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UNIVERSIDAD CENTRAL DE VENEZUELA

FACULTAD DE CIENCIAS ECONÓMICAS Y SOCIALES


ESCUELA DE ANTROPOLOGÍA
DEPARTAMENTO DE ETNOLOGÍA Y ANTROPOLOGÍA SOCIAL

CONTRIBUCIONES DE LA ANTROPOLOGÍA AL ESTUDIO DE LA


SISMICIDAD VENEZOLANA: EL MISTERIOSO TERREMOTO DE 1736 EN
EL CENTRO OCCIDENTE VENEZOLANO
Trabajo Final de Grado presentado para optar al título de
Antropóloga

Autora: Br. Sor Martínez Silva


Tutor: Dr. Franck Audemard
Asesora: Antrop. Alejandra Leal Guzmán

Caracas, marzo de 2015


DEDICATORIA

La memoria de mi padre, José María Martínez de quien heredé la paciencia.

Mi madre, Olga del Valle Silva de quien sin duda aprendí la perseverancia.

Y a mi hijo: Leonardo Daniel quien es la persona que ha hecho de mi vida una


continua formación sin teoría, y mi terremoto personal.

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AGRADECIMIENTOS

Primeramente a Dios, por darme brindarme la salud y para emprender este


maravilloso viaje investigativo.

A la ilustre Universidad Central de Venezuela, por brindarme la oportunidad de


formarme y por la cual éste proyecto se hizo posible; especialmente a la escuela de
Antropología en la cual fuí formada; y en segundo lugar a la escuela de Geología por
haberme invitado a sus aulas a enseñarme a interpretar a los eventos físicos desde las
ciencias naturales.

A la Fundación Venezolana de Investigaciones Sismológicas-FUNVISIS, por todo el


apoyo académico y logístico prestado durante la realización de mi Trabajo Final de
Grado.

Al tutor del presente trabajo, Dr. Franck Audemard y a la asesora del mismo, Antrop.
Alejandra Leal Guzmán, por el apoyo que me brindaron a partir de sus conocimientos
y su dedicación en el desarrollo de ésta, la presente investigación.

Al Ing. José Antonio Rodríguez quien brindó un muy agradecido apoyo moral y
académico en los momentos más oportunos de éste trabajo.

A todo el personal del Archivo Arquidiosesano de Caracas y del Archivo General de


la Nación, quienes me brindaron una excelente atención durante las largas jornadas de
recolección de información que requirió esta investigación. Así mismo, al profesor y
buen amigo Antrop. Carlos Escalona por haber puesto a disposición su maravillosa
biblioteca de la que se hizo el provecho del material provisto.

A todos los presentes por su colaboración… ¡GRACIAS!

3
Tabla de contenido
RESUMEN ......................................................................................................................... 6

INTRODUCCIÓN ............................................................................................................. 7

CAPITULO 1 ................................................................................................................... 12

PLANTEAMIENTO Y FORMULACIÓN DEL PROBLEMA...................................... 12

1.1.2 El espacio social de los terremotos: justificación de la investigación ............. 16

1.1.3 El problema de los terremotos históricos ........................................................ 20

1.2 Antropología y terremotos ..................................................................................... 25

1.3 El terremoto de 1736 como objeto de estudio de la Antropología......................... 31

1.4 Objetivos de la investigación .................................................................................. 35

1.4.1 Objetivo general............................................................................................... 35

1.4.2 Objetivos específicos ........................................................................................ 36

CAPITULO 2 ................................................................................................................... 37

PERSPECTIVAS TEÓRICAS EN EL ESTUDIO DE LOS TERREMOTOS .............. 37

2.1 Los terremotos desde las geociencias ..................................................................... 37

2.1.1 Sismología histórica: una aproximación a los sismos del pasado ................... 38

2.2 Perspectivas socio-históricas .................................................................................. 42

2.3 Terremotos y sociedad: Antecedentes.................................................................... 46

2.4 Categorías conceptuales para el análisis social de los terremotos......................... 50

CAPITULO 3 ................................................................................................................... 55

ASPECTOS METODOLÓGICOS DE LA INVESTIGACIÓN..................................... 55

3.1 Estudio de caso sísmico .......................................................................................... 55

3.2 La interpretación es la clave................................................................................... 55

3.3 La investigación en fuentes..................................................................................... 60

4
CAPITULO 4 ................................................................................................................... 71

EL TERREMOTO DE 1736 ............................................................................................ 71

4.1 Distribución geopolítica en el occidente venezolano .............................................. 71

4.1.1 El centro occidente venezolano en el siglo XVIII ............................................ 74

4.2 Comarcas temblorosas: Sismicidad histórica del centro occidente venezolano.... 77

4.3 Documentos para el estudio del terremoto de 1736 ............................................... 90

4.3.1 Un terremoto in-documentado ......................................................................... 91

4.5 El terremoto de 1736 vs. el terremoto de 1737....................................................... 96

4.6.1 La iglesia parroquial de Barquisimeto ...........................................................104

4.6.2 La iglesia de Guama y las pretensiones de don Antonio Navarro .................119

4.6.3 Sebastián Bernal, la iglesia de Santa Rosa y el sismo de 1736 .......................123

CONCLUSIONES Y RECOMENDACIONES..............................................................129

FUENTES DE INFORMACIÓN....................................................................................137

Fuentes primarias inéditas..........................................................................................137

Fuentes primarias impresas ........................................................................................138

Bibliografía..................................................................................................................139

Páginas WEB...............................................................................................................149

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UNIVERSIDAD CENTRAL DE VENEZUELA
FACULTAD DE CIENCIAS ECONÓMICAS Y SOCIALES
ESCUELA DE ANTROPOLOGÍA

Contribuciones de la Antropología al estudio de la sismicidad venezolana: el


misterioso terremoto de 1736 en el centro occidente venezolano

Autora: Sor Martínez Silva


Tutor: Dr. Franck Audemard
Asesora: Antrop. Alejandra Leal Guzmán

RESUMEN

El terremoto ocurrido en el año de 1736 en el centro occidente de Venezuela, es un


misterio tanto histórico como sismológico. Se trata de un terremoto poco conocido y
que apenas estaba representado en el registro sísmico venezolano y prácticamente
excluido de nuestra historia social y cultural. Al momento de iniciar la investigación
solo se conocía una referencia que ubicaba el sismo en la ciudad de Barquisimeto.
Considerando lo anterior se decidió realizar una búsqueda en fuentes primarias y
secundarias para recabar información referida a este evento sísmico y analizarlo
desde la perspectiva antropológica, la cual privilegia el estudio de los efectos sociales
y culturales del terremoto. Dicho estudio requiere que en el análisis, se vean
reflejados tanto las consecuencias del sismo como los aspectos sociales y culturales
para abordar dicho evento; lo cual es el propósito fundamental del presente trabajo.
Dicha perspectiva implica hacer una recuperación de los registros guardados en los
repositorios documentales de la ciudad de Caracas, y así abordar la sistematización y
análisis de la información contenida en estos. De esta labor se obtuvieron los
siguientes resultados: a) Documentar la ocurrencia del sismo en las poblaciones de
Barquisimeto, Santa Rosa del Cerrito y Guama b) Establecer, a partir de la
documentación referida a la iglesia parroquial de Santa Rosa del Cerrito, que el
terremoto ocurrió en la primera mitad del año 1736, c) Respecto a la confusión entre
el sismo de 1736 y el supuesto sismo de 1737, se logró establecer que el sismo
apócrifo del año 1737, nunca ocurrió, y que las referencias a dicho evento constituyen
un error de cronología, puesto que se trata del evento del año 1736 mal referido, d)
Documentar y analizar el proceso de reconstrucción de los templos de San José de
Guama y de Barquisimeto.
Descriptores: Terremotos, sismicidad histórica venezolana; historia social de los
sismos.

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INTRODUCCIÓN

Desde los años ochenta del siglo pasado, el intercambio de conocimiento entre
las diferentes corrientes de pensamiento, es decir, entre las disciplinas que están
insertas dentro de las ciencias naturales y las humanas, se ha abierto un paréntesis
para el estudio simultáneo de eventos naturales desde diferentes perspectivas.
Quienes se dedican al estudio de los terremotos del pasado, o sismología histórica,
han comprendido que desde las perspectivas de otras ciencias, particularmente la
antropología y la historia, se pueden ampliar los aspectos de aquellos estudios que
implican tanto la tarea de compilar la información sobre un evento sísmico histórico,
como la validación y análisis de esta información, para poder elaborar una adecuada
interpretación. Del mismo modo, los científicos sociales han llegado a entender que
no pueden ignorar las fuerzas de la Naturaleza, menos aún cuando aquella se
relaciona –a veces de manera dramática- con la sociedad.

En tal sentido, desarrollar metodologías que permitan a un antropólogo


abordar un objeto de estudio en apariencia tan impropio de la disciplina como un
terremoto, ha sido y es una labor de largo aliento. Los estudios pioneros de
fenómenos naturales bajo una perspectiva socio-histórica han combinado
exitosamente la metodología histórica básica, con la profundidad analítica de la
antropología. Dichos estudios, han llamado poderosamente la atención, puesto que
incluir en los mismos una perspectiva social y cultural donde se dan los efectos
inmediatos del terremoto y sus diferentes interpretaciones, sirvan como enlace entre
ambas perspectivas la natural y la humana, se hace una tarea compleja debido a la
multiplicidad de elementos asociados entre las diferentes disciplinas y los intereses
científicos propios de cada una de ellas.

Sin embargo, cada estudio sigue caminos diferentes según se combinen los
siguientes elementos: el tipo de fenómeno natural de interés, las características del

7
mismo y el contexto histórico. En el caso de los eventos poco conocidos y que se
encuentran poco o mal documentados, se presentan dificultades particulares. Cuando
la información requerida en cada estudio de caso no ha sido procesada por ningún
investigador; la complejidad del trabajo se incrementa de forma considerable debido a
que se tiene la sensación de trabajar en terreno inestable, con fuentes silenciosas y
documentación inédita y hermética. Tal fue nuestra experiencia en el caso de 1736,
sismo poco conocido y apenas representado en el registro sísmico venezolano. En
este sentido el estudio que proponemos aquí, es también una promoción a la
realización de estudios adelantados por equipos interdisciplinarios, cuyas capacidades
se compaginen de forma sistemática para el levantamiento de los datos y análisis de
dichos eventos que cuentan con una recurrencia espacial frecuente en Venezuela.

En este sentido, el interés por estudiar el misterioso terremoto de 1736 se basa


en su calidad de evento poco documentado y mal conocido. Así pues, la presente
investigación forma parte de un estudio de largo alcance desarrollado por la
Fundación Venezolana de Investigaciones Sismológicas (FUNVISIS), cuyo objetivo
es documentar la sismicidad nacional a los efectos de complementar el catalogo
sísmico entre los siglos XVI-XIX. Se espera que a partir de optimizar de este catálogo
se promuevan estudios de caso que contribuyan a la mejor comprensión de la
sismicidad nacional, no sólo en términos de la amenaza sísmica, sino a la par en lo
que se refiere a las consecuencias históricas de los terremotos sobre la sociedad
venezolana.

Así pues, la tarea tiene una doble vertiente, a saber: compilar documentación
referente al evento sísmico y analizarla bajo una perspectiva antropológica, donde la
documentación primaria y secundaria aquí compilada y analizada, pase a formar parte
del catalogo sísmico de FUNVISIS, donde se encontrará disponible para otros
investigadores, principalmente sismólogos. Y por otra parte, esa documentación es el
fundamento de este estudio, donde enfatizamos los aspectos sociales y culturales que

8
se articulan y se evidencian tras el impacto de un terremoto. El estudio de caso del
terremoto ocurrido en el año de 1736, que como mencionamos anteriormente,
pretende mostrar los elementos no sólo a lo que refiere a efectos económicos sino que
a aquellos elementos que se despliegan en una gran gama de significados y
significaciones en el futuro inmediato que requieren de la experticia de la disciplina
antropológica.

La investigación se encuentra estructurada en cinco capítulos. En el Capítulo I


titulado Antropología, sociedad y terremotos se encuentra el planteamiento del
problema que va desde la descripción de lo que es el terremoto como evento físico y
natural, haciendo hincapié en cómo se producen los mencionados eventos y su
ubicación geográfica en el país. En lo que llamamos espacio social de los terremotos,
nos referimos a la justificación del estudio donde hablamos de la manera en que se ha
razonado la evolución del riesgo y la vulnerabilidad sísmica y la pertinencia de
estudios referentes a éstos desde la perspectiva social. En El problema de los
terremotos históricos veremos cómo se encuentran diferenciados los estudios entre la
época donde no se encontraban disponibles los instrumentos medidores de la acción
sísmica y la aparición de los instrumentos de medición así como la disponibilidad de
la información y la manera de compilación de información cualitativa disponible en
archivos documentales.

A continuación, con el subtítulo de Venezuela sísmica, encontraremos como la


amenaza natural de los sismos deben confluir en un estudio sistemático que incluya
estrategias para mitigar riesgos y vulnerabilidades asociadas a los terremotos en
Venezuela. En el apartado antropología y terremotos veremos la manera cómo se
integra el estudio desde ésta disciplina y la pertinencia de los estudios desde la
perspectiva social del desastre y el enriquecimiento de los estudios asociados a
terremotos del pasado desde dicha disciplina. El subtítulo siguiente Terremotos: entre
sociedad y naturaleza trata del cómo se evidencia la integración de los antropólogos

9
trabajando sobre las consecuencias del terremoto y del tratamiento de coyunturas
políticas, económicas y sociales que lo circundan. Finalmente en el capítulo I
encontraremos El terremoto de 1736 como objeto de estudio de la antropología; aquí
desarrollamos la particularidad del estudio de caso del terremoto, dando una apertura
a lo que será el tratamiento de la información.

En el Capítulo II, se establecen las perspectivas teóricas en el estudio de los


terremotos haciendo una relación entre los aspectos naturales propios del evento
desde las geociencias, así como la perspectiva socio-histórica donde se desarrolla la
acción del mismo. De esta manera los terremotos desde las geociencias nos estimulan
a entender el fenómeno estudiado desde ambas perspectivas siguiendo las
vinculaciones ineludibles entre ambos tipos de conocimiento. Sismología histórica:
una aproximación a los sismos del pasado; muestra en que se basa y el uso de los
análisis de los documentos desde la perspectiva geológica dando resultados que se
pueden enlazar con los respectivos análisis que se reseñan en Terremotos y sociedad
que es donde se resumen los trabajos que sirven de antecedentes a nuestro propósito.
Así mismo incluye este capítulo las Categorías conceptuales para el estudio social de
los terremotos que forjan el marco de categorías a desarrollar en la investigación.

El capítulo III, contiene los aspectos metodológicos de la investigación; éste


comprende al estudio de caso sísmico como manera de abordar el terremoto de 1736.
Continuamos con el apartado titulado La interpretación es la clave, donde se hace
una discusión acerca del tratamiento de la información compilada para este trabajo, el
cual se complementa con La investigación en fuentes, donde se abordan las fases del
tratamiento de los documentos relativos al terremoto; así como las técnicas y
procesamiento de la información.

El contexto histórico del centro occidente venezolano en el siglo XVIII abre el


Capítulo IV; que comprende lo referente a la documentación hallada en archivos

10
históricos en el aparatado Documentos para el estudio del terremoto de 1736, el cual
contiene la exposición de la documentación referente al sismo y sus consecuencias
dentro de su contexto; es decir, referencias directas del terremoto por los actores
sociales de la época. Así encontramos la discusión titulada El terremoto de 1736 vs.
El terremoto de 1737¸ en la cual se expone el análisis de este enigma sísmico que
requirió un importante esfuerzo de investigación. Ubicando al sismo de 1736 reúne
las evidencias documentales de las poblaciones en las cuales fue sentido el sismo en
cuestión y de los daños sufridos por las iglesias parroquiales. Este último punto se
amplía en El problema de las reparaciones y las reconstrucciones que representa la
coyuntura burocrática y el impacto producido por los costos y procesos de reparación
de los edificios afectados por el terremoto, haciendo énfasis particularmente en 3
iglesias de la región, las cuales se subtitulan como sigue: La iglesia parroquial de
Barquisimeto, la iglesia de Guama y las pretensiones de don Antonio Navarro y la
iglesia parroquial de Barquisimeto por ser las mejor documentadas y más afectadas
por el evento sísmico.

Finalmente; las conclusiones que derivaron del largo estudio y análisis de los
documentos y las recomendaciones sugeridas respecto a la investigación. Estos con la
finalidad de entender la compaginación de hacer un levantamiento de información del
pasado con la tecnología de la que disponemos en el presente y circunscribir la
relación entre ambos con el propósito de escribir unas líneas en las llamadas
sociedades de riesgo a la que aún continuamos construyendo.

11
CAPITULO 1
ANTROPOLOGÍA, SOCIEDAD Y TERREMOTOS
PLANTEAMIENTO Y FORMULACIÓN DEL PROBLEMA

El presente estudio se inscribe dentro de los objetivos e intereses de


investigación de la antropología social. En nuestro caso específico aplicamos las
herramientas que le son propias, al estudio de un terremoto histórico y sus
consecuencias sociales, área temática que actualmente es conocida como antropología
del desastre o antropología del riesgo. Al respecto Molina y Valenzuela (2007: 17)
señalan que dicha área ha surgido del interés en explorar la relación entre cultura y
medio ambiente:

La Antropología de los desastres estudia el proceso de adaptación de una


población a una exigencia ambiental… El desastre puede definirse como un
proceso que implica la combinación de un agente potencialmente destructivo del
entorno natural y/o tecnológico y una población en una condición de
vulnerabilidad. En antropología, los desastres se han analizado desde tres
perspectivas: a) desde el estudio del comportamiento y las organizaciones, b)
desde la perspectiva del cambio social y c) desde una perspectiva que combina la
economía política y los estudios medioambientales (Oliver-Smith, 1996: 303).
Los desastres tienen lugar en el seno de sociedades, no en la “naturaleza”, y sus
efectos son fruto de las estructuras sociales, económicas y culturales
preexistentes. Con el desastre se manifiestan los procesos fundamentales que
conforman la sociedad, un campo ya explorado por Firth en Social Change in
Tikopia (1959) con ocasión de la hambruna provocada por un ciclón (Molina y
Valenzuela, 2007: 14. Cursivas de los autores).

La definición anterior nos permite comprender la diferenciación entre un


fenómeno natural que puede o no resultar destructor y un desastre, que es un
fenómeno sociocultural, y que por lo tanto puede ser aprehendido a través de las
herramientas de la antropología.

12
1.1 Esos fenómenos llamados terremotos

Los terremotos1 son: “vibraciones de la tierra producidas por la liberación


rápida de energía” (Tarbuck y Lutgens, 2005: 675), es decir, que los esfuerzos que
crea la propia energía acumulada dentro de la tierra, genera temblores en la corteza
terrestre para liberarla y volver a un proceso de reacomodo de las placas tectónicas. A
esta secuencia prolongada de eventos se les denomina como sismicidad.

Así mismo debemos entender que la sismicidad es la “…ocurrencia temporal


[de los terremotos] y su distribución geográfica, incluso en regiones no pobladas”
(Bolt, 1981: 3), es decir, el momento en que se desarrolla el terremoto y las
localidades afectadas por el mismo; éstos fenómenos aparecen con una recurrencia
permanente en las zonas sísmicas alrededor del mundo. Los terremotos en Venezuela
forman parte de nuestro devenir histórico y además corresponden a la historia
geológica de la región y del planeta, pues como señala Nuris Orihuela “la sismicidad
ha existido desde que el planeta comenzó su proceso de diferenciación interna”
(Orihuela, 2007: 37).

A la par, Laffaille, Laffaille y Ferrer (2009: 107) afirman que, “…Venezuela


no puede ser catalogado como un país de terremotos…”, en el sentido de no presentar
una recurrencia de terremotos destructores comparable a la de ciudad de México, uno
de los territorios de más alta sismicidad del planeta. Sin embargo, aunque la amenaza
sísmica del territorio nacional venezolano sea calificada por este autor como
“moderada”, esto no significa que Venezuela escape a la ocurrencia de estos
fenómenos naturales, los cuales, además representan un alto riesgo para la sociedad
venezolana.

1
Terremotos, sismo y temblor son sinónimos y así son usados en este trabajo. Sin embargo, en algunos
países de América Latina se utiliza temblor para referirse a sismos sentidos o de baja magnitud y
terremoto para describir sismos destructores (Véase Guevara, 2009: 359).

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Para los efectos de esta investigación, consideramos más específicamente a las
poblaciones ubicadas en el centro-occidente de Venezuela; conformado actualmente
por los estados Lara, Falcón Yaracuy y Portuguesa respectivamente, pues el
terremoto de 1736 afectó principalmente localidades en el territorio de los actuales
estados Lara y Yaracuy.

Los eventos sísmicos en Venezuela son ocasionados por los sistemas de fallas
activos del país; esto significa que los terremotos son causados por fracturas que se
encuentran en la tierra; y además están condicionados por este tipo de accidentes
tectónicos y por la liberación de energía acumulada de las mismas que son las que
producen las sacudidas en la corteza terrestre al momento de la liberación de la
energía y denominamos con el nombre de terremotos (Véase Orihuela, 2007).
Respecto al origen de los sismos en Venezuela, hay que considerar la ubicación
geográfica del país, situado en la confluencia de dos placas tectónicas: la placa
suramericana y la placa del Caribe. Al respecto Grases, Altez y Lugo, señalan:

Los países de la cuenca del Caribe circundan una de las llamadas placas
tectónicas de la corteza terrestre: la que se conoce bajo el nombre de placa
tectónica del Caribe. De una manera general, se afirma que los terremotos
destructores que han padecido dichos países se encuentran esencialmente
asociados al movimiento relativo que ha tenido la mencionada placa respecto a
las vecinas (Grases, Altez y Lugo, 1999: 7).

En el caso de Venezuela, toda la parte norte de nuestro territorio se encuentra


atravesado por tres grandes sistemas de fallas activas conocidos como Boconó, San
Sebastián y El Pilar, y también por "…sistemas activos menores (por ejemplo: Oca-
Ancón, Valera, La Victoria y Urica) capaces de producir sismos importantes"
(http://www.funvisis.gob.ve/pais_sismico.php). Tal situación la podemos observar en
la figura que insertamos a continuación y que muestra el mapa de fallas cuaternarias

14
existentes en nuestro territorio, y a cuya acción sismogénica han estado expuestas,
históricamente, las poblaciones allí ubicadas y sus habitantes (Figura 1).

Figura 1. Mapa de fallas cuaternarias de Venezuela.


Tomada de: http://www.funvisis.gob.ve/descargas.php

La región centro-occidental –que es de nuestro interés particular en este


estudio- se encuentra expuesta a la actividad sísmica generada por el sistema de fallas
de Boconó. Este accidente tectónico es descrito por Schubert como:

Una de las zonas de fallas más importantes y mejor conocida de Venezuela…


Esta zona de fallas está orientada en dirección noreste y atraviesa diagonalmente
a los Andes venezolanos, desde la depresión del Táchira, hasta el Mar Caribe en
Morón. En este último tramo, antes de llegar al Caribe, corta y desplaza el
extremo occidental de las Montañas del Caribe… la traza de la falla de Boconó
es la fractura más reciente y más activa dentro de la zona de fallas de Boconó…
se caracteriza por una traza superficial de aproximadamente 500 Km., y

15
frecuentes fallas que divergen y convergen con la traza principal (Schubert,
1984: 43-46. Las cursivas son nuestras).

Naturalmente, la existencia de la falla de Boconó –la principal falla del


sistema homónimo- no fue conocida por la Venezuela colonial, ya que no sería
descrita sino hasta 1956, por el geólogo suizo Emile Rod (Ibídem, 41). Sin embargo,
la evidencia histórica de su actividad sismogénica data del evento que sacude la
primigenia villa de San Cristóbal en 1597 e incluye algunos de los sismos más
importantes de la historia venezolana: La Grita, 1610; Mérida y Gibraltar, 1673 y
1674; Lara y Yaracuy, 1736; Trujillo, 1775; Mérida, 1812; Barquisimeto y San
Felipe, 1812; Lobatera, 1849; El Tocuyo, 1870; Los Andes, 1894; Táchira y Mérida,
1919; Los Andes, 1932; Los Humocaros, 1942; El Tocuyo, 1950 y San Josesito,
Táchira, 1981; fenómenos que han sido muy estudiados por geólogos y sismólogos
venezolanos y extranjeros (Véase Grases, Altez y Lugo, 1999).

1.1.2 El espacio social de los terremotos: justificación de la investigación

En el apartado anterior establecimos que los terremotos son fenómenos


naturales producidos por las dinámicas geológicas propias del planeta, las cuales no
pueden ser intervenidas por los seres humanos. Al mismo tiempo, la ocurrencia de
estos fenómenos naturales desencadena una serie de efectos sociales y culturales que
presentan una gran diversidad. Aquí debemos incluir una apreciación que surgió del
proceso mismo de investigación. Se trata de lo siguiente: en el primer momento de la
revisión bibliográfica, consultamos la obra de Enrique Marco Dorta (1967)
Materiales para la historia de la cultura en Venezuela, encontrando allí múltiples
referencias a la sismicidad nacional. La inclusión de estos registros en dicha
compilación nos confirmó que los terremotos constituyen capítulos poco conocidos,
pero significativos de lo que ha sido la historia cultural venezolana, y que a través de

16
la descripción y análisis de sus efectos, podemos comprender mejor cómo ha sido la
interacción de la sociedad venezolana con la naturaleza que la acoge.

Podemos afirmar entonces, que la posibilidad a la exposición de un evento


sísmico forma parte de la realidad natural, social y urbana de Venezuela, y aunque
según Laffaille, Laffaille y Ferrer (2009) nuestro país presenta “una amenaza sísmica
moderada”, el riesgo sísmico y la vulnerabilidad ante estos eventos presentan niveles
más altos (Al respecto véase Singer, 2008 y Guevara, 2012). La diferencia estriba en
que estas dos últimas variables son construcciones sociales e históricas que hacen
referencia a todas las formas en las cuales la sociedad venezolana puede ser
susceptible a sufrir daños graves por un posible terremoto destructor (Véase García
Acosta, 2004 y Ruiz Guadalajara, 2005).

En tal sentido, la perspectiva más adecuada para razonar sobre la evolución


del riesgo y la vulnerabilidad sísmica, como construcciones sociales e históricas, es la
que combina las herramientas y las capacidades de las ciencias sociales y la historia
(García Acosta, 1993). Al respecto Virginia García Acosta señala:

¿Qué significa hacer historia de los desastres, analizar los desastres en perspectiva
histórica? Estudiar los desastres históricos, no como el término parecería indicar,
es decir, estudiar desastres memorables, inolvidables, sino desastres ocurridos a lo
largo de la historia de un determinado grupo o sociedad, enmarcados en una
localidad, una región, un país, un espacio jurisdiccional, geográfico o político
específicos significa reconstruir historias en las cuales el desastre, como resultado
de procesos sociales y económicos, constituye el hilo conductor (García Acosta,
1996: 8).

No obstante que esta colaboración interdisciplinaria ha crecido en América


Latina, en Venezuela, los terremotos aún constituyen un tema relativamente nuevo
para estas disciplinas y, por lo tanto, la susceptibilidad histórica de la sociedad
venezolana a este tipo de fenómenos naturales conocidos como terremotos, se

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encuentra subestimada desde el punto de vista de las ciencias sociales (Altez, 2000:
455).

Esta es la clave de la incursión de la Antropología en esta temática, porque si


bien los terremotos son fenómenos naturales, sus consecuencias siempre son sociales
(Véase Leal Guzmán, Audemard y Rodríguez, 2014). Aquí hay que diferenciar entre,
la amenaza sísmica, es decir, los terremotos como tales, cuyos mecanismos escapan al
control social, y el riesgo y la vulnerabilidad sísmica que son construcciones sociales
(García Acosta, 2005). En tal sentido, los terremotos forman parte del contexto que
acoge la vida social, porque ésta se desenvuelve en un contexto natural con sus
dinámicas geológicas propias. Sin embargo, el terremoto como evento de gran
magnitud, no forma parte de la cotidianidad, socialmente son percibidos como
eventos inesperados, lo periódico entonces es el riesgo que existe de ocurrir un evento
sísmico que ocasione daños. Tal como afirma Daniel Schávelzon:

Hoy queda claro que las sociedades no son sólo receptores pasivos [de los
fenómenos naturales] ya que habitualmente son ellos mismos quienes producen
modificaciones climáticas al desertizar áreas boscosas, modificar tenores de
humedad o destinar grandes tierras a cultivos destruyendo la ecología regional;
parafraseando a Hilda Herzer "no existen conceptos absolutos que describan una
realidad física y que sean independientes de la acción del hombre"; todos los
llamados desastres naturales son acontecimientos resultado de un proceso social,
económico y político desencadenado por un motivo físico. Con estos datos
podemos preguntarnos: ¿quién mata a la gente cuando se produce un evento
natural? Habitualmente es la arquitectura en primer lugar, la ciudad misma en
segundo lugar y por último el desconocimiento acerca de cómo actuar, es decir, la
falta de cultura (Schávelzon, 2007: 98).

El enfoque antropológico de la temática se fundamenta en considerar a los


terremotos “…como parte de un sistema total en lugar de verlos como sucesos
extremos que en cierto sentido son inesperados” (Oliver-Smith, 1995: 52); esto puede
leerse en dos sentidos, el primero que la amenaza sísmica es una parte inseparable del
contexto urbano y social (Gascón y Fernández, 2001) y el segundo que nos señala que

18
los efectos de los sismos sobre la sociedad, dependen de la interacción entre las
características intrínsecas de los terremotos y las características del contexto histórico
(Véase Guidoboni y Ferrari, 2000).

A partir de la ocurrencia de un evento sísmico, y basándonos en los resultados


de las investigaciones realizadas sobre el tema, por antropólogos e historiadores
(Véanse García Acosta, 1996, 1997 y 2008; Altez, 2006 y 2009), podemos afirmar
que se activa un cambio en la dinámica cultural en la sociedad afectada, desde el
momento, hasta la próxima ocurrencia de un terremoto de grandes proporciones, del
cual puedan confirmarse ciertos procesos de reajuste social y cultural ante los efectos
y consecuencias del terremoto (Schávelzon, 2007: 96).

19
1.1.3 El problema de los terremotos históricos

La diferenciación entre sismos históricos e instrumentales constituye una


cuestión de tecnología, pues se considera como sismos históricos a los eventos
ocurridos antes de la aparición de los instrumentos de medición sísmica, tales como
son los sismógrafos2 y los acelerógrafos3. Lo anterior significa que para estos eventos
no se dispone de registros instrumentales que informen sobre sus características, sino
que deben estudiarse a partir de los registros históricos disponibles.

Según lo anterior, se definen como sismos históricos aquellos eventos ocurridos


antes del año 1900, fecha que está marcada por la aparición de los instrumentos de
medición sismológica (Stucchi, 1995). Por esta razón, desde la sismología se ha
comprendido que el estudio de los terremotos del pasado requiere de experticias muy
específicas tal y como se señala a continuación:

… en los últimos tiempos muchos sismólogos, la mayoría de ellos casi


inconsciente de los métodos históricos, comenzó a tratar con una serie de
compilaciones de terremoto y su utilización para la elaboración de una serie de
catálogos (…) que aún representan la principal base para la evaluación de la
sismicidad y riesgo sísmico. Al mismo tiempo, también se desea mejorar el
conocimiento disponible y comenzó a recuperar e interpretar los registros
históricos: esta tarea se llevó a cabo a menudo sin método y la atención, dando
lugar a muchos resultados inconsistentes. En ese momento muchos
investigadores hicieron uso de términos tales como "terremotos históricos" y la
"sismicidad histórica", que, mezclando el método de investigación (histórico)
con el tema de investigación (Stucchi; 1995: 568. Traducción propia).

Así, el estudio de los sismos históricos tiene la particularidad de referirse


inicialmente a la compilación de la información correspondiente y en consecuencia,

2
Instrumento por el cual se obtiene un registro continuo y permanente del movimiento de la tierra, en
función del tiempo (Tomado de: http://www.funvisis.gob.ve/glosario.)
3
Instrumento que registra, en un lugar determinado, la historia de las aceleraciones debidas a un
movimiento fuerte del terreno, en el caso de las redes son un conjunto de instrumentos enlazados
virtualmente por programas computarizados (Tomado de: http://www.funvisis.gob.ve/glosario.)

20
como afirman Rodríguez y Leal Guzmán (2013), la compilación de catálogos
documentales es uno de los productos básicos de la investigación histórica aplicada al
estudio de los terremotos. Estos autores añaden que al tratarse de compilaciones de
registros históricos, de naturaleza cualitativa, estos documentos se prestan no sólo al
análisis sismológico que busca estimar parámetros sísmicos básicos, sino que además
constituye un material que puede alimentar investigaciones de corte histórico y social.

