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Levín, Florencia (2013).

Humor político en tiempos de represión, Clarín


1976–1983, buenos aires: siglo XXi, 320 páginas
por Valeria Segovia
Universidad Nacional de General Sarmiento
vsegovia85@gmail.com

En los bltimos tiempos en Argentina se han militar en diciembre de 1983. Si bien el libro
publicado diversos trabajos de investigación se centra exclusivamente en el régimen militar,
sobre la bltima dictadura militar que ponen la autora hace un recorte temporal anterior.
el acento en intentar comprender cómo fue la El libro se compone de seis capítulos donde
sociedad donde el terrorismo de Estado tuvo se realiza un recorrido desde distintos recortes
lugar. Es aquí donde podemos ubicar el libro y preocupaciones de la Historia argentina
de Florencia Levín Humor político en tiempos reciente siguiendo un orden cronológico con
de represión, Clarín 1973–1983, reelaboración una alteración en los capítulos 3 y 4 donde se
de su tesis de doctorado, cuyo objetivo central da un corte temático.
de este trabajo es mostrar el rol y funciona- En el primero de ellos se presenta el proceso
miento de la prensa. En el mencionado libro de nacionalización de los espacios de humor
se pretende explorar el entramado simbólico del diario Clarín en el contexto de la transi-
construido en el espacio de humor del diario ción que llevó al peronismo por tercera vez
Clarín y además se propone refexionar sobre al gobierno. El capítulo titulado «Humor
cómo fue posible que circulara el horror a y politización» realiza una presentación del
través del espacio de humor del periódico. diario y de cada uno de los humoristas que
Florencia Levín se preocupa por el rol de la publicaron en sus páginas, haciendo hincapié
prensa en dictadura, y analiza una sección de en los detalles biográf -
diarios que no había sido tomada en cuenta rrer este primer capítulo también nos encon-
por los Historiadores hasta el momento, como tramos con el análisis de las implicancias del
es la humorística. El recorrido del libro se basa proceso de nacionalización del humor gráfco
en el análisis de diversas viñetas y cartoons a través de las viñetas, así como también de la
publicadas tanto en la contratapa del diario agitada realidad social a través de las imágenes.
como dentro del cuerpo principal acompa- A través de la nacionalización de la sección
ñando a las diferentes noticias que formaban se da una revalorización de la importancia
parte del diario. Las fuentes que conforman su del humor. Clarín comienza a construir una
investigación son más de 15000 misceláneas comunidad simbólica que logrará facilitar los
que fueron digitalizadas, analizadas y categori- vínculos entre lectores y humoristas. Finali-
zadas por la autora. El período de análisis que zando este primer capítulo la autora plantea
propone Levín es desde el retorno del pero- que a partir del proceso de nacionalización
nismo en 1973 hasta la conclusión del régimen del humor gráfico, los nuevos escenarios,

