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MEMORIAS DE LAS XI JORNADAS INTERNACIONALES DE ARTE,


HISTORIA Y CULTURA COLONIAL

Uniendo las cuatro partes del mundo: transferencias culturales en el Imperio hispánico

I. S. S. N. No. 2322-7141

29 al 31 de agosto de 2018
Museo Colonial
Bogotá D. C., Colombia

2
TABLA DE CONTENIDO

Presentación .......................................................................................................................... 4
Ponentes ................................................................................................................................ 6
Una nueva tecnología imperial. La experiencia española (1519-1808)
Joan-Lluís Palos ................................................................................................................... 10
Colonia y constitución, conceptos políticos fundamentales del periodo monárquico
tardío.
3
Francisco Ortega ................................................................................................................. 24
Entre Occidente y Oriente: América como puerta española a China en la época
moderna.
Diego Sola ............................................................................................................................ 44
Navegación y encuentro de saberes en la conquista de América.
Mauricio Nieto ....................................................................................................................60
El Estado de Brasil en el Imperio portugués: Dinámicas culturales y consolidación del
poder real en el siglo XVII.
Joana Fraga........................................................................................................................... 78
La Monarquía Hispánica y el Nuevo Reino de Granada: fiestas monárquicas y ejercicio
del poder en los siglos XVII y XVIII.
Verónica Salazar ..................................................................................................................90
Inicio
Presentación
“Lo que ayer era desconocido hoy se vuelve familiar; desde ahora lo inaccesible está
disponible y lo lejano puede irrumpir súbitamente en lo próximo”. Con estas evocadoras
palabras el historiador francés Serge Gruzinski describe la mundialización ibérica que
tuvo lugar en el siglo XVI. Gracias a este proceso de apertura, los horizontes de los
imperios peninsulares se expandieron a tal punto que lugares tan distantes entre sí como
Castilla y China, la India y Brasil o África y Lisboa se conectaron sin precedentes. Ante
esta situación surgen, al menos, dos interrogantes: ¿Cómo lograron estos sistemas
4 políticos extenderse con tal magnitud y rapidez? Y ¿cómo mantuvieron su unidad e
influencia a lo largo de tres siglos?

Para responder a lo anterior, la historiografía tradicional ha planteado soluciones que


proponen a la religión católica y al poderío militar como los factores responsables de la
cohesión imperial y de su dominio a escala planetaria. Sin embargo, recientes estudios
afirman que estas miradas se han quedado cortas. Es así como se ha determinado que,
además del uso de la fuerza, el establecimiento de un campo cultural fue determinante
para crear un espacio en el que los mensajes circularan y se apropiaran de manera eficaz.
De esta manera, a través del uso de herramientas culturales, se logró la creación de
marcos comunes de referencia y así se legitimó el poder y la perdurabilidad de los
imperios ibéricos.

Este nuevo enfoque es heredero de una tradición historiográfica que ha pensado la


complejidad de las monarquías compuestas, concepto propuesto por John Elliott y
Helmut Koenigsberger. Además, se ha nutrido de los aportes de académicos como John
Kenneth Galbraith y Joseph Nye, quienes se han aproximado al concepto de poder a
través de medios diferentes de la fuerza, como lo son los recursos de la cultura y la
persuasión. Esto sin dejar de lado las propuestas teóricas provenientes desde la historia y
la historia del arte, en las que investigadores del talante de Gruzinski y Thomas DaCosta
Kaufmann, han estudiado el universo de las transferencias culturales y los campos
culturales respectivamente.

Estos impulsos dentro de las ciencias sociales han dado pie a una concepción amplia de
los imperios ibéricos dentro de grupos institucionales como la red de investigación
Poder y representaciones culturales en la época moderna de la Universidad de
Barcelona, cuyos esfuerzos se han dirigido a considerar la cultura y sus múltiples formas
como un elemento que permitió efectivamente “unir las cuatro partes del mundo”.

En la decimosegunda edición de las Jornadas Internacionales de Arte, Historia y


Cultura Colonial y en alianza con la ya mencionada red de investigadores de la
Universidad de Barcelona, tenemos el propósito de darle cabida en el Museo Colonial a
las últimas propuestas de la historiografía. Esto con el fin de acercarnos a nuevos
enfoques que permiten pensar ampliamente los imperios ibéricos, a través de las redes
culturales que se tejieron para asegurar su longevidad e influencia.
5
Esta perspectiva es útil para expandir la mirada dirigida hacia los orígenes e influencias
globales que se encuentran en los objetos que nuestra colección. De igual manera, como
institución que vive de cara al presente, somos conscientes de que estos estudios pueden
suscitar reflexiones refrescantes sobre la conformación de los nexos culturales
contemporáneos en tiempos de la llamada globalización, así como para evidenciar la
supervivencia, en la actualidad, de múltiples elementos de la cultura que fueron
precisamente pensados para el sostenimiento de un sistema político como el de los
imperios ibéricos.
Inicio
Ponentes

Joan-Lluís Palos
Profesor de Historia Moderna en la Universidad de Barcelona (España) y coordinador
de la red de investigación Poder y representaciones culturales en la Época Moderna. Ha
sido investigador invitado en las universidades de Harvard (Villa i Tatti, Florencia),
Johns Hopkins, Federico II (Nápoles) y Cambridge. Su trayectoria investigativa ha
seguido cinco grandes líneas: a) el tribunal de la Inquisición en Barcelona, b) las
6 relaciones políticas entre Cataluña y la monarquía de los Austria, c) el pensamiento
político en Cataluña y la Guerra de los Segadores, d) el papel de las imágenes como
fuente documental para los historiadores, e) el mecenazgo artístico y la mediación
cultural de los virreyes españoles en Nápoles y f) los matrimonios dinásticos y el papel de
las mujeres en las circulaciones culturales en la Europa Moderna.

En la actualidad, se ocupa de las relaciones culturales entre Florencia y España en el


Renacimiento y el lugar del Imperio español en el proceso de la primera mundialización
a comienzos de la Edad Moderna. Sobre estas cuestiones ha escrito varias monografías y
dirigido diversas tesis doctorales. Entre sus publicaciones recientes están: Los virreyes
de Nápoles y la imagen de la Monarquía de España en el Barroco , L’impero di Spagna
allo specchio: Storie e propaganda nei dipinti del Palazzo Reale di Napoli, Italia y Two
Scripts for a Single Scene Naples, Barcelona and Lisbon in the Spanish Empire: Old
Civic Traditions and New Court Practices.
Sitios web: http://transferts.education/presentacion/
Francisco Ortega
Doctor de la Universidad de Chicago (2000) y profesor asociado en el Departamento de
Historia de la Universidad Nacional de Colombia, en Bogotá. Investigador asociado al
Centro de Estudios Sociales (CES) de esta Universidad, fue su director entre el 2005 y el
2008. Investigador postdoctoral en el proyecto “The Research Project Europe 1815-
1914”, con sede en la Universidad de Helsinki y el Santo Domingo Scholar en el Centro
de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Harvard. Ha sido profesor invitado
en la Universidad de Stanford, el Instituto Max Planck para la Historia del Derecho en
Frankfurt y la École des hautes études en sciences sociales.

En el 2005 prologó y editó la antología La irrupción de lo impensado con trabajos


teóricos de Michel de Certeau (Bogotá: Editorial Javeriana) y posteriormente editó dos
libros sobre historia, memoria y sufrimiento social, ambos con la Universidad Nacional:
Veena Das: Sujetos de dolor, agentes de dignidad 2008; e Historia, trauma, cultura:
Reflexiones interdisciplinarias para el nuevo milenio (2011). En 2012 publicó Conceptos
fundamentales de la cultura política de la Independencia y Disfraz y pluma de todos:
Opinión pública y cultura política, Siglos XVIII y XIX. En el presente adelanta un libro
7 sobre la historia intelectual y política del siglo XIX gran-colombiano.

Diego Sola
Doctor en Historia (2017), profesor e investigador postdoctoral en la Facultad de
Geografía e Historia de la Universidad de Barcelona. Ha sido PhD Visiting Student en
la Facultad of Historia de la Universidad de Cambridge (Reino Unido). Premio
Extraordinario de Doctorado. Actualmente participa en varios proyectos de
investigación, como los de la red Poder y representaciones: Transferencias culturales en
la Época Moderna, en el grupo Ethnographies, Cultural Encounters and Religious
Missions (ECERM) de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona y en el del Grup
d’Estudis d’Història del Mediterrani Occidental (GEHMO). Recientemente ha publicado
el libro El cronista de China. Juan González de Mendoza, entre la misión, el imperio y la
historia (2018). Autor de otros libros de historia y divulgación y de artículos en revistas
académicas como Tiempos Modernos o Estudios (Universidad de Costa Rica).
Conferenciante en las Aulas de Extensión Universitaria para Mayores (Barcelona).
Mauricio Nieto
Doctor en Historia de las Ciencias de la Universidad de Londres y profesor titular del
Departamento de Historia de la Universidad de los Andes, en Bogotá. Sus
investigaciones se han centrado en las relaciones entre ciencia, tecnología y política en
contextos imperiales y coloniales del mundo Atlántico de los siglos XVI al XIX. Sus
publicaciones más relevantes son: Las máquinas del imperio y el reino de Dios (2013);
Orden Natural y Orden Social: Ciencia y política en el Semanario del Nuevo Reyno de
Granada (2007), obra galardonada con el premio Alejandro Ángel Escobar de ciencias
humanas y sociales (2008); La obra Cartográfica de Francisco José de Caldas (2006); y
Remedios para el imperio: Historia natural y la apropiación del nuevo mundo (2000),
libro laureado con el premio Silvio Zavala de Historia Colonial (2001).

Joana Fraga
Doctora en Historia de la Universidad de Barcelona (2013) e investigadora en el
Instituto de Ciências Sociais – Universidade de Lisboa (2017), gracias a una beca
postdoctoral Marie Curie (MSCA Individual Fellowship). Antes ha sido becaria
postdoctoral en la Università degli Studi di Torino (Italia) y en la École des Hautes
8 Études en Sciences Sociales (Francia). Su tesis de doctorado, “Three revolts in images:
Catalonia, Portugal and Naples 1640-1647” aborda la utilización política de las imágenes
en el contexto de las revueltas de 1640-1647 en la Monarquía Hispánica. Entre sus
trabajos se destacan: “Representing the King: the Images of João IV of Portugal (1640-
1652)” (en prensa) y “Trois révoltes en images: Catalogne, Portugal et Naples (1640-
1647)”, texto en colaboración con Joan Lluís Palos, (2016). Actualmente trabaja en la
comunicación política entre los gobernadores generales y virreyes de los Estados de
Brasil e India y el monarca portugués en los años 1640-1750.

Verónica Salazar Baena


Doctora en Historia de la Universidad de Barcelona (2013) y profesora asociada de la
Facultad de Sociología de la Universidad Santo Tomás, en Bogotá. Investigadora
postdoctoral del grupo de investigación “Poder y representaciones: Transferencias
culturales en la Época Moderna”, financiado por el Ministerio de Ciencia y
competitividad del gobierno de España. Su tesis de doctorado, Fastos monárquicos en el
Nuevo Reino de Granada: La imagen del rey y los intereses locales. Siglos XVII y XVIII,
se ocupa de estudiar las trasferencias culturales y las prácticas de gobierno ligadas a las
celebraciones reales en el Virreinato del Nuevo Reino de Granada. En el año 2017 fue
ganadora de la beca de investigación en Artes Visuales del Ministerio de Cultura. Entre
sus publicaciones más recientes se encuentran: El cuerpo del rey: poder y legitimación
en la monarquía hispánica (2017), La imaginería en el Nuevo Reino de Granada: Algunas
reflexiones en torno a la transferencia, circulación y apropiación de saberes durante los
siglos XVI, XVII y XVIII (2017) y Ceremonias Reales en el Virreinato de la Nueva
Granada (1739-1789) (2012).

Inicio

9
Inicio
Una nueva tecnología imperial
La experiencia española (1519-1808)*

Dr. Joan-Lluís Palos


Profesor Titular de Historia Moderna
Universitat de Barcelona
10 palos@ub.edu

Resumen
Los estudiosos del Imperio español acostumbran a concentrarse en dos momentos de su
historia: el de formación y el de decadencia. Ello ha llevado a olvidar una cuestión
decisiva: ¿cómo lograron los monarcas españoles conservar durante tres siglos el imperio
más extenso conocido hasta entonces sin poner jamás el pie en sus dominios de
ultramar? La respuesta a esta pregunta exige revisar algunos esquemas empleados hasta
ahora para comprender su naturaleza ya que los planteamientos duales basados en
conceptos como centro/periferia o metrópoli/colonias no han hecho sino oscurecer la
realidad. En los últimos años se ha abierto paso la imagen de un imperio policéntrico
que resta protagonismo a la corte real y concede un peso destacado a los territorios
considerados habitualmente como periféricos.
En mi ponencia, el Imperio español se presentará como una extensa y compleja red de
ciudades política y culturalmente integradas por un sofisticado ceremonial que

*
Una versión más amplia de este texto se publicará en el catálogo de la exposición temporal La ciudad en
fiesta: Celebraciones de la monarquía en el Nuevo Reino de Granada , que se desarrollará del xx al xx de
octubre en el Museo Colonial.
permitió, a través de eficaces simulacros, hacer presente la figura del rey. Se sugerirá
que, más que en el control directo de los territorios, el Imperio se fundamentó en la
acción de una multiplicidad de intermediarios que obtuvieron grandes beneficios y
fueron, consecuentemente, los principales artífices de su conservación.

Palabras clave: Imperio Español, Edad Moderna, gobierno, mundialización, campo


cultural, poder blando.

Abstract
Scholars of the Spanish Empire have usually come to focus on two moments of its
history: formation and decadence. This has led us to forget a crucial question: how did
Spanish monarchs manage to conserve for three centuries the most expansive empire
known until then without ever setting foot in their overseas dominions? The answer to
this question requires revising some schemes used so far to understand its nature since
the dual approaches based on concepts such as center/periphery or metropolis/colonies
have only obscured reality. In recent years the image of a polycentric empire, that
reduces the role of the royal court and gives weight to the territories usually considered
11 peripheral, has open way.

In my presentation, the Spanish empire will be considered as an extensive and complex


network of cities, politically and culturally integrated by sophisticated ceremonies that
allowed, through effective simulacra, making the figure of the absent king present. It
will suggest that, more than in the direct control of the territories, the empire was based
on the action of a number of go-betweens that obtained great benefits and were,
consequently, the main makers of its conservation.

Key words: Spanish Empire, Modern Era, Government, Mudialization, Cultural Field,
Soft Power.

¿Cómo lograron los monarcas españoles conservar durante tres siglos el imperio más
extenso del mundo moderno sin poner jamás el pie en sus dominios de ultramar?

Durante décadas los estudiosos han presentado al Imperio español como un enfermo
crónico aquejado de graves dolencias. Desde que fuera pavimentada por el historiador
norteamericano Earl Hamilton en 1948, la senda de la decadencia por la que según él
transcurrió el Imperio ya desde comienzos del siglo XVII, no ha dejado de explorarse.1
Según muchos estudiosos, la pendiente ligera pero constante se transformó, a partir del
annus horribilis de 1640, con las revueltas de Cataluña y Portugal, en una abrupta rampa
hacia el abismo. Al enfermo solamente le quedaba contar los días hasta su final
irremisible.2

El tiempo se encargó, sin embargo, de desmentir tan pesimistas previsiones. En el peor


de los casos, habría que conceder, el Imperio español gozó de una mala salud de hierro
demostrando que era capaz de vadear los más vertiginosos despeñaderos.

De la decadencia a la conservación
La resiliencia de que hizo gala el Imperio está llevando a muchos estudiosos a arrinconar
el debate sobre su decadencia para preguntarse por las causas que hicieron posible su
conservación durante un periodo tan prolongado.3 Y, sobre todo, a tomar conciencia de
las dificultades extremas que debieron afrontar sus gobernantes para lograrlo.

12 La principal de estas dificultades tuvo que ver con la geografía y las distancias infinitas.
¿Cómo administrar un conjunto de territorios aislados entre sí por océanos inmensos y
atravesados por infranqueables selvas e imponentes cordilleras montañosas?
Generaciones de historiadores se han mostrado convencidos de que todo era posible
con una buena organización y, consecuentemente, se han enfocado en el
funcionamiento del sistema de Consejos implantado por el emperador Carlos V. 4 Al
hacerlo, han dado vida al espectro de un poderoso centro político organizado alrededor
del monarca, imagen que los hechos se encargaron, una y otra vez, de desmentir. Lo que
ocurrió con la embajada que en 1581 el rey Felipe II proyectaba enviar a Wanli,
emperador de China, es solo un ejemplo entre muchos otros. Tras largos preparativos
coordinados por el Consejo de Indias, el virrey de México frenó en seco la misión

1
. Earl J. Hamilton, “La decadencia española en el siglo XVII”, en El florecimiento del capitalismo y otros
ensayos de historia económica (Madrid: Revista de Occidente, 1948).
2
. John H. Elliot, dir., 1640: La Monarquía hispánica en crisis (Barcelona: Crítica, 1991). El propio Elliott
subtituló significativamente su libro sobre la revuelta de los catalanes como “Un estudio de la decadencia
de España”. John H. Elliott, La rebelión de los catalanes, 2.ª ed. (Madrid: Editorial Siglo XXI, 2013).
3
. Pedro Cardim et al. eds., Polycentric Monarchies: How Did Early Modern Spain and Portugal Achieve
and Maintain a Global Hegemony? (Eastbourne: Sussex Academic Press, 2012).
4
. José Antonio Escudero, Administración y Estado en la España Moderna (Valladolid: Junta de Castilla
León, 1999).
diplomática al poco tiempo de poner pie en el continente americano. Lo más
sorprendente de este episodio no es la oposición del virrey al proyecto, sino la
resignación con la que el monarca condescendió a que sus órdenes fueran
contravenidas.5 Pero ¿qué otra cosa podía hacer? La compartimentación de sus dominios
en grandes áreas dirigidas por virreyes y gobernadores fue un recurso de gran eficacia
para extender los tentáculos de la Corona, pero el precio que hubo de pagar por ello fue
la cesión de una parcela importante de poder a unos agentes cuyas aspiraciones no
siempre coincidían con las suyas. El Imperio español fue un imperio virreinal en el que la
corte real, con toda su importancia, llegó a ser solo uno de sus centros de decisión.6

El cuadro de conjunto se entiende mucho mejor cuando se considera como una red en la
que no existía una única centralidad con diversas periferias, sino distintos focos
anudados entre sí mediante vínculos de índole diversa.7 El vigor de algunos de los
territorios considerados habitualmente como periféricos se puso de manifiesto en la
consolidación de antiguas metrópolis y la eclosión de otras nuevas. El Imperio español
fue también un imperio urbano tejido mediante múltiples intereses comerciales entre
sus élites. Lejos de comportar un declive de las ciudades, la autoridad de los Austrias
13 españoles convivió, y hasta cierto punto se basó, en la solidez de prácticas de gobierno
local con un marcado acento republicano. Ello nos sitúa ante una verdadera monarquía
de repúblicas urbanas en la que el poder del soberano se veía consolidado por la
constante implantación de nuevas ciudades, como acreditaría la naturaleza
esencialmente urbana del proceso de expansión territorial en América.8 Se hace
necesaria, como ha reclamado Alejandra B. Osorio, una nueva narrativa de la relación

5
. Diego Sola García, El cronista de la China: Juan González de Mendoza, entre la misión, el imperio y la
historia (Barcelona: Edicions de la Universitat de Barcelona, 2018), 121-122. Véase también Diego Sola
García, “El «U Prudente» ante el «Hijo del Cielo»: Una embajada agustina de Felipe II al emperador de la
China (1575-1582)”, Embajadores culturales: Transferencias y lealtades de la diplomacia española en la
Edad Moderna, dirigido por Diana Carrió-Invernizzi (Madrid: UNED, 2016), 59-80.
6
. Pedro Cardim y Joan-Lluís Palos, eds., El mundo de los virreyes en las monarquías de España y Portugal
(Madrid: Editorial Iberoamericana, 2012), 16-19.
7
. Cardim, et al. eds., Polycentric Monarchies, 3-11. Véase también Tamar Herzog, Frontiers of
Possession: Spain and Portugal in Europe and the Americas (Cambridge: Harvard University Press, 2015),
253.
8
. Manuel Herrero Sánchez, Repúblicas y republicanismo en la Europa Moderna (siglos XVI-XVIII)
(Madrid: Fondo de Cultura Económica-Red Columnaria, 2017), 22-26. Véase también la reseña de
Verónica Salazar Baena y la respuesta del autor en Fonteras de la Historia, Vol. 23, nº 1 (enero-junio 2018):
240-250.
entre modernidad e imperio que devuelva el protagonismo a metrópolis como Lima,
México, Manila o Nápoles, consideradas habitualmente como periféricas.9

Este panorama nos remite inevitablemente a un tipo de organización mucho más


compleja de lo que hasta ahora se había pensado. La historiografía anglosajona ha
identificado el origen de la “modernidad imperial” con los imperios del siglo XIX de
Inglaterra, Holanda, Francia o Alemania, obviando con ello las aportaciones de las
monarquías ibéricas, española y portuguesa, durante las tres centurias anteriores. Lo
cierto es sin embargo que, para bien o para mal –esa no es ahora la cuestión– la
monarquía de España fue capaz de desplegar una nueva tecnología imperial basada en la
creación de nuevos centros de poder a los que dotó de espacios específicos para su
representación; el diseño e implementación de nuevos modelos urbanos con los
consiguientes desplazamientos de población; la producción masiva de conocimiento en
forma de geografías, mapas, corografías, historias, gramáticas o diccionarios, y la
redacción de una ingente cantidad de documentos de gobierno como cartas, relaciones,
memoriales e informes que, manuscritos o impresos, abarrotan hoy los anaqueles de
inmensos archivos, muchos de los cuales fueron creados expresamente para la ocasión.
14
El debate sobre los orígenes de la primera mundialización está devolviendo a las
monarquías ibéricas de España y Portugal el protagonismo que durante tiempo se les ha
negado.10 Con ello está también poniendo todavía más de relieve las limitaciones de las
historiografías nacionales empeñadas en fragmentar artificialmente, por comodidad
académica o por pura conveniencia de legitimación política, la realidad de un entramado
de alcance planetario que nunca fue concebido por sus dirigentes como una simple suma
de partes y menos aún, claro está, de partes coincidentes con las actuales fronteras
nacionales. El calificativo “colonial” empleado para designar tos territorios americanos
del Imperio español, ha reforzado anacrónicas estructuras binarias del tipo
metrópoli/colonia, centro/periferia y, en el caso de la historia cultural, original/copia
que, lejos de iluminar el panorama, contribuyen directamente a oscurecerlo.

9
. Alejandra B. Osorio, “Of National Boundaries and Imperial Geographies: A New Radical History of
the Spanish Habsburg Empire”, Radical History Review 130 (enero de 2018): 101-102.
10
. Serge Gruzinski, Las cuatro partes del mundo: Historia de una mundialización (México: Fondo de
Cultura Económica, 2010), 51-54.
Además de las dificultades impuestas por la geografía y la distancia, los gobernantes
españoles debieron hacer frente al reto derivado de la heterogeneidad de sus posesiones.
El imperio que gestionaron fue un conglomerado territorial muy diverso integrado por
unidades que, en ocasiones, contaban con una larga tradición de enfrentamientos
mutuos: “Un tejido lleno de agujeros compuesto por pedazos mal cosidos”, como ha sido
calificado.11

¿Qué podían hacer sus gobernantes ante este panorama? Por supuesto, podían acudir al
uso de la fuerza cuando las amenazas al orden y la autoridad así lo requirieran. Incluso en
los momentos de mayor dificultad para las arcas de la Corona, el rey de España tuvo a su
disposición una formidable maquinaria militar engrasada con metal americano.12 Pero,
aunque las victorias militares sobre enemigos externos o súbditos díscolos llegaran a ser
explotadas con fines propagandísticos en un espacio tan emblemático para la Corona
como el Salón de Reinos del palacio del Buen Retiro en Madrid, al final, como
repetidamente se pudo comprobar, la simple coacción y la imposición forzosa (Países
Bajos, 1566; Aragón, 1591; Cataluña y Portugal, 1640; Nápoles, 1647...) provocaba un
incremento de las tensiones con efectos devastadores para la conservación de la
15 monarquía.

Descartada la fuerza como recurso habitual, ¿qué otra solución quedaba para mantener
unidas las piezas del rompecabezas? Los gobernantes españoles tardaron poco en
percatarse de que el remedio más inteligente para evitar tensiones era respetar aquellas
prácticas locales que no pusieran en riesgo su autoridad. Sin cuestionar la existencia de
múltiples mecanismos de coacción, el Imperio español puede ser también considerado
como un imperio negociado, lo que dio lugar al establecimiento de diversos estratos de
soberanía que cedía extensas parcelas de poder a las élites territoriales.13 La alianza con
estas élites resultó un factor decisivo para la conservación de la estructura imperial. En
una de las ilustraciones de su Corónica y buen gobierno, el autor andino Guaman Poma
de Ayala nos muestra a un indio, un mestizo y un mulato sentados a la mesa del
corregidor. Para él la escena refleja la viva imagen del desgobierno al mostrar “como
viven absolutamente con poco temor a la justicia y de Dios en todo el reino […]

11
. Lauren Benton, A Search for Sovereignty: Law and geography in European empires, 1400–1900 (New
York: Cambridge University Press, 2010), 2.
12
. Paul M. Kennedy, Auge y Cai da de las Grandes Potencias (Barcelona, Debolsillo, 2004), 85-104.
13
. Bartolomé Yun Casalilla, dir., Las redes del imperio: Élites sociales en la articulación de la monarquía
hispánica, 1492-1714 (Madrid: Editorial Marcial Pons, 2009), 29-35.
haciendo daño a los indios pobres y a los principales, menospreciando y quitándoles sus
oficios y cargos en este reino”.14 En realidad, la censura de Guaman Poma no se dirigía
tanto contra el acuerdo entre españoles y naturales como contra el hecho de que se
hubieran relegado a la vieja aristocracia territorial, a la que su familia pertenecía, para
promover la formación de una nueva.

