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Entrevista a Jandey Marcel Solviyerte

Para el 12° número de la Revista Cosmogonía

J:…de poemas como de pequeñas farsas ahí, fábulas. Pero ya directamente teatro y que sabía y
tenía la dimensión del teatro fue cuando estudiaba en el Fernando Vélez. Con una profesora:
Fany, una teatrera de acá de Bello, icónica entre los teatros. Con Fany fue que empezamos a
hacer montajes serios.

C: ¿Fany…? Me suena ese nombre…

J: “Sí; no recuerdo bien en este momento el apellido, hermano. Una mujer de San Martín. Y era
como, para le época, una irrupción con respecto al prototipo de las otras mujeres, que venían
como de ser las princesitas de los quince a empezar a ser las primeras grillas de los pillos. Fany
era calva, andaba con blusa negra, estudiaba en la EPA. Y era una mujer “que habla así”
(hablando en tono ronco).”

“…Ella tenía un dominio del cuerpo… Tiene; porque es que ella no ha dejado de hacer teatro. Y
esa mujer hacía espiga, contorsionaba, pero también de entrada nos enseñó que era más
representar que hacer un montón de piruetas. Me decía un profesor en la EPA años más tarde:
“por mí se pueden parar en las tetas, tener un gran dominio del culo- nos decía el hijueputa-, pero
si no están actuando, no están actuando… Fany es muy buena.”

C: Eso que me cuentas lo conecto mucho con ese concepto de Aristóteles sobre la representación:
¡la emulación! ¿Cuál es la raíz de la que él hablaba?

J: “Realmente no sé cuál es el texto exacto al que te refieres.

C: Es…, La poética.

J: No recuerdo. Pero de todos modos tiene que estar muy relacionado con lo que era para los
griegos el sentido de la tragedia, el sentido de lo trágico y de la representación. “Todo rostro es
máscara”, también para los griegos, y en ese sentido cada máscara está representando un
momento, una situación, y de ahí la importancia del gesto.
P: Jandey, nosotros trajimos unas preguntas. Creo que nos sobra decir las razones por las que en
esta ocasión queremos entrevistarte para la edición número doce de la revista Cosmogonía. Y
pues yo siento que sin exagerar vos sos uno de los escritores más importantes que pueda tener el
país, vivo. Y eso que no he profundizado en tu obra…

J: ¿Y el país muerto qué escritores tiene?

(Risas)

P: No, no; muertos hay unos gigantes, hermano. El mismo Porfirio, que vos vas a ir a dar una
charla, me contabas estos días, en México, sobre la vida del hombre.

J: Esa es la idea.

P: Esa y entre otras cosas son las razones por las que consideramos importante, para la posteridad
y demás, tener una entrevista, una entrevista que tiene un carácter semiestructurado, más bien
como un boceto de lo que podría ser una conversación. Esa es la idea y aquí tenemos el escenario
dispuesto.

J: Está la escenografía, y los actores bufos. (Risas). O sea que no va a ser una tragedia… Va ser
una comedia d’arte. A mí no me ponen nervioso las cámaras, sino la verdad, ¿qué hay detrás del
guion?

(Los asistentes ríen asintiendo a la charla)

Veía muy a menudo cosas sobre Onetti, entonces en uno de esos documentales le preguntan
“¿Qué ha hecho para tener esa capacidad de literatura?”, dizque: ‘Mentir; a mí siempre me ha
gustado mentir, le inventaba a mis padres, le inventaba a los amigos de la cuadra, a los del
colegio’. Eso siempre faltando a la verdad…”

C: Onetti: ¡Grande…!

J: Yo creo que esa es la mejor manera de enfrentarse a eso que llamamos verdad, más bien
esquivándola, como decía Nietzsche: “¡Sea yo desterrado de toda verdad!”. O sea, apenas es
aprehensible.
P: Yo quisiera como empezar preguntando por ese momento en el que vos dijiste el arte es el
camino, voy a hacer de esto mi vida si es preciso, ¿en qué momento de tu vida pasó eso? En que
encontraste el interés por la dramaturgia, por la literatura…

J: Son varias preguntas en el tiempo…

A mí me ha gustado la literatura desde que aprendí a leer, y aprendí a leer muy pronto. Yo
aprendí a leer mientras mi mamá le enseñaba a mi hermano, entonces mamá me daba
“quesitazos” como dice ella (pequeños arañazos) para que yo me callara; tenía la respuestas que
él no daba, entonces…

De ahí pasé al kínder, porque así se le decía en mi época prehistórica del siglo XX: el kínder
garden. Pasé al kínder de una exesposa de un tío mío: Orfa; y ella nos enseñó primeras letras a
muchos antes de ingresar a la escuela. A mí me fue muy bien con ella, entré a leer cuando llegué
a primero, porque de kínder uno pasaba a primero, lo cual es equivalente hoy a párvulos, aunque
hoy hay prepárvulos y... ¡pobres pelados! Quieren que todos sean Borges y terminan siendo…
¿quién? Maluma.

(Risas)

No los dejan ser tampoco. Con Orfa aprendí las primeras letras, eso se lo agradezco a ella;
aunque mi madre –obvio- me enseñó los primeros silabeos, las primeras letras pertenecieron a la
tía política de ese entonces. Y de una conexión en esa época con los fabulistas: Iriarte, con
Samaniego, con Pombo. Pienso que intelectual se volvió con los años, pero era más esa cosa del
disfrute, no de trabajo, sino de aprehenderlo, de cogerlo, de disfrutarlo: pasarla bien; y recrear la
imaginación, a la cual siempre le he dado mucha importancia. Desde niño surge ese deseo y
empiezo a escribir, escribía mucho de niño, y a dibujar, dibujaba tipo historieta también: como la
que uno repetía en la parte superior del cuaderno que va avanzando… De ninjas, hacía dibujos y
cómics de ninjas, partidos a la mitad y todo eso…

(Risas)

La cultura oriental siempre me ha llamado mucho la atención, pero, con la vejez, me he dado
cuenta de que son muy godos. Uno no sabe si va persiguiendo a su godo en esos gustos tan
exquisitos que no son del pueblo… El godo que llevas dentro de ti… (Risas).
P: Qué importante eso que decís sobre la imaginación, porque cuando uno revisa parte de tu obra,
especialmente Crónicas de riel, uno pensaría que de esto hay que hacer un documental por esas
imágenes tan fuertes que hay ahí, ese retrato que hacés vos del paisaje, y el paisaje entendido
también como en esa dimensión humana de las gentes que viven ahí, uno diría: “hay que hacer un
documental de eso”. Qué importante eso que decís sobre la imagen. ¿Quién es Jandey Marcel
Solviyerte?