Clío & Asociados. 2014 (18-19) ISSN 0328-820X, pp. 483-485. Universidad Nacional del Litoral, Universidad Nacional de La Plata| 483
confictos y personajes habilitaron nuevos En el capítulo siguiente «Sobre el miedo y el
juegos, vínculos y complicidades entre los terror» se analizan en profundidad las represen-
humoristas y los lectores de Clarín. taciones sobre la dimensión terrorista y clan-
En el segundo capítulo titulado «Último destina del poder desaparecedor y vuelve tomar
acto» se analiza la participación del humor el período previo a 1976. Aquí se propone una
gráfco y del diario Clarín en el clima golpista mirada de largo plazo que une el accionar de
que llevó al 24 de Marzo. Este clima estuvo la riple A con el desarrollo del conficto de
auspiciado por dos aspectos fundamentales, la Malvinas. Se estudia la participación de los
débil presidencia de María Estela Martínez de humoristas y de Clarín en el combate simbó-
Perón y el apoyo de un discurso avalador de lico por la semantización de las prácticas que
la intervención militar. Aquí Florencia Levín convergieron poco antes del Golpe de Estado
realiza un análisis minucioso de las estrategias en el consenso sobre la necesidad de «aniqui-
humorísticas en el marco de la gran acele- lamiento» del «enemigo subversivo» (Levín,
ración de las prácticas y los discursos de la 2013:28)
censura y la represión. Por un lado, las carica- El antebltimo capítulo titulado «El humor y
turas de Landrb mostraban cómo de manera la guerra» se centra exclusivamente en el análisis
vertiginosa se descomponía el gobierno pero- de la Guerra de Malvinas. Aquí se reconstruye
nista. Este humorista de manera ingenioso el entramado de la crónica bélica ofrecida a los
hacía referencia a la f lectores de Clarín a través de los espacios de
pero de manera indirecta dado que estaba humor. A partir de las imágenes en este período
prohibido, la manera de hacerlo era hablando ya se puede ir visualizando el balance de los
de otra cosa, caricaturizando a otros personajes militares en el marco de la derrota bélica, así
sin retratarla y sin ni siquiera nombrarla. Por también los primeros trabajos colectivos de
otro lado, y en lo que ref construcción social sobre el pasado a los que
en la contratapa, Crist y Fontanorrosa se no fueron ajenos los humoristas del diario.
mostraron atemorizados por lo que vendría Por bltimo, en el sexto capítulo llamado «El
después, pensando que sería mucho peor que humor en tránsito» se explora la construcción
lo que estaba aconteciendo segbn señala Levín. de nuevos sentidos sobre lo que comienza a
En el tercer capítulo llamado «El humor ser el pasado, así como de una nueva iden-
reprimido» la autora realiza un recorrido más tidad política democrática y antimilitar
largo a diferencia de los demás capítulos el cual (Levín, 2013:29) El nombre de este capítulo
abarca desde el golpe de Estado hasta el esta- justamente se debe a que se explora una etapa
llido de la guerra de Malvinas. Aquí se analizan de transición. Con la guerra de Malvinas se
las secciones de humor del diario en relación terminó de desvanecer el poder de los mili-
con la dimensión político–institucional del tares y trajo como consecuencia el advimiento
régimen. Al mismo tiempo la autora explora de la democracia. Al f
las complejas estrategias del humor para sobre- propone al lector una serie de viñetas que son
vivir a la censura y el análisis de las relaciones las utilizadas en el cuerpo del análisis del libro
de los humoristas con el poder militar. de modo secuencial y cronológico.

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Un aporte signifcativo que nos ofrece el para rastrear las representaciones que circu-
libro de Florencia Levín se relaciona con el laban y eran consumidas en el espacio pbblico.
uso del humor gráf Gracias al arduo trabajo desarrollado en
Esto es de suma importancia dado que nos esta investigación, el humor se convierte en
permite tomar a las viñetas y cartoons no como una herramienta importante que habilita
meras ilustraciones y ejemplos de procesos no sólo nuevos interrogantes sino que nos
históricos sino por el contrario, como fuentes permite seguir pensando sobre cómo fue
para el abordaje y la enseñanza de la Historia posible el horror. Sin lugar a dudas es un libro
Reciente. De esta manera podemos pensar a que nos invita a la refexión y análisis de la
las imágenes como elementos fundamentales Historia Reciente Argentina.

Levín, Florencia (2013). Humor político en tiempos... Valeria Segovia | 485


Año II, No. 3, Primavera 2013 ISSN: 2314-1204

Comentario bibliográfico
Levín, Florencia: Humor político en tiempos de
represión. Clarín, 1973-1983, Buenos Aires, Siglo
XXI, 2013.
Julián Delgado
Universidad de Buenos Aires/EHESS
julian_d7@hotmail.com

U na imagen vale más que mil palabras, sugiere el dicho popular. Y aunque la
sentencia no siempre se revela cierta, es posible admitir que las imágenes sue-
len poseer una especial capacidad de síntesis. En Humor político en tiempos de
represión Florencia Levín elige un objeto de estudio original e intrigante: las viñetas de humor po-
lítico publicadas por el diario Clarín entre 1973 y 1983. El ambicioso objetivo es intentar recons-
truir a través de estos pequeños cuadros los procesos colectivos de subjetivación de la experiencia
histórica. ¿“Cómo fue que el crimen de la desaparición forzada fue posible para sus contemporá-
neos que nos lo legaron en herencia”?, se pregunta la autora en la “Introducción” (p. 16). La inves-
tigación sobre el pasado reciente argentino aparece así como una (imperiosa) tarea del presente,
un esfuerzo por “reconstruir el entramado en el que fue posible el crimen que nos determina
como sujeto colectivo” (p. 15).

