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historia, Celeste es incluida en la categoría de los marsupiales. Tras este envío, Alice y
Guy redactan sus cartas del 20 de agosto de 1971, con las que se abre el comienzo
oficial de la marsupiología. Debord termina su carta del 25 de agosto a Sanguinetti con
una alusión a Connie y Celeste: «Saludos afectuosos a ti y a las “ragazzine che te la
danno”», es decir, según la nota redactada por los editores de la Correspondencia: «Las
“chiquillas que te dan (primero las buenas noches y después la mano)”, como en la
canción Porta romana». En cuanto a Alice, ella expresa su deseo de conocer cuanto
antes a Celeste: «cuando estés cansado de teorizar que nada te impida escribirme una
carta. Si crees que Celeste también podría hacerlo, sea, pero te equivocas al pensar que
una carta exprés sea tan larga como para llegarme. ¡Ah!, ¡el Correo de mis tiempos –y
las chiquillas, entonces! Tuya, con cariño».
Entre tanto estalla el affaire Riesel, el cual, lejos de poner fin a la teoría de los
marsupiales le da, por el contrario, más amplitud, como si la irrupción de Celeste
tuviera el poder de atenuar la herida infligida a Guy y Alice por las cartas de René y
Joëlle. Pero la aventura se complica rápidamente porque los padres de la joven italiana,
que es menor, intervienen amenazando a Sanguinetti de actuaciones judiciales y a la
joven de un nuevo encerramiento. Por su lado, Guy y Alice han recibido fotografías de
Celeste que les han encantado. Alice escribe el 19 de septiembre de 1971 a Gianfranco:
«Celeste es hermosa. Debe tener una bella voz. En una de las fotos (hablando por
teléfono) le encuentro un no sé qué de asiática (¡siempre mi lado narcisista!). Está
pletórica. Yo desconfío siempre mucho de las “mujeres” que han inspirado a los
surrealistas. Nadja era una excepción, sin lugar a dudas –en todo caso Bretón– y todavía
el final del libro es lo suficientemente decepcionante y revelador respecto a lo que los
surrealistas buscaban y encontraban en “la belleza”, “la mujer”, “la poesía”, fuera
incluso de sus propios devenires, de ahí el peligro del estereotipo».
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En su carta del 21 de enero de 1972, Sanguinetti precisa: «Su amor napolitano es un lumpen muy
simpático que vale seguramente más que 12 japoneses; pero su relación con él es a menudo insoportable
para ellos y para quienes les observan: cada cual está mejor por separado que junto al otro: he aquí un
siniestro signo».
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en que el mundo exterior da forma a su Yo. Ellos no quieren nunca perderse la riqueza
del mundo y por eso prefieren perderse a sí mismos».
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Carta inédita de Debord a Celeste del 28 de octubre de 1971, fondos Sanguinetti, vol.4. Guy añade un
post-scriptum a mano: «Te escribo esta carta a máquina porque mi escritura es ilegible para quien no está
acostumbrado a ella. Espero que me respondas pronto: puedes contarme lo que sea».
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aunque sea una frase aunque sea en verdadero toscano, te diría: cuando en Florencia
“Sardanápalo no había mostrado aún todo lo que podía hacer en una habitación”, la
ciudad no estaba tan bella como hoy contigo»4. En cuanto a Alice, le hace a Celeste un
regalo al acabar el año con una carta cuya escritura manuscrita imita la de las «niñas
modélicas» del siglo XIX, que dominaban la caligrafía de trazos finos y gruesos:
«Celeste querida, recibirás mi carta en el 72. ¿No comienza bien el año pues? Deseamos
siempre algo en tales ocasiones, yo deseo por eso que me ames, que obtengas un
pasaporte lo más rápido posible, que desembarques en París sin olvidar tu bella voz ni
tu noble nariz, que me encuentres por azar en la estación o el aeropuerto, que me
reconozcas rápidamente, antes de que cualquier otro lo haga, y dejarte después conducir
donde yo quisiera, que no te sorprendieras si hablo francés pues es para ocultar mis
dudosos y lejanos orígenes. […] Cuando vengas el tiempo se dilatará y no nos
separaremos más, ni siquiera para dormir y jugaremos a beber, a fumar, a comer y a
pasear. Tú cantarás y nos veremos amando».
Las relaciones de Celeste y la horda toman rápidamente otro cariz. Por una parte,
la jovencita no pudo ir a Paris5, por otra parte su familia trata de poner término a los
bandazos de su conducta. Sanguinetti no encuentra otra solución para conservar el
marsupial que casarse con él: «Creo que me voy a casar pronto. Es inútil deciros que
será con Celeste, desde luego». Si añadimos a la complejidad de los acontecimientos las
propias mentiras de Celeste6, la situación aparece confusa. Gianfranco, más enamorado
que nunca, trata de salvar a la joven. Escribe a los Debord que en caso de boda ellos
serán «los testigos de honor».
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responde vía Gianfranco: «La esperamos [a Celeste] con la impaciencia que te
imaginas». Debord agrega algunos días más tarde: «Estamos felices de que Celeste esté
libre. ¿Cuándo nos la mandas para acá?».