideales y de los valores de los cuáles es portador. El amor
encubriendo la traición, François no puede reprochar una sin
reconocer el otro. Él no puede sino sentirse culpable de respon-
der colérico al amor así prodigado. Se refugia en el silencio,
admite la distancia con su familia de origen.

EL INDIVIDUO PRODUCIDO POR LA HISTORIA


Los ejemplos de Zahoua y de François ilustran la hipótesis se-
gún la cual el individuo es «producido» por la historia. Nos ayu-
dan a comprender cómo la historia personal está marcada por
los conflictos de la historia familiar que a su vez está atravesada
por las contradicciones de la historia social: la historia de la co-
lonización y de la inmigración argelina para Zahoua, la historia
de las relaciones entre la burguesía y la clase obrera para
François.
Las contradicciones a las cuáles se confrontan cada uno de
ellos no tienen que ver con una estructura psicótica de sus res-
pectivos padres. Los conflictos a los que deben hacer frente no
son solamente psicológicos, puesto que están ligados a las con-
tradicciones que caracterizan la historia de sus grupos de perte-
nencia y del campo social en el que se apoya su identidad. Su
«psicología» es por una parte el resultado de un proceso histó-
rico, que ha producido la situación social a la que han sido con-

72
frontados. En ese sentido la historia es «actuante, activa» en la
medida que condiciona los comportamientos, las maneras de
ser, las actitudes y la personalidad de los diferentes miembros
de una familia. Comprender de qué manera esta historia es «ac-
tuante, activa» vuelve necesario el análisis de la génesis social de
los conflictos psicológicos, es decir de los mecanismos sociales
que estructuran la existencia individual, no sólo del interior o «en
sí», sino también del exterior, ya que las situaciones de Zahoua o
de François no pueden ser comprendidas sino en referencia a su
modo de inserción social.
El psicoanálisis aborda el problema mostrando la permanen-
cia del pasado en el inconsciente. Para el inconsciente, la histo-
ria se actualiza constantemente. Es el sentido de la expresión «el
inconsciente no tiene historia», el que sitúa el funcionamiento
psíquico en el registro de la condensación y del desplazamiento:
en el orden psíquico la reversibilidad es posible.
Los eventos lejanos «resurgen» del inconsciente bajo la for-
ma de emociones, afectos, sentimientos, deseos. Freud nos
muestra que el pasado se perpetúa en la vida psíquica: «Nada
en la vida psíquica puede perderse, nada desaparece de lo que
se ha formado, todo se ha conservado de alguna manera y pue-
de reaparecer en ciertas circunstancias favorables...»31
Freud compara la construcción de la identidad con la cons-
trucción de una ciudad que se hace en etapas sucesivas, cada
una de ellas prefigura la siguiente que viene sin embargo a
recubrirla, y en la construcción de la identidad, el aparato psí-
quico mantiene «la supervivencia del estado primitivo junto al
estado transformado que ha derivado del anterior».
La identidad se forma a partir de identificaciones sucesivas, el
individuo conserva en sí mismo sus relaciones anteriores y en
primer lugar los lazos afectivos que estableció con sus padres,
quiénes a través de la imitación y la repetición, lo llevaron a
31
S. Freud, «Malaise dans la civilisation», PUF, 1971, p.11

73
constituirse para acceder al mundo del deseo. Sin embargo la
mayor parte de los trabajos de inspiración psicoanalítica sólo
toman en cuenta las cualidades psicológicas, aunque la identifi-
cación concierne también a los aspectos, a las propiedades
y a los atributos sociales de las personas que son objeto de
la identificación. Al tratar éste problema independientemente
del análisis de las relaciones sociales y de la posición social que
ocupan los individuos, se limita la influencia de la historia en la
constitución del aparato psíquico a la esfera de las relaciones
intra-familiares en una o dos generaciones. Se excluye entonces
el analizar en qué medida la historia de las relaciones sociales y
de la genealogía atraviesan al individuo, lo marcan, lo forman, lo
actúan...
Considerar estos fenómenos exclusivamente en cuanto a sus
efectos psíquicos conduce a tratar el aparato psíquico como
ligado solamente a la «personalidad» y entonces a hacer apare-
cer al Hombre como el motor de la historia cuando es solamen-
te uno de los engranajes. Se tiende así a reducir la incidencia del
pasado a las primeras relaciones infantiles y a autonomizar radi-
calmente la vida psíquica del campo social.
«Se ha establecido un consenso para hacer del niño con rela-
ción al hombre (adulto) y del niño en cada hombre, la clave de
su destino personal y el principio explicativo esencial de su his-
toria»32.
Este postulado enunciado por Castel sigue dominando en la
mayoría de las teorías psicológicas que se expresan en la clínica,
la pedagogía, la criminología, etc.... que consideran que las rela-
ciones anudadas en la infancia determinan el destino de un indi-
viduo y más aún cuando no han sido «satisfactorias». Si consi-
deramos que el destino de un individuo está determinado por la
historia, ésta no puede reducirse a la historia de las relaciones
afectivas entre el niño y los adultos que lo han rodeado en sus
32
R. Castel, «La gestion des risques», Gallimard, Ed. de Minuit, Paris, 1981.

74
primeros aprendizajes. Estas relaciones están sostenidas en una
serie de relaciones que las determinan. Son portadoras no sola-
mente de aspectos afectivos, sino también ideológicos, cultura-
les, sociales y económicos, cada uno de éstos niveles no puede
disociarse de los otros, en la medida en que es su interacción la
que produce la estructura de programación, el sistema de habitus,
el marco referencias sobre el cual el niño va a apoyar su propia
historia. Inclusive las aproximaciones psicológicas, que no nie-
gan el impacto de la historia social sobre los destinos personales
consideran que dicha historia es sólo un elemento externo que
no concierne directamente a la formación y al funcionamiento de
la psique, el yo «estando» de alguna manera posicionado en
mediación entre el interior, que interesa a la psicología, y el exte-
rior, que interesa a la sociología.
La oposición de las aproximaciones psicológicas y sociológi-
cas, en particular del psicoanálisis y del marxismo, las discusio-
nes sobre las relaciones entre individuo y sociedad, entre lo mental
y lo social conducen a imponer una concepción del hombre que
se debatiría entre dos escenas independientes: una escena «inte-
rior» en dónde se juegan los afectos, los fantasmas, las repre-
sentaciones, las emociones, los sentimientos, escena dónde el
individuo tiende a constituirse en sujeto; una escena «exterior»
en dónde se juega la lucha de clases, las relaciones económicas,
culturales y sociales de las que el individuo es el objeto: objeto
de la historia de las formaciones sociales, objeto de los sistemas
sociales, objeto moldeado por las condiciones concretas de
existencia que producen las relaciones sociales.
De hecho, la vida es una obra que se juega en una sola esce-
na. Si hay «otra escena», metafórica y simbólica, las «represen-
taciones» que ahí se juegan y la maquinaria que sirve de soporte
concreto a la puesta en escena son la expresión de la escena
existencial dónde se juegan las relaciones sociales. La «otra es-
cena» no es una escena aparte, que funciona independientemente
del campo social donde está apoyado. Comprender el peso de
75
la historia en sí mismo es comprender la articulación entre su
historia personal y la historia social en la que se inscribe.
Los testimonios de Zahoua y François, ponen el acento en la
dimensión socio-psicológica del peso de la historia. Es toda la
experiencia biográfica de un individuo la que marca su desarro-
llo, constituyéndolo como un ser psico-social-histórico.
W. Reich había retomado el problema cuando escribía que el
psicoanálisis permitía comprender de qué manera las pulsiones
sádicas de un individuo lo llevaban a convertirse en carnicero,
cirujano o detective, pero que era sobre todo «la posición eco-
nómica de un individuo la que lo haría sublimar su sadismo como
carnicero, como cirujano o como detective»33. Indicaba así que
toda pulsión «está» socializada de «cierta manera» y que los
destinos personales son el resultado de una combinación entre
los procesos psíquicos y los procesos sociales.
El individuo es al inicio un heredero. El empleo que ocupa, los
estudios que «elige», el cónyuge que desposa, el alquiler que
habita, el modo de vida que lo caracteriza, las ideologías que
defiende, etc. son el producto de su experiencia biográfica que
se inscribe en la «sucesión». Es en este sentido que la historia
permite comprender cómo cada uno de nosotros es llamado a
ocupar tal o cual posición social. Lo que llamamos el «desti-
no» no es sino la expresión de lo que nos ha sido destinado
por aquellos que nos precedieron.
Cuando D. Bertaux34 muestra que las familias de los funcio-
narios producen funcionarios, que las familias de capitalistas pro-
ducen capitalistas, las familias obreras producen obreros, las
familias de ejecutivos producen ejecutivos... o cuando C. Thelot35
muestra que las elecciones profesionales, conyugales, familiares
e ideológicas están determinadas por la descendencia, ellos ilus-

33
W. Reich «Matérialisme dialectique, matérialisme historique et psychanalyse» (1929) Editions La
Pensée Molle, 1970.
34
D. Bertaux, «Destins personnels et structure de classe», PUF., Paris 1979.
35
Thelot, «Tel père tel fils?», Dunod , Paris, 1982.

76
tran estadísticamente el impacto objetivo de la historia familiar
en las trayectorias de sus miembros.
Pierre Bourdieu permite comprender un aspecto esencial del
peso de la historia en la construcción de la identidad a partir de
la noción de incorporación de habitus: para explicar el com-
portamiento del individuo conviene entender que «la acción no
es una respuesta en dónde la clave estaría sólo en el estímulo
que la produce, sino que tiene por principio un sistema de dis-
posición, lo que yo llamo el habitus, que es el producto de toda
la experiencia biográfica».36
El habitus es el resultado de un conjunto de prácticas que se
han constituido a lo largo del tiempo, que han estado capitaliza-
das en función de su pertinencia, es decir de su capacidad de
aportar respuestas a las condiciones concretas de la existencia
en un momento dado, y que se transmiten de generación en ge-
neración. Son «una especie de programas históricamente cons-
tituidos» que le indican al individuo las maneras de ser y de com-
portarse en situaciones sociales. «La historia al ser incorporada
se expresa en habitus, producto de una adquisición histórica que
permite la apropiación de la adquisición histórica».
Cuando Bourdieu habla de incorporación de la historia, signi-
fica el trabajo de inculcación y de interiorización que hace que el
habitus forme parte integrante del individuo. Este proceso es en
gran parte inconsciente, en la medida en que las condiciones
sociales de producción de habitus son ocultadas, negadas, olvi-
dadas: los habitus incorporados son percibidos como naturales,
como algo innato, como una especie de «don del cielo» que se
despega de su origen concreto.
Este sistema de disposiciones se inscribe en el cuerpo, en el
psiquismo, en las maneras de hablar, de moverse, de caminar,
de investir el cuerpo... y caracteriza el conjunto de actitudes y
conductas del individuo.
36
P. Bourdieu, «Question de sociologie» , Ed. de Minuit, paris, 1980, p75.

77
Si el habitus es un programa auto-corregible, que puede ge-
nerar nuevas prácticas adaptadas a la vez al sistema de disposi-
ciones anteriores y a las nuevas condiciones de existencia, su
adaptabilidad está inscrita en sus condiciones de producción:
algunos medios generan habitus rígidos (medios conservadores
o «decadentes» que tienen dificultad de reproducir las condicio-
nes de su reproducción), en tanto que otros por el contrario
tienen una gran capacidad para producir habitus que van en «el
sentido de la historia». «Es una especie de máquina
transformadora que hace que nosotros «reproduzcamos» las
conductas sociales de nuestra propia producción»37
Esta aproximación permite trabajar otra dimensión de los pro-
cesos inconscientes que no es tocada por el psicoanálisis: el
conjunto de las condiciones sociales de producción de un
individuo.
En otras palabras, el inconsciente «no es mas que el olvido de
la historia que la historia misma produce realizando las estructu-
ras objetivas que engendra en sus quasi naturalezas que son los
habitus. Historia incorporada, hecha naturaleza, y por eso olvi-
dada en tanto que tal, el habitus es la presencia actuante de todo
el pasado del cual él es el producto»38.
Esta tesis es la continuación de lo que señalaba Durkheim
cuando escribía: «En cada uno de nosotros, siguiendo propor-
ciones variables, hay algo del hombre de ayer; es incluso el hom-
bre de ayer quien, por la fuerza de los hechos, está predominan-
temente en nosotros, puesto que el presente no es mucho com-
parado con el largo pasado en el curso del cual hemos sido
formados y del cual somos resultado. Solamente que a éste hom-
bre del pasado no lo sentimos, porque está arraigado en noso-
tros; forma parte inconsciente de nosotros mismos»39.

37
p. Bourdieu, op.cit. p. 134.
38
P. Bordieu, « Le sens pratique» Ed. de Minuit, Paris, 1980, p.94.
39
E. Durkheim, «L’évolution pédagogique en France» Alcan, Paris 1938 p. 16.

78
Podemos objetar a la tesis de Bourdieu el hecho de que pre-
senta un «hommo sociologicus» que aparece como un produc-
tor activo de clasificación y de maneras de ser adaptadas a la
posición ocupada en un orden: «los agentes sociales que el so-
ciólogo clasifica son productores no sólo de actos clasificables
sino también de actos de clasificación que son a sí mismos clasi-
ficados»40.
Estamos en un universo en dónde cada clase reproduce sus
esquemas de distinción y de oposición que se repiten y eternizan,
lo que conduce a desdialectizar, por una parte las relaciones
entre clases y, por otra, las relaciones entre los individuos y su
historia. Si la noción de habitus permite identificar de qué mane-
ra el peso de la historia incorporada es un factor de reproduc-
ción social produciendo costumbres y «personalidades» con-
formadas y adaptadas a los modelos culturales transmitidos por
cada grupo social, no se ven actuando los diferentes procesos
de mediación que, del individuo al grupo, de los grupos a las
clases y de las clases a la sociedad, construyen la dinámica so-
cial y permiten comprender la historia como un movimiento41.
P. Bourdieu propone una visión del individuo que es actuado
inconscientemente por maneras de ser y de pensar, reflejos de
su posición social. Los procesos psicológicos para él no serían
más que las correas de transmisión de los habitus. El trabajo de
las pulsiones y del deseo está determinado por el exterior a tra-
vés de un sistema de aspiraciones. Las cuestiones del sujeto, de
la conciencia y de la palabra son dejadas a los idealistas y
fenomenólogos. Las contradicciones intra-psíquicas son epi-fe-
nómenos que vienen a perturbar el trabajo de los sociólogos,
ocultando lo que determina las actitudes y la personalidad.

40
P. Bourdieu, «La distinction», Ed. de minuit, Paris 1979, p.544.
41
Para una critica en profundidad a la aproximación de P. Bourdieu, consultar el trabajo de B Lacascade:
La divine théorie ou critique de la sociologie de l’habitus en Marxisme et mode de vie: contributions
a une sociologie des pratiques. Tesis de Doctorado EPHESS., 1982.

79
Definiendo los habitus como estructura estructurante Bourdieu
reifica el trabajo de la historia. Si él muestra de qué manera el
pasado inscribe a cada individuo en la lógica de la reproducción
social, no permite dar cuenta del trabajo de reescritura que el
sujeto efectúa a fin de cambiar la manera en que la historia actúa
en él.
Esos límites de «la Bourdivina teoría» tal como dice
humorísticamente B. Lascade, no deben por eso encubrir el in-
terés de la noción de habitus que permite identificar el trabajo
de incorporación de la historia. El peso de la historia «tiende a
reducir lo posible a lo probable» (P. Bourdieu). Dicho trabajo
permite dar cuenta de un proceso sociológico que contribuye a
que los individuos formen sus comportamientos y actitudes so-
bre el porvenir probable, tal como se inscribe objetivamente en
el orden establecido, contribuyendo a su reproducción.
Esos procesos sociales son «actuantes» en el mismo sentido
en el que Freud hablaba de la transferencia: dominan todas las
relaciones de una persona con su entorno humano y actúan con
mucha más fuerza en la medida en que uno no se da cuenta de
su existencia. Que uno rechace o acepte su pasado, se nos pega
a la piel, es nuestra piel. Cuanto más el individuo tiende a ignorar
que es producto de una historia, más es prisionero de ella.
Esta discusión crítica de las tesis de S. Freud y de P. Bourdieu
permite poner en evidencia una diferencia radical del status de la
historia en el funcionamiento social y en el funcionamiento psí-
quico.
Para el sociólogo que analiza la permanencia de la historia en
el presente, la cronología es una referencia de base incuestiona-
ble. La anterioridad de un evento le confiere un status particular
en la medida en que el presente es el producto de la historia. Lo
contrario no es nunca cierto, salvo si se considera que el obser-
vador pueda analizar la historia en función del presente. En ese
sentido la historia es irreversible y lo que ha pasado es la forma
definitiva de lo real.
80
En el orden psíquico, esta ley de irreversibilidad está lejos de
ser simple: «el psiquismo humano es el único sistema que puede
desplazarse sobre el eje del tiempo en los dos sentidos; esta
total reversibilidad está en el corazón mismo de su existencia»42.
Es decir que desde un punto de vista psíquico, nada está to-
talmente adquirido, porque en el desarrollo de la persona, los
elementos de una estructura pueden ser modificados y reorgani-
zados en un estadio ulterior. A cada nivel de la evolución del
aparato psíquico, los elementos asociados en una estructura «son
reinterpretados, encontrando un nuevo sentido y sobre todo una
nueva función en la estructura siguiente». Esta singularidad del
funcionamiento psíquico es el fundamento de la capacidad del
hombre para cambiar, no la historia pasada, sino su relación con
ésta historia; es decir, la manera en la que ésta actúa en él y por
ese medio de desarrollar su función de historicidad.

DE LA HISTORIA A LA HISTORICIDAD
Si la historia inclina nuestros destinos, no los decide. Cuando
decimos que es actuante, no significa por ello que el individuo
no puede actuar más que de cierta manera. Identificar los
determinismos permite comprender «lo que es», la manera en
que las «elecciones» de un individuo están condicionadas por la
historia. Pero no se trata de encerrarse en una concepción
mecanicista, en el sentido que el devenir probable no es sino un
aspecto del devenir posible, lo «realizado» no es sino una de las
formas de lo «realizable». Señalar en qué medida la identidad
está determinada por la posición del individuo en la estructura
de clase o por la cadena de ADN que lo caracteriza no perturba
en nada su singularidad. Decir que el individuo es producido por
su historia, es también tomar en cuanta la singularidad en tanto
que cada historia es diferente, aunque se inscribe en una historia
común. Si la historia hace del hombre un individuo programado,
42
R.Perron, «Genèse de la personne», PUF. , Le Psychologue, Paris 1985, p.95.

81
éste conserva la capacidad de modificar dicha programación,
de operar una reescritura. Tomar conciencia de la manera en
que sus «elecciones» están condicionadas por la historia puede
llevar al individuo a modificarlas, comprendiendo en qué medi-
da él ha sido de alguna manera «obligado» a conducirse de tal
forma.

LA HISTORICIDAD INDIVIDUAL
Una de las especificidades de la especie humana, es la posibili-
dad que cada individuo tiene de actuar sobre sí mismo, de ope-
rar un trabajo sobre lo que él es, de auto constituirse en perso-
na, en sujeto. Ésta capacidad del individuo de tomar distancia
con relación a su historia, el trabajo que efectúa para modificar
el sentido, para intentar convertirse en sujeto, la posibilidad de
abandonar habitus no adecuados y adquirir otros constituye la
función de historicidad.
La historicidad es un concepto fenomenológico desarrollado
por Heidegger y Husserl. En «Sein und Zeit» Martin Heidegger
escribe: «Entonces la historia no quiere decir «el pasado», en el
sentido de lo que ha ocurrido, sino de lo que «adviene».
Lo que «tiene una historia» está en relación con un devenir...
lo que así «tiene una historia» puede al mismo tiempo «hacerse»
una historia»43
Esta concepción dinámica de la historia pone el acento en la
relación entre lo que ha pasado y lo que puede ocurrir. Es el
hecho «de tener» una historia lo que permite «hacer» una histo-
ria. Por el contrario, se puede constatar que de «lo que no tiene
historia» no puede hacerse una historia. Cuando se despoja to-
tal o parcialmente a un individuo de su historia, se le mutila de
una parte de sí mismo: no puede saber de dónde viene, no se le
permite saber «quien» es él. Existe un lazo estrecho entre la ca-

43
Citado por S. Lebovici, en Névrose infantile et névrose de transfert, 39ème Congrès de Psychanalystes
de Langue Française. PUF., Paris Juin 1979.

82
pacidad del individuo para integrar su historia y sus posibilida-
des de investir en el porvenir.
La experiencia clínica muestra que la historia debe ser com-
pletamente dada al niño para que él pueda constituirse como
sujeto. Se sabe que los niños de la asistencia pública, que han
sido abandonados y que no tiene el conocimiento de su historia,
es decir de la historia de la cual son el producto, tienen grandes
dificultades para posicionarse en un devenir44.
Esta incertidumbre respecto a sus orígenes se traduce en una
actividad fantasmática intensa que le permite construirse una his-
toria: es el sentido de la «novela familiar». Nos encontramos
frecuentemente entre personas que rechazaron su historia o que
tienen dudas de sus orígenes reales, que tienen dificultad de vivir
su propia historia de una manera que les satisfaga. Podemos
comprender que el hecho de no conocer lo que ha pasado impi-
de al individuo responder a la pregunta «¿QUIÉN SOY YO?»,
y en consecuencia puede desarrollar su función de historicidad.
«Algunos pacientes sufren de no tener historia. Pueden sin
duda alguna, en su biografía, distinguir la sucesión de eventos y
describir la manera en que se agrupan entre ellos, pero les falta
la experiencia y la representación de un proceso interiormen-
te coherente de su ser y de su devenir que sea función de un
continuo personal... «Tener una historia», o «vivir una historia»
presupone lo vivido y la realización de la coherencia del devenir.
Así mismo tomar conciencia de su propio bienestar en el tiempo
puede permitir al sujeto percibir la historicidad de su existencia
e incitarlo a un esfuerzo siempre renovado para dar cuenta de su
propia historia e interpretarla.»45.
La historicidad designa la capacidad de un individuo de inte-
grar su historia pero también de integrar la Historia con el fin de:

44
M. Bonnetti, J.Fraisse, V. de Gaulejac, «De l’assistance publique aux assistantes maternelles» Les
cahiers de Germinal, Paris 1980.
45
L. Schacht, «Découverte de l’historicité» en Nouvelle Revue de Psychanalyse n°15 Primavera 77
p. 68 El subrayado es nuestro.

83
- Por una parte de comprenderla e identificarla, lo que puede
conducirlo a nocer y a modificar la manera en que ésta historia
es actuante en él;
- Por otra parte, de tener estrategias sociales pertinentes con
relación a la evolución de la sociedad, al trabajo de adaptación
a los cambios culturales y socioeconómicos.
La aproximación del psicoanálisis existencial de J. P. Sartre
no está muy alejada de nuestras declaraciones, cuándo él habla
del sujeto que se «historializa», es decir que opera un cambio
en su relación en el mundo para «constituirse como un sí mis-
mo»46. Él retoma igualmente la aproximación fenomenológica
(Husserl, Heidegger), que considera al individuo como una
intencionalidad abierta o una temporalidad que se
temporaliza como porvenir. Es esta característica «abierta» la
que explica la dialéctica de la historicidad entre «Nos converti-
mos en lo que somos» y «somos eso en lo que nos converti-
mos». En consecuencia, «no tenemos una significación asigna-
ble de una vez por siempre, sino significaciones en curso, y es
porque nuestro porvenir es relativamente indeterminado, por-
que nuestro comportamiento es relativamente imprevisible por
el psicólogo, por lo que somos libres»47.
El hombre no está solamente en la historia, él mismo es porta-
dor de la historia de la cual busca la significación. «Hay historia
porque los hombres están juntos, no como subjetividades
moleculares y «cerradas» que se suman, sino por el contrario
como seres proyectados hacia el prójimo como hacia el instru-
mento de su propia verdad. Hay pues un sentido de la historia
que es el sentido que los hombres viviendo dan a su historia».48
Es ese movimiento de la historicidad el que permite explicar
por qué bajo las mismas condiciones objetivas de existencia vie-

46
J. P. Sartre, «L’être et le néant» Essai d’ontologie phénoménologique, Gallimard, collection TEL,
Paris 1979, p.623
47
J.F. Lyotard, «La phénomenologie», Que sais-je? PUF., Paris, 1961, p.100
48
J.F. Lyotard, op.cit. pp 118/119

84
nen a incorporarse tomas de conciencia variables, lo que J. P.
Sartre nombraba la posibilidad de un «desprendimiento». La
historia no tiene un sentido sino varios sentidos. El sentido de
una historia es a la vez objetivo y subjetivo, es decir necesario y
contingente.

LA HISTORICIDAD COLECTIVA
La comprensión de la relación que cada individuo mantiene con
su propia historia necesita de un análisis del sistema social en el
cual se encuentra y del lugar que ahí ocupa. El individuo se en-
cuentra siempre dentro de un campo de determinaciones socia-
les que condicionan sus conductas y representaciones y que lo
constituyen como sujeto histórico-social. Hay pues una corres-
pondencia estrecha entre la historicidad individual, por lo cual el
individuo tiende a constituirse como sujeto de su historia perso-
nal, y la historicidad colectiva, es decir los procesos por los
cuáles una sociedad efectúa un trabajo sobre ella misma a fin de
dominar sus propias trasformaciones.
A. Touraine nombra historicidad a la acción que «la sociedad
ejerce sobre sí misma por la inversión, el conocimiento y la re-
presentación que ésta se forma de la creatividad»49. Es ésta ac-
ción continua la que permite explicar que las sociedades tengan
una historia, en la medida que los modelos culturales que ésta
produce comparten una interpretación del devenir: «la distancia
entre la producción de la sociedad y su reproducción «rompe»
la pura sincronía, da un sentido en el tiempo, obliga a distinguir
hoy y mañana».50La transformación de la sociedad por sí misma
es una acción, un trabajo que se desarrolla en un «juego» entre
la reproducción y la producción, entre el orden y el movimiento,
entre los límites que la sociedad asigna a través de su modelo
cultural, su tipo de acumulación, sus modelos de conocimiento,

49
A. Touraine, «Pour la sociologie», Seuil Collection Points, Paris, 1974, p.37.
50
A. Touraine, «Pour la sociologie. Op. Cit. p. 37.

85
y las rupturas que ésta produce por sus desequilibrios internos:
«toda sociedad está dominada por la unión y la tensión de su
ser... El sistema de acción histórico... (es) el drama que ella jue-
ga consigo misma a partir del hecho que la capacidad simbólica
del hombre le permite actuar sobre sí, trabajar sobre su trabajo
y sobre su ser».51
B. Vemos aquí aparecer el lazo entre la historicidad como
concepto sociológico que designa el conjunto de procesos por
los cuáles una sociedad produce su historia y como concepto
psicológico que da cuenta de la capacidad del hombre de pro-
ducir mediaciones simbólicas en su relación con él mismo y con
el mundo.
El pasaje de un nivel individual a un nivel colectivo permite
introducir un elemento esencial de la dinámica social que condi-
ciona la historicidad individual: « Esta distancia de sí a sí y ésta
influencia de sí sobre sí no pueden estar separadas de una visión
de la sociedad en clases. La sociedad como comunidad no puede
manejar este desgarramiento, y ésta influencia no es del todo
sobre sí misma. De dónde la oposición entre una clase dirigente
que maneja la historicidad, pero también que se la apropia, y
una clase popular que se defiende contra esta dominación y que
hace un llamado también a la historicidad contra los intereses
privados que la confiscan».52
La historicidad es lo que se juega de manera esencial en los
antagonismos de clase: la clase dirigente se vuelve una clase
dominante en la medida en que impone su modelo cultural y sus
orientaciones al conjunto de la sociedad. Es decir, dicha clase
maneja la historicidad en función de sus propios intereses. Las
otras clases se encuentran dominadas, lo que se traduce, sea
por posiciones defensivas (en términos de defensa de intereses
particulares frente a los efectos de la dominación), sea por posi-
ciones ofensivas contra los intereses de la clase dominante.
51
A. Touraine, «Pour la sociologie. Ibidem. P. 114.
52
A. Touraine, «Pour la sociologie. Ibid. P. 37.
86
Las relaciones de clase son en consecuencia relaciones abier-
tas: éstas no pueden ser consideradas como simples relaciones
de interacción al interior de un sistema, en la medida que sería
necesario postular la existencia de un Todo que regularía las
relaciones entre las partes; esas son las relaciones de fuerza, las
relaciones de poder en las cuáles ningún equilibrio «normal» es
concebible.
Esta concepción dinámica, abierta y conflictiva de la
historicidad, aclara el posicionamiento de base de cada indivi-
duo según su clase de pertenencia. Los individuos que «perte-
necen» a la clase dirigente, o en proximidad con ésta, viven una
fuerte congruencia entre los que son como herederos, la función
social de clase que les ha sido asignada y la posición que ocu-
pan en el sistema de distribución antroponómica. Su identidad
social no es a priori conflictiva: ellos participan de la historicidad
identificándose en el devenir de la sociedad. No hay ninguna
razón de disociar lo que tiene que ver con la producción y la
reproducción del orden social y lo que tiene que ver con la de-
fensa de su posición dentro de este orden.
No sucede lo mismo para aquellos que pertenecen a otras
clases, para las que hay antagonismos entre sus interese indivi-
duales y sus intereses de clase: a nivel individual, la historicidad
puede conducirlos a cambiar de posición en el sistema de clase,
mientras que a nivel colectivo, la historicidad los conduce a trans-
formar las relaciones entre las clases sociales.
Esto es esencial para comprender la historicidad de las tra-
yectorias sociales, para comprender los mecanismos de pro-
ducción social de los individuos, la manera en la que lo históri-
co-social está presente en la historia individual. Nos referiremos
aquí a la tesis de C. Castoriadis quién escribe: «una interpreta-
ción psicoanalítica debería dar cuenta de lo que vuelve capaz a
un individuo de asumir más o menos su situación afectiva, que es
desde luego siempre una situación social. No puede haber una

87
sociedad capitalista al menos que los capitalistas y los proleta-
rios no sean producidos cotidianamente en millones de ejempla-
res por el funcionamiento social, ahí mismo dónde este funcio-
namiento producía, hace sólo un siglo, solo semi-feudales y cam-
pesinos. Los procesos psicogenéticos que vuelven a los indivi-
duos capaces de asumir las situaciones de los capitalistas y de
los proletarios tienen una importancia decisiva, pues son unas
de las condiciones de existencia del sistema capitalista» y
Castoriadis prosigue «... Dichos procesos son irreductibles a
procesos puramente sociales; pero además presuponen lógica y
realmente éstos últimos, puesto que se trata en este caso de
formar al individuo como capitalista o como proletario, y no
como señor, escribano o sacerdote de Amon-Rá. Nada en la
psique puede producir esas significaciones... el modo de ser de
esas significaciones como instituidas. Ningún componente cons-
titucional, aberración de formación, vicarianza del objeto de la
pulsión o perversidad de los padres podía preformar en Atenas
o en Roma, a un niño que llegará a ser presidente de la General
Motors; nadie puede hoy, en París o en Nueva York, preformarlo
a ser sacerdote o Chamán salvo si se es un psicótico y que el
contenido de su delirio psicótico pueda utilizar las significacio-
nes históricamente disponibles».53
Hemos retomado esta larga cita que permite relativizar la parte
individual de la historicidad, mostrando claramente que el indivi-
duo es al inicio un producto de la historia social, inscrito en un
orden ya constituido, y que ésta historia determina la manera en
la que él va a posicionarse en tanto que agente de historicidad.
La mayoría de las perspectivas psico-sociológicas son criti-
cables desde un punto de vista sociológico, porque ellas no in-
tegran el análisis de los procesos sociales que contribuyen a pro-
ducir la identidad individual. Inversamente las aproximaciones
sociológicas, que analizan la estructura de escenarios y las regu-
53
C. Castoriadis «L’institution Imaginaire de la Societé», Seuil, Paris, 1975.

88
laridades objetivas que condicionan las trayectorias sociales, no
dan cuanta de la manera en que esos elementos hacen eco en la
organización psíquica, de los conflictos que provocan y de las
derivaciones individuales de esos procesos colectivos. Las ten-
tativas de construcción de una metateoría que englobe el con-
junto de esas diferentes aproximaciones nos parecen vanas,
porque se trata de fenómenos que obedecen a leyes de funcio-
namiento de naturalezas diferentes. Tienen cada uno de ellos
una lógica propia que conviene estudiar como tal, con métodos
y conceptos apropiados, incluso si sus articulaciones son igual-
mente un elemento a estudiar como tal.
Esto implica no buscar someter la comprensión de los proce-
sos psíquicos a los mecanismos que rigen los procesos sociales
y viceversa. Entre S. Freud y P. Bourdieu, hay una ruptura
epistemológica una incompatibilidad radical. El primero concibe
la sociología como un apéndice de la psicología, porque estudia
lo social a través de su incorporación en la psique: «la sociología
no podría ser otra cosa sino la psicología aplicada» escribió en
un texto al fin de su existencia54. El segundo ve la psicología a
través del análisis del campo en el que ésta se desarrolla, es
decir como una moral característica de la nueva pequeña bur-
guesía que «la ve como» un medio de «alejarse por la fuerza de
atracción del campo social de gravitación»55. Hay en ambos una
actitud imperialista que reduce artificialmente la comprensión de
la complejidad de los procesos psico-sociológicos.
Eso no invalida sin embargo la pertinencia de sus respectivos
análisis. El problema que se plantea es entonces construir una
problemática que tome en cuenta las experiencias de uno sobre
el análisis de los procesos psíquicos y del otro sobre los proce-
sos sociales para comprender su modo de articulación. Para
hacerlo conviene proceder en un doble movimiento. Por una
54
S. Freud «Nouvelles conferences sur la psychanalyse», texto de 1932, NRF, Coll. Idéés, Paris, 1979,
p.429.
55
P. Bourdieu, «La distinction», Ed. de minuit, Paris 1979, p.429.

89
parte, a través de un análisis del campo social y de sus evolucio-
nes, a fin de situar los problemas encontrados por los individuos
confrontados al desplazamiento y de comprender en qué medi-
da el contexto social determina los conflictos que viven. Por
otra parte, a través del análisis de los conflictos psíquicos vivi-
dos por los individuos desplazados, de tal manera que puedan
dar cuenta de su propia historia.
El análisis del proyecto parental, elemento central del proce-
so de construcción de la identidad, va a permitirnos ilustrar este
doble movimiento.

Traducción: Claudia Arce

90
CAPÍTULO IV

EL PROYECTO PARENTAL
Vincent de Gaulejac

«Yo debía ser Profesor en la Sorbona.


Era el proyecto de mi padre que no había
podido realizar. Yo debía realizarlo en su lugar.
Tenía una especie de deuda consigo mismo».
R. Aron

«No seas un fracasado como tu abuelo».


Michel M.

La familia es el lugar privilegiado del trabajo de incorporación


de la historia y de la fabricación de los «herederos». La herencia
opera como estructura de transmisión que sitúa el marco en el
cual cada niño es inscrito56. Sobre esta base se apoya el pro-
yecto parental, es decir el conjunto de representaciones que los
padres se hacen del futuro de sus hijos.
Los padres tienen proyectos respecto al devenir de sus hijos;
desean que éste se conforme a la imagen que proyectan en él; le
proponen metas a alcanzar, objetivos de vida. La noción de
«proyecto parental» da cuenta de esos dos aspectos: de un lado
un objetivo a alcanzar, del otro una proyección, es decir el he-
cho de atribuir al otro lo que viene de sí mismo.
Como elemento que «proyecta» el niño, el proyecto parental
da un impulso que condicionará su trayectoria posterior. Como
56
V. de Gaulejac, «L’heritage» en Connexions n°41, oct. 1983.

91
elemento de proyección en el hijo, lo destina a perpetuar la rela-
ción de los padres en su propio porvenir. El proyecto parental
funciona de alguna manera como una «Correa de transmisión»57
de la historia.

GÉNESIS SOCIO-PSICOLÓGICA DEL PROYECTO


PARENTAL
El proyecto parental es la expresión del deseo de los padres por
el hijo: «Si consideramos la actitud de los padres con sus hijos,
estamos obligados a reconocer el renacimiento y la reproduc-
ción de su propio narcisismo» (S. Freud). El niño es así investi-
do del amor que los padres dirigen al niño imaginario que ellos
tienen en lo más profundo de sí mismos. Ellos identifican ese
niño ideal con el niño de carne y hueso que han producido, pro-
yectando en él todas las cualidades que ellos desearían para su
propio yo. Ellos lo invisten con la misión de realizar los deseos
que ellos mismos no pudieron satisfacer. El proyecto parental es
una especie de «modelo registrado, depositado» en cada hijo.
Las relaciones padres-hijos están estructuradas por un doble
proceso de identificación: identificación de los padres con el niño
imaginario que llevan consigo mismos y que presentan como el
modelo al que conviene parecerse; identificación del niño con
sus padres como modelo adulto, que él busca imitar. Ese doble
movimiento sitúa al niño en la trama generacional de la historia
familiar ya que dicho movimiento se perpetúa en cada nueva
etapa: en las relaciones con sus hijos, los padres reactualizan lo
que han vivido con sus propios padres, que se convierten en-
tonces en los abuelos. En el proyecto parental se encuentra tam-
bién la relación del padre y de la madre con el deseo que sus
propios padres tuvieron hacia ellos. En el trabajo clínico apare-
cen frecuentemente situaciones dónde el niño retoma a su cuen-

57
M. Pagès «Les systèmes socio-mentaux» en Bulletin de Psychologie, TomeXXXIV n°350 p.599.

92
ta el deseo de uno de sus abuelos no satisfecho por su madre o
su padre58.
Estos encadenamientos del deseo no describen solamente un
proceso psico-dinámico. El proyecto parental es a la vez la ex-
presión de los deseos conscientes e inconscientes de los genitores
sobre su progenie, pero igualmente un proyecto social portador
de las aspiraciones del medio familiar y cultural, aspiraciones
condicionadas por el contexto social que favorece o impide su
realización. Es por lo que el proyecto corresponde a un conjun-
to socio-psicológico que recubre varios niveles:
- Un nivel muy arcaico e inconsciente que se remite a la cons-
titución primera de la idealidad En el cruce del narcisismo pri-
mario y de la búsqueda de la omnipotencia, el ideal del Yo cana-
liza las pulsiones hacia la búsqueda de un absoluto;
- Un nivel afectivo que conduce al individuo a desarrollarse a
través de identificaciones y diferenciaciones sucesivas, imitando
a las personas amadas y amando a aquellas que corresponden
al modelo ideal interiorizado;
- Un nivel ideológico que conduce al niño a retomar los valo-
res, las normas, el ethos de los personajes que le son presenta-
dos como modelos de identificación, y a rechazar aquellos que
le son presentados como «antimodelos»;
- Un nivel sociológico en la medida que se trata de «ideolo-
gías» colectivas, de modelos de logro social, de un sistema éti-
co, que se traduce religiosa, política y socialmente en las prácti-
cas a las que el niño es conducido a participar y a adherirse.
La génesis del proyecto parental se encuentra pues en la ge-
nealogía. Ésta es la expresión de los proyectos de las genera-
ciones precedentes, de un grupo familiar que los produce. Pero
es también una expresión constantemente actualizada, en la me-
dida en que las aspiraciones que transmite deben modificarse en

58
Sobre esta cuestión es interesante referirse a los casos presentados por Alain de Mijolla en «Les
visiteurs du moi», «Les belles lettres», Paris 1981, p.171.

