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AL MONSTRUO
DE LA SOLEDAD
No es tan malo como parece.
SILVIA CONGOST
Mensaje de la autora
Siempre he tenido bastante claro que el hecho de sufrir por amor es como un
virus entre nosotros. Está tan extendido que en muchas ocasiones ni tan solo lo
percibimos y nos parece incluso algo normal. Está claro que no debería ser así y
que esto es una señal de un amor mal entendido, pero no es nada fácil realizar un
cambio en este sentido. Es por esto que decidí escribir Si duele, no es amor
(Zenith), mi último libro.
¿Cuál es ese miedo atroz con el que conectamos tan a menudo la mayoría de
seres humanos? El miedo a quedarnos solos. El miedo a no tener a nadie que nos
ame, a no encontrar una pareja con quien compartir nuestros días hasta que se
acerque el fin.
*Ese temido miedo al abandono que sentimos cuando no tenemos pareja y que
nos hace conectar con una urgencia interior arrolladora que nos empuja con
ansias para que encontremos a alguien con quien estar. Alguien con quien
compartir determinados momentos, aunque sea solamente una presencia física
humana que esté ahí, cerquita. No importa cómo nos trate ni qué nos demuestre
con ello, da igual cómo nos haga sentir. Nos comprometemos a ser agradecidos
por habernos elegido y a complacerle y dejarlo pasar todo, por doloroso que a
priori pueda parecer.
*Ese temido miedo al abandono que sentimos también cuando sí tenemos pareja,
pero que no nos permitimos disfrutar ni estar tranquilos ya que por si acaso,
empezamos a pensar en qué pasaría si nuestra pareja un día decide que no
quiere seguir a nuestro lado y se va. Es como si nos diera la sensación de que si lo
hemos pensado a fondo antes un millón de veces, cuando llegue el día estaremos
más preparados. No es así. Lo único que conseguimos es amargarnos durante el
camino de la relación, y amargar al otro también por si acaso. Si llega el día en el
que ese temido final se hace real y nos abandonan, eso dolerá y el proceso de
duelo deberemos hacerlo, nos apetezca o no. . .
A lo largo de nuestra vida también estamos solos. Somos una mente y un cuerpo
físico. En ocasiones podemos rodearnos de otros cuerpos y otras mentes pero
uno siempre está solo consigo mismo. Es por esto que es tan importante
desarrollar una buena autoestima, nosotros somos la persona con quien
estaremos durante el resto de nuestra vida, pase lo que pase y es por este motivo
que tener una buena relación con uno mismo nos permite evitar ser tan
necesitados de los demás. Y es que si no aprendemos a llevarnos bien, a amarnos
y a tratarnos bien a nosotros mismos, nuestra vida se volverá gris y generaremos
dependencia y enganches tóxicos con otras personas.
Nuestro objetivo es lograr sentir que solos estamos bien, a pesar de que
podamos preferir (y de hecho yo creo que todos lo preferimos) estar en pareja.
Somos seres sociales y por ello, la parte de la comunicación es vital para
nosotros. Necesitamos hablar, comentar con otros, compartir pensamientos,
inquietudes, ilusiones, miedos. Necesitamos comunicarnos.
Y para acabar, morimos también solos. Podemos tener a alguien al lado, pero nos
enfrentamos solos a una de las experiencias más temidas para nosotros: la
muerte. Hemos intentado explicar lo que es la muerte y lo que significa pero a
pesar de haber muchas teorías, es algo aún desconocido. Y aquello que
desconocemos, nos asusta. El ser humano siempre busca comprender, lo necesita
para estar tranquilo y recuperar la sensación de control pero en este caso, aún no
hemos encontrado las respuestas. Y de ahí nuestro miedo a la soledad.
2- ¿Qué es? ¿De qué hablamos cuando nos referimos al miedo a quedarnos
solos? (diferentes formas del miedo a quedarse solo)
Pablo Neruda
De entrada, podemos decir que todo ser humano tiene el instinto de agruparse
(exceptuando algún caso en particular), un impulso o necesidad de entrar en
contacto con otras personas. Cuando esto ocurre, con algunas de ellas sentimos
una sintonía, una empatía y ciertos aspectos en común que hacen que deseemos
estrechar aún más nuestros lazos y ese vínculo se va haciendo más y más fuerte.