Una conjunción de intereses


La necesidad de alcanzar acuerdos que comportaban la renuncia a una parte de su
soberanía no era otra cosa que la aceptación implícita de la propia debilidad. Pero en
este punto no había opción. Una organización presente en las “cuatro partes del mundo”
únicamente resultaba posible mediante la alianza con una multitud de agentes
intermedios sobre los que, había que aceptarlo, solo se podía ejercer un control muy
tenue. Agentes que, por su parte, supieron cómo obtener el máximo rendimiento de la
ocasión que se les ofrecía.

El consejo que en 1546 le dio el emperador Carlos V a su virrey de Nueva España


estableció la pauta que se aplicaría en generaciones venideras: que hiciera, le dijo, lo que
16 “viera conveniente, ni más ni menos que lo haría si yo estuviese ahí, dando a cada
persona lo que convenga, de modo que todos queden remunerados, contentos y
satisfechos”.15 El Imperio español creó las condiciones que permitieron a una
multiplicidad de actores sentirse remunerados, contentos y satisfechos,16 y ellos, claro
está, contribuyeron a su conservación en no menor grado que el propio monarca, quien:
 Permitió a la alta nobleza mantener una hegemonía política y social gracias a la
posibilidad de ocupar responsabilidades en la estructura virreinal, los cargos
cortesanos, la red diplomática y el aparato militar.

14
. Victor Velezmoro Montes, “«Y no hay remedio...»: Ima genes reinventadas para un discurso
ideolo gico en el manuscrito de Felipe Guaman Poma de Ayala” en Joan-Lluís Palos y Diana Carrió-
Invernizzi, La historia imaginada: Construcciones visuales del pasado en la Edad Moderna (Madrid:
Centro de Estudios Europa Hispánica, 2008), 359-384.
15
. Citado en Rubén González Cuerva, “Los virreinatos americanos: imagen, cortes y gestio n de la
distancia”, Tejiendo redes-acortando distancias. Arte entre España e Hispanoamérica, número
monográfico de Revista, 9 (2017): 20. Cursivas propias.
16
. Sobre el papel de los mediadores en los imperios modernos ver: Amelia Polonia, “Interactions between
the local and the global: brokers and go-betweens within the Portuguese State of India (1500-1700)”,
Asian Review of World History, 5:1 (enero de 2017): 113-139.
 Permitió a la Iglesia católica, gracias al celo misionero de las órdenes religiosas (unas
nuevas y otras renovadas), experimentar un incremento de sus fieles que a muchos
recordó el de los primeros siglos de su historia.
 Permitió a una élite administrativa formada en las universidades obtener unos
beneficios que superaban con mucho las retribuciones de sus cargos.
 Permitió a los soldados que habían participado en la conquista del Nuevo Mundo
convertirse en encomenderos y campar a sus anchas a pesar de las cortapisas legales.
 Permitió el despliegue de una red comercial que reportó cuantiosos dividendos a una
clase mercantil urbana favorecida por las necesidades financieras de la Corona y su
incapacidad para atajar el contrabando.
 Permitió la formación de una élite indígena en sus territorios de ultramar que
alcanzó una posición preeminente gracias a su función de intermediaria.
 Y, de un modo muy especial, permitió que artistas, literatos y científicos obtuvieran
encargos bien remunerados, protección y visibilidad social a cambio de diseñar una
imagen esplendorosa de la monarquía y proporcionar los recursos comunicativos que
esta necesitaba para hacerse presente en sus dominios.

17 El recurso a la persuasión
La fragmentación académica y una artificiosa especialización del conocimiento ha
hecho que la contribución de artistas, escritores y científicos haya sido habitualmente
olvidada en los trabajos sobre los imperios. Solo recientemente los estudiosos han
empezado a tomarse en serio lo que John Kenneth Galbraith consideró uno de los
pilares básicos del ejercicio del poder: the conditioned power, esto es, el ‘poder de la
persuasión’, también calificado por Joseph Nye como soft power.17

Desde luego, estos conceptos, concebidos para interpretar las prácticas políticas en un
mundo como el actual, dominado por los medios de comunicación de masas, deben ser
aplicados con las debidas cautelas a la interpretación de una cultura política que
entendía el poder como una emanación de lo alto y no de la voluntad popular. Ello no
impide sin embargo considerar que la persuasión desempeñara un papel de primer
orden.

17
. John K. Galbraith, The Anatomy of Power (Boston: Houghton Mifflin Company, 1983). Véase
también: Joseph Nye, Soft Power: The Means to Success in World Politics (Public Affairs, 2009).
La autodenominada Nueva Historia Imperial, influida por los estudios poscoloniales, ha
centrado su atención en los intercambios culturales que los imperios potenciaron,
relegando a segundo plano el tradicional enfoque político y económico.18 Al margen de
algunas exageraciones en esta interpretación, lo cierto es que la estabilidad política del
Imperio español requirió de sus súbditos unos niveles mínimos de identificación con
unos objetivos comunes.

La Monarquía de España trato de sustentar dicho consenso en los contenidos de la


religión católica que le proporciono los argumentos para legitimar sus aspiraciones de
dominio universal. Pero la difusión de estos argumentos requirió unos soportes
adecuados, un lenguaje susceptible de ser comprendido en el marco de tradiciones
culturales muy diversas y unos canales a través de los cuales los mensajes circularan con
fluidez. Y esta fue la impagable contribución al sostenimiento del imperio que
realizaron los misioneros de las órdenes religiosas y los artistas y escritores italianos.

Los misioneros (franciscanos, dominicos, agustinos, mercedarios y, más tarde, jesuitas)


engrosaron de forma destacada lo que Serge Gruzinski ha bautizado como “las primeras
18 élites mundializadas”.19 Conforme una nueva generación de estudiosos, con menos
prejuicios y un examen más agudo de la información, ha empezado a descubrir su
importante papel como mediadores culturales, la imagen que los había presentado como
simples, aunque necesarios, colaboradores de la dominación se ha revelado
inconsistente. Su objetivo de implantar el Evangelio en ecosistemas culturales muy
diversos obligó a estos misioneros a realizar un importante esfuerzo de adaptación. Al
hacerlo, contribuyeron de forma decisiva a fijar los lindes de un campo cultural que
actuó como una inmensa burbuja de oxígeno en cuyo interior el Imperio encontró el aire
para respirar. Thomas Da Costa Kaufmann ha empleado recientemente el concepto de
campo cultural, acuñado en la década de 1920 por el etnógrafo y arqueólogo alemán Leo
Frobenius, como recurso heurístico para examinar el espacio delimitado por la
circulación de mensajes y, sobre todo, por su inteligibilidad.20 Las palabras, textos,

18
. Kathleen Wilson, ed. A New Imperial History: Culture, Identity and Modernity in Britain and the
Empire, 1660-1840 (Nueva York: Cambridge University Press, 2004).
19
. Gruzinski, Las cuatro partes del mundo, 280.
20
. Thomas DaCosta Kaufmann, “Hacia nuevos enfoques: Pintura de los reinos: una visio n global del
campo cultural”, en Pintura de los Reinos, identidades Compartidas. Territorios del Mundo Hispa nico,
siglos XVI-XVIII, tomo 1, coordinado por Juana Gutie rrez Haces y Jonathan Brown (Me xico: Edición de
Fomento Cultural Banamex, 2008), 122-126.
imágenes y gestos a los que los misioneros acudieron en su predicación dotaron de
sentido para los indígenas el concepto de fidelidad al monarca que poco después
difundirían sus ministros. Sin haber entendido previamente el significado de la presencia
real de Jesucristo en la Eucaristía hubiera sido imposible para ellos entender la presencia
“real” del monarca en las ceremonias públicas escenificadas en las plazas de las
principales ciudades. En el Nuevo Mundo los frailes roturaron la senda por la que,
gracias a la circulación de personas, objetos y mensajes, sería posible una intensa
transferencia cultural.21

Los binomios centro/periferia o metrópoli/colonia, traducidos en el ámbito de la


cultural como original/copia, han consolidado una imagen según la cual Europa fue la
única fuente de producción de mensajes. El resultado ha sido la aceptación acrítica de
que las formas culturales que sustentaron el armazón imperial fueron una producción
del Viejo Continente exportada a los territorios de ultramar donde las recibieron de
forma sumisa o, en el mejor de los casos, las renegociaron para adaptarlas a las
circunstancias locales.

19 Esta noción de una Europa original y unas periferias miméticas se basó en una imagen
monolítica que presentaba a la Monarquía de España como un continuum histórico, un
mundo estático entre el reinado de los Reyes Católicos, Isabel y Fernando a finales del
siglo XV y los monarcas de la casa de Borbón en el siglo XVIII. Una imagen a todas
luces inaceptable. Para empezar, tal como ha señalado Alejandra B. Osorio, la formación
del Imperio, con la incorporación de la herencia europea de Carlos V y la organización
de sus dominios americanos, comportó una transformación disruptiva para la propia
España, necesitada de soluciones para las que ya no servían los viejos remedios
medievales. Lejos de ser siempre de matriz europea, algunas de estas soluciones (leyes y
formas de gobierno, organización de las ciudades o prácticas ceremoniales) fueron
concebidas en América antes de aplicarse en Europa.22 Sin ir más lejos, el
acondicionamiento de Madrid para desempeñar su nueva función como sede de la corte
a partir de 1561 se benefició directamente de algunas soluciones experimentadas
previamente en las ciudades de México y Lima. El papel de la plaza como espacio para la

21
. La noción de “transfert culturel” ha contribuido poderosamente en los últimos años a dinamizar el
debate sobre los encuentros entre culturas y poner de relieve los límites de nociones como aculturación o,
más aún, dominación e imposición. Michel Espagne, “Más allá del comparativismo: El método de las
transferencias culturales”, Revista de Historiografía, 6-IV (2007): 4-13.
22
. Osorio, “Of National Boundaries”, 106-107.
celebración simbólica de la figura del rey, que tan buenos resultados había producido en
las capitales americanas, fue tenido muy en cuenta no solo en el diseño urbanístico de
Madrid sino también en otras ciudades de la monarquía como Nápoles donde la
construcción de un nuevo palacio real a comienzos del siglo XVII se aprovechó para abrir
una plaza que en lo sucesivo se convertiría en el centro de las ceremonias públicas
organizadas por los virreyes.23

Por su parte, la gramática que hizo posible la comprensión de los mensajes de consenso
procedió sustancialmente de otra de las periferias del Imperio. En este caso se trataba
de Italia. Una plétora de escritores, pintores, escultores, arquitectos, urbanistas,
escenógrafos, jardineros, grabadores o músicos italianos crearon unos productos de
24
contrastada eficacia comunicativa al servicio de la Monarquía de España. Gracias al
dominio directo de algunos territorios italianos (Napoles, Sicilia, Cerdena y Milan), a su
influencia sobre otros (Florencia, Génova, Venecia y, singularmente, Roma) el sistema
imperial español absorbió estos soportes y lenguajes italianos, los aplicó a la tarea de
construir una imagen pública de su autoridad y los redistribuyo en sus dominios de
ultramar.
20
El objetivo principal de esta operación era patrocinar una imagen del monarca que
cimentara la cohesión entre súbditos diversos y dispersos. El instrumento más eficaz
para alcanzarlo fue un calendario de ceremonias, común a todos sus dominios,
escenificadas regularmente en las plazas de las principales ciudades en honor del rey y su
familia (nacimientos, bodas, defunciones y coronaciones). La imposibilidad de la
presencia física del monarca fue paliada mediante el recurso a los simulacros que, gracias
a una sofisticada ficción y una meticulosa puesta en escena, aspiraron a vivificar la figura
del rey ausente.25 Ni que decir tiene que la producción de estos simulacros debió mucho
a la tecnología de representación de la Iglesia católica que tan bien sabía cómo lograr
que, a través de las imágenes y escenificaciones, los fieles sintieran la cercanía de los

23
. Joan-Lluís Palos, La mirada italiana: Un relato visual del Imperio español en la corte de sus virreyes en
Nápoles (1600-1700) (Valencia: PUV, 2010), 45-58.
24
. Ida Mauro, Milena Viceconte y Joan-Lluís Palos, eds., Visiones cruzadas: Los virreyes de Nápoles y la
imagen de la monarquía de España en el barroco (Barcelona: Edicions de la Universitat de Barcelona,
2018).
25
. Alejandro Caneque, The King's Living Image: The Culture and Politics of Viceregal Power in Colonial
Mexico (New York: Routledge, 2004), 12.
santos, la Virgen y, por encima de todos, del propio Jesucristo, presente en la
Eucaristía.26

Estas ceremonias tenían poco que ver con el entretenimiento de los espectadores y
mucho con la conservación del Imperio. Gracias a ellas el rey y sus súbditos se
encontraron periódicamente para celebrar y fortalecer el pacto que los unía. Un pacto
místico sin el cual la compleja trama de intereses sobre los que se sustentaba el Imperio
español se hubiera deshilachado mucho antes de lo que lo hizo finalmente.

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23
Inicio
Colonia y constitución:
conceptos políticos fundamentales del periodo monárquico tardío.
Construcción y fractura de un campo cultural común

Dr. Francisco A. Ortega


Profesor asociado
Universidad Nacional de Colombia
fortega@unal.edu.co
24
Resumen
Estudios recientes señalan que –más que un agregado de provincias y reinos– la
monarquía hispánica constituía un sistema político complejo cuya cohesión se debió a la
circulación, recepción y aclimatación de personas, ideas y artefactos. Parte esencial de
ese campo cultural compartido, como lo llama Joan-Lluís Palos, es el repertorio
conceptual que instituyó y organizó la vida política del periodo, en especial, el régimen
de lealtad, fe, virtud y justicia que sirvió de fundamento a la vida en común.
Una aproximación histórico-conceptual a la vida política en la América hispana nos
permite describir su eficacia y flexibilidad. Pero también nos revela un campo desigual,
asimétrico y atravesado por tensiones y fracturas. En esta ponencia exploraré una de las
tensiones conceptuales fundamentales que surgió en la segunda mitad del siglo XVIII
como resultado de los reacomodos entre la península y las provincias americanas. Esa
tensión produjo una crisis constitucional de baja intensidad que, sin embargo, preparó la
eventual ruptura con la metrópolis en el contexto de la crisis de soberanía que sobrevino
con la invasión napoleónica y el secuestro de los reyes. Esta crisis conceptual tiene que
ver con las mutaciones del concepto ‘colonia’ entre el siglo XVI y XIX y sus efectos en el
concepto de ‘constitución’.
Palabras clave: Monarquía indiana, Nueva Granada, Conceptos socio-políticos,
Constitución, Colonia.

Abstract
Recent studies point out that –more than an aggregate of provinces and kingdoms– the
Spanish monarchy was a complex political system which cohesion was due to the
circulation, reception and adaptation of people, ideas and artifacts. An essential part of
this ‘shared cultural domain’, campo cultural compartido, as Joan-Lluís Palos calls it, is
the conceptual repertoire which instituted and organized political life, especially the
regime of loyalty, faith, virtue and justice that serve as a basis for the life in common.
A conceptual-historical approach to political life in Spanish America allow us to
describe its effectiveness and flexibility. But it also reveals an unequal, asymmetric field,
crossed by tensions and fractures. In this presentation I will explore one of the
fundamental conceptual tensions that emerged in the second half of the eighteenth
century as a result of the rearrangement between the peninsula and the Hispanic
American provinces. This tension produced a low-intensity constitutional crisis that,
however, prepared the eventual break-up with the metropolis in the context of the
25 sovereignty crisis that result from the Napoleonic invasion and the kidnapping of the
Kings. This conceptual crisis has to do with the mutations in the concept of ‘colony’,
between the sixteenth and nineteenth century, and their effects on the concept of
‘constitution’.
Keywords: Indian Monarchy, New Granada, Social-Political Concepts, Constitution,
Colonial Period.

En un texto ya clásico, John Elliott describió los reinos europeos y, en particular de la


Corona hispánica, como monarquías compuestas en las que coexistieron provincias,
reinos, y señoríos muy diversos bajo un mismo monarca.1 Elliott señaló que tales uniones

1
. John Elliott, “A Europe of Composite Monarchies”, Past and Present 137 (1992), 48-71. El dossier se
titulaba The Cultural and Political Construction of Europe y sirvió de base para el libro España, Europa y
el mundo de ultramar (1500-1800) (Madrid: Taurus, 2009). La propuesta ha tenido un desarrollo
importante en la historiografía contemporánea. Para lograr una visión de conjunto, véanse los trabajos
editados por Pedro Antonio Almeida Cardim, et al., eds. Polycentric Monarchies: How did Early Modern
Spain and Portugal Achieve and Maintain a Global Hegemony? (Sussex, UK: Sussex Academic Press,
2012), y Óscar Mazín Gómez and José Javier Ruiz Ibáñez, eds. Las Indias occidentales. Procesos de
incorporación territorial a las monarquías ibéricas (siglos XVI i XVIII) (México D.F.: El Colegio de
México, 2012).
o “estados compuestos” se convirtieron en formas esenciales de la vida política europea
entre los siglos XV y XIX. Estas monarquías compuestas operaban bajo dos principios
diversos: por un lado, la soberanía incuestionable del monarca y, por otro, la
preservación de las instituciones, costumbres y dignidades de cada cuerpo político. La
convergencia de estos dos principios dio como resultado comunidades heterogéneas que
trataron de reconciliar, como Elliott mismo lo señaló, “las aspiraciones opuestas hacia la
diversidad y la unidad que han permanecido constantes en la historia europea”.2

La estabilidad que caracterizó a estas monarquías compuestas –algunas de las cuales


dominaron el concierto político desde la modernidad temprana hasta mediados del siglo
XIX– no se logró solo por vía de la coerción. No existían en ese momento, ni tan siquiera
en estos grandes conglomerados, los recursos económicos, militares o culturales para
imponer obediencia absoluta sobre otro pueblo. Más frecuentemente, esta estabilidad
se logró a través de las dos formas integrativas que practicaban esas monarquías
compuestas. Juan de Solórzano Pereira, jurista indiano cuya obra sirvió de inspiración a
Elliott, definió a mediados del siglo XVII la monarquía compuesta como resultado de
una forma de agregación: el principio aeque principaliter, según el cual cada provincia
26 era ‘igualmente importante’, lo que significaba que “en tal caso cada [reino] se juzga por
diverso, y conserva sus leyes, y privilegios”.3 Aragón, Nápoles y los Países bajos se
unieron por esta vía.

Las Indias, anota Solórzano Pereira, se unieron “accesoriamente. De que resulta, que las
Indias se goviernan por las leyes, derechos, y fueros de Castilla, y se juzgan, y tienen por
una misma Corona”.4 La creación de una institucionalidad compartida entre la matriz,
Castilla y las provincias agregadas, las Indias, favoreció la circulación de agentes –
oficiales y no oficiales– dando pie a unos marcos comunes de referencia dentro de los

2
. Elliott, “A Europe of Composite Monarchies”, 24.
3
. “Memorial y discurso de las razones que se ofrecen para que el Real y Supremo Consejo de las Indias
deba preceder en todos los actos públicos al que llaman de Flandres” (1629), en Obras varias posthumas
del Doctor don Juan de Solorzano Pereyra (Madrid: En la Imprenta Real de la Gazeta, 1776), proposición
XI, 189. Véase también, Juan de Solórzano Pereira, Política indiana [1647]. Edición de Francisco Tomás y
Valiente. 3 vols. (Madrid: Fundación José Antonio de Castro, 1996), Libro 4, Capítulo 19, apartado 37,
página 1639.
4
. En la Política Indiana Solórzano aclara “Lo más cierto es que también en este caso [las Indias] se han de
regir y gobernar como si el rey que los tiene juntos lo fuera solamente de cada uno de ellos…” (Libro 4,
Capítulo 19, apartado 37, página 1639).
cuales los lenguajes políticos se declinaban, es decir, ‘producían sentido’, localmente con
cierta autonomía.

La nueva historiografía política –aquella que retoma la propuesta de Elliott y regresa


sobre los factores políticos y culturales que propiamente hicieron posible la
perdurabilidad de la monarquía hispánica– renueva el campo historiográfico desde
finales de los años noventa.5 La estabilidad de los reinos indianos no era impuesta,
tampoco era resultado de la fortaleza militar de la Corona, sino de la común implicación
en el ideario monárquico, católico, corporativista y pactista. Ese ideario compartido –
evidente en las motivaciones y aspiraciones de los actores, de sus lenguajes y prácticas,
sus sistemas de asociación y sus modalidades de reclamo– se elaboró por largo tiempo y
contó con la participación de amplios sectores sociales, desde los Criollos hasta las
castas e indígenas.

Esta renovación historiográfica cuestionó profundamente la historiografía nacionalista


que había dado cuenta de la independencia de los países hispanoamericanos como
producto del colonialismo español y de un protonacionalismo creciente encarnado en la
27 clase burguesa criolla –y en menor medida en los grupos artesanales mestizos–
sentimiento patrio que se había acentuado con la llegada de la Ilustración. La nueva
historiografía política insiste en que la nación no es la unidad espacial de análisis dentro
de la cual la imposición, consolidación y transformación de la monarquía resulta
inteligible; al contrario, es necesario adoptar unidades sociales más amplias –como las de
monarquía, o la de Euro-América– para que la cohesión de la monarquía e incluso su
momento de implosión a principios del siglo XIX se vuelvan inteligibles.6

Los historiadores hemos tomado varios caminos para describir la forma como se
desplegó ese tejido cultural, y su eficacia a la hora de integrar el conjunto heterogéneo y

5
. La bibliografía sobre la renovación historiografía es vasta. Baste nombrar tres autores emblemáticos:
Tulio Halperín Donghí, Reforma y disolución de los imperios ibéricos, 1750-1850 (Madrid: Alianza
Editorial, 1985); François-Xavier Guerra, Modernidad e independencias: Ensayos sobre las revoluciones
hispánicas. (Madrid: Editorial Mapfre, 1992); Jaime Rodríguez, The Independence of Spanish America
(New York: Cambridge University Press, 1998).
6
. Annick Lempérière, “La construcción de una visión euroamericana de la historia,” en Conceptualizar lo
que se ve. François-Xavier Guerra, historiador. Homenaje. Editado por Erika Pani y Alicia Salmerón
Castro (México, D.F.: Instituto Mora, 2004) 397-418. Véase también su crítica al paradigma colonial: “El
paradigma colonial en la historiografía latinoamericanista", en Istor. Revista de Historia Internacional
5.19 (2004): 107-28.
darle un lugar dentro del paisaje de la monarquía hispánica. En lo que sigue abordaré el
repertorio conceptual con el cual se instituyó, organizó y se le dio sentido a la vida
política, cultural y social del periodo. Este registro resulta particularmente útil para
comprender el régimen de lealtad, fe, virtud y justicia que sirvió de fundamento a la vida
en común. Pero una aproximación histórico-conceptual al campo cultural compartido
también nos habla de desigualdades, asimetrías, tensiones y fracturas. En este breve
texto retomaré un par de conceptos fundamentales: colonia y constitución, cuya
trayectoria entre el siglo XVI y el XIX da cuenta de las comunalidades del campo cultural
como de sus fracturas y violencias. De hecho, la progresiva imbricación de estos dos
conceptos en el siglo XVIII produce una crisis constitucional de baja intensidad que
preparará de manera efectiva la eventual ruptura con la metrópolis en el contexto de la
crisis de soberanía que sobreviene con la invasión napoleónica y las abdicaciones de
Bayona en 1808.

