Você está na página 1de 23

CÓMO VENCER

AL MONSTRUO

DE LA SOLEDAD
No es tan malo como parece.

​ SILVIA CONGOST
Mensaje de la autora

En mi primer libro ​Cuando amar demasiado es depender (Ed Zenith), hablo de


lo que es la dependencia emocional, de ese enganche tóxico que generamos a
menudo con nuestras parejas. Se trata de algo que sucede cuando a pesar de no
estar bien con alguien, de querer o necesitar que cambie ciertos aspectos, de que
sintamos que estamos dejando de ser la persona que éramos, que nos estamos
perdiendo a nosotros mismos, a pesar de todo y más, no podemos dejar a la otra
persona. Nos sentimos incapaces de romper ese vínculo tan dañino que nos va
destruyendo día a día. Tenemos la sensación de que si dejamos esa relación no lo
vamos a poder soportar, sufriremos tantísimo que esa opción está para nosotros
completamente descartada, por mucho que estemos sufriendo ya.

Siempre he tenido bastante claro que el hecho de ​sufrir por amor es como un
virus entre nosotros. Está tan extendido que en muchas ocasiones ni tan solo lo
percibimos y nos parece incluso algo normal. Está claro que no debería ser así y
que esto es una señal de un amor mal entendido, pero no es nada fácil realizar un
cambio en este sentido. Es por esto que decidí escribir ​Si duele, no es amor
(Zenith), mi último libro.

Las causas por las que acabamos quedando atrapados en determinadas


relaciones a pesar de no encajar con lo que desearíamos en realidad,
normalmente son dos:
-En primer lugar por una ​Autoestima demasiado baja. Para explicar qué es la
Autoestima, por qué unos se sienten fuertes y seguros y otros más débiles y se
identifican como personas inseguras en general, escribí mi segundo libro
Autoestima Automática (Zenith). Creo que aprender a tomar conciencia de
cómo nos afecta nuestra autoestima en nuestro día a día y adquirir herramientas
y hábitos saludables que nos ayudarán a mejorarla, es básico para cualquier ser
humano que se haga preguntas y que sienta el afán y las ganas de mejorar.
-Y en segundo lugar, el otro factor que proviene de la falta de autoestima y que
nos conduce a elegir o permanecer demasiado tiempo con personas que no
​ encajan con lo que somos y queremos, es el ​Miedo a la soledad. Este miedo
puede adoptar varias formas o lo podemos llamar de muchas maneras a pesar de
que siempre viene a ser lo mismo: Miedo al abandono, a los cambios, a las
pérdidas, a quedarnos solos, a no encontrar una pareja...a la muerte.

Y de este tema trata precisamente este Ebook: ​Cómo vencer al monstruo de la


soledad. Gracias a las miles de sesiones que he realizado con las personas que
vienen a nuestros centros, he podido comprobar como este miedo siempre está
ahí, ya sea latente y escondido o en primera línea, pero siempre está. Es un
miedo que nos desgarra, que puede paralizarnos y que de no aprender a
atravesarlo, nos puede encarcelar en una vida llena de desdicha, tristeza y
resignación.

Es curioso porque la mayoría de personas aterradas y a veces paralizadas por el


monstruo de la Soledad, acaban encadenandose con fuerza a otras personas que
por su manera de ser, de tratarlas o de comportarse, consiguen que se sientan
aún más solas. Pero aunque parezca contradictorio o irracional, a menudo lo
preferimos. Elegimos estar mal acompañados, para evitar estar solos. Y si por lo
que sea nos vemos obligados a enfrentarnos a una ruptura o divorcio, no
podemos evitar interpretarlo como un grandísimo fracaso.
La idea de la soledad nos genera tal desesperación, que sin darnos cuenta nos
agarramos a la primera alternativa que nos pasa por delante. Y si no se nos
presenta ninguna opción, entramos en una dinámica de tratarnos mal a nosotros
mismos, que nos coloca en una posición en la que aún nos va a ser más difícil
porque cuanto más nos digamos que no lo vamos a conseguir, menos
probabilidades tendremos de lograrlo.
INTRODUCCIÓN

¿Cuál es ese miedo atroz con el que conectamos tan a menudo la mayoría de
seres humanos? El miedo a quedarnos solos. El miedo a no tener a nadie que nos
ame, a no encontrar una pareja con quien compartir nuestros días hasta que se
acerque el fin.

*Ese temido miedo al abandono que sentimos cuando no tenemos pareja y que
nos hace conectar con una urgencia interior arrolladora que nos empuja con
ansias para que encontremos a alguien con quien estar. Alguien con quien
compartir determinados momentos, aunque sea solamente una presencia física
humana que esté ahí, cerquita. No importa cómo nos trate ni qué nos demuestre
con ello, da igual cómo nos haga sentir. Nos comprometemos a ser agradecidos
por habernos elegido y a complacerle y dejarlo pasar todo, por doloroso que a
priori pueda parecer.

*Ese temido miedo al abandono que sentimos también cuando sí tenemos pareja,
pero que no nos permitimos disfrutar ni estar tranquilos ya que por si acaso,
empezamos a pensar en qué pasaría si nuestra pareja un día decide que no
quiere seguir a nuestro lado y se va. Es como si nos diera la sensación de que si lo
hemos pensado a fondo antes un millón de veces, cuando llegue el día estaremos
más preparados. No es así. Lo único que conseguimos es amargarnos durante el
camino de la relación, y amargar al otro también por si acaso. Si llega el día en el
que ese temido final se hace real y nos abandonan, eso dolerá y el proceso de
duelo deberemos hacerlo, nos apetezca o no. . .

Soledad… Vacío… Miedo… Dolor… Silencio… Miedo… Vacío… Soledad…

De hecho, si lo pensamos un poco, en realidad siempre estamos solos. Para


empezar nacemos solos. Solos nos enfrentamos a la primera gran dificultad de la
vida, al primer gran cambio: el nacimiento. Es una experiencia que para muchos
puede ser muy traumática. No lo vive igual un niño a quien le estiran la cabeza
con unos fórceps, que uno que nace cómodamente por cesárea. Aunque nuestro
cerebro aún no está completamente desarrollado, son experiencias que vivimos y
que quedan en nosotros dejando una huella profunda.

