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Opinión
27/04/2012
“Con un árbol legal se pueden lavar tres árboles ilegales”, afirmó Julia Urrunaga, asesora de
Políticas de Bosques y Cambio Climático de la organización ambientalista estadunidense
Environmental Investigation Agency (EIA).
Urrunaga se refería a la maraña burocrática que legaliza, a través de documentos que las
autoridades nunca verifican, la comercialización de madera extraída de áreas no autorizadas
en la Amazonia peruana.
Urrunaga precisó que la clave para entender este complicado mecanismo son los GTF —
otorgados por las autoridades ambientales regionales o por las Administraciones Técnicas de
Control Forestal y Fauna Silvestre (ATFFS), dependientes de la Dirección General Forestal y
Fauna Silvestre del Ministerio de Agricultura, donde esa función no haya sido transferida a los
gobiernos regionales— sin los cuales la madera ilegal no puede ser lavada.
“El sistema funciona de la siguiente manera: Primero se otorga el título habilitante para las
concesiones, aunque los pueblos indígenas pueden obtener permisos especiales para exportar
madera. Luego, la empresa a cargo de la concesión presenta el Plan General de Manejo
Forestal, que es un censo o inventario de especies en el terreno. En tercer lugar el
concesionario presenta [a la ATFFS] su Plan Operativo Anual (POA), en el que especifica la
cantidad de especies a talar y el volumen que obtendrá. Antes de autorizar el POA, la autoridad
debe realizar una verificación ocular en caso que aparezcan caoba o cedro entre las especies a
talar. Finalmente, se otorga la resolución administrativa que aprueba el volumen”, señaló.
Sin embargo, el problema es que el inventario se hace en las oficinas. “Se realizan inventarios
falsos o parcialmente falsos, se aprueban volúmenes de árboles que no existen, se obtienen
guías en el mercado negro para sacar madera de otro lado, porque cuando se emite una guía
ya no se entra al bosque a verificar”, agrega Urrunaga.
El informe de la EIA presentó 14 casos que ayudan a demostrar las modalidades que hay
detrás de la tala ilegal. Estos casos incluyen inventar los POA sin ningún trabajo de campo,
presentar POA falsos, árboles inventariados que no existen, árboles que son talados varias
veces, concesión sin árboles pero de donde se extrae madera, extracción de madera sin tocar
los árboles, entre otros.
“Intencionalmente o por negligencia, cada uno de los actores y de las instancias involucrados
en este sistema trabajan como piezas bien aceitadas de una maquinaria que está arrasando
con los bosques peruanos y con los derechos y el modo de vida de los pueblos que dependen
de ellos”, dice el informe.
Por el lado de las empresas, si bien hay algunas, muy pocas, que intentan trabajar de manera
legal y sostenible, en la mayoría la corrupción es la norma. Al menos 35% de la madera que se
exportó hacia EEUU entre enero del 2008 y mayo del 2010 tuvo origen ilegal. De los 305
permisos otorgados en ese periodo, 112 declaran lugares donde no había madera o el
OSINFOR encontró graves ilegalidades.
El informe sostiene que al menos 100 permisos otorgados bajo la Convención sobre el
Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (CITES) para
exportar caoba y cedro a EEUU incluyeron madera declarada como proveniente de
concesiones fuertemente cuestionadas por OSINFOR, “ya sea por haber inventado hasta el
100% de sus censos forestales, haber utilizado sus permisos para lavar madera extraída
ilegalmente, estar realizando tala ilegal en sus propias concesiones o por una combinación de
estas razones”.
Madereras sospechosas
Maderera Bozovich, la principal empresa del país en este rubro, tiene el mayor número de
embarques con madera de origen cuestionado. Aunque posee certificaciones del Forest
Stewardship Council (FSC) —que garantiza la legalidad y sostenibilidad de la madera que
comercializan las empresas—, la investigación encontró serios problemas respecto al origen
legal de algunos de sus productos. Sus propietarios y altos funcionarios están muy bien
conectados en los círculos de la industria y la política, lo cual le ha permitido operar libremente.
Una investigación del no gubernamental Instituto de Defensa Legal (IDL), titulado “Termitas”,
publicada el 10 de abril, ha puesto énfasis en cómo las mafias madereras se aprovechan de las
comunidades indígenas y las estafan.
El antropólogo Alberto Chirif, citado por el IDL, afirma que “los madereros ofrecen a los
indígenas bienes sobrevaluados que ellos deben pagar con madera subvaluada. Cuando la
agotan en una comunidad, se marchan a otra. A veces les pagan poco, otras veces nada.
Algunas veces les pagan en víveres, otras en trago. No son caucheros: son madereros,
taladores inclementes. No son termitas, pero cómo se les parecen. Ellos prefieren llamarse
empresarios”.
“Aquí las empresas más que empresas son bandas”, opina Chirif. “No existen los empresarios
forestales: hay asaltantes forestales o no sé cómo se les puede llamar. No hay siquiera una
noción de capitalismo. La idea es dónde se puede robar más rápido, hasta que el recurso se
acabe. Un verdadero empresario trataría de cuidar su recurso y estaría interesado en el
desarrollo a largo plazo. Sacan madera con la misma mentalidad con la que sacan cobre”.
El Banco Mundial (BM) también ha puesto la mira en este negocio ilícito al señalar que “la
explotación de madera ilegal en algunos países constituye hasta el 90% de toda la explotación
maderera y genera aproximadamente entre US$10 millardos y $15 millardos de beneficios
ilícitos”. El BM coincide con la EIA y el IDL en que en el Perú el 80% —el 98% en algunos
departamentos amazónicos, como Loreto— de la explotación maderera es ilegal y tiene
relación con la corrupción en los más altos niveles de gobierno.
“A pesar de los datos que demuestran que la explotación maderera ilegal es una epidemia
mundial, la mayoría de los delitos forestales no se detectan, no se denuncian o se ignoran”,
dice el estudio del BM titulado “Justicia para los bosques: Mejora de las iniciativas de justicia
penal para combatir la explotación maderera ilegal”, publicado el 20 de marzo. “Además, las
estimaciones de los beneficios ilícitos generados por los delitos forestales no consideran sus
enormes costos ambientales, económicos y sociales: amenazas contra la biodiversidad,
aumento de las emisiones de carbono y menoscabo de los medios de vida de la población
rural”.
Ex funcionarios ambientales consideran que urge una reforma del sector forestal.
El biólogo Sandro Chávez, ex jefe del Servicio Nacional de Áreas Naturales Protegidas por el
Estado (SERNANP), opina que “el modelo de adjudicación de concesiones, los sistemas para
conceder permisos de aprovechamiento, los mecanismos de control y monitoreo, así como los
procedimientos para emitir documentos de exportación (incluyendo permisos CITES) no están
funcionando para enfrentar las grandes cantidades de madera ilegal que está siendo
aprovechada y comercializada tanto nacional como internacionalmente”.
El informe de la EIA, agrega Chávez, “pone sobre la mesa la necesidad de una gran reforma
del sector forestal. De hecho, será muy importante que las autoridades competentes como la
Contraloría, la Fiscalía, inicien acciones contra aquellos que resulten responsables penal, civil y
administrativamente de estas actividades ilícitas que vienen operando de manera organizada
tanto dentro como fuera del Estado”.
—Noticias Aliadas.
http://www.comunicacionesaliadas.org