Empecemos por el concepto de ‘colonia’. Al comenzar la expansión europea, en el siglo


XV, su sentido era muy diferente al contemporáneo. No expresaba la experiencia
histórica de una explotación sistemática y el envilecimiento progresivo de un pueblo por
28 otro que se cree superior, sino la “puebla, o termino de tierra que se ha poblado de gēte
estrangera, sacada de la ciudad, que es señora de aquel territorio, u llevada de otra
parte”.7 Todavía para comienzos del siglo XVIII, el Diccionario de Autoridades insistía
sobre su sentido poblacional al aclarar que “Los Romanos llamaban tambien assi a las
que se poblaban de nuevo de sus antiguos moradores. Es voz puramente latina. Colonia
[…] En toda España fueron en aquel tiempo veinte y cinco las colonias, que se deben
entender de Ciudadanos Romanos”.8 Contrario al sentido negativo contemporáneo, ser
colonia constituía un reconocimiento que el senado romano le otorgaba a las
poblaciones distinguidas como notables en el dominio imperial. Los habitantes de las
colonias hacían parte de la República y eran reconocidos como ciudadanos, miembros
partícipes de la comunidad política del Imperio, inclusión que ya aparecía explícita en el
Vocabulario español-latino de Nebrija en 1495. El colono, decía el Vocabulario de
Nebrija, es el ciudadano de la colonia.9

7
. Sebastián de Covarrubias, Tesoro de la lengua castellana, o española (Madrid: Luis Sánchez, 1611), s. v.
«colonia»
8
. Véase Diccionario de Autoridades (Madrid: Real Academia de la Lengua, 1729), Vol. 1.
9
. “Ciudadano de alguna colonia. Colonus”. Nebrija, (1951). Por su parte, el Diccionario de Autoridades
(1729) define ‘Colono’ como “el labrador que cultiva y labra alguna tierra por arrendamiento”. Esta misma
Sin embargo, el término no se usaba para nombrar a principios del siglo XVI los nuevos
territorios conquistados por la monarquía. Cuando aparecía en cuerpos legales –por
ejemplo, en la Política Indiana (1647) del ya mencionado Solórzano, en la recopilación
de las Leyes de Indias (1680) o en las Notas a la Recopilación hechas por Manuel Josef
de Ayala (c. 1795)– designa y reglamenta las varias formas de poblar, es decir, de hacer
nuevos asentamientos en los territorios ya integrados.10 Estos cuerpos –así como los
oficiales reales y eclesiásticos, los cronistas y comentaristas de todo tipo– reservaron
para los territorios americanos otros términos –‘orbe’, ‘reinos’ y ‘provincias’– que
apuntaban de manera más explícita a su calidad política. Aún más, la teoría política del
siglo XVI y XVII español consideraba que las colonias americanas constituían
“comunidades perfectas”, término que se refería al principio de Sufficientia, el cual
implicaba una independencia o viabilidad económica (autarquía o autosuficiencia) y una
capacidad de autogobierno (autonomía o autodominio).11 Esto quería decir que, como
señalaba Domingo de Soto, las provincias de ultramar no podían ser sometidas a un
régimen en “que todas sus riquezas viniesen a España, y sus leyes las enderezásemos a
nuestro provecho, a saber, como si fuesen nuestros esclavos”, porque entonces “no se
29 guardaría ni el decoro de la equidad”.12

definición será recogida por el Diccionario universal latino-español dispuesto de Manuel de Valbuena
(Madrid: Imprenta Real, 1808).
10
. Así, pues, las Leyes de Indias ordenan que “cuando se sacare colonia de alguna ciudad tenga obligación
la justicia y regimiento de hacer describir ante el escribano del consejo las personas que quisieran ir a
hacer nueva población, admitiendo a todos los casados hijos y descendientes de pobladores, de donde
hubiere de salir, que no tengan solares, ni tierras de pasto y labor, y excluyendo a los que las tuvieren,
porque no se despueble lo que ya está poblado”. Ley XVIII “Que declara que personas irán por pobladores
de nueva Colonia, y como se han de describir”, del título 7 del Libro IV “De los descubrimientos”. En
Recopilacion de leyes de los reynos de las Indias, mandadas imprimir y publicar por la Magestad Católica
del Rey Don Carlos II, Nuestro Señor . Cuarta impresión. 3 vols. (Madrid: por la viuda de D. Joaquin
Ibarra, 1791), Vol. 2, 23. Señalemos igualmente que no es un uso exclusivo para América. Durante el
programa de colonización de la Sierra Morena, dirigido por el intendente Pablo de Olavide en 1767, el
término ‘colonia’ aparece con regularidad en las fuentes para designar los asentamientos de los
centroeuropeos inmigrantes en la región.
11
. En castellano, dos conceptos griegos muy distintos, αὐταρχία y αὐτάρκεια, han venido a expresarse con
el mismo significante: autarquía. El diccionario de la RAE distingue ambos vocablos parónimos: autarquía
1 (autodominio) y autarquía 2 (autosuficiencia). Ver la matización pertinente de Alain Milhou,
“Sufficientia (les notions d'autosuffisance et de dépendance dans la pensèe politique espagnole au XVIe s.:
de la Castille des Comuneros au Pérou colonial),” en Mélanges de la Casa de Velázquez (Paris: Editions E.
de Boccard, 1981).
12
. Libro I, Cuestion primera, Artículo 2, Tratado de la Justicia y el Derecho. De iustitia et iure [1557].
Traducción de Jaime Torrubiano Ripoll (Madrid: Editorial Reus, 1922), Vol. 1, 26-27.
Se consideraba entonces que los reinos americanos constituían comunidades libres y
equipadas para resolver las necesidades de la vida social. Estos términos eran
contestados, polémicos, jamás fijos. Pero lo cierto es que este parecer –que los dominios
de ultramar eran comunidades perfectas– estaba tras el reconocimiento que se había
hecho de las Indias como reinos, es decir, unidades políticas en las que, según Francisco
Suárez, se “puede alcanzar una ‘vida recta’ [...], con plena posibilidad de lograr soluciones
para los problemas temporales de los hombres y cabal en cuanto estas soluciones son
justas”.13 Explica igualmente la razón por la cual los reinos americanos no tenían una
condición legal inferior, como aquella que caracteriza las posesiones coloniales durante
el siglo XIX y XX, y su enajenamiento de la Corona –es decir, de la soberanía– quedaba
explícitamente vetada en la temprana legislación indiana.14

Es importante matizar esta imagen a riesgo de idealizarla. Empecemos por recordar que
la unión de los territorios ocurrió por vía accesoria, es decir, imponiendo la
institucionalidad castellana sobre la enorme variedad de formas de vida que habitaban
las Américas. La llamada república de indios –con todas sus connotaciones evangélicas y
sociales– normalizó la subordinación efectiva de la población indígena a través de
30 obligaciones impuestas, formas de trabajo forzado y la tributación.15 Esta subordinación
se justificó a partir de la distinción entre las facultades racionales de los europeos y

13
. Juan Candela Martínez, “Para una teoría política española del Consejo y de la representación,” Anales
de la Universidad de Murcia XIII, no. 3-4 (1955), 928. La referencia es a Suarez, De Legibus, Libro I, c. 3,
núm. 19.
14
. El veto queda consagrado en la Recopilación de Leyes de los Reynos de las Indias : “Por donación de la
santa Sede apostólica y otros justos y legítimos títulos, somos Señor de las Indias Occidentales, Islas y
Tierra-firme del Mar Océano, descubiertas y por descubrir, y están incorporados en nuestra Real Corona
de Castilla. Y porque es nuestra voluntad, y lo hemos prometido y jurado, que siempre permanezcan
unidas para su mayor perpetuidad y firmeza, prohibimos la enajenación de ellas. Y mandamos que en
ningún tiempo puedan ser separadas de nuestra real corona de Castilla, desunidas ni divididas, en todo ó
en parte, ni sus ciudades, villas ni poblaciones, por ningún caso ni a favor de ninguna persona. ... Y si Nos
ó nuestros sucesores hiciéremos alguna donación ó enajenación contra lo susodicho, sea nula, y por tal
declaramos”, en Libro 3, título l, ley 1; Vol. 1, página 523.
15
. Estas obligaciones no se corresponden a las asumidas por otros reinos y poblaciones europeas –como
Napoles, Aragón o Sicilia– cuya incorporación a la Corona descansaba en una legitimidad de origen
dinástico y no como producto de conquistas violentas. Juan Carlos Garavaglia, en su respuesta a
Lempérière, escribe que “De los derechos que otorga la conquista militar, a aquellos resultantes de la
legitimidad dinástica, hay un campo jurídicamente inmenso. Por lo tanto, llamar a esto subordinación
colonial, no parece fuera de lugar”. Ver “La cuestión colonial” en Nuevo Mundo Mundos Nuevos, número
4: Dossier: Debate en torno al colonialismo. Revista electrónica. 2005. Disponible en
http://nuevomundo.revues.org/index437.html. Acceso, agosto 15, 2018.
aquellas disminuidas o degradadas de los indígenas.16 Por otra parte, el aparato
administrativo de las Indias –por ejemplo, la Casa de Contratación, el Consejo de
Indias– la dotaba de un estatuto administrativo particular con relación a otros reinos de
la Corona y con una función económica muy precisa. Para el historiador del derecho
Ricardo Zorraquín “las Indias […] se encontraban en un estado de acentuada
dependencia respecto de Castilla. [...] Las diversas disposiciones que limitaron la
supremacía que teóricamente debió tener el Consejo de Indias, y la influencia que los
peninsulares ejercieron sobre el gobierno de estas provincias, crearon una situación
evidentemente subordinada respecto del reino principal”.17 Digamos, por lo tanto, que
los reinos indianos –aun si estaban incorporados a la Corona como comunidades
perfectas– eran colonias particulares cuya participación en la Monarquía ocurría
precisamente gracias a esa calidad diferenciada.

Ahora bien, a partir del siglo XVIII diversos desarrollos sociales y económicos –entre los
que figuraron: la prolongada decadencia de la monarquía, un nuevo contexto geopolítico
y la guerra de sucesión española– exacerbaron esa calidad diferencial de las provincias
americanas en el entramado monárquico y abrieron la puerta a un nuevo momento
31 colonial y constitucional. La percepción, en la literatura arbitrista, de la “constitución
lamentable en que tiene á España el Sistema de Gobierno tanto Político, como
Económico, que en ella se observa” conduce a diversos autores a proponer “los remedios
mas conducentes que pueden sacarla de ser cruel sacrifico en las monstruosas aras del
abandono…”.18 El reformista ilustrado Pablo de Olavide señalaba en su informe sobre la
ley agraria que “… si el Consejo [Real] quiere mejorar nuestra actual situación, es preciso
que nos dé nuevas leyes”.19 Ese recorrido –identificación de una constitución social y

16
. Ver José Fernández Santamaría, Natural Law, Constitutionalism, Reason of State, and War , 2 vols.
(New York: Peter Lang, 2006), Vol 1, 168-173; Vol. 2, 256-71.
17
. Zorraquín Becú agrega “Esta situación podría compararse con la que contemporáneamente tuvieron
otros reinos unidos accesoriamente a Castilla, como León, Toledo o Galicia, con la diferencia notable de
que estos últimos participaban –en las Cortes o en el Consejo de Castilla– en la dirección del conjunto,
mientras las Indias no tuvieron nunca esa oportunidad”. En “Condición política de las Indias”, en
Memoria del Segundo Congreso Venezolano de Historia (Caracas Academia Nacional de la Historia,
1975): Vol. 3, 325.
18
. Ese es el sentido con que José del Campillo y Cosío abre su influyente tratado España despierta (1741)
con el capítulo “Lastimosa presente constitución de España”. La cita proviene del volumen siguiente
Nuevo sistema de gobierno económico para la América (Madrid: Impr. de Benito Cano, 1789), 11.
19
. “Informe al Consejo sobre la Ley Agraria” (1768). En Gonzalo Anes, Informes en el Expediente de Ley
Agraria. Andalucía y la Mancha (1768) (Madrid: Quinto Centenario, Instituto de Estudios Fiscales, 1990),
17.
política lamentable y propuesta legislativa que busca remediarla– será común a los
esfuerzos reformistas del siglo XVIII ibérico. El afán reformista buscará re-constituir la
naturaleza de la monarquía y, en particular, el lugar de las provincias americanas dentro
de la monarquía.

Las reformas administrativas, militares y fiscales borbónicas se acompañaron de


extensas discusiones sobre el papel y la naturaleza de las provincias americanas dentro
de la monarquía. Estos debates estuvieron motivados en gran medida por desarrollos
geopolíticos que reflejaban una nueva visión de la expansión europea; esta visión,
valoraba las adquisiciones territoriales ultramarinas como fuente de beneficios y las
convertía en objetivos de rivalidad imperial y escenarios para las guerras europeas, como
la Guerra de los Siete Años (1756-1763). Todos estos acontecimientos provocaron un
intenso enriquecimiento semántico de la palabra ‘colonia’ durante el siglo XVIII. Así,
aunque el reformismo español no alteró la legislación existente, las reformas se basaron
en una nueva visión del papel de las provincias americanas.20

José Gálvez, ministro de Indias (1776-1787), lideró esta nueva visión de América. El
32 proyecto de implementación de las intendencias en toda América buscó acentuar la
presión fiscal, fortalecer la capacidad del sistema de recaudación de impuestos,
establecer varios monopolios, reformar el antiguo sistema aduanero y crear un método
más efectivo para transferir recursos a España. El término ‘colonia’ empezó a competir
con otras denominaciones oficiales, como ‘virreinato’, ‘capitanía’ y ‘provincias’, y
términos no-oficiales pero ampliamente aceptados como ‘reinos’ y ‘patria’. En 1794 el
saliente Virrey de México aconsejó a su sucesor “no […] perder de vista que [la Nueva
España] se trata de una colonia que debe depender de España”.21 La asimilación de la

20
. Una mirada rápida a las relaciones de mando de los Virreyes y Gobernadores en el recién creado
Virreinato de la Nueva Granada evidencia una voluntad contundente de transformar el dominio para
producir mayores beneficios en la relación con la metrópoli. Ver Germán Colmenares, ed., Relaciones e
informes de los gobernantes de la Nueva Granada . 3 vols (Bogotá: Fondo de Promoción de la Cultural del
Banco Popular, 1989). Vol. 1. Para una vision panorámica, véase Allan Kuethe and Kenneth Andrien, The
Spanish Atlantic world in the eighteenth century: war and the Bourbon reforms, 1713-1796 (New York,
NY: Cambridge University Press, 2014) 68-97: 271-304.
21
. Se trata del primer uso del término por parte de un Virrey para designar una provincia americana.
Conde de Revillagigedo, Instrucción reservada que el Conde de Revillagigedo dio a su sucesor en el
mando Marqués de Branciforte sobre el gobierno de este continente en el tiempo que fue su Virrey
(México: Agustín Guiol, 1831. Numeral 364, páginas 90-91. Es importante señalar que los grandes
levantamientos del periodo –en Quito, la Rebelión de los Barrios (1765); las rebeliones de Túpac Amaru II
y de Túpac Katari en Perú y Bolivia (1780-82); y la Revuelta de los comuneros en la Nueva Granada (1781) –
etiqueta a las unidades administrativas de la Corona identificó a esta última como la
unidad responsable de garantizar la correcta aplicación y buen cumplimiento de las
políticas de la corte en ultramar.22

Para entonces ‘colonia’ ya significaba –por lo menos para un grupo importante de


funcionarios reales– algo muy diferente de lo que había significado un siglo antes. En
vez de significar parte integral de la monarquía, indicaba ahora una externalidad al
cuerpo de la nación; en vez de referirse a una comunidad perfecta, designaba de manera
más frecuente territorios de ultramar en los que coexistían corporaciones heterogéneas,
sin lazos sociales entre sí, muchas de las cuales se referían a salvajes o incivilizados; en
tercer lugar, en vez de ser susceptibles de gobierno, se refería a una población que era
sujeto de dominio por la fuerza. Estos tres postulados nunca fueron adoptados
oficialmente, pero operaron de manera informal en muchas de las disposiciones que se
tomaron desde el Ministerio de Indias.23

33 no produjeron una crítica conceptual anticolonial, por lo menos no en los términos que nos resulta
familiar. Al contrario, estos levantamientos han sido considerados movimientos corporativos (o
neoindigenistas), milenaristas o antifiscales, propios del antiguo régimen. Ver Keuthe and Adrien,
Spanish Atlantic World 271-304.
22
. Como ya lo anotó José María Portillo, a partir de esa misma época nación y monarquía empiezan a
divergir. En palabras cercanas al siglo XVIII, podríamos decir que la comprensión generalizada de
tratadistas y funcionarios es que la colonia hace parte de la Monarquía, pero no hace parte de la nación. La
impresión compartida por una amplia mayoría de los oficiales peninsulares es que América no hacía parte
de la nación, por lo menos no en el mismo sentido que Cataluña, Aragón o Toledo. En el mismo sentido
Jose María Portillo señala que para los pensadores españoles del siglo XVIII la monarquía y la nación no
coincidían: “Con muy contadas excepciones, cualquier pensador español del momento tenía por evidente
que las posesiones extraeuropeas del Rex Catholicus –con la excepción de Canarias– contaban como
monarquía, pero no como nación. Esta última, aún sin una definición política sustantiva, era cosa sólo de
europeos…”. En “Crisis de la Monarquía y necesidad de una constitución”. Tomado de:
http://www.fd.unl.pt/docentes_docs/ma/amh_MA_6595.pdf. Para un desarrollo más sostenido, véase
Portillo Valdés, 2006, 32-53.
23
. Para un desarrollo completo del argumento, ver las siguientes publicaciones: Francisco A. Ortega
Martínez, “Colonia, nación y monarquía. El concepto de colonia y la cultura política de la
Independencia”, en La cuestión colonial, editado por Heraclio Bonilla (Bogotá: Universidad Nacional de
Colombia, 2011) 109-34; “Ni nación ni parte integral. ‘Colonia’ de vocablo a concepto en el siglo XVIII
iberoamericano”, en Prismas. Revista de historia intelectual. 15 (2011): 11-30; “Entre ‘constitución’ y
‘colonia’, el estatuto ambiguo de las Indias en la monarquía hispánica”, en Conceptos fundamentales de la
cultura política de la Independencia (Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 2012) 61-91; y “The
Conceptual History of Independence and the Colonial Question in Spanish America”, en Journal of the
History of Ideas 79.1 (2018): 89-103.
Los elementos más arbitrarios del concepto ‘colonia’ se habían vuelto tan explícitos que
el patriciado hispanoamericano reaccionó contra lo que consideraban el
desconocimiento de la constitución antigua de los reinos americanos. El licenciado
Hipólito Villarroel, alcalde mayor y asesor de la Acordada en México, expresó su
oposición a las reformas señalando que tales solo podrían ser legítimas “si nuestra
constitución fuese igual a alguno de los reinos y monarquías de la Europa. Pero como
por la divina providencia, la nuestra se gobierna bajo de otras reglas muy distintas de las
que dicta el despotismo, las ordenanzas faltan a las leyes del país y su imposición es una
arbitrariedad”.24 Las Indias, continúa el alcalde, tienen su propia “Constitución con
arreglo a las leyes fundamentales publicadas y mandadas a observar cerca de dos siglos ha
por la dirección y gobierno de la América”.25

Un grupo importante de reformadores trató de evitar la confrontación. En la reunión


extraordinaria del Consejo Real que tuvo lugar el 5 de marzo de 1768, los fiscales Condes
Campomanes y Floridablanca advirtieron que

los Vasallos de S.M. en Indias para amar a la matriz que es España necesitan unir
34 sus intereses, porque no pudiendo haber cariño a tanta distancia, solo se puede
promover este bien haciéndolos percibir la dulzura y participación de las
utilidades, honores y gracias. ¿Cómo pueden amar un gobierno a quien increpan
imputándole que principalmente trata de sacar de allí ganancias y utilidades y
ninguno les promueve para que les haga desear o amar a la nación y que todos los
que van de aquí no llevan otro fin que el de hacerse ricos a costa suya? 26

La dramática conciencia de un cierto estado de cosas que atenta contra la unidad de la


monarquía le da contundencia a la última frase del dictamen: “No pudiendo mirarse ya
aquellos países como una pura colonia, sino como unas provincias poderosas y
considerables del Imperio Español”.

24
. Hipólito Villarroel, Enfermedades políticas que padece la capital de esta Nueva España; en casi todos
los cuerpos de que se compone y remedios que se le deben aplicar para su curación si se quiere que sea útil
al Rey y al público (México: Porrúa, 1999), numeral 48, página 278. Ver en particular el prefacio, “Estado
que tiene el reino de Nueva España en varios puntos de los que abraza el reglamento para descender a su
imaginación” (263-316).
25
. Ibíd., numeral 49, 278.
26
. Incluido en Richard Konetzke, “La condición legal de los criollos y las causas de la independencia”,
Estudios Americanos 2, no. 5 (1950), 45-46. Mi subrayado.
La aparición de una tímida esfera pública en la última década del siglo XVIII intensifica
el enfrentamiento conceptual y propicia un nuevo momento constitucional. Son
transformaciones ambientadas, por un lado, por acontecimientos internacionales –como
la Revolución francesa, la independencia norteamericana y las guerras con Francia e
Inglaterra– y, por otro, por las reformas universitarias –que habían incluido el estudio de
la economía política y del derecho público– y la apertura al iusnaturalismo racionalista
durante la segunda mitad del siglo XVIII.27 Para los fines de este trabajo consideraremos
la manera en que la disputa colonial se trasladó al lenguaje de lo que Bernardo Danvila y
Villarrasa, catedrático del Seminario de Nobles de Madrid y autor del primer manual de
economía política en España, denominó “economía civil”.28

Recordemos que la libertad de comercio preconizada con insistencia por la economía


política –por lo menos desde el ensayo de Richard Cantillon, Ensayo sobre la naturaleza
del comercio en general (1755), libro que había servido de base a Danvila y Villarasa para
sus Lecciones de economía civil o del comercio (1779)– extendía ese derecho al comercio
con las colonias. Adam Smith, quizá el autor más conocido de la disciplina económica y
cuyo trabajo había sido traducido y circulaba en la monarquía hispánica, había expresado
35 su oposición al monopolio del comercio con las colonias y a su explotación como forma
de acumular metales preciosos dentro de las fronteras de las naciones mercantilistas.29
Sin embargo, la mayoría de los economistas españoles preservaron una actitud
mercantilista hacia el comercio con las colonias, aun cuando insistían en las virtudes del
comercio libre. En el apartado “De las colonias” de sus Lecciones de economía civil
Danvila y Villarasa señala:

27
. En este caso y como señalan estudios recientes, es necesario comprender la circulación y recepción de
la ilustración napolitana, en particular autores como Ferdinando Galiani, Antonio Genovesi, Gaetano
Filangieri y Francesco Mario Pagano. Aún más, es muy probable, que los lectores hispanoamericanos se
hayan empapado de los debates norteamericanos y franceses a través de obras como las de Filangieri,
quien discutió con admiración el constitucionalismo norteamericano. Ver Federica Morelli, “Tras las
huellas perdidas de Filangieri: Nuevas perspectivas sobre la cultura política constitucional en el Atlántico
hispánico,” Historia Contemporánea 33 (2006), 459.
28
. Bernardo Joaquín Danvila y Villarrasa, Lecciones de economía civil, o del comercio (1779), ed. Pablo
Cervera Ferri (Zaragoza: CSIC, 2008). Para un examen del valor constitucional de los debates
económicos, ver José María Portillo Valdés, “Constitucionalismo antes de la Constitución. La Economía
Política y los orígenes del constitucionalismo en España,” en Nuevo Mundo Mundos Nuevos (2007).
Revista electrónica. Disponible en: http://nuevomundo.revues.org/4160.
29
. El Marqués de Casa Irujo tradujo el Compendio de la Riqueza de las Naciones preparada por
Condorcet (Madrid: En la Imprenta Real, 1792) y dos años después José Domingo Ortiz publicó la
traducción completa de la Investigación de la Naturaleza y Causas de la Riqueza de las Naciones
(Valladolid: Viuda e hijos de Santander, 1794).
Es ley del Derecho de Gentes comun á todas las colonias Européas, el que no
puedan comerciar, sino con la Metrópoli, porque de otra suerte sería inútil el
gasto de haberlas enviado; por consiguiente la navegacion en los mares de las
colonias debe ser privativa de aquella nacion que las ha enviado. Por la misma
razon es sumamente ùtil que las colonias estén dedicadas al cultivo de las tierras,
que no tengan marina propria, y que las tierras de las colonias no lleven los
mismos frutos que las de la Metrópoli, como sucede en gran parte de nuestras
posesiones de América; porque esto hace indisoluble la union de las colonias con
la Metrópoli, necesitando mutuamente las unas de las otras.30

La posición de Danvila y Villarasa no es original. Ese principio diferencial había sido


claramente enunciado por el economista Bernardo Ward en su Proyecto económico
(1762): “Debemos mirar la América baxo de dos conceptos. En quanto puede dar
consumo á nuestros frutos y mercancías; en quanto es una porción considerable de la
Monarquía, en que cabe hacer las mismas mejoras que en España”.31 El ministro Gálvez
ofreció su versión al señalar que las reformas en la América española deberían ser
36 implementadas “bajo las mismas reglas con que se erigieron en la Península de España
[…] sin que se necesite variarlas en más puntos esenciales que en los del fomento de
fábricas, prohibidas en las Colonias”.32 Estos dos principios –parte integral pero fuente
de enriquecimiento a costa de su propia industria– se convertirán en mantra burocrático
y naturalizarán la visión de la América española como colonia entre los funcionarios
reales. Muchos reformadores lo sostienen durante su residencia en América y a menudo
entran en conflicto con los patricios americanos, herederos de la antigua noción de
América como conjunto de reinos perfectos.

30
. Danvila y Villarrasa, Lecciones de economía civil, 140. Hay que tomar con escepticismo la afirmación
de Danvila y Villarrasa que el monopolio comercial hacía parte del ius gentium europeo. Sin ir muy lejos,
Gaetano Filangieri y Adam Smith, autores bien conocidos por el autor, insistían en lo ruinoso que
resultaba el monopolio para las colonias y el imperio.
31
. Bernardo Ward, Proyecto económico en que se proponen varias providencias dirigidas á promover los
intereses de España, con los medios y fondos necesarios para su plantificación (Madrid: Joachin Ibarra,
Impresor de Cámara de S.M., 1779), 228. Milhou señala que esa contradicción se hace evidente desde los
primeros arbitristas españoles del siglo XVI. El papel que ocupa América en el célebre “Memorial a Felipe
II” del contador Luis Ortiz es reminiscente de las recomendaciones de los reformistas del XVIII. Ver el
ya citado Milhou, "Sufficientia …", 121-123.
32
. “Informe y Plan de Intendencias para el reino de Nueva España presentado por el Visitador D. José de
Gálvez …”, 16 de enero de 1768, 20 de enero de 1768 y 21 de enero de 1768. Reproducido en Luis Navarro
García, Intendencias en Indias (Sevilla: Escuela de Estudios Hispano-Americanos, 1959) 175.
La defensa de Antonio Nariño con ocasión de la traducción e impresión clandestina en
diciembre de 1793 de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano
ofrece un claro ejemplo de la manera en que los debates en torno al papel económico de
las colonias abrieron una primera vía constitucional para los ilustrados americanos,
abonando el camino para los debates autonomistas que se dieron a partir de septiembre
de 1808, cuando llegaron las noticias a América de las abdicaciones de Bayona. El
impreso, aunque suficientemente conocido en España (tal y como argumenta Nariño en
su posterior defensa), constituía una ruptura con el antiguo régimen no solo por la
proclamación de los derechos del individuo, sino fundamentalmente por su definición
de ‘constitución’, basada no ya en las corporaciones que históricamente había producido
la constitución del reino sino como una abstracción del derecho racional. El artículo
decimosexto de los diecisiete de la constitución de 1789 dice “Toda Sociedad en la qual
la garantía de los Derechos no está asegurada, ni la separación de los poderes
determinada, no tiene Constitución”. La fórmula podía resultar inquietante,
particularmente para los sectores más regalistas, por su insistencia en que ‘constitución’
se refiere a la existencia de límites institucionales que contengan el poder del Príncipe.
La ausencia de esa institucionalidad contravenía la percepción de funcionarios reales –
37 incluso de los más regalistas– de que la monarquía hispánica era moderada y, por lo
tanto, no despótica. Nariño fue rápidamente encarcelado, encausado y condenado al
exilio.

