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Los varios acercamientos a la experiencia, que nos han evidenciado su empobrecimiento y hasta

su aniquilación en el mundo tecnocientífico, y su completo extrañamiento en la dinámica de la


corporeidad, manifestando al ser humano con deseos de escindirse de su carnalidad, de su
materialidad en pos de una realización donde pueda superarse la limitación de la carnalidad y
acceder a la esperada inmortalidad consecuente con la intemporalidad del pensamiento, a pesar del
evidente relación “simbiótica” entre la corporeidad y la experiencia, la necesidad que posee el ser
humano para estar en el mundo, no solo desde su percepción racionalizada, sino también desde su
referente espacio temporal emocional que le constituye como ser en el mundo.

Esta relación del ser humano con el mundo, sin embargo, no nos ha ofrecido claridad sobre lo que
es realmente la experiencia: los autores que hemos referenciado nos ofrecen situaciones en las que
se demuestra la situación de la experiencia, pero en ningún caso se encuentra una definición de la
experiencia. Su significado ambiguo y elusivo reclama precisión para poder dar cuenta de la
relación entre experiencia y corporeidad.

La obra de H. G. Gadamer se ha basado en la reflexión sobre la experiencia hermenéutica y su


posibilidad de influencia sobre la vida del ser humano. En esencia, la experiencia constituye la
vida anímica del hombre en lo cotidiano en tanto le permite ubicarse en el tiempo y el espacio, en
tanto la vida del hombre cobra significado en el tiempo debido a su historicidad: el tema de la
historicidad del hombre es la clave para poder comprender la experiencia del hombre. En la medida
en que nos hacemos seres humanos, estamos haciendo experiencia. Lo que se ha denominado
experiencia es en esencia el devenir del hacerse humano en el tiempo histórico del cual hace parte,
no sólo en el sentido de constituir al hombre para relacionarse con lo otro, sino también el estar de
acuerdo a las condiciones que el momento histórico nos aporta para la existencia. A diferencia del
experimento científico, la experiencia no nos confirma nada, al contrario, constituye una nueva
forma de saber con la cual se enfrenta al mundo.

Si recordamos la situación del empobrecimiento de la experiencia, notamos que mientras el


hombre se abandona a la seguridad de la ciencia, crece en él la imposibilidad de apropiarse
subjetiva y/o existencialmente de su propio vivir. El control de los procesos, los artefactos y demás
fenómenos que pueblan la cotidianidad se hace ajeno al individuo: se hace imposible apropiarse el
mundo y vivirlo en las condiciones que le propone el encuadre tecnocientífico. Es cada vez más
evidente como los seres humanos son incapaces de experimentar el mundo dado tanto desde la
percepción como en el sentido de la técnica: ¿Cuáles son las formas en las que los seres humanos
deben asumir el comportamiento con los artefactos y procedimientos? en la medida en que estos
no son solamente cosas para la gente, sino extensiones o incorporaciones de la propia experiencia.
Aunque nos las vemos cotidianamente con las cosas técnicas, no las asumimos de acuerdo a los
requerimientos técnicos, sino de acuerdo al modo como experimentamos el mundo técnico.

A la experiencia hermenéutica se opone la experiencia del sentido tecno científico que es el


experimento. Esto produce una dicotomía importarte en la forma como podemos comprender el
actuar humano en el contexto cotidiano de la vida contemporánea; parte de las dificultades que se
encuentran a la hora de comprender al hombre dentro del horizonte tecnocientífico. Desde esta
perspectiva, reconocemos que la experiencia hermenéutica deriva hacia el componente humano.
La experiencia entonces no se involucra con la dirección explicita del humanismo, es decir la
forma como el hombre se comporta con el mundo estaría mediada por la experiencia hermenéutica.
Pero ¿cuáles son sus características?, ¿en qué medida la experiencia hermenéutica nos ayuda a
vivir la vida cotidiana y cuáles son sus funciones en el devenir de lo cotidiano del ser humano?

Es necesario entonces poder dar cuenta de los diferentes sentidos que constituyen esta noción
capital para el comprender el mundo dado y el modo como nos desenvolvemos en él. La
experiencia es en definitiva algo que nos acontece y tiene características que la delinean y permiten
diferenciarla del resto de cosas que se presentan a las personas en el diario vivir.

La obra de H.G. Gadamer nos indica algunos rasgos de la experiencia y su evidente relación con
las cosas que suceden todos los días, pero que no son en definitiva la vida del hombre. En esta
parte de la investigación, pretendemos comprender conceptualmente la experiencia, dada la
importancia que nos ha ido revelando lo que hemos ido explorando en el primer apartado de este
trabajo, evidenciando su empobrecimiento, pero también su reconfiguración en el mundo
tecnocientífico y la adaptación que los seres humanos tienen en este modo de vivir la realidad hace
que la experiencia se renueve de una forma por completo renovada. En este sentido, la experiencia
tiene un carácter interpretativo: entendemos la mediación entre la vida y la técnica como la
posibilidad de comprender lo que sucede en el mundo.

La idea de experiencia se encuentra relacionada con la historicidad y en ella encuentra algo de su


sentido. Es por ello que nos encontramos con la relación entre Hegel y Gadamer

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