J: Ese nace después. Mi nombre es Hirlan Marcel Valencia, y nunca he renunciado a él. Lo de
Jandey fue algo muy casual, digamos cuando tenía como veinte o veintiún años, volví al pueblo
porque estuve un tiempo viviendo fuera, me relacioné con unos amigos y todos queríamos imitar
poetas porque nadie quería escribir poesía verdadera, sino un juego de la imitación, pero muy
bacano también, exploratorio sobre lo que uno quería ser. Entonces nos llamamos los jinetes de
Asalam, y cada uno era un unicornio. Asalam en esa mitología barata era un unicornio –porque
no es la escandinava, sino la que leímos en ese entonces era una barata- es el primer unicornio
que rompe la roca y de ahí surge el agua de la vida. Entonces había varios: Avarim era un primo
mío, Almazul otra muchacha, otra se puso Maria Nube –siempre ha estado en las nubes-, y yo era
Jandey, pero ese fue a partir de un sueño.

P: Hablanos de eso, ¿cómo así que un sueño?

J: No, literal. Yo le había dicho a un amigo que me pintara un cuadro, el muy timador me salió
con un cuadro de un unicornio, sabía que yo andaba encarretado con el cuento de los unicornios
pero obvio era un retrato lo que yo le había pedido; yo compré a regañadientes el cuadro pero de
todos modos estaba muy bonito. Y luego soñando con el cuadro en esos viajes de LSD o de
hongos, estaba pues uno en otra dimensión-esta, porque tampoco es que sea otra, sino otras
formas diferentes de ver esta. Igual el sueño. Y yo era el unicornio, había una voz que me
llamaba: Jandey. Me desperté a la media noche y lo anoté con Y, no me gustó, entonces lo puse
con J y termina en Y griega, y no tiene más razón de ser que esa, pero siempre le he dado
importancia por la sonoridad y el eco que tenía en el sueño. Ya Marcel que es mi segundo
nombre y Solviyerte, que es Soledad, Vino, Yerba y Muerte, que aunque algunos han creído que
es un extranjerismo, es un juego de palabras porque también me gusta jugar con ellas.
P: Qué interesante, Jan. Tantas cosas, pues uno quisiera profundizar en muchas cosas. Uno ha
conocido grandes en la historia que han logrado establecer a su manera esa relación entre la
dramaturgia, el teatro, la literatura: Miguel Hernández…

J: Gonzalo Arango, que a mí no me gusta casi, es muy bueno escribiendo teatro. En poesía no
tanto, en narrativa me parece mejor, y en teatro es muy bueno.

P: ¿Cómo logras vos esa relación, cómo la ves?

J: Con el teatro y la poesía siempre ha sido muy de la mano. Además los grandes poetas son
trágicos, considero yo, así todos digan que el gran poeta es el más filosófico, el épico, en mi
concepto es el trágico, que puede abarcar cada uno de esos otros elementos. La vida es una
tragedia con ciertos cuadros, ciertas escenas que varían de lo cómico a lo ridículo, de lo patético a
lo cruel, siempre termina en un sentido trágico de la vida, que no necesariamente es a la manera
cristiana del dolor y del martirio. Justamente ahora que hablábamos de Barba Jacob, como lo dice
él, que la tragedia está por encima de los seres y de las cosas y que es inevitable y que por eso
también es apreciable de algún modo. Entonces nacen el teatro y la poesía en mí como al mismo
tiempo, y es sin intención de imitar que me surge el gusto por el teatro y la poesía. En la
adolescencia imité mucho y de viejo mucho más (Risas). Pero sí, el teatro ha sido bastante
fundamental porque es un gesto, es la palabra, es el cuerpo el que habla también, y uno no sabe
muchas veces qué es lo que está expresando con su cuerpo, volvemos a Nietzsche cuando dice –
en una traducción muy burda pero que me gusta-: “con la jeta que ponemos al mentir, estamos
diciendo la verdad”. El sólo gesto los delata… Y aunque también está para el buen espectador,
ahí es donde uno reconoce la timidez, o la agresividad o la calma y aprende a leer al otro, de
espíritu. La vida es muy teatral, entonces pienso que van de la mano.

P: Recuerdo a Juan Calzadilla cuando hablaba de esa libertad que hay en la pintura, de él como
pintor, alrededor de la imitación y de la copia, pues, de tomar una obra ajena y copiarla a través
de una alteración, y eso es válido, es legítimo en el arte. Él decía que puede llegar al punto en la
poesía, el momento…

J: La gran literatura siempre ha sido eso, el autor no importa. Sí, y de ahí que Jandey sea un
comodín, que a alguna gente le ha gustado, no sé, por el tono… Mi amigo Raúl, un poeta de acá
(de Bello) que asesinaron en 2001, me decía que Jandey es el timbre de la peluquería Marcel:
¡Jan-dey! ¡Jan-dey! Y hacía la imitación con la vocecita. (Risas)

P: ¿Jan, cuál es la relación entre la literatura y la historia?

J: Esa sí es posterior, claro. Me considero ahistórico hasta cuando fui a la guerra. Fui policía
algún tiempo y allá conocí cómo era realmente el asunto y empezó a interesarme todo el juego de
la historia, desde la realidad que llegaba directa. La primera necesidad de la historia fue esa. Si
veía uno que en la cotidianidad de la parte de la guerra que a mí me correspondió, todo podía
manipularse, entonces imagínense la dimensión, ¿cuántas cosas de esas no son ciertas, de lo que
se está informando, de lo que se está comunicando y que terminan siendo lo contrario? Y
arranqué de para atrás. Primero en ese sentido apologético de los héroes, de las heroínas, ya luego
caí en la heroína, (risas), no es un chiste, fue un tiempo ahí bien sabroso, no es el tema, ahorita lo
abordamos. Siempre será bueno otro pringazo. (Risas).

