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edición
Fundación Centro Nacional de Historia
al cuidado de
Andrés Eloy Burgos
colaboración
Alexander Zambrano
Carlos Ortíz
diseño de la colección
Aarón Lares / Dileny Jiménez
diagramación
Gabriel A. Serrano Soto
diseño de portada
Gabriel A. Serrano Soto
corrección
Andrés Eloy Burgos / Alexander Zambrano
depósito legal
isbn:
978-980-419-024-7
Depósito Legal DC2017000348
La Colección Memorias de Venezuela se propone la
edición de textos referidos a la historia venezolana
y nuestramericana. Lejos del acartonamiento de los
discursos académicos se recupera la posibilidad de
una escritura amena y sencilla sobre temas relevantes
de nuestro pasado. Difunde artículos ya editados en la
revista Memorias de Venezuela agrupados por afinidad
temática, buscando dar todavía mayor alcance a la
reflexión histórica adelantada desde esta
importante publicación.
CONTENIDO
PRESENTACIÓN 13
VISIONES REPUBLICANAS
DE CARMELO FERNÁNDEZ, ANDANZAS
POR ELTERRITORIO GRANCOLOMBIANO 25
Primeros años 25
La formación como artista 27
Las importantes comisiones 29
El exilio y la muerte 32
14
LOS MONSTRUOS AMERICANOS.
UNA VISIÓN DEL INVASOR
Pedro Rakos
D
esde sus inicios el proceso de invasión a América
implicó ver el Nuevo Mundo sólo a través de
la mentalidad europea. En palabras de Ángel
Rosenblat: “el conquistador es siempre, en mayor o
menor medida, un alucinado que combina las experien-
cias y afanes cotidianos con los recuerdos y fantasías del
pasado”. A partir de esta mirada se explicarán todo tipo de
conductas en los diferentes ámbitos de la vida de los indí-
genas e incluso podría pensarse que ésta sigue repercu-
tiendo, siglos después, en la manera en cómo nos vemos a
Los gigantes
Tanto en Oriente como en Europa (mundo helénico)
desde tiempos inmemoriales se escuchó hablar acerca
de los pueblos de los gigantes (inclusive en la Biblia
se describe el lugar donde éstos habitarían). A fina-
les del siglo XV se tienen noticias, a través de Américo
Vespucio, de los primeros gigantes en América, proba-
blemente a tan sólo unos 50 kilómetros de la costa occi-
21
Los cinocéfalos o cabezas de perro
En América, en las costas del noreste de Cuba, Cris-
tóbal Colón escuchó relatos de los indígenas sobre
hombres de un solo ojo (cíclopes o monóculos) con hoci-
cos de perro, que además asumían todas las característi-
cas de los caníbales.
El conquistador también describe que cuando la
expedición se dirigía en dirección a Haití, los indígenas
que iban a bordo entraron en pánico por el miedo que
sentían hacia los hombres con un solo ojo y cara de perro
que allá se encontrarían. En otros escritos de Tierra Firme,
fray Pedro Simón describe un monstruo de más de cuatro
metros de altura con hocico y dientes muy largos.
Los acéfalos
Para finales del siglo XVI, el viajero y cronista Sir
Walter Raleigh escribe en su expedición por la Guayana
sobre los acéfalos o descabezados, que habitarían en las
cercanías del río Orinoco. Este relata que son un pueblo
monstruoso, causante de daños a sus vecinos y se les
CO LE CCIÓ N MEMOR IAS DE VE NEZUELA
24
VISIONES REPUBLICANAS
DE CARMELO FERNÁNDEZ , ANDANZAS
POR EL TERRITORIO GRANCOLOMBIANO
Israel Ortega
S
obrino de José Antonio Páez pero leal a las ideas
de Bolívar, Carmelo Fernández fue el primer artista
venezolano conocido que paseó sistemáticamente
su mirada por el efímero territorio de la Gran Colombia
y luego por los de las separadas repúblicas de Nueva
Granada y Venezuela. Dibujante de las expediciones de
Agustín Codazzi, representó “a Venezuela sentada sobre
una roca a la sombra del plátano: corre a sus pies el majes-
tuoso Orinoco”.
