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Ensayo:
Sin embargo, la brecha que existía entre la aplicación de estos principios como teoría y
como práctica, en la época helenística, es notoria. Esta es la razón de ser de el presente
ensayo. Lo que se pretende explicar, detallar y categorizar en las siguientes páginas es
esa brecha.
Para poder hacer este análisis y crítica a la democracia se ha hecho un estudio y análisis
de algunos textos y autores que contextualizan, ejemplifican, analizan e incluso critican
a la democracia en sus inicios. Entre ellos podemos encontrar a Robert Alain Dahl, a
David Held, George Sabine, Fernando Vallespín, Juan A. Roche Cárcel e incluso el
mismo Aristóteles.
Este trabajo no ha sido hecho de manera deliberada pues fue el trabajo de todo un
semestre de universidad, de la materia de Teoría Social y Política I. Se tuvo que hacer
una lectura analítica sobre la democracia, que es un concepto tan extenso. Y el fin de este
trabajo, no es hablar sobre la democracia en sí, sino que es exponer con ideas y con
argumentos sólidos porqué la democracia no es la misma cuando se habla de ella como
teoría y se la pone en práctica en la vida real.
Si hablamos de democracia, la definición etimológica de la palabra viene del
latín democratia y este del griego demokratía que significa: “gobierno popular”.
“Democracia” formado por dêmos “pueblo” y krateîn “gobernar”, de algún modo quiere
decir que la democracia es el poder que tiene el pueblo para gobernar. Otra de las
cuestiones que se desprenden a partir de la palabra democracia son la igualdad y la
participación. Pero ¿Igualdad y participación en qué sentido? Robert Alan Dahl, en su
libro “la democracia y sus críticos” nos recuerda que antes que la palabra “democracia”
fuera utilizada los atenienses ya se habían referido a un sistema de gobierno que se
caracterizaba por ciertas clases de igualdad y participación: “la igualdad de todos los
ciudadanos en cuanto a su derecho de hablar en la asamblea del gobierno (isogoría) y
la igualdad de leyes para todos (isonimia)” (Dahl, 1991, pag. 158). Entonces así fue
como durante el siglo V, desde Atenas, se extendió y fue aceptada la idea de que los
ciudadanos (el pueblo, demos) eran la única autoridad legítima, y comenzó a utilizarse la
palabra democracia para referirse a esta forma de gobierno donde el pueblo se
caracterizaba por tener cierto tipo de "igualdad y participación” dentro de la vida política
ateniense.
El gobierno de Atenas estaba constituido primero por las polis o las ciudades-estado, que
es lo que ahora podríamos denominar “ciudades”. Dentro de ellas debían existir los
“buenos hombres” o los ciudadanos de bien, que eran lo que R.A Dahl nos explica:
“hombres que deban desarrollar o ejercitar las virtudes y cualidades que los distinguen
de las bestias” (R.A Dahl, “La democracia y sus críticos, cit, p. 23). Estos hombres eran
hombres “virtuosos” porque desde su casa/familia tenían acceso a una buena educación
y esa educación estaba destinada a hacer de la política una forma de vida. Por eso la
educación era un pilar importante dentro de las primeras ciudades-estado pues, vivir
dentro de una significaba educarse y formarse como buenos ciudadanos que aspiren “al
bien de todos”.
Antes, las ciudades-estado habían estado gobernadas por distintas clases de líderes no
democráticos como los aristócratas, oligarcas, monarcas o los tiranos. Pero en Atenas las
ciudades-estado toman un nuevo camino. Se convierten en sistemas en los cuales una
buena cantidad de varones adultos libres tenían derecho a participar directamente en
calidad de ciudadanos en el gobierno. Estos eran a los que R.A Dahl se refería con
ciudadanos virtuosos. Se reunían periódicamente en “asambleas” para asegurar el bien
común y buscaban la conservación de su ciudad-estado.
Dentro de las asambleas había subdivisiones, existían, comités, y demás cuerpos que eran
los únicos aptos para ocupar esos cargos. Además, estos comités estaban al mando de una
sola persona. Es decir, que a pesar de que se decía que la participación ciudadana era
“directa”, podemos ver en la práctica que no era así del todo. Pero esta idea ya la
desarrollaremos más adelante.
Otra cosa que cabe destacar dentro de las ciudades-estado, es que los ciudadanos no
podían tener una vida, sin participación política. La vida era la política misma. Y no se
consideraba “ciudadano virtuoso” a una persona que no ejercía la participación política.
Hasta se podría decir que era mal visto dentro de aquella sociedad y se lo veía como un
mal ciudadano, todo lo contrario, a lo que era ser un buen ciudadano. En Atenas la política
estaba estrechamente ligada a la manera de vivir por lo que se podría asegurar que la
política estaba inmersa en todos los aspectos de la vida del ciudadano. Por eso era
importante hacer asambleas periódicas. Para que los ciudadanos no se desliguen de estas
prácticas políticas y así comenzó a formarse el germen de lo que ahora se conoce como
democracia.
