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en la Historia de
América Latina
A Lourdes Elena,
mi compañera.
A Tania, Carmen Cecilia, Angeles, Lourdes y Pilar,
que heredarán la Tierra.
G. Castro H. / Naturaleza y sociedad en la historia de América Latina 3
Reconocimiento:
Muchas personas, en distintos países, contribuyeron a que este libro llegara a ser escrito, y
publicado. Quisiera agradecer en particular, en México, a Francoise Perús, por haberme animado a
intentarlo; en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México, a
la Maestra Emilia Rébora, por su permanente estímulo y apoyo, y a mis maestros y lectores Don
Ernesto de la Torre Villar, Ricardo Melgar Bao y Brian Connaughton; en el Departamento de
Estudios Internacionales de la Universidad de las Américas a mis colegas y amigos Víctor Godínez,
Francisco Giner de los Ríos, Eduardo Vega, Gerardo Palomo y Richard Warren; a Consuelo Tuñón
y Ana Buriano, directoras de las Bibliotecas de la Universidad de las Américas y del Instituto de
Investigaciones José María Luis Mora; a César Badillo y Luis Morales, que confiaron en mí más que
yo mismo, como siempre ocurre con los amigos mexicanos; al Doctor Donald Worster, de la
Universidad de Kansas; a doña Gilma Centella y a Dídimo Castillo, por su invariable respaldo; a
Carmen Miró, Ligia Herrera, Aida Libia Moreno de Rivera y Rodrigo Tarté, en Panamá, por su
paciencia y sus comentarios, a Marcos Roitman, por su tenaz empeño en hacer posible esta
publicación y a Aquiles Ponce, que con su generosidad de siempre se echó a cuestas las tareas de
edición y diseño. Espero, sinceramente, no defraudarlos.
G. Castro H. / Naturaleza y sociedad en la historia de América Latina 4
INDICE GENERAL
Introducción ............................................. I
1. Propósitos .....................................
2. Problemas ......................................
3. Algunos resultados .............................
1. La transición ..................................
2. La conquista como proceso de creación de
nuevas premisas en la relación
sociedad-naturaleza ............................
La dimensión sociodemográfica...................
Las transformaciones del espacio................
3. Las nuevas continuidades........................
G. Castro H. / Naturaleza y sociedad en la historia de América Latina 5
1. El ámbito ......................................
2. El campo y sus tiempos .........................
3. Lo natural como político .......................
1. Recuento .......................................
2. América Latina ante la crisis global de la
biósfera .......................................
3. La crisis ambiental y las tareas de la
Historia .......................................
Bibliografía .............................................
G. Castro H. / Naturaleza y sociedad en la historia de América Latina 6
Introducción
Pero hay hechos superficiales,
y profundos. Hay hechos de flor de tierra
y de subsuelo. Y a veces,
así como el rostro suele ser diverso
del hombre que lo lleva, así la forma
superficial y aparente del hecho
es contraria a su naturaleza
más escondida y verdadera.
Y hay hechos en el mundo del espíritu.
José Martí
De "Serie de artículos para La América".
Propósitos
A lo largo de las últimas décadas, el empobrecimiento de las sociedades
latinoamericanas ha venido a combinarse con el de su medio natural de un modo
que ya alcanza proporciones dramáticas. En lo social, por ejemplo, la región
enfrenta "un importante aumento en la incidencia de la pobreza, como sucedió en
el período 1980-1990", con lo cual "casi 200 millones de personas sólo pueden
acceder a los mínimos necesarios, mientras 94 millones... sólo cuentan con recursos
económicos para comer lo mínimo indispensable". (Rosenthal,1993)
Por su parte, el empobrecimiento de la naturaleza encuentra una de sus
expresiones más claras en procesos de deforestación que, tras devastar en 30 años
unos 2 millones de km2 -equivalentes a la totalidad del territorio mexicano-,
continúan incorporando cada año unos 50 mil km2 antes inexplotados a un cultivo
precario o a actividades de ganadería extensiva. Por contraste, para 1982 las áreas
naturales oficialmente protegidas "abarcaban tan sólo 446,400 km2... apenas el 2,2
por ciento de la superficie regional", poniendo en grave riesgo el potencial aún mal
conocido y valorado que ofrece la biodiversidad que alberga América Latina, sobre
todo en sus selvas tropicales. (PNUMA/MOPU,1991: 14)
La respuesta usual a las múltiples interrogantes que plantea la
simultaneidad de estos deterioros consiste, como sabemos, en atribuir a la pobreza
social una cuota decisiva de responsabilidad en el empobrecimiento del mundo
natural. Con ello, la reducción de la pobreza a través del tipo de crecimiento
económico promovido por las políticas de ajuste estructural ejecutadas con
singular entusiasmo por la mayoría de los gobiernos de la región debería bastar
para preservar a la naturaleza de un deterioro aún mayor.
Existen por supuesto otras opiniones, de implicaciones políticas, económicas
y culturales más complicadas, y mucho menos populares entre nuestros políticos.
Así, por ejemplo, científicos sociales de trayectorias académicas y enfoques
ideológicos muy distintos -como Fernando Tudela en México, y Juan Jované en
G. Castro H. / Naturaleza y sociedad en la historia de América Latina 7
Problemas
El logro de esos propósitos, sin embargo, enfrentó desde un primer momento
singulares dificultades. De entre ellas, destacó en primer término lo escaso de la
atención que hasta ahora ha recibido la historia de las relaciones entre nuestras
sociedades y su medio natural por parte de las ciencias humanas en América
Latina. En efecto, salvo por un número muy limitado de textos, todo parece indicar
que aún falta entre nosotros "una historia de la economía humana como ecología
humana y, al mismo tiempo, una historia de los conflictos sociales, las formas de
resistencia social y los movimientos sociales activos que se orientan hacia el acceso
y la conservación de los recursos naturales".(Martínez-Alier,1991:636)
G. Castro H. / Naturaleza y sociedad en la historia de América Latina 8
Esa carencia resulta aun más notable si se considera la atención que llegó a
recibir el mundo natural latinoamericano en el desarrollo del conocimiento y la
ciencia Occidentales, de Cristóbal Colón a los misioneros del siglo XVI, y de los
americanos ilustrados del XVIII a Alejandro de Humboldt y Charles Darwin,
primero, y a autores tan nuestros como José Martí, después, a lo largo del siglo. Ya
en la primera mitad de nuestro siglo, encontramos un temprana preocupación por
el tema en autores brasileños como Euclides da Cunha y, en 1956, el geógrafo Carl
Sauer, de la Universidad de California, presenta algunos temas fundamentales
para una historia ambiental de nuestra región en su ensayo Man's Role in Changing
the Face of the Earth, presentado al simposio "The Agency of Man on the Earth", un
precedente de importancia decisiva en el surgimiento de esta disciplina, en el cual
sin embargo no hubo ninguna otra referencia a América Latina, aunque abundaron
las relativas a Asia, Africa y Europa.
De allí en adelante, parece producirse un silencio de 25 años, que empieza a
ser interrumpido con las "Notas sobre la historia ecológica de América Latina",
ensayo pionero en nuestra cultura dado a conocer por Nicolo Gligo y Jorge Morello
en 1980. Para mediados de la década, Santiago Olivier da a conocer su Ecología y
Subdesarrollo en América Latina (1986), en el que un biólogo entra a lidiar con tanto
vigor como pasión e ingenio con nuestros problemas sociales y ecológicos, y un
distinguido grupo de científicos sociales mexicanos, encabezado por Fernando
Ortiz Monasterio, publica Tierra Profanada. Historia Ambiental de México (1987).
Después, el silencio parece imperar de nuevo, para fragmentarse nuevamente por
la acción de algunas obras de autores anglosajones y latinoamericanos, producidas
al calor de la euforia novomundista de 1992.
Por otra parte, esa ausencia de lo histórico en el debate sobre nuestros
problemas ambientales informa, además, de lo lento y complejos que son los
procesos de traducción de las inquietudes del mundo de la cultura a las prácticas
del mundo de la política. Parte de la dificultad radica, quizás, en que la historia se
construye siempre a partir de una indagación sobre el pasado motivada y
orientada por las preocupaciones que nos van inspirando los desafíos que se
anuncian en nuestro futuro, como lo sugiere un examen somero de lo que parecen
ser tres grandes momentos -en ninguno de los cuales lo ambiental figuró como una
preocupación central-, en el quehacer de los humanistas latinoamericanos a lo
largo de los últimos cien años.
El primero de esos momentos, que abarca buena parte del siglo XIX y los
primeros años del XX, se caracteriza por el predominio del énfasis en lo político, y
se vincula de manera evidente al proceso de conformación y consolidación de
nuestros Estados nacionales. Hacia fines de la década de 1920, se constituye un
segundo momento -inaugurado por obras como los Siete Ensayos de Interpretación de
G. Castro H. / Naturaleza y sociedad en la historia de América Latina 9
Algunos resultados
Lo esencial de los resultados obtenidos por la investigación ha sido organizado en
8 capítulos. El Capítulo I discute el detalle de los problemas relativos a la
definición de un campo de estudio para la historia ambiental ya indicados. El II
aborda a la América Latina como una región de estudio definida por su papel en el
desarrollo del mercado mundial a partir del siglo XVI, a partir de procesos y
momentos escogidos por su valor para la formulación del marco de referencia.
El Capítulo III aborda momentos relevantes del período que se designa
como de "desarrollo separado" del espacio americano, que va de su poblamiento
original -entre 30 y 20 mil años antes de Cristo- al siglo XVI. El IV examina algunos
rasgos de la transición de ese desarrollo "separado" a otro articulado a la
civilización gestada en la economía-mundo Occidental a partir de la conquista
G. Castro H. / Naturaleza y sociedad en la historia de América Latina 11
Capítulo I
Problemas y paisajes
Cuando se estudia un acto histórico,
o un acto individual,... se ve
que la intervención humana en la naturaleza
acelera, cambia o detiene la obra de ésta,
y que toda la historia es solamente
la narración del trabajo de ajuste,
y los combates,
entre la Naturaleza extrahumana
y la Naturaleza humana...
José Martí
De "Serie de artículos para La América"
1. Problemas
La edición de las Obras Completas de José Martí recoge la cita que inaugura este
ensayo en la sección "Notas para Artículos", del tomo "Periodismo Diverso", donde
fue reunida aquella parte de los escritos martianos considerados "de muy difícil
clasificación por la variedad de sus temas". En 1975, esa dificultad de clasificación
resultaba comprensible dentro de una actitud, por demás generalizada, de
separación de los campos de trabajo de las ciencias humanas y naturales que tenía
entonces la apariencia -quizás paradójica- de un hecho "natural".
Hoy, sin embargo, esa actitud ha empezado a cambiar, en la medida en que
las crecientes preocupaciones que inspira el deterioro ambiental -en el planeta en
general, y en nuestra región en particular-, empiezan a estimular un interés nuevo
por aquellas relaciones "entre la Naturaleza extrahumana y la Naturaleza
humana". El detalle de las razones que llevaron a Martí a preguntarse sobre esa
relación poco atendida en la reflexión y la indagación sobre nuestra historia será
tratado más adelante: lo que ahora interesa resaltar es que ha llegado para todos la
hora de plena utilidad de aquellas intuiciones.
En efecto, el deterioro del medio natural en que se desenvuelve la vida de
nuestras sociedades, y la disputa cada vez más intensa -dentro de las mismas como
entre ellas y otras, esas sí "desarrolladas"- por el uso y control de los recursos que
ese medio está en capacidad de proveer, sugieren ya la utilidad de intentar la
creación de un campo de estudio nuevo en la indagación sobre nuestro pasado y la
reflexión sobre nuestro futuro. Tentativamente, hemos llamado "historia
ambiental" a ese campo. Construirlo implica, por otra parte -más que la creación de
G. Castro H. / Naturaleza y sociedad en la historia de América Latina 13
1
No cabe negar, sin embargo, la crítica temprana de esa perspectiva en la región. Así, Josué de Castro pudo plantear ya en
1972 que "El primer error grave... que se deriva de esta visión parcial del problema es la afirmación... de que es en las
regiones más ricas donde han aparecido, a causa del crecimiento económico, los primeros efectos de la contaminación y de la
degradación del medio ambiente. La realidad es distinta: los primeros y más graves efectos del desarrollo se han manifestado
precisamente en aquellas regiones que hoy están económicamente subdesarrolladas y que ayer eran políticamente colonias.
El subdesarrollo que reina en esas regiones es el primer producto del desarrollo desequilibrado del Mundo. El subdesarrollo
representa un tipo de contaminación humana localizado en algunos sectores explotados por las grandes potencias
industriales del mundo". En Olivier (1986), p. .
G. Castro H. / Naturaleza y sociedad en la historia de América Latina 14
4
Primero, dice, "los humanos no tenemos instrucciones genéticas respecto a nuestro consumo exosomático de energía y
materiales", señalando que las enormes diferencias en el consumo de energía y materiales entre las sociedades del Norte y el
Sur resultan "de la historia y de la economía humana, no... de la Naturaleza". Segundo, la distribución geográfica actual de la
población humana no puede ser explicada por los ecólogos, pues "está... construida social y políticamente". Y, tercero, "la
demografía humana, aunque se desenvuelve en forma general siguiendo la curva logística que la ecología de poblaciones
descubre en otras especies, es conscientemente determinada y tiene sus reglas propias: por ejemplo, el control de natalidad
depende de la estructura política y económica, particularmente de la libertad de que dispongan socialmente las mujeres."
Cabría quizás agregar, como un cuarto rasgo distintivo en la ecología de la especie, su capacidad para trabajar, sea en la
adaptación del medio a sus necesidades, sea en su propia adaptación a las condiciones que el medio le impone.
G. Castro H. / Naturaleza y sociedad en la historia de América Latina 16
5
De donde el autor concluye que "una "economía moral"... viene a ser lo mismo que una economía ecológica".
6
Con todo, Martínez-Alier no va mucho más allá en la definición del campo de estudio histórico que propone, que
finalmente se ve reducido, en una de sus definiciones más precisas, a indagar por ejemplo "cuáles han sido los sistemas
energéticos usados por la humanidad, cuál ha sido el uso del agua, qué formas de contaminación ha habido..."(1992:108-109).
7
Brunhes (1955), por su parte, toma el término de un texto publicado en 1904 por el geógrafo alemán Ernst Friedrich, quien,
al decir de Clarence Glacken (1956:85), en un intento por "darle expresión teórica a los grandes cambios que habían tenido
lugar en todo el mundo, y que se estaban acelerando al calor de la expansión de los pueblos europeos", distinguió "entre la
simple economía de explotación, que no ocasionaba un daño permanente, y la economía de explotación caracterizada, que
destruía el medio ambiente a un grado que llevaba al empobrecimiento de un pueblo". Las etapas del desarrollo de esa
economía, decía, incluían "1) una explotación intensiva, prolongada e ilimitada, seguida por 2) el empobrecimiento, que a su
vez llevaba a 3) la toma de conciencia sobre la necesidad de la conservación". Segun Glacken, además, Friedrich consideraba
que, con todos sus males, la Raubwirtschaft era sin embargo "el camino del progreso... una característica juvenil de la
colonización" y que la Tierra "gradualmente sería explotada de manera racional bajo el liderazgo de los pueblos europeos".
Carl Sauer, por su parte, señala que el geógrafo alemán Friedrich Ratzel utilizó el término Raubbau ya en 1880, en su libro
G. Castro H. / Naturaleza y sociedad en la historia de América Latina 17
Kulturgeographie, “una generación antes de que Friedrich y Brunhes llamaran la atención de los geógrafos hacia la
explotación destructiva”. (1971: 272). Véase también Sauer (1938).
8
Entre lo que llama "principales grupos de hechos de ocupación destructiva", Brunhes señala dos que tendrán especial
importancia para el caso de nuestra región a partir del siglo XVI. En primer lugar, la explotación minera que "bajo el nombre
de explotación devastadora, Raubbau" comprende "la explotación abusiva que por afán de beneficios inmediatos se extiende
demasiado en la superficie" -y cita el caso de la extinción de los yacimientos de guano en Perú "en unas decenas de años"-; y,
en segundo lugar, la "Raubwirtschaft ... del cultivo", que ataca la fertilidad del suelo "al robarle ávidamente los principios
nutritivos, queriendo producir con mínimos gastos sin compensación". Y reitera: "En la Europa occidental, de población muy
densa y gran intensidad de cultivo, apenas hay devastación; la necesidad ha enseñado a utilizar los abonos. No pasa lo
mismo en los países coloniales. Allí, el agricultor, aunque sea europeo, se adapta a las condiciones de los pueblos salvajes y
explota el suelo como ellos. Practica la alternancia, por lo menos en tanto la población sigue siendo poco densa, y agota los
territorios superficialmente, uno tras otro".(1955:173-174)
9
Tal devastación humana, agrega Brunhes, "ha ido más rápidamente en las regiones cuyo clima es favorable a los colonos
europeos: América del Norte, Argentina, Africa austral", lo que no excluye la necesidad de preguntarse por la justificación
del "lento exterminio de los "salvajes" en regiones inhabitables para los europeos".
G. Castro H. / Naturaleza y sociedad en la historia de América Latina 18
economía. Sobre todo, se trata de que el problema que nos interesa tampoco puede
ser realmente resuelto mediante el estudio de la historia "con anteojos ecológicos"
que propone el autor (1992:108) y, menos, si esa historia es reducida a priori a la de
los hechos económicos y sus "consecuencias" sociales y culturales.
niveles fundamentales, cada uno de los cuales -advierte- "depende de una variedad
de otras disciplinas y requiere de métodos especiales de análisis".
El primero, dice Worster, "involucra el descubrimiento de la estructura y la
distribución de los ambientes naturales en el pasado", en procura de entender -con
el auxilio de las ciencias naturales- a la naturaleza misma "tal como estaba
organizada y funcionaba en tiempos pasados", de modo que sea posible
incorporarla al análisis histórico. Esto, a su vez, conduce a un segundo nivel,
referido a "la tecnología productiva en la medida en que ésta interactúa con el
medio ambiente", en el que aparecen "entremezclados... las herramientas, el trabajo
y las relaciones sociales".
Aquí, la historia ambiental procura entender -con el auxilio del conjunto
mayor de la ciencias humanas-, las formas en que la tecnología "ha reestructurado
las relaciones ecológicas humanas", considerando "las diversas maneras a través de
las cuales la gente ha intentado convertir a la naturaleza en un sistema que
produce recursos para su consumo... (y) ha reestructurado igualmente sus
relaciones sociales...". Y ese análisis comprende, además, un tema de singular
interés en el caso de América Latina: el de "quién ha ganado poder y quién lo ha
perdido" cuando han cambiado esos modos de relación con el mundo natural.10
El tercero y último de estos niveles de trabajo se conforma a partir de "aquel
tipo de encuentro... puramente mental, en el que las percepciones, las ideologías, la
ética, el derecho y los mitos se han convertido en parte del diálogo de un individuo
o unos grupos con la naturaleza..., definiendo lo que es un recurso, determinando
qué clases de conducta podrían ser negativas para el ambiente y deben ser
prohibidas y, en general, escogiendo los fines a los que se somete a la
naturaleza".(1990:4-6) Se trata, aquí, de "patrones de percepción humana, ideología
y valoración", que con frecuencia han sido "consecuenciales en extremo,
moviéndose con todo el poder de grandes capas de hielo glacial..., reorganizando y
recreando la superficie del planeta".11
Lo mejor del aporte de Donald Worster, sin embargo, no radica tanto en sus
apreciaciones metodólogicas sino -y sobre todo- en su empeño por recuperar la
capacidad ecuménica que la cultura occidental parece haber perdido -de tan
10
En el sentido, por ejemplo, en que Michael Redclift plantea que "los cambios tecnológicos sobre el empleo de los recursos
implican cambio en el grado de control que distintas clases sociales ejercen sobre su ambiente". (1989: 185)
11
Por otro lado, estos niveles, sucesivos en lo metodológico, no lo son necesariamente en lo teórico. Para Worster, el "gran
desafío" de su disciplina radica -más allá de la identificación de los niveles descritos-, en "decidir cómo y dónde establecer
conexiones entre ellos". Así, dice, en algunos casos "los patrones cambiantes del orden natural... han forzado a la gente a
adaptarse tanto en el nivel productivo como en el cognitivo", mientras que en otros -y en particular en los tiempos modernos-
, "cuando el balance de poder ha cambiado más y más, apartándose de la naturaleza en favor de los humanos, el tercer nivel,
la suma de las percepciones y las ideas de la gente acerca de la naturaleza, se ha convertido con toda claridad en el factor
decisivo para promover el cambio". (1990:6) Aquí, la propuesta de Worster recuerda lo observado por Arnold J. Toynbee al
señalar que -en el estudio de la historia de las civilizaciones-, "el factor que estamos tratando de identificar es algo no simple,
sino múltiple; no un ente, sino una relación" (1981:105), o a José Martí cuando observa que el hecho particular suele ser
distinto a las relaciones a las que sirve de expresión.
G. Castro H. / Naturaleza y sociedad en la historia de América Latina 20
característica de la gente hacia el mundo natural". En este sentido, dice, al crear por
primera vez en la historia un "mercado general de tierra", el capitalismo generó un
fenómeno cultural nuevo también, a través del cual todas "las complejas fuerzas e
interacciones, seres y procesos que designamos como 'naturaleza'" fueron
comprimidos en una misma "tierra abstracta", la cual ingresó en la historia en
íntima relación con la tendencia de ese régimen económico a propiciar una "radical
simplificación del orden ecológico natural" mediante el esfuerzo de los agricultores
por responder a las demandas del mercado concentrando sus energías en producir
"un número cada vez menor de plantas útiles para vender sus cosechas a cambio
de una ganancia". 14 En este proceso, lo que había sido una comunidad biológica de
singular complejidad, transformada por los agricultores tradicionales en un
sistema aún altamente diversificado para el cultivo local de alimentos y materias
primas, pasa a funcionar "cada vez más" como un rígido mecanismo productivo,
hasta desembocar en el monocultivo -dominante en el mundo contemporáneo-, en el
que "una parte de la naturaleza ha sido reconstituida al punto de que sólo produce
una especie", y esto únicamente porque "en algún lugar hay un mercado que la
demanda con fuerza".
Por otra parte, esta radical simplificación de los procesos de producción
agropecuaria coincidió en el plano cultural con "el ascenso casi simultáneo de la
ciencia moderna, tanto en la práctica como en la teoría, y en su aplicación a la
agricultura", en términos que llevaron a la "revolución agrícola" iniciada en la
Inglaterra del siglo XVIII a convertirse en un fenómeno dual. Una agricultura
inspirada en la biología -"basada en la rotación cuidadosa de los campos de cultivo
y la búsqueda de un mejor equilibrio entre plantas y animales"-, dice, no pudo
"establecer un asidero seguro, duradero y confiable en la imaginación de los
terratenientes capitalistas", porque a la larga sus características interferían "con
excesiva frecuencia con el sistema más apremiante de la economía de mercado".
Con ello, en la agricultura moderna han existido "dos clases de lógica -la de los
científicos y la de los capitalistas-, y no han podido corresponderse entre sí durante
la mayor parte del tiempo".
Este énfasis en el monocultivo y su impacto en la naturaleza y las
sociedades tiene sin duda singular interés para una América Latina cuya economía
ha tendido a orientarse, desde el siglo XVI y en particular desde fines del XIX, a
formas muy extremas de especialización productiva en función de cambios en la
demanda de mercados lejanos. En este sentido, por ejemplo, las vulnerabilidades
14
Con ello, además, resultaron suprimidos "los significados emocionales que la tierra había tenido para el ser y su
identidad,... el cuidado moral que hubiese engendrado,... de modo que la economía de mercado pudiese funcionar
libremente. Las implicaciones ambientales de tal cambio en la actitud mental no son fácilmente abarcables... Lo que
realmente vino a ocurrirle al mundo de la naturaleza, una vez que hubo sido reducido a la abstracción 'tierra', es uno de los
problemas históricos más interesantes que presenta la transformación capitalista y requerirá aún de mucha investigación por
parte de los historiadores del ambiente".
G. Castro H. / Naturaleza y sociedad en la historia de América Latina 22
hayamos obtenido una comprensión más clara de cómo está teniendo lugar la
transformación en los países del Tercer Mundo hoy en día, erosionando la
agricultura tradicional del mismo modo en que ésta fue erosionada en Inglaterra,
Francia y Alemania. (1990:15)
15
Esa dependencia incluye, además, "tener que apoyarse en insumos químicos que con frecuencia han sido altamente tóxicos
para los humanos y otros organismos", así como la necesidad de "importaciones provenientes de regiones distantes para
mantener funcionando el sistema local y, finalmente, una demanda de capital y asesoría de expertos a los que cada vez
menos granjeros pueden tener acceso".
16
En esencia, Worster afirma que un enfoque ecológico "ayuda a explicar por qué la agricultura capitalista ha tenido tanto sus
peculiares efectos sociales como sus problemas administrativos". Esto permite entender, por ejemplo, cómo, si por un lado el
desarrollo del capitalismo en la agricultura generó una capacidad indudable para "crear mayor riqueza y mejor nutrición
para más personas de lo que podría presumir cualquier agroecosistema tradicional", por otro esa capacidad ha estado y está
asociada a "una tendencia a apostar contra la naturaleza, a elevar constantemente las apuestas en un esfuerzo febril por
evitar que fracasen -y a veces a perder, y a perder en grande".
G. Castro H. / Naturaleza y sociedad en la historia de América Latina 23
categorías y criterios de valor más absoluto. Aquí cabe señalar al menos tres
ejemplos ilustrativos de las diferencias entre dos historias ambientales que
comparten, sin embargo, un mismo tiempo histórico.
En primer término, la categoría de Raubwirtschaft, de importancia marginal
en el cuerpo de la obra de Worster, vendría a tener un significado de primer orden
para el análisis del problema en nuestra región. En segundo lugar, el monocultivo,
que en el mundo Noratlántico parece plantearse como un fenómeno esencialmente
técnico, entre nosotros hace parte del problema mucho más amplio de las
consecuencias de nuestra modalidad de inserción en una división internacional del
trabajo que escapa a nuestro control.
Y, finalmente, está el caso de la formación de las ideas ecológicas y su
impacto sobre las relaciones con la naturaleza que, si en las sociedades
Noratlánticas constituye un proceso que se despliega dentro de sus propias
culturas, en la historia de las latinoamericanas discurre a menudo en la forma de
un conflicto entre culturas. Tales son, en breve, algunos de los problemas a tener
presentes en lo que constituye el objetivo medular de este capítulo: la definición
del marco de referencia básica que este ensayo desea someter a prueba.
que enfatizan la de lo económico suelen asociarse con prácticas tecnocráticas, políticamente conservadoras. Finalmente, las
que enfatizan lo social tienden a vincularse con actitudes políticas que reclaman para sí la representación de una base social
popular y demandan una reorganización radical del mundo económico como condición para preservar la viabilidad
ecológica de la presencia humana en el mundo natural.