A lo largo de nuestra vida también estamos solos. Somos una mente y un cuerpo
físico. En ocasiones podemos rodearnos de otros cuerpos y otras mentes pero
uno siempre está solo consigo mismo. Es por esto que es tan importante
desarrollar una buena autoestima, nosotros somos la persona con quien
estaremos durante el resto de nuestra vida, pase lo que pase y es por este motivo
que tener una buena relación con uno mismo nos permite evitar ser tan
necesitados de los demás. Y es que si no aprendemos a llevarnos bien, a amarnos
y a tratarnos bien a nosotros mismos, nuestra vida se volverá gris y generaremos
dependencia y enganches tóxicos con otras personas.
Nuestro objetivo es lograr sentir que solos estamos bien, a pesar de que
podamos preferir (y de hecho yo creo que todos lo preferimos) estar en pareja.
Somos seres sociales y por ello, la parte de la comunicación es vital para
nosotros. Necesitamos hablar, comentar con otros, compartir pensamientos,
inquietudes, ilusiones, miedos. Necesitamos comunicarnos.

Y para acabar, morimos también solos. Podemos tener a alguien al lado, pero nos
enfrentamos solos a una de las experiencias más temidas para nosotros: la
muerte. Hemos intentado explicar lo que es la muerte y lo que significa pero a
pesar de haber muchas teorías, es algo aún desconocido. Y aquello que
desconocemos, nos asusta. El ser humano siempre busca comprender, lo necesita
para estar tranquilo y recuperar la sensación de control pero en este caso, aún no
hemos encontrado las respuestas. Y de ahí nuestro miedo a la soledad.

Creo que en definitiva, el miedo a la soledad o al abandono no es otra cosa que el


miedo a la muerte, el miedo al final.

2- ¿​Qué es? ¿De qué hablamos cuando nos referimos al miedo a quedarnos
solos? (diferentes formas del miedo a quedarse solo)

Amor, cuántos caminos hasta llegar


a un beso, ¡ qué soledad errante
hasta tu compañía !

Pablo Neruda

De entrada, podemos decir que todo ser humano tiene el instinto de agruparse
(exceptuando algún caso en particular), un impulso o necesidad de entrar en
contacto con otras personas. Cuando esto ocurre, con algunas de ellas sentimos
una sintonía, una empatía y ciertos aspectos en común que hacen que deseemos
estrechar aún más nuestros lazos y ese vínculo se va haciendo más y más fuerte.
Es cuando aparece la amistad. Con los amigos sentimos cariño, ganas de
compartir, de darnos apoyo, de ayudar, y si además sentimos deseo, pasión y
ganas de estar cerca del otro y construir un futuro de la mano, entonces es
cuando aparece el amor.

Siempre buscamos la compañía, ya sea de una forma u otra. Algunas personas


por su manera de ser más introvertida o con dificultades para relacionarse, se
apartan de los demás. Por un lado, así están más tranquilos por el hecho de no
tener que enfrentarse a las posibles críticas o a que vean que no están a la altura
o un montón de desaprobaciones más que se hacen a sí mismos. Pero por el otro,
eso les hace sentir profundamente desdichados. Cuanto más se han apartado más
les cuesta romper esa barrera y cuanto más les cuesta, peor se sienten. Aquellos
que encajan con este perfil, verán muy difícil encontrar a alguien porque apenas
se relacionan con nadie. Y si se relacionan, lo hacen con personas que comparten
sus mismas dificultades a nivel social, con lo que tampoco logran ninguna
mejora. Sienten un terrible miedo a quedarse solos, a no salir de allí y lo
justifican con su día a día rutinario y poco prometedor.

Otras personas, son más sociables y no tienen problemas para relacionarse con
los demás. Lo que ocurre es que han pasado mucho tiempo en una relación tóxica
por la que se han ido quedando sin amigos. La dependencia emocional tiene un
componente obsesivo muy importante. No pensamos en nada más que en la otra
persona, vivimos obsesionados en conseguir que aquella relación funcione (a
pesar de saber muy bien en las profundidades de nuestro Ser, que nunca
funcionará). Nuestros amigos y seres queridos, ven con una nitidez aplastante la
absurdidad de la relación y ya nos saben qué decirnos. Poco a poco, llenos de
impotencia se van alejando, cansados de que no les hagamos caso y elijamos
seguir sufriendo al lado de alguien tóxico.
Finalmente llega un día que sea por el motivo que sea, la relación acaba. Es
entonces cuando empieza nuestra cuesta arriba. Debemos rehacer nuestra vida,
ir sanando las heridas que han quedado en nosotros y ver qué queda de la gente
que antes teníamos tan cerca pero que hoy ya no están.
Esto es algo que vive muchísima gente, te lo aseguro. Teníamos tantas energías
puestas en aquella relación, nos ocupaba una parte tan grande de nuestra mente,
que al desaparecer nos sentimos completamente perdidos, mutilados, como si
nos faltara una parte. Y lo peor de todo, nos hemos quedado solos. A nuestro
alrededor ya no queda prácticamente nadie. Eso, sin duda, duele. Puede doler
tanto que nos lleve incluso a decidir retomar aquella relación enfermiza que
sabemos bien que no nos hará felices jamás. Si lo hacemos y volvemos ahí, será
cuestión de muy poco tiempo (puede que horas o incluso minutos), para que nos
arrepintamos.

En cualquier caso una vez estamos fuera, ese vacío asfixiante en el que
navegamos debe ser la herramienta que nos ayude a aprender lo necesario de
aquella situación, para que así no volvamos a cometer los mismos errores.
Será una cuesta arriba, pero hay que tener claro que lo más importante es
ponerse en marcha. Una vez nos movamos, el camino rápidamente se verá
mucho más fácil.

Otros, ante la ruptura de la relación se sustentan y apoyan en los amigos que sí


que siguen allí. En estos casos, cuando tenemos apoyo y cariño muy cercano, nos
es mucho más fácil recuperarnos. Aun así, si este grupo que tenemos al lado, no
comparte nuestra misma situación (estar sin pareja), esto puede llevarnos a
sentirnos mucho peor, al compararnos y darnos cuenta de que tenemos que
volver a empezar. Depende de cual sea nuestra edad en ese momento, puede que
los que nos rodean tengan todos pareja, que ya empiecen a tener hijos y que sus
objetivos sean completamente diferentes. Ello hará que nos sintamos mucho más
lejos y no nos va a ayudar demasiado en nuestro proceso de reconstrucción. Por
ello, es muy importante que las personas con las que nos agrupemos si vivimos
una ruptura como la que estamos describiendo, sean personas que se encuentren
en condiciones parecidas a la nuestra.
Es cierto que mantenerse o permanecer en una relación de pareja durante
muchos años no significa que todo vaya bien. Tener a ese ​alguien en quien
confiar y que nos enriquezca es muy importante por lo que hay que ser muy
consciente a la hora de elegir.