93
función de sus condiciones objetivas de realización. Ahora bien,
dichas aspiraciones dependen a la vez de la posición social que
los padres ocupan y de la relación que ellos mantienen frente a
esa posición: sabemos que el nivel de aspiración escolar y pro-
fesional de los niños está determinada por el nivel al que los
padres llegaron. Los padres agricultores pueden desear que sus
hijos sean maestros, mientras que si son maestros desearían que
sus hijos lleguen a ser profesores. Ese esquema clásico debe
estar matizado en función de la evolución del contexto social
que produce modificaciones entre el status profesional y el sta-
tus social en el lapso de una generación: el status de maestro
muy valorizado socialmente hasta la 2ª Guerra Mundial no tiene
la misma connotación ahora.
El punto esencial es comprender que el proyecto parental se
ajusta a las condiciones sociales de existencia a las cuáles son
confrontados los padres en su propia trayectoria. Retoma en
particular sus estrategias de ascenso social o sus temores de
descenso.
Conviene pues referir el proyecto parental no sólo a la situa-
ción social de los padres en la medida en que el proyecto trans-
mite los habitus, los valores y las normas de su clase de perte-
nencia, sino también a su historia, que a su vez es producto de la
historia familiar, con el fin de comprender la dinámica interna y
en particular las contradicciones que van a influenciar el devenir
del niño. Es porque los padres de Zahoua y el padre de François
viven una contradicción entre la solidaridad con sus orígenes y
sus aspiraciones de integración por una parte y de logro social
por la otra que transmiten mensajes contradictorios.

CONTRADICCIONES DEL PROYECTO PARENTAL


El proyecto parental no es nunca monolítico ni unívoco, está
atravesado por una serie de contradicciones, más o menos an-
tagonistas, a las que el niño se encuentra confrontado.

94
Del lado de los padres funcionan dos lógicas, de las cuáles
una incita a la reproducción y la otra a la diferenciación. Su pro-
yecto es la expresión de miedos y deseos contradictorios: mie-
do de que el hijo llegue a ser como ellos, miedo de que sea
alguien diferente - deseo que el hijo llegue a ser como ellos,
deseo que sea alguien diferente.
Por un lado deseo que el hijo sea la continuación de su vida,
que se reencuentre en ellos, que llegue a ser lo que ellos son,
que haga lo que ellos han hecho. Lógica de reproducción que
conduce a la imitación, a la repetición, al conformismo, Por otro
lado, deseo que el hijo realice todos los deseos que ellos no
pudieron satisfacer, que haga todo lo que ellos no pudieron rea-
lizar, que sea «alguien», es decir otro. Lógica de diferenciación
que estimula la singularidad, la autonomía y la oposición. Ésta
contradicción se encuentra en el niño dividido entre, por una
parte, el deseo de realizar los deseos del ideal del Yo de sus
padres y, por otra parte, el deseo de escapar a la ilusión, a la
tiranía de ese niño imaginario.
En el proyecto parental se expresa la manera en que los pa-
dres buscan negociar ésta dialéctica, asegurándose de que los
hijos a la vez perpetúen su historia y afirmen su individualidad.
Conviene entonces considerar el proyecto parental no como un
conjunto de deseos, de ideologías, de modelos a los cuáles el
hijo debe conformarse, sino más bien como un conjunto contra-
dictorio que propone a la vez metas a alcanzar y a evitar, de
deseos ambivalentes, de modelos y de antimodelos.
Esta dinámica interna del proyecto está influenciada por sus
modalidades de realización, que son la expresión de la posición
social que ocupan los padres y de la relación que establecen
con dicha posición. El proyecto parental se inscribe en un con-
texto que determina las identificaciones posibles e imposibles,
las contradicciones concretas de logro social, las posibilidades
de acceso a ciertos modelos, las ideologías que estructuran los

95
ideales personales... la realidad social impone lógicas, rupturas,
oportunidades y contradicciones que determinan la naturaleza
del escenario que el proyecto propone.
Citemos algunos arquetipos que prefiguran los escenarios que
están presentes en la neurosis de clase:
En un medio sub-proletario o proletario, los niños frecuente-
mente son confrontados a un doble mensaje tal como lo hemos
señalado en el caso de François. Los padres desean que sus
hijos tengan una mejor vida para acceder a una posición social,
que les evite conocer la miseria y la explotación y, al mismo
tiempo, desean que permanezcan solidarios con su medio y lu-
chen con los explotados contra los burgueses, los ricos y todos
aquellos que se aprovechan de esa miseria. Mensaje contradic-
torio puesto que se trata para el niño de llegar a ser burgués y de
destruir a todos los burgueses, ya que se le demanda a la vez
cambiar de clase social y continuar siendo solidario con su clase
de origen. Ante ésta situación el hijo se siente culpable: culpable
si no «tiene éxito» de no satisfacer el proyecto parental; culpa-
ble si «tiene éxito» por la distancia social así creada entre él y
sus padres. Ésta culpabilidad es la contraparte del resentimiento
de los padres. Resentimiento si el hijo no tiene éxito y constata
la reproducción de su propia miseria; resentimiento si logra ale-
jarse y adquirir los habitus y las maneras de ser de aquellos a
quiénes los padres evitan y detestan; resentimiento de tener que
relacionarse con un extraño al que no comprenden y que tam-
poco los comprende.
El ejemplo de Michel muestra las contradicciones a las que
pueden ser confrontados los hijos provenientes de un medio
obrero.<<Cuando yo era niño era frecuentemente identificado
con mi abuelo paterno. «Eres como tu abuelo»; «Eres bueno
para nada como tu abuelo»; «Eres sucio como tu abuelo» cuan-
do manchaba mi ropa. Pero eso estaba teñido de ambivalencia
y el discurso podía tomar la siguiente forma: «No seas un fraca-

96
sado como tu abuelo»>>. De todos modos la imagen del abuelo
era negativa y el discurso puede resumirse así: «Tu serás como
tu abuelo, pero no es necesario que lo seas».
Ese discurso contradictorio apunta a conjurar un devenir que
es percibido como ineludible, a preparar al niño a lo que proba-
blemente va a ser disuadiéndolo de ese futuro, a expresar el
peso de los determinismos sociales y el deseo de escapar de
éstos.
Dicho discurso expresa, por una parte, una actitud preventiva
frente al temor de la repetición y, por otra, una actitud de resig-
nación frente a la reproducción social que se impone de genera-
ción en generación.
Otra forma de contradicción, particularmente difundida en los
medios conservadores o en regresión, puede existir entre el pro-
yecto de los padres y las condiciones concretas de su realiza-
ción. Hay un fenómeno de fuerza de atracción ideológica que
produce un retardo entre la evolución de los sistemas de valo-
res, de las ideas, de los habitus y la evolución de las condiciones
concretas de existencia. Cuando la moral y los valores propues-
tos retoman los referentes de los abuelos, con adaptaciones que
los padres hacen en función de las condiciones socioeconómicas
que existían hace 30 ó 40 años, tanto esa moral como los valo-
res pueden vivirse como no pertinentes e inadaptados por los
hijos confrontados a la realidad social actual. Esas contradic-
ciones están particularmente acentuadas en las familias que pa-
san del mundo rural al mundo urbano y por aquellas que están
inmersas en los sectores en crisis. Es el caso de las familias de
los mineros instalados en el Este y el Norte desde hace varias
generaciones, quiénes han vuelto a retomar sus tradiciones a
causa del cierre de fábricas; de familias magrebíes cuyos padres
han interiorizado el sistema de valores de su cultura original y
dónde los hijos son confrontados a la cultura urbana en los su-
burbios obreros; de las familias burguesas tradicionalistas, dón-

97
de la posición social y la fortuna, no están más a la altura de sus
aspiraciones.
F. Muel Dreyfus ha analizado con detalle «las crisis de suce-
sión» entre los padres que proceden de las clases medias, que
les proponen a sus hijos un proyecto concebido en el momento
en que ellos mismos eran adolescentes y los hijos viven ese pro-
yecto como inadaptado a la evolución del mercado de ofertas.59
En cada una de esas situaciones, el niño es confrontado al
desfase, no asumido por los padres, entre un sistema de aspira-
ciones y las posibilidades objetivas de realización, frente a las
cuáles ese sistema está inadaptado, como si se le demandara
que llegara a ser lo que no puede ser. Es decir que el proyecto
parental se sitúa en la articulación de los juegos del deseo entre
padres e hijos y de las estrategias sociales de adaptación de los
individuos a las plazas sociales disponibles en el mercado de la
distribución antroponómica. 60

PROYECTO PATERNAL-PROYECTO MATERNAL


Hasta ahora hemos hablado del proyecto parental como si exis-
tiera un proyecto único y bien definido investido a la vez por el
padre y la madre. Ahora bien el conjunto de contradicciones
que acabamos de describir se reflejan igualmente en las relacio-
nes entre los padres, quiénes pueden tener trayectorias y posi-
ciones diferentes, determinando así proyectos diferentes y a ve-
ces conflictivos. La neurosis de clase puede ser el resultado de
la confrontación entre dos proyectos, uno maternal y otro pa-
ternal, de los que la síntesis resulta un problema. Del lado de la
problemática edípica, que estructura el juego de las identi-
ficaciones sucesivas, se juegan las relaciones entre las fami-
lias paternas y maternas que, a cada generación, intentan
asegurar su reproducción a través de alianzas que pueden

59
F.Muel Dreyfus « Le metier d’educateur», éd. De Minuit, Paris, 1983.
60
D. Bertaux, «Destins personnels et structure de classe», PUF., Paris 1979.

98
ponerlas en peligro. Las relaciones conyugales están atravesa-
das por una guerra entre dos linajes, dónde cada uno trata de
asegurar la perpetuación de la herencia familiar. Es directamente
en los niños que dicha guerra produce plenamente sus efectos,
entre el proyecto paternal y el proyecto maternal, se trata de
saber cual de ellos va a imponerse61. Entre el compromiso y la
oposición, la interiorización por el niño de esos dos proyectos
es lo que se juega en ésta lucha, sea abierta, latente o más o
menos viva según el caso, pero siempre presente.
Ésta lucha es otro tanto más problemática pues las diferen-
cias son fuertes entre los dos proyectos: diferencias sociales
cuando los padres no pertenecen a la misma clase de origen,
diferencias ideológicas cuando los valores, las opiniones, las
opiniones políticas, la religión, la moral son diferentes, diferen-
cias culturales cuando el nivel escolar, los gustos y los hábitos no
son los mismos, diferencias económicas cuando hay un desfase
entre la fortuna de uno y de otro, etc...
Esas son de hecho las relaciones de dominación que están en
juego y tienden a perpetuarse en la pareja, el hijo se encuentra
confrontado a través de los conflictos entre el proyecto mater-
nal y el proyecto paternal. 62
Éste análisis del proyecto parental permite poner en eviden-
cia tres niveles de contradicciones:
- Las contradicciones internas al proyecto que son la ex-
presión de las contradicciones vividas por cada uno de los pa-
dres y/o de los padres entre ellos mismos. Cuando los padres
no han sabido o no han podido resolver los conflictos encontra-
dos en su relación referidos a su propio proyecto parental, e
61
André de Mijolla interpreta la trayectoria de Rimbaud en este sentido: primero poeta para realizar el
proyecto, materno, después aventurero que busca enriquecerse para conformarse al proyecto paterno.
La imposibilidad de sintetizar estos dos proyectos lo conducen primero a la amputación y luego a la
muerte. «Les visiteurs du moi», op.cit. Página 35 y las que siguen.
62
A menudo las diferencias entre los dos proyectos no son muy importantes, la elección de la pareja se
basa en la comunidad de habitus y de aspiraciones de los dos padres en su relación con los hijos M.
Bonetti «Trajectoires sociales et strategies matrimoniales, Le groupe familial, n°96 Juillet –Aout
1982.

99
imponen este peso a sus hijos. Aquellos son entonces investidos
de una misión de tener éxito ahí donde los padres han fracasa-
do, de reparar sus errores, de resolver sus fallas, de realizar lo
que ellos habrían deseado realizar.
- Las contradicciones con relación al proyecto que son la
expresión de las relaciones entre los padres y los hijos y en par-
ticular de los conflictos edípicos. El padre y la madre son a la
vez objetos de amor y de rivalidad. El sueño proyectado sobre
el hijo está marcado por el deseo incestuoso y la prohibición
que lo impide. Realizar el proyecto es tomar el riesgo de res-
ponder al deseo de uno de los padres, deshaciéndose del otro.
Pero no realizarlo, es encerrarse en una incapacidad radical,
una impotencia que prohíbe la realización de cualquier otro pro-
yecto.
- Las contradicciones en la realización del proyecto que
son la expresión de desfase o del antagonismo entre el ideal
propuesto y los medios dados al niño para alcanzarlo o bien
entre el contenido del proyecto y sus condiciones objetivas de
realización. Se trata, en particular, de situaciones en las que los
padres proponen a sus hijos modelos de conducta que no están
adaptados a la sociedad en la cual éstos niños deben insertarse.
El juego entre éstos tres niveles de contradicciones debe ser
comprendido dentro de una perspectiva sistémica y dinámica.
Las contradicciones se apoyan las unas en las otras en la medi-
da en que los diferentes aspectos de cada nivel están influenciados
(en el sentido de un fortalecimiento o de una atenuación) por los
otros niveles. En este sentido se trata de un sistema en el que los
diferentes elementos están en interacción los unos con los otros.
En la neurosis de clase el sistema tiende a cerrarse en sí mis-
mo, cada aspecto viene a reforzar a los otros operando un cie-
rre de circuito; el hijo es confrontado a un sistema contradicto-
rio, frente al cual no llega a encontrar salidas ni a abandonar los
diferentes aspectos que lo constituyen. Él tiende entonces a en-
cerrarse y reproducirlo.
100
Dentro de una perspectiva dinámica, conviene comprender el
proyecto parental en el movimiento que conduce a cada indivi-
duo a ser a la vez hijo y padre. La prolongación de la esperanza
de vida conduce a un número cada vez más elevado de perso-
nas a ocupar simultáneamente, durante una parte importante de
su vida, ésta doble posición. El proyecto evoluciona a la vez por
el hecho de la dinámica contradictoria que lo constituye e igual-
mente por la confrontación entre los proyectos en el eje de ge-
neraciones sucesivas.
Dentro de esas influencias cruzadas un elemento permanece:
el hijo que deviene padre tiende a transmitir a sus propios hijos,
más allá del contenido manifiesto de su proyecto, la manera en
la cual él mismo ha tenido éxito o ha fracasado en su búsqueda
por inventar mediaciones a las contradicciones que lo atravie-
san. Es pues un elemento central de la identidad heredada.

Traducción: Claudia Arce.

101
102
CAPÍTULO V

EL EDIPO COMO COMPLEJO SOCIO-SEXUAL


Vincent de Gaulejac

«El Edipo sostiene su importancia vital


para la constitución del sujeto en su
inscripción milenaria dentro las estructuras
mismas de la sociedad. Sostiene la
organización simbólica de la Familia y
se podría decir al respecto que si el niño
lo vive es precisamente porque debe socializarse»
A. Rifflet- Lemaire

«¿Sería bien posible, se decía a él mismo,


que yo fuera el hijo natural de algún gran
Señor exiliado en nuestras montañas
por el terrible Napoleón? A cada instante
la idea le parecía menos improbable...
Mi odio hacia mi padre sería una
prueba... no sería mas un monstruo!»
Julien Sorel
«Le rouge et le noir», Stendhal

Freud consideraba el complejo de Edipo como el verdadero


núcleo de la neurosis63. Sabemos que Carl Schorske le repro-
cha a Freud haber olvidado que «Edipo era Rey», olvido que
63
Cf.S. Freud, «Un enfant est battu», In Névrose, psychose et perversion, P.U.F., Paris, 1973, p.233.
Texto de 1919 («Ein Kind wird geschlagen») traducido por D. Guerineau.

103
puede ser interpretado como una represión analítica sobre la
manera en la que las condiciones socio-históricas interfieren en
los destinos humanos. Analizando el contexto cultural y político
de Viena al final del siglo XIX, C. Schorske muestra en qué
medida habría podido influenciar el pensamiento de Freud: «ha-
biendo así integrado el conflicto con su padre a su propia hosti-
lidad en lo que concierne a la autoridad pública, Freud podía a
partir de ese momento adaptarse a ésta estableciendo la pre-
eminencia de aquel. Siendo así, él elevaba la historia personal,
determinada en el seno de la familia, por encima de la historia
general, determinada en el seno de la cultura en su conjunto.
Portador de todas las dimensiones de relaciones y de la identi-
dad familiar, Edipo perdió sus atributos de REX. En otros tér-
minos, Freud suprime la significación pública del mito en prove-
cho de su único sentido psicológico»64. El destino de Edipo es
un destino de realeza. Si él simboliza los deseos humanos más
inconscientes, el mito que permite representarlos pone en rela-
ción a personajes «fuera de lo común» en lo que se refiere a su
estatus social. Si cada cual puede fantasmáticamente reflejarse
en los diferentes protagonistas de la tragedia, las condiciones
objetivas de realización del deseo son de importancia para com-
prender lo que es este complejo en la historia de cada individuo.
De manera más precisa,, se trata de analizar la dinámica edípica,
y los procesos de identificación que instaura, como un complejo
socio-sexual que traduce una interacción entre elementos socia-
les.
El Edipo como momento donde el sujeto se constituye en una
relación triangular tiene un doble efecto: lleva al niño a salir de la
relación dual, de la indiferenciación; lo confronta a la socializa-
ción del deseo, es decir a encontrar objetos en que investir fuera
de la relación paterna / materna. En el Edipo, el niño sale de la

64
Cf. Carl Schorske, «Conflits de générations et changement culturel, réflexions sur le cas de Vienne»,
in Actes de la recherche en Sciences Sociales, nº 26, 27. Mars-Avril 1979, p.115.

104
ilusión de omnipotencia donde el otro es imaginariamente
manipulable a voluntad. La introducción de un tercero en la re-
lación con el otro (la madre) conduce al niño a reconocer que el
otro es a la vez sujeto y objeto del deseo de otro mas, el padre,
por tanto, de otros, eventualmente de todos los otros.
El Edipo introduce las relaciones afectivas en la dinámica de
las relaciones sociales: «El encuentro edípico edifica frente al
niño, de manera indefinible, a la institución como fundamento de
la significación (...), y lo obliga a reconocer al otro y los otros
humanos como sujetos de deseos autónomos, que pueden co-
nectarse unos con otros independientemente de él hasta excluir-
lo de su circuito»65. Más allá del rol del padre quien bloquea el
acceso del niño hacia su madre, es lo social lo que viene de ese
modo a canalizar la actividad fantasmática de la psique de su
locura monádica original (...). Ello implica la fabricación «here-
ditaria» de individuos como individuos sociales – lo que quiere
decir también: individuos que pueden y desean continuar la fa-
bricación de individuos sociales. Es en ello donde yace, más allá
de toda relatividad socio-cultural, la significación profunda del
complejo de Edipo»66.
La importancia de la fase edípica en el desarrollo psíquico del
individuo está en que lo confronta al aprendizaje de la diferen-
ciación y de la identificación: ¿Dónde puedo situarme entre mi
padre y mi madre? ¿Entre las niñas y los niños? ¿Entre los bue-
nos y los malos? Etc... Es el momento en el que el niño va a
buscarse una identidad, que es el producto de un movimiento
dialéctico entre un proceso de identificación y un proceso de
diferenciación.
La reproducción social necesita la puesta en marcha de dos
lógicas contradictorias. Por una parte, que cada uno se quede
en su lugar respetando el mantenimiento del orden; para que una

65
Cf. Castoriadis, «L’institution imaginaire de la société», Seuil, Paris, 1975, p.418.
66
Cf. Castoriadis, op. Cit., p.417.

105
sociedad se reproduzca, conviene que las reglas de transmisión
de herencia y ajuste de individuos a los lugares sociales se hagan
de tal manera que eviten la puesta en duda del orden que la
funda. Por otra parte, que este orden pueda evolucionar para
adaptarse, con el fin de producir las mediaciones necesarias para
la gestión de contradicciones que la atraviesan. Por un lado la
lógica de la distribución antroponómica, del otro la lógica de la
historicidad. En el desarrollo psíquico de los individuos encon-
tramos este doble movimiento entre la reproducción y el cam-
bio, entre la identificación y la diferenciación, entre el deseo mi-
mético y la búsqueda de ser extraño, entre el deseo de trasgresión
y la interiorización de la ley.
Si la tragedia edípica rinde bien cuenta de la puesta en juego
fantasmal que marca las relaciones del niño con sus padres, es
rara vez interpretada como la expresión de lo que se pone en
juego socialmente. Tomando el lugar de su padre en el amor (y
la cama) de Jocasta, Edipo retoma igualmente el lugar social
que le correspondía por derecho. Él es el heredero legítimo de
un trono del cual Laïos, para protegerse, ha tratado de despo-
seerlo.
Hemos visto que las elecciones amorosas están
sobredeterminadas por lógicas sociales que conducen a los in-
dividuos a elegir compañeros congruentes con sus propias tra-
yectorias sociales: «El amor no es ciego y por más que el cora-
zón tenga sus razones, ignora pocas veces la razón social de
aquel o aquella por quien late»67. Es decir que el escenario
edípico que abre al niño la posibilidad de operar elecciones en
cuanto a los objetos de sus deseos y de sus identificaciones
contiene una dimensión social esencial.
Hasta la fase edípica el proceso de distribución antroponómica
y los procesos de desarrollo psíquico interfieren. El Edipo es el
67
Cf. M. Bonetti, «Trajectoire sociale et stratégies matrimoniales», in Le groupe familial, nº 96. Juillet
1982. Voir également V. de Gaulegac. «Trois hypothèses sur les rapports entre l’amour et la sociologie»,
in Dialogue, le jeu de l’amour et du travail, nº 83, 1984.

106
momento donde estas dos lógicas van a combinarse, o alternar,
en un complejo, es decir agrupamiento de elementos relaciona-
dos los unos con los otros en un sistema de relaciones organiza-
das y relativamente estables.
El proceso de identificación que juega un papel central en el
momento del Edipo debe ser concebido como un proceso psico-
social. Designa a la vez el fenómeno de asimilación de todo o
parte de las cualidades o de los atributos ligados al objeto y
significa igualmente el trabajo de posicionamiento en una red de
lugares organizados, jerarquizados, subordinados los unos a los
otros. A través de la identificación, el niño es confrontado al
aprendizaje de la diferenciación sexual y social. Es así conduci-
do a interiorizar los límites ligados a las diferencias de sexo, de
generación y de clases. El Edipo es el momento donde él apren-
de a situarse, porque de un cierto modo «se le pone en su lu-
gar», a reconocer ahí donde está posicionado en el orden fami-
liar y social, a aceptar ocupar el lugar que le es asignado, en
tanto que niño o niña, en tanto que hijo de ciertos padres. En ese
sentido el Edipo es el primer momento del trabajo de ajuste
entre el individuo y su lugar.
Hemos subrayado que la identidad era una construcción, un
agrupamiento de elementos heterogéneos, multidimensionales,
una reparación «bricolaje», según la expresión de Lévi-Strauss.
Es decir que la identificación no lleva solamente sobre objetos
parciales, sino igualmente sobre «objetos totales» en el sentido
en que la personalidad es un conglomerado de elementos cor-
porales, psíquicos, culturales, ideológicos y sociales que forman
un conjunto. Es frente a estos «conjuntos» que el niño va a si-
tuarse en el momento del Edipo en un movimiento que lo condu-
ce a elegir, a separar, a probar diferentes modos de reunir, a
tratar de relacionar diferentes elementos heterogéneos, a buscar
mediaciones originales frente a diferentes figuras de identifica-
ción que le son propuestas.

107
En esta amalgama de elementos dispersos, el sujeto va a des-
encadenar la experiencia de su auto- constitución: primera ten-
tativa de conexión que encuentra con más o menos éxito su co-
herencia. Los procesos psíquicos comenzados – en particular la
identificación y la idealización – son esencialmente procesos que
tienden a ligar y relacionar instancias, objetos, entidades. Los
conflictos surgen entonces a partir del momento donde ciertos
elementos no pueden adherirse a los otros en la medida en que
contienen aspectos contradictorios.
Estos conflictos pueden tomar formas variadas. Los casos
aquí presentados intentan mostrar de qué manera, en el momen-
to de la fase edípica, van a encontrarse muy cercanos a elemen-
tos afectivos, fantasmales y sociales entrelazados de manera re-
cíproca. Estructura de apoderamiento que conducirá al sujeto a
la neurosis. Ilustran en particular como las diferencias sociales
interfieren en el posicionamiento del niño frente a los deseos
paternales y maternales.

EL EJEMPLO DE COLETTE DUVAL


Colette proviene de una familia de campesinos de un pueblo del
Oeste de Francia. En ese pueblo de 600 habitantes, con «una
calle, una iglesia, una escuela y comerciantes», Collete describe
la existencia de tres clases «los pequeños. Los medianos y los
grandes». Los pequeños son los campesinos que alquilan su gran-
ja o que son propietarios de una pequeña granja de menos de
tres hectáreas. Los medianos, de los que sus padres forman
parte, son los propietarios o alquilan una granja que permite a la
familia vivir correctamente (alrededor de 16 hectáreas). Los gran-
des son los propietarios de un castillo, presidentes municipales
de padre a hijo, que ella nombra como los Señores (dueños) de
los castillos: «Ellos eran bien vistos en el pueblo…No eran gen-
te que marcara su distancia, ellos trataban de establecer contac-
to, decían hola, preguntaban noticias de los niños…En la misa

108
tenían bancas reservadas…Eran gente culta…De cualquier for-
ma no era nuestro mundo…».
En oposición a ese mundo, los «pequeños» son campesinos
pobres que mal viven, de donde proviene una empleada do-
méstica que sus padres contratan y que será despedida en el
momento en que se sabe que espera un hijo del padre de Colette.
«Yo tenía cuatro años cuando mi padre y mi madre están a
punto de separarse por culpa de esta historia de la sirvienta
embarazada que fue despedida de la casa…nunca se habló des-
pués, es algo que fue ocultado…De lo único que me acuerdo,
es de pasar por el pueblo con mi madre y encontrar a esta sir-
vienta y sus hijos y escuchar a mi madre hacer una reflexión del
tipo: «Ella se parece a los Duval», yo creo que hubo una gran
perturbación en mi a propósito de ésta historia en mi vida…Es
que eso me bloqueó afectiva y sexualmente…Viví entre parén-
tesis hasta los 25 años cuando tuve una depresión». A partir de
esa escena, ella describe a su padre como retirado, culpabilizado,
rechazado por la familia.
Esa vida «entre paréntesis» Colette la pasa trabajando. A la
salida de la escuela primaria, es la única que va a la secundaria,
en un colegio a 35 kms de su pueblo. Se encuentra entonces
con niñas de la ciudad, en otro mundo en el que elle se siente
extraña y acomplejada a causa de su acento al hablar. «Es un
periodo de mi vida donde tengo la impresión que las cosas se
hacían así. Trabajaba mucho, aprendía, pasaba todo mi tiempo
haciendo la tarea, aprendiéndome las lecciones, los fines de se-
mana también, cuando regresaba a la granja…No me daba cuenta
de que trabajaba mas allá de lo que era necesario…Creo que
necesitaba ser la primera para tener la impresión de que
funcionaba…Como había sido primera en la primaria, tenía que
seguirle así, hubiera sido difícil ubicarse en otro rango, ya que
esto me habría sacudido».
Colette vive ese período como «anestesiada», la inversión en
el trabajo escolar es un medio para «desmoronarse». «Tenía
109
que ser así, esta especie de aprehensión por la escuela, de ne-
cesidad de ser la primera…La necesidad de acumular diplo-
mas. Pasé años de mi vida yendo a la universidad además de mi
chamba, porque era necesario para mantener mi equilibrio…No
había nunca un sólo diploma que fuera suficiente para darme
confianza en lo que era…Lo que produjo eso fue la historia de
mis padres…un desfase…Ya no pertenezco al medio de mis
orígenes, pero no soy del medio en donde estoy ahora».
Cuando habla de su historia, Colette asocia las etapas de la
escolaridad y su trayectoria afectiva, ligando en su discurso sus
relaciones en la escuela y sus relaciones con los varones.
Sus relaciones afectivas son tanto más problemáticas con su
madre que le repite que los hombres son peligrosos, que hay
que cuidarse, que la vergüenza suprema es estar embarazada
antes del matrimonio y que Colette no recibe ninguna educación
sexual: «Estuve marcada por eso. Tenía que coquetear muy
poco, lejos porque siempre existía el riesgo…Mi madre, era la
prohibición en todo…».
Su madre la vigila cuando va a bailar a las reuniones y revisa
las cartas que ella recibe. Cortejada por institutores que no le
gustan, se siente atraída físicamente por los muchachos del pue-
blo vecino del cual guarda distancia.
«Durante un campamento de vacaciones, me aventé como
quiera, me puse a coquetear…El muchacho era institutor, por lo
tanto perfectamente lo que debía…Fue recibido en casa de mis
padres…Estaba considerada como comprometida…Duró un
año y medio, el tipo se fue al servicio militar. Durante ese tiem-
po, salí con jóvenes del pueblo, descubrí que tenía ganas de
divertirme, que no tenía ganas de casarme con ese chavo…No
sabía cómo zafarme porque la lógica indicaba que tendría que
haberme casado con ese chavo que estaba bien dentro de la
norma…Que yo sea institutriz, que él también, era una vida bien
planeada…pero ya me había encontrado en una cama con él y

110
francamente no tenía ganas de hacer el amor, cuando me besa-
ba no sentía nada, no estaba enamorada eso es seguro».
Frente a ese sentimiento de ser arrastrada a un camino que
ella rechaza, Colette no sabe como salirse de esta relación que
la compromete. Ella quisiera romper pero no sabe cómo hacer-
lo. Decide hablarlo con su madre con el fin de encontrar una
salida. «Pero mamá me dijo, va a ser tal vez lo mismo con otros
hombres. Y ahí si puedo decir que me hundió, me ahogó…».
Sigue para Colette un período de culpabilidad intensa frente a
su novio a quien anunció su deseo de ruptura, culpabilidad que
se apagará en el momento en que desposa 6 meses después a
una de sus amigas. «Entonces después, salí con los muchachos
del pueblo, coquetee con los muchachos del pueblo, pero ja-
más me acosté con los muchachos del pueblo, me era imposi-
ble, había un nudo en mí que nunca pude traspasar».
Simultáneamente, Colette encuentra otros institutores, profe-
sores, gente «que tenía otro nivel». «Comenzaba a sentir que me
habían burlado, institutriz no era una cima…Era lo más bajo de
la escala…Para mi familia la cima era ser institutriz y yo creí que
tenía una gran ascensión siendo institutriz».
Colette conoce entonces un español, ingeniero civil con el
que sale durante más de un año: «Un día me dijo que si me
casaba con él, no quería que yo trabajara y que nos iríamos a
España…No trabajar, era negar todo mi pasado, no podía ha-
cer ese corte…No sé lo que se jugó ahí, ese muchacho nunca
me empujó a hacer el amor con él, esperaba, era el tipo con
todo lo necesario…Finalmente rompimos porque se dio cuenta
de que no era viable…Yo tenía un desprecio por esos burgue-
ses españoles que él no podía admitir. Y entonces en ese mo-
mento, cuando él dijo: «bueno nunca habrá nada entre nosotros
finalmente»… entonces si, caí en una depresión nerviosa…Antes
tenía la impresión de que me iba a asfixiar, ahora creo que me
hubiera gustado que se realizara pero que no se podía, existía el

111
desfase social que me bloqueó…y entonces ahí tuve la impre-
sión de que hubo una ruptura, pero una ruptura interior y que no
podría volver a tener una relación con los hombres».
Colette, que en esa época tiene 28 años, va durante tres me-
ses a una casa de reposo y comienza un psicoanálisis que durará
diez años. Durante ese período, trabaja como profesora, y des-
pués como consejera de orientación. Simultáneamente sigue
cursos en la universidad y colecciona diplomas. Obsesionada
por los problemas de sexualidad y de virginidad, conoce a un
ginecólogo que le prescribe pastillas anticonceptivas. Llega a
tener relaciones con hombres que tienen como característica venir
de un medio similar a su medio de origen, de estar en fuerte
ascensión social sin diplomas (comerciantes, periodistas…) y
con respecto a los cuales ella tiene un estatus de amante más
que de mujer legítima.
«En mi vida, mi aspiración suprema, siempre fue casarme y
sin duda no me casaré nunca. Forma parte del deseo de ser
como los otros. Existe una aspiración a estar dentro de la nor-
ma, en la masa, que me es imposible de realizar, impresión de
asfixiarme en la norma y sin embargo de aspirar a ella…».
La historia de Colette y la manera en que reconstruye cada
una de las etapas nos aclaran la intrincación permanente de lo
que ponemos en juego en cuanto a lo sexual y a lo social en los
conflictos que la atraviesan y van a conducirla a la depresión. Se
trata ahora de despejar los diversos componentes con el fin de
comprender esos nudos de los que ella habla a propósito de su
vida. Esos nudos pueden ser interpretados como complejos, es
decir un conjunto de representaciones que se refieren a la vez a
eventos pasados, a los recuerdos que el sujeto guarda al res-
pecto, a los fantasmas que lo ligan, que los adhiere los unos a los
otros, que los fija en un conjunto organizado relativamente esta-
ble. El trabajo de análisis consiste en ubicar los elementos de
ese collage y a desmontar la constitución de una neurosis que se

112
constituye, como lo subraya Freud, por «hundimientos sucesi-
vos».
Los procesos neuróticos que se dan aquí son característicos
del enlazamiento, en el sentido sistemático del término, entre los
aspectos sexuales, afectivos y sociales de los conflictos sobre
los que Colette describe el génesis y el desarrollo.
Ella misma liga sus relaciones a la cultura, al cuerpo y a la
sexualidad. «Me siento sin cultura...Siempre tengo esa aspira-
ción de saberlo todo y de medir a cada instante mis vacíos de
saber, mis vacíos, mis faltantes; me confronto con ello todos los
días, cuando escucho hablar a las gentes que tienen un lenguaje
fácil...todos los días, todos los días. Yo pensaba que en la Edu-
cación Nacional se podía completar la cultura en horas comple-
mentarias. En realidad, me doy cuenta de que no, siempre existe
como quiera una diferencia. Ahora vivo con esa diferencia, pero
sé que jamás la completaré».
A esa diferencia social vivida como irreducible, Colette opo-
ne la sexualidad por la que ella estima poder alcanzar una cima,
que le pueda permitir estar a la altura: «Mi problema, era estar
en mi cuerpo y en la vida a la altura».
Y en el momento en que Colette se pregunta en dónde se
origina esta aspiración de alcanzar la cima, estas ganas de siem-
pre ascender socialmente que la confronta al riesgo de la depre-
sión, a sus vacíos, a sus faltantes, surge la invalidación originaria:
«Cuando yo nací, hubieran querido un niño... Mi validación, se
depositó en la integridad de mi persona».
En estas asociaciones alrededor del tema de la diferencia y
de la falta aparece una condensación entre un sentimiento de
inferioridad social, el miedo de no poder estar a la altura y un
complejo de castración.
El «vacío», sentimiento de no saber y que los demás saben,
remite a tres factores que van a sobreponerse en su historia y
condicionar su sentido.

113
El «vacío», es aquel que esta cerca de la tierra, del hijo de
campesinos que no tiene «La» cultura legítima, aquella que con-
fiere «la prestancia» y la soltura de los nobles o Señores de los
castillos, de la «gente bien», de los burgueses, de aquellos
citadinos con dinero, que «tienen el modo», que pueden hablar
de todo o de nada.
El «vacío», es también el secreto que recubre la historia de la
sirvienta, la falta y el placer del padre, el rechazo de su amante,
el odio de su madre. Silencio que genera una amenaza sobre las
relaciones entre hombres y mujeres, una prohibición sobre el
placer y una culpabilidad frente a la trasgresión sexual y social
que representa la falta del padre. Silencio que es generalizado a
todo lo que concierne a la sexualidad: Colette no tendrá ninguna
educación sexual, ningún «saber» sobre la sexualidad femenina
y masculina, sobre la anticoncepción, sobre las relaciones amo-
rosas.
El «vacío», es por fin la ausencia de pene de la pequeña niña
que no puede satisfacer el deseo paternal (y sobre todo mater-
no) de tener un varón. Es el fundamento del sentimiento de infe-
rioridad de Colette, herida narcisista originaria que va a marcar
su existencia: para estar a la altura del hijo ideal, tendría que
llenar ese vacío, poseer un pene, ser lo que no es y que no será
nunca: un niño.
Cronológicamente es esta ausencia inicial la que es determi-
nante. Sabemos que para S. Freud68 el complejo de castración
conduce a la niña pequeña a desear el pene paterno. Mientras
que en los niños la angustia de castración marca la crisis terminal
del Edipo precipitando la formación del Superyo. Para la niña,
que vive la castración no como una amenaza sino más bien como
una ausencia, ello marca el momento de entrada en el Edipo. En
ella «...la renuncia al pene no se realiza mas que después de una

68
Cf. S. Freud, «Le déclin du complexe d’Oedipe», (Der Untergang des Oedipus Komplexes, 1924), in
Revue française de psychanalyse, 1934, 7, nº 3, pages 394-399.

114
tentativa para obtener una compensación. La niña resbala – a lo
largo de una equivalencia simbólica se podría decir – del pene al
niño hijo, y su complejo de Edipo culmina en un deseo por mu-
cho tiempo mantenido de obtener como regalo un hijo del pa-
dre, de traerle al mundo un hijo»69.
Colette, en ese momento esencial de la organización de su
aparato psíquico, descubre que su padre ofreció un hijo a otra
mujer que no es su madre. Este descubrimiento la confronta a
dos figuras femeninas opuestas, a dos modelos contradictorios
en el orden de las identificaciones sexuales y en el orden de las
identificaciones sociales: su madre que es «la primera» en el or-
den de la norma social no es un objeto de satisfacción sexual
para su padre. En cambio la amante de su padre, de la cual
puede suponer que es la primera en el orden de la satisfacción
sexual, está en el último nivel del orden social.
Vemos dibujarse aquí un escenario edípico de tipo socio-sexual
que va a inscribir su deseo en un juego contradictorio entre el
placer y la norma, entre el bien y el mal. Si los procesos de
identificación llevan al niño a situarse simultáneamente en una
identidad sexual y en las relaciones de filiación, le permiten igual-
mente situarse en las relaciones sociales. El lugar asignado al
hijo en el orden simbólico, le confiere un lugar social en función
de la posición social de la pareja de los padres.
Ese «orden» es tanto más imponente porque Colette nació de
la unión de dos familias campesinas instaladas desde varias ge-
neraciones atrás en la Sarthe, región conservadora y tradicional.
Su madre lleva el nombre de su abuela y de su bisabuela. El tío
materno lleva el mismo nombre que su abuelo. Del lado paterno
encontramos ese mismo peso de las tradiciones campesinas que
se simboliza en la transmisión del nombre y de la tierra. Su pa-

69
S. Freud es muy criticado por su interpretación «masculina» del Edipo. Sin entrar en ese debate
desarrollado en particular por C. Ollivier en «Les enfants de Jocaste» (Denoel et Gonthier, 1974) la
mayor parte de los actores tienden a pensar que el Edipo envia al niño a la amenaza, al miedo, mientras
que envia a la niña al vacío y a la envidia.