19
Conrad y Demarest (1990), por ejemplo, abordan este problema con respecto a la creación de las premisas políticas,
ideológicas y culturales para la transición de las comunidades agrarias a los imperios tributarios en la América Prehispánica,
como lo hacen Sergio Bagú (1987), Francois Xavier Guerra (1988), y Ciro Cardoso y Héctor Pérez (1987) en relación a la
transición del viejo orden colonial al del modelo capitalista primario-exportador entre 1825 y 1875. El tema también hace
parte de la discusión en torno a los amplios y complejos procesos de reorganización social que sucedieron a la conquista
española Mesoamérica, en el sentido en que los aborda por ejemplo Eric Wolf.
G. Castro H. / Naturaleza y sociedad en la historia de América Latina 25
evidente la utilidad de plantear ese esquema a partir de dos grandes fases, dos
subfases adicionales dentro de cada una de ellas, y los períodos de transición entre
unas y otras, así:
Por otra parte, aun cuando este esquema aspira apenas a señalar momentos
en el desarrollo de estructuras de larga duración, cada una de sus fases se
caracteriza por modalidades diferentes de organización social global, asociadas por
un lado a los propósitos que guían la relación con la naturaleza y, por otra, a
cambios demográficos, económicos y tecnológicos que dan lugar a una presión
creciente sobre los recursos naturales. Y esto, a su vez, da lugar a grandes
tendencias generales en el desarrollo histórico, que cabría sintetizar así:
Fase I Fase II
Desarrollo separado Desarrollo articulado
Endodeterminado Exodeterminado
Autosuficiente Dependiente
Disperso Centralizado
Diversificado Especializado
De policultivo y recolección De monoproducción
2. Paisajes
era "mundial" porque incluyera la totalidad del mundo, sino por ser "mayor que cualquier unidad política jurídicamente
definida. Y es una "economía-mundo" debido a que el vínculo básico entre las partes del sistema es económico, aunque esté
reforzado en cierta medida por vínculos culturales y eventualmente... por arreglos políticos e incluso estructuras
confederales".( Wallerstein, 1991:I,21) Para Fernand Braudel, se trata de "la economía de sólo una porción de nuestro planeta,
en la medida en que éste forma un todo económico", mientras la economía mundial equivale a "la economía del mundo tomada
en su totalidad". Incluye, agrega, un espacio geográfico determinado con límites que varían lentamente; un centro
representado por una ciudad dominante; una organización espacial que va del corazón a una periferia subordinada y
dependiente -en la que "la vida de los hombres evoca a menudo el purgatorio, cuando no el infierno"- pasando por zonas
intermedias. (1986: 86,88)
23
La posibilidad de esa historia, agrega, se hizo evidente al constatarse -en el Informe de la Conferencia de las Naciones
Unidas sobre el Medio Humano celebrada en Estocolmo en 1972-, que el ingreso de la evolución de la especie humana a una
"fase global" demostraba que todo miembro de la misma tenía dos países: el suyo y el planeta Tierra. Así, era hora de
empezar a preguntarse no sólo por "la historia de estos o aquellos pueblos viviendo en aislamiento respecto a todos los
demás -ensalzando sus glorias o rastreando sus locuras-", sino por la de todos ellos "en sus relaciones de conflicto y
cooperación en una isla que se torna cada vez más pequeña". (1989a: 4)
24
La desagregación del análisis de los problemas globales en lo "mundial" y lo "nacional", mientras se presta escasa atención
a instancias intermedias de orden regional, parece ser una tendencia característica de aquella corriente de estudio histórico
que en los Estados Unidos se designa como "liberal". Un ejemplo reciente de ello se encuentra en el libro de Paul Kennedy
Preparing for the Twenty First Century, en el que constituye un factor limitante en el análisis -en muchos otros aspectos de gran
riqueza-, de los problemas surgidos para la civilización Occidental tras el fin de la Guerra Fría.
G. Castro H. / Naturaleza y sociedad en la historia de América Latina 28
lugar a paisajes que las tipifican. Esos paisajes, obra humana, constituyen "rasgos
de civilización" cuyo estudio exige explicarlos como el resultado de la aplicación de
"técnicas de producción (técnicas de explotación de la naturaleza, técnicas de
subsistencia, técnicas de la materia) y de encuadramiento (técnicas de relaciones
entre los hombres, técnicas de organización del espacio)" cuya suma, dice,
"constituye la civilización". (Gourou, 1984: 12)
ejemplo-, salvo los taínos y los murciélagos, "el único mamífero terrestre de las
Antillas Mayores en 1492 era el hutía (sic), un roedor sabroso del tamaño de un
conejo". (1991b:75-77)
A lo largo de ese lapso, también, vino a definirse aquella "personalidad
geofísica de la región" que el libro Medio Ambiente y Desarrollo en América Latina.
Una visión evolutiva caracteriza mediante cinco rasgos generales: constituir una
masa terrestre sumamente extendida; ser la región más húmeda del planeta; contar
con la cadena montañosa más larga del mundo (los Andes, con 7 mil km de
longitud); la relativa juventud y el gran dinamismo geológico de su territorio, y
contar con países como México, Colombia o Perú en los que cabe ubicar "casi todos
los hábitats naturales encontrados en el mundo". (PNUMA/MOPU,1991: 27)29 Para
Ligia Herrera, a su vez, esa misma diversidad de condiciones físicas impide
considerar al conjunto del territorio latinoamericano como una región natural, toda
vez que en él pueden verse "los desiertos más secos del mundo y áreas de grandes
lluvias; tierras áridas sin vegetación y densa vegetación tropical húmeda; planicies
inmensas y montañas macizas y abruptas; manglares y humedales y glaciares".30
Y, sin embargo, es precisamente con respecto a esa diversidad del medio
biofísico natural como cabe entender y juzgar la de los espacios socialmente
organizados que han venido a resultar de la aplicación, a lo largo del tiempo de
presencia humana en este territorio, de las técnicas de producción y de
encuadramiento a que se refería Gourou. En este nivel, en efecto, América Latina
puede ser caracterizada como una región funcional, "esencialmente diversificada",
en la que "la existencia de ambientes físicos adyacentes contrastantes permite una
variedad de actividades complementarias" que se presenta como "una unidad en
diversidad", cuyas partes "trabajan en conjunto y guardan cierta dependencia unas
de otras, es decir, son interdependientes". (Herrera,1992:3)
Aquí, esa funcionalidad genera una "región de contrastes", ocupada por
sociedades que comparten rasgos comunes de tipo cultural, y unas mismas
relaciones de dependencia económica hacia un centro común, de lo que resulta que
"la mayor parte" de sus paisajes contemporáneos sea el producto de "las
necesidades de la economía de los países industriales". Por ello, añade Herrera, las
relaciones existentes entre los grupos humanos que habitan la región y su base
29
Dentro de ese conjunto, además, el texto distingue "cuatro grandes unidades terrestres bien definidas": México;
Centroamérica, Sudamérica y el Caribe que, en el caso de Celso Furtado, se reducen a "tres subconjuntos" que "configuran la
región desde el punto de vista geográfico": México septentrional; el istmo americano y el continente sudamericano.
30
Para Pierre George, por ejemplo, una región natural es "un complejo "físico-geográfico" que asocia en sus relaciones
actuales unos fenómenos físicos (y sus efectos) de naturaleza intrínseca y de dinamismo totalmente distintos." En la definición
de ese complejo interviene una gama de disciplinas que va desde la geología, "que da lugar a diferencias estructurales,
estratigráficas, petrográficas", hasta la geomorfología, "que da entrada a los procesos de la dinámica superficial reciente y
actual"; la climatología, "que asocia el conjunto de elementos atmosféricos con el reparto y la modulación de sus efectos en
función del relieve, del reparto de las tierras y los mares, de la distancia del mar"; y la biogeografía, "que, por medio de la
pedología, integra la vida en el medio inerte".(1985:170)
G. Castro H. / Naturaleza y sociedad en la historia de América Latina 31
geográfica "no son por lo general el resultado de la decisión propia", sino que "en
las condiciones actuales de la economía, la región no es más una realidad viva
dotada de coherencia interna, sino que es definida, principalmente, desde el
exterior".(1992:4)
Por lo mismo, tal interdependencia debe ser remitida al ámbito más amplio
de aquel mercado mundial de que habla Wallerstein -que como economía-mundo
europea preexiste a América Latina, pero que sólo llega a constituirse en plenitud a
partir del momento en que la incorpora a su dinámica-, para encontrar el espacio
de relaciones en que cabe definir la funcionalidad de la región.
En efecto, los problemas que plantea la diversidad de sus ambientes físicos
para definir a América Latina como una región natural no se hacen extensivos a su
definición como región histórica. Por el contrario, la temprana incorporación del
territorio americano a la economía-mundo europea en calidad de espacio periférico
-en lo cual lo diverso de su naturaleza, justamente, desempeña un papel de primer
orden-, y la condición dependiente de las sociedades conformadas a partir de
entonces ofrecen notables posibilidades de consenso aun entre autores que, desde
posturas antagónicas en otros terrenos, coinciden aquí en destacar el papel decisivo
desempeñado por la conquista europea en la conformación de las premisas
económicas, culturales y geopolíticas sobre las que vino a desplegarse el proceso
de universalización del Occidente hegemonizado por las sociedades Noratlánticas.
Para Adam Smith en 1776, por ejemplo, el descubrimiento de América y el
paso a las Indias orientales por el Cabo de Buena Esperanza constituyeron "los dos
sucesos más grandes e importantes que se registran en la historia del mundo." Aun
cuando Smith consideraba que el período transcurrido desde entonces era aún
muy corto para emitir un juicio definitivo sobre los "beneficios o daños que pueden
resultar en lo futuro de estos dos admirables sucesos", no vacilaba en afirmar que
"su tendencia general no puede menos de ser beneficiosa", por cuanto habían
contribuido a "elevar el sistema mercantil a un grado de altura y esplendor a que
naturalmente no hubiese llegado de otro modo" y, como consecuencia de ello,
las ciudades que antes eran comerciantes y manufactureras para una pequeña
parte del mundo, la que baña en Europa el Océano Atlántico, los países situados en
el Báltico y los que están sobre las costas del Mediterráneo, son ahora
manufactureras y comerciantes para los territorios de América y para casi todas las
regiones de Asia y Africa. Dos nuevos mundos se han abierto a su industria,
mucho mayores cada uno de ellos que todo el antiguo junto, viéndose extender sus
mercados sensiblemente de día en día. (1983, II: 402,403)31
31
Con la salvedad de que "el beneficio comercial que podía haber resultado a los indios de una y otra región, de tales
acontecimientos, ha perdido mucho de su benéfica influencia ante los infortunios que por otra parte se les han podido
ocasionar; pero estas desgracias más parecen haber nacido de causas accidentales que de la naturaleza de los sucesos
mismos".
G. Castro H. / Naturaleza y sociedad en la historia de América Latina 32
Puede decirse, en este sentido, que a lo largo de los últimos 500 años la
historia ambiental de América Latina se ha visto signada por dos grandes rasgos
que se gestan a partir del siglo XVI. El primero -de naturaleza económica, aunque
con enormes implicaciones demográficas, sociales, políticas y culturales-, se refiere
a la redistribución y revalorización de los recursos naturales de la región en
función de las demandas generadas desde metrópolis sucesivas, lo que explica el
carácter especializado y discontinuo, pero siempre predatorio, de la explotación de
32
Ya perceptible en vida de Smith, para quien las "ventajas generales" logradas por Europa, "considerada como un gran
cuerpo común", a partir del descubrimiento y colonización de América, "consisten en el aumento de los bienes de que por
ello disfruta... y el acrecentamiento y perfección de su industria...". Esas ventajas, agregaba, incluyeron también a "aquellos
países que no sólo no comerciaron ni directa ni indirectamente con América, por no haber remitido a ella sus producciones,
sino que ni aun recibieron en sus dominios las americanas", pero se beneficiaron del incremento general de los intercambios
con "aquellas naciones que aumentaron su producto en el comercio directo o indirecto de América" que, por ejemplo, puso
"en movimiento y circulación muchas más mercaderías húngaras y polacas que las que circulaban antes" (1983:II,366,367),
aunque ello ocurriera en los términos de la recomposición de esos países como periferia oriental de la Europa Noratlántica a
que se refiere Wallerstein.(1991:I,c.2)
G. Castro H. / Naturaleza y sociedad en la historia de América Latina 33
33
"En primer lugar", agrega, "para una determinada civilización. Después, para otra. Nada nos permite pensar de antemano
que todas ellas admitan estructuras semejantes; o, lo que viene a ser lo mismo, que prosigan a lo largo de la historia
encadenamientos idénticos. Lo lógico sería más bien lo contrario". Y las explicaciones que surjan de ese estudio, a su vez,
tendría que permitirnos encontrar respuestas a problemas como los que plantean "los ritmos de crecimiento de la población,
su distribución en el espacio... y la presencia de formas de organización arcaicas, en el campo y en la ciudad, que bien
pueden ser el fruto de una perduración más que secular o bien el reinvento de lo arcaico en gran escala en medio del
torbellino de la modernidad".(Bagú, 1987: 369)
34
Esto, dentro de un proceso en el que "la producción de mercancías y su circulación desarrollada, o sea, el comercio, forman
las premisas históricas en que surge el capital. La biografía moderna del capital comienza en el siglo XVI, con el comercio y el
mercado mundiales.(Marx, 1987: I,103)
35
El primer tramo de esa articulación, agrega, “corresponde a la relación conjunto regional-metrópoli y recoge una doble
conjunción de intereses: los de la metrópoli y el de los grupos sociales dominantes en la colonia. En la economía europea,
segundo tramo, los flujos de metales preciosos y el mercado colonial acceden a una posición jerárquica, determinan efectos
intensísimos, claro está que a través de una metrópoli en crisis. Sucede luego la relación entre Europa y otros bloques
continentales, donde el ya desparramado metálico americano anima las grandes corrientes comerciales."
G. Castro H. / Naturaleza y sociedad en la historia de América Latina 34
36
En el sentido empleado por Francois-Xavier Guerra, que las considera como sociedades formadas por "actores colectivos"
en las que los poderes tenían "un origen social y no político", distintas y opuestas a aquéllas otras que tienen por actor
fundamental al individuo, correspondientes a formas maduras de desarrollo capitalista.(1988:19-25).
G. Castro H. / Naturaleza y sociedad en la historia de América Latina 35
Capítulo II
La Fase I:
El desarrollo separado
Estudiando se aprende eso:
que el hombre es el mismo en todas partes,
y aparece y crece de la misma manera,
y hace y piensa las mismas cosas,
sin más diferencia
que las de la tierra en que vive,
... Y otra cosa se aprende,
y es que donde nace el salvaje,
sin saber que hay ya pueblos en el mundo,
empieza a vivir lo mismo que vivieron
los hombres de hace miles de años.
José Martí,
"La historia del hombre, contada por sus casas"
1. Antes de la agricultura
Todo el énfasis que hoy se hace en los últimos cinco siglos de la historia del
continente americano tiende a ocultar que ese lapso constituye una fracción
mínima de un proceso mucho más amplio. No sólo se trata de que nada de lo
ocurrido en este último período puede ser comprendido a cabalidad al margen de
los 19 mil 500 años que lo precedieron, según las periodizaciones más
convencionales. Además -y sobre todo- en la consideración de ese arco de tiempo
infinitamente más amplio, habría que resaltar otro hecho singular: el de que el paso
de la historia natural a la historia ambiental ocurriera en América de un modo
distinto al acaecido en el mundo afro-eurasiático.
La historia que nos interesa, en efecto, se inicia a partir del momento en que
el espacio americano empieza a ser ocupado por representantes ya evolucionados de
la especie humana, a diferencia de lo ocurrido en Africa, Asia y Europa,
importantes escenarios de las etapas previas de esa evolución en lo biológico y lo
cultural.37 Cabe recordar, en este sentido, que los humanos que se desplazaron al
37
Para Paul Rivet, el Nuevo Mundo "ha sido, desde la época prehistórica, un centro de convergencia de razas y pueblos, lo
contrario del Asia meridional, que, para nuestros conocimientos actuales, aparece como un gran centro, si no como el gran
centro, de dispersión humana". (1992:190) En su texto clásico, Los Orígenes del Hombre Americano, Rivet argumenta a favor de
un proceso de poblamiento y contacto entre Asia y América que, además de la fuente siberiana usualmente citada, tuvo otras
en Australasia -en un período en que la Antártida pudo ofrecer vías de acceso al extremo sur americano- y Oceanía,
mediante el acceso por vía marítima al litoral Pacífico sudamericano.
G. Castro H. / Naturaleza y sociedad en la historia de América Latina 37
(¿40,000?-c. 2,000 a.c.). La segunda, (c. 900 a.c. a c. 1,500 d.c.) a aquel otro en el que
una singular combinación de agricultura de policultivo y actividades de
recolección hizo posible -sobre todo en las regiones en que alcanzó mayor
desarrollo-, una intensificación del despliegue de procesos civilizatorios que
aportarían premisas decisivas para las modalidades que adoptó la reinserción de
América en la comunidad humana a partir del siglo XVI.
2. La transición a la agricultura
El desarrollo de la agricultura en el territorio americano resultó de un largo y
complejo proceso, al que concurrieron la relativa rapidez conque los humanos
llegaron a ocupar el continente; la intensidad conque hicieron uso de los recursos
que el nuevo medio ofrecía a una economía organizada en torno a la caza y la
recolección, y el éxito demográfico que resultó de ese uso. Sus consecuencias, por
otra parte, resultaron de vasto alcance, en cuanto la agricultura constituye “un
modo de vida... (cuya adopción) implica una amplia reorientación de la cultura, y
no sólo la penetración osmótica de algunas plantas y prácticas de cultivo”. (Sauer,
1964: 161)
El tema ha sido -y es- objeto de intenso debate. Para Alfred Crosby, por
ejemplo, resulta lógico suponer que los primeros pobladores de las Américas y
Australasia "experimentaron tasas de crecimiento demográfico muy superiores a lo
usual entre cazadores y recolectores. Habían ingresado en regiones en las que no
tenían enemigos especiales, habían superado a muchos de sus antiguos enemigos,
e inicialmente el abastecimiento de alimento debe haber sido de extraordinaria
abundancia".(1990:273)40 Así, hacia el 7,000 a.n.e.41 habría tenido lugar una
circunstancia de tipo malthusiano, en la que el crecimiento demográfico asociado a
la abundancia original de los recursos que el medio estaba en capacidad de ofrecer
generaba una creciente escasez de los mismos. Esto, a su vez, daría lugar a un
proceso de transición a la agricultura a lo largo de una serie de ajustes graduales,
40
De ello resultó, agrega, un proceso que comprueba el enorme impacto que resulta del ingreso de una nueva especie a un
ecosistema, según lo observara Darwin en su Origen de las Especies, con lo que "los humanos -habiendo sido la primera
especie capaz de hacer un uso extensivo de la razón y de las herramientas en el Nuevo Mundo, Australia y Nueva Zelanda,
deben haber tenido un efecto muy superior al que podría suponerse de su número. Los humanos pueden adaptar con
rapidez sus tácticas de cacería para aprovechar en su propia ventaja el comportamiento defensivo predecible de un animal o
una especie... pueden incendiar bosques y praderas y, si lo hacen con suficiente frecuencia, cambiar radical y
permanentemente sus biotas", y "aun equipados tan sólo con la tea y con armas de piedra y madera endurecida al fuego, son
los predadores más tenaces y peligrosos del mundo".
41
Nos ceñimos aquí al análisis y las prevenciones presentados por Flannery, para quien es "poco probable que algún día
conozcamos la cronología precisa de la domesticación en México: los sitios precerámicos están demasiado dispersos y poco
excavados, las condiciones para la conservación son demasiado impredecibles y las fechas de radiocarbono demasiado
ambiguas".(1989:243)
G. Castro H. / Naturaleza y sociedad en la historia de América Latina 39
42
A lo que agrega que, aunque quizás de manera menos significativa, "la agricultura parece haber tenido lugar en un
contexto en el que mucha gente ya se había hecho sedentaria, y en el que los estilos de los artefactos ya habían mostrado una
tendencia hacia una mayor diferenciación regional".
43
Cohen, por su parte, observa en este sentido que " la agricultura podría haberse iniciado al principio en aquellos lugares en
los que la creciente presión demográfica se cruzó con la distribución de unos fenómenos ambientales particulares o la
distribución de domesticables potenciales relativamente palatables, fáciles de manejar y de buen rendimiento. Por el
contrario, el tránsito a la agricultura podría haber sido demorado o aun pospuesto indefinidamente en algunas regiones debido a la
relativa dificultad en el tratamiento de los domesticables potenciales locales o por la hostilidad del medio ambiente local a cultígenos
disponibles a través de la difusión."(1977:281) O, incluso, por la posibilidad de no seguir por el camino del desarrollo agrícola al
encontrarse los grupos humanos con hábitats capaces de proveer a sus necesidades mediante un retorno a la caza y la
recolección, como parece haber ocurrido en algunas islas del Caribe, según informes que nos proporcionara el antropólogo y
arqueólogo dominicano Marcio Veloz Magliolo.
G. Castro H. / Naturaleza y sociedad en la historia de América Latina 40
haber estado asociado más bien a factores culturales -como el interés en hacer "más
predecible" a la naturaleza, en el marco de un clima de grandes contrastes entre
años "secos" y "lluviosos"-.44
De este modo, el incremento demográfico vendría a ser un resultado antes
que una premisa del proceso, y la agricultura primitiva,
Resulta notable, por otra parte, el modo que ese proceso de transición tuvo
lugar a partir de "áreas núcleo" - el Asia Sudoccidental; el Sudeste Asiático; China;
una faja del Africa Subsahariana, y Mesoamérica y las tierras altas andinas-,
caracterizadas por "un medio ambiente natural que incluya una variedad de
plantas y animales salvajes susceptibles para la domesticación y listos para ello.
(Braidwood, 1988:190)45 Aun así, aquí conviene tener presente dos importantes
salvedades.
Se trata, por un lado, del carácter extraordinariamente diversificado de esa
agricultura americana y, por otro, del importante papel complementario que
siguieron desempeñando las actividades de caza y recolección, incluso en las
civilizaciones de mayor grado de desarrollo, en las que aportaban del 25 al 30 por
ciento del abastecimiento global de alimentos y materias primas.(Sánchez-
Albornoz,1973:45-49)46 Según Ortiz de Montellano, por ejemplo, los aztecas nunca
44
Para William Sanders, por ejemplo, un "efecto significativo" de la sustitución de la recolección por la producción de
alimentos consiste en que este proceso "interviene en los cambios que se realizan en otros puntos del sistema y que actúan, a
su vez, de formas predecibles, sobre la demografía. Las densidades de población son obviamente las más afectadas y
constituyen así indicadores certeros de los cambios productivos en una región, aun reconociendo que los valores absolutos
de las estadísticas de la población para una amplia gama de tipos culturales son muy poco confiables".(1989:I,13) Al
respecto, también, Sauer (1968,1970) enfatiza el vínculo entre transición a la agricultura y desarrollo simultáneo de formas
más complejas de control ambiental y de vida cultural.
45
Teresa Rojas (1991:19), por su parte, se refiere a la labor del botánico soviético Nikolas I. Vávilov y sus colaboradores que,
a partir de datos obtenidos en sesenta países de todos los continentes "delimitaron con precisión ocho centros independientes
de donde proceden las principales especies vegetales domesticadas". Uno de esos centros, agrega, "correspondiente a México
y Centroamérica -que coincide con el área conocida como Mesoamérica-, resultó la zona originaria de más de cincuenta
especies vegetales cultivadas, sin considerar las ornamentales".
46
La presencia de esos dos factores en la América pre-europea contradice el entusiasmo conque algunos autores se refieren a
la presencia de "plantas fundamentales" que actuarían como ejes del "género de vida" característico de cada civilización,
como lo hace Pierre George con el caso del maíz.(1985:38) Parece más sensato, por el contrario, matizar tales generalizaciones
con la atención a comentarios como los que hace Murra sobre el maíz en Perú -donde coexistió con el predominio de cultivos
como la papa y la quinua, y parece haber sido destinado esencialmente a fines rituales y militares-, en contraste con México,
donde predomina hasta hoy en asociación con el frijol, el chile y la calabaza como eje de un sistema alimentario de amplia
difusión. Sánchez-Albornoz, por su parte, tomando en cuenta el cultivo del maíz por grupos civilizados de la cuenca del
Mississipi, señala que "zonas con potencial análogo no gozaron de igual grado de desarrollo".
G. Castro H. / Naturaleza y sociedad en la historia de América Latina 41
47
Los aztecas, agrega Ortiz de Montellanos, "comían prácticamente todo lo que caminaba, nadaba, volaba o se arrastraba,
incluidos armadillos, tuzas (tozan), comadrejas (cozatli), serpientes de cascabel, ratones e iguanas. Comían también una gran
variedad de peces, ranas, salamandras acuáticas (axolotl), huevos de peces, escarabajos corixídeos de agua (axayacatl) y sus
huevecillos (ahuauhtli), y larvas de libélulas, obtenidos todos de los lagos de la cuenca (de México). Entre los insectos
terrestres que se comían figuraban diversas variedades de saltamontes, hormigas y gusanos", mientras los lagos les
proporcionaban además "probablemente, tres millones de peces y más de un millón de patos al año". (1993:142)
G. Castro H. / Naturaleza y sociedad en la historia de América Latina 42
48
A partir de un resumen de los trabajos arqueológicos de Dick y McNeish en Nuevo México, Tamaulipas, Centro América,
Chiapas y Oaxaca, Warman señala al centro-sur de México como la zona en que "a partir de un ancestro silvestre se
domesticó al maíz", a lo largo de un proceso de desarrollo precedido por -y asociado a la domesticación de otras especies
útiles que en su conjunto conformaron un sistema alimentario. Para el caso de las excavaciones de McNeish en 1960 en el
Valle de Tehuacán, a partir de unos 5 mil años antes de nuestra era "ya son numerosos los restos y evidencias de plantas
cultivadas en el valle: el propio maíz, frijoles, chiles, alegría y zapotes, además de las calabazas y aguacates, las plantas
cultivadas de aparición más temprana". (1988:45)
49
Otros autores, como Sauer (s.f.) y Piperno (1993) consideran la posibilidad de un origen sudamericano del maíz, que se
habría difundido hacia Mesoamérica a través del Istmo de Panamá".
G. Castro H. / Naturaleza y sociedad en la historia de América Latina 43
50
En este sentido, a su vez, la domesticación del maíz se presenta como "una creación colectiva e histórica de los pueblos que
ocuparon en la antigüedad esa porción de la tierra americana, como un esfuerzo prolongado que requirió del interés y de la
pasión de miles de anónimos experimentadores agrícolas durante decenas de generaciones".(1988:46)
51
En el sentido en que Tiezzi, para otros contextos, señala que "el uso correcto de la ciencia no está en dominar a la
naturaleza sino en vivir de acuerdo con ella" (1990: 36).
