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de las Culturas del Mundo

Mural de la iglesia de San Juan Bautista en el río Jordán que muestra el nacimiento de Jesucrist
CORREO

Vol. VIII, número 73, 1o de noviembre de 2010. CEDICULT Director: Leonel Durán Solís

En este número:
• ¿Qué es el patrimonio cultural inmaterial?
• Alain Touraine: Acabar con el multiculturalismo
• Amin Maalouf: El reto de vivir juntos
• Nuevo descubrimiento
• El ardor, de Roberto Calasso (fragmento)
• Luis Barjau: Los seris de Sonora, México
• La búsqueda de una mirada. Antropología visual
• José Fierros: Las figas en el Hospital Real de Indios

correodelasculturas@gmail.com
Patrimonio

¿Qué es el patrimonio cultural inmaterial?

E l contenido de la expresión “patrimonio cultural” ha cambiado bastante


en las últimas décadas, debido en parte a los instrumentos elaborados por
la UNESCO. El patrimonio cultural no se limita a monumentos y colecciones
de objetos, sino que comprende también tradiciones o expresiones vivas
heredadas de nuestros antepasados y transmitidas a nuestros descendientes,
como tradiciones orales, artes del espectáculo, usos sociales, rituales, actos
festivos, conocimientos y prácticas relativos a la naturaleza y el universo, y
saberes y técnicas vinculados a la artesanía tradicional.
Pese a su fragilidad, el patrimonio cultural inmaterial es un importante factor del
mantenimiento de la diversidad cultural frente a la creciente globalización.
La comprensión del patrimonio cultural inmaterial de diferentes comunidades
contribuye al diálogo entre culturas y promueve el respeto hacia otros modos de vida.
La importancia del patrimonio cultural inmaterial no estriba en la manifestación
cultural en sí, sino en el acervo de conocimientos y técnicas que se transmiten
de generación en generación. El valor social y económico de esta transmisión de
conocimientos es pertinente para los grupos sociales tanto minoritarios como
mayoritarios de un Estado, y reviste la misma importancia para los países en desarrollo
que para los países desarrollados.

El patrimonio cultural inmaterial es:


• Tradicional, contemporáneo y viviente a un mismo tiempo: el patrimonio cultural
inmaterial no solo incluye tradiciones heredadas del pasado, sino también usos
rurales y urbanos contemporáneos característicos de diversos grupos culturales.
• Integrador: podemos compartir expresiones del patrimonio cultural inmaterial
que son parecidas a las de otros. Tanto si son de la aldea vecina como si
provienen de una ciudad en las antípodas o han sido adaptadas por pueblos

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que han emigrado a otra región, todas forman parte del patrimonio cultural
inmaterial: se han transmitido de generación en generación, han evolucionado
en respuesta a su entorno y contribuyen a infundirnos un sentimiento de
identidad y continuidad, creando un vínculo entre el pasado y el futuro a través
del presente. El patrimonio cultural inmaterial no se presta a preguntas sobre
la pertenencia de un determinado uso a una cultura, sino que contribuye a la
cohesión social fomentando un sentimiento de identidad y responsabilidad que
ayuda a los individuos a sentirse miembros de una o varias comunidades y de la
sociedad en general.
• Representativo: el patrimonio cultural inmaterial no se valora simplemente como
un bien cultural, a título comparativo, por su exclusividad o valor excepcional.
Florece en las comunidades y depende de aquéllos cuyos conocimientos de las
tradiciones, técnicas y costumbres se transmiten al resto de la comunidad, de
generación en generación, o a otras comunidades.
• Basado en la comunidad: el patrimonio cultural
inmaterial sólo puede serlo si es reconocido como
tal por las comunidades, grupos o individuos
que lo crean, mantienen y transmiten. Sin este
reconocimiento, nadie puede decidir por ellos que
una expresión o un uso determinado forma parte
de su patrimonio. Cultura ibérica. Finales S. III, inicios S. II a.C.

Fuente: www.unesco.org/culture/

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Polémica

Acabar con el multiculturalismo,


propone ahora Alain Touraine

“Una sociedad multicultural no es posible en Europa”. Lo acaba de decir Alain


Touraine en Oviedo, antes de recibir su premio Príncipe de Asturias, ese galardón a
la corrección política. Cosas veredes, amigo Alain: hace 20 años, a los que decíamos
esas cosas nos llamaban inmediatamente “fascistas”, como a la Merkel. Ahora
también, sí, pero ya sólo desde la trinchera de la ultraizquierda oficial, donde la checa
se va haciendo búnker. Bienvenido sea, en todo caso, el aldabonazo de Touraine,
porque viene a poner el dedo en una llaga que en España nadie osa tocar. Metamos
en ella el puño, y hasta el fondo.
¿De qué estamos hablando? Porque del multiculturalismo (“multiculti”, como
dice Angela Merkel) se habla mucho últimamente, pero no está claro que todo
el mundo sepa lo que dice. Multiculturalismo no es que en un sitio haya muchas
culturas. No. Multiculturalismo es la doctrina según la cual las diferencias de carácter
cultural deben ser afirmadas en la ordenación de la vida colectiva, de forma que
cada comunidad pueda organizarse según sus propias reglas en el marco de una sola
sociedad. Así, por ejemplo, los musulmanes podrían vivir en España con su poligamia,
de manera legal.
Cultura ibérica. Finales S. III, inicios S. II a.C.

Procede de EE UU

La ideología multiculti viene de América, de donde no nos llega sólo el Tea Party,
sino también este otro tipo de infusiones. Fue allí, en los Estados Unidos, donde
se planteó la idea de que las distintas comunidades étnicas pudieran vivir sin
abandonar su particular concepción de los derechos y la vida social. A lo largo de los
años setenta fue construyéndose una doctrina orientada a que las minorías negra

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(afroamericana), asiática o musulmana pudieran ser americanas sin renunciar a su
identidad previa. Para la nueva izquierda americana, aquello representaba un nuevo
horizonte: después de superar la lucha de clases, había que superar la lucha de
culturas. Se acabó la supremacía blanca, anglosajona y cristiana; tras la democracia
social, había que conquistar la democracia cultural.
Cuando pasó a Europa, la ideología multiculti adoptó la forma de un imperativo:
respetar cuidadosamente las formas de vida de las nutridas comunidades de
inmigrantes. Esto significó un sensible cambio de perspectiva. Hasta ese momento
–años ochenta, más o menos–, la doctrina hegemónica había sido la del mestizaje, el
melting pot, o sea, todos mezclados, conforme al antirracismo oficial. Pero fueron las
propias minorías las que no querían mezclarse, y tenían sus razones: ¿a santo de qué
dejar de ser lo que somos? Lo multiculti, por el contrario, ofrecía un marco mucho
más acorde con sus aspiraciones: puesto que somos muchos, vivimos en este país
y lo sostenemos con nuestro trabajo, exijamos que este país nos reconozca nuestra
identidad particular.