Más que el impreso clandestino, lo que nos va a interesar –a modo de conclusión– es la


fascinante defensa de Nariño. Allí cita múltiples textos publicados en la monarquía para
probar que esas ideas no eran desconocidas en España y por lo tanto no podían ser
subversivas. Pero Nariño no centra su defensa por el delito de publicar los Derechos del
ciudadano sin licencia –un documento político y una ofensa civil– apoyándose en la
existente legislación española o apelando a aquellas traducciones en que se discutía la
naturaleza del poder, el diseño institucional o el problema de la representación. Nariño
centra su defensa, en cambio, en refutar aquellos presupuestos que gobiernan la
administración colonial y que se refieren a la restricción a la industria y agricultura, así
como al monopolio comercial impuesto sobre América. Según se desprende de la
extensa colección de citas reproducidas en la Defensa, el carácter asimétrico de la
relación entre la Península y las provincias americanas es funesto no solo para las
colonias sino para la misma metrópolis pues, “permitida y fomentada la industria y la
agricultura en nuestras colonias, la monarquía española será la más poderosa y el más
opulento imperio que han conocido los siglos”.33
Solo después de reiterar los beneficios generales que se siguen de un comercio sin
restricciones, Nariño cita pasajes que señalan la injusticia de un tratamiento diferencial
para las colonias:

… ó las colonias han de estar gobernadas según las reglas de la equidad, de justicia y
de razón, según aquellas reglas que han unido á los hombres en sociedad para su
propia conservación, seguridad y bienestar; ó al contrario se quieren gobernar por
principios y reglamentos opuestos á sus intereses…34

Ser gobernado por intereses opuestos vulnera el principio de sufficientia y es una


violencia a la constitución del reino, la cual, incluso de acuerdo con el derecho público
europeo podría dar pie a que la provincia –en este caso Nueva Granada– reconsiderara
su asociación con la metrópolis.35 En ese caso, continua la cita, “el ejemplo y la
proximidad de los nuevos republicanos [en los nacientes Estados Unidos] las
estimularán á desear y abrazarán otro gobierno que más les convenga”. La defensa de
38 Nariño fracasó, se le declaró “reo de alta traición”, y se le condenó a “destierro por diez
años a los presidios de África y para siempre del Nuevo Reino de Granada”.36

33
. “Defensa” (1795), en Eduardo Posada y Pedro María Ibáñez, eds., El Precursor. Documentos sobre la
vida pública y privada del General Antonio Nariño (Bogotá: Imprenta Nacional, 1903), numeral 76, página
81. Jaime Urueña identificó al autor de esta cita como François-Jean de Chastellux, autor del Discours sur
les avantages ou les désavantages qui résultent pour l'Europe de la découverte de l'Amérique, objet du prix
proposé par M. l'abbé Raynal (1787). Ver Jaime Urueña Cervera, Nariño, Torres y la Revolución francesa
(Bogotá: Ediciones Aurora, 2007), 42-46. Nariño cita de la traducción que apareció en el Espiritu de los
mejores diarios literarios que se publican en Europa (Madrid: en la Imprenta de González, número 172, 16
marzo, 1789; 987).
34
. “Defensa” (1795), en Posada y Ibáñez, eds., El Precursor. Documentos sobre la vida pública y privada
del General Antonio Nariño, numeral 77, página 82. En Espíritu, 996.
35
. El derecho de gentes, renovado a mediados del siglo XVIII por el texto de Emmerich de Vattel,
Derecho de gentes, o, Principios de la ley natural: aplicados a la conducta y negocios de las naciones y de
los soberanos (1758) discute en detalle la situación de las colonias e indica que estas retienen el poder de
exigir el respeto de sus derechos y libertades y preservan la prerrogativa de revocar el protectorado en caso
que así lo decidan. Ver Capítulos XVI al XVIII del primer libro. Aun cuando la traducción del texto de
Vattel es de 1822, el texto es ampliamente conocido en España y ejerce, como en otros lados, gran
influencia.
36
. Gonzalo Hernández de Alba y Andrés Olivos Lombana, compiladores, Archivo Nariño 1795-1810, Vol.
2, (Bogotá: Biblioteca de la Presidencia, 1990), 65. Camino a prisión Nariño se escapa y pasa a Francia e
Inglaterra donde busca apoyo para llevar a cabo una sublevación general contra el régimen español. En
1797 regresa al Nuevo Reino de Granada e intenta organizar un levantamiento en la región comunera pero
La defensa de Nariño evidencia que para finales del siglo XVIII se vuelve imposible
reconciliar los conceptos ‘constitución’ y ‘colonia’. Estos se han convertido en
antinomias y designan modos diferentes de organizar la vida en común. Revelan, por lo
tanto, el surgimiento de un conjunto de problemas que no podrán ser resueltos dentro
de los términos establecidos por el campo cultural inaugurado en el siglo XVI.
Igualmente tipifica los modos en que los ilustrados desarrollaron a lo largo de las dos
décadas siguientes, a través de los debates sobre la economía política, una discusión de
orden constitucional a partir de la cual resistieron o, eventualmente, participaron en la
redefinición de lo que era una colonia y, por ende, del papel que le cabía a los americanos
en el nuevo orden monárquico. El ramillete de referencias –siempre implícitas– en sus
textos es similar al que manejaban los reformistas españoles y da cuenta de una mirada a
la economía política que comprende discusiones sobre la manera más razonable y moral
de organizar la sociedad.37 Y es precisamente ese carácter moral de la nueva ciencia de la
economía política el que les permite a los americanos plantear la discusión más allá de la
mera utilidad para la Corona, una discusión que aborde igualmente las expectativas
locales y el sentido colectivo de justicia: su arraigada convicción de habitar una
comunidad perfecta.
39

Bibliografía
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desiste ante el recelo general y se entrega al Virrey Mendinueta, solicitándole perdón. Como parte de su
confesión escribe “Ensayo sobre un nuevo plan de administración en el Nuevo Reino de Granada” (1797)
en el que procura reconciliar una vez más las posibilidades de ser colonia y parte integral de la nación a
través de la máxima mercantilista de los intereses mutuos y complementarios: “Yo no propongo el que se
establezcan fábricas o manufacturas, que harían decaer el comercio nacional, i que perjudicarían en una
colonia naciente, abundante en frutos i escaza de brazos; no me olvido de que las riquezas de una colonia
deben ser diferentes de las de la metrópolis, i que esta diferencia es la que debe entretener el comercio
recíproco”. Reimpreso en Archivo de Nariño, Vol. 2, 227.
37
. Ver Portillo Valdés, "Constitucionalismo antes de la Constitución ..:”. También, Vicent Llombart i
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43
Inicio

Entre Occidente y Oriente:


América como puerta española a China en la época moderna

Dr. Diego Sola


Doctor en Historia
diegosola@ub.edu

44
Resumen
Durante la segunda mitad del siglo XVI, los horizontes de los imperios ibéricos se
ampliaron con la incorporación en el espacio colonial de los dominios en Asia. La
ocupación de las islas Filipinas a partir de las décadas de 1560 y 1570 situó a la Monarquía
Católica a las puertas de China, así como la Corona portuguesa se había asegurado un
acceso directo a través de la factoría de Macao, cerca de Cantón, hacia 1557. En aquel
contexto, los virreinatos americanos ejercieron un importante papel en la construcción
de la empresa ibérica y católica en Filipinas y China. Por un lado, la fundación del
dominio español en el archipiélago filipino estuvo vinculada en todo momento a su
dependencia institucional y logística respecto del virreinato de la Nueva España: el
Océano Pacífico de Felipe II y sus sucesores fue una extensión del Nuevo Mundo
americano. En el campo misional, muchos de los religiosos españoles que operaron en
Filipinas, así como la mayoría de los que incursionaron en el Imperio chino, se formaron
y trabajaron en algún momento en los virreinatos. Al mismo tiempo, como se explicará
mediante varios ejemplos de fuentes sinológicas generadas, América desempeñó el rol
de correa de transmisión de noticias y saberes sobre China, construyendo un eje de
comunicación desde el Pacífico hasta el Atlántico para llegar a Europa.
Palabras clave: China, Filipinas, América, Monarquía católica, circulaciones culturales.
Abstract
During the second half of the sixteenth century, the horizons of the Iberian empires
were expanded with the incorporation of the domains in Asia into the colonial space.
The occupation of the Philippine Islands from the 1560s and 1570s placed the Catholic
Monarchy at the gates of China, just as the Portuguese Crown had secured direct access
through the factory of Macao, near Canton, towards 1557. In that context, the American
viceroyalties played an important role in the construction of the Iberian and Catholic
enterprise in the Philippines and China. On the one hand, the establishment of Spanish
rule in the Philippine archipelago was linked at all times to its institutional and logistical
dependence on the viceroyalty of New Spain: the Pacific Ocean of Philip II and his
successors was an extension of the New World. In the missionary field, many of the
Spanish religious who operated in the Philippines, as well as most of those who ventured
into the Chinese Empire, were formed and worked at some time in the viceroyalties. At
the same time, as will be explained by several examples of generated sinological sources,
America played the role of transmission belt of news and knowledge about China,
building an axis of communication from the Pacific to the Atlantic to reach Europe.
Key words: China, Philippines, America, Catholic Monarchy, cultural transfers.
45

Introducción
Durante la segunda mitad del siglo XVI, China se convirtió en una prioridad
geoestratégica para las monarquías ibéricas. España y Portugal lideraban el proceso de
expansión europea por el mundo con la exploración y colonización, por este orden, de
África y América, para pasar a continuación, al abordaje de los vastos dominios asiáticos.
Asia fue el tercer escenario de contacto, si bien había sido el horizonte primero y último
de las empresas de navegación y descubrimiento. Los portugueses exploraron la costa
africana durante el siglo xv para hallar una ruta alternativa a la del Mediterráneo,
parcialmente dominado por los turcos, y llegar a la seda y las especias de Oriente a través
del Índico. A finales de ese siglo, Cristóbal Colón diseñó un nuevo plan para llegar hasta
el Catay de Marco Polo –la China del mercader veneciano, en la que vivió en el siglo
XIII– surcando las aguas oceánicas occidentales en un viaje que debía ser rápido y
directo. En el camino, un continente hasta entonces desconocido apareció ante los ojos
de los españoles, fundando el inicio de una conquista y colonización que convertirían el
proyecto imperial hispano en un proyecto esencialmente –aunque no exclusivamente–
americano. Los sucesores de Isabel y Fernando confiaron en Colón para dar a la
Monarquía una ruta comercial lucrativa y para ver realizada la expectativa de la
evangelización de infieles, mas no renunciaron nunca a su sueño de llegar al Catay,
objetivo postergado temporalmente en la agenda imperial.

Sin hallar directamente el acceso a China por la vía del océano occidental, los españoles
se centraron en los procesos de conquista y dominación: Hernán Cortés en México
(1519-1528) y Francisco Pizarro en Perú (1532-1533). La dominación de México, con la
fundación en 1535 del virreinato de la Nueva España como entidad política y territorial
de la monarquía hispana, condicionó la futura vinculación de las posesiones pacíficas del
rey a México. Porque si bien América pasó a ser la prioridad de esa agenda imperial, los
monarcas, particularmente Felipe II, no quisieron renunciar a un acceso directo a Asia y
su mercado.

Como se explicará en seguida, en la denominada empresa de China, dentro del conjunto


de decisiones y acciones de la Corona hispana respecto al gigante asiático, América jugó
un papel fundamental. Fue en América donde se diseñaron políticas relativas a ese
remoto objetivo y donde se gestó y construyó un conocimiento apropiado sobre la
46 realidad china y asiática, segunda parte de esta comunicación. Decisiones y visiones son
los dos ejes sobre los que bascula esta ponencia, que aborda el tema desde la perspectiva
de una cultura de expansión propia del escenario de la primera mundialización. Rui
Loureiro1 y Luís Filipe Barreto,2 entre otros autores, han sugerido este marco
conceptual para describir toda la producción cultural en forma de obras impresas,
manuscritos, cartas o relaciones, generada a partir del encuentro y descubrimiento de
nuevos mundos por parte del Occidente europeo. El contacto con nuevas realidades
geográficas y humanas obligó a los europeos a crear una nueva forma de explicar el
mundo, con nuevos marcos de interpretación, todo ello en medio de una creciente
demanda de información del público letrado por la fascinación que un Nuevo Mundo,
unos nuevos mundos, generaban.3

Dentro de esa cultura de expansión circularon obras manuscritas y en menor número,


impresas, que en conjunto consignaron por escrito un contacto cultural novedoso

1
. Rui Loureiro, Fidalgos, missionários e mandarins: Portugal e a China no século XVI (Lisboa: Fundação
Oriente, 2000).
2
. Luís Filipe Barreto, “Fundamentos da Cultura Portuguesa da Expansão”, Philosophica 15 (2000): 89-115.
3
. Véase la obra de Stephen Greenblatt, Maravillosas posesiones: el asombro ante el Nuevo Mundo
(Barcelona: Marbot, 2008).
auspiciado en un mundo nuevo conectado, cosido en sus confines más remotos o,
siguiendo la metafórica visión de Pierre Chaunu, un mundo roto en sus costuras
tradicionales ante su propia e irrefrenable eclosión.4 La rotura de esas costuras globalizó
a sus individuos en una visión de un mundo sin fin, o en palabras de Serge Gruzinski, en
continua “acumulación de nuevos saberes e información de todo tipo y origen, puesta en
la circulación de objetos, mercancías, creencias e ideas.5 El mismo autor propone dirigir
la mirada a un nuevo tipo de personaje, el passeur culturel, que media entre dos mundos,
que explica, conceptualiza y permite comprender. La América virreinal, como se verá,
jugó un papel fundamental en esa mediación entre Oriente y Occidente a través de un
conjunto de literatura de expansión y, previamente, con la participación de sus espacios
decisorios en los debates sobre China, aspecto detallado en la primera parte del texto.

1. Felipe II y la empresa de China


España afrontaba la segunda mitad del siglo XVI con un dominio imperial afianzado en
las denominadas Indias Occidentales. Décadas atrás, el portugués Fernão de Magalhães,
al servicio de la Corona hispana, comandó la primera de las expediciones a las Molucas
(1519-1522), conectando por mar, y por primera vez, el Atlántico y el Pacífico. A la
47 expedición de Magalhães –que Juan Sebastián Elcano completaría con la
circunnavegación del mundo a su llegada a la Península Ibérica en 1522– le siguió la
comandada por Jofre de Loaísa, en 1525. La venta de las Molucas a Portugal por el
acuerdo con España tras el Tratado de Zaragoza (1529), apartó a los españoles durante
algún tiempo de las aguas oceánicas; una nueva etapa de exploración y ocupación
iniciaría a mediados de siglo.

Ruy López de Villalobos partió en 1542 desde la costa occidental de la Nueva España
rumbo al sur del Océano Pacífico,6 trayecto que lo llevó a las islas de San Lázaro (futuras
Filipinas). Miguel López de Legazpi volvió a ellas en su expedición de 1564-1565, con
órdenes reales de ocupar el territorio y establecer allí una base operativa para la apertura

4
. Pierre Chaunu, Séville et l’Atlantique, 1504-1650 (París: Armand Colin, 1959).
5
. Serge Gruzinski, “Passeurs y elites «católicas» en las Cuatro Partes del Mundo: Los inicios ibéricos de la
mundialización (1580-1640)”, en Passeurs, mediadores culturales y agentes de la primera globalización en
el Mundo Ibérico, ed. S. O’Phelan y C. Salazar-Soler (Arequipa: Instituto Francés de Estudios Andinos,
2005), 13-29.
6
. Ciriaco Pérez-Bustamante, “La expedición de Ruy López de Villalobos a las islas del Pacífico”, en A
viagem de Fernão de Magalhães e a questão das Molucas: actas do II Colóquio Luso-Espanhol de história
Ultramarina, ed. A. Teixeira da Mota (Lisboa: Junta de Investigações Cientificas do Ultramar, 1975), 611-
626.
de una ruta comercial entre las Filipinas y América –la “Nao de China”, el futuro
“Galeón de Manila” o “de Acapulco”– que permitiera introducir en la monarquía
hispana los productos asiáticos. Por lo tanto, debían ocuparse las Filipinas y hallarse el
tornaviaje, el camino de vuelta al continente americano por el Pacífico, camino que poco
después descubriría fray Andrés de Urdaneta.7 En efecto, para descubrir esta ruta y
consolidar su trayecto, Felipe II acudió a Urdaneta, un viejo marino que en 1553 tomó la
decisión de entrar en el convento de San Agustín de México, donde profesó como
religioso de la orden agustina. Tras ser reclamado por el rey para acompañar a su paisano
Miguel López de Legazpi a las Filipinas y de hallar el camino de regreso a México por el
este, Urdaneta falleció en México en 1568, cuando aún tenía la intención de volver a
Filipinas para ayudar a sus compañeros agustinos en la evangelización de las islas.

La situación que encontraron los conquistadores en Filipinas fue harto penosa; el


tiempo de penuria duró hasta la fundación de las ciudades de Jesús de Cebú y Manila, en
1571.8 En ese momento, las Filipinas pasaban a formar parte del imperio de los
Habsburgo españoles, con lo que dependían administrativamente del virreinato de la
Nueva España y eclesiásticamente del arzobispado metropolitano de Ciudad de México.
48 Las islas de San Lázaro habían recibido el nombre de Filipinas en la expedición de López
de Villalobos de 1542-1545, cuando Felipe aún era príncipe de Asturias. El archipiélago,
naturalmente, fue rebautizado en su honor. Ya como rey, este recóndito y remoto grupo
de islas a miles de millas de España pasó a ocupar un lugar en modo alguno menor dentro
de su geoestrategia global. Según Chaunu, las Filipinas ocupaban un preciado lugar en el
mapa mental del rey Felipe, pues eran la bisagra que permitía una “estructura continua”
de la presencia humana, al convertirse en el nexo de unión entre el Extremo Oriente y el
Extremo Occidente.9

López de Legazpi había viajado al Pacífico conocedor del horizonte chino de su


empresa. Pocos días antes de su muerte, en agosto de 1572, escribió al virrey de la Nueva

7
. Sobre la vida de este intrépido agustino, marino, cosmógrafo y aventurero, véase Gaspar de San Agustín,
“Vida y muerte del venerable padre fray Andrés de Urdaneta”, en Conquistas de las Islas Filipinas, ed.
Manuel Merino (Madrid: CSIC, 1975), 209-213.
8
. “Y así, el día de la natividad de San Juan Bautista, veinticuatro de junio del año de 1571, comenzó la
fundación de la ciudad de Manila, cabeza y metrópoli de todas estas islas y de todas las demás que en
adelante rindiesen vasallaje a la Real Corona de nuestro católico monarca”, San Agustín, Conquistas de las
Islas Filipinas, 336.
9
. Pierre Chaunu, Les Philippines et le Pacifique des Ibériques, 2 vols. (París: SEVPEN, 1960-1966).
España, Martín Enríquez, entusiasmado por el hallazgo que pocos meses atrás había
hecho. Legazpi y sus hombres habían liberado a unos “chinos cautivos”, viendo una
ocasión propicia para intentar la “amistad y contratación” con ellos, en uno de los
primeros contactos de los españoles con los chinos que comerciaban desde Cantón.
Algunos de esos chinos liberados se instalaron en Manila, consolidando su asentamiento
estable en el barrio o parián chino de la ciudad. Los juncos chinos ya navegaban por las
aguas del archipiélago desde mucho tiempo atrás, teniéndoselas que ver con los
aguerridos musulmanes del lugar, y declararon a Legazpi que les resultaba mejor
contratar con ellos, los cristianos, que no “con los moros”. El gobernador entendió que
aquella era una buena oportunidad para acercarse a China con toda prevención –en su
carta declaró que “no he querido alterar ni alborotar” a estos chinos–, y pensó
inmediatamente en los misioneros agustinos, principales evangelizadores de las islas en
aquel momento, decidiendo enviar un navío de religiosos a China a fin de llegar hasta el
gobernador de la provincia de Fujian, “para que allá tratasen de paz y amistad perpetua
con el que gobierna porque dicen que su Rey está muy lejos de la tierra adentro camino
de tres meses”.10

49 Legazpi falleció escasos días después, le sucedió al frente de las islas Guido de Lavezaris,
quien asumía el control de las Filipinas con la mirada puesta, como su predecesor, en el
Celeste Imperio. Fue él el encargado de preparar la primera embajada española a China,
que lideró el agustino Martín de Rada y el laico Miguel de Luarca en el verano de 1575.
Lo que las autoridades filipinas pretendían era una embajada a “Chincheo” (Fujian) para
“tratar con [el virrey] de la paz y contratación”.11 Los objetivos son conocidos por el
detallado informe que Rada hizo llegar al virrey de México Martín Enríquez de
Almansa, responsable último, tras el rey, de toda decisión en el Pacífico. Rada pedía al
virrey sancionar la decisión de enviar un par de religiosos para que, además, “se abra gran
puerta al Evangelio”. Los españoles de Filipinas habían depositado grandes esperanzas
en este viaje que, sin embargo, acabó interrumpido por las autoridades chinas de Fujian.
El viaje no había conseguido cumplir sus objetivos, pero fray Martín de Rada, quien
moriría de regreso de Borneo en 1578, regresó a Filipinas con un cargamento de cien

10
. Todas las citas de la carta corresponden a: Archivo General de Indias (AGI), Patronato, 24, 11 de agosto
de 1572.
11 º
. “Carta de Martín de Rada al virrey de la Nueva España de 10 de agosto de 1572”, AGI, Patronato, 24, n.
1, 22.
libros chinos que rápidamente pidió traducir a los sangleyes de Manila y que
posteriormente se enviarían a América.12

La polémica sobre la empresa de China,13 sin embargo, estaba lejos de finalizar. Pocos
meses después de la frustrada embajada, el gobernador de Filipinas Francisco de Sande
planeaba un plan de conquista del Imperio chino que puede resumirse en la siguiente
propuesta: “El aparato que es menester para esta jornada son de cuatro a seis mil
hombres armados de pica y arcabuz, con los navíos, artillería y municiones necesarias.
Puédese con dos o tres mil hombres tomar la provincia que más contentare, y tener
puertos y armada superior por la mar, y esto será muy fácil, y en siendo señores de una
provincia es hecha toda la conquista”.14 Su confianza se apoyaba, pues, en la creencia de
que, como Cortés en México, unos pocos hombres bastarían para hacerse con el control
de una provincia y luego los naturales los recibirían con los brazos abiertos ante la
expectativa, creía el doctor Sande, de liberarse de la tiranía de sus odiosos mandarines.
Otros, incluso, creían que muchas ciudades chinas podían subyugarse con menos de
sesenta buenos soldados españoles, a mayor imitación ya de la epopeya de Cortés.15
Todos estos planes partían de una manifiesta sinofobia, es decir, una visión negativa de
50 China, su organización social y sus costumbres.16

1.1. El virreinato de México en la polémica


En el debate sobre la empresa de China de la década de 1580, que debía ofrecer al rey
Felipe II argumentos para decidir una política pacífica o militar respecto al Celeste
Imperio, América fue el escenario clave. Todo lo concerniente al gran imperio asiático
se consideraba privativo, además del propio monarca español, de las autoridades
virreinales de la Nueva España. En aquel contexto de impaciencia respecto a lo que
debía hacerse con el imperio vecino a las Filipinas, Felipe II logró la Corona portuguesa
en 1581. En aquel año se puso en marcha un nuevo proyecto de embajada a China
capitaneado por frailes agustinos, entre ellos, un religioso profeso del convento de San

12
. Véase Dolors Folch, “Biografía de fray Martín de Rada”, Huarte de San Juan, Geografia e Historia 15
(2008): 54.
13
. Sobre este proyecto en el conjunto de su evolución teórica e histórica véase Manel Ollé, La empresa de
China. De la Armada Invencible al Galeón de Manila (Barcelona: Acantilado, 2002).
14
. “Carta de 7 de junio de 1576”, AGI, Filipinas, 6.
15
. John M. Headley, “Spain’s Asian Presence, 1565-1590: Structures and Aspirations”, American Historical
Review 75, issue 4 (1995): 637.
16
. Véase Colin Mackerras, Sinophiles and Sinophobes. Western Views of China (Oxford: University
Press, 2000).
Agustín de la ciudad de México, Juan González de Mendoza, del que se hablará más
adelante.