G. Castro H. / Naturaleza y sociedad en la historia de América Latina 44
En efecto, ese trabajo con la naturaleza parece estar asociado a las severas
restricciones tecnológicas que hacen parte de aquel ritmo más lento de desarrollo
civilizatorio a que se refiere Crosby, expresado tanto en la dependencia exclusiva
de la energía humana y en la sencillez del instrumental agrícola, como en las
características de la organización social básica, que será examinada más adelante.
Al respecto, si bien la capacidad de impacto sobre el medio ambiente pudo verse
limitada por la propia sencillez de la tecnología agrícola disponible, Sánchez-
Albornoz señala -a partir de estudios realizados por S.F. Cook en diversas áreas del
México contemporáneo-, que la erosión "fue entonces más honda que la ocasionada
después por el ganado de los conquistadores", con lo cual los rendimientos
agrícolas disminuyeron, "y la población padeció necesariamente las secuelas del
deterioro del suelo".(1973:49)52
Aun así, para María de los Angeles Romero (1991: 143) es posible que "parte
importante de los logros de esa agricultura, en ese frágil medio ambiente,
estuvieran dados precisamente por las herramientas sencillas que utilizaba". A
partir de ello, además, cuestiona la afirmación corriente de que las sociedades
prehispánicas lograron "un impresionante desarrollo cultural con una tecnología
sumamente simple" pues le parece probable que tal desarrollo cultural no ocurriera
"a pesar de la tecnología agrícola que tenían, sino gracias a ella y a un estricto
control del trabajo humano". Es importante, en todo caso, distinguir aquí lo
sencillo del instrumental de lo complejo de la tecnología. Teresa Rojas, por
ejemplo, tras señalar que los sistemas agrícolas "no son sólo adaptaciones
ecológicas a un medio determinado, sino también adaptaciones sociales y
demográficas"-, plantea para el caso mesoamericano que el mejoramiento gradual
de las especies de plantas y animales "domesticados por las constantes
hibridaciones y la selección con el fin de hacerlas más productivas, lograr las
cualidades deseadas, ampliar su rango de adaptación ambiental para cubrir cada
vez más nichos ecológicos y mejorar su resistencia a plagas y enfermedades", fue
"una hazaña de los agricultores de Mesoamérica" que, sumada a "la incorporación
de cada vez más especies al cultivo", constituyeron "dos de los pilares del
desarrollo de la agricultura prehispánica".(1991:50)53
52
Las áreas mencionadas incluyen a Teotlapán, la Mixteca Alta, Puebla, Valle Central, Michoacán, Veracruz y el Bajío. El
antropólogo Gerardo Palomo, por su parte, ha sugerido en discusiones sostenidas con el autor que la producción masiva de
alfarería para exportación a otras regiones puede haber constituido un importante factor de degradación ambiental en el área
del Teotihuacán clásico, al propiciar la deforestación de las laderas circundantes en busca de combustible. Piperno (1991,
1994) presenta evidencia arqueológica sobre el impacto ambiental destructivo de la agricultura de roza combinada con el
incremento de la población en el Panamá prehispánico. A ese mismo orden de causas se refiere una de las hipótesis más
reiteradas en el debate sobre las causas de la desaparición de la cultura maya clásica.
53
H. David Thurston, en Sustainable Practices for Plant Disease Management in Traditional Farming Systems -un libro por demás
moderno-, tras señalar que el conocimiento campesino tradicional "es a menudo de impresionante amplitud", incluye entre
los métodos para el control de enfermedades de las plantas propios de esa agricultura tradicional "la alteración de la
arquitectura de la planta y el fruto, el control biológico, el uso del fuego, el ajuste de la densidad de siembra a la profundidad
G. Castro H. / Naturaleza y sociedad en la historia de América Latina 45
o a la época de la siembra, la siembra de cultivos diversos, el barbecho, la inundación, la roza picada sin quema, la siembra
sin arado, el uso de complementos orgánicos, la siembra en plataformas elevadas, la rotación, el saneamiento, la
manipulación de la sombra, y la labranza. La mayoría de estas prácticas", agrega, "resultan sostenible en el largo plazo".
(1992: 8-10)
54
Tales sistemas de cultivo, a su vez, llaman la atención por su diversidad. Rojas menciona cuatro tipos generales: extensivos
o de barbecho largo: forestal y arbustivo; de mediana intensidad: de barbecho arbustivo y en herbazal; intensivos, y sistemas
especiales, utilizados en "los huertos cercanos a la casa, las huertas de cacao, de nopales de grana, de frutales y ornamentales,
así como los magueyales", en "parcelas estables, de uso continuo, de altos rendimientos, generalmente en los poblados o
cerca de ellos, vigiladas muy cuidadosamente por los campesinos, fertilizadas con los desperdicios domésticos y que
producían en forma continua".
55
Conrad y Demarest (1988:191-198) sintetizan la discusión sobre los dos casos, resaltando el uso consciente y especializado
de la diversidad ambiental como un recurso productivo, cuyo pleno aprovechamiento, a su vez, tendía a favorecer el
desarrollo de sistemas complejos de interdependencia e intercambio organizado entre regiones de producción
complementaria, ya fuera entre comunidades distintas articuladas en un plano horizontal, como en Mesoamérica, ya fuera
dentro de comunidades distribuidas en distintos niveles de altura para aprovechar todo el potencial productivo de una
región montañosa, como en el caso andino.
G. Castro H. / Naturaleza y sociedad en la historia de América Latina 46
permitió a los aztecas disponer de una dieta que les aportaba entre 2,177 y 2,243
calorías, y entre 66.83 y 80.63g de proteínas por día, igualando o superando a las
normas actuales de la FAO y la OMS, de 2,200 calorías y 45g de proteínas por día.60
Con ello, "resulta claro" que esos americanos "no estaban malnutridos ni sufrían de
deficiencias de proteínas o vitaminas" y que, por el contrario, es probable que
estuvieran mejor alimentados que la población moderna de México, "que en 1973
tenía una dieta promedio de 1,787 cal per cápita por día, y de la cual alrededor de
un 45 por ciento nunca come carne".(Ortiz, 1993:127,147) 61
Aun así, dado que el contraste con la situación actual de América Latina
tiende a favorecer una apreciación generalmente positiva de aquellos logros,
conviene ponderar también sus limitaciones. María de los Angeles Romero, por
ejemplo, señala que si bien esa agricultura podría haber proporcionado "a los
miembros de aquella sociedad los nutrientes básicos para su desarrollo", el
verdadero desafío social radica no sólo en la habilidad para producir alimentos
suficientes y variados, sino esencialmente en la capacidad para distribuirlos con
equidad, asegurando a toda la población un digno nivel de vida. Y esto, la
sociedad precolonial "como muchas otras, no pudo superarlo".(1991:145-146)
Romero sustenta su observación en datos aportados por estudios de restos
óseos encontrados en la península de Yucatán, que indican por ejemplo "huellas de
anemia severa" en un 18 por ciento de los mismos, que ascendía a un 23 por ciento
si se consideraba sólo a la población infantil. A ello se sumaban además
"deficiencias en el consumo de hierro, vitamina C y proteínas animales", dentro de
adoptaría la explotación del guano en el siglo XIX o la de los bancos de anchoveta de la misma región en la década de 1960,
que en ambos casos alteró drásticamente los ecosistemas de los que dependía la posibilidad de renovación natural de esos
recursos.
60
En el caso andino, Gligo y Morello plantean que el poblador prehispánico "dispuso de una mayor variedad de alimentos
que los que actualmente se cultivan", al tiempo que mantuvo "un alto consumo de plantas silvestres y capturó la fauna en
forma planificada, lo que influyó en la conservación y mantenimiento de ella (vicuñas y guanacos) al mismo tiempo que
abastecían de proteínas al poblador", agregando que "Antúnez de Mayolo... calcula la dieta inca per capita (en)... 2420 calorías,
superior a la meta OMS de 2183", lo cual "tiende confirmar... que los indígenas del incanato tenían una alimentación superior
a la que tienen los del altiplano actualmente".
61
Esto, por otra parte, no es de extrañar si se considera, con Carl Sauer (1981: 46,47) que en líneas generales las plantas
domesticadas del Nuevo Mundo excedían con mucho en variedad y eficiencia a las europeas en el momento del
descubrimiento. En lo relativo a cereales, Europa “no tenía nada comparable al maíz indígena en productividad, valor
alimenticio, utilidad en tierras montañosas y capacidad de adaptación a climas diversos. El cultivo de raíces ricas en almidón
eran virtualmente inexistentes en Europa, mientras que en América… existía uno o más para cada clima, entre ellos algunos
que -como la yuca y la papa- no tienen igual en el mundo en cuanto a la cantidad de alimento producido por unidad de
cultivo. En cuanto a proteínas y grasas de origen vegetal, Europa también era pobre mientras el Nuevo Mundo disponía de
una gran riqueza de plantas domesticadas. En las zonas subtropicales -en el borde entre la tierra templada y la tierra caliente -,
existía una especial riqueza agrícola: diferentes tipos de maíz…; una amplia gama de frijoles; boniato, yuca y otros
tubérculos; tomates y chiles; aguacate, cacao, papaya, piña y otras muchas frutas; algodón de Barbados para las tierras bajas
tropicales y, en tierras más templadas, el algodón de tierras altas que resulta ancestral para casi todos los tipos de algodón
comercial de hoy”.
G. Castro H. / Naturaleza y sociedad en la historia de América Latina 48
62
Para el caso andino, a su vez, Murra señala que sólo los grupos sociales dominantes consumían regularmente la carne
proveniente de los rebaños de llamas domesticadas, mientras el campesino "normalmente... debió haber tenido acceso a la
carne fresca solamente en el ejército o en ocasiones ceremoniales, cuando se hacía una amplia distribución de animales
sacrificados".(1989:88) Respecto al maíz, agrega que el Estado lo necesitaba "con fines militares, burocráticos y ceremoniales"
y promovía su cultivo en sus propias tierras, mientras el consumo del mismo era limitado entre los campesinos.(1988:44)
63
El texto Desarrollo y Medio Ambiente en América Latina, a su vez, presenta en la misma página una estimación a partir de
datos obtenidos de la obra de Woodrow Borah que sitúa el total de la población prehispánica en 57.3 millones de personas, y
un gráfico cuya fuente no identifica que sitúa ese total para el año 1500 en 150 millones. Entre ambos, se plantea además que,
en todo caso, "la población del continente americano sería entonces por lo menos equivalente a la de Europa en su conjunto, que se
estima en alrededor de 60 millones de personas en el siglo XVI".(PNUMA/MOPU,1991:64)
G. Castro H. / Naturaleza y sociedad en la historia de América Latina 49
Cuando se observa esta unidad desde una perspectiva más alejada, se advierte que
en Mesoamérica jamás ha sido suprimida. Los sencillos utensilios de la agricultura
y los enseres de cocina, las labores agrícolas, los conceptos religiosos relacionados
con el ciclo de siembras y cosechas, el estilo de vida que gira en torno a la
comunidad donde se nace, todo esto ha permanecido básicamente estable hasta
nuestros días. Imperios y conquistadores invaden el país, se fundan ciudades,
nuevos dioses anuncian la salvación, pero... hasta hoy, la comunidad de los
cultivadores ha conservado su capacidad de replegarse sobre sí misma y de
mantener su integridad frente a la duda y al desastre. (1991:72)
comunidad que comprende estos hogares, y el naciente Estado que abarca a las
comunidades y dicta leyes." (1991:72)
Marshall Sahlins, por otro lado, aborda con particular detalle en su Economía
de la Edad de Piedra los factores de tensión internos a la propia comunidad, y las
extraordinarias dificultades que ésta presenta para una articulación permanente en
formaciones políticas de orden propiamente estatal. Esas dificultades, dice, se
deben a que el orden primitivo "es un acuerdo urdido para negar su fragilidad
inherente, su división básica en grupos de distinto interés y de fuerzas similares,
grupos organizados en clanes 'como los pueblos salvajes de muchos lugares de
América' que sólo pueden unirse en momentos de conflicto y si no deben separarse
para evitarlo".(1983:192)
El paso de las agrupaciones de familias -que constituyen unidades
productivas que tienden a la autosuficiencia-, a formaciones sociales más
complejas, estructuradas a partir de una creciente división del trabajo y una
jerarquización social permanente constituye para Sahlins un "umbral" al que la
sociedad primitiva tiende constantemente pero que, al propio tiempo, no puede
cruzar sin experimentar transformaciones que equivalen de hecho a su propia
negación. Siendo la economía doméstica "tan poco confiable como aparentemente
funcional", y constituyendo "una molestia en lo privado y una amenaza en el orden
público" tiende a garantizar la permanencia y ampliación de sus propios éxitos en
materia de crecimiento demográfico y diversificación de las demandas de sus
integrantes mediante el establecimiento de "instituciones predominantes de
jerarquía y de alianza".(1983:149) 65
El desarrollo de esa tendencia a la construcción de organizaciones sociales
sustentadas en la especialización y la jerarquización, agrega Sahlins, opera a partir
de una "radicalización de la función de parentesco", en sociedades donde "el
parentesco es rey, y el 'rey' es sólo un pariente superior". Pero, al propio tiempo,
esto genera un proceso a través del cual el desarrollo de la vida política se
constituye en "un estímulo para la producción" y, a su vez, el incremento de la
producción -con vistas por ejemplo a generar excedentes destinados al tributo a
autoridades político-militares y religiosas- se convierte en un requisito para la
preservación y consolidación de las nuevas estructuras sociales.
Para el caso mesoamericano, la necesidad de este tipo de organización social
para el desarrollo civilizatorio se hace evidente, según Angel Palerm, en el hecho
de que sólo los sistemas intensivos de agricultura, "basados en alguna forma de
control hidráulico", podían explicar "las altas densidades de población y los centros
65
Se trata, agrega, de un proceso en el que incide "algo más" que las autoridades tribales y su intervención contra el reflejo
primitivo de escisión. "La intensidad regional de ocupación", dice, "depende también de las relaciones entre las
comunidades", dado que "cada organización política tiene un coeficiente de densidad de población y, unido esto a las
propensiones ecológicas, una densidad determinada de aprovechamiento de la tierra".
G. Castro H. / Naturaleza y sociedad en la historia de América Latina 51
Sir John L. Myres (1971:11) tenía sin duda razones -como británico,
aristócrata y hombre de su tiempo- para expresarse así como historiador en 1911.
Esas razones, sin embargo, no bastaban para darle la razón: apenas correspondían,
en realidad, a una manera de ver el mundo aún presente -y con fuerza mayor,
quizás, de lo que parece a primera vista- en nuestros días. Más universal -y más
útil, ciertamente a los fines de un conocimiento verdadero-, nos parece el modo en
que María de los Angeles Romero concluye su análisis del desarrollo de la
agricultura en tierras mexicanas entre los siglos XVI y XIX.
"Si nuestros estudios son correctos", dice, "la agricultura prehispánica había
logrado, con todos sus problemas, sostener a su sociedad sin alterar gravemente el
medio ambiente". Con todo y que la agricultura indígena "también padeció años de
sequías y de pérdidas de las cosechas", agrega, "el paisaje que los españoles
encontraron ofrecía zonas de bosques, de inmensos lagos, una flora y una fauna
variada y abundante, un más alto grado de humedad ambiental y mejores niveles
del agua subterránea..." Y de allí pasa a hacerse una pregunta cada vez más
frecuente en nuestro tiempo:
aprovechar todas sus potencialidades económicas. La capacidad de trabajo está insuficientemente utilizada, no se usan los
medios tecnológicos plenamente y los recursos naturales se dejan sin explotar". No se trata, agrega, "de que el producto de
las sociedades primitivas sea bajo", sino de que la producción "es baja en relación con las posibilidades existentes", con lo que
la "subproducción" no resulta necesariamente incompatible con la "opulencia", ya que "todas las necesidades materiales de la
gente pueden verse satisfechas con facilidad, aun cuando la economía se desarrolle por debajo de su capacidad" (1983:13,55)
67
Esta circunstancia parece haber incidido, a su vez, en las formas de poblamiento de las regiones de mayor desarrollo
civilizatorio, donde con toda evidencia coexistían un número relativamente reducido de núcleos densamente poblados -
como la propia México-Tenochtitlán- con amplias zonas de población dispersa, cuya concentración en poblados constituyó
uno de los medios más importantes utilizados por los conquistadores europeos para la reorganización económica y el control
político que exigía la relación con el medio natural de la que dependía la civilización de la que eran portadores, según se verá
con mayor detalle en el próximo capítulo.
G. Castro H. / Naturaleza y sociedad en la historia de América Latina 57
José Martí,
"El hombre antiguo de América
y sus artes primitivas".
1. La transición
El siglo XVI -y en especial su segunda mitad-, constituye el escenario de un
período de transición decisivo para la conformación de lo que llegaría a ser la
América Latina. Aquí coinciden dos procesos -la conquista europea, y la
reorganización subsecuente de las sociedades y los espacios americanos- cuya
íntima vinculación los hace parecer a veces simultáneos cinco siglos después. Esa
impresión, sin embargo, es engañosa: el proceso abarca tres, quizás cuatro
generaciones, y serán los nietos de quienes desaten el cambio quienes finalmente se
encuentren con una normalidad realmente nueva.
La conquista y reorganización de América por los europeos expresan dos
componentes centrales de toda transición entre civilizaciones: la desarticulación de
la realidad preexistente y, simultáneamente, la rearticulación de un amplio número
de los elementos de ésta en torno a las estructuras creadas, para otros fines, por los
hombres de la realidad nueva. Ninguna otra de las transiciones de la historia
americana es tan compleja como ésta, ni de resultados tan decisivos para la
relación sociedad/naturaleza en el largo plazo.
La transición del siglo XVI inaugura, en efecto, una "larga duración"
enteramente distinta en sus tendencias de evolución a la que la precedió, y
crecientemente diferenciada de la que la indujo a surgir a través de la conquista,
esto es, la correspondiente a la España de la Reconquista y su entorno europeo.68
Aun así, parte de la complejidad del proceso tiene que ver con determinadas
68
Segun Gligo y Morello(1980:136), "Los ocho siglos que duró la reconquista de la península española fueron un
antecedente, una preparación histórica en la conquista y la colonización de las tierras americanas. Cuando los españoles
comenzaron a invadir el Nuevo Mundo, emprendieron su conquista con la idea de propagar y defender la fe católica, de
extender los dominios de la Corona y ganar fama, honra y riqueza para ellos. La reconquista peninsular les había
proporcionado una ideología que justificaba su expansión: le teoría medieval sobre la justa guerra de cristianos contra
infieles". Apud: Florescano, Enrique: "Colonización, ocupación del suelo y 'frontera' en el norte de Nueva España, 1521-1750",
en Tierras Nuevas, El Colegio de México, México, 1973. Florescano a su vez cita a Silvio Zavala: New Viewpoint on the Spanish
Colonization of America, University of Pennsylvania Press, Filadelfia, 1943.
G. Castro H. / Naturaleza y sociedad en la historia de América Latina 59
Ese "desorden", en todo caso, tiene una lógica que, si en lo cultural se hace
sentir en los cambios que experimenta la actitud dominante ante los recursos
naturales, en lo político se expresa a través de la novedad mayor de la
subordinación del conjunto del proceso histórico a una estructura de poder a un
tiempo centralizada y exógena. La conformación de esa estructura -a través de la
injerencia en América de "una civilización devastadora, dos palabras que, siendo
un antagonismo, constituyen un proceso" (Martí,1975: VII, 98)-, sin embargo,
resulta de un proceso menos rápido y totalizador de lo que parece a primera vista,
en el que el problema del control de los recursos humanos y naturales de la región
desempeña un papel de primer orden.
70
Rojas (1990:17) se refiere a una frontera "suave" hacia el sur -de la desembocadura del río Motagua al golfo de Nicoya,
pasando por el lago de Nicaragua-, en la que coexistían "grupos cultivadores", en contraste con una frontera "dura" al norte -
aproximadamente del río Pánuco al Sinaloa, pasando por el Lerma- en la que los cultivadores mesoamericanos se
enfrentaban con cazadores y recolectores. Esta frontera, dice "se diferenció de la frontera sur 'por un grado mucho mayor de
movilidad e inseguridad, alternando en ella épocas de expansión al norte con otras de retracción hacia el sur'. La práctica de
la agricultura expresaba también esta movilidad".
71
Y agrega: "Si al cabo algunas propiedades en algunos lugares parecían vender muy poco a cualquiera, ello se debe a que
carecen de un producto y un mercado; aun así están orientadas al mercado, tras ajustarse a la situación del mercado local de
la única manera en que les fue posible".
G. Castro H. / Naturaleza y sociedad en la historia de América Latina 61
en el siglo XVI, tras haber desaparecido casi por completo, al igual que en
Occidente. (Braudel, 1986:99). Esta perspectiva permite afirmar que, además, el
problema de la autodeterminación se presentará en estrecha relación con el de la
creciente asimetría en las oportunidades de progreso que el mundo así organizado
ofrece a las partes que lo integran.
En efecto, aun antes de transformarse en el centro de una economía
mundial, la economía-mundo europea aparece ya signada por "la yuxtaposición y
la coexistencia" de sociedades que van desde la holandesa, ya capitalista, hasta las
"serviles y esclavistas, que ocupan los peldaños más bajos de la escala". Con ello, se
crea una situación en la que "las zonas externas nutren a las zonas intermedias y,
sobre todo, a las centrales", ante la cual cabe preguntarse:
74
El cual incluía además una amplia variedad de formas: "esclavos que trabajan en plantaciones de azúcar y en operaciones
mineras de excavación en la superficie... "siervos" que trabajaban en grandes dominios donde se cultivaba el grano y se
cosechaba madera... granjeros arrendatarios, dedicados a varios tipos de cultivos para el mercado..., y trabajadores
asalariados en algunas explotaciones agrícolas. Cada uno de esos modos de "control del trabajo", agrega Wallerstein, "es el
más adecuado para tipos particulares de producción", y la concentración de estos modos "en diferentes zonas de la
economía-mundo -la esclavitud y el "feudalismo" en la periferia, el trabajo asalariado y el autoempleo en el centro y... la
aparcería en la semiperiferia" respondía a que la economía mundo "estaba basada precisamente sobre el supuesto de que
estas tres zonas existían, y tenían de hecho diferentes modos de control del trabajo. De no haber sido así, no hubiera sido
posible garantizar el tipo de flujo de excedentes que hizo posible que apareciera el sistema capitalista". (1991:120,121)
G. Castro H. / Naturaleza y sociedad en la historia de América Latina 63
75
La desmesura del espacio sometido es otro factor a tomar en cuenta. Los españoles, dice Hoy "exploraron, establecieron su
soberanía y organizaron política y económicamente una superficie de aproximadamente 24.6 millones de kilómetros
cuadrados" que iba desde California hasta Tierra del Fuego, en un lapso de sesenta a setenta años.(1988b: 551) Esas
magnitudes, sin embargo, pueden resultar engañosas si se toman en cuenta las restricciones culturales, tecnológicas y de
interés económico que normaron la fase inicial de ocupación efectiva del territorio y el ejercicio de aquella soberanía, a las
que se refiere el propio Hoy en el párrafo que citamos.
76
Otros autores -como Long-Solís (1986), Weatherford (1988), Warman (1988), Wallerstein (1991) y Crosby (1991)- enfatizan
más bien -con perspectivas, detalle y complejidades distintas- la importancia de los aportes americanos a la plena
maduración y el desarrollo de la civilización Occidental.
G. Castro H. / Naturaleza y sociedad en la historia de América Latina 64
La dimensión sociodemográfica.
En el caso de la población, el aspecto más tratado en el período es el de la
catástrofe demográfica que recorre el siglo XVI y la primera mitad del XVII,
asociada al proceso de conquista y reorganización de las sociedades americanas.
En el clima intensamente ideologizado de la crisis contemporánea -exacerbado en
este caso además por los debates en torno al Quinto Centenario de la conquista
europea de América-, la discusión acerca de esa catástrofe adopta tonos que, a
veces, recuerdan la observación atribuida a José Stalin según la cual un muerto es
una tragedia, pero un millón de muertos constituye apenas una estadística.78
Hay acuerdo, en todo caso, acerca de la magnitud del colapso en términos
relativos. Según Nicolás Sánchez-Albornoz (1973:60-72), por ejemplo, la población
indígena se vio reducida en un orden del 75 al 95 por ciento a lo largo del siglo que
inaugura la conquista, con respecto a la existente hacia 1500. Para otros, en el
momento del contacto la población americana podía representar cerca del 20% del
total de la humanidad; un siglo después, incluyendo a los europeos recién
inmigrados, esa proporción no excedía el 3% y, para mediados del siglo XVIII -ya
en una circunstancia de acelerado crecimiento demográfico en Europa-,
representaba "apenas el 1.6%". Hoy, los americanos representarían "casi un 14% de
la población total del mundo, estimada en 5,112 millones de habitantes".
(PNUMA/MOPU,1990:64,65)
El debate sobre las causas de esa catástrofe es viejo ya, y dista mucho de
estar resuelto. Para la década de 1540, Fray Toribio de Motolinía, misionero
franciscano en Nueva España, nos ofrece un testimonio que, en lenguaje de
77
Como, por ejemplo, las relaciones entre la creación de premisas culturales para el nuevo modelo de dominación y
determinadas prácticas alimentarias, como en el caso de las severas restricciones al cultivo y consumo del amaranto por
parte de la Iglesia novohispana, debido al papel de ese cereal en ceremonias religiosas prehispánicas.
78
El tenaz liberal Jean-Francois Revel plantea por ejemplo que hay que buscar la causa del descenso demográfico indio
después de la conquista, "menos en la espada de los conquistadores que en las enfermedades contagiosas... transmitidas por
éstos a los indios carentes de defensas inmunitarias. Como contrapartida, los indios comunicaron a los españoles la sífilis,
que haría una larga carrera en Europa. La mentira demográfica, además, ha engordado las cifras. La América precolombina
era casi un desierto: sus dos principales polos de población, Perú y México, no contaban cada uno con más que tres o cuatro
millones de habitantes y el resto de las Américas más o menos otros tantos... En el inmenso norte, desde el río Grande hasta
Alaska, erraba un millón escaso de personas y no diez millones, cifra fantástica y fantasiosa que pretenden los indios
actuales."(1992:15)
G. Castro H. / Naturaleza y sociedad en la historia de América Latina 65
acentuado tono religioso, aporta un notable análisis sistémico. "Hirió Dios esta
tierra", dice, "con diez plagas muy crueles por la dureza é obstinación de sus
moradores, y por tener cautivas las hijas de Sión, esto es, sus propias ánimas, so el
yugo de Faraón".