Al final, todos buscamos tener otras personas a nuestro alrededor. Insisto, somos
seres sociales y como tales, necesitamos relacionarnos con otros semejantes. Y
entre todas las relaciones, la más importante es la relación de pareja. Por este
motivo, si nos vemos en un momento de nuestra vida en el que por creencias,
educación o por lo que sea, sentimos que deberíamos tener pareja y no la
tenemos, puede que lo llevemos francamente mal. La pérdida que más hace
aflorar nuestro pánico a la soledad, es la pérdida de la pareja y ya que se trata de
un tema tan importante para la mayoría de los seres humanos, vamos a
profundizar un poquito más sobre ello...

2.1 Anuptafobia (o el miedo a no encontrar pareja)

Hace poco que se empieza a hablar de este término. Nuestro afán de ponerle un
nombre a todo nos lleva a ir creando nuevas etiquetas. Pues bien, Anuptafobia es
como han decidido llamarle al miedo a no encontrar pareja, es la fobia a
permanecer soltero/a toda la vida.

En realidad normalmente no nos hace entrar en crisis de pánico como otras


fobias, pero sí que puede generar estados ansiosos y depresivos muy graves.

Podemos considerar que después de haber terminado una relación, tener un


poco de miedo a no encontrar a nadie más, en algunos casos es normal, a
determinada edad o en determinadas circunstancias, pero puede ser algo muy
dañino si este miedo se acaba convirtiendo en pánico, fobia u obsesión.

Lo que no puede ser, es que no le encontremos sentido a la vida por el hecho de


no tener pareja ya que, si bien puede llegar a ser una parte muy importante de
nuestro día a día, hay muchas otras áreas que debemos alimentar y que nos
aportarán mucho.

Según lo han clasificado, podemos dividir la Anuptafobia en dos grupos:

*Miedo a quedarse soltero/a


Son muchas las personas que planifican el día en el que van a encontrar la
persona perfecta, adecuada para compartir su vida. Tienen una idea muy clara de
cómo será la relación y de cómo será su vida de que eso suceda. Tanta nitidez, les
lleva a que si no encuentran esa persona, la desesperación es tan grande que las
hace reaccionar de dos posibles formas:
● Empezar a salir con la primera persona que se cruce por delante. No se lo
van a pensar ni se van a dar tiempo para descubrir cómo es realmente el
otro, ni ver si encaja realmente con lo que están buscando. Incluso los hay
que se casan después de salir menos de un año (sí sí, para toda la vida).
Son esas relaciones que cuando les observas, puedes quedar abrumado
por la rapidez con la que toman decisiones y compromisos
importantísimos en un abrir y cerrar de ojos. Algunas de esas decisiones
que nunca deberían tomarse antes de que pasen uno o dos años (que es el
tiempo que necesitamos para conocer bien al otro) son por ejemplo tener
un hijo, firmar una hipoteca o dejar un trabajo que nos gusta. Aquello que
tenga que ver con terceras personas que dependen de nosotros y de
nuestro bienestar (los hijos), lo que tenga que ver con nuestro dinero
(que nos hemos ganado con nuestro esfuerzo o no) y lo que tenga que ver
con aquello que nos hace sentir realizados (trabajo, negocio, etc), no
tendría que ser negociable nunca antes de que sintamos que conocemos
bien al otro y que queremos comprometernos y apostar realmente por él
o ella.

● Permanecer demasiado tiempo en una relación destructiva. Agarrarse a la


falsa seguridad que les dió la promesa de un compromiso de por vida.
Temen lo que les puede pasar si de repente un día se quedan solos y en
muchos casos el miedo a estar solos es mayor que el miedo al maltrato o
al abuso que están sufriendo, el miedo a la pérdida es mayor que el miedo
al mismo sufrimiento, por lo que acaban sufriendo muchísimo más que si
se enfrentaran a su inofensivo miedo a la soledad.

*Miedo a casarse con la persona equivocada​. Este miedo comporta para


quienes lo viven, una incapacidad a la hora de comprometerse (muchos lo llaman
miedo al compromiso). Pueden llegar a ofrecer un determinado nivel de
compromiso, pero seguirán buscando “la persona ideal”. Les costará mucho
aceptar el matrimonio (siendo un vínculo ​para toda la vida, debido a ese miedo a
no haber elegido correctamente la persona que tienen al lado. Tendrán la
sensación que a su pareja siempre le falta algo. Se quedarán a menudo con la
sensación de que no están del todo convencidos. Esas dudas les pueden llevar a
que no les acabe funcionando ninguna relación.

Recuerdo el caso de Susana. Una mujer inteligente y profesionalmente exitosa,


que estaba atrapada en una relación completamente tóxica para ella. Un hombre
con el que no tenía nada que ver en ningún aspecto. Eran diferentes en todo y no
compartían prácticamente nada.
Por otro lado Susana había quedado atrapada en una relación paralela con un
chico joven, que estaba casado y con una hija pequeña. Era un chico con el que
solo tenían relaciones sexuales a pesar de que para ella era algo más. Él siempre
fue muy claro con el tema y le decía que no tenía ninguna intención de dejar a su
mujer ni romper su matrimonio. Al principio a Susana ya le parecía bien, pero
poco a poco se fue ilusionando.
Vino a verme porque el chico le dijo que lo mejor era que no se vieran más
(probablemente lo hizo al ver que ella ya no tenía suficiente con lo que tenían) y
eso para ella fue un golpe que no podía encajar. Se obsesionó mucho e hicimos un
trabajo para que lograra cortar aquel enganche.

Se recuperó, pero a los pocos meses de estar bien, encontró a otro hombre. Ella
misma se reconocía como desesperada por encontrar a alguien más. Al analizarlo
con más profundidad, se daba cuenta que siempre había estado así desde que
empezó la relación con su pareja (con quien nunca se casó) quince años atrás.
Estaba con él pero seguía buscando. No le gustaba, no era suficiente y no le
dejaba pero tampoco se cansaba de buscar. Era como si tuviera la intuición de
que algún día lo iba a encontrar. No se daba cuenta de que ella no iba a encontrar
a nadie que encajara porque se encargaba bien de elegir siempre perfiles que
estuvieran lejos de lo que le gustaría que fueran.

Susana era infeliz. No tenía ilusiones y aunque vivía acompañada, tenía al lado a
alguien que no le gustaba en absoluto.
Los casos como el suyo son muy frecuentes. Intentamos evadirnos de nuestra
vida gris, con relaciones paralelas que tras pasar los primeros tres meses, se
transforman en angustia, tristeza y un malestar aún más profundo que antes de
aparecer. Todo para olvidarnos de la vida insulsa que tenemos al lado de alguien
a quien ni siquiera amamos.

