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Fotografía del 30 de abril de 2019 que muestra a la arquitecta María Bustamante con el
periodista Jorge Uribe (d) durante una charla con Efe, en Ciudad de México (México).EFE
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México, 12 may (EFE).- El 14 de marzo de 1519 Hernán Cortés y sus tropas
llegaron a la imponente ciudad de Tenochtitlan, capital del imperio mexica, cuya
arquitectura y urbanismo les hizo dudar sobre si deberían mantener sus
majestuosas edificaciones y amplios canales, o erigir una nueva urbe al más puro
estilo europeo.
Según describen las crónicas del siglo XVI elaboradas por frailes y militares
españoles, el territorio que hoy ocupa parte de Ciudad de México era percibido
como la Venecia de América, en la que los conquistadores encontraron edificios de
culto de hasta 40 metros de altura, dimensiones que pocas construcciones del
mundo alcanzaban en esa época.
"Tuvo que ser difícil decidir entre destruirlo o hacer algo nuevo. Hernán Cortés
vivió un gran conflicto emocional", explicó a Efe la arquitecta y cronista de Ciudad
de México María Bustamante.
A pesar de esto, pronto se dieron cuenta de que una población que basaba su
organización urbanística en templos y construcciones sagradas y que relegaba los
espacios habitables a un segundo plano no podría cumplir los requisitos de una
ciudad europea.
"Lo que vieron fue esa concepción de haber encontrado el lugar, la profecía. Y,
habilidosos, encuentran cómo hacer que el islote sea habitable", detalló
Bustamante.
Desde su llegada hasta la entrada de los españoles, en 200 años los mexicas
construyeron un Tenochtitlan muy desarrollada, un sitio "muy curioso
urbanísticamente", según el periodista y también cronista de Ciudad de México
Jorge Pedro Uribe.
Los habitantes de la ciudad habían desarrollado gran dominio de los lagos que
rodeaban el islote, pues algunos eran de agua salada y otras de agua dulce, por lo
que tenían que conseguir que el agua salada no anegase la ciudad, a la vez que
canalizaban el agua potable para consumo humano.
Bustamante explicó que "tenían una gran ingeniería hidráulica, muy adaptada a lo
natural; podríamos decir que fueron los primeros urbanistas sustentables".
Fue precisamente este desarrollo uno de los que los conquistadores españoles
intentaron perpetuar, junto con el trazado urbano reticular, basado en la
cosmogonía, o la división en cuatro parcialidades.
"Fue la peor decisión pero era necesaria (...) porque casi cada década se
innundaba la ciudad con tres metros de agua por uno o dos años; resultaba difícil
de habitar", explicó Bustamante.
Desde entonces, como se puede apreciar al caminar por el centro histórico, los
desniveles en calles y edificios son muy notables porque la tierra se hunde al
haberse extraído el agua de las capas menos superficiales.
Cada año, la zona donde estaba ubicada Tenochtitlan se hunde entre cuatro y
cinco centímetros, y hay investigadores que aseguran que en los siglos desde la
conquista 1521 el nivel del suelo ha bajado hasta 40 metros.
"Tenochtitlan no está tan arrasada como nos enseñaron, ni tan debajo de la tierra
como creemos, sino que la tenemos a flor de piel o a flor de banqueta (acera).
Sabiendo mirar podemos ver a Tenochtitlan en el centro histórico solo con un poco
de imaginación y conocimiento", terminó Uribe.