La primera plaga fue una epidemia de viruela "la cual enfermedad nunca en
esta tierra se había visto", ocurrida ya en el momento de la conquista de México-
Tenochtitlán y seguida once años después por otra de sarampión, "de la cual desde
los menores hasta los mayores murieron casi la mitad". La segunda consistió en las
matanzas que acompañaron a "la conquista de esta Nueva España, en especial
sobre México". La tercera fue "una muy grande hambre que sucedió en siendo
ganada México, ca como no pudieron sembrar con las grandes guerras, unos
defendiendo la tierra é ayudando á los mexicanos, otros siendo en favor de los
españoles, é lo que sembraban unos, los otros lo talaban é destruían, no tuvieron
que comer".
A las epidemias y la guerra, se sumó como cuarta plaga la explotación de los
indígenas por los "calpixques ó estancieros", que organizaban su trabajo forzoso,
siendo "(tan) absolutos... en maltratar los indios y en enviarlos cargados lejos tierra,
y poniéndolos en otros trabajos, de los cuales hartos murieron". La quinta consistió
en "los tributos grandes y servicios que los indios hacían", que eran "tan continuos"
que "para los cumplir vendían los hijos y las tierras á los mercaderes, y faltando de
cumplir el tributo hartos murieron por ello, uno á tormentos, otros en prisiones, de
las cuales salían tal que muchos morían".
La sexta plaga consistió en el trabajo forzado en las minas de oro; la séptima,
en "la edificación de la gran ciudad de México", en la que "los primeros años
andaba más gente que en la edificación del templo de Jerusalem en tiempo de
Salomon", para la cual los indígenas debieron aportar a costa de sus propias
comunidades los materiales, los trabajadores y la alimentación de éstos que "si no
traen que comer, ayunan". La octava fue la esclavización masiva de indígenas, de
los que "de todas partes entraban en México grandes manadas como de ovejas para
echarles el hierro".
La novena plaga surgió del abastecimiento y transporte forzoso de
alimentos a las minas, y el pago de tributo en forma de trabajo en las mismas,
donde murieron tantos que "el hedor... causó pestilencia... é eran tantas las auras é
cuervos que venían a comer los cuerpos muertos, é andaban cebadas en aquella
cruel carnicería, que hacían gran sombra al sol". Y la décima, finalmente, tuvo por
causa "las divisiones y bandos entre los españoles que estaban en México", que
prolongaron en las guerras civiles los estragos de las guerras de conquista, y
estimularon a la vez el riesgo de insurrecciones indígenas, y la represión contra
ellos. (1970:10-15)
G. Castro H. / Naturaleza y sociedad en la historia de América Latina 66
79
Segun PNUMA/MOPU, por ejemplo, la isla de La Española, a la que atribuye una población de 1 millón de habitantes al
momento del "contacto", "contaba en 1548 con no más de 500 indígenas, entre niños y adultos". La población aborigen de
México, a la que asigna 20 millones de habitantes, "se redujo a poco más de un millón un siglo más tarde". Una nota al pie
agrega, además, que "la mayor caída en la población novohispana se verificó entre 1520 y 1545", cuando los habitantes
indígenas disminuyeron "en por lo menos 19 millones de personas" (esto es, se redujeron a la misma cantidad cuya existencia
menciona para "un siglo más tarde").
G. Castro H. / Naturaleza y sociedad en la historia de América Latina 67
la población mestiza había aumentado a tal grado que iba imponiendo un trato
económico y social que no se había previsto. Mestizos, negros libres y esclavos
huidos, al lado de criollos y españoles sin lugar fijo en la sociedad concebida como
una organización de pueblos de indios y ciudades y lugares de españoles, alteraron
el orden ideado por las autoridades españolas, en cuyo pensamiento sólo cabía una
sociedad compuesta por "dos repúblicas, la de indios y la de españoles".
sentido, la catástrofe demográfica podría ser vista, en el plano que nos interesa,
como parte del proceso más amplio de tránsito entre sociedades endodeterminadas
a otras exodeterminadas, esto es, organizadas en función de las necesidades de
reproducción y desarrollo de una metrópoli distante.
Al respecto, es interesante observar que -segun Lira y Muro- la pérdida de
mano de obra indígena coincide con un momento de notable incremento de la
población mestiza -tanto hispano-indígena como afro-indígena-. Pero esa
población nueva no es valorada como recurso productivo, sino por el efecto
disruptivo de su condición de vagancia, que se convertirá en un fenómeno
permanente a lo largo del período de dominación española, sin que parezca haber
tenido equivalente verdadero en las sociedades prehispánicas. Esto sugiere que es
la crisis demográfica indígena la que aparece asociada a una crisis en el
abastecimiento de mano de obra para la economía de rapiña en primer término.
La vagancia de los mestizos, en efecto, se presenta como un problema
europeo trasladado a América, en un peculiar intercambio de excedentes: el del
trabajo indígena por el de hombres apartados del mundo del trabajo en el orden
social surgido de la conquista. La abundancia simultánea de vagos malvivientes y
de propietarios que se quejan por la escasez de mano de obra constituye en verdad
una curiosa "intersección" entre un problema social y uno económico, en la que se
vinculan un régimen social de castas y sus efectos sobre el mundo del trabajo.
En efecto, el régimen de castas -que se anuncia ya en el ideal de un
"desarrollo separado" en el que se articulan las repúblicas de indios y españoles, de
un modo que no dejan de recordar al apartheid sudafricano, incluso en el derecho a
un autogobierno limitado que se concede a los primeros-, crea una escasez
artificial, cultural, de fuerza de trabajo para renglones fundamentales en la nueva
economía. Frente a esa escasez, el paso de la producción diversificada prehispánica
a la especializada que reclama la economía-mundo europea se traduce, a su vez, en
un singular proceso de organización de las actividades productivas en torno a
grupos etnoculturales también especializados.
El indio permanece a la larga como un agricultor comunitario, de quien
depende una parte sustancial de la producción de alimentos para el consumo
interno, y al que además se le exige tributo en trabajo, especie y, a la larga, sobre
todo en dinero. Las actividades vinculadas al mercado exterior (minería,
plantación) y de producción de insumos para las mismas (ganadería, ciertas
formas de artesanía y obrajes), pasan a depender de esclavos africanos,80 mestizos e
80
Los datos de que disponemos para el caso de Nueva España indican la presencia de 30,000 esclavos africanos (y 2,435
afromestizos) en 1570, esto es, en las vísperas del "cambio de relación" a que se refieren Lira y Muro; para 1646, ascienden a
35,089 esclavos y 116,529 afromestizos; para 1742, los esclavos han descendido en número a 20,131, mientras los afromestizos
llegan a 266,000. Para 1783, finalmente, no se mencionan esclavos, pero el número de afromestizos ha llegado a 784,000.
G. Castro H. / Naturaleza y sociedad en la historia de América Latina 69
83
El hecho de que no llegue a estar culminada sino a fines del siglo XVII indica lo tenaz de las contradicciones y conflictos
que debió enfrentar. Y eso, en los espacios útiles al nuevo orden económico, frente al cual permanecen enclaves de resistencia
indígena que conforman virtuales fronteras interiores: en Sierra Gorda, donde pames y chichimecas resisten hasta el siglo
XVIII; en la Lacandonia, también hasta ese siglo; en Nayarit y Sonora, hasta el XIX; o en nuevos espacios de automarginación
violenta, como el actual Quintana Roo entre 1847 y 1912, al decir de Nelson Reed (1987) en La Guerra de Castas de Yucatán.
84
Y añade: "Por esas razones, las ciudades, villas y asientos de los ibéricos no pasaban de ser muchas veces las barreras
demarcatorias de los actos posesionales, fortificadas y armadas por todas partes. De ahí que en las zonas de alta resistencia
indígena, las ciudades se convirtieran en un blanco preferido. Destruir una ciudad significaba, para los indios, recuperar por
lo menos parte de su espacio vital, no sólo en términos geográficos, sino también socio-culturales".
G. Castro H. / Naturaleza y sociedad en la historia de América Latina 71
Cuando la población disminuyó a causa de las epidemias traídas por los españoles,
el uso de todo aquello que permitiera ahorrar trabajo humano era clave para la
sobrevivencia del grupo (indígena). La pérdida de población fue decisiva entre las
razones que guiaron a los indígenas para adoptar el metal, el arado y el
trigo.(Romero,1991:166)
Todo esto hace parecer discutible que los cambios ambientales ocurridos en
el período resultaron más significativos por sus aspectos cualitativos que por su
magnitud, como lo plantea PNUMA/MOPU (1991:69). Allí se señala, en efecto,
que en aquel período "la profundidad de la depresión demográfica colonial
mantuvo casi despobladas extensas zonas del continente", mientras "las tecnologías
productivas disponibles... presentaban un escaso poder transformador de los
sistemas naturales". Todo ello, se agrega, impedía "acumular suficiente energía
para inducir cambios en los sistemas naturales que fueran a la vez profundos y
extensos".
Ese tipo de argumentos, sin embargo, bien podría subvalorar algunos
hechos de importancia. María de los Angeles Romero, por ejemplo, señala para el
caso de México que, si bien la despoblación debió conducir a "una expansión del
bosque tropical, de los bosques de pino y de encinos, de las selvas; y una
recuperación de los niveles freáticos del agua", ocurrió en cambio que "en lugar de
los árboles se reprodujo el ganado", con lo que "la curva descendente de la
población fue seguida de una línea ascendente del número de cabezas de reses, de
ovejas y de chivos".(1991:175)87
El impacto extensivo de la ganadería, a su vez, se combinó ya entonces con
el impacto intensivo de la minería en la transformación de puntos más específicos
humedad en el pie de monte y aumentó la incidencia de las heladas. Estas afectaron a aquellas zonas donde hasta ese
momento se habían recogido dos cosechas al año, haciendo que perdieran la cosecha de invierno" y poniendo en riesgo
incluso la única cosecha de las zonas del norte, menos favorecidas. "La historia colonial de la cuenca de México, agrega,
constituye un ejemplo dramático de la forma como la consolidación de la economía española y su forma de hacer producir la
tierra fueron destruyendo los sistemas agrícolas indígenas que hasta el momento había sido capaces de mantener una
numerosa población".
87
Las cifras y el mapa que sustentan esta afirmación resultan impresionantes. 400 mil cabezas de ganado y 3 millones 100 mil
de cabras y ovejas hacia 1580; 800 mil y 6 millones hacia 1600. Espacialmente, una mancha de tierras dedicadas a la ganadería
mayor que se extiende de Veracruz a Tampico en la costa del Golfo, de Tehuantepec a Acapulco y Culiacán por el Pacífico, y
de Taxco al norte de Durango por el centro del país, todo lo cual contribuyó "a una aceleración de la erosión en regiones
frágiles ecológicamente como son las de Mesoamérica". (1991:151,177,183).
G. Castro H. / Naturaleza y sociedad en la historia de América Latina 73
del paisaje americano. Gligo y Morello, tras preguntarse "por qué había tantos
ecosistemas deteriorados en un período en que el principal proceso de
artificialización ecosistémica, la agricultura, era muy limitada", plantean que la alta
demanda energética de la actividad minera llevó a utilizar los bosques cercanos de
una manera que condujo a que las minas "fueron abandonadas no porque se
agotaran, sino por problemas vinculados con los volúmenes de agua necesarios
para la concentración y con el agotamiento de la leña para la fundición". Si a ello se
agrega la demanda, también concentrada, de alimento para los animales -caballos,
mulas, asnos- de los que dependía el transporte de carga hacia los puertos y entre
poblados, puede entenderse que no haya "mina 'antigua' en la América Latina que
no esté rodeada de un halo perindustrial de suelo desnudo sin combustible vegetal
o con combustible de muy bajo valor calórico".(1980:141,142; Sauer, 1956: 63)
No es de extrañar, en este sentido, que para Gligo y Morello la conquista
aparezca como "el disturbio más violento recibido por las sociedades locales y por
los biomas de la América Latina". Los cambios étnicos, sociales, culturales,
ambientales y ecológicos causados por la conquista, dicen, "sólo son comparables
con los ocurridos en los últimos 40 años", y los superan incluso en lo que atañe a la
destrucción de actividades productivas ecológicamente ajustadas y recursos
culturales irrecuperables; la desintegración social ocasionada; la exportación de
enfermedades para las que no había mecanismos de defensa coevolutivos (incluso
el paludismo); la exportación de tramas tróficas nuevas de enorme efecto en
biomas de pastizales (vaca, caballo, perro, cabra, oveja, porcino), y la destrucción
de bosques y selvas.(1980:144-145)88 Y, sin embargo, hubo -y quedó- más, en otros
planos.
88
Esa acción sobre los ecosistemas, añaden, resultó en "cambios extensos de cultivo a selva" y de "pastizal a arbustal", y a la
"aparición de ecosistemas o partes de ecosistemas inéditos como la mediterranización del valle central de Chile, de la pampa
argentina-uruguaya-brasilera, en cuanto a cultivos y malezas".
89
La primera, agregan, "justificó plenamente la destrucción y eliminación de las formas y sistemas preexistentes", mientras la
segunda limitó las preocupaciones que hubiera podido ocasionar la tasa de extracción de los recursos.
G. Castro H. / Naturaleza y sociedad en la historia de América Latina 74
Puede afirmarse, así, que el siglo XVI nos legó, además de los puntos de
partida de estructuras y procesos económicos y tecnológicos nuevos, otros de
orden cultural que se expresan en mentalidades y actitudes que pasan a ser
dominantes en los modos de relacionarse nuestras sociedades a lo interno de sí, y
con su medio natural. Para Fernando Mires, por ejemplo, la inserción de América
en la economía-mundo europea propició que el colonialismo externo originara
otro, interno, que reprodujo al primero "en diversas ramificaciones culturales,
hasta constituir aquello que hemos calificado como un estilo generalizado de
pensamiento".
Ese "desarrollo original" iniciado a partir de la conquista, agrega, se ha
prolongado a través del tiempo en cuatro componentes fundamentales de los
"estilos dominantes del pensamiento". Los dos primeros, dice, consisten en "la
creencia eurocentrista" en la superioridad evidente de la civilización europea sobre
la barbarie americana en todos los terrenos, y en la creencia "en la infinitud de los
recursos naturales y energéticos de las tierras 'descubiertas'". El tercero consiste en
la creencia de que las "cosas de este mundo" tienen un valor que sólo se define a
cabalidad en su circulación en el mercado-mundo -cuyas demandas rigen en
última instancia el verdadero valor de los recursos naturales y el trabajo necesario
para aprovecharlos-, y el cuarto, en "la creencia de que el centro de la vida
económica y cultural sólo puede residir en las ciudades".(1991:91,92)90
Pero, y sobre todo, a partir de esos componentes se gesta una mentalidad
para la cual "si el valor de los productos de la naturaleza es fijado en lugares
diferentes de donde son producidos (ciudades, puertos, mercados internacionales),
no importa mucho que ella sea destruida", con lo que además se hace evidente que
"el desprecio por la naturaleza es también un desprecio por el ser humano", en una
circunstancia en la que "naturaleza y seres humanos eran objetos destinados a la
simple repartición".(Mires,1991:94-95) Y a ello habría que agregar, quizás, la
convicción de que todo esto constituía un orden tornado natural por la propia
historia, en el que América Latina ocupaba un lugar -en la economía-mundo
europea, primero, y el mercado mundial, después-, que no era sino expresión
manifiesta de su destino en el mejor de los casos y, en el peor, el resultado
inevitable de la incapacidad de los propios latinoamericanos pues, de otro modo,
¿cómo explicar lo persistente de su pobreza en medio de tal abundancia de
recursos?
Para Mires, en suma, resulta indudable que -"sin ningún propósito de
encontrar la 'culpa' de todos los 'males' ecológicos" en ella"-, durante esa
90
Señalando enseguida que "la contradicción ciudad-campo, que es una de las características centrales de los países del
Tercer Mundo, ha alcanzado en América Latina una exacerbación que abarca inclusive los ámbitos culturales", a partir de la
creencia de que "las ciudades, de por sí, tienen un status superior al campo, lo que no es más que una expresión para señalar
que todo lo que tiene que ver con la naturaleza es necesariamente inferior".(1991:97)
G. Castro H. / Naturaleza y sociedad en la historia de América Latina 75
91
Al respecto, por ejemplo, véase: Williams, Barbara J: "Clasificación nahua de los suelos", en Historia de la Agricultura. Epoca
prehispánica - siglo XVI. Colección Biblioteca INAH, Instituto Nacional de Antropología e Historia, México, D.F., 1989.
92
Cabe recordar que el trigo, para consumo interno -sobre todo urbano-, o exportación a las Antillas españolas, se constituyó
en el eje de la agricultura comercial, mientras el sistema maíz, frijol, calabaza, chile seguía articulando la agricultura de
subsistencia.
G. Castro H. / Naturaleza y sociedad en la historia de América Latina 77
José Martí,
"Discurso en honor de Centroamérica"
1. La fractura: 1750-1850
Si la inserción de América Latina en la economía-mundo europea ocurre a través
de un proceso relativamente breve, que culmina lo esencial de la creación de sus
premisas y la definición de sus tendencias de evolución al cabo de dos
generaciones, su participación en el proceso de transición al mercado mundial
abarca en cambio casi un siglo. Hay aquí complejidades de orden distinto, que
conviene tener en cuenta para el análisis.
En el plano militar, por ejemplo, la conquista se presenta como una
secuencia de combates aislados y dispersos en el tiempo y el espacio, mientras las
guerras de independencia constituyen un proceso más compacto, de unos 15 años
de violencia y destrucción continuas. Pero, sobre todo, esas guerras no inauguran
la transición que aquí nos interesa, aunque sin duda constituyen un punto decisivo
de inflexión en el desarrollo de la misma, cuyo curso definitivo se decidirá a
mediados del siglo XIX a través de otras violencias -las de la Reforma Liberal-, que
crearán la premisas imprescindibles para la plena reinserción de América Latina en
una economía internacional que, por su parte, también había experimentado
profundas modificaciones en el mismo lapso.
Se trata, pues, de un gigantesco proceso de fractura en el curso de la
historia, que afecta de uno u otro modo todos los órdenes de la vida de los
hispanoamericanos, y que parece discurrir en dos momentos sucesivos. En el
primero de esos momentos, las reformas borbónicas se presentan como un intento
de "ajuste al alza", mediante el cual el imperio español intenta adecuar la
administración de sus posesiones americanas a las necesidades de una
G. Castro H. / Naturaleza y sociedad en la historia de América Latina 79
93
Cada una de estas zonas conformaba, según el autor, "un verdadero y complejo espacio económico", en el que "a)la
estructura se asienta sobre uno o más productos dominantes que orientan un crecimiento hacia afuera y sostienen el
intercambio con la metrópoli; b)en cada zona se genera un proceso que trae consigo una especialización regional del trabajo,
lo cual estructura un sistema de intercambios que engarza y concede a cada región un nivel determinado de participación y
desarrollo dentro del complejo zonal; c)la metrópoli legisla un sistema para comunicarse directamente con cada zona, al
tiempo que veda el acceso de las otras potencias europeas," y "d)la metrópoli regula, interfiere o niega la relación entre esas
grandes zonas coloniales".
94
En el caso peruano, por ejemplo, "el descenso de los sectores externos regionales, la pérdida de intensidad y cambios de
dirección de la circulación mercantil, el proceso de ruralización, los efectos disruptivos del contrabando y el ascenso de
Buenos Aires... y el hecho de que las posibilidades de desarrollo del modelo de crecimiento económico regional" alcanzan "su
techo en ese espacio limitado"
G. Castro H. / Naturaleza y sociedad en la historia de América Latina 80
Todo ello, además, hace parte del proceso más amplio -que para Braudel
inaugura la civilización contemporánea-, a través del cual la economía-mundo
europea se va transformando en economía mundial, mientras su centro se va
trasladando gradualmente a la Inglaterra del desarrollo manufacturero y los inicios
de la revolución industrial, que son también los del colonialismo en el moderno
sentido del término. Ese giro, a su vez, culmina en una situación en la que el
despliegue de la hegemonía británica marca el final de un período multisecular en
el que los desarrollos civilizatorios no habían llegado nunca a exceder los límites
de la dialéctica comunidad-imperio, ni a generar estructuras de complejidad
superior a la de las economías-mundo.
Puede entenderse, así, que con ello Inglaterra no sólo consiga superar las
"pasadas hazañas" de Amsterdam, sino y sobre todo que lo hiciera extendiendo
además su predominio al "leadership político", facilitando así el despliegue de una
circunstancia en la que la economía-mundo europea, "arrollando a las demás,
pretenderá dominar la economía mundial e identificarse con ella a través de un
universo en el cual se borrará todo obstáculo, ante el inglés primero y ante el
europeo después".(Braudel,1986:111) Uno de los obstáculos a borrar, en este caso,
será el monopolio mercantil español sobre los recursos y los mercado americanos.
Es en esta circunstancia que España, ahora gobernada por una dinastía
borbona, intentará preservarse a sí misma y a sus posesiones a través de una
reforma de la relación entre ambas. Tal es el intento que hemos designado como de
"ajuste al alza" frente a la crisis del sistema de dominación organizado por España
en sus dominios americanos durante los dos siglos anteriores.
en la persona del rey". De allí, agrega, derivó una tradición pactista -tanto en la
teoría política como en el recuerdo de la práctica institucional- en cuyo marco una
parte considerable de los habitantes de la Monarquía -y sobre en la lejana América,
afectada tardíamente por las reformas centralizadoras de los Borbones-, la "nación"
española se concibe aún como un conjunto de reinos.(1993: 34)
Por contraste, la aspiración de la burocracia borbónica de ajustar aquel
imperio a los desafíos que las realidades del mercado mundial le planteaban a
España en el concierto europeo, creó conflictos nuevos en las relaciones de la
Corona con sus posesiones americanas, sin resolver al propio tiempo ninguno de
los viejos problemas que las afectaban. En este sentido, observa Ortega, "al
restringir la libertad económica y política y al oponerse a las legítimas ambiciones
de la clase criolla laica y eclesiástica", el imperio borbónico "cavaba su propia
tumba" en el intento de "ir convirtiendo a los antiguos reinos de ultramar en
colonias", esto es, en territorios organizados para una máxima extracción de
recursos financieros, como lo hacían en el mismo siglo Inglaterra y Francia con sus
propias posesiones de ultramar.96
Guerra, por su parte, considera especialmente traumáticas "para los
americanos, -y más particularmente para sus élites-" las implicaciones del nuevo
papel asignado a la América española dentro de la Monarquía. La novedad no
estaba tanto, dice, en la conciencia de lo importantes que habían sido y eran las
Indias para las finanzas de la corona: allí, las reformas destinadas a incrementar el
rendimiento fiscal de las posesiones americanas "no se apartaban de la línea
tradicional".
La reforma borbónica, sin embargo, añadirá a esa "visión tradicional de tipo
hacendístico" otra, que asigna a las posesiones americanas el papel "más
económico" de suministrar los productos de que la Península carece y ser un
mercado para los productos peninsulares. Con ello, "la élite administrativa
española" empieza a considerar a los reinos de Indias "como colonias, es decir,
como territorios que existen esencialmente para la utilidad de una metrópoli": en
este caso, la España peninsular. (1993: 80,81) Y a ello agrega Guerra un comentario
que para nosotros llegará a ser especialmente significativo: es evidente, dice,
96
Y cita en su apoyo a Humboldt, que en su Viaje a las Regiones Equinocciales de América señalaba cómo "La idea de una
colonia, en el sentido en que ello se entiende en nuestros días, no se desenvolvió sino con el moderno sistema de la política
comercial; y esta política, reconociendo todas las verdaderas fuentes de la riqueza nacional, pronto se hizo estrecha,
desconfiada, exclusiva. Preparó la desunión entre la metrópoli y las colonias: estableció entre los blancos una desigualdad
que la primitiva legislación de las Indias no había fijado". (III,77)
G. Castro H. / Naturaleza y sociedad en la historia de América Latina 82
98
Caracas parece haber retribuido el interés de Humboldt de manera equivalente, a juzgar por lo anotado por Martí hacia
1881: "A propósito de la iglesia hay una anécdota de Humboldt: -'¿Cuándo regresará usted?' -le preguntaron, a su partida de
la ciudad: 'Cuando esa iglesia esté terminada', dijo sonriendo. -Y en efecto, la obra terminó noventa años después de su
partida. Ramas cargadas de flores acarician todavía los muros ruinosos de la casa donde vivió Humboldt. -Humboldt, que
nunca olvidó -"la culta, la hospitalaria, la inteligente Caracas".- En una plaza donde los árboles, como alumbrados por un
súbito fuego, se coronan en el verano de grandes flores rojas, se ve un reloj de sol construido por Humboldt. -Y cuando en
uno de esos coches ligeros que se encuentran por todas partes en la ciudad, uno se pasea por los alrededores de Caracas,
poblados de cafetales, sembrados bajo la sombra amiga de los rojos y altos búcaros, puede verse aún una portada, sobre cuya
cima se lee, en desvaídas letras dibujadas por la mano del sabio el nombre del paraje encantador, que antes fue un lugar
delicioso de solaz: -Sans Souci". (1975: XIX, 165)
99
Treinta años después, Darwin podía encontrar una actitud aún más hostil hacia las "luces" en su contacto con la oligarquía
chilena. "Un día", cuenta en su diario de viaje del Beagle, "vino a verme un alemán coleccionista de historia natural, llamado
Renous, y casi al mismo tiempo llegó un viejo abogado español. La conversación entre ambos me divirtió mucho. Hablaba
Renous tan correctamente el español, que el anciano abogado le tomó por un chileno. Hablando Renous de mí, preguntó a su
interlocutor qué pensaba del rey de Inglaterra que enviaba a Chile a un hombre cuya única ocupación era buscar lagartos y
escarabajos, y partir piedras. El viejo reflexionó profundamente unos momentos y después dijo: -"Eso me parece muy turbio.
-Aquí hay gato encerrado. No hay nadie bastante rico para gastarse tanto dinero en una cosa tan inútil. Eso es algo turbio, lo
repito: si enviásemos a un chileno a Inglaterra con igual misión, ¿no cree usted que el rey de Inglaterra lo expulsaría en el
acto?" Ahora bien: este viejo pertenece por su situación a las clases más instruidas es inteligentes. El mismo Renous confió,
hace dos o tres años, a una señorita de San Fernando, varias orugas, recomendándole que las alimentara bien porque deseaba
obtener mariposas. Esto se rumoreó por toda la ciudad; al fin hubo consultas entre los padres y el gobernador y convinieron
en que debía tratarse de alguna herejía. Por tanto Renous fue arrestado al volver".(1983:317)
G. Castro H. / Naturaleza y sociedad en la historia de América Latina 84
100
Es notable, por otra parte, cómo Haring coincide de hecho con Coatsworth al referirse a la lentitud del proceso de
reformas. El sistema de flotas, por ejemplo, sólo fue abandonado en 1789, un año antes de la abolición de la Casa de
Contratación de Cádiz, al cabo de "una continua e importante historia de 287 años". La Corona, además, siguió restringiendo
severamente la circulación de información que hubiera podido enriquecer el proceso: el Nuevo Sistema de Gobierno Económico
para la América, escrito antes de 1743 por José Campillo y Cossío, ministro de guerra y finanzas de Carlos III, "no apareció
impreso sino medio siglo después". (1990:447) Otras obras descriptivas de los recursos y el potencial económico de las
colonias, en particular escritas por criollos, simplemente no fueron autorizadas a circular.
