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El ALTO CHOCO EN EL SIGLO XVI

Parte II: Las Gentes

Kathleen Romoli
FE DE ERRATAS

Por no haber podido la autora revisar las pruebas de este artículo, se han perpe-
tuado en él aquellos errores de imprenta que se suelen atribuir a los consabidos duendes
y que normalmente se eliminan en las galeradas. En las circunstancias se debe felicitar
a la Imprenta del hecho de que esos lapsus no sean más graves. (K.R.).

Página Línea Dice Debe decir

27 13 (V.T. el Apén) (V.t. el Apén. 2).


27 19 Coponama Coponamá
28 25 los Tootuma de los cuales los Tootuma —de los cuales...
28 26 más adelante, — al Oeste más adelante, al Oeste
28 33 Dagua — Río Grande Dagua-Río Grande
30 2 que articulados que, articulados
30 35 la Sima la de Sima
31 16 el valle el Valle
31 22 el gran camino, troncal de camino troncal
31 27 altochocoana — las riquezas (suprimir guión)
31 30 del Cauca, pusiera (suprimir coma)
32 14 Chanco tenla Chanco tenían
34 6 intervienieren intervinieren
35 19 Chocó chocó
35 27 Los indios, acosados (suprimir coma)
36 14 copomaea copomaes
36 15 y naturales rrouado y naturales y rrouado
36 30 chocó Chocó
18 en solo un caso el de en solo un caso, el de
37
37 31 posteriores aproximativos posteriores, aproximativos
39 8 Leyes Leyes
39 28 conjecturables conjecturales
41 28 independientes a causa independientes, a causa...
42 11 Cocobari Cocobari
42 16 Cepi Qepi
43 2 Cepi Qepi
43 5 Cibara Libara
43 20 manibuxo manibuxu
43 20 Y q
43 31 arribita aribita
44 13 Yrs del cacique Vos del cacique mara
44 19 guabara guebara
44 22 detamarica de tamarica
MS AHNB (AHNB...
45 6 Cepi Qepi
Página Articulo Dice Debe decir

59 Baure (referencias) Figura 6 Figura 2


59 Bequeya Fepemya Pepemya
60 Catru, ref. (HDC 9, 9:98) (HDC, No. 9: p. 98)
60 Cacarbado ref. (...48, mapa...) (...48; mapa...)
60 Duquamoco ref. ..368v) ...568v)
61 Pelleria comillas se cierran después de Arbiaru, no al fin.
62 San Faustin ref. (Simón 39: 7: 1)
62 Tamana Melchor Melchior
62 Tatama Tabania Tatania
63 Tuturrupi Carrapitas Garrapatas
63 Urru, ref. (quitar p.) final
63 Yarrama Torra Torró
63 N'ata Tarrami Taraui
64 Ytacu dividia dividía
64 Ytacu Davila en la que Davila, en la que...
64 nota artículo de folklórico a título folklórico
65 Burgalantede Burgalandete
Faltos de curiosidades etnológicas corno de conocimientos directos
de la mayoría de las tribus mencionadas en sus informes, los pobladores
de Toro aún comunican, a través de sus pleitos y peticiones, noticias irb
teresantes acerca de las gentes surchocoanas de su tiempo. Verdad es que
el valor de estas noticias es relativo a la casi completa ausencia de otros
datos al respecto, pues nuestras fuentes, si bien permiten deducir ciertos
aspectos prácticos de la sociedad autóctona, nunca describen explícita-
mente los usos de los indígenas y, mucho menos, los elementos esotéricos
de su cultura.

Tribus del Chocó meridional

Excluyendo a grupos de la cuenca del Atrato y de la costa al Norte


de Cabo Corrientes, las tribus nombradas por las fuentes como propias
de la gobernación del Chocó, son las siguientes: (V. T. el Apén).

1. Botabirá 12. Guarra


2. Burgalandete 13. Guerbaro
3. Cagalimbe 14. Morirama, Marirama
4. Cirambirá 15. Noanama
5. Cobira 16. Orocubirá
6. Copoma, Coponama 17 . Perre
Coronados: v. Guarra 18. Sima
7. Chanco 19. Tatama
8. Chiloma 20. Tatape
9. Chocó 21 . Tootuma, Tautuma
10. Ebirá 22. Yaco
11 Eripede 23. Yngará

El mapa de 1596 sitúa a tres de estas tribus fuera del Chocó geo-
gráfico: los Perre, los Guerbaro y los Chiloma (véase Fig. 1) que, según
Salazar, habrían ocupado la región entre la banda derecha del Río Dagua
inferior (denominado "R. D. perre") y el puerto de Buenaventura, que

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en aquel tiempo se hallaba todavía en el Río Anchicayá (Romoli, 1962:
116-117). De los Perre y los Guerbaro, nada sabemos, y el hecho de que
perre sea voz Katío (Uribe A.) puede ser simple coincidencia. En cuan-
to a los Chiloma, parece errada la ubicación en la margen clel Anchicayá.
Las fuentes los mencionan en asocio con los Chanco, corno grupo por
conquistar aledaño a estos (MS IV: f. 24. 26 y); además, se decía que
en aquel entonces, los contornos de Buenaventura estaban deshabitados
(Andagoya 1540: Trimborn 1954, Apén. Escobar, Rel. de 1582). Los
Cagacimbes (MS I: 48) son otra incógnita; el nombre recuerda a los
Cacahambres, pero éstos, moradores de la montaña en donde nace el río
hoy llamado Cajambre, no pertenecieron a la gobernación del Chocó.
Todavía menos clara es la identidad de los Burgalandetes, que parecen
dudosos hasta en el gentilicio.

Las tribus restantes, que con los trastrocados Chiloma suman diez
y nueve, vivían esparcidas por los dieciocho o veinte mil kilómetros del
Alto Chocó, cada una independiente y autónoma dentro de un área más
o menos reconocida.

Distribución (le las tribus

Once de los grupos mencionados en las fuentes, eran propios del


sector oriental del territorio. Estos eran, en su orden de Norte a Sur:
Sima, hoy Chatní, en las cabeceras del río San Juan, por donde pasó
Gómez Hernández en su entrada de 1539; Tatama o Tatamá, cuyo río,
que aún conserva su antiguo nombre, es brazo cabecera meridional del
San Juan; los Yngará, en la tierra alta entre las cabeceras del Opogadó
y el río Hábita: los Tootinna de los cuales tendremos algo qué decir
más adelante, —al Oeste y al Sur de los Fugará, en las tierras dobladas
de los contornos del Cerro Torrá; los Guarra, TIC habitaban los parajes
del río de las Vueltas y la Serranía de los Paraguas hasta empatar con
los Chanco. Del territorio de éstos, una faja que corría por las más
elevadas vertientes chocoanas de la Cordillera Occidental, ya dijimos la
extensión: desde el río Garrapatas superior hasta los nacimientos del
Calima, y, tal vez, hasta el ramal de la Cordillera que separa la hoya del
Calima de la del Dagua -- Río Grande. Codazzi, en. 1853, habla de "la
casa de los Chancos" y "la loma de los Chancos" sobre el río Zabaletas,
pero tales topónimos pueden ser de época posterior a la que aquí nos
interesa.

El sector chanco de más población, y el único conocido en el siglo


XVI. era el del Sanquininí - Cajamarca - Garrapatas. Algo al suroeste

28
de esta zona estaban, al parecer, los Copomá o Coponamá (MS IV: 26v;
MS I: 53), en las partes del alto río Copomá y los Chiloma quizás,
en las cabeceras del Cucurrupi. Más al sur, sobre el alto río Calima,
Salalar áitúa a los Yaco. En esta conexión, recordamos que los presuntos
Yaces vistos por García Montaño un poco arriba de la boca del río Cali-
tina (el fío de los Yacos), no eran serranos. Tenían canoas excepcional-
mente finas y de tamaño tal que la expedición las robó para su uso,
eánoas -que no podían navegar por el medio y alto Calima. (Simón, 31:
7: IV).

De esas tribus- orientales, mencionadas en documentos de la época,


shiarnente los Chanco y los Yaco aparecen en el mapa de Salazar, en
donde hasta las provincias tootumas se suprimen, con involuntario sim-
bolismo, en favor de un desmesurado "Toro primero - 2• asiento". En
cambio, los grupos del litoral pacífico y del Bando, referidos por Aricum
pero todavía desconocidos por los españoles, se señalan con claridad tanto
en el mapa como en la Descripción de la tierra. Ya vimos estas informa-
ciones, y las que fijan la posición del Chocó nuclear y de los Noanama.

(Está claro que los conocimientos de Aricum no iban más allá de


Cabo Corrientes, pues si hubiese hablado de los pueblos del otro lado
—por ejemplo, de los Idabá de Utría y Bahía Solano o los Poromea del
Bojayá— Salazar no hubiera dejado de mencionarlos. Tampoco se hu-
biera equiVocado el dibujo de la costa al norte de Corrientes, en el cual,
por‘una especie de enchufe, Bahía Solano se confunde con Puerto de
Pifiás').

Cada-tribu era soberaña en un área más o menos delimitada, divi-


dida a sir' -vez en "provincias" y cacicazgos. (La palabra provincia tenía,
en 'el habla de los conquistadores, dos significados: el de comarca habi-
tada p6r gente de una misma lengua, y el de cacicazgo importante. El
primer sentido era el más usual, pero con respecto a Toro y su jurisdic-
ción, el segundo es más frecuente en las fuentes documentales). Entre
un área tribal y otra, había una zona neutral inhabitada; así, la provincia
yngárá de Yaguare distaba tres leguas de aquella más cercana de los
Chéeó (MS II 105); los grupos septentrionales de los Tootuma estaban
a dos o Ire's días de camino de sus vecinos chocoes y los meridionales, de
Yarrarna y Tuturrupi. aunque "frontera de los noanamas" estaban bas-
tatite lejos-de 'las primeras casas de éstos. Otras tribus estaban aún más
Itisladas, pero hasta los Cirambirá, apretados por los Botabirá, los Noa-
llama y los Eripede, procuraban mantenerse alejados tanto de sus vecinos
~no' del río grande arterial. (MS I: 48v: HDC, Doc.-IX).