115
dre lleva el nombre del abuelo quien logró instalar a sus tres
hijos como granjeros, cada uno de los cuales se casó con hijas
de campesinos. Sólo la hermana del padre de Colette, Magda-
lena, escapa a ese destino volviéndose institutriz, y después des-
posando un institutor. En ese medio, las filiaciones y las alianzas
son organizadas en función de la reproducción y de la transmi-
sión del instrumento de trabajo, lo esencial es ser propietario de
sus tierras para escapar a la dependencia de los dueños de los
castillos quienes contratan granjeros. El orden está así dividido
en tres clases: los pequeños que no pueden vivir sin trabajar
para otros; los medianos que conservan su independencia por-
que su granja le permite vivir y mantener la familia; los dueños
de los castillos, presidentes municipales desde hace varias ge-
neraciones que personifican la cultura, la prestancia y el poder.
Según ese orden, Colette está destinada a casarse con un
granjero, como su mamá y sus dos abuelas, o a volverse institu-
triz como su tía Magdalena. Es de hecho lo que aparentemente
hubiera sucedido si un acontecimiento no hubiera puesto en duda
ese orden desequilibrando la coherencia entre el juego del de-
seo y la ley de la distribución antroponómica. Colette se en-
cuentra con una media hermana, que lleva el mismo apellido que
ella, hija de su padre y de la sirvienta. No es hasta mucho más
tarde que ella podrá, a pesar de lo opaco del silencio alrededor
de ese escándalo, reconstruir lo que pasó. «En mi vida, me sien-
to en el lugar de la sirvienta que jugó en el plano sexual para mi
padre y me encuentro siempre en este lugar».
Esta situación opera como un corto circuito del Edipo para
satisfacer el deseo del padre, no es el lugar de la madre el que
conviene ocupar, sino el de la amante. Es ella quien es el objeto
del deseo. Pero ese lugar es doblemente ilegítimo porque
transgrede la ley del matrimonio y del orden social. La mujer
que da placer es una trabajadora doméstica de una clase infe-
rior. Y es la madre quien personifica la prohibición, quien res-

116
guarda la ley. La que sanciona la falta del padre. Es ella quien
significa para el infante la frontera entre el bien y el mal.
Colette se encuentra entonces confrontada a dos modelos
antagonistas de mujeres: por un lado su madre, conformista,
superyoica, insatisfecha sexualmente, pero legítima. Por el otro
la sirvienta, marginal, seductora, satisfecha sexualmente, pero
ilegítima. Una es una mujer de bien, «como se debe». La otra es
rechazada y desvalorizada socialmente.
El proyecto materno es que su hija esté bien en su lugar, en su
nivel, es decir que se case, que se vuelva institutriz y trabaje en
un lugar estable en una función pública. Pero siendo así, necesita
renunciar al placer sexual, aceptar no sentir nada con los hom-
bres que son seres peligrosos que mas vale evitar.
En un primer tiempo, Colette va a inscribirse en ese proyecto.
Buena alumna, es animada por los profesores a seguir con sus
estudios. Es la única alumna de su pueblo que va a la secunda-
ria, a la ciudad vecina: «Ese fue un gran corte, cambiaba de
mundo, me encontraba con gentes de la ciudad, en lo descono-
cido...». Ese cambio la confronta al sentimiento de ser menos
culta, a la lógica de la diferenciación social que conduce a las
otras niñas a burlarse de su acento. En reacción, ella sobre inviste
en el trabajo con el fin de ser la primera para tener la impresión
de que funcionaba... Hubiera sido duro encontrarse en otro ni-
vel, me hubiera sacudido».
Pero esos buenos resultados no son investidos narcisistamente.
Colette no extrae de ello ninguna revalorización, como si se tra-
tara de una exigencia interna que esta obligada de completar:
tiene que ser la primera. Se puede sentir detrás de esa obliga-
ción una reacción del Yo frente a las exigencias del Superyo un
deseo de reparación, un mecanismo de defensa contra la culpa-
bilidad inconsciente y un medio de mantener la represión de esta.
La sublimación en el trabajo no logra canalizar la angustia.

117
Es que la persistencia se sitúa en otro lado. Siendo «la prime-
ra», Colette busca sobrepasar el resentimiento originario, con-
secuencia del no-deseo de su madre por ella. Desde el principio
ella era insatisfactoria, porque su cuerpo, su sexo no provocó el
deseo de su madre y que en el momento en el que hubiera podi-
do ser objeto del deseo paternal, éste se proyectó sobre otra,
aún cuando esa otra fue rechazada, exiliada, derrotada y con-
denada. El temor de «encontrarse en otro nivel» envía entonces
a una serie de parejas opuestas (niño/niña, madre/amante, pa-
trón/doméstica) situando diferentes posiciones contradictorias.
Ser la primera como objeto del deseo para el padre, es arries-
gar un doble desclasamiento: desclasada en el amor de la madre
y desclasada en lo social. («Ser puesta al margen de la socie-
dad»). Ser la primera en el amor de la madre, es arriesgarse a
ser la última en el deseo del padre, etc.
Para Colette «la primera cosa que no convino estaba en el
cuerpo ya que se trataba del sexo que no provocó deseo de
parte de la madre»70 y Christiane Olivier muestra bien que este
«vacío» inicial es el patrimonio de la gran mayoría de las niñas.
Pero ese conflicto se vuelve crucial para Colette en la medida en
que el sentimiento de no estar a la altura del deseo del otro juega
sobre varios registros que se entrelazan los unos sobre los otros
en una base recíproca, lo que no quiere decir que uno determine
los otros, sino que se refuerzan mutuamente en relaciones de
correspondencia.
La obstinación en el trabajo, lejos de atenuar las diferencias
favoreciendo su asimilación al mundo urbano y burgués, contri-
buye a aislarla un poco más. Colette no hace amigas y pasa
todo su tiempo libre en los libros de la escuela; ella se margina,
vive entre paréntesis como «anestesiada». Su ansiedad de no
estar a la altura la lleva a trabajar mucho más de lo que le sería
necesario para tener éxito. El miedo de no saber, el temor de no
70
Cf. Olivier, «Les enfants de Jocaste», Denoel/Gonthier, Paris, 1974, p. 65.

118
ser la primera, lejos de atenuarse, se amplifica. Frente a la an-
gustia que aumenta, ella se sostiene aferrándose a los encuadres
institucionales de la escuela, después de la escuela normal, y
luego de la función pública, «era necesario para mi equilibrio».
Esas diferentes instituciones le confieren un lugar, un nivel, un
soporte, pero no le permiten de la misma manera escapar a su
sentimiento de inferioridad. Mientras que percibe a los otros
como poseedores de un aplomo natural, como capaces de ha-
blar de cosas que no conocen, ella no logra encontrar en los
diplomas y en sus éxitos escolares la confianza que le falta.
Al escenario edípico que introduce una contradicción en su
posicionamiento afectivo y sexual, viene a sobreponerse una
separación entre dos mundos en los cuales ella no logra encon-
trar su lugar: «ya no soy del medio de mis orígenes, pero no soy
del medio en donde estoy ahora». Esta separación envía a una
doble oposición: oposición entre el mundo rural campesino de
sus padres y el mundo urbano burgués de la escuela; oposición
entre el mundo de los hombres y el de las mujeres.
Afrontar la diferencia social, la lucha por reaccionar contra el
«sacudimiento» que ella representa, el gasto de energía necesa-
rio para ser y permanecer como la primera se realizan en un
universo femenino. El equilibrio encontrado por Colette se man-
tiene a partir del momento en el que ella está en un marco que la
protege de los hombres. Pero ese marco que la protege es el
mismo que la anestesia porque excluye el placer, porque asfixia
la parte de ella misma que es atraída por los hombres, porque
reprime su sexualidad: «Siempre eliminé a los hombres en ese
momento». Los contactos que ella puede tener con los mucha-
chos se dan en situaciones oficiales, ritualizadas, «en las asam-
bleas», bajo la mirada del pueblo y de sus padres, o en la Es-
cuela Normal en los encuentros organizados con las promocio-
nes de los muchachos. «Para mi madre, había peligro en los
hombres; había peligro, eso seguro, de quedar embarazada solo
por besar a un muchacho».
119
Ese temor de los hombres comunicado por su madre es do-
ble: los hombres son amenazantes porque son violentos, «son
bestias», la necesidad de los hombres es una necesidad bestial;
por otro lado, la falta más grave para una mujer es quedar em-
barazada fuera del matrimonio, lo que representa el fracaso su-
premo. Para evitar ese riesgo y canalizar la violencia de los hom-
bres, hay que comprometerse lo más rápido posible con un hom-
bre «bien».
Colette está entonces frente a una contradicción en su rela-
ción con los hombres. Por un lado sale con un institutor serio,
recibido por su familia, con el cual está prácticamente compro-
metida: él se ajusta perfectamente al proyecto materno, dentro
de la norma, en «una vida bien trazada». Pero con él, ella no
siente nada, ni deseo, ni amor. Por el otro ella se siente atraída
físicamente por los jóvenes del pueblo, pero le es imposible te-
ner relaciones sexuales con ellos debido a la prohibición de la
madre que ella ha interiorizado, reforzada por la diferencia del
nivel cultural que los excluye como pretendientes al matrimonio.
Ese «nudo», esa contradicción desencadena un primer episo-
dio depresivo. Sin saber como salirse de esa situación, ella va a
buscar ayuda cerca de su madre. Pero mientras espera de ella el
aliento para romper con un hombre al lado de quien no siente
nada, ésta le transmite su incapacidad de vivir: «Tal vez será lo
mismo con otros hombres». En esta respuesta, la madre expre-
sa que no puede aceptar que su hija no sea como ella; diciéndo-
le eso, ella le dice de igual forma: «Es igual para mí», «Tú eres
como yo», «Sé como yo», y al contrario: «Si sientes, te pones
en el lugar de la sirvienta, me traicionas, eres una mala hija».
Colette se siente entonces «hundida», «ahogada», regresada
a su ser incompleto, incapaz de reaccionar. Esa situación ilustra
la hipótesis de F. Pasche sobre la depresión de inferioridad: «En
la depresión, el Yo (je) y el Superyo hacen causa común contra

120
el Yo (moi)71 para pronunciar un veredicto sin fin de incapaci-
dad»72. Ese episodio depresivo durará 6 meses, hasta que en-
cuentra a una mujer «aparentemente enamorada de su marido»
que le significa que la alternativa en la que se encuentra no tiene
nada de inevitable: «hay que detener esto, la vida no es así, no
hay que seguir en esta historia si es el efecto que tiene». Colette
se siente entonces con la energía y el derecho de romper, de
afrontar a su familia y a su institutor- novio.
Ese escenario va a repetirse en un segundo tiempo de manera
un poco diferente: por un lado Colette se autoriza a coquetear
con un «chavo del pueblo». Por el otro ella comienza a conocer
hombres de otro nivel social que le hacen darse cuenta de que
ser institutriz, «no era una cima, era lo más bajo de la escala».
Ella sale entonces con un estudiante ingeniero que la inicia en
la vida parisina, a la cultura burguesa, pero con quien no tiene
relaciones sexuales.
Se siente atraída por lo que vive como «un cuento de hadas»,
por esa nueva «cima» a alcanzar: modelo de la mujer burguesa,
mantenida por un marido, que la respeta y no le propone tener
relaciones sexuales antes del matrimonio. Pero esta propuesta
le da la impresión de asfixiarse: renunciar a trabajar es negar
todo su pasado, es invalidar todo lo que ella ha hecho para vol-
verse institutriz, es separarse de sus orígenes sociales y cultura-
les, es volverse una burguesa, es estar irremediablemente con-
frontada al desfase social y admitir la separación entre esos dos
mundos. Aceptando el hecho de deber su promoción a un hom-
bre ella se condena a aceptar su dominación, a estar en deuda
con él por lo que ella pudiera volverse, a volverse alguien que
ella menosprecia en el fondo de sí misma.
Ese miedo al desfase social recubre otro miedo de la que esa
relación la protege: sin proponerle hacer el amor, él le permite
71
N: de T. Dado que en español hay una sola palabra para traducir Je et moi, se pondrá entre paréntesis
la palabra en francés para aclarar cuando el yo se refiere a la instancia del aparato psíquico.
72
Cf. F. Pasche, «A partir de Freud», Payot, Paris, 1969, p. 185.

121
evitar la amenaza de quedar embarazada; pero él admite por lo
mismo la asfixia de su sexualidad, lo prohibido del placer. Pro-
poniéndole volverse una mujer legítima y respetada, como su
madre, asfixia a otra mujer, cierto ilegítima, pero que supo dar y
recibir placer.
Desmembrada entre esas dos partes de ella misma, Colette
empuja a su novio a dejarla y se sumerge de nueva cuenta en la
depresión: «Tuve la impresión de que hubo una ruptura interior y
que no podría nunca más tener relaciones con los hombres».
Aún después de un psicoanálisis, sus relaciones con los hom-
bres continuarán marcadas por esa contradicción entre le deseo
sexual y la aspiración social. Hay hombres con los que ella po-
dría tener relaciones y casarse, pero con ellos no siente nada, no
siente placer (los institutores, los ingenieros, los diplomados).
Están en la norma del proyecto materno, podrían aportarle se-
guridad, estabilidad y consolidar su promoción social, permitirle
alcanzar «una cima» social. Pero son otros hombres los que
pueden permitirle alcanzar «una cima» sexual, con los que ella
siente placer en su cuerpo: los cuates del pueblo, hombres ya
casados pero que tienen como característica el ser marginados
con relación a la burguesía, ser autodidactas sin diplomas.
Todo pasa como si hubiera que disociar la posibilidad de te-
ner relaciones sexuales satisfactorias y relaciones afectivas
durables. Si su «aspiración suprema» sigue siendo casarse, su
obsesión es «poder todas las noches hacer el amor legalmente».
La satisfacción de su deseo no puede realizarse en la obligación
de la legalidad instituida y en la forma burguesa.
Lo que aquí se pone en juego sigue estando fundamentalmen-
te inscrito en la relación del deseo del padre, dividido entre dos
modelos de mujer irreconciliables que pertenecen a dos mun-
dos sociales diferentes.

122
EL EJEMPLO DE AUGUST STRINDBERG
La discusión sobre la parte que se refiere a lo que se pone en
juego sexual y socialmente en el complejo de Edipo puede igual-
mente ser ilustrado por el caso de A. Strindberg quien, a través
de su obra dramática y sus novelas auto-biográficas, nos pro-
porciona un material extremadamente rico y conmovedor sobre
su historia73.
No discutiremos aquí el estatus del material empleado: ¿se
trata de un testimonio auto-biográfico o de una novela «inventa-
da»? Como lo subraya Marthe Robert74, «La novela nunca es ni
verdadera ni falsa». Como todo discurso de un sujeto sobre él
mismo, «no es otra cosa que una magnificación de su poder de
ilusión» un medio para «contar historias» para engañarse y en-
gañar a otros, pero que interviene en la vida «revelando sus inte-
riores mejor escondidos» en la medida en que «puede detallar el
mal sin dejar él mismo de ser puro y benefactor».
Escribiendo en tercera persona, A. Strindberg puede liberar-
se guardando la distancia ilusoria necesaria del escritor de no-
velas, ya sea con respecto a él mismo o con respecto a la socie-
dad rígida y conservadora de Suecia en el siglo XIX. El subtítu-
lo que le da a su novela, «Historia de un alma» indica bien el
propósito del autor que consiste en describir la constitución y la
formación de su personalidad entre 1849 y 1867, es decir du-
rante los 18 primeros años de su vida.
La extraordinaria calidad de este material auto-biográfico
completado con una obra dramática igualmente interesante en el
plano teatral que desde un punto de vista clínico hace de

73
A. Strindberg ha escrito más de cincuenta obras de teatro, varias novelas, una auto-biografía en 5
volúmenes, así como una correspondencia voluminosa. Cf. la bibliografía establecida por G. Vogelweith,
in «Le psycho-théatre de Strindberg», Ed. Klincksieck, París, 1972.
74
Cf. Marthe Robert, «Roman des origines et origines du Roman», Tel, Gallimard, París, 1976, p. 33,
1ére édition, B. Grasset, 1972.

123
Strindberg el objeto de numerosos estudios psicopatológicos
entre los que están los de Guy Vogelweith y de J. Chasseguet
Smirgel75.
Nacido en 1849 en Estocolmo, Strindbreg es el cuarto de
once hijos. Su padre, agente marítimo, y proveniente de una
familia aristocrática que lo rechaza después de su matrimonio
con una antigua sirvienta. Su madre muere en 1862 cuando
August tiene 13 años. Siendo el único de su familia que estudia,
entrará a la universidad, se volverá bibliotecario en la Biblioteca
Real de Estocolmo, y autor dramático. En 1875 se llena de pa-
sión por Siri von Essen, casada con un barón, con la que con-
traerá matrimonio en 1877. Comienzan entonces crisis de deli-
rio que él describirá en particular en «El alegato de un loco»
(1887)76. Se divorcia en 1862 y entra en un período de conflic-
tos, de miseria, de delirios que lo conducen a interesarse en la
alquimia. Sus crisis de paranoia alcanzan su culminación en Pa-
rís en 1896. Las describirá en «Inferno» y «Légendes». De re-
greso en Suecia se vuelve a casar, retoma su actividad literaria,
se vuelve a divorciar para volverse a casar y divorciar una ter-
cera vez en 1904. Muere en 1912 de cáncer en el estómago.
August Strindberg en «El hijo de la sirvienta»(«Le fils de la
servante»)77 relata su novela familiar bajo los pasos de Jean: «El
padre era aristócrata de nacimiento y de educación. Había un
viejo árbol genealógico según el cual su familia noble se remon-
taba hasta el siglo XVII... La madre de Jean era hija de un po-
bre sastre, su suegro la había empujado a la vida de sirvienta y
después de «muchacha de hostería» (p.12). Por el hecho de su
mala alianza, el padre rompe con el resto de su familia pero

75
Cf. Guy Vogelweith, «Le psychothéatre de Strindberg», op. Cit., et J. Chasseguet Smirgel in «Pour
une psychanalyse de l’art et de la créativité», Payot, Paris, 1971.
76
«Le plaiyoder d’un fou», Mercure de France, Paris, 1964.
77
Su auto-biografía titulada «Histoire’une áme», escrita en 1866, se compone de 4 volúmenes «Le fils
de la servente» «Fermentation» «Dans la chambre rouge» et «L’écrivain».
Las citas siguientes son extraidas de «Le fils de la servente» : Traducido por Camille Polack, PUF.,
coll. Folio, Paris, 1973.

124
mantiene sus hábitos aristócratas: «Porta barba, la piel fina, se
peinaba al estilo Louis-Philippe. Además, usaba lentes, estaba
siempre bien vestido y le gustaba la ropa limpia. El trabajador
doméstico que boleaba sus botas debía portar guantes durante
la operación, ya que sus manos eran consideradas demasiado
sucias para poder penetrar en las botas del amo» (p.12). Lo
describe como triste, cansado, severo, serio, encerrado en sí
mismo «no aceptaba ninguna invitación de sus amigos, porque
él no podía invitarlos después... existía una herida sentimental
que él quería esconder y cicatrizar» (p.14). Herida de la regre-
sión «ya que había descendido, él había dañado su situación».
La madre es descrita como sencilla, limpia, compasiva, justa,
«relativamente contenta de su suerte, ya que se había elevado
en la escala social». Aún cuando tienen empleados domésticos,
la familia vive bastante pobremente: alimentos racionados, car-
ne sólo los domingos, ropa conservada el mayor tiempo posi-
ble, alojamiento insuficiente para una familia numerosa: «tres
recamaras estaban habitadas por el padre, la madre, siete hijos
y dos sirvientes».
Jean es descrito como huidizo y solitario. Su hermano mayor
era el favorito de su madre, el segundo el favorito de su padre,
«Jean no era el favorito de nadie... él quería ganarse a su madre.
Se volvió cariñoso, llegando a ser pesado; fue lastimado y re-
chazado». El sentimiento de ser malquerido engendra una cul-
pabilidad profunda: «Jean tenía constantemente miedo de que
descubrieran alguna falta de la cual culparle» – lo que lo condu-
ce a ser castigado por faltas que él no cometió. Una escena se
quedará particularmente gravada en la memoria del narrador.
Strindberg regresará a ella varias veces en su auto-biografía.
Un día a medio día su padre examinaba una botella de vino.
- ¿Quién se acabó la botella? Pregunta paseando su mirada
alrededor de la mesa.
Nadie responde, pero Jean se sonroja.

125
- Ah! Eres tú, dice el padre.
- Jean, que nunca había notado el escondite de la botella de
vino, se pone a llorar y a sollozar.
- No fui yo quien se tomó el vino.
- Ah! Además de todo lo niegas!
- Además de todo lo niegas!
- Vas a ver cuando nos levantemos de la mesa.
El pensamiento de lo que iba a pasar cuando hubieran dejado
la mesa,
Así como las observaciones que el padre continuaba hacien-
do sobre el carácter poco comunicativo de Jean provocarían un
nuevo diluvio de lágrimas.
Se levantan de la mesa.
- Entra, dice el padre, y se va a la recamara donde duermen.
La madre lo sigue.
- Pide perdón a papá, dice ella.
- Yo no lo hice, grita él ahora.
- Pídele perdón a papá, dice su madre jalándole el cabello.
El padre ha tomado el fuete que estaba detrás del espejo.
- Papá querido, perdóname, grita el inocente.
Pero ahora es demasiado tarde. La confesión esta hecha.
La madre asiste a la ejecución.
El niño grita de despecho, de rabia, de dolor, pero sobre todo
de vergüenza, de humillación.
- Ahora pídele perdón a papá, dice su mamá.
El niño la mira y la menosprecia. Se siente sólo, abandonado
por aquella con quien siempre se había refugiado para recibir
ternura y consuelo, pero rara vez justicia.
- Papá querido, perdón, dice mordiendo cruelmente sus la-
bios mentirosos.
Y entonces se escurre a la cocina cerca de Louise, la nana
quien de costumbre lo peina y lo lava, y es en su delantal que él
llora su pena.

126
- ¿Qué hiciste? pregunta ella compasiva.
- Nada, responde él. Yo no lo hice.
La madre llega.
- ¿Qué dice Jean? Le pregunta a Louise.
- Dice que él no lo hizo.
- Lo sigue negando!
Y finalmente Jean es llevado para ser torturado hasta que
confiese lo que nunca hizo».
Desde ese día Jean vive en una inquietud permanente y co-
mienza a entrever «malvados espíritus como salvajes y bestias
feroces... Él era como un condenado. Condenado por mentira y
robo... Había perdido su consideración social, se había conver-
tido en sospechoso y era la burla de sus hermanos y hermanas
porque lo habían agarrado» (p. 21) Todo aquello a causa de
una falta que él no había cometido.
Una interpretación psicoanalítica simple permite comprender
cómo Jean se halla castigado por su padre, frente a su madre, lo
que le permite menospreciar aquella a quien desea inconscien-
temente y odiar por causa de la injusticia aquel de quien querría
inconscientemente deshacerse. El castigo viene aquí a respon-
der a la culpabilidad inconsciente sustituyendo al deseo prohibi-
do por una falta imaginaria que le es atribuida.
Esta escena ilustra perfectamente los juegos del deseo sexual
que van a influenciar a Strindberg en sus relaciones ulteriores,
ilustra igualmente los juegos sociales que van a marcarlo todo
tan radicalmente. La dinámica inconsciente del deseo sexual es
indisociable, si se quiere comprender la naturaleza profunda de
la neurosis del autor, de la posición social de los actores presen-
tes. El padre que representa la clase superior de la cual ya no
forma parte, trata en vano de encarnar el orden, la justicia, el
poder, la autoridad, pero ejerce sus prerrogativas de manera
desplazada. La humillación resentida por Jean esta ligada al sen-
timiento de que el padre está desclasado con respecto a la po-

127
sición que él busca ocupar cuando ya no es la suya. Más que la
injusticia del padre que lo castiga por una falta que él no come-
tió, es la decadencia de la imagen paterna la que es aquí puesta
en escena. La vergüenza viene de la necesidad de someterse a
una autoridad que quisiera ser superior pero que ya no lo es, a
una potencia en donde lo arbitrario no hace mas que expresar la
debilidad, a un poder que ya no es legítimo por la consideración
social. El padre es desvalorizado porque es incapaz de aportar
protección y seguridad al hijo, ya sea frente a los deseos culpa-
bles que lo atraen hacia su madre, o a un orden social separado
en «dominantes» y «esclavos», en el cual los hijos están irreme-
diablemente del lado de los esclavos.
El padre no permite al niño encontrar una salida a sus conflic-
tos porque él mismo no ha podido encontrar salida a su falta, es
decir a su mala alianza. Se conduce como si fuera todavía un
amo cuando ya no lo es, como si todavía fuera superior, cuando
vive recluido, disimulando al interior del espacio doméstico la
decadencia familiar y social de la que es objeto. En la identifica-
ción al padre, lo que resalta entonces es la humillación, la des-
consideración social, la burla de otros, como si Jean retomará a
su turno la imagen reprimida de su padre. La identificación con
el agresor, lejos de proponer al niño un modelo de potencia, de
firmeza, de fuerza, de dominación, lo lleva a introyectar una ima-
gen negativa y desvalorizada de él mismo. Es sin duda en ese
proceso que conviene inscribir el génesis del sentimiento de per-
secución que perseguirá a Strindberg todo lo largo de su exis-
tencia. En tanto el niño se desarma frente al castigo paternal no
puede apoyarse en el sostén materno ni sobre la solidaridad de
los dominados.
Su madre es doblemente sumisa: como mujer al deseo del
padre, como esclava al deseo del amo. Ella asiste a la ejecución
y participa en ella. Frente a la injusticia y a lo arbitrario de que el
niño es objeto, ella lo acusa y lo mortifica. Lejos de consolarlo,

128
es ella quien lo lleva a su «torturador» en el momento en que él
va a buscar al lado de otra sirvienta el consuelo que ella le negó.
No solamente lo abandonó sino además se hizo la cómplice ac-
tiva de su persecutor: es ella quien le pide humillarse, someterse:
«Pídele perdón a papá», le dice ella, hasta jalarle el pelo. Ella, la
madre que se halla del lado del padre – aquello no sería enton-
ces más que un simple episodio edípico – pero sobretodo Ella,
la esclava, la sirvienta, que se halla del lado del amo y aquello se
vuelve una tragedia social. Jean es «el hijo de la sirvienta». En el
deseo que él siente por su madre, no puede disociar a la mujer
de su estatus social.
La pareja paterna de padres es a la vez el soporte de juegos
del deseo sexual y de relaciones sociales de dominación. El pro-
blema para Jean será entonces situarse en unos y en otros. El
deseo de estar del lado de su madre con tal de volverse «su
favorito» lo lleva a afirmar una solidaridad activa con el mundo
del que ella proviene, pero se da cuenta de que ella ya no perte-
nece a ese mundo, que ella hace alianza con el amo en contra de
él. Esta alianza de dos personas desclasadas, que podría signifi-
car el triunfo del amor frente a las lógicas de la dominación, se
transforma en arbitraria, en encierro en sí misma, en conformis-
mo, en negación de toda expresión de sí mismo ( «Más te vale
no querer» p.17), en auto-desvalorización. Es la imagen social
desvalorizada, interiorizada por sus padres lo que constituye su
falta, negando a los niños la capacidad de afirmarse: ¿«Qué dirá
la gente?... Y por ahí su personalidad fue minada; el niño no
podía nunca ser él mismo; dependía siempre de la opinión flo-
tante de otros y nunca tenía confianza en él mismo para lo que
fuese» (p. 17).
La escena del castigo y de la culpabilidad que ella engendra
trae sin duda un empuje de energía sexual reprimida. Pero la
violencia de sentimientos no sería tan grande si no estuviera re-
forzada por los conflictos de clase que atraviesan el triángulo

129
edípico: humillación por el cambio de posición social para el
padre que vive una contradicción entre la autoridad paterna de
la cual sigue investido y la autoridad social que le es negada;
culpabilidad para la madre cuya promoción produjo el
desclasamiento del padre que ella compensa con sumisión y
dependencia a su autoridad.
La renuncia de Jean a sus deseos edípicos se traducen enton-
ces en una mezcla entre los juegos afectivos y los juegos socia-
les. El conflicto con su padre, si pensamos que inconsciente-
mente es Jean quien al sonrojarse lo pone en posición de casti-
garlo injustamente, no sería tan violento si no compartiera su
humillación social. Al deseo de deshacerse de un rival, que viene
a bloquear el acceso hacia la madre, viene a adicionarse el me-
nosprecio por un padre que reproduce las injusticias de una
dominación que él mismo ha sufrido. Es un hombre rebajado y
castigado. El castigo lejos de aliviar la culpabilidad resentida
por el niño, contribuye a poner en escena la incompetencia del
padre para situarse en un orden que, aún cuando es arbitrario,
permite a cada uno encontrar su «justo» lugar.
«Lo más despreciable es enviar la falta sobre otros... ese cas-
tigo es una venganza pura» escribe Strindberg como para signi-
ficar cuánto el padre, pidiendo al niño confesar una falta que no
había cometido, trata de arreglar su propia culpabilidad, de ven-
garse de su propio estado.
Cierto es que el niño, a los 5 ó 6 años, no percibe más que
confusamente las reglas del juego social que presiden a los com-
portamientos de su padre y de su madre. No es sino más tarde
que él organiza su novela familiar introduciendo directamente la
dinámica de las relaciones sociales, la conciencia de la jerarquía
social. Pero de la misma manera que el niño no puede simbolizar
en palabras los juegos del deseo sexual que resiente, los juegos
sociales son resentidos sin por ello poder ser expresados.
Es en ese nudo edípico en el que va a enraizarse el conjunto
de conflictos en los cuales Strindberg se debatirá toda su vida y,
130
en particular, su incapacidad para posicionarse socialmente. «El
niño ha visto el esplendor de la clase superior en lo lejano...
Aspira a ello como si fuera su región natal. Pero la sangre de
esclavo de su madre se revela en contra. Venera por instinto la
clase superior, la venera demasiado por osar esperar acceder a
ella. Y siente que no lo es. Pero no es tampoco de la clase de los
esclavos. Ese será una de las fracturas de su vida» (p. 36).
Después de haber terminado sus estudios secundarios, su
padre le propone entrar a la escuela militar. «Él no sabía que
responder. Era demasiado. Volverse un señor elegante con una
espada al lado! Volverse Oficial, eso significa tener poder; las
jóvenes muchachas le sonreirían, y (...) nadie lo reprimiría más
(...) Pero era demasiado para él (....) él no quería ésta eleva-
ción, ni mandar, quería simplemente escapar a la obediencia ciega,
a la vigilancia, a la sumisión. El esclavo que no se atreve a exigir
nada de la vida que se despertaba en él, lo rechazó» (p. 118).
Así él aspira a volverse dominante pero no se lo permite, no
se atreve a pretenderlo porque una parte de él mismo se opone.
Seguir siendo esclavo, es mantener el lazo con los orígenes so-
ciales de su madre, es seguir siendo «el hijo de la sirvienta», es
mantener la identificación original a través de lo que representa
socialmente. El deseo de elevarse se enfrenta por otro lado a la
culpabilidad de frente a ese padre derrotado a quien tendría
entonces que sobrepasar, por lo tanto humillar. El niño es atra-
pado por una red de contradicciones en cuanto al lugar que le
toca entre los dominantes y los dominados, los amos y los es-
clavos, los verdugos y las víctimas.
Tenemos aquí los componentes de un sistema que propone-
mos esquematizar con el fin de poner en evidencia:
- Los lazos entre la posición social de los padres y las contra-
dicciones de su proyecto;
- Los lazos entre esas contradicciones y las tensiones psíqui-
cas entre el Superyo y el Ideal del Yo.

131
- Las reacciones del Yo (moi) frente a esos conflictos.
La puesta en evidencia de los compuestos sociales del com-
plejo de Edipo nos parece susceptible de hacer más comprensi-
ble la génesis de los disturbios paranoicos de A. Strindberg, y
de completar la interpretación que de ello hace J. Chasseguet
Smirgel78.
J. Chasseguet Smirgel ve el origen de la paranoia en el carác-
ter terrorífico de la imagen materna y en la debilidad de la iden-
tificación paterna: «Podemos decir que el futuro paranoico, de
quien la imagen materna fálica es siempre mala, no ha encontra-
do en su padre... el soporte para una nueva triangulación. El
sujeto no ha podido pasar la fase de idealización del padre que...
es necesaria en las identificaciones edípicas. El pene paterno es
para él un objeto erótico y agresivo pero no es portador de su
Ideal de Yo. Sigue siendo para él un pene y no un falo»79.
A partir de esta falla, el sujeto será llevado a idealizar su pro-
pio Yo o a proyectar el Ideal del Yo sobre una figura divina. El
muestimento del Yo es interpretado como una defensa mayor
contra la homosexualidad: «El sujeto elaborará entonces fantas-
mas y actos que apuntan a demostrar que él ya posee un pene
de una potencia absoluta y perfecta, superior a todos los otros,
y evidentemente, al de su padre del que no tiene, por conse-
cuencia, ninguna necesidad».80

78
Cf. Chasseguet Smirgel, «Pour una psychanalyse de l’art et de la créativité», Paris, Pavot, 1971,
pages 107 à 167: voir également son «Essai sur l’idéal du Moi», P.U.F., Paris, 1973, pages 124 à 131.
79
Cf. Chasseguet Smirgel, «Essai sur l’idéal du Moi» Op. Cit. p.124.
80
Chasseguet Smirgel, «Essai sur l’idéal du Moi», Op. Cit. p.124.

132
A propósito de A. Strindberg: los componentes sociales del complejo de Edipo

Dominación Posición de origen Sirvienta


Posición de origen
Aristocracia, clase “superior” clase “inferior”
Sumisión

Trayectoria: regresión Trayectoria: promoción


Valorizado por su origen pero Invalidada por su origen pero
invalidado por su matrimonio valorizada por su matrimonio
que confirma su ruina que confirma una promoción
Matrimonio desacertado
que la deja en deuda con su
dominación marido
Padre Madre
sumisión

Pero la madre “sumisa es de hecho


la causa de la ruina paterna
PADRES

(verdugo)
El padre “patrón” es de hecho

Veneración y desprecio
la víctima de la sirvienta que
se convierte en su mujer

SUPER YO IDEAL DEL YO SUPER YO IDEAL DEL YO


Sumisión y rebeldía

Sé justo/ quédate Ser aristócrata, Sé simple, Ser un patrón


en tu lugar. No respetado; sumiso.
Odio a los
hay peor falta que desprecio hacia Respetuoso del
dominantes
la ruina los sirvientes patrón
Ha rgo
ca
de los dominados

co z En e
rat
Quédate del lado

mo
ne
s pé
yo tro Su
pa Sé
los u n
como yo
No hagas
Veneración y desprecio

ea pa
ec tr o
ed n
Ob

SUPER YO IDEAL DEL YO


Sumisión al orden social y Veneración de las clases
parental superiores-desprecio de los
dominados y los desposeídos
HIJO

Apego a la condición de los


Rechazo del orden social y
dominados/desprecio a los
parental
dominantes

Culpabilidad Hunillación
YO

Inversión de la rebeldía Complejo de inferioridad


contra el YO: delirio de persecusión/ Megalomanía: ser superior en
Convertirse uno mismo en víctima todo, como Dios

La existencia de ese pene, según J. Chasseguet Smirgel, es-


tando basada en un hueco, la introyección del pene paterno no
efectuada explicaría un cierto número de características de la
paranoia y en particular de la invención megalomaníaca que co-
133
rresponde «a la creación de un falo autónomo que se sitúa fuera
de la realidad». La autora interpreta la obra de A. Strindberg
como una defensa contra la angustia que trae consigo la debili-
dad de la identificación paterna y las pulsiones homosexuales
que esa debilidad refuerza. Las decoraciones, las situaciones
falsas, las funciones usurpadas, los dobles juegos, las humilla-
ciones puestas en escena, los fracasos, los engaños, las mentiras
que pueblan el universo dramático y autobiográfico de Strindberg
son analizados «como escape del sentimiento profundo de la
propia inautenticidad de su identificación paterna».
Para J. Chassaguet, la vida conyugal es «una muralla de de-
fensa contra la homosexualidad gracias a las satisfacciones ho-
mosexuales indirectas que ella provoca por identificación con la
pareja».81 Sus invenciones literarias, así como sus delirios de
persecución, son el hecho de la pulsión homosexual: «Si su falo
ha perdido sus características narcisistas mágicas, el sujeto es
acorralado a reconocer su deseo erótico por el padre y su pene,
es decir su necesidad de identificación al portador del pene ge-
nital por introyección de sus atributos».82
La tentativa infructuosa de depositar sobre el padre la poten-
cia fálica impide la sublimación de la pulsión homosexual, mien-
tras que el Yo del sujeto sigue siendo objeto de un fuerte
investimento narcisista, lo que lleva a una regresión: «La regre-
sión llevará a la megalomanía, el investimento narcisista del Yo
siendo la única salida para quien no ha podido proyectar su nar-
cisismo sobre un objeto erigido como Ideal del Yo»83.
Así, la debilidad de la imagen paterna es el producto de una
derrota social no asumida por el padre quien propone a su hijo
una figura de identificación contradictoria. Lo confronta a una
exhortación paradójica pidiéndole por un lado volverse como
él, un amo y un aristócrata, cuando él mismo ya no lo es, y, del
81
Chasseguet Smirgel, «Essai sur l’idéal... Ibidem p. 127.
82
Chasseguet Smirgel, «Essai sur l’idéal... Ibidem p 147.
83
«pour un psychanalyse de l’art et de la créativité», op. cit., p.114.

134
otro lado, de escapar al fracaso rebajándolo, sometiéndolo, tra-
tándolo como un empleado doméstico, pidiéndole hacerse car-
go de tareas «serviles» (Cf. «Le fils de la servante», páginas 115
y siguientes).
De igual forma el sadomasoquismo de Strindberg es la con-
secuencia de las relaciones de dominación / sumisión que atra-
viesa la pareja de sus padres por lo que se refiere a sus respec-
tivas posiciones de clase: la madre sirvienta, dominada, y ame-
nazante porque ella es la causa del desplome del padre, de la
invalidación del Amo, sin dejar de ser una mujer sumisa; el pa-
dre, quien representa la autoridad, el poder social y familiar, es
de hecho una víctima sin dejar de ser el guardián de la ley, aquel
que juzga, fija lo prohibido y distribuye los castigos.
La megalomanía y el complejo de superioridad son las con-
secuencias de situaciones de humillación que lo llevan a desa-
rrollar un complejo de inferioridad.
En su autobiografía, Strindberg muestra bien la importancia
de situaciones de humillación en el génesis de su delirio de per-
secución. Él narra en particular como, en el gimnasio (el equiva-
lente a la secundaria), él es expuesto a sarcasmos y burlas de los
alumnos por su pobreza, y, en su familia, su éxito escolar lleva a
su padre y a sus hermanos a rebajarlo: «Él creció y debió llevar
ropa que no era de su talla. Los compañeros se pusieron a bro-
mear sobre sus pantalones demasiado cortos.
Sus camisas ya no le llegaban hasta el codo... es por eso que
en deportes se quedaba con el saco puesto» lo que le vale los
reproches de sus profesores y su rechazo; «Ahora conocía las
humillaciones. La pobreza, impuesta por maldad como humilla-
ción, y no por necesidad. Él se quejaba de sus hermanos, pero
le decían que no había que ser orgulloso. La depresión era tan
grande, que había creado entre ellos una cultura diferente».84

84
Chasseguet Smirgel, «Essai sur l’idéal du Moi», Op. Cit. p. 114.

135
Vemos aquí como la humillación social conduce al encierro
sobre sí mismo y al sentimiento de ser expuesto a la maldad. La
revalorización narcisista que el niño busca en un éxito escolar
viene a enfrentarse contra la invalidación de su padre y de sus
hermanos que lo perciben como una voluntad de su parte de
rebajarlos. Tanto en la escuela como en su familia, su búsqueda
de reconocimiento y de amor es rechazada. El sentimiento de
ser perseguido se desarrolla entonces como reacción al rechazo
del que es objeto: es mas desgastante ser constantemente des-
valorizado que ser perseguido. La humillación de no ser objeto
de amor se transforma en resentimiento contra aquellos que lo
rechazan y de los que se vuelve víctima: «Ahora él odia a sus
perseguidores y ellos lo odian».
La humillación e invalidación son en este caso el producto de
rivalidades afectivas y sociales. En ese juego de rivalidades,
Strindberg es constantemente confrontado a identificaciones
contradictorias que reactualizan permanentemente las contra-
dicciones del proyecto de los padres. Incapaz de situarse entre
la clase superior y la clase inferior, los amos y los esclavos, los
dominantes y los dominados, los alumnos del gimnasio y sus
hermanos, los verdugos y las víctimas, va a entrar en un proceso
de división y de desdoblamiento del cual su producción teatral
será una de sus expresiones. Hallaremos aquí la tesis de Guy
Volgelweith quien ve en el trabajo de escritura el medio para
Strindberg de proyectarse en una escena imaginaria: «Es ahí en
el espacio mental, que en retrospectiva, él verá surgir su doble...
El doble del autor no es necesariamente una copia conformada
de su yo... sino un proyecto de comportamiento destinado a
resolver sus dificultades de orden psíquico... gracias a la pro-
yección de ese otro en sí mismo que es el doble, el autor puede
confrontar su yo con una imagen que fracciona en diversas zo-
nas».85

85
Cf. G. Vogelweith, «Psychothêatre de Strindberg», Klincksieck, Paris, 1972, p. 8.

136
Strindberg pondrá en escena esas diferentes partes de él mis-
mo que están en conflicto las unas con las otras, respondiendo
así al análisis de Freud cuando escribe de la paranoia que «frac-
ciona el yo en varias personas extrañas entre ellas»86. A través
de todos esos personajes aparecen los componentes múltiples
de la neurosis de Strindberg entre los cuales los aspectos socia-
les están constantemente presentes87.

