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Teoría de los ensamblajes y complejidad social (introducción y capítulo 1)

Introducción

El propósito de este libro es introducir un nuevo enfoque de la ontología


social. Como cualquier otra investigación ontológica a la presente le
concierne la cuestión de la clase de entidades cuya existencia podemos
afirmar legítimamente. La postura ontológica asumida aquí ha sido
tradicionalmente etiquetada como ‘realista’: una postura definida
usualmente por su aceptación de la existencia de la realidad
independientemente de la mente. En el caso de la ontología social, sin
embargo, dicha definición debe ser matizada debido a que la mayoría de las
entidades sociales, desde las pequeñas comuidades hasta los Estados-
nación, desaparecerían si las mentes humanas que las crearon dejasen de
existir. En este sentido las entidades sociales son con toda claridad
dependientes de nuestra mente. Es por ello que un enfoque realista de la
ontología social debe afirmar la autonomía de las entidades sociales de la
concepción que nos hacemos de ellas. Decir que las entidades sociales
cuentan con una realidad que es idependiente de la concepción que tenemos
de ellas es afirmar que las teorías, modelos y clasificaciones que usamos
para estudiarlas pueden estar equivocadas objetivamente, es decir, pueden
fracazar al capturar la historia real y la dinámica interior de dichas
entidades.
Podemos encontrar, no obstante, casos destacados en los cuales los
mismos modelos y clasificaciones que suelen usar los científicos sociales
afecten el comportamiento de las entidades que están siendo estudiadas.
Las clasificaciones políticas y médicas que hacen uso de categorías como
‘refugiada’ o niño ‘hiperactivo’, por ejemplo, pueden interactuar con las
personas que están siendo clasificadas si las mismas toman conciencia del
hecho. En el primer caso, una mujer que viene huyendo de las condiciones
terribles que privan en su país puede percatarse de los criterios usados para
clasificar ‘mujeres refugiadas’ usados en el país al cual quiere emigrar y con
ello modificar su comportamiento para satisfacer tales criterios. En este
caso, un compromiso ontológico con el referente del término ‘mujer
refugiada’ sería difícil de mantener, ya que el mismo uso del término puede
estar creando su referente. Por otra parte, el aceptar que los referentes de
de ciertos términos generales pueden en verdad estar moviendo los
destinatarios no le impide al realismo social explicar el caso de la mujer
refugiada apelando además de su conciencia del significado del término
‘mujer refugiada’, a la existencia de todo un conjunto de organizaciones
institucionales (cortes, servicios de migración, puertos y aeropuertos,
centros de detención), objetos y normas institucionales (leyes, decisiones
vinculantes de la corte, pasaportes) y prácticas institucionales
(confinamiento, monitoreo, interrogatorios), que forman el contexto en el
cual tienen lugar las interacciones entre las categorías y sus referentes. En
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otras palabras, el problema para una ontología social realista surge aquí, no
debido a que los significados de todos los términos generales den forma a la
percepción misma que los científicos sociales tienen de sus referentes,
creando un círculo vicioso, sino únicamente en casos especiales dentro del
contexto de instituciones y prácicas que no son reducibles a sus significados.
Como afirma el filósofo Ian Hacking:

No quiero decir necesariamente que los niños hiperactivos, como individuos,


sean conscientes por sí mismos del modo en el que están siendo
clasificados, y con ello reaccionen a la clasificación. Por supuesto lo pueden
estar, pero la interacción ocurre en la matriz mayor de las intituciones y las
prácticas alrededor de dichas clasificaciones. Hubo un tiempo en el que los
niños descritos como hiperactivos eran puestos en salones ‘libres de
estimulación’: salones de clase en los cuales los estímulos eran minimizados,
por lo que a los niños no se les ofrecía la ocasión de tener actividad en
exceso. Los pupitres se encontraban muy separados, las paredes carecían de
decoración. La ventanas estaban cerradas con cortinas. El profesor vestía un
uniforme negro liso sin adornos. Además, los muros estaban diseñados para
la menor reflexión de ruido posible. La clasificación de hiperactivo no
interactuaba con los menores simplemente porque cada niño
individualmente había escuchado el término y actuaba en consecuencia.
Interactuaba con aquellos que eran descritos como tales en instituciones y
prácticas orientadas a clasificar a los niños de dicha manera.