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Comunicaciones

En el oeste y centro del territorio surchocoano, las vías de comuni-


cación eran (y todavía son) los ríos que articulados por breves travesías
y arrastraderos, forman un sistema de rutas fluviales que enlaza a todas
esas regiones. Por la costa se podía ir de río en río en gran parte por
caños y brazos de estuarios, y los Noanama, al menos, no vacilaban en
recorrer distancias bastante largas con sus flotillas armadas. Al este del
río San Juan, sin embargo, la situación era distinta, pues la mayoría de
los tributarios al río Grande, que se ven trazados imponentes en el mapa,
no consienten la navegación sino en trayectos relativamente cortos. En
general, las tribus de la Cordillera evitaban las cercanías del San Juan
y sus vías de comunicación eran casi exclusivamente terrestres.

En las provincias yngaraes y tootumas, a más de las malas trochas


que daban acceso a casas y caseríos desparramados por lomas y quebra-
das, había senderos bien marcados y relativamente buenos. Por el que
de Tebu conducía a Tundaca, las siete leguas de subida eran contadas
como una sola jornada (MS III: 445, 452, 455), y el que iba de Toro
a Tuturrupi y Yarrama se llamaba el Camino Real (MS VI: 704v).
Cuando Velásquez, en 1588, estaba en apuros por haber perdido la de-
rrota para las provincias chocoes, los soldados le increparon el no haber
tomado "algunos caminos que había dejado, pues con ellos era cosa cierta
habían de dar con algunas poblaciones, pues no estaban trillados de
balde" (Simon, 31: 7: II). Las varias entradas que lograron contacto
con los Chocó —Moriones en 1573, Dávila y compaffla en 1575, Velás-
quez y Barbosa en 1579— seguían rutas establecidas. No se habla de
caminos trillados que corrieran hacia el Sur, pero debía haber habido
una trocha que partiendo del río Sipí cerca a la confluencia del Garra-
patas, iba por terreno firme entre el bajo Sipí y el Fugiadó para salir
frente al primer caserío grande de los Noanama. Sólo por esta ruta pudo
haber llegado Velásquez en su infeliz expedición de 1590.

La Cordillera no era barrera a la comunicación entre el Alto Chocó


y las tierras al oriente. Desde poco después del descubrimiento del Valle
del Cauca en 1535-1536, los conquistadores conocían y en ocasión uti-
lizaban —con una excepción— las principales vías que desde las estri-
baciones andinas de la banda izquierda del Cauca, conducían al occi-
dente. Estas eran: en el norte, la Sima (Chamí), por la cual Gómez
Hernández entró a las provincias de los Chocoes en 1539, y la de Tatamá
(hoy Pueblorrico ), que conectaron las cabeceras del río San Juan con
el Valle del Risaralda (distrito de Anserma). (Gómez dijo, después de

30
su exploración, que muy bien hubiera podido ir por el camino de Sima
a caballo ). Más al Sur, había el camino que se convirtió en el de Toro,
con un extremo en Tuturrupi y Yarrama con sus minas de oro y el otro
en el borde de Quimbaya con sus orfebres. Otra ruta desde el Sipí
cruzaba la Serranía de los Paraguas y el río Garrapatas, de donde un
ramal bajaba a Roldanillo y otro iba a unirse con la de La Llanada, de
la cual ya hicimos mención.

Del camino de La Llanada se ven todavía, por lo que fue serranía


de los Gorrones, trechos que asemejan restos de carretera abandonada y
otros encavados a doble vía o a manera de trinchera, lo mismo que algu-
nos ramales que se desprenden para bajar al valle. Un cazador que co-
noce el lado chocoano de la Cordillera nos ha dicho que allá el camino
iba por el alto entre el Garrapatas y el Fugiadó, "derecho para el San
Juan", y es probable que hubo un tiempo en que el tráfico era bastante
intenso por esta vía: un tráfico de que han sido testimonio los fantásticos
tesoros de Huasaná, labrados en el valle de oro chocoano.

Según la leyenda local, fue la venida de los españoles que puso fin
a ese trato, cuando los Gorrones serranos recogieron sus alhajas y las
ocultaron en depósitos secretos y los indios del. San Juan huían cualquier
contacto con los nuevos invasores. Hasta cierto punto, esto es verdad; sin
embargo, es posible que las comunicaciones con el Occidente habían de-
clinado mucho antes de la conquista. El gran camino, troncal de Ponien-
te de la desaparecida "cultura Calima", cuyos vestigios desembocan,
ancho de diez metros, en el valle del A guamono cerca al actual Restrepo
(Pineda, 1945), era ya tan abandonado a comienzos del siglo XVI, que
los conquistadores no sospechaban su existencia —como ignoraban, en
el otro extremo de la frontera altochocoana—, las riquezas del antiguo
Jamarraya de Tatam á ( Arango C 1924: I: 166, 174 ) .

Por otra parte, no es exacto que la colonización española del Valle


del Cauca, pusiera fin a toda comunicación entre las gentes de los dos
lados de la Cordillera Occidental. Hemos visto cómo los pobladores de la
gobernación de Popayán sabían los nombres de casi todas las tribus de
las estribaciones chocoanas de la Cordillera, antes de pensar en conquis-
tarlas. Los verdes platanales de los Noanama, vistos por primera vez
en 1590 (Castellanos . . . Chocó: Canto 2•), deben haber originado en
la importación desde el Valle del Cauca, en época colonial. Habría que
suponer que también las - herraduras titulares y caballares" halladas en
posesión de los Noananta en .1593 (Simon, 3: 7: IV), tuvieron la
misma procedencia, ya que tanto se insiste en la imposibilidad de llegar
con bestias a Toro. Es hasta posible que la viruela que devastó el pueblo

31
noanama a principios de 1590, no fue contagio de los soldados de Ve-
lásquez, sino resultado de algún viaje "al exterior", ya que por entonces
aún no había en las tierras del Cauca cesado la tristemente famosa epi-
demia que empezó en 1588.

Las relaciones intertribales

Las fuentes sugieren que lo que había entre las tribus era no tanto
relaciones, como un estado de mutua desconfianza, de apartamiento cau-
teloso puntuado por breves excursiones guerreras. Indudablemente, me-
rodear en tierra ajena era algo como un deporte que todos practicaban
de vez en cuando; los mismos Tootuma, tan sosegados con sus amos
españoles, decían que ir a la guerra con el cacique era uno de los nor-
males deberes de un súbdito (MS III: 445, 447). Sin embargo, la ac-
titud de los diferentes grupos hacia sus vecinos, no era uniforme. Los
Chanco tenía por amigos, o al menos por aliados ocasionales, a los Chi-
loma y los Coponamá; los Botabirá debían haber estado en gracia de los
Noanama, pues si no, éstos no les habrían tolerado como casi enclave en
su territorio; los Tatamá se llevaban bien con los Chocó. Y curiosamente,
los Chocó eran amigos de los Tootuma o, por lo menos, de los Tootuma
que habitaban al norte del Torrá, en parajes de los ríos que forman el
Tamaná.

De esa amistad son testigos los caminos trillados, antes menciona-


dos, que unían los cacicazgos del bajo Río Yngaraes y el alto Tamaná,
con las provincias chocoes, como también el hecho de que fugitivos too-
turnas podían en todo tiempo encontrar asilo entre los Chocó. En 1573,
los indios de Tebu e Yuyurruma se ocultaban por no ser llevados a la
entrada de Moriones contra los Chocoes (MS III: 457v); en 1575 el
cacique Maquibara se fue con los suyos al Chocó, de huída de los secuaces
de Miguel Dávila (MS III: 447v, 448); diecisiete años más tarde, los
indios de Tebu y sus alrededores, temiendo ser culpados de la muerte
del hermano o hijo de su encomendero Hincapié, huyeron a refugiarse
entre los Chocoes (MS I: 44, 54). Lo que sorprende en esta relación es
la benevolencia de los Chocoes.

Por lo general, las tribus indómitas no perdonaban a las que con-


sentían el dominio español. Y los Chocó, que habían desbaratado airo-
samente todo intento de reducirles, no perdonaban a los Yngará su ama-
ble acogida de Velásquez en 1573. Antes, los mansos Yngaraes deben de
haber vivido relativamente seguros en sus sierras, si a los españoles pa-
recían ser 3.000 sus hombres adultos. Menos de tres años después, se

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dijo que los Chocoes "an llevado y muerto más de trezientos yndios
casados y le tienen amontada casi toda la prouincia de los yngaraes".
(MS: II: 105 ). La noticia puede ser inflada, ya que hacía parte de la
propaganda de Miguel Dávila en pro de una expedición suya contra los
Chocó, pero es indiscutible que los Chocoes aterrorizaban a los Ynga-
raes, principalmente con asaltos sorpresivos a casas aisladas, y que los
Yngará se acabaron más por esta acción indígena que por efecto de la
servidumbre española. ( MS II: 142, 145, 148 ) .