Adiós al mestizaje

En España hay ejemplos muy notables de esta evolución. Aquí los artistas de la zeja,
antes de que ceja hubiera, montaron una fundación que respondía al nombre de
Contamíname (todavía sobrevive, abundantemente financiada con dinero oficial).
Ahí estaban casi todos los nombres de la vieja izquierda caviar, haciendo propaganda
incesante del mestizaje, primero, y del multiculturalismo después. Y la propaganda
se convirtió en actos. El nuevo Estatuto de Cataluña, al mismo tiempo que consagra
al catalán como “lengua propia”, defiende la necesidad de promover “políticas
que garanticen el reconocimiento y la exigencia de derechos y deberes para
las personas inmigrantes”, llegando incluso a dar espacio a formas de unión
conyugal como la poligamia.

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Avance islámico

Es precisamente la pujanza musulmana lo que ha llevado a constatar que, pese a


las buenas palabras, el multiculturalismo nos lleva al hoyo. Hace algunos años, el
veteranísimo Arnaud de Borchgrave, editor de The Washington Post y director de la
United Press Internacional, lanzaba la voz de alarma: las minorías musulmanas están
creando en Europa una sociedad paralela con sus propias reglas, tolerada por la
sociedad oficial. Es un proceso sostenido y consciente de penetración social y cultural.
El primer paso es provocar que las instituciones funcionen a favor del islam. Y una
vez dentro del sistema, es decir, una vez logrado que el sistema acepte la singularidad
musulmana, llegará el momento de imponer la supremacía islámica. En el consejo
municipal de Amberes (Bélgica) figuran ya fundamentalistas islámicos –por supuesto,
ciudadanos belgas– que se desenvuelven sin la menor cortapisa. Entre nosotros,
Enrique de Diego ha estudiado intensamente el problema.
Un objetivo fundamental de los musulmanes es que la Justicia les reconozca
su particular fuero. Allá por 2007, hizo mucho ruido en Alemania el caso de una
ciudadana de origen marroquí que acudió a los tribunales para solicitar el divorcio de
su marido, musulmán, porque éste le infligía malos tratos. El tribunal se lo denegó. La
jueza Christa Datz-Winter utilizaba el Corán –sura 4, versículo 34– para fundamentar
su fallo: en la cultura musulmana el marido tiene derecho a usar el castigo corporal
Cultura ibérica.
contra una mujer desobediente FinaleslaS. superioridad
y establecer III, inicios S. II
dela.C.
marido sobre la
esposa. Aquella sentencia venía a establecer que el musulmán, por serlo, tiene
derecho a una interpretación singular de la ley. La jueza Datz-Winter fue finalmente
retirada del caso, pero el punto débil del sistema quedaba al descubierto.
En un mundo así, la gente sale corriendo. En Gran Bretaña se ha producido
en los últimos años un curioso fenómeno: el vuelo blanco, es decir, el movimiento
masivo de familias europeas que cambian de residencia para que sus hijos no vayan
a colegios con mayoría de alumnos asiáticos o africanos. Pero los asiáticos y los
africanos actúan del mismo modo, de manera que el viejo sueño multiculti termina
creando una multiplicidad de guetos. El viejo proyecto de inducir el mestizaje

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mediante la convivencia forzosa de niños de distinto origen étnico ha fracasado. El
veterano laborista Jack Straw, varias veces ministro con Tony Blair, advertía: “La gente
está respirando el mismo aire, pero caminando en aceras distintas”.
En Francia, el debate empezó planteándose a propósito del velo femenino
islámico. Enseguida la opinión se rompió en dos: a un lado, los republicanos, que
defendían la necesidad de asimilar a las minorías culturales, es decir, la renuncia
de las minorías a aquellas costumbres que rompieran el orden general; al otro, los
demócratas, que apostaban por caminar hacia una nueva forma de orden social
donde todos cupieran sin dejar de ser lo que son. Ambas posiciones alcanzan su
punto de ebullición cuando entran en contacto con la realidad: si optamos por la
integración previa renuncia, al estilo republicano, será preciso ejercer una cierta
violencia, aunque sólo sea administrativa, porque se está obligando a alguien a dejar
de ser lo que es; pero si optamos por la sociedad multicultural, al estilo demócrata,
tendremos que ser capaces de imaginar un nuevo marco de derechos y deberes
aceptado por todos, y eso nos llevará a su vez a emplear métodos que nos permitan
obligar a todos por igual, de manera que el conflicto se multiplica. El problema no es
inventar un orden, sino mantenerlo.

Nuevo paradigma

“Es necesario priorizar el orden”, acaba de decir Alain Touraine. Ya decía Goethe que
prefería la injusticia al desorden: la injusticia, si hay orden, se puede rectificar, pero
el desorden sólo genera caos y, por tanto, injusticia. Con esto Touraine se pasa a
nuestra orilla. Bienvenido a la derecha, monsieur Touraine, pero ya podía usted haber
llegado antes. En todo caso, nunca es tarde si la dicha es diestra. Y ahora, la cuestión
es: ¿qué hacemos? “Hay que respetar los derechos –dice Touraine–. Derechos para
todos”. Bien, pero ¿sus derechos o los nuestros? Porque, al final, toda la cuestión
reside en saber quién tiene derecho a definir los derechos.
Poco a poco, en Europa se va dibujando sólo una vía: que las minorías se integren
en el marco de principios y leyes que ha fijado la mayoría. ¿Por qué no? Disponemos

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de una política de libertad de cultos que permite la práctica de cualesquiera
religiones, siempre que no ordenen cosas contrarias a la ley común. Pero, ojo, eso
implica la necesidad de que nosotros sepamos dónde hay que integrar a la gente,
cuál es el marco de principios que define nuestra identidad. No se trata sólo de un
ordenamiento legal, sino también de una identidad cultural, de una tradición, lo cual
incluye, por cierto, una religión.
Cultura ibérica. Finales S. III, inicios S. II a.C.
No todos estarán de acuerdo, como es natural (eso también forma parte de
nuestra manera de ser). Pero la definición y la afirmación de nuestra identidad
colectiva, como españoles y como europeos, se ha convertido hoy en un instrumento
de primera importancia para guiar racionalmente la integración de quienes vienen
de fuera. Hemos de definir y proteger nuestro propio espacio. Y podremos llamar al
otro para que se integre en él, pero sin que deje de ser nuestro. De lo contrario, no
veremos integración alguna, sino, propiamente hablando, una desintegración. Es lo
que estamos viviendo ya.
Fuente: www.intereconomia.com/noticias-gaceta