Luego en la Escuela Popular de Arte, cuando ingresé a estudiar muy poco, tres semestres ya que
el cuarto no lo consumí, empezó también la inquietud por leer a los trágicos y llegaron también
las lecturas de Herodoto, el historiador griego. La primera academia que tuve realmente fue la
Escuela Popular de Arte. De ahí estuve como un semestre por fuera y decidí ingresar a Filosofía
en la Universidad de Antioquia, y allá me encontré también con que la filosofía era muy
ontológica, sólo pensando en el ser y el ser en sí, más desde el discurso epistemológico; no lo
llamemos individualista, porque eso también estudia masas, pero sí apolíneo de algún modo; que
no va a eso otro dionisíaco que es buscar en la verdadera historia, y ahí puede uno cometer el
pecado de decir la verdadera, pero es ir más allá de lo que el telón te muestra, para utilizar una
figura del teatro, o sea, tras bastidores. Bueno y en esos cuadros, por ejemplo, en lo que están
Bolívar y Santander juntos, Bolívar está así grandote, Santander chiquito al lado, y resulta que
Bolívar medía 1.66 de estatura y Santander 1.92. Y en los cuadros de un gran maestro…
Entonces también empieza uno como “ah, jueputa, bueno, ¿qué pudo pasar?”, siempre nos han
dicho que el personaje liberó algo pero, ¿qué hay detrás? El comer, transportar armas,
información, ¿quién lo hace? O sea, ese no es Bolívar quien se montó en un caballo y liberó cinco
naciones. Poniéndola así, en seco. Empecé a investigar más sobre la historia con personajes, y
siendo un poco más crítico, la escuela de filosofía sí me dio el ensayo más crítico y
argumentativo.
P: Jan, y el poema, ¿cómo llegas vos a él, o él llegó a vos…?

J: Cuenta mi madre que fue una mañana a las cinco y cuarto de la mañana cuando empezaron las
contracciones bajo un aguacero el hijueputa, un 16 de mayo de 1974 empezó a cantar el gallo
(Risas). No, el poema es atemporal, está y ha estado siempre, es un vehículo. O sea, uno no se
presta de él sino que él se presta de uno, sin carácter metafísico. Es un vehículo, una voz que
pasa, un viento, como unos huecos que atraviesa…

P: Qué fuerte esa imagen… ¿Cómo ves vos tus poemas? ¿Como parte de esa ventisca, o qué…?

J: No, hay de todo... Sangre en costales de risa, que no lo encontré, sí lo tengo en casa pero no lo
hallé. Es el primero librito compilado ya en una edición impresa, aunque antes de ese empecé a
construir De Aquella Música, que sale posterior.

P: ¿De qué año es De Aquella Música?

J: Sale en el 2016, pero el libro empieza a trabajarse en 1995, ahí tiene poemas de ese año, igual
en este (señala La lira destemplada), también tiene poemas de 1995, pero se publica en el 2006.

Cristian: O sea que tu primer libro publicado es Sangre en costales de risa…

J: Sí, de ese por ejemplo digo que es un libro de arrebatadora juventud, pues ahí digamos que
nada está pronosticado: es el impulso, es la testosterona, es la rabia, pero también es la risa como
lo dice el título, aunque es una risa sarcástica y algo sardónica, también dolorosa para quien la
suelta. Ese libro fue muy rápido, no en proceso escritural pero sí en lo que quería decir; muy
despreocupado, aunque creo que no tan mal escrito… Le hice una relectura el año pasado y no,
no está tan mal escrito en verdad; se salvaría ahí, corrigiéndole algunas cositas. Y posterior a eso
en La lira destemplada hay poemas más complejos: es un libro dividido en varias secciones,
como en siete, creo, no recuerdo bien. Les voy a contar parte de la historia de La lira… Tiene
varias secciones, este libro es troceado, no hecho en una imprenta, sino en una carnicería (risas).
Estas son: Viejos caseríos en la memoria, con su respectivo autor, que es Hermes Eutiquio
Gutiérrez Amoroso; El paisaje, que son cuatro poemas de Inocencio Cuarteto; tiene dos libros
íntegros de José Ínfimo Gómez, que se llaman Corpúsculo y Epigramatafios, son poemas cortos
pero que jamás quieren ser haikú; Antoelegía, que es un texto que ganó el premio Andrés Bello
en el año 2002, canto a la manera romántica de algún modo, que todavía me gusta bastante; y
Flauta común de Claudio Marcelo Valente, que es como un poeta algo cristiano y dolido que
también existe ahí en el que canta.

C: ¿Esas secciones están conformadas por heterónimos?

J: No son heterónimos, son apócrifos, porque aunque son voz, aún no tienen vida propia.
(Continua) Ritmos de Melodio Trunco Robles, y surge La lira destemplada que lleva el nombre
de todo el libro y es de Marcel Ramplón; ahí es donde empieza a surgir en mi escritura el trabajo
del casteano. Ese libro es más complejo, hubo mucho camello.

C: ¿Quisieras compartirnos una lectura de alguno de los poemas de ese libro…?

J: Sí, claro. Este libro me gusta mucho, más allá de todo fracaso. También me trae mucha
nostalgia porque el parcero con el que empezamos este trabajo de edición, Carlos Enrique, se
suicidó hace poco, ya hace dos años y un mes, y él siempre apostó porque hiciéramos ediciones;
de ahí salió la locura de Ediciones Cosa Nostra. Primero se llamó Editorial Cosa Nostra, con los
dos primeros libros que sacamos, y ya posterior se llamó Ediciones Cosa Nostra, con el
muñequito leyendo y corriendo, el sátiro…

P: ¿Eso hace referencia también a ese nomadismo…?