El exilio y la muerte
Hacia finales de la década de los cuarenta, la
tensión política en Venezuela, entre liberales y
conservadores, se torna álgida. Los intentos por parte
CO LE CCIÓ N MEMOR IAS DE VE NEZUELA
35
EL ARTE TESTIMONIAL
DE JULIA BORNHORST
Rosanna Álvarez
Lorena Puerta
D
esde la segunda mitad del siglo XIX, Venezuela
fue visitada por una gran cantidad de extranje-
ros que por diversas motivaciones, personales
o profesionales, llegaban al país y registraban en sus
diarios de viaje infinidad de datos y anécdotas que hoy
nos han quedado como testimonios de época. En este
sentido, el historiador Pedro Calzadilla ha señalado: “En
sus páginas desfilan desde episodios y personajes mayo-
res hasta los vaivenes de la vida de modestos individuos
y de sucesos minúsculos. Incluye informaciones diversas
37
Las acuarelas y fragmentos que recopilamos en la
presente entrega, la cual inaugura la Sección Viajeros
de nuestra revista, pertenecen al diario Acuarelas y rela-
tos (Venezuela 1923-1941) de la alemana Julia Bornhorst:
viajes, caminos, gente, angustias, sustos, alegrías,
añoranzas, y hasta fantasmas aparecen en estas páginas
llenas de serenidad y conmovedora admiración por lo que
la rodeaba.
La llegada
“Nuestra llegada coincidió con el día de los Reyes
El agua
“…durante el tiempo de sequía nunca nos faltaba
agua salobre; pero no era potable, bastante sucia y a 39
veces con una capa negra, brillante, oleaginosa, de petró-
leo.” “Solíamos bañarnos en el lago, a pesar de que de vez
en cuando flotaba en el mismo algún cochino muerto y
de que habían mantarrayas en el fondo plano las cuales,
cuando uno las pisaba, sacaban su larga cola ponzoñosa
con la que podían abrir toda la pierna de una manera terri-
ble (…) también teníamos que tomar en cuenta que, a lo
largo de la playa, habían pequeños cobertizos construi-
dos sobre pilotes, que con todo derecho, podían llamarse
‘water-closets’, y que sus productos, sencillamente, caían
desde ella al agua. Nos consolábamos porque constante-
mente un cardumen de peces bagres se mantenía debajo
de ellas y, supuestamente, comían alegres y vorazmente
la dádiva de Dios.”
La vivienda
“Del leñoso tronco del cactus arbóreo se construye un
armazón, que luego forran con una mezcla de barro y paja
trizada, la cual, debidamente acabada, forma una agra-
dable pared lisa. Para el techo se mezcla el barro con paja
larga. Estas casas lucen muy limpias y se adaptan exce-
lentemente al paisaje, integrándose como algo autóctono
y apropiado al entorno (…) y allí vive la gente sumamente
contenta. Me confió la esposa de un campesino: ‘¿No es
esto bonito? Yo nací aquí, en esta casa, y aquí me crié; no
puedo imaginar nada más bonito. Hace poco estuve en
Maracaibo y no pude aguantar aquel ruido’.”
CO LE CCIÓ N MEMOR IAS DE VE NEZUELA
43
EL PINTOR DE LA SELVA VIRGEN.
LOS PAISAJES DE BELLERMANN
Rosanna Álvarez
N
ació en Erfürt, Alemania, el 14 de marzo de 1814.
Estudió en la escuela de Bellas Artes de Weimar
hacia 1828. En 1842, por recomendaciones del
barón Alejandro de Humboldt, y apoyado por una beca
del rey Federico Guillermo IV, Bellermann tuvo la opor-
tunidad de viajar a tierras americanas con el objetivo de
registrar artísticamente el paisaje.