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Diversidad

El reto de vivir juntos


por Amin Maalouf, Premio Príncipe de Asturias 2010

E sta dicha inmensa que siento al recibir el premio de las Letras de la Fundación
Príncipe de Asturias me habría gustado expresarla, igual que otros intervinientes,
en la lengua de Cervantes, de Borges y de García Lorca. No podré hacerlo por mucho
que lo lamente. El castellano es una lengua que me gusta oír, que me gusta leer y
que entiendo algo más de lo que suelo admitir.
Pero me siento incapaz de usarla con la oportunidad y la sutileza que se merece.
Es algo que, esta noche, me avergüenza un tanto, pero albergo la esperanza de que
vean en este uso mío de una lengua que llega de allende los Pirineos y de un acento
que llega de allende el Mediterráneo un símbolo del interés que les merece a esta
Fundación y a este país la diversidad del mundo.
De esta diversidad del mundo, de esta extraordinaria diversidad que es hoy en
día característica de todas las sociedades humanas, todos cantamos a veces las
alabanzas, pero también nos hace padecer a todos a veces. Porque es manantial
de riqueza para nuestros países, pero lo es también de tensiones. Las naciones que
se asientan en los cimientos de la diversidad étnica y la inmigración se hallan entre
las más dinámicas del planeta, y basta con mirar la otra orilla del Atlántico para
convencerse de ello. Pero a este dinamismo lo acompañan con frecuencia trastornos,
discriminaciones, odio y violencia.
La diversidad en sí misma no es ni una bendición ni una maldición. Es sencillamente
una realidad, algo de lo que se puede dejar constancia. El mundo es un mosaico de
incontables matices y nuestros países, nuestras provincias, nuestras ciudades irán
siendo cada vez más a imagen y semejanza del mundo.
Lo que importa no es saber si podremos vivir juntos pese a las diferencias de
color, de lengua o de creencias; lo que importa es saber cómo vivir juntos, cómo
convertir nuestra diversidad en provecho y no en calamidad.

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Vivir juntos no es algo que les salga de dentro a los hombres; la reacción
espontánea suele ser la de rechazar al otro. Para superar ese rechazo es precisa una
labor prolongada de educación cívica. Hay que repetirles incansablemente a éstos y a
aquéllos que la identidad de un país no es una página en blanco, en la que se pueda
escribir lo que sea, ni una página ya escrita e impresa.
Es una página que estamos escribiendo; existe un patrimonio común –instituciones,
valores, tradiciones, una forma de vivir– que todos y cada uno profesamos, pero
también debemos todos sentirnos libres de aportarle nuestra contribución a tenor de
nuestros propios talentos y de nuestras propias sensibilidades. Asentar este mensaje
en las mentes es hoy, desde mi punto de vista, tarea prioritaria de quienes pertenecen
al ámbito de la cultura.
La cultura no es un lujo que podamos permitirnos sólo en las épocas faustas. Su
misión es formular las preguntas esenciales.
¿Quiénes somos? ¿Dónde vamos? ¿Qué pretendemos construir? ¿Qué sociedad?
¿Qué civilización? ¿Y basadas en qué valores? ¿Cómo usar los recursos gigantescos
que nos brinda la ciencia? ¿Cómo convertirlos en herramientas de libertad y no de
servidumbre?

Este papel de la cultura es aún más crucial en épocas descarriadas.

Y la nuestra es una Cultura ibérica. Finales


época descarriada. Si S.
nosIII,descuidamos,
inicios S. II a.C.
este siglo recién
empezado será un siglo de retroceso ético; lo digo con pena, pero no lo digo a la
ligera. Será un siglo de progresos científicos y tecnológicos, no cabe duda.
Pero será también un siglo de retroceso ético. Se recrudecen las afirmaciones
identitarias, violentas en muchísimas ocasiones y, en muchísimas ocasiones, retrógra-
das; se debilita la solidaridad entre naciones y dentro de las naciones; pierde fuelle
el sueño europeo; se erosionan los valores democráticos; se recurre con excesiva
frecuencia a las operaciones militares y a los estados de excepción... Abundan los
síntomas.

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Ante este retroceso incipiente no tenemos derecho a resignarnos ni a cederle el paso
a la desesperación. Hoy en día lo que honra a la literatura y lo que nos honra a todos
es el intento de entender las complejidades de nuestra época y de imaginar soluciones
para que sea posible seguir viviendo en nuestro mundo. No tenemos un planeta de
recambio, sólo tenemos esta veterana Tierra, y es deber nuestro protegerla y hacerla
armoniosa y humana.

Gracias a todos por la acogida que se me brinda en esta inolvidable ceremonia.

www.lne.es/sociedad-cultura/

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Exposición

Nuevo descubrimiento
por Francisco Calvo Serraller

M
irado con reluctancia y aprensión por la mayoría de los ciudadanos de los países
latinoamericanos desde casi el mismo momento de lograr su independencia, los
cuales preferían afincar sus respectivas identidades en el patrimonio histórico-
artístico anterior al descubrimiento de América, el llamado arte colonial posee un inmenso
valor que desborda cualquier estrecha visión política. También la retórica política afectó
a España, que quiso usarlo, principalmente durante el franquismo, como una trasnochada
reivindicación del finiquitado Imperio y de las glorias de una raza hispánica. Ambas son
visiones caducas, que es imprescindible superar, porque, a la postre, ni benefician a los que
las promueven, ni, sobre todo, al conocimiento de un maravilloso y muy singular fenómeno
cultural, de interés universal.
De entrada, hay dos hechos que caracterizan la exploración y conquista del continente
americano y otras tierras de ultramar por parte de los españoles: el primero y más importante
es el mestizaje, que, desde luego, no se limitó al simple cruce racial; el segundo, que el afán
de explotación no impidió el desarrollo de una formidable política de infraestructuras locales,
que, por ejemplo, apenas si existió en los territorios norteamericanos bajo dominio británico.
Cultura ibérica. Finales
Las razones que explican este comportamiento S. tan
colonial III, inicios S. IIson
desparejo a.C.diversas y complejas,
pero su raíz última quizá obedezca a una concepción del poder imperial más medieval por
parte de los monarcas españoles, frente a otra imperialista propia del moderno capitalismo
anglosajón. Sea como sea, lo cierto es que en los territorios ultramarinos dependientes de la
corona española, entre los siglos XVI y XIX, se lleva a cabo una formidable labor constructiva y
artística, que no sólo forma una parte sustancial del arte de la época moderna, sino que posee
una personalidad única, al surgir del entrecruzamiento de las culturas más diversas.
Tan sólo acotando el tema al terreno de la pintura, como lo hace la exposición titulada
Pintura de los Reinos. Identidades compartidas en el mundo hispánico, el resultado de
lo exhibido es, se mire por donde se mire, de un interés y una calidad asombrosos. Sorprende,