Al decir de los pobladores de Cáceres, los Chanco y Chiloma "en-


traban en los Pueblos de yndios Gorrones questan en Vra. Corona Real
muchos años ha, y los mataban y cautivaban y llevaban a vender a sus
comarcanos" (MS IV: 8). Cabe anotar que los Gorrones no eran mansas
ovejas; en "tiempos de su gentilidad" habrán repagado con intereses
cualquier irrupción en su territorio. Al tiempo que se fundó a Cáceres,
empero, estaban ya disminuídos material y moralmente por la dura re-
ducción sufrida durante ocho lustros; y aquí, como en otras partes, la
otrora temible tribu, venida a menos, era víctima predestinada de aque-
llas capaces de acosarla.

Los Noanama eran gente agresiva, que realizaba expediciones ar-


madas contra pueblos tan distantes como los Orocubirá o los Paripaso al
sur de Buenaventura. Sus flotillas de guerra eran admirablemente orga-
nizadas y tripuladas. No parece, sin embargo, que hacían incursiones por
tierra. Faltan informaciones de acciones noanamas por el río San Juan
en época prehispánica, pero es evidente que en aquel entonces hubieran
podido piratear a su antojo las minas del Yarrama, bajo Tuturrupi y
bajo Tamaná sin ofender en mucho a los Tootuma, puesto que éstos no
habitaban el sector plano y semi-acuático entre las estribaciones del To-
rrá y el San Juan. Después de la entrada de Melchor Velásquez en 1590
y del hijo de éste unos meses después, los Noanama asaltaron en varias
ocasiones a las "rancherías de minas" puestas por los vecinos de Toro en
Yarrama y Tuturrupi, pero esto no significó enemistad con los Tootuma,
sino con los españoles.

Actitudes recíprocas: indios hacia españoles y viceversa.

La actitud de las tribus conocidas pero todavía indómitas, era con-


dicionada por la de los españoles invasores. Ambas se ilustran en los
hechos de la entrada de Pedro de Moriones en 1573, cuya relación está
en la primera parte de estos apuntes (RCA, Vol. XIX: Pág. 17). Era
ésta la primera vez, después de la exploración de Gómez Hernández,

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treinta y cuatro años antes, que se penetraba a las provincias chocoes,
el primer paso de una esperada pacificación, y con la expedición iba el
padre Fray Martín de Medrano, vicario provincial y presentado de la
Orden de Santo Domingo, con funciones que se precisan en una ley de
Carlos II:

Los Clérigos y Religiosos, que intervienieren en descubrimientos


y pacificaciones, pongan muy gran cuidado y diligencia en procurar,
que los indios sean bien tratados, mirados y favorecidos como pró-
ximos, y no consientan que les hagan fuerzas, robos, injurias, ni
malos tratamientos . . (Leyes, Lib. IV: Tít. IV: Ley V).

Ya vimos de qué manera la entrada se realizó: el asalto al caserío


dormido, los indios cautivados, el robo del oro y joyas de los agredidos
—sucesos que cuenta Fray Martín en son de hazaña meritoria, al tiempo
que remarca la terquedad de los supérstites y sus amigos, que "no quy-
sieron benyr a la paz, antes binyeron de mano armado mucha cantidad
de yndios". Para los españoles, los chocoes, que habían resistido a Gómez
Hernández, eran rebeldes declarados, lo que les hacía una especie de
caza licita; para los chocoes, con algo más de razón, los españoles eran
enemigos gratuitos. Los únicos encuentros entre los dos de que se hablan,
eran guazábaras o emboscadas. Sin embargo, es posible que hubo una
aproximación o cuando menos una tregua, en conexión con la misteriosa
ciudad de Santiago.

No nos explicamos la ausencia de noticias claras acerca de Santiago.


Se puede comprobar que la expedición que lo fundó estaba en el Chocó
antes de mediados de noviembre de 1578 (MS XII: 301); el mismo
gobernador Velásquez dictó un auto "en la ciudad de Santiago del Cho-
có" el 27 de enero (le 1579 (Id.: 302): la ciudad existía todavía en
agosto y probablemente hasta mayo de 1580 (Id.: 303, 304). Es difícil
que haya podido sobrevivir tanto, sin algún entendimiento con los na-
tivos. Sospechamos, empero, que el fin de la población haya sido violen-
to y en algún modo a descrédito de los colonizadores, pues sólo así se
comprende el casi completo silencio sobre los hechos de la fundación.

Con respecto a los Noanama, la situación era algo distinta. En pri-


mer lugar, fue sólo a los diez y seis años de fundado Toro que se realizó
el primer contacto con esta tribu, y en segundo lugar, a pesar de comba-
tes cruentos y en parte a causa de ellos, los españoles tenían hacia los
Noanama un evidente aprecio, sobre todo por sus dotes militares. En la

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cruel lucha por el dominio del Nuevo Mundo, los peninsulares tenían
en poco a las gentes fácilmente sometidas; su admiración era por los
aguerridos que les hacían frente, máxime si al arrojo juntaban una
cierta organización en batalla. Es a los conquistadores que se debe la
perpetuación de la gesta de los trágicos héroes de la resistencia indígena.

Con respecto a las tribus del distrito de Toro, acogedoras o por lo


menos fáciles de reducir, los Yngará y Tootuma que mantenían a la
ciudad y sus moradores, falta información en el campo de sentimientos
recíprocos. Los españoles denominaban a esas, "los indios amigos" y
"nuestros indios de paz", pero nada indica que estos términos denotaban
simpatía o reconocimiento. Hay indicios de que los caciques yngaraes
creyeron, en el principio, que la relación con sus encomenderos fuese
algo como la del vasallo o cliente con su señor o patrono. Si así fuese,
no tardaron en desengañarse.

Parece que la mayoría de los indios que se llevaron en la entrada


a las provincias chocoes de septiembre de 1575, fuesen yngaraes de los
repartimientos de tres de los cuatro encomenderos que tomaron parte en
la empresa de Miguel Dávila. En esa ocasión los expedicionarios tomaron
por la fuerza el caserío Chocó de Ytacu, "plantaron un palo por rollo" y
declararon fundada la ciudad de Nuestra Señora del Socorro de Ocaña.
Tres días después, ante la resistencia de los nativos tuvieron que retirarse,
después de dar fuego a las casas que habían ocupado. (MS II: 175v,
200). Los Chocoes se vengaron en los Yngaraes, merodeando por las
barbacoas aisladas. A principios de enero de 1576, asaltaron casas de las
encomiendas de dos de los secuaces de Dávila y llegaron hasta tierras del
cacique Cara, a pocos kilómetros de Toro.

Los indios, acosados pidieron socorro a sus amos. No conocían la


ley: "Que los Encomenderos doctrinen, amparen, y defiendan a sus In-
dios en personas y haciendas", pena la pérdida de la encomienda (Leyes:
Lib. VI: Tít. IX: Ley i) pero sí el principio, básico aun al más rudimen-
tal régimen señorial, que a prestaciones de los súbditos corresponde pro-
tección por parte del señor. Y quedaron defraudados. Que se sepa, los
españoles de Toro jamás se movieron para defender la honra y bienes
de sus encomendados, si no estaban en cuestión los suyos propios. No se
olvide fácilmente el cuadro del pequeño cacique Deborama, quien llega
cansado, desnudo, con unos dardos en la mano, a suplicar ayuda contra
los chocoes que habían matado a cuatro paisanos y cautivado, entre otros,
a la mujer y al hijo suyos (MS II: 148). 0 el de los indios de Cara,
pocos días después:
35
Vinieron.. . a pedir socorro .... porque los yndios chocoes avian.
dado en ellos y tenyan cercadas muchas barbacoas ,y sino las soco-
rrían con tiempo las cortarian y mataria la gente que avis. y el dho,
miguel davila no quiso hazer el dho. socorro por lo qual los dhos,
yndios se volvieron llorando guando llegaron a su pueblo aliaron
que los dhos. chocoes avian muerto y llevado veynte y tres piecas
de yndios e yndias... (MS II: 155v).

Nunca, sin embargo, fue asaltada la ciudad de Toro. La impresión


de que ordas de feroces chocoes y noanamas atacaron asiduamente a
Toro, que ha llevado a un autor moderno a deseribir batallas cruentas
dentro de la población con saldo de muertos y heridos tendidos en las
calles, se debe a la hipérbole de algunos vecinos: la del padre Solano y
sus amigos, por ejemplo, cuando alega que Toro y r Cáceres estaban ro-
deados de chocoes, noanamas, yacos y copotnaea de guerra quienes "an
muerto y cada día matan muchos españoles y naturales rrouado grandi-
sima suma de haziendas". En apoyo dé está afirmación, se cita el caso
sucedido un año antes, de los tres españoles muertos por los chocoes
" por entrarse la tierra adentro ynconsideradamente a sacar oro" (MS I:
53). No se sabe de otros incidentes de este tipo. En cuanto a Toro, aun
el padre Solano no habla sino de rebatos: "Todas las vezes rque a auido
rreuato de chocoes de guerra en esta ciudad Salazar a puesto velas y
centinelas hechado espias y ordenado lo conveniente a la defensa". (MS
I: 54 ) .

Aquí cabe remarcar un hecho que señaló el mismo Salazar en 1596,


de que la provincia de los chocoes estaba "oy muy despoblada porque
los muchos naturales que tenía guando fue descubierta se an rretirado
la tierra adentro huyendo la cercanía de los españoles" (MS I; 49). Gó-
mez Hernández entró con cincuenta soldados y Pedro de 1VIoriones con
cuarenta y cinco, ballesteros y arquebuseros, y fueron derrotados por los
chocó; la expedición de Ocaña tuvo que huir al cabo de tres días y la
,

de Santiago del Chocó, relativamente numerosa y bien aviada, al fin fue


obligada de abandonar la empresa. Pero en 1592, las entradas punitivas
ordenadas por Salazar se hicieron con pocas personas. La que se envió
para castigar a los autores de la matanza de los tres españoles, fne de un
capitán y 12 soldados y "fue de mucho afeto"; aquella encargada de
recuperar a los encomendados tootumas refugiados en el. Chocó "de gran-
dísirno afeto" constó de 8 hombres y un caudillo (MS I: 54).