R A Dahl, en el libro “la democracia y sus críticos” nos explica que el ciudadano era un
ser total y entregado a la ciudad-estado. Para él la Politeia o política constituía una
actividad natural, no separada del resto de las demás actividades de la vida. Lo que quiere
decirnos esto es que para el ciudadano griego la vida política y la participación dentro del
gobierno significaban su misma existencia; estas prácticas eran comunes en la vida
cotidiana de cualquier ciudadano greco, no se diferenciaban con las demás labores diarios.
Este ciudadano griego era el homo politicus, que se diferencia de las bestias. Un hombre
que dedica su vida a buscar el bien común en la polis; un hombre que participaba dentro
de las instituciones de la democracia ateniense.
Otra cosa que caracterizaba la democracia ateniense es que la vida pública y privada del
ciudadano se entremezclaban. En la comunidad política de las polis los ciudadanos tenían
derechos y obligaciones, pero estos derechos no eran atributos individuales sino más bien
públicos y las obligaciones no las imponía un estado dedicado a vigilar la vida privada de
todos los ciudadanos. Cada ciudadano tenía derecho a participar en las asambleas, por lo
tanto, tenía voz y voto en cada tipo de decisiones que se tomaban por y para la polis.
Por su parte, David Held, nos explica que, para los atenienses, existían dos criterios de
libertad: a) “el ser gobernado y gobernar por turno”, y b) el “vivir como se quiere”.
Respecto a la liberta de ser gobernado y gobernar por turno, Aristóteles no es explica que
el demos tenía la potestad para gobernar y también para elegir o sacar a sus gobernantes
cuando se tomaba la decisión por voto de la mayoría. Además nadie podía gobernar dos
veces. Pero, aunque el pueblo tenía lo posibilidad de gobernar, D. Held nos recuerda, que
se reconocía abiertamente que no todo el mundo tenía la habilidad para gobernar y dirigir;
Respecto a vivir como se quiere nos dice que esto era el mismo resultado de la libertad,
ya que solo los esclavos deben vivir como no quieren. Por eso la ley, no era vista como
una restricción, porque esto significa estar sujeto a la voluntad de otro hombre. La ley era
vista como un normal merecedora de respeto que se imponía a sí misma, era parte de la
vida común.
Aquí, Aristóteles describe uno de los varios tipos de democracia. Esta descripción es la
que más se asemeja a los ideales de la democracia griega, pues para esta forma de
gobierno todos son “iguales” ante la ley y con respecto a sus derechos. Por lo tanto,
quedaría explicito que todos deberían tener la misma cantidad de riqueza para que se
pueda hablar de igualdad en leyes y derechos.
David Held, nos explica que de acuerdo con los demócratas clásicos se podía hablar
también de la igualdad numérica. Que significaba un reparto equitativo del gobierno y
era posible debido a que la participación se remuneraba de tal forma que nadie se viera
afectado; todos los votos tenían el mismo peso y todos tenían las mismas oportunidades
de gobernar.
La virtud política era otro de los principios de la democracia y no significaba más que la
ardua dedicación entera que debía el ciudadano para con la ciudad-estado a la que le
pertenecía. Un ciudadano virtuoso era aquel que tenía una vida política activa y estaba en
constante participación dentro de las asambleas para buscar el bien común.
El ciudadano, como ya dijimos anteriormente, era un ser total, para quien la vida política
era parte de su vida natural. Un hombre virtuoso era aquel que dedicaba su vida a alcanzar
esa “virtud política”. Lo que quería decir que buscaba dedicarse periódicamente, a la
conservación de la ciudad-estado, a buscar el bien común de todos sus habitantes. Para el
ciudadano demócrata el Estado y el gobierno no representaban entidades lejanas a su
cotidianidad, más bien representaban una extensión armoniosa de la vida misma, escribe
R.A Dahl.
La felicidad del ciudadano estaba unida a la virtud (política) y la virtud a su vez, estaba
unida a la justicia y la justicia a la felicidad. La justicia, como ya dijimos, busca el bien
común por eso un buen ciudadano era aquel que aspiraba a encontrar el bien para la
comunidad. Los ciudadanos que perseguían sus intereses individuales no podían ser
buenos ciudadanos. Los buenos debían aspirar, en las cuestiones públicas a buscar el bien
común, debían empeñarse siempre en lograr el bien de la polis. Para buscar el bien común
de la polis se creaban instituciones y constituciones que detallaremos a continuación:
El primer órgano de las instituciones y constituciones de la democracia ateniense era
el ciudadano. Held nos dice que “los considerados ciudadanos eran atenienses varones
mayores de veinte años”, también nos explica que “la ciudadanía en su conjunto
constituía el órgano soberano fundamental en Atenas: la asamblea”. Esta asamblea se
reunía periódicamente en todo el año y a ella asistían 6000 ciudadanos o más. Todos los
grandes asuntos de la política ateniense eran resueltos en estas reuniones y se hacían por
medio de votaciones. Según la historia, los griegos fueron los inventores del proceso de
votaciones y lo hacían formalmente para poder tomar buenas decisiones ante posiciones
enfrentadas.
