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Una visión de la Libertad

Enviado por Pablo Turmero

Partes: 1, 2, 3

“La cadena termina aquí” El presidente estadounidense Harry Truman tenía un famoso
cartel en su escritorio del Despacho Oval que decía: “La cadena termina aquí” (vale decir:
en este lugar se asumen las responsabilidades). Ese “centro de gravedad narrativo” que es el
yo es también el lugar donde se asume la responsabilidad. Donde se dice: “depende de mí”.
Me hago cargo de mis actos.
Incluso en el adiestramiento de perros (o lobos)… “Optar por el método de Koehler es creer
firmemente que la esencia de un perro, o de un lobo, no precede a su existencia; es creer
que un perro, o un lobo, es consciente de su ser ni más ni menos que un ser humano. Por
ello es preciso guardar a perros y lobos cierto respeto y, sobre esa base concederles un
derecho moral. Se trata, en palabras de Koehler, del derecho a ser responsables de las
consecuencias de sus actos.” Mark Rowlands: El filósofo y el lobo, Seix y Barral, Barcelona
2009, p. 55.
Libertad y responsabilidad Sin libertad –de alguna clase-- no cabe hablar de
responsabilidad, ni en general puede existir el ámbito moral. Sin libertad no podríamos
distinguir entre mal natural –como un terremoto, un tsunami o el impacto de un gran
meteorito– y mal social o moral –como torturar a un cachorrito, violar a una niña o
especular con los precios de los alimentos--, distinción que a Tomás de Aquino le parecía de
suma importancia…
“Deber” implica “poder” “Deber” implica “poder” en cierto sentido: si los seres humanos no
tuvieran cierta capacidad de controlar voluntariamente su comportamiento, no tendría
sentido establecer normas. En suma, si eliminamos el lenguaje de la libertad, hemos de
olvidarnos del de la responsabilidad (y de prácticas sociales como la de pedir cuentas por
las acciones de alguien, o rendir cuentas ante los demás).
Tres condiciones Con más precisión, son menester al menos las siguientes tres condiciones
para que podamos hablar de comportamiento moral: (a) han de existir modos alternativos
de acción; (b) el agente ha de poder evaluar los cursos alternativos de acción, vale decir,
asignar “bondad” o “maldad” moral a tales cursos (sea cual fuere el significado que demos a
bueno y malo en una teoría ética particular); (c) el agente ha de ser libre para escoger
aquello que juzga bueno. George H. Kieffer, Bioética, Alhambra, Madrid 1983, p. 28.
Libertad e identidad humana Además, “la libertad que tenemos de influir voluntariamente
en nuestra naturaleza y nuestro destino está en el corazón de la identidad humana: ser
humano significa, para un gran número de nosotros, tener ‘libre albedrío’, ser capaces de
elegir lo que hacemos, pensamos y decimos, y también ser capaces de mejorarnos y
desarrollarnos como individuos.” Kathinka Evers, Neuroética, Katz, Madrid/ Buenos
Aires 2010, p. 74.
Isaiah Berlin, contra el determinismo histórico: “El determinismo y la responsabilidad son
incompatibles. (...) Creo que en la historia hay momentos en que los individuos o
los grupos pueden modificar libremente la dirección de las cosas. No todo es predecible.
Dentro de límites estrechos, los hombres son agentes libres. Los límites existen, pero dentro
de ellos hay espacio para elegir. A menos que haya elección no hay acción humana. Todo
es conducta.”
El decisivo uno por ciento “Permítame ponerle un ejemplo. Creo que si en 1940 Churchill
no hubiera sido primer ministro británico, los nazis podrían haber conquistado Europa (...)
Creo que estamos confinados por la naturaleza de las cosas. El arco de elección no es muy
grande. Digamos que el uno por ciento. Pero ese uno por ciento puede ser decisivo.” Isaiah
Berlin en Conversaciones con Isaiah Berlin (por Ramin Jahanbegloo), Arcadia, Barcelona
2009, p. 218-219.
Ernst Tugendhat: libertad de acción y libertad de la voluntad “El problema real de la
libertad de la voluntad, el problema que ha preocupado durante siglos a la tradición
filosófica, no ha sido el que se puede ejemplificar con el movimiento de un dedo [libertad de
acción: mover un dedo cuando uno quiere hacerlo], sino el problema de la responsabilidad.
¿Cómo hay que entender que nos podamos responsabilizar de nuestros actos y
reprochárnoslos recíprocamente, así como también a nosotros mismos? Una tal
responsabilización implica que la persona puede controlar lo que ella quiere. (...) Es aquí