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por tanto, que, con semejante acervo patrimonial, ninguno
de sus protagonistas hayan sabido sacarle su extraordinario
rendimiento potencial, empezando por lo más básico, que
es explicar su auténtico sentido y su importancia, más allá de
oportunistas retóricas políticas.
En el caso español, es muy elocuente la inveterada
pésima gestión de lo atesorado en nuestro país de este
increíble legado histórico-artístico. Hasta 1941, por ejemplo,
no se crea una nueva institución del así llamado Museo de
América, ni se inaugura su nueva sede física propia hasta
1965, habiéndose cobijado sus tesoros hasta entonces
en el Museo Arqueológico Nacional, fundado casi un
siglo antes, en 1867. Ubicado en la zona de Moncloa,
muy cerca de la Ciudad Universitaria, el nuevo edificio,
diseñado por los arquitectos Luis Feduchi y Luis Moya, y sus
fantásticas colecciones no fueron adecuadamente dotados
y promocionados. No se ha producido tampoco nunca una reflexión y un debate serios
sobre cómo ordenar y distribuir sus tesoros, en los que se mezclan las obras precolombinas,
el arte colonial, las artes populares e industriales, los documentos de la índole más diversa,
etcétera. Por otra parte, no se ha llevado una duradera política de exposiciones temporales,
ni la programación de otras muchas actividades que podrían haberlo convertido en el centro
de la atención pública nacional e internacional. Con un poco de imaginación y medios, se
comprende, en fin, lo que podía dar de sí una institución como ésta, hoy todavía muy poco
conocida por la mayoría de los españoles, aunque debería ser uno de los cauces para que
se produjera un nuevo descubrimiento de América, que sería simultáneamente también el
descubrimiento de nuestro pasado y de nosotros mismos, y, por supuesto, por lo mismo, el de
los pueblos americanos.
Fuente: El País/Babelia

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Literatura

El ardor
Roberto Calasso

Transcribimos un adelanto de la nueva novela del autor de El loco impuro, en


donde aborda la historia de la civilización védica, de la cual casi no quedan vestigios
materiales, pero en cambio sobreviven, imponentes, sus palabras, su literatura.

E ran seres remotos, no solamente para los modernos sino incluso para
sus antiguos contemporáneos. Distantes, ya no digamos como lo sería
otra cultura, sino como si hubiesen sido otro cuerpo celeste. Tan distantes,
que el punto desde el cual son observados casi resulta insustancial. Que esto
suceda hoy o haya sucedido hace cien años, no cambia nada fundamental.
Para quienes nacieron en la India, algunas palabras, algunas gesticulaciones,
algunos objetos podrán parecerles familiares, como un invencible atavismo.
Pero no son más que las puntas dispersas de un sueño al que se le ha ido
borrando la vicisitud. Los lugares y el tiempo en los que vivieron son inciertos.
El tiempo: hace más de tres mil años, pero los saltos bruscos en las fechas,
entre un estudioso y otro, son notables. El área: el norte del subcontinente
Indio, pero sin fronterasCultura ibérica.
precisas. NoFinales S. III,
dejaron inicios ni
objetos S. II a.C.
imágenes. Dejaron
solamente palabras. Versos y fórmulas para escandir rituales. Meticulosos
tratados que describían y explicaban esos rituales. Al centro de los cuales
aparecía una planta embriagante, el soma, que todavía hoy no ha sido
identificada con precisión. Ya en ese entonces se hablaba de ella como de
una cosa del pasado. Aparentemente les costaba trabajo encontrarla. La India
védica no tuvo una Semiramis ni una Nefertiti. Ni siquiera un Hammurabi o
un Ramsés II. Ningún De Mille pudo montarla en escena. Fue la civilización
en la que lo invisible prevalecía sobre lo visible. Como pocas, se expuso a ser
incomprendida. Para entenderla, resulta inútil recurrir a los acontecimientos,

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porque no dejaron vestigios. Sólo quedan los textos: el Veda, el Saber.
Compuesto por himnos, invocaciones y conjuros en verso; por fórmulas y
prescripciones rituales en prosa. Los versos van engarzados a complicadas
prácticas rituales. Las cuales van de la doble libación, agnhotra, que el jefe de
familia se ve obligado a realizar solo, todos los días, durante casi toda su vida,
hasta el sacrificio más imponente —el “sacrificio del caballo”, ashvamehda—,
que implica la participación de centenares de hombres y animales. Los Arya
(“los nobles”, así se llamaban a sí mismos los hombres védicos) ignoraron la
historia con una insolencia que no tiene parangón en las vicisitudes de otras
grandes civilizaciones. Conocemos los nombres de sus reyes sólo por las
alusiones que de ello se hace en el Rig Veda y por anécdotas narradas en los
Brahmana y en los Upanishad. No se preocuparon por dejar la memoria de
sus conquistas. E incluso en los episodios de los que tenemos noticia no se
trata tanto de empresas —bélicas o administrativas—, sino de conocimiento.
Si hablaban de actos, pensaban sobre todo en actos rituales.
No nos maravilla que no hayan fundado —ni que hayan intentado
fundar jamás— un imperio. Prefirieron pensar en lo que era la esencia de la
soberanía. La encontraron en su duplicidad, en su división entre brahmanes
y kshatriya, entre sacerdotes y guerreros, auctoritas y potestas. Son las dos
llaves, sin las cuales nada se abre; se reina sobre nada. Toda la historia puede
ser considerada bajo el ángulo de sus relaciones, que incesantemente se
transforman, se ajustan, se ocultan en las águilas bicéfalas, en las llaves
de San Pedro. Siempre hay una tensión, que oscila entre la armonía y el
conflicto mortal. Sobre esa diarquía y sobre sus inagotables consecuencias,
la civilización védica se concentró con la más alta y sutil clarividencia. A los
brahmanes les había sido concedido el culto. A los kshatriya el gobierno. Sobre
este fundamento se erigía todo el resto. Pero, todo lo que sucedía en la Tierra
tenía su modelo en el Cielo. También allá arriba había un rey y un sacerdote:
Indra era el rey, Brihaspati el brahmán de los Deva, el capellán de los dioses.
Y únicamente la alianza entre Indra y Brihaspati podía garantizar la vida sobre

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la Tierra. Sin embargo, entre los dos se interpuso un tercer personaje: Soma,
el objeto del deseo. Otro rey y un jugo embriagante, quien se comportaría de
una manera irrespetuosa y evasiva con los dos representantes de la soberanía.
Indra, que había luchado por conquistar el soma, al final sería excluido por los
propios dioses a los cuales se los había ofrendado. ¿Y Brihaspati, el inaccesible
brahmán de voz de trueno, nacido entre las nubes? El rey Soma, “insolente
por la eminente soberanía que había alcanzado”, raptó a su esposa, Tara, y
se une con ella; y de su semen engendró a Buda. Cuando el hijo nació, lo
depositó en un lecho de hierba munja.
Brahma, entonces, le preguntó a Tara (y fue el acmé de la vergüenza):
“Hija mía, dime, ¿éste es hijo de Brihaspati o de Soma?” Entonces, Tara tuvo
que reconocer que era hijo del rey Soma, de lo contrario, a ninguna mujer
se le creería en el futuro (pero ciertas repercusiones de la vicisitud siguieron
transmitiéndose, de eón en eón). Y hubo necesidad de una feroz guerra
entre los Deva y los Asura, los antidioses, para que Soma se convenciese,
al final, de devolverle la esposa a Brihaspati. Dice el Rig Veda: “Tremenda
es la mujer del brahmán, si es raptada; esto provoca desorden en el Cielo
supremo”. Esto debería ser suficiente para los impróvidos humanos, que a
veces se preguntaban por qué y en torno a qué se batían a duelo los Deva
con los Asura en el Cielo, en aquellas siempre renovadas batallas. Ahora lo
sabrían: por una mujer.Cultura
Por la ibérica.
mujer másFinales S. III, inicios
peligrosa: por S.
la II a.C. del primero
esposa
de los brahmanes. No existían templos, ni santuarios, ni murallas. Había reyes,
pero sin reinos de límites trazados y seguros. Periódicamente se movían en
carros con ruedas provistas de rayos. Esas ruedas fueron la gran novedad
que aportaron: antes que ellos, en los reinos de Harappa y Mohenjo-daro
sólo se conocían las ruedas compactas, sólidas, lentas. Apenas se detenían,
procuraban, sobre todo, preparar fuegos y encenderlos. Tres fuegos, de los
cuales uno era circular, uno cuadrado y uno en forma de media luna. Sabían
cocer tabiques, pero solamente los utilizaban para construir el altar situado
en el centro de su rito. Tenía la forma de un pájaro —un halcón o un águila—

