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Ella esperó seis años y la Justicia le dio la razón.

Su lucha fue contra el


poder y fue por un tema espinoso: el acoso sexual.

Hoy, su nombre y apellidos se pueden escribir completos. Hace seis


años, Xiomara Villegas Badilla era solo la funcionaria que denunció por
acoso a su jefe, el entonces diputado de Liberación Nacional Federico
Tinoco.

¿Por qué hablar con ella ahora? Porque la Sala II de la Corte Suprema
de Justicia ratificó en última instancia la sentencia que condena al
exlegislador por hostigamiento sexual.

En conversación con La Nación , Villegas revivió su lucha laboral, jurídica


y familiar, una especie de calvario que, según su narración, la hizo vivir
su decisión de decir “no” y llegar “hasta el final” con su denuncia.

Doña Xiomara, ¿quién fue la víctima en este caso, usted o el


exdiputado a quien usted demandó?

Durante todo ese tiempo, para el partido para el que yo trabajé, la víctima
fue el exdiputado y me trataron a mí como si yo hubiese sido la ofensora.
Eso me redujo completamente, me debilitó como profesional durante el
tiempo que estuve en la Asamblea. Yo pasé de acoso sexual a acoso
laboral, que es un efecto inmediato de la denuncia.

Vamos un poco atrás, ¿qué pasó por su mente después de esa gira
a Talamanca, base de su denuncia?

Bueno, a partir de ese momento yo estaba ambivalente. No sabía si


denunciar, no sabía si quedarme callada, sabía que mi trabajo estaba en
riesgo.

¿La despidió de inmediato?


No, pero yo quería irme porque sabía que la situación se iba a poner
mucho más difícil con el exdiputado, porque ese día fue un contundente
no de mi parte. Ese día, ese señor se dio cuenta de que conmigo no,
porque yo lo tuve que parar, porque fui clara, porque le dije: ‘soy una
mujer casada con hijos y usted también; déjeme tranquila’.

”El lunes siguiente, cuando llegué a la oficina, había otra persona


haciendo mi trabajo”.

¿Pero no la había despedido?

Pero no me había despedido. Durante una semana se mantuvo así.

¿Usted habló con él?

Me trató muy mal, muy mal...

¿Indiferente?

Agresivo, agresivo. Agresivo en la forma en que me hablaba.

¿Pero no hablaban del tema?

No, no. Yo estaba muy confundida, estaba atemorizada. Yo sentía que si


le reclamaba de inmediato me iba a despedir.

¿Usted buscó al diputado Fernando Sánchez o hubo una


negociación del Partido para callarla?

Fue una combinación.

¿Usted entró en mayo?


El exdiputado me contrató desde mediados de marzo del 2006.

¿Y de marzo a agosto no hubo problemas? ¿Todo sucedió en una


gira a Limón?

No, desde el principio.

Pero, doña Xiomara, estamos hablando de marzo a agosto...

Tres meses y medio más o menos duré con ese exdiputado.

¿Usted no frenó eso antes?

Sí lo frené, sí traté de frenarlo. Lo que pasa es que al principio yo creía


que podía controlarlo, yo creí que si lo ignoraba él iba a desistir de lo que
estaba haciendo. Cuando empecé a darme cuenta de que en lugar de
desistir el asunto iba en aumento, fue cuando yo empecé a tratar de
ubicarme en otro despacho.

¿Antes de la gira?

Antes de la gira,

Aun así usted regresa de la gira, pasa el tiempo y no denuncia.


¿Llegó a un acuerdo con él?

Con la jefa de la fracción.

¿Con doña Mayi Antillón?

Sí.
¿Cómo se dieron cuenta?

Por usted...

¿Cómo?

Cuando salió esto en la columna Desde la barra , el jefe de despacho de


la jefatura de fracción me mandó a llamar y me preguntó qué era lo que
pasaba y yo le expliqué.

Él, ¿qué le planteó?

En la jefatura de despacho me llamaron y me dijeron ya está tu plaza, ya


tenés trabajo para el 2010 y si te ponés las pilas aquí te quedás. Eso sí,
me dijo, esto es una lápida, esto queda entre nosotros y no se dice nada,
no vas a denunciar, te vas a quedar callada.

¿Usted aceptó la condición?

Yo le dije ‘ok, yo me voy a quedar callada con una condición: que el


diputado tampoco diga nada, porque si él dice una sola palabra que me
ofenda o que ponga en entredicho mi honorabilidad, no lo voy a permitir’.

¿Qué cambió su decisión?