Es cuando aparece la amistad. Con los amigos sentimos cariño, ganas de
compartir, de darnos apoyo, de ayudar, y si además sentimos deseo, pasión y
ganas de estar cerca del otro y construir un futuro de la mano, entonces es
cuando aparece el amor.
Otras personas, son más sociables y no tienen problemas para relacionarse con
los demás. Lo que ocurre es que han pasado mucho tiempo en una relación tóxica
por la que se han ido quedando sin amigos. La dependencia emocional tiene un
componente obsesivo muy importante. No pensamos en nada más que en la otra
persona, vivimos obsesionados en conseguir que aquella relación funcione (a
pesar de saber muy bien en las profundidades de nuestro Ser, que nunca
funcionará). Nuestros amigos y seres queridos, ven con una nitidez aplastante la
absurdidad de la relación y ya nos saben qué decirnos. Poco a poco, llenos de
impotencia se van alejando, cansados de que no les hagamos caso y elijamos
seguir sufriendo al lado de alguien tóxico.
Finalmente llega un día que sea por el motivo que sea, la relación acaba. Es
entonces cuando empieza nuestra cuesta arriba. Debemos rehacer nuestra vida,
ir sanando las heridas que han quedado en nosotros y ver qué queda de la gente
que antes teníamos tan cerca pero que hoy ya no están.
Esto es algo que vive muchísima gente, te lo aseguro. Teníamos tantas energías
puestas en aquella relación, nos ocupaba una parte tan grande de nuestra mente,
que al desaparecer nos sentimos completamente perdidos, mutilados, como si
nos faltara una parte. Y lo peor de todo, nos hemos quedado solos. A nuestro
alrededor ya no queda prácticamente nadie. Eso, sin duda, duele. Puede doler
tanto que nos lleve incluso a decidir retomar aquella relación enfermiza que
sabemos bien que no nos hará felices jamás. Si lo hacemos y volvemos ahí, será
cuestión de muy poco tiempo (puede que horas o incluso minutos), para que nos
arrepintamos.
En cualquier caso una vez estamos fuera, ese vacío asfixiante en el que
navegamos debe ser la herramienta que nos ayude a aprender lo necesario de
aquella situación, para que así no volvamos a cometer los mismos errores.
Será una cuesta arriba, pero hay que tener claro que lo más importante es
ponerse en marcha. Una vez nos movamos, el camino rápidamente se verá
mucho más fácil.
Al final, todos buscamos tener otras personas a nuestro alrededor. Insisto, somos
seres sociales y como tales, necesitamos relacionarnos con otros semejantes. Y
entre todas las relaciones, la más importante es la relación de pareja. Por este
motivo, si nos vemos en un momento de nuestra vida en el que por creencias,
educación o por lo que sea, sentimos que deberíamos tener pareja y no la
tenemos, puede que lo llevemos francamente mal. La pérdida que más hace
aflorar nuestro pánico a la soledad, es la pérdida de la pareja y ya que se trata de
un tema tan importante para la mayoría de los seres humanos, vamos a
profundizar un poquito más sobre ello...
Hace poco que se empieza a hablar de este término. Nuestro afán de ponerle un
nombre a todo nos lleva a ir creando nuevas etiquetas. Pues bien, Anuptafobia es
como han decidido llamarle al miedo a no encontrar pareja, es la fobia a
permanecer soltero/a toda la vida.
Se recuperó, pero a los pocos meses de estar bien, encontró a otro hombre. Ella
misma se reconocía como desesperada por encontrar a alguien más. Al analizarlo
con más profundidad, se daba cuenta que siempre había estado así desde que
empezó la relación con su pareja (con quien nunca se casó) quince años atrás.
Estaba con él pero seguía buscando. No le gustaba, no era suficiente y no le
dejaba pero tampoco se cansaba de buscar. Era como si tuviera la intuición de
que algún día lo iba a encontrar. No se daba cuenta de que ella no iba a encontrar
a nadie que encajara porque se encargaba bien de elegir siempre perfiles que
estuvieran lejos de lo que le gustaría que fueran.
Susana era infeliz. No tenía ilusiones y aunque vivía acompañada, tenía al lado a
alguien que no le gustaba en absoluto.