En esta línea de pensamiento, asumir el estudio de un terremoto como 1736,


evento hermético por más señas, representa un reto para un investigador ya que se
requiere de las estrategias de búsqueda propias del ejercicio del historiador y también
de la atención al detalle y al contexto que son propios de la descripción densa.
Abordar el estudio del sismo de 1736 implicó, desde el principio, una larga búsqueda
en archivos históricos de documentos que revelasen la existencia del sismo. Lo
anterior nos trae otra incógnita importante ¿por qué hacer este tipo de investigaciones
desde la antropología? Después de los debates epistemológicos que implicó
desarrollar esta investigación, podemos responder a esa interrogante diciendo que los
efectos de los sismos siempre son sociales y culturales. Por otra parte, los terremotos
son fenómenos que ponen de manifiesto la manera cómo una sociedad determinada
ha construido su relación histórica con la naturaleza; es decir, a través de los efectos
de un sismo, los antropólogos podemos develar los diversos avatares que se conjugan
en dentro de la cultura de una sociedad a partir del momento de emergencia y
contingencia propios, luego de la ocurrencia de un evento sísmico. (Véase Oliver-
Smith, 1995).
Para analizar terremotos históricos, es necesario recurrir a la documentación
existente, como por ejemplo, documentos antiguos, comunicaciones, diarios,
crónicas, etc., esto es, metodología histórica básica (Peña, 2000). Queda claro que
compilar y sistematizar la documentación no es suficiente, sino que esta tarea
antecede al análisis en el cual se aplicarán las herramientas de la antropología. De ahí
que, el punto principal de esta investigación radica en explorar, a través del análisis

21
de sismo de 1736, qué puede aportar la antropología al estudio de los terremotos
históricos venezolanos. Como hemos señalado, el evento de 1736 se escogió
precisamente por tratarse de un sismo poco conocido y muy mal documentado, toda
vez que al momento de plantearse esta investigación, solo se conocía una referencia a
dicho evento, procedente de la relación geográfica de Barquisimeto escrita en 1745
por el Teniente Justicia Mayor de Barquisimeto y Corregidor de Chivacoa don Joseph
Lorenzo Ferrer (Respecto a este personaje véanse Perera, 1964: 44 y Pizaka, 1963:
107).

En este sentido nuestro trabajo tiene dos niveles porque la información


recopilada sirvió para fundamentar la interpretación socio-histórica del terremoto que
es objeto de este trabajo; y por otra parte, toda esta documentación pasará a formar
parte del catálogo sísmico de Funvisis, donde será procesada para obtener los
parámetros básicos correspondientes a dicho evento, tarea que escapa a nuestra
competencia.

Nuestra labor consiste en el engranaje del trabajo antropológico sobre el estudio


de caso de 1736, que forma parte de un proyecto macro de Funvisis como lo es la
compilación y completitud del mencionado catálogo (Romero et al., 2012). Se trata
de un proyecto de largo aliento que hace énfasis en la tarea de documentar los sismos
históricos que actualmente se encuentran mal estudiados o poco documentados, tal
como lo mencionamos anteriormente. Este proyecto macro implica la organización,
análisis y estudio de la información recogida para cada uno de estos sismos, pues
cada uno constituye una pieza a ensamblar en la dinámica física de la tierra junto a la
perspectiva humana que no escapa de ella.

Un último aspecto queremos destacar y es la importancia de los terremotos


históricos como fenómenos recurrentes en nuestra historia, de los cuales aún podemos
extraer enseñanzas que nos lleven a comprender mejor la naturaleza sísmica de

22
nuestro territorio y también los riesgos y vulnerabilidades que construimos y
enfrentamos. En este punto salta a la vista la importancia de los condicionantes
históricos e incluso de la naturaleza como objeto de análisis histórico:

…puede advertirse la condición de la ventana histórica que ofrece el pasado


americano. Se trata, por consiguiente, de un lapso de quinientos años en donde
trescientos de ellos destacan como realidad colonial, cien se concentran en el
proceso de asentamiento capitalista, y en el último siglo, además pueden
identificarse cambios más veloces e igualmente entre el presente y el pasado: esto
es, en consecuencia: cuatrocientos años (por lo menos), de lectura de la realidad
diferente a la de la actualidad (Altez, 2006: 63).

Es un hecho que mientras mejor conocemos nuestra sismicidad, mejor podemos


enfrentarla y no podemos ignorar que precisamente nuestra sismicidad está
compuesta principalmente por sismos históricos que deben ser estudiados a través de
documentos. Pensemos en todos los sismos ocurridos en Venezuela entre los años
1530 y 2014; es decir un lapso de 484 años. Pues bien, de todos estos eventos,
aquellos ocurridos entre el 1 de septiembre de 1530 y el 29 de octubre de 1900 son
estrictamente históricos (en el sentido que deben estudiarse a partir de documentos), y
nos referimos a un lapso de 370 años. Esto significa que el número de eventos
calificado como nuestra sismicidad histórica, supera a los eventos que calificamos
como instrumentales. Aún podemos añadir que los terremotos más importantes de
nuestra historia, como 1610, 1641, 1674, 1684, 1766, 1812, 1853, 1875, 1878, 1894 y
1900, son sismos históricos. Razones sobran entonces para sumarse a esta tarea que
resulta más productiva cuando se aplican a ella miradas interdisciplinarias.

1.1.4 Venezuela sísmica

Ya habíamos señalado que Venezuela “es un país con amenaza sísmica


moderada” (Laffaille, Laffaille y Ferrer 2009: 107) entendiendo la amenaza sísmica
según la siguiente definición:

23
Conocida también como peligro sísmico, es un tipo de amenaza natural, la cual
se define como un peligro latente asociado a un sismo de una cierta dimensión,
con una alta probabilidad de manifestarse en un sitio específico y en un lapso de
tiempo determinado, con la probabilidad de producir efectos adversos no
deseados a las personas, a las estructuras, a los servicios y al ambiente natural,
que estén expuesto a dicho evento (Guevara, 2012: 348).

En cuanto a un caso de estudio, debemos considerar los factores que confluyen


en la amenaza sísmica sin limitarnos a la actividad sísmica, sino atender las variables
relacionadas a la ocupación humana de espacios geográficos sometidos a la acción de
sistemas de fallas activas, porque de acuerdo a Lafaille (2008: 79) “…son elementos
que no pueden ser analizados independientemente el uno del otro, siendo (…)
evidente su relación”. Precisamente las variables referidas a los asentamientos
humanos son las que configuran el riesgo y la vulnerabilidad. El estudio de la
sismicidad histórica sirve para aclarar que los sismos no son hechos aislados, sino que
evidencian el patrón de comportamiento de las fallas tectónicas activas en un lugar
determinado y por otra parte, que los desastres y las emergencias detonados por un
evento sísmico, también se insertan en un contexto histórico lo que complejiza su
estudio así justificando divergentes resultados analíticos dentro del estudio de un
mismo evento. Altez contextualiza la importancia de estos estudios en la realidad
venezolana:

… el estudio de los desastres como parte del proceso histórico… se antoja


pertinente en la historia de una sociedad como la venezolana, que convive con
todo tipo de amenazas naturales y antrópicas, las cuales parecen renovarse y
recrearse de contexto en contexto, profundizando vulnerabilidades y
multiplicando amenazas (Altez, 2006: 33)

En un país sísmico como Venezuela, cobra peso específico la anterior


argumentación. Este tipo de conocimiento de los sismos históricos conlleva a
plantearse estrategias para mitigar riesgos y vulnerabilidades en el país, considerando
la importancia que reviste el desarrollo de perspectivas teóricas y metodológicas para
el estudio de los eventos sísmicos (Altez, 2000 y 2006). Los terremotos venezolanos

24
que han sido estudiados bajo un enfoque socio histórico son los terremotos del 26 de
marzo de 1812 (Altez, 2006 y 2009; Cunill Graü, 2012), el terremoto de El Tocuyo
de 1950 (García Yepez, 1994; Leal Guzmán, 2008), el terremoto del 29 de octubre de
1900 (Leal Guzmán, 2013; Leal Guzmán, Audemard y Rodríguez, 2014 y Leal
Guzmán, Rodríguez y Audemard, 2014) y los terremotos de 1875 y 1894
(Mastrangioli, 2014).

1.2 Antropología y terremotos

Los estudios sistemáticos que se han realizado desde las ciencias sociales en
relación con los terremotos del pasado en Venezuela, se han basado en registros
históricos que ofrecen referentes descriptivos de dichos eventos y sus efectos sobre la
sociedad afectada por ellos. Sin embargo, hacer una interpretación a partir del
hallazgo de la información de las personas que vivieron dicho momento histórico y
engranar de forma concisa las piezas de nuestra colección para que se acoplen de
manera integral será a lo que refiere el estudio del terremoto de 1736. El cambio de
paradigma que representa el estudio de las relaciones entre eventos naturales y las
sociedades propiamente, requiere de otra parte de la realidad; la social, que se maneja
desde otras disciplinas distintas a las ciencias naturales, que nos permita crear un
primer análisis para el estudio del evento de 1736.

El abordaje desde el punto de vista antropológico del evento de 1736, se hace


pertinente debido a que “los hechos sociales no se reducen a fragmentos dispersos,
son vividos por hombres, y esta conciencia subjetiva- a igual título que sus caracteres
objetivos- es una forma de realidad.” (Lévi-Strauss; 1968: XXV). Lo que evidencia
que el terremoto como evento natural, es también un fenómeno que desencadena las
acciones sociales inmediatas tales como las emergencias, sin embargo, los eventos
sísmicos forman parte de la trama natural donde está asentada la sociedad que es
donde se desarrollan las relaciones sociales; prestando atención a las prácticas y

25
representaciones culturales suscitadas por los terremotos lo que en palabras de
(Shávelson: 2007) son las huellas en la cultura. En este sentido el carácter simbólico
entra al juego de las competencias a analizar en el estudio entre naturaleza-sociedad,
esa es el carácter intrínseco de la antropología en el estudio de los terremotos.

En tal sentido, como lo afirma Leal Guzmán (2013), los sismos son unos
grandes perturbadores y transformadores sociales: su ocurrencia dispara toda una
serie de prácticas sociales, económicas y políticas como reconstrucción, mudanzas,
interpretaciones religiosas, cambios constructivos o urbanos, etc. el terremoto no es
un hecho social sino natural, pero sí es un disparador de hechos sociales, porque la
coyuntura que provoca, sea emergencia o desastre sísmico, según la escala de los
destrozos y el saldo de víctimas, es un hecho social por definición que pone en
movimiento a los actores sociales en un sentido o en otro. Podemos recurrir a
Foucault:

Es ahí donde una cultura, librándose insensiblemente de los órdenes empíricos


que le prescriben sus códigos primarios, instaura una primera distancia con
relación a ellos, les hace perder su transparencia inicial, cesa de dejarse atravesar
pasivamente por ellos, se desprende de sus poderes inmediatos e invisibles, se
libera lo suficiente (…) se encuentra ante el hecho en bruto de que hay, por
debajo de sus órdenes espontáneos, cosas que en sí mismas son ordenables que
pertenecen a cierto orden mudo (Foucault, 2002: 14).

El texto anterior nos llama la atención sobre un punto importantísimo:


inevitablemente el orden representado por la cultura suele verse alterado por los
terremotos, particularmente por los grandes terremotos, eventos que pertenecen al
orden mudo de la naturaleza. Siguiendo nuevamente a Foucault:

…las cosas y las palabras se entrecruzan con todo rigor: la naturaleza solo se
ofrece a través de la reja de las denominaciones y ella que, sin tales nombres,
permanecería muda e invisible centellea a lo lejos tras ellos, continuamente
presente más allá de esta cuadricula que la ofrece, sin embargo, al saber y solo la
hace visible atravesada de una a otra parte por el lenguaje (Foucault, 2002: 117).

26
Destacamos acá que el antropólogo como investigador de los terremotos
históricos no sólo trata describir simplemente el evento en estudio, de manera
novelada, narrativa o anecdótica. Por el contrario, el enfoque antropológico en esta
temática consiste en interrogar la información pertinente y preguntarse sobre las
consecuencias que un terremoto pueda tener en la sociedad afectada. Se trata de
elaborar una reflexión crítica hacia los hechos sociales: ¿Por qué estos ocurrieron así
y no de otro modo? ¿Qué ocurriría bajo diferentes condiciones históricas? y si un
sismo semejante volviese a ocurrir hoy ¿Cuáles serían los efectos y las consecuencias
para la sociedad?

Esta serie de interrogantes estarían relacionadas al tema principal de la


investigación. Propondremos entonces un análisis a partir de un marco teórico-
metodológico desde la Antropología, que sea ajustado a los requerimientos de un
evento tan complejo como los sismos; cuyos efectos dependen no solo de sus
características como fenómenos geológicos, sino también de las características del
contexto histórico y social. A lo anterior hay que añadir toda la problemática
representada por la compilación de los registros necesarios para esta investigación, la
cual en nuestro caso fue significativa.

La pertinencia de la Antropología en los estudios de los sismos reside tanto en


la interacción teoría-práctica, como en aplicación de métodos antropológicos a la
búsqueda, sistematización y análisis de la información que permita elaborar la
interpretación de los matices socio-culturales del evento del estudio de caso que
corresponde al evento ocurrido en el centro-occidente venezolano en el año de 1736.

En relación a la manera en que los sismos alteran la cotidianidad de un grupo


social, advertimos que es donde se activa lo que Lévi-Strauss denomina como: rasgos
que en relación a la construcción de significados se aprehenden en los grupos sociales

27
de manera tal, que el valor “originario”, no es reflejado inmediatamente sino a
posteriori; por el factor que en un principio le fue atribuido (Véase Lévi-Strauss,
1968). A partir de esto, nosotros proponemos la aplicación de lo que Foucault
denomina como trasversalización de la información, para resaltar la importancia del
antropólogo para cruzar datos sobre hechos históricos poco claros o poco
documentados, como lo son algunos terremotos del pasado.

Entonces, no se trata de redimensionar modelos explicativos (Grases; 1999) a


partir de los efectos causados por el sismo. En realidad se trata de darle una
explicación que dé cuenta, en la medida de lo posible, de las perturbaciones y de las
transformaciones que puedan haber sido impulsadas por el sismo. Es decir que, no se
hará una crítica de las fuentes referidas al sismo sino una interpretación socio
histórica del terremoto basada en fuentes primarias.

Por otra parte, los datos escritos no son la única fuente de información para los
terremotos históricos, también existen la iconografía, las obras de arte, los exvotos, el
registro arqueológico, las ruinas de los edificios, etc. Esto es particularmente cierto en
el caso del estudio socio-histórico que no está buscando parámetros básicos sino
interpretaciones sociales.

Sin embargo, en el caso de nuestra investigación, registros históricos escritos


fueron las únicas fuentes que conseguimos a lo largo de dos años de investigación en
los archivos históricos de Caracas; evidentemente, porque no podemos hacer
recolección de material etnográfico tales como elementos de tradición oral, ya que
consideramos que la cultura como proceso dinámico establece que el sentido del
valor simbólico que se desprende en primer momento, es decir, inmediatamente o en
los primeros 76 años al menos de ocurrido el evento sísmico, debió cambiar, y más a
la fecha, consideramos que no daría un aporte sustancial a la presente; ¿por qué 76
años? Pues porque es el momento en que irrumpe otros terremotos de grandes

28
magnitudes es en el año de 1812; así mismo, debemos advertir que por razones de
logística que no logramos solventar, resultó imposible acceder a los archivos
ubicados en el centro occidente del país.

1.2.1 Terremotos: entre sociedad y naturaleza

Aunque entendemos a los terremotos como hechos brutos (Searle; 1997: 1); es
decir, como fenómenos que no dependen de la acción social para hacer presencia e
irrumpir en el contexto social, no pretendemos simplificar o minimizar los resultados
de la acción de éstos, más cuando afectan a la sociedad, ya que las sociedades no se
encuentran en un estado de reposo antes, durante y después del evento sísmico, sino
que por el contrario, según sus acciones y percepciones frente a los terremotos, las
sociedades son constructores activos del riesgo sísmico, definiendo este último como
el nivel de daños que puede ocasionar un posible sismo.

La singularidad de los estudios sobre fenómenos naturales destructores a partir


de sus efectos sobre la sociedad, consiste en que la ocurrencia de tales fenómenos
realza los efectos económicos; y las coyunturas políticas y sociales que lo circundan.
Cuando los terremotos ocurren en momentos de inestabilidad política, económica y
social sus efectos resultan magnificados, tal es el caso de los terremotos de 1812
(Véase Altez, 2006 y Nur, 2008). Aquí destaca la pertinencia de la antropología para
analizar la interacción terremotos-cultura y sociedad, sobre todo si consideramos que:

…la cultura no es una entidad, algo a lo que puedan atribuirse de manera causal
acontecimientos sociales, modos de conducta, instituciones o procesos sociales;
la cultura es un contexto dentro del cual pueden describirse todos esos
fenómenos de manera inteligible, es decir, densa (Geertz, 2006: 27).

29
Siguiendo a Geertz, debemos señalar que los efectos de los terremotos están
mediados por la cultura. Esta afirmación resulta más precisa si la examinamos desde
la definición de cultura propuesta por François Houtart quien la caracteriza:

Como el conjunto de las representaciones que los seres humanos se hacen de la


realidad, tanto de las relaciones con la naturaleza, como de sus relaciones
sociales. En este sentido, la cultura constituye un elemento central de la
construcción de la sociedad, de su reproducción o de su transformación (Houtart,
2007: 16)

En este punto debemos considerar que la sociedad se relaciona con la naturaleza


a través de la cultura. Frente a las amenazas naturales, una sociedad desarrollará y
pondrá en práctica estrategias que le permitan reconocer amenazas y riesgos presentes
en su medio físico y mitigar potenciales desastres.

Así mismo y haciendo énfasis en lo que concierne a la alteración de la


cotidianidad producida por los terremotos, el antropólogo debe:

Considerar las dimensiones simbólicas de la acción social-arte, religión,


ideología, ciencias, ley, moral, sentido común- no es apartarse de los problemas
existenciales (…) para ir a parar a algún ámbito empírico de formas desprovistas
de emoción; por el contrario es sumergirse en medio de tales problemas. La
vocación esencial de la antropología interpretativa no es dar respuestas a nuevas
preguntas más profundas, sino darnos acceso a preguntas dadas por otros
(Geertz; 2006:40)

Por consiguiente; nuestra estrategia de abordar la investigación como un


estudio de caso nos permite dar cabida a los matices propios de la sociedad y la
cultura señalados por Geertz y también a las particularidades del terremoto; donde
debemos precisar porque utilizar el método de estudio de caso de 1736:

El estudio de caso es un método de investigación cualitativa y empírica,


orientada a la comprensión en profundidad de un objeto, hecho, proceso o
acontecimiento en su contexto natural (…) el objetivo primordial del estudio de
caso es la particularización y no la generalización (Rovira Fontanals, 2004: 11)

30
El estudio de caso tiene unas características que lo hacen adecuado para nuestra
investigación, por ejemplo es: cualitativo; descriptivo, heurístico e interpretativo; esto
nos permitió desarrollar un trabajo terremoto y sus consecuencias como un hecho
social analítico y no simplemente descriptivo. Del mismo modo, a lo largo de esta
investigación, pudimos comprobar que el estudio de caso es un método muy
adecuado para abordar los terremotos desde una perspectiva socio-histórica. De
hecho, su aplicación dio excelentes resultados en el análisis de los sismos de 1812,
1900 y 1950, los cuales expondremos en el apartado correspondiente a los
antecedentes.

1.3 El terremoto de 1736 como objeto de estudio de la Antropología

Los sismos como fenómenos naturales que impactan profundamente la


sociedad y la cultura pueden ser objeto de amplios estudios desde una perspectiva
socio-histórica (Véase Schávelzon, 2007). No obstante, los sismos históricos son
unos objetos difíciles de documentar, dándose la circunstancia que mientras más
antiguos son, es más difícil encontrar registros que sustenten su ocurrencia y sus
efectos, situación que experimentamos de primera mano. Sobre el particular Altez
afirma lo siguiente:

La investigación de los desastres del pasado es, ciertamente, un esfuerzo casi


exclusivo de lectura (un enfrentamiento constante a documentos de todo tipo) y,
por consiguiente, debe asumirse como un ejercicio de interpretación; por ello no
se trata solamente de posar los ojos sobre un texto y reflejar su sintaxis, sino de
comprender su contenido semántico: es, entonces un ejercicio hermenéutico
(Altez, 2006: 63).

Precisamente para efectuar un ejercicio hermenéutico, es necesario considerar


cuál es el contexto en el que sucede el evento y cómo se produce la información
respecto a él. Factores examinados por Rodríguez y Audemard (2003) como la

31
importancia geopolítica de las poblaciones afectadas, la densidad demográfica y la
situación geográfica, definen si se produce o no información y si esta se conserva o
no.

El sismo ocurrido en el año de 1736 en el centro occidente del país es un


evento oscuro debido a la falta de documentación que lo sustente en el inventario
sísmico del país. Cabe mencionar que no existen referencias respecto al sismo de
1736, por ejemplo, en los escritos de Alejandro de Humboldt ([1804]-1956, [1889]-
1980) ó en los catálogos sísmicos venezolanos a excepción del catalogo de Grases,
Altez y Lugo (1999); situación que llamó particularmente la atención de los
investigadores dedicados a la sismicidad nacional. La curiosidad científica respecto a
este misterioso terremoto incluye diversas variables, desde verificar su ocurrencia
hasta evaluar los probables daños y consecuencias de dicho evento.

Al inicio de esta investigación el único relato disponible se encontraba en la


relación geográfica de Ferrer (1745) que ya hemos mencionado. Esta breve referencia
se encuentra reseñada en el catálogo de sismos sentidos y destructores de Grases,
Altez y Lugo (1999: 79), y permite establecer la ocurrencia del terremoto en la ciudad
de Barquisimeto y señalar que su iglesia parroquial quedó afectada. No obstante, la
información que la relación de Ferrer ofrece sobre el terremoto de 1736 es escasa.
El estudio del terremoto a su vez, presentó ciertas particularidades en términos
de modificación dentro de la investigación debido a que requirió de un trabajo
minucioso en fuentes tanto primarias como secundarias, que sin embargo, no dio los
frutos esperados, en cuanto a la poca información disponible acerca del misterioso
sismo. Podríamos atribuirle este vacío de la información a diversos motivos, según
señala Leal Guzmán (2013: 99):

Tomemos por ejemplo, la delicada cuestión de reunir e interpretar las piezas de


un rompecabezas sísmico inevitablemente surgen las interrogantes: ¿se habrá

32
producido alguna información respecto a este evento?, ¿quién lo habrá
registrado?, ¿por qué medios?, con qué intención?, ¿existirá todavía esa
documentación?, ¿habrá resistido el paso del tiempo, las guerras, otros desastres,
reubicaciones del archivos, reorganización de los fondos documentales u otros
avatares?, ¿será posible acceder a estos documentos?. En el caso de sismos
particularmente enigmáticos se abre un nuevo dilema, pues ante la falta de
información aparecen nuevas preguntas: ¿habrá ocurrido este evento?, ¿por qué
callan las fuentes históricas? , ¿Acaso fue un evento tan pequeño que no mereció
relato alguno o quizás los documentos que los describían desaparecieron?

En cuanto a los factores limitantes que surgieron durante la investigación,


podemos hacer mención del estado de deterioro en que se encuentran algunos
documentos consultados. Así podemos dar cuenta de que se encontraron documentos
perforados debido a la oxidación de la tinta con la que fueron escritos, en tanto que
otros estaban dañados por la acción de insectos xilófagos; algunos folios muestran
evanescencia de la tinta que no permite una digitalización adecuada. En este último
caso, debía hacerse el levantamiento paleográfico de los documentos en el acto, lo
cual pausaba el proceso de recolección de información.

Inesperadamente, el traslado de dicha información del repositorio a nuestra


computadora personal se vio particularmente afectada cuando la cámara fotográfica
con buena parte de nuestros registros digitales, la guía del Archivo Arquidiocesano
(AAC) y la libreta de notas que contenía observaciones y los resúmenes de estos
documentos levantados en el sitio, nos fueron sustraídos mientras viajábamos en
transporte público. La sorpresa por el hurto, la decepción ante la pérdida del material
y los problemas de acceso del AAC, supusieron un paréntesis negativo en nuestra
investigación, y al final, apenas logramos recuperar una parte ínfima de los registros
perdidos aquel día.

Considerando lo anterior, debemos advertir que en nuestro caso, muchas de las


interrogantes antes expuestas quedaron sin respuesta alguna, y no podemos explicar
satisfactoriamente el vacío documental que aún rodea al sismo de 1736, puesto que

33
logramos reunir muy pocos documentos al respecto. Por ejemplo, en el año de 1801,
por motivos desconocidos, se incendió el archivo de la iglesia parroquial de la ciudad
de Barquisimeto. Sin embargo, una carta enviada a la ciudad de Caracas, insinúa que
el incendio fue provocado porque no era conveniente que se ventilasen los fraudes
hechos por los vicarios en cuanto a la fábrica y reedificación de dicha iglesia, así
como los montos aportados por los feligreses para dichas reparaciones (del vicario de
Barquisimeto en Carta al Capitán General de la provincia de Venezuela 16 de
Octubre de 1801, En: AGN, Iglesias, Tomo IV, s/f).

Otra posible causa del vacío de información, la encontramos en los


levantamientos de negros libertos, pardos e indios que se estaban dando en la región,
los cuales se prestaban para causar daños a los edificios eclesiásticos, judiciales y
parroquiales, sin mencionar que muchos de éstos movimientos eran propicios para
encubrir eventos de tal naturaleza (Véase Querales, 2003). La misma sismicidad
histórica de la región nos ofrece una posible explicación para la falta de información
que hemos descrito, pues no podemos obviar que los templos de la región,
repositorios documentales por excelencia de la época colonial, sufrieron gran
destrucción a raíz de los terremotos de 1812 y posteriormente a causa del sismo de
1950, situación que constituye una causa bastante probable de la desaparición de
mucha documentación recogida en las iglesias y casas parroquiales (Ver Altez, 2006;
Leal Guzmán, 2008).

El análisis del sismo de 1736, desde la perspectiva de la antropología, se


refiere precisamente tanto al desorden social que produce un sismo, como a las
posibles transformaciones sociales y culturales que puedan ser ocasionadas por un
evento de esta clase. Vale la pena advertir que en lo que se refiere al riesgo sísmico,
la sociedad venezolana desconoce, en líneas generales, la historia sísmica del país y
este desconocimiento es parte importante de la vulnerabilidad y del riesgo ante los
eventos sísmicos. Transmitir esta historia vista desde la antropología, esperamos sirva

34
para crear apropiación social del conocimiento de la historia de los sismos y esa
apropiación es vital para poder avanzar en la reducción del riesgo:

El punto de partida de la percepción del riesgo no consiste únicamente en


estar frente a un estímulo de la realidad. Sin duda, debe haber un elemento
en la naturaleza que represente una amenaza o que tenga una potencialidad
de dañar el ambiente y las obras humanas. Pero, además de que exista ese
elemento potencialmente dañino en la realidad, este elemento deberá ser
procesado por nuestro cerebro para que se vuelva inteligible. En este
proceso de hacer inteligible un estímulo de la realidad intervienen tres
dimensiones: la primera es la externa, la segunda es la social y la tercera es
la personal (Gascón, Ahumada y Galdame, 2009: 14).

Siguiendo lo anterior, en cuanto a la percepción del riesgo cabe destacar que


“…este elemento deberá ser procesado por nuestro cerebro para que se vuelva
inteligible” (Ibídem); y sin embargo, los terremotos, en líneas generales no forman
parte del panorama histórico ni cultural del país. Tal como señala Leal Guzmán
(2013): los sismos no están integrados en nuestra percepción de la realidad, en parte
porque es muy poco lo que se sabe de estos eventos en términos cualitativos, es decir,
qué ocurrió, cuándo ocurrió, cuáles fueron las consecuencias en cada una de estas
ocasiones y cómo respondió la sociedad venezolana ante un determinado terremoto.

1.4 Objetivos de la investigación

A los fines de esta investigación establecimos los siguientes objetivos que


consideramos de importancia para el presente estudio a saber:

1.4.1 Objetivo general

• Elaborar una interpretación del sismo de 1736 en el centro occidente de


Venezuela, privilegiando los aspectos referidos al impacto social de este
evento, de modo tal de establecer la relación entre sociedad, cultura y

35
terremotos y poder extraer de esta experiencia qué puede aportar la
antropología al estudio de nuestros terremotos.

1.4.2 Objetivos específicos

• Identificar las fuentes primarias vinculadas al terremoto de 1736.

• Evaluar las fuentes historiográficas para identificar los elementos socio-


históricos que permitan el estudio de caso del sismo ocurrido en el año de
1736.

• Analizar los aspectos socio-históricos del sismo de 1736; que permita


establecer la conexión entre sociedad, naturaleza y cultura, para asentar los
aportes de la Antropología al estudio de los terremotos del pasado.

36
CAPITULO 2
PERSPECTIVAS TEÓRICAS EN EL ESTUDIO DE LOS TERREMOTOS

Existen diversas perspectivas para el estudio de los terremotos. La perspectiva


fisicalista atiende el desastre como una coyuntura crítica producida por la ocurrencia
de un evento adverso (García Acosta, 1996). Por lo tanto, lo trata como un suceso
aislado que no se encuentra relacionado con las dinámicas históricas y sociales de
producción de riesgos y vulnerabilidades (Leal Guzmán, 2013). Bajo la perspectiva
fisicalista la causalidad del desastre se agota en el estudio del fenómeno adverso que
lo dispara (Mansilla, 2000). Esto significa que el énfasis de esta perspectiva se
encuentra en las características intrínsecas del terremoto como fenómeno geológico.

Por el contrario, la perspectiva socio-histórica propone la noción de coyuntura


desastrosa entendida como el momento culminante de un proceso de producción y
configuración de riesgos y vulnerabilidades que convergen junto a la ocurrencia de un
evento adverso deviniendo desastre, acarreando grandes pérdidas materiales y
humanas y desencadenando importantes transformaciones de orden político,
económico, urbanístico y socio-cultural (Véase Altez, 2006). A continuación
examinaremos ambas perspectivas.

2.1 Los terremotos desde las geociencias

Si bien el énfasis de la investigación es antropológico, incluimos aquí la


discusión y los antecedentes sobre el tratamiento que se la da a los terremotos, como
objeto de estudio, desde la sismología histórica, para ilustrar las diferencias de
enfoques y resultados entre diferentes disciplinas. Es decir, intentamos exponer cómo
trabajando sobre los mismos materiales históricos se obtienen resultados diferentes
que además corresponden a las distintas facetas del fenómeno, esto que desde las
geociencias y la sismología histórica se atiende formalmente a los terremotos como

37
fenómenos geológicos, mientras que desde las ciencias sociales y la historia, se
abordan las consecuencias sociales y culturales de los terremotos. Cabe aquí referir la
reflexión de Altez respecto a la desconexión entre ciencias naturales y las ciencias
sociales cuando emplean “recursos metodológicos específicos y excluyentes para la
interpretación de los fenómenos naturales cuando estos se presentan interactuando
con la sociedad” (Altez, 2006: 43).

Como fue explicado en el capítulo anterior el estudio de los terremotos desde


las perspectivas de las geociencias responde al estudio de los eventos sísmicos como
fenómenos geológicos; a la medición de los esfuerzos físicos de la tierra y la
liberación de energía que se descarga por el terremoto. La ejecución de mapas
vinculantes a los eventos sísmicos son en principio la forma de entender el
comportamiento de las fallas en un territorio determinado; de igual forma el tipo de
ruptura de la falla; así como el encontrar los parámetros básicos respecto a los
eventos sísmicos tales como: fecha, hora, epicentro y magnitud definen la manera de
abordar el estudio de los terremotos y la acción de éstos en la corteza terrestre (Véase
Rodríguez y Audemard, 2003). Estos mapas se producen con el fin de “planificar
estratégicamente la forma de organización de las poblaciones” (Peraldo y Acevedo;
2010: 4) con el fin de mitigar los efectos devastadores de la naturaleza sobre la
sociedad.