El recorrido que hizo por Venezuela comprendió La
Guaira, Puerto Cabello, Galipán, Caracas, Cumaná,
Llegando a La Guaira
en un aparatoso desembarco
46
10 de julio de 1842: “...hacía mucho calor, el termóme-
tro marcaba 32 grados a la sombra. Ante la vista de las
magníficas e imponentes montañas de la costa me di
cuenta de cuán insuficientes son las meras narraciones
de viajes, incluso las mejores, para describir con exacti-
tud el carácter exótico y único de un país. Pienso que lo
principal deben ser siempre las ilustraciones y que el
texto sólo debe acompañarlas. A las dos de la tarde ancla-
mos en el Puerto de La Guaira (...) La Guaira es una plaza
fuerte costera y tiene a lo largo de la costa y sólido muro
con troneras, bastiones y cosas por el estilo (...) el desem-
barco en el muelle es muy arriesgado y peligroso; como
casi siempre hay un fuerte oleaje ningún bote puede arri-
marse y mantenerse fijo porque entonces sufriría daños;
por lo tanto para desembarcar se utilizan preferiblemente
Rumbo a Caracas
Día 5 de diciembre de 1842: “Desayunamos muy bien
en una posada, llamada La Venta, y luego llegamos a la
parte más plana del camino, conocida como La Cumbre,
desde donde uno tiene antesala Caracas, magnífica en
medio del valle. Es muy grande, pero, por desgracia (...)
está llena de ruinas del terremoto de 1812 (...) en ese paseo
tuve la suerte de ver mis primeros indios, era un grupo de 8
hombres y una mujer. Iban desnudos, sólo tenían encima
un taparrabo azul, bultos en la espalda, arco y flechas en
las manos y un gorro de paja. Su color era cobrizo oscuro
(...) es muy raro que uno consiga verlos por aquí; habían
CO LE CCIÓ N MEMOR IAS DE VE NEZUELA
49
Una escena cotidiana
“Al poco rato nos detuvimos en la orilla del formidable
Guarapiche. Algunos indios que encontramos ahí nos
contaron que hacía poco se había ahogado un jinete y nos
aconsejaron desmontar y atravesar a nado agarrados de
la cola de nuestras bestias (los indios llevan sus cestas y
cosas en la espalda amarradas con una tira o cinta que les
llega a la frente, se ve muy extraño)”.
52
PÁL ROSTI: LAS FOTOGRAFÍAS DE UN
VIAJERO DEL SIGLO XIX
Claudio Garau
L
a juventud de Rosti fue activa. Al ser miembro de
la nobleza húngara, tuvo una educación diversa:
ciencia, música, botánica y deporte. Igualmente, su
espíritu nacionalista supo muy pronto de la persecución
política al integrar, junto a parientes y a la intelectualidad
del país, las luchas reformistas a fines de los años 40 en
contra de los Austrias. Cuando es vencido su bando, se
exiliará en Munich donde estudia química. Una vez en
París, amplía sus conocimientos en geología, estenogra-
fía y fotografía. Con esta preparación es que comienza,
res cotidianos.
Domingo de Pascua
“Cañonazos, cohetes, banderas, ramas verdes, flores
y cintas, música, tiendas y la guardia de trescientos miem-
bros estableciendo el orden de las calles; el gentío aglo-
CO LE CCIÓ N MEMOR IAS DE VE NEZUELA
La arepa
“Esta es un pan de harina de maíz. Cocinan el maíz
maduro y lo trituran en grandes pilones. Esta es la ocupa-
ción habitual de las mujeres, y si una visita a la otra, por
cortesía toma el pilón. Echan el maíz pilado sobre una
piedra ancha e inclinada, y valiéndose de otra piedra
plana lo convierten en harina, de la que amasan unos 59
pastelitos del tamaño de los panecillos, que hornean
ligeramente”.
El Samán de Güere
“El árbol tiene gran fama y es muy respetado en toda
Venezuela, lo cuidan con esmero y el pueblo tiene vene-
ración por él. Parece que ya los primeros conquistadores
españoles que se establecieron aquí, lo hallaron en el
mismo estado actual. Por lo menos desde que lo vienen
observando, no ha cambiado ni en que lo que se refiere
a la altura, ni en lo que respecta al grosor. El retrato de
este famoso árbol quedó bastante bien y tuve el honor de
donarlo al Museo Nacional, en la página 15 de de mi colec-
CO LE CCIÓ N MEMOR IAS DE VE NEZUELA
60
Las míseras chozas y el Catuche
“Bajo la luna llena —que en aquel clima es particu-
larmente encantadora— el follaje, las ruinas encubier-
tas por la sombra de las plantas de la zona tórrida y las
míseras chozas. Este efecto pintoresco lo acrecienta la
quebrada de Catuche —ancha e irregular— llevando en
su cauce el arroyuelo Catuche, que corre a través de toda
la ciudad de norte a sur”.