101
El Estado colonial borbónico, agrega, "consumía casi la misma proporción del ingreso nacional que las monarquías
centralizadas de la Europa del siglo XVIII, pero las exacciones coloniales representaban una proporción muy superior del
excedente económico, ya que la porción del ingreso nacional disponible para usos no productivos era menor en México que
en países cuyas economías eran más productivas".
G. Castro H. / Naturaleza y sociedad en la historia de América Latina 85
que todos vivan quietos, subordinados, contentos y felices; que el trabajo saludable
vivifique nuestros campos; que las costumbres públicas y privadas se mejoren de
esta suerte; que la civilización vaya en aumento; que la Religión divina tenga
siempre unos fieles adoradores en todos estos vasallos leales; y que la paz, la
caridad, la concordia, reynen en los campos, en las rancherías, en los pueblos
cortos, y en las poblaciones grandes. (Casaus y Torres, s.f.:20)
102
"La ausencia de derechos y privilegios feudales", dice, "facilitó el desarrollo del absolutismo en las colonias. No se
convocaron parlamentos para aprobar nuevos impuestos, ni fue necesario hacer concesiones a cambio de ellos. La Corona
tampoco encontró necesario buscar aliados entre los comerciantes y empresarios para obtener colaboración y ayuda
financiera en contra de los terratenientes locales y enemigos externos. Más aún, los recursos coloniales redujeron la
necesidad de tales alianzas en la propia España... El Estado colonial era una caja de Pandora vacía. Una vez abierto, se
desarmó rápidamente en partes".(1990:55-56)
G. Castro H. / Naturaleza y sociedad en la historia de América Latina 86
103
En ese proceso, añade Worster, "Lo que una vez fue una comunidad biológica de plantas y animales cuya complejidad
apenas podía ser comprendida por los científicos, lo que había sido transformado por los agricultores tradicionales en un
sistema aún muy diversificado para la producción local de alimentos y otros materiales, se vio ahora convertido en un
aparato cada vez más constreñido a las necesidades de la competencia por el éxito económico en mercados dispersos".
104
Gligo y Morello (1980:148) -refiriéndose a la segunda mitad del siglo XIX- señalan que la ampliación de esos espacios
produjo una extensión limitada de la frontera agrícola, pues "los cultivos tropicales ocuparon una reducida porción de
suelos... generalmente en las inmediaciones de los puertos y zonas de embarque" y que la penetración hacia las regiones
tropicales "casi no se produjo y las selvas sólo sirvieron como fuentes de energía". Esto, sin embargo, no contradice el efecto
focalizado que renueva en otras tierras el impacto ambiental de los desarrollos mineros de los siglos XVI y XVII, y contribuye
a consolidar la mentalidad predatoria característica de la economía de rapiña.
G. Castro H. / Naturaleza y sociedad en la historia de América Latina 87
ejemplo, ese impacto dio origen a algunas de las raíces tempranas del
conservacionismo contemporáneo. Segun Richard H. Grove, el efecto negativo de
aquella agricultura sobre la rentabilidad futura de la tierra en las colonias francesas
del Indico dio lugar a que se percibiera "la relación entre la deforestación y el
cambio climático local", que ya en 1769 se tradujo en medidas de protección
forestal, complementadas en 1791 por leyes contra la contaminación de las aguas
por los deshechos de la producción de índigo y azúcar, y en 1798 a regulaciones
encaminadas a proteger la riqueza piscícola contra la pesca excesiva.(1992:24)105
En el Caribe británico, los ingleses "fueron rápidos en imitar el ejemplo de la
política francesa en la isla de Mauricio", una vez que naturalistas como Stephen
Hales y Soame Jenyns -este último miembro del Parlamento e integrante de la
Comisión para el Comercio y las Plantaciones-, establecieran una relación causal
entre los árboles y la lluvia, identificando así los peligros de la deforestación y su
impacto sobre la erosión del suelo. De este modo, "en 1764 fueron establecidas
reservas forestales en Tobago", identificadas en los mapas como "reservas de
bosques para lluvias", que abarcaban cerca del 20 por ciento de la isla.(1992:25)106
En estrecha relación con lo ambiental, a su vez, los nuevos espacios de
plantación tuvieron también efectos socio-culturales de singular importancia. De
esos efectos, el más inmediatamente visible fue la consolidación de la tendencia
inaugurada en el siglo XVI a la adscripción de grupos etnosociales específicos a
actividades específicas, que en este caso se tradujo en un sustancial incremento de
la demanda de esclavos de origen africano.
Arturo Warman, por ejemplo, tras discutir cifras que sitúan entre 9.3 y 11
millones el total de los esclavos africanos importados a América entre 1518 y 1870,
concluye que el ritmo de esa "gigantesca migración" fue creciente hasta principios
del siglo XIX: 125 mil en el siglo XVI, un millón 280 mil en el XVII, 6 millones 265
mil en el XVIII. Con ello, y a pesar de "la prohibición del tráfico por los ingleses
desde 1807, seguidos por los franceses y otras naciones", un millón 628 esclavos
fueron introducidos en América en el siglo XIX, y el comercio humano sólo vino a
ser lentamente clausurado a partir de la abolición de la esclavitud en el continente
americano.(1988:67)107 Por otra parte, añade Warman, el 80% del total de esclavos
105
La posibilidad de esa percepción, a su vez, estuvo ligada a la presencia -desde fines del siglo XVII y principios del XVIII-,
de naturalistas en las empresas que explotaban esos recursos, debido a "la necesidad urgente de entender, para fines
comerciales, floras, faunas y geologías poco familiares ". El papel de ese personal como "una parte esencial de la maquinaria
administrativa de las compañías de las Indias Orientales" (1992:22), por contraste con el caso del colonialismo español,
parece corroborar lo planteado por Coatsworth sobre las reformas borbónicas.
106
Las reservas para lluvias, agrega Grove, fueron "un concepto revolucionario. Todavía existen, aunque con extensión algo
mayor, como la reserva más antigua de su tipo en el mundo. Medidas similares fueron adoptadas en la isla de San Vicente en
1791. La Kings Hill Forest Act también protegió a los bosques por razones climáticas".
107
Henry Hobhouse, por su parte, indica que la cifra más aceptada hoy en día sobre el tráfico de esclavos asciende a "11.7
millones exportados y 9.8 millones importados al Nuevo Mundo entre 1450 y 1900". Sin embargo, agrega, esta cifra general
no incluye dos tipos adicionales de pérdidas: las que tuvieron lugar en las costas de Africa debido a las violencias de todo
tipo propias de la captura y prisión de los esclavos, sobre las cuales no hay registros y, ya en América, las debidas a una
G. Castro H. / Naturaleza y sociedad en la historia de América Latina 88
arribó al Nuevo Mundo entre 1701 y 1850, con lo que los datos del tiempo se
corresponden claramente, además, con los del espacio, la producción y el trabajo.
La producción de azúcar fue el principal factor de demanda de trabajo
esclavo -al menos dos terceras del total de los africanos importados-, seguida por la
de productos como el cacao, el algodón y el café. 108 Así, como lo advirtiera
Humboldt, en lugares como Jamaica y Cuba, "cuando se oye hablar del estado
floreciente de la agricultura", no venía a la mente "la idea de cosechas que sirven de
alimento al hombre", sino la de "terrenos que producen objetos de cambio para el
comercio y de materias primas para la industria de las fábricas". Y, con ello, "por
rico y fértil que sea el campo", la vida rural -al estar regada "con el sudor de los
esclavos africanos"- "pierde su atractivo cuando es inseparable del aspecto de la
infelicidad de nuestra especie".(1990:236)109
El mismo impacto social y ambiental de la expansión del monocultivo en
áreas tropicales puede apreciarse cuando, en Brasil, Gilberto Freyre señala los
"grandes excesos y grandes deficiencias... de la nueva tierra". El suelo, dice,
"exceptuadas las manchas de tierra negra o morada de excepcional fertilidad", era
"rebelde en gran parte a la disciplina agrícola", tanto por "las tierras y bosques
enmarañados de tan difícil cultivo", como por "los grandes ríos, imposible casi de
ser aprovechados económicamente en el labrantío, en la industria o en el transporte
regular de los productos agrarios: vivero de larvas, de multitud de insectos, de
alimañas nocivas al hombre", todo lo cual vino a ser objeto del esfuerzo
permanente de simplificación radical de la ecología que la plantación
exige.(1977:44)
Resultado de ese esfuerzo fue, así, "haberse acentuado por la presión de una
influencia económico-social -la monocultura- la deficiencia de las fuentes naturales
de nutrición que la policultura quizás hubiera podido atenuar, o acaso corregir y
suplir, a través del esfuerzo agrícola regular y sistemático". En el marco del nuevo
mortalidad infantil que llegaba a superar el 80 por ciento de los nacidos en las plantaciones, sobre todo las azucareras. (1992:
63)
108
Brasil, "el principal productor de azúcar en el mundo desde el siglo XVII hasta ahora", adquirió el 38% de los esclavos
importados, más de tres y medio millones, seguido con un 17% por el conjunto antillano formado por Jamaica con 750 mil,
Cuba con 700 mil -más de las tres cuartas partes adquiridos después que Inglaterra prohibió el tráfico-, Martinica y
Guadalupe con cerca de 700 mil, entre las más importantes. Los Estados Unidos, por su parte, recibieron el 6% de los
esclavos, cerca de 600 mil -con una proporción más baja asociada con la economía azucarera-, mientras otro tanto fue
incorporado a las colonias azucareras de Holanda, Dinamarca y Suecia en el mar Caribe.(Warman, 1988:68)
109
Diez años después -y quizás en parte bajo la influencia del propio Humboldt, uno de los autores favoritos de su juventud-
, Darwin dejaría un testimonio de su visita a la región de Bahía durante su viaje en el Beagle en el que se combinarían a un
tiempo el entusiasmo "de un naturalista que por primera vez vaga por un bosque brasileño", con la repugnancia que le
inspiró el carácter esclavista de esa sociedad. Al pasar "junto a una de esas macizas colinas de granito desnudas y escarpadas
tan comunes en este país", cuenta, se le informó que el lugar era célebre por haber servido largo tiempo sirvió de refugio a
algunos negros cimarrones, hasta que, descubiertos finalmente, "se rindieron todos excepto una vieja, quien, primero que
volver a la cadena de la esclavitud, prefirió precipitarse desde lo alto de la peña y hacerse pedazos abajo. Ejecutado este acto
por una matrona romana", comenta Darwin, "habríase celebrado y se hubiera dicho que la impulsó el noble amor a la
libertad; efectuado por una pobre negra, limitáronse a atribuirlo a una terquedad brutal".(1983:30)
G. Castro H. / Naturaleza y sociedad en la historia de América Latina 89
110
Lo que a su vez se expresaba también en la acentuación de los conflictos entre peninsulares y americanos en las colonias
españolas. Así, Humboldt observa cómo el gobierno "desconfiado de los criollos, da los empleos importantes exclusivamente
a naturales de la España antigua, y aun... se disponía en Madrid de los empleos más pequeños en la administración de
aduanas o del tabaco... De aquí han resultado mil motivos de odio y celo perpetuo entre los chapetones y los criollos...
Delante de la ley todo criollo blanco es español; pero el abuso de las leyes, la falsa dirección del gobierno colonial, el ejemplo
de los estados confederados de la América Septentrional y el influjo de las opiniones del siglo, han aflojado los vínculos que
en otro tiempo unían más íntimamente a los españoles criollos con los españoles europeos", al punto en que los criollos
"prefieren que se los llame americanos".(1990:78)
111
Se trata, por ejemplo, de aquella visión de la Nueva España que Humboldt recogió entre sus interlocutores mexicanos,
según la cual el reino, "bien cultivado", sería capaz de producir "por sí solo todo lo que el comercio va a buscar en el resto del
globo: el azúcar, la cochinilla, el cacao, el algodón, el café, el trigo, el cáñamo, el lino, la seda, los aceites y el vino. Proveería
de todos los metales, sin excluir ni aun el mercurio", al tiempo que sus "excelentes maderas de construcción y la abundancia
de hierro y de cobre" podrían favorecer "los progresos de la navegación mexicana".(1990:30)
G. Castro H. / Naturaleza y sociedad en la historia de América Latina 90
112
Aquí subyace además un cambio cultural cuyo alcance puede verse en el testimonio que nos ofrece Darwin sobre la
actitud hacia a sus compatriotas en Chile en 1834. "Charlando por la noche con el mayordomo de estas minas de los muchos
extranjeros que habitan hoy todas las regiones del país", relata, "me contó que cuando él era muchacho y estaba en el colegio
en Coquimbo... les habían dado permiso para ver al capitán de un buque inglés que había llegado para hablar con el
gobernador de la provincia. Nada en el mundo -decía- hubiera decidido ni a él ni a sus compañeros a acercarse al inglés,
tanto se les había inculcado la idea de que el contacto con un hereje debía causarles una porción de desgracias... También me
contaron de una señora anciana que, en una cena en Coquimbo, se admiraba de haber vivido bastante como para haber
llegado a sentarse a la mesa con un inglés, pues recordaba perfectamente que, por dos veces, siendo niña, al solo grito de
"¡los ingleses!" todos los habitantes se habían refugiado en las montañas, llevándose los objetos más preciados". (1983:402-
403)
G. Castro H. / Naturaleza y sociedad en la historia de América Latina 91
113
"Las dos ruedas", decía, "son de dos y media varas de alto... cuyo centro es una maza gruesa de dos a tres cuartas. En el
centro de ésta traviesa un eje de 15 cuartas, sobre el cual está el lecho o cajón de la carreta... cuyo ancho es de vara y media.
Sobre este plan, lleva de cada costado seis estacas clavadas, y en cada dos va un arco que, siendo de madera o especie de
mimbre, hace un arco ovalado. Los costados se cubren de junco tejido... y por encima... se cubren con cueros cosidos, y para
que esta carreta camine y sirva se le pone al extremo de aquella viga de siete y media varas un yugo de dos y media, en que
se uncen los bueyes".
114
La señora Ward, por su parte, ante el hecho de que "el viajero mexicano nunca tiene la suerte deslizarse por el país con esa
especie de suave balanceo a que los trabajos del señor Mac Adams han acostumbrado a la gente en Inglaterra", optó por
cambiar su sitio en el carruaje de la expedición por un caballo de modo tan completo que, dice su esposo, "yo creo que debe
haber cabalgado mil cuatrocientas millas de las dos mil que seguramente sumaron todos nuestros viajes. No es posible
titubear entre un caballo de paso y un carruaje en dichos caminos, excepto cuando el sol es tan fuerte que hace deseable la
protección de un techo". (1985:154-155)
115
"Confieso", agrega, "que creía exagerado el relato de tales atrocidades; de modo que me alegró tener la oportunidad de
pesar una de las cargas elegidas por mí al azar. Apenas podía yo levantarla del suelo, y sin embargo, la consideraban como
muy pequeña cuando vieron que no pesaba más que 89 kilogramos". Este es, por otra parte, uno de los momentos del diario
que impresionó a Martí, quien resalta cómo Darwin "ve espantado a los míseros apires, que son hombres y parecen bestias,
como monstruos moribundos, hasta que echan a tierra la gran carga, que es de doscientas o más libras, y emprenden viaje
riendo y gracejando, cuando que sólo comen carne una vez a la semana". (1975: t. 15, 379)
G. Castro H. / Naturaleza y sociedad en la historia de América Latina 93
116
Para el caso de México, por ejemplo, Rodríguez y Scharrer (1991:218-219) indican que la estructura agrícola y agraria "no
fue modificada en sus aspectos substanciales por el movimiento independiente", si bien "a partir de esta época se iniciaron
varios fenómenos que...en el largo plazo contribuyeron a transformar la agricultura en un proceso que en algunos aspectos
culminó en el porfiriato, en otros en la revolución y en otros persiste hasta nuestros días". Entre los factores de continuidad
inicial, las autoras mencionan "la composición rural del país"; la desigualdad en la distribución de "otros recursos naturales
como agua, bosques, pastizales, etcétera, entre la población rural"; "la estructura de las actividades productivas", en cuanto
haciendas, ranchos y unidades productivas campesinas "casi no variaron su forma de organización"; "la división marcada
entre agricultura campesina de recursos básicos" destinados al autoconsumo y "la agricultura de cultivos comerciales,
realizada en las haciendas y los ranchos prósperos" y, finalmente, tanto "las mismas variedades cultivadas desde el siglo
XVIII y la cría de las mismas especies de ganado" como "las técnicas y la infraestructura agrícola, las cuales no
experimentaron modificaciones". A ello agregan además que, "en el corto plazo los nuevos gobiernos independientes
mantuvieron en lo fundamental la legislación agraria".
G. Castro H. / Naturaleza y sociedad en la historia de América Latina 94
este cultivo tan ventajoso, que tanto puede influir en la prosperidad del
Reyno".(s.f.:19)117
La grana, en efecto, es un colorante -en la época, de alto valor por unidad de
peso-, obtenido ya en el período prehispánico a partir del cultivo de la cochinilla
(Coccus cacti L.), un insecto que a su vez se reproduce y vive en dos clases de cacto
(Opuntia ficus indica) cultivables en zonas del altiplano mesoamericano en las que
coexisten valles templados y cálidos a corta distancia. La producción de grana
exige abundante mano de obra y tecnología artesanal, lo que hacía posible el
cultivo y procesamiento de la cochinilla en explotaciones familiares o por parte de
pequeños productores mercantiles, dependientes a su vez de mecanismos de
crédito y comercialización controlados por la oligarquía agroexportadora.118
Las características agroecológicas del cultivo de la grana, y su demanda en
el mercado europeo de textiles antes de la introducción de colorantes artificiales en
1856 contribuyeron, en efecto, a generar entre 1835 y 1865 una situación socio-
económica de singular estabilidad, sobre la cual se sostuvo el régimen conservador
del General Rafael Carrera y desde la cual, incluso, se hizo posible facilitar la
transición del país hacia la economía cafetalera que hegemonizaría el desarrollo
guatemalteco tras la reforma liberal emprendida en 1871 por el gobierno
encabezado por Justo Rufino Barrios. Importado de Oaxaca en 1818, la grana tuvo
tanto éxito que para 1848 había saturado sus zonas de cultivo -en áreas templadas
de los Departamentos de Sacatepequez, Amatitlán y Chiquimula-, al punto en que
las plantaciones sufrieron severos daños debido a epidemias asociadas al exceso de
lluvias de ese año.119
117
Para lo cual "hice imprimir antes en el periódico de esta Sociedad la Instrucción para plantar los Nopales, cultivar y beneficiar
la Gran Cochinilla fina, que por encargo mío (quando era Obispo Auxiliar de Oaxaca) trabajó con mucha exactitud, é
inteligencia el Regidor Don Fausto de Corres, de aquel comercio; y la que á sus expensas ha reimpreso este Real Consulado
de Guatemala.
118
"Entre la Antigua y Amatitlán", nos dice Julio Castellanos, "se había desarrollado una relación de interdependencia
agraria, debido a que los insectos de la cochinilla eran llevados de un lugar a otro... En la Antigua se colocaban... en pequeñas
bolsitas de tusa que se fijaban sobre las hojas de los cactos... en febrero, aprovechándose de la temporada seca del año. Los
insectos se multiplicaban y extendían por toda la hoja en los cien días siguientes. Debido a ésto se efectuaba la "cosecha" de la
cochinilla de mayo a junio, al iniciarse las lluvias, los últimos insectos reunidos en almacenes especiales, para su posterior
crianza. Los almacenes eran hechos de adobe, debajo de un pequeño techo se habían construido estantes especiales, en la
esquina de los cuales se colocaban los insectos que habían sido destinados a la crianza, juntamente con rebanadas de hojas de
nopal, manteniéndoseles separados por medio de un enrejado de varillas. Así eran protegidos de la lluvia". La cosecha se
realizaba recogiendo con un cepillo los insectos de las hojas, y procesándolos artesanalmente para producir colorante de
diversas calidades.(1975:147)
119
Hacia 1847 la cochinilla tuvo su apogeo, duplicando su precio y la tierra empleada en su cultivo. "En 1849 comenzó a
notarse cierta enfermedad que, atacando á los insectos en sus distintas edades, les hacía morir antes de alcanzar su completo
desarrollo, y de consiguiente, disminuía el rendimiento de las cosechas, produciendo al mismo tiempo un artículo escaso de
materias colorantes y de poco valor". Para 1853, la oferta había disminuido tanto que el precio alcanzó altos niveles,
estimulando nuevas siembras en un "verdadero juego de azar, sometido á la caprichosa influencia del tiempo. Una lluvia
extemporánea bastaba para que se pronunciase la peste y destruyese las esperanzas del nopalero; la naturaleza del insecto
parecía contener un gérmen de enfermedad... , que se desarrollaba con la humedad de la temperatura, y quizás porque la
exhaustez de la tierra sometida por muchos años al mismo cultivo, sin un sistema prudente de abonos, no proporcionaba ya
al nopal un jugo vigoroso para alimentar la cochinilla". (Casal,1981:36)
G. Castro H. / Naturaleza y sociedad en la historia de América Latina 96
120
El relieve y las grandes distancias "dificultaron el transporte con mulas o en carretas, de tal modo que la elección del lugar
en que se establecieron las haciendas pocas veces pudo hacerse de manera óptima en función de los recursos naturales. Hacia
finales del siglo XVI, el repentino auge de la explotación de la plata dio lugar a la realización de determinadas inversiones en
la construcción de caminos y puentes. Al término del mismo, y debido a la restringida corriente de capital que regresaba de
España, no se realizaron más inversiones. Con lo que, a partir de 1600, los caminos se convirtieron en peligrosos senderos
por los que difícilmente podían circular los animales de carga... Hasta el Porfiriato, la situación de las vías de comunicación
siguió siendo difícil". (1988:38)
G. Castro H. / Naturaleza y sociedad en la historia de América Latina 98
pues, es posible suponer que el período de "ajuste a la baja" fue uno de menor
presión relativa sobre los recursos naturales que, sin embargo, no se prolongaría
más allá de la década de 1870.
Para el caso mexicano, por ejemplo, Nickel señala que el potencial agrícola
del país "sólo pudo utilizarse en su totalidad y más intensamente tras la
construcción de la red ferroviaria y de las carreteras durante el Porfiriato", lo cual -
agrega- "es especialmente válido para los productos tropicales, que a partir de
entonces pudieron cultivarse también para la exportación y en el volumen
correspondiente".(1988:39) Ese salto cualitativo en la tecnología de transporte -que
tiene uno de sus correlatos al Sur con el uso de buques refrigerados para la
exportación de carne desde mediados de la década de 1870-, vino a constituirse así
en una de las claves de un gigantesco proceso de reordenamiento y reactivación
económica generado a partir de que la posibilidad y la necesidad de invertir en
América Latina despertara finalmente el entusiasmo hasta entonces ausente en los
países Noratlánticos. Aun así, esa reactivación ocurriría en una circunstancia
marcada por hechos nuevos que, tras gestarse lentamente a lo largo del período de
"ajuste a la baja", se incorporarían de manera permanente a la realidad
latinoamericana. Si por un lado la introducción masiva de productos ingleses había
ido generando nuevos patrones de consumo -que, en el caso de la demanda de
importaciones suntuarias de las élites oligárquicas, acentuaron sus diferencias
culturales respecto al pueblo llano-, por otro la lucha de las distintas regiones y
países por el acceso al circuito comercial británico había inaugurado un fenómeno
de nuevo tipo en la región: la competencia entre exportadores de bienes semejantes
por un mismo mercado importador. Con todo, aún faltaba el paso decisivo para
abrir camino a la verdadera inserción en plenitud de la región en el mercado
mundial.
Correspondió a la Reforma Liberal, entre 1850 y 1875, crear -a través del
Estado Liberal Oligárquico en lo político; del llamado "modelo de crecimiento
hacia afuera" en lo económico; del carácter excluyente y coercitivo de ambos con
respecto a los sectores populares en lo social, y de la expansión constante de los
rasgos predatorios en la actitud dominante hacia los recursos naturales- lo esencial
de aquellos mecanismos mediante los cuales, y hasta el presente, se busca en
América Latina "producir el supuesto bien escaso (exportables que generan
divisas) utilizando, es decir agotando, intensivamente lo que aparece como el
recurso abundante y barato, el recurso natural", generando así aquella "tendencia
secular" que las políticas de ajuste estructural de hoy no resuelven sino, por el
contrario, agudizan.(Jované,1992:26,31) La creación de esos mecanismos es objeto
de atención en el siguiente capítulo.
G. Castro H. / Naturaleza y sociedad en la historia de América Latina 99
José Martí,
"Nuestra América",
en El Partido Liberal, México,
27 de Septiembre de 1889.
1. Un mundo nuevo
"Una existencia bajo la constante amenaza de la muerte por inanición", y "la
realidad diaria de una dieta inadecuada y de la desnutrición", dice Clive Ponting,
han constituido el destino común de la humanidad desde la aparición de la
agricultura. A lo largo de los últimos cinco siglos, sin embargo, "en una cuantas
zonas del mundo, algunas sociedades (principalmente Europa y sus colonias de
Norteamérica y Australasia) consiguieron salir de esta lucha por la supervivencia...
como resultado de una combinación de acontecimientos que les permitieron
disponer de cantidades mucho mayores de comida". (1992: 158)
Esa combinación de acontecimientos, por supuesto, incluyó el desarrollo de
técnicas más eficaces de producción agropecuaria, a lo largo de los siglos XVII y
XVIII que precedió -e hizo posible- la revolución industrial iniciada en aquella
región a fines de este último siglo. Para Ponting, sin embargo, la "auténtica
revolución de la situación alimentaria europea" se inició a partir de 1850 "con la
importación a gran escala de comida del resto del mundo y con el uso de recursos
importados como el guano de Sudamérica y otros fertilizantes procedentes de los
territorios coloniales para mejorar la productividad interna", de donde afirma que
Una de las principales razones del éxito de Europa en librarse de la larga lucha por
sobrevivir que había dominado la experiencia de casi todas las sociedades desde la
aparición de la agricultura, reside en su cambiante relación con el resto del mundo
y, en concreto, en su habilidad para controlar una parte cada vez mayor de los
recursos mundiales. (1992: 166)121
El resultado mayor de todo ello, añade Ponting, vino a ser "la creación del
Tercer Mundo". Así, para principios del XX "Europa, y cada vez más Estados
121
"Esta solución", añade en un singular razonamiento, no estuvo al alcance de sociedades como China que carecían de
"territorios coloniales que explotar" y, por ello, "siguieron padeciendo los problemas tradicionales de desnutrición y hambre
derivados de la presión demográfica".