También recuerdo el caso de Ricardo, un chico que aparentemente lo tenía todo,


pero que tenía también este gran problema. En un viaje que hizo a Italia conoció
a Carolina. Se enamoraron locamente al instante. Se ilusionaron y desde aquellos
primeros días, tuvieron que separarse porque él regresó a España pero se vieron
cuatro veces más en diferentes viajes que fueron programando. Él estaba
dispuesto a darlo todo para ella. Decidieron que ella se vendría a vivir a España,
dejó su trabajo, vendió su coche y se alejó de su familia por amor, por el amor
que sentía (supuestamente) hacia Ricardo. Y digo supuestamente porque con
tres o cuatro viajes que compartas con alguien, y varias conferencias por Skype,
está claro que no llegas a conocerlo.
Al principio de su vida en común parecía que todo era fantástico, pero pronto
empezaron los problemas. De hecho, todos los problemas giraban entorno a
cómo Ricardo veía a Carolina. Primero se quejaba de su manera de hacer las
cosas, después se quejaba porque era muy desorganizada. Ella era muy tranquila
e iba haciendo todo a su ritmo y eso a él le ponía muy nervioso porque esperaba
que hiciera todo como él creía que debía hacerlo.
A los seis o siete meses, se quejaba si ella le preguntaba algo que no entendía, se
quejaba si dejaba la ropa en un sitio que a él no le gustaba, si no iba a dormir a la
hora que él consideraba que era la adecuada o si comía hamburguesa en vez de
ensalada.
Ricardo quería tener hijos y quería que fuera ella pero dudaba de si sería la
madre adecuada que él esperaba para sus hijos. Como solo le veía defectos, tenía
grandes dudas. Lo que no veía, era que con todas sus anteriores parejas le había
pasado lo mismo. Y lo que tampoco veía (al inicio), era que su madre estaba
detrás de todos esos problemas. Siempre había sido muy exigente y le educó con
comentarios negativos hacia las chicas que él elegía. Ninguna de ellas le parecía
bien, ninguna le gustaba suficiente y él necesitaba su aprobación, su visto bueno
para sentirse tranquilo y seguro.
Si quería cambiar aquello, debía enfrentarse a esa situación y vencer los miedos.
Al fin y al cabo, nadie está protegido contra la equivocación. Todos podemos
equivocarnos y si esperamos estar seguros al 100% para así tener unas
garantías, nos equivocamos porque nunca tendremos todas las garantías cuando
se trata de una relación de pareja.

3-La soledad y el yo

La soledad tienta a muchas mujeres y también a algunos hombres a creer que el


amor romántico les salvará. El miedo real, sin embargo, es a estar con uno
mismo. Y para evitar esa confrontación, el deseo de estar con alguien, algunas
veces sin importar quién, puede convertirse en una obsesión.
Aun cuando vemos que la relación no se transforma en ese vínculo tan especial
con el que inicialmente soñábamos, cuando decidimos que el otro no es la “otra
mitad” que habíamos fantaseado que era, puede que nuestro miedo al abandono
nos impida tomar la decisión de separarnos. El pánico que nos produce la idea de
cortar ese vínculo es más fuerte aún que el propio sufrimiento y puede mantener
a muchas parejas atadas a relaciones ya destruidas. Es como una mezcla entre
deseo y temor a estar solos, al mismo tiempo. Las personas tomamos decisiones
buscando siempre dos cosas: evitar sufrir u obtener placer. Si pienso que realizar
un cambio, va a ser más doloroso para mí que seguir donde estoy (donde ya lo
conozco), voy a aplazar ese cambio. Prefiero sufrir aquí que lo desconocido que
creo que me hará sufrir más aun.

Si se acaba una relación, es normal pasar períodos de tristeza, hay que hacer un
duelo.

En realidad, para conseguir nuestro máximo nivel de bienestar, necesitamos por


un lado las relaciones sociales, conectar con otras personas, y por otro lado,
necesitamos conectarnos con nosotros mismos, y eso solo lo podemos hacer en
solitario. Es en estos momentos en los que nos aislamos de los demás, cuando
nos volvemos creativos, cuando encontramos soluciones y tenemos nuevas ideas
y cuando podemos dormir, descansar y poner orden a todo lo que ha procesado
nuestro cerebro.
Por lo tanto, es muy importante dar espacio a ambas partes para conseguir un
equilibrio a nivel interior.

Muchas mujeres padecen el Síndrome de la niña buena que las lleva a poner las
necesidades de los demás y atenderlas antes que las suyas propias.

Es necesario descubrir que estar solos no significa soledad, ni sensación de vacío,


ni aislamiento, ni fracaso…no tiene por qué. Pero es cierto que hay una idea de lo
que es el “solterón” o “solterona” en nuestra sociedad, que nos pesa mucho. Nos
conecta con la imagen de una persona a la que no quiere nadie, una persona
fracasada. Nos siguen educando con la idea del matrimonio y la familia como el
objetivo principal de todo hombre y toda mujer (principalmente). Quedarse
soltera lo interpretamos en muchas ocasiones como sinónimo de ser una
perdedora y no es así en absoluto.

Cuando alguien se encuentra en esta situación, tiene el miedo o la preocupación


de qué tendrá que decir cuando lleguen las fiestas (Navidad, etc) para justificar
por qué no tiene pareja aún y de cómo hacerlo para no parecer una perdedora
(en las bodas, aniversarios…). Incluso si os fijáis en las bodas, si tienes pareja te
regalan una parejita de novios, en señal de que pronto te vas a casar (lo cual se
ve como motivo de celebración), pero si no tienes pareja te regalan un ramo de
flores, como señal de que pronto encontrarás a alguien y podrás celebrar que ya
podrás casarte... ¿Es que es ese el máximo objetivo de una mujer???? No debería
ser así. El hecho de que una persona acabe sintiendo vergüenza por estar sola o
no tener pareja en un momento determinado de su vida, nos demuestra que no lo
estamos haciendo muy bien a nivel de educación en este tema.

Muchas veces el no tener pareja nos lleva a hacernos la pregunta: ¿Qué está mal
en mi? Si no encuentro a nadie con quien tener una relación de pareja, puedo
pensar que soy yo que no soy suficiente, que no soy guap@, o interesante,
adecuad@, divertid@, que no tengo nada que aportar a los demás, etc… eso
provoca una bajada importante de nuestra autoestima. El problema es que la
idea de no ser “suficientemente…” es algo no cuantificable, con lo cual, es difícil
de mejorar o darle la vuelta, es una meta demasiado indefinida...
La vergüenza por estar solos se puede ver desde la típica situación en la que
decidimos pedir un menú de comida rápida en vez de ir a cenar solos en un
bonito restaurante o quedarse en casa en vez de ir al cine, o al teatro o de
vacaciones. Está claro que puede haber quien prefiera ir acompañado porque si
no no se divierte igual o le parece aburrido, pero el problema viene cuando uno
siente que querría hacerlo pero sus inseguridades se lo impiden.