61
AUGUSTE MORISOT: UNA VISIÓN DE
LOS INDÍGENAS DEL ORINOCO EN EL
SIGLO XIX
Claudio Garau
Auguste Morisot
(Seurre, Francia, 1857-Bruselas, Bélgica, 1951)
E
ste artista de origen humilde tendría una difícil
infancia, y muy joven se trasladará a París, donde
estaba residenciado su hermano Louis. Allí traba-
jará en el negocio de la seda y se influenciará, debido a los
círculos que frecuenta su hermano, por las ideas anar-
quistas que lo harán un librepensador. Visitará Inglate-
rra y aprenderá el idioma de ese país. En 1880, volverá a
la ciudad de Lyon y entrará a la Escuela de Bellas Artes.
Un cementerio
“Al oeste de Atures, entre este pueblo y el Orinoco,
Punta del Cerro posee también una excavación bajo la
roca que sirvió de osario a los indios Imos, fuerte tribu,
hace tiempo aplastada por las tribus vecinas coaliga-
das que ésta oprimía. Allí, ningún esqueleto expuesto,
64 ni atado, ni plegado en catumares, sólo vasijas, urnas
funerarias, unas sobre las otras; entre los pedazos, algu-
nas osamentas regadas provenientes de las urnas. La
mayoría de las urnas fueron rotas por las aguas de lluvia
que se precipitan en torrentes por las fisuras. Algunas se
salvaron de milagro —tienen incluso sus tapas con una
curiosa asa en forma de animal—, éstas contienen intac-
tas las osamentas, últimos restos de los Imos. Las urnas
son de contornos simples y bellas proporciones. Las más
grandes están decoradas por una greca pura”.
Cerro Pintado
“...la masa rocosa del cerro Pintado se erige frente
a nosotros. Montaña de un solo bloque de granito que
se eleva perpendicularmente a más de cien metros por
encima de los árboles circunvecinos. Excepto algunas
hondonadas donde crecen unos arbustos, este flanco
es liso, descubierto, y en este amplio plano vertical están
grabadas inscripciones colosales, peculiares, bien
proporcionadas con el gigantesco afiche que decoran y
asombrosas por su audacia y trabajo”. 65
“Cuando hablan del cerro Pintado, los indios preten-
den que sus ancestros llegaron en curiara a la punta de
este bloque granítico, cuando las aguas cubrían todas las
llanuras y aún no se había formado el lecho del Orinoco.
Las inscripciones de esta montaña de granito se remon-
tarían, entonces, según sus creencias, a varios miles
de años”.
Todos conducen
“Aquí, las indias, sobre todo las banivas, reman y
empuñan el timón como los hombres. Aún más, en varias 67
chozas en donde no hay sino un indio y su mujer, se turnan
para remar. Desde la infancia, tanto las muchachas como
los muchachos tienen buen pie en una curiarita en cuanto
a mí me cuesta mucho mantener el equilibrio”.
Un teatro indígena
“Un viaje contado por un indio o un mestizo es tan inte-
resante de ver como de escuchar: su mímica, los gestos
que subrayan la acción, son de lo más expresivos. No hay
necesidad de escuchar lo que dicen para entenderlo:
con sólo mirar la mano o las manos del que cuenta, uno
sabe cuándo está escalando una montaña rocosa, si está
entrando en la selva, atravesando una sabana o un río.
Con la mirada, uno hace el viaje junto con él”.
68
Las inscripciones de la isla Boca del Infierno
“Nos embarcamos en la pequeña curiara y llevamos
tres de los hombres de la tripulación. La travesía hasta la
isla es peligrosa: rápidos en el río, rocas y muchos remo-
linos. La isla está rodeada de bosques y en el interior hay
llanuras de juncos por todos lados, chaparros y rocas
redondas muy parecidas a las de las llanuras de La Mari-
quita y Santa Rita. En varias de estas rocas lisas y redon-
deadas hay algunas inscripciones indias. Hago un calco
de los dibujos; es probable que un pueblo indio haya vivido
en el lugar, ya que es el punto culminante de la isla”.