En resumen, si bien debemos reconocer la existencia de casos


problemáticos en los cuales los mensajes de palabras afectan a sus
referentes, lo anterior no compromete de ninguna manera el enfoque
realista de las instituciones y sus prácticas. Por el contrario, la solución
correcta a este problema parece demandar una ontología en la cual la
existencia de organizaciones institucionales, las redes interpersonales y
muchas otras entidades sociales sea abordada con independencia de su
concepción. En este sentido, la solución realista resulta completamente
contraria a la idealista de determinados sociólogos influidos por la
fenomenología, los llamados ‘constructivistas sociales’. En realidad, como
bien ha señalado Hacking, estos sociólogos usan el término ‘construcción’ en
un sentido puramente metafórico, ignorando su ‘significado literal, el
construir o ensamblar con partes’.2 En contraste, la ontología del realista
social que es defendida en el presente libro trata por completo de procesos
objetivos de ensamblaje: un amplio rango de entidades sociales, desde
personas hasta Estados-nación, que serán tratados como ensamblajes
construidos a través de procesos históricos muy específicos, procesos en los
cuales el lenguaje juega un papel importante pero no constitutivo.
Teoría de los ensamblajes y complejidad social (introducción y capítulo 1)

Una teoría de los ensamblajes, y de los procesos que crean y estabilizan


su identidad histórica, fue formulada por el filósofo Gilles Deleuze en las
últimas décadas del siglo XX. Esta teoría tenía el propósito de aplicarse a
una amplia variedad de todos construídos de partes heterogéneas. Entidades
que van desde los átomos y las moléculas hasta los organismos biológicos,
las especies y los ecosistemas pueden ser tratados provechosamente como
ensamblajes y por lo tanto como entidades que son el producto de procesos
históricos. Lo anterior supone, por supuesto, que hacemos uso del término
‘histórico’, para incluir la historia cosmológica y la evolutiva, y no solamente
la historia humana. La teoría de los ensamblajes puede asimismo ser
aplicada a entidades sociales, y el hecho mismo de que pueda traspasar la
división entre cultura y naturaleza es una evidencia de sus credenciales
realistas. Se puede objetar, sin embargo, que las relativamente pocas
páginas dedicadas a la teoría de los ensamblajes en la obra de Deleuze (la
mayoría en coautoría con Félix Guattari) difícilmente alcanza para constituir
una teoría en pleno.3 Lo cual resulta, en realidad, correcto. Pero los
conceptos usados para especificar las características de los ensamblajes en
estas pocas páginas (conceptos como los de ‘expresión’ o ‘territorialización’)
han sido ampliamente elaborados y están conectados con otros conceptos a
lo largo de la obra de Deleuze. Tomando en cuenta la red total de ideas
dentro de la cual el concepto de ensamblaje realiza sus funciones
conceptuales, contamos al menos con los rudimentos de una teoría. Lo cual,
a su vez, va a generar otra dificultad. Las definiciones de los conceptos
usados para caracterizar los ensamblajes se encuentran dispersas a lo largo
y ancho de la obra de Deleuze. Parte de una definición se puede encontrar
en un libro, desarrollada en otro lugar, y precisada más tarde en algún
oscuro ensayo. Incluso en los casos donde las definiciones son fácilmente
precisadas, no se encuentran formuladas, por lo general, en un estilo que
nos permita una clara interpretación de la misma. Lo anterior pareciera
condenar un libro como éste sobre teoría de los ensamblajes a gastar la
mayor parte de sus páginas haciendo hermeneútica.
Con el propósito de franquear tales dificultades he reconstruído en otro
lugar la totalidad de la ontología de Deleuze, incluyendo aquellas partes
relacionadas con la teoría de los ensamblajes, en un estilo analítico, claro,
que vuelve innecesaria toda preocupación acerca de lo que ‘realmente quiso
decir’ su creador.4 En el presente libro haré uso de una estrategia similar:
daré mi propia definición de los términos técnicos, haciendo uso de mis
propios argumentos para justificarlos, y echando mano de recursos teóricos
totalmente distintos para desarrollarlos. Dicha maniobra no eliminará por
completo la necesidad de adentrarse en la hermenéutica deleuziana pero nos
permitirá confinar esa parte del trabajo a las notas a pie de página. Los
lectores que sientan que la teoría desarrollada aquí no es estrictamente
hablando la formulada por el propio Deleuze, tienen todo el derecho a
Teoría de los ensamblajes y complejidad social (introducción y capítulo 1)