Una resolución del Consejo de Indias (de 5 de marzo de 1580) dejaba la prosecución de la
embajada a China en manos del virrey de la Nueva España.17 Esta instrucción sería
determinante para decidir la suerte de la jornada, al convocar el nuevo virrey Lorenzo
Suárez de Mendoza, conde de Coruña, una junta a tal efecto: “llegado que sea a la Nueva
España trate y comunique todo esto con don Martín Enríquez18 y si conforme a la
relación y noticia que tuviere de las cosas de aquella tierra y estado en que estuvieren les
pareciere a ambos que se debe efectuar lo encarguen a este religioso [Juan González de
Mendoza] y a fray Fran[cis]co de Ortega”.19

El virrey había recibido instrucciones para “traer a esta Nueva España y enviar a la China
las cosas que V[uestra] M[ajestad] es servido enviar en presente al Rey de aquellas partes
para efecto de asentar paz con él y abrir por este camino la puerta a los ministros del
Evangelio”.20 Efectivamente, Felipe II había enviado al emperador chino Wanli un
lujoso regalo además de una carta de amistad.21
51
El virrey quiso consultar el asunto de la embajada con su predecesor, Martín Enríquez, y
pidió, además, el parecer de Francisco de Sande, tercer gobernador de las islas Filipinas,
recientemente relevado de sus funciones y desplazado a México.22 A tal propósito
convocó una “junta […] de los más grandes hombres de todo el Reino [de la Nueva
España] acerca de la prosecución de la embajada”.23 La opinión de Sande, imprescindible

17
. “y si conforme a la relación y noticia que tuviese de las cosas de aquella tierra y estado en que estuvieren
os pareciere a ambos que se a de efectuar”, en AGI, Filipinas, 84, 339, leg. 1.
18
. El cambio al frente del virreinato no se produciría hasta el 4 de octubre de 1580, por lo que, en el
momento de la resolución del Consejo de Indias, el 5 de marzo de 1580, Martín Enríquez de Almansa era
virrey. Enríquez (c. 1510-1583) fue virrey de la Nueva España (1568-1580) y del Perú (1581-1583).
19
. AGI, Indiferente General, 739, n.º 240.
20
. “Carta del virrey conde de Coruña a Felipe II, México, 20 de octubre de 1581”, AGI, Indiferente
General, 739, n.º 264.
21
. Permítaseme citar Diego Sola, El cronista de China. Juan González de Mendoza, entre la misión, el
imperio y la historia (Barcelona: Edicions de la Universitat de Barcelona e Instituto Confucio, 2018), 112-
119.
22
. Francisco de Sande (1540-1627), tercer gobernador y capitán general de las islas Filipinas (1575-1580)
había sido sustituido en abril de 1580 por Gonzalo Ronquillo de Peñalosa.
23
. Juan González de Mendoza, Historia de las cosas más notables, ritos y costumbres del gran reino de la
China (Madrid: 1586), fol. 117v.
dada su condición de exgobernador en Manila, fue determinante para poner fin a la
embajada. El exgobernador tenía en muy bajo concepto a los chinos, de los que en 1576
había escrito que eran “gente ruin y desvergonzada y muy pedigüeña”.24 Enemigo de la
entrada pacífica, su plan, como se ha explicado, pasaba por una conquista militar del
Celeste Imperio.

Finalmente, siguiendo al pie de la letra la instrucción real, no prosiguiendo la “jornada de


China”, fueron vendidos los regalos, así como las pinturas incluidas en el presente, obra
del artista Alonso Sánchez Coello, que se quedaron en México.25 Abortada la embajada
en la Nueva España, con el plácet del virrey, las opiniones contrarias en el reino
mexicano a su ejecución aumentaban, como demuestra la carta enviada por el arzobispo
de México, metropolitano de la nueva diócesis filipina. El arzobispo Pedro Moya (c.
1528-1591), se sumaba a la propuesta de guerra armada como método de entrada en
China.26 Sin embargo, Felipe II jamás llegó a sancionar esta política, pese a la
vehemencia de sus más firmes defensores en ciudad de México y en Manila.

2. Literatura de expansión
52 La aparición de noticias sobre China en Europa se multiplicó a partir de la llegada de los
portugueses a Asia. Resulta necesario señalar que la creación de este conocimiento no
obedece simplemente a una necesidad personal de estos navegantes, oficiales y
aventureros por explicarse, sino que se inscribe en un contexto mayor de acumulación
de conocimiento de los nuevos mundos explorados. Alfonso de Albuquerque, segundo
gobernador de la India portuguesa, promovió esta práctica con la recolección de
relaciones. En conjunto, eran informes estratégicos, político-económicos, culturales y
lingüísticos, que buscaban comprender el entorno humano en el que los portugueses se
habían asentado, conociendo las costumbres, tradiciones y lenguas de esas nuevas

24
. “Relación del doctor Sande a Felipe II, Manila, 7 de junio de 1576”, AGI, Filipinas, 6.
25
. “y si entendieren no haber oportunidad de tiempo y ocasión para ello hagan vender todas estas cosas las
cuales tendrán allí mucho más precio y el que de ellas procediere se envíe por cuenta aparte en la primera
flota con la demás hacienda de V[uestra] M[ajestad]”. En AGI, Indiferente General, 739, n.º 240. Hasta la
fecha no se ha podido localizar el paradero de estas pinturas, que pasa indefectiblemente por México.
26
. “V[uest]ra Maj[estad] sea servido de no dar lugar a que especulaciones humanas impidan el santo celo
de V[uest]ra Maj[estad] que tan aprobado es en este nuevo mundo y puede producir fundamento muy
justificado para con el tiempo reducir aquellos reinos, por medios menos suaves, cuando no conociesen la
grande benignidad de V[uest]ra Maj[estad]”. En AGI, Indiferente General, 739, núm. 264, carta del
«arzobispo de Filipinas» (el arzobispo de México) al rey, 24 de octubre de 1581.
civilizaciones.27 El mediador cultural era, en primera instancia, un analista que fue,
antes, un observador de lo desconocido. Muchos de estos textos, destinados a las
cancillerías del rey, se convirtieron en textos de mayor difusión, circulando tanto de
forma manuscrita como impresa por Europa y sus dominios ultramarinos. Entre las
primeras relaciones se encuentra la Suma Oriental que trata do Mar Roxo até aos Chins
del boticario real del rey Manuel el Afortunado Tomé Pires,28 difundido desde Venecia
a través de la miscelánea Delle navigationi et viaggi (1565) de Giovanni Battista Ramusio.
Así como los portugueses generaron sus propias relaciones gracias al establecimiento en
la India y sus dominios índicos, los españoles construyeron su propia literatura de
expansión asiática una vez consolidaron su presencia en el Pacífico con el
establecimiento en las Filipinas. Fue un colaborador de Felipe II, fray Juan González de
Mendoza, quien concibió y ejecutó una obra clave de este corpus literario. Una vez más,
las Indias Occidentales, América, jugaron un papel decisivo en este proceso.

2.1. El papel de las Indias Occidentales: la Historia del Gran Reino y el Suceso de las
Islas Filipinas
Antes de que la Historia de las cosas más notables, ritos y costumbres del Gran Reino de
53 la China fuera publicada en 1585 en Roma, su autor creció y se formó en los conventos
novohispanos. Juan González de Mendoza (1545-1618) puso rumbo a México en 1562,29
donde profesó en el convento de los agustinos de ciudad de México, la misma casa de
religiosos en la que en 1553 fray Andrés de Urdaneta había ingresado. El mundo
novohispano se abrió ante los ojos de fray Juan como un paraíso de horizontes
inabarcables. Así lo explicó en su Historia: “Cuánto tenga de largo y de ancho no es
posible poderse decir por no estar hasta ahora acabado de descubrir y hallarse cada día
tierras nuevas”.30 La Nueva España, por lo tanto, presentaba una inconmensurabilidad
distinta a la de los horizontes llanos de Castilla. A su vez, México aparecía como un

27
. Luís Filipe Barreto, “Duarte Barbosa e Tomé Pires. Os Autores das Primeiras Geografies Globais do
Oriente”, en Entre dos mundos. Fronteras Culturales y Agentes Mediadores , ed. B. Ares Queija y S.
Gruzinski (Sevilla: CSIC-Escuela de Estudios Hispanoamericanos, 1997), 178.
28
. Véase Rui Loureiro, O manuscrito de Lisboa da «Suma Oriental» de Tomé Pires (Contribução para
uma edição crítica) (Macao: Instituto Português do Oriente, 1996).
29
. Según Gregorio de Santiago Vela, “En los conventos de aquel país, y especialmente en Mechoacán
[Michoacán] residió nueve años, habiéndose ocupado cinco en leer Gramática y en estudiar Artes y
Teología hasta completar su carrera eclesiástica, atendiendo a la vez a adoctrinar a los naturales”, en
Gregorio de Santiago Vela, Ensayo de una biblioteca ibero-americana de la Orden de San Agustín, vol. 3
(Madrid: Imprenta del Asilo de Huérfanos del S. C. de Jesús, 1917), 202.
30
. González de Mendoza, Historia de las cosas más notables , fol. 279.
destino atractivo para aprender y formarse. Según el parecer del agustino, sus estudios
universitarios no tenían nada que envidiar a los de Castilla: “Hay Universidad y en ella
muchas cátedras en que se leen todas las Facultades que en la de Salamanca por hombres
muy eminentes cuyo trabajo es gratificado con grandes salarios y honras”.31 Mendoza
publicó su Historia del Gran Reino de la China como maestro en Teología,32 pero se
desconoce el lugar donde obtuvo su graduación, bien en la universidad mexicana que tan
bien pareció conocer por su relación, bien en el convento michoacano o, tal vez, en su
larga estancia española entre 1574 y 1581.

Uno de esos “hombres muy eminentes” que fray Juan situaba en la universidad
mexicana, y que probablemente llegara a conocer en persona, fue Alonso de la Veracruz
(1507-1584), el más brillante de los profesores de la Real Universidad de México, de la
que fue uno de sus fundadores, en 1553. Fray Alonso se había formado en las
universidades de Alcalá y Salamanca, correas de transmisión del humanismo castellano,
y había viajado a México en 1535 donde, como fray Juan, había tomado el hábito
agustino. Impregnado de un humanismo radical en la defensa de los indios, fray Alonso
sufrió por ello la censura en el ejercicio de su magisterio.33 Su mentor intelectual en la
54 universidad salmantina, el dominico Francisco de Vitoria (1486-1546),34 le había legado
una visión humanitarista que le llevó a entender que la disposición de los indios era
favorable a la evangelización, ante lo cual no cabía el uso de la fuerza y la coacción
violenta: “Los habitantes del nuevo mundo no sólo no son niños amentes [dementes],
sino que a su modo sobresalen y por lo menos algunos de entre ellos son de lo más

31
. Ibíd., fol. 282r.
32
. Dilecto filio Johanni González de Mendoza, presbítero, Ordinem, Sancti Agustini Hoeremitarum
expresse professo, et Magistro in Theologia, en la licencia de Sixto V en su Historia (Roma: 1585).
33
. Un completo perfil intelectual de Alonso de la Veracruz puede leerse en José María Gallegos, El
pensamiento mexicano en los siglos XVI y XVII (México: Centro de Estudios Filosóficos, 1974), 243-278.
La reciente tesis de Francisco Quijano actualiza el conocimiento sobre Veracruz poniéndolo en relación
con el pensamiento de Bartolomé de las Casas y Juan Zapata y Sandoval en Francisco Quijano Velasco,
Las Repúblicas de la Monarquía. Expresiones republicanas y constitucionalistas en la Nueva España.
Alonso de la Veracruz, Bartolomé de las Casas y Juan Zapata y Sandoval (México D.F.: Universidad
Nacional Autónoma de México, 2012).
34
. Sobre el pensamiento de Francisco de Vitoria véase Marcelino Rodríguez Molinero, La Doctrina
colonial de Francisco de Vitoria o el derecho de la paz y de la guerra: un legado perenne de la Escuela de
Salamanca (Salamanca: Librería Cervantes, 1993).
eminentes; no eran por lo tanto tan niños amentes como para que fueran incapaces de
dominio”.35

Esta visión positiva de los naturales sería otro signo distintivo del discurso de Juan
González de Mendoza hasta sus últimos días. En 1614, ya anciano obispo de Popayán, en
el Nuevo Reino de Granada, insistía en su condición de defensor de los indios: “Digo
Señor como otras veces lo he apuntado por puro escrúpulo de mi consciencia y como
protector de estos pobres indios que está esta tierra perdida por el mal tratamiento que
los encomenderos les hacen que es peor que a sus esclavos”.36

Resulta conveniente destacar esta influencia intelectual novohispana sobre Mendoza


por el discurso positivo y admirativo que este proyectó en su Historia del Gran Reino.
El libro se convirtió en el tratado sobre China más leído en el Occidente europeo de su
tiempo, siendo traducido al italiano, al francés, inglés o alemán:37 un hecho que se
explica, además de por la avidez de noticias de una parte del público europeo sobre el
gigante asiático, por el acierto de las fuentes utilizadas por Mendoza y el buen uso que
hizo de ellas. La China que Mendoza quería ofrecer a sus lectores era una que pivotaba
55 sobre dos ejes: virtud y grandeza. Sus capítulos están llenos de referencias a la
inmensidad de las ciudades, los edificios, los campos de cultivo, a la gran abundancia en
todos los órdenes de la vida material, presentando una especie de paraíso mercantil. En
cuanto a la virtud, Mendoza presentó un reino prototipo y paradigma de nación
civilizada en el mundo. Sus gobernantes eran, a su juicio, prudentes, y era mucho lo que
los gobernantes europeos podían aprender del milenario reino del Dragón.

La Historia del Gran Reino de la China tuvo difusión editorial en América, como
prueba la revisión del inventario testamentario de un importante oficial de la Corona
que culminaba su carrera en Quito: Antonio de Morga (1559-1636).38 Morga, jurista y alto
funcionario colonial, desempeñó su trayectoria entre Filipinas, Nueva España y el Perú,

35
. Fragmento de Alonso de la Veracruz, Sobre el dominio de los indios y la guerra justa, transcrito en
Ambrosio Velasco, «Alonso de la Veracruz: la tradición humanista republicana», Revista de la Universidad
de México, 46 (2007): 53.
36
. “Carta a Felipe III del 1 de abril de 1614”, AGI, Quito, 78, n.º 33.
37
. Véase la difusión del libro en Carlos Sanz, Primitivas relaciones de España con Asia y Oceanía (Madrid:
Librería General, 1958), 386-392.
38
. Véase el estudio de Francisca Perujo en: Antonio de Morga, Sucesos de las Islas Filipinas (México:
Fondo de Cultura Económica, 2007).
completando el triángulo clave de los dominios oceánicos de la Monarquía hispana. El
inventario testamentario de Morga fechado en Quito el 26 de julio de 1636 revela que
este poseía una biblioteca muy completa en geografía e historia. Por ejemplo, entre sus
bienes se encontraban la Crónica de Giovanni Botero o la Historia oriental de Fernão
Mendes Pinto,39 tal como aparecen referenciadas. En dicho inventario post mortem no
faltó la Historia del Gran Reino de la China,40 lo que prueba que la profusa difusión del
tratado de Mendoza circuló de un lado al otro del Atlántico, con ejemplares en el
continente americano.

El propio Morga difundió su obra, una muestra más de su dimensión de passeur culturel
que navegó por dominios muy alejados entre sí, tras una década de trabajo en las
Filipinas y al poco de llegar a México, donde ocupó varios cargos al servicio del virrey.
En 1609 publicó Sucesos de las Islas Filipinas en la ciudad de México, tratado que narra
las primeras décadas de presencia española en el Pacífico y que aborda también una
descripción de Asia basada en su imagen más rica y exuberante.41

Epílogo
56 El conjunto de proyectos diplomáticos con destino a Oriente y la literatura de
expansión generada a la luz del avistamiento de nuevos horizontes prueban que, para
muchos, China era un asunto privativo, o muy estrechamente vinculado a la presencia
española en América. Así lo creían los oficiales de la monarquía en Filipinas, bregados
todos ellos en tierras americanas; o los religiosos, como Martín de Rada o Juan González
de Mendoza, que se habían formado entre España y América. En 1573 Martín Enríquez,
virrey de México, lo expresó claramente al escribir a Felipe II estas líneas: “lo de la tierra
firme de la China es tierra tan larga y poblada, que de çien partes vna, que lo que dizen
sea, parece que es otro medio mundo. [...] Por manera que se viene a resumir que la
contratación desta tierra a de ser con plata, que es lo que ellos más estiman, y a esto no
sé yo si V[uestra] M[ajestad] dará liçençia, atento que a de pasar a Reyno estraño. De
todo mande V. M. tratar y dar luz y orden clara al que aquí, gouernare para que no

39
. Antonio de Morga, Sucesos de las Islas Filipinas por el Dr. Antonio de Morga , edición y notas de W. E.
Retana (Madrid: Librería General de Victoriano Suárez, 1909), 158-159.
40
. Mencionada como “Historia de la China”, en Ibíd., 159.
41
. “Según los cosmógrafos antiguos y modernos, la parte del mundo llamada Asia; [...] enriquecidas, asi de
piedras preciosas, oro, plata y otros minerales, como abundantes frutos y semillas, ganados y animales”.
Así comienza el libro de Morga, en Ibíd., 15.
hierre”.42 América como torre de vigía del gigante asiático y como espacio decisorio
además de, como se ha explicado, generador de noticias y textos comprehensivos sobre
el Celeste Imperio y sobre la presencia europea en sus contornos. América, en
definitiva, como puerta española a China, un acceso de carácter factual mediante
empresas de contacto o de conquista; pero también un acceso de carácter literario
mediante la producción histórico-etnográfica de la literatura de expansión generada en
aquel contexto.

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Filipinas
Indiferente general
Patronato
Quito
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Indiferente
57 BARRETO, Luís Filipe. “Duarte Barbosa e Tomé Pires: Os Autores das Primeiras
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59
Inicio
Navegación y encuentro de saberes en la conquista de América

Dr. Mauricio Nieto


Profesor Titular
Universidad de los Andes
mnieto@uniandes.edu.co

Resumen
60 La conquista del mar y la expansión europea en el siglo XVI fueron posibles gracias al
desarrollo de una poderosa ingeniería naval y de nuevas técnicas de navegación
astronómica. Tanto Portugal como España produjeron un conjunto de tratados sobre
navegación que no solo fueron definitivos en la historia marítima de Europa, sino que
constituyen un capítulo clave en la historia de la ciencia occidental.
La conquista del mar, sin embargo, es solo una parte de la historia. La penetración del
continente americano fue un desafío mayor para el cual las naves y conocimientos
europeos resultaban poco útiles. La penetración del continente requería el dominio de
una compleja geografía de montañas y selvas hostiles; vías de acceso obligadas fueron los
ríos, desconocidos y peligrosos. Para atravesar estas corrientes, las canoas americanas y
las habilidades de los nativos para navegar los ríos resultaban mucho más eficientes que
las grandes naves europeas. La apropiación y uso de conocimientos americanos fueron
parte importante de la conquista europea de América, y constituyen un rico y poco
explorado campo de investigación histórica.
Palabras clave: Navegación, América, Canoa, Nuevo Mundo, Tecnología, Imperio
Abstract
The conquest of the sea and the European expansion in the sixteenth century were
possible thanks to the development of efficient naval engineering and new astronomical
navigation techniques. Both Portugal and Spain produced a set of treaties on navigation
which nor only were definitive in European maritime History, but also constitute an
important chapter in the History of western science.
The conquest of the sea, however, was just part of the story. The penetration of the
Hispanic American continent was a major challenge for which European ships and
knowledge were useless. The penetration of the continent required the domain of a
complex geography of mountains and hostile jungles; unknown and dangerous rivers
were mandatory access paths. In order to go across this currents, native´s canoes and
local techniques of river navigation were much more efficient than the European
vessels. The European appropriation and the use of Native American knowledge were
an important part in the European conquest of the Americas, and constitute a rich and
largely unexplored field of historic research.
Key words: Navigation, America, Canoe, New World, Technology, Empire

61
Introducción
La conquista del Nuevo Mundo puso en marcha un desafío técnico sin precedentes. El
dominio imperial implica la suma de diversas prácticas y saberes, tanto en tierra firme
como en el mar: manufactura de barcos de vela veloces y resistentes, fabricación y
calibración de instrumentos de navegación, entrenamiento de marinos disciplinados en
múltiples oficios, cartógrafos y cosmógrafos, una nueva historia natural que hizo posible
el reconocimiento de nuevas plantas y nuevos animales y la movilización de personas y
bienes en una geografía compleja, en fin, una red de saberes que podemos sin temor
reconocer como una colosal empresa política y tecnológica.

El debate sobre la ciencia ibérica y su papel en la historia de la ciencia occidental es


legítimo y resulta difícil justificar la poca atención que ha tenido la península ibérica de
la temprana modernidad para la historiografía de la ciencia moderna por fuera de
España y Portugal. Hoy es un campo que con razón presenta un desarrollo notable y no
pocos historiadores han señalado la pertinencia de revisar las tradicionales narraciones
del mundo católico como antagónico a la ciencia moderna.1

Estudiar las relaciones entre la expansión europea y la historia de la ciencia occidental


nos enfrenta con un reto historiográfico aún más difícil y de enorme importancia:
entender la complejidad de los intercambios culturales entre la ciencia europea y las
tradiciones no europeas.2 Los historiadores han estado inconformes o silenciosos frente
a la relación entre los visitantes europeos y los llamados saberes locales o nativos, que
tuvieron un notable impacto en la cultura europea. La producción de conocimiento en
nuevas tierras no fue el simple resultado de una relación directa entre el explorador y la
naturaleza, antes bien, esta solo fue posible en el contexto de tradiciones culturales en
las que relaciones complejas entre la naturaleza y la sociedad ya existían. Es absurdo
asumir que los exploradores europeos viajaron a través de un continente americano
vacío; por el contrario, encontraron rutas y caminos, navegaron grandes ríos, hallaron
minas de oro por accidente, descubrieron tabaco y coca, probaron plantas y adivinaron
sus posibles usos. Es un error imaginar una relación entre el explorador o el naturalista, y
una naturaleza pura, desconectada de las culturas y de las experiencias de las poblaciones
62 no europeas. Al contrario, para no perderse en territorios desconocidos, para reconocer
plantas o animales extraños y aprender sobre sus usos alimenticios o medicinales, para
conquistar una geografía desconocida o entender las culturas americanas, la única
opción que tuvieron los europeos fue observar, interactuar y aprender de los habitantes
de América.
La apropiación europea y los usos del conocimiento nativo de América constituyen un
campo de investigación fascinante y lleno de dificultades.3 Nos ha pasado antes: el mejor

1
. Antonio Barrera, Experiencing Nature: The Spanish American Empire and the Early Scientific
Revolution (USA: University of Texas Press, 2010). Véase también el ensayo de Jorge Cañizares-Esguerra,
“The Colonial Iberian Roots of the Scientific Revolution” en Nature, Empire and Nation: Explorations
of the History of Science in the Iberian World (USA: Stanford University Press, 2006); María Portuondo,
Secret science: Spanish cosmography and the new world (USA: University of Chicago Press, 2009); Alison
Sandman en sus valiosos trabajos sobre cartografía o el libro de Miguel De Asúa y Roger French , A New
World of Animals: Early Modern Europeans on the creatures of Iberian America (RU: Routledge, 2017).
2
. S. Irfan Habib, Raina Dhruv y Baber Zaheer, Social History of Science in Colonial India, Oxford in
India Readings. Themes in Indian History (New Delhi: Oxford University Press, 2007).
3
. Un interesante ejemplo en el campo de la geografía puede ser el de Barbara Mundy, The Mapping of
New Spain: Indigenous Cartography and the Maps of the Relaciones Geográficas (Chicago: The
University of Chicago Press, 1996). En Historia natural y plantas medicinales: Mauricio Nieto, Remedios
para el imperio. Historia natural y apropiación del nuevo mundo (Bogotá: Universidad de los Andes,
Facultad de Ciencias Sociales, 2006).
intencionado de los etnógrafos, el más liberal de los filósofos, el patriota más
nacionalista, el antiimperialista, el historiador poscolonial, el aliado del subalterno,
todos, podemos en un instante transformamos en traductores, portavoces del otro; y lo
peor, lo hacemos tan bien que el otro desaparece una y otra vez. A propósito de esto,
Michel Callon nos dice: “To translate is to displace, but to translate is also to express in
one's own language what others say and want, why they act in the way they do and how
they associate with each other: it is to establish oneself as a spokesman. At the end of
the process, if it is successful, only voices speaking in unison will be heard”.4

No obstante los riesgos, no podemos darle la espalda al problema y a fin de entender la


naturaleza de la ciencia europea en otras partes del globo, es necesario explicar las
dinámicas que operaban entre el conocimiento europeo y el conocimiento de los
habitantes de los lugares conquistados. Es urgente que prestemos atención a la
apropiación, movilización y traducción, no solo de la naturaleza, sino también, del
conocimiento de otros. La botánica y la medicina se han estudiado ya con cierto
cuidado. La obra de Francisco Hernández, Bernardino de Zahagún, Nicolás Monardes,
entre otros, son ejemplos de complejas traducciones de saberes locales en una historia
63 natural o una medicina europeas. En esta oportunidad estudiaremos la navegación tanto
del gran mar como en las costas y los ríos americanos.

La conquista europea del mar*


En el transcurso del siglo XVI, los navegantes cristianos, y los ibéricos en particular,
abrieron rutas, cubrieron grandes distancias y pusieron en contacto partes del globo y
culturas que se desconocían por completo. La exploración ibérica del Atlántico en la
primera mitad del siglo XVI consolidó dos poderosos ejes comerciales y dos grandes
monopolios: el que se creó entre Portugal y la India, más específicamente entre Lisboa y
Goa; y el que se estableció entre España y América, para vincular a Sevilla con distintos
puertos en el Caribe y el Golfo de México. Estas fueron las dos principales redes
comerciales de Europa por fuera del Mediterráneo y también las bases sobre las cuales se
construyó un nuevo orden mundial en el que la Europa cristiana proclamaría su dominio
sobre buena parte del planeta.