69
Los gigantes de Atures
“Si los primeros egipcios nos petrifican de admiración
frente a sus trabajos de gigante, los indios Atures tienen
también aquí un monumento imperecedero que mues-
tra a nuestros ojos asombrados cómo un pueblo primi-
tivo, deseoso de transmitir sus ideas, sus creencias y sin
más guía que la naturaleza, se ha inmortalizado reprodu-
ciendo ingenuamente por un trabajo gigantesco, lo que
tenía constantemente frente a sus ojos y que impresio-
naba más su imaginación”.
“En Maipures, ranchos un poco más grandes que
los de Atures, están ocupados por unas seis familias de
mestizos e indios guahibos. Éstos pueblan varias aldeas
en el interior de la orilla izquierda entre el río Meta y el
Vichada, y acuden con frecuencia a Maipures a cambiar
yuca y cazabe por artículos manufacturados de los
mercaderes”.
Nota: Todos los textos de este artículo han sido tomados
del Diario de Auguste Morisot, 1886-1887.
CO LE CCIÓ N MEMOR IAS DE VE NEZUELA
70
EL VIAJE ÍNTIMO DE ELISABETH GROSS
Claudio Grau
Desde Hamburgo, Alemania, Elisabeth Gross acom-
pañaría a su esposo, alto funcionario de la Casa Comer-
cial Blohm & Co., a la ciudad de Maracaibo de fines del
siglo XIX. La estadía se extendió por trece años, en los
cuales esta mujer aprendió poco a poco a desenvolverse,
junto a su familia, en un hábitat semi rural. Gross fue una
aprendiz aventajada que sorteó con entereza las dificul-
tades del entorno: las constantes muertes causadas por
enfermedades, la complicada vida íntima en “cuartos”
desprovistos de comodidades, o el asombro ante las
costumbres. Todo esto lo captó su fina y aguzada mirada,
situaciones que fue registrando al momento de escribirle
Los “cuartos”
Son grandes ambientes con puertas que dan a los
CO LE CCIÓ N MEMOR IAS DE VE NEZUELA
La muerte y la fiebre
“El domingo antes de la partida de la señorita Müller
estábamos sentadas las tres —nosotras dos y la joven
esposa de un ingeniero de la planta eléctrica— y dos
semanas más tarde, de nuevo un día domingo, solamente
yo quedaba con vida. La señorita Müller y la joven señora
habían muerto de la fiebre. Yo pensé que me tocaría la
misma suerte. Rodolfo fue el único que pudo consolarme.
Ya otra vez me sentí igual. Un domingo, cuando todavía
E
n distintos momentos del siglo XIX, algunos foras-
teros recogieron nuestras celebraciones decem-
brinas. En su andar por diversas regiones estos
visitantes se toparon con el estruendo de los fuegos arti-
ficiales, probaron el sabor de la comida tradicional, se
inquietaron con los bailes y las canciones que alegraban
al pueblo y, como dato curioso, fueron testigos del patrio-
tismo que aún formaba parte de la fiesta navideña.
83
LA APACIBLE MÉRIDA
DE ANTON GOERING
Carlos Marín
Anton Goering
Nacido en Schönhaide (Sajonia), en la actual Alema-
nia, el 18 de septiembre de 1836, Goering fue acuarelista,
taxidermista y explorador incansable, siguiendo segu-
ramente la tradición de científicos naturales como del
ilustre germano Alejandro de Humboldt. Fallecería en
Leipzig, al noreste del país, el 7 de diciembre de 1905.
