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¿Por qué el discurso capitalista
concierne al psicoanálisis?
La democracia está siempre amenazada y en riesgo de
desaparición y requiere de acciones para mejorarla y
sostenerla cada día, mediante la división de poderes
Realmente no es posible llamar democracia a un
sistema donde se le ponen barreras a su ejercicio, en la
actualidad podemos hablar de los perjuicios del sistema
de acumulación capitalista imperante
Joaquín Caretti
18/06/2019
Sabemos que la democracia es un ideal que, como tal, es
inalcanzable. Por otra parte, es un sistema contrario a la
idiosincrasia de los seres humanos que están empeñados
en hacer la guerra, en dañar al otro, en explotarlo y robarle
lejos de cualquier idea de solidaridad. A raíz de esto, la
democracia está siempre amenazada y en riesgo de
desaparición y requiere de acciones para mejorarla y
sostenerla cada día. Mediante la división de poderes que la
caracteriza, el hombre ha encontrado una manera, precaria
ciertamente, de dirimir las diferencias entre antagonistas
sin la necesidad de matarse. Pero, al mismo tiempo, por el
hecho de hacer visibles a los invisibles, resulta ser
peligrosa para todos aquellos cuyo anhelo es controlar y
dominar a los ciudadanos excluyéndolos de cualquier
participación y buscan conseguir que se sometan
mansamente a cualquier tropelía. Confirma esto la
respuesta que dio la Comisión Trilateral en 1975 (fundada
en 1973 por Rockefeller) ante la corriente
democratizadora en EE. UU durante los años sesenta del
siglo pasado. Escribió un famoso informe llamado "La
crisis de la democracia" donde decía con total claridad que
"lo que se necesita es un mayor grado de moderación
democrática" ya que había demasiada democracia.
Hay hoy en la UE, con justificada razón, una gran
preocupación por el auge de los partidos ultraderechistas
y, como consecuencia, se acuerdan cercos sanitarios
contra ellos sin abordar las verdaderas causas que lo han
originado. La UE no quiere valorarlas porque esto pondría
en cuestión todo el sistema económico que es el que
provoca las injusticias y desigualdades flagrantes que
padecemos. Todo el mundo sabe lo que sucede no hay
ninguna inocencia, pero nadie de los que manejan la UE
quiere tocar la base en la que se sustenta el modo de lazo
en el que vivimos. Dicho más claramente, la democracia
llega hasta la elección de los gobiernos nacionales y de los
diputados europeos y se suspende cuando hay que elegir a
las máximas autoridades de la UE, las cuales garantizarán
la no confrontación con el neoliberalismo. Ahí se acaba la
democracia ya que se da por hecho que cuando hablamos
de ella indefectiblemente hablamos de capitalismo, como
si estas dos palabras estuvieran unidas de modo indeleble
y no fuera posible pensar otro tipo de sistema económico
asociado a la democracia. Cualquiera que sugiera esto o,
más modestamente, pretenda una mejor distribución de la
riqueza es tildado de populista, tal como en épocas
anteriores lo era de comunista. Bajo este significante
insulto se iguala a todo tipo de regímenes o proyectos. Es
lo mismo Vox que Podemos, Mélenchon que Le Pen,
Salvini, Orbán o Amanecer Dorado y Evo Morales o Lula
que Bolsonaro o Trump. En este sentido, la posición de
Ciudadanos es cristalina: ningún acuerdo de gobierno del
Estado con el PSOE si están Vox o Podemos. Dos partidos
que se ubican en las antípodas, ya que uno pretende un
retorno a la tradición franquista sin tocar la economía
neoliberal y el otro pretende una profundización de la
democracia y ciertas medidas que mejoren de algún modo
la distribución del ingreso. Empero para Ciudadanos,
preclaro defensor del neoliberalismo, los dos son
enemigos populistas, aunque finalmente uno más que otro
ya que termina pactando con la ultraderecha.
Realmente no es posible llamar democracia a un sistema
donde se le ponen barreras a su ejercicio. En la actualidad
podemos hablar de los perjuicios del sistema de
acumulación capitalista imperante siempre que lo que ese
hablar proponga no tenga ningún efecto real sobre la vida
de los ciudadanos. Sabemos que existe un consenso
mundial alrededor de las bondades del neoliberalismo, el
cual es promovido por el FMI, el BM, la OCDE, la UE y
por todos los bancos centrales y privados del mundo, las
grandes empresas multinacionales, los fondos de inversión
y la mayoría de los gobiernos de los países. La
globalización marca el triunfo del capitalismo.