NOVELA FAMILIAR Y NEUROSIS DE CLASE


Freud menciona la trama de la Novela familiar en una carta para
Fliess desde 1897. Pero es en 1909 cuando publica su artículo
«Der Familien roman der Neurotiker» en un libro de Otto Rank.88
La novela familiar designa para Freud los fantasmas por los cuales
el sujeto modifica imaginariamente sus lazos con sus padres,
imaginando por ejemplo que es un niño encontrado:
«Para el pequeño niño, los padres son al principio la única
autoridad y la fuente de toda creencia... el niño aprende poco a
poco a conocer las categorías a las cuales pertenecen sus pa-
dres» (vemos aquí que Freud hace él mismo el lazo entre la
novela familiar y la confrontación del niño con la existencia de
las clases sociales). «Conoce a otros padres, compara con los
suyos y adquiere así el derecho de dudar del carácter incompa-
rable y único que les había atribuido. Pequeños eventos en la
vida del niño provocan en él un sentimiento de insatisfacción,
dándole la ocasión de comenzar a criticar a sus padres y de
utilizar, para esta toma de postura contra ellos, el conocimiento
que adquirió de que otros padres son, desde varios puntos de
vista, preferibles. La sensación de no ver sus propios sentimien-
tos plenamente devueltos aparece en la idea... según la cual se
es niño de otra familia o se es un niño adoptado».89
86
Cf. S. Freud, «La naissance de la psychanalyse», traduction A. Bermann, Paris, P.U.F., 1969, p. 270.
87
Cf. en particular «Mademoiselle Julie», l’Arche, Paris, 1957; Traduction de Boris Vian.
88
Cf. Otto Rank, Le mythe de la naissance de héros, Payot, Paris, 1983.
89
S. Freud, «Le roman familial des névrosés», en «Névrose, psycose et perversion», P.U.F., Paris,
1973.
137
Entonces comienza la elaboración de narraciones más o me-
nos extraordinarias y fabulosas, maravillosas o terroríficas, que
el niño va a crear. Aún cuando el título del artículo de Freud
parece reducir este fantasma solamente a los neuróticos (sin pre-
cisar de hecho quien no lo es), su contenido permite afirmar que
lo considera como una experiencia normal y universal de la vida
infantil.
«Contarse historias» no es exclusivo de la pequeña infancia.
Entre otros los novelistas quienes socializan la expresión, cada
individuo puede «hacer una novela» a propósito de lo que le
sucede. Todas las historias que hemos utilizado, novelas, histo-
rias de vida, autobiografías, son de igual manera medios para
ilustrar la trayectoria psico-social de un individuo y la forma en
que se le representa. Realidad y/o fantasma llegan a condensar-
se como en el teatro.
Estas reconstrucciones de historias individuales ilustran cada
una a su manera, las combinaciones de amor y de poder, los
juegos sexuales y sociales, de deseo y de ambición, que están
en juego en todo destino humano.90
La actividad que consiste en «hacer una novela» está definida
por el Littré en estos términos «<se trata> de ganar el corazón
de una persona de condición superior, como se ve en las nove-
las «y» de contar las cosas de diferente manera de como ocu-
rrieron».
Estos dos aspectos de la novela son analizados por Marthe
Robert quien subraya su función de historicidad. La novela no
busca reproducir la realidad sino «resumir la vida para recrear
constantemente nuevas condiciones y redistribuir los elemen-
tos»91.

90
S. Freud, «Les désirs qui donnent son impulsion au fantasme... sont soit des désirs ambitieux qui
servent à exalter la personnalité, soit des désirs érotique», in «La création littéraire et le rêve éveillé»,
texte de 1907, in Essais de psychanalyse appliquée, Gallimard, Paris, 1971, p. 73.
91
Cf. Marthe Robert, «Romans des origines et origines du roman», Gallimard, Paris coll. Tel., 1977,
p.37.

138
La novela es un medio privilegiado para escapar de la repro-
ducción, abrir un campo de posibilidades, rescribir su historia.
Es un trabajo de retoque que el autor opera, con el fin de so-
portar «lo que es» y de cambiar «lo que él es».
La novela familiar permite al niño soportar sus insatisfacciones
y sus decepciones en particular en la crisis edípica. En la reali-
dad no faltan las ocasiones de ser decepcionado, humillado, re-
chazado, olvidado, a veces hasta abandonado. El niño debe
compartir el amor de sus padres con sus hermanos y hermanas,
confrontarse a las prohibiciones y a los castigos, soportar las
ausencias y las separaciones que le son impuestas, aceptar la
imperfección, la mediocridad, la cotidianidad. Se da cuenta de
que sus padres tienen problemas, dificultades que no saben re-
solver, que no son mejores, ni peores que los vecinos. Herida
narcisista profunda aquella de renunciar a la imagen ideal de los
padres todo-poderosos, que aman totalmente a sus hijos.
De entre todas las insatisfacciones y las decepciones que el
niño debe soportar, conviene darle un lugar particular al descu-
brimiento de la diferenciación social y a la humillación que va a
resentir descubriendo que sus padres son seres más bien me-
dianos, tal vez inferiores y, que en todo caso, existen otros mu-
cho más favorecidos, más ricos, más poderosos y más hábiles.
Humillación inexplicable e inevitable a éste descubrimiento: sus
padres no son los mejores; existen muchos otros de entre los
cuales algunos son «superiores». El imposible pero necesario
reconocimiento de la diferenciación social va a llevar al niño a
rescribir su historia para «explicar la inexplicable vergüenza de
ser mal nacido, desfavorecido, mal querido». 92
De ese modo el niño encuentra la manera de quejarse de lo
que no está bien, de consolarse con el conjunto de sus
insatisfacciones y de vengarse de humillaciones, preservando sus

92
Marthe Robert, op. cit. p. 45.

139
relaciones con sus «verdaderos» padres. La ficción de la novela
familiar permite conservar la ternura original del niño por sus
padres.
«No hay infidelidad e ingratitud más que en apariencia; ya
que en el momento en que se examina a detalle frecuentemente
en esos fantasmas romanescos, la sustitución de los dos padres
por personas más eminentes, descubrimos que esos nuevos pa-
dres, más distinguidos, están dotados de rasgos que provienen
todos de recuerdos reales de los padres verdaderos, esas pe-
queñas gentes, de tal suerte que el niño no elimina propiamente
el hablar de su padre sino al contrario lo eleva»93.
La novela permite al niño evitar la crítica de sus verdaderos
padres, el enfrentamiento con ellos es, al contrario, aceptarlos
con gratitud por la atención con la que ellos se ocupan de éste
niño que no es el suyo, del trabajo que se toman cuando preci-
samente no son ricos ni poderosos. Es por fin tomar en cuenta la
cotidianidad en la relación, lo que le da valor y permite «elevar»
a este padre y esta madre imperfectos.
La actividad fantasmática ayuda al niño a soportar la
cotidianidad, es decir las condiciones concretas de existencia a
las cuales está obligado a adaptarse. A medida que el niño se
encuentra confrontado al tiempo presente, la novela familiar le
permite revivir un tiempo feliz y pasado «donde su padre apare-
cía como el hombre más distinguido y más fuerte, su madre como
la mujer más querida y más bella. Se aleja del padre tal como lo
conoce ahora para volverse hacia el que creyó, en los primeros
años de su infancia, y ese fantasma no está propiamente hablan-
do más que de la expresión del lamento de ver desaparecido
ese tiempo feliz»94.
La novela familiar es muchas veces construida sobre el esce-
nario del bastardo en el que la madre ha tenido una relación

93
Cf. S. Freud, «Le roman familial du névrosé», op. cit., p.160.
94
Cf. S. Freud, «Le roman familial du névrosé», op cit. p. 160.

140
ilegitima con un padre prestigiado, un señor, un rey o un alto
ejecutivo el esposo de la madre no es entonces más que un
«Joseph», por retomar una expresión utilizada por A.
Strindberg95. Siendo así el niño novelista se concede un padre
ideal de quien espera apropiarse de todas sus cualidades. Se
ahorra el asesinato paterno suprimiéndolo del triángulo edípico,
vuelve disponible a su madre volviéndose el objeto principal de
su atención. El se las ingenia así con sus deseos edípicos permi-
tiéndose una satisfacción fantasmal sin tener que temer a los cas-
tigos que lo sancionarían si los llevara a cabo en la realidad.
Otto Rank muestra que todos los héroes legendarios tienen
un nacimiento oscuro, milagroso o anormal. Nunca son el fruto
de una pareja paterna legítima e instalada. La interpretación que
propone es que un nacimiento por fuera de las leyes «naturales y
sociales» de la procreación permite compensar inconsciente-
mente la inferioridad que imponen al niño su nacimiento prema-
turo y su larga dependencia de la que es causa. Imaginándose
venido de otra parte el niño puede aliviar el peso de su contin-
gencia histórica y entonces imaginarse ser otro de lo que verda-
deramente es.
Al lado de los juegos edípicos que un nacimiento mítico per-
mite circunscribir, ese fantasma permite igualmente soportar la
contingencia social. La mayor parte de las interpretaciones
psicoanalíticas olvidan que esas historias de hombres y mu-
jeres, de madres e hijos, de padres e hijas son igualmente
historias de reyes y pastoras, de princesas y mayordomos,
de príncipes y sirvientes.
Más allá de la gestión de los deseos de incesto y de parrici-
dio, la novela familiar permite sobrepasar las barreras sociales,
corregir la realidad cotidiana con la introducción de un padre
ideal, rico, poderoso, prestigioso, que le permite al niño elevar-
se.
95
Cf. en particular en la obra «Mademoiselle Julie», op cit.

141
«La actividad fantasmática toma como tarea deshacerse de
los padres, en adelante menospreciados, y de sustituirlos por
otros, en general de un rango social más elevado. En ese proce-
so se aprovecha la aparición fortuita de experiencias realmente
vividas (en el campo, el encuentro del dueño del castillo o del
propietario de las tierras; en la ciudad aquella con el personaje
principesco). Tales experiencias fortuitas despiertan los deseos
del niño que se expresan entonces como fantasma en el que
ambos padres se ven remplazados por otros más distinguidos»96.
Corregir la realidad consiste en deshacerse de sus padres,
del estatus social que define su identidad, para cambiar de vida.
En este caso, cambiar de vida, es volverse príncipe, dueño del
castillo, noble o burgués, lo que tiene una significación psicoló-
gica, bien puesta en evidencia por Freud pero igualmente social.
El fantasma de la novela familiar no sirve únicamente para
administrar las relaciones afectivas entre el niño y sus padres. Si
está en el centro de esa relación, es porque se trata igualmente
de una relación social. Es la razón por la que la novela va a
escribirse de diferente manera según la posición de clase del
padre y de la madre, y el tipo de conflicto que atraviesa a la
familia en sus relaciones con la sociedad. El deseo de corregir la
realidad no será el mismo si los padres ocupan una posición
privilegiada o si son oprimidos. Cuando la posición social es
baja, se puede pensar que el niño imaginará mas fácilmente el
día en el que tomará conciencia de la existencia de las diferen-
cias de clase, que sus padres son «nobles», como dice igual-
mente Freud, que un niño del que el padre ya es noble.
Si la novela familiar sirve para «corregir la realidad», convie-
ne considerar la realidad en la cual está el niño para comprender
lo que desea corregir. Si las posiciones de clase determinan
estructuralmente los intereses que los individuos defienden, po-

96
Cf. S. Freud, op cit. p. 159.

142
demos constatar que algunos tienen más interés en corregir la
realidad y que otras tienen más interés a mantenerla como tal.
¿Se puede considerar que el fantasma del niño pastor según
el cual él es hijo del rey es homólogo al fantasma del niño rey
que sueña que es que es hijo del pastor? Existe ahí una diferen-
cia de fondo cuyas consecuencias psicológicas deben ser estu-
diadas.
La novela familiar no puede entonces ser únicamente analiza-
da como la actividad fantasmática de un sujeto como respuesta
a conflictos intra-psíquicos. La integralidad de su sentido debe
ser aprehendida en referencia con la historia del individuo y de
la familia que lo ha producido.
La novela permite al niño luchar de manera simultánea contra
los sentimientos de culpabilidad con los que sus deseos lo con-
frontan y soportar la humillación de ser un niño banal con padres
dominados socialmente. Es una respuesta al triple sentimien-
to de inferioridad (biológico, psicológico y social) que lo in-
vade. Para el niño se trata de vivirse como niño encontrado al
cual un día se le revelará su verdadera familia para reubicarlo en
su verdadero sitio y escapar así de su condición social.
«El sueño de ser otra niña... La tienda de abarrotes-café de
mis padres no era definitivamente verdadera, me iba una noche
a dormir y a despertar a la orilla de un camino, entraría en un
castillo, una campana sonaría y yo diría «¡Hola papá!» a un ele-
gante señor servido por un mayordomo estilizado. No era posi-
ble que mi vida, en la calle de Clopart, no fuera el reverso de
alguna otra»97.
La función de la novela familiar que permite al niño corregir
los efectos de la dominación social imaginándose proveniente
de padres mucho más prestigiados.
La cita de Stendhal como epígrafe de este capítulo sitúa al
fantasma como un medio para aliviar la tensión entre la ambición
97
Cf. Annie Ernaux, «Les armoires vides», Gallimard, Coll. Folio, Paris, 1984, p. 80.

143
de Julian Sorel, hijo de pequeño artesano, y la culpabilidad que
resiente en particular frente a su padre.
La novela familiar es un mecanismo de defensa de los niños
para soportar su condición de clase dominada y rehabilitar a los
padres de su miseria. Aparece como contrapartida de la culpa-
bilidad resentida por el niño conducido a odiar la miseria y por
lo tanto a sus padres que son responsables, y de la inferioridad
que él resiente frente a los demás, los dotados. La actividad
fantasmática le permite, por un lado, revalorizarse narcisistamente
construyendo una imagen ideal de sus padres y, por el otro,
absolver a los padres de su falta ligada a las humillaciones de las
que son objeto por parte de los dominantes.
Hemos encontrado la presencia de este fantasma en todos
los sujetos confrontados a un cambio de posición social y parti-
cularmente en las personas originarias de un medio popular que
están en fuerte promoción social.
Estas situaciones están caracterizadas por un conflicto entre:
- Por un lado el deseo de ser hijo de un noble o de un rey que
encuentra eco en el deseo de los padres que quieren que sus
hijos realicen el éxito social que ellos mismos no pudieron llevar
al cabo;
- Por el otro, el niño retoma el deseo de luchar contra los
reyes y los nobles que explotan a sus verdaderos padres.
El niño debe entonces al mismo tiempo convertirse en noble y
destruir a todos los nobles, convertirse en burgués y luchar con-
tra la burguesía. Contradicción difícil de resolver: se siente cul-
pable de ese deseo de promoción social cuya realización es asi-
milada como una traición a sus orígenes, como una ruptura de
solidaridad frente a su clase. Se siente presionado para realizar
ese deseo que sigue siendo un medio privilegiado de llevar al
cabo una revancha para sus padres y su grupo de origen, una
manera de rembolsar la deuda contraída frente a ellos.

144
La sociología, el psicoanálisis y en general los intelectuales de
izquierda son tierras de asilo para estos desraizados. Se trata de
lograr una promoción social conservando un menosprecio pro-
fundo por el dinero, el odio a la burguesía y al poder dominante,
mientras consolida su capital cultural e ideológico.
Escribir es un medio para resolver esta contradicción. Otros
encuentran una salida confrontando su éxito social mientras mi-
litan en el Partido comunista: «Encontramos que en los ritos del
Partido comunista, el aspecto familiar está fuertemente marca-
do. Es cierto, no en el estatus o el decir oficial, sino en los hábi-
tos de vida y las costumbres, y la causa: los militantes encuen-
tran en ello la realización de una novela familiar inconsciente»98.
Dos casos ilustran los propósitos de Catherine Clément, aquel
de Gerard Bellouin, autor de «Nuestros sueños camaradas», y
Régine Robin, autor de «Caballo blanco de Lenin».
Comencemos por Régine Robin: «Su historia es aquella de la
integración de una pequeña judía polonesa al grupo intelectual
francés. Integración perfectamente lograda: una plaza en la en-
señanza superior, libros sabios, y hasta psicoanálisis. Pero inte-
gración culpable, como siempre, cuando el éxito viene a
coronar una negación de los orígenes (somos nosotros los
que subrayamos) ya que así es como lo vive el inconsciente fa-
miliar. Cuando a través de la memoria reencontrada, manejada
con maestría, revive la leyenda de ese padre que había percibi-
do el caballo mítico en el que Lenin hacía piruetas, el éxito apa-
rece como una traición. La adhesión (al Partido comunista) com-
pensa la traición y confiere una pertinencia de cierto tipo parti-
cular: entre excluidos de la sociedad nos parecemos, nos uni-
mos».
Se encuentra el mismo tipo de síndrome en el libro de Gérard
Bellouin «Inscrito a muy temprana edad al Partido comunista, a
los 14 años, Bellouin se vuelve permanente, adquiere al interior
98
Cfr. C. Clément, «Les effets politiques du divan», en la revista Pouvoirs, 1979, nº11, p.85.

145
del Partido una cultura propia de todos los permanentes y aca-
ba, él también por escribir libros... La culpabilidad es la misma,
hecha de admiración y de vergüenza inconsciente. La adhesión
que le constituye una segunda familia, reforzó y anuló la exclu-
sión original». Y Catherine Clément concluye, sobre ese tema
que ella conoce bien debido a su propia trayectoria:
«Todos aquellos que adhieren recelos, enfundados en lo más
profundo de su novela familiar, dejan huella de la exclusión y las
promesas de ese acercamiento imaginario en donde, en dere-
cho teórico, todas las diferencias de clase se anulan desde el
instante en que es admitida la supremacía política de la clase
mas desheredada. Conscientemente, esto se formula seguido
por palabras simples: el rechazo de la injusticia. Inconsciente-
mente esta injusticia está en algún lado profundamente inscrita
en la historia familiar, y en el desbordamiento que haya podido
emprender el individuo para remontar esta inscripción».
Podríamos multiplicar los ejemplos en los que la novela viene
a tratar de colmar los conflictos ligados a un cambio de clase.
Tanto la actividad fantasmática de la novela familiar, como la
actividad socializada de la novela autobiográfica, que operan
cada una a su manera, una reescritura de la historia del sujeto,
son el medio de reafirmar una fidelidad con sus orígenes, de
conjurar la culpabilidad, rindiendo testimonio de las humillacio-
nes, de la invalidación, de la dominación y, al contrario, del co-
raje, del valor y de la grandeza de quienes son objeto de ello.

Traducción: Mónica Rueda T.

146
CAPÍTULO VI

ENVIDIA ÍNTIMA, ENVIDIA SOCIAL


La envidia un sentimiento social
Vincent de Gaulejac

«¿La envidia seria así tan monstruosa? Y bien, mientras


que muchos sentenciados autores de crímenes horribles
defienden su culpabilidad con la esperanza de un veredicto
de clemencia, ¿nadie ha sido jamás seriamente acusado
de envidia?»
Herman Melville, Billy Budd, Marin.

La envidia es un sentimiento considerado como detestable. Es


objeto de una condenación unánime, hasta el mismo envidioso
esta avergonzado de lo que siente.
Esta bella unanimidad es desconcertante en tanto que la envi-
dia no se deja cercar fácilmente. Lo que impresiona es que per-
siste una discordancia entre la importancia del fenómeno en la
vida social y los pocos trabajos que se le consagran, en particu-
lar en ciencias humanas. Hace falta decir que la envidia no se
expresa un gran día. Funciona en el secreto de las conciencias.
Avanza enmascarada. El envidioso es aparentemente amable,
discreto, respetuoso mientras que sus intenciones son atroces,
malévolas y destructivas. Al respecto, Nietzche habla de « ale-
gría mala ».

147
Conviene preguntarse sobre un sentimiento frecuentemente
identificado con el mal, por una parte, para considerar los dife-
rentes aspectos y por otro lado, para analizar el impacto en las
relaciones sociales. Entonces, la envidia es un veneno o un ele-
mento constitutivo del vínculo social?

EL VENENO DE LA ENVIDIA
«Mariana tiene dos hijas. Una, Corina, es vivaz, inquieta, ado-
rable. La otra se llama Celos. Un día un hada aparece… y se
voltea hacia Celos: «Tengo una buena noticia para ti, le dice.
Vine para realizar todos tus deseos, me puedes pedir todo lo
que tu quieras». Celos está feliz. Corina interviene: «¿Y yo, bue-
na hada? – A ti, mi querida pequeña Corina, te daré el doble de
lo que le daré a tu hermana». Celos grita y exclama: «Pero, final-
mente, ¿por qué?, ¿cómo?, es inadmisible, ¡es injusto!» Y el
hada replica. «Pero Celos, finalmente, eso qué puede hacerte,
de cualquier forma, ¡realizaré todos tus deseos!.
«No puedo aceptar que mi hermana tenga el doble de lo que
yo puedo tener». El hada insiste: «Escucha, Celos, tendrás todo
lo que tú quieras, ¿escuchas?, todo lo que tú quieras». Celos
reflexiona, un largo silencio, y todavía pregunta: «Entonces, ¿en
verdad, mi hermana tendrá el doble de todo lo que yo tenga?. Y
bien, en ese caso, ¡reviéntame un ojo!».
Este cuento es el extracto de una obra que Bernard Tapie
publicó en 1986 con el titulo de «Ganar». Era el tiempo de su
esplendor y quería enseñar a las generaciones futuras los secre-
tos de su éxito. Él encarnaba, entonces, la imagen del ganador,
del empresario dinámico, del director resplandeciente, del indi-
vidualista exitoso capaz de imponerse en todos los dominios,
tanto de los negocios, del deporte, de la televisión como de la
política. A través de este cuento, Tapie quiere explicar cómo
transformar la envidia en deseo de logro.

148
Hijo de familia modesta, en rivalidad con su hermano, hubiera
podido devenir un envidioso, o en su lenguaje, un perdedor. Él
escogió el lado de los ganadores, el lado de los envidiados.

ENVIDIA Y CELOS
Esta historia permite ubicar el deslizamiento entre los celos, co-
munes y necesarios en las relaciones fraternales y la envidia. Los
celos están presentes entre las dos hermanas. Una, manifiesta
un « sentimiento malo viendo a la otra gozar de una ventaja que
no posee o que desearía » (Diccionario Le petit Robert). Pero
su odio va más allá de la rivalidad fraternal « ordinaria ». De
hecho, « Celos » debería nombrarse, mas bien, « Envidia ». Las
diferencias entre estos dos sentimientos son numerosas, aunque
exista una continuidad en el sufrimiento que provocan.
El niño presenta celos cuando tiene el sentimiento de que su
hermano o hermana obtuvo una ventaja, un bien o un favor que
él mismo no posee.
En la relación de pareja, el celoso tiene el sentimiento de ser
despojado. Necesita un objeto, que sea un bien o un rival, obje-
to que busca poseer o que tiene miedo de perder. Los celos
excitan el deseo del otro, como lo señala S. Viderman « Si es
verdad que eso que hace a un deseo humano, es desear el de-
seo del otro y porque lo deseara, entonces se confirmaría la
intuición y la sabiduría de las naciones que esperan que seamos
menos celosos por efecto del amor que enamorados por efecto
de los celos. Es menos celoso quien tiene razones de serlo (éste
lleva otro nombre y es tema de comedia) que quien se inventa
razones para serlo y es un personaje de tragedia ». (S. Viderman,
1968, p.751). Desde esta perspectiva, al parecer, los celos es-
tán del lado de Eros y la envidia del lado de Thanatos.
La envidia no se inscribe en una relación triangular, excluye al
tercero. El envidioso es quien toma todo el lugar, como si su
existencia misma fuera la causa de su desgracia. La envidia no

149
viene a suscitar el deseo, más bien lo destruye. La palabra « en-
vidia » designa un sentimiento que corroe el alma y lo llena de
odio, haciéndole sentir un malestar frente a la prosperidad y a
las cualidades del otro; inspirándole, con frecuencia, lamentar
que el otro las posea y entonces desea reducirlas a nada ».
(Shoeck, 1966, p.25). La hija celosa de la fábula, corresponde
bien a esta definición: tiene el alma corroída de hiel; está menos
preocupada por su propia felicidad que por la de su hermana;
desea más destruirla que adquirir lo que ella desea; está prepa-
rada para sufrir, ella misma, con tal de que su hermana se hunda
en la desgracia.
Francesco Alberoni (1955) habla de la «mordedura de envi-
dia» para señalar la violencia del sufrimiento que siente el envi-
dioso: como una rasgadura psíquica que trastorna la existencia
entera. El envidioso está como «poseído» por la envidia, que
puede convertirse en el motor de su existencia. El envidioso vive
por apropiación. Es un frustrado de reconocimiento social. Tie-
ne tanta necesidad de ser reconocido y tanto miedo de no serlo,
que proyecta sobre un modelo su deseo y su temor. De donde
surge una ambivalencia radical, que consiste en valorizar al otro
para mejor despreciarlo, a llevarlo al desnudo para mejor ha-
cerlo caer, amarlo hasta la locura para mejor odiarlo, a no vivir
más que para él para destruirlo mejor.
Los celos son un sentimiento que exalta el amor. Si causan
odio es contra todos los obstáculos que impiden poseer al otro
totalmente. La envidia es mas una pulsión de odio. El otro, que
representa lo que se quisiera ser, se hace insoportable. Es nece-
sario entonces, hacer todo para despreciarlo, aniquilarlo e in-
cluso hasta destruirlo.

150
«LA VENGANZA DEL ORGULLO HERIDO»
La envidia regresa al sujeto a su impotencia, a su mediocridad.99
Para recuperar su auto-estima, necesita denigrar a la persona
envidiada, probar a los otros, es decir, a sí mismo, que ésta no
vale nada. La envidia es una ambición negativa. Al no poder
superarse, el envidioso va a buscar rebasar a otros. Esta ven-
ganza del orgullo herido se alimenta del sentimiento de inferiori-
dad frente a la persona envidiada, quien le provoca aversión y
cólera al envidioso, como si ella fuera la responsable de su inca-
pacidad. El envidioso logra muy bien devolver a los otros, en
negativo, la decepción de su propia incompletud.
Se trata entonces de una manifestación « grandiosa de sí mis-
mo»? Hay relaciones estrechas entre la envidia y la vergüenza
(Gaulejac, 1996). Se es vergonzoso de lo que se es, se es envi-
dioso de lo que no se es. En los dos casos la identidad profunda
es la que está invalidada, el auto-estima está reducida, el amor
propio está lastimado por el odio de sí. El envidioso tiene ver-
güenza de sí mismo, sobre todo cuando ha sido descubierto,
porque su envidia traiciona su sentimiento de inferioridad. Re-
acciona no en un intento de acaparar lo que desea, sino en un
movimiento por destruir el objeto de su codicia. La envidia com-
bina la frustración de no ser lo que se desea y el sentimiento de
desvalorización que se manifiesta frente a quien encarna lo que
se quisiera ser.

UNA CARENCIA DEL SER


Es necesaria una cierta proximidad para que la envidia se insta-
le. Frente a las personas que viven en universos sociales dife-
rentes, la diferencia del nivel de vida y de comportamiento pue-
den suscitar la admiración, la curiosidad, la indiferencia, pero no
la envidia. Ella nace frente a los parientes, vecinos, colegas que

99
El subtitulo pertenece a Dryden, cité par H. Shoeck, 1966, p. 36.

151
forman parte del mismo mundo. Aristóteles, en la Retórica, de-
cía: «Envidiamos de preferencia a las personas que nos son próxi-
mas en el tiempo, en el espacio, por la edad, por la reputación y
por el nacimiento.» La envidia se instala frente a un semejante
con el cual la comparación es posible e incluso inevitable; com-
paración que señala una carencia evidente, una falta que le es
desfavorable. Las cualidades del otro, sus logros, su dicha, son
vividos por el envidioso como los signos evidentes de sus de-
fectos, de sus fracasos y de su desdicha. La existencia del envi-
diado se hace intolerable porque es invalidante. De donde surge
la idea de que su desaparición permitirá al envidioso obtener lo
que le hace falta, mínimo, suprimir el signo tangible de su invali-
dez, de su incompletud. «Es una impresión repentina de dismi-
nución del ser.. estoy disminuido, reducido, incompleto. La
completud del otro creó en mí un vació. Este vació es la envi-
dia». (Alberoni, 1995, p.69). Mejor dicho, es para colmar ese
vacío que la envidia se instala como tentativa para impedir la
caída de su propio valor.
La envidia sería entonces un mecanismo de defensa contra la
depresión. Al no poder alcanzar al ideal y para evitar el derrum-
be del yo, el individuo proyecta este ideal y la agresividad debi-
da a su impotencia, sobre un objeto exterior que se convierte a
la vez, en objeto de amor y objeto de odio. Esto es lo que evoca
Mélanie Klein, cuando escribe « La envidia implica la existencia
de un objeto que es y tiene todo lo que el sujeto no es y no tiene,
y al que es necesario destruir en su fuente » (M. Gibeault, J.
Schaeffer). La envidia, es en definitiva, un medio de existir por
apropiación. Al no estar satisfecho con su propia existencia, el
envidioso se inventa otra, interponiendo a una persona. Pero
como no puede tomar el lugar del otro, busca destruirlo.

152
UNA COMPARACIÓN QUE LASTIMA
La fuente de la envidia es una comparación que lastima. Com-
paración consigo mismo que encuentra eco en el otro. La envi-
dia tiene dos caras: por una parte la frustración de no poseer lo
que se desea mientras que uno de sus semejantes lo posee; por
otra parte el sentimiento de desvalorización que siente cuando
se compara con otro quien es lo que se quisiera ser.
Las relaciones humanas se alimentan de la necesidad de com-
parar, de compararse. Motor del desarrollo personal y de los
procesos de identificación, la comparación ubica a cada indivi-
duo en una búsqueda por ser mejor o superior, admirado o po-
deroso. No existe límite en la ambición por mejorarse, ambición
que Freud pensaba que era un aspecto esencial en la actividad
deseante: « Los deseos que dan su impulso al fantasma son,
sean los deseos ambiciosos que sirven para exaltar la persona-
lidad, sean los deseos eróticos » (Freud, 1907).
La envidia emerge cuando la ambición cambia bruscamente.
Los movimientos de la ambición y la envidia proceden de acuerdo
a lógicas inversas. El deseo ambicioso exalta la personalidad, el
deseo envidioso tiene un efecto disolvente. El ambicioso busca
rebasar a quien le es superior. No busca tomar lo que el otro
posee, mas bien superarlo. El envidioso no busca sobresalir sino
rebajar al otro. Desea despojarlo, no para acaparar sus bienes,
sino para rebajarlo y humillarlo, no importando si para eso, él
mismo debe sufrir. La envidia es una reacción frente a una com-
paración que humilla. Al no poder ser como el objeto idealiza-
do, se le desprecia. Esta desvalorización del otro provoca una
exaltación negativa: se goza al ver al otro disminuido. La com-
paración, más que exaltar el deseo de ser como el objeto idea-
lizado, exalta el deseo de rebajar al objeto para disminuirlo,
desvalorizarlo y degradarlo.
La oscilación en la envidia se realiza por etapas. Frente a la
frustración de una evaluación que le es desfavorable, se vienen a

153
ensamblar la rabia impotente y además la vergüenza por tener
tantos sentimientos malos frente a este otro «admirable». Enton-
ces aparece un sentimiento ligado a la injusticia: «¿Por qué él y
no yo?)». En tanto que la rabia es más grande, el envidiado no
está para nada en el fracaso de los envidiosos. Las cualidades
del envidiado, su belleza, su inteligencia, su facilidad, su éxito
destacan tanto los defectos del envidioso, su fealdad, sus caren-
cias, sus fracasos, que se siente incapaz de reaccionar y se con-
dena a ser la sombra del envidiado, a resignarse a su estado
eventual y mediocre. Frente a una comparación que le es desfa-
vorable, el envidioso va a buscar cambiar los términos de la
invalidación y reducir las desigualdades.
Esta es la razón por la cual se puede disimular fácilmente de-
trás del moralista. El, que reivindica alto y fuerte el igualitarismo
más radical, demuestra que no soporta la diferencia de la cual
teme que no esté constantemente en detrimento. La demanda
de igualdad es el remedio contra la envidia, o mas bien, la ex-
presión de su existencia? « El envidioso tiene conciencia de todo
lo que lleva al otro por arriba de la medida común y quiere lle-
varlo a su nivel », escribió Nietzche quien opone al envidioso,
característico del común de los mortales habitado por el resen-
timiento, a los seres nobles que « sufren al constatar en los acon-
tecimientos independientes de la voluntad humana la ausencia
de justicia y de equidad, y se indignan al ver que los iguales no
tienen una suerte igual ».
Entonces, cómo diferenciar las desigualdades naturales y las
diferencias « normales » de aquéllas que suscitan la envidia. Sí
la envidia es un veneno que es objeto de una condena universal,
¿cómo escapar a sus perjuicios?

¿UNA AMENAZA O UN ESTIMULANTE?


La condena de la envidia parece universal. Se inscribe dentro
de los diez mandamientos: « No codiciarás la casa de tu próji-

154
mo. No codiciaras la mujer de tu prójimo, ni su sirviente, ni su
sirvienta, ni su buey, ni su asno; nada de lo que le pertenece » La
envidia es un pecado capital. A menudo se le compara con el
mal, con el diablo. En la iconografía de la Edad Media, está
simbolizada por la serpiente. En todas partes, el envidioso es
estigmatizado.
Es un sentimiento considerado como vergonzoso, lo que con-
duce a disimularlo tanto a la mirada de los otros como frente a
los propios ojos. Pero si la envidia es un sentimiento negativo
que invalida a quien lo exprese, prohibiendo por lo mismo, con-
fesarlo a los otros y también a sí mismo, la envidia es también
una amenaza para el envidiado: amenaza su poder, su prestigio,
su dominación.

LA PROHIBICIÓN DE PROVOCAR LA ENVIDIA


La envidia está considerada como socialmente peligrosa. Con
la estigmatización del envidioso se responde al miedo de provo-
car la envidia: «para vivir felices vivamos ocultos» dice el pro-
verbio, evocando así, los peligros de la felicidad pública.
Provocar la envidia expone a los «bienaventurados» a sin sa-
bores. En el Génesis las rivalidades fraternales son un elemento
constante de la historia de los hombres. El que busca distinguir-
se y pretende superar a los otros se expone a ser castigado.
Como José, hijo preferido de Jacob, que se pavonea frente a
sus hermanos vestido con una túnica que su padre le regaló. Así,
José rompe con la ley de la igualdad fraterna. Y quiere mostrar-
se por encima de sus hermanos, evidenciando así, que el prefe-
rido es él. «Escuchen el sueño que tuve, dice a sus hermanos,
aparecía que estábamos ligados a manojos de trigo en los cam-
pos, y he aquí, que mi manojo se endereza y se pone en pie, sus
manojos de trigo lo rodearon y se postraron frente a mi trigo».
Sus hermanos le responderán: «Entonces, quisieras reinar sobre
nosotros como un rey o si no dominarnos como un amo?» y le

155
odiarán todavía más, a causa de sus sueños y de sus intencio-
nes. (Génesis, cap.4, 37-2). Todavía tuvo otro sueño que narra
a sus hermanos. Dice: Tuve un sueño otra vez: «Aparecía el sol,
la luna y once estrellas se postraban ante mí» (Génesis, cap.4,
37-2). Frente a tanta pretensión, los hermanos de José intenta-
rán, inicialmente, matarlo, después lo vendieron como esclavo.
La pretensión de querer estar por encima de los semejantes
se condena porque lleva el riesgo de destruir los lazos transver-
sales que cimentan a la comunidad social. El deseo de distin-
guirse no debe conducir a humillar a los otros. Cuando el éxito
es insolente, cuando el logro es provocador, el reconocimiento
y la admiración esperados ceden su lugar al resentimiento y al
odio. José provocará la cólera y la indignación. Sus hermanos lo
acusan de ser un mentiroso, un intrigante.
La historia de José hace pensar en Bernard Tapie. Como José,
Tapie se pavoneó como un gallo joven, orgulloso de su talento,
de sus éxitos, de su carisma devastador. Nada parecía oponer-
se a su éxito. Ganar era su santo y seña. El símbolo del éxito de
los años 80 va a devenir en la encarnación de los males de la
envidia. El que provoca mucha envidia por un éxito ostentoso
puede ser castigado. Tapie es puesto fuera de la ley. Ciertamen-
te, porque cometió delitos, pero sobre todo porque transgredió
una regla implícita de la vida social.
No se causa impunemente la envidia. Quien se quiere supe-
rior a los otros, aplasta con su soberbia, algunas veces puede
llegar a ser una persona carismática, pero puede también caer
de su pedestal. Entonces, la admiración se transforma en indig-
nación, la fascinación en rechazo, la consideración en despre-
cio, las alabanzas en críticas. En definitiva, Corinna la del cuen-
to, no tendrá mejor suerte que Celos.
Las dos están condenadas, una porque su envidia la conduce
a destruirse ella misma para destruir el objeto de su codicia, la
otra porque no supo neutralizar el odio, el rencor y la humilla-

156
ción, que sus cualidades le provocaron a su hermana. Cada una,
a su manera, no pudo escapar a la problemática de la envidia.
Entonces es necesario que el éxito sea legítimo para desactivar
a la envidia. Conviene que las desigualdades que entraña sean
construidas sobre los méritos, las situaciones y los procedimien-
tos socialmente admisibles. Quien se distingue no tiene que de-
volver al común de los mortales, una imagen humillante, un sen-
timiento muy marcado de mediocridad, de impotencia o de in-
capacidad. No humillar a sus hermanos, es una de las reglas
esenciales del bienestar familiar y social.
La humillación interiorizada es uno de los motores de la vio-
lencia social. Por ello surge la extrema sensibilidad a todo lo que
pueda provocarla. Quien busca ubicarse por encima de sus se-
mejantes cuestiona la solidaridad de la especie humana, la rela-
ción que está en el fundamento de la vida social. Esta envidia
inmediata, banal, cotidiana, impulsiva a la mirada del que se dis-
tingue tiene una función social: que todos los hombres estén ani-
mados por un principio de igualdad, incluso si, como lo decía
magníficamente Colouche, retomando una palabra de G. Orwell,
algunos son más iguales que otros.

NEUTRALIZAR LOS PERJUICIOS DE LA ENVIDIA


La mayor parte de los antropólogos observaron la importancia
de la envidia en las sociedades: «Todas las culturas instalaron
los dispositivos para protegerse de la envidia por una parte,
condenando a los envidiosos, por otra parte evitando provocar
la envidia» (H. Schoeck, 1996). El temor a la envidia, conduce
a las sociedades, ya sean primitivas o desarrolladas, a instalar
diferentes dispositivos para intentar neutralizar sus efectos
destructivos.
En algunas comunidades rurales de América Latina, el miedo
a la envidia tiene por consecuencia prohibir a los campesinos
cualquier mejora de su nivel de vida y todo contacto con el mundo

157
exterior. Es necesario evitar que cualquiera pueda hacer creer
que su situación es mejor que la des los otros. Oscar Lewis, en
su estudio de un pueblo mexicano, demuestra que el miedo a la
envidia de los otros, determina en gran parte la organización de
la vida cotidiana y de las relaciones sociales. El miedo al «mal de
ojo» que puede lastimar al que se distingue de los otros, condu-
ce a replegarse en la vida privada con la finalidad de no expo-
nerse a la envidia. «Por regla general, nunca se discute con los
otros sobre sus proyectos de compra, venta o de viaje. Una
mujer nunca confiará a un vecino, incluso ni a un pariente, que
espera un hijo, que está cosiéndose un vestido nuevo o que pre-
para una buena comida para cenar».100 Por el contrario, los cam-
pesinos hablan fácilmente de sus desgracias y hacen conocer a
su alrededor las malas noticias.
Se encuentran actitudes similares en numerosas tribus indias
o africanas. También los indios Hopi consideran a la envidia como
un movimiento estéril del alma, que debe ser expulsado de su
espíritu: «Tu corazón está torturado porque otra persona posee
mas que tú. Incluso tu mismo te dices: en realidad soy yo quien
debería tener todo eso. Pero tales pensamientos son vanos.».101
«La envidia y los celos matan al mas fuerte de los hombres»,
dice un proverbio de los Azande del Africa.102 Desde la infancia
los chinos deben aprender a reaccionar de tal manera que sus
actos y gestos le susciten la menor envidia posible al otro. Cada
uno debe, con una atención extrema, evitar hacer perder la ca-
beza a los otros. Los procedimientos para tener a la envidia a
distancia están normalizados. El que sobrevalora sus capacida-
des o su valor comete un verdadero pecado social. La sociedad
condena todo acto susceptible de producir la envidia. «Una per-

100
O. Lewis, Los Hijos de... 1951. Op Cit. p.297.
101
R.B. Brandt, Hopi Etics, cité par Shoeck, p.58.
102
E. Evans-Pritchard, 1937 Op Cit.