2.1.1 Sismología histórica: una aproximación a los sismos del pasado

Los estudios de sismología histórica están ligados a nuevos descubrimientos de


eventos pasados a partir de documentos escritos, de preferencia por testigos de
aquellos eventos, esto es, que se fundamentan en información contenida en registros
cualitativos de donde proviene toda la información que permita estimar los
parámetros básicos de los terremotos, como señalan Rodríguez y Audemard:

38
…definir de la manera más cercana al evento producido, los parámetros que han
influido en el mismo, la fecha, hora epicentro e intensidad, en función de
noticias en documentos de variada naturaleza y con el mayor acopio de
evidencias, siempre limitado por el testimonio escrito. Normalmente, tal
situación ha conducido a dar respuestas técnicas en formas de hojas
cartográficas en las cuales se interpretan niveles de daño similar (Rodríguez y
Audemard; 2003: 48-9)

Desde mediados del siglo pasado las ciencias naturales han hecho
levantamientos de información referente a terremotos históricos, con el fin de crear
catálogos sísmicos y ampliar las compilaciones y la distribución geoespacial de los
sismos en el territorio venezolano. De tal manera es acertado señalar que “ese estudio
histórico de los sismos que ha sido llamado sismicidad histórica, es una herramienta
que surge de las necesidades de conocimiento particular que posee la sismología”
(Altez, 2006: 20). De tal suerte, la sismología histórica ha debido incorporarse,
aunque con ciertas resistencias, a las prácticas de la interdisciplinariedad:

Esta mirada que ha desplegado la sismología histórica ha sido labrada en


diferentes intentos interdisciplinarios y es, ciertamente, un eslabón multicolor
entre ciencias naturales y fuentes primarias. El conocimiento de los procesos
históricos, resultado concomitante al conocimiento de fallas activas y la necesidad
de conocer posibles periodos de retorno, obligó a girar la mirada hacia el pasado
colonial y el siglo XIX, telúricos lugares de indescifrables datos para las ciencias
físicas. A partir de entonces, una importante diferencia epistemológica se abrió
paso entre las nociones de sismicidad histórica y sismología histórica (…) El salto
a la sismología histórica (ya considerado anteriormente en los trabajos de
Guidoboni, 1994 y 1997), permitió que entre los investigadores de Venezuela se
resignificaran las apreciaciones sobre la investigación documental, no solo por
considerarle una fuente necesaria, sino por la necesidad de comprender de una
manera heurística el contenido de los documentos (Altez, Rodríguez y Urbani,
2004: 112-113).

En Venezuela, la investigación sismológica se ha decantado principalmente en


dos vertientes: la asignación de parámetros básicos para nuestros terremotos y la
compilación de catálogos históricos e instrumentales que den cuenta de la sismicidad
venezolana (Rodríguez y Leal Guzmán, 2013). Precisamente, la compilación y

39
organización de esta data documental ha permitido realizar numerosos análisis de
terremotos históricos con el objetivo de asignar parámetros básicos.

Por ejemplo, basándose en el análisis detallado de registros históricos


provenientes de diversas fuentes, Rengifo y Laffaille (2000) reevalúan el gran
terremoto de Los Andes del 28 de abril de 1894. Los autores presentan las
características físicas del evento, trazan curvas isosistas y proponen una ubicación
epicentral para este terremoto, uno de los más importantes eventos sísmicos ocurrido
en Venezuela. Escobar (2000), Escobar y Rengifo (2003) y Rengifo y Escobar
(2003), realizaron la reevaluación de importantes eventos sísmicos ocurridos en los
Andes venezolanos durante el siglo XX, asignando y/o reajustando parámetros
básicos correspondientes a los sismos de: Táchira, 10 de junio de 1919; La Grita, 14
de marzo de 1932; Zea, 4 de noviembre de 1933; Aricagua, 16 y 23 de noviembre de
1956 y Aricagua, 30 de junio de 1959.

Partiendo de evidencia inédita arrojada por la investigación histórica, Palme y


Altez (2002) presentan la reevaluación de los terremotos ocurridos entre diciembre de
1673 y enero de 1674 en los Andes venezolanos, eventos que afectaron
principalmente a Mérida, Trujillo y Gibraltar, con dramáticas consecuencias
económicas y sociales para la región (Al respecto véase también Ramírez Méndez,
2010).

De un modo similar, la investigación en fuentes históricas sustenta el trabajo


de Altez y Audemard (2008), quienes documentan la ocurrencia de un sismo en la
ciudad de Cumaná en el año de 1629, cuya existencia era desconocida hasta el año
1999. La importancia de precisar y caracterizar la ocurrencia de los sismos reside en
que esto permite ubicar tales eventos dentro de la actividad sísmica de las fallas y, en
el caso de 1629, posibilita caracterizar más adecuadamente el comportamiento
sismogénico de la falla de El Pilar en las cercanías de la ciudad de Cumaná. Choy

40
(1998, 2001) y Choy et al., (2003) analizan el destructor terremoto que arruinó la
antigua ciudad de El Tocuyo, el 3 de agosto de 1950, examinando las implicaciones
tectónicas del evento, discutiendo una posible ubicación epicentral y asignando una
magnitud a este terremoto.

Los polémicos terremotos del 26 de marzo de 1812 constituyen un hito de la


sismología venezolana: múltiples investigadores han reflexionado sobre este enigma
de la sismicidad histórica venezolana y han propuesto los parámetros básicos
respectivos de magnitud y ubicación epicentral (Fiedler, 1961, 1972; Centeno Graü,
1940; Grases, 1990; Grases y Rodríguez, 2001; Audemard, 1999, 2002; Audemard y
Altez, 2008; Lafaille y Ferrer, 2003, 2005; Altez, 2005, 2006; Choy et al., 2010).
Altez (2006) además el análisis sociopolítico del impacto de estos terremotos –
reseñados más adelante- presenta una evaluación macrosísmica y estimación de
intensidades para los eventos de 1812, y propone dos focos sísmicos con epicentros
cerca de La Guaira y San Felipe y un evento local cerca de Mérida. Choy et al. (2010)
publicaron una completa evaluación macrosísmica para los terremotos de 1812, al
cabo de la cual proponen tres focos sísmicos para 1812 con sus respectivas
magnitudes.

Actualmente, y bajo este enfoque, desde la Fundación Venezolana de


Investigaciones Sismológicas, se adelanta la búsqueda en fuentes primarias dirigida
tanto a completar el catálogo sísmico-histórico venezolano (Véase Romero et al.,
2012), como a sustentar la estimación de parámetros sísmicos para los siguientes
eventos: Cumaná, 1 de septiembre de 1530; La Grita, 3 de febrero de 1610; Caracas,
11 de junio de 1641; Cumaná, 4 de mayo de 1684; Trujillo, 1801; Lobatera, 26 de
febrero de 1849, Cumaná, 15 de julio de 1853; Cúcuta y Táchira, 18 de mayo de
1875, Cúa, 12 de abril de 1878 y Centro norte costero venezolano, 29 de octubre de
1900. Como es lógico suponer, el misterioso terremoto de 1736 está incluido en esta
lista de eventos a ser documentados y analizados.

41
Para efectos de las investigaciones en sismología histórica venezolana, el
sismo de 1736, representa entonces un enigma apenas por descubrir, pues las breves y
escasas referencias existentes al respecto, y sus consecuencias no estudiadas hacen
pertinente un estudio antropológico a desentrañar debido a que es importante en el
sentido de darle una ubicación en el sentido más amplio de la interpretación de las
consecuencias del terremoto como móvil de diversos fenómenos sociales.

2.2 Perspectivas socio-históricas

Los terremotos también han sido estudiados bajo la óptica de aquellas


perspectivas que han surgido a partir de la incorporación de las herramientas teóricas
y metodológicas de las ciencias sociales y de la historia en el estudio de los sismos y
otros fenómenos naturales desastrosos, bajo la premisa de que los consecuencias de
tales fenómenos –los sismos, en nuestro caso- son esencialmente sociales (Oliver-
Smith, 1995; López, 1999; García Acosta, 1993, 1996, 2004; Altez, 2006). En
Venezuela, el acercamiento de los antropólogos al estudio de los terremotos
históricos se inició prácticamente en respuestas a las necesidades de la sismología:

El estudio histórico de los terremotos ha sido, hasta ahora, un anexo obligado de


las investigaciones geológicas sobre las diversas regiones de Venezuela, pero no
con un objetivo concreto, propio de una política coherente con las condiciones
naturales de la región. No ha bastado la constante amenaza que por riesgos
geológicos ha acompañado la historia de estos pasajes, ni la necesidad imperiosa
de estudios de zonificación sísmica para mitigar el efecto de los temblores en las
zonas de mayor urbanización; para esto debe alentarse la creación de un perfil
global y apropiado de la investigación histórica de la sismicidad venezolana
(Altez, 2006: 48).

Actualmente pueden identificarse claramente dos perspectivas principales: la


antropología del riesgo y del desastre y el estudio histórico y social de los desastres.
Oliver-Smith, pionero de estos estudios, señala que en antropología, los desastres han

42
sido atendidos desde tres enfoques fundamentales, a saber: a) desde el estudio del
comportamiento y la organización social en un contexto de desastre, b) desde la
perspectiva que considera a los desastres como procesos socio-históricos y
catalizadores del cambio social y c) desde una perspectiva que combina la economía
política y los estudios medioambientales, enfatizando tanto en las adaptaciones
exitosas ante las amenazas, como en el incremento de la vulnerabilidad social
producido por el desarrollo y la modernización. El autor destaca la idoneidad de la
antropología para tratar esta temática:

La antropología también ha considerado a los desastres como un factor


importante en los cambios sociales y culturales. Esta perspectiva o énfasis en la
antropología tiene profundas raíces en la tradición de investigación de desastres,
pero ha recibido mucho menos atención que los otros temas. El tema del cambio
a largo plazo se ha tornado particularmente importante en la investigación
antropológica sobre la reconstrucción después de los desastres. La antropología
es la única ciencia apropiada para tratar temas de cambios estructurales sociales
a largo plazo debido a sus perspectivas holísticas y evolucionistas. Los
investigadores más influenciados por las perspectivas ecológicas culturales o las
antropológicas económicas han tenido la tendencia a considerar los peligros
como un aspecto fundamental de los entornos pertenecientes a las comunidades
estudiadas. Es decir, los peligros han sido considerados como parte de un
sistema total en lugar de verlos como sucesos extremos que en cierto sentido son
inesperados. El énfasis de esta perspectiva ha estado en la adaptación de los
indígenas a los peligros y más recientemente la debilitación de esta adaptación
por las fuerzas asociadas con el desarrollo y modernización. Cada una de estas
formulaciones ha desarrollado ramas u orientaciones temáticas específicas
dentro del sistema de un enfoque mayor (Oliver-Smith, 1995: 52).

En este punto, podemos manifestar que nuestra investigación se adscribe al


segundo enfoque reseñado por este autor; es decir que abordaremos el estudio del
sismo de 1736 como parte de los procesos socio-históricos esperables en una región
sísmica y además como un posible catalizador de fenómenos sociales y culturales.
Aquí nuestra labor presenta similitudes con el abordaje que hace Schávelzon (2007)
del sismo que golpeó la ciudad argentina de Mendoza en 1861.

43
A los señalamientos de Oliver-Smith, la antropóloga Marisa López (1999)
añade la perspectiva histórica-arqueológica, afirmando que los estudios realizados
bajo este enfoque proporcionan valiosa información respecto a las condiciones
históricas existentes en una sociedad al momento de producirse un fenómeno natural
destructor, lo que permite precisar e interpretar las características del evento en
cuestión y el impacto del mismo:

El enfoque diacrónico de los estudios históricos-arqueológicos ha contribuido de


forma significativa al mejor entendimiento de la dimensión temporal de los
desastres, clarificando cuestiones tales como los ciclos de catástrofes (que se
repiten a través de los siglos) y las respuestas de la población a tales
condiciones. Las investigaciones históricas, basadas en el análisis de archivos,
anales y crónicas, revelan la sucesión de patrones políticos, económicos y
demográficos a través del tiempo, y permiten trazar la creación de segmentos
sociales vulnerables. A su vez, las investigaciones arqueológicas se basan en los
aspectos materiales de la cultura, tales como las edificaciones, usos del terreno,
utensilios y restos mortuorios. Este tipo de información permite aclarar
cuestiones tales como cuáles son los factores materiales que determinan la
resiliencia a los desastres de una población determinada, o qué segmentos de una
comunidad reemergen tras una catástrofe… (López, 1999: 8).

No obstante, esta imbricación entre historia y arqueología reseñada por López,


está poco desarrollada en cuanto al estudio de los fenómenos naturales y sus
consecuencias sociales. Por su parte, los investigadores argentinos José Luis Molina y
Hugo Valenzuela (2007: 14) añaden que los temas y problemas atendidos por la
antropología del desastre constituyen actualizaciones de los temas y problemas
estudiados por la antropología económica.

La incorporación de los historiadores a estas temáticas es de más reciente data,


pero ha resultado sumamente provechosa (García Acosta, 2004). Precisamente sobre
la creciente colaboración se fundamenta la perspectiva más reciente el estudio
histórico de los desastres. Al respecto, García Acosta comenta:

44
El estudio histórico de los desastres constituye, de alguna manera el hilo
conductor a lo largo del cual se pueden construir historias locales, regionales y
nacionales. El registro sistemático de qué, cuándo y cómo ocurrió determinado
desastre permite identificar lapsos críticos y, muchas veces, detectar sucesos
desconocidos, así como los procesos que desataron, cuyo estudio puede mostrar
nuevos derroteros para la ciencia… permite tener un mejor conocimiento de
nuestra realidad, así como crear conciencia de que se trata de fenómenos que han
estado presentes desde tiempos inmemoriales y que han tenido que ser
enfrentados por diversos tipos de sociedad a lo largo de su evolución. El estudio
de los desastres que se fueron gestando en lapsos que pueden cubrir varios siglos
permite documentar y enriquecer el conocimiento de las etapas previas a las
conocidas ‘instrumentales’ (García Acosta, Pérez Zevallos y Molina del Villar,
2003: 24).

El estudio histórico de los desastres no se limita a historiarlos, en el sentido de


describirlos, sino que los enfoca analíticamente. Se trata de hacer descripción densa
del terremoto y del contexto de ocurrencia. Para el caso de 1736, esto significa
comprender qué ocurría en la época, cómo se producía la información respecto a un
evento sísmico y cuál fue el impacto del sismo en estudio.

Para el caso venezolano, los eventos sísmicos que han sido atendidos desde una
perspectiva estrictamente socio-histórica son los terremotos del 26 de marzo de 1812
(Altez, 2006; Cunill Graü, 2012), el terremoto de El Tocuyo del 3 de agosto de 1950
(Véase García Yépez, 1994 y Leal Guzmán, 2008 y Leal Guzmán y Rodríguez, 2014)
y el terremoto del 29 de octubre de 1900 (Leal Guzmán, 2013; Leal Guzmán,
Audemard y Rodríguez, 2014; Leal Guzmán, Rodríguez y Audemard, 2014). Así, el
sismo de Cumaná del 17 de enero de 1929 ha sido objeto de una minuciosa
investigación histórica cuyos productos principales han sido una compilación
documental que arroja luz sobre diversos aspectos sociales de dicho terremoto
(Rodríguez y Chacín, 1996) y un breve pero muy interesante trabajo sobre lo que
podemos considerar el primer film venezolano sobre un evento sísmico nacional
(Rodríguez, 1999).

45
En cualquier forma cultural, se produce una dinámica interna que corresponde a
los contenidos esenciales del grupo social; dicha dinámica es afectada de forma
abrupta y externa en caso del evento sísmico, y se distingue por su singularidad. A
nuestro modo, no se pueden comparar en términos socio-históricos los terremotos del
pasado debido a que cada uno contiene sus propios matices y significados. Dichos
valores en caso de un evento natural son simbólicos, imperceptibles simbólico,
imperceptible a lo que el contrato social establece como modo de vida, la
cotidianidad. Esta manera de aprehender los elementos culturales y del imaginario
son muy divergentes y cada grupo produce una respuesta según el modo de la
estructura social que la compone.

En este sentido, los nuevos aspectos sociales o culturales a evidenciarse, es


decir, que no dependen de factores naturales tales como el terremoto per sé, rompen
con la delimitación de los estudios que tan solo abarcan el momento de irrupción de
la cotidianidad, o los efectos económicos que acarrean este tipo de situaciones, es
decir, el momento inmediato al evento, que se presta para atender la emergencia del
impacto del fenómeno natural, como situación, no como elemento que irrumpe en los
aspectos sociales posteriores que se implantan como parte de la cotidianidad social.

2.3 Terremotos y sociedad: Antecedentes

Como habíamos señalado anteriormente, la catalogación sísmica es uno de los


productos básicos de la investigación histórica aplicada a los terremotos. En el caso
venezolano contamos con dos referentes fundamentales que constituyen un aporte
inapreciable a la historia social de los sismos en Venezuela. El primero es el Catálogo
de sismos sentidos y destructores: Venezuela, 1530/1998, obra extensa que
documenta cinco siglos de nuestra sismicidad, privilegiando el uso de las fuentes
primarias y aportando información inédita (Grases, Altez y Lugo, 1999). El segundo
trabajo es el minucioso Catálogo Sismológico Venezolano del siglo XX.

46
Documentado e Ilustrado (Altez y Rodríguez, 2009), primer catálogo sísmico
venezolano que incluye registros fotográficos que dan cuenta de la perturbación
social producida por los más importantes terremotos de nuestro siglo XX (Véanse
Altez et al., 2007: 22 y Rodríguez y Leal Guzman, 2013: 307-309). La premisa
específicamente socio-histórica que guió la elaboración de ambos trabajos es
comentada por Altez et al.:

…el criterio de inclusión de los sismos ha sido el de contar con el debido respaldo
documental… De manera que los registros instrumentales, independientemente de
su fidelidad, no necesariamente van de la mano del impacto social e histórico con
el que cuenta un temblor “sentido” entre los seres humanos. Los instrumentos, en
su aguda precisión, detectan movimientos generalmente imperceptibles, lo cual
no siempre va acompañado de respuestas públicas al respecto. De allí que, en
consecuencia, este catálogo ha recogido a los temblores que dan cuenta de la
historia social de los sismos y no de su historia natural (Altez et al., 2007: 21).

El proceso de compilación y edición de estos dos catálogos representa un


verdadero hito fundacional en lo que se refiere al estudio socio histórico de los
terremotos en Venezuela. De hecho, muchos de los trabajos posteriores sobre la
temática que hemos reseñado aquí, se encuentran directamente relacionados con
ambos textos.

Ahora bien, dentro de los lineamientos del estudio socio-histórico de los


terremotos, los historiadores argentinos Gascón y Fernández (2001) analizan el
impacto de los terremotos en la evolución urbana latinoamericana, con énfasis en
sismos ocurridos en Argentina entre los siglos XVIII-XX. Este trabajo pone de
manifiesto la poca importancia que se concede al estudio histórico y social de los
sismos. Por su parte, Gascón, Ahumada y Galdame (2009) presentan sus reflexiones
respecto a la diversas temáticas que puede adquirir la percepción social del desastre.
Las autoras utilizan numerosas fuentes y fundamentan sus análisis en casos
latinoamericanos.

47
En el año 2004, Altez, Rodríguez y Urbani proponen en su “Historia del
pensamiento sismológico en Venezuela…Una mirada inquieta” una introducción a la
evolución de los estudios de sismología en Venezuela, trabajo que evidencia el
desarrollo de los estudios sismológicos en el país. En un breve texto, Amodio (2005)
hace una introducción al estudio de los sismos de pasado y propone una perspectiva
metodológica para el abordaje de los desastres. En su enfoque señala que este tipo de
estudio son de gran complejidad debido a que las respuestas sociales son distintas
antes, durante y después de un terremoto, una vaguada, una tormenta, etc. Asimismo
abarca varios momentos de una investigación a macro escala ya que involucra a
nuestro modo, una cantidad considerable y varios niveles en las formas de
recolección, interpretación y análisis de la información. Finalmente, el autor plantea
que el estudio de los terremotos históricos requiere de un grupo interdisciplinario,
para poder realizar análisis de tan amplio espectro.

En 2006, el antropólogo Rogelio Altez, elabora un análisis del severo impacto


que tuvieron los terremotos de 1812 al irrumpir en un contexto político sumamente
complejo y que ya se encontraba socialmente dislocado debido a la guerra de
independencia, aplicando las herramientas propias de la antropología política al
análisis y discusión de ese proceso de desastre en particular. Daniel Shávelzon
(2007), arqueólogo y arquitecto argentino hace un estudio de las huellas del terremoto
de 1861, que dejó en la sociedad y la cultura de la ciudad de Mendoza en Argentina.
Así mismo presenta su análisis sobre las estrategias urbanas y constructivas que se
plantearon para paliar los efectos de este sismo.
Leal Guzmán (2008) hace un análisis del terremoto que afectó a la ciudad del
Tocuyo en el estado Lara en el año de 1950, enfatizando la configuración histórica de
las diferentes vulnerabilidades existentes en la ciudad, al momento de ocurrir el
sismo. Rodríguez, Leal Guzmán y Singer (2011) escriben acerca de las respuestas
religiosas atribuidas a los eventos sísmicos en Venezuela entre los siglos XVII-XIX.
El geógrafo Allain Musset (2011) examina los casos de ciudades latinoamericanas

48
que fueron mudadas de su asentamiento de origen a causa de condiciones insalubres,
piratas, volcanes y terremotos. El estudio de Musset abarca un rango temporal entre
los siglos XVI-XX y establece que terremotos y volcanes han sido los principales
causantes de mudanzas y abandonos de ciudades en toda la historia de Latinoamerica.
Aunque los casos venezolanos están escasamente tratados por Musset, su obra es una
referencia respecto al impacto urbano de los terremotos en toda Latinoamérica.

Pedro Cunill Graü (2012) realiza una evaluación del impacto urbano del sismo
de 1812 en Caracas; siendo este un estudio único en su tipo. Leal Guzmán y
Mastrangioli (2013) reflexionan sobre las consideraciones epistemológicas referidas
al estudio histórico de los terremotos y las estrategias didácticas para la inclusión de
la sismicidad nacional en la enseñanza de la historia. En el mismo año, ambos autores
presentan las consideraciones metodológicas para el uso de la fotografía como fuente
para el estudio de la sismicidad venezolana. El trabajo es ilustrado con ejemplos de
los sismos de 1878, 1894, 1900 y 1950.

Así mismo, Leal Guzmán y Mastrangioli (2014) examinan la configuración


del imaginario social de la sismorresistencia a lo largo del siglo XIX en Venezuela.
La premisa de los autores es que el pensamiento sismorresistente no aparece
súbitamente en el siglo XX; sino que los temas fundamentales se van elaborando cada
vez con mayor precisión, a lo largo del siglo XIX. Su análisis se elabora con énfasis
en las conyunturas sísmicas más significativas de dicha centuria. En esta misma línea
de pensamiento Leal Guzmán, Rodríguez y Audemard (2014) examinan las
contribuciones al pensamiento sismorresistente que surgen a raíz del sismo del 29 de
octubre 1900, primer evento sísmico en Venezuela cuyos efectos son analizados por
sus contemporáneos desde la modernidad.

Ampliando sus reflexiones en torno a este interesante evento sísmico que


cierra nuestro siglo XIX, Leal Guzmán, Audemard y Rodríguez (2014) analizan las

49
lecciones urbanas en materia de reducción del riesgo y la vulnerabilidad sísmica que
se desprenden de la ocurrencia del terremoto de 1900, en un contexto urbano marcado
por el impulso modernizador de Guzmán Blanco y por las transformaciones
arquitectónicas y urbanas que se gestaban en Venezuela desde finales del siglo XIX.

2.4 Categorías conceptuales para el análisis social de los terremotos

El uso de los conceptos debe tener un peso determinado y diferenciado, tanto


en esencia cómo en la manera en que se presenten, para el caso del abordaje del
terremoto de 1736. Al ser una investigación antropológica, haremos referencia a las
nociones que discutimos a continuación. En primer lugar el contexto histórico
entendido como el espacio social y cultural al que nos referimos considerando el
periodo de estudio, es decir, las características propias de ese determinado momento
histórico que nos ayudan a comprender e interpretar el terremoto y sus efectos. Este
contexto histórico es diferente a la ventana temporal que establecimos para compilar
la documentación requerida para realizar el estudio de caso.
En esta ventana nos centramos en la búsqueda de registros escritos
provenientes de fuentes primarias entre los años 1736 y hasta 1812 propiamente. Lo
que quiere decir que nuestra ventana temporal ocupó unos 76 años, es decir es el
momento que consideramos de contingencia porque el ejercicio de perseguir la
información relativa a un terremoto histórico, -particularmente los eventos ocurridos
durante la época colonial- debe considerar los problemas de producción y circulación
de la información en la época correspondiente; esto dado por el tiempo que tardaba el
traslado de documentos oficiales entre América y la metrópolis, más el tiempo
requerido para dar respuesta bien sea a pedidos y cartas que eran enviadas como
notificaciones o documentos de informes sobre los daños ocasionados por estos
eventos.

50
Así mismo, hay que considerar que la resolución de la crisis ocasionada por los
sismos destructores podía tardar años en resolverse y esto generaba más
documentación. Ejemplos de esto se puede observar en los casos de los terremotos de
1610, 1641 y 1674, tal como los han informado los investigadores que se han
dedicado a documentar estos sismos en el marco de los proyectos de sismología
histórica adelantados por Funvisis.

La otra noción esencial en nuestro análisis es cultura. Retomando a Houtart


(2007), quien señala que la cultura incluye la relación sociedad-naturaleza, debemos
acotar que bajo el termino cultura también se adscribe la selección de los
asentamientos de las poblaciones, la distribución de la estructura urbana y sus
habitantes en el espacio y también los aspectos constructivos, variables de gran
importancia en lo que se refiere a la producción social del riesgo sísmico.

La categoría de riesgo sísmico, la consideramos como un constructo social


histórico que se basa en la determinación de lo que la sociedad considera en cada
momento como normal y seguro (Beriain, 2000: 60). Así mismo, la categoría de
riesgo implica “…la probabilidad de ocurrencia de un evento potencialmente
desastroso durante cierto periodo en un sitio dado” (Cardona 1995: 66), y también
incluye la probabilidad de que tales “…fenómenos que pueden asumir esta
característica cuando se correlacionan con otros de tipo social o cultural” (Amodio,
2005: 15). Según Guevara, el riesgo sísmico puede ser definido “como la
probabilidad de que en un lugar determinado y durante un tiempo preestablecido, los
efectos de un sismo pudieran ser de tal dimensión que produjeran un desastre en esa
zona” (Guevara, 2012: 67).

Explicaremos ahora que el riesgo es entendido como “… la probabilidad de que


se presente un evento (amenaza) con potencial de pérdidas económicas, sociales y
ambientales [culturales] en un lugar y un tiempo determinados” (Jiménez, 2007:714).

51
Entonces, el riesgo es una variable con componente social, cosa que no encontramos
en la amenaza sísmica que es una variable totalmente fuera del control de la sociedad.
Martín Ríos y Murgida señalan lo siguiente:

Desde una perspectiva social, los riesgos son considerados construcciones socio-
históricas basadas en la clasificación que efectúa la sociedad sobre los
acontecimientos y sus condiciones de vida, definiendo espacio-temporalmente lo
que consideran normal y seguro… La noción de riesgo se relaciona con la
probabilidad de resultados imprevistos o de consecuencias no buscadas
perjudiciales, que se derivan de decisiones/omisiones o acciones de los actores
sociales… En ocasiones esos resultados o consecuencias actualizan el grado de
riesgo existente en una sociedad a través de los desastres. El grado de riesgo
depende de la intensidad probable del peligro y los niveles de vulnerabilidad
social existente… tanto el riesgo, como su actualización, el desastre, se
presentan como producto de la coexistencia de la peligrosidad y de la
vulnerabilidad social (Martín Ríos y Murgida, 2004: 182).

Ahora, respecto a la noción de vulnerabilidad sísmica, nos remitimos a Teresa


Guevara, quien señala lo siguiente:

La vulnerabilidad sísmica… se refiere al grado de debilidad o incapacidad de dar


respuesta adecuada… que pudiera presentar el conjunto de componentes de dicha
ciudad [o sociedad] al exponerse a los movimientos sísmicos que probablemente
la afectaran durante su vida, y a las correspondientes réplicas o sismos menores
posteriores al sismo mayor que ocurre generalmente dentro de una longitud
cercana a la ruptura de la falla, en la misma región donde ocurrió éste (Guevara,
2012: 70).

Sin embargo debemos tener en cuenta que la vulnerabilidad también es una


construcción social tal como lo señalan Diego Rios y Ana Maria Murgida:

La vulnerabilidad social es una noción compleja, multidimensional, y relativa a algún


tipo de peligro. Abordarla implica tener en cuenta las condiciones y situaciones
socioeconómica, política, cultural, institucional, etc., de la sociedad local previas a la
ocurrencia de un desastre. De ellas deriva el modo en que los grupos sociales
afectados puedan, o no, anticiparse a un suceso peligroso y actuar en consecuencia
antes, durante y después del impacto... En este sentido la heterogeneidad social es un
factor a tener en cuenta por cuanto las diferencias socioeconómicas y culturales
implican conocimientos y respuestas diferenciales de aquellos que participarán de las

52
consecuencias desastrosas desatadas por el fenómeno peligroso (Ríos y Murgida,
2004: 182. Las cursivas son nuestras).

Lo que nos comprueba que “Las sociedades no son receptores pasivos de los
excesos climáticos o geofísicos. Debemos analizar sus interrelaciones, teniendo
siempre presente el tipo específico de sociedad y de desastre en cuestión” (García
Acosta 1993: 131). Del mismo modo, es muy significativo comprender que la
construcción de la vulnerabilidad, como señala Altez, es un claro indicador de las
relaciones sociedad-naturaleza:

La vulnerabilidad es la condición inherente a la sociedad que representa la


escasez de respuestas ante las amenazas naturales… la vulnerabilidad ha de
entenderse dentro de las características estructurales de una sociedad; así, una
sociedad puede resultar vulnerable en diferentes aspectos (económicos, políticos,
ideológicos, en sus infraestructuras de servicios públicos), o en todos ellos a la
vez. De manera que la vulnerabilidad podría resultar ser una característica parcial
o estructural… Por otro lado, explicar la vulnerabilidad sólo desde la carencia de
las respuestas que posee una sociedad, excluye entenderla como resultado de la
propia sociedad. Es decir, la lectura de la realidad que una sociedad pone en
práctica para su perpetuación y desenvolvimiento, es el resultado de su relación
con el modo de producción, y es por ello que la ausencia de respuestas frente a
una amenaza natural no puede pensarse como una condición inmanente de la
sociedad (algo que se advierte solamente después de la irrupción de un desastre),
sino como un resultado de la relación que la misma sociedad establece con su
medio ambiente. Y si la relación con la naturaleza es construida desde la
explotación, la ausencia de respuesta forma parte de esa explotación, siendo, por
lo tanto, un hecho consciente dentro de la apropiación concreta del entorno…Por
lo tanto, la vulnerabilidad se presenta como una práctica de la sociedad,
alimentada por su visión del pensamiento y la cultura, los cuales no son,
obviamente, un ‘espíritu’ independiente de los hombres, sino un resultado
coherente de su praxis social (Altez, 2000: 460).

Así mismo considerando las definiciones de riesgo sísmico y vulnerabilidad como


construcciones sociales, observamos que estos temas pueden ser asumidos bajo la
óptica de la Antropología. Ambas definiciones nos ofrecen pistas sobre la dirección
de esta investigación, pues no solo nos interesaba documentar el terremoto de 1736 y

53
sus efectos, sino que además nuestra atención se dirigió específicamente a la
perturbación a la realidad social provocada por el sismo.

54
CAPITULO 3
ASPECTOS METODOLÓGICOS DE LA INVESTIGACIÓN

3.1 Estudio de caso sísmico

El método de estudio de caso se adopta al análisis de un sismo debido a que


cada uno de estos eventos y sus consecuencias configuran casos particulares, con sus
propias características contextuales que los distinguen de los otros eventos ocurridos
en una misma región.

Muchos trabajos significativos que abordan el análisis de terremotos bajo una


perspectiva socio-histórica son, por definición, estudios de caso tal como lo
reseñamos en el capítulo anterior. Consideremos que el estudio de caso “es un
método de investigación cualitativa y empírica orientada a la comprensión en
profundidad de un objeto, hecho, proceso o acontecimiento en su contexto natural”
(Rovira Fontanals; 2004: 11). En este sentido, el método de estudio de caso es una
herramienta que se sirve de una diversidad de fuentes para efectuar un análisis
adaptándose perfectamente a nuestros fines.

3.2 La interpretación es la clave

Respecto a la corta pero consistente tradición referida al estudio histórico y


social de los fenómenos naturales adversos, podemos observar que la palabra clave es
interpretación. Esto se hace más evidente aún en el caso de los estudios sobre
terremotos históricos porque su materia prima consiste en registros escritos, de tal
suerte que se trata de “una investigación extensamente documental, sin que sea
reducida superficialmente. Pretende contar con una lectura no literal, sino
interpretativa de las fuentes” (Altez, 2006: 31). Sobre el particular y siguiendo los

55
señalamientos de Altez, el geólogo Giovanni Peraldo explica porqué el discurso de
los documentos históricos nunca debe tomarse literalmente:

Antes de pasar a realizar los análisis geológicos pertinentes se debe cuestionar el


documento desde el punto de vista histórico. El enmarcar la ocurrencia del evento
geológico dentro del contexto histórico en el cual el fenómeno tuvo lugar, permite
mejorar el criterio profesional al asignar parámetros tales como intensidades,
ubicaciones epicentrales, magnitudes macrosísmicas (…) Cuando se lee un
documento, hay que tomar en cuenta los siguientes puntos: (1) No tomar al pie de
la letra las descripciones que se ofrece en el discurso del documento. (2) Verificar
que el documento haya sido escrito en una época cercana al evento que interesa o
si por el contrario se hace una crónica de hechos pasados. (3) Analizar el
documento para determinar la posible parcialización del mismo hacia algún sector
grupal de la sociedad o si existen intereses económicos, políticos o personales. (4)
Investigar los procesos históricos que pudieron intervenir en el discurso efectuado
y así verificar los puntos 1 y 3. El análisis del documento tomando en cuenta los
anteriores puntos, es imprescindible porque nos indica si el fenómeno geológico
fue manipulado para conseguir algún fin específico (…) Por último, si es posible,
hay que consultar varios documentos, para llegar a comprender la verdadera
dimensión de las consecuencias… (Peraldo, 1993: 87-88).

