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DE CHILE
L A T I N , L E N G U A DE L A IGLESIA
SANTIAGO DE CHILE
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Artículo publicado en "L'Osservatore Romano"
el 25 de marzo de 1961.
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graba, y que es también el vínculo precioso de la Iglesia
Católica!" (Pío XII, Discurso "Magis q u a m " ) .
Q u e el latín sea "la lengua de la Iglesia", no es unj
dogma; quitado el latín, la Iglesia permanecería todavía
íntegra en todos sus constitutivos esenciales. Y no se tra-
ta tampoco d e un hecho absoluto que la Iglesia quiera
proponer sin limitaciones: sobre todo, no es la lengua de
ninguno de los muchos pueblos, grandes o pequeños q u e
cubren la faz d e la tierra y forman parte de la Iglesia.
Todo individuo cristiano, todo pueblo cristiano ha usado
y usará con absoluta libertad su propia lengua y todas
las otras lenguas que desee; la Iglesia, muy: lejos de so-
focar las lenguas y las culturas nacionales, ha sido en la
historia la q u e ha dado a los pueblos más diversos, junto
con la fe, el orientamiento hacia la propia cultura me-
diante la creación de alfabetos especiales y la redacción
de los primeros textos escritos: piénsese en el georgiano,
en el armeno, en el gótico, en el eslavo, en muchas na-
ciones africanas de hoy en día, etc. Tampoco se quiere
decir q u e la Iglesia pretende imponer el latín en las li-
turgias de esos diversos ritos orientales, que, siendo ple-
n a m e n t e católicos, conservan no obstante sus propias len-
guas, sean éstas muertas o vivas.
"Lengua de la Iglesia por consiguiente, quiere de-
cir q u e el latín es en todo el Occidente el compañero y
el ministro de la religión católica" ( C a r t a Sda. Congre-
gación de Seminarios, "Vixdum Sacra Congregado", 9
octubre 1921). "El uso de la lengua latina, así como está!
en vigor en gran parte de la Iglesia, es un admirable sig-
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no d e su u n i d a d " (Pío XII, Encíclica "Mediator Dei et
hominum", 20 diciembre 1947).
Después de estas limitaciones, el hecho de la sim-
biosis Iglesia-latín permanece todavía grandioso e impor-
tantísimo, y no rescindible en la situación histórica con-
creta.
La lengua latina nacida entre campesinos y pastores
en un ángulo del agreste Lazio, no sólo no desapareció
frente al ascendiente cultural d e la lengua griega, sino
q u e lentamente supo absorber toda la capacidad expre-
siva de ésta en las creaciones superiores del pensamiento.
E n este proceso de madurez, sirvió durante cinco siglos
como medio d e comunicación a la más vasta y civil co-
m u n i d a d de gente del m u n d o antiguo. Instrumento na-
tural y, se p u e d e decir, necesario de la Iglesia en el mun-
do occidental durante el primer milenio, esto es, hasta
cuando florecieron en el vasto territorio de la Rumania
las diversas lenguas neolatinas, conservó en el curso del
segundo milenio el oficio d e lengua de la cultura, en con-
traposición a los lenguajes vulgares del uso cotidiano, y
de un modo particular conservó dentro de la Iglesia el
valor de lengua institucional. Lengua institucional: quiere
decir usada por la institución eclesiástica, para los fines
de la institución, con validez geográfica y étnica univer-
sa], mientras los individuos singulares que son miembros
de la Iglesia usaban y usan, en las diversas partes del
mundo, su propia lengua nacional.
7
Triple carácter
UNIVERSALIDAD
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de la Iglesia en contacto pronto, seguro, igual, con todos
los radios q u e se dirigen al centro.
Si en los discursos dirigidos en solemnes ocasiones a
éste o aquel otro pueblo los Pontífices usan de b u e n gra-
do las respectivas lenguas nacionales, sin embargo cuando
se deben dirigir a la familia católica universal, el uso de
ésta o aquella otra lengua moderna, propia de una epecí-
fica. comunidad, resultaría una preferencia por aquella
particular comunidad con daño de las otras. La Iglesia,
que. con las palabras de Pablo proclama: "ubi non est gen-
tilis et i u d a e u s . . . b a r b a r a s et Scyta, servus et liber" (Col.
3, 11; Gal. 3; Rom. 10, 12), no p o n d r á jamás sobre el plato
d e la balanza, para favorecer los intereses terrenos de un
pueblo con menoscabo de los otros, el peso de los valores
eternos d e q u e ella misma es defensora. Y tampoco
constreñirá a los pueblos d e menor poderío político o
cultural a inclinarse frente a los más fuertes, como las ga-
villas en el sueño profético d e José (Gen. 37, 6 ss.). D e
ahí q u e el uso del latín, q u e no es la lengua propia de
ningún pueblo, no favorece ni perjudica parcialmente a
nadie; y con esto cumple con una condición esencial que
d e b e tener, en el orden cristiano, una lengua universal.