158
sona que guste de elogiarse no podrá contar con la simpatía de
su grupo si una de sus intenciones termina en fracaso: se burla-
ran de ella con una alegría maligna».103
En las sociedades occidentales, se encuentra el mismo fenó-
meno. De lado de los pobres se trata de matar la envidia en sí
mismo. Es lo que muestra Richard Hoggart a propósito de la
cultura del pobre (1957) o Annie Ernaux cuando describe el
universo social de su infancia: « no es necesario ser más preten-
cioso de lo que se tiene », le dice su madre. (A. Ernaux, 1984).
Hay que permanecer en su lugar, tener su rango, no querer subir
más alto... Estas formas de sabiduría conservadora pretenden
conjurar los efectos destructivos de la envidia. Cuando no sea
posible realizar sus aspiraciones, mas vale aprender a reducirlas
porque, como bien lo dice Jean-Paul Sartre, « más vale la resig-
nación que una esperanza continuamente frustrada ».
Del lado de los ricos, conviene no provocar la envidia. Este
es el sentido profundo de la ética protestante que exige el asce-
tismo y condena todo gasto ostentoso. El empresario capitalista
debe demostrar que es capaz de triunfar invirtiendo su tiempo,
su dinero, sus competencias con la finalidad de hacer fructificar
su capital, como dentro de una parábola de los talentos. Pero
no lo hace para su provecho. Lo hace por su salud. Su honesti-
dad, su integridad, la sobriedad de su existencia son un tanto
cualidades necesarias para esperar ser parte de los elegidos.
Todos los elementos de esta ética permiten construir un proyec-
to de enriquecimiento que no suscita la envidia (M. Weber, 1966).
La burguesía tradicional comprendió que la perennidad de su
poder era inversamente proporcional a la ostentación de su ri-
queza. « Más vale tener piedad que envidia », dicen en Lyon,
invirtiendo los términos habituales del proverbio popular.
Se encuentra esta preocupación de no provocar la envidia en
la ideología liberal, que estimula el mérito personal y la compe-
103
Hsien Chien Hu, citado por Schoeck, p.87.

159
tencia. En los Estados Unidos, el término «envy» es utilizado
comúnmente en lugar de la palabra «competencia», que se ha
hecho anticuada. La competencia es positiva, no lleva la mal-
dad, ni la difamación, ni la cólera, ni la impotencia. Por el con-
trario, es estimulante, enriquecedora y motivante. Por este des-
lizamiento del sentido la envidia pierde su especto negativo y
destructivo para convertirse en un valor cardinal de la sociedad
americana. Puede decirse, por tanto, que ¿la envidia ha sido
erradicada de esta civilización?
Sería necesario continuar con un debate interesante sobre el
tema de la «victoria» del capitalismo sobre el comunismo. El
intento de rebasar la envidia haciéndola fuerza motriz del siste-
ma, impulsándola, intentando transformarla en motivación para
favorecer las inversiones sociales y económicas. Las que se di-
cen «racionalidades» de los productores y los consumidores no
son más que la descripción de comportamientos envidiosos ca-
nalizados sobre los objetivos útiles y rentables. El comunismo,
por el contrario, ha intentado erradicar la envidia ofreciendo un
ideal de la sociedad igualitaria, una utopía en la que cada uno
podría vivir según sus necesidades, suprimiendo toda posibili-
dad de comparación irritante.
La experiencia demostró que la igualdad, si permanece como
un ideal deseable, no suprime por tanto a la envidia. Por el con-
trario, las lógicas de distinción son más poderosas y necesarias
que las situaciones que son similares. Ya lo dijimos, la envidia
nace en la proximidad. El sentimiento de injusticia que la acom-
paña no está en función de las desigualdades «objetivas». Se
enraíza en un sentimiento profundamente subjetivo de ser perju-
dicado por lo que es el otro. La neutralización de la envidia es
tan necesaria, que permanece como un dato fundamental de la
existencia humana.

160
LA CANALIZACIÓN DE LA ENVIDIA
La fuerza de la ideología liberal radica en su capacidad de trans-
formar a la envidia en competencia, por una naturalización de la
rivalidad. El mundo es un mercado « libre » en el cual cada uno
puede triunfar o fracasar. «You must be a winner», tal es el
objetivo buscado. En las empresas, la cultura empresarial y el
« sistema gerencial » canalizan la envidia para transformarla en
fuerza de trabajo al servicio de la empresa (Aubert, de Gaulejac,
1999). El culto al rendimiento y la búsqueda de la excelencia
proponen a los empleados a movilizarse para hacer carrera, para
ganar nuevos mercados, rebasar los objetivos que les son asig-
nados. En este universo todo está concebido para « motivar » al
personal con el fin de « positivar » la envidia transformándola en
sana competencia: « Viendo que alguien obtuvo mejores resul-
tados sentimos un profundo deseo de superarnos al mismo nivel
y, más que ceder al desaliento y a la tentación de denigrar, nos
dedicamos al trabajo ».104
En la empresa gerencial, el que fracasa se lo debe a sí mismo:
ya sea porque no trabajó bastante o porque los otros son mejo-
res que él. El mundo de los ganadores glorifica la competencia y
rechaza el fracaso. El que no triunfa es puesto en cuarentena. Se
le hace comprender que ya no tiene un lugar y que más vale,
para conservar una buena imagen de él mismo, que se retire. La
envidia debe ser entonces desterrada. El perdedor es responsa-
ble de su fracaso. Tuvo su oportunidad, la empresa le ofreció la
oportunidad de triunfar. A la envidia competitiva le sucede en-
tonces, la envidia depresiva: el Yo que no supo estar a la altura
del ideal que le era propuesto se derrumba.
Aceptar un premio a su medida, encontrar en la competencia
la emulación que permite canalizar sus energías sobre los pro-
yectos de carrera, dándose la impresión de progresar indivi-

104
Alberoni, 1995. Ver bibliografía p.34.

161
dualmente participando en una obra colectiva, hace aparecer un
ideal que propone rebasar el egocentrismo y el resentimiento de
la envidia. Todos los empresarios están convencidos de que la
competencia es la vía del progreso sobre los planos económi-
cos, científicos o sociales. «Se está condenado al triunfo» nos
decía un empresario en una investigación sobre el poder en las
multinacionales (Pagés et al., 1979). Así expresaba, la exigen-
cia imperiosa de hacer siempre más, de canalizar sus deseos de
promoción sobre objetivos de producción, y de adherirse al ideal
de crecimiento y expansión de su empresa.
Sin embargo, se puede preguntar si esta socialización del de-
seo sobre los objetivos productivos permite un desprendimien-
to de la envidia o absolutamente por el contrario, utilizándola
como elemento motor del sistema social, contribuye a construir
una sociedad que se destruye a sí misma. De hecho, la necesi-
dad permanente de producir nuevos objetos, el curso desenfre-
nado siempre hacia más productividad, más flexibilidad, más
adaptabilidad, conducen a un proceso obsoleto generalizado,
que concierne tanto a los productos, a las técnicas como a los
mismos trabajadores. Quizá esto es una de las mayores causas
de la crisis actual (Bron, Gaulejac, 1995). Si la competencia es
necesaria para canalizar la envidia, no es suficiente con ubicarla
en el corazón del sistema social para erradicar los efectos nega-
tivos.
Las manifestaciones de la envidia son a la vez condenadas y
estimuladas. Su condenación fomenta la nivelación social y la
regulación para limitar las desigualdades. Su estimulación con-
duce a canalizar los deseos de distinción sobre los objetivos
económicamente productivos y socialmente útiles. Por ende, surge
una contradicción radical cuando la envidia es a la vez, una ac-
titud mental destructiva, odiosa, asocial que es estigmatizada en
todas las culturas y a la vez, un elemento necesario para la exis-
tencia de la sociedad, en su desarrollo, en el establecimiento de

162
relaciones sociales dinámicas. La atención particular que cada
sociedad establece a los procesos de canalización de la envidia,
indica que es necesario domesticarla para atenuar sus efectos
destructores y utilizar sus potencialidades dinámicas. Esta cues-
tión se encuentra en el corazón de los procesos de socialización.
Lo que posiblemente explica que esté en el corazón del desa-
rrollo psíquico.

Traducción: Susana Rodríguez Marquez

163
BIBLIOGRAFÍA

Alberoni F., Les envieux, Plon, Paris, 1995.


Aubert M., Gaulejac V. de. Le coút de l’excellence, Seuil,
Paris, 1991.
Bron A., Gaulejac V. de. La gourmandise du tapir, Desclée
de Brouwer,Paris,1995.
Ernaux A ;, Les armoires vides, Gallimard, Paris, 1984.
Evans-Pritchard E., Witchcraft oracles and Magic Amond the
Azande, Oxford, 1937.
Freud S., (1907), La création littéraire et le rêve éveillé, in
Essais de psychanalyse appliqué,
Gallimard, Paris, 1971.
Gaulejac V. de (1987), La névrose de classe, Hommes et
groupes, Paris, 1992.
Gaulejac V. de. Les sources de la honte, Desclée de Brouwer,
1996.
Hoggart R. (1957), La culture du pauvre, Editions de Minuit,
Paris, 1970.
Lewis O., Life in a Mexican village, Urbana, 1951.
Melville H.(1924), Billy Bud, Marin, Gallimard, Paris, 1987.
Pagès M., Bonetti M., Gaulejac V. de (1979), L’emprise de
l’organisation, PUF, Paris, 1992.
Shoeck H.(1996), L’envie, une histoire du mal , Les Belles
Lettres, Paris, 1995.
Tapie B., Gagner, Editions Robert Laffont, Paris, 1986.
Viderman S., Le rapport sujet-objet et la problématique du
dèsir, Revue française de psychanalyse, t. XXXII, 1968, p 751.
Weber M. L’éthique protestante et l’esprit du capitalisme, Plon,
Paris, 1969.

164
SEGUNDA

PARTE

165
166
CAPÍTULO VII

NOTAS SOBRE LA HISTORIA DE LA SOCIOLOGÍA


CLÍNICA FRANCESA AVATARES DE UNA RELA-
CIÓN: ENTRE LO PSÍQUICO Y LO SOCIAL

Susana Rodríguez Márquez105

Este Capítulo pretende aportar elementos para la comprensión


de la Sociología Clínica en el espacio de las Ciencias Humanas
dentro del contexto francés contemporáneo. La intención es re-
flexionar en torno a la historia de esta disciplina que se cuestiona
constantemente a sí misma, sobre su estatus y sobre su legitimi-
dad. Esta disciplina en ciernes y dentro de la crisis de la sociolo-
gía, aborda como problemática fundamental la construcción del
sujeto, a partir de los entrecruzamientos de lo psíquico y lo so-
cial.
Existen discursos como el de la psicología social, el
freudomarxismo, la escuela de Frankfurt o bien el de la
psicosociología, que también otorgan un lugar central a la inhe-
rencia de lo subjetivo – objetivo, de lo singular y lo social; ya
que tratan de explicar al sujeto como producto y productor de
la realidad social. Sin embargo, cada uno de estos enfoques
guarda particularidades en los distintos órdenes de la genera-
ción del conocimiento (teórico-conceptual, metodológico,

105
Susana Rodríguez Marquez es Profesora-investigadora en la Facultad de Psicología de la
Universidad Autónoma de Querétaro. Doctorante en l’Université de Paris-7 Denis Diderot.
Susanarm4@yahoo.com

167
institucional) que marcan, a la vez de sus similitudes, sus propias
diferencias. Esta precisión nos lleva a tratar de establecer la es-
pecificidad de la sociología clínica francesa.
La sociología clínica no es una propuesta que haya surgido en
los últimos años. Se ha construido paulatinamente y ha tenido
que enfrentar algunas dificultades para establecer su definición.
Partimos de que la sociología clínica es una disciplina en cons-
trucción y que no obstante su presencia en el campo intelectual
francés desde fines de los 70’s, no es muy conocida en nuestro
país. El estudio e intervención sobre las problemáticas de los
sujetos en situaciones sociales, llega a México a través de la
Psicosociología y causa un impacto importante en las formacio-
nes universitarias y a nivel hospitalario, a mediados de los años
70’s y principios de los 80’s.
De hecho, la sociología clínica francesa se ha derivado de la
Psicosociología y comparte el interés por el análisis de las pro-
blemáticas a cerca de lo psíquico y lo social. Sin embargo, ac-
tualmente, los vínculos entre estas dos disciplinas son paradóji-
cos y ambivalentes, lo cual interfiere para lograr establecer una
delimitación clara entre cada una de ellas.
En este trabajo describiremos las principales influencias teó-
rico-metodológicas, sus postulados fundamentales, así como los
autores que, con su experiencia, formación y diferencias de con-
cepción han construido esta perspectiva limítrofe entre distintas
disciplinas de las ciencias sociales.
Establecemos seis grandes periodos socio-históricos para
comprender la gestación de las ideas científicas que han confi-
gurado el corpus teórico, metodológico e institucional de la So-
ciología clínica. Recurriremos a la temporalidad para dimensionar
el surgimiento, transformación e impacto que esta propuesta ha
significado en diversos países.
Señalaremos algunas de las falsas oposiciones que la sociolo-
gía ha encontrado como parte de su herencia de la filosofía y

168
mencionaremos la propuesta metodológica que la sociología clí-
nica ha utilizado para resolver esas antinomias.

CIENCIAS HUMANAS Y CONTEXTOS


ITINERARIO DE LAS IDEAS Y LA SOCIOLOGÍA
CLÍNICA FRANCESA 1930-1980
La Sociología clínica francesa está construida por una dimen-
sión interdisciplinaria, es decir, de la diversidad de disciplinas
como la psicología, psicoanálisis, psicología social, la filosofía,
marxismo, la antropología, la historia, la sociología, las ciencias
del lenguaje y la etnografía, retoma algunos de sus conceptos y
métodos, otorgándoles en ocasiones diferentes significaciones,
a partir de los contextos de intervención. Debido a esta condi-
ción de la diversidad, consideramos importante realizar un itine-
rario por las ciencias sociales para bosquejar las ideas que han
dado lugar a la sociología clínica.
Iniciamos el recorrido en los años 30’s, por ser esta época en
la que una serie de convergencias histórico, políticas y científi-
cas producen el interés por el estudio de los fenómenos de ma-
sas y los procesos intersubjetivos, será en este escenario en donde
se inauguren tanto la psicología social con metodología experi-
mental, la preocupación por el estudio de los grupos y el interés
por la relación marxismo- psicoanálisis. No es casual, que sea
también en este período cuando se acuñe, por vez primera, el
término sociología clínica en los Estados Unidos.
Analizaremos los años 50’s, marcados por el período poste-
rior a la Segunda guerra mundial y la irrupción de la sociedad de
consumo. Señalaremos la importancia que tuvo esta época para
la gestación de las ideas psicosociales.
Continuaremos con los años 60’s, caracterizados por las re-
vueltas y protestas sociales en el mundo, por el cuestionamiento
de las formas clásicas de autoridad, por la irrupción del

169
estructuralismo como método general para abordar los fenóme-
nos y por la consolidación del movimiento anti-psiquiátrico.
Terminaremos esta travesía en los años 80’s y 90’s debido a
que se producen eventos contemporáneos que tienen significa-
ción social y política (como la irrupción del liberalismo y la
mundialización) pero que al mismo tiempo, producen impacto
en el campo de las ciencias humanas, impulsando grandes de-
bates en los ámbitos de la sociología y de la historia (‘el regreso
del actor’, ‘el cambio de escala’).
Por supuesto que la influencia de algunas disciplinas resultará
más evidente que la presencia de otras dentro del marco de
referencia de la sociología clínica, sin embargo consideramos
importante señalarlas de igual manera, para mostrar el contexto
general en el que se han ido gestando los diferentes modelos de
explicación de lo psíquico y lo social. Con este ejercicio será
posible, dimensionar los alcances y límites de esta disciplina.

AÑOS DE CRISIS, DEPRESIÓN Y EXTERMINIO


1930-1940
La crisis económica mundial irrumpe bruscamente dentro de un
mundo optimista. Esta inicia debido a un crack de la bolsa en
Wall Street en octubre de 1929, se extiende por todos los Esta-
dos Unidos y después se propaga hacia el resto del mundo.
Pero la crisis financiera no es más que el indicio de una depre-
sión general de la economía mundial: la producción y los precios
industriales se derrumban; el marasmo agrícola y latente desde
el fin de la guerra, se acentúa. El comercio internacional esta
desorganizado.
El desempleo, la miseria, los antagonismos sociales se recru-
decen. El crecimiento de la población urbana se acelera (en Es-
tados Unidos, Inglaterra, Alemania y Francia) debido a que los
campesinos en pobreza y los obreros que vivían en pequeñas
ciudades se precipitan a los grandes centros en donde el trabajo
170
parece ser mas seguro. Este aumento espectacular de las gran-
des ciudades y el desarrollo de la producción industrial y del
consumo de masas, el radio, el cine, los grandes tirajes de los
periódicos tienden a uniformizar los gustos, es decir, los com-
portamientos sociales. Incluso las diversiones se convierten en
espectáculos colectivos.
También los intelectuales y los moralistas se inquietan por la
aparición del « hombre robot » tragado dentro de la masa y, por
tanto, fácil de manipular. El español José Ortega y Gasset, evo-
cando « La revuelta de las masas » (1930), muestra al individuo
aplastado por el grupo y « Un mundo feliz » de Aldous Huxley
propone un futuro en donde las masas del mundo entero serán
uniformizadas. El francés René Clair presenta en « A nous la
liberté » (1931), al hombre mas libre en su miseria, incluso den-
tro de una prisión que dentro de una organización perfecta de la
sociedad moderna.
En Alemania Hitler accede al poder en 1933 como canciller
del Reich. En España la República cae frente al levantamiento
nacionalista del General Franco, a pesar de la ayuda de las bri-
gadas internacionales. En la Rusia staliniana los arrestos y eje-
cuciones suceden en el proceso de Zinoviev y Kamenev (1937-
1938). En Francia, la experiencia del gobierno del Frente popu-
lar (1936-1937) permite contener la agitación de los vínculos
con la extrema derecha.
Es frecuente situar a fines del siglo XIX los orígenes de la
psicología social. Ciertamente se encuentran en esos años sus
fundamentos filosóficos con Gabriel Tarde (1843-1904), con
sus Leyes de la imitación, que examina los mecanismos por los
cuales los individuos se influencian o con Gustave Le Bon (1841-
1931) con su Psicología de las masas. Pero los años 30’s apa-
recen como el período fundador de la psicología social científi-
ca: es durante este decenio que serán establecidos tanto la me-
todología experimental como los grandes campos de la discipli-

171
na. En los años 30’s muchos investigadores en Psicología social
que son judíos se ven obligados a huir por el crecimiento del
nazismo en Alemania y en Austria. Muchos investigadores están
particularmente interesados por los temas de la manipulación de
las opiniones, de la propaganda, de la influencia del grupo, etc.
Por otra parte, la sociedad norteamericana es multicultural. El
problema del racismo, ligado al juicio de los otros, a los este-
reotipos, a las relaciones entre grupos genera un interés sobre-
saliente. En 1924 Floyd Allport publica Psicología Social, que
aborda como tema principal a las actitudes; Kurt Lewin que se
interesa en el estudio de los líderes dentro de la organización de
los grupos. Y en otro dominio, Jakob Levy Moreno (1874-1974)
inventa la sociometría, una forma de medir las relaciones de afi-
nidad entre los miembros de un grupo.
La importancia otorgada a la experimentación y el descrédito
de las encuestas, sondeos y observaciones en el medio natural
perdurarán durante toda de la historia de la psicología social.
Derivado de esto en 1970, Serge Moscovici señala un verda-
dero conflicto entre escuelas. Según él, los seguidores de las
encuestas les reprochan a los experimentalistas el carácter arti-
ficial de las situaciones que estudian. Y los experimentalistas acu-
san a los encuestadores de que les falta rigor en su levantamien-
to de los datos.
Pero veamos como se llega a ello, durante 1933, en la Uni-
versidad de Berlín una vasta operación de purga étnica se lleva
a cabo en contra de los judíos. Todos los dominios de la vida
intelectual son incluidos. Físicos (Albert Einstein, Erwing
Schrödinger, Max Born), matemáticos Johannes von Neumann,
Kurt Gödel...), escritores (Thomas Mann, Vladimir Nabokov,
Bertlt Brecht,...), muchos se van al otro lado del Atlántico. Es
también el caso de filósofos, psicoanalistas, sociólogos, econo-
mistas, historiadores, Desde el punto de vista de la historia de
las ideas, el impacto de este exilio será enorme: Viena y Berlín

172
pierden definitivamente su estatus de capitales intelectuales. Por
el contrario, los Estados Unidos y la Gran Bretaña se beneficia-
rán del aporte de esta élite de nuevos viajeros.
Los tres fundadores de la Psicología de la forma (Gestalt),
Kurt Koffka, Max Wertheimer y Wolfgang Kölher, emigran a
los Estados Unidos pero se dispersan y no pueden volver a ubi-
carse en puestos importantes en la Universidad. En esta época
la Psicología norteamericana está dominada por el conductismo,
cuya aproximación está totalmente opuesta a la visión globalista
y mentalista de la psicología alemana. Sólo algunos psicólogos
lograrán relanzar su carrera. Es el caso de Kurt Lewin, quien
será una de la figuras dominantes de la psicología social en los
Estados Unidos.
La salida de los psicoanalistas es diferente. Cuando Sigmund
Freud y su hija Anna se refugian en Inglaterra en donde los es-
peraban E. Jones y Mélanie Klein, son reconocidos con el pres-
tigio otorgado a los fundadores. De su lado, Bruno Bettelheim,
Erik Erikson, Erich Fromm, Karen Horney, Wilhelm Reich, Helen
Deutsch van a marcar, cada uno a su manera, al psicoanálisis
americano.
De lado de las ciencias sociales, la recepción de los investiga-
dores y de sus ideas dependerá del medio académico. En Ale-
mania, una gran parte de los profesores de sociología eran ju-
díos y la disciplina fue decapitada por el exilio: de 55 profesores
presentes en Alemania en 1933, solamente 16 conservaban su
plaza en 1938.
En revancha, la orientación histórica, teórica y crítica de la
teoría social alemana, es decir la Escuela de Frankfurt, no se
podrá adaptar verdaderamente al espíritu anglo-sajón. El grupo
dirigido por Théodor Adorno y Max Horkheimer, se quedará
relativamente encerrado en sí mismo y sus representantes regre-
sarán a Alemania después de la guerra. El destino de Herbert
Marcuse, uno de los miembros de la Escuela, es más sorpren-

173
dente. Marcuse se convertirá en uno de los ‘gourous’ del pen-
samiento crítico después de la guerra en los Estados Unidos.
En filosofía el injerto tendrá también efectos diferenciados.
Los miembros del círculo de Viena, casi todos judíos, se verán
forzados a exiliarse en Estados Unidos. Rudolph Carnap se cons-
tituirá en una figura de vanguardia en la filosofía analítica. Ludwig
Wittgenstein y Karl Popper, quienes entre ellos se encontraban
a la periferia del grupo, eligieron instalarse en Gran Bretaña, en
donde sus ideas tendrán gran resonancia. Incluso Hannah Arendt,
cuya influencia fué realmente excepcional, permanecerá solitaria
en el universo intelectual americano.
Franz Boas (1858-1942) dominó la antropología norteame-
ricana al inicio del siglo XX. Durante casi cuarenta años enseñó
en la Universidad neoyorquina de Columbia en donde formó a
muchas generaciones de antropólogos. A partir de 1920 algu-
nos de sus alumnos se reagruparon y dieron lugar a una escuela
de pensamiento: el culturalismo. Dos mujeres jugarán un rol
mayor en la formación de esta corriente: Ruth Benedict (1887-
1948) y Margaret Mead (1901-1978).
El nacimiento de la etología será otro de los acontecimientos
científicos durante estas décadas. Desde los años 30’s hasta
1960, Konrad Lorenz continuará sus investigaciones y su ense-
ñanza en la Universidad de Königsberg. En 1961, se instala en
Suiza en el centro de estudios de la fisiología y el comporta-
miento. Será en esta época en la que intentará aplicar los princi-
pios de la etología al comportamiento humano.
Es en 1930 que en la Universidad de Yale, Milton C. Winternitz
un físico de la Escuela de medicina, escribió una propuesta para
un departamento de sociología clínica. Esta fué la primera vez
que las palabras clínica y sociología fueron ligadas e impresas
por vez primera.106

106
Fritz, Jean Marie, The contributions of the Clinical Sociology in adressing social problems, in
Sociological prectice review, July, 1992.

174
Louis Wirth, autor del famoso libro ‘Le ghetto’, miembro de
la Escuela de Chicago propuso el término de ‘Clinical Sociology’
en un artículo con ese nombre que apareció en el American
Journal of Sociology (vol. 37, n° 1, 1931),107 en donde identifi-
ca a la sociología clínica como una de las más importantes divi-
siones de la sociología.

LA GRAN TRANSFORMACIÓN. SOLEDAD Y PESI-


MISMO 1940-1950
En cuatro años el mundo cambia bruscamente: guerra, genoci-
dio, bombas atómicas (Hiroshima, Nagasaki). Este período será
también el de las resistencias reprimidas por la milicia de la
Gestapo, el de la colaboración y el de los exterminios. Después
de la guerra se instauran las cooperaciones en el dominio de lo
comercial (GATT), lo sanitario (OMS) y lo cultural (UNESCO).
El mundo se divide en dos bloques ideológicos rivales (Este,
Oeste) por los acuerdos de Yalta. Los años de reconstrucción
son la oportunidad de implementar nuevas organizaciones inter-
nacionales.
Europa acepta en 1947 las ayudas norteamericanas como
parte del Plan Marshall, mientras que las aseguradoras sociales
establecen garantías a los trabajadores. Las obras intelectuales
están marcadas por dos grandes corrientes: el marxismo y el
existencialismo. Unos, los filósofos, artistas o intelectuales se
comprometen, es decir, se incorporan al PC. Los otros expre-
san su toma de consciencia de la soledad del sujeto en una so-
ciedad trágica (Giacometti y El hombre que camina cubierto de
la soledad del espacio seduce a Jean Paul Sartre, autor de la
Náusea y el Muro). El fin de la década está todavía más marca-
do por el pesismismo (La peste de Albert Camus) y una actitud
vigilante frente al totalitarismo.
107
Enriquez, Eugène, Une Sociologie Clinique à mi-chemin, in Les cahiers du laboratoire de changement
social, Numéro 3, Université Paris7, 1998, Paris.

175
En la vida cotidiana los massmedias ganan terreno la foto-
novela se expande, la historieta americana impone los persona-
jes de Walt Disney; mientras tanto, las tiras cómicas belgas re-
sisten con Tintin, Lucky Lucke y los Pitufos.
Cuando la Segunda Guerra mundial no ha terminado, dos
obras regresan sobre las revoluciones económicas, sociales y
políticas acontecidas entre las dos guerras: «Capitalismo, So-
cialismo y Democracia», aparecido en 1942 y «La gran trans-
formación», por otra parte, aparecido en 1944 en Nueva York.
Sus autores son originarios del Imperio austro-húngaro: entre
ellos Schumpeter el economista austríaco. Ellos terminaron por
huir del nazismo hacia los Estados Unidos y fueron testigos de
las consecuencias de la gran crisis del 29, comenzando por el
reforzamiento del rol del Estado, el desarrollo de las grandes
organizaciones burocráticas y el aumento del proteccionismo.
Entonces numerosos contemporáneos dudan de las oportuni-
dades de éxito para el socialismo y, uno y otro, anuncian el de-
clive del capitalismo.
El existencialismo es una filosofía ardua, nacida entre las dos
guerras, a partir de debates técnicos con la fenomenología ale-
mana, Edmund Husserl inicialmente y después Martin Heidegger.
En 1936 Sartre publica un primer texto en respuesta a Husserl,
«La trascendencia del Yo». Posteriormente se producen dos
acontecimientos editoriales que permiten a Sartre establecer los
primeros hitos del existencialismo. El ser y la nada (1943) y La
crítica de la razón dialéctica (1960). Este se distingue de todas
las demás corrientes filosóficas por la hazaña de hacer descen-
der la filosofía a las calles, hacerla subir a los escenarios de tea-
tro y lograr algunos éxitos en las librerías. Es entonces cuando el
existencialismo sale del cuadro estricto de la filosofía y deviene
un movimiento cultural.

176
LA PSICOLOGÍA EN FRANCIA
En este ambiente en mayo de 1947 se crea la licenciatura en
Psicología en las facultades de Letras de la Sorbonne. Daniel
Lagache pronuncia la lección inaugural de su curso de Psicolo-
gía con el título La unidad de la Psicología. En ese momento
reconoce la existencia de dos escuelas: la naturalista que co-
rresponde a la experimental y que pretende establecer leyes
generales del comportamiento humano. Y «la otra psicología»
refiriéndose a la psicología humanista, cuyo objetivo no es la
explicación sino la búsqueda de la comprehensión. Los trabajos
conductistas sobre el aprendizaje están en plena expansión. Se
estudia la percepción, la motivación, el lenguaje, la atención.
Lejos de haber agotado sus fuerzas el conductismo permanece-
rá como el enfoque principal de la Psicología. En los años 50’s,
Burrhus F. Skinner (1904-1990) desarrollará el neo-conductismo
y lo aplicará a la enseñanza.
Al término de la guerra el Psicoanálisis entra en un nuevo pe-
ríodo de desarrollo. Después del período de las grandes disi-
dencias (Jung, Adler...) se asiste a la difusión del Psicoanálisis y
de su apertura a otras disciplinas. En los años 30’s cuando el
Psicoanálisis llega a los Estados Unidos con los inmigrantes ju-
díos que huían del nazismo, empieza a tocar a las clases medias.
El Psicoanálisis americano es mucho más pragmático y menos
teórico que en Europa. Se centrará en el estudio de la infancia
con Spitz, Bettelheim, etc. Y por otra parte, centrándose en el
Yo y la psicología del Self con Anna Freud, Heinz Hartmann...).
Esta difusión va a conducir al psicoanálisis a vincularse con
otras disciplinas o movimientos. Algunos como George Devereux
(1908-1985) va a fundar la Etnopsiquiatría o Harry S. Sullivan
(1892-1949) que integra al psicoanálisis una aproximación
antropológica y cultural. Otros van a provocar la confrontación
del Psicoanálisis con una teoría o con un cuadro filosófico exte-
rior: W . Reich (1897-1957) intenta efectuar una fusión entre el

177
marxismo y el freudismo o Ludwig Binswanger (1881-1966)
entre psicoanálisis y fenomenología heideggeriana.
La primera cátedra de Antropología social es realizada por
Bronislav Malinowski en 1922, en la cual afirma que las cos-
tumbres de las sociedades, por más extrañas que sean, deben
explicarse por su presente y no por su pasado. En 1944,
Malinowski dejará atrás él un testamento teórico (Una teoría
científica de la cultura), estableciendo que el último objetivo de
la cultura es el de satisfacer las necesidades humanas universa-
les. Sus dos fuentes de inspiración son los sociólogos: Herbert
Spencer por la noción de función y Emile Durkheim por su
aproximación totalizante de los hechos sociales. Fueron nece-
sarios inicialmente, veinte años y después, veinte años más to-
davía para que la antropología social se identificara con una
doctrina: el funcionalismo. Esta se impone en Inglaterra contra
dos maneras más antiguas, de hacer y de pensar la etnología: el
evolucionismo y el difusionismo.
Después de la Segunda guerra mundial y con el « impasse »
obligado a las ciencias humanas, diferentes profesionales fran-
ceses como psiquiatras, pedagogos, enfermeros, educadores y
psicoanalistas comparten la intención de restituirle la dignidad a
los excluidos (al loco, al desviante, ...), dando inicio al movi-
miento psicosocial, en donde convergen la psiquiatría, el psi-
coanálisis, el marxismo y la pedagogía activa.

CULTURA DE MASAS
PERSUASIÓN CLANDESTINA 1950-1960
Las dos nuevas super potencias surgidas de la Segunda Guerra
Mundial entablan una guerra de un nuevo género: un enfrenta-
miento ideológico oponiendo dos modelos de sociedad (la so-
ciedad capitalista y el socialismo real). La desestalinización de la
URSS, emprendida por Khrouchtchev, favorece la coexistencia
pacífica sin alejar los riesgos de crisis internacionales (represión
178
del levantamiento de Budapest en 1956, la edificación del muro
de Berlín en 1960,...). Se crea la Comunidad Económica del
Carbón y del Acero. Algunos años apenas, después de la Se-
gunda guerra mundial, Francia, Alemania, Italia y otros cuatro
países, deciden construir una Europa de paz, promoviendo la
cooperación y el libre intercambio. Las olas de descolonización
destapan la emergencia de un nuevo actor sobre la escena inter-
nacional: el tercer mundo. Rechazando a las dos super poten-
cias, sus principales representantes (China, India,...) optan por
el movimiento de los no alineados (Conferencia de Bandoeng
de 1955), intentando despegar con su propio modelo de desa-
rrollo.
Mientras tanto, la televisión y el transistor penetran en los
hogares, las estrellas de Hollywood se lucen en las tiendas de
moda. Es el inicio del «star system» y de la difusión de una cul-
tura de masas encarnada, sobre el plano de la música y del bai-
le, por el Rock and Roll y por los movimientos de Elvis Presley.
En 1957, el abogado y periodista americano Vance Packerd
describe en «La persuasión clandestina», la forma en que las
ciencias humanas, del psicoanálisis a la psicología social, son
utilizadas por los publicistas108. Una verdadera cultura del con-
sumo se desarrolla entonces, con sus referencias, sus códigos,
su simbolismo, incluso con su ‘mitología’. Este «sistema de ob-
jetos» atrae rápidamente la curiosidad analítica de numerosos
teóricos: Roland Barthes, Edgard Morin, Georges Péninou y
más tardíamente Jean Baudrillard.
Los años 50’s marcan el apogeo de la pre-eminencia del
marxismo entre los intelectuales. Cierto, todos los intelectuales
no son marxistas, ni comunistas, lejos se está de ello. Sin em-
bargo, la mayor parte de los debates públicos, ya sea sobre
geopolítica o sobre epistemología, se llevan a cabo en referen-
cia al sistema de explicación marxista. La magnitud del compro-
108
Lardellier, Pascal, Culture de masse. 2000.

179
miso de la intelectualidad frente al comunismo, amerita ser
relativizada. Al lado de los compañeros de ruta (Sartre, Maurice
Merleau-Ponty...) y de sus adversarios declarados (Raymond
Aron, Albert Camus,...), muchos universitarios de renombre
(Claude Lévi-Strauss, Fernand Braudel, Gaston Bachelard,...)
permanecen en el retiro. La edad de oro de los « compañeros
de ruta » llega a su fin en la medida de las revelaciones sobre el
sistema soviético.
El reporte Krouchtchev del XX Congreso del PCUS en 1956,
reconociendo el despotismo staliniano, viene a dar sentido a los
acontecimientos anteriores (Golpe de Praga en 1948) en otras
ocasiones eludidos en nombre de la lucha contra el fascismo y el
imperialismo109. Sartre anuncia en 1956, el fin de su filiación al
Partido Comunista Francés. Edgar Morin, excluido del Partido
desde 1951, publica su «Autocrítique» en 1959. La hemorragia
se concluye con la primavera de Praga, después viene el efecto
Soljenitsyn. Una vez los puntos rotos con el PC, una parte nota-
ble de los intelectuales tratarán de liberar al marxismo de sus
resabios stalinianos. Los pioneros son Cornelius Castoriadis y
Claude Lefort que habían creado desde 1949 la revista Socia-
lismo y Barbarie. En 1960, Louis Althusser va a desarrollar un
marxismo teórico. En el curso del mismo período emergen los
avatares del marxismo: trotskismo, maoismo. Más allá de estos
proyectos críticos, el pensamiento de Marx va a constituír el
paradigma dominante en las ciencias sociales durante los años
60-70.
En 1955, Jean Piaget (1896-1980), psicólogo suizo, funda
en Génova el Centro Internacional de Epistemología Genética.
Ninguna referencia al niño en este nombre institucional. Piaget
permanece siempre fiel a este proyecto inicial: para él, la psico-
logía del niño es el terreno experimental de una epistemología
científica histórico-crítica.
109
T. Judt, Le Marxisme et la gauche française, Hachette, 1987.

180
Paralelamente a los trabajos de Piaget, comenzados desde
los años 20’s, otro campo de la psicología contribuirá, antes de
la segunda Guerra Mundial, a las teorías del desarrollo: el Psi-
coanálisis que se interesa por el desarrollo afectivo del niño.
Las primeras psicoanalistas de niños son Anna Freud (1895-
1980) y Mélanie Klein (1882-1960). Anna Freud permanece
fiel a la obra paterna intentando adaptar al psicoanálisis, convir-
tiéndola en una cura más pedagógica. M. Klein, por su parte, va
a utilizar las técnicas de juego con la finalidad de hacer aparecer
los fantasmas infantiles. Esto será fuente de controversia entre
estas dos psicoanalistas. Después de la segunda Guerra, otros
psicoanalistas como René Spitz (1887-1974), y posteriormen-
te, Donald Winnicott (1896-1971) contribuirán a desarrollar al
Psicoanálisis del niño en tanto disciplina.
En Francia en los años 40’s, Henri Wallon (1879-1962) des-
cribirá el desarrollo de la afectividad y de la inteligencia del niño,
inscribiéndolo en su medio ambiente social.
Al mismo tiempo, Jenny Aubry (1903-1987) será la primer
neuropsiquiatra y psicoanalista en interesarse en el destino de
los niños separados de sus familias y creará el primer servicio de
atención psicoanalítica en un hospital de pediatría en Francia110.
En 1957 con la publicación de su libro «Syntactic Structures»,
Noam Chomsky establece las bases de lo que, diez años más
tarde, se constituirá como una escuela generativista en Estados
Unidos y en el mundo entero. En este texto Chomsky desarrolla
una manera absolutamente novedosa de considerar el lenguaje.
Para él, la lingüística estructural no viene a explicar la gramática
de las lenguas, ni a compararla entre ellas. Sino a considerar que
el lenguaje es una máquina para generar frases y es a ese nivel
que se plantea el problema del sentido. El sentido es inseparable
de la sintaxis y se trataría de comprender cómo, a partir de pro-

110
Aubry, Jenny. Psychanalyse des enfants séparés, Denoêl, Paris, 2003.

181
posiciones bien formadas, se pueden generar las frases correc-
tas dentro del lenguaje. Detrás de esto, está la idea de que el
lenguaje es una facultad mental abstracta y creativa, capaz de
producir una infinidad de enunciados.
Un poco antes en 1956 se llevará a cabo en el Colegio
Dartmouth de Hanover, una serie de conferencias, en las cuales
participarán algunos jóvenes matemáticos, entre otros, John Mc
Carthy, Herbert Simon y Allen Newell, en donde se habla por
primera vez de una nueva ciencia llamada «inteligencia artificial».
Chomsky, cuyas convicciones libertarias son tan radicales
como sus ideas lingüísticas, no cesará de mantener sus críticas
científicas y políticas hasta nuestros días, afortunadamente. Como
señala Robert Barsky, incluso sus propios adversarios, ya no
pueden vivir sin él111.