A partir de la “nacionalización” de la sección de humor del diario Clarín, el 7 de marzo de


1973, las caricaturas (cartoons) y las tiras cómicas de los dibujantes argentinos se integraron a la
cotidianeidad de la sociedad argentina, aportando una lectura singular sobre los eventos y proce-

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sos históricos centrales del momento. Partiendo de un exhaustivo relevamiento, el estudio de Le-
vín ofrece un análisis de las distintas modalidades, estrategias y contenidos de ese humor gráfico
que, “a pesar de ofrecer una perspectiva oblicua, distorsionada y constitutivamente ambigua, po-
see la ventaja de la minucia cotidiana de la materia prima” (p. 299) y permite indagar aquel agita-
do tiempo histórico desde su “contratapa”. La hipótesis principal es que las viñetas “fueron tanto
espejo de los procesos colectivos de construcción de sentidos sociales como también participantes
activas en la construcción y difusión de esos significados” (p. 299). En ella radican tanto la mayor
fuerza como la mayor debilidad de Humor político en tiempos de represión. Porque los resultados con-
firman al espacio de humor, por lo general subestimado y considerado pasivo, como un verdadero
laboratorio en el cual los humoristas (y a través de ellos su tan difuso como potencialmente pode -
roso universo de lectores) intervinieron, interpretaron y resignificaron la realidad social en su
transcurrir diario. Sin embargo, acaso resulte demasiado arriesgado desprender de esta constata-
ción conclusiones generales sobre los complejos procesos a través de los cuáles la sociedad argen -
tina aprendió a (con)vivir con el horror desaparecedor.

El libro se estructura en seis capítulos que mantienen un orden cronológico, más una intro-
ducción y una conclusión. Si se sigue la invitación de la autora, la lectura comienza por una
cuantiosa selección de viñetas ubicadas al final de cada capítulo. La propuesta apunta a “ser res-
petuosa de la ‘dignidad histórica’ de las imágenes y de sus sentidos originales” (p. 29). Luego, cada
apartado comienza con un breve pero necesario relato histórico contextual que abre paso a un
análisis de los temas y problemas fundamentales planteados por el humor gráfico en cada etapa —
la vuelta de la democracia y la tercera presidencia de Perón, la caída del gobierno democrático, la
última dictadura militar, la Guerra de Malvinas y el proceso transicional de 1982-1983. Si la perio-
dización histórica es necesaria en términos expositivos, la mayor riqueza del trabajo se encuentra
no obstante en su visión de conjunto sobre el humor político en el diario Clarín. Es que, como la
propia autora advierte, por detrás del análisis coyuntural de cada apartado es posible identificar
una serie de perspectivas y preocupaciones comunes que atañen tanto al humor gráfico entendi-
do como un objeto de estudio en sí como a la investigación sobre la historia reciente.

El principal desafío de Levín consiste en reconstruir los sentidos cómicos y políticos de esas

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huellas del pasado. Sentidos que son siempre coyunturales pero que al mismo tiempo responden a
configuraciones discursivas e ideológicas de más largo aliento. El suyo es un “estudio a lo largo del
tiempo de una enorme cantidad de pequeñísimos y complejos actos de significación, constitutiva-
mente polisémicos y cuyos efectos están sobredeterminados” (p. 303). Ello supone comprender el
humor gráfico como un tipo particular de discurso social que combina la palabra escrita con el di -
bujo. Para recuperar la semanticidad de cada cuadro no sólo basta con vincularlo a un episodio, ni
con explicar lo que las palabras dicen, sino que es preciso atender a cada uno de los elementos
presentes en busca de un efecto humorístico que siempre “propone deliberadamente más sentidos
de los que literalmente enuncia” y “adviene como producto de una ruptura de sentido que instala
de modo sorpresivo un orden inesperado” (p. 21).

Se torna imperioso pues intentar delimitar los marcos de un objeto de estudio por defini-
ción difuso y esquivo. De ello se ocupa el primer capítulo que, bajo el título “Humor y
politización”, examina el surgimiento del espacio humorístico en el contexto de la “primavera
camporista” y el retorno de Juan Domingo Perón al país y a la presidencia. El 7 de marzo de 1973
el diario Clarín, por entonces el matutino de mayor circulación nacional (sólo superado por la edi-
ción vespertina de La Razón), estrenó una nueva contratapa de humor con preeminencia de auto-
res argentinos. Se trataba de la auto-apodada “patota”: Caloi, Bróccoli, Crist y Fontanarrosa, un
grupo de amigos con vínculos de trabajo pero por sobre todo con “una serie de ideas y valores po-
líticos e ideológicos comprometidos de modo amplio con la izquierda peronista” (p. 36). Con su in-
corporación se terminaba de plasmar una transformación que había comenzado poco tiempo an-
tes, cuando en marzo de 1972 el diario había contratado como dibujante editorialista al reconoci-
do humorista Landrú (Juan Carlos Colombres). En contraste con la “patota”, Landrú mantenía una
línea temática, estética e ideológica netamente conservadora. Pero a diferencia de Dobal —el pri-
mer dibujante argentino en incorporarse a Clarín, en 1958—, su humor irónico y mordaz no ex-
cluía a ningún sector político. Así, su aporte resultaría fundamental para el cambio sustancial
acaecido: de los mensajes descontextualizados y estandarizados de las tiras extranjeras se pasó a
un tipo de mensaje que no sólo ofrecía “una reinterpretación en clave humorística de las noticias
informadas sino también una mirada del mundo relativamente autónoma” (p. 32).