Esto nos lleva al aspecto cuantitativo de la población indígena.


,

36
Indicios demográficos

No poseemos —huelga decirlo— datos precisos para una estadística


demográfica del Alto Chocó en el siglo XVI. El "Apuntamiento de los
indios" que elaboró Velásquez en diciembre de 1573, era puramente teó-
rico, y hasta donde se sabe, el censo de los naturales prescrito en este
documento como en las cédulas de encomienda otorgados en conformidad
por el gobernador Silva, nunca se efectuó. Los archivos de Toro chocoano
han desaparecido pero no parece que en ellos se guardara informes de
población; cuando allá necesitaban saber cuántos encomendados había
en determinado cacicazgo, era preciso nombrar una comisión ad hoc,
como más adelante veremos.

Lo que hemos encontrado en las fuentes documentales hasta ahora


conocidas, son unas estimaciones generales de población indígena en el
momento del primer contacto español —hechas, según el uso de la época,
en términos de varones hábiles—; unos informes escuetos y en cifras
redondas, del número de tributarios en 1582-1583 y en 1593; unos
extractos del apuntamiento de Velásquez o de cédulas basadas en éste, y
los datos sobre ciertas encomiendas que se averiguaron en pleitos entre
vecinos. El material es poco, y en solo un caso el de un pequeño sub-
grupo del cacicazgo de Tuturrupi, se cuentan a mujeres y niños.

Las estimaciones generales son éstas:

15.000 (casi) hombres tootumas, chancos, guarras e yngaraes, re-


partidos en 1573 (Medrano, declaración de 1574, MS II: 78v).

3.000 yngaraes, en julio de 1573 (MS II: 77v, 105).

6.000 hombres de macana entre yngaraes ("coronados") y tootu-


mas, en 1573 (Castellanos, T. III: 725; Simon, 3%': 7: I).

_ 1.760 hombres, de los cuales 1.590 chancos, repartidos en Cáce-


res en 1575-1577 (MS IV: 25-26v).

3.000 indios por conquistar en el distrito de Cáceres en 1582 (Esco-


bar, Memorial de 1582) .

Hasta aquí, las conjeturas en la época del primer contacto. Siguen


los informes de años posteriores aproximativos pero presumiblemente
basados en averiguaciones recientes. De sus autores, Fray Gerónimo Es-
cobar era Visitador Eclesiástico de la Gobernación de Popayán y el li-
cenciado Guillén Chaparro era oidor de la Real Audiencia de Santa Fe.

37
2.000 indios repartidos entre 20 encomenderos de Toro, en 1582
( Escobar, Memorial de 1582 ) .

800 ( 1.800 ? ) indios repartidos entre 28 encomenderos en Toro,


en 1583 ( Guillén, Memorial de 1583). El guarismo parece ser lapsus
cálami o error de copia; en la luz de las otras cifras, hace falta un mil
antes de los ochocientos del texto.

1 .000 indios repartidos en Cáceres en 1583, entre 14 o 15 enco-


menderos ( Guillén, op. cit.).
1.000 indios de paz casados, en Toro y Cáceres en 1593 (Carta de
vecinos de Toro: MS I: 53).

El concepto de "hombres hábiles" que regía en los primeros cálcu-


los, correspondía a "hombres adultos, propios para la guerra y el traba-
jo". Estos, que entre la gente todavía por conquistar eran "los hombres
de macana" o "de lanza", en las tierras ya sometidas eran los encomen-
dados, entregados por grupos con sus respectivos caciques y principales
a una élite de conquistadores meritorios. Al tiempo en que se fundaron
a Toro y Cáceres, el cuerpo de los encomendados comprendía en territo-
rio de la Gobernación de Popayán, a todos los varones de quince hasta
cincuenta años de edad, de acuerdo con lo establecido en 1559 por el vi-
sitador Tomás López (AGI, Audiencia de Quito: Legajo 60).

Cabe remarcar que encomendado no era sinónimo de tributario. En


tiempos de las primeras visitas de los oidores de la Audiencia de Santa
Fe y hasta la segunda mitad del año 1578, solamente los jefes de fami-
lia eran jurídicamente tributarios, exceptuados los caciques y sus hijos
mayores; los solteros eran exentos. Por esto los autos de visitas y tasa-
ciones efectuadas en esa época, traen la cuenta de los solteros y de los
casados por separado. Anotamos de paso que indígenas despiertos como
lo eran los Quimbayas, deben de haberse dado cuenta, a raíz de la visita
del oidor López, de las ventajas del celibato formal, lo que por sí solo
aclararía el aumento proporcional del número de solteros que se verificó
en el distrito de Cartago después de 1559: fenómeno por el cual se han
sugerido explicaciones varias.

El sistema fue modificado por una ley expedida en julio de 1578,


en la cual se manifiesta el motivo eminentemente moral del cambio:

Los indios que estaban debaxo de la potestad paternal — dice—


no pagaban tributo, ni acudían a los servicios, que los demás, y
38
por gozar de libertad, no se casaban muchos de edad de veinte
y cinco, y treinta años, casandose en tiempo de su infidelidad
ántes de llegar á doce, y porque esto era causa de que viviesen
mal á instancia de los Religiosos que les doctrinaban, y pedían
el remedio, se ordenó que no fuesen reservados . . . y los que
pasaren de diez y ocho años de edad, tributen hasta que cumplan
cincuenta . . .

(Leyes, Libro VI: Título V: Ley vii)

Idealmente, pues, los indios del repartimiento de Velásquez habrían


sido varones de quince hasta cincuenta años, y los que referían Escobar
y Guillén, varones de dieciocho a cincuenta. En vista de lo aproximati-
vo de las cifras, la diferencia es mínima. Sin embargo, no es posible es-
tablecer una relación verdadera entre los guarismos de 1573 y los que
se refieren una década más tarde. Vamos a mirar las informaciones per-
tinentes de que disponemos, limitándonos a las concernientes a las pro-
vincias tootumas e yngaraes, que son las únicas susceptibles de algún
control. Estas provincias, que comprendían todo lo que se logró conquis-
tar de la antigua gobernación del Chocó y que eran íntegramente repar-
tidas en encomiendas, formaban el distrito de Toro, de unos 2.500 ki-
lómetros cuadrados de extensión.

Dejamos a un lado la cifra de los casi 15.000 repartidos. Rosen-


blat, tan severo en deshacer las exageraciones de conquistadores, cronis-
tas y religiosos acerca de las poblaciones prehispánicas de América, cree
útiles para cálculos aproximados, "repartimientos de indios realizados al
día siguiente de la conquista" (1954: I: 102). No compartimos del to-
do esta opinión. Tales repartimientos, hechos apresuradamente para re-
compensar servicios y asegurar un cierto número de pobladores para la
región que se pensaba explotar, eran necesariamente conjeturables y por
lo general, optimistas. Nadie sabía, al día siguiente de la conquista,
cuántos indios había por distribuir. En el caso de Toro, no dudamos de
que sumaron casi 15 mil los indios del apuntamiento, sobre todo si tuvo
razón el gobernador Silva al decir que Velásquez había querido gratifi-
car a todos los pobladores, "para que cada uno dellos tenga con que po-
der sustentar la dicha libdad" (MS III: 47 5v ). Pero el repartimiento
no expresaba un hecho, sino una esperanza: una que abarcaba comarcas
casi desconocidas de las cuales solamente aquellos naturales que habían
sido "pacificados" podían ser distribuidos en encomienda.

39
Los "más de tres mil" indios yngaraes que dieron la paz a Velás-
quez en julio de 1573, al decir de Fray Martín Medrano, de los cuales
más de mil acudieron a servir a la expedición (MS II: 77, citado en la
Parte 19 de este trabajo ), nos dejan perplejos. Dos años después se re-
pite la cifra: " . . .1a provincia de los yngaraes que tienen mas de tres
mil yndios" (MS II: 105), aunque esta afirmación, emanada del Ca-
bildo de la fantasmal ciudad de Ocaña, hacía parte de la misma propa-
ganda de una declaración, hecha cuatro meses después, de que los ynga-
raes habían sido 2. 000, de los cuales "no quedaban 200 por las depre-
daciones de los chocoes" (MS II: 145). Tres mil hábiles indicaría una
población de 12 .000 personas, lo que habría representado una densidad
poco probable de hasta 19 por kilómetro cuadrado. Las provincias ynga-
raes, con más un pedazo de tierra tootuma, son hoy el municipio de San
José del Palmar, colonizado por caldenses, con correo, telégrafo, escue-
las, luz eléctrica y carretera a Ansermanueva. La densidad de población,
según el último cálculo (1968) es de 8 por kilómetro cuadrado.

Queda, de los cálculos referentes a la época del primer contacto es-


pañol, el de los 6.000 hombres de macana, que debe de haber sido in-
dependiente de los que inspiraron el apuntamiento —pues de lo contra-
rio, significaría que Velásquez había incluido a casi 9 .000 chancos y
guarras en el repartimiento, lo que no es verosímil. Los seis mil hom-
bres de pelea equivalían a los varones "de visita" de 15 hasta 50 años
de edad: los encomendables, según la definición del oidor Tomás López.
Desde tiempos de los godos, los adolescentes castillanos eran considera-
dos ya hombres de armas, y en las Siete Partidas de Alonso el Sabio
queda precisado que los únicos excusados de "venir en las huestes" eran
"aquellos de menos edad de catorce años", los inválidos y los viejos
—aunque en el robusto siglo XIII, no se eximían por vejez sino a los
mayores de setenta años (S.P., Part. II: Tít. XIX: Ley III). Luego, el
número estimado de indios de macana tootumas e yngaraes, no parece
excesivo por un territorio en que había no menos de 41 caciques (MS
II: 77.78). Pero, ¿qué tan exacto habrá sido? Y ¿qué habría significado
en términos de la población entera?