Los casos como el suyo son muy frecuentes. Intentamos evadirnos de nuestra
vida gris, con relaciones paralelas que tras pasar los primeros tres meses, se
transforman en angustia, tristeza y un malestar aún más profundo que antes de
aparecer. Todo para olvidarnos de la vida insulsa que tenemos al lado de alguien
a quien ni siquiera amamos.
3-La soledad y el yo
Si se acaba una relación, es normal pasar períodos de tristeza, hay que hacer un
duelo.
Muchas mujeres padecen el Síndrome de la niña buena que las lleva a poner las
necesidades de los demás y atenderlas antes que las suyas propias.
Muchas veces el no tener pareja nos lleva a hacernos la pregunta: ¿Qué está mal
en mi? Si no encuentro a nadie con quien tener una relación de pareja, puedo
pensar que soy yo que no soy suficiente, que no soy guap@, o interesante,
adecuad@, divertid@, que no tengo nada que aportar a los demás, etc… eso
provoca una bajada importante de nuestra autoestima. El problema es que la
idea de no ser “suficientemente…” es algo no cuantificable, con lo cual, es difícil
de mejorar o darle la vuelta, es una meta demasiado indefinida...
La vergüenza por estar solos se puede ver desde la típica situación en la que
decidimos pedir un menú de comida rápida en vez de ir a cenar solos en un
bonito restaurante o quedarse en casa en vez de ir al cine, o al teatro o de
vacaciones. Está claro que puede haber quien prefiera ir acompañado porque si
no no se divierte igual o le parece aburrido, pero el problema viene cuando uno
siente que querría hacerlo pero sus inseguridades se lo impiden.
En este sentido, cuando hablamos del miedo a quedarnos solos, hay muchas más
mujeres identificadas que hombres. Y también en eso somos más confusas e
indefinidas que los hombres. Por ejemplo, respecto a lo que somos, queremos y
buscamos las mujeres. Queremos una pareja que nos cuide y nos de seguridad y
al mismo tiempo queremos ser independientes y autónomas. Parece
contradictorio pero así sucede. Queremos valernos por nosotras mismas y no
queremos a nadie “que nos mantenga” pero nos sigue encantando cuando el
hombre al que estamos conociendo y nos ha llevado a cenar a un sitio especial,
paga la cena o más adelante decide pagar la hipoteca. Deseamos que pruebe su
amor, pagando la cena o así lo interpretamos, por lo menos. No me negaréis que
si alguna vez os habéis encontrado con una primera cita en la que el chico
después de una romántica cena ha sacado la calculadora para dividir la cuenta, le
habéis “condenado a muerte” interiormente, teniendo claro que acaba de echar
por la borda todas las oportunidades que tenía para que os gustara. Me han
explicado esta situación muchas de mis pacientes.
Tenemos mucha influencia del progreso experimentado respecto a las mujeres
que cada vez son y se sienten más libres, más exitosas y menos dependientes,
pero por otro lado, los mensajes que recibimos constantemente a través de los
medios de comunicación, son contrarios a ello. Nos empujan a seducir, a estar
perfectas para gustar y ser deseadas. Y si profundizamos un poco más, ¿para qué
es tan importante para nosotras sentirnos deseadas? Para conseguir pareja y en
última instancia, casarnos y formar una família.
Con ello, vemos que si bien partimos de un punto diferente que parece que nos
lleva por diferentes caminos, al final, hombres y mujeres vamos a desembocar al
mismo sitio.
El daño que hacen los medios de comunicación a la mujer y cada vez más
también al hombre: la presión por un físico deseable, extrema delgadez o, en
caso de no encajar, tener la oportunidad de adquirir todo tipo de productos que
harán el trabajo por nosotros. Anuncios de perfume, de ropa o de coches siempre
encabezados por la pareja perfecta, los dos guapos, bien vestidos y claramente
exitosos. Las canciones, las novelas, las películas... Todos estos inputs son, en
caso de no haber conseguido o de haber perdido (si lo teníamos) lo que nos
muestran, una inyección letal para nuestra autoestima.
Se trata de un río alimentado por dos afluentes. Por un lugar está el cultural y el
social, que crea un clima que las personas solas (más las mujeres) respiran día a
día. Y por otra parte, el segundo, tiene que ver con el desarrollo de nuestra
identidad personal. Es importante para cualquier persona entender cómo
algunas de las experiencias fundamentales que hemos vivido desde la infancia
hasta la edad adulta, afectan a la forma en que el sentido del yo evoluciona, en
especial en relación con nuestras experiencias tempranas de soledad.