G. Castro H. / Naturaleza y sociedad en la historia de América Latina 100
122
Los cultivos producidos, dice, "iban dirigidos a proporcionar artículos de lujo para la dieta de personas que vivían en
Europa y Norteamérica (azúcar, café, té, cacao, plátanos) o a sostener la industria manufacturera". En otro capítulo,
significativamente titulado El saqueo del mundo, el autor ofrece además abundante información sobre la extracción masiva de
recursos minerales, pesqueros, forestales y de vida silvestre a que se vieron sometidos los territorios de la periferia del
moderno mercado mundial como parte del proceso de creación del Tercer Mundo que describe.
G. Castro H. / Naturaleza y sociedad en la historia de América Latina 101
123
Así, la aplicación combinada de la máquina de vapor y la metalurgia al desarrollo de nuevos medios de transporte -
limitados hasta comienzos del siglo XIX "a bienes de alto valor por unidad de peso y volumen" - hizo posible "trasladar, entre
regiones distantes, bienes de gran peso y volumen, como alimentos y materias primas". En este sentido, por ejemplo, a la
innovación representada por el velero de caso metálico permitió "aumentar decididamente la capacidad de carga del barco
de madera, cuya quilla estaba limitada por el tamaño de los árboles". Esto hizo rentable la exportación masiva de productos
como el café, que en casos como el guatemalteco sustituyó a la grana -de poco peso y gran valor-, desplazada a su vez de la
demanda europea por el desarrollo de tintes sintéticos.
124
El mundo Noratlántico, por su parte, adoptó estrategias de crecimiento que dirigían lo fundamental de las inversiones en
sus propios territorios "hacia el desarrollo industrial y urbano, de manera tal que el abastecimiento de alimentos y materias
primas agrícolas tendía a quedar rezagado frente a la colosal expansión de la demanda de esos productos". Esa estrategia
incluyó el traslado masivo de recursos financieros y tecnológicos hacia regiones -que Alfred Crosby llama "Neoeuropas"-,
donde una bajísima densidad de población se combinaba con los recursos agrícolas para el cultivo de productos de clima
templado requeridos para "la alimentación de la población y el desarrollo industrial europeo", como Estados Unidos,
Canadá, Australia, Nueva Zelandia y Argentina, en el marco de migraciones masivas que entre 1820 y 1930 llevaron a 62
millones de europeos hacia los nuevos territorios que iniciaban su proceso de expansión.(1970:54-56)
G. Castro H. / Naturaleza y sociedad en la historia de América Latina 102
En segundo lugar, ese mismo ethos sostiene que el hombre tiene el derecho -
"incluso una obligación"-, a usar ese capital en su propio beneficio individual, de
modo que las mayores recompensas deben corresponder a quienes han realizado el
mayor esfuerzo por extraer de la naturaleza todo lo que ella puede ofrecer. Pero
además, y sobre todo, el tercer paradigma sostiene que ese derecho a la
apropiación y la acumulación privadas constituyen ideales "imposibles de
satisfacer de una vez y para siempre", cuya realización debe ser estimulada por la
sociedad liberando a los individuos y sus empresas de obstáculos a su acceso a los
recursos naturales; educando a los jóvenes en el comportamiento adecuado, y
protegiendo a quienes tienen éxito del riesgo de perder lo ganado.(1979:6)
De este modo, en el capitalismo "puro" el individuo económico viene a ser a
un tiempo fundamental, autónomo e irresponsable, mientras la comunidad existe
para apoyarlo en su progreso, y para asimilar los costos ambientales de ese
progreso. Para el caso latinoamericano, sin embargo, esto plantea la necesidad de
establecer si la historia discurrió de igual manera, o si lo hizo de un modo que
diera lugar al surgimiento de rasgos diferenciales característicos de ese ethos
capitalista en nuestra región.
125
En particular, en Rivers of Empire. Water, Aridity and the Growth of the American West. Oxford University Press, New York
Oxford, 1992; "Transformations of the Earth: Toward an Agroecological Perspective in History", en Journal of American
History, March 1990(a), y Dust Bowl. The Southern Plains in the 1930s. Oxford University Press, New York Oxford, 1979.
G. Castro H. / Naturaleza y sociedad en la historia de América Latina 105
126
De este modo, agregan, el "efecto más inmediato de un mercado de trabajo de esta clase es el hecho de que el costo de
reproducción de la fuerza de trabajo no estará determinado por la economía mercantil, sino por las características y la
dinámica de estos sectores de producción no capitalistas. En una primera fase esta misma situación obligará a la persistencia
de formas de coacción para el reclutamiento de la mano de obra".
G. Castro H. / Naturaleza y sociedad en la historia de América Latina 106
127
Al respecto, dice, mientras en Europa el desarrollo capitalista "se complementó y amplió con el excedente económico
extraído de las áreas coloniales, que... fluía a las metrópolis para convertirse allí en capital", en América Latina la
acumulación originaria "sólo podía realizarse sobre una base interna y, lo que es más grave, afectada desde el principio por
la succión constante que esas metrópolis no dejaron de practicar por la vía del intercambio desigual, la exportación de
superganancias e incluso el pillaje puro y simple en los países neocoloniales".
G. Castro H. / Naturaleza y sociedad en la historia de América Latina 107
una ruptura radical con las mentalidades y las instituciones sociales del pasado,
sino a una oligarquía -agraria, minera y comercial- que supo crear las premisas
básicas de la economía nueva, asociándose con el capitalismo extranjero
infinitamente más desarrollado sin poner en cuestión las bases sociales y
económicas de su propia hegemonía regional. Y ese carácter "reaccionario" -que
nosotros llamaríamos más bien conservador, en lo que toca al período al menos- se
hizo naturalmente extensivo al sistema institucional que expresó y promovió, a un
tiempo, las nuevas relaciones de poder que pasaron a caracterizar a las sociedades
latinoamericanas.
Sin embargo, en este marco -que, como se ha dicho tantas veces, combina los
males inherentes al capitalismo con los que resultan de su carácter atrasado y
dependiente-, las mismas ventajas ecológicas de la región se tornaron a menudo en
fuentes de nuevos problemas. Un caso característico es el de la abundancia de
recursos naturales -en particular, la combinación de amplias fronteras agrícolas
desocupadas u ocupadas por productores no capitalistas, y de un Estado dispuesto
a ejercer la violencia necesaria para incorporarlas de la manera más pronta posible
a la nueva economía-, que exacerba el despilfarro, el uso improductivo y el rápido
deterioro de los mismos.
Al respecto, por ejemplo, las consideraciones de Sergio Bagú sobre el
impacto ambiental del proceso -que coinciden con lo observado por Halperin sobre
las prácticas de despilfarro de los recursos naturales por parte de las oligarquías
criollas-, resaltan el efecto de la deforestación y la erosión en aquello suelos,
siempre abundantes para los terratenientes y las empresas de capital extranjero.
Para Bagú, ese deterioro no tiene su origen tanto en un problema de retraso
tecnológico, como en las consecuencias sociales de un proceso de reorganización
de la naturaleza en el que el acaparamiento y la sobrexplotación de las mejores
tierras con vistas a la exportación coincidía con el traslado a las tierras peores de
una parte sustancial de la población expropiada. "Hay historias regionales", dice,
que nos hacen sospechar que la erosión "fue también el fruto de una demanda
depredatoria":
128
El texto del PNUMA/MOPU, por su parte, señala "procesos de deforestación, erosión, pérdida de la biodiversidad inicial,
presión excesiva sobre algunos recursos y subutilización de buena parte de ellos", cuyos efectos "se vieron mitigados tan sólo
por el limitado alcance espacial de los sistemas productivos dominantes, es decir, la persistencia de amplias fronteras
interiores, y por la baja intensidad de sus insumos energéticos, que limitaban el poder de transformación de los sistemas
naturales".(1990:77-78)
G. Castro H. / Naturaleza y sociedad en la historia de América Latina 109
otros nuevos, sin que ninguno llegue a ser resuelto. Con ello, el desarrollo de la
monoproducción como forma dominante de relación con la naturaleza no se
correspondió aquí con una verdadera generalización de la cultura económica
capitalista "pura" en estas sociedades.
Así, en lo social, el hecho de que el protagonista del proceso fuera el gran
terrateniente oligarca de viejo o nuevo cuño explica que, en lo cultural, aquellos
rasgos de "optimismo sin límites en el futuro; desdén por los límites e
incertidumbres de la naturaleza; fe acrítica en la Providencia y devoción por la
propia prosperidad", disten mucho de ser característicos del campesinado de estas
sociedades, como lo fueron de los agricultores independientes en los Estados
Unidos que Worster describe en Dust Bowl. (1979:43)129 El análisis de la agricultura
en México durante el régimen porfirista que nos presenta Gisela Von Woebeser,
por ejemplo, es revelador en muchos sentidos.
No sólo se trata de la ampliación de la hacienda latifundista, amparada
desde 1894 por una ley "que declaraba ilimitada la extensión de tierra que podía
poseer un individuo", y consolidada además mediante la participación del capital
extranjero -sobre todo en áreas hasta entonces marginales en el Norte y las zonas
tropicales del país, ahora atractivas para la exportación de bienes agropecuarios al
exterior. Se trata sobre todo de la acentuación de viejas desigualdades internas del
más diverso orden, que se expresan por ejemplo en el hecho de que, mientras el
conjunto de la producción agrícola creció en promedio al 0.65 por ciento anual, la
destinada a la exportación lo hiciera al 6.45 por ciento.
Tras esas cifras subyacen, a un tiempo, la disminución de las superficies
destinadas a la producción agrícola para el consumo interno, y la de las
comunidades y los campesinos a cuyo cargo había estado tradicionalmente esa
producción en una sociedad que, sin embargo, siguió siendo esencialmente rural.
Pero subyace también, junto a la enorme concentración de tierras en pocas manos,
la de los mejores terrenos en actividades de agroexportación, y la de la masa
fundamental de las inversiones en infraestructura en el apoyo a esas actividades.130
Nada de ello significó, por otra parte, una modernización productiva
equivalente a la comercial. No sólo la agricultura campesina permaneció atada a
sus métodos tradicionales; también en la mayor parte de las haciendas -salvo en
129
Salvo en casos característicos, como el del Valle Central de Costa Rica, donde se desarrolló un clase numerosa de
pequeños y medianos campesinos dedicados a la agricultura cafetalera de exportación, frecuentemente mencionada como
una de las causas de origen del mayor grado de desarrollo relativo de ese país en el conjunto de la subregión
centroamericana.
130
Los hacendados procuraban "acaparar la mayor extensión posible, con el fin de aumentar la producción y contar con
diferentes tipos de suelo y suficiente agua... tierras destinadas al cultivo de productos de subsistencia, pastizales para la
crianza de ganado, bosques para el suministro de leña y de otros recursos (y) áreas de reserva que se mantenían baldías hasta
el momento en que eran requeridas", así como "obtener el control sobre los medios de comunicación, aniquilar a los
competidores y privar a los campesinos de los medios de subsistencia para obligarlos a emplearse en la hacienda". (Von
Woebeser, 1990:266)
G. Castro H. / Naturaleza y sociedad en la historia de América Latina 110
131
De este modo, mientras en la región central se llegó a contar con 2.1 kilómetros de vías férreas por cada 100 kilómetros
cuadrados, la del Pacífico Sur sólo contaba con 0.4 kilómetros.
132
Para Bradford, los ferrocarriles "encontraron nuevos minerales para exportar. Antes de los trenes, México sólo vendía
plata al extranjero. Estos hicieron posible la exportación del zinc, plomo y cobre y así intensificaron las salida de los recursos
naturales de México hacia las naciones industrializadas... las exportaciones mexicanas aumentaron ocho veces y media entre
1877 y 1910, lo cual coincide con el período en que se intensificó la construcción del ferrocarril". Y agrega un dato de singular
interés para este crecimiento hacia fuera: "Los intereses norteamericanos completaron la línea que unía la frontera con la
ciudad de México, de manera que en mayo de 1880, era posible viajar por primera vez en tren desde Chicago hasta la ciudad
de México".(1979: 154)
133
Tulio Halperin Donghi (1989), por ejemplo, se refiere al modo en que lo sectores dominantes aspiraban a un ideal de
trabajador capaz de comportarse como un obrero británico ante el trabajo, y como un campesino mestizo ante sus
condiciones laborales y sus aspiraciones de consumo. La imposibilidad de lograr ese ideal en la práctica, agrega, se encuentra
en la raíz de las leyendas sobre la pereza innata de los trabajadores latinoamericanos, que florecen a partir del período.
G. Castro H. / Naturaleza y sociedad en la historia de América Latina 111
cuando el viejo tirano sanguinario ya no exista. Este país deberá aprender, como todos los Estados españoles de América del
Sur, que una república no podrá subsistir en tanto no contenga algún grupo de hombres que respeten los principios de la
justicia y el honor".(1983:166)
135
En contraste con sus observaciones sobre la dictadura de Francia en Paraguay, Darwin observaba no haber visto nunca
"una popularidad más grande" que la de Rosas, ni mayor entusiasmo por "la más justa de las guerras, puesto que va dirigida
contra los salvajes". Preciso es confesar que se comprende algún tanto ese arranque, si se tiene en cuenta que aún hace poco
tiempo estaban expuestos a los ataques de los indios los hombres, las mujeres, los niños, los caballos". (1983:144)
G. Castro H. / Naturaleza y sociedad en la historia de América Latina 114
136
"Para los positivistas mexicanos, la raza latina debe ser 'completada' con las cualidades de la raza sajona, a saber: el
sentido práctico de la vida y la capacidad de trabajo material. En la Argentina y Chile, la civilización yanqui aparece también
como un ideal que hay que alcanzar: Sarmiento se deslumbra y desprecia profundamente a su América mestiza: 'Allá, un
selecto núcleo de raza blanca lucha en defensa de sus derechos; acá, la raza mestiza se agita en un levantamiento
desordenado'. Para Sarmiento la responsable de esa inferioridad es la 'raza latina', la 'raza hispánica', carente de aptitud para
la democracia. Esa raza, en su inicio, es euroafricana, y mezclándose luego con la indígena americana produce un
conglomerado en el que se acumulan las taras. Sarmiento proclama: 'Seamos Estados Unidos', mientras que para Alberdi el
ideal del hombre de la América Latina debe ser el de convertirse en 'el yanqui hispano-americano'".
137
A ello se sumaba la percepción de una brecha gigantesca entre la civilización y la barbarie, constituidos en arquetipos de
"inmensa significación histórica y moral... mundos totalmente diferentes, separados por una distancia virtualmente
insuperable". Por lo mismo, agrega Worster, en Londres, Edimburgo, Nueva York o Chicago, "apenas se dudaba... de que la
G. Castro H. / Naturaleza y sociedad en la historia de América Latina 116
Con todo, aun esa ferocidad civilizadora distaba mucho de ser monolítica en
sus expresiones dentro de la cultura Noratlántica. Para Worster, por ejemplo, es
necesario distinguir allí, desde mediados del siglo XVIII, dos grandes tendencias:
una "arcádica" y otra "imperial", en conflicto entre sí.
La tendencia arcádica "proponía al hombre una vida sencilla y humilde,
encaminada a restablecerlo en una relación de coexistencia pacífica con la
naturaleza". La imperial, en cambio, expresaba la ambición de establecer,
"mediante el uso de la razón y el trabajo esforzado, el imperio del hombre sobre la
naturaleza". (1987:2)138 Esta última, además, se conformó a lo largo del siglo XIX a
partir de la pugna entre al menos tres propuestas distintas de estrategia de relación
entre los civilizados, la naturaleza y la barbarie que ésta albergaba.
La primera de esas propuestas sostenía la necesidad de una política de
conquista ecológica no sólo para imponer la ley del progreso sino, además, para
permitir el despliegue de "la lucha competitiva por la existencia", de la que se
desprendía la aplicación del principio de que "la fuerza hace el derecho" a las
interacciones entre los seres humanos y la naturaleza. Con ello, se llevaba a esa "ley
de la competencia" a operar también entre el hombre y la naturaleza, definiendo a
menudo "el único cimiento sobre el cual podría construirse una civilización
tecnológica avanzada".
De ese enfoque, a su vez, se desprendía una lógica virtualmente circular: "la
economía de la naturaleza constituye un mundo de mutuas agresiones; tal sistema
ha producido un notable progreso a través de la evolución; por tanto, debe
funcionar también para la economía humana, puesto que el hombre es parte de la
naturaleza; el creciente dominio tecnológico del hombre sobre la naturaleza es
prueba de la sobrevivencia del más apto, y de la realidad del progreso en el
esquema de las cosas". Aun así, llamar "conservadora" a esta postura podría
resultar engañoso, pues ella "anticipaba una transformación radical del planeta,
carente de las inhibiciones de los escrúpulos ecológicos o las ensoñaciones
quietistas".(1987:173-174)
La segunda de las estrategias "imperiales" procuraba evadir la defensa
abierta de la civilización como resultado del dominio del más fuerte. En cambio, la
definía como "la administración racional y necesaria de la naturaleza", en el marco
civilización era el estado más noble -infinita, incomparablemente mejor en prácticamente todos los aspectos de la vida-, y de
que la barbarie era una ofensa que debía ser aplastada dondequiera que se la encontrase".
138
Worster menciona como autor representativo de la tendencia "arcádica" a Gilbert White (1720-1793), un párroco rural y
naturalista inglés que, en 1789, publicó The Natural History of Selborne, "una colección de cartas acerca de la vida silvestre, las
estaciones y las antiguedades de la parroquia de White... (que) sentó las bases para el ensayo de historia natural en Inglaterra
y en los Estados Unidos. Fue, además, un punto de origen, representativo si no seminal, para el moderno estudio de la
ecología". Para la tendencia "imperial", menciona en particular "el trabajo de Carl Linnaeus -la figura ecológica más
importante del período- y de los linneanos en general".
G. Castro H. / Naturaleza y sociedad en la historia de América Latina 117
de una ley de la historia que imponía a la humanidad "un largo ascenso desde el
caos y el desorden hacia el perfecto control administrativo". Su principal
exponente, el sociólogo norteamericano Lester Ward, sostenía la necesidad de que
tanto la naturaleza como la sociedad fueran organizadas por expertos, con el fin de
redimirla de su "estado primitivo".(1987:175)139
La tercera estrategia, por último, defendía a la civilización desde una
perspectiva ecológica, viéndola como "un necesario control moral contra la
naturaleza". Esta perspectiva, de fuerte raíz teológica y mayor refinamiento
intelectual, consideraba que si la naturaleza "era realmente el mundo caído de
Darwin, el deber sagrado del hombre civilizado era por tanto separarse de esa baja
esfera al tiempo que -como lo hacía por los bárbaros del mundo- procuraba
rescatar tanto de ella como le era posible controlar".
Por otra parte, la propia tendencia "arcádica" distaba mucho de ser un mero
movimiento romántico motivado por razones estéticas a buscar una coexistencia
más pacífica entre la humanidad y el mundo natural. Por el contrario, alentaban
dentro de ella tendencias que apelaban a razones utilitarias para promover un uso
de los recursos naturales -en particular los forestales- que subordinaba la ganancia
inmediata a la explotación sostenida.
Tales tendencias, por ejemplo, encontraron expresión en libros como Man
and Nature, publicada por George Perkins Marsh en 1856. 140 En su obra, reeditada
con el sugestivo título de The Earth as Modified by Human Action y que se convertiría
en "una Biblia para los conservacionistas de los siguientes cincuenta años", Marsh
planteaba la "tesis revolucionaria" de que el estado del medio ambiente tenía que
ver más con la acción humana que con las fuerzas naturales, y llegaba a la
conclusión de que "al hombre le convenía ser cuidadoso con las formas en que
modificaba la tierra". (Nash, 1984: 36)
La riqueza y complejidad de este panorama resalta aún más lo rápido y
profundo del compromiso de nuestras oligarquías con las visiones Noratlánticas
de la naturaleza de más fácil encaje en una situación de economía de rapiña. Pero,
sobre todo, destaca el modo en que ese compromiso desconoció por entero aquel
otro ethos que sostenía la necesidad de restaurar la coexistencia pacífica de los
139
Para Ward, la naturaleza carecía de preocupaciones por el costo o la eficiencia: "Los ríos, en vez de fluir rectos y llevar así
su agua al mar con un mínimo gasto de energía, hacen perezosos meandros a través de planicies y valles", con lo que
cualquier buen ingeniero "podría hacer un mejor trabajo de diseño del medio ambiente que el realizado por la naturaleza". Se
trata, como vemos, de la misma actitud que inspiró el entusiasmo de Julio Verne por la mentalidad tecnológica
norteamericana y la elevación del ingeniero, en muchas de sus novelas, a la categoría de hechicero de la modernidad y
artífice del progreso.
140
Marsh fue un hombre de gran cultura, miembro además de la élite política y social de su país, al que había servido como
embajador en Turquía entre 1849 y 1854, y en Italia entre 1861 y 1862. Eso le permitió apoyar una parte sustancial de su obra
en sus observaciones sobre el medio ambiente en la cuenca del Mediterráneo, agotadas por siglos de explotación, y llamar a
sus conciudadanos "a inspirarse en los errores de nuestros antepasados para actuar con sabiduría ante el tiempo y las
ganancias".
G. Castro H. / Naturaleza y sociedad en la historia de América Latina 118
humanos con otros organismos, a través de una vida más austera y una actitud
más humilde ante el mundo natural.
Parte del problema radicaba, quizás, en que -como lo reconociera el propio
Marsh- la posibilidad de una estrategia de conservación dependía de "grandes
revoluciones políticas y morales", para las que no se encontraban preparados los
Estados Unidos de mediados del siglo XIX ni, ciertamente, los entonces noveles
Estados latinoamericanos. En todo caso, no sólo se trata aquí de que el "seamos
Estados Unidos" de Sarmiento en 1883 excluyera del panorama de la cultura que
así reivindicaba, empobreciéndola, a la obra de autores como Henry David
Thoreau y el propio Marsh.
Se trata, sobre todo, de que la visión de la naturaleza expresada en la obra
de esos autores encontraba eco social en sectores intelectuales de capas medias -
con frecuencia provenientes de un importante sector de pequeños y medianos
propietarios rurales-, que por entonces emergían en el mismo proceso de
desarrollo capitalista que consolidaba la hegemonía de los sectores empresariales
en los países Noratlánticos. En América Latina, sin embargo, ese tipo de
intelectualidad no vendría a conformarse sino en la fase final del período que nos
interesa, y en una circunstancia distinta, que determinó otras prioridades -en
particular de orden político y cultural- en sus intereses y su labor.
La ausencia de ese tipo de intelectuales en nuestra región y en el período no
sólo implicó que autores del mundo Noratlántico como los mencionados carecieran
de verdaderos interlocutores entre nosotros. Sobre todo, dio lugar a que las
eventuales visiones "arcádicas" en la cultura latinoamericana -provenientes, por
ejemplo, del mundo indígena y campesino- resultaran desplazadas por entero al
campo de la barbarie. De aquí que esas visiones carecieran de expresión legítima
en el seno de la cultura dominante y, con ello, se vieran excluidas de toda forma de
diálogo con el poder que no fuera el de la violencia y la contraviolencia
característicos de los procesos de expropiación de tierras y conformación de
trabajadores semi-libres ya descritos.
Aun así, esto no excluyó, para fines del siglo XIX, la presencia de debates en
el seno de los sectores latinoamericanos más y mejor vinculados a la cultura
Noratlántica. En ese terreno, por ejemplo, la obra de José Martí nos ofrece
importantes elementos de búsqueda de formas alternativas de inserción en el
mercado mundial, que vinculan la preocupación por lo que hoy sería llamado un
"desarrollo sustentable" con la aspiración de preservar y ampliar la capacidad de
autodeterminación de las sociedades latinoamericanas. La originalidad del vínculo
así establecido reclama un análisis por separado del aporte martiano a la
conformación de la cultura latinoamericana.
G. Castro H. / Naturaleza y sociedad en la historia de América Latina 119
José Martí,
Nuestra América,
El Partido Liberal, México,
30 de enero de 1891
1. El ámbito
José Martí, es bueno recordarlo, nació en Cuba en 1853. Su vida y su obra son, por
tanto, las de un hombre de la segunda mitad del siglo XIX, proveniente además de
la última sociedad colonial de la América española, que apenas en 1868 había
iniciado la que sería una lucha de treinta años por su independencia nacional. Por
lo mismo, en 1881, cuando emigra a los Estados Unidos -desde donde empezará a
expresar algún interés más o menos sistemático por la dimensión ambiental del
progreso, para usar el término dominante en la época-, Martí contaba tan sólo 28
años, y se encontraba en las vísperas de culminar la primera gran fase de su
maduración intelectual.
El balance político de esa fase no parecía muy prometedor. El movimiento
de independencia al que se vinculara Martí desde los 15 años de edad, y que a los
16 le costara ya pena de cárcel y destierro a España, había terminado por verse
plagado por conflictos internos, hasta desembocar en una paz negociada con las
autoridades españolas en 1878. El intento de continuar la lucha por parte de los
dirigentes más radicales del movimiento tampoco había tenido éxito y, para
principios de la década de 1880, la actividad independentista cubana parecía ser
apenas cosa de pequeños grupos dispersos de exiliados, sobre todo en la ciudad de
Nueva York.