Es evidente que aquí estamos en un terreno resbaladizo de hipóte-


sis y analogías descabales. Nos quedamos prudentemente en el borde,
apoyados en dos postulados respetables: el primero, que más o menos la
mitad de la población era de sexo masculino, y el segundo que las per-
sonas de 15 a 50 años de edad constituían aproximadamente 50 por
ciento de la población total. A éstos se puede agregar el de que un 6 por
ciento se componía de las del grupo de edad de 15 hasta 18 años cum-
plidos.

40
De acuerdo con estas premisas, los seis mil hombres de macana
hubieran representado una población de 24 .000 Tootumas e Yngaraes,
existente en el momento de la invasión española. El promedio por caci-
cazgo hubiera sido de 585 personas y la densidad de población, de 9,6
por kilómetro cuadrado. Si se supone que 30 por ciento de los hombres
hábiles fueran solteros —proporción que autorizan los censos realizados
por el oidor López en 1559-1560— habrían sido 4.200 los casados y
la familia promedio habría sido compuesta de 5.7 individuos.

Son cifras muy razonables, pero la cuasiestadística descansa en un


solo punto, de solidez dudosa: el cálculo de los hombres de macana. Este,
aunque mucho más verosímil que el de los 15.000 de repartimiento,
era también conjetura que por razones que veremos, no parece aceptable.

Los 2.000 tributarios que refiere Escobar y los 1.800 (como cree-
mos se debiera leer el guarismo ) que señala el oidor Guillén, que eran
los hombres de 18 hasta 50 años de edad (22% del total ), habrían re-
presentado una población no mayor de 9 .300 en 1582 o de 8.300 en
1583. Ahora bien: si fuera exacta la cuenta de 6.000 hombres de ar-
mas en 1573, habría habido por entonces 5.280 hombres de 18 hasta
50 años: 3.007 más que el número referido por Escobar. La disminu-
ción habría sido como mínimo, 57 por ciento en el lapso de nueve años,
y con relación de los 1.800 tributarios de 1583, de 61,2 por ciento
en una década.

Es axiomático que la imposición del dominio español en los países


americanos, aun donde se la lograba de manera relativamente pacífica,
era fenómeno profundamente perturbador del cual resultaba, casi inva-
riablemente, la "catástrofe demográfica" de los pueblos autóctonos. Y es
indiscutible que los Yngará y los Tootuma desaparecieron, al menos co-
mo entidades tribales independientes a causa directa o indirecta de
la colonización de Toro. No parece admisible, empero, que se haya per-
dido más de la mitad de esos "indios amigos" en menos de nueve años
durante los cuales no había ni guerra, ni epidemia, ni aumento de la po-
blación española. Si las cifras del visitador eclesiástico y del oidor son
grosso modo, correctas en cuanto al número de tributarios existentes al
tiempo de los informes, debe de ser equivocado el cálculo de Velásquez
de los hombres de macana en 1573. Hay motivos para pensar que los
habitantes de las provincias tootumas e yngaraes no sumaban, en julio
de 1573, a más de la mitad de cuanto estimaban los conquistadores.

41
A esta conclusión llevan también los datos que sobre determinadas
encomiendas se conservan en los Archivos. Los primeros de éstos los su-
ministran el expediente de un "pleito por indios" que se inició a prin-
cipios de 1576.

El caso de Amaposua

Son cinco las encomiendas de Toro —de las veintiséis o veintisiete


que se han podido identificar— cuya cuota original de indios conoce-
mos, por extractos del repartimiento repetidos en las cédulas que otorgó
el gobernador Silva. Son éstas:

de Pedro de Moriones: 250 indios en la provincia tootuma de Ta-


paro con los caciques Taparo, Cocobari y Socoba, y más de
150 indios chancos con el cacique Guarabima (MS III: 481v).

de Diego de Paredes: 200 Tootumas en el lugar de Tundaca, con


el cacique Amarrua, y 100 Guarras (MS 456, 481v).

de Diego de Ortega: 200 Tootumas de la provincia de Amaposua,


con el cacique principal Cepi y el cacique Conya; y 200 Chan-
cos con el cacique Chianbo (MS V: 107v, 116).

de Rodrigo Rojas y de García Sánchez, mancomúnmente: 260 Too-


turnas de Amaposua con los caciques Marc y Bobaye, y 200
Chancos con el cacique Mecache (MS V: 89-90).

Moriones, capitán de las entradas a los Chanco y a los Chocó y uno


de los primeros alcaldes ordinarios de Toro, renunció y se fue en 1575,
cuando su encomienda pasó a Juan Alonso Hincapié. Paredes quedó has-
ta el último, bastante próspero por unas minas que tuvo. No sabemos
cuántos indios resultaron realmente en esas encomiendas, aunque el he-
cho de que Moriones abandonó la suya parece significativo. De Ama-
posua y sus encomendados estamos mejor informados.

La provincia de Amaposua, del cacique Cepi, se extendía por más


de treinta y cinco kilómetros en las partes del Río Sipí superior; al no-
roeste lindaba con Taparo y al oeste con Tuturrupi. Aquí Velásquez re-
partió 514 hombres: los arriba anotados con sus caciques y otros 50
dados a un vecino cuyo nombre no aparece en los documentos (MS V:
91. l 01-102, 107v). Empero, no había tantos varones adultos en la

42
TABLA 2

CENSO DE LOS TRIBUTARIOS DE LA PROVINCIA DE AMAPOSUA


DEL CACIQUE CEPI — 1577

casa Del cacique cepi esta con un yndio que se llama guabi son dos de la
quenta
casa De conia Prencipal estan con el Un yndio quese llama bucuri y cibara iii
casa De tababia esta con el un yndio que se llama dicarama ii
casa De ayami es solo
casa De yucubi con sarriba y un hijo de yucubi llamado taquiba son tres de
quenta
casa De docaira esta el solo
casa De nucume esta con orrama ii
casa De urrua esta el solo
casa De carrapira esta con sobarca son dos de qta. ii
casa de cebe esta el solo
casa de cibi esta con cohe son dos de qta. ii
casa de carabita esta el solo en su casa
casa de cebara esta con Pelelarca dos de qta. ii
casa de bucuré esta con su hermano hebara ii
casa de sibi esta el solo es de quenta
casa de manibuxo esta con su hijo y se llama yarumi son dos de quenta ii
casa de terpa esta el solo es de quenta
casa de uamarro (bamarro?) esta con tagua dos de qta.
casa de yrama esta con bacauaca dos de qta.
casa de Peleraca esta el solo es de qta.
casa de tuyima esta con su hijo docoare de qta.
casa de merma esta el solo es de quenta
casa de sobad esta el solo es de quenta
casa de bicabari esta el solo es de quenta
casa de cohe esta solo es de quenta
casa de terpa esta el solo es de quenta
casa de arribita esta con carabita dos de quenta ii
casa Porca es de quenta
borna es de quenta
taquina es de quenta
guarbi es de quenta

43
Parru es de quenta
macuy es de quenta
mena es de quenta
ybaqui es de quenta
abia es de quenta
caurrua es de quenta
amirao es de quenta
guacariba es de quenta
bocurri otro bocurri son dos de quenta li
cohena es de quenta
biara es de quenta
Palao es de quenta

Y.s del cacique

casa De mare esta con dicamare son dos de quenta Ii


casa de bobaye esta con su hijo tamya y otro yndio que se llama batorbi
son tres de quenta iii
casa de guaya es soto en su casa
casa de beceyya esta con motabarri y souba son tres de quenta iii
casa Yema esta con su hijo quabara dos de quenta ii
casa de orte esta con murra dos de quenta
casa de aurri esta con turami dos de quanta ii
casa detamarica esta con yarrami dos de quenta ii
casa de caparri esta con yara dos de qta. Ii
casa de magua esta con brabe dos de quenta ii
casa de cebara esta con cerrue dos de quenta ii
casa de ibara esta con babairi dos de qta. ii
casa de bulaya esta con doromi dos de quenta
casa de orre esta el solo es de quenta
turaba es de quenta
yabarra es de quenta
sura es de quenta

MSv - AHNB, Caciques e Indios: T. VI: f 127).

44
provincia; no había ni siquiera los 200 que debía recibir Diego de Or-
tega con prelación sobre cualesquier otros beneficiarios. Rodrigo Rojas,
el primero en darse cuenta de la situación, se apresuró en sacar de Ama-
posua a Mare y Bobaye con sus allegados, y Ortega, burlado, le puso
pleito. A fines de 1576, se constituyó una comisión para censar a los
hombres hábiles sujetos al cacique Cepi, jefe supremo de todo Ama-
posua. El padrón respectivo, que reproducimos en la Tabla 2, registró
un total de 91 hombres, incluidos los emigrados, o sea, de 87 hábiles
más el cacique y los tres principales.

El pleito siguió por años, pero no hemos encontrado que ninguno


de los litigantes haya aseverado que el número de indios en Amaposua
había mermado después del repartimiento. En todo caso, no es posible
que haya mermado en casi 83 por ciento en tres años, por numerosas
que puedan haber sido las evasiones. Estamos obligados a concluir que
aun antes de la ocupación española, la población de la provincia era más
bien reducida.