El diputado, hablando en el plenario, pidiendo disculpas supuestamente,


poniéndose como víctima, diciendo que había sido una mala
interpretación, que él era muy efusivo. En el momento, quedé como
en shock y me dije: ‘Por Dios, aquí estoy quedando yo como una
mentirosa, como una provocadora’. Pero cuando yo oí a una diputada
advirtiendo a los hombres de que tuvieran cuidado con las mujeres
coquetas, que provocaban y después denunciaban de acoso, yo nada
más sentí que el alma se me salió del cuerpo...
¿Quién fue la diputada?

(Silencio) Hilda González.

¿Y usted era eso, una mujer provocadora, coqueta?

Para nada. Yo estaba totalmente ofendida y eso me impulsó.

¿Ahí decidió denunciar?

Y lo hice en el despacho de doña Gloria Valerín, porque yo estaba muy


nerviosa, alterada.

¿Cómo le fue en ese proceso?

Fue desgastante, tormentoso.

¿Qué la atormentaba?

La humillación de todos en la Asamblea Legislativa.

¿Le afectó en lo personal?

Destrozó mi matrimonio. Toda esa duda que se presentó destrozó mi


matrimonio.

¿Al inicio él estuvo a su lado?

Fue mucha la presión supongo, al punto que terminé divorciada.

¿Y sus hijos?
Pues también desestabilizó a mi esposo y presentó una denuncia en mi
contra. Me sacó de mi casa y me separó de mis hijos. Luego, en el
divorcio me acusó de adulterio con el diputado y pidió que se adjuntara el
caso a la separación. Ahí le dije: ‘no, yo no voy a exponer a mis hijos a
todo eso, que se queden con vos’.

Xiomara, en este momento debe haber mujeres sufriendo acoso


sexual, ¿qué les diría usted después de su experiencia?

Pues que denuncien. Denuncien, teniendo la fortaleza que puede darles


Dios, que se mantengan firmes. Es una cuestión de defender su
honorabilidad.

¿Cuáles son las señales que debe identificar una mujer de ese paso
del galanteo al acoso?

Es cuando esas aproximaciones empiezan a ser incómodas, cuando a


uno le molesta, cuando la condicionan, cuando ya te chantajean. Porque
son muy claros, al principio empiezan con flirteos, y al final si no son
correspondidos son muy claros y lo dicen claramente: ‘quiere mantener
su trabajo, usted sabe lo que tiene que hacer’. Cuando se trata de acoso
sexual, no hay lugar a dudas.

Para aquellas mujeres que presuman que están sufriendo de acoso,


¿vale la pena dar la lucha?

Sí vale la pena, porque tienen todas las herramientas legales para que
puedan tener un resultado positivo, tienen todas las garantías.

Usted pidió $1 millón como indemnización, y el Tribunal lo


considera desmedido, solo le otorgó ¢20 millones, ¿por qué pidió
usted esa suma?
Ese monto lo definió el exdiputado, porque él me contrademandó y pidió
que yo lo indemnizara con $1 millón. Entonces, como él valoró el proceso
en esa suma, solicitamos una indemnización con base en la valoración
que él hizo.

¿Quién le va a pagar?

Fue una condena solidaria entre el Estado y el exdiputado.

¿Cuánto paga cada uno?

Mitad y mitad. Estamos en los trámites del pago del Estado.

¿Y con el exdiputado?

No ha sido posible contactarlo.

¿Lo buscará para que pague?

Sí. Es la única sanción que se pudo lograr con él.

¿Es poco o mucho?

Para todas las pérdidas que tuve, es poco. No es solo mi pérdida familiar,
no es solo destrozar un matrimonio y separar una madre de sus hijos,
sino también una afectación laboral. Tuve que incursionar en la práctica
privada de mi profesión completamente sola.

¿Y en la Asamblea?

No me renovaron, ni me quisieron ubicar en ningún lado. El 30 de abril


del 2010, Xiomara Villegas dejó de existir para el partido.
¿Por qué hoy sí da la cara?

Porque es una reivindicación, porque se dijo mucho de mi, se me humilló,


se me cuestionó y dijeron: ‘si no da la cara es por algo, porque algo
esconde’. Hoy doy mi cara y digo: ‘no tengo nada que esconder’.

Queda su caso para la historia.

No sé. Lo que sí sé es que cumplí mi palabra: el 30 de agosto del 2006,


llorando desconsoladamente se lo dije a doña Gloria Valerín: ‘hasta el
final’. Y hasta el final llegué. Transcripción: Alexandra Araya

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