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Nombres:

Delgado López María Fernanda.

Curso:
1° Semestre.

Paralelo:
“B”.

Carrera:
Terapia Ocupacional.

Docente:
CLELIA CELESTE RICAURTE JIJON.
Asignatura:
Pensamiento Laico y Proyecto de vida.
Ecuador ha sido un país tradicionalmente católico-romano desde su coloniaje. Con la
revolución liberal de fines del siglo XIX e inicios de siglo XX, el catolicismo perdió –
temporalmente– su hegemonía política dado el fuerte anticlericalismo que tuvo el
movimiento alfarista. Sin embargo, la Iglesia Católica nunca dejó de tener una fuerte
influencia en el Ecuador, a tal punto que, pese a la nominal separación de la Iglesia y el
Estado en el país, podemos decir que somos un Estado confesional de facto. Basta recordar
que nuestras constituciones, de manera invariable, han invocado a la divinidad en su
preámbulo. Acuerdos con la Santa Sede, fruto del lobby de la jerarquía eclesial católico-
romana, como el Modus Vivendi, son también evidencia de dicho carácter confesional, más
aún cuando la Iglesia Católica ha tenido privilegios que han sido negados a otras religiones
(capellanías en las Fuerzas Armadas, capillas en hospitales públicos, la posibilidad de tener
escuelas y colegios cofinanciados por el Estado o “fisco-misionales”, etc.).

Un episodio bochornoso de las relaciones Iglesia-Estado en el Ecuador, que es bastante


conocido por la opinión pública, fue la expedición de la Ley de Libertad Educativa de las
Familias del Ecuador, en 1994 -durante el gobierno conservador de Sixto Durán Ballén-
que permitía la introducción de horas de religión en la malla curricular en las escuelas y
colegios públicos. Esta Ley, inconstitucional (como así lo dictaminó en su momento el
Tribunal de Garantías Constitucionales, aunque luego dicha resolución fue dejada sin efecto
por la Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema de Justicia), permaneció en vigencia
hasta su derogatoria por la expedición de la Ley Orgánica de Educación Intercultural, en el
año 2011. La presión pública, más la falta de recursos económicos para pagar a los
maestros que se necesitaban para implementar la educación religiosa, al parecer
contribuyeron a que dicha Ley haya quedado en el papel, afortunadamente.
Los autores de la Constitución de
2008, fuera de cometer el “desliz”
de continuar nombrando a Dios en
el texto constitucional, dejaron en
claro el carácter laico de nuestro
Estado, en su Art. 1, junto a otros
elementos que definen las
características que se supone debía
tener el Ecuador de cara a la
transformación institucional impulsada por la Asamblea Constituyente de Montecristi.

Sin embargo de esta clara disposición constitucional, el presidente Correa, en una de sus
primeras muestras de irrespeto a la separación de Iglesia y Estado, expidió en 2009 el
Decreto 1780, mismo que concedió a la Iglesia Católica un sinnúmero de privilegios,
especialmente en materia educativa, en zonas vulnerables del país como la Amazonía y la
provincia de Esmeraldas. Una de las disposiciones de ese decreto –posteriormente
reformado para atenuar su evidente orientación reaccionaria- encargaba a la Iglesia que
integre a las poblaciones de esas provincias a la “vida socioeconómica y cultural del país”,
mostrando la mentalidad neocolonial del gobierno. Pese a varias demandas de
inconstitucionalidad, la Corte Constitucional no hizo nada frente a esta flagrante violación
al laicismo, manteniéndose en vigencia este decreto3.

En la actualidad, las políticas públicas generadas desde el poder político dan cuenta de la
importancia que tiene para el gobierno no pelearse con la Iglesia Católica: temas sensibles
como la despenalización del aborto, la legalización del matrimonio igualitario, entre otros,
han sido obstaculizados por el Presidente de la República Rafael Correa Delgado. Las
pocas voces críticas en el bloque oficialista de la Asamblea Nacional, cuyos esfuerzos
aislados buscaron impulsar cambios en la legislación para reflejar la realidad social, fueron
silenciadas sin ningún reparo. El mismo Presidente Correa ha repetido en varias ocasiones
que no permitirá un cambio de
rumbo en ese sentido por su
condición de “católico
practicante”. El único logro –un
triunfo a medias– ha sido la
aprobación de reformas al
Código Civil para permitir el
reconocimiento de la unión de
hecho de parejas del mismo
sexo.

Otro aspecto que demuestra el


carácter conservador y confesional del gobierno es el cambio de rumbo dado a la educación
sexual en las escuelas y colegios públicos, al haber eliminado la “Estrategia Nacional
Intersectorial de Planificación Familiar y Prevención del Embarazo en Adolescentes”,
ENIPLA, que veía la planificación familiar como un asunto de salud pública, para
convertirlo en el criticado “Plan Familia”, basado en una visión confesional, bajo la
premisa de que la educación sexual impulsa el “hedonismo”, por lo que ha sido
reemplazada por una vaga e imprecisa “educación en valores”. Este nuevo Plan está
encabezado por personas cuya afiliación a sectores conservadores de la Iglesia Católica,
como el Opus Dei, es de conocimiento público.
No obstante, a pesar que a nivel estatal el discurso muestra un rostro católico conservador,
la sociedad va por otro rumbo. No se puede negar que en el país la secularización avanza,
aunque a pasos lentos. Esto ha sido reconocido incluso por la Iglesia Católica. El Nuncio
Apostólico, embajador de la Santa Sede en Ecuador, mencionó en junio de 2015, pocos
meses antes de la visita oficial del Papa Francisco, que en Ecuador “tenemos un laicismo
muy agresivo y también descristianización, la familia ha venido a menos. Por fortuna la
Constitución rechaza el matrimonio homosexual y gracias a Dios no hemos llegado a esa
modernización”. Y recordó que el “presidente Rafael Correa es un católico practicante que
rechaza el aborto y la legalización del matrimonio gay4.”
Esta preocupación de la jerarquía católica tiene su trasfondo en el proceso acelerado de
secularización que se vive a nivel de clases medias, especialmente, en la juventud. Este no
es un fenómeno aislado, pues según un informe del Pew Research Center –think tank
conservador con sede en Washington DC– de fecha 13 de noviembre de 20145 ,
Latinoamérica avanza a pasos gigantescos en dos sentidos: la secularización en países como
Uruguay (37% de ateos y agnósticos, y apenas un 42% de católicos) y República
Dominicana (18% de ateos y agnósticos) o la conversión a otras religiones como en El
Salvador (alrededor de 40% de protestantes) y Brasil (25% de protestantes). En el caso del
Ecuador, el informe señala que el catolicismo sigue siendo abrumadoramente mayoritario
con el 79% de la población, empero, afirma que, a igual que en toda la región, se trata de
una fe heredada por tradición y cae dentro de lo que se conoce como “religión nominal”.
Los protestantes representan un 13% mientras que las demás religiones sumadas no llegan a
3%. Las personas sin afiliación religiosa son el 5%, agrupándose en este rubro ateos,
agnósticos y personas que, sin pertenecer a alguna de estas categorías, simplemente no
practican religión alguna. Latinobarómero señala por su parte que entre 1995 y 2014 el
catolicismo a nivel regional bajó del 80% a 67%, tomando como muestra 18 países
latinoamericanos.

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