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MUJER … Quién eres?

, Teresa Driollet

En el siglo XXI, debemos volver a plantearnos cómo preservar nuestra valiosa


humanidad sosteniendo la fundamental comunidad familiar en el espacio de la
cual pueda geminar y crecer sanamente cada vida humana.
Varón y mujer constituyen los polos recíprocos, iguales en humanidad, pero
diversos en perspectivas del misterio de esa primera y fundante comunidad
humana.
No hay padre sin madre, ni madre, sin mujer.
Su cuerpo nos entrega ciertos indicios de su grandeza. Ella puede albergar la
vida en el sentido físico, es decir, alimentar, nutrir, sostener, dar calor y amparo
o protección a la criatura que se gesta en su interior.
Ella puede también convertirse en hospedaje para los cercanos. Con cierta
destreza, escucha, acompaña o recibe en su propia existencia al otro, con sus
alegrías y sus dolores, sus logros y fracasos. Cierta plasticidad constitutiva, le
permite acercarse a distintas circunstancias existenciales y comprender tanto a
un niño pequeño, como a un joven o a un anciano.
Con su inteligencia, entiende como el varón, pero desde otro perspectiva. Ella
guarda el ingenio, de atravesar con su mirada las profundidades, para descubrir
las razones del corazón que se ocultan en el fondo de los seres. Parece también
recoger en ese espacio, con gran facilidad las carencias concretas de quienes la
rodean e imaginar las soluciones humanas factibles para los problemas
existenciales que misteriosamente intuye.
El afecto y la ternura constituyen su lenguaje casi natural.
Ella tiende al detalle. Salpica lo que toca con cierta belleza y gracia. Aunque
más frágil que el hombre en lo físico, está hecha de tal temple espiritual, que
puede sostener a los que ama, aún cuando la esperanza se retira de las
circunstancias que tocan afrontar.
Se entrega, en ocasiones, silenciosamente a los suyos. Sólo recibe por
retribución la vida que continúa hacia delante, es decir, contribuye con sus
generosidades, en cierta manera, con la eternidad.
Beatriz, fue para el Dante, inspiración, luz y guía. La auténtica mujer parece, de
forma semejante, sostener y acompañar a los que ama en los más penosos viajes.
Conjuntamente también podemos destacar que ella, de alguna manera, es
alegría, música, juego y fiesta en los lugares que habita.
Los títulos de guardiana, de sostenedora de la vida, de compañera y de
cuidadora de la existencia en todas sus formas, requieren cierta heroicidad para
llevarse a cabo. También debemos reconocer que como toda tarea que tiende a lo
sublime, puede degenerar en egolatría, en encierro, en perdición o en la misma
destrucción de la vida. Todos sabemos que en el relato judío del Génesis el mal
entra por una mujer al mundo…la redención sólo es posible por la entrega
incondicional de María a su vocación.
La mujer ha ganado el espacio público de las profesiones pero no debe
olvidarse en el camino, de ser mujer. Necesitamos que trabaje, enseñe, decida y
ame con corazón de mujer. La humanidad esta sedienta de guardianas de la vida
como factor de desarrollo, equilibro y estabilidad, tanto en las pequeñas
comunidades familiares, como en la vida profesional, económica o política
nacional e internacional Para que nuestro mundo tecnificado no nos lleve al
congelamiento de nuestras vidas, necesitamos recuperar urgentemente hoy la
grandeza del ser femenino.
tdriollet@gmail.com

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