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con las alas desplegadas. Lo llamaban el altar del fuego. La mayor parte
del tiempo la pasaban en un claro de la jungla, de suave pendiente, donde
se atareaban alrededor de los fuegos, murmurando fórmulas y cantando
fragmentos de himnos. Era un equilibrio de vida impenetrable si antes no
se pasaba por un largo aprendizaje. Su mente pululaba de imágenes. Acaso
también por esto no procuraron tallar o esculpir las figuras de los dioses.
Como si, al sentirse rodeado por ellos, ya no hubiesen sentido la necesidad de
agregar sus representaciones. Cuando los hombres del Veda descendieron a
la Sapta Sindhu, a la Tierra de los Siete Ríos, y luego a la llanura del Ganges;
el territorio, en gran parte, estaba cubierto por la jungla. Se abrieron camino
con el fuego, que era un dios: Agni. Dejaron que dibujara una telaraña de
cicatrices. Vivían en villorrios provisionales, en cabañas apoyadas en pilastras,
de paredes elaboradas con juncos y techos de paja. Seguían a los rebaños,
moviéndose siempre hacia el Este. A veces permanecían un tiempo frente
a inmensas masas de agua. Aquella fue la época áurea de los ritualistas.
Entonces, a cierta distancia de los villorrios y a cierta distancia de unos y otros,
se podían observar grupos de hombres —una veintena cada vez— que se
movían entre los páramos, alrededor de fuegos perennemente encendidos,
cerca de algunas chozas. Desde lejos, se escuchaba un murmullo surcado por
cantos. Cada detalle de la vida y de la muerte estaba en juego, en ese ir y venir
de hombres absortos. Pero no se podía pretender que eso fuese evidente a los
ojos de un extranjero. De la época védica queda muy poca evidencia tangible.
No subsisten edificaciones, ni restos de edificaciones, ni representaciones.
Cuando mucho, algunas deterioradas piezas arqueológicas en las urnas de
museos. Edificaron un Partenón de palabras: la lengua sánscrita, ya que
samskrita significa perfecto.
Así dijo Daumal. ¿Realmente, por qué motivo no quisieron dejar rastros de
ellos? El arrogante evemerismo occidental de siempre, de inmediato apelaría
a la depauperación de los materiales en un clima tropical. Pero la razón era
otra, y los ritualistas la señalaron. ¿Si el único acontecimiento imprescindible

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es el sacrificio, qué sucede con Agni,
con el altar del fuego, una vez concluido
el sacrificio? Respondieron: “Luego de
completar el sacrificio, él asciende y
entra en el resplandeciente (el Sol). Por
eso, uno no se debe preocupar si Agni
es destruido, porque él ya habita en el
disco que se encuentra allá en lo alto”.
Toda construcción es temporal, incluso
el altar del fuego. No es algo detenido,
sino un vehículo. Una vez consumado
el viaje, el vehículo también puede
ser destruido. Por eso, los ritualistas
védicos no elaboraron la idea de templo.
Si le dedicaron mucho cuidado a la
construcción de un pájaro, esto fue para
que él pudiese volar. Lo que quedaba en ese lugar, lo que se quedaba en la
Tierra, era una envoltura inerte hecha de polvo, fango seco y tabique; a la cual
se le podía dejar como si fuese un caparazón. La vegetación se encargaría de
volverla a cubrir muy pronto. Mientras tanto, Agni vivía en el Sol.
Cultura ibérica. Finales S. III, inicios S. II a.C.
Roberto Calasso. L’ardore, Adelphi, Italia, 2010, 530 pp.
Traducción de María Teresa Meneses
Fuente: Milenio

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Etnohistoria

Los seris de Sonora, México


por Luis Barjau

En el desierto de la costa del Mar Bermejo o Mar de Cortés del estado de Sonora, ha
vivido por milenios la tribu de los seris. La cuna de este grupo indígena según su Jefe
Supremo, don Roberto Thompson, fue la Isla del Tiburón, la más grande del país.
Thompson es apellido adoptado como cualquier objeto colectivo, según los usos de
la vieja comunidad primitiva, y proveniente de un viajero norteamericano en el siglo
XIX. Seris, “los que viven en la arena”, es nombre dado por sus enemigos naturales,

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sus vecinos territoriales, los yaquis, eternos rivales que redujeron su territorio en
guerra de un siglo. Ellos, los “seris”, se autodenominan Kunkaak: “nuestra gran raza
materna, aquí”.
La lengua seri pertenece al grupo lingüístico hokano y es parte de la familia
lingüística seri-yumana. El yumano propiamente dicho se habla en el norte de Baja
California.
Se tiene noticia de que en el pasado la tribu creció hasta los mil habitantes. De un
siglo al presente quedaron en quinientas almas, población que se mantiene estable
mediante un sistema matrimonial que controla la natalidad.
En el pasado remoto la sociedad estaba organizada en seis bandas: guaymas,
upanguaymas, tastioqueños, seris o tiburones, tepocas o salineros y un grupo
montañés. Cada banda constaba de varias familias extensas y a su vez se dividía en
secciones, que eran exógamas, mientras que la banda era endógama.
Hoy la tribu se divide en mitades. Cada una a su vez en tres secciones. Los varones
de una mitad y sección o familia solamente pueden desposar a las mujeres de la otra
mitad y también determinada sección. Así, los nacimientos están controlados. Ejemplo:
varones de la mitad I, sección A, sólo pueden procrear con las mujeres de la mitad II,
sección D. Mitad I, secc. B, con mitad II, secc. E. Mitad I, secc. C, con Mitad II, secc. F.
Existe el control de embarazos por medio de la medicina tradicional. Y existe
también la institución del matrimonio a prueba: los jóvenes amantes cohabitan a
prueba durante un año; sólo si hay compatibilidad, se casan.
La población, desde los años 40 del siglo pasado se hizo sedentaria en dos
comunidades, aunque conserva muchos rasgos del viejo seminomadismo. Una
Cultura ibérica. Finales S. III, inicios S. II a.C.
institución llamada Kimousing establece que si dos individuos se encuentran, el que
tenga mayores bienes (comida, ropa, armas, etc.) debe darle la mitad al otro. De ese
modo existe el reparto igualitario de cualquier incipiente propiedad, lo que es propio
del comunismo primitivo.
En larga conversación con don Roberto Thompson, Jefe Supremo de la Tribu,
se puso de manifiesto la melancolía de la tribu por el pasado perdido, las viejas
costumbres, las instituciones, la franca hermandad. Ahora un hombre podía comprar
un vehículo y su vecino pobre lo envidiaba hasta la enemistad y el rencor. Muebles,
ropa, alimentos. La vieja solidaridad de la Isla del Tiburón había desaparecido en alta
medida. Las dos comunidades de los neosedentarios, Desemboque y Punta Chueca,