La resignificación del espacio humorístico supuso además la de la figura del autor, en su re-

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lación con los lectores y con la línea editorial del diario. En efecto, la especificidad de los humoris -
tas gráficos estaba en su forma de operar en la realidad a través de una escena imaginaria, produ-
ciendo sentidos y comentarios singulares sobre los procesos sociales y tensionando, al menos en
ciertas ocasiones, la postura oficial del medio de comunicación del que participaban. La nueva
contratapa hacía su aparición en el contexto de profunda politización y movilización popular ge-
nerado por el final de la dictadura militar y el inminente regreso del líder político por largo tiem-
po exiliado. El estudio de Levín enseña cómo mientras las páginas centrales de Clarín se mante-
nían en una total indiferencia (por entonces el periódico cultivaba una defensa extrema del desa-
rrollismo económico y se postulaba como un espacio de opinión ajeno a los asuntos políticos), “los
espacios de humor del diario revelaron a los lectores (…) imágenes del clima de efervescencia y se
ofrecieron asimismo como espacios de crítica y reflexión sobre la política y su esencia” (p. 52).

Esta “prolífica polifonía” inicial se vería no obstante rápidamente coartada. Así lo demues-
tra el segundo capítulo, que se concentra en el creciente clima represivo y violento que conduciría
al “Último acto” del gobierno democrático. En largos pasajes, Levín reconstruye las sagaces inter -
venciones de Landrú que, en consonancia con la línea editorial del diario, contribuyeron a cons-
truir una imagen de la democracia como una herramienta incapaz de solucionar los problemas
centrales del momento. Frente a la posición hegemónica del dibujante editorialista del diario, el
relevamiento de las fuentes muestra a los demás humoristas en un notable silencio —apenas inte-
rrumpido por algunas viñetas dispersas de Crist y Fontanarrosa en las que se insinuaba una visión
crítica sobre el inminente golpe de Estado—.

El mutismo de los dibujantes de la contratapa se proyecta entonces como una de las grandes
incógnitas del trabajo, particularmente en tanto parece poner en entredicho la creciente insisten-
cia de Levín en descubrir los espacios en donde el humor (y a través suyo la sociedad) “susurraba
sentidos que violentaban y desafiaban la orientación oficial del diario” (p. 94). Esto se hace evi-
dente en los siguientes dos capítulos, dedicados a estudiar el espacio de las viñetas durante la dic -
tadura militar —desde sus comienzos hasta el estallido de la guerra de Malvinas—. El primero de
ellos, “El humor reprimido”, se ocupa de las vinculaciones entre el humor gráfico y la dimensión
político-institucional del régimen castrense y comprueba la profundización de tendencias previas:

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al tiempo que terminaban de transformar el contenido, volviéndolo más costumbrista, los humo-
ristas asumieron estrategias aún más cautelosas. “Las representaciones políticas se retiraron pru-
dentemente, los sentidos se volvieron evasivos, ambiguos, inestables” (p. 107) y el humor político
como tal, concluye la autora, ocupó un espacio sumamente limitado.