PROTESTA Y REPRESIÓN SOCIAL 1960-1970


El desenlace de la crisis de Cuba en 1962 marca el punto de
partida de un período de tensión entre las dos super-potencias.
Sin renunciar a sus ambiciones hegemónicas, Estados Unidos y
Rusia establecen las reglas del juego sobre el principio adversa-
rio-compañero. La rivalidad se desplaza hacia el espacio (lan-
zamiento de misiles y de satélites) o sobre el teatro de conflictos
localizados (en Vietnam, en Medio Oriente,...). El Estado se
impone como el principal ordenador de la vida económica, a
través de sus políticas de fomento del consumo, sus grandes
trabajos y sus medidas proteccionistas. El american «way of
life», el refrigerador, la lavadora, los robots de cocina entran a
los hogares franceses.
Con el fondo de la revolución cultural (en China), de la defen-
sa de los derechos civiles (Martin Luther King), de movilizaciones
contra la guerra de Vietnam o de protestas estudiantiles (en

111
Noam Chomsky, Une voix discordante, Odile Jacob, 1998, p. 115.

182
Berkeley en 1964, en la Sorbonne en mayo de 1968...) pero
también de conciertos de los Beatles, Bob Dylan, Johnny
Hallyday, las formas clásicas de autoridad son cuestionadas.
Mientras la Iglesia católica procede a su aggiornamiento (Vati-
cano II, 1965-1965), la difusión de la píldora anticonceptiva
contribuye a la liberación sexual y por ello mismo a la de las
mujeres. Movimiento al que contribuye también la aparición de
las panti-medias, el jean y la mini falda.
Ocho años después del primer vuelo tripulado realizado por
los soviéticos (Gagarin en 1961), el americano Neil Armstrong
pisa el suelo lunar. Por primera vez, el hombre puede percibir la
tierra en su redondez y tomar conciencia de su fragilidad.
El año 1966, puede ser el año sagrado del estructuralismo.
En Paris, al menos. Ese año, en efecto, cinco revistas de primer
orden consagran un número al análisis estructural. Jacques Lacan
publica sus Escritos (5000 ejemplares vendidos en dos sema-
nas), Michel Foucault Las palabras y las Cosas (800 vendidos
en cinco días), Roland Barthes Critica y Verdad, George
Dumézil La Religión romana arcaica, Tsvetan Todorov su Teo-
ría de la literatura y Algirdas Greimas su Semántica estructu-
ral. En esta época, todas las disciplinas y las artes están con-
vencidas de la revelación según la cual, toda producción huma-
na está determinada por las estructuras.
De esta idea, se conocía el origen y sus relevos. En su libro
La Phonologie structurale de Roman Jakobson y Nicolas
Troubetskoy se establecen las bases del estructuralismo con-
temporáneo, mostrándose que el juego de las unidades sonoras
propias de cada lengua estaba construido sobre un pequeño
número de oposiciones distintas y reglas de permuta. El conjun-
to forma un sistema, donde todo cambio acarrea otros, sin que
la consciencia humana esté para algo.
Claude Lévi-Strauss, quien enseña con Jakobson durante la
guerra, traspone la idea a los sistemas de parentesco: su trabajo
Estructuras elementales del parentesco (1949) produce una
183
revolución en el dominio, Lévi-Strauss no tarda en generalizar
su método: Antropología Estructural y categorías de pensa-
miento (La Pensée Sauvage, 1962). Mientras tanto, el lingüista
Algirdas Greimas desarrolla una teoría estructural del relato, y
hace descubrir la lingüística de Hjemlslev a un tal Roland Barthes.
En 1960, el estructuralismo ya no pertenece a una disciplina,
aparece como un método general de tratamiento de los fenóme-
nos y de los textos para develar las formas subyacentes. Roland
Barthes se concentra en una semiología general (moda, literatu-
ra, publicidad,), Jacques Lacan declara que « el inconsciente
está estructurado como un lenguaje », Louis Althusser hace una
lectura estructuralista del Capital, Jean Pierre Vernant hace el
análisis del sacrificio griego y Michel Foucault inicia una historia
general de las ideas.
Atrás de esta fachada, el estructuralismo es un edificio frágil.
Algunos de sus fundadores – Claude Lévi-Strauss es el prime-
ro- desaprueban la recuperación de sus ideas por el trío Lacan-
Foucault-Althusser. Al final de la década, el estructuralismo no
es más un paradigma innovador: es sólo un momento, respetado
o rechazado, del desarrollo de las ideas en las ciencias humanas
en Francia.
Unos años antes en Palo Alto, una pequeña ciudad de las
afueras de San Francisco California, el antropólogo Gregory
Bateson instala, a principios de los 50’s, su equipo de investiga-
ción. Influenciado por la orientación sistémica, Bateson subraya
los aspectos paradójicos e implícitos de la comunicación
interpersonal. El reclutamiento de Don Jackson (1954), la llega-
da de Paul Watzlawick en 1960, orientan la escuela de Palo
Alto hacia una aproximación psiquiátrica. En Una Lógica de la
Comunicación, publicado en 1967 por Watzlawick, Janet
Beavin y D. Jackson, la comunicación está descrita como un
proceso social permanente que se manifiesta sobre múltiples
registros. Hacia 1959, el Psiquiatra Don Jackson funda the Mental

184
Research Institute, centro de investigación y de terapia sobre la
familia.
En 1963, el pianista y sociólogo Howard Becker publica
Outsiders, una encuesta sobre los músicos de jazz en Chicago.
Los dos hechos, sin relación aparente, inauguran una forma nueva
de analizar la sociedad. De acuerdo a esta visión, es en la diná-
mica de los intercambios entre las personas que se puede com-
prender lo social. El interaccionismo reúne dos corrientes que
se han desarrollado separadamente en los Estados Unidos: el
análisis de la comunicación interpersonal (la escuela de Palo Alto),
y la corriente sociológica del interaccionismo simbólico y sus
derivados (consecuencia de la Escuela de Chicago).
Un autor original como Erving Goffman representara el « es-
labón perdido » entre la aproximación comunicacional de Palo
Alto y la aproximación sociológica de Chicago. Para él serán
los intercambios cara a cara los que constituyen la trama y la
esencia de lo social. Considera que los procesos de interacción
entre dos personas son frágiles estando regulados por « rituales
de interacción » (reglas de cortesía, formas de intervenir verbal-
mente,...), que permiten a los individuos causar una buena im-
presión. Según Goffman, la vida social es una especie de teatro,
en donde se es llevado a adoptar roles y en donde es necesario
tomar en serio los roles de los otros. Para la redacción de su
libro « Asilos » (1961), vivió durante un año entre los enfermos
del Hospital Psiquiátrico Santa Elisabeth de Washington, pre-
ocupado por la obtención de los datos de primera mano, hace
de él un representante de la escuela de Chicago.
La segunda corriente de la « ofensiva interaccionista » se pro-
duce en el terreno de la sociología y tiene sus raíces más anti-
guas. Se inscribe en una tradición del pensamiento, el de la Es-
cuela de Chicago, y es conocida como el « interaccionismo sim-
bólico). La expresión inventada en 1937 por Herbert Blumer,
no se propaga sino hasta 1960, con los trabajos de E. Goffman,

185
H. Becker, Anselm Strauss. Para esta vertiente, los individuos
producen los hechos sociales y no solamente los experimentan,
como lo suponen las aproximaciones estructuralistas y
funcionalistas. Será a través de las interacciones y del sentido
que dan los individuos a su acción que se puede comprender
este proceso. Esta aproximación será radicalizada por Harold
Garfinkel quien con sus Studies en Ethnomethodology (1967),
establece las bases de una nueva corriente: la etnometodología.
Siempre interesado en los razonamientos prácticos que movili-
zan a las gentes en lo cotidiano.
Durante el año 1963 en Londres se lleva a cabo un Congreso
sobre Filosofía de la Ciencia, que marcará el desarrollo de esta
disciplina. Estuvieron presentes los más grandes especialistas
anglosajones de la época. Rudolf Carnap, Willard van Orman
Quine y Karl Popper, las tres figuras más importantes de la filo-
sofía de la ciencia de la época. También asistieron Thomas S.
Kuhn e Imre Lakatos, dos personajes de la nueva generación.
Durante el Congreso Carnap, Popper y Quine debatieron
sobre los criterios de verdad dentro del quehacer científico. Pero
sus concepciones se encontraban ya desfasadas de los concep-
tos de los jóvenes investigadores también presentes en Lon-
dres. Es el caso de Thomas S. Kuhn (1922-1996), un historia-
dor de las ciencias americano, que publicó el año precedente,
en 1962, La structure des révolutions scientifiques, una obra
que transformará la disciplina. Kuhn sostiene que la ciencia no
evoluciona de acuerdo a una marcha progresiva y continua de
ensayos y errores. Para él, la ciencia progresa con la ayuda de
modelos dominantes o paradigmas.
Imre Lakatos (1922-1974), húngaro refugiado en Gran Bre-
taña después del fracaso de la revuelta de Budapest de 1956,
es el secretario de coloquio. Él refuta las tesis de sus maestros,
al igual que Kuhn. Lakatos está elaborando su teoría de los pro-
gramas de investigaciones científicas (o PRS). El PRS es un

186
conjunto de hipótesis que dirige a la ciencia en un momento de-
terminado; está compuesto de un «nudo duro» de tesis inviolables,
que forma el corazón del programa. Este nudo esta rodeado de
«un cinturón protector» formado de hipótesis auxiliares, que
pueden ser eventualmente modificadas sin poner en riesgo el
corazón de la teoría.
Ningún francés estuvo invitado al coloquio en Londres. Es
necesario señalar que en ese momento, existía una incompren-
sión entre los filósofos anglosajones de los pensadores de occi-
dente. Solamente Kuhn, que había vivido en Francia, conocía
bien la obra de Alexandre Koyré o de Gaston Bachelard, las
grandes figuras de la filosofía de la ciencia francesa de la época.
Koyré (1892-1964) había salido de Rusia después de la Revo-
lución para instalarse en parís. Su propósito pretendía mostrar
que el pensamiento científico evoluciona en el seno de estructu-
ras mentales que permiten, en cada época, ciertos fenómenos
«pensables» y otros «impensables».
Gaston Bachelard (1884-1962) afirmaba en 1938, en La
formation de l’esprit scientifique, que la ciencia conlleva siem-
pre las representaciones vinculadas con la imaginación, «imáge-
nes falseadas» de la realidad que sólo un psicoanálisis del pen-
samiento científico puede develar. Sucesor de Bachelard en la
formacion de historia de las ciencias de la Sorbonne, Georges
Canguilhelm (1904-1995) había aplicado esta aproximación a
la historia de la medicina y la biología con la intención de develar
los fundamentos conceptuales. La obra de Canguilhelm inspira-
rá la teoría de «la epistème» de su alumno Michel Foucault.

MOVIMIENTOS CONTESTATARIOS EN LA CIENCIA


1970-1980
En Francia y en toda Europa, como una prolongación de mayo
del 68, nuevas formas de movilizaciones colectivas se refuerzan:
en nombre del feminismo, de la ecología, del regionalismo, de
187
los homosexuales, de los derechos del hombre, del pacifismo.
La época deja libre curso a una verdadera efervescencia, a una
sed de experiencias individuales y colectivas. Mayo del 68 fue
un sismo cultural que rompe con las formas clásicas de autori-
dad. La dominación patriarcal declina.
La democracia marca puntos decisivos en Europa del Sur. En
Portugal, el golpe de Estado del 25 de abril de 1974 pone fin a
la dictadura y restablece las libertades, mientras tanto en Grecia
en el mismo año, se termina con el régimen de los coroneles.
Por su parte la democracia española se impondrá casi natural-
mente, con la muerte de Franco en 1975 y la entronización de
Juan Carlos, proclamado rey de España. En 1973 se anuncia un
movimiento regresivo dentro de la economía. La devaluación y
el fin del reinado del dólar, marcan el fin de los años de la post-
guerra. Los tiempos del crecimiento regular serán olvidados.
Al fin de la década, dos acontecimientos político-religiosos
mayores simbolizan una renovación de la espiritualidad y del
militantismo religioso. De inicio, la elección en 1978 del Papa
polaco, Juan Pablo II. Posteriormente en el mundo musulmán
donde la revolución Iraní de 1979, orquestada por el ayatollah
Khomeyni, asegura una nueva era para el islam.
A inicios de los años 70’s, Michel Foucault (1926-1984) im-
parte sus cursos en el Colegio de Francia. Este antiguo alumno
de Louis Althusser (fundador del marxismo estructuralistas) y
de Georges Canguilhelm (filósofo de las ciencias), encarna el
espíritu de la época: desde los años 60’s una forma de pensa-
miento rebelde y crítico de todas las formas de poder, cuestio-
nando los tabúes sexuales y criticando con impertinencia el hu-
manismo y el universalismo heredado de las Luces. La tesis de
Foucault, Folie et Déraison. Histoire de la folie à l’áge classique,
produce un fuerte impacto en el momento en que se desarrolla

188
la corriente de la Antipsiquiatría.112 La obra de Foucault suscita-
rá numerosas críticas. Hoy, algunos lo consideran como un maes-
tro del pensamiento (iniciador, entre otros, de la filosofía post-
moderna). Otros le critican, la relación que establece entre el
racionalismo y el poder. Paralelamente a su obra intelectual,
Michel Foucault funda en 1971 el Grupo de información sobre
las prisiones con Jean Domenach y Pierre Vidal-Naquet. En tanto
que intelectual, participará en la defensa de los inmigrantes, de
los disidentes soviéticos, de los antifranquistas y de los homo-
sexuales.
Un viento «anti» y «contra», se establece entre las diferentes
corrientes de ideas, enarboladas en el movimiento del 68 en
Francia y en otros países de Europa, así como en América. Con
la nueva izquierda americana, las protestas contra la guerra de
Vietnam y la cultura «underground» de las comunidades
californianas. Una era de protestas se desarrolla especialmente
en la década de 1965-1975, aunque los protagonistas de esta
contra-cultura subversiva maduraron sus ideas desde hace mu-
cho tiempo. Por ello, Wilhelm Reich, psiquiatra y psicoanalista,
conocerá una notoriedad después de su muerte, porque fallece-
rá en una prisión norteamericana en 1957. En cuanto a Herbert
Marcuse (1898-1979), filósofo alemán que deja su país a causa
de la llegada del nazismo, él ya estará en el retiro de la Universi-
dad de Boston, cuando se convierte en uno de los «gourous» de
los 60’s.
Cada quien a su manera, Reich y Marcuse serán los repre-
sentantes de lo que se ha llamado freudo-marxismo. Es en la
clínica psicoanalítica de Viena, en 1920, que Reich miembro del
Partido Comunista Alemán y de la Asociación Psicoanalítica In-
ternacional, descubre que la miseria social puede ser el origen

112
Los más célebres representantes del movimiento Anti-psiquiátrico, nacido en los años 50’s entre
un grupo de psiquiatras británicos, fueron Ronald Laing y David Cooper. Aparecido en 1967, el libro
de D. Cooper, Psiquiatría y Antipsiquiatría, se convierte en la Biblia de este movimiento.

189
de problemas psíquicos más graves. La acción revolucionaria
consiste en luchar contra la represión que inhibe al sujeto y lo
incita a la pasividad frente al poder. Serán estas ideas de Reich,
las que el movimiento del 68 retendrá.113
Con Marcuse, filósofo y sociólogo, la asociación de Marx y
Freud se sitúa en una perspectiva diferente. El desarrollo del
capitalismo y de la sociedad de consumo distancia al individuo
de sus placeres auténticos. Descubre en el «hombre
Unidimensional» a un esclavo dócil de la sociedad de consu-
mo. La sola salida a esta pesadilla de las sociedades contempo-
ráneas es el recurso a la imaginación.
Los estudiantes del 68 serán el producto de un mestizaje
complejo de diversas corrientes intelectuales: marxismo, psicoa-
nálisis lacaniano asociado a la ola del estructuralismo,
existencialismo sartreano y sentido de la responsabilidad, no-
ción de transgresión salida de Georges Bataille, de goce con
Reich o de liberación con Marcuse, permitirán pensar la noción
del deseo o de la represión. Es en las barricadas parisinas en
mayo del 68, que Félix Guattari encuentra al filósofo Gilles
Deleuze. De este encuentro, en 1972, aparecerá una gran obra
de estos jóvenes filósofos cuyo pensamiento iba hacia el con-
cepto de «máquina deseante», la crítica del marxismo, del psi-
coanálisis así como del estructuralismo dominante y del pensa-
miento de Lacan: El Anti-Edipo (1972).
En Norteamérica, aparecerán los volúmenes sobre la Socio-
logía Clínica publicación periódica en la década de los 70’s
(Strauss, 1979; Glassner and Freeman, 1979; Fritz, 1985; Fritz
and Clark, 1989; Rebach and Bruhn, 1991 y Strauss, 1993), y
la revista Sociología clínica iniciara su publicación en 1982. En
estos trabajos la sociología clínica aparece definida como

113
Una nueva concepcion del hombre se construye, ocho años después del primer vuelo tripulado
realizado por los soviéticos (Gagarin en 1961), el americano Neil Armstrong pisa el suelo lunar. Por
primera vez, el hombre puede percibir la tierra en su redondez y tomar conciencia de su fragilidad.

190
multidisciplinaria, en un campo humanístico que evalúa y resuel-
ve los problemas a través del análisis y la intervención. El análi-
sis clínico se basa en el control crítico de las opiniones, políticas
y prácticas.

PRIVATIZACIÓN E INDIVIDUALISMO 1980-1990


Margaret Thatcher y Ronald Reagan simbolizan la «revolución
liberal y conservadora» durante los años 80’s. El fortalecimiento
del Estado cede su lugar al neoliberalismo. Estos años serán los
de la desregulación, las privatizaciones, la rehabilitación de la
empresa y del individualismo como bandera de la existencia hu-
mana. En ese entonces, el mundo de la comunicación se trans-
forma, es el principio de una nueva revolución industrial, es de-
cir el de las tecnologías de la información. El Occidente padece
el desempleo y la precariedad. Las «favelas», los ghetos norte-
americanos y las «cités» francesas son las muestras urbanas de
la polarización económica de las sociedades. Los regímenes
comunistas que parecían inquebrantables, después de unos años,
la reforma económica (Perestroïka) y la política de transparen-
cia impulsada por Gorbatchev abren una nueva brecha. La caí-
da del muro de Berlín y la desaparición de la URSS vendrán a
terminar con ese mundo bipolar.
A finales de los años 80’s, parece generarse una revolución
en los paradigmas científicos. Desde el siglo XVII la ciencia clá-
sica nos había dado la imagen de un universo sometido a
determinismos implacables, que podrían describirse bajo la for-
ma de leyes. Ahora bien, Ilya Prigogine e Isabelle Stengers, en
su libro filosófico-científico La Nouvelle Alliance (1979) seña-
lan que «un cambio de perspectiva característica de la segunda
mitad del siglo XX se opera... Vemos en todas partes
inestabilidades, fluctuaciones, bifurcaciones». En astronomía, en
química, en meteorología, en economía, se descubren fenóme-
nos caóticos y turbulencias. La era del determinismo, de las le-

191
yes, de la predicción está dejando lugar a una visión del mundo
donde reina lo inestable, el desorden, lo incierto. El mundo es
inestable e imprevisible, esto es lo que propone la teoría del
caos.
Edgar Morin, propone una visión del mundo social en donde
el orden y el desorden se mezclan, donde las acciones indivi-
duales y los acontecimientos son a la vez producidos y pro-
ductores de la dinámica social, en donde los fenómenos de emer-
gencia, de auto-organización y de bifurcación son constitutivos
del orden social. Morin participa en una obra colectiva entre los
que destacan, I. Prigogine entre otros.
La década de los 80’s marcan el regreso del péndulo, es de-
cir el regreso del actor y por tanto, la decadencia de la acción
colectiva. Es necesario distinguir dos dimensiones diferentes de
este fenómeno: una, es el propio campo de las ciencias humanas
y la otra es una significación social y política. En 1982, autores
como Raymond Boudon y François Bourricaud tratan de impo-
ner el paradigma «del individualismo metodológico» en sociolo-
gía, contra el holismo dominante en el pensamiento francés.
Esta aproximación coincide con otros enfoques
microsociológicos que se desarrollan en ese momento, como la
«etnometodología», que como vimos es la corriente norteameri-
cana promovida por Harold Garkinkel y Aaron Cicourel, y que
propone el estudio de las estrategias de los actores que crean lo
social.
Este regreso del actor fué perceptible también, en la Histo-
ria. Con una forma un poco diferente se producirá el regreso a
la biografía, al individuo, al acontecimiento. Esta propuesta se
opone a la historia de las estructuras, promovida por Fernand
Braudel. Ahora la intención era comprender a la sociedad a tra-
vés del individuo, como es el caso de Georges Duby. A inicio de
los años 80’s, la moda era también la «micro-historia» que enar-
bola el italiano Carlo Ginzburg y que había ya desarrollado en

192
nuestro país Luis González desde su trabajo Pueblo en vilo y
coordinando las monografías sobre Michoacán. El objetivo es
siempre, hacer la historia social, pero situándose a nivel de los
individuos y de su vida cotidiana. Es importante señalar, que la
mirada sobre el individuo no marca una posición teórica favora-
ble al individualismo. Se trata sobre todo, de una evolución
metodológica, de una forma diferente de observar los fenóme-
nos sociales: « un cambio de escala» como lo señala el historia-
dor Jacques Revel.

OPOSICIONES FRECUENTES EN EL PENSAMIEN-


TO SOCIAL
La herencia de la filosofía
La filosofía ha estado como uno de los referentes de la sociolo-
gía clínica, ello le ha permitido reflexionar a cerca de la noción
de sujeto y de realidad que le subyacen. Estos intersticios
epistemológicos entonces, posibilitan explicar los aspectos ob-
jetivos y subjetivos de la realidad social, así como realizar un
ejercicio explicativo en cuanto a la construcción de sus objetos.
Como ejemplo, podemos mencionar lo que señala J. Barus-
Michel al respecto « El sujeto está de alguna manera, ausente,
no es mas que tensión, deseo camuflajeado, desviado, dividido:
el sujeto « social » inscrito, está dividido en la problemática de
lo social ».114 Si bien es cierto la sociología clínica refiere a una
interdisciplinariedad, de ninguna manera se reduce a un con-
junto indiferenciado de nociones, métodos y técnicas que abor-
dan eclécticamente lo psicosocial, sino que esa presencia de lo
filosófico le ha permitido tener una pertinencia en el contexto de
las ciencias humanas y construirse como una aproximación co-
herente para el estudio sistemático y seriamente fundamentado

114
Barus-Michel, J, et. al. Crises. Approche psychosociale clinique, p. 265, Desclée de Brouwer, 1996,
Paris.

193
de la dialéctica entre la singularidad de la experiencia vivida y la
subjetividad del análisis histórico.
El siguiente apartado se aleja del análisis descriptivo que he-
mos resumido en líneas anteriores, intentaré ahora una aproxi-
mación reflexiva diacrónica sobre el desarrollo del pensamiento
de lo social. Consideramos necesario señalar que, desde sus
inicios, las ciencias humanas se debaten con una serie de
antinomias de conceptos, como material /ideal, objetivo/subje-
tivo, o colectivo/individual. Estos antagonismos conceptuales,
propician una visión dicotómica del mundo; persuadiendo a los
investigadores para seleccionar su campo de estudio (lo colec-
tivo contra lo individual o lo objetivo contra lo subjetivo), a pe-
sar de que la insistencia en apegarse a esta forma binaria de
pensamiento, produce fracasos en la comprehensión y explica-
ción de los fenómenos.
En la tradición filosófica, el idealismo «consiste en desplazar
toda la existencia hacia el pensamiento »115 , mientras que el
materialismo es «la doctrina desde la cual no existe otra subs-
tancia que la materia ». La oposición entre las ideas y la materia
se asocia frecuentemente, a otras parejas de conceptos como
espíritu /cuerpo ó ideal /real.
Carlos Marx (1818-1883) retomó la distinción filosófica en-
tre el materialismo y el idealismo, en el dominio del análisis his-
tórico, estableciendo una cierta forma de materialismo que, en
algunos de sus textos más simplificados, pero más comentados
por sus sucesores ‘marxistas’, se torna mecanicista y
economicista. Es el caso particular del prefacio a La Crítica de
la Economía Política (1859). « En la producción social de su
existencia, los hombres establecen relaciones determinadas, ne-
cesarias e independientes de su voluntad. Estas relaciones de
producción corresponden a un cierto grado de desarrollo de las

115
Lalande, André, Vocabulaire technique et critique de la philosophie. Paris, PUF, coll. «Quadrige»,2.
tomes, 1992.

194
fuerzas productivas materiales. El conjunto de estas relaciones
forma la estructura económica de la sociedad, la fundación real
sobre la cual se levanta el edificio jurídico y político, al cual res-
ponden las formas determinadas de la consciencia social116 ».
Este tipo de aproximación desempeñó un cierto rol durante los
años 1950-1970, donde el debate en torno al marxismo tuvo
efectos importantes en las ciencias sociales, actualmente esto se
ha detenido.
Es necesario hacer notar que las ciencias humanas han desa-
rrollado más recientemente, usos menos mecanicistas y
economicistas de Marx, apoyándose sobre otros escritos más
complejos, como Las tesis sobre Feuerbach (1845) donde
Marx, criticando al mismo tiempo a los materialistas y a los
idealistas anteriores, intenta superar la bi-polaridad. En esta vía
se encuentra la propuesta del sociólogo americano David
Rubinstein, quien realiza una lectura diferente de Marx, estable-
ciendo paralelismos con la última filosofía de Ludwig Wittgenstein
(1889-1951), proponiendo pistas para salir de las oposiciones
clásicas.
En Antropología, Maurice Godelier inicia su reflexión con una
inspiración marxista, y avanza sus reflexiones sobre «la parte
ideal de lo real »: « toda relación social, cualquiera que sea, in-
cluye una parte ideal, una parte pensada, es decir, representa-
ciones. Estas representaciones no son solamente, la forma que
reviste esta relación a la consciencia, pero son parte de su con-
tenido », entonces «el pensamiento ya no aparece como un nivel
separado de otros niveles », «lo que no implica que todo sea
ideal dentro de lo real », «ni que las representaciones de los
actores provengan necesariamente de la consciencia »117 .

116
Marx, K, Œuvres, Economie I, éd. Etablie par Maximilien ubel, Paris, Gallimard, 1965.
117
Godelier, Maurice, L’Idéel et le Matériel, Paris, Fayard, 1984.

195
EL SUJETO Y EL OBJETO
Otro esquema clásico en filosofía muestra un sujeto frente a un
mundo de objetos. Lo más frecuente es identificar estas dos
nociones por sus oposiciones. Las definiciones otorgadas a la
noción de objetivo118 nos muestran un cierto número de varia-
ciones semánticas que se han cimentado a través de los usos
filosóficos como:
- Opuesto a subjetivo (en el sentido de aparente, irreal), que
constituye un objeto, independientemente de todo conocimien-
to ó idea.
- Independiente de la voluntad, como lo son los fenómenos
físicos.
- Opuesto a subjetivo (en el sentido de consciente, mental).
El método objetivo es el de la observación exterior, consideran-
do entonces, el mundo objetivo o exterior.
Los usos sociológicos se inscriben en la historia de estos sen-
tidos filosóficos que les precedieron. Señalaremos dos grande
categorías de uso que los investigadores en ciencias sociales
han buscado para proponer otra vía para «dar en el blanco ».
Pierre Bourdieu en su doble crítica del objetivismo y del
subjetivismo, propone dos definiciones sucesivas del objetivismo
en Le Sens Pratique.119
1. El objetivismo «pretende establecer regularidades objeti-
vas (estructuras, leyes, sistemas de relaciones, etc.) indepen-
dientes de la consciencia y de las voluntades individuales» (p.44).
Por una lado, ahí se encuentra, las regularidades, las estructuras
e implícitamente, lo colectivo y lo del exterior, y del otro, las
consciencias, las voluntades, los individuos y por tanto, el inte-
rior. Desde esta perspectiva, el objetivismo afirma la primacía
de lo objetivo en el análisis de los fenómenos sociales y el
subjetivismo la superioridad de lo subjetivo.

118
Lalande, André, Vocabulaire technique et critique op.cit.
119
Bourdieu, Pierre, Paris, Minuit,1980.

196
2. « El objetivismo constituye el mundo social como un es-
pectáculo ofrecido a un observador que toma «un punto de vis-
ta » sobre la acción y que, llevando en el objeto los principios
de su relación al objeto, hace como si estuviera destinado sólo
al conocimiento » (p.87). En esta definición están opuestos, más
o menos explícitamente, observador, espectáculo y conocimiento
exterior-teórico al actor, acción y conocimiento interior-prácti-
co. El objetivismo es entonces, un modo de relación con el ob-
jeto sociológico tendiendo a darle a priori, una posición exte-
rior desconociendo los usos prácticos que le constituyen, de
una cierta fijeza y homogeneidad, como una cosa ubicada de-
lante de sí. Inversamente, la postura subjetivista tomaría sobre
la acción los puntos de vista de los sujetos actuantes.
A través de estas dos definiciones críticas, objetivismo y
subjetivismo, aparecen, dentro de las ciencias sociales
contemporaneas, como de las aproximaciones susceptibles de
asociar más o menos explícitamente dos niveles de análisis:
a) De los universos conceptuales concurrentes dan cuenta los
fenómenos sociales a partir de los diferentes puntos de partida
b) De las diferentes posturas comprometidas por el investiga-
dor frente al objeto sociológico que intenta construir.
El reto para los pensadores contemporáneos que se esfuer-
zan en salir de los caminos ordinarios, es entonces doble 1°)
sobre el plano conceptual, dar cuenta de las relaciones entre los
aspectos objetivos y subjetivos del mundo social y 2°) en cuan-
to a la construcción del objeto social, establecer los pasajes
entre el punto de vista exterior del observador sobre lo que ob-
serva y las formas cuyos actores perciben y viven lo que hacen
en el curso de sus acciones.

LO COLECTIVO Y LO INDIVIDUAL
Si como hemos visto, la Sociología ha heredado cierto número
de conceptos pares de la filosofía, ésta ha sido marcada por la

197
oposición entre lo colectivo y lo individual, «la sociedad y el
individuo ». Para ilustrar este debate siempre recurrente, nos
detendremos en la sociología de Emile Durkheim (1858-1917).
Para Durkheim, en Les Régles de la méthode sociologique
lo colectivo (o lo social), que se distingue de lo individual referi-
do a la psicología, se encuentra en la base de la definición misma
de la sociología.120 Lo social constituye una entidad específica:
« la sociedad no es una simple suma de individuos, pero el siste-
ma formado por su asociación representa una realidad que tiene
sus características propias » (p.102-103). Esta sociedad noto-
riamente, rebasa infinitamente al individuo en el tiempo y en el
espacio y está en situación de imponerle las maneras de actuar y
de pensar. Por ello se deriva la siguiente «regla» para el sociólo-
go: «La causa determinante de un hecho social debe ser busca-
da entre los hechos sociales antecedentes, y no entre los esta-
dos de consciencia individual» (p. 109). El « hecho social » es-
taría definido como: toda manera de hacer susceptible el ejerci-
cio de una coerción exterior sobre el individuo, o bien, que es
general en una sociedad determinada que ha tenido una existen-
cia propia e independiente de sus manifestaciones individuales.
Esta lectura tradicional y rápida debe ser relativizada. Como la
mayor parte de los autores, Durkheim no nos ha legado una
obra homogénea que dé lugar a una sola interpretación. Sin
embargo, aunque existan nuevas lecturas no es posible borrar la
tendencia de Durkheim a privilegiar lo colectivo y a la sociedad,
con relación a sus componentes individuales.
La sociología clínica ha compartido estas preocupaciones teó-
ricas y a través de la utilización del Método biográfico ha trata-
do de salir de las oposiciones dicotómicas entre el individuo/
sociedad, entre la subjetividad del hombre y las regularidades
objetivas de lo social121. La intención sería analizar las condicio-
120
Durkheim, Emile ,Paris, PUF, «Quadrige»,1981.(1re éd.1895).
121
Gaulejac de V., Historia de vida y sociología clínica en Historias y relatos de vida: investigación
y práctica en ciencias sociales, No. 29, Uruguay, 1999.

198
nes concretas de existencia y «lo vivido». Es por ello que la
referencia a Marcel Mauss y a C. Lévi-Strauss resulta obligada
para comprender que al momento de la interpretación se debe
incluir la objetividad del análisis histórico con la subjetividad de
la experiencia que se ha vivido122.

LAS SOCIOLOGÍAS CONTEMPORÁNEAS EN


FRANCIA 1970-1990
La sociología en Francia es una disciplina científica o bien, es
solamente una yuxtaposición de orientaciones y de trabajos muy
contrastantes?. Es indudable la existencia de multiplicidad de
paradigmas y de referencias teóricas, las rivalidades entre «es-
cuelas», la especialización de los sub-campos disciplinarios y la
falta de debates. Por ello, consideramos, que el campo de la
sociología francesa contemporánea se encuentra, hoy en día,
muy fragmentado y viene enfrentando una crisis desde inicios de
los 80’s.
En los últimos treinta años, autores como Pierre Bourdieu,
Jean Pierre Passeron y Claude Grignon con su constructivismo
estructuralista; Serge Moscovici con su psicología social post-
experimental y las representaciones sociales; Cornélius
Castoriadis con La Institución imaginaria de la sociedad;
Georges Lapassade con una psicosociología de grupos y la dia-
léctica instituyente / instituido; René Lourau con El Análisis
Institucional; Max Pagès con su Teoría sobre la afectividad en
los grupos; Eugène Enriquez con el psicoanálisis sobre el víncu-
lo social en De la Horda al Estado; Anthony Giddens con su
Teoría de la estructuración.
Los autores americanos como Peter Berger y Thomas
Luckmann, que en los 60’s desarrollaron trabajos en Estados
Unidos, son retomados en Francia en los años 80’s, por la im-
122
Lèvi-Strauss, Introduction à l’ouvre de M. Mauss, in Sociologie et Antropologie, PUF, Paris, 1968,
p. 25.

199
portancia otorgada a los enfoques más cualitativos e
interaccionistas. Otros autores como Edward P. Thompson con
La formación de la clase obrera inglesa123 ; Luc Boltansky
quien sistematiza una aproximación constructivista de los gru-
pos sociales; Mary Douglas con su reactualización de la obra
durkhemiana; Irving Goffman con el orden de la interacción. Por
otra parte, Alain Touraine con su libro Le Retour de l’acteur;
François Dubet con La sociología de la experiencia; Vincent
de Gaulejac con La neurosis de clase; Raymond Boudon y
François Bourricaud, con el Dictionnaire critique de la
sociologie. Todos ellos han ocupado, en mayor o menor medi-
da, la escena sociológica francesa contemporánea.
Durante la década de los 80’s será Pierre Bourdieu quien
ocupe el lugar más sobresaliente entre los sociólogos franceses,
con lo que él mismo denominó «constructivismo estructuralista»
que sintetiza muy bien la originalidad de su propuesta. «Por
estructuralismo o estructuralista, quiero decir que existen, en el
mundo social mismo (...) estructuras objetivas independientes
de la consciencia y de la voluntad de los agentes, quienes son
capaces de orientar o de imponer sus prácticas o sus represen-
taciones. Por constructivismo quiero decir, que hay una génesis
social en una parte de los esquemas de percepción, de pensa-
miento y de acción que son constitutivos de lo que llamó «habitus»
y por otra parte, de las estructuras sociales y en particular, de lo
que llamó los campos124». En esta doble dimensión objetiva y
construida, de la realidad social, sin embargo, una cierta prima-
cía, es acordada a las estructuras objetivas.
En ese entonces, será cuando la Sociología empiece a en-
frentar una crisis en la cual distintos signos, indicarán un cambio
de perspectiva. Como habíamos señalado, en 1982, Raymond
Boudon y François Bourricaud publican un Dictionnaire critique

123
Thompson,P, Edward, Paris, EHESS-Gallimard-Seuil,1988.
124
Bourdieu, Pierre, Espace social et pouvoir symbolique, dans Choses dites, Paris, Minuit, 1987.

200
de la sociologie, que a sus contemporáneos les parece como
una máquina de guerra contra el estructuralismo y el marxismo.
Los autores tratan de imponer el paradigma del «individualismo
metodológico» en sociología, oponiéndose al estructuralismo
dominante encarnado por Pierre Bourdieu.
R. Boudon afirma que el despegue de la sociología debe ha-
cerse apoyándose sobre el principio del «individualismo
metodológico». «Para explicar cualquier fenómeno social, es
indispensable reconstruir las motivaciones de los individuos con-
cernientes y de aprehender este fenómeno como el resultado de
la agregación de los comportamientos individuales dictados por
sus motivaciones».
Dos años después de la salida del diccionario de Boudon,
Alain Touraine publica Le Retour de l’acteur (1984). La pers-
pectiva es muy diferente, aunque se sitúa en un movimiento simi-
lar de rehabilitación del actor. Alain Touraine propone una ter-
cer vía entre dos aproximaciones contradictorias: «una que pre-
senta a un actor fuera de todo sistema y el otro, un sistema que
excluye a todo actor». Esta posición de hegemonía en los me-
dios culturales y de investigación en Francia ha sido seriamente
cuestionada con el crecimiento y profundización del
cognocitivismo, tanto teóricamente como metodológicamente.
La otra corriente del pensamiento que hoy en día se presenta en
el medio francés es el papel que ha ganado la explicación
antropológica y etnometodológica de la sociedad.

LA SOCIOLOGÍA CLÍNICA FRANCESA


Sobre los inicios de la sociología clínica
Entre las fuentes fundadoras de la Sociología Clínica encontra-
mos a inicios de 1940, a los diferentes profesionales de las cien-
cias humanas, psiquiatras, pedagogos, enfermeras, educadores
y psicoanalistas que coincidieron con el compromiso de resti-
tuirle a los excluidos su condición de dignidad. Con el nombre
201
de psicoterapia institucional y de pedagogía institucional (J. y F.
Oury, F. Tosquellès, Guattari...) surge un movimiento en el cual
se enriquecen mutuamente la psiquiatría, el psicoanálisis
(lacaniano), el marxismo y la pedagogía. Posteriormente se de-
sarrolla una corriente insitucionalista impulsada por sociólogos,
que critica el concepto de institución, autores como G. Lapassade
que lanza el concepto de análisis institucional (1962) y R. Lourau
(1969) se comprometen a poner en crisis lo instituido.
La sociología clínica francesa surge así, en la década de los
70’s, como reacción a la rigidez de los espacios de interpreta-
ción e intervención en las problemáticas de los sujetos en situa-
ciones sociales. Es una aproximación reciente que está en cons-
trucción y debate; que se ha desprendido de la psicosociología125.
Esta ultima, ha logrado mayor difusión en distintos ámbitos aca-
démicos, debido a los trabajos sobresalientes que realizaron di-
versos autores sobre lo institucional y lo grupal; a quienes se les
identificó con ese campo de lo psicosocial. Es por ello que la
psicosociología ha tenido mayor impacto y trascendencia. Como
en el caso de México, en donde a inicios de 1970 se leían auto-
res como Georges Lapassade, Gérard Mendel, René Lourau,
Cornélius Castoriadis, Robert Castel, René Kaés, entre otros,
quienes por sus propuestas críticas, impactaron con la eferves-
cencia política que existía en ese período en y fueron identifica-
dos, en general, con el estudio de lo « psicosocial » sin estable-
cer diferencias conceptuales y mucho menos afiliaciones
institucionales.
La sociología clínica no se opone a la psicosociología sino
que pretende continuar en el campo sociológico los diferentes
elementos del proyecto psicosocial. Por tanto, ambas aproxi-
maciones, comparten las herencias teóricas de autores que des-

125
Esta corriente en la que encontramos como ya vimos a J. y F. Oury, F. Tosquellès, Guattari, Lapassade
y R. Lourau, que surge como un movimiento en el cual se enriquecen mutuamente la psiquiatría, el
psicoanálisis (lacaniano), el marxismo y la pedagogía.