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están en tierra firme. Y la cuna ancestral de la isla permanece deshabitada como
reserva ecológica federal. Hay en ella especies vegetales y animales únicas: el bura
fue un carnero aislado del mundo en la isla del Tiburón.
La isla originaria conserva el nombre de la deidad principal de la religiosidad
antigua. Una de las pruebas que debe vencer el aspirante a la jefatura suprema de
la tribu es, entre otros ritos, el atreverse a nadar
junto al tiburón blanco que abunda en ese mar.
Otra es abstenerse de alimento alguno durante
cuatro días con sus noches, atado a un poste
bajo el sol ardiente, hasta recibir una segunda
aparición alucinatoria de un espíritu del desierto,
una suerte de gnomo que acude a legitimar
al próximo jefe. Ya han llegado comisiones de
apaches del norte que danzaron alrededor del
elegido, al compás de sus hondos cantos de
guerra, de sombría violencia.
¿Por qué, existiendo por decreto presidencial la propiedad de la Isla originaria a
favor de los seris y manteniendo éstos un extrañamiento declarado por los viejos usos
y costumbres de la vieja tribu, no se regresaron a vivir en ella, donde continuarían en
la práctica de su nomadismo sólo limitado por el territorio isleño? La isla que impuso
un seminomadismo; el paraíso perdido, el útero originario? Esta pregunta cruda fue
expuesta a don Roberto.
Don Roberto Thompson empezó a contestar anfibológica y perifrásticamente:
cuando él nació estuvo a punto de morir porque su madre no producía la leche que
necesitaba y él, recién nacido, estaba atormentado y flaco por la falta de alimento,
según le contaron las ancianas de la tribu. Fue necesario ir hasta las tierras de
Hermosillo, más allá del reino seri, para comprar leche de burra, animal que sólo allá
existía. Y sólo así pudo crecer y salvar la vida.
–Es necesario comprar, comerciar con los vecinos, ya no podemos subsistir como
antaño. El dinero es el diablo. Pero un diablo necesario.
Las mujeres mayores son de gran importancia. Integran un concejo que toma las
grandes decisiones matrimoniales, guerreras, culturales y legitiman la investidura de
un nuevo jefe supremo.

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A pesar de que los seris cuentan con una cooperativa de pesca y que pueden
obtener ingresos a veces considerables, la apariencia de ambas comunidades es de
desolación, decadencia y mendicidad: impera la miseria.
Al principio de su asentamiento sedentario, la tribu completa cayó en el alcoholismo
y consumo de estupefacientes. Hasta que por medio del evangelismo del Instituto
Lingüístico de Verano de universidades norteamericanas, cesaron poco a poco esas
prácticas. Pero hoy, abstinentes evangélicos, no pueden organizarse con optimismo
en la economía de mercado. Los usos y costumbres del pasado pesan en las tentativas
de modernización. Y desde luego la marginación y la miseria.
Los grupos indígenas vecinos del territorio seri, a su vez presionados por el avance
de la colonización española de finales del siglo XVII, obligaban a los seris a reducir
su territorio, fuente del sustento. Este es otro factor que obliga a la reducción del
territorio. También fue otro factor que los obligó al sedentarismo: dos pequeñas
comunidades donde había que organizarse para la producción y lo inmediato fue la pesca
y su comercialización. Otro escenario en la larga historia de trashumancia de los seris.
El paso del nómada al sedentario en este caso creó la milagrosa oportunidad
de observar que alguno de sus resultados casi inmediatos fuera la aparición del
fenómeno artístico de la escultura. Los seris sedentarios empezaron a esculpir figuras
de animales de su entorno en la madera conocida como “palo-fierro”, nombre acorde
a su notable dureza. ¿La coincidencia del sedentarismo con la escultura fue casual?
Este paso providencial mostró también cómo perduraban las costumbres antiguas.
Porque el primer seri que comenzó a esculpir el palo-fierro, don José Aztorga, fue a
su vez el hombre más radical del nomadismo como ideario y hábito, el único que se
Cultura ibérica. Finales S. III, inicios S. II a.C.
negó a vivir en la nueva aldea establecida rodeado de vecinos. Y permaneció aislado,
con su esposa apache, a cinco kilómetros del pueblo.
La aparición de determinados fenómenos en el desarrollo histórico de una cultura
no siempre son la marca fija que corresponde a un nivel o estadío único. Si apareció
la escultura en el momento de la sedentarización ello no establece una ley fija de
correspondencia. Se ha dicho p.ej. que el sedentarismo agricultor genera la cerámica,
sin embargo los seris nomádicos ya fabricaban cerámica “cáscara de huevo” mucho
antes de su establecimiento sedentario.
—¿Cómo fue que se le ocurrió empezar a esculpir la madera? Le pregunté en
entrevista al señor Aztorga.

23
—Me lo dijo el Diablo, respondió hermético.
—¿Y quién es le Diablo? Insistí.
—Yo. Respondió sin mirarme porque estaba atento esculpiendo un gran busto
de un bura.
Al día siguiente hablé con don Roberto Thompson y con malicia le expuse lo que
a fuerzas era considerable como broma.
—Dice don José Aztorga que él es el diablo, ¿qué piensa usted?
—Pues si no lo es se le parece bastante.
El encuentro y la inserción de los nómadas en la cultura nacional con su
economía de mercado implicó una tragedia. Una tragedia silenciosa y terrible frente
a la indiferencia de dicha cultura
nacional. En el siglo XVII llegaron
los primeros misioneros jesuitas
que fundaron una misión en la
que transcurrieron algo más de
cien años tratando de inculcar el
cristianismo entre los indígenas.
Pero la hostilidad con los ranchos
de Sonora hacia Hermosillo
provocó una ruptura.
Hasta el siglo XIX los rancheros
y sus hijos incursionaban en territorio seri para ir a cazarlos como a animales del
desierto. Entre ellos apostaban a ver quién mataba más.
Con las oportunidades económicas actuales (desde luego escasas) un indígena
decidió ir a Hermosillo para comprar un lujoso comedor estilo Luis XV. Regresó
en su camioneta trayendo su compra. Pero como no calculó ni mucho menos el
espacio existente en su reducida vivienda que el gobierno a través del Instituto
Nacional Indigenista le financió, se vio obligado a poner su flamante compra afuera
de la casa, sobre la arena del desierto. Y se sentaba en la cabecera de su mesa al
atardecer y veía por un lado el desierto y por el otro el mar. Y ni siquiera tomaba
entonces sus alimentos.
El mundo indígena quedó, ante el contacto forzado con Occidente, en una
situación de insuperable degradación: Por un lado va perdiendo su cultura ancestral

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porque tiene que aprender el lenguaje, las costumbres
y leyes del conquistador, a pesar del arraigo de
identidad que tienen los protagonistas indígenas,
quienes conservan sus propios usos y costumbres,
pero que también éstos significan obstáculos para
su movilidad dentro del nuevo mundo impuesto.
Por otro lado, los rasgos culturales de Occidente son
asumidos con torpeza.
La situación de insuperable degradación antedicha,
es la terrible tragedia indígena de México. Los indígenas
se vuelven ajenos y extranjeros en su propia tierra. Su
vestimenta y su índole se tornan raros y exóticos. A la
vez se sienten incómodos al uso de los objetos y reglas
europeas. Esta tragedia indígena quedó sin embargo
incorporada a la cultura nacional y es un obstáculo en las tentativas de desarrollo
y modernidad del país. Porque la cultura, como dijo bien André Bretón, son vasos
comunicantes.