Datos de •otras • encomiendas

La provincia de Tuturrupi, del cacique Taraui, encomendado a


Alonso Hernández, y la de Tarraraca del cacique Carrapira, encomenda-
do al capitán García Montaño, colindaba por las quebradas de Yata y
Cedeyta. A los principios, hubo entre los dos encomenderos uno de aque-
llos pleitos a los cuales el repartimiento, amplio e impreciso, daba tanto
campo. Ante la poquedad de los indios útiles, García reclamó para sí los
de Tuturrupi, so pretexto de que Taraui no era soberano sino vasallo de
Carrapira. El litigio se compuso en 1577, cuando García reconoció los
derechos de Hernández, pero al morir éste un año más tarde, dejando
por sucesor a un hijo todavía niño, el curador del pequeño heredero
pidió un fallo judicial al respecto. Este se dictó en mayo de 1579, des-
pués de una investigación in situ y la interrogación de muchos testigos
indígenas. Los jueces de comisión confirmaron que Taraui era cacique
independiente desde antes de que "los españoles entraron por los ynga-
raes" , quien con sus indios había sido encomendado a Alonso Hernán-
dez; establecieron el lindero entre Tuturrupi y Tarraraca, y censaron a
los hombres útiles de ambas provincias. Los sujetos a Taraui eran cator-
ce, y los de Carrapira, veinte y cuatro. (MS VI: 756v-757v y passim).

Es posible .que escaparon al censo :algunos moradores de "las ladro-


neras"; eso es, de casas situadas en sitios apartados de la montaña, sobre
los cuales Hernández y García no tenían informaciones seguras (MS VI:

45
734v). Pero no pueden haber sido muchos. Por otro lado, cuando en
1586 se hizo un elenco de los miembros de un grupo indígena de Tutu-
rripi, once de los trece hombres útiles registrados, habían sido ya censa-
dos siete años antes para la sucesión de Hernández.

Esa lista (MS VI: 706) tiene especial interés, ante todo porque
anota las familias, con los nombres de las mujeres y los hijos. Es la que
sigue.

El cacique Anadu, su muger Meseria y una hija suya pequeña y


dos hijas de su mujer, Manyara y Minimaya.
Por toda esta casa son 5 personas

Otra casa: Acarra y su hijo, Guarri 2 p.


Otra casa: Yabarri, su muger Miniria y un hijo que se
llama Taparo 3 p.

Otra casa: Yopa 1. p.

Tura, con un hijo que se llama Maquibara 2 p.


Haguarica 1 p.
Hobera 1 p.
Yonoma con su muger Urumaya y una hija llamada
Menoria 3 p.
Tobari; su muger Guaguira y un hijo, Guariba 3 p.
Numa; su muger Menema y dos hijas, Maya y Tuornopa 4 p.
Aguama; su muger Uria, con un hijo, Yema y una hija,
Minimaya 4 p.
Tomaya; su muger Tobariya y tres hijos que se llaman
Querrema, Barua y Hebara 5 p.
Garrina ( ?); su muger Caraobe y dos hijas 4 p.

Contando a los dos hombres sin mujeres pero con hijos como casa-
dos o jefes de familia, esta minúscula muestra demográfica daría una
tasa de conversión casados: población de 3,8 y de tributarios: población

46
de 2,9. Estos datos, sin embargo, carecen de valor general, ya que el
elenco no incluye a reservados y personas a cargo (viejos, enfermos,
huérfanos, etc.), ni a niños de pecho, ni a los "ausentes" que compli•
can los recuentos pormenorizados que se hacían, más tarde, en otras
partes. Sin los ausentes —cantidad negativa variable que los mismos ve-
cinos de Toro no habrán conocido— esos exentos, reservados e infantes
de menos de tres años hubieran constituido hasta 20 por ciento de la
población total.

El último de los cálculos demográficos contemporáneos, el de la


carta enviada a la Audiencia en julio de 1593, sirve solamente para de-
mostrar el progresivo decrecimiento de la población indígena. Intencio-
nadamente vaga, la carta dice que entre Cáceres y Toro hay "pocos na-
turales de Paz que seran como mili yndios casados" (MS I: 53). No
está dicho cuántos de éstos pertenecían a Toro: quizá todos, o casi todos,
ya que Cáceres nunca tuvo realmente indios de paz. Si los ponemos en
800 y si aceptamos el cálculo de Velásquez de los 6.000 hombres de ar-
mas al momento de la conquista, la merma resultaría de 81 por ciento.
Pero si reducimos a la mitad el número de los hábiles al tiempo de la
entrada española, tendríamos el siguiente cuadro:

Año Varones Varones Casados Solteros % Merma Población

15-50 años 18-50 años varones Total?

1573 3.000 2.640 2.100 900 12.000


1583 2.045 1.800 1.432 613 31,8
1593 1.142 1.005 800 343 44,1 3.680•

* Al conjeturar la población en 1593, hemos aplicado la tasa de conversión sugerida


por las informaciones sobre el grupo de Anadu, de Tuturrupi, anotadas arriba.

Este cuadro hipotético supone una pérdida (de hombres) de 62 por


ciento en el lapso de veinte años. Puede haber sido aun más; por ejem-
plo, si los casados del distrito de Toro no fueran sino 700 en julio de
1593, la pérdida hubiera sido de 66,6 por ciento. Son cifras impresio-
nantes, pero no puede errar en mucho la cuenta: los Yngará se acaba-
ron antes del abandono de Toro chocoano y en 1627, el visitador Lesmes
de Espinosa no encontró sino dos encomiendas de Tootumas, cada uno
de un solo indio útil, entre los vecinos de Toro vallecaucano (AHN, Go-
bierno: T. I: f. 69v). Se menciona a un cacique tootuma en 1628, pero

47
estaba residente en Tatamá (MS X: f. 560). Estos no eran, claro está,
los últimos Tootumas; sin embargo, la tribu como tal estaba práctica.
mente extinta antes del segundo tercio del siglo XVII.

Por lo que al resto de las tribus se refiere, las indicaciones son po-
cas e inciertas. Descubridores y aspirantes al descubrimiento solían insis-
tir sobre lo "muy pobladas" de las regiones halladas o por hallar, y des-
de tiempos de Gómez Hernández las provincias de los Chocó eran repu-
tadas por "muy pobladas" y "de mucha cantidad de gente de yndios".
Fray Martín aceptaba que estarían "pobladas sin hazer interrucción algu-
na. . de población trabada" (MS I: 79). En cambio, había quien infor-
mara a Castellanos que esa tierra "humida, pluviosa, desgraciada" era
"de pocos naturales, aunque ricos" ( T. III: 705 ). Cierto es que el he-
cho de que dos soldados de la entrada de 1539, heridos y abandonados
de sus compañeros, pudieron atravesar esa tierra para llegar a salvo a
Armenia, sugiere que los Chocó debieran ser, o menos de cuanto se los
reputaban, o bien de índole mucho más compasiva.

De los Noanama, pueblo recio que aun subsiste a pesar de siglos de


lucha y vejaciones y más recientemente, de la inexorable presión de la
creciente población negra, no se conocían sino los que habitaban las ori-
llas del San Juan, en número no establecido. Los Chanco, idealmente
sujetos a Cáceres, eludían los controles usuales, y de las demás tribus una
buena parte no era, para los pobladores españoles, sino nombres oídos de
prisioneros y encomendados. Algunas de estas agrupaciones habrán sido
muy pequeñas —quizás, no más de dos o tres familias extensas— pero
otras tenían cierta importancia. Considerando cuántos eran, nos inclina-
mos a pensar que en conjunto formaban una población altochocoana de
no menos de 35.000 ó 40.000 ánimas, hacia mediados del siglo XVI.

(En la continuación de estos apuntes, que aparecerá en un número


próximo de la Revista veremos algo de las características y pautas cultu-
rales de las tribus surchocoanas del siglo XVI, hasta donde las registran,
o las dejan deducir las fuentes de la época).

48
FUENTES Y REFERENCIAS

1)0CUMENTOS INEDITOS

ACC. Archivo Central del Cauca. Popayán.


ADVG. Archivo Dominicano, Fondos Vacas Galindo. Quito.
AGI. Archivo General de Indias. Sevilla.
AHNB. Archivo Histórico Nacional. Bogotá.
AHMC. Archivo Histórico Municipal. Cali.
ARAH. Archivo de la Real Academia de la Historia. Madrid.
MS I AGI, Audiencia de Santa Fe: Legajo 93: Número Ramo 3: Doc. 30.
(Documentos y notas reunidos por Melchior de Salazar, 1574-1596).
MS II AHNB, Colonia: Historia Civil: Tomo III. (Escrituras, cédulas, pro-
banzas, cartas, etc., relativos al Chocó meridional, 1572-1578).
MS III AHNB, Encomiendas: Tomo I: ff. 430-879. Pleito de Diego de Pa-
redes con Juan Alonso Hincapié, por indios, 1582 y ss.
MS IV AFINB, Encomiendas: Tomo IV: ff. 5 ss. Autos en razón del apun-
tamiento de los indios de Cáceres, 1576-1577.
MS V AHNB, Cacique e indios: Tomo VI: f. 88 ss. Pleito de Rodrigo de
Rojas con Diego de Ortega por indios, 1577.
MS VI AHNB, Caciques e Indios: Tomo X: ff. 694-773. Pleito del tutor del
heredero de Alonso Hernández, con Cristóbal García Montaño, 1578.
MS VII AHNB, Tierras de Cauca: Tomo II: ff. 2-359v. Pleito por una estan-
cia otorgada en 1573 por Melchor Velásquez al escribano Orellana.
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MS IX AGI, Audiencia de Quito: Legajo 16.
MS X ADVG, Secular: Tomo 16.
MS XI ADVG, Secular: Tomo 17.
MS XII ADVG, Secular: Tomo 31.
MS XIII AHNB, Caciques e Indios: Tomo IV: ff. 1.021 ss.
MS XIV AGI, Mapas y Planos: Panamá 329. Es el mapa que hizo Melchior
de Salazar en 1596, antes de Aud. de Santa Fe 93.
MS XV AGI, Justicia: Legajo 564.
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APENDICE I.
TOPONIMOS ALTOCHOCOANOS REGISTRADOS
EN DOCUMENTOS DEL SIGLO XVI

