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1. EL PROBLEMA DE LA CONDUCTA DE LOS JEFES

En toda empresa, el comienzo del proceso está en los jefes: ellos fijan la dirección por

seguir y toman las decisiones que después serán implementadas por sus subordinados.

Es, pues, imprescindible que ellos sepan por dónde están yendo y qué deben estar

dispuestos a hacer para lograr estos fines trazados. Será su conducta la que trace la ruta

y ponga los límites. Conducta y no las frases bonitas con las que pretendan disfrazarla,

pues rápidamente sus subordinados comprenderán el mensaje de evasión de la propia

responsabilidad que oculta esa inconsecuencia, y actuarán según lo que perciban que

está permitido y no según lo que se les diga que se puede hacer.

"Los dirigentes siguen convencidos de que la empresa sin ética carece de porvenir: pero,

en la actual turbulencia, no disponen de respuestas claras. Los simples ciudadanos se

encuentran perplejos y dudan de la validez de las reglas de juego de, dinero, cuyo honor

se ha restablecido, sin embargo, recientemente. En cuanto a la joven generación de

sujetos brillantes, se plantea cuestiones más crudas:

 ¿Existe otra meta que el rápido enriquecimiento?

 ¿Puede uno enriquecerse rápidamente y con honradez?

 ¿Merece la pena ser honrado?

 Y también. ¿Por qué medios se puede mejorar el sistema?

No hace falta una bola de cristal para predecir que una empresa cuyos jefes no tengan

en claro los anteriores dilemas, corre serio peligro de ser devorada desde dentro por sus

propios trabajadores. Como sostiene Eduardo Schmidt en su libro Ética y negocios para

América Latina, el mal comportamiento de los superiores es a veces el primero, a veces

e, segundo factor de importancia en su influencia corruptora.

Como será evidente, muy raro será el jefe que ordene a sus subordinados que roben, que

estafen o que sobornen: les pedirán “solucionar un problema”, y ellos, entenderán como

un código de comunicación ya aceptado, que deben robar, estafar o sobornar. Resulta


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Caramente previsible que, si se adquiere, a costumbre de hacer tales cosas a favor de la

empresa (o de un tercero), tarde o temprano se harán a favor propio y en contra de quien

sea; o, peor aún, teniendo a la propia empresa como víctima de tal rapiña.

Por el contrario, los mensajes que los jefes transmitan deben ser coherentes entre su

formulación y su práctica, y, si son recibidos por un personal adecuadamente

seleccionado y capacitado, fortalecerán enormemente a la empresa.

Desgraciadamente, esta coherencia conductual de los jefes se ve obstaculizada por creer

que la conducta éticamente correcta actuará en contra de su capacidad competitiva, y

que. En ese mercado de competencia caníbal. Tal cosa representaría la “muerte”, bien

de la empresa o bien del jefe como miembro de la misma.

“Muchas gentes piensan que ética e interés son diametralmente opuestos; que por

definición la ética empieza cuando uno renuncia a un interés para respetar un principio.

Algunos llegan a pensar que ver en ¿Hay un interés, como hacen los americanos que

dicen: ’Honesty is the best policy'. O incluso la moral es buena para el beneficio'. Es

contaminar la ética. Pura hipocresía, piensan.

Una visión más amplia permite atenuar esta pretendida oposición entre ética e interés Ya

Aristóteles veía en la ética el camino para conseguir la felicidad, que es. Desde luego, el

interés supremo en el largo plazo.

Pero precisamente el éxito en el largo plazo no es accesible más » que respetando a los

demás, evitando en consecuencia las maniobras des-honestas; dicho brevemente,

sacrificando ciertos intereses de corto plazo a un interés fundamental de largo plazo. De

igual modo que la moral privada, la ética de los negocios puede describirse como la

persecución metódica de un interés bien comprendido en el largo plazo.

La ética, como ya se dijo, no solo no se opone a la realización humana, sino que la busca

como su fin último. Ahora bien, si no soy capaz (o no quiero) proyectarme a ese mediano
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o largo plazo, estoy en una situación similar a la del niño que considera una injusticia

absoluta que se limite su libertad enviándolo al colegio.

Por supuesto que la cosa no es tan sencilla como pareciera deducirse del párrafo anterior,

dejar ahí las cosas sería una superficialidad intolerable que a lo más se podría aplicar en

situaciones de bonanza empresarial. Tan escasas hoy en día Pero ¿qué hacer cuando

está en juego la supervivencia y se podría disminuir la presión faltando a h ética? ¿Para

qué me sirve ese largo plazo si voy a morir a corto plazo? La solución menos mala será

una “ética mínima”.

La ética útil que sea capaz de analizar cada problema concreto con el auxilio que le

puedan prestar algunos principios clásicos de moral, como el de “doble efecto”, el de

totalidad o el del “derecho prevalente”, incorporados ya, en todo o en parle, a muchos

sistemas jurídicos (el nuestro entre ellos), y mantenerse dentro de una conducta

moralmente tolerable aunque no óptima.