Si nos remontamos a tiempos lejanos, nos daremos cuenta que antiguamente las
mujeres estaban, de alguna forma, obligadas o empujadas a casarse y a
continuación a tener hijos. Casi no tenían elección si no querían permanecer
solteras durante el resto de sus vidas, lo cual era visto como un profundo fracaso.
Hoy, afortunadamente las cosas han cambiado. Todos podemos decidir tener o
no tener pareja y es por este motivo que no tiene demasiado sentido quedar
atrapados por esa terrible desesperación, si en algún momento o etapa de
nuestra vida, no encontramos esa otra persona que tanto anhelamos.
Pero tal y como pasa tantas veces, aunque hoy la situación sea otra y los motivos
de un ayer lejano ya no encajan con nuestro presente, seguimos arrastrando
aquellas creencias. Se transmiten de generación en generación como unos
códigos que se han hecho invisibles pero que aún pueden palparse. Conviven
aquí con nosotros y por consiguiente, nuestras conductas siguen viéndose
afectadas por ellos.
Lo que también puede hacer crecer nuestra pena, es si aparte de ser los únicos
del grupo que no tenemos pareja, además somos rechazados por alguien que nos
gustaba y veíamos como posible compañero, alguien a quien ya habíamos
adjudicado el puesto que tenemos preparado para la pareja y que creíamos que
encajaba a la perfección con dicho lugar.
Es cierto también, que más allá de los cambios que hayamos vivido en nuestra
sociedad respecto a cómo veían las relaciones hace unos cuantos años, como ya
he comentado sigue estando mal visto no tener pareja a determinada edad.
En la consulta he visto a muchas personas que eran objeto de burlas y
comentarios poco respetuosos por no tener pareja. Principalmente si se trataba
de mujeres en un entorno de hombres.
Es triste que una mujer tenga que escuchar comentarios ya sean directos o no, de
que a ver si encuentra un hombre rápido o se le pasará el arroz o respecto a la
posibilidad o no de que sea lesbiana (¡¡como si eso fuera un defecto o algo que
tuviera que anunciarse en la oficina para que los demás se queden tranquilos¡¡!!).
Todos deberíamos reconectar con el niño que fuimos y con esa capacidad para
asombrarnos con cada nueva experiencia. Sin embargo, nuestra frescura y
nuestro asombro desaparecen.
También en la infancia hemos tenido que enfrentarnos a veces a la experiencia
de un divorcio de los padres, la muerte de un ser querido, que un amigo nos
fallara, avergonzarnos por un padre alcohólico y otras experiencias que nos
conectan con la desilusión, la pérdida y el desamparo.
Son experiencias que vamos viviendo y las vamos afrontando pero sus
consecuencias en nosotros empiezan a verse a partir de la adolescencia, cuando
nos damos cuenta que somos vistos por los demás y todas las inseguridades y
miedos producidas por esas experiencias afloran sin reparo alguno.
Y de esta manera, vamos aprendiendo a escondernos, nos cuesta decir lo que
pensamos, sentimos o queremos y nos esforzamos por convertirnos en ese “niño
bueno” que con las parejas busca complacer a su padre para obtener su amor y
su reconocimiento, o nos convertimos en un “niño malo” que no encuentra el
buen amor con ninguna otra persona y cae en una vida desgraciada y llena de
carencias de todo tipo.
Muchas veces, el niño sufre pérdidas (muerte del padre, de la madre, abandono,
ausencias prolongadas…) pero no puede pedir el amor y cariño que necesitan
porque no son conscientes de lo que les pasa. No pueden entender qué es lo que
sienten.
A veces la pérdida es por muerte o abandono de uno de los padres, pero también
podemos considerar una pérdida, aquellos casos en los que hay un padre/madre
que deja de querer a su hijo de una manera amorosa, le critica negativamente de
manera habitual o favorece a otro hermano con frecuencia...son situaciones por
desgracia habituales y que no se ven tan claras como cuando un progenitor
desaparece, pero que igualmente causan un dolor permanente y difícil de borrar
en el futuro adulto.