En este sentido, cuando hablamos del miedo a quedarnos solos, hay muchas más
mujeres identificadas que hombres. Y también en eso somos más confusas e
indefinidas que los hombres. Por ejemplo, respecto a lo que somos, queremos y
buscamos las mujeres. Queremos una pareja que nos cuide y nos de seguridad y
al mismo tiempo queremos ser independientes y autónomas. Parece
contradictorio pero así sucede. Queremos valernos por nosotras mismas y no
queremos a nadie “que nos mantenga” pero nos sigue encantando cuando el
hombre al que estamos conociendo y nos ha llevado a cenar a un sitio especial,
paga la cena o más adelante decide pagar la hipoteca. Deseamos que pruebe su
amor, pagando la cena o así lo interpretamos, por lo menos. No me negaréis que
si alguna vez os habéis encontrado con una primera cita en la que el chico
después de una romántica cena ha sacado la calculadora para dividir la cuenta, le
habéis “condenado a muerte” interiormente, teniendo claro que acaba de echar
por la borda todas las oportunidades que tenía para que os gustara. Me han
explicado esta situación muchas de mis pacientes.
Tenemos mucha influencia del progreso experimentado respecto a las mujeres
que cada vez son y se sienten más libres, más exitosas y menos dependientes,
pero por otro lado, los mensajes que recibimos constantemente a través de los
medios de comunicación, son contrarios a ello. Nos empujan a seducir, a estar
perfectas para gustar y ser deseadas. Y si profundizamos un poco más, ¿para qué
es tan importante para nosotras sentirnos deseadas? Para conseguir pareja y en
última instancia, casarnos y formar una família.

Con ello, vemos que si bien partimos de un punto diferente que parece que nos
lleva por diferentes caminos, al final, hombres y mujeres vamos a desembocar al
mismo sitio.
El daño que hacen los medios de comunicación a la mujer y cada vez más
también al hombre: la presión por un físico deseable, extrema delgadez o, en
caso de no encajar, tener la oportunidad de adquirir todo tipo de productos que
harán el trabajo por nosotros. Anuncios de perfume, de ropa o de coches siempre
encabezados por la pareja perfecta, los dos guapos, bien vestidos y claramente
exitosos. Las canciones, las novelas, las películas... Todos estos inputs son, en
caso de no haber conseguido o de haber perdido (si lo teníamos) lo que nos
muestran, una inyección letal para nuestra autoestima.

Y a medida que nuestra autoestima disminuye, nos va invadiendo el miedo


que hará que nos resistamos a adentrarnos a la soledad que tanto
necesitamos para nutrirnos personal y espiritualmente en cada etapa de
nuestra vida.

Se trata de un río alimentado por dos afluentes. Por un lugar está el cultural y el
social, que crea un clima que las personas solas (más las mujeres) respiran día a
día. Y por otra parte, el segundo, tiene que ver con el desarrollo de nuestra
identidad personal. Es importante para cualquier persona entender cómo
algunas de las experiencias fundamentales que hemos vivido desde la infancia
hasta la edad adulta, afectan a la forma en que el sentido del yo evoluciona, en
especial en relación con nuestras experiencias tempranas de soledad.

Cuando tomemos en consideración los muchos mensajes culturales que alientan


a una persona a pensar en ella misma como inferior a otras, a no aceptarse como
es, junto con los muchos asaltos al yo que son personales e individuales,
podremos comenzar a entender por qué los sentimientos negativos que
cargamos nos hacen apartarnos de la soledad. El reto de las personas solas (sin
pareja) es confrontar esos sentimientos para que podamos disfrutar de las
recompensas creativas de la soledad.
4- Causas del miedo a quedarnos solos

Si nos remontamos a tiempos lejanos, nos daremos cuenta que antiguamente las
mujeres estaban, de alguna forma, obligadas o empujadas a casarse y a
continuación a tener hijos. Casi no tenían elección si no querían permanecer
solteras durante el resto de sus vidas, lo cual era visto como un profundo fracaso.
Hoy, afortunadamente las cosas han cambiado. Todos podemos decidir tener o
no tener pareja y es por este motivo que no tiene demasiado sentido quedar
atrapados por esa terrible desesperación, si en algún momento o etapa de
nuestra vida, no encontramos esa otra persona que tanto anhelamos.

Pero tal y como pasa tantas veces, aunque hoy la situación sea otra y los motivos
de un ayer lejano ya no encajan con nuestro presente, seguimos arrastrando
aquellas creencias. Se transmiten de generación en generación como unos
códigos que se han hecho invisibles pero que aún pueden palparse. Conviven
aquí con nosotros y por consiguiente, nuestras conductas siguen viéndose
afectadas por ellos.

Vemos que nuestra angustia y desesperación puede aumentar aún más, si en


nuestro entorno inmediato somos los únicos que estamos sin pareja Nos
comparamos, les observamos con detenimiento, lo bien que están, lo felices que
son, la fortuna de poder compartir...y nos vamos torturando así día tras día
sintiéndonos cada vez más desdichados.

Lo que también puede hacer crecer nuestra pena, es si aparte de ser los únicos
del grupo que no tenemos pareja, además somos rechazados por alguien que nos
gustaba y veíamos como posible compañero, alguien a quien ya habíamos
adjudicado el puesto que tenemos preparado para la pareja y que creíamos que
encajaba a la perfección con dicho lugar.

Es cierto también, que más allá de los cambios que hayamos vivido en nuestra
sociedad respecto a cómo veían las relaciones hace unos cuantos años, como ya
he comentado sigue estando mal visto no tener pareja a determinada edad.
En la consulta he visto a muchas personas que eran objeto de burlas y
comentarios poco respetuosos por no tener pareja. Principalmente si se trataba
de mujeres en un entorno de hombres.

Es triste que una mujer tenga que escuchar comentarios ya sean directos o no, de
que a ver si encuentra un hombre rápido o se le pasará el arroz o respecto a la
posibilidad o no de que sea lesbiana (¡¡como si eso fuera un defecto o algo que
tuviera que anunciarse en la oficina para que los demás se queden tranquilos¡¡!!).

La cuestión es que vivimos en un entorno en el que hay unas líneas


transparentes de lo que está bien y lo que no, de lo que es normal y aceptable y lo
que no y de lo que hará que los demás nos admiren y nos respeten y lo que no.
Eso es tan real como patético, lo se, pero es así tanto si nos gusta, como si no.
Y con esto nos damos cuenta que si queremos seguir adelante a pesar de que
nuestra situación en un momento determinado no sea la que más aplauden o
esperan los demás, deberemos aprender a volar por encima, no sea que al final
nuestras alas vuelvan a quedar atascadas ante tanto juicio.