En 1866, con treinta años, y siendo miembro de la Socie-
dad Zoológica de Londres, Anton Goering arriba a Vene-
zuela con la finalidad de estudiar la diversidad natural de
La cotidianidad merideña
“Los días de mercado ofrecen asimismo la oportuni-
dad de conocer las gentes circunvecinas, que trajinan
sobre mulas, bueyes o asnos sus mercancías, desde
las montañas y valles hasta aquí. Las muchachas indias
procedentes de las altas regiones montañosas, son de
tez más clara y llevan trajes oscuros de lana, adecua-
dos al rigor de su clima. Por el contrario, los indios de los
valles próximos son más morenos y se visten con trajes
ligeros de colores claros que apenas cubren las formas
del cuerpo. Entre la gente asidua al mercado halló algu-
nos mestizos que me recordaron vivamente a mi patria:
hombres y mujeres de ojos garzos y cabello rubio claro, tal
como se encuentran en los territorios del norte de Alema-
nia. De hecho puede presumirse que por sus venas corre
sangre germana. Se remonta a siglos, a la época en que
fueron enviados soldados alemanes a Coro y desde allí no
CO LE CCIÓ N MEMOR IAS DE VE NEZUELA
La fiesta en procesión
“Para insistir de nuevo en la animación que reina en
los días festivos en los distintos barrios de la ciudad, voy a
describir brevemente algún festejo de la época de Pente-
costés. Estos tienen casi siempre carácter religioso, pero
La vida estudiantil
“En Mérida hay también una Universidad, si bien
para la vida de allí no significa gran cosa. Suelen enviar
sus jóvenes a estudiar a Caracas, en donde un alemán,
el Dr. A. Ernst, actual director del Museo Nacional, tiene
su cargo la enseñanza íntegra de las ciencias naturales.
Es un extraordinario conocedor de Venezuela y, espe-
cialmente para lo que a la flora autóctona se refiere, es
la máxima autoridad. Más de un valioso consejo debo
a sus experiencias acumuladas en el transcurso de diez
años y me sirvo de estas páginas para expresarle mi
agradecimiento”.
91
EUGENE HERMANN PLUMACHER Y EL
GRAN ESTADO FALCÓN-ZULIA (1881-1890)
Hancer González Sierralta
99
LAS VIVENCIAS
DE SIR ROBERT KER PORTER
EN VENEZUELA
Osman Hernández
Robert Ker Porter nació en Durham (Irlanda) el 26 de
abril de 1777 y vivió su infancia en Edimburgo. Realizó
estudios de pintura en la Real Academia de Pintura de
Londres, obteniendo el reconocimiento de la Real Socie-
dad de Bellas Artes. Debido a sus buenos oficios como
pintor de escenas militares fue invitado por el zar Alejan-
dro I de Rusia para realizar murales en San Petersburgo.
En esa ciudad contrae matrimonio con la princesa rusa
María Servatoff. Posteriormente, fue representante del
gobierno británico ante Venezuela, primero con el cargo
de cónsul (1825) y luego como encargado de negocios
de la corona británica en Venezuela (1835), viviendo en el
país hasta 1841. Muere a su retorno a Rusia el año de 1842.
La Caracas de 1825 dio la bienvenida a un curioso
personaje: Sir Robert Ker Porter, representante diplomá-
tico de la corona británica. Durante su estadía en el país
debió presenciar acontecimientos como el movimiento
separatista de 1826 impulsado por José Antonio Páez,
llamado la Cosiata; el apoteósico retorno de Bolívar a
nuestro país en 1827 para evitar la inminente guerra civil;
además de todo lo concerniente al proceso de desin-
tegración de la República de Colombia y los intentos de
estructuración de la nación que se produjeron durante
el primer gobierno de Páez, la presidencia de José María
Vargas —quien enfrentó la Revolución de las Refor-
mas—, la primera magistratura de Carlos Soublette y el
segundo gobierno de Páez.
El artista dejó, paralelamente, importantes testimo-
nios gráficos como los retratos de Páez y Bolívar (cuyo
paradero es hoy desconocido), algunas escenas popula-
res y la Vista panorámica de Caracas desde El Calvario de
1831. En su diario personal figuran todos los pormenores
de la vida caraqueña: fiestas, tradiciones, peleas de gallo,
vicios (de los que no escapaban sus gobernantes y minis-
tros), alegrías, miserias, en fin, todo lo que rodeaba a sus
singulares habitantes.