Cultura ibérica. Finales S. III, inicios S. II a.C.

© Graciela Iturbide

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Libros

La búsqueda de una mirada. Antropología visual y cine etnográfico.


Elisenda Ardèvol Piera
Ed. UOC
366 páginas
ISBN: 8497885287 ISBN-13: 9788497885287

Esta obra es el resultado de una búsqueda personal sobre los límites


y el alcance de la antropología visual. Una reflexión abierta sobre la
metodología y análisis del cine etnográfico y sobre la representación
audiovisual de la diversidad cultural. Un ensayo que indaga en
los cruces entre cine y antropología, explorando los usos del cine
como instrumento de investigación, registro documental, modo
de representación y medio de comunicación del conocimiento
antropológico. Esta obra parte de la idea de que la mirada antropológica, la
búsqueda de la comprensión de la diversidad y las semejanzas culturales, no puede
prescindir de una antropología de la mirada, de entender la imagen como objeto de
estudio legítimo de la antropología y de acercarse a la comprensión del cine como
proceso cultural y práctica social, reclamando una mirada reflexiva en las imágenes
que construimos sobre nuestra realidad social y cultural. La integración de la imagen
como objeto de estudio y como técnica de investigación en antropología nos ofrecen
un campo de experimentación en el cual la práctica y la teoría cinematográfica se
entrelazan con la práctica y la teoría antropológica en la búsqueda de una mirada;
en una mirada que busca mirar. La representación de la alteridad cultural, el estudio
etnográfico de los procesos de producción y recepción de los productos audiovisuales,
la construcción de una imagen antropológica, la comunicación intercultural, las
prácticas de representación y el cine como acción social son algunos de los temas
que se abordan en esta obra cuyo objetivo es acercar al lector y a la lectora a este
campo de investigación y compartir, desde el análisis de la práctica, este diálogo
abierto entre antropólogos, sociólogos, cineastas, realizadores, artistas, teóricos de
la comunicación y de la cultura visual, pensadores y pensadoras sobre la imagen y su
lugar en la creación de conocimiento.
Fuente: www.antropologia.cat/node/3474

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Historia

Las figas en el Hospital Real de Indios,


siglo XVIII
por José Fierros Millán*

D urante los trabajos realizados en el Eje Lázaro Cárdenas, Ciudad de México,


a propósito de las obras de excavación por la construcción de la línea 8 del
Sistema de Transporte Colectivo, se encontraron numerosas osamentas y utensilios
diversos, por lo que un equipo de arqueólogos adscritos a la Dirección de Salvamento
Arqueológico trabajaron sobre ellos, dándose a conocer parte de los resultados en
un informe suscrito por Abigail Meza y Socorro Báez, publicado en el año de 1994.
En ese lugar, Eje Lázaro Cárdenas, se encontraba el cementerio oriental del
Hospital Real de Naturales, utilizado en la segunda parte del siglo XVII y parte del
XVIII, debido a que el cementerio del área poniente se había saturado (fig.1) En el
predio se encontraron restos óseos de cerca de 430 personas, al respecto señalaron
los arqueólogos: “La mayor parte de los entierros fueron depositados directamente
en la tierra, sólo tres de ellos fueron encontrados en cajas de madera. La mayoría
carecía de objetos asociados. En algunos casos se encontraron pequeñas cruces
metálicas, en otros collares o amuletos (generalmente manitas cerradas cuyo pulgar
se encontraba entre los dedos índice y medio)”.
Las manitas encontradasCultura ibérica.cuerpos
en varios Finales S.
deIII, inicios
niños S. II a.C. fueron objeto
únicamente
de descripción como se puede apreciar, pero, ¿qué significado tenían esas manitas?
¿de dónde procedían? ¿eran símbolos cristianos? Mi interés por los reportes sobre
los esqueletos encontrados en el cementerio me llevó a buscar posibles respuestas a
las preguntas abiertas sobre éstos amuletos.

LAS FIGAS O HIGAS


El nombre de estos amuletos era el de figas o higas, los dedos entrecruzados de esa
forma simbolizaban la unión de los órganos genitales masculino y femenino, es decir,

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se trataba de un símbolo sexual. El problema se complejizaba porque ahora
habría que responder a la pregunta ¿qué tenían que ver amuletos sexuales
con niños indígenas del siglo XVIII?
Las figas se usaban, principalmente, desde tiempos muy remotos contra
el “mal de ojo”, aunque también tenía otros usos, pero éste era el más
extendido. Eran muy conocidas en la España del siglo XVI, particularmente
en Galicia, Asturias y León; otro nombre con el que se les conocía era el
de: “manos de Fátima”, entre los conocedores de amuletos, la “figa de
azabache” era considerada (fig. 2) como “genuinamente hispana”. “En los
inventarios de los azabacheros composteleanos en 1538 se asientan como “manos
de azabache” y en 1546 como “figas”. Es reconocido que fueron los españoles los
transportadores de las figas a América.
Pero, ¿exactamente qué era una figa?, al parecer era una figura obscena hecha
con las manos para injuriar a alguien, pero era una señal que podría traer una mala
consecuencia para el ofendido.
Hacer la “higa” en la España del siglo XVI era injurioso, pero este gesto quedaba
anulado en sus efectos, si se portaba el antídoto correspondiente, que consistía
precisamente en una reproducción de dicho gesto en azabache.
Es importante señalar que en la América hispana y portuguesa, las higas tenían
las mismas connotaciones que en Europa. Sin embargo las figas aunque en España
tomó formas propias, el uso de azabache se remonta a la época griega, más aún
fenicia, hasta perderse en épocas insospechables.
Higa o figa,”mano mágica”, talismán o amuleto contra el mal de ojo El gesto
de mostrar la vulva equivale a proteger contra el mal de ojo mostrando los órganos
sexuales unidos (la higa o mano mágica). Amuletos de esta forma, con el dedo
pulgar metido entre corazón e índice aún se usan en muchos países mediterráneos
o atlánticos.
Las figas de azabache, usadas contra el mal de ojo, tenían fuerza neutralizadora,
sin embargo no es posible establecer en qué momento el azabache se fusionó con
las figuras de figas para hacer de éste un amuleto de poder. Parece que el uso del

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azabache ya era frecuente en el paleolítico superior. Egipcios, prerromanos, etruscos y
cartagineses también utilizaban esta piedra con la que realizaban fundamentalmente
adornos y abalorios, botones de trajes de ceremonias y fiestas, una joyería muy típica
en la que se encontraban como piezas básicas los camafeos y tallas de pequeñas
figuras y esculturas.
En la Edad de Piedra fue muy usado en Europa central y especialmente en
Alemania y Francia, de donde pasó a Inglaterra. En España se conserva una pieza
única en un museo de Ibiza. En la civilización castreña del sur de Galicia se han
encontrado abundantes piezas procedentes de los siglos IV a I a.C.

