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GP Familia 10: Principios bíblicos para

el esposo
por Les Thompson

Vivimos en un mundo en el que predomina el relativismo. ¿Qué quiere


decir esto? Sencillamente que la verdad es relativa y se determina
por nuestras preferencias personales. Por eso los relativistas
descartan la Biblia y sus postulados. Sostienen que lo que afirma la
Palabra de Dios es «muy rígido», no es flexible ni da lugar a otros
postulados.

Los creyentes, cuando tratamos temas como el del hogar, creemos lo


que dice la Biblia como la verdad absoluta. Basándonos, pues, en esa
autoridad bíblica, afirmamos que:

El esposo es cabeza del hogar

San Pablo, con certeza, describe los papeles respectivos del esposo y
la esposa en su carta a los creyentes de Éfeso: «Las casadas estén
sujetas a sus propios maridos, como al Señor; porque el marido es
cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la iglesia… Maridos,
amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se
entregó a sí mismo por ella… a fin de presentársela a sí mismo… Así
también los maridos deben amar a sus mujeres como a sus mismos
cuerpos. El que ama a su mujer, a sí mismo se ama. Porque nadie
aborreció jamás a su propia carne, sino que la sustenta y la cuida,
como también Cristo a la iglesia» (Efesios 5.22-29).

Lo que se destaca en este pasaje es que Dios nombra al hombre como


cabeza del hogar. A su vez, el apóstol dignifica y define esa
obligación comparándola con la relación que Jesucristo tiene con su
Iglesia. Así como Él tuvo un deber «sacerdotal» con la Iglesia, de
igual manera el marido tiene la responsabilidad de guiar
espiritualmente el hogar. Además, Cristo se dio a sí mismo por la
Iglesia, enseñando que el marido tiene un deber «sacrificial» que
cumplir, es decir, debe apartar sus intereses personales en pro de lo
que le conviene a su esposa. Y por último, así como Cristo se entregó
por completo al servicio de Su Iglesia, el marido debe mostrarle una
conducta «servicial» a su amada esposa, demostrando que la ama
más que a su propia carne. Si el esposo no considera esta definición y
este ejemplo, convertirá su hogar en un centro pagano en vez de
cristiano, con todos los abusos correspondientes. Sabio y feliz será el
cristiano que sigue el ejemplo dado por Cristo en su relación
matrimonial.

El esposo no es un dictador

El hombre y la mujer reconocen a una sola autoridad suprema: Dios.


Él es el que manda. Pero, en el buen juicio divino, Dios puso al
hombre al frente del hogar como cabeza, para dirigir y mantener el
orden. Tal como Cristo, que no impone coercitivamente su voluntad
sobre el hombre, tampoco éste ha de actuar como un déspota. El
hombre que se comporta en la casa como un Hitler está totalmente
apartado de las instrucciones bíblicas. La conducta autoritaria
demuestra más bien que sufre de serios problemas emocionales y,
bajo el título de «cabeza del hogar», ventila sus frustraciones
descargando sobre su familia las demandas enfermizas de su ego.

El esposo no es superior

En Gálatas 3.28, leemos que en Cristo «no hay varón ni hembra».


Esto quiere decir que ninguno es más importante que el otro. Ahora
bien, esa igualdad moral no desconoce el hecho de que sus funciones
son distintas. Ya se ha visto que el hombre es cabeza del hogar, lo
cual es no tanto un privilegio como un deber. Pero esto no hace al
hombre superior; más bien aumenta su responsabilidad. Véase
también 1 Corintios 11.3: «Pero quiero que sepáis que Cristo es la
cabeza de todo varón, y el varón es la cabeza de la mujer, y Dios la
cabeza de Cristo». Tal es el orden que Dios estableció para bien del
hogar. Feliz la familia que lo adopta como norma de vida.
El esposo buscará la ayuda y el consejo de la esposa

Pablo exhorta, acerca del hogar, afirmando: «Someteos unos a otros


en el temor de Dios» (Efesios 5.21). El aprecio del uno por el otro en
el hogar debe ser tal que al considerar sus opiniones personales lo
hagan con el mismo sentimiento. Pueden surgir ocasiones en que el
esposo tenga que tomar una decisión con la que la esposa no esté de
acuerdo. Antes de ponerla en práctica, debe contar con la opinión de
su mujer, dándole su justo mérito.

Ella fue creada como «ayuda idónea», y triste es el caso cuando el


esposo se llega a creer tan sabio que no necesita de ella. Ese orgullo
no cabe en los planes de Dios y contradice el espíritu de la
admonición. Sabio es el hombre que antes de decidir algo busca el
consejo de su ayuda idónea.

A veces el esposo puede equivocarse

No hay modo de evadir la responsabilidad. Sea su decisión correcta o


incorrecta, es el hombre quien tiene que responder ante Dios por las
decisiones que toma. Él es el que dirige. Es el elemento activo, no el
pasivo. Dios nunca responsabiliza a la mujer por una decisión del
marido. Pero sí la responsabilizará si no se somete a él. Además, la
mujer que critica a su esposo porque toma alguna decisión
equivocada, a sí misma se critica.

Feliz el hombre que encuentre una mujer con un amor tal que lo siga
con aprecio y lealtad a pesar de sus errores.

El esposo como amante


San Pablo declara: «Maridos, amad a vuestras mujeres, así como
Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella» (Efesios
5.25). El hombre ha de ser no solo la cabeza, sino también, el
corazón del hogar. La cabeza provee dirección; el corazón crea el
ambiente de afecto. Por tanto, el hombre debe ser un guía amoroso.
Si dirige sin amor, es un déspota; si es amante —en el buen sentido
de la palabra— sin aptitud de dirigente, es solo un sentimental. La
felicidad del hogar depende de la proporción adecuada de cabeza y
corazón.

¿A qué clase de amor se refiere el


apóstol? A un amor con la calidad del de Cristo. Con el fin de
explicarlo, considere cómo ama Él. Su amor da, vuelve a dar, y sigue
dando, pese a lo que reciba por respuesta. Es un amor que toma la
iniciativa para actuar correctamente en toda situación, no importa
cómo se le corresponda. Sin embargo, a veces Cristo permite que Su
Iglesia sufra (Heb 11:36ss). El amor verdadero siempre hace lo mejor
por el ser amado, aunque ello involucre sufrimiento. ¿No es así el
amor de Cristo por nosotros? ¡Imagínese el hogar donde el esposo
ama como ama Cristo!

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