Otras veces, el miedo a quedarnos solos proviene de nuestra autoestima, creada


a lo largo de nuestra infancia. Un niño que ha vivido en un entorno en el que se
ha sentido muy solo (un hijo único o un niño que por la situación familiar, laboral
etc, ha tenido que pasar solo muchas horas), puede crecer y convertirse en un
adulto que se siente “en casa” con la soledad y la busca y la escoge a menudo, o
por el contrario puede crecer y convertirse en un adulto que odie y trate de
evitar a toda costa quedarse solo (aunque esto le haga permanecer al lado de
alguien que le hace muy infeliz).

Es importante tomar conciencia de cuál ha sido la situación que hemos vivido ,


cómo ha sido nuestra infancia y cuál es la vivencia que hemos tenido de las
pérdidas, para así comprender cómo somos ahora y qué es lo que tenemos que
pulir, cambiar o mejorar para seguir creciendo sintiéndonos más felices.

*LA INFANCIA Y LA ADOLESCENCIA

Todos deberíamos reconectar con el niño que fuimos y con esa capacidad para
asombrarnos con cada nueva experiencia. Sin embargo, nuestra frescura y
nuestro asombro desaparecen.
También en la infancia hemos tenido que enfrentarnos a veces a la experiencia
de un divorcio de los padres, la muerte de un ser querido, que un amigo nos
fallara, avergonzarnos por un padre alcohólico y otras experiencias que nos
conectan con la desilusión, la pérdida y el desamparo.
Son experiencias que vamos viviendo y las vamos afrontando pero sus
consecuencias en nosotros empiezan a verse a partir de la adolescencia, cuando
nos damos cuenta que somos vistos por los demás y todas las inseguridades y
miedos producidas por esas experiencias afloran sin reparo alguno.
Y de esta manera, vamos aprendiendo a escondernos, nos cuesta decir lo que
pensamos, sentimos o queremos y nos esforzamos por convertirnos en ese “niño
bueno” que con las parejas busca complacer a su padre para obtener su amor y
su reconocimiento, o nos convertimos en un “niño malo” que no encuentra el
buen amor con ninguna otra persona y cae en una vida desgraciada y llena de
carencias de todo tipo.

En muchos casos, de manera habitualmente inconsciente, desarrollamos una


falsa personalidad y manera de proceder, para no mostrar el miedo, la pérdida y
el dolor. Lo hacemos creando una imagen de seguridad, de atrevimiento y
valentía que en el fondo, no nos creemos.
En definitiva, la mayoría actuamos como si fuéramos esos niños que lo único que
buscan es ser amados y aceptados por sus padres a quienes tanto necesitan.

Es muy importante y necesario que logremos integrar (desde el sentido más


amplio del término) las vivencias de nuestra infancia con nuestra vida adulta. Es
decir, que podamos trabajarlo a nivel emocional para que aquello deje de
condicionarnos o impedirnos que actuemos de una manera coherente y madura,
de la manera que actuaría nuestro adulto si no estuviera condicionado por
aquellas experiencias pasadas que lleva grabadas en sí mismo.

Muchas veces, el niño sufre pérdidas (muerte del padre, de la madre, abandono,
ausencias prolongadas…) pero no puede pedir el amor y cariño que necesitan
porque no son conscientes de lo que les pasa. No pueden entender qué es lo que
sienten.
A veces la pérdida es por muerte o abandono de uno de los padres, pero también
podemos considerar una pérdida, aquellos casos en los que hay un padre/madre
que deja de querer a su hijo de una manera amorosa, le critica negativamente de
manera habitual o favorece a otro hermano con frecuencia...son situaciones por
desgracia habituales y que no se ven tan claras como cuando un progenitor
desaparece, pero que igualmente causan un dolor permanente y difícil de borrar
en el futuro adulto.
Y es que el niño siempre tiende a sentir que aquello ocurre por su culpa. Piensa
que si fuera más bonita, o más listo, o más fuerte,...le gustaría más al padre o la
madre o habría evitado que aquello pasara. Es en la temprana infancia cuando se
empieza a construir la autoestima y vivir estas emociones de culpa o
inferioridad, tendrán consecuencias devastadoras (pero nunca irreversibles)
para la misma.

En realidad, cuando hablamos de pérdidas de la infancia, deberíamos ir más


allá de la muerte física de algún ser querido. También deberíamos tener en
cuenta las circunstancias en las que uno ha sido herido, desatendido,
rechazado o desilusionado por otras personas.

Las experiencias de pérdida en la infancia, nos hacen desarrollar una tendencia a


idealizar a las otras personas, principalmente las parejas. Por sentirnos poco
adecuados, menos valiosos o incapaces, cuando alguien nos elige le damos un
valor excepcional y por desagradable o inaceptable que sea, le convertimos en un
Dios irreemplazable, cosa que a veces nos lleva a vivir auténticas pesadillas.

Cuando la relación con esos “dioses autoproclamados” se acaba, cada una de las
pérdidas que vivimos nos sacude desde nuestras entrañas y algunas son tan
duras que nos obligan a enfrentarnos, sin que tengamos otra opción con nuestra
soledad.
El reto es, sin duda, aprender a lidiar con esos sentimientos de dolor y ansiedad
en vez de intentar escapar de ellos (que es lo que tendemos a hacer con
frecuencia). Debemos ser capaces de sentir que las consecuencias de seguir
actuando condicionados por el miedo a la soledad, son mucho peores (nos harán
sufrir mucho más) que las consecuencias de enfrentarnos al hecho de estar solos.
Debemos darnos cuenta de que estando solos podemos sentirnos en paz y
armonía y que podemos estar mucho mejor que al lado de alguien que no nos
quiere de una manera sana.

-También hay ocasiones en las que el niño es traicionado de manera directa y


esto le condiciona su futuro. Puede que sufra situaciones horribles como
violaciones, palizas o incesto, y no hay duda que son absolutamente
devastadoras para él y que a veces destruyen su inocencia y confianza para
siempre…

-La parte social es otra de las que más importan e interfieren. Sentir que se
pertenece a un círculo de amigos en el que el niño se sienta aceptado, sentir que
forma parte de él. Éstos círculos, (familia, escuela, amigos…) son determinantes
porque le enseñan al niño lecciones sobre intimidad y vínculos afectivos. Estas
experiencias serán diferentes en función de cómo se den ya que si no se siente
aceptado pueden provocar ansiedad, miedo rabia o envidia.