El uso del latín por parte de la Iglesia, no se limita
a la función negativa de eliminar parcialidades y resen-
timientos. La facilidad q u e proporciona a los sacerdotes
de todo el m u n d o para percibir prontamente con preci-
sión y uniformidad los actos del magisterio, de legislación,
de exhortaciones del Sumo Pontífice; el poder seguir en
los "Acta Apostolicae Sedis" las disposiciones de los di-
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casterios romanos; el poder tener acceso directamente, en
el tiempo de los estudios y después, a las obras de los
padres y de los grandes maestros; el uso d e una termino-
logía exacta, inmutable, universal; aquella d i f u n d i d a ca-
pacidad para poder acercarse a las fuentes originales, q u e
es el f u n d a m e n t o de la ciencia; la rápida comprensión de
los textos litúrgico, y en fin, la comunidad d e una super-
cultura q u e enriquece y no menoscaba las culturas na-
cionales, todo esto constituye un manojo de ataduras q u e
contribuye a fortalecer la unidad de todos los miembros
de la Iglesia, del orden sacerdotal en primer lugar, y me-
diante éste también de todos los fieles. Pío XI ( C a r t a
Officiorum omnium, 1 ? agosto 1922): "Es una disposi-
ción providencial q u e el latín proporcione a los más cul-
tos entre los cristianos d e cada nación un poderoso vínculo
de unidad, permitiéndoles conocer más p r o f u n d a m e n t e
aquello q u e se refiere a la M a d r e Iglesia, y poder man-
tenerse en una más íntima cohesión con el Jefe de ella".
Y Pío XII (Disc. Magis q u a m 23 sept. 1951) resumía y
confirmaba: "La lengua latina es un vínculo precioso de
la Iglesia Católica".
INMUTABILIDAD
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Es un hecho q u e las lenguas vivas se encuentran en
continua mutación; y mientras más los pueblos q u e las ha-
blan participan a los movimientos de la historia, tanto
más se alteran sus lenguas. E n los períodos más intensos,
bastan etapas del orden del decenio para cambiar el ros-
tro de una lengua. Y tanto mayor, naturalmente, es la
alteración si se trata de siglos. ¿Cuál de entre las mo-
dernas naciones de gran cultura no siente la necesidad de
glosar para leer sus propios clásicos de hace cuatro, cinco
o seiscientos años?
Ahora bien, si la Iglesia debiera consignar el depósito
de sus verdades en la figura m u d a b l e de las lenguas mo-
dernas, d e varias o muchas lenguas modernas, sin q u e
una de ellas tenga mayor autoridad sobre las otras, re-
sultaría necesariamente q u e la formulación de esas ver-
dades estaría sometida a permutaciones de múltiple pro-
videncia y de eficacia desigual. Ya no se tendría más una
medida única e inalterable d e la q u e las medidas singu-
lares podrían sacar su norma. Estos son hechos obvios,
q u e la lingüística moderna, poniendo en claro la dimen-
sión diacrónica en la vida de las lenguas, h a copiosamente
probado y precisado. Por el contrario, el latín, sustrayén-
dose a las alteraciones causadas por el uso cotidiano d e
una colectividad en pleno tumulto histórico, vive en una
esfera de cristalina nitidez y precisión. Las modificacio-
nes semánticas q u e ha sufrido, en cuanto lengua popu-
larmente viva, han terminado de un modo definitivo; las
modificaciones de sentidos debidas a desarrollos doctrina-
les, a polémicas y controversias, están hoy por hoy neta-
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mente identificadas, y no tienen ningún influjo pertur-
bador en las definiciones de la recta doctrina.
LA NO VULGARIDAD
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y de los intereses parciales. Encuentra ella también estos
requisitos d e altura en el latín, el cual por tanto es de las
verdades eternas e inmutables "un tesoro de excelencia
incomparable" (Pío XII, Discurso Magis q u a m 23 sept.
1951).
Si el latín no le hubiese sido ofrecido por la Provi-
dencia en el comienzo d e su larga historia, la Iglesia ha-
bría tenido que buscar una lengua q u e poseyese los tres
requisitos q u e ha especificado el Papa Pío XI. "En vista
q u e el latín, concluye el Pontífice, realiza plenamente la
triple exigencia, creemos q u e ha sido dispuesto por la
divina Providencia q u e viniese a ponerse admirablemente
al servicio d e la Iglesia docente" ( C a r t a Apost. Officio-
rum o m n i u m ) .