202
de el siglo XIX a 1950 establecieron las bases para el estudio
sobre lo psíquico y lo social. Es decir, provienen de una historia
común hasta que, en los 70’s cuando las circunstancias
sociohistóricas se modifican y cambian, a su vez, los juegos
institucionales del poder, las trayectorias de estas disciplinas se
separarán ilusoriamente.
Hay que recordar que la historia de la sociología clínica y la
psicosociología lejos de ser una historia lineal, implica múltiples
orientaciones, cruzar muchas disciplinas vinculadas de acuerdo
a afiliaciones complejas y difíciles de identificar. Significa transi-
tar entre regresiones y paradojas institucionales.
Eugène Enriquez, uno de los iniciadores de la sociología clíni-
ca, considera que este interés por el análisis de la relación so-
cial-psíquico está presente desde el siglo XIX, como una re-
flexión teórica fundamental. Como señalamos anteriormente,
desde los trabajos de Durkheim y su discípulo Marcel Mauss
existe la pretensión por demostrar y establecer una articulación
entre la Sociología y la Psicología, a través de las relaciones
existentes entre los psiquismos individuales reunidos y el « co-
lectivo ». Incluso el primero, llega a afirmar la necesidad
« propedéutica » de una « cultura psicológica » para la sociolo-
gía126. Pero corresponderá a Mauss el deseo de atenuar el
dogmatismo aparente de Durkheim. En su texto de 1924,
« Rapports réels et pratiques de la psychologie et de la
sociologie »127 corrige el « antipsicologismo » de su maestro, y
tío materno, Durkheim.
La sociología clínica y la psicosociología están influenciadas
también por la sociología comprehensiva de Max Weber (1864-
1920) y la sociología formalista de Georges Simmel (1858-
1918). Estos autores ponen el acento en el reconocimiento de la
alteridad como elemento fundador del vínculo social y en la ne-

126
Durkheim, E. Les règles de la méthode sociologique, (1895).
127
Mauss, M. Sociologie et anthropologie, Paris, PUF, 1950.

203
cesidad de considerar el sentido de las conductas humanas para
comprender el funcionamiento colectivo. Son ellos los repre-
sentantes de una sociología clínica que acentúa la existencia del
otro como cuestiones fundamentales.
Freud es otro de los referentes fundamentales para los que
atribuyen a los procesos psíquicos inconscientes un papel de-
terminante en los procesos individuales y colectivos. Las contri-
buciones psicoanalíticas no se limitan a las de Freud, sino que
hay quienes recuperan a W. Reich, H. Marcuse y a C. G. Jung.
Otros psicosociólogos han intentado hacer una interpretación
basada en los textos freudianos de los fenómenos socio cultura-
les, como es el caso de E. Fromm, E. Erickson o G. Devereux.
La influencia de Marx es otra de las vertientes esenciales,
especialmente los trabajos que refieren al Marx filósofo de la
historia. Es decir, se retoman las concepciones de la Ideología
alemana y del XVIII Brumario de Luis Bonaparte, en donde se
resalta la historia individual y la historia social.
La referencia a los trabajos del movimiento culturalista surgi-
do en Estados Unidos, de M. Mead y K. Horney. Los trabajos
de B.K. Malinowski y su crítica de la concepción freudiana so-
bre la universalidad del complejo de Edipo.
Es importante mencionar las ideas sociológicas que han sido
recuperadas del pensamiento de Pierre Bourdieu a cerca de la
«violencia simbólica», pues propician un cuestionamiento sobre
las implicaciones de lo político y lo social en el sufrimiento. En
cuanto a las propuestas filosóficas de Edgard Morin sobre el
pensamiento complejo, han brindado a la sociología clínica su
fundamento epistemológico, ya que Morin define la compleji-
dad como « el tejido complejo de constituyentes heterogéneos
inseparablemente asociados128 » principio que inaugura una ló-
gica para descubrir un orden entre los elementos constituyentes
que conservan su heterogeneidad.
128
Morin, E., Introduction à la pensée complexe, ESF, Paris, 1990.

204
Existe también una fuerte influencia de la escuela norteameri-
cana de psicología social a través de los trabajos de Kurt Lewin,
el psicodrama de Moreno y evidentemente, la relación con lo
terapéutico vía Carl Rogers, impregnaron los métodos de inter-
vención en los enfoques de los sujetos en situaciones sociales.

SOBRE LAS TÉCNICAS Y MÉTODOS DE


INTERVENCIÓN
La psicosociología en tanto tal, surge en Estados Unidos por el
encuentro entre la corriente de las relaciones humanas y los en-
foques derivados de Kurt Lewin: investigación-acción y el
‘Training-Group’. Pero es Carl Rogers quien contribuye a hacer
converger la experiencia formativa del T-Group con el aspecto
psicoterapêutico. Con esto el acento se desplaza a la adquisi-
ción de un saber sobre los mecanismos del grupo a los procesos
de « desarrollo personal ». Las intenciones de cambio social no
se han olvidado, pero pasan a un cambio de la persona y de sus
modos de comunicación con el otro129.
Georges Lapassade130 coincide con Didier Anzieu (1974), en
que la psicosociología francesa encuentra sus orígenes en el lla-
mado movimiento de relaciones humanas y distingue tres ten-
dencias:
- La primera se vincula a la escuela de la dinámica de grupo
(Lewin), en la cual podemos incluir a la sociometría y Moreno,
su fundador, la nombra explícitamente como una
microsociología. Anne Ancelin-Schutzenberger y el Grupo fran-
cés de sociometría, Jacques Ardoino y el ANDSHA (Asocia-
ción nacional para el desarrollo de las ciencias humanas aplica-
das), una parte de la ARIP (Asociación para la investigación y la
intervención psicosociológica) y algunos disidentes como Max

129
Lipiansky, M. Psychosociologie et psychothèrapie, en L’aventure psychosociologique, Aubert,
N. et de Gaulejac,V., Desclée de Brouwer, Paris, 1997.
130
Lapassade, G., Présentation in Pratiques de formation, n° 28, Paris.

205
Pagés, otros como Claude Faucheaux contribuyeron a la insta-
lación de esta orientación en Francia.
- La segunda tendencia es de inspiración psicoanalítica y se
encuentra particularmente en Inglaterra (en torno al Instituto
Tavistok, con W.R. Bion y E. Jacques) y en Francia (Didier
Anzieu y el CEFFRAP (Centro de Estudios franceses para la
formación y la investigación activa en psicología), algunos miem-
bros de l’ARIP, se encuentran entre los representantes princi-
pales de esta corriente).
- La tercera tendencia se sitúa en la tradición anarco-sindica-
lista, la cual encontró en mayo del 68 una reactualización, el
análisis institucional es sin duda una de sus expresiones más re-
presentativas.
La psicosociología americana, tal como se difunde en Fran-
cia en los años 50’s, está forzosamente marcada por la corriente
terapéutica de la psicología existencial y humanista, influenciada
por la propuesta de Lewin.
De acuerdo a Max Pagès, tres elementos caracterizarán a la
psicosociología de esta época:
- La referencia en la conceptualización y en las investigacio-
nes de Kurt Levin sobre la Dinámica de grupo.
- Una invención técnica, el grupo centrado en el análisis pro-
pio de su funcionamiento, el Training Group o T-group american,
llamado en Francia grupo de base, grupo de evolución o de
diagnóstico. Es necesario señalar que desde el origen, el T-group
sirvió de campo de experimentación en los Estados Unidos y en
Europa con practicantes de orígenes diversos, aparte de sus
fundadores lewinianos: rogerianos, morenianos, psicoanalistas
que poseían otra tradición perteneciente a las técnicas de grupo
(Bion, Ezriel), más tarde los californianos y sus métodos corpo-
rales.
- Una extensión de la técnica precedente, la investigación ac-
ción, o el estudio en vivo de prácticas sociales utilizadas como

206
herramientas de cambio en el dominio pedagógico, la vida co-
munitaria y las organizaciones.
En ese momento el «Training Group» constituía una real alter-
nativa para el campo psicosocial, sin embargo, autores como
Georges Lappassade, A. Lévy, D. Anzieu, R. Kaés y G.
Palmade131, realizarán señalamientos críticos fundamentales a
esta modalidad grupal que producirán una disminución en su
impacto y evolución posterior en el contexto francés.
Actualmente los métodos de intervención de la psicosociología
y de la sociología clínica son diversos, podemos mencionar en-
tre otros, el análisis del discurso, el método biográfico, la entre-
vista no directiva y los grupos de implicación e investigación.
Todos ellos comparten premisas comunes como la noción de
demanda, la observación participante, la implicación y la inves-
tigación- acción. Esta reunión de la investigación y de la acción
es constitutiva de la psicosociología. Es una práctica de cambio
que se dirige a los sujetos, respondiendo a una demanda esta-
blecida por ellos. Es una clínica del cambio.

MÉTODO BIOGRÁFICO 132


Según M. Le Grand133, en las ciencias sociales, varios autores
se han aproximado a buscar el sentido de la existencia humana a
través de la utilización de las historias de vida. Desde Thomas et
Znaniecki (1918), C. W. Mills y O. Lewis (1960) en Estados
Unidos, Franco Ferraotti en Italia y en la década de los 70-
80’s. Daniel Bertaux o Maurizio Catanien en Francia.
Paulatinamente la aproximación de las historias de vida co-
mienza a extenderse a otras disciplinas como a las ciencias de la
educación con Gaston Pineau y D.Bertaux. Vincent de Gaulejac

131
Lévy, A., Analyse critique du groupe d’évolution et ses développements récents, Connexions No.
1-2, Paris, 1972.
132
El lector encontrará en el capítulo I escrito por V. de Gaulejac una reseña completa y a profundidad
sobre el tema.
133
Legrand, M. L’approche biographique. Théorie clinique, Paris, Epi, 1993.

207
es quien promueve la utilización de las historias de vida con una
intencionalidad clínica en sociología pues considera que es el
instrumento por el cual será posible abordar las tres dimensio-
nes fundamentales de la identidad: los deseos y angustias in-
conscientes, la sociedad a la cual se pertenece y la dinámica
existencial del sujeto. En los grupos de implicación se lleva a
cabo el análisis de una vida, a través de la formación del pro-
yecto parental, el análisis de la genealogía familiar, la novela fa-
miliar, las elecciones y las rupturas de la existencia

INSTITUCIONALIZACIÓN DE LA
PSICOSOCIOLOGÍA Y LA SOCIOLOGÍA CLÍNICA
Al mismo tiempo que se construía un marco conceptual y técni-
co de la psicosociología, se producían acontecimientos
institucionales que evidenciaban su presencia como una nueva
disciplina. En 1958 Max Pagès funda la ARIP134 (Asociación
para la investigación y la intervención psicosociológica) con
André Lévy, Jean Claude Rouchy y Eugène Enriquez, aliándose
con André de Peretti, Guy Palmade; con Jean Maisonneuve,
Jean-Claude Filloux y Jean Dubost. La ARIP y otros grupos
(ANDSHA, Groupe français de sociométrie, CEFFRAP) tu-
vieron un papel muy activo en la consolidación, la difusión, la
investigación y la aplicación de la psicosociología. Al tiempo que
se gestaba una ampliación de su campo de análisis y rupturas a
nivel de la institución
De hecho, el primer número de la revista Conexiones (1972)
–que va a ser en Francia el principal vector de la
psicosociología— fué consagrado a los grupos de evolución y
André Lévy escribe « El grupo de evolución es un buen punto
de partida para comprometer una reflexión crítica sobre los

134
Pagès, M. «Des synthèses et articulations» dans L’aventure psychosociologique, Aubert, N. et de
Gaulejac, V., Desclée de Brouwer, Paris, 1997.

208
métodos y las prácticas de la psicosociología, tal como se llevan
a cabo desde hace 15 años ».135
Muy pronto, la práctica de los grupos de evolución tendrá
una influencia cada vez más fuerte de la experiencia de los gru-
pos de inspiración psicoanalítica elaborada en Gran Bretaña por
Bion, Foulkes, Ezriel y retomada en Francia por Anzieu, Käes,
Rouchy... La evolución de este último, redactor en jefe de
Connexions, revista publicada por la ARIP, es representativa de
toda una tendencia de la psicosociología.
En un artículo con un título muy significativo, Lévy136 (« Vers
une psicosociologie psychanalytique ») muestra bien su des-
prendimiento progresivo de la psicología existencial americana
y su compromiso con el psicoanálisis. El viraje se sitúa en la
primavera de 1966 en un seminario con C. Rogers, que había
sido invitado a Francia por la ARIP.
Una parte de los miembros de ARIP se separan del maestro
para volcarse al psicoanálisis. Este es el inicio de una crisis que
estallará plenamente después del 68 e incluirá la salida de Max
Pagès.
En ese momento, dos preocupaciones teóricas mayores se
presentarán para los disidentes: los temas del Poder y del cuer-
po. Es evidente que la contestación del poder social desborda
largamente el análisis de los fenómenos de grupo. Entonces las
problemáticas se plantean sobre el análisis de la dominación, las
jerarquías sociales, sobre la relación con el dinero, sobre las
relaciones hombres-mujeres, niños-adultos... El otro gran tema
cuestionado es la represión de la inhibición sexual y corporal.
Se asiste a la irrupción de técnicas de expresión y de creación
como medio de exploración de la vida fantasmática. Más tarde
los métodos « corporales » venidos de California, bio-energéti-
ca, gestalt-thérapie, llegarán a relajar o completar los métodos

135
Revista, Connexions, n° 1-2,1973.
136
Lévy, A., «Vers une psicosociologie psychanalytique» in Connexions, n°.29, Paris, 1980.

209
de expresión, proponiendo una cierta formalización técnica y
una teorización inspirada en W. Reich.
Con ese ejercicio de redimensión de lo social y el
descentramiento de los « grupos pequeños », Pagès rompe con
la ARIP y funda el Laboratorio de Cambio Social en la Univer-
sidad de Paris-Dauphine. Él mismo escribirá al respecto: « Al
interior de la ARIP el discurso psicoanalítico se reforzaba y fun-
cionaba cada vez más como una instancia represiva, en nombre
de la cual se prohibía, toda referencia salvo la de una práctica
real del psicoanálisis »137.
A partir de ahí se produce una escisión durable al interior de
la psicosociología entre los que continúan abiertos a las influen-
cias de la psicología humanista americana y los que rechazan
esta afiliación por reivindicar un compromiso único a la teoría
psicoanalítica. En realidad, consideramos que esto es uno de los
acontecimientos que precipitan la construcción y el deslizamien-
to hacia una sociología clínica.
En 1981 Vincent de Gaulejac toma la dirección del Labora-
torio de cambio social en donde colaboran Jacqueline Palmade,
Annie Jacob, Jacques Salzer, entre otros. En 1988, se formaliza
un grupo de investigación sobre sociología clínica en la Asocia-
ción Internacional de Sociólogos de lengua Francesa138.
Las problemáticas de investigación se van ampliando y
diversificando cada vez más; el análisis del poder, la exclusión,
las historias de vida en grupo y la orientación clínica en sociolo-
gía dibujan la particularidad de este enfoque.
Durante los últimos 60 años ha existido una discusión de la
sociología clínica en los Estados Unidos, pero no será sino hasta
la década de los 70’s que ese campo empiece a ganar atención
del público y de otros sociólogos. Su expansión se debió, en

137
Pagès, M. «L’adresse interdit ou la très véridique histoire de la ARIP» in Psychologie clinique,
n°3, Paris, 1990.
138
De Gaulejac, V. «La recherche en changement», dans Les cahiers du Laboratoire du changement
social, Numéro spécial, p.28, septembre 2000, Paris.

210
gran parte, a los esfuerzos de la Asociación de Sociología Clíni-
ca en ese país (establecida en 1978). Mientras tanto, el proceso
institucional de la psicosociología francesa continuará con la fun-
dación, en 1993, del CIRFIP (Centro internacional de investi-
gación, formación e intervención psicosociológicas). Entre sus
miembros fundadores se pueden mencionar a Andrè Lévy, quien
lo preside desde su fundación, Jacqueline Barus-Michel, Eugène
Enriquez, G. Amado, T. Carreteiro y J.C. Filloux, entre otros.
J. Ardoino, fundó ANDSHA (Asociación nacional para el
desarrollo de las ciencias humanas aplicadas). En tanto que D.
Anzieu y R. Kaês, elaboraron teóricamente el análisis de grupo,
las referencias son esencialmente freudianas, pero sobre todo,
basándose en Mélanie Klein para la interpretación de los fan-
tasmas grupales.
Ellos fundarán el CEFFRAP (Centro de Estudios franceses
para la formación y la investigación activa en psicología). He-
mos citado sólo algunos de los grupos que constituyen el campo
de la psicosociología, pero existen otras organizaciones que es-
capan a los alcances de este trabajo.

PRINCIPALES AUTORES
Entre los autores más importantes de la psicosociología actual
podemos mencionar a Jacqueline Barus-Michel quien es profe-
sora emérita de psicología social en la Universidad de París-
VII, sus temas de interés están relacionados con el análisis del
poder y con el sujeto social. En uno de sus trabajos más cono-
cidos139, Barus-Michel considera que « el vínculo social» está
caracterizado por el conflicto y la ambivalencia, que dividen al
sujeto entre la inclusión y la exclusión. De acuerdo a sus plan-
teamientos « lo social » se impone a través de las estructuras,

139
Barus-Michel, J., Giust-Desprairi, F., Crises.Approche psychosociale clinique, Desclée deBrouwer,
Paris, 1996.

211
las dinámicas y las representaciones. Cabe resaltar su pertinente
comentario «la sociología está ahí para recordar que todo lo
social no es imaginario»140, señalamiento que en nuestros días,
cualquier profesional de la clínica de lo social debe considerar.
André Lévy, es profesor emérito en la Universidad de Paris-
XIII y ha trabajado fundamentalmente, sobre la crisis en las or-
ganizaciones, las paradojas de la libertad en hospitales psiquiá-
tricos y en el cambio institucional. Entre sus trabajos más desta-
cados podemos mencionar Sociologie de l’entreprise (1959),
Psychologie Sociale (1964), Sciences cliniques et organisations
sociales (1997).
Eugène Enriquez es sociólogo de formación y profesor emé-
rito en la Universidad de Paris-7, es uno de los representantes
más reconocidos por su obra « De la horda al Estado » (1983),
en donde plantea varias interrogantes sobre la paradoja de la
« sumisión voluntaria ». Se cuestiona las razones que llevan a la
sociedad civil a estar cada vez más sometida al Estado en los
procesos de «homogeneización mortífera » y en sus procedi-
mientos de masificación continua. Apoyándose en los textos
sociológicos de Freud, elabora un análisis de las formas de po-
der en las sociedades modernas.
Jacques Ardoino, es profesor emérito en ciencias de la edu-
cación de la Universidad de Paris-VIII, sus reflexiones giran en
torno a la distinción necesaria entre implicaciones libidinales, li-
gadas a las pulsiones, a los fantasmas y a la vida psíquica; así
como a las implicaciones institucionales ligadas al estatus, perte-
nencia e ideologías. Su libro «La intervención institucional»
(1980), en colaboración con Georges Lapassade, R. Lourau y
F. Guattari, entre otros, es uno de las lecturas clásicas en el
campo de la psicosociología institucional. Ardoino efectuó va-
rios viajes a México en 1988, 1991, 1993 y 1994; presentó sus
trabajos en la UNAM y en la Universidad Iberoamericana.
140
Barus-Michel J., Crises. Une approche pluriréférentielle, Desclée de Brouwer, Paris, 1997, p.300.

212
En cuanto a la sociología clínica se refiere, podemos citar la
participación sobresaliente de Max Pagès, quien es uno de los
fundadores del campo psicosocial y de diversas instituciones
que agrupan a los profesionales que comparten el interés por el
estudio sobre la clínica de lo social. Es profesor emérito de psi-
cología social en la Universidad de Paris VII. Los trabajos que
ha realizado abordan temas muy diversos: sobre los sistemas
socio-mentales, la empresa y la organización, el análisis dialécti-
co y la aproximación compleja en psicoterapia. Entre sus obras
más destacadas se encuentran La vie affective des groupes
(1968), Le travail amoreux, éloge de la incertitude (1991).
Trace ou sens. Le système emotionel (1986), Psychothérapie
et complexité (1993).
El autor que nos ocupa en esta antología es Vincent de
Gaulejac, profesor de sociología y Director del laboratorio de
Cambio Social en la Universidad de Paris VII. Su trabajo aca-
démico ha venido a apuntalar la construcción de la sociología
clínica, a través de nuevas nociones para la explicación de la
génesis social y de la génesis psíquica de los conflictos
existenciales. A partir de lo metodológico propone una serie de
herramientas como el análisis de las historias de vida y los gru-
pos de intervención aplicados a la clínica social.
Es importante señalar que, entre los representantes contem-
poráneos de la psicosociología, varios de ellos mantienen una
doble filiación institucional entre la ARIP y el Laboratorio de
Cambio social de la Universidad de Paris-7. Consideramos que
ello refiere al interés por preservar un espacio en el contexto de
las ciencias sociales para el estudio de lo social y lo psíquico,
pero ¿hasta dónde será posible conservarlo a pesar de las dife-
rencias?
Si bien es cierto, las fronteras de estas dos disciplinas son
lábiles y movedizas, Eugène Enríquez establece algunas preci-
siones interesantes para su diferenciación, y señala dos tenden-
cias actuales de la sociología clínica.
213
«En la primer tendencia, existe un proyecto militante
subyascente dentro de la perspectiva de la liberación. Se reco-
noce la necesidad de re-introducir al sujeto como productor de
historia, la dialéctica entre el individuo producto de una historia
y la búsqueda de la subjetividad que lo instala como produc-
tor ». 141
De acuerdo a Enríquez, la primera propuesta mantiene su
compromiso con los maestros del pasado, es decir, pretende
interpretar los grandes fenómenos sociales sin tener la esperan-
za o la ambición de intervenir directamente sobre ellos. Pode-
mos situar a A. Amar, autor muy poco conocido y verdadero
precursor en la Introducción del socio-análisis (1947), C.
Castoriadis con la Institución imaginaria de la sociedad, A.
Mitscherlich en Hacia la sociedad sin padre y en la obra realiza-
da con su esposa El duelo imposible; E. Enriquez en De l’ horde
à l’Etat y S. Moscovici en L’Age des Foules, continúan (aún
cuando algunos de estos autores no aceptaran tal herencia) en el
camino trazado por los primeros sociólogos clínicos. Dichos teó-
ricos consideran imposible una intervención social global y plan-
tean como indispensable una mirada lúcida sobre la dinámica
inconsciente de la sociedad.142
La segunda orientación se basa en el proyecto de Freud y
Lewin de transformación, que pretende aportar modificaciones
significativas dentro del campo social, interviniendo no sobre la
sociedad en su conjunto sino en segmentos importantes de ella.
Según Enriquez esta orientación se encuentra integrada por Guy
Palmade que escribió el primer libro concerniente a la socio-
terapia, Max Pagès quien inicia la intervención psicosociológica,
J. y M. Van Bockstaele quienes crearán el socioanálisis , G.
Lapassade y Rene Lourau quienes crearan el análisis institucional,

141
Gaulejac V. de. Sociologie de l’expérience, sociologie clinique. Les cahiers du laboratoire de
changement social 3, 1998, p. 37.
142
Enríquez, E., La aproximación clínica: Génesis y desarrollo en Francia y Europa del Oeste en
Bennedetti, A., Ruiz, M., Grupo de Sociología Clínica Uruguay, Montevideo, 1998, p. 7.

214
G. Mendel, psicoanalista, quien construye el socio-psicoanálisis
institucional, J. Barus-Michel que sistematiza la noción de sujeto
social y Vincent de Gaulejac quien elabora un soporte a la so-
ciología clinica. En Inglaterra, E. Jacques y el Instituto Tavistok;
en Italia, Francis Manoukian y el equipo de Studio di Análisis
psychosociologica; en Bélgica V. Haussens y M. Bolle de Bal;
en Suiza, M. Jeannet, que comparten las mismas preocupacio-
nes.
La sociología clínica se interesa en el individuo en situación,
rechazando separar lo individual y lo colectivo, lo afectivo y lo
institucional, los procesos inconscientes y los procesos sociales.
El término sociología clínica implica continuar la reflexión en
tres líneas:
- El análisis de las articulaciones entre los determinismos so-
ciales y los determinismos psíquicos.
- La cuestión del sujeto en las ciencias humanas y sociales;
- El proceso clínico como condición necesaria en el desarro-
llo de una sociología crítica.
Considera que el individuo está multideterminado. Establece
que es el producto de una historia compleja que refiere, a la vez,
a su existencia singular, cuyo desarrollo psíquico está inscrito en
una dinámica familiar y su existencia social como encarnación
de las relaciones sociales que caracterizan una época, una cultu-
ra, una clase social. Todas estas determinaciones no son equi-
valentes aunque sean difícilmente disociables.

A MANERA DE CONCLUSIÓN
Hemos visto la construcción de esta disciplina, las escisiones y
proyectos institucionales que existen y que la han forjado. Sin
embargo, su impacto en la sociedad francesa y en los espacios
universitarios queda aún como un esbozo de lo que significó, en
ese entonces, la inmensa ola de lo psicosocial en los 60’s. Algu-
nos opinarán que esta presencia en construcción se debe a con-

215
diciones del contexto, es decir, a la ausencia de la efervescencia
política de esa época o, incluso, a que no se demanda lo impo-
sible, quizá. Pero quizá justamente, vivimos momentos en que
es necesario centrar la dimensión de lo político sin diluirlo ante la
emergencia de lo grupal.
Pensando en Pichón Reviere y el grupo operativo, su pro-
puesta para el sujeto era lograr una adaptación activa, es decir,
asumirse como crítico y artífice de la transformación de la reali-
dad; en el caso de la sociología clínica sería importante precisar
cuál es la propuesta para los participantes en los grupos de in-
tervención e investigación y sus repercusiones en lo cotidiano,
así como profundizar en los mecanismos de implicación del ani-
mador.
Sería interesante además, repensar la referencia de Freud en
torno al narcisismo de las pequeñas diferencias, que en este caso,
lo que se juega tiene que ver con cuestiones que van más allá de
lo teórico y que apuntan más, hacia la dimensión del poder, a la
imposibilidad de no dejarse tragar por el otro y en una palabra a
la muerte misma. Es decir, hasta dónde estas diferencias de en-
foque de lo psicosocial van minando la posibilidad real de pro-
ducir un impacto más intenso y un amplio espectro en el conjun-
to de las ciencias sociales, en momentos como los que estamos
viviendo, de crisis económicas y culturales, de convulsiones en
el Imaginario que trastocan las representaciones de nuestra vida
cotidiana y los proyectos a futuro.
Consideramos que las problemáticas teóricas que aborda la
sociología clínica en términos del análisis de la dominación, las
jerarquías sociales, la relación con el dinero, la exclusión, las
relaciones de sujeción y el análisis de la manipulación son esen-
ciales para dar cuenta del aumento de la intolerancia, de la vio-
lación de la condición humana y de la avanzada de la extrema
derecha que estamos presenciando en el mundo entero.

216
BIBLIOGRAFÍA

Aubry, Jenny, « Psychanalyse des enfants séparés », Denoêl,


Paris, 2003
Aubert, N. et de Gaulejac, V., « L’aventure
psychosociologique », Desclée de Brouwer, 1997.
Barus-Michel J., Crises. Une approche pluriréférentielle,
Desclée de Brouwer, Paris, 1997.
Barus-Michel, J. Enriquez, E., Lévy André, Vocabulaire de
Psychosociologie, Erés, Paris, 2003.
Barus-Michel J., Le sujet sociale. Etude de psychologie sociale
clinique (1987).
Bourdieu, Pierre, Le sens pratique, Paris, Minuit, 1980.
Bourdieu, Pierre, « Espace social et pouvoir symbolique »,
Choses dites, Paris, Minuit, 1987.
Clément, Catherine, Les revolutions de l’inconsciente, E de L
M, Paris, 2001.
Chomsky, Noam. « Une voix discordante », Odile Jacob,
1998.
Dosse, François, « Histoire du structuralisme, tome I, »
Durkheim, Emile, Paris, PUF, « Quadrige »,1981. (1re
éd.1895).
Durkheim, E. « Les règles de la méthode sociologique »,
(1895) .
Enriquez Eugène, Une sociologie clinique à mi-chemin, Cahiers
du laboratoire de changement social, nùmero 3, Paris 7, 1998.
Fritz, Jean Marie, The contributions of clinical sociology in
adressing social problems. Sociological practice review. July,
1992.
Gaulejac, V. de, La recherche en changement, dans Les cahiers
du Laboratoire du changement social, Numéro spécial,
septembre 2000, Paris, p. 28.

217
Gaulejac V. de., Historia de vida y sociología clínica en His-
torias y relatos de vida: investigación y práctica en ciencias so-
ciales, No. 29, Uruguay, 1999.
Gaulejac, V. de et S. Roy, « Sociológiques cliniques », Paris,
Desclées de Brower, 1993.
Gaulejac V. de. Sociologie de l’expérience, sociologie clinique.
Les cahiers du laboratoire de changement social 3, 1998.
Godelier, Maurice, « L’Idéel et le Matériel », Paris, Fayard,
1984.
Lardellier, Pascal, « Culture de masse », 2000.
L.A. Coser, « Refugee Scholars in America ». Their impact
and their Experience, Yale University Press, 1984.
Lalande, André, Vocabulaire technique et critique de la
philosophie. Paris, PUF, coll. « Quadrige »,2. tomes,1992
Lévy, A, Sociologie dans l’entreprise : un Atelier au travail,
Hommes et Techniques, 1959.
Lévy, A, Psychologie sociale, textes fondamentaux traduits
de l’anglais et de l’américain, Dunod, Paris 1964.
Lévy, A, Les paradoxes de la liberté dans un hópital
psychiatrique, Epi, Paris 1969, 236p. (Traducción en español,
Las paradojas de la libertad en un hospital psiquiátrico,
ERAMERICA, Madrid, 1971).
Lévy, A, Sciences cliniques et organisations sociales. Sens et
crise du sens, PUF, Paris 1997. (Traducción en portugues,
Ciências clínicas e organizacões sociais, Sentido e crisis do sen-
tido, AUTÊNTICA, Belo Horizonte, Brésil, 2001
Marx, K, « Œuvres, Economie 1 », éd. Etablie par Maximilien
ubel, Paris, Gallimard, 1965.
Mauss, M, « Sociologie et anthropologie », Paris, PUF, 1950.
Morin, E., Introduction à la pensée complexe, ESF, Paris,
1990.
Ohayon, Annick, L’impossible rencontre. Psychologie et
Psychanalyse en France, La découverte, Paris, 1999.

218
Pagès, M, La vie affective des groupes, Dunod, Paris, 1968,
Pagès, M Le travail amoreux, éloge de la incertitude, Paris,
1991.
Pagès, M Trace ou sens. Le système emotionel, Hommes et
groupes, Paris, 1986.
Pagès, M Psychothérapie et complexité, Desclée de Brouwer,
Paris, 1993.
Pagès, M, L’adresse interdit ou la très véridique histoire de la
ARIP in Psychologie clinique, n°3,1990.
T, Judt, « Le Marxisme et la gauche française », Hachette,
1987.
Thompson, P, Edward, Paris, EHESS-Gallimard-Seuil, 1988.
Winock, M., Le siècle des intelectuels, Seuil, París, 1997.
Winternitz, Milton, Report of the School of medicine to the
President of Yale University, Bulletin of YaleUniversity, 1930.
Y. Winkin, « La Nouvelle communication », Seuil, 1981.

219
220
CAPÍTULO VIII

IMPACTO EPISTEMOLÓGICO Y SOCIAL DE


LA SOCIOLOGÍA CLINICA
Elvia Taracena Ruiz143

La situación social en México y en el mundo es cada día más


compleja. Las sucesivas crisis económicas, la pérdida de poder
de los estados- nación en beneficio de las grandes firmas eco-
nómicas, la presión de consumo producida por la globalización
producen cambios importantes en la construcción de los suje-
tos. García Canclini144 ha mostrado que hay una mayor similitud
en los jóvenes de diferentes países que en las diferentes genera-
ciones de un mismo país. Este se debe de acuerdo con el autor
a los nuevos patrones de consumo que influyen en la producción
de nuevas subjetividades. La relación entre lo local y lo global
en nuestro país produce nuevas formas de organización de la
sociedad civil y nuevos espacios de socialización. Por su parte
Zermeño145 muestra que ha habido un debilitamiento de las iden-
tidades colectivas con la modernización y una dispersión en las
formas de organización. El autor plantea que uno de los efectos
de éstos cambios es el aumento de la violencia social y de la
delincuencia. Este rápido recorrido de la situación social de nues-
tro país nos muestran la complejidad de la sociedad actual en
donde somos testigos cada día de nuevos problemas sociales y
por ende psicológicos.

143
Profesora-investigadora de la FES-Iztacala de la UNAM. berttarr@servidor.unam.mx
144
García Canclini N. La globalización imaginada. Paidos: Estado y Sociedad. México, 2002.
145
Zermeño, S. La sociedad derrotada Siglo XXI. México, 1996.

221
Algunos estudios realizados en la ciudad de México van en
ese sentido. El realizado por Ekstein146 de 1967 a 1997 muestra
la evolución de poblaciones que participan en la economía in-
formal y en la economía de supervivencia. La autora estudió tres
barrios de la ciudad de México —uno en el centro de la ciudad
y dos en la periferia— donde se realizan actividades de comer-
cio y donde se encuentra un gran número de talleres y de
microempresas familiares. En el curso de los treinta años en que
realizó su estudio, Ekstein observó una pauperización de las
poblaciones estudiadas que las obliga a cambiarse de barrio en
la búsqueda de espacios y mano de obra más baratos. Esta
movilidad ha roto a menudo el espíritu comunitario, el modo de
organización y los hábitos de solidaridad de estas poblaciones.
La autora subraya que esta crisis ha producido un incremento
en las actividades del comercio ligadas a la droga. Se trata de un
mercado doméstico secundario de drogas poco caras, como
marihuana e inhalantes. Los habitantes de estos barrios están
entrampados en esta economía como consumidores y como dis-
tribuidores, en particular las generaciones jóvenes. Ekstein piensa
que la pérdida de espíritu comunitario juega un papel importante
en la dificultad para luchar contra este fenómeno.
A nivel colectivo el incremento de bandas, de grupos de jó-
venes de la calle, de violencia en actividades deportivas, organi-
zación de sectas, A nivel individual dificultades narcisistas ante
las exigencias de excelencia de la sociedad actual, diferentes
formas de disociación psicológica y un incremento en las
adicciones, muestran la diversificación de problemas psico-so-
ciológicos a los que se enfrenta la sociedad actual
Por ende es necesario interrogar las formas de aproximarse a
los problemas en las disciplinas sociales. Es por esto el interés
creciente en las opciones cualitativas de investigación En ese

146
Ekstein S. El estado y la pobreza urbana en México. Siglo XXI. México, 1999.

222
sentido el libro de María Luisa Tarrés147 en mi opinión es la
expresión de una corriente que responde a una búsqueda de
nuevas formas de pensar la comprensión de lo humano, una
opción cualitativa que no descarta lo cuantitativo pero que debe
involucrar un gran conocimiento de la teoría y un gran rigor con-
ceptual.
De acuerdo con la autora la posmodernidad significa la incre-
dulidad hacia los grandes relatos que han legitimado el saber
científico como reacción a las tendencias totalizadoras.
En nuestra opinión el interés por lo cualitativo va de la mano
con la apertura de fronteras en las disciplinas sociales y el pro-
blema de los límites disciplinarios debe ser analizado. Desde
nuestra perspectiva las fronteras disciplinarias responden bas-
tante más a las condiciones sociales de construcción de las dis-
ciplinas que a la naturaleza del objeto de estudio.
La sociología clínica y la psicosociología francesa ilustran con
su trayectoria esta búsqueda de apertura de las fronteras disci-
plinarias y esta necesidad de adaptación de los métodos en las
ciencias sociales a la complejidad de los problemas estudiados
En particular nosotros hemos estado interesados en desarro-
llar una aproximación socio-clínica que pueda dar cuenta de la
relación del individuo con la sociedad. La aproximación clínica
se desarrolla en las ciencias humanas frente a un malestar de las
posiciones cientificistas y positivistas que correspondían a una
noción de ciencia que las ciencias duras habían desarrollado en
el siglo XIX, el yo y la conciencia se vuelven los ámbitos privile-
giados de las tendencias en Psicología a finales del siglo XIX en
el contexto de la influencia del positivismo en la psicología.
Resalta el hecho de que la racionalidad exigida por la ciencia
positiva es solidaria al proceso de industrialización (Velasco y

147
Tarrés M.LObservar, escuchar y comprender. Sobre la tradición cualitativa en la investigación social.
Porrúa, Colegio de México-Flacso. México.2001.

223
Pantoja)148. Nuestro interés por la clínica no tiene que ver sola-
mente con la idea de cura en Psicología, sino con la aplicación
del método clínico que nos permite aprehender al sujeto en su
totalidad (Marcel Mauss)
El registro socio-histórico nos permite interrogar las ciencias
sociales en términos de las instituciones que la producen y del
contexto que les da sentido. Es necesario interrogar las ciencias
sociales tomando en cuenta el impacto que tienen en su produc-
ción los movimientos sociales, como el movimiento del 68, o el
zapatista o la entrada al tratado de libre comercio, o bien la
influencia de la globalización.
Pensamos también que es pertinente hacer una caracteriza-
ción de los grupos de poder que conforman las instituciones,
como se han conformado históricamente. Los grupos dentro de
las instituciones y cuales son los enfoques teóricos y
epistemológicos que se privilegian.
Esto nos llevaría a un análisis crítico de la función de las cien-
cias sociales Es necesario en nuestra opinión abrir nuevas áreas
de ejercicio profesional que permitan dar respuesta a proble-
mas sociales complejos. A nuestro parecer la conjunción de los
enfoques clínicos y sociales permiten ampliar la mirada y la po-
sibilidad de enfrentar éstas nuevas subjetividades.

ALGUNOS DATOS HISTÓRICOS DE LA SOCIOLO-


GÍA CLÍNICA
Eugene Enríquez ubica el origen de la aproximación clínica en
sociología en la obra de Tarde que supo estudiar la exaltación
de la vida social, los centros de interés de Tarde, la comunica-
ción, la opinión pública, los procesos de influencia de las institu-
ciones (las masas artificiales) se volvieron objetos esenciales del

148
Velasco J. y Pantoja M.T. El psicoanálisis en México. Trazos para una historiografía. En: Aguado I
Fernández C. y Tavera M. L. Subjetividad, Psicoanálisis y Teoría Social UNAM México 2002.

224
análisis sociológico).149 Si Tarde encontró tantas dificultades en
ser reconocido como sociólogo es porque quiso estudiar las
formas de sociabilidad sin dejar fuera las fuerzas psíquicas, en
particular el amor y el deseo de sumisión. Además está Le Bon
quien había encontrado buenos lectores en Mussolini, Hitler,
Lenin y De Gaulle. Esto produjo un descrédito en Francia en el
medio de los sociólogos. Sea como sea comenta Enríquez, Tar-
de y Le Bon intentaron analizar las zonas de sombras de la so-
ciedad.
El mismo autor considera que Durkheim siendo adversario
de Tarde y muchas veces tachado de objetivismo, en su último
libro, las formas elementales de la vida religiosa quiso mostrar
los nexos que existen entre psiquismo individual y psiquismo
colectivo. Marcel Mauss discípulo y colaborador de Durkheim
menciona en el ensayo sobre el don que la sociología debe te-
ner en cuenta el sentido que los sujetos dan a sus vidas y a la
historia de la que son protagonistas. Estos elementos fueron to-
mados en cuenta por el Colegio de Sociología Sagrada (Bataille,
Caillois, Leiris) todos discípulos de M. Mauss. En un manifiesto
de este colegio, ellos afirman: los hechos sociales no son cosas.
Este colegio al contrario, intentó descubrir en la vida social mo-
derna, sus turbulencias, sus tragedias, su relación con mitos fun-
dadores, su relación con lo sagrado y su parte de exceso, en el
erotismo, en la guerra, la fiesta los juegos.
El deseo de este equipo comenta el autor (cuya duración fue
efímera de 1937 a 1939) fué por un lado el de establecer una
articulación entre la sociología y la psicología, fiel en esto a la
inspiración en Marcel Mauss, y por otro lado de elucidar tanto
las manifestaciones espontáneas y erráticas de la vida social como
las estructuras donde pueden cristalizarse la violencia, la efer-
vescencia, la actividad mística o el fanatismo.

149
Enríquez E. El análisis clínico en Ciencias Humanas En: Materiales de Sociología Clínica. Grupo
de Sociología Clínica. Uruguay 1998.

