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Curso:
Ética Profesional para Ciencias de la Comunicación
Colectiva
Docente:
Lic. José Pablo Alvarado Barrientos
Estudiante:
Mariel Alfaro Morales B50216
Eduardo Monge Navarro B54534
Eduardo Mora Zúñiga B54784
Versión final
Trabajo final
Criterio Nota Comentario
1. Versión definitiva (4%) 4
2. Entrevista (3%) 2 En realidad es nula
3. Conclusiones y 1.5 Falta más volumen
recomendaciones (2%)
4. Bibliografía (1%) 1
Total 8.5
1
I Semestre
Año 2019
Definición.
El siguiente texto se plantea como un análisis ético en el cual se abordará la figura del
líder de opinión o influencer, en tanto productor discursivo y el peso que estas personas tienen
en la opinión pública. Se entiende como influenciador, influencer, o líder de opinión a cualquier
persona que articula un discurso y los destina a un público, pero a diferencia de los
comunicadores masivos en los medios tradicionales, este asume completa propiedad sobre las
ideas, juicios y posturas que emite. Mediante una exploración de la presencia que estas figuras
tienen en Internet, específicamente en Redes Sociales, se busca describir la relación que estos
presentan con sus audiencias, ya que se parte de la hipótesis de que una vez que los discursos
destinados a grupos de personas son emitidos, la recepción y eventual consumo de este mensaje
en una vía que muchas veces puede tornarse unilateral, genera una relación de responsabilidad
que vincula directamente al influenciador con su audiencia.
Contextualización.
Internet, y por extensión las redes sociales, son un espacio descentralizado y deslocalizado.
Contrario a las televisoras, radioemisoras y periódicos, no existe una entidad o persona
encargada de filtrar los mensajes para la emisión. En este nuevo modelo, el usuario, ejerce a su
vez un cierto nivel de propiedad: la publicación se hace desde el dispositivo del usuario a través
de un perfil. Esta nueva dinámica de producción de información, en la cual las limitaciones
materiales no son impedimento para el acceso al medio, ha permitido a los usuarios cierta
libertad con la que no se contaba antes: la plataforma está abierta a cualquier tipo de mensaje,
que puede surgir desde una infinidad de intereses y cuya posible censura solo será efectuada
posteriormente a su emisión. Además la cantidad desmesurada de contenido suele brindar
cierto nivel de anonimato.
propuesto. De esta forma, el productor de discursos en internet es responsable tanto con las
personas que consumen activamente su contenido como con aquellas a las que este puede
alcanzar.
A pesar de que las redes sociales han tenido un efecto que se percibe con mayor
facilidad en términos culturales, es inevitable señalar el carácter comercial de estas
plataformas. Al ser espacios en el cual la o el usuario hacen uso gratuito de una membresía, los
costos de operación deben y son trasladados a un sistema en el cual busca mercantilizar y
redirigir la atención de los usuarios a contenidos promocionados, generalmente, en forma de
publicidad. Bajo esta dinámica, la cuantificación de interacciones se vuelve fundamental, ya
que son evidencia del alcance que ha tenido el contenido.
Justificación
Lo “políticamente correcto” es un campo de batalla que define las opiniones mayoritariamente
aceptables para los individuos en una sociedad. Fuera de ese espectro se espera el advenimiento
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de sanciones sociales. Sin embargo la disputa política cotidiana desplaza constantemente los
límites de lo aceptable, y muchas personalidades públicas deciden interactuar con estos
desplazamientos ya sea para contravenirlos o para convertirse en una suerte de vanguardia que
se radicaliza para aumentar la velocidad de esos desplazamientos y catapultarse en la opinión
pública.
Distintos líderes de opinión transforman los espacios en Redes Sociales en minas de capital
político que exacerban los discursos de odio, y a su vez aceleran el desplazamiento de la
opinión pública hacia lugares cada vez más cuestionables. Mediante prácticas como el uso de
la provocación estas figuras buscan convertirse en el objeto-del-deseo de los adversarios y de
manera colateral, se refuerzan posturas arquetípicas que los movimientos sociales intentan
deconstruir.