4. Callon, 1986, 196-233.


*
El tema central de esta sección se ha trabajado en detalle en Mauricio Nieto, Las máquinas del imperio y
el reino de Dios (Bogotá: Universidad de los Andes, 2013).
Nuestro objetivo es ayudar a explicar cómo fue esto posible, describir la compleja suma de
prácticas y conocimientos que permitieron la conquista del mar, la posterior penetración de
vastos continentes y, a su vez, entender las consecuencias de estos logros para la historia
moderna de Occidente. Esta expansión global de la Europa cristiana tuvo motivaciones tanto
comerciales como religiosas, y fue posible gracias al desarrollo de un conjunto de capacidades
técnicas y conocimientos que involucraron una poderosa ingeniería naval y una nueva ciencia de
la navegación que debió combinar la experiencia del marino con los conocimientos más teóricos
del cosmógrafo.

Las naves que hasta entonces dominaban el comercio Mediterráneo fueron grandes galeras que
tenían la ventaja de combinar el uso de velas y viento con la fuerza humana. Lo característico de
esas es que con sus remos podían llevar las naves en cualquier dirección con buena velocidad sin
que necesariamente el viento fuese favorable (figura 1).

64

Figura 1. Típica galocha portuguesa del siglo XVI.

Pero estas ventajas se convirtieron en un problema para travesías más largas en las que se
requería llevar provisiones y agua para tripulaciones numerosas. Estos recorridos trasatlánticos
requerían de otras naves –veloces y resistentes–, con un reducido número de tripulantes y un uso
óptimo de la fuerza del viento; adicionalmente, por ser naves de exploración en lugares y costas
desconocidas, su calado debía ser modesto para poder acercarse a tierra sin mayores riesgos de
encallar. En la península ibérica del siglo XVI, se pondría en marcha una colosal industria naval
que supuso la suma de múltiples oficios para el trabajo en madera, el tejido de velas, la
manufactura de cuerdas, herrajes y clavos de metal. Así las carabelas, y algo más tarde los grandes
galeones, serían poderosas máquinas al servicio del Imperio, emblemas de la superioridad de
Occidente sobre el resto del mundo.
Figura 2. El galeón y la caída de Ícaro, Pieter Brughel.
Grabado. c. 1565.

Pero los más grandes avances científicos y tecnológicos relacionados con la exploración del mar
no están en la construcción de las naves, sino en el desarrollo de técnicas de navegación y
ubicación geográfica. La salida del Mediterráneo supone otro tipo de retos para los navegantes
en su capacidad de orientación sin mapas ni referentes visuales, sin caminos ni faros, sin nadie a
65
quien pedir indicaciones de rumbo ni destinos. Es aquí donde la astronomía comienza a ser
parte esencial del arte de navegar, es en el cielo y en la posición del sol, la luna y las estrellas, que
los navegantes podrán buscar su posición sobre la tierra y definir sus rumbos, visitar lugares
desconocidos, y lo más importante regresar a casa. La “navegación de altura”, como se ha
llamado a estas nuevas técnicas de orientación geográfica, enfrentó el reto de los marinos de
determinar la posición de una nave en el océano. La respuesta estaba no en la tierra ni en el mar
sino en el cielo, y la astronomía se convertiría en una herramienta esencial. Esta nueva ciencia de
la astronomía náutica se desarrolló en los siglos XV y XVI, y en la península ibérica supuso la
incorporación de tradiciones cosmográficas y cartográficas clásicas así como el ponerlas al
servicio de pilotos y marinos con experiencia en el mar.
Figura 3. “Escalante de Juan Mendoza”, Itinerario de
Navegación, libro III, 247.
La imagen da cuenta de la forma adecuada en la que el
marinero debe tomar la altura del Sol con el astrolabio.

Con el fin de reunir todos los conocimientos necesarios para la navegación, aparecerán
66 en portugués y español una serie de manuales con una estructura similar y de clara
influencia en la historia de la náutica europea; y que, podemos argumentar, constituyen
un capítulo importante en la historia de la ciencia occidental.

Los manuales se ocupan de una amplia gama de temas: principios básicos de cosmología
y astronomía, en algunos casos ingeniería naval, nociones de meteorología, sobre la
tripulación y sus funciones, cuidado y almacenamiento de víveres, detalles geográficos
sobre itinerarios, puertos y tácticas de guerra, fueron temas recurrentes. Pero sobre
todo, el tema central está en el uso de instrumentos para una cada vez más precisa
localización geográfica. Astrolabios, ballestillas, agujas de marear, relojes de arena, entre
otros.
Figura 4. De la altura del norte, Pedro de
Medina. Regimiento de navegación, Libro
III, folio XXXV.

Las nuevas prácticas astronómicas son necesarias para la navegación en grandes mares,
pero además tuvieron como uno de sus resultados la producción de una nueva
67 cartografía. Es por esta razón que el gran proyecto español de un nuevo mapa del
mundo, el Padrón Real, sea una tarea que depende del entrenamiento de pilotos en estas
técnicas astronómicas.

La necesidad de articular saberes prácticos, empíricos y teóricos, el gran desafío de la


estandarización de unidades de medida, la manufactura y calibración de instrumentos de
navegación y las consecuencias para la historia global de esta empresa de expansión
cristiana son elementos que hacen inexplicable la ausencia del mundo ibérico en las
tradicionales narraciones de la historia de la ciencia moderna.

Se trata sin duda, de una de las empresas técnicas más importantes de la modernidad, sin
embargo, como veremos, estos complejos sistemas tecnológicos resultan poco útiles en tierra
firme, y la conquista europea del nuevo mundo no puede explicarse sin entender los complejos
intercambios culturales entre los exploradores y los pueblos de América

En la colección de grabados de Joannes Stradanus titulados Nova reperta, que muestra


una serie de nuevos descubrimientos y los grandes logros europeos, no podía faltar el
descubrimiento de América y el arte de la navegación.
Figura 5. Nova reperta ‘Nuevos descubrimientos’, Joannes
Stradanus. Grabado. c. 1580.

Uno de los grabados es una perfecta pintura del eurocentrismo que acompaña la
tradicional narración del llamado descubrimiento de América (figura 6). La figura
68 masculina de Américo Vespucio lleva en su mano izquierda un astrolabio, símbolo de la
ciencia de la náutica y la cartografía, y en la parte de atrás no podían faltar las grandes
naves de vela. La acción y el poder de la cultura europea se enfrentan con el mundo
pasivo y salvaje, en este caso representado por una figura femenina y desnuda que parece
esperar y ofrecerse a los cristianos. El grabado nos cuenta un gran logro europeo;
América por su parte es un escenario pasivo en el cual Europa, el conquistador, actúa:
Europa descubre y América es el objeto descubierto que siempre había estado allí.
Mucho se ha comentado esta imagen,5 en esta oportunidad quiero señalar el contraste
de la poderosa tecnología que supone la navegación europea, como un elemento claro de
diferenciación y una marca contundente de superioridad cultural. América descansa
sobre una hamaca, un artefacto tecnológico, de hecho, de gran utilidad para los
navegantes europeos. Pero más interesante aún, aunque sin demasiado protagonismo:
sobre el árbol del lado derecho reposa un remo. Su presencia, algo marginal, sirve

5
. Véase, The Cambridge History of Science, Early Modern Science 3, editado por Katherine Park y
Lorraine Daston (Reino Unido: Cambridge University Press, 2006), 16-17. Mauricio Nieto, “The
European comprehension of the world: early modern science and Eurocentrism”, en The global social
science world — under 'Western' universalism, editado por Hebe Vessuri y Michael Kuhn (Ibidem-
Verlag, Hannover, Germany, 2016).
justamente para resaltar el contraste entre los sofisticados y poderosos conocimientos
de náutica europeos frente a la rudimentaria y simple tecnología de los americanos
(figura 6).

Figura 6. Nova reperta ‘Nuevos descubrimientos’, América,


Joannes Stradanus. Grabado. c. 1580.

69

No obstante, como lo queremos señalar, sin el remo, o mejor sin los conocimientos
nativos de navegación fluvial habría sido imposible la penetración del continente
americano.

Las grandes y poderosas naves con complejos sistemas de velas y los pilotos entrenados
en técnicas astronómicas de ubicación geográfica, sus instrumentos como astrolabios,
ballestillas, agujas magnéticas, y ampolletas, los experimentados marinos de alta mar, se
muestran claramente inútiles a la hora de enfrentar la exploración terrestre o fluvial.
La geografía americana en nada se parece a la geografía peninsular; las selvas tropicales,
las grandes cadenas montañosas y los caudalosos ríos son una completa novedad para los
españoles. Los pocos y difíciles caminos terrestres son los ya existentes y usados por los
nativos, pero además la naturaleza ofrece “caminos fluviales”, una densa red de vías
acuáticas que amplían las posibilidades de desplazamiento. Además, el transporte
náutico ofrece ventajas importantes sobre el terrestre. Sobre el agua es más fácil
movilizar objetos pesados y por lo mismo tiene un costo metabólico más bajo. Cuatro
bogas en canoas podrían movilizar hasta una tonelada, mientras que movilizar la misma
carga por tierra requiere por lo menos tres veces más de cargueros.6

Como es frecuente en las narraciones de cronistas y viajeros, en las descripciones sobre


costumbres y saberes nativos se señala una y otra vez la superioridad europea y se hace
referencia a creencias, supersticiones o técnicas rudimentarias y primitivas. José de
Acosta, por ejemplo, se refiere a la inferioridad de los nativos en relación con los
cristianos, por su incapacidad de navegar largas distancias. La ausencia de población en
las islas apartadas de tierra firme tiene para Acosta la siguiente explicación:

A esto se alega que en ninguna tierra de indias se han hallado navíos grandes,
cuales se requieren para pasar golfos grandes. Lo que se halla son balsas, o
piraguas, o canoas, que todas ellas son menos que chalupas; y de tales
embarcaciones solas usaban los indios, con las cuales no podían engolfarse sin
manifiesto y cierto peligro de pereceder; y cuando tuvieran navíos bastantes para
engolfarse, no sabían de aguja, ni de astrolabio, ni de cuadrante. Si estuvieran
dieciocho días sin ver tierra, era imposible no perderse, sin saber de sí. Vemos
70 islas pobladísimas de indios, y sus navegaciones muy usadas; pero eran las que
digo, que podían hacer indios canoa o piragua, y sin aguja de marear.7

6
. Ver Cesar Giraldo Herrera, Ecos en el arrullo del mar. Las artes de la marinería en el Pacífico
colombiano y su mimesis en la música y el baile, (Bogotá, Universidad de los Andes, 2009), 16.
7
. José de Acosta, “Libro primero, Capítulo XXI, En qué manera pasaron bestias y ganados a las tierras de
indias”, en Historia natural y moral de las indias, (Madrid, Dastin Historia, 2002), 110.
Figura 7. De cómo suelen pescar los habitantes de
Virginia. Teodoro de Bry, América de Bry.
Grabado. 1580. (Madrid: Siruela, 1992), 33.
71
De manera similar a como ocurre con los conocimientos sobre las plantas y sus usos, a
pesar de la insistente diferenciación y superioridad europea, se hace evidente el valor y
utilidad de estos saberes para los europeos mismos. El caso de las habilidades para
navegar los ríos es evidente. Las carabelas de Colón, aunque relativamente pequeñas son
naves de alta mar que de nada servirían en los ríos americanos, pues “para ir por el río
arriva eran menester navíos pequeños, lo que no eran los que llevava”.8

Los ríos, si bien son una opción de movilidad, no son una solución fácil, los ríos
americanos son muy distintos a los europeos y resultan también difíciles y peligrosos
para quienes no tienen la experiencia y el conocimiento adecuado. En este caso son los
cristianos los que carecen de las técnicas y habilidades para dominarlos.

Así son frecuentes los testimonios que hacen evidente la habilidad de los nativos y la
ayuda que estos saberes pueden prestar a los objetivos de los exploradores. José de
Acosta, en su Historia natural y moral de las Indias explica:

8
. Cristóbal Colón, “Lunes 12 de noviembre,” en Diario de Viaje (Madrid: Dastin Historia, 2000), 137.
Usan los indios de mil artificios para pasar los ríos. En algunas partes tienen una
gran soga atravesada de banda a banda, y en ella un cestón o canasto, en el cual se
mete el que ha de pasar, y desde la ribera tiran de él, y así pasa en un cesto.
(Tarabitas) En otras partes va el indio como un caballero en una balsa de paja, y
toma a las ancas al que ha de pasar, y bogando con un canalete pasa. En otras
partes tienen una gran red de calabazas, sobre las cuales echan las personas o ropa
que han de pasar, y los indios, asidos con una cuerda, van nadando y tirando de la
balsa de calabazas, como caballos tiran un coche o carroza, y otros detrás van
dando empellones a la balsa para ayudarla. Pasados, toman a cuestas su balsa de
calabazas y tornan a pasar a nado; esto hacen en el río de Santa del Perú. En el de
Alvarado, de Nueva España, pasamos sobre una tabla que toman a hombros los
indios, y cuando pierden pie, nadan. Estas y otras mil maneras que tienen de
pasae los ríos ponen, cierto miedo cuando se miran, por parecer medios tan
flacos y frágiles; pero, en efecto, son muy seguros. Puentes ellos no las usaban,
sino de crisnejas y paja. Ya hay en algunos ríos puentes de piedra por la diligencia
de algunos gobernadores, pero harto menos de las que fuera razón en tierra,
donde tantos hombres se ahogan por falta de ellas, y que tanto dinero dan, de que
72 no solo España, pero tierras extranjeras fabrican soberbios edificios.9

Américo Vespucio, en su Primera navegación, como otras crónicas, nos recuerda


historias de la ayuda que los nativos ofrecen a los europeos para superar los peligros de
los ríos:

Si alguno de los nuéstros se cansaba en el camino, lo levantaban y con mucho


esmero lo ponían y llevaban en las redes que ellos tienen para dormir. En el
tránsito de los ríos, que allí son muchos y muy caudalosos, nos conducían
también en sus máquinas y artificios con tanta seguridad que en todo el viaje no
temimos peligro alguno [...] y aun diré cosa más maravillosa, y es que se repuntaba
por afortunado y feliz el que al tiempo de pasar los ríos nos llevaba sobre sus
hombros o espaldas.10

9
. Acosta, “Libro tercero, Capítulo XVIII, De ríos”, 189.
10
. Américo Vespucio, “Primera Navegación”. En Cartas de Vespucio (Bogotá: Biblioteca Nacional de
Colombia, 1942), 47.
Gonzalo fernández de Oviedo, una vez describe las embarcaciones reconoce: “E
asimismo, los cristianos que por acá vivimos, no podemos servirnos de las heredades que
están en las costas de la mar y de los ríos grandes, sin estas canoas”.

Incluso para Hernán Cortés, nos cuenta José de Acosta, las canoas jugaron un papel
definitivo en la conquista de México: “Cortés fabricó bergantines cuando conquistó a
México; después le pareció que era más seguro no usarlos; y así solo se sirven de canoas,
de que hay grande abundancia”.11

Las descripciones de estas embarcaciones y sus usos son objeto de abundantes y


detalladas descripciones. Ya el sábado 13 de octubre de 1492, Colón llama la atención
sobre estas barcas:

Ellos vinieron a la nao con almadías, que son hechas del pie de un árbol, como un
barco luengo, y todo de un pedaço y labrado muy a maravilla según la tierra, y
grandes en que en algunos venían cuarenta y cuarenta y cinco hombres, y otras
más pequeñas, fasta aver de ellas en que venía un solo hombre. Remaban con una
73 pala como de hornero, y anda a maravilla y, si se le trastorna, luego se echan todos
a nadar y la endereçan y vazían con calabaças que traen ellos.12

Figura 8. Tomada de Gonzalo Fernández de Oviedo, Historia


General y Natural de las Indias. 1535

Los testimonios europeos no se limitan a señalar la presencia de canoas, se interesan por


los detalles de sus diseños, de su fabricación y sobre los árboles y maderas que usan los
americanos (figuras 8 y 9):

11
. Acosta, “Libro tercero, Capítulo XVI, De las lagunas y lagos que se hallan en las indias”, 185.
12
. Colón, Diario de Viaje, sábado 13 de octubre, 108.
Cada canoa es de una sola pieza, o sólo un árbol, el cual los indios vacían con
golpes de hachas de piedras engastadas, como aquí se ve en la figura della; y con
éstas cortano muelen a golpes el palo, ahorcándose, y van quemando lo que está
golpeado y cortado, poco a poco, y matando el fuego, tornando a cortar y golpear
como primero. Y continuando así, hacen una barca cuasi detalle de artesa o
dornajo; pero honda e luenga y estrecha, tan grande y gruesa como lo sufre la
longitud y latitud del árbol de que la hacen. Y por debajo es llana y no le dejan
quilla como a nuestras barcas y navíos.

Más de 500 años después, hoy a lo largo del territorio colombiano se siguen fabricando
embarcaciones con las mismas maderas y técnicas similares.

74

Figura 9. “De cómo fabrican ellos sus barcas”, Teodoro de


Bry, América de Bry, (Madrid: Ediciones Siruela, 1992),
31.

Más aún, los testimonios hacen evidentes las ventajas técnicas de las canoas sobre las
embarcaciones europeas. La ausencia de quilla, que supone menos estabilidad, resulta
conveniente y muchas veces esencial en ríos bajos en los cuales embarcaciones con quilla
serían completamente inútiles: “Ninguna barca anda tanto como la canoa, aunque la
canoa vaya con ocho remos e la barca con doce. E hay muchas canoas que la mitad
menos de gente que voguen, andará más que la barca; pero ha de ser en mar tranquila e
con bonanza”.13

Y con todo esto son mas seguras estas canoas que nuestras barcas, en caso de
hundirse, porque, aunque las barcas se hunden menos veces, por ser mas alterosas
y de más sostén, las que una vez se hunden, vánse al suelo; y las canoas, aunque se
enaguen e hinchan de agua, no se van al suelo ni hunden (como he dicho), e
quédanse sobreaguadas.14

De estos testimonios resulta obvio que las ventajas de las canoas requieren de la
habilidad para su uso. Los cristianos no solo requieren de los artefactos sino también de
los nativos y sus habilidades.

Sorprende a los europeos el gran tamaño de algunas de estas naves, posiblemente con
algo de exageración, Colón se refiere a “una almadía o canoa de noventa y cinco palmos
de longura de un solo madero, muy hermosa, y que en ella cabrían y navegarían ciento
cincuenta personas”.15 Descripciones similares se repiten en los testimonios de Gonzalo
75 Fernández de Oviedo y otros.16

Reflexiones finales
La conquista del Nuevo Mundo no termina en el mar, el arribo a las islas o a las costas de
tierra firme en las Indias occidentales es el comienzo de un reto mayor. De la soledad
del mar y el confinamiento de las naves, los viajeros ahora se enfrentan con tierras de
extensión insospechada y a una naturaleza exuberante, bella y hostil al mismo tiempo.
En América los cristianos se encuentran con una parte de la creación de la cual no
existían testimonios y con una naturaleza cuyo dominio requirió de una intensa labor.
Para el control del Nuevo Mundo desde Europa es ahora necesario no solamente el
registro y el acopio sistematizado de las rutas de acceso o el contorno de las costas, sino
también de cada uno de los objetos que componen el mundo natural; los ríos, las
montañas, las poblaciones y sus pobladores, las fuentes de minerales valiosos, las plantas
y los animales.

13
. Gonzalo Fernández de Oviedo, Historia general y natural de las Indias, vol. 1, libro VI, capitulo IV
(Madrid, Ediciones Atlas, 1959), 150.
14
. Oviedo, Historia general y natural de las Indias, 149.
15
. Colón, Diario de Viaje, viernes 30 de noviembre, 154.
16
. Oviedo, Historia general y natural de las Indias, 288–291.
La ruta trasatlántica es un desafío lleno de dificultades, pero una vez en tierra, los
cristianos se enfrentan con territorios ocupados y la conquista de América fue también
una violenta invasión que debió, no solamente enfrentar la resistencia de los nativos,
sino además usar sus conocimientos. La penetración de los continentes supone la
navegación fluvial por ríos desconocidos y difíciles, largas jornadas en climas tropicales,
selvas, y pasos por cadenas montañosas interminables. A pesar de la evidente riqueza
natural del Nuevo Mundo, los europeos carecen de los conocimientos adecuados para
procurar alimentos, combatir animales y protegerse de los climas tropicales. Para lograr
la penetración del continente, la superioridad tecnológica europea ya no es tan obvia y
los cristianos necesitarán ahora de técnicas locales.

Resulta muy interesante que hoy, siglos de tradiciones artesanales y saberes sobre el
manejo de embarcaciones sobreviven. La canoa sigue siendo un vehículo esencial en
muchas regiones del país, tanto como la mula, el caballo o la moto. Aún hoy subsiste una
enorme variedad de canoas o embarcaciones de madera y remos que se adaptan a
diversos entornos y necesidades locales. Las embarcaciones y sus usos no solamente
76 hacen parte de la economía y de la vida diaria en muchas regiones del país, sino que son
parte de tradiciones culturales complejas, amenazadas y en inminente riesgo de
desaparecer.

La diversidad de saberes que hoy sobreviven en la costa Caribe, en el Pacífico, a lo largo


del río Magdalena, en el Orinoco, o en el Amazonas tienden a ser sustituidos por
embarcaciones de metal, y los remos por motores de gasolina, lo cual hace más urgente
estudiar y proteger un maravilloso cúmulo de conocimientos.

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VESPUCIO, Américo. “Primera Navegación”. En Cartas de Vespucio. Bogotá: Biblioteca
Nacional de Colombia, 1942.
Inicio

El Estado de Brasil en el Imperio portugués:


Dinámicas culturales y consolidación del poder real en el siglo XVII*

Dra. Joana Fraga


Instituto de Ciências Sociais
78 Universidade de Lisboa
Joana.fraga@ics.ulisboa.pt

Resumen
Esta ponencia tiene por objetivo analizar, desde la perspectiva de la historia cultural,
cómo los monarcas portugueses lograron consolidar su poder en el Estado de Brasil,
territorio que no visitaron nunca a lo largo del siglo XVII. Después de 1640, fecha de la
separación de Portugal de la Monarquía Hispánica tras sesenta años de unión dinástica,
el Estado de Brasil asumió un papel de mayor importancia para la Corona conforme los
territorios orientales iban entrando en un periodo de decadencia. En la segunda mitad
del siglo XVII se pudo observar cómo los responsables de representar al rey: los
gobernadores generales y, excepcionalmente, los virreyes, fueron adquiriendo poderes
más y más amplios. Tras identificar y estudiar las políticas culturales implementadas en
Brasil –ceremonias, retratos, biografías, entre otras– se buscará discutir las fórmulas

*
Este trabajo se realizó en el marco del proyecto de investigación “Poder y Representaciones Culturales
en la Época Moderna: la Monarquía de España como campo cultural (siglos XVI-XVII)”. Ref.: HAR2016-
78304-C2-1-P, financiado por el Ministerio de Economía y Competitividad del Gobierno de España; y ha
sido posible gracias al programa Marie Sklodowska-Curie Actions – Individual Fellowship.
empleadas por los monarcas portugueses para representar al mismo tiempo su eficacia y
las resistencias encontradas, mientras que gobernadores y virreyes las utilizaban como
forma de presión sobre la Corona para obtener recompensas por sus servicios.

Palabras clave: Estado de Brasil, gobernadores generales, Virreyes, Imperio Portugués,


historia cultural.

Abstract
This paper aims at analysing from a cultural approach how the Portuguese monarchs
succeeded in consolidating their power in the State of Brazil, a territory they never
visited in the seventeenth century. After 1640, the year of the Portuguese secession
after 60 years integrated in the Spanish Monarchy, the State of Brazil assumed a more
important role to the Crown, while the Asian territories entered in a period of
decadencedecline. During the second half of the seventeenth century, it was possible to
observe how the men in charge of representing the king, the governors general and
exceptionally the viceroys, were gaining more power and responsibilities. By identifying
and studying the cultural policies implemented in Brazil –ceremonies, portraits,
79 biographies among others–, it will be possible to discuss the formulas used by the
Portuguese kings to represent at the same time their efficacy and possible resistances, at
the same time that the governors and viceroys themselves used them as a way to
pressure the Crown to reward them for their services.

Key words: State of Brazil, Governors general, Viceroys, Portuguese Empire, Cultural
History.

Hasta 1630, los cargos en el gobierno ultramarino estaban lejos de ejercer la atracción
que uno podría imaginarse el día de hoy. Efectivamente, para la aplastante mayoría de
las casas nobles, estos oficios –con la debida excepción de las plazas del norte de África–
no eran sino el último recurso al que recurrir en caso de máxima necesidad. 1 Los viajes
morosos (sobre todo para el Estado de India), la falta de infraestructuras y comodidades

1
. Mafalda Soares da Cunha y Nuno Gonçalo Monteiro, “Governadores e capitães-mores do império
atlântico português nos séculos XVII e XVIII”, en Optima Pars. Elites ibero-americanas no Antigo Regime
(Lisboa: ICS – Imprensa de Ciências Sociais, 2005), 191-252, 234. Sabemos que las casas aristocráticas más
importantes del reino, como por ejemplo la casa de Aveiras, no mandaron nunca miembros de sus casas
para cargos ultramarinos.
y sobre todo, las enfermedades desconocidas constituían un factor disuasorio
importante para los hidalgos portugueses. Sin embargo, esta situación cambiará a partir
de la década de 1630 y sobre todo 1640. Durante los años de la integración de Portugal
en la Monarquía Hispánica, los Habsburgo llevaron a cabo una reorganización de los
territorios coloniales del Atlántico. El Estado de India no sería nunca superado en valor
simbólico, pero el Estado de Brasil obtuvo durante la segunda mitad del siglo XVII una
relevancia bastante superior respecto a años anteriores, patente en el espacio que
ocupaba dentro de las prioridades del Imperio portugués.