Una vez más fue Landrú quien, dadas sus inclinaciones ideológicas, pudo incluir en su hu -
mor comentarios abiertamente políticos. Pocas dudas restan a esta altura de que este dibujante,
capaz de declarar que “el chiste es sano” (p. 115) en el marco de una dictadura dispuesta a realizar
una operación de “cirugía mayor” sobre la sociedad argentina, es el personaje central del libro. En
ese sentido, Levín no duda en señalar sus aportes a la construcción de una continuidad y una nor-
malidad —que fue también la de un olvido y un borramiento— favorables al gobierno de facto, sin
dejar de remarcar por ello las distintas formas en que “la realidad política desbordó su trabajo
contaminando la pretendida neutralidad de su obra” (p. 109). En contraste, las posibilidades enun-
ciativas de los demás historietistas, quizás más dispuestos a expresar un disenso, se revelan neta-
mente reducidas. Quizás por ello llame tanto la atención la forma en que la autora se obstina en
hallar evidencias de lo que denomina “contradiscursos en la trastienda”. A pesar de que su estu-
dio revela una notable pasividad por parte de los humoristas, Levín insiste en que “pese a todo,
existieron resquicios por los cuales se colaron sentidos cuando menos autónomos, no sujetos al
discurso vertical del poder” ni al “corsé institucional del diario Clarín” (p. 107). En consecuencia,
el libro termina por incluir una larga serie de argumentaciones matizadas, que se alejan de la in-
terpretación de los datos recopilados y se acercan peligrosamente a la justificación. Baste con un
ejemplo entre varios posibles: “luego de un mutismo político absoluto [durante el primer momen-
to de la dictadura], es posible advertir en sus obras algunas reflexiones, cuestionamientos o críti-
cas al gobierno que, aunque realizadas en un registro indirecto y en un tono cauteloso, lograron exhi-
bir algunas ráfagas de oposición” (p. 134, el subrayado es mío).

Así, a través de formulaciones retóricas, la autora parece por momentos rehusarse a debatir
aquello que su investigación ilumina. Por más que se insista en subrayar los pequeños espacios de
oposición y rebeldía, el cuadro que se presenta es el de un silencio atronador. Lo cual, antes que
motivar una condena para los historietistas o sus lectores, manifiesta la pasmosa efectividad del
aparato militar y simbólico del terrorismo de Estado. En ese sentido un apartado que debería ser

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clave como el de la censura dictatorial ocupa apenas tres páginas del libro. Es una paradoja: el
análisis de la “zona más gris” se reduce al mínimo y se pierde de vista así un espacio cargado de
ambigüedad que pareciera ser especialmente rico para pensar las tensiones entre lo decible y lo
indecible y entre lo dicho explícitamente y aquello que emerge a pesar de las intenciones del au-
tor.

Más atractiva resulta en cambio la aproximación que Levín propone en el capítulo cuarto,
“Sobre el miedo y el terror”, para pensar la cara más sangrienta del terrorismo de Estado. Se estu -
dian allí las “modalidades de construcción social sobre el terror clandestino” (p. 28) bajo la hipó -
tesis de que las imágenes tuvieron “un destello particular que devolvió en sentido más o menos li-
teral, más o menos metafórico, representaciones de la escena real” (p. 173). Desde esta perspecti-
va, el humor político aparece como una expresión de una actitud ambivalente que fue al mismo
tiempo acomodación y estrategia de supervivencia: si por un lado visibilizó el fenómeno del terror
por otro lado “quedó atrapado en la lógica de exhibición y ocultamiento” (p.169).

Se vislumbra entonces una definición más amplia del humor gráfico, que es a la vez un dis-
curso capaz de mencionar y cuestionar aquello que se sale de lo ordinario y lo permitido y un me -
canismo a través del cual esa excepcionalidad es aprehendida y normalizada tanto por los histo -
rietistas como por sus lectores. Si rara vez “el remate del chiste no supone una ruptura temática”
(p. 193) o de sentido es justamente porque esa ruptura es la base de su comicidad. De forma pro-
blemática, ella es también la base de su efecto paradójico. Y es precisamente esa ambigüedad en -
tre desnaturalización y naturalización la que convierte al humor en una fuente inagotable para
estudiar las potencialidades y los límites de la subjetivación social. En ese sentido, Levín acierta
cuando elige no rastrear en su objeto las denuncias explícitas e interpelar en cambio las formas en
que el humor participó “de modo ambiguo y contradictorio en el proceso de semantización
social” (p. 175).

Sin embargo, esta misma forma de comprender el humor viene a poner en cuestión el po-
tencial explicativo del recorte elegido por la autora. Es que el “humor político”, entendido como
“aquel que se construye a partir del comentario o la contextualización que reconoce su origen en
los datos del mundo sociopolítico de la Argentina de entonces” (p. 25) aparece, en última instan-

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cia, como una fuente limitada para acceder a las representaciones socialmente construidas de una
realidad de las que los historietistas fueron —por cierto— intérpretes antes que meros enunciado-
res. No se trata de discutir la importancia del silencio que Levín descubre como fuente histórica.
Por el contrario, se podría criticar la falta de una mayor problematización de aquella zona enmu-
decida. Pero asimismo permanece el interrogante sobre la politicidad de aquellas otras viñetas
que no se referían directamente a la coyuntura política.