J: Sí, también es parte del pensamiento nómade, el cual habitamos. Voy a leer unos apartes del
prefacio, me parece que es fundamental al menos en mi escritura o lo que pretendo en este libro:

“¿Qué es la poesía? ¿Qué es poesía? ¿Qué no lo es? ¿Qué tiene dentro de su esencialidad para
ofrendarle al hombre contemporáneo? ¿Es en verdad la poesía expresión alta y estética del
lenguaje, de manera escrita como se lee en los diccionarios y aseveran no pocos críticos? ¿Es
rebasamiento del yo mínimo, de la efímera partícula que divaga en la espesura de los bosques,
frente a la inmensidad del mar, en el desierto o en el bullicio sordo de las ciudades? ¿Acaso el
balbuceo, las palabras con sentido indescifrado, el vocablo surgido del espasmo, de la confusión,
no son, en suma, potencialidades de la poesía?, ¿y en las artes, en la vida, cuando la sentimos,
será cierta? Decir qué de todo lo que comprende nuestra existencia, ¿será? No crea el lector que
voy a facilitarle las respuestas, éstas y otras preguntas me asedian de continuo y no he podido
resolverlas, el indescifrable milagro de la flor, del secreto que la crisálida esconde, del sol
desgarrado creando nubes ocres, pudiéramos atestiguar quizás su esencia poética, pero de la
cópula salvaje, del asesinato, de la devastación, de la fuerza perspicaz que nos supera y nos
somete no pudiéramos decir lo mismo. Los días, enjambres de panales encendidos, huida la luz
solar solo son sombras, múltiples nichos cuya miel la única noche cosió en sus ritos. Los poetas
han cantado de diversas maneras y modos el amor, la desesperanza, la belleza, el erotismo, la
mujer, la guerra, la libertad, la patria, la vida, la muerte, la divinidad, la nada. Se han atrevido a
cantarle al futuro y el futuro nunca llega, sus voces en el viento innumerables dispersas, han
tañido sus liras incomprendidas, se han esforzado por decir un poco lo que nadie recuerda. Toma,
lector estulto, esta lira, nunca tuvo dueño, ahora es vuestra. A veces tañe tristezas leves, a veces
cojas marchas, otras lisas sobre montañas, arrecife temporal”… Y ya ahí sigue como
describiendo a cada uno de los personajes…

P: Muchas gracias, hombre, por esa lectura. Maravilloso. ¿Entonces uno podría decir que es tu
texto favorito?

J: No, yo soy muy paternal, Pacho. Yo hasta al hijo bobo lo quiero… (Risas) Aunque nunca he
tenido hijos bobos…

C: En ese momento en que empieza esa intriga por la historia, y se abre el telón para ver más allá
de la supuesta verdad, ¿cómo es sentir atravesado ese movimiento, esa intriga por la historia, en
el momento te movías harto con la pluma, esa época joven tuya, y más precisamente cuando
empiezas a escribir Versos de los mil días?

J: Bueno, cuando escribí Versos de los mil días no estaba tan joven, tenía treintaidós años, como
te decía ahora, los poetas jóvenes, porque la poesía joven no existe, pueden llegar a los treinta,
creo que Silva ahí le pone un sello hasta los treintaiuno, si no pégate un tiro (Risas), si quieres
seguir siendo poeta joven… Ojo con Cosmogonía, muchachos… (Risas)…

C: Bueno, y en ese momento ya de madurez, en la que por supuesto es asumida como una etapa
más firme, o sea con confianza en tu labor con la poesía, ahora esta intriga por la historia y el
contar lo que está detrás del telón, ¿cómo es eso antes concebido en tu día a día; cómo lograste
ese tema que es de harta hondura y belleza en tu libro?

J: Bueno, propiamente de Versos de los mil días, eso no quería ser un libro de poesía, era un
ensayo que todavía persiste y se llama Aspectos políticos y militares en la guerra de los mil días;
pero más allá de eso, a mí me gusta mucho la prosa y la trabajo mucho, sin embargo la escritura
de la historia, cuando quieres ser fiel al método, tampoco soy ortodoxo en eso, no permite
muchas voces; cierta esquizofrenia que quizá el teatro o la dramaturgia o la poesía sí permiten, es
el yo teatral el que está ahí representándose. Entonces me fue llegando el deseo, casi imperativo,
de ir haciendo versos. Desde pelado me ha gustado escribir poesía, a las muchachas les escribía
muchas esquelas; tuve una muchacha a la que le escribí más de cuatrocientos poemas rimados,
horribles, pero todos míos para ella; el amor alguna vez se consolidó cuando le compuse un
poema que está en Sangre en costales de risa, Oda en el baño, era un rechazo bastante fuerte, y
aun así le gustó más que las cosas floridas; ella fue buena crítica en eso, durante años me dejó
conturbado con ese cambio; mientras la elogiaba no, y… Digamos el poema más bien:

“Oda en el baño.

Y salí a la calle a vivir


¿Recuerdas que vivimos, princesa?
Todo fue bello y retórico
como estas primeras líneas.
Pero el cielo se oscureció
y cayó una inmensa tempestad de mierda
eléctrica y con granizo
se avalanchó destajada contra nosotros
hasta volvernos sanitario.
Recuerdo, nos amábamos, hoy nos vemos
y nadie se atreve a preguntar qué fue lo que faltó.
Ni tú ni mis ojos zarcos pudieron olvidar
sé que debemos comer mierda hasta que la boca
nos sepa a letrina
y los ojos se conviertan en cuatro galletitas de chocolate
horneadas al calor de olvido
Traté de abrazarte y no dejarte caer al pozo, al de Onetti,
de amarte por sobre todas las cosas,
de robarte de ese mundo tan tuyo y tan de nadie
Traté de hacerte mía, amor, pero todo giró en remolinos
Fue inútil, amorcito mío, no sé quién
pero alguien había vaciado el sanitario.”

J: Nos desviamos del tema, que es el poema histórico y Versos de los mil días¸ pero es una
referencia de que el poema siempre me ha llamado, así sea con mierda. Entonces empezaron a
surgir los primeros poemas, de las grandes batallas y de ahí eliminé varios, porque dije, tiene que
ser en primera persona o en tercera persona, pero más cercano, que lo que se toque ahí sea más
humano, y qué más que la poesía para tocarlo; aunque sé que muchos poemas de ahí se van a
rastras de prosa. El libro es muy trabajado y muy sentido; es un libro que no empieza a trabajarse
cuando se edita sino años antes, cuando empieza la pugna por la historia y sobre todo con una
obra de teatro que inicialmente se llamó El lago de los cisnes, en honor a los cisnes de
Tchaikovsky, y posterior a eso se llama Jardín a oscuras, y ahí había algunos elementos
históricos que ya empezaban a florecer y que se ven más reflejados en este libro y posteriormente
en la Tanguedia, que ya tiene ese carácter histórico de tiempo completo.