225
Todos estos autores por más diferentes que sean han puesto
en evidencia que las instituciones sociales no pueden ser apre-
hendidas correctamente si uno no considera la manera en que
los individuos las viven, las sufren, se las apropian, las transfor-
man.
Posteriormente Enríquez (Op.cit) establece una relación en-
tre el trabajo de Weber y de Simmel quienes ponen el acento
sobre el reconocimiento de la alteridad como elemento funda-
dor del lazo social y sobre la necesidad de aprehender el senti-
do de las conductas humanas para comprender el funcionamiento
colectivo. Estos dos elementos sirven de base a Enríquez para
afirmar que pueden considerarse partidarios de una sociología
clínica. Así considera el autor que la sociología clínica no es un
descubrimiento de los últimos años sino que se constituyó lenta-
mente y tuvo dificultad en imponerse.
De acuerdo con el mismo autor (op.cit.) la corriente más ac-
tual de la sociología clínica se inspira en el proyecto freudiano y
lewiniano de transformación dándose objetivos limitados y un
campo de acción preciso. Autores como Guy Palmade, Max
Pages que le dieron sus fundamentos actuales, J. y M . Van
Bocstaele que fueron de los primeros en plantear un socio-aná-
lisis , Lapasade y Loureau que plantearon el análisis institucional
inspirados en Castoriadis, Mendel que planteo el socio-psicoa-
nálisis institucional, J. Barus Michel que contribuyó con la no-
ción de sujeto social y V. de Gaulejac que a través del Labora-
torio de Cambio social ha contribuido enormemente a darle for-
ma a este proyecto en áreas diversas como son los problemas
de desafiliación social y análisis de las organizaciones, pasando
por el análisis del poder en diferentes estructuras sociales.
Todos estos autores por diversos que sean comparten una
cierta visión del mundo y una serie de principios básicos.
1) Consideran que la sociología clínica o la psicosociología
no son ciencias de la salud, del cuerpo médico sino, se trata de

226
una manera de abordar los problemas que le da importancia a la
singularidad del fenómeno.
2) Ponen el acento en el análisis de las maneras en que los
individuos o los grupos son capaces de salir de sus determina-
ciones sociales y psíquicas .
3) Están preocupados por los modos de articulación entre lo
individual, lo grupal y lo social.
4) Les preocupa ponerse al servicio de un ideal democrático
de reconocimiento mutuo y afirmación de libertad.
5) Se interesan en la búsqueda y el logro progresivo del sen-
tido.
6) Se interesan en desarrollar investigaciones interdisciplinarias
y poner en marcha conceptos trans-específicos.
Una disciplina vecina a la sociología clínica es la
Psicosociología, por eso nos parece importante incluir en esta
reflexión algunas de las referencias históricas y epistemológicas
de la Psicosociología.
Amado y Enríquez presentan la Psicosociología como una
disciplina que se ha desarrollado a partir de los trabajos de
Lewin, el nacimiento de los trabajos de Training-group y la
corriente de Intervención psicosociológica. 150
Para ellos actualmente la Psicosociología reivindica el campo
de la articulación entre conducta, vida psíquica y campo social.
Sabemos ahora que es imposible comprender a los seres huma-
nos sin aceptar que están animados a la vez por su voluntad
consciente, pero también por los procesos inconscientes, por
sus posiciones sociales y por la manera en que las asumen, es en
este campo que a menudo el ciudadano reflexiona.
Peretti cita autores como Elton Mayo, Goldstein y Merleau-
Ponty, pero sobre todo habla de la influencia de la Gestalt y del
Psicoanálisis en relación a la temática de los problemas de gru-

150
Amado G. y Enríquez E. Editorial Revue Internationale de Psychosociologie Vol 1-1 Octubre 1994.
Editorial Eska. Paris.

227
po en Estados Unidos y la influencia de una reivindicación de lo
intercultural y de una cierta idea de democracia en Francia. 151
La psicosociología comenta Peretti tiene como efecto desde
su creación el destruir las certezas, el atacar las fronteras disci-
plinarias, el crear las articulaciones necesarias y fructíferas entre
ciencias del hombre y ciencias sociales y finalmente el eliminar el
clivaje entre la investigación y el trabajo de campo o la interven-
ción.
Enríquez describe una característica de la psicosociología que
ha sido evocada por los anteriores autores, el hecho de que se
trate de una disciplina puente o bisagra en tanto que a menudo
se encuentra entre dos o entre varias, disciplinas, teorías, puntos
de vista.152 El autor explícita lo que entiende por una disciplina
de esa naturaleza, no debe ser totalizadora ya que se encuentra
entre dos visiones, la del individuo y la de la dinámica social,
debe entonces articular, reconciliar. La psicosociología no pue-
de hacer el impasse de los mitos, las leyendas las religiones que
cimientan la vida de los grupos, ni de la situación socio-histórica
en la que se mueven, ni de la manera en que se instituyen o se
institucionalizan, ni de la forma en que construyen sus lazos, ni
de las maneras que reprimen, canalizan o subliman sus pulsiones.
Se encuentra siempre entre la lógica del deseo y el principio de
realidad ya que no puede desarrollarse más que cuando hay una
demanda social.
André Levy insiste en que la psicosociología es un modo de
investigación y de acción clínicos. 153
La relación entre la investigación y la acción-intervención es
uno de los puntos centrales de la psicosociología. El ignorar la
necesidad de establecer esta relación tendría como consecuen-

151
Peretti de A. La psychosociologie et ses contextes. En: Aubert N. Gaulejac de V. y Navridis K.
L’aventure Psychosociologique. Dsclée de Brouwer. Paris 1997.
152
Enríquez E. La psychosociologie au carrefour. Revue Internationale de Psychosociologie Vol 1-1
Octubre 1994. Editorial Eska. Paris.
153
Levy A. Les objets introuvables de l’analyse psychosociologique. Revue Internationale de
Psychosociologie Vol 1-1 Octubre 1994. Editorial Eska. Paris.

228
cia de acuerdo con Enriquez (Op.cit.) no tomar en cuenta lo
latente, lo reprimido, lo oculto.
El psicosociológo debe tomar en cuenta la demanda social de
los problemas de los que se ocupa, pero puede acompañar el
surgimiento de la demanda como lo hace un clínico.
La sociología clínica retoma de la psicosociología francesa
muchas de sus preocupaciones, podríamos decir que son dos
formas de concebir las articulaciones de lo social y lo psíquico
que se emparentan y que han seguido formas de
institucionalización diferentes pero que siempre se han manteni-
do en relación. De hecho una buena parte de los investigadores
que se reconocen en el grupo de sociología clínica alrededor del
Laboratorio de Cambio Social de la Universidad de Paris VII
también pertenecen a la Asociación Internacional de
Psicosociología.
Es importante reconocer el trabajo de Max Pages y de Vincent
de Gaulejac quienes dirigieron sucesivamente el Laboratorio de
Cambio Social. El Laboratorio se creó en 1970 por Max Pages
en la Universidad de Paris IX Dauphine, en esa época se plan-
tean tres principios del Laboratorio: El primero, un compromiso
que se manifestaba rompiendo con la idea de neutralidad de las
ciencias humanas que en su opinión se mantenían en un estado
de dependencia a los poderes establecidos, el segundo, un de-
sarrollo de la praxis y la búsqueda de relaciones dialécticas con
la teoría y el tercero la interconexión de la praxis entre las diver-
sas disciplinas.
En 1981 Max Pagès es nombrado profesor en la Universidad
de Paris VII Denis- Diderot y el laboratorio se cambia al UFR
de Ciencias Clínicas, en ese mismo año. Vincent de Gaulejac
toma la dirección del Laboratorio. En ocasión del 30 aniversa-
rio de su creación se publica un número especial de los Cuader-
nos del Laboratorio de Cambio social Vincent de Gaulejac hace
una reflexión sobre los principios del Laboratorio y sobre la idea

229
de cambio social en esta época de globalización: el cambio so-
cial no se concibe ahora como un cambio de estructuras,
sino como la resultante de evoluciones diversas, como con-
junción de acciones no coordinadas, como la coexistencia
de lógicas múltiples y contradictorias. Se trata entonces de
elaborar teorías intermediarias para analizar los procesos,
las dinámicas y las evoluciones parciales.154
Recientemente se creó el Instituto Internacional de Sociolo-
gía Clínica que reúne aquellos profesionistas interesados en las
aplicaciones de la Sociología Clínica en Paris con una fuerte
participación de investigadores de diferentes países: Suiza, Ca-
nadá, Brasil, Uruguay y México.
El proyecto de abrir las fronteras disciplinarias también inclu-
yó siempre la posibilidad de crear redes que permitan el inter-
cambio teórico- metodológico en la aproximación clínica en Cien-
cias Sociales.
En México establecimos contacto con el grupo francés a tra-
vés de nuestros trabajos sobre exclusión social y hemos organi-
zado diversos eventos, entre otros un coloquio de Investigación
cualitativa en Cuernavaca Morelos en el año de 1997 en el que
pudimos constatar múltiples coincidencias entre las preocupa-
ciones y los temas investigados en México en Ciencias Sociales
y el trabajo de este grupo.
A partir de ahí hemos mantenido un contacto continuo y cola-
boración de investigación en diferentes áreas y en particular en
el trabajo sobre las historias de vida.
Existen núcleos importantes en América Latina: Uruguay, Chile
y Brasil que tienen actividades similares con el grupo francés.
De esta manera la sociología clínica se ha venido difundiendo en
países que como el nuestro requieren de marcos acordes a los
problemas sociales que nos caracterizan.

154
Gaulejac de V. La recherche de changement Les cahiers du Laboratoire de Changement Social. Numero
Spécial. Septiembre 2000. Université de Paris 7 Paris, p.18 (Op. Cit)

230
La aproximación clínica en las Ciencias Sociales
Las raíces de la palabra clínica son de origen griego: Klinikos
que significa cerca de la cama del paciente, este método en
medicina inauguró la posibilidad de tomar en cuenta al paciente
para conocer su padecimiento. El término fue después retomado
por el psicoanálisis y por la psicología. Aunque estas disciplinas
ponen a la cura en el centro de su aproximación al paciente, el
método clínico implicó incorporar la subjetividad y la palabra
del sujeto en la comprensión de su padecimiento. También im-
plicó la noción de singularidad en los estudios de caso. Por esa
razón representa una ruptura epistemológica en el sentido
Bachelardiano del término, representa otra la forma de aproxi-
marse a lo humano, reconociendo la subjetividad. Cuando el
término clínico se usa en las ciencias sociales y en particular en
la sociología tiene que ver con el hecho de trabajar con casos
singulares. (Sevigny).155 Su objetivo es comprender la dinámica
y el funcionamiento socio-psíquico en su singularidad irreducible,
propios a una persona una categoría de personas, un grupo.
La aproximación clínica trabaja siempre con la relación y so-
bre la relación. En sociología clínica se privilegia la comprensión
de la persona en su totalidad (en el sentido de Marcel Mauss)
en situaciones de interacción ligada a la investigación o a la in-
tervención.156
No se trata de una teoría, sino de un método, una aproxima-
ción. El rigor de la aproximación clínica frente a las aproxima-
ciones experimentales en ciencias sociales tiene que ver con la
claridad y adecuación de los conceptos.
El control de los elementos metodológicos, no es en el senti-
do experimental, sino en el trabajo de la subjetividad, la elucida-
ción de lo implícito y en el análisis de los efectos de los disposi-
tivos.
155
R. Sevigny L’approche clinique dans les sciences humaines. En: Enríquez E., Houlle G, Rhéaume
J.L’analyse clinique dans les Sciences Humaines Editions Saint Martín Montreal 1993
156
M. Mauss Sociologie et Anthropologie. Con una introducción de C. Levy-Strauss, Paris PUF 1973
(c 1950).
231
El análisis de la implicación es una parte central de la aproxi-
mación clínica. Esta se refiere al análisis de los elementos emo-
cionales y afectivos que acompañan los procesos de investiga-
ción y de intervención. El trabajo más representativo de análisis
de la implicación es el Devereux.157 Nosotros hemos propuesto
también agregar un análisis de la pertenencia social y cultural del
investigador utilizando categorías provenientes de la sociología
(Taracena).158
De acuerdo con André Levy (1997.) el trabajo clínico impli-
ca la idea de un camino, en donde el investigador en su esfuerzo
de comprensión se desplaza fuera del campo de lo que domina
para ir al terreno de la intervención, es decir hacia los otros,
observar, interrogar o dialogar. Su método no es una herramien-
ta que se puede manipular sin sentirse implicado, no puede que-
darse exterior a los fenómenos con los que trata, se comprome-
te enteramente como sujeto, con su problemática personal, como
ciudadano, sin que pueda determinar porqué caminos esta ex-
periencia puede conducirlo ni como va modificarle lo que pueda
descubrir.
Supone renunciar a la pretensión de construir un saber neutro
desligado de la experiencia, no ignora que la manera de pensar
lo real y sobre todo de formularlo, contribuye a darle forma,
esta posición plantea el problema de la distancia del investiga-
dor con su objeto.
Más allá de las implicaciones del método clínico en el plano
epistemológico, esta aproximación corresponde a una posición
ética, promueve como lo señala Habermas una ciencia no-neu-
tra y por lo tanto un investigador comprometido que toma en
cuenta no solo las condiciones del saber que produce, sino ade-

157
Deveraux G. De l’angoisse a la Méthode dans les sciences du comportement.
Edition Flammarion. Paris 1980.
158
Taracena E. El relato de vida colectivo y la aproximación clínica en Ciencias Sociales. En: Perfiles
Latinoamericanos Subjetividad, narración y practica social Año 10 N° 21 Diciembre 2002 FLACSO.
México.

232
más los efectos que puede tener la difusión de su trabajo en la
sociedad.
Para el sociólogo el aplicar el método clínico en su trabajo
implica intentar: aprehender las situaciones a la vez en su singu-
laridad y su complejidad, aceptar la no reproducibilidad de cada
experiencia, aclarar las diferencias de posición entre él y su clien-
te, trabajando la naturaleza de su implicación y de la naturaleza
de la transferencia y de la contra transferencia. (Enríquez 1994
Op. cit.).
En ciencias sociales se ha opuesto a menudo el hecho social
al individual, para el sociólogo clínico no se trata de dos puntos
de vista, éste se interesa en la percepción de los actores socia-
les; lo que los actores dicen e imaginan es fundamental para el
análisis, pero también trata de caracterizar el contexto social y
colectivo de las representaciones individuales considerando la
relación dialéctica entre esos dos puntos de vista.
La aproximación clínico-social toma en cuenta las relaciones
entre los diferentes niveles de acción social: el personal, el inter-
medio y el macro-social; se trabaja la relación entre los diferen-
tes niveles de análisis y de acción.159
Lo social preexiste a lo psíquico y no son reductibles uno al
otro. Los fenómenos de transmisión, de reproducción de cons-
trucción de la identidad son procesos complejos que se encuen-
tran en la articulación de los procesos sociales y
los procesos psíquicos. Es ésta articulación que requerimos
estudiar y comprender.
La sociología clínica no tiene como pretensión la construc-
ción de una metateoría sino la adopción de marcos
multireferenciales para la comprensión de fenómenos comple-
jos.

159
Nosotros preferimos utilizar el término aproximación clinico-social que afiliarnos directamente a la
corriente de la sociología clínica, pues nos interesa reconocer también los aportes de la psicosociolgía
y de la psicolgía social clínica. Utilizar el término clinico-social permite ubicarse en varias disciplinas
sociales retomando algunos de los principios que concretiza la sociología clínica.

233
Para Vincent de Gaulejac la sociología clínica parte de la
irreductibilidad de lo social y de lo psíquico en donde ambos
registros se encuentran siempre articulados.160 Para trabajar esta
irreductibilidad de los fenómenos socio-psíquicos la sociología
clínica se alimenta de diferentes disciplinas. El psicoanálisis, el
existencialismo y la sociología se articulan para proponer una
lectura de fenómenos complejos en ciencias sociales.
Algunos ejemplos del trabajo realizado en México a partir
del enfoque clínico-social
El contacto con la sociología clínica y la psicosociología fran-
cesa ha generado en México una serie de trabajos que se sitúan
en tres áreas:
1. Las historias de vida en los grupos de implicación y de
investigación y el trabajo de los relatos de vida.
2. El trabajo con minorías sociales.
3. El análisis de las organizaciones.
Las historias de vida en los grupos de implicación e investiga-
ción (GII). Los GII fueron creados por Vincent de Gaulejac,
Michel Bonneti et Jean Fraisse en los años 80 quienes comen-
zaron explorando las articulaciones entre dos conceptos: uno
proveniente del psicoanálisis, el otro de la sociología: Novela
familiar y trayectoria social.
La noción de novela familiar tiene que ver para Freud con el
hecho de que el sujeto produce un relato sobre su historia que le
permite corregir la realidad inventándose una vida más estima-
ble. En el terreno del fantasma ésta elaboración permite
desdramatizar los conflictos inconscientes alrededor del conflic-
to de Edipo. Freud estudió sobre todo el caso de los niños aban-
donados o infelices. En el trabajo clínico y en los grupos sobre
los relatos de vida uno constata que este fantasma no es exclu-
sivo de los niños infelices. La novela familiar designa también las

160
V. de Gaulejac. Lo irreductible social y lo irreductible psíquico. En: Perfiles Latinoamericanos
Subjetividad, narración y practica social Año 10 N° 21 Diciembre 2002 FLACSO. México.

234
historias de familia que se transmiten de una generación a otra y
el relato del sujeto implica siempre una construcción que se en-
cuentra entre la historia objetiva y el relato subjetivo.
Para de Gaulejac la noción de trayectoria social evoca la po-
sibilidad de recontextualizar las historias de vida producidas por
los sujetos en los GII en términos de sus posiciones sociales,
económicas y culturales. 161
Con estas dos lecturas: sociológica y psicoanalítica se cons-
truye una problemática a partir de Freud, Bourdieu et Sartre de
la que surge una metodología de trabajo en grupo sobre las his-
torias de los participantes en la que en un movimiento de análisis
e implicación de producción colectiva de hipótesis y análisis de
sí mismo, cada quien es sujeto y objeto de la investigación.
Se trata de una serie de seminarios vivenciales sobre historias
de vida en donde los dos ejes principales son la implicación y la
investigación. Estos talleres están estructurados a partir de una
temática precisa, el título de algunos de ellos son: Novela fami-
liar y trayectoria social, historias de dinero, novela amoro-
sa y trayectoria social, frente a la vergüenza y al orgullo,
emociones e historias de vida. y trayectoria intercultural.
En estos grupos se trata de explorar como la historia indivi-
dual y las elecciones afectivas ideológicas y/o teóricas están so-
cialmente determinadas.
A los participantes se les permite abordar la relación con su
historia explorando los diferentes aspectos que han contribuido
a determinar sus decisiones, así mismo les ayuda a aclarar como
en su vida han buscado transformarse en sujetos de su propia
historia. La hipótesis de base es que la historia personal es el
producto de factores psicológicos, sociales, ideológicos y cul-
turales en interacción constante.

161
V. de Gaulejac. La vie, le roman, l’histoire. En: Revue Internationales de Psychossociologie. Récits
de vie et histoire sociale. N°14 Vol. VI Paris 2000.

235
Se trata tanto de un trabajo que tiene como objetivo la pro-
ducción de hipótesis explicativas y el análisis de mecanismos,
apoyado en un trabajo de implicación emocional donde se ex-
plora la historia personal, familiar y social de cada participante.
El material producido colectivamente depende de la implicación
de cada participante y de su deseo o no de explorar en su pasa-
do para reconocer los factores estructurantes de su historia.
Los dispositivos metodológicos están organizados de manera
tal que favorece esta implicación personal:
Paralelamente a esta investigación sobre las historias de vida,
se proponen a los participantes elementos teóricos que permi-
ten dar cuenta no solo de las experiencias individuales, sino de
los mecanismos que están en juego. El objetivo es producir co-
lectivamente hipótesis explicativas. De esta manera los partici-
pantes además de realizar un trabajo personal participan en una
formación a la investigación. Los referentes básicos a través de
los cuales se realiza el trabajo de elaboración de hipótesis son la
sociología clínica y el psicoanálisis.
Este tipo de trabajo grupal se realiza regularmente en México
desde hace ocho años. Hemos constatado que la interrogación
de las historias de vida de diferentes participantes en los grupos
realizados en nuestro país pone en evidencia ciertas nudos so-
cio-psíquicos que muestran una forma particular de vivir la rela-
ción al conocimiento, a la dominación, a los roles hombre-mujer
matizados por los aspectos socio-históricos propios a la socie-
dad mexicana. Algunos ejemplos de ese trabajo pueden ser con-
sultados en Taracena.162
Un grupo compuesto por investigadores de varias institucio-
nes: UNAM, Universidad Pedagógica, Universidad Autónoma
Metropolitana, Instituto Mora, FLACSO, pertenecientes a di-

162
Taracena E. Les aspects sociaux du transfert et le sentiment d’identité dans le travail de construction
du récit. En : Revue Internationales de Psychosociologie. Récits de vie et histoire sociale. N°14 Vol.
VI Paris 2000.

236
ferentes disciplinas: Historiadores, sociólogos, psicólogos, psi-
coanalistas, antropólogos trabajamos alrededor de un semina-
rio mensual para discutir las metodología derivada de la aproxi-
mación socio-clínica y favorecer las investigaciones que utilizan
marcos multireferenciales. Un ejemplo de los trabajos produci-
dos se encuentra en la revista dedicada a la utilización de los
relatos de vida en Investigación bajo la dirección de Makowski
y Taracena.163

EL TRABAJO CON MINORÍAS SOCIALES


Este proyecto de investigación ha tenido como intención traba-
jar con grupos excluidos socialmente en un enfoque de interven-
ción-investigación que comparte con las otras investigaciones el
interés de vincular lo social con lo psíquico, el enfoque
plurireferencial privilegiando la aproximación clínico-social.
En la realización de nuestro trabajo encontramos tres ejes
que se enriquecen recíprocamente. Un aspecto practico en donde
se intenta restituir a la población el resultado de nuestras inter-
venciones haciéndolos partícipes de nuestras reflexiones y en
ese sentido dándoles la posibilidad de situarse en tanto sujetos y
no solo como objeto de nuestras investigaciones, en las que la
dimensión de servicio es una parte central del proceso. Un as-
pecto de investigación en donde se elaboran dispositivos que
enmarcan nuestra practica a nivel teórico-metodológico. Un as-
pecto conceptual en donde convergen los dos anteriores y en
donde se busca crear tejido conceptual intermediario entre el
nivel teórico y el metodológico, tal es el caso del concepto de
identidad que se ha ido precisando a lo largo de nuestras inves-
tigaciones.

163
Perfiles Latinoamericanos Subjetividad, narración y practica social Año 10 N° 21 Diciembre 2002
FLACSO. México.

237
Resumiremos el trabajo realizado con los jóvenes de la calle,
que es en el que hemos trabajado más tiempo, aunque también
hemos trabajado con poblaciones indígenas y con enfermos de
sida.

LOS JÓVENES DE LA CALLE


A lo largo de nuestros trabajos hemos intentado caracterizar el
fenómeno de los jóvenes de la calle desde una perspectiva so-
cial e individual. Hemos encontrado que el discurso de la psico-
logía puede tener el efecto de suponer que los problemas son
consecuencia de las personas solamente, pues se plantea que
carecen o padecen una serie de problemas que los lleva a vivir
la situación en la que están. Nosotros pensamos en acorde con
lo que se ha planteado anteriormente en cuanto a la aproxima-
ción teórica que manejamos que el fenómeno de los jóvenes de
la calle es una manifestación en un primer momento de las for-
mas de urbanización y desarrollo económico que ha elegido nues-
tra sociedad. Los jóvenes de la calle se encuentran esencial-
mente alrededor de zonas de desarrollo urbano y económico.
En general proceden de familias que han perdido las formas de
contención social y se han alejado de sus formas culturales de
relación, sea por migración o por pauperización o ambas. La
mayoría de las veces los efectos de estos movimientos sociales
no se perciben en la primera, sino hasta la segunda o tercera
generación, en donde la pérdida de referencias culturales no ha
sido sustituida por otras, sino por formas de exclusión y
marginación. Estos problemas de orden macro-social se mani-
fiestan de manera más evidente en estructuras psicológicas frá-
giles. En este nivel podemos interrogar en un segundo momento,
la historia particular del sujeto, historia familiar, historia psíquica.
Nuestro equipo de trabajo, desde hace ocho años ha estado
realizando diversas acciones e intervenciones con esta pobla-
ción. Con el fin de conocer más a fondo la problemática de los

238
jóvenes de la a calle, realizamos un estudio sobre las condicio-
nes de vida de estos jóvenes Taracena y Tavera.164 Por otra
parte sobre la representación social del problema, analizando la
imagen del niño trabajador que presenta la prensa G. Pérez pre-
senta su Tesis de Licenciatura.165 También hemos abordado el
estudio de la problemática de la relación del niño trabajador del
niño con su familia Taracena, Tavera y Castillo166. Recientemen-
te hemos trabajado el problema de la violencia social y familiar
en jóvenes de la calle contaminados de sida Macedo.167 A la par
hemos realizado intervenciones en diferentes instituciones que
se encargan de jóvenes de la calle, en ellas hemos organizado
diversas actividades lúdicas y de enseñanza.
De hecho nuestro equipo ha funcionado en algunos casos como
un mediador entre los grupos de trabajo de campo que están
más preocupados por la acción y los investigadores que se pre-
ocupan por la adquisición de conocimientos que les proporcio-
nen una mejor comprensión del fenómeno; en realidad conside-
ramos que nosotros mismos hemos cubierto esta doble función.
Tal es el caso del trabajo realizado con un equipo de educado-
res de calle que utilizaban el teatro como herramienta de inter-
vención. Nosotros hicimos un análisis del efecto que producía
en los propios jóvenes el ver su producción de teatro que refleja
su problemática cotidiana. Este trabajo nos permitió analizar su
relación a su cuerpo y a su imagen. Taracena.168
164
Taracena E. y Tavera M.L, (1996). Le travail des enfants dans les rues de México. In: Schelemmer, B
(Dir) L’enfant exploité. Oppression, mise au travail, proletarisation. Editions Karthala- Orstom. Paris.
Taracena E y Tavera M. L (2001) El trabajo de los niños en México. La representación del problema de
acuerdo a diferentes sectores sociales En: C. Rivera, R. Eisenberg, O. Contreras, Landesmann M.
Investigación Educativa UNAM. México.
165
G. Pérez «Breve análisis de la imagen que presenta la prensa en la ciudad de México acerca de los
niños de la calle». Tesis de Licenciatura. Facultad de Estudios Profesionales Iztacala México. Feb.
2003.
166
Taracena E. Tavera M.L. y Castillo G. 1993 La répresentation de famille chez les enfants qui travaillent
dans les rues de Mexico. Trabajo presentado en el Coloquio: L’approche clinique dans les sciences
humaines: possibilités et limites. Montreal.
167
M. Macedo. Niños de la calle con VIH Sida. Tesis de Licenciatura. Facultad de Estudios Profesionales
Iztacala México. Feb. 2003.
168
Taracena E. y Tavera M.L. El teatro como una alternativa para la relación identidad-cuerpo en niños
de la calle. En: Aguado I Fernández C. y Tavera M. L. Subjetividad, Psicoanálisis y Teoría Social
UNAM México 2002.
239
Para este trabajo utilizamos la aproximación clínico-social.
que ha sido descrita anteriormente. Consideramos que esta
aproximación nos permite dar cuenta de los aspectos sociales,
es decir, de la forma de organización de los jóvenes de la calle y
de la particularidad de cada niño en términos psíquicos.
Así retomamos algunas categorías de la representación social
del niño de la calle a través de las Instituciones, los medios ma-
sivos de comunicación y los investigadores sociales.
Como categorías intermedias empleamos las propuestas por
Lucchini en la en el estudio del Niño de la calle y en la Sociolo-
gía de la Supervivencia nos apoyamos también en los trabajos
producidos en nuestro equipo de investigación.169 Esto ha impli-
cado articular a nuestro trabajo conceptos teóricos provenien-
tes de diversas disciplinas sociales: la sociología, la antropología
o la psicología social. Entre otros podemos mencionar las re-
flexiones hechas sobre el trabajo informal por antropólogos
Bueno y Castro Nieto la utilización social del teatro Boal.170
Finalmente retomamos algunos conceptos psicoanalíticos que
den cuenta de la función que tiene el grupo para los jóvenes de
la calle y de la representación que ellos tienen de su grupo.
Por otro lado estos datos son enriquecidos por la caracteri-
zación que han hecho otros autores del modo de funcionamien-
to y de relación de estos grupos. (en particular el trabajo reali-
zado por Stépahane Tessier en el Centro Internacional de la
Infancia y de la familia.171
En el terreno teórico intentamos responder a la pregunta de
que y como construye su identidad el niño de la calle hemos
analizado las diversas actividades que el niño realiza en la calle:
169
Lucchini R. Sociología de la supervivencia. El niño y la calle. Universidad de Fribourg y UNAM
México 1998.
170
Bueno C. 1990 Una lectura antropológica del sector informal. Revista Nueva Antropología XI, 37
(abril) 9-22. México ; Castro Nieto G. Intermediarismo político y sector informal. Revista Nueva
Antropología XI 37 (abril) 9-22. México 1990. Boal, A. 1989. Teatro del oprimido. Nueva imagen.
México.
171
Tessier S. L’enfant des rues et son univers. Ville, socialisation et marginalité. Enfance et sociétés.
Centre Internationale de l’enfance. Paris 1995. Editions Syros.

240
las relaciones a su trabajo y a las personas que lo rodean, la
relación a su familia, a los grupos que trabajan con él a través de
actividades de expresión como es el caso del teatro. Nuestra
intención es acceder a una reflexión de la construcción de la
identidad en el sentido social y psicológico del término.
La confrontación de nuestros datos con estos autores, nos
permite enriquecer nuestro trabajo y avanzar en las interpreta-
ciones sobre la función del grupo en el niño que vive en la calle.
A través de un dispositivo que proponía a los jóvenes que
viven en la calle en dos sectores de la ciudad de México: Indios
Verdes y Tacuba accedimos a la representación que ellos tienen
de sus grupos. Retomamos éstos datos para ponerlos en rela-
ción con nuestras observaciones a lo largo de tres años de tra-
bajo en esos barrios y hacemos un análisis de las formas de
relación en grupo, la estructura de cada grupo y la función que
tiene el grupo para el joven de la calle. Taracena y Tavera.172
Dentro del marco del enfoque clínico dos aproximaciones nos
han ayudado en el trabajo realizado con minorías sociales, en
particular en el trabajo con los jóvenes de la calle. El análisis
dialéctico propuesto por Max Pagés173 y la Sociología clínica
planteada por Vincent de Gaulejac.
Pagès (Op.cit) propone el término de análisis dialéctico para
designar la forma de relacionar diferentes conceptos teóricos en
el trabajo del psicosociólogo. El análisis dialéctico de acuerdo
con el autor sirve para separar de las escuelas de pensamiento
que inspiran a la psicosociología de las metateorías con voca-
ción homogeneizante y retomar los conceptos teóricos necesa-
rios en relación a un objeto, un proceso, un problema. Se Inten-
ta hacer posible un trabajo de articulación entre puntos de vista,
métodos, problematizaciones diferentes dirigidos a lo social, lo

172
Taracena E y Tavera M.L. 1998 La fonction du groupe chez les enfants de la rue à Mexico En: Tessier
S. (Dir) A la recherche des enfants des rues. Éditions Karthala.
173
M. pagès Des synthèses aux articulations. En: Aubert N. Gaulejac de V. y Navridis K. L’aventure
Psychosociologique. Dsclée de Brouwer. Paris 1997.

241
psicológico y a los fundamentos biológicos. Se trata de pasar de
las contradicciones entre diferentes escuelas a la utilización dia-
léctica y fecunda de las oposiciones. Explorar el campo de las
articulaciones entre procesos, de practicas con entradas múlti-
ples a propósito de objetos concretos y desarrollar al mismo
tiempo una reflexión epistemológica sobre las condiciones de un
trabajo multireferencial.
De acuerdo con V. de Gaulejac la sociología clínica nos per-
mite pensar las articulaciones entre lo social y lo psíquico indivi-
dual, inscribiendo la singularidad de una historia que le trascien-
de, nos posibilita pensar lo simbólico en lo psíquico y en la his-
toria social buscar sus modos de relación y sus mediaciones.174
De acuerdo con de Gaulejac (Op. cit.), son estas articula-
ciones, en el tema de los subjetivo y de lo objetivo, de lo
psíquico, de lo social, de lo concreto y de lo abstracto, del
poder y del deseo que son objeto de la socio-clínica. Hay
una complementariedad fundamental entre el psiquismo in-
dividual y las estructuras sociales que obliga a salir de
encasillamientos y de oposiciones entre individual y colecti-
vo, sujeto y objeto, campo social y campo afectivo. p. 321).
El autor subraya la importancia de producir métodos que
permitan a la vez aprehender el peso de los determinismos so-
ciales en las conductas humanas, describir la evolución, descri-
bir de sistemas sociales y al mismo tiempo tomar en cuenta la
singularidad del trabajo psíquico que explica porqué estas de-
terminaciones actúan de manera diferente según los distintos in-
dividuos.
Pensamos que esta búsqueda constante de la articulación de
lo social y lo psíquico permite en el trabajo con las minorías
sociales de salir de interpretaciones que se inscriben solo a par-
tir de una mirada. Esta puede ser psicológica que da todo el

174
V. de Gaulejac. EtS. Roy . Sociologies Ciliniques. Marseille. 1993 Hommes et Perspectives

242
peso a la historia personal del sujeto y resulta en una responsa-
bilidad del individuo de problemas que tienen como origen des-
ordenes sociales, o al contrario que se inscriben en una pers-
pectiva sociológica que da un peso determinante los elementos
sociales y establece relaciones de causa efecto como, la pobre-
za en los fenómenos de la salida a la calle del niño.
Este trabajo de investigación ha alimentado el trabajo de tesis
de algunos estudiantes de la FES- Iztacala, se pueden consultar
los trabajos de Jayme et Juarez, Martinez y Melgarejo, Marquez
y Ordóñez, Macedo y Pérez.175

EL ANÁLISIS DE LAS ORGANIZACIONES


El trabajo de Eugene Enríquez, Vincent de Gaulejac y Nicole
Aubert ha sido muy sugerente para realizar un análisis de algu-
nos aspectos de la gestión de las organizaciones.176 Algunos tra-
bajos recientes son el de Hernández sobre las formas de gestión
de las empresas de telemarketing y el de Taracena sobre las
consecuencias en el lazo social de los sistemas de evaluación de
profesores en la UNAM.177
En estos trabajos se ha intentado aclarar los vínculos de las
personas que trabajan en la organización con la misma. La or-
ganización tiene formas de captar la energía psíquica de los tra-
bajadores en donde las personas asumen la ideología de la efi-
cacia, la calidad y la competencia sin un aparente espíritu críti-
co, hasta que una ruptura en su trayectoria los sitúa de manera

175
Jayme A. y Juarez M. 1995. Los hábitos de alto riesgo en la infección por VIH en el menor de la calle.
TESIS. UNAM. Campus Iztacala. Mexico; Martinez L. y Melgarejo J. 1996.El niño de la calle y la
cultura popular . TESIS UNAM Campus Iztacala. México ; Marquez A. y Ordoñez E. Un acercamiento
al niño de la calle y el grupo operativo como alternativa de intervención. TESIS UNAM Campus
Iztacala. 1996.
176
Aubert N. y Gaulejac de V. El coste de la excelencia. Paidos. España 1993.
177
Hernández L. «El hombre en búsqueda del éxito profesional y su vínculo paradójico con la empresa.
Un acercamiento en la vida del telemarketing. Tesis. UNAM . FES-Iztacala. México 2003. Taracena E.
L’impact des nouvelles formes d’evaluation à l’Université Nationale Autonome du Mexique. En:
Ducoing P. Coord. L’Education au regard de la mondialisation-globalisation. AFIRSE-CESU UNAM.
México 2003.

243
diferente con respecto de la organización y esto les permite to-
mar conciencia del lugar en el engranaje institucional. Sin em-
bargo esto no ocurre de manera sencilla, sino que muchos de
aquellos que sufren rupturas o caídas en su trayectoria por no
responder a las exigencias de la organización pueden también
vivir formas importantes de descompensación psíquica o cuan-
do no son casos muy graves reconocer un sufrimiento psíquico
ligado a las dificultades de ajustarse a las demandas de la orga-
nización.
En el caso de la UNAM se estudian las representaciones de
los profesores de su trabajo académico y de cómo su relación
con el conocimiento cambia en un tiempo en donde se concibe
el trabajo intelectual es concebido como un producto que debe
ser sujeto a las normas de calidad tan en boga en las empresas
actuales.
Finalmente cabe mencionar el grupo de profesores y alumnos
de la FES – Iztacala que conforman un grupo de investigación
en torno a la aproximación clínico-social, estudiando temas como:
violencia sexual, sida, jóvenes de la calle, trabajo con ancianos
y jóvenes con capacidades y aptitudes sobresalientes.178

178
Entre los profesores que participan en este programa de investigación se encuentran Carlota García,
Fernando Quintanar, Elvia Taracena, Maria Luisa Tavera e Ivonne Barrientos así como un grupo de
tesistas de Doctorado y Licenciatura, entre otros además de los ya mencionados están: Griselda Albarrán,
y Angel Cerero.

244
CONCLUSIONES
La sociología clínica es un enfoque cualitativo que se da en el
marco de la posmodernidad con un reconocimiento de la nece-
sidad de la multireferencialidad en el trabajo teórico, es decir la
posibilidad de construir marcos conceptuales provenientes de
diversas teorías afines epistemológicamente y que se adapten a
las condiciones del objeto de estudio. Aunado a esto pone el
énfasis en la pertinencia de sobrepasar el problema de las fron-
teras disciplinarias.
Los diferentes autores que representan las fuentes de este
enfoque: Enríquez, De Gaulejac, Castoriadis, Bourdieu, Freud,
Sartre dan una idea de los aspectos sociales, psíquicos,
existenciales involucrados en esta corriente.
En esta perspectiva los conceptos de historia y de historicidad
representan el eje central en el trabajo de la subjetividad, las
intervenciones e investigaciones se dirigen a que el sujeto que
participa en ellos tome conciencia de su lugar en la historia,
retomando a Castoriadis diríamos que es gracias a su subjetivi-
dad que el ser humano puede ponerse en tela de juicio y consi-
derarse, ciertamente, en parte, como origen de su historia pasa-
da, pero también puede querer ser el co-autor.179 Para
Castoriadis somos un fragmento ambulante de la sociedad con
dos capacidades centrales en los procesos de cambio. La
reflexibidad y la voluntad como ejercicio de su subjetividad.
La apuesta del enfoque clínico social es crear formas de in-
vestigación e intervención que permitan al investigador y a las
personas que intervienen en ellas como co-productores del co-
nocimiento, insertarse en un proceso de cambio social y con-
vertirse en sujetos de historicidad.
Pensamos que esta corriente socio-clínica promueve un tra-
bajo con el sujeto que evita la instrumentalización tan frecuente
en los enfoques positivistas de las ciencias sociales, por este
179
Castoriadis C, 1986, Les carrefours du labyrinthe II, Domaines de l’homme, Paris Seuil.

245
hecho esta corriente representa una mirada crítica frente a los
enfoques dominantes y cientificistas en la psicología y la socio-
logía.
Suponemos que hay una coherencia entre la forma de conce-
bir al sujeto y las corrientes teóricas de las que se alimenta esta
aproximación, así tiene como resultado una forma de investiga-
ción que implica una relación estrecha con la praxis lo que obli-
ga al investigador a analizar su relación con su objeto de estudio
y con los actores con quienes trabaja.
En particular en México donde hay todo una tradición en la
UNAM de dedicar parte del conocimiento al servicio de la so-
ciedad, lo que se expresa en la idea de servicio social que deben
cumplir los estudiantes. La FES-Iztacala donde hemos desarro-
llado esta investigación, desde su nacimiento manifiesta un com-
promiso con las clases desfavorecidas y una constante relación
entre las tareas de docencia, investigación y servicio. El encuen-
tro con la sociología clínica y la psico-sociología francesa signi-
ficó enriquecer las propuestas de intervención a través de la in-
vestigación para enfrentar los problemas sociales complejos que
están presentes en cualquier sociedad, pero que toman una for-
ma particular en México por sus procesos de urbanización y
modernización que tienden a descuidar la calidad del lazo social
para privilegiar las formas de consumo.

246

Você também pode gostar