En lo ético, como en todo, lo profesional, hay una suerte de “tercios”, lodos ellos dentro

de lo que se llama legítimamente “lo profesional” y, aunque el ideal sea dirigir la propia

conducta y la de la empresa hacia la búsqueda de la excelencia, cabe dentro de lo ético

una conducta de cierta inferioridad o limitación en la consecución de ese bien pleno. A

modo de ejemplo: si un particular cualquiera estuviese vendiendo un edificio, bastaría que

lo hiciera con una clara comunicación de las condiciones de venta al comprador y que no

observara en este ningún elemento indicativo de que se trata de un delincuente o un

narcotraficante. En cambio, si la venta la estuviera realizando una corporación religiosa,

y la distribución arquitectónica resultase apropiada para que el comprador lo usara como

casa de citas, tendrían la obligación adicional de asegurarse de cuál va a ser el uso que

ese comprador piensa darle al inmueble y, si hay razones para pensar en un destino

moralmente censurable, debería negarse. Una corporación como la mencionada tendría

la obligación de dirigir su conducta a un "tercio” ético superior, por ser esa conducta
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ejemplarizadora dentro de la sociedad; en cambio, el particular estaría actuando dentro

de lo Éticamente aceptable al conformarse con un “tercio intermedio. La ética no es blanco

o negro.

La formación en la ética de los negocios es ante todo, hacer que este tema salga del

silencio que lo rodea, siguiendo la vieja noción de no hablar de lo malo. Hay que hacer

percibir que fuera de casos extremos, en que la infracción es clara, muchas decisiones

profesionales suponen envites éticos que no son evidentes y que es preciso analizar para

pesar el pro y el contra y llegar a una decisión responsable y equilibrado la ley, los

principios morales, el respeto a la empresa y la competividad de la empresa.

El hecho de que. En una determinada circunstancia, un profesional no sea capaz de hallar

una solución no quiere decir que esta no exista, sino solo que no la ha encontrado, creer

lo contrario sería una falta de lógica flagrante. Lamentablemente como el tema ético

padece de ignorancia generalizada (sobre la que se citó, a modo de ejemplo, uno de

tantos casos reales en 1.1), es fácil que. Formulada una consulta o la petición de consejos

o soluciones éticamente aceptables a un amigo o colega de cuya capacidad técnica no

se duda, se encuentre con que él tampoco vea una salida, y se confirme así la impresión

inicial (las más de las veces falsa) de que no quedan alternativas, pese a que en realidad

no se las ha buscado lo suficiente.

“La solución extorsiva altera los problemas, afecta a la lucidez, paraliza la crítica a la cual

se le puede responder fácilmente (con tono de benévola ironía): Sí. Sí ¿y qué propone

usted? Nada. El interlocutor, aliviado, lo sospechaba de antemano sin solución posible o

visible, el problema desaparece Plantearlo sería irracional, y más aún lo sería cualquier

comentario o crítica al respecto

(.. ) Desgraciadamente, según la opinión generalizada, obstinarse en plantear un

problema sin tener la certeza sobre la existencia de una solución constituye una

blasfemia, una herejía endeble, inmoral y para colmo absurdo.


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De ahí la abundancia de “soluciones” falsas y chapuceras, de problemas disimulados,

negados, escamoteados, de preguntas censuradas.

La ausencia de solución significa generalmente que el problema está mal planteado, que

no se encuentra allí donde se lo formuló.

Con preocupación se constata que la mayoría de los jefes con los que contamos adolecen

de esta errónea visión y transmiten su síndrome a sus subordinados. Cualquier solución

a los problemas éticos de la empresa debe, por lo tanto, empezar por el convencimiento

de las jefaturas de que es un problema real y que es necesario hallarle una respuesta; lo

contrario será perennizar la situación de crisis hasta que la empresa sea autodestruida

por el ambiente que ella misma creó, sin que esta muerte disminuya en nada las

injusticias, estafas encubiertas, explotaciones y deslealtades que se habrán causado.

CAPÍTULO II

2. LA ÉTICA COMO ORDENACIÓN DE LA CONDUCTA EN VISTA DEL BIEN DE LA VIDA

HUMANA CONSIDERADA COMO UN TODO

2.1. ACCIÓN HUMANA Y CONDUCTA

El sujeto de lo moral y de lo inmoral es la voluntad libre. Sólo los actos de la

voluntad, y los actos de otras facultades humanas (pensamientos, recuerdos,

acción de alimentarse, etc.) Un cuanto imperados o al menos consentidos por la

voluntad, pueden ser moralmente buenos o moralmente malos. Por eso la Ética se

ocupa únicamente de las acciones libres, es decir, de aquellas que el hombre es

dueño de hacer u omitir, de hacerlas de un modo o de otro. Quedan fuera del objeto

de estudio de la Ética los procesos y movimientos que no son libres, bien porque

en el momento en que se realizan escapan al conocimiento y a la voluntad (por

ejemplo, el movimiento reflejo del brazo cuando sufre inadvertidamente una

quemadura), bien porque se trata de procesos que no es posible dominar

directamente a través del conocimiento y de la voluntad (desarrollo físico,


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circulación de la sangre, etc.). Como lo propio del hombre en cuanto tal es ser dueño

de sus acciones, la Ética llama actos humanos a los que proceden de la voluntad

deliberada, ya que el hombre ejerce el dominio sobré sus actos a través de la razón

práctica y de la voluntad, facultades que actúan en estrecha unión. Las acciones no

libres se denominan actos del hombre.

