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El miedo al ridículo

Es uno de los problemas más comunes y puede ser superado, si


entendemos que se relaciona con la inseguridad y aprendemos a
querernos y a valorar nuestros deseos, aunque no coincidan con los de
los demás.

¿Cuántas veces hacemos determinadas cosas, no porque nos proporcionen


placer, sino sólo para no llamar la atención? ¿Cuántas veces nos callamos,
incluso para no emitir una opinión que, suponemos, es contraria a la de la
mayor parte de la gente? ¿Cuántas veces deseamos ponernos esa ropa que
tanto nos gusta y que nos queda tan bien, pero no lo hacemos por miedo a no
estar a la moda y ser objeto de desaprovatorias miradas ajenas? Estos son
sólo algunos ejemplos de una de las afecciones psicológicas más comunes de
nuestra sociedad: el miedo al ridículo.

Retrato de un inseguro

Estos individuos tienen la sensación de comportarse con timidez, inseguridad y


hasta vergüenza. Y, sobre todo, con un excesivo miedo al ridículo. Son
esclavos del deseo de gustar a todos, menos a sí mismos. Se trata de hombres
y mujeres que viven obsesionados por el respeto a los demás, aún a costa del
respeto a su propia persona. Antes de emprender una acción o emitir una
palabra, tienen más en cuenta lo que "se debe decir o hacer" en detrimento de
aquello que verdaderamente quisieran decir o hacer. Son, en suma, personas
no asertivas.

En este tipo de personalidad, el miedo al ridículo inhibe a las personas. La


inhibición es resultado de un mecanismo automático. Si uno siente temor a ser
menospreciado por los demás, optará siempre por no llamar la atención. El
miedo al ridículo se halla vinculado a la inseguridad y el temor al que dirán, dos
consecuencias de la ausencia de autoestima. La inseguridad o falta de
asertividad es fuente de muchos problemas: aislamiento social, depresión,
conflictos familiares y de pareja, inadaptación. Se ha comprobado que también
suele generar enfermedades de origen psicosomático como la jaqueca o el
colon irritable. El individuo con esta personalidad se inclina humildemente ante
los deseos de los demás y bloquea los suyos propios.

Los temores más comunes

Algunas actitudes frente a determinadas situaciones resultan claros ejemplos


de conductas no asertivas:

No atreverse a protestar mucho cuando, después de haber esperado


pacientemente y respetuosamente en una fila para realizar un trámite, alguien
se adelanta.
No hacerle notar al chófer del autobús que el volumen de la radio es
excesivo y molesta a la mayoría de los pasajeros.

En una reunión de vecinos, no atreverse a expresar una opinión contraria a


la de la mayoría de los presentes.

Sentirse en la obligación de dejar propina en un restaurante, a pesar de que


el servicio haya sido deficiente.

Comprar un artículo en un negocio sólo porque el vendedor se ha tomado la


molestia de mostrarnos muchos productos.

No reclamar cuando algo que hemos adquirido se encuentra en mal estado.

¿Es usted un ser temeroso?

Por lo general, las personas con una personalidad del tipo no asertiva han ido
acumulando a lo largo de su vida una serie de excusas y justificaciones como:
"Si no compro nada después de que el vendedor me ha mostrado tantos pares
de zapatos, me hará pasar vergüenza delante de los otros clientes", o "Si mi
opinión no coincide con el resto de la gente es porque el equivocado soy yo".
En este punto, el miedo al ridículo se convierte en un culto al qué dirán. Pero, a
veces los no asertivos para tratar de defenderse de sus miedos e inhibiciones,
adoptan a modo de disfraz posturas excesivamente duras con aquellos ante
quienes no implica un riesgo mostrarse de esa manera, como por ejemplo, sus
subordinados.

Otro disfraz frecuentemente asumido por los no asertivos es el de una


apariencia extravertida, lo cual suele acarrearles frecuentes problemas, ya que
puede suceder que, por ejemplo, cuenten un chiste subido de tono en un lugar
o una situación inadecuados. Lo que ocurre en estos casos es que
potencialmente disponen de respuestas asertivas, pero no saben cuándo ni
cómo utilizarlas.

Otros, en cambio, intentan esconder su timidez y falta de seguridad forzándose


a una constante sobreactuación o adoptando conductas aristocráticas y
sofisticadas.

DIEZ modos de afrontar el problema

1.- Practique el entrenamiento asertivo. Aprenda a pensar en forma distinta,


reforzando el respeto por los propios derechos personales.

2.- Comience a valorar sus deseos. Acepte sus aspiraciones y sentimientos


como una parte valiosa de ese todo que es su persona.

3.- Esfúercese por reconocer sus deseos. Trate de discriminar y diferenciar


cuáles son aquellas acciones que ejecuta para lograr su propio placer de
aquellas que sólo emprende para complacer a los demás. De esta forma, podrá
obrar de acuerdo con sus propios deseos y no para satisfacer lo que los demás
esperan de usted.

4.- Ejercite diariamente el respeto por sus propios derechos. Atrévase a salir
de la zapatería sin comprar nada, después de haberse probado diez pares de
zapatos, no deje propina en aquellos lugares o situaciones en las que
considere que el servicio ha sido deficiente, etc.

5.- Quéjese cuando le atienden mal. Esto no implica necesariamente gritar o


utilizar palabrotas. Se trata simplemente de dejar claro que usted no se siente
conforme con la atención que recibe.

6.- Niéguese ha hacer cualquier cosa que no desee. Por lo general, la


persona no asertiva cree que por negarse a hacer algo que no desea, resultará
desagradable a los demás. Esto no debe ser necesariamente así. Si usted
realmente lo desea, aprenderá a decir "no" de la mejor manera posible, con
toda la diplomacia y la mejor sonrisa en sus labios que, de ninguna manera,
restará seguridad a su negativa.

7.- Despreocúpese del que dirán. Lo importante no es la opinión ajena sobre


sus acciones, sino su propia seguridad al decir o hacer lo correcto y lo
apropiado.

8.- Comprenda que no es posible resultar agradable a todos, todo el tiempo.

9.- Relativice los juicios ajenos. Un juicio ajeno es un juicio humano y, por
tanto, está expresando una verdad relativa y no universal. Si alguien piensa
que usted está haciendo el ridículo por vestirse de una forma determinada, no
se trata nada más que de una opinión subjetiva. Piense que para otros que
sepan apreciar su estilo personal, usted puede resultar encantador o
sumamente atractivo con ese mismo atuendo.

10.- ¡Quiérase! Aprenda a valorarse más allá de cualquier similitud y diferencia


que usted tenga con cualquier otro ser del Universo.

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