La creciente importancia del territorio brasileño para la Corona portuguesa se puso de


manifiesto en el conjunto de estrategias que esta aplicó en su gobierno del Estado de
Brasil. En esta ponencia presentaré algunos ejemplos de cómo la Corona portuguesa
logró afirmarse en un territorio tan lejano, territorialmente fragmentado e inicialmente
desproveído de las infraestructuras necesarias para la consolidación de un poder fuerte.
Uno de los aspectos a tener en cuenta es lo que fue designado por la economía política
de privilegios.2 En otras palabras, la Corona puso en práctica una política que buscaba
reforzar los lazos de obediencia y el sentimiento de pertenencia de los vasallos a una
80 estructura más amplia: el Imperio.3 Conforme se iba mapeando y ocupando el territorio,
la Corona atribuyó oficios, cargos civiles, eclesiásticos y militares a los individuos
encargados de gobernar. Teniendo en cuenta que se trataba de un territorio que los
monarcas portugueses no visitarían nunca hasta el traslado de la corte en 1808, la
representación del poder del rey era un tema de la más alta importancia.

Contrario a lo que ocurrió en el Estado de India, donde el cargo más importante era el
del virrey, en el siglo XVII en Brasil el cargo máximo fue siempre el de gobernador
general, salvo en tres excepciones. En 1640, Felipe IV nombró a Jorge de Mascarenhas,
marqués de Montalvão, virrey de Brasil, cargo que ocupó hasta el año siguiente. 4 Vasco
de Mascarenhas, conde de Óbidos, también fue nombrado virrey (1663-1667), así como

2
. Maria de Fátima Silva Gouvea, “Poder político e administração na formação do complexo atlântico
português (1645-1808), en O antigo regime nos trópicos: A dinâmica imperial portuguesa (séculos XVI-
XVIII) (Rio de Janeiro: Civilização Brasileira, 2000), 288.
3
. Luiz Felipe Alencastro, O Trato dos Viventes: Formação do Brasil no Atlântico Sul, séculos XVI e XVII,
São Paulo: Companhia das Letras, 2000.
4
. Jorge de Mascarenhas ocupaba el cargo de virrey cuando llegaron las noticias de la aclamación de João
IV. Juró su lealtad al nuevo monarca y cuando volvió al reino fue nombrado presidente del Consejo
Ultramarino, lo que puede entenderse como un aprecio del peso de Brasil en las lógicas del imperio luso.
Cf. Gouvea, “Poder Político”, 7.
Pedro Noronha, ya en el siglo XVIII (1714-1718). El primer caso se puede entender en el
contexto vivido: la presencia holandesa amenazaba la continuidad ibérica en el
continente americano y era necesario alguien que estuviera a la altura para negociar con
Mauricio de Nassau. En el caso del conde de Óbidos, se puede explicar el título si
tenemos en cuenta que él había sido ya virrey del Estado de India. No sería
comprensible nombrarle para otro cargo con una dignidad inferior. Finalmente, el caso
de Pedro Noronha parece ser la respuesta al creciente interés estratégico de Brasil. En
cualquiera de los tres casos parece ser que el título tenía una dimensión más honorífica y
no se traducía en un aumento de las prerrogativas.5 Pese a que no existe ningún
documento que eleve el Estado de Brasil a virreinato, el título de virrey pasó a otorgarse
sistemáticamente a partir de 1720. Esto demuestra o bien el reconocimiento de la
persona indicada para el cargo, o bien un cambio significativo en el perfil de los hombres
nombrados para ocuparlo.

Además de estas estrategias político-administrativas y de otras como los patronatos,


poderes de los concelhos (unidades administrativas), oidores y capitanías hereditarias,6
los monarcas portugueses adoptaron también políticas y estrategias culturales que les
81 permitieron afirmar su poder en Brasil, sobre todo en la capital. En la capital del estado
de Brasil, Salvador da Bahia de Todos os Santos, se celebraron festividades desde su
fundación, en 1549; una solemne procesión de Corpus Christi caracterizó estas
celebraciones. Desde entonces se organizó un intenso calendario de ceremonias anuales
–u ordinarias– y extraordinarias. Relacionadas a menudo con la familia real
(matrimonios, aniversarios, aclamaciones y exequias), existieron también muchos casos
de ceremonias con carácter religioso. Hasta el siglo XIX, el principal organismo
responsable por organizar estas celebraciones era la Cámara. Veremos en las próximas
líneas cómo a lo largo del siglo XVII las relaciones entre concejales (vereadores) y
oficiales regios fue a menudo conflictiva y cómo los camaristas se apropiaron de las
fiestas para consolidar su poder y distinción social.7

5
. Francisco Cosentino, “Governo Geral do Estado do Brasil e Vice Reinado da Nova Espanha:
comparação de poderes e influências castelhanas no Império Português”, Anais do XXVI Simpósio de
História (2011).
6
. Estudiadas por Gouvea, “Poder Político”.
7
. Este fenómeno no es exclusivo de Bahía. Véase: Camila Santiago, A Vila em Ricas Festas: celebrações
promovidas pela Câmara de Vila Rica 1711-1744. Belo Horizonte: Editora C/Arte, FACE-FUMEC, 2003.
Originalmente se celebraban cuatro fiestas: el Corpus Christi, Santa Isabel, la procesión
del Ángel de la Guarda y el día de San Juan. Durante el siglo XVII, y sobre todo a partir
del 1640, se incluyeron varias procesiones en el calendario anual, quince de ellas de
carácter obligatorio,8 hecho que la Cámara se tomaba muy en serio. El 1641, tras las
celebraciones de la aclamación del nuevo rey, D. João IV, la Cámara se dio cuenta de
que no disponía de fondos para celebrar la procesión de San Antonio. Los consejeros
votaron vender piezas de plata y tinteros para sufragar los costes de dicha fiesta. 9
Incluso la venta de patrimonio era preferible a desistir de celebrar una procesión.

En el universo de las ceremonias y celebraciones, una de las más importantes era la


entrada solemne. En Portugal, tal como más tarde en territorios ultramarinos, la entrada
de un monarca señalaba la llegada del representante máximo y, como tal, se revestía de
un tremendo simbolismo.10 Como ya hemos dicho, los monarcas portugueses no
visitaron nunca el territorio brasileño, pero enviaron a sus representantes. En el Estado
de Brasil, como en el Estado de India, estas entradas tenían una importancia extrema. El
representante del monarca portugués, fuese el gobernador general, o el virrey, dejaba
muy claros nada más llegar los lazos de sumisión y subordinación. El alter ego del rey11
82 detentaba una jurisdicción que se imponía sobre las demás autoridades locales. Además,
la entrada estaba pensada para reiterar la condición subalterna del territorio brasileño
con relación a la metrópoli.12 Evidentemente, estos eran momentos de diálogo en que
los grupos municipales y eclesiásticos podían presentar sus quejas y reivindicar su

8
. Un documento de 1663 enumera las procesiones de San Sebastián, S. Vicente, Salud, Santo Antonio,
Corpus Christi, Ángel Custodio, Nossa Senhora das Neves, traslado de S. Vicente, Aljubarrota, los Santos
Mártires, San Crispim, y la aclamación de João IV. Véase el Arquivo Histórico Ultramarino (AHU), Caixa
17, doc. 1945. A estas hay que sumar las fiestas de San Francisco Javier, San Felipe y Santiago; y Santo
Antonio de Arguim.
9
. Stuart B. Schwartz, “Ceremonies of Public Authority in Colonial Capital. The King’s Processions and
the Hierarchies of Power in Seventeenth Century Salvador”, Anais de História de Além-Mar, nº 5 (2004):
7-26, 11.
10
. La bibliografía sobre las entradas solemnes es vastísima, por lo que sería inabarcable en un artículo de
estas dimensiones. En este trabajo nos remitiremos al artículo de Pedro Cardim “Entradas solenes, rituais
comunitários e festas políticas, Portugal e Brasil, séculos XVI e XVII”, en Festa: cultura & sociabilidade na
América portuguesa (São Paulo: Hucitec, 2001), 97-125.
11
. Alejandra Osorio, “The King in Lima: Simulacra, Ritual and Rule in Seventeenth-Century Peru”,
Hispanic American Historical Review (2004): 84-3
12
. Laura Souza de Mello, O diabo e a terra de Santa Cruz. Feitiçaria e religiosidade popular no Brasil
colonial (São Paulo: Companhia das Letras, 1986) cit. por Pedro Cardim “Entradas Solenes”, 122.
protagonismo; pero a la vez eran momentos en los que los distintos grupos competían
entre sí y de potencial conflicto y de potencial conflicto.13

No disponemos de mucha información sobre las entradas de los gobernadores generales.


La inexistencia de imprentas en Brasil hasta el siglo XIX tuvo como consecuencia la
imposibilidad de conformar un corpus de relaciones de fiestas y de entradas
ceremoniales parecido al que conocemos del Imperio español. Sabemos que el proceso
de nombramiento empezaba en Lisboa, cuando el gobernador elegido recibía del rey la
carta patente y formalizaba su juramento y fidelidad al él en la ceremonia de Preito e
menagem. La toma de posesión debía celebrarse inmediatamente después del arribo a
Salvador da Bahía; en el momento del desembarque debía estar presente quien fuese en
ese momento responsable por el gobierno –podía ser el gobernador general cesante o
una junta de gobernadores–, así como también las autoridades municipales y
eclesiásticas, los representantes populares y los de las élites locales. La ceremonia formal
tenía lugar en la catedral.

Sabemos que en 1625, Diogo Luís de Oliveira fue recibido con arcos triunfales, versos,
83 emblemas y epigramas, música y todo tipo de honores.14 Casi un siglo después, en 1714,
el marqués de Angeja, a los pocos días de posesionarse como virrey, escribió a Diogo de
Mendonça Corte-Real, secretario de Estado del rey D. João V, manifestando su
sorpresa por la informalidad de la ceremonia: “a forma em que se faz a entrega deste
governo e são recebidos os governadores, e o fui eu ainda que vice-rei, é a mais incurial e
pouco formal a que eu experimentei na India, e tenho lido dos Reinos e Estados aonde
costuma haver Vice-Reis”.15

La ceremonia que tanto escandalizó el nuevo virrey consistía en un recibimiento por


parte de los padres de la Compañía, quienes lo alojaron en su colegio hasta que los
miembros de la Cámara y todos los ciudadanos lo fueran a recibir y le acompañaran a él y
al gobernador general cesante bajo palio a la catedral, donde le esperaba el arzobispo.
Este y los dos gobernadores iban hablando hasta llegar a la capilla del sacramento, donde
hacían la oración, y desde allá pasaban a la capilla-mor. El secretario leía la patente,

13
. Sobre las revueltas que se originaban durante las celebraciones véase Luciano Figueiredo, “A revolta é
uma festa: Relações entre protestos e festas na América Portuguesa”, en Festa: cultura & sociabilidade na
América portuguesa (São Paulo: Hucitec, 2001), 264-276.
14
. Frei Vicente do Salvador, História do Brasil 1500-1627, 420 (Itatiaia, 1982).
15
. AHU, Avulsos da Bahía, ACL, CU 005, caixa 9, doc. 745, fol. 1-1v.
entregaba el bastón de mando al nuevo gobernador, cambiaba la posición de las sillas de
forma que el nuevo representante del rey estuviese a la derecha. Terminaba la ceremonia
con un despido. El gobernador cesante abandonaba la catedral a través de una puerta
lateral y el arzobispo acompañaba el nuevo gobernador general a la entrada principal.16
Está claro que comparada con las ceremonias practicadas en el Estado de India o con las
entradas realizadas en los dominios ultramarinos de la monarquía Hispánica, el marqués
de Angeja tenía muchas razones para estar desilusionado. Parecía que pese a los intentos
de los gobernadores precedentes, el Estado de Brasil no acababa de lograr los mínimos
deseados por la aristocracia portuguesa.

Otro momento importante eran las fiestas reales que se celebraban en la metrópoli y que
luego tenían sus réplicas en los territorios del Imperio. Particularmente relevante fue la
aclamación del duque de Braganza como D. João IV, poniendo fin a sesenta años de
unión dinástica. El golpe de estado que depuso Felipe IV fue una maniobra arriesgada
que pudo haber resultado en una pérdida territorial significativa. Aunque el reino aceptó
rápidamente la autoridad del nuevo rey, no era seguro que las colonias hiciesen lo
mismo. Así pues, era de suma importancia que los territorios americanos, africanos y
84 asiáticos replicasen las fiestas. El 15 de febrero de 1641, tan solo tres meses después de la
aclamación de João IV, las noticias del acontecimiento llegaron a Bahía donde las
recibió el virrey, el marqués de Montalvão. Convocados los prelados, la Cámara y los
ministros de guerra ante el virrey, cada uno votaba individualmente. Terminada la
votación con resultado favorable al reconocimiento del nuevo monarca, el virrey se
dirigió hacia la Catedral, donde juró obediencia a João IV. Le siguió el concejal más
antiguo, Manoel Maciel Aranha. Pese a la pronta aceptación del virrey, el día siguiente el
jesuita Francisco de Vilhena se presentó con una carta del rey que ordenaba que fuera
destituido el virrey y se nombrase una junta de tres gobernadores. El episodio
interrumpió las celebraciones y fue necesario aguardar la llegada del gobernador general
António Telles da Silva el 1642 para instituir la fiesta anual de la aclamación. En una
carta enviada a la Cámara, se ordenaban “ao primeiro dia de dezembro grandes festas e
procissão como a de Corpus Christi”. La fiesta debía tener “toda a pompa que pede este
ato de tanta solenidade e aplausos [e]mando que a véspera se ponham luminárias e ao dia
se prepararem e adereçassem as ruas”.17

16
. Ibíd.
17
. Documentos Históricos do Arquivo Municipal, Atas da Câmara, Bahia: Prefeitura do Municipio do
Salvador, 1949, vol. 2, 139-140, 15/11/1642.
Efectivamente, a partir de este periodo, las devociones de la nación ganaron contornos
políticos y se convirtieron en herramientas para reafirmar el poder de la nueva dinastía.
Desde entonces se incentivó el culto a nuevas piedades con el objetivo de legitimar a los
Braganza. Un ejemplo claro de ello es la devoción mariana. El culto a la Inmaculada no
era una novedad en el Imperio. De hecho, gracias a la difusión hecha por Franciscanos y
Jesuitas, este era un culto de extraordinaria popularidad en la Monarquía Hispánica y en
1644 Felipe IV lo convirtió en una fiesta de carácter obligatorio en el calendario
litúrgico. Sin embargo, en los mismos años, João IV consideró que la Inmaculada
siempre había estado del lado de los portugueses en momentos en que la independencia
de Portugal peligrara, por lo que en 1646, consagró la Corona portuguesa a la Virgen.18

Teniendo en cuenta el destacado valor simbólico y relevancia de las celebraciones, no


podemos desestimar el valor de su preparación. Planear dichos eventos podía conllevar
momentos de gran tensión, sobre todo teniendo en cuenta que las relaciones entre la
Cámara y el virrey no siempre fueron pacíficas. La Cámara tenía una doble
representación. Por una parte representaba el rey, pero a la vez simbolizaba la presencia
de los nobles y de la población.19 Esta conflictividad se plasmaba en problemas
85 recurrentes. Uno de ellos se manifestaba en los financiamientos, que siempre originaban
grandes debates. La necesidad de aprobación regia de algunos gastos convertía ciertos
pagos en procesos morosos. En 1650, por ejemplo, los concejales escribían a la Corona
sobre financiar las procesiones de Santo Antonio de Arguim, San Felipe y Santiago y San
Sebastián. Treinta años después, el problema no se había zanjado.20 Esta dificultad en
llegar a un acuerdo fue a menudo percibida por el poder real como una afronta al
gobierno. En esa línea, el Consejo Ultramarino escribía, en 1678, que la “Cámara de
Salvador debería contestar severamente, de modo a que los concejales entiendan que Su
Majestad no había compartido con ellos el cuidado de cómo gobernar su monarquía”.21

18
. Efectivamente, después de 1646 ningún rey portugués es representado con la corona. Se estableció que
la corona, a partir de aquel momento pertenecía a la Virgen.
19
. Schwartz, “Ceremonies of Public Authority”, 9.
20
. Ediana Ferreira Mendes, Festas e Procissões Reais na Bahía Colonial, séculos XVII e XVIII (Tesis de
master, Universidad Federal da Bahía, 2011), 58-59.
21
. DH, vol. 88, p. 153, Consulta do Conselho Ultramarino 12.12.1678, cit. por Guida Marques, “Por ser
cabeça do Estado do Brasil” en Salvador da Bahia. Retratos de uma cidade atlântica (Salvador/Lisboa:
EDUFBA/CHAM, 2016), 17-46, 27.
Tampoco las relaciones con el obispo eran del todo tranquilas. En 1643, una disputa
entre el gobernador general António Teles da Silva y el obispo D. Pedro da Silva durante
la procesión del Corpus Christi, acabó con este abandonando el palio mientras
amenazaba a Teles da Silva con la excomunión. De acuerdo con la carta que los
concejales escribieron al rey dando cuenta de la “insolencia del obispo”, D. Pedro da
Silva se adelantó a todos los demás y cuando quiso dar inicio a la procesión, ni los
músicos, ni los hombres que llevarían el palio estaban listos y “fez sahir a procissão com
toda esta descompostura”. Al llegar el gobernador y los miembros de la cámara y
encontrarse con esta confusión, el obispo “largou o Senhor nas mãos e sahindo-se do
pallio fora, largando a Custodia ao chantre com admiração de todo o povo e na presença
delle pegou em um vereador do anno passado e o empurrou com o braço”. La
escandalosa afronta del obispo no era una novedad en el histórico de las relaciones entre
este, el gobernador y los concejales, pero evidencia bien la importancia de elegir una
fiesta para asumir un comportamiento que sabía perfectamente que tendría
consecuencias.22

Además de conflictos abiertos, asistimos en este periodo a una creciente intromisión del
86 gobernador en los asuntos de la Cámara. Cuando el gobernador general Francisco
Barreto de Meneses llegó en 1657 no quedó demasiado impresionado con las
instalaciones de la Cámara. Sin embargo, de manos atadas por la falta de recursos, ha
tenido que esperar hasta el 1660 para ordenar la construcción de un nuevo edificio para
el municipio. Es una decisión curiosa, pues en general esta sería una competencia de la
misma Cámara. Sin embargo, fue el gobernador quien se ocupó de la compra de las casas
que ocuparía la Cámara.23 Una nueva intromisión se verificó el 26 diciembre de 1663,
cuando el gobernador dio permiso a Fructuoso de Araújo para abrir una pedrera para su
uso exclusivo en Itapagipe, para que siguiese construyendo el “forte do mar e a cámara
da cidade”.24

Concluida la construcción de las nuevas instalaciones ya en la década de 1680, los


concejales comisionaron un retrato del exgobernador Roque da Costa Barreto (1678-
1682). Sabemos que en abril se dio el orden de pago de $35 000 “pelos retratos e

22
. Sobre la conflictividad del obispo véase. Pablo Antonio Iglesias Magalhães, Equus Rusus. A Igreja
Católica e as Guerras Neerlandesas na Bahía (1624-1654). Vol. 1 (Tesis doctoral, Universidade Federal da
Bahía, 2010), 208 y ss.
23
. DH, Atas da Câmara 1659-1669, vol. 4.
24
. Arquivo Municipal do Salvador (AMS), Provisões do Senado, 1651-1664, vol. 46, fl. 157r-v.
molduras que se fez do Mestre de campo e gobernador desta praça Roque da Costa
Barreto”.25 Por oposición, no tenemos noticias de retratos del rey en estas instalaciones.
El mismísimo palacio del gobernador (Casa do Governo¸ posteriormente conocido
como Palácio Rio Branco) sería objeto de importantes reformas en este periodo. La
ciudad, al contrario de lo que pasa con ciudades como Lima y México, fuera creada ex
novo el 1549, fundada en el margen de la Bahía de Todos los Santos.26 Se construyó de
inmediato un edificio provisorio, que en 1551 pasó a piedra cubierto con tejas. Siete años
después, ganó una torre defensiva entre otra pequeñas reformas que se siguieron hasta
las primeras décadas del siglo XVII. Con la invasión holandesa y la capitulación de la
ciudad en 1624, los planes para mejorar las infraestructuras quedaron olvidados. El 1647,
ya bajo el gobierno de los Braganza, el palacio sufrió las primeras remodelaciones con un
proyecto de los ingenieros franceses Philipe Guidau y Pedro Garin. Pero fue durante los
años del gobierno de Francisco Barreto de Menezes que el palacio sufrió importantes
obras de mejoría, con un plan de Pedro Fernandes de Azevedo.27 El edificio ganó un
segundo piso que servía de residencia, mientras la planta baja servía a fines
administrativos y de gobierno. El nuevo palacio, cuya fachada contaba con once
ventanas, presentaba ya la estructura que se adaptaría posteriormente para la residencia
87 los reyes portugueses tras la transferencia de la corte portuguesa a Brasil.28

Este proyecto formaba parte de una política general de expansión de la ciudad. A


principios de la segunda mitad del siglo, Salvador da Bahía tenía una población de más
de diez mil habitantes. A finales del siglo, se calcula que podría tener entre veinte y
veinticinco mil habitantes.29 Pese a la dificultad para determinar estos valores, se
percibe en la fluctuación que esta ciudad pasó por un rápido crecimiento y disfrutó de
una prosperidad económica que posibilitaba e invitaba a la vez al desarrollo urbano. En
estos años, además del edificio de la Cámara y del palacio del gobernador, se construyó

25
. AMS, Pagamentos pelo Senado, 1681-1693, vol. 74, fl. 32r.
26
. C. R. Boxer, The Golden Age of Brazil. Growing pains of a colonial society (Los Angeles: University of
California Press, 1962), 126-161. Véase también A. J. Russell-Wood, Fidalgos and Philanthropists: The
Santa Casa da Misericórdia of Bahia, 1550-1755 (Londres: Macmillan, 1968), 47-49.
27
. Marieta Alves, Dicionário de artistas e artífices na Bahia, Salvador: Universidade Federal da Bahia,
Centro Editorial e Didático, Núcleo de Publicações, 1976.
28
. El palacio del gobernador cesó sus funciones en 1763, cuando la capital del Estado de Brasil se transfirió
a Rio de Janeiro. Los monarcas portugueses lo eligieron como residencia en sus desplazamientos a
Salvador.
29
. Schwartz, “Ceremonies of Public Authority”, 9.
una cárcel, numerosas iglesias y monasterios, edificaciones destinadas a funciones
políticas, económicas y religiosas.30

Será a lo largo de la segunda mitad del siglo XVII que la ciudad de Salvador da Bahía se
configurará como cabeza del Estado. Su función inicial, pensada e imaginada por Tomé
de Sousa, primer gobernador general de Brasil, asumía sus contornos y vocación
imperial. La paz con los holandeses y la prosperidad económica, a la vez que una nueva
dinastía en búsqueda de su identidad, legitimidad y reconocimiento en los territorios
más lejanos de la metrópoli, contribuyeron para que en estos años se fuese consolidando
la autoridad del rey a través de la figura del gobernador general y de los oficiales regios,
tendencia que se intensificaría durante el siglo XVIII y que alcanzó su esplendor máximo
durante el reinado de D. João V.

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30
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Inicio
La Monarquía Hispánica y el Nuevo Reino de Granada: fiestas monárquicas y
ejercicio del poder en los siglos XVII y XVIII

Dra. Verónica Salazar Baena


Profesora asociada
90
Universidad Santo Tomás
veronicasalazar@usantotomas.edu.co
Resumen
Durante el periodo colonial, las fiestas monárquicas en el Nuevo Reino de Granada
fueron la forma en que el rey ausente podía materializarse ante sus súbditos ausentes. Se
trataba de fiestas repentinas, relacionadas con el cuerpo del rey como representación del
Estado. Por esta razón no solo fueron una estrategia de la monarquía para mostrar su
poder –como lo han evidenciado los estudios de Corte– sino que también fueron en
estos territorios una práctica cultural y un instrumento político. Como práctica cultural
es posible comprender en ellas las dinámicas de transferencias de lenguajes, códigos,
formas estéticas, representaciones e imaginarios entre Europa y el Nuevo Reino de
Granada. Como práctica política, las fuentes documentales evidencian la recepción
creativa de estas prácticas por parte de los cabildos neogranadinos, que frecuentemente
utilizaron estas celebraciones para reivindicar su lugar dentro del Imperio. Esta
ponencia pretende cuestionar el relato de pasividad de los actores coloniales y llamar la
atención sobre la centralidad de la cultura en la consolidación del poder político durante
los siglos XVII y XVIII en la América Hispana.
Palabras clave: Nuevo Reino de Granada, Monarquía Hispánica, fiestas monárquicas,
transferencias culturales, apropiación cultural.

Abstract
The monarchical Festivals in the New Kingdom of Granada were during the colonial
period the way in which the absent king could materialize before his absent subjects.
These were sudden parties, related to the king's body as a representation of the state.
For this reason they were not only a strategy of the monarchy to show its power - as
evidenced by the studies of Court - but also were in these territories, a cultural practice
and a political instrument. As a cultural practice it is possible to understand in them, the
dynamics of transfers of languages, codes, aesthetic forms, representations and
imaginaries between Europe and the New Kingdom of Granada. As a political practice,
the documentary sources show the creative reception of these practices by the New
Granada Cabildos, who frequently used these celebrations to claim their place within
the Empire. This communication aims to question the passivity of the colonial actors
and draw attention to the centrality of culture in the consolidation of political power
91 during the seventeenth and eighteenth centuries in Hispanic America.
Key words: New Kingdom of Granada, Hispanic Monarchy, Monarchical Festivals,
Cultural Transfers, Cultural Appropriation.