No parecían haber tenido mejor éxito, tampoco, los empeños de Martí por
vincularse a la reforma liberal triunfante en diversos países latinoamericanos. Por
el contrario, su emigración final a los Estados Unidos estuvo precedida por su
expulsión, abierta o tácita, de México en 1876; de Guatemala en 1878, y de
Venezuela en 1881, tras conflictos con los regímenes de Porfirio Díaz, Justo Rufino
Barrios y Antonio Guzmán Blanco, respectivamente. En el ínterim entre Guatemala
y un primer viaje a Nueva York en 1880, además, un frustrado intento de
G. Castro H. / Naturaleza y sociedad en la historia de América Latina 120
141
Las naciones, agregaba, "no se constituyen con semejante falta de armonía entre sus elementos". Y esto anunciaba, quizás,
la trayectoria que aún lo llevaría a distanciarse de los principales dirigentes del exilio cubano en Estados Unidos,
precisamente debido a divergencias en torno a las formas de constitución y ejercicio de la autoridad política en el
movimiento. Del 20 de octubre de 1884, en efecto, data la carta famosa en que le dice Martí al General Máximo Gómez, héroe
mayor de la guerra de 1868-1878 con quien colaboraba en la preparación de un nuevo alzamiento en Cuba, la frase que
inauguraría el camino hacia su plena madurez intelectual y política: "Un pueblo no se funda, General, como se manda un
campamento". Para añadir enseguida: "¿Qué somos, General?, ¿los servidores heroicos y modestos de una idea que nos
calienta el corazón, los amigos leales de un pueblo en desventura, o los caudillos valientes y afortunados que con el látigo en
la mano y la espuela en el tacón se disponen a llevar la guerra a un pueblo, para enseñorearse después de él? ¿La fama que
ganaron Uds. en una empresa, la fama de valor, lealtad y prudencia, van a perderla en otra?... El dar la vida sólo constituye
un derecho cuando se la da desinteresadamente".(1975: I, 177,178)
G. Castro H. / Naturaleza y sociedad en la historia de América Latina 121
142
"En 1626, apenas seis años después de fundada la colonia, Plymouth aprobó una ordenanza que controlaba el corte y la
venta de madera. La idea era conservar un valioso recurso... La primera ley de caza, una veda de seis meses para el ciervo,
apareció en Rhode Island en 1639. Patos, pavos y salmones, todos criaturas útiles para los colonos, recibieron protección
desde temprano. Hacia la década de 1730, existían guardabosques encargados del cumplimiento de las leyes de
conservación". Por otra parte, el "Acta de Grandes Estanques de Massachussets de 1641 proclamó el derecho del público a
utilizar para la caza y la pesca cualquier cuerpo de agua de extensión superior a diez acres. Esto señaló la primera aparición
en la historia política de los Estados Unidos de la idea de que un elemento significativo del medio ambiente no debería ser
controlado privadamente, en detrimento de los intereses de la sociedad. La disposición expresaba el principio de que
aquellas partes del medio ambiente de importancia trascendente para la sociedad no deberían ser poseídas de una manera
que impidiera el beneficio público". (Nash, 1984: 34,35)
143
La antología conque Worster intenta probar esa afirmación recoge 18 artículos de 16 autores distintos, que abordan temas
que van desde la utilidad del estudio de la naturaleza hasta los problemas de la ecología humana en las ciudades y la
formación del movimiento conservacionista. Nueve de esos textos fueron publicados antes de la llegada de Martí a los
Estados Unidos, o durante sus años de residencia en aquel país. Sus reportajes sobre los problemas del desarrollo urbano de
Nueva York, y las condiciones de vida de los pobres en esa ciudad, por ejemplo, sugieren el contacto de Martí con autores
como el arquitecto Frederick Law Olmstead, y el higienista público Edward Dalton. De los autores antologados por Worster,
sin embargo, sólo aparece en las Obras Completas una brevísima referencia a unas anotaciones de John Muir -el fundador del
Sierra Club, en 1892-, sobre la vegetación en torno a una cascada del río Yosemite, en el Cuaderno de Apuntes No. 18, del año
1894.
G. Castro H. / Naturaleza y sociedad en la historia de América Latina 123
144
La diferencia entre las dos primeras, dice, se manifestaría ante todo "en el compromiso del observador, sea con los
derechos de la propia naturaleza, o con un modelo científico explicativo del modo en que la naturaleza se organiza a sí
misma", mientras la tercera se vincularía directamente a los problemas del aprovechamiento sostenido de los recursos
naturales. (1980: 30,31)
G. Castro H. / Naturaleza y sociedad en la historia de América Latina 124
quienes los poblaban era parte de un "Destino Manifiesto" de los Estados Unidos. Y
para 1890, como señala Jean Lamore, los expansionistas encuentran a sus ideólogos
en hombres como el historiador Frederick Jackson Turner, el teórico de la
"frontera".
Turner, en efecto, plantearía en 1893 que la colonización de la frontera
interior había constituido "un proceso decisivo en la formación del carácter
nacional de los Estados Unidos". Se trataba, decía, de una experiencia "que había
devuelto la vida a una cultura europea decrépita, y otorgado a América y el
mundo un impulso democrático". (Worster, 1992a: 218) En esos términos, el mito
de la frontera -de larga gestación, por otra parte, como lo prueban las alusiones al
mismo que hace Martí en su discurso Madre América, de diciembre de 1889- ofreció
a los expansionistas norteamericanos "una doctrina geopolítica que los lleva a
buscar incesantemente nuevas áreas de expansión".147
Debe considerarse aquí, además, la influencia de la obra de Herbert Spencer
en el esfuerzo por encontrar en el desarrollo de la biología y el evolucionismo
elementos de legitimación de esa ideología expansionista. Al respecto, se asiste
entonces "a una confusión entre los dominios de la biología y de la sociología", que
lleva a aplicar los conceptos darwinianos a la explicación de los hechos sociales, de
un modo criticado tanto por el propio Darwin y Huxley, como por Federico Engels
en su Dialéctica de la Naturaleza. Esto, sin embargo, "no fue óbice para que los
conceptos darwinianos acerca de la lucha por la vida y de la supervivencia de los
más aptos se convirtieran en dogmas sociológicos en el mundo anglosajón: del
pluralismo racial de los biólogos se pasó al darwinismo social". (Lamore, 1979: 98,
93)
Estos hechos ponen en evidencia las contradicciones que animaron el
diálogo entre Martí y la cultura Noratlántica de su tiempo en el campo de las
relaciones entre lo social y lo natural. En efecto, la afinidad martiana con la
vertiente democrática de ese campo sólo puede ser comprendida tomando en
cuenta lo intenso y constante de su rechazo y su crítica a aquella otra que buscaba
en la experiencia de la conquista de la frontera interior -la de aquellos bosques
donde "el aventurero taciturno caza hombres y lobos, y no duerme bien sino
cuando tiene de almohada un tronco recién caído o un indio muerto" (1975: VI,
135)-, y en filósofos de la hora como Spencer, bases ideológicas que justificaran el
renovado expansionismo norteamericano.
147
Ya en 1861, por ejemplo, Thoreau pudo aludir en su ensayo Life Without Principle a que "El último recurso de nuestra
energía ha sido el saqueo de cementerios en el Istmo de Darién, una empresa que parece estar en sus comienzos puesto que,
según los últimos informes, ha pasado su segundo debate en la legislatura de Nueva Granada un acta que regula este tipo de
minería; y un corresponsal del Tribune escribe: 'En la estación seca, cuando el clima permita la adecuada prospección del
país, sin duda serán encontradas otras ricas guacas (esto es, cementerios)".(1985: 642)
G. Castro H. / Naturaleza y sociedad en la historia de América Latina 126
13 cada uno.148 En todos los casos, sin embargo, se hace referencia a ellos como
elementos de un universo mucho más amplio, en el que aparecen nombres
significativos hasta hoy -como el de Carlos Lyell, fundador de la geología
moderna-, junto a otros que ya no figuran en la memoria inmediata del lector
educado, como Brotteneck.149
Dentro de ese universo, por ejemplo, el nombre de Humboldt actúa sobre
todo como un referente de prestigio, talento y buena educación en textos dedicados
a semblanzas de personalidades de un pasado todavía reciente en vida de Martí,
como es el caso del pensador cubano Antonio Bachiller y Morales.150 En cambio,
son escasas las referencias al contenido de la obra del geógrafo y naturalista
alemán, y en ninguna lo menciona como referente de valoración para el
pensamiento de los contemporáneos de Martí.
El nombre de Darwin, por el contrario, aparece aquí como un importante
referente de seriedad y dedicación en el trabajo científico, y los rasgos más
generales de su obra son objeto de comentario bien informado, sobre todo en
relación al problema de la universalidad del conocimiento en un mundo signado
por la inequidad, entre los hombres como entre sus naciones.151 Darwin, en efecto,
constituyó en múltiples sentidos la figura más importante del mundo cultural del
Occidente Noratlántico que conoció Martí. De él pudo decir Alexander Spoehr, por
ejemplo, que "abrió nuestros ojos al funcionamiento de la naturaleza orgánica, y su
modo de pensamiento condujo al descubrimiento de nuevos hechos y relaciones en
el mundo viviente", en cuanto se ocupó "del hombre como parte de una amplia y
dinámica biocenosis... sujeta a los mismos procesos y regularidades" que las
demás.
148
El número total de menciones del nombre de Darwin aumentaría a 41 si se tomaran en cuenta todas las que se hacen en el
artículo "Darwin ha muerto", como el de las Spencer aumentaría a 14 si se tomaran en cuenta las de "La futura esclavitud",
que han sido contados sólo una vez.
149
Ni aparecen en una obra de consulta general de valor universalmente aceptado, como la Enciclopedia Británica.
150
"Nació en los días de Humboldt", dice Martí de Bachiller en 1889, "de padre marcial y de madre devota, el niño estudioso
que ya a los pocos años, discutiendo en latín y llevándose cátedras y premios, confirmó lo que Humboldt decía de la
precocidad y rara ilustración de la gente de la Habana, 'superior a la de toda la América antes de que ésta volviese por su
libertad, aunque diez años después ya muy atrás de los libres americanos'".(1975: V, 144)
151
En el mismo sentido, también, se refiere Martí a Huxley en la "Sección Constante" que por entonces mantenía en La
Opinión Nacional, de Caracas: "-Entre los que se ocupan de los adelantos de la ciencia moderna, ansiosa de explicarse el
misterio de la vida, y que rechaza con buen acuerdo todo medio extranatural, o sobrenatural para examinar la naturaleza, -
nadie desconoce el nombre meritorio del profesor Huxley", quien "anda a la par de Darwin y de Haeckel". Sus obras, añade,
"se señalan... por su absoluta independencia en el pensamiento; por la primacía del pensamiento neto y sólido sobre la frase,
que no ofusca al pensamiento, sino le sirve y le obedece; y por su saludable falta de respeto a toda doctrina convencional, o
teoría impuesta". Por entonces, había publicado Huxley un ensayo "sobre 'La ciencia y la cultura',... (de) gran aplicación... en
nuestras tierras, cuyos mayores males vienen tal vez de que la masa de hombres inteligentes, llamados a dirigir, reciben una
instrucción, no sólo principalmente, sino exclusivamente, literaria", pues un hombre "de estos tiempos" educado de esa
manera "es como un mendigo flaco y hambriento, cubierto con un manto esmaltado de joyas, de riquísima púrpura. A Neso
lo devoró su túnica; y a nosotros, este manto esmaltado de joyas". (1975: XXIII, 301)
G. Castro H. / Naturaleza y sociedad en la historia de América Latina 128
el cuello del caballo, que más que relincha, muge; ya cruza traveseando el
guainumbí ligero, de alas transparentes que relucen y vibran. (1975: XV, 376)152
152
Para concluir diciendo cómo se abre "un tanto el bosque, mojado recientemente por la lluvia, y se ve, como columna de
humo, alzarse del follaje, besado del sol, un vapor denso, y allá se ve la espléndida montaña, envuelta en vagas brumas.
Mezclan sus ramas mangos y canelos, y el árbol de pan próvido, y la jaca que da sombra negra, y el alcanfor gallardo. esbelta
es la mimosa,; elegante el helecho; la trepadora, corpulenta". Y cómo "en medio de la noche, lucen los ojos del cocuyo airado
que dan viva lumbre como la que enciende en el rostro humano la ira generosa. Y grazna el cucí vil, que deja sus huevos en
los nidos de otros pájaros. El día renace, y se doblan ante la naturaleza solemne y coloreada, las trémulas rodillas". De todo lo
cual doy fe, tras haber trabajado en las selvas de la costa Atlántica de mi propio país.
G. Castro H. / Naturaleza y sociedad en la historia de América Latina 130
Dentro de esas visiones, por ejemplo, parece darse por supuesto que,
inmerso Martí en el clima dominante en la cultura latinoamericana de su tiempo,
tendrían que ser claves en su obra temas como los del positivismo y el darwinismo
social. A primera vista, incluso, esa impresión parecería verse confirmada con la
expresión famosa de 1889, tan multicitada, en la que describe cómo se había venido
saliendo de "aquella América enconada y turbia" del pasado, para llegar "a pujo de
brazo, a nuestra América de hoy, heroica y trabajadora a la vez, franca y vigilante,
con Bolívar de un brazo y Herbert Spencer de otro; una América sin suspicacias
pueriles, ni confianzas cándidas, que convida sin miedo a la fortuna de su hogar a
las razas todas". (1975: XV, 139)153
Sin duda, el nombre de Spencer figura ya en la obra temprana de Martí
como un paradigma de modernidad, dentro de una historia del progreso humano
que se contaba "en los puertos llenos de buques, en las fábricas pobladas de
obreros, en las ciudades ennegrecidas por el humo de las fraguas, en las calles
obstruidas por los carros, en las escuelas llenas de niños y en los árboles cargados
de frutos". Al respecto, por ejemplo, dirá Martí de los españoles en 1880 que
"empiezan a comprender que en el movimiento general del progreso ellos también
deben ocupar un puesto", y que "como el mundo entero razona y las fábricas de
vapor ocupan inmensos arsenales, ellos a su vez deben razonar con el mundo,
trabajar en las fábricas y buscarse sitio entre los que piensan como Herbert
Spencer, se quejan como Heine, dudan como Byron y desprecian como Leopardi".
(1975: XV, 25)
Sin embargo, la valoración del papel que ese paradigma desempeña en el
desarrollo del conjunto del pensamiento martiano tendría que atender a dos
hechos que ya afloran con toda evidencia en la obra de Martí en la primera mitad
de aquella década. En primer lugar, al reseñar en 1884 el libro de Spencer La Futura
Esclavitud, Martí somete a severa crítica el modo en que son abordados allí los
problemas sociales, dejando a un lado toda noción de solidaridad hacia los más
pobres y los desamparados.
Así, tras reconocer la razón de Spencer cuando señala los peligros que
podrían resultar de "la acumulación de funciones en el Estado, que vendrían a dar
en esa dolorosa y menguada esclavitud", Martí cuestiona que no señale además
"con igual energía, al echar en cara a los páuperos su abandono e ignominia",
los modos naturales de equilibrar la riqueza pública dividida con tal inhumanidad
en Inglaterra, que ha de mantener naturalmente en ira, desconsuelo y
desesperación a seres humanos que se roen los puños de hambre en las mismas
153
Porque esa América sabe que es "la de la defensa de Buenos Aires y de la resistencia del Callao, la América del Cerro de
las Campanas y de la Nueva Troya", agrega Martí en su discurso del 19 de diciembre de 1989 en la Sociedad Literaria
Hispanoamericana en Washington.
G. Castro H. / Naturaleza y sociedad en la historia de América Latina 131
calles por donde pasean hoscos y erguidos otros seres humanos que con las rentas
de un año de sus propiedades pueden cubrir a toda Inglaterra de guineas.
154
Por ejemplo: "Cuán indispensable resulta para el estudio de la naturaleza la percepción de su verdadero significado. El
hecho florecerá un día en una verdad. La estación (¿la razón?) madurará y fructificará lo que el entendimiento ha cultivado.
Los meros acumuladores de hechos -recolectores de materiales para capataces- son como esas plantas que crecen en las
forestas oscuras, que 'dan sólo hojas, en vez de capullos'".(16/12/37, 1961: 3)
G. Castro H. / Naturaleza y sociedad en la historia de América Latina 132
Se trata, en efecto, del mismo romántico que en marzo de ese año anotaría
en su diario personal que los hombres de su tiempo no se preocupaban por la
Naturaleza, "y venderían lo que les corresponde de su belleza, durante toda su
vida, por una suma establecida -y muchos incluso por un vaso de ron". Para
agregar enseguida:
¡Gracias a Dios que los hombres aún no pueden volar, y arrasar el cielo como lo
han hecho con la tierra! Estamos a salvo de eso por el momento. Es precisamente
debido a que algunos no se preocupan por estas cosas que debemos continuar
protegiéndolas contra el vandalismo de los menos". (1961: 217)
155
De Civil Desobedience, publicado en 1849 por Thoreau para explicar los motivos que lo llevaron a negarse a pagar sus
impuestos como manera de expresar su desacuerdo con la guerra declarada por el gobierno de su país contra México dos
años antes, dice Carl Bode: "Es poco el confort que ofrece a los seguidores de Karl Marx, sin ser tampoco la fuente de vigor
que los conservadores contemporáneos esperan de su primera oración", donde Thoreau plantea que el mejor gobierno es el
que gobierna menos. "El férreo rigor filosófico anarquista de Thoreau es incómodo para ambas partes. Pero Gandhi,
luchando en Africa del Sur, supo que era precisamente lo que necesitaba ('Me dejó una honda impresión', admitió). Más
tarde, impresionó también a otros grandes dirigentes, dentro y fuera del país, entre los que destacó Martin Luther King. Y
sus efectos aún se hacen sentir".
156
Sobre el lugar de la naturaleza en esa sociedad y esa cultura, diría en el mismo ensayo: "Este mundo es un lugar de
negocios... Si un hombre que ama los bosques camina por ellos durante la mitad de cada día, se arriesga a ser visto como un
vago; pero si dedica todo su día a la especulación, destrozando esos bosques y dejando pelada a la tierra antes de que haya
llegado su hora, es estimado como un ciudadano industrioso y emprendedor. ¡Como si un pueblo no tuviese más interés en
sus bosques que derribarlos!" (1985: 232,233)
G. Castro H. / Naturaleza y sociedad en la historia de América Latina 133
arcádico de Gilbert White en el siglo XIX", de quien nos dice que era "a un tiempo,
un activo ecologista de campo y un filósofo de la naturaleza, cuyas ideas
anticiparon mucho del ánimo de nuestra propia era", en cuya vida y obras se
encuentra "una expresión clave de la actitud romántica hacia la tierra, así como una
filosofía ecológica de creciente complejidad y sofisticación... (y), además, una
fuente notable de inspiración y orientación para el activismo subversivo del
movimiento ecológico contemporáneo".(1992:58)
Por otra parte, si Cintio Vitier tiene razón al señalar en su libro Ese Sol del
Mundo Moral. Para una historia de la eticidad cubana que el "ver en sí, el ser por sí, el
venir de sí, son las constantes básicas del pensamiento y la expresión martianos en
dos dimensiones conexas: su concepción del hombre y su concepción de América"
(1979: 83), las afinidades de Martí con aquello que Thoreau simboliza en la cultura
norteamericana aparecen como un hecho natural. La martiana, en efecto, es una
universalidad conscientemente creada y ejercida desde sí y hacia otros, de un
modo que con toda probabilidad hubiera permitido a Thoreau suscribir como
propio el rechazo de Martí en 1882 a una cultura en la que
En esa perspectiva, el diálogo entre culturas que emprende Martí a partir de 1880,
y que prolonga hasta el fin de sus días, se nos presenta como un camino de dos
vías en el que Darwin y Thoreau -y no Darwin y Spencer, como generalmente se
supone- parecen dejar la huella más profunda y duradera.
Ese camino, a su vez, desempeña sin duda un papel de primer orden como
antecedente de ejemplar actitud de conocimiento planteada en el ensayo Nuestra
América, de enero de 1891, en que culmina la segunda gran fase de maduración
intelectual de Martí:
No hay odio de razas, porque no hay razas. Los pensadores canijos, los pensadores
de lámparas, enhebran y recalientan las razas de librería, que el viajero justo y el
observador cordial buscan en vano en la justicia de la naturaleza, donde resalta en
el amor victorioso y el apetito turbulento, la identidad universal del hombre... Peca
contra la Humanidad el que fomente y propague la oposición y el odio de las
razas. (1975: VI, 526.)
G. Castro H. / Naturaleza y sociedad en la historia de América Latina 134
Así planteado, en efecto, ese diálogo deja abierta -y facilita- la tarea de crear
las capacidades que permitan continuarlo en estos tiempos de crisis del orden
mundial de cuyo nacimiento dejó Martí, a un tiempo, su testimonio y una
advertencia que sólo adquiere pleno sentido en el desarrollo del campo cultural en
que aquel diálogo tuvo lugar. No ha de suponerse, decía, "por antipatía de aldea,
una maldad ingénita y fatal al pueblo rubio del continente, porque no habla
nuestro idioma, ni ve la casa como nosotros la vemos, ni se nos parece en sus lacras
políticas, que son diferentes de las nuestras". Pero, agregaba enseguida, urge que la
América nuestra se de a conocer -"una en alma e intento"-, de modo que el vecino
"no la desdeñe", ni agregue con ello nuevos elementos de peligro al período "de
desorden interno o de precipitación del carácter acumulado del país" al que
entonces ingresaban los Estados Unidos.
A esa advertencia, en todo caso, llega Martí a lo largo de dos grandes etapas
en su tratamiento del tema. En la primera, centrada en sus colaboraciones para el
periódico La América, de Nueva York, y La Opinión Nacional, de Caracas, entre 1881
y 1884, su atención se concentra en las relaciones entre el desarrollo de la ciencia y
la tecnología, la economía y la naturaleza, siempre en busca de alternativas para
una inserción más eficiente de América Latina en el mercado mundial. Al
respecto, llega a delinear con relativa rapidez los elementos fundamentales de una
propuesta que ya presenta incompatibilidades de fondo con el modelo de
crecimiento hacia fuera impulsado por el Estado Liberal Oligárquico.
Lo propuesto, en efecto, incluye una producción diversificada que evite los
riesgos de la especialización excesiva; adecuada al potencial ecológico de cada país;
centrada primordialmente en una agricultura tecnificada, bien articulada a la
industria, y capaz de garantizar la integración social a través de la promoción del
bienestar de las mayorías ciudadanas mediante el acceso a la tierra, a una
educación adecuada a la lucha por el progreso en sus propias circunstancias, y a
empleos productivos. Así, por ejemplo, observa en 1883 que los "cultivos
numerosos de diversas ramas agrícolas y sus industrias correspondientes
mantienen en equilibrio a los pueblos dados por desdicha a cultivos mayores
exclusivos: café, caña de azúcar, etc." Estos cultivos de monoproducción, dice, han
venido a ser "con las grandes operaciones bursátiles que se basan en ellos,
verdaderos juegos de azar, y como bombas mágicas, que ya son de oro, ya de
jabón." De donde advierte que más vale, "por si se quiebra la rienda en la carrera,
llevar al caballo de muchas riendas que de una. Debiera ser capítulo de nuestro
Evangelio agrícola la diversidad y abundancia de los cultivos menores".
(1975:VII,189)
En ese sentido, también, dice el mismo año de la participación venezolana
en una exposición comercial en Buenos Aires: "¿Cómo no había de dar muestras la
G. Castro H. / Naturaleza y sociedad en la historia de América Latina 135
La segunda etapa del diálogo que nos interesa se ubica entre 1889 y 1891 -en
lo que va de sus reportajes a La Nación, de Buenos Aires, sobre la Conferencia
Internacional Americana y la Conferencia Monetaria de las Repúblicas de América,
a la publicación en Nueva York y México de su ensayo Nuestra América. Ahora, el
tema ambiental aparece en Martí cada vez más vinculado al problema de la
autodeterminación nacional, hasta que ambos se fusionan virtualmente, y la
naturaleza se ve convertida en una categoría central de su discurso político.
En esta etapa de su evolución, en efecto, el razonar martiano se organiza con
tenacidad y energía cada vez mayores en torno a la advertencia de que, siendo la
157
Y traduce de inmediato lo informado a las realidades de su verdadero interlocutor, caracterizando como "una cuestión
vital para la prosperidad de nuestras tierras, y el mantenimiento de nuestra riqueza agrícola...: la conservación de los
bosques, donde existen; el mejoramiento de ellos, donde existen mal; su creación, donde no existen. Comarca sin árboles, es
pobre; ciudad sin árboles, es malsana. Terreno sin árboles, llama poca lluvia y da frutos violentos. Y cuando se tienen buenas
maderas, no hay que hacer como los herederos locos de grandes fortunas, que no las amasaron, no saben calcular cuándo
acaban, y las echan al río; hay que cuidar de reponer las maderas que se cortan, para que la herencia quede siempre en flor; y
los frutos del país solicitados, y éste señalado como buen país productor".
G. Castro H. / Naturaleza y sociedad en la historia de América Latina 137
política "obra de los hombres, que rinden sus sentimientos al interés, o sacrifican al
interés una parte de sus sentimientos", debe entenderse que
Quien dice unión económica, dice unión política. El pueblo que compra, manda.
Hay que equilibrar el comercio, para asegurar la libertad... Ni uniones de América
contra Europa, ni con Europa contra un pueblo de América... La unión, con el
mundo, y no con una parte de él; no con una parte de él, contra otra. Si algún oficio
tiene la familia de repúblicas de América, no es ir de arria de una de ellas contra las
repúblicas futuras. (1975: VI, 160)
el que sabe con qué elementos está hecho su país, y cómo puede ir guiándolos en
junto, para llegar, por métodos e instituciones nacidos del país mismo, a aquel
estado apetecible donde cada hombre se conoce y se ejerce, y disfrutan todos de la
abundancia que la Naturaleza puso para todos en el pueblo que fecundan con su
trabajo y defienden con sus vidas.
Para que ello sea posible, resulta evidente en esta lógica que el gobierno
deba "nacer del país", que su "espíritu" deba ser "el del país", y que su forma deba
"avenirse a la constitución propia del país", de modo que -en suma- no sea más que
"el equilibrio de los elementos naturales del país". Y a esa definición del gobierno la
sigue el corolario famoso en que Martí, tras señalar que la inestabilidad recurrente
de la región sólo prueba que "el libro importado ha sido vencido en América por el
hombre natural. Los hombres naturales han vencido a los letrados artificiales. El
mestizo autóctono ha vencido al criollo exótico", desafía al sentido común de su
tiempo para afirmar:
Con ello, Martí establece una distancia insalvable con aquellas visiones
liberales de fin de siglo, nutridas por "una nueva ola teórica venida de Francia, el
positivismo", que proporcionaba "a las élites modernas una nueva justificación
para gobernar la sociedad sin la intervención de ésta", mediante "la brusca
instauración, en unas sociedades tradicionales, del imaginario, las instituciones y
las prácticas de la política moderna". (Guerra, 1993: 380,381) Y al situar así la
discusión en otro terreno, abre paso a la posibilidad de rescatar las visiones de la
naturaleza de los sectores populares como elemento legítimo en la definición de la
identidad cultural de la región, y define la condición política para ejercerla:
"Gobernante, en un pueblo nuevo, quiere decir creador."
El problema, naturalmente, es más fácil de plantear que de resolver. De sus
años de juventud en México, por ejemplo, databan las dudas de Martí sobre el
lugar de los indígenas en el proceso de construcción de los nuevos Estados
latinoamericanos. "Irritan", llegó a decir el 10 de julio de 1875, "estas criaturas
serviles, estos hombres bestias que nos llaman amo y nos veneran". Y agrega:
A una postura ante lo que había llegado a ser la cultura nacional cubana de
la época que lo llevaba a rechazar a priori toda solución basada en el exterminio de
repúblicas han purgado en las tiranías su incapacidad para conocer los elementos verdaderos del país, derivar de ellos la
forma de gobierno y gobernar con ellos".
