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Mis queridos hermanos y hermanas, qué gran alegría es estar juntos de nuevo en
esta conferencia general de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos
Días bajo la dirección de nuestro amado profeta, el presidente Russell M. Nelson.
Les testi co que, en esta conferencia, tendremos el privilegio de escuchar la voz de
nuestro Salvador Jesucristo por medio de las enseñanzas de quienes oren, canten y
hablen sobre las necesidades de nuestros días.
La pregunta del etíope es un recordatorio del mandato divino que todos tenemos
de procurar aprender y de enseñarnos unos a otros el evangelio de Jesucristo 3. De
hecho, en el contexto de aprender y enseñar el Evangelio, a veces todos somos
como el etíope, necesitamos la ayuda de un maestro el e inspirado; y a veces
somos como Felipe, necesitamos enseñar y fortalecer a otras personas en su
conversión.
“… oh Israel, escucha los estatutos y decretos que yo os enseño, para que los
ejecutéis y viváis, y entréis a tomar posesión de la tierra que Jehová, el Dios de
vuestros padres, os da…
Después, para nalizar, Moisés dijo: “Y guarda sus estatutos y sus mandamientos,
que yo te mando hoy, para que te vaya bien a ti y a tus hijos después de ti, y
prolongues tus días sobre la tierra que Jehová tu Dios te da para siempre” 9.
Tal vez no entendamos todas las razones por las que algunas personas han tomado
otro camino. Lo mejor que podemos hacer en esas circunstancias es simplemente
amarlos y abrazarlos, orar por su bienestar y buscar la ayuda del Señor para saber
qué hacer y qué decir. Regocíjense sinceramente por sus éxitos; sean sus amigos y
busquen lo bueno en ellos. Nunca debemos perder la esperanza en ellos, sino
preservar nuestros lazos con ellos. Nunca los rechacen ni los juzguen
equivocadamente. ¡Simplemente ámenlos! La parábola del hijo pródigo nos enseña
que cuando los hijos vuelven en sí, a menudo desean volver a casa. Si eso sucede
con sus seres queridos, llenen su corazón de compasión, corran hacia ellos, échense
sobre su cuello y bésenlos, tal como lo hizo el padre del hijo pródigo 20.
Por último, sigan viviendo una vida digna, sean un buen ejemplo para ellos de lo
que creen y acérquense más a nuestro Salvador Jesucristo. Él conoce y comprende
nuestras penas y dolores profundos, y bendecirá sus esfuerzos y su dedicación
hacia sus seres queridos, si no en esta vida, en la venidera. Hermanos y hermanas,
siempre tengan presente que la esperanza es una parte importante del plan del
Evangelio.
María siempre había sido una miembro el y, en ese momento crítico, decidió
aferrarse a lo que ya sabía que era verdad. Ella recibió fortaleza de “La Familia:
Una Proclamación para el Mundo”, que, entre muchos principios maravillosos,
enseña que “los padres tienen el deber sagrado de criar a sus hijos con amor y
rectitud” y de siempre enseñarles a observar los mandamientos de Dios 21.
Continuamente buscó respuestas del Señor y las compartió con sus cuatro hijos en
cada circunstancia familiar. Ellos hablaban del Evangelio con frecuencia y
compartían sus experiencias y testimonios entre sí.
A pesar de las a icciones por las que pasaron, sus hijos cultivaron un amor por el
evangelio de Cristo y un deseo de servir y compartirlo con los demás. Tres de ellos
han servido elmente misiones de tiempo completo, y el menor ahora está
sirviendo en Sudamérica. La hija mayor, a quien conozco muy bien y que ahora
está casada y es rme en su fe, manifestó: “Nunca sentí que mi madre nos criara
sola porque el Señor siempre estuvo en nuestra casa. A medida que ella nos
expresaba el testimonio que tenía de Él, cada uno de nosotros comenzó a acudir a
Dios con sus propias preguntas. Estoy muy agradecida de que ella nos haya
demostrado lo que es el Evangelio”.