Este constante esfuerzo por captar la atención del público ha llevado a empujar los límites de
lo aceptable cada vez más allá. Es por ello que cabe preguntarse: ¿Estas prácticas afectan la
discusión política del resto de la sociedad? ¿Nos hacen llegar a lugares peligrosos?
Pregunta problema.
¿Cual es el alcance ético de la responsabilidad que un líder de opinión tiene sobre la producción
discursiva que realiza en Redes Sociales, con respecto a la generación y reproducción de
vulnerabilidades?
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Objetivos.
General:
1. Analizar las implicaciones que una producción discursiva amparada bajo la
libertad de expresión tiene en un espacio desregulado como lo es el Internet,
específicamente las Redes Sociales.
Específicos:
1. Identificar la relación entre discurso del odio y derechos humanos.
2. Identificar en qué estructuras de poder recae la capacidad de determinar qué es
el discurso del odio
3. Explorar los límites entre lo políticamente incorrecto y el discurso del odio.
4. Analizar si acciones como la censura o la expulsión de líderes de opinión de una
plataforma son acciones pertinentes.
5. Analizar cómo el empleo de estrategias de acumulación de capital social puede
legitimar el discurso del odio.
Discusión.
A continuación se presenta una breve recopilación de cómo se estipulan las nociones de libertad
de expresión y discurso de odio. La Declaración Universal de los Derechos Humanos (1948)
en su artículo 19 contempla la libertad de expresión como un derecho fundamental:
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Sin embargo existen ciertos límites a este derecho, por ejemplo a nivel nacional, la constitución
política en el artículo 29 establece que:
Sin embargo en el incisos 2 se aclara que el ejercicio de este derecho está sujeto a
responsabilidades ulteriores para asegurar: “a.el respeto a los derechos o a la reputación de los
demás, o b. la protección de la seguridad nacional, el orden público o la salud o la moral
pública.” y el inciso 5 menciona que:
“Estará prohibida por la ley toda propaganda en favor de la guerra y toda apología
del odio nacional, racial o religioso que constituyan incitaciones a la violencia o
cualquier otra acción ilegal similar contra cualquier persona o grupo de personas,
por ningún motivo, inclusive los de raza, color, religión, idioma u origen nacional.”
para en el contexto de las redes sociales parece existir una bifurcación entre legalidad y
legitimidad en lo que respecta a la producción y difusión de “discursos de odio”.
Por ejemplo, el 27 de junio de 2017 Facebook publicó un artículo titulado: “Hard questions:
Who should decide what is hate speech in an online global community?” en el cual hacen un
abordaje sobre el tema del discurso de odio:
We are an open platform for all ideas, a place where we want to encourage
self-expression, connection and sharing. At the same time, when people come to
Facebook, we always want them to feel welcome and safe. That’s why we have
rules against bullying, harassing and threatening someone.
But what happens when someone expresses a hateful idea online without naming
a specific person? A post that calls all people of a certain race “violent animals”
or describes people of a certain sexual orientation as “disgusting” can feel very
personal and, depending on someone’s experiences, could even feel dangerous.
En este caso Facebook, en tanto autoridad, adopta una postura moral, en la cual se busca
alcanzar una atmósfera en línea seguro, protegiendo al otro violentado.