C: Sí, la Tanguedia se siente permeada por todo ese contexto. Justo ahora estaba leyendo la
biografía en uno de tus libros y en la parte dramatúrgica la recordé. Como hablábamos, en el
sentido de la representación, los gestos de los personajes, las diferentes claridades que cada uno
tiene en los sucesos, permeados por el contexto de la guerra y la historia. De la mano de esto
quiero decir que a través del arte puede develarse lo que hay detrás del telón, para muchas
edades, niños, jóvenes.

J: Claro, es que si censura edades, eso no es arte.

P: Jan, uno puede notar que Versos de los mil días es una obra que lees y te manda a estudiar;
digo porque en este país no tenemos referencias del pasado, no tenemos memorias de estas cosas.
Entonces se toca uno, y es una obra muy bella, ese viaje que haces al pasado, en el que lo
transportas a uno en una obra que es un hilo, un tejido, en donde vos vas relatando un poco de esa
tragedia, es un homenaje muy bello a la tragedia de esa guerra, a esos sectores liberales. ¿Cómo
ha sido Jan, aparte de ese viaje al pasado en esa preocupación tuya por la historia, esa experiencia
de viajar a distintas partes del país, de Antioquia, o conocer parte del país?
J: Sí, parte del país, ojalá fuera el país en su totalidad y no sólo en términos geográficos. Ya es
una forma de acercarse a su profundidad, si no en términos de todo lo que implica, tanto de país
como nación. A mí me ha facilitado el viaje varios tipos de trabajo; he trabajado en turismo, creo
que lo cuento en el prólogo De Aquella Música, aunque ahí no lo digo todo completo. Siempre
surge muy loco, y no es que sea uno onírico sino que siempre surge de esa manera. Íbamos con
unos amigos caminando por Santa Elena y atravesamos la vereda El Cartucho para ir a
comunicarnos con Barro Blanco y de Barro Blanco ir al Rosario, y allá llegar casi a La Honda, a
Guarne, ese era el itinerario de la caminata, y en la vereda El Cartucho comenzaron a sonar unos
rodillos sobre alguna polea, y logramos ver a dos personas que pasaban un cable de canopy.
Íbamos cinco amigos y les dije: “vamos a mirar”, y uno de ellos muy alegón decía: “ah, es una
manada de burgueses ahí lanzándose de un cable”, y yo “qué chimba”. En efecto llegué y había
una muchacha despachando a los últimos, en un cable de cuatrocientos metros de largo, y eso fue
amor a primera vista, tanto del cable como de la muchacha, y me quedé con esa obsesión, porque
también mi naturaleza es obsesiva y es compulsiva. Me quedé pensando, más que en el cable, en
la sensación del vuelo, o al menos en la suspensión. Eso fue un viernes, al martes estaba yo en un
delirio contándole a todo el mundo de eso que “qué chimba”, porque nosotros lo hacíamos en La
Primavera pero de una manera más salvaje, colgábamos un lazo y le poníamos un tubo de pvc, y
eso era una belleza…, ahora con un arnés de dos mil quinientos kilogramos de soporte… Y le
cuento a un amigo, Arnubio Roldán, de mi fascinación, y me cuenta que él estaba administrando
ese lugar, precisamente. Y así empecé a trabajar turismo.

(Continua)… En el turismo empecé a viajar. Me tocaba hacer planes y encarretar a instituciones y


a turistas, a viajeros, y entonces también cómo narrar los paisajes y describirlos. Al Nevado no lo
conocía, sino que lo vendía por teléfono, a partir de lo que había visto en imágenes y lo que había
leído. Y en cierta ocasión, era un puente, y me dijeron “se enfermó un guía, móntese a ese bus,
usted es el guía de ese bus” y así fue que conocí el Nevado, explicándole a la gente, a la par que
yo lo conocía también por primera vez. También con Arnubio, porque no eran sólo los nevados,
era Rioclaro, el Desierto de la Tatacoa, el avistamiento de ballenas en Buenaventura, la isla
Gorgona, en fin, andareguiando alguna parte del país, con Arnubio, que es un hombre también de
letras, en la propuesta de hacer una revista muy colorida. Entonces ensayamos, hicimos artículos,
pero la revista nunca surgió, aunque sí dio como motivos a esa relación de querer escribir…
Narrativa ya había hecho, había hecho cuento, algunos intentos de novela que nunca se dieron,
aunque no me considero buen cuentista. Quería era la narrativa de no ficción, la crónica,
inicialmente paisaje, pero posterior a ello me encontré con la gente de Tinta Tres, los amigos de
Manrique, que hoy varios pertenecen a distintos colectivos y organizaciones de derechos
humanos, de trabajo comunitario, artístico, y ellos tienen un proceso, y digo tienen porque
aunque ha variado, es un producto que llegó a crecer mucho, y era periodismo comunitario, total,
o sea, había que hacer reportería y meterse allá al terreno, y digo que esa fue mi escuela en
términos de periodismo, de hacer reportería, de salir al terreno, y ya había viajado mucho, no sólo
con el turismo sino con organizaciones de derechos humanos había viajado a lugares con alto
grado de violencia donde se ve de manera directa, no tan camuflada como se ve en las ciudades
donde hay dominio obvio de los paramilitares, sino donde es más evidente, con todo el descaro, y
me empezó a surgir la idea de escribir unas crónicas sobre conflicto, entonces no es una idea
esnobista, porque, ahora digamos que hay mucho violentólogo, lo digo en términos despectivos,
porque, como hay dinero para la paz, al menos para ese tipo de trabajos académicos, están
abundando ese tipo de estudios. Pero hasta dónde hay gente que la vio; o como lo ha visto uno en
terreno, por años haciendo la labor, sino, a la manera de los buitres, y que me disculpen los
buitres, aprovechando ahí la carroña momentánea: comiendo muerto, muy fea la expresión pero
eso es, es una gastroantropofagia. También hay cierta forma de cocinar todo. Sí, hay algunas
Ong´s que son muy perversas en eso, hermano, o sea, van, sacan la información que requieren y
ya, o sea, no necesariamente el investigador tiene que tener compromiso, pero a veces ni
verifican con la gente si eso era lo que querían decir o no. Yo creo que es mínimo de respeto y
relación, que eso sí lo tiene Grafías. Pues, a quien se entrevistó se le explicaron los términos y se
le entregó el texto; está aprobado, con excepción del hijo de Julio Daniel Chaparro, que con él
logré contactar con posterioridad y se le envié en pdf porque está en España, y me dijo que se
sintió extrañado en esa voz, porque es un yo personal, como si fuese Julio Daniel Chaparro quien
así hablara en primera persona, y entonces para él es extraño, el hijo que JDC leyendo una
crónica de hoy, sustentada en el año de 1991 en todo ese gran marco de la masacre de Segovia, y
cómo en primera persona va narrando hasta que le disparan. Siempre es fuerte, más para el hijo,
con mayor razón. Pero no la censuró ni la prohibió, sólo dijo que le parecía extraña, y antes bien,
se ha abierto a qué posibilidades hay que de él envíe un video para una de las presentaciones del
libro.
C: Hombre, y a propósito de Grafías: memorias del conflicto, ¿cómo fue esa experiencia de
llegar a los territorios y conversar esto que causa tanto dolor en muchas personas?, en otras
regocijo, pero para las personas que lo viven directamente, como acabas de decirnos, supone
dolor, nostalgia, un impacto muy grande, personal también…