En cualquier caso, el estudio del humor gráfico durante aquellos años no deja de erigirse
como una prueba del tremendo grado de violencia (física y simbólica) del gobierno militar. A tra-
vés de sus páginas, el libro de Levín habla de una sociedad que eligió el silencio a la muerte. Una
sociedad que aprendió a “adaptarse”, como aclara la autora, “con toda la ambivalencia del tér-
mino” (p.170). Es por eso que cuando, luego de años de inmovilidad y de “apariciones fugaces, dis-
persas en el caudal de viñetas publicadas a diario” (p.183), las historietas vuelvan a proponerse
como un comentario sobre la coyuntura política, acusarán los efectos producidos por años de re-
presión y censura.

Esto queda a la vista en los dos segmentos finales, que reconstruyen los posicionamientos
del espacio humorístico de Clarín frente a dos momentos puntuales. En el quinto capítulo, se pro-
pone un análisis sistemático del humor durante el transcurso la guerra de Malvinas. A diferencia
de lo sucedido en otras ocasiones, el conflicto bélico habilitó por primera vez una coincidencia
casi total entre la óptica del humor político de la contratapa y la línea editorial del diario: para
ambos la “causa justa” de la nación contra el “imperialismo” condujo a la construcción de un dis -
curso triunfalista y justificatorio que fue el mejor respaldo para los intereses de la cúpula militar.
En una tónica similar, el sexto capítulo sobre “El humor en tránsito”, da cuenta de un espacio de
humor gráfico que tendió a integrarse con menos tensiones a la inmensa marea de discursos sobre
la experiencia reciente y las nuevas expectativas que recorrieron el período de la transición a la
democracia. Era el tiempo de “un humor más explícito y literal, principista y verborrágico que se
expresó en el medio de un vendaval de palabras políticas y sobre la política” (p. 259). La recons-
trucción de sus más significativas viñetas termina por erigirlo en un ajustado retrato de aquella
sociedad obligada a resignificar la democracia y reconstruir el mundo de lo político luego de un
largo período de sumisión a un poder criminal.

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En las “Reflexiones finales”, Levín escribe: “aun cuando el acto humorístico supone por na-
turaleza un acto de subversión (se trata de la ruptura de un orden y el consecuente advenimiento
de nuevos e inesperados significados), no todos los actos humorísticos vehiculizados por la publi-
cación de las viñetas en Clarín tuvieron la misma potencia subversiva”. Su investigación releva las
diversas formas en que el humor tensionó e incluso contrarió los discursos hegemónicos. Pero re-
gistra también los profusos caminos por los que las historietas contribuyeron en la construcción
del consenso.

Desde la contratapa, la propuesta humorística representó la posibilidad de hacer frente —


aunque fuera de manera ínfima y pasajera— a los discursos hegemónicos que inundaban las pági-
nas principales de Clarín. Se trató de una apuesta sin dudas arriesgada en tiempos de “un poder te-
rrorista que devino estatal y para el cual todos los actos de sentido eran considerados una amena-
za al orden vigente” (p. 18). Sin embargo, el humor gráfico también fue uno de los sutiles meca-
nismos a través de los cuáles la sociedad terminó por aceptar, simbólica y materialmente, la reali-
dad que se le imponía. Un elemento no menor en la consolidación para la nueva etapa histórica
neoliberal que la dictadura militar había venido a inaugurar. Desde este punto de vista el humor
fue también, en palabras de la autora, un canal para la “consagración de la fragmentación del vín-
culo social y de la experiencia de lo colectivo” (p. 307).

En su representación de la dialéctica entre resistencia e integración se juega entonces la po-


tencia del mundo de las viñetas para explicar los complejos procesos de subjetivación social de la
experiencia histórica. Sería exagerado, por supuesto, pretender comprender plenamente esos
procesos a través de un objeto tan ínfimo y efímero. Paradójicamente, el estudio de Levín se limita
por momentos a la descripción y sugiere más de lo que termina por exponer. Si el trabajo de rele-
vamiento, descripción y reconstrucción de sentidos realizado resulta sumamente valioso, se echa
de menos una mayor problematización del objeto. Pues es en definitiva a partir de este tipo de
ejercicio —más incierto quizás, pero también más profundo— que la investigación sobre el humor
político en el pasado reciente argentino justifica su carácter urgente, imperioso y actual.

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