directamente estos sesgos, genera las condiciones para que estos broten. Esto resuena con lo
planteado por Gallardo respecto a la instrumentalización de los derechos humanos: si bien son
el marco legal sobre el cual se susteta la definición de discurso de odio y las restricciones de
emisión de contenido de Facebook, “los derechos humanos tienen que ver con transferencias
efectivas de poder hacía y por los grupos discriminados estructuralmente”. De manera similar
Žižek (2009) cita a Jean-Claude Milner y extiende:
Aquellos que tienen el poder saben muy bien la diferencia entre un derecho y un
permiso. […] Un derecho, en el estricto sentido del término, da acceso al ejercicio
de un poder, a expensas de otro poder. Un permiso no disminuye el poder de quien
lo otorga; tampoco aumenta el poder de quien lo recibe... Éste fue el resultado del
“espíritu del 68”: contribuyó, efectivamente, a hacer la vida más fácil. Eso es
mucho, pero no es todo. Porque no usurpó poderes. Ahí se encuentra “el secreto
de la tranquilidad que ha gobernado en Francia durante los últimos cuarenta años”:
El espíritu del 68 se hizo a sí mismo el mejor aliado de la restauración.
Sobre estas ideas respecto al flujo de poderes puede argumentarse que si bien la
implementación de los Derechos Humanos y la excepción del discurso del odio como límite a
la libertad de expresión tienen un fundamento socio histórico en los derechos reclamados por
sociedades emergentes previas (Gallardo, 2017), crear un lineamiento de normas comunitarias
apelando a la dignidad e igualdad humana, es una manera de esconder las vulnerabilidades de
grupos oprimidos, y saca de la discusión pública el debate respecto a las desigualdades, lo cual
evita que se cuestionen las estructuras del poder. Todo esto plantea un escenario contradictorio,
si bien la aplicación de estas normas comunitarias surgen de un racionamiento “bien
intencionado” que busca prevenir la diseminación de sesgos ideológicos y manifestaciones de
discriminación o violencia, muchas veces estas desigualdades solo son mediatizadas y
discutidas luego de que sea ha dado una denuncia respecto a las mismas. Si a esto se le suma
que Facebook es un espacio, pero a la vez una compañía privada con interés particulares el
control, el asunto se vuelve más complejo.
Un ejemplo de ello sería lo sucedido en mayo del presente año cuando Facebook decidió
eliminar una serie de perfiles de extremistas de derecha, incluyendo a Alex Jones, Milo
Yiannopoulos y Laura Loomer, por considerar que violan su política contra el discurso de odio,
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además de las cuentas, también eliminó grupos y páginas referentes a estos personajes, sin
embargo, como menciona el diario El País (2019):
Varios factores han hecho que parte de la discusión en la esfera pública se dé en plataformas
de redes sociales y sitios de internet. Entre ellos está el descrédito a los medios de comunicación
convencionales y la abundancia de aparatos electrónicos que nos posibilitan pasar porciones
cada vez mayores de nuestro tiempo conectados a internet.
Según Bartlett (2014) las personas que han perdido la confianza en los medios de comunicación
convencionales y en la institucionalidad política en general tienden a ser adoptadores
tempranos de la tecnología. Este es también la audiencia principal de los mensajes de carácter
populista en todo el espectro político.
Pero tan grandes son las posibilidades como la competencia, por lo cual es necesario diseñar
estratégicamente un discurso y un personaje para resaltar entre la masa de contenido. Tomando
en cuenta las posibilidades dialógicas de dichas plataformas, es fácil medir el flujo de
interacción y éxito de un mensaje en específico, por lo cual estos usuarios buscadores de
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atención con frecuencia sienten la obligación de continuar esa narrativa para aumentar su
popularidad (Marwick, 2016).
Bartlett plantea que los partidos populistas de derecha han sido muy hábiles en entender y
aprovechar esta lógica, de hecho la tendencia es que tengan una base de seguidores y una
actividad cotidiana mucho mayor que la de los partidos tradicionales. Y esa actividad cotidiana
se desarrolla alrededor de una narrativa antagonizante contra la inmigración, el feminismo, la
comunidad LGBTI, etc. Ofrecen soluciones simplistas y fáciles de comunicar que se acoplan Commented [PP2]: No necesitan narrativas
elaboradas, sino frases fáciles, emotivas, que se
muy bien al dinamismo de las redes sociales. Partiendo de las definiciones antes dadas, valgan del miedo y que se repitan y reproduzcan. Para
esto las redes son geniales.
podemos declarar que la derecha populista con frecuencia utiliza el discurso de odio como
elemento diferenciador para llamar la atención y acumular capital político.