llamarla una nueva teoría de los ensamblajes, teoría de los ensamblajes 2.0,
o cualquier otro nombre que resulte más adecuado.
Los primeros dos capítulos introducen las ideas fundamentales de una
teoría de los ensamblajes reconstruída. Dicha teoría debe, en primer lugar,
dar cuenta de la síntesis de las propiedades del todo que no son reducibles a
sus partes. En el ámbito de esta función sintética la teoría de los
ensamblajes cuenta con rivales que son históricamente anteriores, como es
el caso de la dialéctica hegeliana. Por lo mismo, en el primer capítulo llevo
cabo una comparación entre ensamblajes y totalidades hegelianas. La
principal diferencia radica en que en la teoría de los ensamblajes el hecho de
que un todo posea propiedades sintéticas o emergentes no impide la
posibilidad de su análisis. En otras palabras, a diferencia de las totalidades
orgánicas las partes de un ensamblaje no forman un todo unifrome y
continuo. En el segundo capítulo sostengo que una vez que los procesos
históricos son usados para explicar la síntesis de lo procesos inorgánicos,
orgánicos y sociales, desaparece la necesidad de cualquier esencialismo para
explicar lo perdurable de sus identidades. Lo cual permite a la teoría de los
ensamblajes evitar una de las principales deficiencias presente en otras
formas de realismo social: el compromiso ontológico con la existencia de
esencias.
Una vez que las ideas básicas han sido trazadas, los siguientes tres
capítulos aplican la teoría de los ensamblajes a un caso concreto de estudio:
el problema del vínculo entre los niveles micro y macro de la realidad social.
Tradicionalmente, dicho problema ha sido formulado en términos
reduccionistas. El reduccionismo en la ciencias sociales se ha ilustrado a
menudo con las características del individualismo metodológico de la
microeconomía, en el cual todo lo que cuenta son decisiones racionales
llevadas a cabo por individuos aislados. Pero el individualismo
fenomenológico del constructivismo social es también reduccionista, incluso
si su concepción de los microniveles no está basada en la racionalidad
individual sino en aquellas rutinas y categorías que estructuran la
experiencia individual. En ninguno de dichos individualismos se niega que
exista, además de la racionalidad o la experiencia, la sociedad como un
“todo”. Pero semejante entidad es conceptualizada como un mero agregado,
es decir, como un todo sin propiedades que sean más que la suma de sus
partes. Por la misma razón nos referiremos a tales soluciones al problema de
las relaciones entre lo micro y lo macro como ‘micro-reduccionistas’.
La otra posición que ha sido históricamente adoptada en el problema de
lo micro y lo macro supone que lo que relamente existe es la estructura
social, las personas individuales son meros productos de la sociedad en la
que nacieron. En este sentido, Durkheim, Marx en su madurez, y
funcionalistas como Talcott Parsons serían ejemplos de dicha postura. Tales
autores no niegan la existencia de personas individuales pero asumen que
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una vez que han sido socializadas por la familia y la escuela, han
internalizado los valores de las sociedades o de las clases sociales a las que
pertenecen, por lo que se puede afirmar que su filiación a un orden social se
puede dar por sentado. Por lo mismo tienden a ver el micronivel como un
mero epifenómeno y es por esta razón que dicha postura a sido etiquetada
como ‘macro-reduccionista’. Existen muchas otras posiciones en las ciencias
sociales con relación al problema de lo micro y lo macro, incluyendo las que
introducen otro nivel intermedio, como la praxis, en el centro mismo de la
realidad social, en donde tanto los agentes individuales como las estructuras