Alibusu Lugar de Tuturrupi en donde había la casa de


Tucaarri. (MS VI: 751v)

Amaposua, Moposua "Provincia" tootuma, del cacique 0epi. Parece


corresponder al valle superior del actual río (MS V: 118v-122,
Sipí. 127)

Arbiaru ("Arboro") Lugar, quebrada, aledaño a Tundaca. Habitado


por Yume y su familia, y luego ocupado por
Mare, Bobaye y otros indios de Amaposua,
por orden del encomendero Rodrigo Rojas. (Cf.
Huico, Bequeya, Penaría, Pepemya) (MS V: 121, 123v)

Auico, v. Huico...
Baeza, Valle de Llamado también, Valle de las Fortalezas. Pare-
ce haber sido el alto Bojayá, o posiblemente,
el alto Baudó

Barbacoas, Las Así llamaban los españoles a varias partes del


territorio chocoano, como a otras regiones en
donde los indios hacían sus casas elevadas del
suelo "a manera de barbacoas".

Baune, río Un nombre del actual río Baudó. Cf. Calarbado. (HDC: IX: 98; VT.
mapa de 1610
Figura 6)

Bebomo El "segundo valle" de la jurisdicción de Cace-


res, en territorio chanco. Posiblemente el del
actual Cajamarca? (MS V: 26)

Bequeya Sitio en que vivía Bobaya en 1577. Estaba a 7


leguas de Fepemya. (MS V: 115v)

Buenaventura Puerto situado en el río hoy llamado Anchicayá. (ROmoli 1962)

Cáceres, villa Fundada en 1573 y abandonada luego. (MS IV: 8-10)

59
Cáceres, ciudad Nuestra Señora de Concepción de..., fundada
en 1575 en parajes de La Llanada (Municipio (MS I, iii: 7;
de Bolívar, Valle) abandonada en 1595. MS IV: 8-10)

Cara, v. Cara

Catru, río Afluente del Dubasa, tributario del Baudó. (HDC 9. 9:98)

Cacarbado, río El río Baudó. (MS I: 48v, mapa


1596)

Cerrua Provincia o comarca en la banda derecha del


río de los Yngares, que parece haber compren- (MS III: 478, 479,
dido a varios cacicazgos. 579v)

Citara, Citarabirá Comarca del Atrato superior, en que está ac- (MS X: 553, 558,
tualmente la ciudad de Quibdó. 561)

Chancos, río de Nace en la sierra entre el Valle del Cauca y el


del río de las Vueltas; desemboca en el Cauca
cerca a Ansermanueva. (MS II: 68)

Chanquinina Valle, provincia en tierra de los Chanco. Hoy,


Sanquininí, río afluente del Garrapatas. (MS IV: 27)

Chocó Región entre el alto Atrato y el alto San Juan. (MS I: 49 y el


mapa de 1596)
Chocó, río del El actual San Juan (HDC, VIII: 87,
N° IX: 97)

Dabaybe Mítica ciudad de oro que se creía estar en un


afluente del Atrato. La primera versión de la
leyenda está en Mártir, Dec. 7: lib. 10; todavía
en principios del siglo XVII, se daba plena fe
a este Dorado del occidente colombiano.

Darién, río de El río Atrato de hoy. El Darién original era el


actual río Tanela (o Tarena) y también, en el
uso español el cacicazgo que ocupaba la cuen-
ca de éste. El nombre fue tomado después por
el Atrato, el Tuira y sobre todo por la provin-
cia que comprendía la parte oriental del Istmo
de Panamá.

Duquamoco Lugar del cual era cacique Card; encomienda


de Diego Cordero Osorio, y más tarde de su
viuda. (MS III: 454, 368v)

Ebirá "Provincia" entre el Baudó y las provincias de (MS I: 48v; mapa


los Chocoes. de 1596)

Garrapatas, río El mismo de hoy. Nace al O de Ansermanueva,


corre al S entre la Cordillera principal y el im-
portante ramal de ésta llamado Serranía de los
Paraguas, se tuerce a SO y luego a NO para

60
unirse muy abajo con el Sipí. La parte más
alta de su curso se llama Río de las Vueltas. (MS I: 7)

Guaguare Loma en el límite entre las tierras de Qepi y de


Taparo. (MS V: 123, 124)

Guameyr (Guameir) Lugar en el límite entre las provincias de los


caciques Qepi y Carrapira. (MS V: 127)

Guarbure "La otra parte" de la loma de Nonaya. (MS V: 120v)

Guaya Pueblo chocó, según el P. Medrano; saqueado


por Moriones en 1573. (Cf. Guaya, apellido too-
tu ma). (MS II: 77v)

Guema, río Afluente del río San Juan, donde los Noanama
mataron a nueve soldados de Velásquez en (Simón Pt. 39:
1590 Not. 7: cap. IV)

Huico, (Auico) Tierra que ocuparon Mare y Bobaye aledaña a


Tundaca. (MS V: 115)

Manananbira "Provincia" de habla chocó, según el padre


Medrano; al parecer perteneciente al Bajo Cho-
có. (MS II: 79)

Motogoya Sitio "al otro lado" de la quebrada Yata. (MS V: 122v)

Nenaya, Nonaya Loma que marca el límite entre Amaposua y


la provincia de Taparo (MS V: 119-123v)

Nainzo Valle de los Chanco, sujeto a la ciudad de Cá-


ceres. (MS IV: 13v)

Negro, río Tributario de Cajón en el cual había algunas


de "las ricas minas de Toro". Hoy conserva (MS I: 54; MS X:
el mismo nombre. 553)

Ocaña, "ciudad" Nuestra Señora del Socorro de..., luego, N. S.


de Esperanza de Ocaña. Fundación fantasma,
supuestamente en el Chocó, hecha por el te-
niente Miguel Dávila en 1575, por medio de (MS II: 103-219,
su hijo Cristóbal. passim)

Oragua, Oraua Provincia, o parte de ella, de que eran caci-


ques Taparo y Qogobara, a la cual sucedió Ma-
ouibara. En la hoya del río de los yngaraes. (MS III: 444v)

Pelleria Quebrada "por otro nombre Arbiaru, en donde


había una casa". (MS V: 123v 126)

Pepemya, Pepenía Lugar de Amaposua, a siete leguas de Huico/


Arbiaru, en donde vivía Bobaye antes de emi- (MS V: 119v, 123,
grar. 127)

61
Perre, río Según el mapa de Salazar (Fig. 1) el río De - (Mapa de 1596
gua inferior. (Fig. 1)

Pucutado, río Afluente derecha del San Juan, en la cual vi-


vían muchos indios cirambiraes. Nombre y no-
ticia provienen de un cautivo noanama. (MS 1: 48v)

Roldanillo En el siglo XVI "pueblo de indios" y hato de


la Corona.

Rocoda Lugar en la frontera entre la provincia de Ama-


posua y Tarraraca. (MS V: 122v)

San Faustín, río Afluente izquierda del San Juan, en tierra de


Noanamas. (Simón: 39 7:1)

Santiago del Chocó "Ciudad" fundada por el gobernador Melchor


Velásquez en 1579; teniente, el capitán Diego (MS XII: 299
Fernández Barbosa. Tuvo vida muy breve. et. seq.).

Sima Provincia en las cabeceras del Río San Juan, (DIRD III: Robledo
de "bravas y altas montañas", por donde Gó- 1540; Cieza de
mes Hernández entró al Chocó en 1539. Hoy, León, op. cit.: C.
San Antonio de Chamí y sus contornos. XV; HDC, N9 II).

Tabira Provincia de habla chocó, "que está a las es-


paldas de Anserma". (MS II: 79)

Talayra Quebrada aurífera de Tuturrupi. (MS VI: 705, 707)

Talula Quebrada aurífera en-Tuturrupi, descubierta des-


pués de 1577. (MS VI: 707)

Tamana (Tamaná) Río que Melchor Salazar identifica con el San


Juan actual, o río de Noanamas. El río Tamaná
actual, formado por el Habita, el Yngará y el (MS 1:3, 48, 49;
alto Tamaná, es afluente importante del San mapa de 1596;
Juan, y está identificado por este nombre ya mapa de 1610;
en documentos de principios del siglo XVII. HDC, Doc. VII, etc.)

Tatama ("Tabania") Provincia, cerro y río. Cabeceras del San Juan. (MS 1:44; MS X:
555)

Tatape Jorge Robledo lo menciona como visto en las


partes del Chocó. (DIRD III: 319ss)

Tauria Lugar junto a Tuturrupi, límite entre las provin-


cias de Cepi y de Carrapira. (MS V: 126)

Taurrua Cerro o loma, que marca el límite entre las


tierras de los caciques Taparo y Carrapira. (MS V:121)

Tacayta Quebrada aurífera de Tuturrupi. (MS VI: 705)

62
Tebu "El aguasal". Lugar en el margen del río de los
Yngaraes, en donde había pozos de sal. En
tierra del cacique Maquibara. (MS III: 445)

Terpi Plancito al pie de la loma Nenaya, en donde (MS V: 119, 122,


el encomendero Ortega (de Cap° tenía una roza. 123)

Terrniji Provincia de habla chocó, "que ba Rodeando


los chancos, tootumas e yngaraes", según Me-
drano. (MS 11:79)

Toro Nuestra Señora de Consolación de... Ciudad


fundada por Melchor Velásquez en el río de los
Chancos, no lejos del río Cauca, el 3 de junio
de 1573. Su traslado a tierra chocoana en un
afluente del actual río Habita, se protocolizó (MS 1 passim; ma-
en diciembre de 1573. En 1595, fue establecida pa de 1610 (Fig. 2);
en el sitio que hoy ocupa, en la banda izquier- MS II: 68-68v;
da del río Cauca. (Véanse los mapas). 76-77, 78; et al.).