Dadas estas características de la investigación histórica referida a los terremotos,


podemos guiarnos por la clasificación propuesta por Groat y Wang (2002), según la
cual nuestro estudio puede definirse como una investigación histórico-interpretativa,
esto es:

…as investigations into social-physical phenomena within complex contexts, with


a view toward explaining phenomena in narrative form and in a holistic fashion
(…) historical inquiry is very similar to qualitative inquiries in general. In each
case, the researcher attempts to collects as much evidence as possible concerning
a complex social phenomenon and seeks to provide an account of that
phenomenon. This requires searching for evidence, collecting and organizing that
evidence, evaluating it, and constructing a narrative from the evidence that is
holistic and believable. Throughout the process, interpretation is the key (Groat y
Wang, 2002: 136-137).

Considerando los siguientes aspectos de nuestra investigación podemos afirmar que


se inserta en la propuesta de estos autores debido a los siguientes puntos: a)
características del fenómeno en estudio, b) la naturaleza documental de los

56
materiales, c) las operaciones de investigación necesarias para compilar, sistematizar
y analizar la información contenida en la documentación y d) la cualidad histórico-
narrativa de los productos finales de nuestra investigación.

En primer lugar, investigamos un fenómeno de gran complejidad porque se


trata de un fenómeno natural cuyas consecuencias son sociales y culturales. Además
las consecuencias de un terremoto dependen tanto de las características intrínsecas
del fenómeno (ubicación epicentral, magnitud, profundidad, contexto tectónico,
intensidad, etc.) como de las características del contexto histórico-urbano de su
ocurrencia; es decir, patrones de asentamiento, tipologías constructivas, densidad
poblacional, situación económica y política, etc. Esto significa que no todos los
fenómenos naturales producen un desastre, y por otro lado, que como investigadores
no podemos limitar nuestra atención a los fenómenos específicamente desastrosos,
sino que debemos también atender aquellos eventos que, por una menor
destructividad o por desconocimiento histórico, se consideran como eventos
menores. En este punto, vamos a introducir la noción de desastre desarrollada por
Altez, quien presta atención a la dimensión histórica, social y cultural
correspondiente:

El desastre, antes que un hecho, es un concepto; y como tal, es el resultado de una


noción, de una relación con la realidad social, la cual se presenta como un
indicador de la interpretación que la cultura hace de los fenómenos naturales con
los que convive… De hecho, desastre como concepto es una construcción muy
reciente, moderna, contemporánea y científica. Pero la misma posee antecedentes
históricos y culturales, los cuales no necesariamente se han mantenido presentes
como significados de lo que hoy se conoce como desastre (Altez, 2006: 61-62).

Otro punto sensible en la discusión de esta compleja noción es que el desastre


debe presentarse necesariamente a la conciencia social:

Lo que se ha denominado desastre no existiría (ni en abstracto-esto es construido


conceptualmente-, ni en concreto –es decir, en su afección a las sociedades), de

57
no ser por la vulnerabilidad característica de las sociedades que conviven con los
riesgos naturales. En realidad, todo fenómeno natural existiría aún sin la presencia
de la humanidad, y jamás sería un desastre o una catástrofe si no contara con los
hombres y mujeres que les padecen y que, además, le conceptualizan como tal
(Ibid: 43).

En cuanto a la relación de nuestro objeto de estudio, un terremoto, con la


antropología, cabe remitirnos a los planteamientos de Virginia García Acosta:

Los fenómenos naturales no son necesariamente los agentes activos que provocan
el desastre natural. Si bien debemos conocerlos, no es en ellos que debemos
enfocar nuestro análisis, pues constituyen sólo el "detonador" de una situación
crítica preexistente. Debemos conocer y analizar las condiciones sociales,
económicas, políticas e ideológicas predominantes, existentes tanto antes como
después de presentarse el fenómeno natural que provocó el desastre. Estas
condicionantes constituyen un elemento activo y medular del análisis en los
estudios históricos para entender los efectos y respuestas a los desastres naturales
(García Acosta, 1993: 133).

Luego, tratándose de un terremoto histórico era necesario acudir a las fuentes


documentales primarias para compilar la información. Cuando se estudian fenómenos
naturales históricos, las fuentes secundarias representan un apoyo para la
contextualización, validación y análisis de las fuentes primarias, pero no constituyen
de ninguna manera la base fundamental de la investigación (Véase Altez, Rodríguez y
Urbani, 2004). Al respecto García Acosta nos advierte respecto al uso adecuado de
las fuentes históricas:

Las fuentes por excelencia en las que debe basarse el trabajo histórico son
aquéllas calificadas de primarias, documentos de primera mano elaborados por
quienes vivieron el momento estudiado. Los archivos oficiales, eclesiásticos o
privados, las crónicas, los relatos, los escritos de viajeros, la comunicación
epistolar y los periódicos son, entre otras, las más reconocidas (con ciertas
sospechas de algunos con relación al material hemerográfico). Es de suponer que
tales fuentes son fidedignas y, por tanto, confiables. La experiencia en el oficio
demuestra que esto último no siempre es cierto y que, si bien y sin duda son
fuentes "primarias", para que realmente permitan reconstruir realidades pasadas
deben tomarse con escepticismo, deben confrontarse y correlacionarse entre ellas
mismas y analizarse con cuidado a partir de métodos adecuados y de técnicas que

58
permitan ubicar los datos en el contexto al cual pertenecen (García Acosta, 1996:
12).

En todo caso, para desentrañar el misterio representado por el terremoto de 1736


debíamos acudir a las fuentes históricas siguiendo los anteriores consejos y además la
línea de la interpretación propuesta por Groat y Wang (2002: 137), la cual se
encuentra compendiada en cuatro puntos principales: a) Data/Evidencia: Manuscritos
publicados o inéditos, autobiografías, registros oficiales, eclesiásticos y corporativos;
correspondencia oficial y privada, fotografías, artefactos, edificios, obras de arte y
artesanía, b) Identificación/organización: Identificar las fuentes, Compilar, Organizar
la data, Tomar notas, Observación, c) Evaluación: Descripción, Análisis, Valoración
de la data (qué clase de información ofrece la data recogida); Verificación o
validación de la información; triangulación (comparar la información proveniente de
varias fuentes documentales, cruzar fuentes primarias y secundarias, contextualizar) y
d) Narración: Descripción, Construcción de la trama, historia final.

59
3.3 La investigación en fuentes

Estudiar las consecuencias eminentemente sociales y culturales de los


terremotos implica entonces una metodología apropiada para abordar estos estudios
de caso, así como el uso de técnicas de investigación histórica para compilar la
documentación requerida. Para el caso de 1736, el procesamiento de datos y el
análisis de la información se realizó en varias etapas debido a que, al abordar un
evento sísmico hemos de considerar que su ocurrencia implica una gran cantidad de
elementos socioculturales, a raíz del cual se produce una diversidad de información.
Para el desarrollo de la investigación utilizamos el esquema propuesto por Yin en
Gómez y Zornoza (2002: 29-36), el cual plantea cinco componentes de importancia:

• Las preguntas de investigación.


• Las proposiciones teóricas.
• La unidad de análisis.
• La vinculación lógica de los datos a las proposiciones.
• Los criterios para la interpretación de los datos.

Atendiendo al primer punto las preguntas de investigación y a las reflexiones


descritas, tenemos algunas interrogantes al respecto que merecen la atención:

¿Cuál es la relación entre sociedad, cultura y terremotos en el marco del sismo de


1736?, ¿Cuáles fueron sus efectos sociales?, ¿Cuál era el contexto de producción y
circulación de la información que rodeaba al sismo?, ¿Qué análisis histórico-social
podemos articular a partir de la investigación en fuentes primarias?
En cuanto a las proposiciones teóricas el estudio socio-histórico del evento
sísmico ocurrido en el año de 1736, se fundamenta como señala Ruiz Guadalajara
(2005: 102) sobre la estrategia de descontinuar la idea del desastre natural para dar

60
paso a la noción del desastre como proceso; es decir, la interpretación del desastre
como el producto de factores ambientales, económicos, políticos y socio-culturales
que dan lugar a la formación de una coyuntura desastrosa (García Acosta, 1996). Esta
diferencia epistemológica entre desastre como coyuntura y desastre como proceso ha
sido uno de los principales aportes de las ciencias sociales al estudio de los
fenómenos naturales adversos y su interacción con la sociedad (Véase García Acosta,
2004 y Altez, 2000 y 2006). Esta diferenciación entre coyuntura y proceso también
implica que el énfasis de la investigación se traslada de las características propias del
fenómeno natural a las características del contexto histórico y social y a las
consecuencias sobre la sociedad.

Luego, otra proposición teórica se refiere a la diversidad de fuentes que pueden


ser utilizadas para el estudio de la sismicidad histórica, su valoración y su análisis. En
este sentido, el uso de lo que Foucault denomina como la transversalización de la
información, que es la forma de hacer uso de diferentes tipos de fuentes documentales
bien sean primarias o secundarias con el fin de comparar y proveer un análisis que
corresponda a la realidad del contexto, responda a las preguntas que propone la
investigación.

Las unidades de análisis básicas para el estudio de caso del terremoto de 1736
son: terremoto; sociedad y cultura que es donde centraremos nuestra atención debido
a la complejidad de los terremotos, y que es precisamente la justificación de nuestra
inmersión en esta temática. Debemos considerar que los sismos son fenómenos
geológicos por definición, pero sus consecuencias siempre son políticas; económicas;
urbanas; sociales y culturales. Por otra parte, los efectos de un terremoto están
definidos tanto por sus características intrínsecas, como por las características del
contexto históricos donde ocurren (Altez, 2006).

61
La vinculación lógica de los datos a las proposiciones en este caso se refiere a
nuestras intenciones de elaborar un análisis socio-histórico del terremoto de 1736,
basándonos en fuentes primarias cuya información es de naturaleza descriptiva y
cualitativa.

En cuanto a los registros históricos, la propuesta de ésta investigación requiere de


una búsqueda de fuentes documentales primarias, es decir, producidas por testigos
presenciales del evento, cartas, comunicados oficiales (eclesiásticos y
gubernamentales); así como de las diversas fuentes que se disponen electrónicamente.
Otros materiales a analizar se encuentran en los repositorios de los archivos que
haremos mención más adelante, por lo que se hizo necesario el uso del formato digital
(fotografías de los documentos) para su extracción y su posterior análisis. En este
sentido haremos un paréntesis a la afirmación de Peraldo, quien advierte que al
estudiar fenómenos naturales: …la consulta de fuentes documentales primarias es
esencial. Si únicamente se investiga en fuentes bibliográficas secundarias, se presenta
el peligro de arrastrar errores tales como confusión de fechas o hasta confusión de
fenómenos (Peraldo, 1993: 87). En este sentido; la revisión de los archivos no es
arbitraria, están dadas por los recursos que cada uno de estos repositorios dispone
respecto a las fechas pertinentes para el estudio del evento sísmico ocurrido en el año
de 1736.

Respecto a las fuentes secundarias, en nuestro caso historiografía, son las que
nos permitirán contextualizar el terremoto. Para el caso específico del sismo de 1736,
la búsqueda de fuentes primarias era el punto de partida de la investigación, pero esta
resultó ser una tarea larga y con unos resultados, en algunos casos, sin relación con la
dedicación aplicada. No obstante, hemos logrado aclarar el panorama en lo que se
refiere al terremoto de 1736.

62
En principio se realizó la revisión de catálogos sísmicos y bibliografía para
verificar la ocurrencia del evento y la existencia de posibles referencias en fuentes
secundarias. Así mismo se elaboró un listado de posibles lugares afectados por el
sismo de 1736, lo que implicó investigar cuáles poblados ya existían y contaban con
un asentamiento y número de pobladores importante para 1736, en el centro occidente
de Venezuela. Podemos considerar que el documentar terremotos históricos es una
labor que requiere constancia:

…la historia de los sismos que han sacudido el territorio venezolano se encuentra
dispersa en miles de escritos que van desde novelas hasta discursos políticos, pasando
por diarios, revistas, informes eclesiásticos y de gobierno, y cualquier otro formato
elaborado usando papel (…). Para estudiar un sismo histórico era necesario emprender
el interesante trabajo de armar un gran rompecabezas muy particular: las piezas que
pueden ser miles, no están juntas dentro de una caja de madera ni vienen acompañadas
por una imagen de referencia… cada pieza es tallada por un artesano diferente, que la
moldea casi a su antojo de acuerdo con su percepción particular del hecho ocurrido y,
en muchos casos, con el juicio nublado por prejuicios, dogmas, creencias e intereses
particulares, de tal forma que no encajan fácilmente unas con otras y entonces no basta
con reunirlas, sino que es necesario interpretarlas en el contexto de su autor antes de
armar figura alguna (Laffaille, 2004: 17).

Además de la dispersión de la documentación que da cuenta de la sismicidad


nacional, deben considerarse ciertos elementos básicos enunciados por Rodríguez y
Audemard (2003: 49) en tanto que son condicionantes de la calidad y cantidad de la
información producida en torno a un evento sísmico y también de la conservación de
dicha documentación. Sobre el particular, estos autores proponen varios parámetros a
tomar en cuenta para validar la procedencia, cantidad y calidad de la información
recogida en torno a un evento sísmico:

A partir de nuestra experiencia en torno a esta materia, son varios los parámetros
condicionantes de la calidad de la información y/o la precisión de las
interpretaciones que en materia de sismicidad histórica se han llevado en nuestro
país, en tópicos que desarrollaremos en los puntos subsiguientes y que podemos
considerar básicos, a saber: a) La importancia geopolítica y económica del área
afectada, b) El aislamiento poblacional, c) La complejidad del contexto
tectónico, d) La ubicación del epicentro en zonas despobladas y/o costa afuera,

63
e) Magnificación de daños por efectos de sitio y/o inducidos, f) Preservación de
las fuentes de información primaria y secundaria y su acceso, g) Exageraciones
o datos falsos en la descripción de los hechos, h) Condiciones especiales
"simultáneas" al evento sísmico y i) Errores en la cronología de ocurrencia
(Rodríguez y Audemard, 2003: 49).

Los autores tratan en su escrito, diversos aspectos de la investigación de


terremotos históricos, abarcando desde la compilación de la data hasta la
interpretación de la información contenida en aquella. Los numerales a, b y f se
refieren específicamente a la producción y circulación de información respecto a la
ocurrencia de un terremoto (o cualquier otro fenómeno natural adverso); es decir, a la
cantidad y calidad de registros históricos que pueden existir de un evento en función
de la importancia de las localidades afectadas, y de la infraestructura que permite
tanto la difusión como la conservación de dichos registros.

Los numerales c, d y e, hacen referencia al estudio del terremoto como


fenómeno que depende de un contexto tectónico, factor que debe ser cuidadosamente
considerado a la hora del análisis conducente a estimar parámetros sísmicos. Estos
elementos enunciados por Rodríguez y Audemard (2003) los consideramos
pertinentes para nuestra investigación, más aún si tenemos como referencia el hecho
que es un evento poco documentado y sirven para elaborar un plan de acercamiento a
las fuentes a consultar.

En éste sentido y para el caso de la búsqueda de la información referente al


terremoto de 1736, se aplicaron ciertas técnicas en referencia a la búsqueda y acopio
de la información. En primer lugar se hizo un arqueo de fuentes bibliográficas tales
como: Catálogos históricos y sísmicos, crónicas, discursos políticos, diccionarios
enciclopédicos, boletines históricos y la Gazeta de Caracas, con el fin de obtener
algún tipo de información referencial directa correspondiente al evento sísmico de
1736.

64
En segundo lugar, se hizo un estudio preliminar de la información que contiene
cada archivo en la ciudad de Caracas que pudiera tener información referida a los
terremotos, la iglesia, la sociedad y sucesos históricos del siglo XVIII. También,
siguiendo las advertencias metodológicas de Altez (2000), consideramos las
características de estos archivos en cuanto a condiciones de acceso, organización de
los fondos documentales y atención a los investigadores. En este sentido, tomamos en
cuenta lo mucho que se diferencian los archivos públicos de los privados, y también
los archivos civiles, los eclesiásticos y los militares (Véase Briceño Perozo, 1997:
205 y Troconis de Veracoechea, 2000: 577-582). Ya que “la organización y
utilización de estos repositorios documentales son la base fundamental de la
verdadera investigación histórica” (Troconis de Veracoechea, 2000: 577), conocer las
características de los archivos a visitar resulta clave para planificar una búsqueda
sistemática de documentación histórica.

Altez discute con amplitud el tema de la organización de los archivos históricos


venezolanos, dando claves para entender no solo la desorganización y hermetismo de
nuestros repositorios, sino también explica por qué la investigación histórica no es
producto del azar, sino de la planificación cuidadosa y el papel que juegan factores
tales como el “olvido” y la “omisión” al momento de realizar la compilación de la
información y la manera que se ve favorecido ciertos hechos que se consideran
oficiales o historiables siguiendo a Altez:

Estas características antes expuestas resumen la manera cómo se entrecruzan las


dificultades básicas de la investigación histórica ya mencionadas: las técnicas y
las estructurales-ideológicas. Los repositorios documentales no pueden entenderse
solamente como un conjunto de fríos anaqueles organizados oficialmente, sino
como el resultado concreto de estas razones históricas. La estructuración,
organización y contenido de los archivos documentales, así como el acceso a
ellos, están determinados por estas características. En consecuencia, la dirección
estratégica de la investigación debe tener presente esto e incluirla en la capacidad

65
de búsqueda interpretativa, así como en las tácticas de búsqueda (Altez 2000:
465-467)

Otro punto a tener en cuenta se nos hizo evidente ante los traspiés que sufrieron
nuestra investigación y nuestro ánimo y es este: ¿quién y cómo decidió que los
terremotos y otros fenómenos naturales no son del todo historiables?, acaso esta
cuestión planteada por Altez explique los silencios de las fuentes históricas sobre los
sismos, acaso en este punto sobre eventos historiables y no historiables radique buena
parte de la dificultad de localizar y extraer la información sobre aquellos. Si bien no
nos extenderemos sobre este punto si deseamos llamar la atención sobre cómo los
procesos de producción y circulación de la información sobre nuestros terremotos,
limitan nuestras posibilidades de conocer la sismicidad venezolana.

Luego está la cuestión técnica de los archivos. Como señalan Leal Guzmán y
Hernández (2009), en Venezuela, son contados los archivos que cuentan con las
condiciones adecuadas para los investigadores; es decir, cuyos fondos documentales
están debidamente catalogados y en un estado de conservación aceptable, además de
disponer de personal capacitado para asistir a los investigadores. En su libro Las luces
del gomecismo (1997), la historiadora Yolanda Segnini reseña las dificultades más
recurrentes que los investigadores debemos enfrentar en archivos:

A pesar de los serios esfuerzos de algunas personas… por hacer de nuestro acervo
documental una fuente asequible a los estudiosos, el trabajo tropezaba a cada
instante con la ‘conspiración contra la investigación’… El primer enemigo fue el
propio fichero, el cual estaba incompleto, mutilado y carente de los datos
imprescindibles para la identificación completa y expedita del material. El
segundo adversario en este escenario podía aparecer una vez localizada la ficha
que nos interesaba; éste se encontraba en los archivos y es el que nos decía que
‘ese material no está disponible’. Si vencíamos los dos primeros y nos llegaba a la
sala de consulta el material solicitado, el tercer contrincante podía hacer acto de
presencia al señalarnos las páginas recortadas o rayadas por ese otro gran
conspirador que es la inconsciencia del propio usuario. Y si resultábamos
vencedores en estas escaramuzas, todavía nos quedaba una batalla por librar: la de

66
la costosa reproducción del material, al encontrarnos con que ‘ese material no se
puede fotocopiar’ o aquel ‘hoy no funciona la máquina’ (Segnini, 1997: 53).

Si bien es cierto que actualmente, las cámaras digitales solventan los problemas
de extracción de la documentación, siempre debemos estar preparados para aquellos
archivos cuyas restricciones de acceso apenas dejan al investigador la opción de
copiar la información a mano. En nuestro caso, los problemas durante la
investigación fueron, principalmente, los vacíos de información respecto al terremoto
de 1736, y otras dificultades menos académicas y más estratégicas referidas a la
imposibilidad de visitar los repositorios ubicados en la región occidental.

De estas consideraciones preliminares sobre los archivos existentes en Caracas,


resultó que solo existían dos repositorios adecuados para hacer la búsqueda
referencial en el presente estudio. Estos fueron el Archivo Arquidiosesano de Caracas
(AAC) y Archivo General de la Nación (AGN) ya que son los únicos en Caracas que
tienen la mayor cantidad de documentos relativos a la Venezuela del siglo XVIII y
abarcan buena parte de los escritos de la época debido a su importancia geopolítica.

Después de haber seleccionado los dos archivos, procedimos a ubicar dentro de


ellos las secciones temáticas en las cuales pudiesen encontrarse información o
referencia acerca del terremoto de 1736. En este punto, debemos tomar en cuenta que
lo idealizado por un investigador no siempre es lo que encuentra; ya que la
documentación puede estar dispersa, mal referenciada o en un orden que no es el
remitido en el lugar donde dice estar, lo que ocasiona muchos retrasos y sinsabores.

En el caso del Archivo Arquidiocesano de Caracas (AAC) que es el archivo que


guarda la información recogida por los curas administradores, así como las visitas
pastorales que se realizan en el país desde el momento que se establece la iglesia en
las Indias Occidentales. Partiendo de la guía de este archivo, se hizo una preselección

67
de las secciones que pudiesen contener información relativa al evento sísmico de
1736. En el AAC, los documentos se encuentran, en su mayoría, encuadernados en
legajos, tomos o carpetas sin índices específicos, situación que dificulta la consulta.
En varias ocasiones, estas circunstancias significaron que debíamos leer todos los
documentos del legajo, tomo o carpeta, hasta encontrar alguno de nuestro interés.

El Archivo General de la Nación Francisco de Miranda (AGN), no sólo es la


institución responsable de la guarda, custodia, conservación y divulgación del
patrimonio documental venezolano, sino que además es el ente rector del Sistema
Nacional de Archivos, según se encuentra establecido en el Decreto Presidencial Nº
6713. Sus fondos documentales abarcan las tres grandes etapas de la historia
nacional, a saber, Colonia, Independencia y República, por lo cual, satisfacía una de
las condiciones necesarias para nuestra investigación. Se trata además de un archivo
bien constituido que permite un acceso relativamente sencillo y cómodo a los
investigadores que lo visitan siendo por consiguiente un repositorio ideal para cobijar
nuestras búsquedas. En este archivo:

La documentación se encuentra organizada en series y subseries documentales, de


las cuales un importante porcentaje se encuentra en tomos y cuenta con índices de
títulos que permiten a todo público precisar el contenido de cada unidad
documental ahí existente (AGN, 2011: 37).

En este archivo indagamos infructuosamente en varias secciones del subfondo


Colonia: Política y Gobierno, Funcionarios Civiles y Militares, Hacienda y Patronato
Real. No obstante solo localizamos documentación pertinente a nuestra investigación
en Hacienda, específicamente en Gastos Públicos, sección que contiene “Documentos
relativos a inversiones en obras públicas, arquitectura y diversos gastos de la
administración colonial” (AGN, 2011: 86).

68
Así mismo, fue consultado vía internet el Archivo General de Indias (AGI) en
España; que también cuenta con una cantidad importarte de documentos relativos a la
provincia de Venezuela. Lamentablemente, esta búsqueda en medios digitales no
menos larga y fatigosa, no arrojó ningún resultado positivo para nuestra
investigación. En ésta primera fase de la búsqueda los documentos consultados y con
referencia al terremoto fueron fotografiados con una cámara digital y se mantuvo un
diario de las visitas a los archivos con la información relativa a cada fotografía y de
que trata el documento, detallando de forma breve el contenido de cada fotografía. Al
concluir la primera fase, procedimos a elaborar la lista de las técnicas de
procesamiento de la información que fue realizado en dos etapas:

La primera etapa fue hacer la transcripción paleográfica de los documentos,


puesto que los manuscritos fueron realizados en el siglo XVIII; por lo tanto, requieren
de cierto grado de comprensión del lenguaje ya que no se trata del castellano
moderno. Recordemos que el lenguaje al igual que la cultura no es estático y se hace
permeable a cambios que se van normalizando dentro de cada sociedad a la que
pertenece.

Así mismo, el levantamiento paleográfico requiere del conocimiento de


abreviaturas frecuentes en el siglo XVIII, cuya función es minimizar costos en
términos de papel y tinta, ya que eran materiales muy costosos y en ciertos casos eran
artículos categorizados como lujosos. Debemos mencionar que a partir de la
interpretación de ciertos dispositivos retóricos de uso común de la época, permite
deducir e interpretar a partir del relato, el efecto dentro de las localidades afectadas y
las prácticas sociales que se da entre los individuos.

La segunda etapa consistió en sistematizar la información: Se trata de darle un


orden a los datos que se extraen a primera vista de los documentos que son muy
diversos tales como: ¿Qué lugar fue afectado por el terremoto?; ¿quiénes fueron las

69
personas afectadas por el evento sísmico?; ¿cuáles fueron los daños que se registraron
y que consecuencias a mediano y largo plazo se registran a partir del terremoto?

De esta manera, esperábamos tener cubiertos los detalles más elementales e


inmediatos de los documentos, y a su vez estos primeros podrían contener
información que nos remitiese a otras fuentes que pudiesen aprovecharse para ampliar
el contexto; así mismo encontrar datos no definidos en una primera lectura o pasados
por alto al momento de hacer la paleografía que al momento de examinar a fondo los
documentos resultasen de importancia mayor para la investigación.

70
CAPITULO 4
EL TERREMOTO DE 1736

4.1 Distribución geopolítica en el occidente venezolano

A continuación se refiere la distribución geopolítica del centro occidente


venezolano que está basada en las relaciones de las Visitas Pastorales de los obispos
José Félix Valverde (1731-1740) y Mariano Martí (1771-1784), únicos obispos cuyas
visitas abarcaron casi todo el territorio de la provincia de Venezuela durante el siglo
XVIII; aun cuando hubo cambios entre los nuncios apostólicos, a los cuales haremos
referencia por su participación referente a la producción de la información que nos
ocupa (Véase Soto y Herrera de Weishaar, 1996: 96-97). Las relaciones de Valverde
y Martí, contienen información referida al sismo de 1736, la cual permaneció inédita
y desperdigada en los archivos venezolanos hasta la actualidad.

La distribución geopolítica del área correspondiente al espacio geográfico de


lo que es actualmente el centro occidente de Venezuela, para entonces, Provincia de
Venezuela, estaba distribuida de la siguiente forma: la jurisdicción de San Felipe,
conformada por las poblaciones de Guama, Cocorote, Agua de Culebras y
Barquisimeto. Las iglesias de Cuara y Chivacoa pertenecían a la jurisdicción de la
ciudad de Barquisimeto (Sebastián Bernal a Mariano Martí sobre las delimitaciones
del pueblo de Santa Rosa del Cerrito, Santa Rosa del Cerrito, 20 de mayo de 1779,
En: AAC, Parroquias, Carpeta, 167, s/f.) (Véase plano 1)

71
Plano 1. Detalle del Mapa de las jurisdicciones del centro occidente de Venezuela,
probablemente hacia 1785.
Fuente:Altez, 2012: 70. Modificado por la autora

72
Los pueblos antes mencionados eran los de mayor concentración de almas
según refieren los documentos; es decir, son los que mayor cantidad de habitantes
tenían (Mariano Martí, Carora, 21 de mayo de 1776, En: ACC, Episcopales, Carpeta
26, s/f.). Además son los pueblos a los que refiere buena parte de la documentación
como los que resultaron afectados por el terremoto de 1736, a excepción del pueblo
denominado Agua de culebras. Así mismo, las poblaciones de Guanare, Siquisique y
Rio del Tocuio de Carora, y los Humocaro pertenecían a la provincia de Caracas en el
año de 1776; pero no desprenden información relevante para nuestro estudio de caso.
De esta manera; se observará que en el desarrollo de esta investigación se hará
referencia sólo a los lugares afectados directamente por el sismo de 1736. En el
Archivo Arquidiosesano de Caracas (AAC) reposan algunos documentos escritos por
el escribano del Obispo Mariano Martí en su visita pastoral en el año de 1777; donde
se describe:

Del pueblo de Humocaro Bajo salimos el viernes 11 de Febrero de 1777 las seis
de la mañana, y camino en la quebrada de Porras sitio de la Peña: Continuamos
hasta los letreros en que se acaba la jurisdicción del Tocuyo y entra en la de
Trujillo; y llegamos a las cinco de la tarde al parque que llaman agua de obispos
perteneciente del alférez Real Don Sancho Briseño: allí hicimos noche en una
hora, y salimos a las siete de la mañana el sábado 15 y llegamos al Pueblo de
San Juan Baptista de Carache a las dos de la tarde: Su cura el Bachiller Don José
Pérez Caroreño y alférez con 3 naves hasta agua de obispos ocho a diez leguas, y
de allí a Carache seis, todo este camino es malísimo y fragoso con cuestas,
voladeros, montañas, y dos cerros llamados Naris (Mariano Martí, Visita a
Humocaro Bajo, Humocaro Bajo, 11 de febrero de 1777, En: AAC, Sección
episcopales; Carpeta 29; s/f)

Cabe acotar que el cura de Santa Rosa del Cerrito, población que se encuentra a
unas 15 leguas de la ciudad de Barquisimeto, describía ciertos problemas de límites
espaciales por tanto expone los del curato que rige en carta al obispo de Caracas
fechada en el año de 1779:

Don Sebastián Bernal cura doctrinero del pueblo de Santa del Cerrito de esta
jurisdicción; puesto a los pies de Vuestra Ilustrísima con el mayor, rendimiento y

73
veneración que debe dice que: el curato de esta ciudad, y el de el pueblo que: el
curato de esta Ciudad, y el de el pueblo de Santa Rosa. Han estado confundidos
en sus verdaderos feligreses, y territorio: porque no estaban asignados los limites,
y pertenencias, de dicho pueblo de Santa Rosa; de donde resulto que los
habitantes en los sitios de las ciudades; la Sabana; Cabudare; Montaña; Inayal;
Carauya; Chorobobo; Jaque; y Paraparas de esta jurisdicción reconocían a la
parroquia que querían, y gustaban, acudiendo unos a la de esta ciudad, y otros a la
de Santa Rosa, y que en la visita pasada el Doctor Don Phelipe de Prado
distinguió dicha feligresía señalando por linderos a este pueblo de mi cargo; por
el naciente, el camino que llaman de la Bendita a el sitio de el inayal y de allí
corriendo a vista de la casa de Juan Francisco Salsedo hacia el norte hasta salir a
el camino real que sale de esta ciudad para los llanos, y discurriendo por el mismo
camino hacia el poniente. Hasta salir a el Rio Turbio, y punta de Samurubana en
donde se concluyeron dichos linderos y estando perjudicado el Cura de Santa
Rosa (Sebastian Bernal a Mariano Martí sobre las delimitaciones del pueblo de
Santa Rosa del Cerrito, Santa Rosa del Cerrito, 20 de mayo de 1779, En: AAC,
Parroquias, Carpeta, 167, s/f.).

El documento explica de forma bastante gráfica la distribución de los espacios


que hace referencia en años posteriores al sismo de 1736 y nos ofrece información
que amplía el rango de las localidades que posiblemente fueron afectadas por el
terremoto.

4.1.1 El centro occidente venezolano en el siglo XVIII

Los viajeros que visitaron la región centro occidental de Venezuela, durante el


siglo XVIII, la describen como asentada en medio de una naturaleza abundante y
generosa que permitía que estas comarcas fuesen muy prósperas, gracias a las
arboledas de cacao y al ganado. Tampoco dejan de señalar que sus poblaciones son
hermosas y bien construidas. Sobre el particular pueden consultarse las relaciones que
hacen Pedro José de Olavarriaga quien visitó la región entre 1720 y 1721 y la de
Joseph Luis de Cisneros, quién la recorrió hacia 1764.

Olavarriaga, por ejemplo, ofrece una relación muy detallada de la jurisdicción de


Barquisimeto y sus haciendas de cacao, contabilizando unos 807.704 árboles de dicho

74
fruto, además reseña la producción de tabaco, que tasa entre 1.000 a 1.800 arrobas
anuales y las actividades menos significativas de la siembra del algodón y de la
ganadería (Olavarriaga, [(1721)-1981]: 69-81). Cerca de medio siglo más tarde,
Cisneros también registró los mismos signos de prosperidad:

Su temperamento es cálido y seco; pero apacible, sopla lo mas del año blandamente el
Nordeste; es muy sano el terreno; las aguas son regulares, y abundantes... facilita a sus
habitantes tener todas sus vegas cultivadas de Haciendas de cacao, y trapiches de caña,
con muchas labores de tabaco, que son los frutos, que produce su terreno; también
tiene mucho ganado menor, y los carneros son regalados (Cisneros, [(1764)-1981]:
156-157).