G. Castro H. / Naturaleza y sociedad en la historia de América Latina 140
los "bárbaros", se sumaba además en Martí una sincera admiración ante los logros
de las culturas prehispánicas, y ante la fuerte presencia de sus remanentes en el
México que conoció. De este modo, ya para 1884 podía plantear que, si bien era
bueno "abrir canales, sembrar escuelas, crear líneas de vapores, estar del lado de la
vanguardia en la hermosa marcha humana", lo era también -para no desmayar en
esa marcha "por falta de espíritu o alarde de espíritu falso"-, "alimentarse, por el
recuerdo y por la admiración, por el estudio justiciero y la amorosa lástima",
¿cómo obtener una combinación armoniosa, una síntesis entre lo que fue
aprendido en los libros y en la convivencia urbana, con esos extraños peligrosos,
tan brasileños como nosotros? ¿Cómo comprenderlos, cómo entenderlos, cómo
confraternizar con ellos, si son tan diferentes a nosotros, si no aceptan nuestra
ciencia, si no aceptan nuestra revolución? ¿Cómo pueden no admitir que nosotros
estamos en lo cierto y ellos están equivocados? ¿Por qué nos odian?. (1980:XXII-
XXIV)
llevaba al choque recurrente entre "el mestizo autóctono" y el "criollo exótico", dejó
establecida también -como un desafío que a la larga resultaría imposible de salvar
para la hegemonía de sus adversarios-, aquella máxima sencilla que planteara en
Nuestra América, en torno a la cual se decide hoy buena parte del futuro de la
región toda:
Las dos vías del diálogo martiano, pues, están abiertas a todas las
manifestaciones de las culturas que dialogan. Hay que conocer, para darse a
conocer. Es en torno a esa verdad elemental que cabe plantear, de la manera más
útil, el debate sobre la crisis ambiental de nuestro tiempo en América Latina. Tal
es, justamente, la intención que guía al siguiente capítulo de este ensayo.
G. Castro H. / Naturaleza y sociedad en la historia de América Latina 143
José Martí,
Nuestra América,
en El Partido Liberal, México,
30 de enero de 1891
1. Recuento
Hemos llegado, así, a las vísperas del punto de partida usual en los análisis que
dedican algún interés a los antecedentes históricos de los problemas ambientales
que hoy enfrenta América Latina: la gran crisis de 1930, y el inicio de la
industrialización por sustitución de importaciones. En efecto, aun cuando va
siendo común que se reconozca que la presencia de manifestaciones de deterioro
ambiental en la región "desde mucho antes" de la crisis actual -aunque "la
percepción y calificación" de su impacto apenas ha empezado a cambiar (CEPAL,
1992: 21)-, un libro en tantos sentidos tan valioso como Medio Ambiente y Desarrollo
en América Latina. Una visión evolutiva, dedica apenas 24 de sus 231 páginas al
examen de lo que va del poblamiento original de las Américas a la consolidación
del llamado "modelo de crecimiento hacia afuera".159
La importancia del camino que hemos recorrido, sin embargo, se hace
evidente cuando Sergio Bagú resalta que "en materia de dominio del espacio",
América Latina tenía ya en 1870 "la fisonomía con la que llegará a nuestros días".
Algo tiene que ver la persistencia de esa fisonomía, por otra parte, conque para
1991 los principales bienes de exportación de la región seguían proviniendo de los
mismos sectores de actividad económica en torno a los cuales se habían organizado
aquellos paisajes de fines del siglo XIX: azúcar cruda, bananas, cacao, café, carne de
vacuno, harina de pescado, maíz, soya, trigo, algodón, lana, cobre, estaño, mineral
de hierro, plomo, zinc y petróleo crudo. (CEPAL, 1991c:49)
159
Otro es el caso de El Desarrollo Sustentable: Transformación Productiva, Equidad y Medio Ambiente, el documento-
insignia de la CEPAL en el debate, cuyo examen de los antecedentes del problema que trata se remonta apenas a
1971. (1991a: 15-17)
G. Castro H. / Naturaleza y sociedad en la historia de América Latina 144
160
Para el 10 de agosto de 1993, la FAO informaba que entre 1980 y 1990 habían desaparecido "más de 150 millones de
hectáreas de bosques tropicales", siendo "América Latina y el Caribe... las regiones que mayores recursos forestales perdieron
en ese período, a un ritmo anual de 7.4 millones de hectáreas, y atribuyó este fenómeno a la pobreza... La deforestación, que
alcanzó en todo el mundo un ritmo anual de 15.4 millones de hectáreas entre 1981 y 1990, provocó una grave pérdida de
recursos esenciales para el desarrollo y poner en peligro la biodiversidad del planeta". El país más afectado en la región fue
Brasil, con 6,670,900 hectáreas, seguido por México, con 678,000, "que... en el mismo período reforestó 7,500 hectáreas". La
Jornada, México D.F.,110893, p.46.
G. Castro H. / Naturaleza y sociedad en la historia de América Latina 145
extensiva, para 1982 las áreas naturales oficialmente protegidas "abarcaban tan sólo
446,400 km2... apenas el 2,2 por ciento de la superficie regional", poniendo en grave
riesgo el potencial aún mal conocido de la biodiversidad que alberga América
Latina, sobre todo en sus selvas tropicales. Este deterioro rural, a su vez, se
corresponde con el de la calidad de vida en áreas urbanas afectadas por la
contaminación industrial y sobrepobladas en buena medida debido a la
inmigración campesina, las cuales llegarán a albergar a cerca de un 60 por ciento
de la población latinoamericana para el año 2000, conformando un panorama en el
que Fernando Tudela puede afirmar que la pobreza y el deterioro ambiental son
"efectos paralelos e interactuantes de un mismo proceso global de desarrollo
deformante".(1991: 14)
En esta perspectiva, los problemas de que hablamos resultan de las formas
en que nuestras sociedades han sido organizadas para cumplir determinadas
funciones dentro del sistema mundial realmente existente, en particular a lo largo
de los últimos 150 años. Esta sería, por tanto, la consecuencia de más largo aliento
de la subordinación de nuestras relaciones con el mundo natural a la lógica de
aquella economía de rapiña descrita a principios de este siglo por Ernst Friedrich y
Jean Brunhes.
Ante tal panorama, parecería que el campo general de trabajo de una
historia ambiental latinoamericana debería ser organizado a partir del impacto
regional de esa economía de rapiña que, del siglo XVI en adelante, se despliega en
un marco de severas restricciones a la autodeterminación de las sociedades
iberoamericanas, asociada a la persistencia de estructuras sociales escindidas que
dan lugar a visiones contrapuestas de la Naturaleza y su lugar en la vida de
nuestro pueblos. Sin embargo, ese planteamiento podría ser engañoso.
En efecto, la presencia de esa economía en aquellas sociedades escindidas
constituye el resultado de un proceso de muy larga duración, que se forja a partir
de la tardía ocupación humana del espacio (latino) americano, y de experiencias
prolongadas de desarrollo no capitalista, de las que resultó una situación de
abundancia relativa de recursos naturales en el momento de la incorporación de la
región a la economía-mundo europea. De allí en adelante, esta larga duración se
despliega a lo largo de una diversidad de formas de organización de las economías
y las sociedades latinoamericanas, y de la articulación de éstas con el mundo
exterior que, según se ha visto, pueden ser reducidas en lo esencial a dos grandes
fases bien diferenciadas.
La primera de esas fases abarca lo que va del siglo XVI a la década de 1870.
Esa fase se presenta marcada por cambios esencialmente cuantitativos dentro de
una situación que combinaba la producción diversificada para el autoconsumo y el
mercado interior en amplias extensiones, con la producción especializada para el
G. Castro H. / Naturaleza y sociedad en la historia de América Latina 146
como resulta visible, por ejemplo, en el tono generalmente hostil al medio natural
que impregna a la narrativa latinoamericana del período.
Así, ya se trate de la selva que devora a quienes intentan conquistarla, como
en La Vorágine, de José Eustasio Rivera; ya del campo como escenario de conflicto
entre la civilización y la barbarie, como en Doña Bárbara, de Rómulo Gallegos; ya
de una naturaleza que alberga al peso muerto de la población indígena, como en el
Huasipungo de Jorge Icaza, se conforma a lo largo del período una verdadera
ideología de combate, en aras del progreso, contra el medio natural americano y las
relaciones sociales que lo caracterizan.161 Pero el mismo proceso, por otra parte,
puso de relieve la ausencia en nuestras sociedades de un sector intelectual
equivalente al que creó las visiones "arcádicas" en las sociedades Noratlánticas.
La clase media rural que produjo a intelectuales como Gilbert White en
Gran Bretaña y Henry David Thoreau en los Estados Unidos, en efecto, no tuvo un
lugar para sí en la América Latina del período que nos interesa. Aun en el caso de
José Martí, cabe tomar en cuenta que éste produjo lo fundamental de su
pensamiento sobre la naturaleza en un diálogo con la cultura norteamericana que
conoció, ejercido en Estados Unidos desde la crisis del liberalismo latinoamericano
de su tiempo.
Lo excepcional de esa circunstancia, a su vez, fue precisamente lo que
permitió a Martí abrir una brecha en los muros de la cultura oligárquica,
estableciendo la posibilidad de trasladar aquel diálogo al interior de las culturas
latinoamericanas. Su obra, en efecto, dejó una huella profunda y duradera en la
sensibilidad y las mentalidades de aquello que -al menos desde la Revolución
Mexicana de 1910 y, por supuesto, de la Revolución Cubana desde 1959-, podría
ser llamado una cultura popular subyacente, de permanente presencia en nuestras
sociedades, y siempre abierta a elaboraciones más complejas en el marco de aquel
conflicto entre la "falsa erudición y la naturaleza" a que hacía referencia Nuestra
América.162
161
En lo literario, por ejemplo -con salvedades como la de la obra José María Arguedas- la hostilidad al medio natural
sobrevivirá a sus estilos narrativos y posturas ideológicas de origen, impregnando incluso a la narrativa de corte progresista
de la primera mitad del siglo XIX, donde -en casos como Mamita Yunai, de Carlos Luis Fallas, o en El Mundo es Ancho y Ajeno,
de Ciro Alegría-, la naturaleza será vista como un ámbito marcado por la expropiación y represión del campesinado, que
abren paso a la expansión capitalista. Más tarde, autores de posturas tan distantes en otros terrenos como Gabriel García
Márquez y Mario Vargas Llosa compartirán tanto esa visión hostil como una actitud de desesperanza en las posibilidades del
progreso para poner remedio a tal situación. Sea el ámbito natural como escenario de procesos sociales de explotación y
destrucción -en lo que va de Cien Años de Soledad a El Amor en los Tiempos del Cólera-; sea en su capacidad para preservar las
conductas y mentalidades propias de una barbarie concebida como consustancial a los sectores populares -de La Casa Verde a
La Guerra del Fin del Mundo-, esa actitud se presenta como un rasgo dominante en lo más Occidental de unas culturas
latinoamericanas que, en el proceso, han perdido aquella capacidad de pasmo de los primeros cronistas españoles ante una
abundancia en apariencia inagotable, y aun la de esperanza en el uso de esa abundancia para conquistar una prosperidad sin
límites, característica del redescubrimiento del medio latinoamericano en el siglo XVIII.
162
Como ocurre, por ejemplo, en el caso de formas muy elaboradas de expresión musical de raíz popular, como las del
grupo dominicano 4 40 bajo la dirección de Juan Luis Guerra. Egresado de un conservatorio en Boston, Guerra ha sabido
depurar al merengue dominicano de su estridencia, resaltando en cambio su sensualidad y sus posibilidades líricas. Cada
G. Castro H. / Naturaleza y sociedad en la historia de América Latina 149
uno de sus discos ha incluido temas de acento ecológico tratados en una perspectiva popular. "Ojalá que llueva café" fue el
primero; "Si saliera petróleo (como en Kuwait)" destaca en Areíto, el más reciente. "Reforéstame", de Bachata en Rosa y
cantado por la vocalista Adalgisa Pantaleón, es de una singular delicadeza: "Reforéstame el amor de ayer/ siembra una tarea
de cariño/ en mi corazón/ dale de beber/ abónalo en tu pecho/ desnúdalo sobre el huerto/ y hazlo crecer./ Reforéstame al
amanecer/ cubre con tus manos mi lecho/ y un rayo de luz nos dibujará/ mi tierra es de la buena/ tu siembra será cosecha/
una vez más."
163
Aquí, como lo señalara el economista Herman Daly ya en 1977, "El crecimiento económico es el objetivo más
universalmente aceptado en el mundo. Capitalistas, comunistas, fascistas y socialistas, quieren todos el crecimiento
económico y se empeñan en maximizarlo... Los atractivos del crecimiento consisten en que es la base del poderío nacional y
es una alternativa a la necesidad de compartir, en tanto que medio para combatir a la pobreza. Ofrece la perspectiva de más
para todos sin el sacrificio de ninguno".(en Worster, 1989: 17)
G. Castro H. / Naturaleza y sociedad en la historia de América Latina 150
vez más cortos, coincidir de manera cada vez más cercana con los de la historia de
nuestras relaciones económicas externas y, al propio tiempo, desplegar
consecuencias de alcance cada vez más vasto.
Es inevitable, en esta circunstancia, que entren en cuestión todos los
términos en que hasta hace poco era pensada América Latina, empezando por el
concepto mismo de "desarrollo". Así, por ejemplo, el texto Nuestra Propia Agenda
sobre Medio Ambiente y Desarrollo, tras caracterizar al deterioro ecológico como un
proceso que afecta "con diversas intensidades y consecuencias" a todos "los países
en desarrollo", deriva de ello la "premisa fundamental" -de cuyas implicaciones,
dice, "depende el destino de la humanidad"-, de que "el deterioro ambiental no es
una consecuencia inescapable del progreso humano, sino una característica de
ciertos modelos de crecimiento económico que son intrínsecamente insostenibles
en términos ecológicos, así como desiguales e injustos en términos sociales". Así, ya
resulta no sólo "indispensable" sino además "posible" la búsqueda de "otras formas
de desarrollo" que permitan "un nuevo crecimiento económico", sostenible tanto en
términos ambientales como sociales y económicos.
Con todo, la restricción inicial del análisis a los países "en desarrollo" se ve
rebasada en cuanto se afirma que esa búsqueda debería tener por objetivo "un
cambio cualitativo del modelo", que privilegiara "como objetivo central la calidad
de vida de todos los seres humanos del planeta", lo que naturalmente implicaría
"tener en cuenta las interacciones múltiples y dinámicas, a distintas escalas desde lo
local a lo global".(PNUD/BID,1990:21)164 Y aun así, al considerar a la crisis ambiental
como un factor de riesgo para un desarrollo que no cuestiona en su racionalidad,
sino en la eficiencia ambiental y social de sus estilos vigentes, el texto no llega
realmente a articular entre sí lo ambiental con los problemas inherentes a la
exacerbación de las iniquidades que caracterizan a la economía mundial
contemporánea.
Por su parte, el texto del PNUMA/MOPU -desde una perspectiva menos
comprometida con las políticas al uso por parte de la mayoría de los Estados de la
región-, considera que tanto la crisis contemporánea como el intento de enfrentarla
mediante "economías de guerra" que "postergan con frecuencia los objetivos
sociales y ambientales del desarrollo", ponen en evidencia "un cambio notable en la
percepción social del proceso de desarrollo". De este modo, se dice, tras décadas de
164
A partir de la amplitud geográfica de los procesos ambientales considerados; el volumen de la población y de las
actividades económicas afectadas directamente; la gravedad de los efectos sobre ambas, y la capacidad, actual y potencial, de
enfrentar los procesos ambientales implicados, el documento ubica como problemas fundamentales, en lo regional, el uso de
la tierra; el medio ambiente en los asentamientos humanos; los recursos hídricos; los ecosistemas y el patrimonio biológico;
los recursos forestales; los recursos del mar y costeros; la energía; los recursos mineros no energéticos, y la industria; en lo
internacional, los casos de las cuencas y ecosistemas compartidos; las precipitaciones ácidas; el destino de residuos tóxicos; las
guerras convencionales, y la "seguridad ecológica"; y, en lo global, el riesgo nuclear; el calentamiento climático; las drogas; la
pérdida de biodiversidad; la destrucción de la capa de ozono; la contaminación y explotación de recursos de los océanos y el
uso los recursos de la Antártida y del espacio exterior. (PNUD/BID:1991,23-40)
G. Castro H. / Naturaleza y sociedad en la historia de América Latina 152
165
Es notable el creciente consenso en torno al vínculo entre la crisis ambiental y la de la civilización que conocemos. El hoy
vicepresidente de los Estados Unidos, Al Gore (1992) coincide aquí -con todos los matices del caso-, con un ecologista de
orientación radical como Fernando Mires (1990), con un sacerdote jesuíta y sociólogo como Xavier Gorostiaga (1991), y con
un anarquista como Joan Martínez-Alier (1991a, 1991b, 1992).
166
Nos referimos, en primer término, a la transición del mundo de las monarquías al de los Estados nacionales, signada por
el conflicto Norte-Norte y las dos guerras mundiales que lo culminaron; a la que fue del mundo multipolar al bipolar,
signada por el conflicto Este-Oeste bajo el cual tomó forma, a su vez, el conflicto Norte-Sur y, finalmente, a la transición de
nuestro tiempo, en la que el paso a la multipolaridad nueva de un mundo de regiones se presenta signado por un conflicto
Norte-Sur que se combina con -y se articula en torno a-, formas nuevas y más complejas de conflicto Norte-Norte.
G. Castro H. / Naturaleza y sociedad en la historia de América Latina 153
Quizás lo más sorprendente de la crisis que hoy nos aqueja sea el modo en
que implica, y no, un retorno a las formas y problemas normales en el
funcionamiento de un sistema mundial que comenzó a formarse hace (apenas)
unos 500 años. En efecto, el desarrollo de ese sistema se ha caracterizado -salvo el
breve interregno de la Guerra Fría-, por conflictos asociados al reparto de esferas
de influencia entre grandes potencias; a la disputa por el control de los flujos
financieros y comerciales; a la lucha por la soberanía y la autodeterminación de las
naciones emergentes -incluyendo sus expresiones etnoculturales y religiosas-, y a
los que se originan en el impacto multifacético de los flujos migratorios, por
mencionar algunos de tradicional importancia en las relaciones internacionales.
La crisis de nuestro tiempo, sin embargo, articula y exacerba a un tiempo los
problemas característicos de esa normalidad de un modo que ya plantea una
amenaza a la sustentabilidad de las formas de relación con la biósfera de las que ha
dependido la civilización Occidental durante estos cinco siglos. Este es, en efecto,
el sentido más preciso en que cabe afirmar que la dimensión ambiental de la crisis
expresa los problemas de una estructura económica global gestada y administrada
a partir de un paradigma que "excluye a los seres humanos de la leyes de la
naturaleza" y que, al mismo tiempo, considera a la biósfera como un reservorio
inagotable de recursos.(Porter y Welsh,1991:27)167
En segundo lugar, la crisis de nuestro tiempo revela también limitaciones
crecientes en la eficacia de los mecanismos creados hasta ahora para el manejo de
los conflictos ambientales inherentes al funcionamiento del mercado mundial. El
carácter ubicuo del deterioro ambiental, y lo generalizado y diverso de las
preocupaciones que genera, tienden inevitablemente a desbordar las formas
tradicionales de relación entre los Estados, ampliando por otro lado la esfera de
influencia de organismos internacionales que, como el Banco Mundial, pasan a
actuar en los hechos como entidades supranacionales, de un modo que con
frecuencia exacerba las inadecuaciones del sistema internacional contemporáneo y
contribuye a generar en la práctica una reforma del mismo que apenas empieza a
ser debatida en la teoría.
Los problemas que esto implica se complican, además, porque el sistema
internacional contemporáneo no fue diseñado para enfrentar el tipo de conflictos
que plantea la dimensión ambiental de la crisis. Esta, en efecto, no es "explosiva"
sino gradual en su desarrollo, y permite por lo mismo plazos en apariencia muy
amplios para la adaptación de las sociedades humanas a sus consecuencias, y para
167
Para los autores, este paradigma "se sustenta en primer término en las premisas de la economía neoclásica: primero, que el
libre mercado siempre maximizará el bienestar social y, segundo, que no sólo existe un abastecimiento infinito de recursos
naturales, sino además de 'vertederos' donde depositar los deshechos que resulten de la explotación de esos recursos -a
condición de que el libre mercado esté en operación... (y) siempre que se otorgue total libertad a la tecnología y se permita a
los precios fluctuar lo necesario para estimular la búsqueda de sustitutos, de modo que la escasez absoluta pueda ser
pospuesta para un futuro indefinido".
G. Castro H. / Naturaleza y sociedad en la historia de América Latina 154
169
Por referencia a los revolucionarios rusos agrupados en torno a la naródnaya volya -la "voluntad del pueblo"-, que veían
en la comunidad campesina en proceso de destrucción por la reforma liberal zarista de la década de 1860 el núcleo
fundamental para la construcción de una sociedad nueva, capaz de evadir los males del desarrollo capitalista mediante la
instauración de un socialismo inspirado directamente en las virtudes rurales de la Rusia que desaparecía.
G. Castro H. / Naturaleza y sociedad en la historia de América Latina 157
170
Así, la preocupación por la pérdida de la biodiversidad -con todo lo que entraña a su vez de recursos hoy desconocidos
para el crecimiento económico futuro-, ha venido produciendo un interés creciente en torno a esos movimientos
ambientalistas por parte de sectores vinculados a las tendencias tecnocráticas en el ambientalismo de las sociedades
Noratlánticas. Al respecto, por ejemplo, Linden (1991).
G. Castro H. / Naturaleza y sociedad en la historia de América Latina 159
Por un lado, está la alternativa hoy dominante de preservar a toda costa las
formas de organización y desarrollo social que subyacen tras esa modalidad de
relación con la naturaleza, lo que sin duda implicará costos económicos y políticos
cada vez más altos, sin ofrecer verdaderas garantías para la reversión del deterioro
global que presenciamos. Por otro, está la de encarar la necesidad de encontrar
formas nuevas de organización de la vida social que, a su vez, permitan iniciar el
desarrollo de una relación de trabajo con la naturaleza, en términos que permitan
revertir el proceso en cuestión.
Ante esa disyuntiva, la primera tarea de una historia ambiental ha de
consistir en cuestionar la naturalidad aparente de una relación con el medio
ambiente que a fin de cuentas se reduce a la identificación y explotación, tan
intensa y rápidamente como sea posible, de los recursos que demande el mercado
exterior. Historizada, por el contrario, esa relación se ve remitida a una
circunstancia en la que "bajo determinadas formas de organización humana, en las
que las relaciones sociales resultan asimétricas, las relaciones entre producción y
naturaleza también resultan contradictorias", mientras que "una relación armónica,
sinergética, entre producción y naturaleza sólo sería posible en una sociedad con
relaciones internas también armónicas".(Jované,1992: 19)
Al hacerlo así, resultará evidente que el estilo de discusión dominante sobre
el tema oculta el hecho de que nuestros problemas ambientales se prolongarán en
el futuro a menos que sea modificada aquella doble asimetría, interna y externa,
que caracteriza nuestro desarrollo a partir del siglo XVI. Por ahora, sin embargo, ni
los sectores de clase media, ni los pobres de la ciudad y el campo, tienen
verdaderas posibilidades de éxito en la tarea de creación de esa circunstancia
nueva, a menos que encuentren un terreno firme de coincidencia para sus luchas
hasta hoy dispersas.
Esto define, como segunda tarea para una historia ambiental
latinoamericana, la de facilitar la definición de ese terreno de coincidencia,
contribuyendo a revelar hasta dónde son comunes los problemas de ambos
sectores sociales, y hasta dónde tendrán que serlo las soluciones realmente capaces
de beneficiar a la mayoría que ambos forman. El reconocimiento de esos elementos
comunes, en lo que tienen de específico a nuestra región, tendrá en efecto una
importancia decisiva para el diseño de las estrategias de movilización social y
cambio cultural que garanticen la eficacia de la acción política y las
transformaciones económicas imprescindibles para enfrentar la crisis ambiental.
Por lo mismo, la construcción del conocimiento histórico que nos permita re-
conocer la comunidad que podemos ser -y entender la necesidad de asumir los
costos que implique constituirla-, adquiere singular importancia en momentos en
que, como nunca antes, nuestro destino se juega con el de la Humanidad entera.
G. Castro H. / Naturaleza y sociedad en la historia de América Latina 161
Esas tareas de nivel regional, a su vez, sólo podrán ser emprendidas con
verdaderas posibilidades de éxito si se atiende a su vinculación ineludible con los
problemas de orden global que plantea la crisis ambiental de nuestro tiempo. Por
lo mismo, la tercera tarea de una historia ambiental latinoamericana tendría que
consistir en facilitar el desarrollo de nuestra capacidad para trabajar con el mundo,
y no contra él, en la solución de los problemas que plantea esa crisis.
En este sentido, por ejemplo, esa historia ambiental podría efectuar una
importante contribución al debate sobre el llamado "desarrollo sustentable", que
hoy constituye quizás el más importante de los espacios disponibles para la
creación de un nuevo consenso Norte-Sur en torno a los fines y los medios a
emplear para hacer frente al deterioro de la biósfera. No se trata aquí de intentar
aún más variaciones sobre un asunto cuyo mismo éxito de prensa ya tendría que
inspirar sospechas en tiempos como los que vivimos, sino de encarar -de un modo
que sea nuevo, entre otras cosas, por su capacidad para reconocer la legitimidad de
las perspectivas en diálogo- el tema al que ese asunto alude, que es el de la
insustentabilidad de las formas vigentes de relación entre el mundo humano y el
natural a escala planetaria.
Desde el Norte, por ejemplo, Donald Worster ha rastreado el origen de la
noción de sustentabilidad en problemas asociados al manejo de bosques madereros
para garantizar su rendimiento sostenido en la Alemania de fines del siglo XVIII.
Esa noción de sustentabilidad, dice, vino a ser vinculada a la de desarrollo a
mediados de la década de 1980, como parte de una solución de compromiso que
permitiera a los grandes centros de poder del sistema mundial asumir y
mediatizar, a un tiempo, la inquietud que provocaba en las sociedades
Noratlánticas la creciente percepción de una amenaza ambiental a lo que hasta
poco antes había parecido la posibilidad de un crecimiento económico sostenido,
aunque no sustentable.
Así asociada a la noción de "desarrollo", que sintetizaba las aspiraciones de
las partes menos afortunadas de ese sistema mundial, la de sustentabilidad pasó a
formar parte de un discurso cuyo atractivo mayor consiste "en su aceptabilidad
política internacional, tanto para las naciones ricas como para las pobres, y su
potencial para estimular amplias coaliciones entre numerosas partes enfrentadas".
En ese discurso, el Norte y el Sur "podrían unirse ahora sin mayores dificultades en
torno a un ambientalismo nuevo y más progresivo", de modo que
171
Como es el caso de la propuesta de un "paradigma alternativo" según el cual el crecimiento económico no puede ocurrir a
expensas del "capital natural" de la Tierra, sino que la economía mundial debe aprender a vivir de los "intereses" de ese
capital, reduciendo drásticamente el uso de combustibles fósiles, dependiendo más de fuentes de energía renovables,
encarando con rapidez la transición a sistemas sustentables de manejo de recursos, y buscando acuerdos para estabilizar la
población del planeta al más bajo nivel posible.(Porter y Welsh,1991:30)
G. Castro H. / Naturaleza y sociedad en la historia de América Latina 164
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