Cuando la soledad se siente más como una expulsión que como una opción, el
niño o la niña buscará la aceptación cambiando su manera de ser y dejando de
lado su autenticidad, con el objetivo de ser lo que cree que los demás esperan de
ella y ser así incluída por ellos.
No es de extrañar, por lo tanto, que el miedo a ser rechazados o a no pertenecer
pueda con el tiempo interferir en la apreciación de la soledad de un adulto y que
le lleve a vivirla con dureza y rechazo en vez de convertirla en algo creativo y
muy positivo para crecer y crear.

Los padres a menudo no detectan las ganas y la necesidad de los niños de


pertenecer a un círculo, ni las consecuencias que hay en ellos por el hecho de ser
rechazados o por no poder formar parte de uno. Dicen que respecto a esos
“círculos” todos tenemos 5 años, es decir, sigue siendo para nosotros igual de
importante y necesario y seguimos viviéndolo prácticamente igual, tengamos la
edad que tengamos.

-Y si por un lado tenemos la importancia de la parte social, por otro lado tenemos
también la importancia de tener espacios privados y personales. Esos en los que
uno se conecta consigo mismo. Son espacios de soledad activa/creativa, en los
que podemos encontrar placer leyendo libros, escribiendo un diario, escuchando
música...Estamos a gusto, no nos sentimos solos, estamos conectados con
nosotros y son espacios de crecimiento emocional y a veces también crecimiento
psicológico y espiritual. Son espacios de soledad pero no de aislamiento. El
aislamiento es como un jardín oscuro y sombrío que genera malestar e
incomodidad. La soledad sana, en cambio, es un espacio que puede contener
diferentes experiencias.
Aprender a identificar otros tipos de soledad, nos puede ayudar a buscar
este espacio dentro de nosotros​.

Algunas personas, son capaces de mantener cuidados e intactos estos espacios


interiores, pero desafortunadamente, la mayoría tienen muchas dificultades para
conseguirlo. La culpa y el miedo, a menudo se van instalando en nuestro interior
y cada vez nos cuesta más y nos genera más rechazo entrar allí. Pasamos de verlo
y sentirlo como un espacio de conexión con nosotros mismos, un espacio seguro
en el que conectamos con nuestra esencia y nos curamos, centramos y
reconstruimos, a verlo como un espacio no deseado, con el que nos sentimos
obligados a relacionarnos pero generandonos malestar y desdicha.

A veces, a causa de las continuas y exigentes presiones externas, incluso nos


sentimos mal si dedicamos parte de nuestro tiempo a nosotros mismos.
Es importante, cuando esto sucede, que volvamos a entrar en contacto con este
espacio interior y sagrado, que recuperemos el placer de conectar con él y
recordemos por qué es tan importante así como el motivo o motivos por los
cuales renunciamos a él (ya sea por exigencia de los padres, otras por abusos,
desaprobaciones, rechazo, etc..)

5- Síntomas / Características

A continuación quiero mencionar los síntomas o características más frecuentes


de aquellas personas que sufren el miedo a la soledad de una forma irracional y
dañina:

-Con el paso de los años, sufren un deterioro mental importante y llegan a un


conformismo enfermizo, con incluso miedo a quejarse por no generar un
conflicto y una posible ruptura que les lleve como castigo, a la temida soledad.

-No ponen límites a los hombres o mujeres con los que se relacionan, lo toleran
todo por miedo a perderles. Excesivamente complacientes. Su pareja, acaba
sintiendo aburrimiento a su lado debido a su falta de personalidad.

-Si la otra persona les dice que quiere estar solo un tiempo, no aceptan que les
está diciendo que quieren terminar la relación, que no son claros porque
intentan no ser hirientes, no hacerle daño y lo dicen como pueden pero aunque
solo hay una interpretación posible, la otra persona quiere convencerles de que
no es así y no paran hasta conseguir que el que quería irse se eche atrás.

-Parece que todo va bien pero no hay comunicación. No son capaces de plantear
un diálogo sincero para saber qué está pasando, por miedo a que escarbar en ello
les pueda acabar llevando a la ruptura.

-Aguantan agresiones, violencia, malos tratos verbales y físicos, que les


ridiculicen o humillen contando intimidades suyas o defectos, aguantan
plantones generados con cualquier excusa, que les prohíban hacer actividades
que les gusten o que les obliguen a hacer cosas que no quieren. Aguantan que les
levanten la voz, que les peguen, etc, pero nunca se quejan.

-Aferrarse al otro pase lo que pase, haga lo que haga como si fuera lo más valioso
e increíble que le ha caído en sus manos. ¿Te imaginas? Todo por miedo a
perderle, cuando en realidad, quedarte sin él sería el regalo más liberador y
satisfactorio de tu vida.

-Mujeres que todo lo centran en conseguir pareja. Cuando alguien se casa se


deprimen, miedo a que les pregunten por su estado civil. Sienten que el balance
de su vida es claramente negativo porque no tienen pareja y la desesperación
por encontrarla les pone en desventaja porque se relacionan mal con ellos.

-Se da más en mujeres ya que los hombres no son “condenados”. En realidad,


para ellos casi se ve como un triunfo, “no lo cazaron aún”. La edad del hombre,
además, juega a su favor: cuanto mayor es, mejor posición económica, más
prestigio, “mejor partido”,etc.

-Mujeres incapaces de elegir buenos compañeros o de sostener relaciones


amorosas constructivas y felices o de poner fin a situaciones de maltrato en la
pareja.

-Todo gira entorno al encuentro de un compañero, dejando de lado sus logros y


deseos profesionales.

-Todo les parece válido con tal de no caer en el bando de las solteras

-Piensan que no hay hombres que valgan la pena!!

-El hecho de querer encontrar a alguien se convierte en la causa de su felicidad o


de su desdicha, siempre están quejándose o hablando de lo mismo.

A pesar de todos los cambios de la sociedad y de las múltiples posibilidades para


la mujer hoy en día (madre soltera, aspirar a altos cargos en la empresa etc...), no
hay duda de que la anuptafobia persiste.

6-¿Cómo superar ese miedo a quedarnos solos?

Para superar este miedo a quedarnos solos, debemos fortalecer nuestra


autoestima y una vez logrado, pasar por la experiencia de no tener pareja y
darnos cuenta de que podemos estar bien. Es decir, para vencer el miedo a la
soledad, es necesario enfrentarnos al miedo a la soledad: quedarnos solos. Solo
cuando nos obliguemos a estar solos, nos daremos la oportunidad de
experimentar que podemos estar solos y estar bien. De que no pasa nada y
nuestra vida continúa. Y es justo cuando hayamos hecho este aprendizaje,
cuando estaremos preparados para encontrar pareja y que sea alguien con quien
tengamos más probabilidades de éxito porque lo habremos elegido con más
conciencia.