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y c o r r u p t i b l e . . . Vemos así en las ciudades de Italia, si
queremos observar bien, desde cincuenta años hasta aho-
ra, q u e muchos vocablos se han apagado, y nacido, y
variado; de donde, si el pequeñito tiempo cambia así.
mucho más cambia lo mayor. Sí q u e yo digo, q u e si aque-
llos q u e partieron d e esta vida hace ya mil años volviesen
a sus ciudades, creerían q u e sus ciudades estarían ocu-
padas por gente extraña, a causa de la lengua discordan-
te de la suya" (Convivio, I, V, 7-8).
Siendo el latín una lengua de lo eterno, es natural
q u e el individuo en cuanto está encerrado en un breve
espacio y en un brevísimo tiempo, tienda a servirse de la
lengua nativa —de su pueblo y tal vez de otros pueblos—
en cuanto q u e ésta responde enteramente a su necesidad
de comunicación dentro d e la esfera d e lo transitorio. La
Iglesia en verdad no p u e d e servirse de la lengua "110 es-
table y corruptible". El abandono del latín haría pasar a
su puesto la multitud de lenguas vivas, de las cuales nin-
guna tiene el legítimo derecho de imponerse a las otras.
La corriente central del Cristianismo, de una se converti-
ría en múltiple; y con el correr del tiempo, la Iglesia per-
dería poco a poco su pasado en cuanto estaría confiado
a una multiplicidad de lenguas mudables. La exigencia
del latín es por consiguiente una exigencia q u e trascien-
de a los individuos, los cuales esforzándose entonces en
satisfacerla, d e "muchos" q u e son llegan a ser "una sola
cosa" (Rom. XII, 5 ) .
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LLAVE DE LA TRADICION
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está lúcidamente expuesto e invenciblemente defendido,
y van a buscar la doctrina apta en autores modernos, en
los cuales no sólo falta a m e n u d o la claridad y la pre-,
cisión del pensamiento, sino además la fiel interpretación
de los dogmas" ( C a r t a Auost. Officiorum omnium. 1°
agosto 1922). A la luz d e estas palabras, quién osaría
juzgar excesivo el juicio de S.S. Pío XII: "El sacerdote
q u e la ignora d e b e considerarse afligido por una deplora-
ble miseria intelectual: lamentabili mentís laborare squa-
lore" (Serm. Magis Quam, 23 sept. 1951).
FUENTE DE ESPIRITUALIDAD
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desde los primeros estudios en adelante, todo el uso del
latín se limita a la lectura de esos textos litúrgicos. E n
este caso, las leyes de la costumbre y del mecanismo mne-
mónico harían cada vez más descoloridos e inertes estos
textos.
La actual campaña contra el latín litúrgico, muy a
menudo alimentada por falsos pretextos y conducida des-
lealmente con una audacia q u e ha sido calificada de fa-
natismo iconoclasta, ha entibiado en muchos el amor y la
veneración para con el incomparable tesoro de piedad y
de arte q u e los siglos han acumulado para enjundioso
alimento espiritual tanto del clero como del pueblo cris-
tiano, siempre q u e fuese introducido realmente a través
de una catequesis apropiada a gustar de las inefables ri-
quezas d e los textos sagrados. El discurso podría ser mu-
cho más largo; pero, para frenar la intemperancia de los
audaces —en el caso que tenga aún sentido el espíritu de
devota aceptación del supremo magisterio— debería bas-
tar lo q u e afirmaba solemnemente Pío XII al día siguien-
te d e un Congreso en el q u e se había evocado expresa-
mente la cuestión de la lengua litúrgica: "Sería sin em-
bargo superfluo recordar todavía una vez más q u e la
Iglesia tiene graves motivos para mantener firmemente en
el rito latino la obligación incondicional del sacerdote ce-
lebrante de usar la lengua l a t i n a . . . " (22 sept. 1956).
Palabras amonestadoras q u e todo sacerdote debería' aco-
ger con aquel espíritu que es propio de quien ha cons-
tituido como propia divisa el obsequio y la obediencia.
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MEDIO DE FORMACION
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labras, y percibir las sutilezas de un concepto como el
trabajo de la traducción y composición en las lenguas
clásicas" (Discurso "C'est u n e grande joie", 5 sept. 1957).