LA FASCINACIÓN
Se le conoce también al mal de ojo, de esta manera lo define Sebastián de Covarrubias
y Orozco, en los siguientes términos: “[...] y oy día se sospecha que en España ay en
algunos lugares linages de gentes que están infamados de hazer mal poniendo los
ojos en alguna cosa y alabándola, y los niños corren más peligro que los hombres
por ser ternecitos y tener la sangre tan delgada, y por este miedo les ponen algunos
amuletos o defensivos y algunos dixes, ora sea creyendo tienen alguna virtud para
evitar este daño, ora para divertir al que mira, porque no clave los ojos de hito en hito
al que mira. Ordinariamente les ponen mano de tasugo, ramillos de coral, cuentas
de ámbar, piedras de cristal y azabache, castaña marina, nuez de plata con açogue,
Cultura
rayz de peonia y otras cosas. ibérica.
La higa de Finales S. III,
azabache inicios
retira algo S. II a.C.
a la superstición de los
gentiles [...]
A los niños se les protegía con una figa colgada de un alfiler o de una cadena,
éstas podían ser de hueso o cuerno; se dice que en otros tiempos eran confeccionadas
de coral y de azabache.
“Las higas han sido tradicionalmente los amuletos más utilizados en España
contra la fascinación. Aunque también las gentes, niños y adultos, se han puesto
otros, como: medallas de Santa Elena (contra las malas miradas de los celos), sirenas,
sirenas-sonajeros (contra el aojamiento para niños y mujeres), cipreas-sonajeros,
colmillos de jabalí, lágrimas y cuentas de cristal, dientes fósiles de escualo, garras de

29
tejón, medallones de azabache engarzados en plata, crecientes lunares, poliedros de cristal,
manos, ramas de coral, piedras de cruz, piedras del rayo, cuernecitos de hueso, etc.”

AMULETOS SEXUALES
Hasta aquí, el hallazgo de las figas en los niños, había conducido a que portaban los
amuletos para protegerse contra el mal de ojo, pero ¿esa era su única función? La
Dra. Ana María Vázquez Hoys, de la Universidad de Educación a Distancia en Madrid,
explica que contra el mal de ojo se consideraban eficaces los amuletos sexuales, ya
sea con un falo representado, o una figa.
La opinión de la doctora Vázquez Hoys es que la presencia de amuletos o
talismanes en las tumbas se relaciona con la protección del difunto en el Más
Allá contra los espíritus malignos. “Cuando se utilizaban en vida, los amuletos y
talismanes protegían contra el mal de ojo, las enfermedades y la muerte. Tenían,
pues, una doble función, diferente según se usasen. En la vida o tras la muerte”.

COMENTARIOS FINALES
El hallazgo de figas colgadas en forma de collar en cuellos de niños, en el cementerio
oriental del Hospital Real de Naturales, que corresponde al periodo de fines del siglo
XVII y primera mitad del XVIII, nos conduce a suponer que el uso de la figa, muy
extendido en España desde el siglo XV contra el mal de ojo, se utilizó en los niños
para protegerlos en su viaje al más allá, como amuletos de protección, contra espíritus
malignos, lo mismo que las cruces metálicas. De haber sido así, las crucecitas y las
manitas se les colocaron al momento de enterrarlos, ¿por quién?, nadie más tenía
autoridad en el hospital para un acto de ese tipo que los propios frailes hospitalarios,
que en esos años atendían a los naturales en ese nosocomio.
Por otra parte, resulta sorprendente que la figa- figura sexual- fuese colocada
por los frailes que atendían a los enfermos en el Hospital Real de Naturales, con
propósitos de “protección”, lo que significa que los religiosos no tenían conflicto de
conciencia para la utilización de amuletos sexuales.

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Las figas no fueron adoptadas por los indígenas durante la Colonia, lo que
significa que fueron “creyentes” europeos los que les colocaron los amuletos, como
forma de protección en su viaje al más allá de los niños, no es un préstamo cultural:
es un obsequio póstumo.
La figa, que ya se utilizaba entre los fenicios desde mucho antes de la era
cristiana, pasó a los griegos y romanos, extendiéndose en el mundo mediterráneo.
Los árabes las llevaron hasta España, en donde la figa se fusionó con el azabache
para reforzar poder y de ahí a América, por tanto la figa es un ejemplo de que los
amuletos pueden ser objetos compartidos multiculturalmente, tener una durabilidad
cronológica sorprendente que traspasa grandes períodos históricos, capaces de
franquear gigantescas distancias acompañando a los hombres al otro lado de los
enormes oceános.

Cultura ibérica. Finales S. III, inicios S. II a.C.

* Doctor en Historia y Etnohistoria por la Escuela Nacional de Antropología e Historia


desde el 2009. Ha publicado en varias revistas del INAH y la ENAH, y participado en
diversos coloquios. Profesor hora-semana-mes en la ENAH y titular de un Programa
de Investigación Formativa en la misma escuela. Adscrito a la Biblioteca Nacional de
Antropología e Historia en el Archivo Histórico, y actualmente comisionado al Archivo
Histórico del Museo Nacional de las Culturas.

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Directorio

INSTITUTO NACIONAL DE ANTROPOLOGÍA E HISTORIA

DIRECTOR GENERAL
ALFONSO DE MARIA Y CAMPOS CASTELLÓ

SECRETARIO TÉCNICO
MIGUEL ÁNGEL ECHEGARAY

SECRETARIO ADMINISTRATIVO
EUGENIO REZA SOSA

COORDINADORA NACIONAL DE MUSEOS Y EXPOSICIONES


LOURDES HERRASTI

DIRECTOR DEL MUSEO NACIONAL DE LAS CULTURAS


Y DEL CORREO DE LAS CULTURAS DEL MUNDO
LEONEL DURÁN SOLÍS

EDITOR
MARIANO FLORES CASTRO
correodelasculturas@gmail.com

ÉSTA ES UNA PUBLICACIÓN DEL


CENTRO DE ESTUDIOS SOBRE LA DIVERSIDAD CULTURAL (CEDICULT)
DEL MUSEO NACIONAL DE LAS CULTURAS

©TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS POR LOS RESPECTIVOS AUTORES


DE LOS ARTÍCULOS, NOTAS Y FOTOGRAFÍAS.

MÉXICO, D.F., 1o DE NOVIEMBRE DE 2010.

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