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Recientemente se lanzó en Chile la traducción del libro “Trabajo y Familia: ¿Oposición o armonía?”
de los profesores de la Universidad de Boloña Stefano y Vera Zamagni. Esta clase se inspira en los
planteamientos de esa publicación.
Al ser un sacramento, se pone la unión de los esposos bajo la protección de Dios. El fundamento
del matrimonio se encuentra en el amor y no en la conveniencia de los padres, el linaje u otros
intereses.
Al ser indisoluble, el matrimonio es una forma de protección del más débil. La mujer no puede
ser repudiada aunque sea infértil. Los niños no pueden ser abandonados.
(2) El matrimonio es celebrado por los esposos en la Iglesia y no en la casa del esposo, para
remarcar la autonomía de los contrayentes en relación con sus padres, principalmente la
independencia de la línea padre-hijo (por el dominio del patriarcado). Los esposos salían de la
casa de sus padres y éstos no se podían entrometer.
(2) Estimula el emprendimiento. Como al matrimonio se llega sólo después de ganar experiencia
laboral, lo que le permite a los esposos tener autonomía de los padres e, incluso, acumular
algunos ahorros, la familia así formada tiene una gran capacidad de realización y motivación
para emprender nuevos rumbos que no sean una simple repetición de las rutinas que los
esposos tenían en las casas de sus respectivos padres. Resulta sorprendente constatar que esta
forma de constitución familiar fomenta el emprendimiento y va a tener, por consiguiente, un
tremendo impacto sobre la sociedad.
Pero esta misma Revolución Industrial trae, a su vez, grandes cambios que perturban a la familia
tradicional
(1) El trabajo se trasladó de la casa a las grandes fábricas, que normalmente están lejos de casa,
lo que permite alcanzar economías de escala y elegir ubicaciones convenientes por la
localización de las materias primas, la logística de distribución o los mercados de productos.
La empresa sustituye a la familia y al taller del artesano como centro de producción y motor
del desarrollo económico.
(2) De la multifuncionalidad (todos los miembros de la familia eran capaces de hacer todas las
tareas) se pasa a la división del trabajo y a la especialización, como una forma de aumentar la
productividad. Se llegó a los extremos del Taylorismo y el Fordismo (la línea de producción de
automóviles), que junto a los beneficios de la especialización, trajo consigo la alienación y la
necesidad de reducir las jornadas de trabajo que hacían exigencias desmedidas a la persona.
(3) Los roles del hombre y la mujer también se separaron y se especializaron. El hombre va a
trabajar fuera del hogar, mientras que la mujer se mantiene en el hogar, haciendo la vida
doméstica más confortable, con una mejor nutrición y mayor higiene. Sobre la mujer recaen
las decisiones sobre los consumos de la familia y la satisfacción de las necesidades del hogar.
Su trabajo se especializa en esta esfera.
(1) La especialización de los roles de hombres y mujeres es buena para las empresas, porque los
hombres casados se concentran más en su trabajo y son más productivos, por lo que la
empresa está dispuesta a pagarles mejor (marriage wage premium).
(2) También es buena para el hombre, porque su trabajo fuera del hogar le da la posibilidad de
progresar intelectualmente por los desafíos y oportunidades que el trabajo le plantea. El valor
de su tiempo aumenta.
(3) Pero se genera una gran asimetría entre el trabajo de la mujer y el del hombre. La participación
de la mujer en el mercado del trabajo fuera del hogar se reduce con la especialización de los
roles mientras que la del hombre aumenta. La mujer entra en una rutina que no la desafía
intelectualmente, se va quedando indefectiblemente atrás y se produce una alienación
espiritual. El valor de su tiempo se estanca. Su trabajo puede ser hecho por una persona de
poca preparación. Claramente, la especialización de roles no favorece a la mujer.
Hace ya tiempo que esto ha empezado a cambiar y signos evidentes de estos cambios (entre muchos
otros) son: (1) La reivindicación de su derecho a voto, (2) El aumento de su educación, su presencia
masiva en las Universidades y profesiones, (3) La corrección de asimetrías en las legislaciones sobre
el derecho de las familias, que sólo reconocían al hombre como jefe de familia, lo que dejaba en
situación subordinada a la mujer y, tal vez lo más notorio, (4) el regreso de la mujer al mundo del
trabajo, donde alcanzan los puestos de la más alta responsabilidad, como es el caso de la presidenta
de Chile o la Presidenta Ejecutiva (CEO) de General Motors (la primera en la historia de la empresa).
Esta revolución en la condición de la mujer ha impuesto a la familia desafíos inéditos, que hoy nos
hace preguntarnos sobre lo que es esencial en la institución familiar, pues no porque haya necesidad
de cambios, cualquier cambio es bueno.
Observamos una creciente pluralización de las formas familiares, un aumento de las convivencias,
de los hogares monoparentales y de personas que viven solas, un retraso significativo en la edad en
que se contrae matrimonio, un considerable crecimiento de los divorcios, tasas de natalidad
extremadamente bajas, y un tamaño de la familia en continua disminución, la que ha traído consigo
el envejecimiento de la población. Esto acarrea una menor atención al cuidado de los niños y de los
ancianos, y se malogra la convivencia.
El deterioro de la familia trae consigo el debilitamiento de las bases del crecimiento de la persona y
del desarrollo de la sociedad. Y la familia es tan fundamental en la vida de la sociedad, que el artículo
16 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos establece que “La familia es el elemento
natural y fundamental de la sociedad y tiene derecho a la protección de la sociedad y del Estado”.
Conciliar es una palabra inadecuada. Trabajo y familia no son dos mundos opuestos que deben
congeniarse. Por el contrario, son dos ámbitos fundamentales de la vida humana que deben darse
simultáneamente, integrarse, armonizarse. El trabajo en el hogar y fuera del hogar son dos esferas
del ser de la persona.
No podemos considerar al trabajo sólo como una fuente de sufrimiento y alienación, ni a la familia
sólo como lugar de consumo que es como una cárcel para la mujer. No basta, por un lado, con
preocuparse de mejorar la productividad de las empresas y de “liberar” a la mujer por otro.
Diversidad
La familia no es sólo un asunto femenino. Por el contrario, es lugar de armonía y felicidad cuando la
diferencia entre hombre y mujer se convierte en una oportunidad de enriquecimiento recíproco y
no en fuente de discriminaciones
Las políticas de la empresa deben servir para aumentar el beneficio para la familia que acarrea la
inserción de la mujer en el trabajo fuera del hogar. No puede haber detrimento de la calidad de la
vida intrafamiliar en sus dimensiones relacional y espiritual.
Complementariedad
Es bueno que una empresa favorezca el trabajo de las madres, pero también un hogar donde se
compartan las tareas de educación y cuidado de los hijos y ancianos.
Todo lo que pasa en la empresa influye sobre la familia y todo lo que ocurre en la familia influye
sobre la empresa. No se pueden separar los ámbitos, deben marchar juntos. Es preciso combinar
las exigencias de la vida familiar con las demandas de las organizaciones, y así se enaltecen trabajo
y familia.
“Ahondar en la verdad antropológica del hombre y la mujer, la igual dignidad y unidad de ambos,
la diferencia profundamente radicada entre el hombre y la mujer, y su vocación a la reciprocidad y
a la complementariedad, a la colaboración y a la comunión”.
Benedicto XVI
NOTA
"Mediante la concordia las cosas pequeñas crecen; mediante la desunión, las cosas más grandes se
derrumban".