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ARTICULO 848.

- La indivisión surte efectos contra terceros, solo desde que


es inscrita en el registro correspondiente.

Este artículo expresa que la indivisión surte efectos contra terceros solo desde
que es inscrita en el registro correspondiente.

En efecto, resulta evidente que luego de la muerte del causante, la indivisión se


presume para todos los efectos, salvo que se haya verificado la partición.
Por tanto carece de sentido que se deba de proteger a los terceros mediante la
inscripción en registros públicos de una situación que debe ser presumida
por ley. En tal sentido de hecho existirán, contra lo previsto por la norma,
muchas situaciones de indivisión que no obstante no encontrarse inscritas serán
perfectamente oponibles a terceros.

“HOLGADO VALER, Enrique. Las sucesiones hereditarias en el


nuevo Código Civil Peruano. Editorial Garcilazo. Cuzco, 1985”.

En cambio, en lo que respecta al pacto de indivisión la norma sí tendrá una


utilidad práctica, puesto que podrá encontrarse referida a enervar los
derechos de quienes soliciten la partición, principalmente, suponiendo que los
herederos se encuentran conformes con la indivisión pactada, de los acreedores
de la sucesión.

En efecto, conforme al artículo 854 del Código Civil, los acreedores tendrán
derecho a solicitar la partición judicial de la herencia. Es en este caso en el que
se podría oponer el pacto de indivisión, siempre que éste se encuentre inscrito.
Este derecho, de solicitar la partición, es independiente del derecho que tiene el
acreedor a recibir el pago de la deuda hereditaria oportunamente. Como explica
Holgado Valer, la deuda hereditaria se halla garantizada con los bienes
dejados por el testador o causante, mientras subsistan los estados de indivisión
testamentaria extrajudicial o judicial debidamente establecidos, en consecuencia
solo una vez que se hayan pagado esas deudas, es posible la partición de
tales bienes, pero si la operación particional se ha realizado sin estar pagadas
las deudas hereditarias, todos los herederos asumen también la responsabilidad
de tal pago, en la misma proporción que les correspondió la herencia. En tal
sentido, el hecho de que el acreedor de la sucesión no pueda solicitar la partición
de la herencia, no significa que no pueda exigir que su acrecencia sea pagada
oportunamente.

Finalmente, la última parte de la norma bajo comentario resulta incompleta, en


tanto alude a un Registro que no existe. En efecto, como bien hace
notar Lohmann, en el Perú no existe ningún Registro en el cual corresponda
inscribir las indivisiones. Éste es un grave vacío de la norma, puesto que no
habrá posibilidad de cumplir con este requisito de inscripción. Podría suponerse
que dicha inscripción se hará en la partida registral de cada bien, sin embargo
ello no es exactamente lo que la norma exige. De otra parte este requisito
resultaría de imposible cumplimiento tratándose de bienes no registrables.

“LOHMANN LUCA DE TENA, Guillermo. Derecho de Sucesiones,


tomo 111. Biblioteca para leer el Código Civil. Fondo Editorial de la
Pontifica Universidad Católica del Perú. Lima, 2002.”

ARTÍCULO 849.- En los casos de indivisión se pagará la porción de los


herederos que no la acepten.

Esta norma es consecuencia de la característica que impone a los coherederos


el derecho a solicitar la partición en cualquier momento, salvo que exista una
indivisión impuesta por el testador, una indivisión pactada o una indivisión
existente como consecuencia de la naturaleza de las cosas, en los casos que
antes ya se ha mencionado.

No obstante, la aplicación de este artículo es bastante discutible puesto que su


redacción no permite entender a cuál de los tres casos anteriores puede
estar referido. Es decir, en qué casos el heredero podría no aceptar la indivisión.
De los tres casos antes mencionados, nos queda muy claro que la norma no
resultará de aplicación cuando la indivisión es impuesta por el testador, ni
tampoco cuando la indivisión es producto de determinadas circunstancias que
corresponden a la naturaleza de las cosas, por ejemplo cuando se ha constituido
un patrimonio familiar, o se ejerce el derecho de habitación o el usufructo del
cónyuge sobre el único bien de la herencia. En estos casos, los herederos
tendrán que aceptar la situación de indivisión necesariamente, no encontrándose
en aptitud de rechazar la misma.
En cambio cuando hablamos del pacto de indivisión la situación será diferente,
puesto que en este supuesto sí existe la posibilidad de que el heredero no acepte
el pacto de indivisión que se le proponga. Es en este sentido que deberá
entenderse de aplicación la norma que comentamos. Es el caso en el cual
todos los coherederos se encuentran de acuerdo con pactar la indivisión por un
plazo no mayor a cuatro años, pero uno de ellos no acepta este pacto.

