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Aprendiendo el Evangelio – el Evangelio paso a paso – Capitulo 4
Publicado el 11/05/2015
En el capítulo anterior aprendimos que JESÚS (cuyo nombre significa: Dios
Salva) vino a salvar del poder del pecado (la esclavitud del pecado) y a salvar de la
consecuencia del pecado (la justa ira de Dios – condenación eterna).
Romanos 3:1012 Como está escrito: No hay justo, ni aun uno; No hay quien
entienda, No hay quien busque a Dios. Todos se desviaron, a una se hicieron
inútiles; No hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno.
Romanos 3:23 por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios.
La Universalidad del pecado: El texto es enfático: “todos pecaron”, tanto la
humanidad pasada, presente y futura lleva sobre sí la maldición del pecado, pues
nadie es inmune a él, ni puede escapar de él por sus propias fuerzas.
Romanos 5:12 Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por
el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por
cuantotodos pecaron.
El término griego que se utiliza en el Nuevo Testamento para pecado es “jamartia”
y significa literalmente “errar al blanco”. Aunque en mayor medida el Nuevo
Testamento no se refiere a él como la mera acción (errar) sino como el principio o
fuente de la acción, o un elemento interno productor de acciones (el pecado que
mora en mí y que me hace errar).
El pecado puede ser voluntario por acción u omisión, involuntario por ignorancia,
puede referirse al estado o condición del ser humano o del mundo, la acción de un
acto específico o a una práctica continua.
A veces se le llama directamente pecado, pero también se lo designa con una
infinidad de sinónimos y acepciones según la ocasión, como los siguientes:
iniquidad, maldad, distorsión o ausencia de valor moral, ofensa, falsedad, engaño,
daño, extravío, transgresión, rebelión. También equivale a errar el camino,
resbalar, transgredir, torcer la senda, desviarse de la verdad, quebrantar las leyes
de Dios, etc. Sea cual fuese la acepción que elijamos de este vocablo, lo que queda
claro en las Escrituras es que nadie está libre de pecado
1 Juan 1:8 Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos,
y la verdad no está en nosotros.
Una cosa debemos tener bien presente, no es la cantidad de pecado lo que nos
conduce a la condenación eterna, sencillamente es el pecado. Nadie puede
justificarse delante de Dios diciendo “yo no tengo porqué irme al infierno pues no
soy un gran pecador”. No son los grandes pecadores los que irán al infierno, son
sencillamente los pecadores no arrepentidos lo que tendrán tal destino. Del
mismo modo, así como la cantidad de pecados no nos justifican ante Dios, la
abundancia de ellos tampoco nos impide recibir la salvación de Dios. Nadie puede
decir: “soy tan gran pecador que es imposible que Dios pueda perdonarme”.
“En el nombre del Señor de vida, puedo asegurarle que, no importando cuán
pecador usted haya sido, recibirá misericordia y salvación si se vuelve a Cristo.
Cristo ha hecho todo lo necesario y la promesa de Dios es gratuita, completa y
eterna. Usted puede tener vida si solo se vuelve, pero recuerde lo que las
Escrituras significan cuando hablan de “volverse”. Esto no es como reparar la
vieja casa; más bien, es como derrumbarla y edificar una nueva sobre Cristo Jesús
el único cimiento firme. No es un asunto de efectuar algunos cuantos cambios
morales en su vida, más bien es un asunto de hacer morir su naturaleza
pecaminosa y vivir una vida de obediencia al Espíritu Santo. No es un asunto de
honorabilidad y religiosidad, sino que significa, un cambio de dueño y del
propósito y dirección entera de su vida. Significa volver su rostro hacia la
dirección opuesta en la que usted estaba caminando, y dedicarse a Dios con todo
su ser. Este es el cambio que usted tiene que hacer si quiere recibir la vida eterna.”
(Richard Baxter – Una invitación a vivir)
El pecado: supremo problema de la humanidad.
Tito 3:3 Porque nosotros también éramos en otro tiempo insensatos,
rebeldes, extraviados, esclavos de concupiscencias y deleites diversos, viviendo en
malicia y envidia, aborrecibles, y aborreciéndonos unos a otros.