A pesar de que la asamblea constituía el órgano soberano fundamental, Held dice que
“era un órgano demasiado grande” como para redactar, agendar o hacer borradores a
cerca de todos los asuntos de legislación. Era imposible, también para la asamblea, ser
“el centro de recepción de las nuevas iniciativas o propuestas políticas” y para cubrir
estas demandas existía el “Consejo de los quinientos” que era el comité ejecutivo y de
gobierno de la asamblea, compuesto por los varones mayores de 30 años. Este a su vez
tenía la guía del “Comité “de los 50”, que se dice cambiaba mensualmente y estaba al
mandato de un presidente muy eficaz que duraba en aquel cargo un día.
Respecto a los tribunales, Held continúa explicando que “estaban organizados teniendo
en cuenta criterio similares a los de la asamblea” con grandes jurados populares que
contaban con la participación de 200 ciudadanos hasta 500; mientras que las funciones
ejecutivas estaban administradas por “magistrados” que eran cargos desempeñados
normalmente por un consejo de diez personas.
David Held también nos detalla, en cambio, otros problemas con respecto a los principios
de igualdad y participación: dentro la asamblea era reconocida la “posibilidad de grandes
diferencias de opinión y de enfrentamientos de intereses individuales” y para cubrir estos
problemas la democracia ateniense tenía un carácter exclusivista, pues como se pudo ver
en los anteriores párrafos, los comités y consejos estaban precedidos por un grupo
pequeño de personas o bien , por una sola. Estos consejos eran los encargados de formular
leyes, realizar ceremonias, festividades, administrar y demás asuntos políticos y cívicos;
además de controlar a todas aquellas personas que no podía desempeñar un papel político.
Aquí es donde encontramos una de las razones por las que no se puede hablar
verdaderamente de una democracia, porque no se podía decir que en la práctica todos
eran iguales (ante las leyes y los derechos) y todos participaban en la asamblea, pues no
todos podían desempeñar un papel político.
A estas dos razones, que son muy contundentes para decir que en la democracia no se
podía hablar de igualdad y participación, se suma otra: R. A Dahl nos dice que no se sabe
en qué medida el demos era representativo en su realidad. Porque, sin duda alguna los
lideres procuraban que sus partidarios concurriesen a las asambleas y pudo haberse dado
el caso que las reuniones fuesen entre ese grupo de adeptos, principalmente. Además, a
lo largo del siglo V estos grupos estaban compuestos por “coaliciones basadas en el
parentesco y la amistad”, así que es muy probable que no asistieran a las asambleas los
ciudadanos mas pobres y menos relacionados con los otros participantes.
Aristóteles, hablando sobre Apolonia una ciudad democrática, también dice que: “no
conviene afirmar de un modo absoluto, como algunos lo hacen, que la democracia
consiste en aquella manera de gobierno de la cual es señor el pueblo; porque también en
las oligarquías es la mayor parte la que tiene el señorío.
De manera que ni los libres, siendo pocos y señoreando a los no libres, que son los más,
o digamos al pueblo, como acontece en Apolonia. En esta ciudad, las honras y cargos
públicos estaban en poder de los más ilustres en linaje y de los que descendían de los
primeros pobladores, los cuales, en comparación con los otros, eran pocos.” (Aristoteles,
“La Política”, Libro IV, Cap III)
Todo esto nos quiere decir que, a pesar de que en teoría democrática se hablaba de
igualdad y participación del demos dentro de la vida política de la polis, en la práctica
todo era totalmente distinto. Pues gran parte de la población (la mayoría), que eran la
gente pobre, los esclavos, las mujeres y los extranjeros erradicados no tenían los mismos
derechos políticos que los otros representantes de la asamblea. Estos tenían que ser
varones pasados de cierta edad y además debían pertenecer o estar coalicionados con
familias “nobles” o “pudientes”. Aquí no solo se ve una diferenciación de clases, sino que
también se ve una diferenciación de género. Pues se hablaba de una cultura machista,
patriarcal y clasista en la que solo cierto número reducido de hombres tenían derechos
políticos y civiles. Así queda explicado porque en la democracia clásica ateniense era
imposible hablar en modo absoluto de igualdad y participación. Una cosa es escribirlo
como una teoría y otra aplicar esta a la realidad.