Este mismo viajero describe a Barquisimeto como una ciudad en pleno


florecimiento urbano con “Edificios regulares, sus templos hermosos, aunque a la
antigua; la Plaza muy grande, y bien delineada” (Ibídem). Palabras más, palabras
menos, Cisneros traza igualmente un retrato similar de diversas poblaciones de la
región, como San Felipe El Fuerte, El Tocuyo y Carora (Ídem: 152-165). Ni
Olavarriaga ni Cisneros mencionan la naturaleza sísmica de aquellas tierras; sin
embargo, si leemos entre líneas a este último podemos observar que en su descripción
de Barquisimeto y las otras ciudades del centro occidente no aparecen huellas del
terremoto de 1736.

Esta circunstancia nos hace preguntarnos si acaso el sismo no resultó tan


destructor después de todo o si se dio el caso que la prosperidad de la región permitió
a sus habitantes una rápida recuperación. Estas interrogantes siguen, de momento, sin
una respuesta contundente. Lo único que podemos afirmar, siguiendo a Cisneros, es
que los posibles efectos del sismo sobre las ciudades mencionadas, no parecían ser
visibles unos 28 años más tarde.

Lo anterior resulta muy significativo si lo consideramos en un contexto histórico


más amplio en el cual se repiten, en toda la provincia de Venezuela, los casos de

75
terremotos que lanzaban a las ciudades afectadas a una larga y penosa recuperación,
circunstancias que se presentaron para los siguientes casos, por poner algunos
ejemplos: el sismo de 1641 en Caracas (Dorta, 1967: 47-59) y los terremotos de 1673
y 1674 que afectaron las ciudades de Mérida, Trujillo y Gibraltar, provocando aludes
de barro que cubrieron y arrasaron las arboledas de cacao ubicadas en Gibraltar. Estos
terremotos, combinados con epidemias y ataques de piratas, fueron uno de los
factores importantes en el declive económico de la región sur del lago de Maracaibo
(Ramírez Méndez, 2010).

Otro ejemplo clásico del impacto económico y político de los sismos son los
eventos de 1812 que, esta vez en combinación con las maniobras bélicas de la guerra
de independencia, ocasionaron gran destrucción en Barquisimeto, San Felipe,
Caracas, La Guaira y Mérida, a la cual siguió un difícil proceso de recuperación y un
largo periodo de retroceso en la evolución urbana de estas ciudades (Altez, 2006;
Cunill Graü, 2012).

Retomando el contexto histórico en el que ocurre el sismo de 1736, debemos


señalar que la relación de José Lorenzo Ferrer, escrita con posterioridad al sismo de
1736, igualmente se hace eco de la pujanza económica de la jurisdicción de
Barquisimeto. El único destrozo ocasionado por el sismo de 1736 que aparece en la
breve relación ya mencionada, se refiere a la iglesia parroquial de Barquisimeto,
edificio que perdió los dos cuerpos superiores de la torre y dos de sus capillas. El
hecho que dicha iglesia fuese reparada en un lapso de seis meses, como afirma Ferrer,
es un indicador significativo dado el contexto, de la prosperidad económica de la
ciudad y su jurisdicción (Ferrer, [(1745)-1964]: 110-112).

Ciertamente, sin más datos comprobables de los efectos del terremoto de 1736 y
sin mayor información respecto al proceso de reconstrucción y rehabilitación urbana,
resulta comprometido sacar conclusiones al respecto. No obstante, considerando que

76
la prosperidad de la región queda bien establecida en los antecedentes citados,
podemos suponer que el sismo de 1736 aparece, por una parte, en un contexto
económicamente estable y floreciente, y luego que el evento no afectó las fuentes de
riqueza de la región. Si nos guiamos por las descripciones de Ferrer y de Cisneros,
podemos señalar que estas circunstancias favorecieron una rápida recuperación de los
daños que haya podido ocasionar el sismo de 1736. Estas mismas descripciones nos
permiten suponer, cuando menos, que la estructura urbana de Barquisimeto no fue
gravemente afectada por el sismo.

4.2 Comarcas temblorosas: Sismicidad histórica del centro occidente venezolano

Las primeras noticias referidas a la actividad sísmica del centro occidente


venezolano datan de una relación anónima del año 1578, que describe la ciudad de El
Tocuyo:

…se declara que a ocho leguas de esta ciudad, en la sierra que está al naciente del sol,
hay un volcán grande que tiene tres bocas, por la cuales siempre humea y lo que
despide huele a azufre… Y cuando se mudan los tiempos, brama que se oye. En esta
ciudad, y algunas veces después de aquellos bramidos vienen grandes temblores de
tierra que escandalizan así a los españoles como a los naturales. Y a siete leguas de
este volcán, por la misma derechura, por cima del valle de Quíbor, a otras siete leguas
de este pueblo, había otro volcán más pequeño que humeaba y echaba ceniza, la cual se
ha cegado porque no humea como solía, de cuatro años a esta parte y se conoció
muchos años de humear (Anónimo, [(1578)-1964]: 153. Las cursivas son nuestras).

No existe otra mención sobre la sismicidad de la región hasta el siglo XVII,


cuando la ciudad de El Tocuyo resulta sacudida sin otras consecuencias que leves
deterioros en la iglesia parroquial y algunas casas, por el terremoto del 16 de enero de
1674; evento que, en cambio, ocasiona grandes daños en Trujillo, Mérida y en San
Antonio de Gibraltar (Grases, Altez y Lugo, 1999: 70-76). Luego las fuentes callan
respecto a la sismicidad del centro occidente hasta que ocurre el terremoto de 1736,
mencionado únicamente por José Lorenzo Ferrer en su relación. El otro sismo del

77
siglo XVIII registrado es el temblor que afecta la población de Carorita, en el actual
estado Lara en mayo de 1772, deteriorando su iglesia (Grases, Altez y Lugo, 1999:
94).

Si hemos de creer a la información aportada por cronistas y viajeros, podemos


señalar que la sismicidad de estos siglos no fue un obstáculo para que estas comarcas,
fundadas en medio de una naturaleza abundante, prosperasen con celeridad y
sostenidamente gracias a la economía agropecuaria y ganadera y a una consolidada
industria artesanal (Respecto a la situación económica y a la evolución urbana del
centro occidente de Venezuela se pueden consultar las siguientes referencias: Véase
Anónimo, [(1578)-1964], p. 158; Villanueva y Gibaja, [(1607)-1981], p. 291;
Cisneros, [(1764)-1981], pp. 158-162 y Depons, [(1806)-1983], p. 151).

El silencio de las fuentes persiste hasta el siglo XIX, centuria que no sólo
parece ser algo más movida sísmicamente, sino que además representa un contexto de
producción y circulación de información más activo que el de los siglos precedentes.
El siglo XIX se abre sísmicamente con los terremotos de 1812, que ocasionan
gravísimos daños en Barquisimeto y San Felipe El Fuerte, ciudad que fue mudada a
otro asentamiento, a raíz de dichos eventos; a partir de ese momento, el registro
sísmico de la región se nutre con la evidencia de los temblores ocurridos en los años
(Véase Grases, Altez y Lugo, 1999).

A finales de este siglo la región en estudio resulta estremecida, sin


consecuencias lamentables, pero con el susto correspondiente a estos fenómenos, por
los dos grandes terremotos decimonónicos que cierran este periodo: el terremoto de
los Andes venezolanos del 28 de abril de 1894, que se reporta sentido en El Tocuyo y
Quíbor (Véase Leal Guzmán, 2008), mientras que el fortísimo terremoto que
conmueve el centro norte costero de Venezuela el 29 de octubre de 1900, se siente sin
consecuencias en las poblaciones larenses de Baragua, Barquisimeto, Cabudare,

78
Carora, El Tocuyo, Quíbor y Sanare y también en San Felipe, en el estado Yaracuy
(Leal Guzmán, Audemard y Rodríguez, 2014).

Cuando revisamos el siglo XX, comprendemos que no ha aumentado la


sismicidad, sino la rapidez con que se produce y circula la información respectiva, y
en consecuencia, aparecen más registros sísmicos que en épocas anteriores. Para
favorecer la rápida comprensión de la sismicidad histórica de la región centro
occidental hemos decidido vaciarla en un cuadro, que insertamos a continuación:

Fecha Características
1578 Registro de temblores ocurridos en El Tocuyo y Quíbor
en fechas cercanas a la escritura de la redacción. No
aparecen fechas exactas.
16-ene-1674 Deterioradas dos iglesias y algunas casas. Sin víctimas.
1736 Registrado en Barquisimeto, Santa Rosa, Guama y
Cocorote.
1772, mayo Carorita, daños en la iglesia.
26-mar-1812 Gran destrucción en Barquisimeto y San Felipe
1822 Temblor en Barquisimeto
1832 Temblor en Aroa
15 y 18-nov-1865 Temblor en Carora
10-dic-1865 Temblor en Carora
6-mar-1866 Temblor en Carora
2-mar-1867 Temblor en Carora
30-abr-1867 Temblor en El Tocuyo
24-jul-1867 Temblor en El Tocuyo
10-nov-1867 Temblor en Barquisimeto
26-jun-1870 22 temblores en El Tocuyo uno desastroso. 30 casas
caídas, dos o tres muertos y muchos heridos. Sentido
fuerte en Quíbor y Barquisimeto
27-jun-1870 Tres temblores en El Tocuyo
1-jul-1870 Temblor acompañado de viento huracanado El Tocuyo
9-jul-1870 Temblor acompañado de viento huracanado El Tocuyo
11-jul-1870 Temblor El Tocuyo
14-jul-1870 Temblor El Tocuyo
16-jul-1870 Temblor El Tocuyo
22-jul-1870 Dos temblores El Tocuyo

79
27-jul-1870 Temblor El Tocuyo
01-ago-1870 Temblor de trepidación. Sentido en El Tocuyo y pueblos
vecinos
02-ago-1870 Fuerte temblor El Tocuyo
07-ago-1870 Temblor de trepidación El Tocuyo
11-sep-1870 Temblor de trepidación El Tocuyo
11-sep-1870 Temblor de trepidación El Tocuyo
17-sep -1870 Temblor de trepidación El Tocuyo
28-oct-1870 Temblor de trepidación El Tocuyo
6-dic-1870 Temblor en El Tocuyo
6-dic-1870 Temblor en El Tocuyo
7-dic-1870 Temblor en El Tocuyo
8-dic-1870 Temblor en El Tocuyo
6-may-1881 Fortísimo temblor. Sentido El Tocuyo y pueblos vecinos.
29-sept-1886 Temblor sentido en Nirgua y El Tocuyo
13-dic-1886 Temblor sentido en Trujillo, Mérida y varias poblaciones
de Lara
2-mar-1887 Temblor en Carora
30-abr-1887 Fuerte temblor en El Tocuyo
02-jul-1887 Fuerte temblor. Sentido en El Tocuyo y pueblos vecinos.
24-jul-1887 Temblor en El Tocuyo
28-may-1889 Temblor en Quíbor y Guanare
30-nov-1889 Temblor en Quíbor
14-nov-1891 Temblor en Barquisimeto
12-mar-1892 Temblor en Barquisimeto
12-abr-1892 Temblor en El Tocuyo
28-abr-1894 Gran Terremoto de los Andes. Deteriorados todos los
templos de la ciudad de El Tocuyo. La mayor parte de las
casas sumamente averiadas. No se registraron víctimas.
Sentido también en Quíbor.
4-nov-1894 Temblor en Barquisimeto y Carora.
9-nov-1894 Temblor en Carora
14-jul-1899 Temblor en Barquisimeto
29-oct-1900 Sismo de San Narciso. Sentido sin daños en Baragua,
Barquisimeto, Cabudare, Carora, El Tocuyo, Quíbor y
Sanare y también en San Felipe, en el estado Yaracuy.
17 al 24-ene-1902 Temblores sentidos en Carora
9-abr-1902 Temblor en Carora
14-nov-1905 Fuerte temblor en El Tocuyo
24-ene-1906 Temblor en Sanare
19-sept-1906 Temblor en Guama, El Tocuyo y Barquisimeto

80
1-may-1913 Temblor en Aroa y Barquisimeto
5-jul-1913 Temblor en Duaca
25 y 26-oct-1916 Temblores en Barquisimeto
13-ago-1917 Ligero temblor sentido en El Tocuyo.
29-may-1919 Temblor en Eneal, edo. Lara
9-ene-1920 Temblor en Cabudare
13-nov-1921 Temblor en Carora y Guanare
7-oct-1923 Temblor en Duaca
22-nov-1923 Temblor en Quíbor
31-jul-1926 Fuerte temblor sentido en Quíbor, Carora y El Tocuyo.
2-ago-1927 Fuerte temblor sentido en Curarigua, Arenales, San
Pedro, Río Tocuyo, San Francisco, Areque, Muñoz,
Barquisimeto y El Tocuyo.
9-feb-1928 Temblor en Curarigua
17-jul-1928 Fuerte temblor sentido en El Tocuyo.
19-nov-1928 Ligero temblor. Ruidos subterráneos en El Tocuyo,
Humocaro Alto y otros lugares.
16-mar-1929 Temblor sentido en Río Claro, Barquisimeto, Cabudare y
Duaca.
11-jun-1930 Fuerte temblor en Aroa, Quíbor y Duaca
16-jul-1930 Fuerte temblor en Sanare, sentido también en El Tocuyo
18-jul-1930 Temblor en Quíbor, Sanare y El Tocuyo.
01-may-1931 Temblor de cierta duración en Quíbor. Se repitió a las
7:20 p.m. No se registraron víctimas ni daños.-
06-jun-1931 Fuerte temblor en Quíbor, El Tocuyo, los Humocaros,
Trujillo y otros lugares.
7-jun-1931 Fuerte temblor en Trujillo, sentido también en Quíbor.
8 al 27-jul-1931 8 fuertes temblores en Carora y lugares vecinos, en
diferentes días y horas. Gran alarma en la población
31-jul-1931 Fuerte temblor en Baragua
4-ago-1931 Fuerte temblor en Carora
10-may-1931 Temblor sentido en Carora, Cabudare, Río Claro, Trujillo,
Carache y Pampán. Sin daños ni víctimas.
7-jun-1932 Temblor en Quíbor
10-ago-1932 Fuerte temblor en Carora y otros pueblos vecinos
31-oct-1932 Fuerte temblor en El Tocuyo. Sentido en Humocaro Bajo
y otros pueblos vecinos.
17-nov-1932 Temblor en El Tocuyo, Quíbor, Sanare.
15-dic-1932 Temblor en Siquisique
27-feb-1933 Fuertes temblores en Eneal
7 al 18-mar-1933 Temblores en Eneal

81
19-abr-1933 Temblores en Duaca.
28-ago-1933 Fuerte temblor en Carora
2-abr-1934 Temblor en Río Claro
30-ago-1934 Fuerte temblor en Carora. Hubo cuatro temblores en días
anteriores. Se sintió en Aregue, Río Tocuyo, Arenales,
Muñoz, Altagracia y Acarigua donde se sintió muy fuerte
5-mar-1935 Violentos temblores en Carora y varios lugares vecinos
22-mar-1935 Temblor en Urachiche
26-may-1935 Temblor en Carora
2-jun-1935 Temblor en San Francisco
6-jun-1935 Temblor en Curarigua
06-oct-1935 Temblor en El Tocuyo con ruido subterráneo. Sentido en
Quíbor.
08-oct-1935 Temblor en El Tocuyo con ruido subterráneo. Sentido en
Quíbor.
1939-1942 Entre 1939 y 1942, hubo en Venezuela, particularmente
en el centro occidente, más de 350 sismos leves y fuertes
que culminaron con el sismo de los Humocaro, fenómeno
registrado en 1942.
27-jun-1940 Temblor en Barquisimeto
4-sep-1940 Violentos temblores en Barquisimeto. Gran alarma en la
población
8-sep-1940 Temblores en Barquisimeto y San Felipe
09-oct-1940 Fuerte sismo con ruidos subterráneos se registra en la
población de Zanjón del Hato (entre Quibor y Tocuyo del
Estado Lara). Aparecen grandes grietas en el terreno.
7-nov-1940 Fuerte sismo en Barquisimeto y otros lugares
Julio, 1941 Fuertes temblores de tierra en Humocaro Bajo
17-mar-1942 Dos sismos en Carora
30-jul-1942 Temblor leve en Capatárida
24-ago al 2-sept-1942 Fuertes temblores en Humocaro Alto.
27-ago-1942 Temblor de tierra en Quibor, Tocuyo y fuerte en los
Humocaros
6 y 7-sept-1942 Temblores en Humocaro Alto, Humocaro Bajo y Quibor
25-nov-1942 Fuerte sismo en Carora
27-nov-1942 Temblor leve en Carora
Ene-feb de 1943 Hundimiento, agrietamiento y derrumbe en los
alrededores de Guarico, Lara.
13-mar-1943 Fuerte temblor en Quíbor y El Tocuyo
3 al 24-oct-1943 Desde el 3 al 24 de Octubre se sintieron en el Estado
Yaracuy, más de 44 sismos con ruidos subterráneos y

82
fuertes vientos. En Farriar, Palmarejo y Agua Negra
fueron muy fuertes los sismos; se agrietaron paredes de
casas. En Quíbor, del Estado Lara, se desplomó el techo
de una casa el día 13.
1-nov-1943 Fuerte sismo en Quíbor y campos vecinos. En Cubiro
situado muy cerca de las fumarolas de Sanare y San
Miguel, se sintió fortísimo este sismo. Ruidos
subterráneos en Quíbor.
4-ene-1944 Sismo en Quíbor y otros lugares del Estado Lara
08-ene-1944 Fuerte sismo en Barquisimeto. Sentido en Quíbor, Sanare,
El Tocuyo, San Miguel, etc.
8 al 25-jun-1944 Temblores en Barquisimeto y Quíbor
10-nov-1945 Sismo en Quíbor.
01-ago-1946 Fortísimo sismo en Quíbor. Sentido en Barquisimeto, El
Tocuyo, etc.
01-sep-1946 Fortísimo sismo en Quíbor. Sentido en Barquisimeto, El
Tocuyo, etc.
21-ene-1948 Temblor en Humocaro Bajo. Sentido en el Distrito Tovar,
edo. Lara.
21-abr-1948 Fuerte temblor en Siquisique
1-mar-1949 Sismo en Carora. Sentido por muchos moradores y
pueblos cercanos
27-abr-1949 Sismo algo violento en Barquisimeto; desde días
anteriores venían sintiéndose algunos sismos
acompañados de ruidos subterráneos profundos
03-ago-1950 Terremoto destructor que afectó principalmente la ciudad
de El Tocuyo y pueblos vecinos. En El Tocuyo 250 casas
colapsadas, 700 muy deterioradas. Severamente afectados
todos los templos de la ciudad. Destrucción de las
haciendas y trapiches de caña. 13 muertos solo en El
Tocuyo. Este terremoto ocasionó además severos daños
en las poblaciones de Guaríco, Anzoátegui, Humocaro
Alto, Humocaro Bajo, Cabudare y Sanare en el edo. Lara;
así como en las poblaciones de Guanare, Guaitó,
Biscucuy y Chabasquén en el estado Portuguesa, y
Escuque, Alto de Escuque, Carache y Betijoque en
Trujillo. Fue sentido en Caracas, La Victoria, Maracay,
Valencia y produjo una marejada en Puerto Cabello.
03-ago-1950 Varias réplicas sentidas en El Tocuyo.
04-ago-1950 Temblor.
04-ago-1950 Temblor.
04-ago-1950 Temblor de gran intensidad.

83
05-ago-1950 Otro sismo fuerte en El Tocuyo.
12 al 31-ago-1950 Diversas réplicas en el área afectada por el terremoto.
09 al 19-sep-1950 Fuertes temblores sentidos en Guaríco.
20-nov-1950 Intenso temblor ocasionó daños en la casa cural y en el
edificio de la Escuela Granja; esta última, no dañada por
los temblores de Agosto, sufrió agrietamientos. En el área
de Guaríco se siguen reportando temblores gasta Febrero
de 1951
23-feb-1951 Temblor en Guaríco
24-feb-1951 Fuerte temblor en Barquisimeto. Alarma general, o
mismo que en Quibor y El Tocuyo. En Guaríco se
reportan dos temblores en la madrugada
5-abr-1951 Dos fuertes temblores en El Tocuyo
25-may-1951 Fortísimo sismo sentido en Humocaro Alto. Intensidad
similar a la del 3 de agosto del año pasado. Fuerte
temblor sentido en El Tocuyo a las 7:05 p.m.; en
Barquisimeto y Quibor también. No se tienen noticias de
desgracias. Fuerte temblor en Barquisimeto y en Guaríco,
seguido de 3 de menor intensidad.
1-jul-1951 Fuerte temblor sentido
3-jul-1951 Temblor sentido en Guaríco, sin daños
31-jul-1951 Daños menores por fuerte temblor, especialmente en el
Edifico de Correos y Telégrafos. Sentido en Caracas. En
Tinaquillo, San Carlos (fuerte), El Tinaco, San Rafael de
Onoto, Acarigua, Sarare, San Felipe y otras poblaciones
del Estado Yaracuy. Casas antiguas de San Carlos
agrietadas; en algunos pueblos del Estado Lara cayeron
algunas casas
1-ago-1951 Temblor sentido en Barquisimeto
3-ago-1951 Fortísimo temblor Guaríco, no se registraron daños
9-oct-1951 Intenso temblor, sentido fuerte en Humocaro Alto y
Guaríco
25-feb-1952 Temblor en Guaríco
4-oct-1952 Fuerte temblor en esta capital, sentido menos intenso en
Guama, Chivacoa, Nirgüa, Urachiche y otras
25-jul-1953 Temblor intenso en El Tocuyo
3-ago-1953 Nuevos temblores en El Tocuyo, Cubíro, Guaríco y zonas
aledañas
10-dic-1954 Fuerte temblor de tierra en esta población y pueblos
vecinos. No hubo daños
9-sep-1956 En Nirgua y zonas adyacentes se sintió violento temblor
de tierra.

84
13-oct-1956 Fuerte temblor sin consecuencias en el estado Lara. Se
sintió en Guarico, El Tocuyo y Barquisimeto, donde fue
más leve
25-feb-1957 Intenso temblor de tierra sentido en Guaríco, sin daños.
Alarma general
21-abr-1957 Violento sismo destructor, sentido en casi toda Colombia,
afectando las cordilleras Central y Oriental. En Venezuela
hubo daños en localidades del occidente y centro
occidente del país.
6-may-1957 Breve temblor en Barquisimeto
17-jun-1957 Tres temblores sentidos en horas de la tarde
18-jun-1957 Temblores sentidos en El Tocuyo, Carora y Barquisimeto
26-jun-1957 Fuerte sismo en Barquisimeto que causó daños de
moderados a graves en los edificios de la ciudad.
18-jul-1957 San Pablo. Fuerte temblor sentido en esta población del
Estado Yaracuy
9-oct-1957 Dos leves temblores en Barquisimeto.
6-nov-1957 Fuerte temblor de tierra, sin daños. Aparentemente
también sentido en Quíbor, Sanare, Aguada Grande y
Barquisimeto
8-nov-1957 Temblores sentidos en el estado Lara
12-dic-1957 Ligero temblor en San Felipe
17 y 18-dic-1957 Temblores en Barquisimeto, Aguada Grande, El Tocuyo,
Sanare, Guaríco y Quíbor
14-ene-1958 Ligero temblor en Barquisimeto
25-sep-1958 Temblor en El Tocuyo.
12-nov-1958 Fuerte sismo sentido en las poblaciones de los estados
Barinas y Lara.
13-nov-1958 Temblor sentido en Barinas, Lara y Trujillo. La prensa
señala 7 temblores en Lara.
15 al 24-abr-1959 Intensos temblores de tierra. Sentido en Barquisimeto, El
Tocuyo y en los Distritos Morán, Urdaneta y Palavecino.
11-jun-1960 Temblor en Humocaro Bajo
20-dic-1960 Temblor en Guaríco
29-dic-1960 Sismo sentido en Sarare, Distrito Palavecino, Acarigua
(especialmente al sur). Alarma, sin daños
4-feb-1961 Temblores sentidos en El Tocuyo y pueblos vecinos
7 y 8-jul-1961 Temblores sentidos en El Tocuyo
17-jul-1961 Temblores ligeros en Lara
22-jul-1961 Temblor sentido en Aroa
25 y 26-ago-1961 Dos temblores fueron sentidos en el distrito Morán, edo.
Lara

85
13-abr-1962 Temblor de intensidad moderada en Lara
6-oct-1962 Fuerte temblor en Barquisimeto, sentido leve en Guaríco
7-oct-1962 Temblores en Humocaro Alto, Guaríco y Biscucuy
28-oct-1962 Sentido ligeramente en Guaríco y región circundante
24-ene-1964 Temblor sentido en Barquisimeto, Yaritagua, Acarigua,
Guanare, Trujillo y Boconó.
21-feb-1964 Dos temblores de poca intensidad en Barquisimeto
30-mar-1964 Dos temblores en poblaciones del Distrito Torres.
Algunas residencias sufrieron averías de poca
consideración. El Tocuyo fue de las más afectadas
16 y 17-abr-1964 Dos nuevos temblores en El Tocuyo. Se registraron daños
leves.
19-ago-1964 Ligero temblor de tierra en el estado Lara. Más fuerte en
Guaríco, Anzoátegui y Los Humocaros
6 y 7-ene-1965 Temblores sentidos en Río Tocuyo
25-ene-1965 Sismo sentido fuerte en Quíbor, Duaca, Cabudare, Los
Rastrojos, Santa Rosa y otros pueblos
23-mar-1965 Temblores sentidos en Río Tocuyo y Carora
17-jun-1965 Sismo sentido en la región de El Tocuyo
29-jun-1965 Sismo sentido sin daños materiales. Al día siguiente
tembló de nuevo, al igual que en la mañana de hoy;
sentido en Quíbor
30-jun-1965 Nuevo temblor en El Tocuyo y Quíbor
10-sep-1966 Temblor sentido en El Tocuyo
11-sep-1966 Dos temblores sentidos en el Distrito Torres, edo. Lara
6-feb-1967 Temblor. Pánico y ligeros daños en El Tocuyo. Sentido
en el Distrito Morán, Humocaro Alto, Humocaro Bajo,
Guaríco, Anzoátegui, Chabasquen, Villanueva y El
Molino
14-sep-1967 Temblor sentido en Barquisimeto
22-feb-1968 Temblor sentido en Barquisimeto
13-may-1967 Temblor sentido en Táchira, Mérida, Trujillo, Maracaibo
y Lara
17-may-1967 Temblor sentido en Carora
27-may-1967 Temblor sentido en El Tocuyo
21-sep-1968 Temblor sentido en Carora
1-jun-1969 Temblor sentido en Nirgua. Alarma general
27-sep-1970 Sismo sentido en Barquisimeto y El Tocuyo
18-dic-1972 Temblor en Lara. Derrumbes, 3 muertos.
24-ene-1974 Temblor sentido en Barquisimeto, El Tocuyo, Guarico y
Los Humocaros

86
26-feb-1974 Temblor sentido en Barquisimeto
5-abr-1975 Fuerte temblor, ruinoso en la parte centro occidental de
Venezuela. Se reportan muertos y heridos. Muy afectada
la población larense de San Pablo
5 al 27-abr-1975 Temblores en Lara y Portuguesa

2-may-1975 Temblor leve en El Tocuyo


24-may-1975 Fuertes temblores en Lara
26-may-1975 Temblor sentido en Quíbor
7-jun-1975 Temblor sentido en El Tocuyo y Quíbor
9-jul-1975 Temblor sentido en Boro, edo. Lara
5 al 9-ago-1975 Temblores sentidos en El Tocuyo
5-sep-1975 Temblor sentido en San Pablo
12-nov-1975 Temblor sentido en Carora y Barquisimeto
13-ene-1976 Temblor sentido en El Tocuyo y San Pablo
26-ene-1976 Temblor sentido en El Tocuyo
15-feb-1976 Temblor de poca intensidad sentido en esta capital y en
Atarigua, San Pablo y otros Distritos del Estado Lara
27-feb al 5-mar 1976 Temblores sentidos en El Tocuyo
4-feb-1976 Temblor sentido en Barquisimeto
20-abr-1976 Temblores en Lara y Portuguesa. Daños materiales de
poca consideración. Heridos
10-jun-1976 Sismo sentido en Quíbor
22-ago-1976 Sismo sentido en Tocuyo, Guarico y Humocaros
26-abr-1977 Sismo sentido en Carora
6-jun-1977 Sismo sentido en Barquisimeto
7-jun-1977 Fuerte sismo en El Tocuyo
24-jul-1977 Leves movimientos sísmicos sentidos en El Tocuyo,
Barquisimeto, San Felipe y Coro.
7-oct-1977 Fuerte sismo sentido en Maracas, edo. Lara.
31-oct-1977 Temblor de leve intensidad en El Tocuyo; sentido en
Maraca. No hubo daños
11 y 12-dic-1977 Fuertes temblores en el centro occidente venezolano
5-may-1979 Fuerte sismo en Caracas y en el centro occidente
venezolano
23-jun-1981 Temblor de oca intensidad sentido en Barquisimeto
16-feb-1982 Sismo sentido en San Felipe
17-jun-1982 Leve temblor sentido en El Tocuyo
24 y 26-sep-1983 Temblores sentidos en El Tocuyo. Sin daños
4-dic-1983 Sentido en Quíbor, Estado Lara.
4-may-1984 Sismo intenso en Lara y algo más débil en Maracaibo.

87
Sentido en el occidente de Venezuela
28-may-1984 Sismo en Capatárida
14-jun-1984 Fuerte sismo en El Tocuyo. Sentido en Caracas y en el
occidente del país.
24-jun-1984 Temblor sentido en Quibor y El Tocuyo
14 y 16-ago-1984 Temblores sentidos en El Tocuyo y Barquisimeto
3-may-1985 Sentido en El Tocuyo y Santo Domingo (Mérida)
10-may-1985 Sentido en El Tocuyo y Sanare
5-oct-1985 Sismo sentido en El Tocuyo, Guaríco y Sanare
4 y 15-may-1986 Sismos sentidos en El Tocuyo
9-ago-1986 Sismo sentido en El Tocuyo
22-sep-1986 Sismo sentido en El Tocuyo
18-dic-1986 Sismo sentido en El Tocuyo
13-feb-1987 Sismo sentido en El Tocuyo
14-jul-1987 Sismo en Barquisimeto. Sentido fuertemente al noreste de
El Tocuyo
2-mar-1988 Sismo sentido leve en El Tocuyo
10-may-1988 Sismo sentido en El Tocuyo
14-jul-1988 Sismo en Occidente. Sentido en los Estados Zulia,
Táchira, Mérida y Lara. Daños menores en Maracaibo.
22-ago-1988 Sismo sentido en El Tocuyo
27-sep-1988 Sismo sentido en El Tocuyo
17-dic-1988 Sismo sentido en El Tocuyo
12-oct-1989 Sismo sentido en El Tocuyo
28-oct-1989 Sismo sentido en El Tocuyo
9-may-1990 Sentido levemente en la región de El Tocuyo
12-jun-1990 Temblor sentido en Cabudare y Barquisimeto
11-jul-1990 Temblor sentido en Barquisimeto y El Tocuyo
21-sep-1990 Sentido en El Tocuyo, Guaríco y El Peñón, edo. Lara
22-mar-1991 Temblor sentido en Guanare, Barquisimeto, Mérida,
Valera y Barinas
5-abr-1991 Temblor en Quíbor y Barquisimeto
8-jul-1991 Sentido en los Estados Lara, Trujillo, Portuguesa,
Carabobo y en Caracas
17-ago-1991 Fuerte temblor en Curarigua. Sentido en los Estados Lara,
Falcón, Carabobo, Trujillo, Portuguesa y Mérida. Daños
en algunas estructuras en los poblados cercanos a
Curarigua, que fue zona epicentral
Barquisimeto. Por lo menos 100 casas dañadas en el área
de Barquisimeto. Sentido en Lagunillas, en Caracas y en
los Estados Carabobo, Lara, Mérida, Táchira y Trujillo

88
20-ago-1991 Temblores sentidos en Carora, El Tocuyo, Estado Lara y
en Mérida
20-ago-1991 Temblor sentido en Carora y El Tocuyo
21-ago-1991 Temblor sentido en Carora, El Tocuyo y Trujillo.
25-ago-1991 Sentido en Carora
27-ago-1991 Sentido en El Tocuyo
2-sep-1991 Sentido en Carora, El Tocuyo y Barquisimeto
14-sep-1991 Sentido en Carora, Humocaro Bajo, Guaríco y El Tocuyo
9-nov-1991 Sentido en El Tocuyo
16-nov-1991 Sentido en El Tocuyo y Carora
21 y 22-dic-1991 Temblores sentidos en El Tocuyo
22-may-1992 Sentido en El Tocuyo.
12-sep-1992 Sentido en El Tocuyo.
16-nov-1992 Sentido en Barquisimeto
29-nov-1992 Sentido en El Tocuyo.
13 y 14-dic-1992 Temblores sentidos en El Tocuyo
9-ene-1993 Sentido en Barquisimeto
9-feb-1993 Sentido en El Tocuyo.
6-jun-1993 Fuerte temblor sentido en los Estados Andinos, Zulia,
Lara, Carabobo y Caracas.
25-ene-1994 Temblor sentido en Guaríco, Sanare, El Tocuyo y Quibor
28-ene-1994 Temblor sentido en Guaríco y El Tocuyo
8-mar-1994 Sismo sentido leve en Carora
18-abr-1994 Temblor sentido en Curarigua, El Tocuyo y Atarigua
3-oct-1994 Temblor sentido en El Tocuyo y Guaríco
22 y 23-ene-1995 Dos fuertes temblores sentidos en Barquisimeto, El
Tocuyo y Quibor
5-feb-1995 Sismo sentido en Carora, El Tocuyo, Cabudare y
Barquisimeto
16-feb-1995 Dos temblores sentidos en Barquisimeto y Cabudare
15-mar-1995 Temblor en Barquisimeto
29-abr-1995 Sismo fuertemente sentido en Barquisimeto, Carora y El
Tocuyo
5-may-1995 Fuertemente sentido en Barquisimeto, Carora y El
Tocuyo
21-sep-1995 Sismo sentido en Carora y El Tocuyo
13-oct-1995 Sismo sentido en Barquisimeto
29-dic-1995 Fuerte sismo que sacude el centro occidente venezolano,
especialmente las poblaciones de Caparo y los Arangues.
Conocido como el sismo de los Arangues
31-dic-1995 Nuevo sismo sentido en la región centro occidental del

89
país, en Caparo y Santa María de Caparo
1-ene-1996 Nuevo temblor que sacude el oeste del edo. Lara
23-feb-1996 Sismo sentido al suroeste de Los Arangues
24-may-1996 Sismo leve en El Tocuyo
7-ago-1996 Temblor sentido fuertemente en Quibor y levemente en
Curarigua
1-sep-1996 Fuerte temblor sentido en Cabudare, Barquisimeto y El
Tocuyo. Daños en Barquisimeto, 4 heridos y 1 muerto.
16-ene-1997 Temblor leve en Carora y Curarigua
25-feb-1997 Sismo sentido al norte de Moroturo, edo. Lara
10-abr-1997 Temblor leve en El Tocuyo
15-abr-1997 Fuerte sismo sentido en la zona centro occidental de
Venezuela, con epicentro al noreste de Churuguara.
Sentido en Lara, Falcón y Carabobo, en partes de Zulia y
Mérida, así como en zonas de Caracas. No hubo víctimas
3-ago-1999 Cinco temblores sentidos al sur del edo. Lara
Tabla 1. Sismicidad histórica del centro occidente venezolano.
Fuente: Elaboración propia con datos de Grases, Altez y Lugo, 1999; Leal Guzmán, 2008 y
Altez y Rodríguez (Coord.), 2009.