Llegados a este punto, es oportuno tratar una deli-
cada cuestión a u n q u e tan sólo de pasada. Y es aquella
del peligro que el estudio del latín propuesto a los can-
didatos al sacerdocio que pertenecen a otras culturas, co-
mo por ejemplo la indiana, la china, la japonesa, p u e d a
constituir un peligro de "europeización". La posición d e
la Iglesia en este punto es clara. Valgan las palabras de
Pío XII para definirla, palabras pronunciadas a un au-
ditorio bien calificado: "La Iglesia tiene conciencia d e
haber recibido su misión y su tarea para todos los tiempos
del porvenir y para con todos los hombres, y en conse-
cuencia de no estar vinculada a ninguna cultura en par-
ticular . . . " "La Iglesia Católica no se identifica con nin-
guna cultura" (Pío XII en el Discurso a los participantes
al Congreso Histórico Internacional, Roma, 7 sept. 1955).
Por otra parte, quien medite sobre la triple motiva-
ción a d o p t a d a por Pío XI para el uso q u e la Iglesia hace
del latín ("lengua universal, inmutable, no vulgar") des-
cubrirá q u e concuerda totalmente con las palabras tex-
tuales citadas de su venerable sucesor. La Iglesia usa el
latín no p o r q u e él se identifique con una cultura contin-
gente, sino p o r q u e habiendo superado la fase histórica de
compenetración con un particular m u n d o político, eco-
nómico y cultural, es particularmente apto para ser un
instrumento de comunicación universal, en la dimensión
del tiempo y del espacio.-El latín por tanto constituye una
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supercultura, que deja intactas las culturas particulares;
y por otra parte, proporciona a quienquiera q u e lo posea
un tal aporte de valores cristianos y humanos que no
p u e d e no ser considerado como un enriquecimiento. Ex-
cluido el latín, no q u e d a sino una alternativa: la del frac-
cionamiento en tantas comunidades lingüísticas no co-
municantes, en el orden del espacio, y en otros tantos
"presentes" que se van alejando y separando del pasado,
en el orden del tiempo. Por consiguiente, ¿no parece más
bien q u e el estudio y el uso del latín, en una época como
la nuestra, empeñada a fondo en una lucha gigantesca de
unificación supernacional, concuerda de un modo admi-
rable ya sea con la tendencia del momento histórico ya
sea con aquella del "unum sint" d e la caridad de Cristo?
Finalmente, no será inútil insistir en q u e de la letra
y del espíritu de los documentos pontificios resulta una
consecuencia lógica: q u e el latín en la Iglesia es esencial-
mente una lengua para el uso. En el campo de la doctri-
na, de la liturgia, de la legislación, el latín expresa no
sólo el hoy de la Iglesia sino también el ayer. Por tanto,
el uso del latín no p u e d e limitarse al p u r a m e n t e filológico
que se aplica a las fuentes, sino q u e d e b e ser necesaria-
mente también el práctico q u e se aplica a las necesidades
mismas de la Iglesia en cuanto sociedad de creyentes ex-
tendida en el espacio y en el tiempo. No se p u e d e por
tanto excluir de esta necesidad vital de adecuación al
clero, por el puesto directivo q u e asume dentro d e la
Iglesia. D e b e éste posesionarse plenamente de esta len-
gua, en tal modo que: "nullus sít sacerdos, qui eam nes-
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ciat facile et expedite legere et loqui" (Pío XII, Discurso
"Magis q u a m " ) .
CIENCIA Y USO
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tífico, o sea, el contacto directo con las fuentes; el sentir
crecer en sí mismo las cualidades de claridad, solidez,
potencia q u e son propias d e la lengua y de los grandes
textos clásicos, todos estos resultados son ciertamente una
recompensa a b u n d a n t e por cualquier esfuerzo.
D e todos modos, el esfuerzo q u e d a por hacerse: es-
fuerzo sobre todo para comprender los motivos superio-
res de la Iglesia en este campo, q u e trascienden los inte-
reses de los individuos en particular; y un esfuerzo de
amoroso y diligente estudio orientado hacia la conquista
válida d e esta lengua, que, como insistía el Santo Pontí-
fice Pío X, dirigiéndose a todos los Obispos del mundo,
"por derecho y por mérito adquiridos se debe llamar y es
la lengua propia d e la Iglesia" ( C a r t a S.C. d e Estudios,
Vehementer sane, 1 ? julio, 1908).
El amor por la Iglesia, la desapasionada reflexión
que ponga y resuelva el problema en sus términos uni-
versales, superando las angustias locales e individuales,
ayudará también a los hijos y a los ministros de la Iglesia
a concluir que el latín es "de una manera insigne propio
del sacerdote" (S. Congregación de Seminarios y Univer-
sidades, Carta De lingua latina rite excolenda, 27, oct.
1957).
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