donde tiene sentido hablar no sólo de libertad de acción, sino de libertad de la voluntad.”
Tugendhat, “Libre albedrío y determinismo”, capítulo 2 de Antropología en vez de
metafísica, Gedisa, Barcelona 2008, p. 39-40.
La pregunta de Schopenhauer: ¿puedo querer lo que quiero? Albert Einstein dijo en cierta
ocasión: “El ser humano puede hacer lo que quiera, pero no puede querer lo que quiera”.
Citado en Francisco J. Rubia, “El controvertido tema de la libertad”, Revista de Occidente
356, enero de 2011, p. 6. Afirmaba así la libertad de acción (que indudablemente existe: el
ser humano la comparte con todos los demás mamíferos, p. ej.), pero negaba la libertad de
la voluntad. Se situaba en la estela de Arthur Schopenhauer: “ El hombre hace siempre lo
que quiere y, sin embargo, lo hace necesariamente”. Citado por José M. Delgado García,
“Decidir no es cosa de dos (un ensayo sobre la neurofisiología de la toma de decisiones)”,
Revista de Occidente 356, enero de 2011, p. 20.
Libertad humana y comportamiento moral La libertad es el presupuesto de la ética de
autonomía, quizá de la ética a secas, pero por supuesto no agota la ética. Recordemos la
sugerencia de Zygmunt Bauman: la ética trata del compromiso con el otro a lo largo
del tiempo. La libertad tiene que ver con el deseo de aumentar nuestra potencia, nuestra
capacidad de acción. Cuidar del prójimo, por ejemplo, es otro asunto. Cf. mi reflexión sobre
los tres deseos humanos básicos en La habitación de Pascal
Una cuestión previa: el determinismo Pero ¿cómo pensar la libertad del agente? Si en el
mundo todo sucede de acuerdo con una causa ¿hay agentes libres? La existencia de una
acción humana libre ha sido negada por ciertas filosofías y concepciones del mundo. A ese
punto de vista se le acostumbra a llamar determinismo (y es uno de los temas clásicos de la
reflexión filosófica, ética, psicológica, sociológica...).
¿La libertad humana: una forma de autoengaño? “El psicólogo estadounidense John G.
Sobris plantea que la ilusión de un ‘yo’ espiritual como algo distinto al ‘no-yo’ material se
crea por lo que podría llamarse el efecto del observador. Dadas suficiente complejidad
e inteligencia, un aparato que observa o registra puede concluir que es sustancialmente
distinto de lo que observa o registra.” Francisco J. Rubia, “El controvertido tema de la
libertad”, Revista de Occidente 356, enero de 2011, p. 7.
¿La libertad humana: una mentira piadosa? “El profesor Saul Smilansky sugiere que
debemos fomentar la ilusión de la voluntad libre y la responsabilidad moral. Supongo que
eso es algo similar a lo que la dama victoriana expresó sobre la teoría de la evolución
de Darwin: ‘Esperemos que no sea cierta, pero si lo es esperemos que no se corra la voz’.”
Francisco J. Rubia, “El controvertido tema de la libertad”, Revista de Occidente 356, enero
de 2011, p. 17.
Si todo fuera ilusión (por ser neuronal), ¡nada lo sería! Observemos de pasada lo siguiente:
que la forma o el contenido de una experiencia sea una construcción del cerebro no torna
irreal, ilusoria o errónea tal experiencia. Podrá ser una experiencia ilusoria (pensemos por
ejemplo en alucinaciones o espejismos) pero por otras razones, no simplemente por ser una
construcción neuronal. Pues “si se adopta esta manera de pensar, se vuelve imposible
mantener una distinción entre la ilusión y la realidad, porque todo lo que pensamos,
sentimos o imaginamos es neuronal y resulta de un programabiológico modelado por la
evolución: así, la totalidad del mundo de nuestra experiencia se volvería ilusoria.” Kathinka
Evers, Neuroética, Katz, Madrid/ Buenos Aires 2010, p. 85.
Así, la causalidad neuronal no puede ser la marca de la ilusión, a menos que todo cuanto
experimentamos (y podamos experimentar) sea ilusión…en cuyo caso el concepto de ilusión
se torna vacío (no podríamos distinguir ilusión y realidad). “Para ser útil, la distinción entre
ilusión y realidad debe hacer referencia al mundo fenoménico, es decir al mundo tal como
lo experimentamos y, en el seno de este ámbito, debe designar una diferencia entre las
construcciones del cerebro que son ilusorias y aquellas que son verídicas. (…) De esto
resulta que incluso si el libre albedrío es una construcción neuronal, no por ese motivo es
una ilusión.” Kathinka Evers, Neuroética, Katz, Madrid/ Buenos Aires 2010, p. 86.
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