En este punto, es necesario recalcar la importancia de incluir este largo cuadro


de la sismicidad histórica de la región centro occidental de Venezuela entre los siglos
XVI al XX, no solo para ilustrar la forma cómo se ha manifestado la amenaza sísmica
intrínseca a la región, sino también para recalcar la pertinencia de los estudios que
permitan recoger y analizar información sobre los efectos históricos y sociales de los
terremotos sobre la sociedad y las poblaciones allí ubicadas.

4.3 Documentos para el estudio del terremoto de 1736

A continuación presentamos los resultados obtenidos durante nuestra


búsqueda de información en fuentes primarias inéditas e impresas y fuentes
secundarias.

90
4.3.1 Un terremoto in-documentado

Como hemos señalado con anterioridad, la elección del terremoto a investigar


estuvo definida por los intereses de Funvisis, los cuales apuntaban con preferencia
hacia sismos históricos mal conocidos o poco documentados. De tal suerte que al
iniciar nuestro trabajo sólo se conocía una referencia primaria relativa a este
terremoto, la cual es reseñada en Grases, Altez y Lugo (1999: 79).

Esta referencia corresponde a la relación geográfica escrita en 1745, es decir,


nueve años después del terremoto, por Joseph Lorenzo Ferrer, quien en su calidad de
Teniente Justicia Mayor de Barquisimeto y corregidor de Chivacoa, era un
funcionario público que escribía una relación solicitada por las autoridades de la
metrópolis. Por otra parte, es probable que Ferrer fuese testigo del sismo en cuestión
pero no logramos comprobar con total veracidad este punto (Véase Rojas, 1995: 142).
Sobre el terremoto de 1736 escribe Ferrer:

…Su iglesia parroquial dedicada a la concepción purísima de María Santísima


(…) y entre las ruinas que causaron los excesivos y violentos temblores que hubo
en el año de 1736, fue una haber caído los dos cuerpos superiores de esta torre y
desecho la Capilla; y aunque habiéndose arruinado también la capilla mayor en tal
extremo que fue necesario desbaratarla; en el espacio de seis meses se volvió a
reedificar; esta torre y capilla no se han vuelto a perfeccionar (Ferrer, [(1745)-
1964]: 109).

Aunque Ferrer no ofrece muchos detalles en su breve descripción, deja entrever


que el sismo fue ruinoso y que entre otros daños, la iglesia parroquial de
Barquisimeto sufrió grandes desperfectos, como el deterioro de la torre que perdió sus
dos cuerpos superiores. Por otra parte, Ferrer habla de “excesivos y violentos
temblores”, dato curioso que nos lleva a preguntarnos ¿a qué se refería exactamente?,
¿acaso está describiendo una tormenta sísmica o está refiriendo un sismo principal y

91
su secuencia de réplicas? Considerando los conocimientos actuales sobre terremotos,
las tormentas sísmicas no empiezan con un sismo de gran magnitud, nuestro
problema en este caso fue la lectura tan literal del texto; dado que dichas tormentas
sísmicas son fenómenos muy localizados, es decir, se dan en un espacio geográfico
particularmente pequeño, por tanto, solo podía ser Barquisimeto y Santa Rosa pero
nuestra documentación también pertenecía a Guama, entonces, lo más probable es lo
segundo.

4.4 Ubicando al sismo de 1736

A pesar del esfuerzo de búsqueda realizado durante la investigación, no


logramos precisar la fecha exacta de la ocurrencia del sismo de 1736, en cuanto a
mes, día, hora, etc. Esta situación es relativamente común cuando se documentan
sismos coloniales, por ejemplo, el terremoto que sacude Cumaná en 1629 (Altez y
Audemard, 2008) o el sismo que afecta varias poblaciones trujillanas en 1801,
eventos para los cuales no ha sido posible precisar una fecha exacta, aunque se cuenta
con documentación que describe los daños producidos por ambos eventos.

Sin embargo, podemos afirmar que dicho terremoto debió ocurrir entre los
primeros 6 meses del año 1736, debido a las diligencias de don Sebastián Bernal, cura
doctrinero de la iglesia de Santa Rosa del Cerrito, la cual había sido arruinada por el
sismo. Bernal había hecho oposición para acceder a la mayordomía de varias iglesias,
aceptando finalmente el cargo en Santa Rosa. Cuando el sacerdote llega a esta
población, en junio de 1736, el templo ya se encontraba en ruinas debido al terremoto
(Véase Avellán de Tamayo, 1992: 187). Así pues, llegamos a la conclusión de que el
sismo debió ocurrir en algún momento de la primera mitad de aquel año.
Lamentablemente, no logramos ubicar documentación que especificase la fecha del
evento.

92
Según la información compilada, los lugares afectados por el terremoto de 1736
fueron las siguientes poblaciones, de las cuales pudo ubicarse registros históricos que
evidencia la ocurrencia del sismo y sus efectos: Barquisimeto, Santa Rosa del Cerrito
y Guama (Plano 2). Aunque la documentación que refiere estas locaciones no es muy
detallada, resulta de suma importancia poder señalar las poblaciones que sufrieron los
efectos del sismo de 1736, porque esta estrategia al parecer tan simple, nos permite
pensar en las repercusiones del terremoto en el centro occidente. Hemos de recalcar
que al principio de nuestras pesquisas solo contábamos con una referencia primaria
que señalaba los daños en Barquisimeto y otra secundaria, poco precisa, que apuntaba
hacia Santa Rosa del Cerrito. En este sentido, consideramos que se logró un avance
en el conocimiento del sismo de 1736 y se reveló una pieza importante de la historia
de la cultura en el centro occidente de Venezuela.

Como señalamos anteriormente, a través de la investigación recabamos


evidencia de que el terremoto de 1736 afectó, al menos, a las poblaciones de
Barquisimeto, Santa Rosa del Cerrito y Guama. Con la relación de José Lorenzo
Ferrer pudimos establecer que el terremoto había sacudido Barquisimeto,
ocasionando daños a su iglesia parroquial. Otra referencia la encontramos entre los
documentos relativos a la visita pastoral realizada por el Obispo Mariano Martí entre
los años 1771-1784. En la descripción de su visita a Barquisimeto, Martí menciona la
ocurrencia del terremoto, señalando que "El año de 1736 huvo un gran temblor acá,
del cual quedó muy maltratada la iglesia que había acá” (Martí [(1771-1784)-1969]:
60).

93
Plano 2. Poblaciones afectadas por el sismo de 1736.
Fuente: Elaboración propia sobre el mapa de la Provincia de Barquisimeto, Agustín
Codazzi, Lith. de Thierry, freres, Paris (Caracas 1840).

Otra referencia del sismo ocurrido en 1736, resultado directo de nuestra


investigación, menciona igualmente a la iglesia parroquial de Barquisimeto, que fue
afectada por el terremoto, la encontramos en un texto de Carlos Felice Cardot:

Durante las primeras décadas del siglo XVIII la ciudad está en pleno desarrollo.
Ya tiene ochocientos vecinos de las más variadas clases sociales (…). La fábrica
de su iglesia Parroquial es hermosa, atrayente, no obstante que el terremoto de
1736 le causó serios daños (Felice Cardot, 1953: 15).

Esta referencia confirma la prosperidad económica que la ciudad había


alcanzado y que es señalada por Ferrer en 1745 y más adelante por Cisneros, hacia
1764. Otra alusión al terremoto de 1736 fue hallada en el discurso pronunciado en el

94
424 aniversario de la ciudad de Barquisimeto por el abogado Raúl Torrealba, quien
expresa:

En los albores del siglo XVIII la ciudad ofrece un lento crecimiento, su


vecindario lo componen 800 personas. Su calle real luce empedrada y las otras de
8 varas de ancho y cuadras de 120 varas (…) La fábrica de su iglesia parroquial
destinada a la concepción de María, era hermosa, pero el terremoto de 1736 la
destruyó casi totalmente (Torrealba, 1980: 499).

El documento que refiere los efectos del sismo de 1736, en el pueblo de Guama,
actual estado Yaracuy; consiste en una carta fechada en el año de 1740, cuya autoría
corresponde a don Antonio Navarro, cura doctrinero y gobernador de las ciudades de
San Gerónimo de Cocorote y San Joseph de Guama; ambas ciudades situadas en la
jurisdicción de la ciudad de San Phelipe. La carta en cuestión la dirige don Antonio
Navarro a don Pedro Chabersz, Vice patrono, pidiendo licencia para hacer las
reparaciones de la iglesia –maltratada por el sismo- y para hacerse cargo de dichas
reparaciones. Dicha carta es recogida en un expediente formado por don Pedro
Chaberz a próposito de las inconsistencias de Navarro respecto a sus deberes como
cura doctrinero de la referida población de Guama:

Señor provisor y vicario Gral Don Antonio Navarro cura propio de los pueblos
naturales de San Geronimo de Cocorote y San Joseph de Guama en los valles y
jurisdicción de la ciudad de San Phelipe de essta provincia como mas haya lugar
por derecho ante V.S. paresco y digo: que habiendo acaecido el año pasado de mil
septecientos y treinta y seis temblores de tierra, motivo de haverse arruinado la
iglesia del referido pueblo de Guama de tal forma que quedo inhabilitada de
servir; y aunque por lo prompto se repare de lo mas preciso, no ha sido bastante
para sobstener las paredes, pues hoy en dia se hallam de una vez arruinadas, como
la notoriedad lo publica, y esta al manifiesto, y deseoso yo de que se reedifique la
iglesia del enunciado pueblo de Guama, así para consuelo de los fieles, como para
la descencia del lugar tan sagrado, tengo practicadas las diligencias necesarias con
los naturales y feligreses de dicho pueblo en razón de alentarlos y fervorizarlos
para dicho fin faltándome solo la licencia que en este caso se requiere: la que se
ha de servir V.S.consederme en bastante forma, con amliacion de poder levantar
si alcanzen las fuerzas, capillas en la referida iglesia que esto prompto al mismo
para ello impetrar la lisensia necesaria del señor vice patrono, por todo lo qual, =
al Vuestro ilustrismo pido y suplico, se sirva concederme la lisensia que llevo

95
expresada por ser de Justicia que pido y en lo necesario (Pedro Chaberz, “Autos
sobre la reedificación de la iglesia del pueblo de Guama sobre los feligreses y el
licenciado don Antonio Navarro cura doctrinero de dicho pueblo”, 29 de enero de
1740, En AGN, Gastos públicos, Tomo I, f. 248).

Respecto a Santa Rosa del Cerrito, existen dos referencias que reseñan los
efectos del sismo en dicha población, una proveniente de la relación de Mariano
Martí y otra de Nieves de Avellán de Tamayo (1992), que nos indica los efectos del
sismo en esta localidad, cuya vieja iglesia también quedó arruinada. Este fue el
templo que encontró a su llegada a Santa Rosa, don Sebastián Bernal y que hizo
reparar, como lo comentaremos más adelante.

4.5 El terremoto de 1736 vs. el terremoto de 1737

En el proceso de recabar todas las referencias posibles, provenientes de fuentes


secundarias que pudiesen orientarnos en la búsqueda, mucho más complicada, de
fuentes primarias que informasen respecto al sismo de 1736, nos tropezamos con una
curiosa afirmación citada por José Grases, en la entrada correspondiente a
“Terremotos”, del conocido Diccionario de Historia de Venezuela de la Fundación
Polar. Dicha referencia señalaba:

En el terremoto de 1737 tembló la tierra un mes entero; tan fuerte como ahora [se
refiere al sismo de 1812] en Caracas, pero no tan largo: que Barquisimeto fue
destruido, que esta ciudad (Caracas) padeció algo: que el de 1766 fue más largo que
éste aunque no tan fuerte (Diccionario Fundación Polar, Citado en Grases, 1988: 695).

Esta mención a un sismo más misterioso aún que el de 1736 nos planteó a partes
iguales interrogantes y complicaciones. Lo primero que se realizo fue una
comprobación rápida del “terremoto de 1737” en los diversos catálogos sísmicos que
ya habíamos escrutado respecto a 1736. Naturalmente, no hallamos una sola mención
a este otro terremoto. Entonces decidimos localizar la fuente original de la referencia

96
a aquel otro evento que en 1737, es decir, un año después del sismo que nos
interesaba, había “destruido Barquisimeto”.

Afortunadamente, se nos ocurrió recurrir a una estratagema propia de esta época


tecnológica: introdujimos la cita completa en internet y allí estaba, en cuestión de
segundos: la fuente original citada por Grases en 1988. Se trataba de la Gazeta de
Caracas Nº. II, de fecha 25 de abril de 1812. Al acudir a esta fuente en la Biblioteca
Central de la UCV, comprobamos nuestras sospechas: aquella dudosa referencia al
“terremoto de 1737” se había hecho en el marco del pánico y el desorden producidos
por los terremotos del 26 de marzo de 1812. Esto significaba que no se trataba de una
fuente primaria, es decir, aquella observación no provenía de un testigo presencial del
referido sismo en Barquisimeto a principios del siglo XVIII, sino que el anónimo
autor de la nota en cuestión, lo reseñaba “de oídas”.

En todo caso, frente a aquella referencia de dudosa confiabilidad teníamos al


principio dos opciones: a) se trataba de otro sismo diferente al de 1736 y b) se trataba
de un error en la cronología sísmica, y más probablemente de un error en la
transcripción o en la memoria de la fuente del autor anónimo de la nota escrita y
publicada en 1812. Como no logramos dar con ningún dato fiable respecto a este
sismo de 1737, aunque le dedicamos un tiempo valioso, concluimos que la segunda
opción era la correcta. Probablemente, el autor de la nota aprovechaba la conmoción
sísmica de 1812, para recordar a sus lectores, que bastante aterrados debían estar en
ese momento, que aquello de los sismos no era cosa nueva ni en Caracas ni en
Barquisimeto, pues ya había ocurrido otro sismo, el de 1737 que había destruido a la
segunda.

Aún añadiremos que la supuesta destrucción de Barquisimeto por el confundido


sismo de 1737, nos permitió reflexionar sobre la veracidad de las fuentes consultadas
por el anónimo escritor de 1812, así que su exageración sobre los daños del sismo de

97
1736/1737, nos confirmó que su nota no se apoyaba en registros verídicos, ya que
según nuestra experiencia en la tarea de documentar sismos históricos ocurridos entre
los siglos XVI y XIX, los terremotos destructores no suelen pasar desapercibidos para
sus observadores. Es decir, por lo general, queda constancia de sus ruinosos efectos
en documentos más o menos copiosos y más o menos variados (Véase Leal Guzmán
y Hernández, 2007).

En este sentido, las dificultades que estábamos atravesando para documentar


el terremoto de 1736, aunadas a las informaciones de estabilidad económica y
consolidación urbana en la región del centro occidente, nos convencieron finalmente,
que el sismo de 1737 simplemente no existía, y que constituía una confusión y un
error respecto al evento de 1736, el cual sí consta en fuentes primarias.

4.6 El problema de las reparaciones y las reconstrucciones

Los aspectos constructivos y urbanos resultan de primera importancia a la


hora de analizar las consecuencias de un terremoto, ya que las tipologías
constructivas y las características urbanas son determinantes tanto en la construcción
del riesgo y la vulnerabilidad sísmica (Guevara, 2009 y 2012) como en los efectos
que estos fenómenos producen. Al respecto Altez y Lafaille señalan con gran acierto:

Asimismo, al entender que la respuesta ofrecida por las poblaciones frente a los
terremotos es histórica y socialmente heterogénea, es igualmente pertinente
investigar las características que han conformado a las estructuras e
infraestructuras de esas localidades afectadas por sismos y que, por consiguiente,
aun conviven con dicha amenaza. En consecuencia, los diferentes tipos de
materiales de construcción que se manifiestan en los urbanismos deben ser
estudiados puntual y sistemáticamente, para evaluar (y reevaluar, en muchos
casos), los efectos de los sismos históricos. Esta atención conduce a conocer no
solamente las características físicas de materiales utilizados en las construcciones
(madera, piedra, adobe, bahareque, ladrillos, cemento, tejas, mampostería, etc.),
sino también el acceso social diferencial a dichos materiales y las técnicas
constructivas usadas en cada caso (los mismos materiales, trabajados con técnicas

98
diferentes, presentan respuestas diversas), lo cual determina en la mayoría de los
casos el comportamiento y la resistencia de los mismos (…) Desde los materiales
de construcción hasta las técnicas constructivas, así como el lugar en el cual se
levantan y construyen pueblos y ciudades, todas esas características poseen una
determinante social e histórica que merece ser tomada en cuenta
metodológicamente. La reevaluación de los efectos de sismos históricos
destructores, así como la microzonificación en particular, deben prestar atención a
esta problemática (Altez y Laffaille, 2006: 118-122).

Así pues, los terremotos destructores siempre generan un impacto


arquitectónico y económico importante en lo que se refiere a las labores de reparación
y reconstrucción; impacto que será mayor o menor según las condiciones económicas
y constructivas que existan en el momento. Por otra parte, los templos, como edificios
más importantes, más altos y más complejos, desde un punto de vista estructural, que
las viviendas, solían ser los primeros en deteriorarse o colapsar a causa de un sismo.
Así mismo, es corriente que la mayor parte de la información sobre terremotos
históricos se refiera a daños en templos y conventos, edificios que constituyen:

…uno de los más importantes ‘marcadores sísmicos’: la historia de las iglesias,


más rica documentalmente y dotada de una variable determinante para el caso:
contaban con los únicos edificios de la época, esto es, los mejores testigos de
daños y ruinas (Altez, Rodríguez y Urbani, 2004: 113-114 comillas de los
autores).

A pesar de ser los templos unas construcciones muy significativas en un


contexto socio-cultural mediado por la iglesia católica, la corona española no erogaba
fondos para reparar o reconstruir estos edificios. Por lo general, como se desprende de
la documentación reunida para varios sismos venezolanos ocurridos entre los siglos
XVII y XIX, las labores de reparación y reconstrucción eran costeadas, en buena
parte de los casos y no sin esfuerzo, por los feligreses más prósperos, calificativo que
no significa necesariamente que se tratase de personas acaudaladas (Al respecto véase
Leal Guzmán y Mastrangioli, 2013).

99
Casos como el del cura Sebastián Bernal, costeando de su propio bolsillo la
reconstrucción de sus iglesias, eran excepcionales, y hemos de añadir que es el único
caso semejante que logramos documentar. Esta situación incidía necesariamente en la
construcción del riesgo sísmico, pues, la calidad de la fábrica es uno de los factores
que influye en la solidez y resistencia de los edificios (Véase Rojas Hoppe, 2010:
124). Al respecto el ingeniero militar Olegario Meneses, afirmaba:

Diríase que no puede esperarse más de estas obras [de las iglesias], debidas a las
pequeñas mandas que pueden recoger los párrocos. Esto es cierto y honra
sobremanera la penosa tarea que se imponen los que las acometen; pero los
venerables curas no debieran sacrificar lo más laborioso de su empresa, como es
la recolección de medio, a lo menos difícil y de mayores consecuencias, como es
la conveniencia y duración de la obra; debieran pensar también en que no
estribada competentemente una obra de la magnitud de estos templos, la primera
conmoción puede derribarla, y entonces lo menos sería la pérdida de los valores
empleados; y mucho sí, los males que podría ocasionar. No sirva de excusa la
circunstancia de no poderse trabajar a la vez, sino gradualmente conforme a los
ingresos, pues esto recomienda más la necesidad de hacer formar un plano de toda
la obra, y sujetar a él estos detalles que se van levantando, y aun eso, con consulta
de los maestros del arte. Una pared, por ejemplo, entre las construcciones es la
más sencilla, y sin embargo su colocación no es indiferente ni para el aplomo
general del edificio, ni para su distribución y aspecto; otro tanto puede decirse de
las columnas, de las puertas y ventanas, en general de todos sus elementos; pero
lo que pide suma atención y discernimiento es el establecimiento de arcos ¿Cómo,
pues, se voltean estos y echan aquellas tras, sin conocer antes su armonía y
equilibrio general? (Meneses citado en Zawisza, 1998: 81-82).

Lo anterior viene a significar que las reparaciones y reconstrucciones requeridas


en las iglesias se hacían muy lentamente, y no siempre con la calidad deseada y
necesaria para asegurar la pervivencia del edificio. En consecuencia, no es de
extrañar que la mayoría de los documentos recopilados para el sismo de 1736 se
refieran a los problemas ocasionados por el deterioro de los templos y la necesidad de
procurar los fondos necesarios para repararlos o reconstruirlos, según fuese el caso.
Así mismo, aunque la región centro occidental estuviese en un momento de
esplendor, la necesidad de reparar varios templos de la región representó, sin duda, un
duro golpe a la economía de aquellas poblaciones.

100
Los ejemplos de situaciones similares abundan en nuestra historia sísmica:
tras el sismo que sacudió Caracas el 11 de junio de 1641, los templos y conventos de
la ciudad quedaron arruinados e incluso destruidos. Debido a la penuria económica
que caracterizó el siglo XVII, el proceso de la reconstrucción fue largo y pausado: en
1650 el Procurador General informó que “de los 200 vecinos que tiene la ciudad,
unos 150 andan pidiendo limosna y los 50 restantes están agobiados con
contribuciones religiosas” (Arellano Moreno, 1967: 216). Solo las limosnas de los
fieles permitieron iniciar la erección de la iglesia de San Francisco, en el año 1651
(Dorta, 1967: 53-54). Por su parte, la reconstrucción de la Catedral requirió 20 largos
años de limosnas y solicitudes, hasta que finalmente se logró concluirla en 1674
(Idem, 52-59).

Para ampliar más este punto, citamos aquí el caso de la iglesia de Tostós,
arruinada por los temblores del año 1801. Años después en 1805, el cura doctrinero a
cargo de dicha población, don Juan Nepomuceno Ramos Sarmiento, solicita que se
exima a sus fieles de ciertos tributos para que estos puedan dedicarse a reparar el
templo:

Certifico conforme a derecho para ante los Señores y Tribunales donde esta fuese
presentada como en el año de mil ochocientos y uno hallándome en dicho pueblo
de Cura de Almas, con los temblores que en estas partes padecimos causando
varios extragos uno de ellos fue la lamentable ruina de esta Yglesia que
enteramente se desplomó y arruynó ; (…) que en el día se celevran los divinos
oficios y reparte el paxto expiritual en una capilla pagiza que por el efecto (…), y
que por causa de la total pobresa de su fábrica, pobre y corto feligresado no se
podrá jamás radificar dicha Yglesia porque no saben absolutamente con que, ni
aun haviendo tomado el (…) de recoger limosna en la jurisdicción; a menos que a
ellos yndios se les conceda piadosamente la libertad de tributos por el (principio)
de la fábrica, pues parece muy penoso e yncompatible aun (…) de la fábrica, y
tributos, pues se ve que de estar ocupados en el trabajo de la fábrica, faltaran a
aquellos, y de cumplir con estos, faltaran a aquella (Juan Nepomuceno Ramos
Sarmiento, “El Señor Fiscal por los yndios en aquel pueblo sobre redificar su

101
Yglesia”, San José de Tostós, 30 de marzo de 1805, En AGN, Gastos Diversos,
Tomo XIV, f. 403)

Por toda respuesta, el cura Ramos recibió la indicación de solicitar limosnas a


los fieles blancos y mestizos de dicha población, de modo que la reconstrucción de la
mencionada iglesia no afectase la recaudación ni los intereses de la Real Hacienda:

Aunque esta solicitud debía entablarse en el Tribunal de la Intendencia como


punto tocante a su Jurisdicción, acaso podría liquidarse y tomarse providencias
que remedien esa necesidad, sin tocar a los intereses de la Real Hacienda,
especialmente, quando en representación de esta misma fecha a promovido el
Fiscal Protector, y pedido en este Superior Tribunal las providencias necesarias al
descubrimiento y recaudación de los bienes de comunidad de los Pueblos de aquel
Departamento de que no se ha dado cuenta antes ni después del establecimiento
de esta Real Audiencia y quando por otra parte el vecino español y de castas
mixtas deben concurrir a la misma obra, por la participación que tienen de los
Santos Sacramentos y demás beneficios espirituales en aquella parroquia. En
consecuencia de todo pide, que Vuestra Alteza se sirva mandar librar Real
Provisión al Corregidor del mismo pueblo para que instruya justificación de la
ruina que informan los yndios haber padecido aquella Yglesia y del estado en que
ha quedado: que resultando arruinada como lo han asegurado haga formal cálculo
y presupuesto por personas inteligentes del costo que podrá tener se reedificio, y
que acompañando una relación de los vecinos españoles y gentes de castas que no
sean yndios expresiva de lo que cada uno respectivamente podría contribuir para
el nuebo edificio según sus facultades devuelva las diligencias con su informe, y
el de aquel cura doctrinero para lo demás que corresponda (Berrios, “El Fiscal de
Su Majestad, Protector General de los Yndios por los del pueblo de Tóstos de la
jurisdicción de Trugillo”, Caracas, 17 de abril de 1805. En AGN, Gastos
Diversos, Tomo XIV, f. 405).

El mismo mantenimiento de los edificios religiosos implicaba gastos para los


feligreses. Podemos advertir lo anterior en el extracto del documento que
presentamos a continuación:

…Se sindico remitiese al convento de Barquisimeto las limosnas onerosas para


que en el se cumpliesen las cargas, según la voluntad de los fundadores y que las
puramente graciosas determinadamente donadas para fundar en San Felipe el
pretendido convento de su orden dexase en su poder en calidad de deposito asta
que el pueblo impetrase la licencia de V.M. y existiesen fondos correspondientes,
convento y demás necesario para la vida religiosa. (Obispo Martí, “informe que

102
dio cuenta de su visita pastoral en San Phelipe” Caracas, 09 sin mes 1787, En:
AGN; Sección traslados, f. 96)

El documento expone la situación del convento de franciscanos situado en la


ciudad de San Felipe, que se ve obligado a solicitar a la corona, dinero para su
mantenimiento, puesto que sus “acaudalados” fieles no podían costear los gastos
ocasionados de dicho pedimento. El problema no fue exclusivo de la época colonial,
como señalan Leal Guzmán, Audemard y Rodríguez (2013) al reseñar el terremoto
del 29 de octubre de 1900, sismo que ocasionó daños en las iglesias caraqueñas. En la
mencionada ocasión muchos párrocos solicitaron la limosna voluntaria de los fieles,
llamado al que sumó la prensa local, al señalar que “la piedad cristiana que distingue
a la sociedad caraqueña, lleva su fervor hasta el extremo más encomiable… en el
sentido de que a expensas de la feligresía de cada parroquia, se de principio a las
reparaciones consolidadas” (“Nuestros templos”, La Linterna Mágica, Caracas: 17 de
noviembre de 1900, p. 2).

Finalmente señalamos que a través de los ejemplos presentados aquí y de los


análisis que desarrollamos a continuación “se puede constatar cómo las iglesias
estaban en un permanente construir y reconstruir (…) la verdadera historia de las
edificaciones del período colonial corresponde a procesos tan accidentados y
difíciles… que se prolongan hasta avanzado el siglo XIX” (Polito, 2004: 24-25).

103
4.6.1 La iglesia parroquial de Barquisimeto

Ciertamente Ferrer (1745) señala que, después del terremoto de 1736, la


iglesia parroquial fue reparada en el curso de los seis meses siguientes al sismo, si
bien después de esto no se le había hecho ningún otro trabajo al edificio. De tal modo
que este señalamiento de Ferrer puede interpretarse como una referencia a
reparaciones parciales, quizás apresuradas. La documentación referida
específicamente a la reconstrucción de la iglesia parroquial tras el sismo, nos permite
afirmar que estos trabajos se extendieron aproximadamente hasta el año 1738.

Hacia mediados del siglo XVIII, alrededor del año 1757, se proponen
simultáneamente dos proyectos: el primero de ellos consiste en ampliar la iglesia
parroquial y el segundo, pretende la mudanza de la iglesia parroquial a un nuevo
emplazamiento, lo que significa abandonar la antigua iglesia y construir un nuevo
edificio. Finalmente, se decide la construcción de un nuevo templo, tarea que se lleva
a cabo entre 1801 y 1804, justo a tiempo para el terremoto de 1812.

Nuestra reseña de lo anterior arranca a partir del hallazgo de varios legajos


donde se hace referencia al sismo de 1736 y a los daños sufridos por su iglesia
parroquial, y que corresponden al seguimiento de un procedimiento judicial
eclesiástico dictado por el obispo Joseph Félix Valverde, desde la ciudad de
Maracaibo, contra Diego de Ulacia o Ulazia, quién según ésta documentación era un
auténtico felón que fungía como mayordomo de fábrica de la referida iglesia; cabe
mencionar que dicho cura recibe las rentas de la parroquial de Barquisimeto de manos
del licenciado Silvestre de Liendo quien fue el administrador de dicha iglesia desde
1732 hasta el 4 de Julio de 1736 que es cuando recibe el cura diego de Ulacia (del
promotor fiscal y defensor de obras pías, en cuentas presentadas por don Silvestre de
Liendo, En: AGN, Sección iglesias, tomo VI, Folio 84) que será reseñado a
continuación.

104
El procedimiento comienza con un documento fechado el 23 de Junio de 1738; a
solo dos años de haberse producido el evento sísmico. Dicho registro que nos
permitió descubrir lo que fue una de las iglesias de mayor envergadura en la región.
Después del sismo resultó necesario hacer un edicto en la ciudad de Barquisimeto
para encontrar quien se hiciese cargo de las rentas de la iglesia parroquial. Cabe
recordar que para mantener las iglesias y sus rentas al resguardo de manos
inescrupulosas, estas debían estar a cargo de laicos que sirvieran a la corona española,
podríamos decir que este tipo de estrategias estarían vinculadas de alguna manera, a
una centralización del poder por parte de la iglesia y la corona, debido a los cambios
socio-políticos que sufrían por un lado el gobierno centralizado en España y las
propias provincias.