102
Ciudad triste
“La primera visión de la ciudad es impresionante, pero
no puedo dejar de decir que me decepcionó. Si fue así
desde lejos, como sería al ver la ruina, la desolación y la
falta de cualquier cosa que pudiera llamarse comodidad
o esperanzas de vida social al entrar más en contacto con
sus destrozados restos. Pasamos calles enteras hundi-
das y cubiertas de yerba, las casas sin techo con hermo-
sos árboles crecidos saliendo por las ventanas mohosas,
sombreando los restos enterrados de familias enteras,
cuyas paredes domésticas se habían convertido en su
mausoleo. 3 de diciembre de 1825”.
La visión eurocéntrica
“He visto muchos estados incivilizados y vivido
La Cosiata
“Fui a ver al intendente a las 10 de la mañana para saber
si los informes que llegaron ayer tenían fundamento. Me
enteré de que, en su mayoría, eran totalmente ciertos,
pero dijo que aún no había tenido información en cuanto
a la separación de Bogotá, aunque pensaba que era muy
104 probable.
4 de mayo de 1826”.
“Esta mañana vi a los generales Páez y Mariño. Le
pedía aquel que me diera, firmada por él, la seguridad
que me había dado oralmente el domingo por la noche,
de que las leyes de la República existentes, así como las
personas que actualmente estaban empleadas bajo su
protección, continuarían vigentes y en su puesto hasta la
llegada de Bolívar como árbitro y mediador en los asun-
tos actuales. Y también le pedí que agregase al citado
documento una seguridad adicional, de que los súbditos,
en particular los de Su Majestad Británica, serían prote-
gidos, tanto en su persona como en sus propiedades; y
yo enviaría dicho documento al ministro de Su Majestad
para Relaciones Exteriores. 24 de mayo de 1826”.
El ser llanero
“Al descender el suave declive de este lugar
dominante pudimos ver vastas cantidades de ganado en
sólidas columnas, marchando hacia su lugar de reunión.
Desplazándose entre nubes de polvo y brumosos
espejismos, estas distintas masas parecían las
divisiones de algún gran ejercito (…) Mi pluma no tiene
el poder para describir la impresión que hacía, tanto en
CO LE CCIÓ N MEMOR IAS DE VE NEZUELA
107
UN MUSIÚ ENTRE EL PUEBLO
CARAQUEÑO: CAMILLE PISSARRO
Osman Hernández
Camille Pissarro
El francés Jacob Abraham (Camille) Pissarro nació
en Charlotte Amalie, Saint Thomas (colonia caribeña
danesa), el 10 de julio de 1830. Se educó en París, donde
además cursó estudios de dibujo. Para el año de 1847
regresa a su ciudad natal para ayudar a su padre en los
negocios familiares. Posteriormente, conoce a Fritz
Melbye con quien decide trasladarse a Venezuela para
emprender una aventura artística que le tomaría dos
años. En 1855 regresa a Francia, donde se dedica total-
mente a la vida artística. Trabajó con los pintores Paul
Un comentario final
Para concluir y abrir el debate, podemos decir que
Pissarro fue una especie de reportero gráfico de la Cara-
cas decimonónica, de ese pequeño mundo que cambia-
ría drásticamente con la instauración del Guzmancismo.
Pero, sobre todo, este musiú logró retratar la mirada de
ese pueblo que no suele aparecer en los grandes relatos
históricos, ni en los grandes discursos que fundaron la
nación venezolana, pero que siempre ha estado ahí, silen-
ciosamente, asomándose en la historia, buscando su
117
Jenny de Tallenay publicó en 1884 el libro
“Souvenirs du Venezuela”.
Como muchos europeos, Jenny quedó perpleja ante
el espectáculo de la naturaleza en esta tierra tropical. No
dejaba de hacer comentarios de plantas, flores, frutas,
animales e insectos que encontró en sus excursiones
a zonas más verdes a las afueras de la ciudad. Y esto se
debe a que ella no limitó su tiempo en Venezuela a estar
solo en la capital, por el contrario como ya habían hecho
otros visitantes europeos, se trasladó fuera de esta en
busca de otros paisajes y nuevas experiencias. En su
itinerario recorrió el litoral, conoció Puerto Cabello y su
Cumbre, hasta llegar a las minas de Aroa en el actual
estado Yaracuy, retornando a Caracas por la vía de Valen-
cia y Maracay.