Y es que el niño siempre tiende a sentir que aquello ocurre por su culpa. Piensa
que si fuera más bonita, o más listo, o más fuerte,...le gustaría más al padre o la
madre o habría evitado que aquello pasara. Es en la temprana infancia cuando se
empieza a construir la autoestima y vivir estas emociones de culpa o
inferioridad, tendrán consecuencias devastadoras (pero nunca irreversibles)
para la misma.
Cuando la relación con esos “dioses autoproclamados” se acaba, cada una de las
pérdidas que vivimos nos sacude desde nuestras entrañas y algunas son tan
duras que nos obligan a enfrentarnos, sin que tengamos otra opción con nuestra
soledad.
El reto es, sin duda, aprender a lidiar con esos sentimientos de dolor y ansiedad
en vez de intentar escapar de ellos (que es lo que tendemos a hacer con
frecuencia). Debemos ser capaces de sentir que las consecuencias de seguir
actuando condicionados por el miedo a la soledad, son mucho peores (nos harán
sufrir mucho más) que las consecuencias de enfrentarnos al hecho de estar solos.
Debemos darnos cuenta de que estando solos podemos sentirnos en paz y
armonía y que podemos estar mucho mejor que al lado de alguien que no nos
quiere de una manera sana.
-La parte social es otra de las que más importan e interfieren. Sentir que se
pertenece a un círculo de amigos en el que el niño se sienta aceptado, sentir que
forma parte de él. Éstos círculos, (familia, escuela, amigos…) son determinantes
porque le enseñan al niño lecciones sobre intimidad y vínculos afectivos. Estas
experiencias serán diferentes en función de cómo se den ya que si no se siente
aceptado pueden provocar ansiedad, miedo rabia o envidia.
Cuando la soledad se siente más como una expulsión que como una opción, el
niño o la niña buscará la aceptación cambiando su manera de ser y dejando de
lado su autenticidad, con el objetivo de ser lo que cree que los demás esperan de
ella y ser así incluída por ellos.
No es de extrañar, por lo tanto, que el miedo a ser rechazados o a no pertenecer
pueda con el tiempo interferir en la apreciación de la soledad de un adulto y que
le lleve a vivirla con dureza y rechazo en vez de convertirla en algo creativo y
muy positivo para crecer y crear.
-Y si por un lado tenemos la importancia de la parte social, por otro lado tenemos
también la importancia de tener espacios privados y personales. Esos en los que
uno se conecta consigo mismo. Son espacios de soledad activa/creativa, en los
que podemos encontrar placer leyendo libros, escribiendo un diario, escuchando
música...Estamos a gusto, no nos sentimos solos, estamos conectados con
nosotros y son espacios de crecimiento emocional y a veces también crecimiento
psicológico y espiritual. Son espacios de soledad pero no de aislamiento. El
aislamiento es como un jardín oscuro y sombrío que genera malestar e
incomodidad. La soledad sana, en cambio, es un espacio que puede contener
diferentes experiencias.
Aprender a identificar otros tipos de soledad, nos puede ayudar a buscar
este espacio dentro de nosotros.
5- Síntomas / Características
-No ponen límites a los hombres o mujeres con los que se relacionan, lo toleran
todo por miedo a perderles. Excesivamente complacientes. Su pareja, acaba
sintiendo aburrimiento a su lado debido a su falta de personalidad.
-Si la otra persona les dice que quiere estar solo un tiempo, no aceptan que les
está diciendo que quieren terminar la relación, que no son claros porque
intentan no ser hirientes, no hacerle daño y lo dicen como pueden pero aunque
solo hay una interpretación posible, la otra persona quiere convencerles de que
no es así y no paran hasta conseguir que el que quería irse se eche atrás.
-Parece que todo va bien pero no hay comunicación. No son capaces de plantear
un diálogo sincero para saber qué está pasando, por miedo a que escarbar en ello
les pueda acabar llevando a la ruptura.
-Aferrarse al otro pase lo que pase, haga lo que haga como si fuera lo más valioso
e increíble que le ha caído en sus manos. ¿Te imaginas? Todo por miedo a
perderle, cuando en realidad, quedarte sin él sería el regalo más liberador y
satisfactorio de tu vida.
-Todo les parece válido con tal de no caer en el bando de las solteras
HERRAMIENTAS
sin asideros
sin pretextos
sin abrazos
sin rencores
sin las cosas que unen o separan
y en es sola manera de estar solo
ni siquiera uno se apiada de uno mismo
Mario Benedetti