¿Por qué conciernen al psicoanálisis estas cuestiones? En
una conferencia en Milán en 1972 Jacques Lacan,
psicoanalista francés, va a mostrar su preocupación por el
auge del capitalismo. Eran los albores del neoliberalismo y
Lacan inventa en dicha conferencia un nuevo discurso, el
discurso capitalista. Este tiene una característica muy
especial: no hace lazo social, es un dispositivo de
incitación al goce por la vía del consumo y desconoce
cualquier tipo de límite a su accionar. Es decir que es un
aliado del superyó, instancia psíquica descrita por Freud
que empuja al sujeto a ir más allá de su bienestar. O, más
bien, el discurso capitalista es el superyó mismo cayendo
masivamente sobre las poblaciones, las cuales adhieren a
este mandato de forma voluntaria desconociendo la
sumisión que encarna. Por otra parte, el amor no entra en
su lógica, por lo cual la dimensión del otro queda fuera de
juego y, por ende, la propia experiencia analítica se ve
amenazada ya que necesita del amor de transferencia para
tener lugar.
En verdad, el otro, su presencia, entra en este discurso
bajo una sola modalidad: la de aquel con el que hay que
competir por un lugar en el mundo. Esta palabra
competencia es el significante privilegiado que orienta al
discurso capitalista. Es el significante que mata cualquier
vestigio de solidaridad y que estimula los discursos del
odio que hoy campan a sus anchas por Europa.
Lacan dice en dicha conferencia que el capitalismo es
insoportable siendo a su vez muy astuto y que marcha muy
bien, tan bien que está destinado a reventar. Hoy en día el
neoliberalismo, la versión devastadora del capitalismo
fordista, es la principal causa del malestar en la cultura ya
que ha conseguido transformar todo en mercancía.
Se asiste perplejo a los avances sobre aquellos terrenos
que podemos considerar pertenecientes a la totalidad de
los ciudadanos. En el siglo XVIII, lo hizo el Estado inglés
sobre las tierras comunales que quitó a los campesinos
para dárselas a los terratenientes y así hacerlas más
productivas. Los conocidos enclosures tuvieron como
consecuencia la proletarización del campesinado.
Actualmente y en la misma línea, aquellos bienes comunes
como la sanidad, la educación, las empresas y los servicios
públicos, es decir, todo lo que fue construido con el dinero
de los ciudadanos, se privatiza sin miramientos. Esto ha
sido denominado por David Harvey como una
"acumulación por desposesión". Son los nuevos modos de
acumulación, ya que, gracias a la privatización, ingentes
cantidades de dinero del Estado, del bien común, pasan a
las manos de los ricos para hacerlos cada vez más ricos y
concentrados.
Por otra parte, no todo queda reducido a un problema
económico, sino que se ha revelado en parte gracias al
psicoanálisis que el discurso neoliberal produce una
profunda mutación de la cultura y de la subjetividad.
Todos estamos tocados por la ideología de la competencia,
del individualismo y de la creencia en que todo goce es
posible. Lo más llamativo es que los sujetos adhieran a
esto a pesar de que los resultados obtenidos se vuelvan en
su contra. Hombres y mujeres que trabajan para su propio
mal sin saberlo; hombres y mujeres que dejan su vida,
literalmente, por un sistema que termina por tragárselos;
hombres y mujeres que se toman a ellos mismos como un
negocio del cual son sus exclusivos gestores. Entonces,
cuando las cosas no van bien, caen en la culpa por no
haber cumplido con lo que se habían propuesto y tienen
que soportar una deuda que horada toda posibilidad de
futuro. Es un sistema ciertamente despiadado del cual no
se avizora la manera de frenarlo y reconducirlo dado que,
de algún modo, coincide con aspectos centrales de la
subjetividad humana como son el afán de dominio y de un
goce ilimitado llamados por Freud pulsión de muerte. Este
afán no viene de los planetas, sino que está sostenido por
los ciudadanos; son ellos los que explotan a otros y se
apropian de lo que Marx llamó la plusvalía y, a su vez, de
lo que es común.
Lacan veía en la experiencia de un análisis la posibilidad
de una salida del discurso capitalista dado que allí es
posible trabajar dos cuestiones esenciales: la sumisión a un
amo y la vertiente pulsional, sin olvidar que si esta salida
fuera solo para algunos no significaría ningún progreso en
lo social.
Estamos frente a las dos dimensiones del capitalismo: un
sistema económico y un discurso que embebiendo a la
sociedad en su conjunto hacen que esta lo sostenga como
el único sistema posible. ¿Existirá un modo de romper este
consenso planetario y encontrar otro sistema económico y
otro modo de lazo social más justo y solidario donde la
democracia no fuera más una ilusión?
Pienso que la oportunidad pasa por inventar otra forma de
hacer política, una forma donde se aligeren las
identificaciones inherentes a la misma, se imponga el
espíritu crítico necesario y se logre remodelar el empuje a
la acumulación, ese que solo beneficia a unos pocos.
Mientras tanto, cualquier modificación de la injusticia, por
pequeña que pueda parecer, será bienvenida.
https://www.eldiario.es/contrapoder/discurso-capitalista-concierne-
psicoanalisis_6_911368857.html