Tundaca Paraje, encomienda de Diego de Paredes, a


donde emigró Amarrua, echando a los jefes an- (MS III: 434, 447v,
teriores [libia y Sabia. A 7 u 8 leguas de Urru 481v; MS V: 114,
y Tebu; aledaño a Arbiaru/Huico. 115)

Tuturrupi Lugar y cacicazgo en el valle del Sipi arriba de (MS I: 54; MS V:


la confluencia de este con el Carrapitas. 114v, 119-123v,
passim)

Tuturrupi, río El río Sipi inferior. (FIDC, Doc. IX: p.


43; mapa de 1610
(Fig. 2); Simón 3t
7: III)

Urru Paraje de la banda derecha del río de los Yn-


garaes, en la provincia anteriormente de Taparo (MS III: 560v-568,
y Coz;obara, luego de Maquibara. P•)•

Yarrama Provincia tooturna que abarcaba la región del


río Cajón y sus brazos, desde las faldas occi- (MS I: 78; MS III:
dentales del Cerro Torra hasta los bajos de la 453v; HDC, N9 IX:
margen izquierda del San Juan. 97)

Yarrama, río de El río Cajón de hoy. (MS I: 48, 53, 54;


HDC, Doc. IX: 96,
97; mapa de 1610
Fig. 2).

Yata Quebrada (valle) que dividía a los cacicazgos (MS V: 119, 121v;
de Cepi y Taparo y a los de Tarami y Carrapira. MS VI: 755).

Yngaraes, río de El mismo do Vnara de hoy, al parecer el nom-


bre se aplicaba también al trecho hasta juntas
de Tamaná. (MS III, passim)

63
Ysaza (¿Ysaja?) "Que esta en medio de todo la tierra de chocó".
Una de las provincias de habla chocó. (MS II: 79)

Ytacu Provincia del chocó, según las representacio-


nes de Miguel Dávila en la que el hijo de
éste habría fundado simbólicamente la ciu-
dad de Ocaña. Compárese con Ytacuma, el
cacique de los Yngará perseguidos por los me-
rodeadores chocoes (MS II: 148). (MS II: 200, 219)

Yuyurruma (Ayayu- Paraje de la provincia que había sido de Taparo


ruma, Yuruma) y Coeobara, y luego de Maquibara; en el río (MS III: 454v,
bajo de los Yngaraes. 455v)

Cara (Sara) Cacicazgo limítrofe de Toro, cuyo río era el (MS I: 77v; MS VII:
actual Hábita. 173v mapa de
1610; MS III: 155v)

Corro Lugar de las partes del río de los Yngaraes. (MS III: 566v)

A estos nombres, se pueden agregar, a título de folklórico más que histórico, algunos
que refirió Fray Martín Medrano como propios del valle del río Darién (Atrato) y de
las partes "Azia Cabo de coRientes y Panama y nombre de Dios". Fray Martín dijo
que de interpretes y cautivos chocoes "se tuvo por noticia cierta que estava alla gran-
disimo numero de yndios enemygos de los chocoes entre los cuales estava...

la probincia de guaxi
la probincia de los aguagaxi
la probincia de obuesuna
quia ques la probincia de los yndios chiquytos.
sebana que los yndios chocoes llaman mundabida..
la ,probincia de peRena la de dabaybe
la probincia de peaberna
la probincia de yndias flecheras que llaman caeiguayas". (MS II: 79-79v).

64
APÉNDICE 2

TRIBUS ALTOCHOCOANAS REFERIDAS EN EL


SIGLO XVI

Grupo Ubicación Referencia

Botabirá En la costa del Pacífico, al Sur de los Eripede. Salazar, quien cita
(Son los "Bogobaes" o "Bogotaes" de unas es- como fuente al Noa-
cuetas referencias posteriores). nama Aricum: MS I:
48v; Mapa de 1596
(Fig. 1).

Burgalantede De ubicación incierta. Salazar la nombra como


del sector meridional del territorio. MS I: f. 48.

Cagagimbe De ubicación incierta. Nombrado por Salazar


entre los grupos meridionales de su goberna-
ción. MS I: f. 48.

Cirambirá En el Río Pucutadó (afluente der. del San Juan) MS I: f. 3, 48v; Ma-
y entre el Docampadó superior y el Río Pepe. pa de 1596 (Fig. 1);
HDC, Doc. IX.

Cobirá En las partes del Río Baudó. MS I: f. 8.

Coronados, véase Guarra.

Copomá, En el alto Río Copomá; aledaño a los Chanco. MS I: f. 53; MS IV:


Coponamá f. 26v.

Chanco Altas vertientes chocoanas de la Cordillera Occi- MS II: ff. 42v, 45,
dental, desde el Río Garrapatas superior hasta 73v-417 passim; MS
los nacimientos del Río Calima. Posiblemente, III: 476, 476v:; MS
en el Cerro de Chancos entre el Calima y el IV: 8-8v y passim;
Dagua, aunque este nombre parece de fecha MS V: 107v, 116-
posterior. 117; Mapa de 1596;
Cieza, Crónica del
Perú, c. XXVI.

65
Chiloma Se nombran en asociación con los Chanco:
"los chancos y chilomas", como a comarcanos. MS I: f. 48; MS II:
La ubicación dada por Salazar en el mapa de ff. 42v, 45, 76; Ma-
1596, es errónea. pa de 1596 (Fig. 1).

Chocó Desde el alto Río Atrato hasta el alto San Juan. Robledo 1540; DIRD
III: 119 ss; MS I: 49,
53-54 y passim; MS
II: 45v, 74, 77v-78,
103-104; Mapa de
1596 (Fig. 1); etc.

Ebirá Entre el Río Baudó y las provincias chocoes. Mapa de 1596 (Fig.
1).

Eripede
l Al Sur del Baudó: al parecer, parajes del Cerro MS 1: f. 6, 48v; Ma-
Usarraga y Río Nagua. pa de 1596.

Guarra Río de las Vueltas y Serranía de los Paraguas,


entre los Chanco y el paso a las provincias MS II: ff. 78v, 165,
yngaraes. 167, 181, 202; MS
III: 481v.

Guerbaro Salazar la ubica en la banda Sur del Río de


Perre (al parecer, el Dagua inferior). Faltan MS I: f. 48; Mapa
otros datos. de 1596.

Morirama, Marira• Al Sur del Cabo Corrientes (parajes de Virudó). MS I: ff. 6. 48v, 49;
ma Mapa de 1596 (Fig.
1).

Noanama En ambas bandas del Río San Juan, desde el MS I: 6. 44, 48v-49,
Sipí hasta Munguidó, y en una parte de la 53v-54v; Mapa de
costa. 1596.

Orocubirá En la costa del Pacífico al N. de la desembo- MS I: 48v; Mapa de


cadura del Río Baudó. 1596.

Perra Salazar los localiza en la banda derecha del


río del mismo nombre, lo que parece ser el MS :I: 48; Mapa de
Dagua inferior. 1596.

Tatamá * En el río del mismo nombre, brazo cabecera


del San Juan, y las faldas del Cerro Tatamá. MS I: 44.

Tootuma De la cuenca del Río Tamaná y sus afluentes


(menos el alto Yngará) hasta la del Sipí inclu- MS II: 73v-74, 76v-
sive, y de las cumbres de la Cordillera hasta la 78v y passim; MS
margen izquierda del San Juan. III, IV, V y VI.

Yaco Valle del Río Calima. MS I: 48, 53; Mapa


de 1596.

66
Yngará Parte mediana y alta del valle del Río Ingará;
posiblemente, en las cabeceras del Río Opo- MS II: 76v-78v; 33,
godo. 105, 148, 213v.

* En una transcripción, por error, "Tatania".

No se incluye en el elenco la tribu de los Ochopolo u Ochopelo, mencionada en unas


declaraciones de 1574: "las provincias de chancos y chilomas y los ochopolos valle
de baeza y dabaybe..." (MS II: 42v, 45). Si realmente existió ese pueblo, debe de
haber sido en la cuenca del Atrato, en donde uno de los declarantes, Francisco de
Orellana, había sido en dos ocasiones con Gómez Hernández.

67
Radar foto: La Cordillera Occidental; en le parte central, el macizo del Cerro Torra (Insti-
tuto Geográfico Agustín Codazzi).
Costa de! Pacífico' Boca Usaganá entre el delta del San Juan y el río Baudó. (Instituto Geográfico Agustín Codazzi).
Confluencia del Catrú y el Dubasa.
Foto: Fernando Urbina.
Cerro Torrá (3.670 m.). Vertiente occideMal, vista desde el río Cajón (Yarrama).
Canoas Noanamas.
(Foto: archivo I.C.A.).

"He ido hasta donde se puede ir en


canoa" (MSI:f) (Foto archivo I.C.A.).
Varón Chocó-Emberá Joven chocó-emberá
(Foto: Fernando Urbina). (Foto: Fernando Urbina).

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