Lohmann señala que la redacción no es correcta al afirmar que se pagará su


porción a los herederos que no acepten la indivisión, pues lo que se ha debido
indicar es que se pagará a quienes no deseen continuar con el estado de
indivisión (LOHMANN LUCA DE TENA, p. 179). Consideramos correcta la
objeción si nos ubicamos en una perspectiva de continuidad de una situación de
indivisión que ya se venía dando y que va a continuar en el tiempo a través de
un pacto. No obstante, creemos que si se considera el término aceptación que
usa el artículo, como referido a la no aceptación de la oferta realizada por los
demás herederos para efectos de pactar la indivisión, entonces la redacción
podría entenderse como correcta.

“LOHMANN LUCA DE TENA, Guillermo. Derecho de Sucesiones,


tomo 111. Biblioteca para leer el Código Civil. Fondo Editorial de la
Pontifica Universidad Católica del Perú. Lima, 2002.”

ARTICULO 850.- El juez puede ordenar, a petición de cualquiera de los


herederos, la partición total o parcial de los bienes hereditarios antes del
vencimiento del plazo de la indivisión, si sobrevienen circunstancias
graves que la justifiquen.

Este artículo nuevamente transcribe un párrafo del artículo 993 del Código Civil,
en el cual se señala, refiriéndose al pacto de indivisión, que "si median
circunstancias graves el juez puede ordenar la partición, antes del vencimiento".
En tal sentido consideramos que siendo de aplicación supletoria las
normas relativas a la copropiedad, esta norma no resultaba necesaria.

En nuestra opinión el mayor inconveniente que esta norma revela es el de


definir nuevamente su campo de aplicación. En el artículo correspondiente al
del Proyecto de la Comisión Reformadora, la norma se encontraba
expresamente referida a la indivisión dispuesta por el testador ya la convenida
por los herederos, a diferencia del texto del Código Civil de 1936, que se refería
exclusivamente a la establecida por el testador.

En atención a este antecedente, se debe interpretar que la norma resultará


aplicable, tanto al estado de indivisión pactado por los herederos, como al
impuesto por el testador en su testamento. En tal sentido se tratará del pedido
de uno de los coherederos antes del vencimiento del plazo señalado en el
testamento o pactado.

Otro inconveniente en la redacción del artículo es la utilización de término


"circunstancias graves", pues se trata de un concepto que deberá ser evaluado
por el juez, en atención a sus propios criterios subjetivos en cada caso. Este
término, como ya se ha señalado también, aparece en la redacción del artículo
993 sobre copropiedad.

La doctrina interpreta que "circunstancias graves" debe entenderse desde un


punto de vista objetivo, como un hecho ajeno al sujeto peticionante y que
implique un cambio de circunstancias de naturaleza tal que se haga
impostergable la partición. En nuestra opinión, el cambio de circunstancias
implica que no se tratará de un cambio de opinión del peticionante, sino de un
cambio de circunstancias externas que requieren que él acceda a la partición y
reciba lo que le corresponde en virtud de la misma. En tal sentido, su petición no
necesariamente deberá llevar a la partición total, cuando los demás coherederos
pudieren pagarle su porción, en cuyo caso se verificará una suerte de partición
parcial, pero los demás coherederos, en la medida de lo posible, podrían
continuar con la indivisión.

Una nota interesante a destacar en este punto es que solicitar la partición es en


realidad, como señala Ramírez Fuertes (p. 186), un acto de disposición. Para
los actos de disposición la regla general de la copropiedad es que estos actos
deban realizarse por unanimidad, menos precisamente para este caso, es decir,
para ejercer el derecho de solicitar la partición y que ésta se verifique a
favor del solicitante. No obstante, esta solicitud no siempre va a implicar la
partición de toda la masa hereditaria, en la medida en que se le pague su porción
al peticionante y que los demás coherederos decidan continuar con el estado de
indivisión.
“RAMIREZ FUERTES, Roberto. Sucesiones. Editorial Temis. Bogotá,
1995”.

ARTÍCULO 851.- Mientras la herencia permanezca indivisa será


administrada por el albacea, o por el apoderado común nombrado
por todos los herederos o por un administrador judicial.

Esta norma regula los aspectos referidos a la administración de la herencia


indivisa. Nuestro Código Civil no tiene una norma como la del Código Civil
argentino que señala expresamente, en el artículo 3451, que "ninguno de
los herederos tiene el poder de administrar los intereses de la sucesión". Sin
embargo, es claro que cada heredero por su cuenta se encuentra incapacitado
de tomar decisiones sobre la administración de la masa hereditaria.

