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Microcréditos y Microfinanzas
Las microfinanzas abarcan una serie de servicios y productos financieros que son de utilidad para
las personas más pobres.
A menudo se suele confundir microcrédito y microfinanza, pero el microcrédito solo es uno de los
distintos productos microfinancieros, aunque sea el más conocido.
Muhammad Yunus ha sido el impulsor del microcrédito: un pequeño préstamo para las personas
pobres que les permite desarrollar una pequeña actividad económica. Gracias al microcrédito los
pobres pueden mejorar sus ingresos al no tener que acudir a usureros que cobran intereses muy
altos. Con los rendimientos de la actividad pueden asimismo devolver el crédito.
Para los más vulnerables, acceder a varios servicios financieros es imprescindible y no solamente al
crédito.
Por ejemplo, para poder depositar los pequeños ahorros en un lugar seguro y retirarlos en caso de
necesidad se necesita el “microahorro”.
En caso de enfermedad u otra contingencia, contar con un pequeño seguro es algo muy útil: el
“microseguro” lo permite.
Las personas deben poder enviar dinero de forma segura a su familia, etc…. es decir, usar un servicio
de transferencias.
En resumen, podemos decir que los pobres deben poder acceder a múltiples servicios financieros
adaptados a sus necesidades y características.
La banca tradicional no tiene mucho interés en ofrecer estas transacciones de pequeñas cuantías y
son las Instituciones de Microfinanzas, IMF, más especializadas, las que ofrecen estos productos
específicos.
Estas entidades deben adaptarse a la regulación existente en sus países, pero cada vez más los
gobiernos son conscientes de la importancia de no excluir a las personas vulnerables y van
adaptando sus legislaciones para permitir que las IMF puedan desarrollar estas actividades
microfinancieras.
En América Latina y en el Caribe las microfinanzas constituyen el canal de intermediación más eficaz
y sostenible en la lucha contra la pobreza¹. No obstante, si queremos continuar combatiendo la
pobreza a través del desarrollo económico impulsado por las microfinanzas, necesitamos un
entorno regulatorio, supervisor y competitivo que facilite el crecimiento responsable de las
entidades que se dedican a atender la actividad productiva de las poblaciones excluidas.
La regulación de un sector económico sólo es útil si responde a las particularidades de dicho sector.
Cada industria y cada segmento de mercado pueden presentar particularidades que requieran
respuestas regulatorias “hechas a la medida”. Si la regulación se aplica de manera uniforme a todos
los sectores y segmentos, aquélla puede terminar siendo excesiva para algunas actividades y
deficiente para otras.
La industria financiera es compleja, por lo que requiere regulaciones diferenciadas en función del
tipo de servicios financieros prestados. La banca comercial y la banca de inversión, por ejemplo, no
son equiparables en la medida en que la primera toma depósitos del público y la segunda no. Por
tanto, aun cuando existen razones para regular la banca de inversión², los requerimientos de capital,
de provisiones y de reservas no pueden ser iguales a los que se aplican a la banca comercial.
El análisis de riesgo crediticio suele ser complejo y descentralizado, pues muchos de los clientes de
las entidades microfinancieras habitan en zonas rurales o periurbanas, no poseen ingresos
documentados, o carecen de antecedentes crediticios formales. Por esta razón, el análisis de riesgo
crediticio se sustenta principalmente en la labor efectuada por el representante comercial, quien
visita las casas o negocios de los clientes, y los ayuda a preparar la documentación que les permita
acceder a los microcréditos.
De todos estos aspectos, quizás los más relevantes son los relacionados al riesgo de crédito y al
riesgo operacional.