El primero de estos documentos describe los daños sufridos por la mencionada


iglesia parroquial. Dicho documento, firmado por el obispo Valverde, ofrece detalles
de los daños y también del proceso de reedificación. El obispo Valverde señala el
estado de la iglesia, dos años después de ocurrido el terremoto:

…y que sabe la capilla maior que se abrió por distintas partes con la capilla del en
el terremoto del año de treinta y seis y las capillas de los dorados, y parte de la
nave del santo sepulcro que se dañaron y maltrataron se reedificaron y aliñaron en
menos de ocho meses habiendose fabricado dichas capillas mas que de piedras,
ladrillo y cal y enmaderados de ceibo y hechocele crucero de arco local y
colaterales que aun no lo tenia y esas fabricada de tapias, a costa de dicha iglesia
por que la vecindad concurrió en pocas o ninguna limosnas por su pobresas y que
esta verdad se cargo de sus distintas verdades… (José Felix Valverde a Don
Gabriel de Zuloaga, sobre el expediente abierto a Diego Ulacia, mayordomo
provisional de la iglesia parroquial de Barquisimeto, Maracaibo, 10 de abril de
1738, En: AAC, Eclesiásticos, Judiciales, Carpeta 33, s/f).

Cabe destacar, además, que el relato de la premura de las reparaciones


realizadas en la iglesia, coincide con las afirmaciones que hace en 1745, José Lorenzo
Ferrer. También debemos aclarar que al mencionado Diego Ulacia se le instruyó un
expediente por haber malgastado, en ornamentos, el dinero dispuesto para las

105
reparaciones tan necesarias. No obstante, en la descripción anterior, observamos que
sí se efectuaron obras en la iglesia, y además con buenos materiales, puesto que las
capillas arruinadas tenían paredes de rafas y he aquí que Ulacia, las reedificaba en
mampostería de ladrillo y piedras. De esto deducimos, que los vecinos, en realidad se
quejaban del costo de las obras y de la ornamentación:

…Por lo que se sabe que dicho licenciado hizo paleas, manteles, candelabros de
ojas de lata, un terno entero, dos casillas blancas y aliño obras que estaban
maltratadas y de feos cortes por bienes necesidad de lo referido dicha santa iglesia
y que sabe que mantuvo dos monaguillos para el servicio de ellas y adorno la
capilla maior con espejos y cuadros dorados, y hiso un paleas corporales,
manteles y un frontal encarnado y compro candeleros de ojas de lata por la grave
necesidad que de lo dejado tenia dicha santa iglesia y que sobre lo que pasa cerca
de ella mantuvo dos monacillos a su riesgo hiso traer de nueva España unas
alhajas de plata labrada por sus rentas, por carecer de las dichas santa lo que no ha
hecho ningún mayordomo secular siendo los restos de ellos las mismas ahora que
entonces y lo que sabe que la capilla maior que se abrió por distintas partes con la
caída de ellas de los dorados, y parte de la nave del santo escripto que se dieron y
maltrataron, se reedificaron y aliñaron en menor de los meses habiéndose
fabricado en dichas capillas […] de piedras, ladrillo y cal y enmaderado y
entejado debo y hechocele crucero de arco local y colaterales que antes no tenia y
esta fabricada de tapias acosta de dicha santa iglesia por que la vecindad
concurrió con pocas o ninguna limosna por su pobreza y que esta verdad se cargo
de su juramento y verdades su declaración dijo su [iliegible] y ha pronunciado en
ella su afirma y ratifica lo que (…) sufre que se ofrezca y que es edad de veinte y
ocho es más o menos y las firmo conjunto y doy fe. Joseph Gutierrez de Escalona
Guerrero. (Joseph Gutiérrez de Escalona y Guerrero al obispo A. Diez
Madroñero, acerca de los gastos en la reparación de la iglesia parroquial de
Barquisimeto, Barquisimeto Mayo de 1738, En: AAC: Sección Cuentas y
Cofradías; s/f).

Como parte del proceso que se realiza contra el mencionado mayordomo, don
Sebastián de Prado, vecino de Barquisimeto es llamado ante el juez eclesiástico y
vicario foráneo de la ciudad de Barquisimeto Joseph de Escalona y Guerrero a dar
testimonio sobre las acciones de Ulacia:

...que habiéndose caído parte de la torre de dicha santa iglesia con el terremoto
hubo el año de treinta y seis y haverse con con su ruinas sentido y dañado la
capilla maior que era de raphias, las dos colaterales, y parte de una de sus naves,

106
se fabrico nuevamente dichas capillas desde los simientos (Joseph de Escalona y
Guerrero al obispo Antonio Diez Madroñero, Barquisimeto, 7 de junio de 1738,
En: AAC, Eclesiásticos, Judiciales, Carpeta 32, s/f).

Estos dos registros ofrecen información importante sobre las características


constructivas de la iglesia en cuestión, pues señala que y sobre los daños sufridos por
aquella, datos que hasta el momento se desconocían. Según la documentación, a raíz
del proceso descrito contra Ulacia, la mayordomía recayó en don Sebastián de Prado,
quien la ejerció hasta su muerte en 1745, pasando la mayordomía provisional a don
Antonio Planas, que renuncia al cargo y fija los primeros edictos para que se haga
responsable de aquella a una persona de la localidad que puede ocuparse de la
reconstrucción de la iglesia parroquial. Así accede a este cargo entregando el
licenciado don Joseph Gutiérrez de Escalona y Guerrero, en su calidad de vicario
foráneo juez excelentísimo de la ciudad de Caracas, hasta que es relevado por don
Juan Lorenzo de la Parra, natural de la región.

Hasta 1757 aparecen nuevamente noticias de la iglesia parroquial de


Barquisimeto. En un legajo fechado este año se menciona a don Juan Francisco de
Salas en nombre de Don Joseph Francisco Ruiz de Aguirre y Doña. Rosa de Salas,
marido y mujer y también; junto a don Pedro de Salas y Mendivil y el capitán don
Phelipe Canelon Lanzarote y don Francisco Mazeda para asistir como fiadores y
principales pagadores respectivamente, de la edificación de la iglesia parroquial de
Barquisimeto en un nuevo emplazamiento. En dichos documentos es nombrado don
Joseph Francisco Ruiz de Aguirre mayordomo de fabrica de la iglesia y como fiador a
Pedro Salas. Es en documento del 23 de noviembre de 1756 cuando Geronimo
Clavijo, theniente de justicia mayor cavo a guerra y juez corregidor del partido de
Guama, quien releva en el cargo a Joseph Francisco de Aguirre por ser mayordomo
interino y quien fijó edictos para demarcar su oposición al cargo ostentado, siendo
nombrado por don Felix de Oviedo alcalde ordinario y administrador de la real
hacienda de Barquisimeto quien nombra a don Pedro de Salas como el nuevo

107
mayordomo de fábrica, escogiendo este el lugar para el nuevo asentamiento de la
iglesia parroquial.

Hacia 1797, se registran los bienes requeridos para continuar la edificación de


un nuevo templo. Lo cual significa que esta labor no se había concretado:

En la ciudad de Caracas a diez y nueve de Enero de mil settesientos noventa y


siete años el señor don Pedro Carbonell Mariscal de Campo de los Reales
exercittos.Presidente de la Real Audiencia Gobernador y capitán general de esta
provincia y seis agregadas: habiendo vissto la carta consulta del ilustrissimo señor
don Fray Juan Antonio de la Virgen Maria Viana dignísimo obispo de estta
diócesis del consejo de su magestad, por la que participa a su señoria que hayan
dose vacante la mayordomia de fabrica de la iglesia parroquial de la ciudad de
Barquisimeto que servia provisionalmente y renunció don Antonio Planas, dixo
edictos convocatorios para su provision a las leyes del real patrono y se ha
presentado únicamente haciendo oposición don Joseph Maria Arteaga vecino de
aquella ciudad y administrador corregidor en ella el qual ofrece por fincas
especial para la seguridad de los bienes y rentas de la iglesia una hacienda de
cincuenta a sesenta mi arvoles de café con ochenta fanegadas de tierra en el sitio
de maporal de aquella jurisdicción lindando por el oriente con la casa que allí
tiene, por el poniente con hacienda de cacao del mismo Arteaga, por el norte con
la quebrada de la Ruesga y por el sur con hacienda de caña propia también de el;
y por su fiador a reyes graterol del mismo vecindario, quien también ofrece
ipotecan por su parte una hacienda arboleda de cacao en tierras propias… (Pedro
Carbonel al obispo de Caracas, acerca de los edictos fijados en la puerta de la
iglesia parroquial de Barquisimeto, Caracas, 19 de Enero de 1797, En: AAC;
Sección cuentas y cofradías, Carpeta 2. s/f)

El siguiente documento pertinente a los fines de la investigación, está fechado el


29 de enero de 1796, y señala la vacante de la mayordomía de la parroquial de
Barquisimeto:

A todas la personas a quienes este nuestro edicto toco o toca puede en cualquiera
manera que sea; salud en el señor. Hacemos saber como se halla vacante la
mayordomia de fabrica de la iglesia parroquial de la ciudad de Barquisimeto por
delación que de ella ha hecho Don Antonio Planas que la servia interinamente; y
para proveerla en propiedad, conforme a lo dispuesto por derecho, y leyes del
Real patronato, mandamos librar el existente, por cuyo tenor convocamos,
llamamos, citamos y emplazamos a todas las referidas personas que quieran
oponer a la mencionada mayordomia, para que dentro del termino de treinta días

108
asignamos por tres términos, y el ultimo por perentorio, lo puedan hacer ente nos,
con presentación de los documentos, que hagan a su favor y conduzcan a la
pretencion; bien entendido a que en quien se proveyere ha de dar las fianzas
competentes para la seguridad de los bienes y rentas de dicha fabrica en la forma
dispuesta por derecho. Dado en nuestro palacio episcopal de Caracas firmado,
sellado y refrendado en forma a diez de Diciembre de mil setecientos noventa y
seis años. Juan Antonio Obispo de Caracas. (Antonio Planas, mayordomo
interino, Edicto fijado en la puerta de la iglesia parroquial de Barquisimeto,
Caracas, 10 de Diciembre de 1796, En: AAC; Sección cuentas y cofradías,
Carpeta 33. s/f)

La aparición de este documento nos informa que la edificación de una nueva


iglesia parroquial en un emplazamiento distinto al original no se había realizado a
finales del siglo XVIII, aunque el proyecto se había propuesto en 1757. De tal suerte,
los últimos documentos que refieren este proceso están fechados entre 1799 y 1812,
se trata de un amplio legajo cuyos registros se inician a siete años de haber realizado
su vista pastoral el obispo Mariano Martí, quien por súbita enfermedad, debió
suspender su viaje sin recalar en Barquisimeto. En dichos documentos, Joseph
Vicente Yepez Davila mayordomo de la iglesia parroquial de Barquisimeto, escribe al
obispo Juan Antonio de la virgen María y Viana pidiendo licencia para reconocer las
reparaciones que requiere dicha iglesia:

De orden de ilustrísimo Don Doctor Juan Antonio de la virgen María y Viana, le


ordenó al vicario de esta ciudad, hiciese reconocer la Iglesia parroquial de ella,
para despedir la facultad necesaria y remediar lo que fuere preciso en su fabrica
material. Así de excento por oficiales que para ello se nombraran pero como hasta
ahora no ha habido cambios resulta estoy detenido sin poder determinar cosa
alguna como mayordomo de dicha fabrica; y así suplico la providencia, que se
había acordado. (“Expediente formado acerca de la reparación de la Iglesia
Parroquial de Barquisimeto y construcción de un nuevo edificio en otro lugar y
últimamente sobre reedificarse el mismo arruinado por el terremoto”, Caracas, 6
de febrero de 1799, en AGN, Gastos Públicos, Tomo X, f. 204).

Cabe destacar que en este legajo, tal como lo señala en su título, se encuentran
documentos referidos tanto a la proyectada mudanza de la iglesia parroquial –lo cual
significaba construir un nuevo templo en distinta locación-, como registros que dan

109
cuenta de las reparaciones que la vieja iglesia requería y de los trámites para obtener
la licencia necesaria para iniciar estos trabajos. Asi, encontramos un documento
fechado el 2 de Diciembre del mismo año, ya que no se recibía respuesta desde
Caracas de donde aún no se había recibido la primera carta; siguiendo a este mismo
expediente aparece respuesta a la misiva en carta fechada en abril de 1800, en la cual
se describe obras necesarias en el templo en cuestión:

Caracas 23 de abril de 1800. Visto este espediente formado a instancia del


mayordomo de fabrica de la iglesia parroquial de la ciudad de Barquisimeto, de
que resulta, que practicado por peritos el reconocimiento mandado hacer por
nuestro inmediato antecesor el ilustrismo señor don Francisco Juan Antonio de la
virgen María y Viana en un decreto de primero de marzo de setecientos noventa y
ocho, se ha hallado su necesario reparar en algunas partes el edificio material de
aquella iglesia, aumentarle el paso como nueve o diez varas, cubrir de bóveda la
capilla mayor, hacerle portada y torre proporcionada y construir de nuevo las tres
puertas principales; y que el total costo de esta obra ascenderá según el cálculo
que han formado a cinco mil cuatrocientos y cinco pesos: concedemos la licencia
necesarias para que desde luego puedan executarse los expresados reparos, y
hacerse las obras nuevas que quedan referidas, costeándose de las rentas de
fabrica, y voluntarias limosnas que se ofrecen, por el mayordomo. De ella bajo la
intervención del cura y vicario foráneo de la misma iglesia, que deberá estar a la
mira como se lo mandamos, para su mejor execusion y economía de los gastos. Y
por lo respectivo a la petición de dicho mayordomo de que se le haga alguna
particular asignación por un mayor trabajo durante la construcción de la obra,
venimos en que pues a poner como se acostumbra un dobrestante o llevar para si
lo que este debería lucrar, cuyo señalamiento dexamos a arbitrio del mismo
vicario foráneo con ostencional estilo de que el partido o la estimación del trabajo
según otro equivalente a el y para que todo efecto parece este expediente original
al señor presidente gobernador y capitán general de esta provincia con el recado
político y venia de estilo, a fin que su señoria como vice patrono Real se sirva
prestar in consentimiento para los expresados reparos y obras nuevas quedan
referidas. a fin de noviembre el obispo Así lo decreto su señoría ilustrísima el
obispo. (“Expediente formado acerca de la reparación de la Iglesia Parroquial de
Barquisimeto y construcción de un nuevo edificio en otro lugar y últimamente
sobre reedificarse el mismo arruinado por el terremoto”, Caracas, 23 de abril de
1800, en AGN, Gastos Públicos, Tomo X, f. 204).

Haciendo seguimiento al expediente anterior podemos agregar el siguiente


extracto:

110
Señor obispo de esta diócesis, por el que consta haber concedido su licencia para
la obra y reparos que expresa son necesarios, en la iglesia parroquial de la ciudad
de Barquisimeto, para su conservacion, dando facultad al mayordomo de fabrica
de ella (…) que de la rentas, y limosnas costee dichas obra, bajo la dirección o
intervención del cura y vicario foráneo de la misma iglesia, y pretendiendo el
consentimiento necesario: en uno de la facultada que a su (…) le son concedidas
como vice patrono real, accede a lo que propone dicho por ilustrísimo, y da
comunión al teniente justicia mayor de aquella ciudad (…) que con el citado cura
y vicario foráneo practique lo que corresponda y debuelvase el expresado su
señoria ilustrisima con la (…) de estilo. Manuel de Guevara Vasconcelos Juan
Jurado. Proveyolo el S.C. y C de esta provincia con el señor teniente que lo
firmaron en caracas a veinte y cuatro de abril de mil ochocientos Antemi Gabriel
Joseph Aranbural Pago el provisor Don Remigio Ochoa 18 años (…) supremos
Como apoderado a don Vicente Yepez Davila mayordomo de fabrica de
Barquisimeto (Idem)

De esta forma, en 1801, se insta a reparar la iglesia, así como se señalan las
modificaciones que debe sufrir la misma:

…se da licencia, como mayordomo de la santa iglesia parroquial de esta diócesis,


para alargar, y reedificar dicha santa iglesia, con intervención del señor vice
patrono regio, por cuya representación se me ha hecho presente para su efecto y
aunque en el mismo afecte verbalmente expuse a dicho mayordomo, que
prescisamente se imperfeccionaba demasiado la fabrica, alargándola, quando no
se le creciese a correspondencia el techo, puertas, y capilla mayor, y es aun en el
estado presente (Idem)

A su vez, se exige la edificación de la parroquial de Barquisimeto pero en un


nuevo lugar de emplazamiento:

En cumplimiento de la diputación que se me hizo por este vecindario en la junta


celebrada en veinte y siete de octubre ultimo, que corre en este expediente, sobre
pretender se construya de nuevo la iglesia parroquial de esta ciudad en otro paraje
proporcionado, por ser más útil y ventajoso al vecindario y de mayor lustre a la
ciudad, que la composición o redimiendo que se intenta digo: que a demás de las
justas razones que, comitan del citado expediente explicada en mi auto, que esta
por cabeza, apoyada por todos los eccos y prelares, que concurrieron a la junta y
en que también convienen los VV. Beneficiados en su Responsos (“Expediente
formado acerca de la reparación de la Iglesia Parroquial de Barquisimeto y
construcción de un nuevo edificio en otro lugar y últimamente sobre reedificarse

111
el mismo arruinado por el terremoto”, Caracas, 6 de febrero de 1799, en AGN,
Gastos Públicos, Tomo X, f. 215-223)

En el documento se puede observar que, si bien se pide la edificación de una


nueva iglesia parroquial del Barquisimeto, se hace la aclaratoria de responsabilizar
dicha fábrica a partir de las limosnas y realizar entonces la reconstrucción de la nueva
sede de la iglesia debido a que la anterior ya se encuentra en un estado ruinoso y
requiere un nuevo asentamiento para tal fin; en respuesta del anterior se les responde:

Hacemos saber a nuestro viccino foráneo juez eclesiástico dela ciudad de


Barquisimeto como en vista de los representado por el teniente justicia mayor de
aquel partido por si y a nombre delos vecinos de la misma ciudad a consecuencia
del reparo que se acordó hacerse a su iglesia parroquial suplicando la susecion de
el y que se conceda la licencia para construirse toda de nuevo en otro lugar
inmediato al que enque esta edificada la antigua hemos provehido el auto del
tenor siguiente Caracas once de Mayo de mil ochocientos y uno visto:y
pareciéndonos mejor la propuesta de los vecinos de la ciudad de Barquisimeto de
la contestacion de la nueva Iglesia parroquial en el lugar denunciado que el reparo
mandado hacer a la antigua asentar las razones expresar en el informe hecho a
nombre de los miesmos vecinos por el Theniente Justicia mayor de aquella ciudad
comisionado del señor vice patrono Real de esta provincia para intervenir en el
enunciado reparo con nuestro vicario foráneo de aquel partido; que también con el
otro cura y el sacristan mayor cooperan al propio intento: para librara la
providencia necesaria a su execusion, reconoscase por peritos el lugar denunciado
avaluase su total valor levantese plan y perfiles del nuevo edificio y calculese su
costo: expresese también lo que puede aprovecharse del antiguo y destino a que
pueda aplicarse después de concluido el nuevo: e informe el Mayordomo de
fabrica los caudales que haya existentes en dinero y en deudas, y el producto
animal sobrante de las rentas de fabrica sacados los gastos ordinarios a cuyo fin
librese despacho con inserción de este auto al referido nuestro vicario foráneo
para que con intervención de dicho theniente justicia mayor comisionado por el
señor vice patrono Real haga cumplir todo lo referdo y devuelva las diligencias .
y respecto a que en el sobre dicho informe se expresa que el mayordomo
antecesor de la misma iglesia no ha dado las cuentas de su tiempo: se le intimara
que dentro el termino de un mes las exhiba a los curas de dicha iglesia para que
puestos los repara que se les ofrecieren las rentas al señor vice ptrono real como
esta dispuesto en la real instrucción de intendentes Francisco Obispo de
Caaracas= Assi lo decreto el ilustrísimo señor Doctor Don Francisco de Ibarra, mi
señor, dignisismo obispo de Caracas del consejo de su magestad y lo firmo de que
certifico=Maestro Juan Joseph Alvares de Lugo secretario. En cuya virtud
ordenamos y mandamos al expresado nuestro vicario que luego que reciba este
nuestro despacho le de su puntual cumplimiento con arreglo al auto inserto. Dado

112
en Caracas a cinco de Junio de mil y ochocientos y uno. Francisco Obispo de
Caracas. (“Expediente formado acerca de la reparación de la Iglesia Parroquial de
Barquisimeto y construcción de un nuevo edificio en otro lugar y últimamente
sobre reedificarse el mismo arruinado por el terremoto”, Caracas, 11 de mayo de
1801, en AGN, Gastos Públicos, Tomo X, f. 224-227).

De esta forma la aprobación de esta edificación fue hecha en el año de 1801, es


decir, a 44 años de los primeros documentos que recogen la idea de la mudanza de la
iglesia. Así mismo podemos afianzar la idea a partir del fragmento de la siguiente
carta, en la cual se solicita:

...fabricar nueba parrochia, en los impases que se han propuesto para que quede
ceparada de la plaza en donde se halla citiada en un costado de ella, desde su
origen, para logara su mayor independencia y lucimiento por estimarse eso desde
su principio, y como en la reedificacion ordenada, y determinada (Francisco de
Ibarra en carta al obispo de Caracas, Barquisimeto 12 de Marzo de 1801, En:
AAC; Sección Capellanías; Carpeta N0. 32; Folio 74)

El documento anterior muestra, lo que es la justificación para hacer el nuevo


emplazamiento de la iglesia; así mismo en Septiembre del mismo año, el obispo de
Caracas responde al pedimento de la anterior instando a que sea fabricada desde sus
cimientos a la respuesta:

Visto: y pues con el informe del Doctor Don Domingo de Alvarado y los planos
instructivos que lo acompañaron y asimismo con las demás diligencias anteceded
esta substancialmente cumplidos los preliminares contenidos en nuestro decreto
de once de Mayo ultimo; de que resulta la manifestada la utilidad que se sigue a la
iglesia parroquial de la ciudad de Barquisimeto de edificarse de nuevo desde sus
fundamentos en la manzana siguiente a la en que esta plantado el antiguo edificio
cuya ampliación y reparo se haría presendido y concedido anteriormente por
haver allí lugar como y de poco costo donde no solo puede construirse con la
ampliación necesaria al numero de sus parroquianos sino también con mas decoro
y lucido plantarse, y semejantemente a la población por que quitado aquel antiguo
edificio puede formarse su plaza en quadro perfecto fronterizo al nuevo edificio
con división de altorano; como también que el costo de los solares necesarios con
las dos casas viejas de Doña Paula Salcedo y a Dicha Ana Alexo solo ascenderán
apoco mas de mil pesos en que se considera coadyuvara el Ilustre Ayuntamiento
de aquella ciudad o concedido graciosamente los solares vacios o contribuyendo
al costo por el beneficio que recibe en dexarsele libre para la plaza el termino

113
ocupado por el amigo edificio: que hay actualmente eximenzes en poder del
mayordomo de fabrica cinco mil trescientos cinco pesos seis y medio reales y
algunas deudas cobrables a favor de la iglesia y que anualmente deducidos los
gastos diarios u ordinarios quedan sobrantes mas de setecientos pesos con los
quales con aquellos exención, con los materiales que hay acopiados y las
contribuciones que los principalesvecinos de dicha ciudad de Barquisimeto
deseosos de esta nueva obra ofrecen generosamente según el informe hecho en
doce de Marzo de este año aconsequencia de la junta que al efecto tuvieron en
veinte y siete de Octubre del anterior: Pareciendonos, por tanto, justa y razonable
la enunciada pretencion accedemos a ella y damos nuestra licencia para que
suspendido el reparo acordado hacerse al antiguo edificio pueda emprehenderse la
construcción de otro nuevo desde sus fundamentos en el centro de la manzana que
sigue a aquel hacia el Oriente con su frente hacia la Plaza, intermediando un atrio
o Altozano ,a cuyo fin se levantara el plan y perfiles de la obra por los alarifes de
esta ciudad entregándoseles a su tiempo expediente para que convista de los dos
citados planos instructivos y con atención a las noticias que en el constan, y las
mas que siendo necesario les de el sobredicho Doctor Don Domingo de Alvarado
puedan executarlo perfectamente y hecho se traiga para proveer lo mas que haya
lugar para que todo lo referidopueda tener su efecto parece este expediente
original con el recado político y venia de estilo al señor presidente de esta Real
audiencia Gobernador y Capitan General de esta provincia a fin de que su señoria
se sirva si lo tuviere abien prestar su consentimiento para esta nueva obra y que se
levante su plan por los dichos alarifes o por quien mejor pareciere a su santísima
en esta ciudad respecto a que en la de Barquisimeto será muy dificultoso por falta
de operarios según somos informados “Expediente formado acerca de la
reparación de la Iglesia Parroquial de Barquisimeto y construcción de un nuevo
edificio en otro lugar y últimamente sobre reedificarse el mismo arruinado por el
terremoto”, Caracas, 6 de febrero de 1799, en AGN, Gastos Públicos, Tomo X, f.
204.

Este documento anterior viene acompañado con una imagen a petición del
obispo de Caracas; así como un plano del cómo sería la distribución de la nueva obra.
Cabe acotar que las líneas remarcadas con resaltador fueron hechos antes de nuestra
investigación. A continuación citamos la “leyenda” que acompaña al plano en
cuestión:

Yn dice de la cuadra asía el naciente/A… casa y solar de Doña Ana de Alejos


/B…casa vieja y solar de Doña Paula Salcedo /C…Casa de Don Martin de Gainza
/ D…Casa y solar de Don Joseph Granados /E…Solares que senesesitan para
fabrical la iglesia nueba/F…Casa el padre travieso
G…Casa de Don Cristobal Parra/Yndise de la cuadra a si al poniente /H…
yglecia bieja/Y…Altosano /J… Solal Basido el cual se necesita para a ser con uno

114
y otro y una plasa mayor según sedemuestra en el diseño siguiente= Demuestra el
antiguo edificio de la iglesia parroquial de Barquisimeto: la manzana en situación
y la inmediata (“Expediente formado acerca de la reparación de la Iglesia
Parroquial de Barquisimeto y construcción de un nuevo edificio en otro lugar y
últimamente sobre reedificarse el mismo arruinado por el terremoto”, Caracas, 6
de febrero de 1799, en AGN, Gastos Públicos, Tomo X, f. 204).

El documento explica la distribución de la iglesia a perfeccionar a partir de la


nueva ubicación tal como se muestra en el plano adjunto al expediente (Plano 3):

115
Plano 3. Lugar de emplazamiento de la iglesia parroquial Barquisimeto.
Fuente: “Expediente formado acerca de la reparación de la Iglesia Parroquial de Barquisimeto y construcción de un nuevo edificio en otro lugar y últimamente sobre
reedificarse el mismo arruinado por el terremoto”, Caracas, 6 de febrero de 1799, en AGN, Gastos Públicos, Tomo X, f. 204.
117
Lo que implica entonces una relación de la acometida de la empresa que
representó la reconstrucción de la iglesia parroquial de Barquisimeto en un nuevo
emplazamiento, y los procesos burocráticos propios a seguir, debido a que la anterior
ya había sufrido el impacto del sismo de 1736 sobre su estructura, además del
deterioro natural sufrido con el paso del tiempo y la acción de otros elementos
naturales como las lluvias y los insectos. Posiblemente estas sean las razones que
impulsan la idea de reconstruir la iglesia en un nuevo emplazamiento para dar mejor
aspecto a la edificación y a la ciudad misma como dicen los documentos antes
escritos.

Para cerrar este apartado, debemos señalar que la investigación sobre el destino
de la iglesia parroquial de Barquisimeto nos llevó a desempolvar una historia inédita.
Por ejemplo, Gasparini (1976) no hace mención alguna a este largo proceso de
reparar y reconstruir primero; y mudar y edificar finalmente una nueva iglesia. La
historia de la parroquial de Barquisimeto desde su fundación, en 1605, hasta la ruina
provocada por los sismos de 1812, es reducida, por este autor al siguiente párrafo:

El templo debió de terminarse en 1605 puesto que en ese año comienzan los
libros parroquiales y también del mismo año es el nombramiento de los dos curas
que la sirvieron: Juan de Torres Vidaurreta y Simón de Alvarado. El templo fue
dedicado a la Inmaculada Concepción y sirvió de iglesia parroquial hasta 1865,
año en que fue creada la parroquia de la Catedral. El terremoto del 26 de marzo de
1812 fue excepcionalmente fuerte en la región barquisimetana y destruyó casi
todas las construcciones en la ciudad. Los templos se cayeron, y en el de la
Concepción perecieron bajo las ruinas, la mayoría de los feligreses que asistían a
los oficios del jueves santo junto con los curas Pedro Francisco Anzola y José
Bernabé Espinoza (Gasparini, 1976: 167-168).

De hecho, en el apartado dedicado a los templos de Barquisimeto, Gasparini soslaya,


la rica y compleja relación entre arquitectura y sismicidad. Desde este punto de vista
esperamos haber contribuido a evidenciar la historia oculta de dicha iglesia.
4.6.2 La iglesia de Guama y las pretensiones de don Antonio Navarro

Como ya habíamos señalado, en 1740. don Antonio Navarro, cura doctrinero de


los pueblos San José de Guama y San Gerónimo de Cocorote, solicitó el permiso para
hacerse cargo de las reparaciones de la iglesia de la primera población. La respuesta
del gobernador Zuloaga a la petición de Navarro, llega en 1742, debido a que la
primera carta se había extraviado. A continuación, un extracto del documento:

En la ciudad de Caracas a siete de Mayo de mil setecientos y quarenta y dos el


excelentísimo señor Don Gabriel de Zuloaga theniente general de los Reales
escriptos de su magestad y su gobernador y capitán general de la provincia de
Venezuela dijo= que quantos sean tratados a su excelentismo hechos responder al
provisor y vicario general de Cocorote obispado y carta scrpita por Joseph
Excudero y Guerra corregidor del pueblo de Guama y sus adjuntos referencias el
despacho que su excelentísimo libro para reedificación de la iglesia de dicho
pueblo no llego, no se a hallado y concurrir también el que la persona que dijo
havia nombrado para que supiese ajustase a la fabrica de dicha iglesia y obras de
ella se hallas y con imposibilidad para la concurrencia a ella; que tanto nombrava
y nombres a Don Felipe Blanco Garzes morador en lugar de don Joseph Excudero
y Guerra quien para ello y para que no permitta se haga la referida fabrica y obras
de ella en otra forma que la referida, le libre despacho en correspondencia de este
auto. Se que fecho se arruinara con los demás papeles de su Gobierno. Ya dicho
Don Provisor y vicario General se le devolverán los expresados autos y que el
referido a que se arrimara dicha carta así su excelentísimo lo proveyo. Mando
firmo. Zuloaga (Expediente formado acerca de la reparación de la Iglesia
Parroquial de Barquisimeto y construcción de un nuevo edificio en otro lugar y
últimamente sobre reedificarse el mismo arruinado por el terremoto”, Caracas, 07
de Mayo de 1742, en AGN, Gastos Públicos, Tomo X, s/f).