Se debe tener en cuenta que muchas de sus aprecia-
ciones de contenido histórico y geográfico sobre Vene-
zuela están erradas, por ejemplo, cuando se refiere a la
Cordillera de la Costa como si fuera parte de la Cordillera
de Los Andes o cuando sostiene que Páez fue presidente
CO LE CCIÓ N MEMOR IAS DE VE NEZUELA
El indómito llanero
121
KARL APPUN JUZGÓ DE SALVAJES
A LOS VENEZOLANOS
Noelis Moreno Peña
¿Tomate o Ají?
Con un toque de humor este viajero logró plasmar sus
experiencias y aprendizaje con la comida, un camino difí-
cil de seguir: “Creyendo que eran tomates, puse una de
las frutas rojas que había entre ellas, en mi plato. ¡Hasta
qué punto me había equivocado! Noté gran sorpresa
CO LE CCIÓ N MEMOR IAS DE VE NEZUELA
Un país revoltoso
Karl Appun trató de no vincularse a la dinámica polí-
tica existente en el país. Pero no pudo escapar de esos
asuntos y en algunas ocasiones fue visto como un espía:
“Con mi entrada la viva charla se cerró de pronto, pasando
a temas políticos (…) Que si el General Páez ya había
desembarcado en la costa, Que quién era el general que
se había puesto a la cabeza d los oligarcas” Me hicieron
barrio (...).
Pese al bullicio característico de Caracas, el cerro
d’Avila le pareció maravilloso, especialmente por poseer
el cementerio más hermoso que había visto. Durante su
estadía logró recolectar información sobre el terremoto
de 1812 y pudo observar los daños que este había causado
134 en las casas. Las ruinas se habían convertido en un centro
destinado al desarrollo de oraciones y ceremonias religio-
sas por el temor que aún reinaba entre los habitantes.
138
FRANCOIS DEPONS Y LOS NUEVOS
MEDIOS PARA CULTIVAR
Y POBLAR GUAYANA
Alexander Zambrano
141
Apuntes para el conocimiento
de la obra del autor
Para cualquier viajero dejar testimonio de su presencia
en tierras lejanas le permitía abundar en numerosos deta-
lles y apreciaciones que intentaba dejar a la posteridad.
La mayor parte de las veces estos libros se conformaron
por apuntes y diarios que le servían de base. La ubicación
estratégica de la zona geográfica de lo que hoy conoce-
mos como Venezuela, un lugar que representa el cruce
entre centro y Suramérica, un vínculo ineludible entre el
mar Caribe y el Océano Pacífico, una vía de comunicación
extensa entre los Andes, los llanos y la Amazonia, ofreció
el marcado interés de las potencias extranjeras, de nume-
rosos aventureros y particularmente hombres de ciencia,
sin dejar a un lado un número importante de migrantes,
por ello la existencia de varias obras bibliográficas realiza-
das por viajeros extranjeros.
Francois Depons al igual que otra parte de sus antece-
sores tuvo también especial preocupación en la agudeza
y sagacidad al observar y detallar la naturaleza, sociedad,
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La mala situación de la capital de Guayana y el
proyecto planteado por Depons
Depons en su obra establece un “proyecto” que pueda
permitir mejorar las comunicaciones terrestres y fluviales
que conlleve al fomento de la industria de la zona. Obvia-
mente para el viajero francés todo el territorio de Guayana
comprendido entre el Caroní y el mar ofrece numerosas
posibilidades para el desarrollo de cultivos, pues exis-
ten llanuras inmensas, montañas, colinas y valles. Por
ello: “Cada fruto puede encontrar allí la temperatura
adecuada. Los varios ríos que enriquecen esta región,
aseguran en casos de sequía, riego suficiente para suplir
las lluvias y al mismo tiempo el transporte rápido y poco
costosos de los frutos hasta el Orinoco”.
El primer punto del proyecto es definir la razones de
la“mala situación de la capital”. El autor considera que: “...
es imposible pensar en éxito alguno, mientras la ciudad de
Guayana se encuentre tan distante del mar. Si para vender
los frutos o procurarse lo necesario, los habitantes de la
región oriental del Caroní han de remontar a Santo Tomás,
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