J: Es muy variado también, por ejemplo a Briceño, la crónica que escribí el año pasado, tiene
toda la carga emotiva de lo que viví en Briceño en el 2002. Fui con Berenice, la poetisa, a un
evento de poesía, de literatura y artístico, con un amigo, Andrés, que es de Briceño y todavía vive
allá, y habitó varios años acá en Bello, y eso fue toda una aventura, hermano, porque el solo
llegar allá es ya de por sí toda una historia; después de Ventanas, cuando se desvía uno a mano
izquierda por la montaña, uno empieza a ver a Briceño allá a lo lejos, y dice: “¡Ah, ya llegamos!”
¿Ya llegamos? Esa carreterita empieza a ondular y a ondular por esa pirámide, cada doscientos
metros una cascada o una trocha… y, retenes de militares y paramilitares hasta llegar al pueblo
totalmente sitiado por los paras. Aun así se dio el evento poético, y de ello sólo salió un poema
que está en La lira destemplada; pues, un motivo dentro del poema, no el poema completo, pero
sí fue el primer motivo que surgió, y eran unos muchachos en un amanecer sobre un cerro que lo
iluminaba a contraluz el sol del amanecer, se veía toda una columna de paramilitares, entonces
era la imagen de cerros poblados…: “cerros florecidos de niños armados, rostros de plomo y de
paludismo”, y esa imagen la retomé luego en la crónica porque estuvo ahí presente; digamos que
fue la que salvó toda esa memoria de las vivencias de esa estancia; entonces fue más, ahora que
leía de la importancia del agente encubierto, en un trabajo de corrección, de ciencias forenses, era
también como si la poesía nos hubiera puesto de agentes encubiertos allá, a ver esa realidad; algo
más tendría que salir. En La esperanza, que es una de las crónicas tan difíciles, tan cruel, pero
que en términos de realización es de las que más me gusta, que con una gente de la corporación
jurídica Libertad, a quienes les agradezco prestar archivo, información, facilitar medios y
contactos para hablar con víctimas, viajar a terreno, con Claudia, una amiga mía, que es abogada
y también trabaja todo ese tipo de procesos. Esa fue, de entrada, saber qué era lo que iba a hacer,
iba a narrar un suceso… viviéndolo, no con la mirada del irrespetuoso que llega a querer a
obtener una información, y chao, me les fui, “con esto me gano un Pullitzer…”; y aunque el libro
es un premio de la Gobernación no tiene ese carácter tan ligero, para mí antes es meterle un gol a
la Gobernación cuando uno logra… a la institucionalidad, porque no tengo nada contra el
instituto de cultura en sí, sino todo el establecimiento…
C: Algo parecido con Crónicas de riel…

J: Sí, aunque es otro proceso porque la búsqueda es in situ y es a lo que salga; en Grafías hay una
intencionalidad; acá más que los trenes, aunque también tiene mucho de lo férreo, son una
disculpa, por decirlo de algún modo, a transitar, para ejercitar esa movilidad hacia la memoria,
porque lo que quiero es ver mucho ese paisaje, como planteabas ahora Pacho, vivo, ¿cierto?: la
gente, lo que queda después del paso del progreso, el gran sueño de los antioqueños, todas esas
cosas que ya son pátina y moho, y que antes eran dizque “el gran sueño de los antioqueños”, que
varían también por el antojo de los gobiernos de turno, pero en Grafías es eso otro, es ir y
preguntar siempre, porque yo siempre he preguntado a las personas si les gustaría que algo
surgiera de ahí, o sea en términos escriturales; tengo videos, audios en algunos casos; en otros no,
porque la gente no lo permite, y esa crónica en especial es muy dolorosa, con la cual yo me siento
en parte un tanto agradecido en aportar a la recuperación de esa memoria y contarle un poco más
a la gente, porque ya no es un texto académico que a veces saca al lector común, si es que hay un
lector común, pero la literatura le da otro tono y es lo que trato ahí en Grafías. Es hablar sobre un
tema que es bien grave y recurrente, y que es vigente, pero es también habitar la belleza del
paisaje en términos físicos y estéticos. Con Crónicas de riel es otro viaje, aunque también se
emparentan en algunas temáticas como la de la minería…

P: Jan, a mí Crónicas de riel me hizo recordar a un cineasta que me gusta mucho, particularmente
en un momento en vos, antes de llegar a Puerto Berrío, te encontrás, no sé en qué momento de la
crónica, unos rieles, estás describiendo los rieles como parte de un espacio, como cualquier cosa
insignificante y te acercas y ves una fecha, una inscripción, en fin, y empieza todo un asunto muy
potente… Yo recordaba mucho a Patricio Guzmán, un cineasta chileno que me gusta mucho, y
veo que vos ahí lográs lo que este señor logra con sus películas, y es, digamos, a partir de un
elemento que podría pasar desapercibido, hay también una carga inmensa.