Respecto al sistema de votaciones y elecciones, que son prácticas que se han conservado
hasta la actualidad. Rosseau también se refirió a esto, pero hablando del pueblo inglés:
“El pueblo inglés piensa que es libre y se engaña; sin embargo, lo es solamente durante
la elección de los miembros del Parlamento; tan pronto como éstos son elegidos, vuelve
a ser esclavo, no es nada. El uso que hace de su libertad en los cortos momentos que la
disfruta es tal, que bien merece perderla.” (El Contrato Social Libro III, cap. XV). Según
la historia el sistema de votaciones comenzó a utilizarse en la Grecia clásica, como un
mecanismo formal dentro de la política para tomar decisiones que mostraban
enfrentamientos. Así se podía elegir entre distintas opciones, y el pueblo tenía que votar
por alguna de ellas; la que tenía mas votos eran las que se legitimaban.
Este mecanismo le hace creer al pueblo que está dotado de cierta “Libertad” para incidir
dentro de las decisiones políticas de su ciudad, sin embargo, una vez terminada la farsa
electoral todo vuelve a ser lo mismo y nada cambia. El poder sigue en las manos en las
que estaba, el pueblo sigue teniendo la menor participación dentro de la vida política de
su ciudad, y además sigue siendo explotado, sus derechos siguen siendo vulnerados y los
únicos que tienen derechos son los actores sociales de las clases más altas. Lo de las
votaciones, lo de la representación o supuesta igualdad, libertad y participación no hizo
nada por cambiar o corregir el sistema patriarcal, clasista y opresor que se manejaba en
los inicios de la democracia. Tampoco lo ha cambiado en la actualidad. Estas últimas
razones expuestas podrían decirse que son las razones generales y principales para poder
afirmar que siempre existió y sigue existiendo una brecha entre la democracia como teoría
y la democracia como práctica.
A manera de concluir este ensayo cabe destacar que según George Sabine en Grecia
empezó a diferenciarse la política de la religión, y la filosofía o la ciencia comenzaron a
diferenciarse del mito.
La mayor parte de los ideales políticos modernos como, por ejemplo, la justicia, la
libertad, la participación e incluso la misma democracia comenzaron con la reflexión de
los pensadores griegos sobre las instituciones de la ciudad-estado. En estas primeras
reflexiones sobre la política se hablaba y se sigue hablando de la igualdad, de la
participación y de los derechos del pueblo. Sin embargo, tanto en esa época como ahora,
se ve que el pueblo sigue siendo vulnerado, con respecto a sus derechos, y no significa
nada.
Nos hablaron y nos siguen hablando de la democracia como aquel sistema de gobierno
en el que el pueblo es el total soberano de un Estado. Sin embargo, basta con salir un poco
a las calles y ver quien en realidad es el soberano.
Las clases más altas son los poderes dominantes que hacen y deshacen con el pueblo y
con los Estados lo que quieren. Al pueblo le engañan, haciéndole creer que tiene libertad
de elección en los procesos de votación; le engañan haciéndole creer que tiene
participación importante dentro de la vida política de un Estado. Y en la realidad las
decisiones las toman entre ciertos grupos de poder. El pueblo sigue siendo explotado y
todos sus derechos siguen siendo vulnerados. Más que nada, a pesar de que nos hablen
de democracia, si analizamos y criticamos un poco más la realidad podemos darnos
cuenta de que, después de algunas elecciones o votaciones nada cambia y el poder sigue
quedándose en las manos en las que estaba: en el de las clases dominantes que oprimen a
las clases más bajas.
Al final eso de la “participación del pueblo” se queda solo en un discurso, que ya está
caduco. Pues las nuevas generaciones, tenemos las posibilidades de ya no dejarnos
engañar, porque sabemos lo que ha sucedido, sabemos los mecanismos que usan para
engañarnos y creemos que es hora de revolucionar y poner de cabeza a todas estas
instituciones y formas de gobiernos antiguos y caducos, que no representan en ningún
ámbito al pueblo.
BIBLIOGRAFÍA
“La democracia y sus críticos” de Robert Alain Dahl. (Cap. 1)
“Modelos de Democracia” de David Held. (Cap. 1)
“La Política” de Aristóteles (Libro IV, Cap. II)
“La frágil construcción de la democracia en la Grecia Antigua y la búsqueda
del orden en la teoría democrática moderna y contemporánea” de Juan A.
Roche Cárcel en la revista RES PÚBLICA.
“El Contrato Social” de Jean Jacques Rosseau (Libro III, Cap. IV y XV)
“Historia de la teoría política I” de Fernando Vallespín (Cap. 1)
“Historia de la teoría política” de George Sabine (Primer apartado: “La Teoría
de la Ciudad-Estado”)