Los hallazgos de Rohlfing (2017) plantean que expuestas ante las interacciones en línea, las
personas tienen más probabilidad de deslizarse hacia posiciones que validan los discursos de
odio que a rechazarlos, esto porque los prejuicios de la cultura se encuentran profundamente
anclados y tendemos a justificarlos aunque nos sea difícil verbalizarlo. Esto aplica para la
“audiencia” (partiendo de que una audiencia pasiva no existe en estas plataformas) como para
las personas que activamente buscan convertirse en líderes de opinión o influencers. Es decir,
las redes sociales son una plataforma fértil para el discurso de odio (Müller y Schwarz, 2018)
promovido por las organizaciones que parten desde el paradigma del populismo de derecha,
pero en el marco de lo dialógico y multidireccional, algunos líderes de opinión en su búsqueda
de atención pueden radicalizar sus mensajes hacia la derecha con el fin de mantener un alto
nivel de interacción1.
Esta constante exposición al discurso de odio genera una reafirmación de esos prejuicios a la
vez que desensibiliza. A mayor exposición se le reconoce cada vez menos como una forma de
violencia, a la vez que incrementa el prejuicio contra las víctimas (Soral et al, 2017),
incrementando la distancia, la exclusión y la deshumanización. Las consecuencias funcionan
piramidalmente. Ver líderes de opinión “rompiendo las reglas” al ser “incorrectos” conlleva
una suerte de efecto de “ventana rota” (Winiewski et al, 2017), en el que sus seguidores
probablemente también romperán esas mismas “normas” sociales u otras. A la vez que aumenta
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Como el caso de Brandon Toruño, quien comenzó una búsqueda neutra de atención y ha
encontrado que entre más radical sea su discurso, más atención y vigencia recibe.
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Conclusión
figuras hegemónicas y a contenido que busca desinformar. Sumado a esto, dar herramientas Commented [PP5]: Dimensión educativa
que permitan a las personas entender cómo se estructuran las redes sociales y que su
funcionamiento consiste en una competencia constante por la atención, puede ayudar a que el
consumo de información en las redes se realice de manera más crítica.
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Bibliografía
Allan, R. (2017) Hard Questions: Who Should Decide What Is Hate Speech in an Online
Global Community?
Bartlett, J. (2014). Populism, social media and democratic strain. European populism and
winning the immigration debate, 99-116
Fitton, D; Fowler, J; Rodd, E [Big Think](2015, Abril, 16) Slavoj Žižek: Political
Correctness is a More Dangerous Form of Totalitarianism [Archivo de video].
Recuperado de: https://www.youtube.com/watch?v=5dNbWGaaxWM
Khamis, S., Ang, L., & Welling, R. (2017). Self-branding,‘micro-celebrity’and the rise
of Social Media Influencers. Celebrity Studies, 8(2), 191-208.
Marwick, A.E., 2016. You may know me from YouTube: (micro-) celebrity in social
media. In: P.D.Marshall and S. Redmond, eds. A companion to celebrity.
Chichester: John Wiley & Sons, 333–350.
Müller, K., & Schwarz, C. (2018). Fanning the flames of hate: Social media and hate
crime.
Soral, W., Bilewicz, M., & Winiewski, M. (2018). Exposure to hate speech increases
prejudice through desensitization. Aggressive behavior, 44(2), 136-146.
Winiewski, M., Hansen, K., Bilewicz, M., Soral, W., Świderska, A., & Bulska, D. (2017).
Contempt Speech, Hate Speech Report from research on verbal violence against
minority groups, Fundacja Batorego/Centrum Badań nad Uprzedzeniami UW,
Warszawa.