(Continua)… Jan, vos también has sido un divulgador de las artes, quisiera preguntarte por las
Jornadas Internacionales de Literatura Andrés Bello, ¿cómo ha sido esa experiencia de organizar
un evento de esa magnitud en el municipio de Bello, por qué hacerlo, incluso a veces contra toda
corriente?
J: No, yo soy de naturaleza obsesiva, como ahora les decía, muchachos. Estando en Venezuela,
viendo ahí a grandes maestros de las letras venezolanas, compartiendo con uno en la misma
mesa, no porque no haya antes leído con grandes figuras de la literatura, sino con esa calurocidad
de la amistad, o sea que puede haber un trato de tú a tú, no con ese alambicamiento de “maestro”,
el “aprendiz”, o el foráneo, sin ese sentido de la otredad. Y dije: “Qué bueno que en Bello pudiera
haber en alguna ocasión esto”, y allá le sugerí a Larry Mejía y a Duván Carvajal lo que podía ser,
pero no les hablé de un evento porque no había surgido como tal, sino de una idea. Y fue mirando
el pico Bolívar en Mérida, que se me ocurrió que había que hacer algo, sobre todo en la situación
binacional, en la situación de Venezuela, que es una crisis; los que tendemos a un pensamiento,
sin desconocer otros trasfondos de la crisis, sabemos que también es hecha e inventada afuera y
reventada adentro; entonces también cómo generar unos lazos de comunicación entre los dos
países, y como el municipio se llama Bello, y acá todo es Marco Fidel y Marco Fidel y Marco
Fidel, y dije: “¿por qué no pensar en un homenaje a Andrés Bello? Primero como un premio, se
me ocurrió como un premio, y no me quito aún la idea, sino que creo que lo uno va a llevar a lo
otro y en el orden tenía que darse primero eso. Y el premio internacional de poesía Andrés Bello
traté de vendérselo como idea, y el término realmente es ese, a la Secretaría de Cultura, y no hubo
mucho eco, como suele suceder, y descabelladamente dije: “entonces unas Jornadas al menos”,
“ah y cómo haríamos”, dijo el man (Secretario de Cultura), y le dije: “ustedes cubren unos
tiquetes de personajes invitados”, y pensamos de una vez en Juan…

P: ¿Juan Calzadilla?

J: Juan Calzadilla. Uno tan conchudo, ya le dice como si fuera de la casa… El maestro Juan
Calzadilla, cabe anotar. Y ya hemos hablado varias veces de las razones por las que no pudo
venir, problemas de salud, terminó viniendo Hermes, y las Jornadas se dieron…

P: ¿Hermes Rafael Mejía?

J: Hermes Rafael Vargas. Si le vas a poner el Mejía ahí si pones a Hermes en un problema
bipartito. Entonces viene Hermes, nos acompañan algunos poetas locales, regionales, Duván
como poeta nacional; estuvo Paty David; de Manizales Carlos Mario Uribe, Fernando García
Cuéncar de Bello, Walter Espinal también de Bello, y Rodrigo Bernal de Zipaquirá. Y esas dos
primeras Jornadas tuvieron los tres elementos que siempre hemos querido resaltar, la lectura,
música, porque estuvo Adrián, Una canción necesaria, y otro elemento que es el que siempre
hemos querido insertar que es el académico, la charla, la conferencia, el conversatorio, y los
talleres, que son fundamentales. Entonces esa primera Jornada nos dejó como picados, porque la
institucionalidad siempre promete un montón de cosas y terminan en casi nada, y ya la habíamos
hecho, y yo ya me había comprometido con que el maestro Juan volvía, y en últimas no se pudo
por su enfermedad, y ya habíamos metido la cabeza, había comprado los tiquetes de Paulo Vieira,
que por no vacunarse no pudo venir, y dijimos hagamos segundas jornadas en diciembre;
habíamos hecho también el Festival Internacional de Rionegro, como buenos prestidigitadores
organizamos el Festival de Rionegro para que todos los invitados de carácter nacional e
internacional y algunos regionales nos quedaran a precio de Rionegro-Bello (Risas). Saber jugar
en la práctica es hacer una buena carambola, y creo que Duván sí sabe jugar billar. Hermano, y se
dieron las segundas Jornadas, ahí participó Cristian, y un mayor número de poetas, hicimos una
fiesta bellísima, ¿cierto?, con tambores, como nos gusta resaltar esa alma negra y también ese
vibrar negro que tenemos; los latinos somos muy mezclados pero tenemos indio, eso negro ahí
que no nos abandona.

C: En estas segundas Jornadas también se vio juventud, o sea la nueva voz…

J: Claro, es que los intereses de las Jornadas son justamente eso: abrir la posibilidad a muchos y a
muchas… Pero también hay un criterio editorial, ¿cierto?, se habla, se hacer correlación de los
contactos que se han hecho, o de los poetas que se piensan invitar, y se exige al menos una
calidad y un compromiso, y eso tiene que ver, justamente, con el compromiso del oficio; no nos
interesa tanto traer figuritas, ni grandes de la pluma, sino seres humanos que nos acompañen;
Climério Ferreira dice, en un poema que se llama Tierra en trance, en una traducción que realicé:
“En mi tierra hay tanto poeta que a la gente le queda muy difícil encontrar un ser humano”;
entonces a veces también nos encontramos en este gremio ese tipo de personajes y es lo que no
queremos; ya hemos notado que en las tres Jornadas que van hay es camaradería, intercambio de
semillas entre algunos participantes, cosa que es plausible, y bacanería. No he visto otro tipo de
energías como la envidia o la competitividad. Yo creo que es más desde eso, el compromiso que
cada uno tiene y puede apostarle a las Jornadas, desde la literatura, la música, la logística, la
comunicación, hasta de meterse la mano al bolsillo y decir “yo aporto en esto, aporto en aquello”,
mucha gente comprometida ya y esperamos que sea más gente, porque la propuesta es una
propuesta de ciudad, aunque salga de dos o tres cabezas, siempre resalto que de dos personas que
no tienen nada que ver, salvo la amistad grande que ya hemos trazado, con Larry en México
siendo bogotano, con Duván en Bogotá siendo caleño, ha sido un gran aporte a todo el proceso de
las jornadas, contactos, relaciones sociales, también con económicas.