“Todo pecado viene del perverso deseo de ponerse a sí mismo en el lugar de Dios
—ser el centro y la medida de todas las cosas y “conocer” por sí mismo lo que es
bueno y lo que es malo. De acuerdo a Tito 3:37, los hombres en su estado natural
son “insensatos, rebeldes, extraviados, esclavos de concupiscencias y deleites
diversos.” Sus vidas están caracterizadas por “malicia, envidia y odio”. Lejos de
reconocer esta condición, los hombres perdidos se imaginan ser “básicamente
buenos”, a menos que Dios en su misericordia les revele la verdadera condición de
sus corazones ennegrecidos. El pecado es el supremo y único problema de la
humanidad.Es mi supremo y único problema y es tu supremo y único problema…
Puedes dejar de hacer un pecado, pero otro pecado inmediatamente tomará su
lugar, a menudo el pecado del orgullo o auto justificación de imaginarte que tú
mismo has hecho una gran cosa en reformarte ” (Charles Leiter: Justificación y
Regeneración)
El hombre no tiene poder ni control sobre el pecado, es el pecado quien le domina
despóticamente. Nadie puede imaginarse hasta donde lo arrastrará un pecado que
al principio parece inofensivo; cuando le das la mano al pecado inmediatamente
te pondrá una cadena imposible de romper.
Juan 8:34 Jesús les respondió: De cierto, de cierto os digo, que todo aquel que
hace pecado, esclavo es del pecado.
El problema interno del pecado
El corazón humano sin Cristo es perverso, el hombre es malo desde su nacimiento
y no puede culpar de ello a lo que le rodea, ni a sus circunstancias, ni a la sociedad
o a su educación. Jesús enseñó que el mal sale de dentro, de nuestro corazón, de
nuestra propia naturaleza caída:
Marcos 7:2023 Pero decía, que lo que del hombre sale, eso contamina al
hombre. Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen los malos
pensamientos, los adulterios, las fornicaciones, los homicidios, los hurtos, las
avaricias, las maldades, el engaño, la lascivia, la envidia, la maledicencia, la
soberbia, la insensatez. Todas estas maldades de dentro salen, y contaminan al
hombre.
«Oh, Dios, toma mi corazón, porque no puedo dártelo; y cuando lo tengas,
guárdalo, porque no puedo guardarlo para ti; y sálvame a pesar de mí mismo»
(oración de Fénelon, citada en el libro: la oración que prevalece, D. L. Moody)
El humanismo trata de demostrar que el hombre no es malo en sí mismo y
justifica sus malas acciones culpando a las causas externas. Algunos afirman que
el hombre no es bueno ni malo, que la persona es el resultado de lo que le rodea e
influye; que esto le exonera de la culpa y del merecido castigo. Lamentablemente
esta enseñanza se ha infiltrado en algunas congregaciones donde se pretende
mostrar el corazón humano como algo esencialmente bueno, y se motiva a las
personas a sacar lo mejor de sí. Pero no nos llama Dios a sacar lo “mejor de
nosotros” sino a “despojarnos de nosotros mismos”.
Efesios 4:22 En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre,
que está viciado conforme a los deseos engañosos,
Jeremías 17:9 Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién
lo conocerá?
Los predicadores “humanistas” afirman que el corazón del hombre está lastimado
por las dificultades de la vida, y que debe venir a Cristo para ser sanado. Aunque a
simple vista estas enseñanzas parecen honestas, esconden en sí un peligroso
veneno; pues las enseñanzas filosóficas, metafísicas, psicológicas y humanistas
hacen quedar al hombre como víctima y no como culpable. Pero JESÚS no vino a
salvar a justos (víctimas) sino a pecadores (culpables).
Lucas 5:3132 Respondiendo Jesús, les dijo: Los que están sanos no tienen
necesidad de médico, sino los enfermos. No he venido a llamar a justos, sino a
pecadores al arrepentimiento.
A una víctima no se le llama al arrepentimiento, a un culpable sí. Cuando tú
predicas ¿haces ver a los hombres como víctimas de un corazón lastimado, o
como culpables del pecado de un corazón corrompido? Si los hombres no llegan a
reconocer que están totalmente perdidos, jamás reconocerán tampoco que
necesitan un Salvador.
“No fuimos llamados para anunciar la filosofía y la metafísica sino el sencillo
evangelio. La caída del hombre, su necesidad de un nacimiento nuevo, el perdón
por medio de una propiciación, y la salvación como resultado de la fe, estos son
nuestro caballo de batalla y nuestras armas de guerra. Tendremos bastante que
hacer si aprendemos y enseñamos estas grandes verdades, y maldita sea la
ilustración que propenda a distraernos de nuestra misión, y aquella ignorancia
que nos impida seguirla.” (Charles Spurgeon – Discursos a mis estudiantes)
¿Qué evangelio anunciamos?