El retrato, una actividad reservada a la pintura hasta la aparición de la fotografía, encontró en
este arte un nuevo campo inexplorado y abierto a la creatividad de los incipientes fotógrafos de la nueva era. Hasta entonces, los pintores acometían sus obras por encargo de casas reales, nobles y burgueses adinerados como forma mostrar su poder y distinción. La fotografía, ofrecía ahora nuevas posibilidades a clases más modestas, y rápidamente se produciría una eclosión de estudios y retratistas. Entre todos ellos, Nadar se consagraría como el más grande retratista del Siglo XIX y uno de los más destacados de la historia. Sus obras le separaban de los criterios al uso en la época, distinguiéndose por su calidad artística, la renuncia a cualquier tipo de manipulación, el atrezo nada abigarrado y ampuloso, el rechazo a la práctica del coloreado y a los fondos complejos y artificiales. Por el contrario, su herramienta predilecta es el manejo de la luz, el gesto, la pose, la mirada profunda que penetra la lente y revela la complicidad entre artista y personaje. Su foco se centra esencialmente en los rostros, realizando fotografías de medio cuerpo y primeros planos, donde las manos cobran un magistral protagonismo. El cuadro lo remata con escaso mobiliario, apenas un sillón o una columna. Sus dotes para la observación aprehendidas durante sus años como caricaturista le impregnaron con una aquilatada experiencia que supo impregnar en sus fotografías. Entre los personajes que desfilaron ante su cámara podemos citar a: Víctor Hugo, Charles Baudelaire. Alejandro Dumas, George Sand, Julio Verne, Edgar Manet, Eugene Delacroix, Victor Hugo, Emile Zola, Giuseppe Verdi, Gustave Courbet, Joseph Proudhon, Héctor Berilos, etcétera. LOS IMPRESIONISTAS En 1874 su estudio en el Boulevard des Capucines sería testigo de un acontecimiento histórico: el nacimiento del “Impresionismo”. Movimiento pictórico de transcendencia universal, rompe con los temas clásicos de la encorsetada pintura academicista y rinde pleitesía a la luz, las escenas al aire libre, en las que el detalle y la forma definida quedan relegados a un segundo plano, en favor de la pincelada corta, los colores suaves y el recurso al puntillismo. Este movimiento toma su nombre de la obra de Claude Monet, “Impresión: “Soleil levant” de 1872, a partir de la cual el crítico de arte Louis Leroy acuña el término “Impresionista” de forma descalificativa para referirse al grupo de autores. LA PRIMERA ENTREVISTA FOTOGRAFÍCA El 5 de septiembre de 1886 en Le Journal Ilustré se publica el que se considera como el primer fotorreportaje de la historia. Doce instantáneas realizadas por su hijo, Paul Nadar, son publicadas en la edición. El propio Nadar hace las veces de entrevistador al protagonista de la historia, el centenario científico francés Eugène Chevreul. En la portada de la publicación se inserta un extraordinario retrato, completado por el reportaje en páginas interiores donde se observa a Nadar y Chevreul en animada tertulia en torno a una mesa dispuesta con un llamativo mantel a cuadros. El 21 de marzo de 1910, fallece en París a los 90 años. Tras sí, para la posteridad deja una obra conformada por unas 45.000 fotografías sobre placas de vidrio al colodión, todas ellas en un período de apenas seis años. Sus restos descansan en el cementerio de Père-Lachaise, junto a otros ilustres: Edith Piaf, Chopin, Augusto Compte, Marcel Proust, Oscar Wilde, Ingres, Max Ernst, Balzac …