P: ¿Cuáles son las perspectivas de las JILAB?

J: José Gregorio Vásquez dijo que eso no eran ningunas Jornadas, ningún festival, sino un
terremoto, entonces como terremoto, con epicentro en Bello, la idea es hacer buenas vibras de acá
en adelante con muchas propuestas, las JILAB son muy ambiciosas, hemos venido con poesía
hasta ahora, pero son de Literatura, que no se nos olvide que son Jornadas Internacionales de
Literatura, y le queremos apostar a todos los géneros de a pocos, y no nos importa crecer en
términos empresariales como piensa la economía naranja y todas las güevonadas de hoy en día,
sino de crecer en las relaciones con grupos artísticos, con los colectivos, con individuos que
quieran relacionarse de forma honesta, porque estos días me decía un amigo, muy querido, pero
me planteaba que invitara a una reunión de las JILAB a todo el mundo, abierta en Facebook, y yo
decía no, la democracia tampoco hasta allá, hay que tener cierto orden en nuestro desorden, y son
ideas que nos han costado mucho, tampoco podemos entregarlas así, ahí es donde se le cuelan a
uno por ponerse de democrático; más fácil a partir de los procesos se va cediendo de algún modo,
así suene feo, más funciones a quien quiera asumirlas con responsabilidad; lo que traen las
JILAB es muy importante, pues hay que darle un regalo a la ciudad; este pueblo tristemente es
muy analfabeta, lo que más se ve es todo lo contrario a eso que llamamos cultura, en términos de
embellecimiento, no me refiero al ornato, o a que la ciudad esté bonita y todo por dentro podrido;
un regalo a la gente, al paisaje, que en últimas somos eso. César Vallejo decía que una casa no es
hasta que no empiece a ser habitada; entonces también hasta que no habitemos con espíritu este
pueblo, esta ciudad no va a ser ciudad, sigue siendo un pueblo ahí como en esa tradición que no
avanza que sigue en esa tradición de pillería y de holgazanería, porque es un pueblo muy
perezoso, de desarraigo, mucha gente que no es de Bello y no le tiene ninguna querencia, sólo lo
habitan, como una prostituta evacúan en él, pero hay mucha gente que ya se quedó también, y
muchos de afuera que siempre se han denominado bellanitas o bellenses, que a mí me gusta más
el gentilicio bellenses, y pues cuando estoy mórbido, bellacos (Risas), es como el que mejor nos
connota. Las JILAB son una apuesta, hermano, queremos hacer para el año entrante el primer
encuentro de crónica Luis Tejada Cano, así Barbosa se enoje, como no le han hecho nada a Luis
Tejada… que se enojen a posteriori, que luego lo recuperen, sería bacano también que surgiera
de esa manera. Y darle, hermano. Medellín es una provincia y Bello queda en el culo de la
provincia. Acá nos han escogido de cagadero, de cárcel, de manicomio, de basurero, de criadero
de pillos…; otra propuesta ahí, bacana, y por eso se hace en el parque, porque tampoco se
encierra a los poetas y a los artistas para que no sean tocados por la gente. Por ejemplo la venida
de Juan, yo la disfruté mucho en la medida en que él pudo venir y compartir con ustedes, con las
chicas, que tanto le gustan las carajitas, pero yo en términos reales no me pude disfrutar al viejo
porque estaba trabajando mucho, era el saludo, una, dos o tres palabras, el intercambio de
regalos, más de parte de él que de uno, porque es un señor muy ofrendoso. Pero la apuesta es esa,
o sea, uno ya cuando se va con ese tipo de personas valiosas para uno, y también, como se ha
notado, para el entorno, porque las personas se han ido muy contentas con los poetas, los artistas,
¿cómo hacer eso posible con una mayor intensidad y de una mejor forma en lo operativo? Para
que no tengamos que estar padeciendo cómo conseguir un hospedaje, y reitero, no me refiero a
hacer una empresa, porque es todo lo contrario, yo soy un hombre de ideas y de hacer, como
hablábamos ahora, pero de hacer colectivo, hasta el sexo en colectivo es bueno (risas), hemos
perdido mucho de la romanidad, sólo nos quedó lo terrible: el código civil (risas).

P: Jan, uno quisiera seguir hablando de infinidad de cosas que has mencionado, pero creo que hay
cerrar de alguna manera. Y quisiera cerrar con una pregunta, o más una petición, con un mensaje,
a manera de amenaza si se quiere (Risas), para los jóvenes, quizá lectores de Cosmogonía o no,
¿qué dirías vos a esos jóvenes, quizás para la posteridad, si llegara esa voz a cada oído?

J: Bueno, que al bello arte que sólo da tristezas hay que trabajarlo como un obrero o como un
orfebre, amando ese trabajo, ese oficio; más oficio que trabajo; hay que volverse respetuoso con
eso que se ama, uno no se imagina… violar aunque sea el lenguaje pero no a la poesía, no a la
literatura y menos a eso que llamamos verdad, así sea de forma unilateral, en términos éticos lo
que nos es propio, renunciar a eso, evadir los hologramas que abundan en muchas plataformas
(no me refiero a las virtuales estrictamente), porque terminan siendo fantasiosas y acríticas;
evadir de pronto esa pretensión de querer ser y no reconocer que ya se es, sólo que se va
sumando, de vivencias, pero es viviendo, no apresurándose a vivir, o figurándose qué es lo que va
a hacer y a veces se buscan plataformas que rallan con la farándula, incluso con la mezquindad,
en la medida en que no se respetan, una especie de prostíbulo literario, o sea “va y venga, a mí
que me traten como sea pero que mis poemas estén en tal antología o que me inviten a tal
evento”, ahí no está el carácter esencial de la poesía, como en el prefacio de La lira destemplada;
tampoco es un asunto hacia el interior, pero no es tanto afuera, o sea uno no puede mostrar lo que
no ha construido; ese tiempo que se desgasta mostrando, es tiempo que pudo haber capturado, de
algún modo hablando en términos de los alquímicos, esa quintaesencia que favorecería para un
verso, para un párrafo, para un cuento, una crónica. Es el oficio lo fundamental, ya lo otro son
herramientas.

Cristian, Pacho: Muchas gracias, Jandey.

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