Respecto a esta documentación debemos señalar que no solo se pierde la


primera misiva, sino que además, en esta segunda se anexan nuevos elementos tales
como el nombramiento de un nuevo provisor de la iglesia. Así pues se autorizan las
reparaciones de la iglesia, que en todo caso, ya habían sido llevadas a cabo por
Navarro, quien dispuso para tales labores, del dinero de las limosnas ofrecidas por
unos fieles que eran de humilde condición. En este sentido surgen problemas porque
tanto el costo como la calidad de aquellos trabajos de reparación resultaron excesivos
para una población pequeña y pobre como Guama. Otro aspecto que complicaba la

119
situación era que don Antonio no había sido muy preciso en la descripción de los
daños sufridos por la iglesia de modo que las cuentas no estaban lo suficientemente
claras. En este sentido el Br. Don Juan Andrés Garrido escribe al respecto:

…que yo estoy siguiendo en nombre y con poder de los feligreses del pueblo de
Guama, jurisdicción de la ciudad de San Felipe de esta gobernación articulo de
nulidad, en el tribunal del señor provisor y vicario general de este obsádo, contra
la sentencia y causa que en dicho tribunal se trato entre los dichos feligreses mis
partes y el licenciado Don Antonio Navarro Cura Doctrinero de dicho pueblo
sobre pretender dichos feligreses se les exonerase de una derrama, que el dicho
cura les había repartido y aplicado para la fabrica de aquella iglesia tan
enormemente excessiva respecto de la qualidad del pueblo y posibilidad del
vecindario que montaba doce mil y mas pesos y así mismo por no estar el dicho
repartimiento aprobado por V.C.ni haberlo remitido copia de el para este efecto: y
sobre pedir así mismo que dicho cura dieese quentas de la administración de las
rentas y fabrica de la iglesia que exercio diez años y consumo de las limosnas
contribuidas por ellos que dicha fabrica… (Andrés Garrido “En nombre de los
feligreses de la iglesia del pueblo de Guama”, Caracas, 6 de febrero de 1799, en
AGN, Sección Capellanías, Tomo I, f. 256

Lo que confirma que a través de los documentos pudimos observar que los
trámites y las reparaciones mismas de la iglesia de Guama resultaron problemáticas.
Para mayor complicación, don Antonio se apropió de materiales de la vieja iglesia
para hacerse una casa, estrategia que fue muy mal considerada por sus superiores:

…por un auto de Veinte y ocho de Henero del año pasado de mil setecientos y
quarenta concedido como tal vize patrono regio su licencia para la reedificación
de dicha iglesia y dio cierta a comisión del corregidor de dicho pueblo fue expresa
y cabildo de que solo se procediese del reconocimiento De lo enunciada iglesia
para saber el estado de dicha iglesia y obras de que se necesitaba y hacer la
regulación o abaluo de su importe y repartimiento de el y que dicho se remitió a
su excelencia la diligencias para proveer lo mas que hisiese lugar sobre la
redificacion de dicha iglesia y obras de ella y lo proprio con la misma calidad se
previno y mando por dicho señor Juez eclesiástico (…) por necesitar su cubierto
y techo de redificarse sin por valerse de los maderos del para la fabrica de una
sumptuosa casa que fabrica e hizo en dicho pueblo sin lizenzia ni la menor noticia
el su excelencia y comenso no a la redificacion de dicha iglesia comose mando
hasta el estado que tenia; sino al entera fabrica de dicha maior caminando para
ella vaxo del nulo inconsiderado e inudito abaluo que hizo junto con dicho
correspondiente del costo que enteramente avia de tener dicha iglesia al modo que

120
la quería hazer y fabricar (Pedro Chaberz, “Autos sobre la reedificación de la
iglesia del pueblo de Guama sobre los feligreses y el licenciado don Antonio
Navarro cura doctrinero de dicho pueblo”, 29 de enero de 1740, En AGN, Gastos
públicos, Tomo I, f. 248)

Otra carta enviada a la ciudad de Caracas, esta vez con fecha del 07 de Mayo de
1742, El provisor y vicario del pueblo de Guama afirma:

…que el despacho que su excelencia libro para la reedificación de la iglesia de


dicho pueblo no llego, como sea hallado concurrir también el para que la persona
que su excelencia havia nombrado para que se ajustase a la fabrica de dicha
iglesia y obras de ella (Idem)

Lo que explica que las reparaciones de dicha iglesia, aunque habían transcurrido
siete años del evento sísmico, aún no habían sido realizadas, y cuando finalmente se
iniciaron fueron desaprobadas por tratarse de una fábrica muy costosa y
desproporcionada respecto de la qualidad del pueblo y posibilidad del vecindario.
Esta situación nos informa respecto a la percepción que existía sobre los materiales
constructivos durante la colonia. Esta percepción del bahareque como material pobre
y de la mampostería y la piedra como materiales nobles acompañaba y probablemente
determinaba el acceso social diferencial a estas tipologías constructivas, tal como lo
señalan Altez y Laffaille (2006). Dentro de este marco referencial no se concebía que
un pueblo de calidad inferior por estar poblado principalmente de indios, tuviese una
iglesia suntuosa, edificada con cualquier material distinto de la tapia, pues incluso el
bahareque era demasiado pobre para la casa de Dios.

La elección de los materiales de construcción tenía –y tiene- implicaciones


importantes en la resistencia de los edificios y en la configuración de ciudades más o
menos riesgosas (Véase Altez y Laffaille, 2006; Leal Guzmán y Mastrangioli, 2014).
Y aunque en la documentación compilada no encontramos reflexiones ni discusiones
en torno a temas de construcción y resistencia sísmica, citamos aquí el siguiente

121
extracto de Musset, quien resume la relación entre las técnicas y los materiales
constructivos y la producción social del riesgo urbano:

En realidad, la ciudad española no sólo era un lugar para vivir, también era una
estructura simbólica, un espacio de poder y prestigio, por lo que los españoles
difícilmente podían concebir la elección de materiales que quizás eran más
adecuados para las particularidades geofísicas y climáticas del continente
americano, pero que consideraban menos nobles que la piedra, Las ciudades
trasladadas debían obedecer a ciertos principios de reconstrucción, tanto políticos
como culturales, que con frecuencia hacían pasar a segundo plano los imperativos
técnicos que justificaba la prevención del riesgo natural (imperativos que por otra
parte, tampoco conocían bien) (Musset, 2011: 415).

Para cerrar la discusión respecto a este templo, hemos de referir la descripción


de la iglesia de Guama, tal como la conociese Mariano Martí en 1781, a 44 años de
distancia del sismo de 1736:

Esta iglesia es baxo la invocación de San Joseph, de una sola nave, Coro baxo en
medio de la Iglesia. Sus paredes del cuerpo de la Iglesia de mampostería. Las
paredes de la Capilla mayor de tapias y rafas, toda cubierta de obra limpia, y sólo
la Sacristía está cubierta de caña. El Baptisterio, al entrar la puerta principal de la
Iglesia, a la banda del Evangelio en una barandilla. No hay torre para las
campanas y cuando se haga, el Baptisterio estará abaxo, en la misma torre. No
hay cementerio cercado y he mandado se cerque a la banda de la Epístola, en
donde ya han enterrado a unos pocos (Martí, [(1771-1784)-1969], tomo II, p.
332).

Podemos observar aquí que no se trataba de una iglesia ostentosa, o tan bien
aderezada como la de Santa Rosa del Cerrito, ni siquiera era un templo de grandes
dimensiones. Sin embargo, su descripción corresponde a un edificio levantado con
cierto esmero y buenos materiales, al menos según la percepción del tema que se
tenía en la época. Probablemente, estas circunstancias expliquen el calificativo de
fábrica costosa y desproporcionada, que le endosaron los superiores de Navarro.

Sobre el estado de la iglesia de Cocorote no localizamos información que haga


referencia directa al evento sísmico; Sin embargo, existe un dato de interés que alude

122
al pueblo de San Gerónimo de Cocorote. Dicho documento contiene una cláusula del
contrato de arrendamiento hipotecario de una casa después de ocurrido el terremoto
de 1736. El texto se establece lo siguiente:

Item, que si lo que Dios no permita sobre los bienes hipotecados sucediese algún
caso fortuito del cielo o de la tierra pensado o no pensado no por esto hemos de
pedir descuento alguno de este dicho senso principal ni de sus corridas…
(Agustín Iztúriz, “Legajo sobre darle perpetuidad y fundar la hermandad referida
a la iglesia de Cocorote”, En: AAC, Capellanías, Carpeta 27,s/f)

Referimos aquí este documento, porque si bien es cierto que no menciona


directamente el sismo de 1736, la frase “algún caso fortuito del cielo o de la tierra
pensado o no pensado” parece aludir claramente a la probabilidad de que otro futuro
terremoto –o cualquier otro evento natural de proporciones inusuales como lluvias
intensas, aludes, deslizamientos, etc.- pudiese ocasionar daños a los bienes de la
iglesia, y para hacer un buen uso del proceso burocrático que ameritaba el
mantenimiento de estas, se establecía esta cláusula tan previsiva que permitía
resguardar las rentas percibidas por las hipotecas y censos establecidos sobre estos
bienes. Lo que queremos decir es que dicha norma parece indicar que el sismo de
1736 sí fue sentido en San Gerónimo de Cocorote, circunstancia que habría inspirado
el precavido requisito.

4.6.3 Sebastián Bernal, la iglesia de Santa Rosa y el sismo de 1736

Entre la documentación reunida para el sismo de 1736, destaca un personaje


singular: el cura doctrinero don Sebastián Bernal quien estaba a cargo de la iglesia de
Santa Rosa del Cerrito, edificio que había resultado deteriorado a causa del sismo de
1736. Ya sexagenario y aún en posesión de su cargo en Santa Rosa, Bernal recibió la
visita del obispo Mariano Martí, quien trazó está semblanza del religioso. Dice el
obispo Martí:

123
Este cura doctrinero de don Sebastián Bernal. Nació en Maracaibo el día 1° de
Noviembre de 1712. Estudió la Gramática, dos años de Filosofía y un año de
Moral, todo en las aulas del colegio o Universidad de Caracas. Se ordenó de
Sacerdote por el señor Valverde, a título de suficiencia o de ministerio, en el año
de 1736, y en el mismo año, habiendo hecho oposición a este curato o Doctrina de
Santa Rosa del Cerrito, se la dieron, y la está sirviendo desde el mes de junio de
dicho año de 1736. A más de la oposición de este curato o Doctrina, tiene como
particular Capellanía alguna. Tiene licencias para predicar y confesar en todo el
obispado desde que se ordenó de Sacerdote. Tiene la sciencia necesssaria.
Solamente hay alguna noticia confusa de si en tiempos pasados tuvo trato torpe
con alguna mujer, que en caso que hubiese sido verdadero, ya tiempos ha que ha
cessado. Por lo presente nada se sabe contra su buena vida y costumbres, ni que
haya faltado a la administración de Sacramentos. Como tiene Teniente de cura, se
puede esperar que no habrá falta, aunque el Cura sea viejo. Predica y es exacto en
la administración de los Sacramentos. Queda advertido de no tratar con mujeres
(Martí [(1771-1784)-1969]: 54-55).

El padre Bernal, cura doctrinero desde junio de 1736, no tuvo ocasión de ser
testigo del sismo de ese año. Cuando llegó a Santa Rosa del Cerrito a tomar posesión
su cargo y del templo correspondiente, el terremoto ya había ocurrido y la iglesia se
encontraba en el estado precario en que le había dejado aquel fenómeno. Por esta
misma razón, hemos llegado a la conclusión que el sismo debió ocurrir durante la
primera mitad del año 1736, estableciendo este línea de tiempo a partir de la llegada
de Bernal a Santa Rosa, en junio de ese mismo año, y del hecho que su iglesia ya
estuviese derruida por el terremoto (Martí [(1771-1784)-1969]: 54-55).

Por otra parte, no sabemos exactamente cuáles fueron los daños sufridos por la
iglesia, porque no contamos con documentos que refieran a los efectos causados por
el sismo en la iglesia, sin embargo podemos afirmar que las reparaciones no
resultaron un peso económico para cura Bernal debido a que los costos fueron
asumidos completamente por el mismo.

124
Lo cierto es que don Sebastián que no carecía de medios de fortuna, asumió
íntegramente los costos de aquellos trabajos, como lo describe la historiadora Nieves
Avellán de Tamayo:

En Santa Rosa, el padre doctrinero don Sebastián Bernal, era el que mantenía a la
iglesia “bien alhajada y con buena fabrica”, habiendo construido una nueva
edificación sobre la vieja de bahareque, la cual había sido prácticamente destruida
por el terremoto de 1736 (Avellán de Tamayo, 1992: 187).

Así pues, la cita anterior nos ofrece pistas importantes sobre la situación de la vieja
iglesia, previa al sismo, y también sobre la situación económica de don Sebastián, que
sustituyó una vieja, maltratada y precaria iglesia de bahareque, técnica constructiva
que tradicionalmente ha sido considerada pobre e impropia de la dignidad
eclesiástica, con un templo relativamente suntuoso (Respecto a la percepción social
del bahareque a través de la historia venezolana véase Leal Guzmán, Rodríguez y
Audemard, 2014: 110-113). De tal suerte, cuando don Mariano Martí visita este
templo, 35 años después de ocurrido el sismo, se encuentra con un edificio de cal y
canto, bien construido y aderezado:

Esta iglesia es baxo la invocación de Santa Rosa de Lima, de tres naves que dividen
columnas de palo. Sus paredes, de cal y canto, cubierta de obras limpia y de texa. El
presbiterio o Capilla mayor es el mejor y el más espacioso de los que hasta ahora he
visto en este Obispado. Hay órgano, baptisterio, cementerio al lado de la iglesia. No
está enladrillada para su mayor aseo, porque habiéndose de abrir para las sepulturas, se
recompone mejor el suelo sin ladrillos, porque estos se romperían y no hay acá quien
los recomponga. Está de continuo colocado su Divina Magestad, y se hazen acá las
fiestas del Santísimo las terceras dominicas de cada mes. Está provista de ornamentos.
Véase su inventario (Martí [(1771-1784)-1969]: 54-55).

Debemos observar que para mediados del siglo XVIII, la nueva iglesia de Santa
Rosa, construida en calicanto, era más ostentosa en términos de material constructivo
así como en decoración –desde un punto de vista arquitectónico- que la iglesia
parroquial de Barquisimeto, la cual fue reparada muy rápidamente después del sismo
de 1736. Tanta es su suntuosidad que el mismo cura doctrinero Bernal pide que se

125
haga una delimitación geográfica para que los feligreses de otras localidades no se
confundan respecto a que iglesia acudir:

Don Sebastian Bernal cura doctrinero del pueblo se Santa Rosa del Serrito desta
jurisdicion; puesto a los pies de Vuestra ilustrisima con el mayor rendimiento y
veneración que debe dice que: el curato de esta ciudad y y el del pueblo de santa Rosa,
anestado confundidos en sus verdaderos feligreses, y territorio: porque no estaban
asignados los limites y pertenencias de dicho pueblo de santa Rosa; de donde resulto
que los habitantes en los sitios de la ciudad, Sarabana; Cabudare; Montaña; Inayal;
Chorobobo; Jaque; y para pasar desta jurisdicion reconocían a la parroquia que querían
y gustaban acudiendo unos a la de esta ciudad y otros a la de Santa Rosa y que en la
visita pasada del don Phelipe de Prado distinguió dicha feligresías señalando por
linderos a este pueblo de mi cargo (Sebastián Bernal, “carta al juez de la
reconstrucción de la iglesia parroquial de Barquisimeto Joseph Ruiz de Escalona
referente a la delimitación de la feligresía de la iglesia que presidia”, pueblo de Santa
Rosa del Cerrito, 27 de Mayo de 1779 En: AAC, sección parroquias, Carpeta 167,s/f)

Sin embargo, a la luz de la documentación debemos considerar que para las


reparaciones de las respectivas iglesias a su cargo tanto Diego de Ulacia como
Antonio Navarro debieron solicitar no sólo la licencia para proceder a las
reparaciones sino que en el caso del segundo, también debió solicitar el dinero para
cubrir los gastos.

Suman las partidas de este su cargo tres mil novecientos ochenta y dos pesos rrealesy
siete maravedíes salvo yerno: cuya cantidad recibida de los cuatro mil ochocientos
noventa y ocho pesos, seis reales, y veinte y un maravedí del cargo resultan de alcance
a favor de la iglesia y consta el expresado cura don Sebastian Bernal novecientos diez
y seis pesos cuatro reales y catorce maraverdies [(…)] Hacemos presente a vuestra
suprema ilustrisima que por auto de seis diciembre de mil setecientos cuarenta y seis
provehido por el visitado rdon carlos de heredia: se mandó que los herederos del
licenciado Don Juan Francisco de Tovar. Cura que fue de estepueblo, diesen cuenta de
la cantidad de ciento cincuenta y seis pesos que entraron de las rentas dela iglesia en
poder de dicho cura: (Juan Joseph Guzmán, “cuentas de la iglesia parroquial de dicho
pueblo dadas por su cura don Sebastián Bernal al ilustrísimo señor don Mariano Martí
dignísimo obispo de esta diócesis del consejo de su magestad ante su secretario don
Joseph Joachin de Soto, Pueblo de Santa Rosa, 25 de Febrero de 1779, En: AGN,
Colonia, Tomo XXXII, s/f).)

126
Bernal, por el contrario, solo debió solicitar la licencia pertinente, pues ya disponía
de los recursos para fabricar y alhajar la iglesia. A continuación una descripción de la
estructura de la iglesia de Santa Rosa por el juez de causa encargado de la
reconstrucción de la iglesia parroquial de Barquisimeto:

...el cuerpo de la iglesia esta techada de obra limpia y entejadas sus paredes de
calicanto tres puertas y la una con una serradura y llaves las dos con clavos, tres
ventanas enbebidas su sachristia y otro cuarto la sachristia dos puertas la una argollada
y candado y la ventana y las dichas de la iglesia con aldabillas los pilates de madera y
también dos barandas en el presbiterio en ladrillado y dos campanas de que mas en un
campanario de palo que todos las cuales vienen dos las partidas de los primeros
casamientos y entierros de todas las edades de gentes. Dos baptismos uno acabado y
otro enpesado, uno de sacramentos y dicho de entierros de todas calidades de gentes.
Con lo cual se acabo dicho u un bentil en vidrio (Carlos de Herrera , “sobre el
inventario de la iglesia que perfeccionó el cura Sebastián Bernal”, pueblo de Santa
Rosa del Cerrito, 14 de 1746 En: AAC, sección parroquias, Carpeta 167,s/f).

Este templo de Santa Rosa, ha debido resultar bastante costoso debido al empleo
de la piedra para levantar las paredes. Esta técnica constructiva, así como los otros
tipos de mampostería, estaba reservada durante la colonia a edificaciones importantes
como los templos y las fortificaciones (Véase Gasparini, 1985), pues estaba
considerada como muy resistente. Teresa Guevara la define como aquella
“Construcción... hecha con piedras, bloques o ladrillos de tierra, cemento o arcilla, u
otros materiales de construcción similares, los cuales son colocados uno a uno con las
manos en obra y que van unidos con argamasa (Guevara, 2012: 355). El sistema
constructivo de cal y canto era, de hecho, un tipo especial de mampostería, según lo
describe Luis Urbina: “La mampostería construida de piedra natural o cantos rodados
unidos con mortero de cal y argamasa, recibe el nombre especial de ‘cal y canto’; su
empleo estaba muy generalizado durante la época colonial” (Urbina, citad en Arcila
Farías, 1961: 357).

Entonces, aunque don Sebastián no fue testigo directo del sismo de 1736, sí lo fue
de sus efectos sobre la iglesia de Santa Rosa, y pensando en esto ¿no podemos acaso

127
suponer que un personaje tan dedicado a su labor y a su templo debió haberse
informado sobre los pormenores del sismo ocurrido poco antes de su llegada al centro
occidente? Es importante aclarar este punto porque lo consideramos un testigo
indirecto del evento de 1736.

128
CONCLUSIONES Y RECOMENDACIONES

A simple vista, el terremoto de 1736 no parece haber dejado hondas huellas


históricas, sociales o culturales; más allá de su asociación a la veneración a la virgen
de la divina pastora en Barquisimeto, debido a sus recurrentes referencias entre el
sismo y la compra de la efigie de la mencionada virgen. Sin embargo, tal situación no
constituye una excepción en la complicada historia social de los terremotos en
Venezuela. Esta incipiente línea de investigación se ha nutrido, principalmente, del
estudio de los grandes terremotos, de los más destructores, de los mejor
documentados o de aquellos cuyas repercusiones han sido más significativas, y por lo
tanto, ofrecen al antropólogo, mejores y más jugosas evidencias sobre las cuales
ejercitar la mirada precisa y densa, que es propia del oficio.

El terremoto de 1736 fue un objeto de estudio difícil de asir. Documentarlo


fue una tarea larga y algunas veces monótona, que en un principio, pensamos que los
resultados no se correspondían con la dedicación. No obstante, tenemos que advertir
que toda la dedicación del mundo no puede cambiar la realidad del sismo en cuestión
como un evento pequeño, cuyas perturbaciones fueron tan sutiles como los registros
que sobrevivieron en el tiempo.

Algo importante que descubrimos al comparar los registros de 1736 con los de
otros eventos compilados en el Catálogo sísmico histórico de FUNVISIS, es que, al
parecer, no se reportaron víctimas –ni muertos, ni heridos- asociadas a este temblor.
Tampoco encontramos referencia alguna a efectos geológicos detonados por la
ocurrencia del evento, fenómenos cuya descripción, resulta tan útil a los geólogos y
sismólogos para evaluar adecuadamente un terremoto. Si nos remitimos nuevamente
a las comparaciones con el mencionado Catálogo de FUNVISIS podemos señalar que
lo anterior, es decir, la falta de información sobre las posibles víctimas y el silencio
de las fuentes sobre posibles efectos geológicos, evidencian un sismo de pequeña

129
magnitud. La existencia de casos similares al de 1736 nos induce a pensar que no nos
equivocamos respecto a su medida sísmica.

Sin embargo, la sismicidad venezolana no se reduce a los grandes terremotos


y si queremos conocer los efectos históricos y sociales de estos eventos sobre la
sociedad venezolana, también debemos prestar atención a los eventos oscuros,
herméticos, poco conocidos, difíciles de perseguir en las fuentes; eventos como el de
1736. Al final de nuestra larga tarea, nos encontramos que en los registros que dan
cuenta del sismo de 1736 se entrelazan factores culturales como la relación existente
entre la sismicidad y la arquitectura y la percepción social de las técnicas y los
materiales de construcción.

Así mismo se evidencian los trámites requeridos para remediar el deterioro


ocasionado en los templos por aquel hecho fortuito de la tierra y la conciencia del
impacto económico y constructivo del sismo en el sentido de los costos. El deterioro
de los templos activaba un proceso que podía durar años y que exigía levantar
información sobre los daños producidos por el temblor y también, detallar las
reparaciones necesarias, solicitar la licencia para proceder en consecuencia.

Por demás, era cuestión prioritaria obtener los recursos para reparar o
reedificar, lo que equivalía a determinar quién y cómo pagaban por los desperfectos
del temblor. Y aunque este terremoto, a diferencia de los grandes sismos del siglo
XIX, no dejó mayores huellas de su paso, es innegable que la documentación que lo
registra está imbuida de los gestos de la vida cotidiana, siendo un retrato preciso de
las instituciones, de las prácticas y de las representaciones sociales, en suma de la
cultura.

Abordar desde la antropología la documentación y análisis del sismo de 1736


en el centro occidente venezolano, fue una labor larga y difícil de afrontar. No nos

130
referimos solamente a las innumerables visitas infructuosas a los archivos históricos
de la ciudad de Caracas, sino también al debate epistemológico que libramos entre el
influjo de la sismología histórica y el análisis histórico social que debía guiar nuestro
trabajo.

En tal sentido, no resultó sencillo interpretar el sismo de 1736 como objeto de


estudio de la antropología, por el contrario esta tarea implicó enfadosos debates a la
vuelta de los cuales nos descubríamos buscando en los documentos los datos
necesarios para estimar parámetros básicos y desesperábamos de la información que
parecía insuficiente para efectuar una reevaluación adecuada del evento.

Podemos señalar que a lo largo de todo este proceso: la búsqueda, la


sistematización, el análisis y la interpretación de la información nos vimos inmersos
en esa inquietud expresada por Claude Lévi-Strauss cuando apunta brevemente “la
resistencia que sienten algunos a admitir en el campo de la antropología social,
fenómenos que corresponden a otras ciencias” (Lévi-Strauss, 1968: 27).

En nuestros esfuerzos epistemológicos, nos debatíamos entre el método para


poder aprehender un fenómeno natural (con magnitud, profundidad y epicentro), casi
inasible para las ciencias sociales en caso de terremotos históricos con poca
documentación, lo cual casi llegó a ocultar a nuestra vista que los terremotos, más
allá de sus características intrínsecas, arruinaban edificios y ciudades, y desataban,
como en el caso de 1736 una serie de procesos burocráticos y de trámites casi
interminables.

Formalidades como la petición a que fuesen erogados fondos para la


reconstrucción de las iglesias de Barquisimeto y Guama, por ejemplo, el permiso para
realizar tales reparaciones y/o construcciones; así como el modo y tiempo de
despacho y traslado de los documentos, e incluso las insospechadas ocasiones de

131
corrupción administrativa y de malversación de fondos; tal y como observamos en los
casos de las iglesias de Guama y Barquisimeto; donde la comparación en términos de
costo teniendo la referencia de la iglesia de Santa Rosa del Cerrito donde los
documentos refieren a un costo alrededor de los tres mil cuatrocientos pesos y las
otras, antes mencionadas exigían un orden de unos doce mil pesos; circunstancias
originadas por la necesidad de reedificar las iglesias deterioradas por el temblor.
¿Quién pensaría, de primera impresión, que la liberación de energía de 1736, fuese la
excusa para revelar la codicia de Antonio Navarro?

La importancia de entender estos eventos naturales sobre los procesos sociales


dentro de su contexto; es decir, colocarlo dentro de su sistema de valores y modos de
vida, nos lleva a aclarar la manera en que se encubrían ciertos procesos de tensión
social. Tales son los casos de las iglesias parroquiales de Barquisimeto y Guama. Al
desconocer dicho contexto, podríamos entrar en una contradicción de los efectos
subsecuentes al evento sísmico; puesto que los fieles de las parroquias de Guama y
Cocorote conocían el aprovechamiento personal que dicho cura hacía del dinero que
se le enviaba desde la iglesia parroquial de Barquisimeto, que era quien costeaba
dicha reparación, al hacer como dice el documento, una iglesia con una construcción
muy superior a la anterior, ya que sus parroquias no contaban con dinero suficiente
para costear los gastos de reconstrucción de su iglesia.

Es debido entonces a que los parroquianos, como observadores sociales,


demandan que pagaban un diezmo superior al normalmente exigido para la
reconstrucción de la iglesia, estando ya lista, y piden una declaración de los gastos
hechos por dichas reparaciones, más la construcción la onerosa casa parroquial. Sin
estos documentos producto de la supuesta reconstrucción de la iglesia, todo hubiese
quedado entonces como un elemento soslayado en la historia; y con esto, nuestro
terremoto.

132
Es decir, que sin estos procesos y eventos desencadenados en ejercicios
administrativos o jurídicos no hubiésemos podido asir muchos de los elementos
develados durante la búsqueda de la información, así como entender que es el
contexto el que nos sirve para ampliar los razonamientos tales como los propios
procesos jurídicos abiertos a los curas que hacían mal uso del dinero de los fieles,
excusándose en que fueron dados a la iglesia.

De tal suerte, y paulatinamente, fuimos encontrándonos en nuestro elemento,


retomando el camino de la antropología, identificando relaciones y prácticas sociales
asociadas al sismo de 1736. A pesar de haber sido un evento de difícil
documentación, podemos resumir nuestros hallazgos y hallarlos satisfactorios:
cuando iniciamos esta labor poco, muy poco se sabía del sismo de 1736, pero gracias
a nuestra investigación logramos resolver lo relacionado, al menos en principio, a la
documentación sobre la ocurrencia del sismo en las poblaciones de Barquisimeto,
Santa Rosa del Cerrito y Guama.

También, establecimos, a partir de la documentación referida a la iglesia


parroquial de Santa Rosa del Cerrito, que el terremoto ocurrió en la primera mitad del
año 1736. Igualmente, respecto a la confusión entre el sismo de 1736 y el supuesto
sismo de 1737, se logró establecer que el sismo apócrifo del año 1737, nunca ocurrió,
y que las referencias a dicho evento constituyen un error de cronología, puesto que se
trata del evento del año 1736 mal referido. Por último, se logró extraer en archivos un
legajo referido al proceso de reconstrucción de la iglesia parroquial de la población
San José de Guama, deteriorada por el sismo y un expediente sobre la historia
constructiva de la iglesia parroquial de Barquisimeto, hasta el momento inédito.

A la luz de los resultados de este estudio, que podríamos calificarlo como


exploratorio, no porque esa fuese nuestra intención original al decidirnos emprender
el trabajo, sino más bien, en el sentido de reconocer que el sismo de 1736 constituía

133
un evento inédito, no solo para la sismología histórica venezolana, sino también para
los antropólogos que nos hemos aproximado a estos tópicos. Así mismo, debemos
reconocer que logramos sentar las bases para la comprensión del terremoto de 1736.

Desde nuestra experiencia con el sismo de 1736 podemos señalar que los
terremotos sí pueden ser objeto de interesantes y significativos análisis desde la
perspectiva de la antropología. Naturalmente, este señalamiento no es del todo
original: ya lo hizo en su momento el antropólogo Anthony Oliver-Smith, pero una
cosa es leerlo en sus artículos y otra, muy diferente, hacer la comprobación de
primera mano.

Así pues, nuestra experiencia y nuestras conclusiones difieren, en tanto al


proceso de hacer en principio la aproximación al evento sísmico como un evento el
cual debió ser en principio, bien documentado o al menos estar bien expuesto en los
documentos examinados; pero al mismo tiempo también complementan, la de
aquellos antropólogos que se han dedicado a estudiar fenómenos naturales más
destructores, o que son mejor conocidos y están mejor documentados.

En primer lugar, estudiar 1736, nos sensibilizó respecto a la importancia que


revisten los procesos de producción y circulación de la información, situación que
tiene condicionantes económicos, geográficos y geopolíticos que pueden dar al traste
con las intenciones del investigador más motivado. Probablemente no exista pesadilla
comparable al silencio de las fuentes históricas. En este sentido, la capacidad de
discernir sobre el origen, la localización y existencia de las fuentes, nos ayuda a
ubicar y validar los registros históricos, pudiendo ofrecer un análisis más pertinente
de estos.

Por otro lado, comprender el evento sísmico y ofrecer un relato coherente y un


análisis concluyente del mismo requiere comprender el contexto histórico, pero va

134
más allá de esta estrategia. Cuando nos referimos al “contexto histórico del sismo” no
nos referimos simplemente al momento exacto en el que éste ocurre, sino que
debemos hurgar muchos años antes, para comprender cómo se configuró ese contexto
que estamos viendo en los documentos y luego, debemos avanzar muchos años
después, para lograr comprender las consecuencias de un terremoto en particular.

La esencia de la cuestión radica en el modo de entender el riesgo sísmico


desde su construcción social y desde la percepción cultural de los sismos, ya que
estos eventos, socialmente son pensados como hechos aislados y sorprendentes a
cuya potencial repetición no se le presta mucho cuidado sino hasta el momento –
siempre inesperado- en que ocurre otro sismo.

En este sentido, la antropología, quizás más que cualquier otra ciencia social,
puede contribuir a visibilizar el riesgo sísmico y la vulnerabilidad como una
condición latente, siempre presente en nuestras ciudades, debido a que estos eventos
se hayan referidos en la cotidianidad al momento de ser testigo presencial de un
evento de la misma naturaleza, cosa que a nuestro modo, sólo se atiende finalmente y
dadas las condiciones, a las fallas en las respuestas de la sociedad al momento de una
emergencia o contingencia que devienen de dichos fenómenos naturales y no a la
preparación anticipada ante un evento sísmico .

Por otra parte, el hecho de estudiar un terremoto del siglo XVIII nos llevó a
comprender la recurrencia histórica de la amenaza sísmica; es decir, no se trata de un
terremoto aislado, sino de un fenómeno que se repite a lo largo de la nuestra historia,
afectando diversamente a la sociedad venezolana según el contexto existente. Nos
satisface pensar que nuestra labor con 1736, ha contribuido a completar el registro
sísmico venezolano, tarea en la cual confluyen los esfuerzos de generaciones de
cronistas, escribanos, naturalistas, viajeros e investigadores de varios siglos.

135
Según lo anteriormente expuesto, hacemos las siguientes recomendaciones.
Ampliar la búsqueda de información relativa al evento de 1736, encargando dicha
labor a un equipo de investigadores que puedan cubrir simultáneamente varios
repositorios documentales. Al respecto se sugiere atender los archivos ubicados en el
centro occidente del país, particularmente en los estados Lara y Yaracuy.

Hacer una ampliación de búsqueda de los registros antes presentados en los


archivos históricos de los estados afectados y sobretodo el archivo de Santa Fe de
Bogotá y Cartagena de Indias en Colombia, puesto que según algunos documentos
sugieren que parte de la información referida al proceso de reconstrucción de la
iglesia Parroquial de Barquisimeto, fue enviada hacia el Virreinato de Santa Fé.

Finalmente, debemos reconocer que para ampliar la información requerida para el


estudio de caso de terremotos poco documentados; ésta tarea no puede ser realizada
plenamente por investigadores en solitario, debemos señalar que se hace pertinente
establecer una relación dialéctica entre ciencias naturales y sociales que estimule el
abordaje integral de los sismos históricos, dando cuenta de su complejidad y la
manera en que se entienden en la actualidad para su darle su merecido lugar histórico
y científico.

Así mismo, debemos resaltar la importancia de haber dedicado todos estos


esfuerzos a un sismo hermético, hasta la fecha porque nuestro trabajo ha contribuido
a visibilizar un terremoto que frente a eventos destructores como los sismos de 1812
y 1967, parece ser menos significativos. En este punto nos interesa destacar la
propensión social e histórica a nutrir nuestra memoria e imaginario con aquellos
eventos que se han cobrado un elevado saldo material y humano, solapando los
terremotos poco o mal documentados, como fue nuestro caso, ya que estos deberían
servirnos como recordatorio de nuestra residencia en un país sísmico.

136
FUENTES DE INFORMACIÓN

Fuentes primarias inéditas

Archivo General de la Nación


Secciones consultadas:
 Iglesias
 Negocios eclesiásticos
 Gastos públicos
 Gobernación y Capitanía General
 Real Hacienda
 Traslados
 Ayuntamientos
 Estados: Lara, Falcón Yaracuy y Portuguesa

Archivo Arquidiocesano de Caracas


Secciones Consultadas:
 Capellanías
 Cofradías
 Conventos
 Obras pías
 Parroquias
 Cuentas y Cofradías
 Provisores-Vicarios
 Episcopales
 Judiciales
 Libros diversos

137
Fuentes primarias impresas

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