La decisión sobre quién ha de administrar la herencia, en tanto ésta permanezca


indivisa, la tiene en primer lugar el testador, quien puede nombrar un albacea
para que, en virtud de las atribuciones que le asisten, conforme al inciso 4 del
artículo 787 del Código Civil, administre los bienes de la herencia que no hayan
sido adjudicados hasta que sean entregados.

En caso de que el testador no hubiere indicado nada al respecto, la decisión


corresponderá a los herederos. El artículo 971 del Código Civil, norma
supletoriamente aplicable, como ya hemos comentado, señala que la adopción
de decisiones para los actos de administración será por mayoría absoluta de
los herederos. En tal sentido, todos los herederos podrían administrar la
herencia por este mecanismo, sin tener necesidad de nombrar a un
administrador.

En este sentido Valencia Zea señala que cuando la administración de la herencia


no se ha conferido a un heredero, ni el testador ha nombrado albacea con
tenencia de bienes, ni se ha pedido el secuestro de los bienes, la administración
de los bienes hereditarios corresponde conjuntamente a los herederos
(VALENCIA ZEA, pp. 405410). Es en este caso, en el que los herederos pOdrían
nombrar un apoderado, conforme se señala el artículo bajo comentario.
En caso de que no existiera administrador nombrado por testamento, ni
apoderado nombrado por los herederos, los herederos podrían interesarse en el
nombramiento de un administrador judicial. Las reglas del nombramiento para el
administrador judicial se encuentran señaladas en el Código Procesal Civil, en el
cual se establecen las reglas aplicables para cada caso.

En materia de nombramiento, el Código Procesal Civil señala en el artículo 772


que si concurren quienes representen más de la mitad de las cuotas en el valor
de los bienes y existe acuerdo unánime respecto de la persona que debe
administrarlos, el nombramiento se sujetará a lo acordado. En cambio, en caso
de que no existiere acuerdo al respecto, el juez nombrará al cónyuge
sobreviviente o al presunto heredero, prefiriéndose el más próximo al más
remoto, y en igualdad de grado, al de mayor edad. Solo en el caso de que
ninguno de ellos reuniera condiciones para el buen desempeño del cargo, el
juez nombrará a un tercero. Sobre la figura de la administración judicial, debe
tenerse en cuenta que el administrador no es un representante de la herencia, ni
de los herederos, salvo que cada heredero lo nombrase adicional mente como
su representante. Tampoco se trata de un mandatario del testador, pues como
señala Pérez Lasala, desde que éste fallece comienza su misión y su labor se
realizará conforme a las reglas procesales (PÉREZ LASALA, p. 301).

Sin embargo debe advertirse que las normas procesales regulan de forma
incompleta las facultades de los administradores judiciales, a tal punto que en el
artículo 773 del Código Procesal Civil, al tratar de las atribuciones del
administrador, vuelve a realizar una remisión al Código Civil, señalando que
sus atribuciones serán aquellas que les conceda esta norma. La doctrina
reconoce hasta tres grupos de actos que los administradores pueden realizar:

1. Actos conservatorios: Que comprenden todos los actos destinados a


proteger los bienes de la masa hereditaria, como ser todos los actos que
realiza el heredero y que no implican aceptación. Se comprende entre estos
actos aquellos referidos a la continuación del giro comercial a fin de
evitar perjuicio, la recolección de frutos, la venta de la producción, el cobro
de las deudas, el pago de reparaciones urgentes, los servicios de vigilancia,
etc.
2. Actos de administración ordinaria: Que comprenden los
actos correspondientes a la continuación del giro comercial cuando su
paralización no implique perjuicio, la compraventa de mercaderías, el pago
de deudas del causante que corresponda a gastos de producción de los
bienes hereditarios.

3. Actos de administración extraordinaria: Que comprende una serie de actos


que en teoría exceden los límites de la administración ordinaria y que solo
pueden realizarse con expresa autorización de los herederos o del juez. Un
caso típico podría ser el caso del arrendamiento, que conforme al artículo
1667 puede otorgarse siempre que se cuente con facultad expresa para ello.

“PEREZ LASALA, José Luis. Curso de Derecho de Sucesiones. Editorial


Depalma. Buenos Aires, 1989; VALENCIA ZEA, Arturo. Derecho Civil, tomo VI.
Sucesiones. Editorial Temis. Bogotá, 1977”.

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