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Por lo tanto el efecto antiinflamatorio derivado del ejercicio puede ser un posible tratamiento de enfermedades provocadas
por inflamaciones crónicas de bajo grado como son la diabetes tipo II, las enfermedades cardiovasculares, enfermedades
respiratorias crónicas y cáncer. En determinados estudios donde se evaluó los niveles de citocinas proinflamatorias
después de realizar ejercicio aeróbico en pacientes con arterioesclerosis, resistencia a la insulina, enfermedades
respiratorias crónicas, hipertensión o hiperlipidemia, se observó una disminución de dichas citocinas y de la inflamación
mejorando así los síntomas primarios de la enfermedad.
Por otro lado, durante y después del ejercicio moderado se produce un aumento de los neutrófilos circulantes y linfocitos
T y B además de inducir una mejora funcional de las células NK. Sin embargo un ejercicio de intensidad prolongada o mal
programado puede tener un efecto perjudicial para el sistema inmunitario debido a la disminución de linfocitos T y B y a la
activación del eje hipotálamo-hipófisis-adrenal, con la consecuente producción de CRH, ACTH y glucocorticoides. Por lo
tanto, para evitar dichos efectos deletéreos el ejercicio físico requiere de una programación adecuada realizada por
profesionales de la actividad física y el deporte. Como consecuencia de las mejoras del sistema inmune con el ejercicio la
incidencia de las infecciones, enfermedades crónicas inflamatorias y cáncer es menor en personas que practican deporte.
En la publicación con título “Respuesta inmunológica con el ejercicio” de la revista Colombina de reumatología (Vol.9,
nº4, Dic 2002) los autores Mariano Giraldo, Gloria Vázquez, Luis Alberto Ramírez y Oscar Uribe llegan a la conclusión de
que a nivel inmunológico el ejercicio puede tener un efecto protector o un efecto favorecedor de la enfermedad y las
respuestas inmunológicas serán dependientes de la intensidad y la duración del ejercicio.
El número de linfocitos circulantes, la actividad citotóxica, la actividad antiviral de los monocitos, la concentración de
citoquinas y la producción de anticuerpos tiene un comportamiento alterado con la actividad extenuante produciendo una
mayor susceptibilidad a las infecciones virales. Se aumenta el conteo de granulocitos durante y después del ejercicio. Los
linfocitos T CD4+, linfocitos T CD8+, linfocitos B, y células NK también aumentan durante el ejercicio pero descienden
bruscamente por debajo de los niveles basales después del ejercicio. Dicho efecto puede deberse al aumento y disminución
del cortisol, la adrenalina y la noradrenalina que ocurre en paralelo.
Al mismo tiempo el entrenamiento regular influye positivamente a medio plazo en la respuesta inmunológica en presencia
de factores estresantes de acuerdo con la condición física de cada persona.
En pacientes con fallo cardiaco, diabetes u obesidad en los cuales los niveles de TNF-α se encontraban elevados
basalmente, tras realizar un programa de ejercicio aeróbico de 8 a 12 semanas dichos niveles disminuían y aumentaba la
esperanza de supervivencia en los pacientes que sufrieron fallo cardiaco, además de mejorar las complicaciones de estas
patologías.
En relación al proceso de muerte celular programada o apoptosis se ha observado que en modelos animales con
inutilización de las patas posteriores el número de miocitos esqueléticos apoptoticos es directamente proporcional a los
días de inactividad. Periodos cortos de ejercicio disminuyen la progresión de la atrofia y de la apoptosis.
Como conclusión final el ejercicio requiere una dosificación apropiada en función de la capacidad aeróbica del sujeto, las
enfermedades subyacentes y el grado de acondicionamiento físico, ya que el ejercicio mal programado que genere
situaciones estresantes puede tener un efecto negativo sobre el sistema inmunológico.