HERRAMIENTAS

Vamos a ver las principales herramientas para conseguir estos objetivos.

-​Hacer y cerrar correctamente los procesos de duelo​. Aprender a atravesar


de forma sana las rupturas, sin salir a la calle de inmediato a buscar alguien más
que llene ese hueco que ha dejado la pérdida, sino hacer un proceso para
cicatrizar bien las heridas y recuperar la autoestima. Un proceso de duelo
correcto implica ir atravesando una serie de etapas que nos permitan curar poco
a poco la herida y el dolor que sentimos a causa de la pérdida. Implica ir
recuperandonos a un ritmo natural, a un ritmo correcto y que cuando lleguemos
al final del túnel nos sintamos fuertes y serenos pero sobretodo, mucho más
seguros de saber lo que queremos y que si en algún momento lo perdemos no
ocurre nada porque no le necesitamos. En realidad todas las personas que
tenemos cerca y las cosas que obtenemos, los tomamos prestados de la vida,
pero nada nos pertenece, nada en absoluto. En realidad todo es muy efímero...

-​Darnos cuenta de que esa obsesión o necesidad de encontrar a alguien que


sienten algunas mujeres, en realidad aparta los hombres​. En las sesiones siempre
les digo lo mismo a mis pacientes: ​Si quieres encontrar, ¡¡Deja de buscar!! Se
desesperan de tal forma que hacen imposible que haya ningún buen final en sus
historias. La desesperación nos aleja de la cordura, de la claridad, de nuestra
parte racional y de nuestro buen criterio. Y hace que se nos vea como si
llevaramos un cartel en el que pusiera “​Estoy desesperada” y esto, os podéis
imaginar que muy atractivo no es. Deja de buscar, relájate, distraete, no te
preocupes más por este tema, y la persona aparecerá. ¡Siempre aparece!!

-​DESPERTAR. DESPERTAR, DESPERTAR​. Tomar conciencia, entender todos los


condicionamientos que llevamos encima fruto de todo lo que hemos vivido. Cada
cambio, cada enseñanza por parte de nuestros padres, familiares o entorno, cada
experiencia complicada a nivel emocional,...todo nos ha ido deformando hasta
convertirnos en la persona que somos.
Despertar y comprender esto, significa que también somos capaces de darnos
cuenta de que en realidad nosotros, nuestra esencia, no es esta. No nacimos así,
con esos miedos, creencias y conclusiones sino que esto es información que
hemos ido recopilando a lo largo de nuestra vida. Nosotros somos mucho más
que esto y si nos despojamos de todos esos ropajes, si nos quitamos encima toda
la carga que pesa encima de nuestros hombros, nos daremos cuenta de qué es lo
que ocurre en realidad. Y allí ya no habrá lugar para el miedo ni el dolor.

-VIVIR SOLOS​. Es algo interesantísimo que nos demos la oportunidad de


enfrentarnos directamente con la temida soledad. Ir a vivir solos es una
experiencia muy transformadora, constructiva y necesaria para aquellas
personas que se sienten atrapadas por las cadenas del miedo a la soledad. Es tan
importante porque es una experiencia que nos permite aprender a estar solos, a
estar con nosotros mismos. Cuando no nos queda más remedio, nuestro cerebro
se rinde, se relaja e intenta ver qué opciones hay. Y entonces empieza a ver las
opciones que siempre habían estado ahí. Empieza a ver personas nuevas que
tenían al lado, empiezan a escucharlas, empiezan a abrirse más. Cuando uno
aprende a estar solo y se da cuenta que incluso puede llegar a estar bien, se
vuelve más auténtico, más relajado y más luminoso.

-POTENCIAR EL VALOR DE LA AMISTAD. ​Ahora ya tenemos claro que estar


solo/sin pareja, no es sinónimo de estar solos en el mundo. Ni muchísimo menos.
Al contrario, no tener pareja debe ser sinónimo de tener una actividad social
ámplia y nutritiva. Es importante sentir que tenemos cerca otras personas que
tampoco tienen pareja (si todos nuestros amigos tienen pareja, debemos hacer
amigos nuevos), que comparten nuestro tiempo libre y con quienes tengamos
aficiones en común. Debemos sentir que tenemos la agenda activa y llena, porque
eso activará de nuevo la ilusión, el tener que organizarnos, el ir conociendo otras
personas dentro de estas actividades y al ir viéndonos la relación se va
estrechando. Cuando esto ocurre y uno siente que cada vez es más él mismo, sin
tener que aparentar o sin los nervios de cuando aún no tienes confianza con
alguien, es cuando todo empieza a encajar y sentimos que vale la pena. Si si...a
pesar de no tener pareja. :)
Hay muchos tipos de amor, y el que surge de y hacia los amigos es uno de los más
importantes y valiosos.

LO QUE NO DEBES OLVIDAR…

A pesar de todo, la soledad no la cura la compañía humana. La soledad la cura el


contacto con la realidad. La compañía solo nos sirve de distracción. Hay un vacío
dentro, ¿no es cierto? Y cuando el vacío sale a la superfície, ¿qué haces? Sales
corriendo, pones el televisor, enciendes la radio, lees un libro, buscas compañía
humana, buscas entretenimiento, buscas distracción. Todos lo hacemos. Y está
bien, pero antes debes aprender a contactar contigo, con tu esencia, con la
realidad. Con tu propia soledad.
Qué locura…¿Verdad?

Ellos tienen razón


esa felicidad
al menos con mayúscula
no existe
ah pero si existiera con minúscula
sería semejante a nuestra breve
pre soledad

después de la alegría viene la soledad


después de la plenitud viene la soledad
después del amor viene la soledad

ya se que es una pobre deformación


pero lo cierto es que en ese durable minuto
uno se siente
solo en el mundo

sin asideros
sin pretextos
sin abrazos
sin rencores
sin las cosas que unen o separan
y en es sola manera de estar solo
ni siquiera uno se apiada de uno mismo

Mario Benedetti

NOTA: Encontrarás mucha más información gratuïta en la web


www.silviacongost.com con numerosos vídeos y artículos, así como en las redes
sociales y el canal de Youtube:
- www.facebook.com/silviacongost
- @silviacongost ​(Twitter)
- @silviacongost​ (Instagram)
- Silvia Congost​ (Youtube)

Suscríbete a nuestra newsletter y estarás al día de todas nuestras actividades y


novedades. Puedes hacerlo ​AQUÍ
​www.silviacongost.com

Otros libros de Silvia Congost que encontrarás en ​www.silviacongost/publicaciones​:


www.silviacongost.com

Você também pode gostar