Lo moral, entendido genéricamente como opuesto a lo amoral (y no a lo inmoral),

designa el modo específicamente humano de gobernar las acciones. Este modo

específico de gobierno es necesario porque, a diferencia de lo que sucede con otros

seres vivos, las acciones humanas no se acomodan instintiva y automáticamente a

la realidad en que el hombre vive y a los objetivos que le convienen; tiene que

ajustarlos él mismo, prefijándose sus fines y proyectando el modo de realizarlos.

Sólo con relación a los actos humanos se habla propiamente de conducta, porque

con ellos el hombre «se conduce a sí mismo» hacia los objetivos que desea

alcanzar. Ya el uso común del lenguaje evidencia la estrecha relación existente

entre el gobierno personal de la conducta y la moral: de la persona que renuncia a

proyectar y organizar racionalmente su conducta, abandonándose al vaivén de los

estados emotivos o al curso de los acontecimientos, decimos que está

«desmoralizada» o, al menos, que «está baja de moral». A la capacidad de

gobernar la propia conducta está ligada la responsabilidad moral: el hombre puede

«responder» (dar razón) de aquellas acciones y sólo de aquellas que ha elegido,

proyectado y organizado él mismo, es decir, sólo puede responder de las acciones

de las que él es verdaderamente autor, causa y principio. Lo moral (en sentido

genérico) y lo libre tienen exactamente la misma extensión. Todas las acciones

libres, y sólo ellas, son morales; todas las acciones morales, y sólo ellas, son libres.

Todo lo que el hombre libremente es (justo o injusto, generoso o egoísta) y todo lo

que deliberada y libremente hace, queda dentro del campo moral. El hecho de que
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lo que libremente se proyecta y se realiza sea un comportamiento personal

(privado), interpersonal o político no introduce ninguna diferencia sustancial al

respecto: el uso o abuso de bebidas alcohólicas que una persona hace en su propia

casa, el cumplimiento o incumplimiento de las obligaciones profesionales, y los

actos legislativos mediante los cuales una comunidad política se da a sí misma una

determinada estructura jurídica, son realidades igualmente morales. Y la razón es

bien sencilla: todo lo que en el hombre no es determinado por el instinto o por algún

tipo de necesidad causal, ha de ser proyectado por la razón práctica y querido por

la voluntad, y esto es exactamente lo mismo que ser gobernado moralmente.

Manifestaría una notable incomprensión del punto de vista ético, por ejemplo, quien,

refiriéndose a su vida privada, quisiera excusarse diciendo: «en mi casa soy libre

de obrar como me parece». La moral concierne a la persona humana precisamente

porque ella es libre de obrar como le parece. Quien se excusa de esa manera está

diciendo, en realidad, que es psicológicamente posible y, en algunos casos, que es

además jurídicamente posible evadir las exigencias de lo razonable, lo que

evidentemente es verdad. Pero para la Ética lo decisivo es que, en el mismo instante

en que la persona humana decide apartarse de lo razonable, esa decisión suya

merece desaprobación, lo que muestra que su capacidad psicológica de «obrar

como le parece», lejos de ponerla fuera del ámbito de la moral, es precisamente lo

que la incluye en él. El concepto de conducta pone de manifiesto una nota que la

idea de libertad no explícita suficientemente, sobre todo si esta última fuese

entendida como simple libertad de coacción (como «poder hacer» lo que se desea

hacer, sin que nadie ni nada lo impida). Esa nota consiste en que la libertad es una

cualidad específica de la vida humana, por lo que el ámbito de lo libre tiene la misma

unidad que la vida. Y así conducta significa también que las acciones libres aun

siendo muchas, realizadas a lo largo del tiempo y en circunstancias muy diversas


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constituyen una forma de ser compleja, pero biográficamente unitaria y dotada de

sentido, que podemos llamar «personalidad moral» o, sencillamente, «vida moral»,

de la que el hombre es autor responsable, porque él mismo 'a proyecta y la realiza

deliberadamente. (Rodríguez Luño, 2010)

CONCLUSIÓN

La ética es el comportamiento y el modo de ser de las personas. La ética es una reflexión del

comportamiento moral.

La ética estudia que es lo moral, cómo se justifica racionalmente un sistema moral, y cómo se ha

de aplicar posteriormente a los distintos ámbitos de la vida personal y social. En la vida cotidiana

constituye una reflexión sobre el hecho moral, busca las razones que justifican la utilización de

un sistema moral u otro.

La ética material o teleológica es la que determina la bondad o maldad de las acciones. La ética

formal o deontológica señala cómo debemos obrar.

La ética profesional busca formar profesionales responsables y virtuosos, dispuestos a responder

por sus actos frente a la sociedad y a la empresa. Las organizaciones para contribuir al desarrollo

humano de sus integrantes, deben incluir políticas éticas, basadas en la integridad, compromiso

y excelencia.
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