Decía el historiador R. Chartier que las preguntas al pasado se hacen desde el presente.
En una sociedad que vive enormes tensiones entre lo local y lo global y con un impacto
tan alto de la “sociedad del espectáculo” es previsible que pongamos el espejo retrovisor
para entender el presente y buscar referentes. Me atrevería a decir que parte de la
proliferación de nuevos estudios sobre el Barroco tienen que ver con este interés.
Indudablemente la época comprendida entre el siglo XVI y el XVIII fue de enormes
convulsiones, tanto o más que las que vivimos hoy. De ahí que los nacientes Estados y la
Iglesia desplegaran grandes estrategias persuasivas y comunicativas para hacer frente a
los procesos de centralización política, la reforma protestante, colonización de nuevos
territorios de ultramar, expansión del capitalismo, flujos migratorios, entre otros. En
realidad se trató de la primera mundialización económica, demográfica y cultural de la
que tengamos constancia.
Como bien lo anota Joan-Lluís Palos en su ponencia, nos encontramos en un cambio de
sensibilidad historiográfica y los que estudiamos la Época Moderna, dejamos de
preguntarnos por el colapso del proyecto imperial hispánico y hemos empezado a
indagar más bien por la forma en la que este logró unir las cuatro partes del mundo, con
tantas variables en contra. Las crisis que enfrentó la monarquía hispánica fueron
muchas, pero su capacidad de resiliencia no fue menor.

Conforme avanzan las investigaciones hemos empezado a descubrir la enorme


importancia que tuvo la cultura como escenario de integración política. Los territorios
de Flandes, Milán, Nápoles, Sicilia, Portugal, España y los dominios ultramarinos de
Filipinas y América, no podrían haberse sostenido solamente a partir del ejercicio de la
fuerza. La acción de agentes, prácticas, productos, artefactos, ideas y pautas de consumo
han empezado a pensarse desde nuevas aristas. Lo propio sucede con las celebraciones
monárquicas, rituales oficiales, repetitivos, estandarizados fijados en un protocolo
escrito que eran a la postre el más importante escenario ritual del poder monárquico. En
esta ponencia me gustaría tejer la relación entre nuevos conceptos y su utilidad para
abordar las fuentes documentales de las celebraciones públicas neogranadinas con el
92 objetivo de mostrar a partir de esta relación el ejercicio del poder en los siglos XVII y
XVIII.

Monarquía Policéntrica y celebraciones monárquicas


Los cambios de sensibilidad no solo han modificado las preguntas de investigación,
también han traído consigo un replanteamiento de ciertos conceptos. Recientes
investigaciones han mostrado el carácter policéntrico y compuesto de la estructura
imperial hispánica.1 Esto ha puesto en discusión por ejemplo, los estudios de Corte que
enfatizaban tanto en los procesos de centralización política y en la transmisión
unidireccional de códigos y lenguajes.2 Sin desconocer los aportes de estos estudios,
hemos empezado a ser cada vez más conscientes de que la producción cultural del
Imperio no puede entenderse únicamente desde la corte madrileña y que debe más bien
estudiarse como un campo de fuerzas sin jerarquizaciones entre productor y receptor,
sin alusión a fronteras pasadas ni presentes y más bien privilegiándose las dinámicas de

1
. El concepto de policéntrico fue planteado por Cardim, Herzog, Ruiz Ibáñez y Sabatini en su libro
Polycentric Monarchies. ¿How Did Early Modern Spain and Portugal Achieve and Maintain a Global
Hegemony? (Sussex Academic Press, 2012).
2
. Sobre este aspecto ver los numerosos estudios del Instituto Universitario la Corte en Europa (IULCE)
adscrito a la Universidad Autónoma de Madrid.
circulación, difusión y transferencia cultural de personas, ideas y objetos dentro de una
visión muy amplia del territorio. Esta propuesta desecha, por tanto, cualquier
posibilidad de comprender la cultura del barroco en clave nacionalista o unidireccional.3
Por ello, la llegada de los travel concepts ha sido fundamental para desestimar aquellas
ideas de “producción/originalidad” asociadas a la metrópoli y a la “reproducción/copia”
que se suponía caracterizaba a los demás territorios. En oposición, los conceptos de
mediaciones, transferencias, circulaciones, adaptaciones y apropiaciones culturales son
mucho más cercanas a las evidencias documentales. La concepción policéntrica del
poder no implica en ningún caso relativizarlo, sino visibilizar la pluralidad de actores.
Así también, los travel concepts no pretenden negar la hegemonía cultural, sino más
bien dinamizar su comprensión.

Estudiar la configuración del ceremonial de la monarquía hispánica es un ejemplo de la


potencialidad de estos nuevos conceptos. La tradición castellano-aragonesa tenía un
ceremonial limitado. A diferencia de otras monarquías como la inglesa o la francesa, que
evocaban el carácter sobrenatural del rey a través de rituales como el de la curación de
escrófulas estudiado por M. Bloch, los rituales hispánicos celebraban la tradición foral,
93 el pacto entre el rey y las autoridades urbanas propio de su legitimación militar. No
había corona, ni trono, ni cetro, ni espada, elementos que sí estaban muy presentes en
otras monarquías, pero había rituales de entradas reales y juras. Sin embargo, la corona
hispánica tenía un séquito cortesano reducido y una etiqueta ceremonial limitada que
parecía no estar equiparada al enorme poder que el rey detentaba y quería mostrar.

La adopción de la etiqueta borgoñona fue una parte fundamental de la construcción


simbólica de la corte hispánica. El ducado de Borgoña era antes del siglo XIV un
territorio dependiente del rey francés. No obstante, se destacaba por los brillantes
fastos de ceremonial y etiqueta que rodeaban a su corte. Este modelo ritual sería
adoptado por la monarquía hispánica a partir de 1548. En adelante, los territorios de
Castilla, Aragón, Navarra, Sicilia, Nápoles, Cerdeña, Milán, los Países Bajos, América,
Filipinas, sincronizarían sus rituales políticos a través de un conjunto de códigos de
comportamiento establecido para el servicio de la corte, fijado en un protocolo escrito.
El ceremonial ejemplar, la jerarquía de modelos, la competición expresiva, la ritualidad

3
. Este planteamiento es de Thomas DaCosta Kauffman, en su texto Toward a Geography of Art
(University of Chicago Press, 2004).
extensiva y la dramatización pública, se combinaron con una representación simbólica
del rey. Los rituales en torno al cuerpo del rey, serían en adelante los rituales de Estado.4
El modelo borgoñón era rico en expresiones festivas de tradición medieval. Carros
triunfales y alegóricos que incluían la presencia de creaturas maravillosas como
dragones, grifos, cinocéfalos, gigantes, pigmeos, entre otros, hacían parte de los fastos
borgoñones. Así como Castilla y Aragón aportaron los rituales de jura propios de la
tradición foral y militar, y Borgoña la espectacularidad cortesana, otra de las canteras
rituales de la monarquía hispánica fue Nápoles. Esta ciudad mediterránea, ubicada al sur
de la península itálica era quizás uno de las ciudades de mayor prosperidad en Europa
por su estratégica ubicación que conectaba los mercados de Europa, Asía y el norte de
África. El ducado de Nápoles había anexado a los territorios de Sicilia y Cerdeña. Tras
duras disputas con Francia, y el Imperio Turco Otomano, el emperador Carlos V le dio
el triunfo militar a la monarquía hispánica en 1526, fundándose allí un virreinato.

La prosperidad de la ciudad, dotó de un enorme boato la representación virreinal


llegando incluso a opacar a la propia corte madrileña, como lo ha estudiado Joan-Lluís
Palos.5 En efecto, la escritura de la ceremonia sería uno de los elementos introducidos
94 por la tradición napolitana y los ceremoniales de entrada virreinal otro aporte
importante. Pero no solo eso, Nápoles sería una fuente de transmisión importantísima
de saberes que definirían entre otras cosas, las prácticas de pintura y escultura durante
los siglos del XVI al XVIII. Todo esto se combinaría con las estrategias comunicativas del
Barroco: lenguajes alegóricos, panegíricos, teatrales y literarios que serían
universalizados a través de la entronización en esos lenguajes de las élites locales.

Las celebraciones públicas de la monarquía fueron el resultado de innumerables


transferencias y circulaciones culturales, pero al mismo tiempo, armonizaron la
diversidad, creando una apariencia de consenso cultural, unidad e integración que tuvo
una enorme repercusión política. En este sentido, las rígidas divisiones entre centros y
periferias se han relativizado en estudios de Joan-Lluís Palos, S. Rivera Cusicanqui y

4
. Un balance historiográfico respecto a este tema se encuentra en el artículo de mi autoría “El cuerpo del
rey: Poder y legitimación en la monarquía hispánica”, publicado en la revista Fronteras de la Historia del
Instituto Colombiano de Antropología e Historia, vol.22, n.2, (2017): 140-168.
5
. Joan-Lluís Palos, La mirada Italiana: Un relato visual del imperio español en la corte de sus virreyes en
Nápoles (1600-1700) (Valencia: Publicaciones Universidad de Valencia, 2010).
Alejandra Osorio.6 ¿Podemos seguir pensando en Nápoles como una periferia si era la
cantera ceremonial de la monarquía?, ¿es posible situar a Potosí en la premodernidad si
era el epicentro de la economía monetaria en el siglo XVII?, ¿Cómo pueden denominarse
periféricas las capitales virreinales americanas si articulaban el Atlántico con el Pacifico?
Como lo indica G. Levi en un reciente ensayo, la tendencia investigativa está
encaminada a “mostrar como la historia se desarrolla de modo complejo a través de
influencias recíprocas, relaciones positivas o negativas en las que no existe un centro que
pueda ser aislado como único actor determinante incluso en situaciones de
jerarquización”.7

De esta manera la frase “solo Madrid es corte” se remplazó por “no solo Madrid es
corte”, posibilitando el estudio de otros espacios cortesanos, que articularon el imperio
y que fueron igualmente importantes a la hora de configurar un proyecto de hegemonía
cultural. Pensar los espacios ceremoniales en el Nuevo Reino de Granada bajo esta
óptica, permite liberarnos de ciertos complejos de inferioridad respecto a la forma, no
solo frente a las cortes europeas sino también frente a las cortes virreinales de México y
Lima. Las celebraciones neogranadinas tienen mucho menos boato, pero fueron
95 igualmente efectivas a la hora de integrar culturalmente a las élites urbanas.

6
. Consultar el reciente texto Visiones cruzadas Los virreyes de Nápoles y la imagen de la Monarquía de
España en el Barroco 1400-1800, editado por I. Mauro, M. Viceconte y J.L. Palos (Barcelana: Editorial
Universidad de Barcelona, 2018). Véase también el interesante guion curatorial realizado por Silvia Rivera
C. de la exposición Principio Potosí Reverso: ¿Cómo podemos cantar el canto del Señor en tierra ajena?
realizada por el Museo de Arte Contemporáneo Reina Sofía de Madrid en el año 2010; y el artículo de A.
Osorio “El Imperio de los Austrias españoles y el Atlántico: propuesta para una nueva historia” que se
encuentra en el libro editado por Favarò Valentina, Manfredi Merluzzi y Gaetano Sabatini, Fronteras:
Procesos y prácticas de integración y conflictos entre Europa y América (Siglos XVI-XX) (México:
Fondo de Cultura Económica, 2016).
7
. El texto al que hago mención es el reciente artículo de Giovanni Levi “Microhistoria e Historia Global”
publicado en la revista Historia Critica, no. 69 (Julio de 2018): 3-20.
Figura 1. Mapa de los territorios de la monarquía hispánica
Autor. Técnica. Fecha. Fuente.

Recordemos que las celebraciones regias perseguían tres grandes propósitos para el
96 Imperio: El primero era ligar la figura del rey a la identidad de sus reinos y de esta
manera conjurar el absentismo regio. El segundo aspecto era recrear, reproducir y
afianzar el orden establecido. El tercer aspecto era crear una apariencia de integración y
homogeneidad a través de los modelos celebrativos. En el Nuevo Reino de Granada las
celebraciones regias cumplieron estos propósitos no solo en capitales administrativas,
sino que también le permitieron al rey distante hacer presencia en ciudades y villas más
distantes.

En este orden de ideas, la acción de un entramado transnacional de burócratas,


aristócratas, religiosos, artesanos y comerciantes fue determinante para dar cohesión al
conjunto, a partir de artefactos, ideas, lenguajes y pautas de consumo con tinte
cosmopolita que crearon un código visual y textual asociado al poder.

La interacción entre lo global y lo local a partir de las fuentes documentales


Si la hegemonía cultural era la savia que alimentaba el imperio, una constelación de
ciudades eran las arterias que permitían su circulación. Como bien lo explica Manuel
Herrero, la hispánica era una monarquía de repúblicas urbanas que en la práctica
posibilitaban el ejercicio de gobierno.8 La ciudad hispánica, según Herrero, se concibió
como el principal espacio de representación de la identidad colectiva dentro del modelo
político y al mismo tiempo, como principal núcleo de integración cultural y control
territorial en la monarquía hispánica. Fue en la ciudad donde los mediadores culturales y
los conectores ejercieron su enorme poder articulador. Puertos como Sevilla, Amberes,
Veracruz, Cartagena de Indias, Portobelo y Manila se constituyeron en epicentros de la
globalización. Fue en las ciudades donde se llevó a cabo la negociación política entre
intereses imperiales y pretensiones locales y con frecuencia hubo contacto, competencia
e intercambio de privilegios. Algunos estudios incluso han mostrado multiplicidad de
centros interconectados que no solo se relacionaban con Madrid, sino entre ellos, al
margen de las directrices de la Corte.9

Esta perspectiva ha permitido comprender la construcción de identidades cruzadas que


integraban la dimensión global y local sin que esta convivencia resultara contradictoria.
En efecto, la interacción entre estas dimensiones –lo global y lo local– resulta evidente a
la hora de estudiar las celebraciones monárquicas como un producto cultural con dos
contextos de producción y consumo diferenciados: la corte imperial, por una parte, y los
97 cabildos, por otra. Cada una de estas esferas del poder tenía intencionalidades distintas,
aunque mutuamente dependientes; cada uno de estos productores, generó un tipo
documental.10

8
. Ver el importante texto editado por Manuel Herrero, Repúblicas y republicanismo en la Europa
moderna (siglos XVI-XVIII) (México: Fondo de Cultura Económica, 2017).
9
. Serge Gruzinski ha estudiado algunas conexiones comerciales entre Nueva España y Filipinas en Las
cuatro partes del mundo: Historia de una globalización (México: Fondo de Cultura Económica, 2010).
10
. Para profundizar en estos aspectos se puede consultar la tesis doctoral de mi autoría Fastos
Monárquicos en el Nuevo Reino de Granada: La imagen del rey y los intereses locales (Barcelona:
Universidad de Barcelona, 2013).
Figura 2. Infografía productor/receptor documental, Paula Castillo. 2018

En primer lugar, tenemos la celebración regia como un producto imperial, que tenía,
desde el punto de vista formal, origen en la Corte. Las celebraciones eran comunicadas
98
mediante una Cédula Real a través de un cauce institucional ya establecido: las
notificaciones llegaban del Consejo de Indias a las capitales de Audiencias, que a su vez
las trasladaban a los Cabildos –órgano de representación de las élites urbanas– como
“ciudad, justicia y regimiento”, quienes eran los destinatarios de la cédula real. Este tipo
documental por lo general reposa en archivos de Cabildo.

A medida que aumentaba la distancia física del rey, también aumentaba la autonomía de
los representantes regios y con frecuencia las dificultades de comunicación tendían a
aumentar el poder de las élites locales, representadas en los cabildos.11 Como bien lo
advierte Víctor Mínguez, la Corona española estaba más preocupada por la lealtad de la
élite urbana que por el sometimiento de la población indígena a la que controló a través
de la evangelización. Por esta razón, se implantó el modelo de fiesta pública europea y
barroca que permitía el empleo de métodos de persuasión a los que estaban
acostumbrados y la utilización de un lenguaje simbólico que les era conocido. Por eso,

11
. María de los Ángeles Pérez Samper, “La Presencia del rey ausente: Las visitas reales a Cataluña en la
época moderna”, en Agustín Gonzales y Jesús Ma. Usunariz, dirs. Imagen del rey, imagen de los reinos:
Las ceremonias públicas en la España Moderna (1500-1814) (Pamplona: EUNSA, 1999).
en términos generales las tradiciones indígenas o de los esclavos africanos, tuvieron un
carácter marginal en estas celebraciones.12 Para el rey distante, las celebraciones regias
servían para definir las fronteras de la legitimidad institucional, asociada al poder regio.
En este sentido, estas ceremonias eran ritos de institución, que buscaban legitimar a
partir de la solemnidad, la dependencia entre el rey y las autoridades urbanas.13

En segundo lugar, tenemos la celebración regía desde la perspectiva local materializada


en las denominadas relaciones de fiesta, tipo documental que reposa por lo general en
los archivos peninsulares (Archivo de Indias y Archivo Histórico de Madrid). Se trata de
extensos y pormenorizados protocolos manuscritos o impresos, producidos por los
propios organizadores de las celebraciones regias, principalmente los cabildos, para dar
cuenta exhaustiva ante las autoridades peninsulares, de la manera en la que se habían
llevado a cabo estos acontecimientos. Las relaciones de fiesta, hacen mucho más que
certificar el cumplimiento de la orden regia. Para la ciudad, las instituciones y sus
dirigentes, los fastos de la monarquía eran un escaparate de exhibición pública que
permitía reconocimiento dentro de la jerarquía estamental y legitimación ante los
sectores sociales subordinados. Estas relaciones perseguían objetivos específicos:
99 estaban concebidas como prueba de fidelidad y eran testimonio de la proyección
simbólica de la ciudad, de sus instituciones o de las aspiraciones de individuos que desde
su posición de privilegio buscaban, a partir de la festividad, conseguir centralidad. En el
caso americano, compartimos adicionalmente la opinión de Karine Périssat para quien
había en las jurisdicciones indianas una necesidad permanente de recordar al rey la
lealtad a veces cuestionada. Esta situación política derivó en un lenguaje superlativo,
exagerado, cuyo objetivo era manifestar siempre la mayor y más espontánea fidelidad.14

En un imperio de gran extensión como el hispánico, la monarquía requería del servicio


principalmente del Cabildo y de las élites urbanas para ejercer gobierno; mientras que
las autoridades locales a su vez, requerían de la fuerza legitimadora de la monarquía para
sustentar su privilegio. Esta interacción, nos conduce a un importante elemento: la

12
. Víctor Mínguez, Los reyes distantes: Imágenes del poder en el México virreinal (Castelló, Universidad
Jaume I, 1995), 24.
13
. Pierre Bourdieu, “Los ritos como actos de institución”. En: J. Pitt-Rivers Julián y J. G. Peristiany (eds.),
Honor y gracia (Madrid, Alianza Universidad, 1992).
14
. Karine Périssat, Lima fête ses rois: (XVIE-XVIIIE siècles). Hispanité et américanité dans les cérémonies
royales. (Paris: Harmattan, 2002).
celebración pública era concebida como un episodio de intercambio entre el rey y los
poderes locales.

CELEBRACIÓN PETICIÓN

Canonización Raimundo de Peñafort


Solicitud para que se suspenda el
Quito, 1603
recaudo de Alcabalas.
Financió: Cabildo de Quito.
Exequias de Margarita de Austria
Solicitud para que se devuelvan
Quito, 1613
los alcaldes al Cabildo de Quito.
Financió: Cabildo de Quito.
Celebración por el nacimiento del príncipe
Baltazar Carlos Extensión de las Encomiendas y
Quito, 1631 rebaja en los tributos.
Financió: Cabildo y Encomenderos
Celebración nacimiento del príncipe Carlos
II
Extensión de las Encomiendas.
Tunja y Pamplona, 1663
100 Financió: Encomenderos
Exequias de Luis I Restablecimiento del Virreinato
Santafé, 1724 de la Nueva Granada, suprimido
Financió: Real Audiencia en 1723.
Jura de Fernando IV Solicitud para que se establezca
Popayán, 1747 en Popayán una Real Casa de
Financió: Gobernación y Cabildo de Popayán Moneda.
Matrimonio del Príncipe de Asturias (Carlos
IV) con la princesa de Parma
Quito, Julio de 1766
Financió: Cabildo de Quito
Solicitud de Perdón por la
***
Revuelta de los Barrios de 1765.
Celebración del Onomástico de Carlos III
Quito, Enero de 1767
Financió: Compañía de caballeros
Voluntarios de Quito
Proclamación Carlos IV Concesión del título de villa y
Guaduas, 1789 nombramiento del oficiante
Financió: Corregidor Josef de Acosta como Alférez Real.
Proclamación Carlos IV
Solicitud de perdón por los
Socorro, 1789
disturbios y desórdenes.
Financió: Cabildo del Socorro
Cumpleaños reina María Luisa
Concesión al oficiante como
Antioquia, 1800
delegado de las rentas estancadas.
Financió: Gobernador, Víctor Salcedo
Proclamación Fernando VII Solicitud para que se erigiera un
Villa de Mompox, 1808 obispado, un hospicio, un colegio
Financió: Cabildo de Mompox y el título de universidad.
Proclamación Fernando VII Concesión al oficiante como
San Bartolomé de Honda, 1809 Alférez Real y establecimiento de
Financió: Regidor José Diago un impuesto de tránsito.

Tabla 1 Celebraciones e intenciones políticas de los cabildos. Verónica Salazar. 2013.

101 Esta interacción nos permite poco a poco superar algunas visiones eurocéntricas sobre
el periodo colonial que explicaban el funcionamiento del sistema a partir de una idea de
metrópoli activa y la de unos territorios de ultramar pasivos que en nada se
corresponden con las evidencias documentales. Indudablemente estas celebraciones,
como muchas otras prácticas creadas desde la perspectiva del poder monárquico,
pretenden transmitir valores afines al poder imperial. Sin embargo, sabemos que la
hegemonía no anula los tráficos e intercambios culturales con las esferas locales. Las
relaciones de poder a través de las fuentes documentales resultan innegables. No
obstante, la recepción cultural, conlleva un proceso de interpretación en el cual los
sentidos del mensaje o los usos del producto cultural, pueden modificarse por el
receptor de manera imprevisible para el productor. En efecto, no siempre una cédula
real generaba una relación de fiesta, pues los cabildos tenían autonomía para decidir la
conveniencia de una celebración. Los reportes de postergación e inconveniencia son
numerosos y las autoridades imperiales poco podían hacer para forzarlo. Igualmente, si
contrastamos fuentes, las relaciones de fiesta no necesariamente pudieron corresponder
con los hechos tal cual sucedieron. En efecto, en muchos casos resulta evidente que el
estado financiero de algunos cabildos no coincide con el esplendor narrado en las
relaciones de fiesta. Más allá de la veracidad de estas descripciones, lo importante es que
las relaciones de fiesta, permitían a las autoridades urbanas hacer tangible ante su rey la
fidelidad y prestigio de la ciudad y de sus gobernantes, porque eran concebidas como un
regalo. En este sentido, la hegemonía cultural implicaba también el consenso frente al
valor del regalo como transacción retributiva de las relaciones sociales: autoridad o
sumisión, igualdad o diferencia, independencia y dependencias.15

102

Figura 3. (izquierda) Portada del Libro en que se trata de todas las ceremonias acostumbradas
hazerse en el Palatio Real del Reyno de Nápoles (1622) de Miguel Díez de Aux . Biblioteca de la
Institución Colombina, mss. 59-2-9: Sevilla.
Figura 4. (derecha) Diseño para el libro de exequias de Felipe IV (1665) de Sebastian de Herrera .
Metropolitan Museum: Nueva York.

15
. Maurice Godelier, El enigma del don: Dinero, regalos, objetos santos (Barcelona: Paidós Ibérica, 1998).
Véase también Nathalie Zemon Davis, The Gift in the sixteenth Century France (Oxford University
Press, 2000).
103

Figura 5. Portada de la Relación de las celebraciones por la muerte


de Luis I en Santafé de Bogotá (1726), escrita por el presidente de
la Real Audiencia, Antonio Manso Maldonado. BNE,
Manuscritos de América, 2943.

Estas tres portadas ceremoniales (figuras 3, 4 y 5) tienen origen en distintos y distantes


puntos del Imperio: Nápoles, Madrid y Santafé. La similitud entre estas portadas nos
permite comprender la entronización de las élites en unos códigos estéticos específicos
asociados a la hegemonía cultural de la monarquía hispánica. La última portada (figura 5)
utiliza como modelos los anteriores diseños, pero incluye innovaciones y adaptaciones
iconográficas. Por ejemplo, la alegoría de Santafé y de América. El diálogo entre lo
global y lo local tiene una plasmación alegórica. La apropiación cultural es también
interesante, pues la última portada hace parte de una relación de fiestas encargada por el
Presidente de la Real Audiencia de Santafé en 1724, Antonio Manso Maldonado, con el
fin de acreditar su lealtad a la corona y solicitar en contraprestación el restablecimiento
del Virreinato de la Nueva Granada. La utilización política de las celebraciones
monárquicas como práctica cultural, es más que evidente.
Las celebraciones monárquicas en el Nuevo Reino de Granada se convirtieron en una
estrategia política para negociar con el imperio. Las fuentes examinadas, muestran que
los cabildos buscaron en varias ocasiones no solamente reconocimiento simbólico sino
también contraprestaciones materiales por parte de la Corona. Así también, este
modelo de intercambio, fue útil para legitimar el ascenso social y la promoción política
de determinados individuos.

Lejos de ser espacios de “simple reproducción”, las celebraciones monárquicas en el


Nuevo Reino de Granada son un microcosmos que permite rastrear un sinnúmero de
intercambios, transferencias culturales e interacciones entre lo global y lo local, la
hegemonía cultural y la autonomía política. La politización de la cultura estuvo a la
orden del día. La posibilidad de pensar estos tráficos puede ser una clave para entender
al Imperio que unió a las cuatro partes del mundo.

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RIVERA, Silvia. Principio Potosí Reverso. España: Editorial Museo Nacional Centro de
Arte Reina Sofía, 2010.

105
Museo Colonial
Carrera 6 # 9 –77
Bogotá D. C., Colombia
Teléfono: +57.1.341 60 17
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Primera edición, 2018


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