sociales resultan ser meros subproductos de este nivel fundamental. Esta
parece ser la posición de prominentes científicos sociales como Anthony
Giddens, una postura que podríamos definir como ‘meso-reduccionista’.5
Estas tres posturas reduccionistas no agotan, claro está, todas las
posibilidades. Existen múltiples científicos sociales cuya labor se centra en
entidades que no son ni micro ni macro: desde las ya clásicas
investigaciones de Max Weber sobre organizaciones institucionales; los
estudios de Erwin Goffman sobre conversaciones y encuentros sociales; Los
trabajos de Charles Tilly sobre movimientos de justicia social; para no
mencionar al cada vez mayor número de sociólogos trabajando en la teoría
de las redes sociales, o a los geógrafos que estudian ciudades y regiones. Lo
que el trabajo de estos autores revela es un gran número de niveles
intermedios entre lo micro y lo macro, cuyo estatus ontológico no ha sido
propiamente conceptualizado. La teoría de los ensamblajes puede ofrecer el
marco en el cual las contribuciones de estos otros autores (incluyendo el
trabajo del bloque de posiciones reduccionistas) puedan ser correctamente
situadas y sus mutuas conexiones plenamente elucidadas. Esto es posible
debido a que los ensamblajes , siendo todos cuyas propiedades emergen de
la interacción entre las partes, pueden ser usados para modelar cualquiera
de estas entidades intermedias: las redes interpersonales y las
organizaciones institucionales son ensamblajes de gente; los movimientos
de justicia social son ensamblajes de varias comunidades interconectadas;
los gobiernos centrales son ensamblajes de múltiples organizaciones; las
ciudades son ensamblajes de personas, redes y organizaciones, así como de
una variedad de componentes institucionales que van desde los edificios y
calles hasta los conductos de flujos de energía y materia; de igual forma,los
Estados-nación son ensamblajes de ciudades y regiones geográficas
organizadas por éstas, así como de las provincias que dichas regiones
forman.
Los siguientes tres capítulos llevan al lector por una travesía que va
desde la escala personal (e incluso subpersonal), ascendiendo de una escala
a otra hasta llegar a los Estados territoriales y más allá. Solamente
experimentando este movimiento de ascenso, movimiento que en la realidad
va generando los todos emergentes, es como el lector puede tener una idea
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de la irreductible complejidad social del mundo contemporáneo. Lo cual no


implica que el esquema ontológico propuesto aquí no sea aplicable a
sociedades más simples o antiguas: se puede implementar de forma parcial
para aplicarlo a sociedades carentes de ciudades o de grandes gobiernos
centrales. No me he esforzado, por así decirlo, en ser multicultural: todos
mis ejemplos provienen ya sea de Europa o los Estados Unidos. Lo anterior
refleja mi creencia de que algunas de las propiedades de los ensamblajes
sociales, como son las redes interpersonales o la organizaciones
institucionales, se mantienen invariantes a lo largo de diferentes culturas.
Pero incluso la ilustración de las naciones occidentales aquí realizada es
amenudo un mero bosquejo y, con la excepción del capítulo cinco, los
aspectos históricos de mis ejemplos no están completamente explorados.
Dicha deficiencia creo justificarla por el hecho de que mis anteriores
publicaciones han tratado de historia y dinámicas históricas, es por ello que
en el presente libro me he centrado en la clarificación del estatus ontológico
de las entidades que han sido los actores de aquellas narrativas históricas.6
La ausencia de ejemplos históricos tiene asimismo la intención de reducir el
tiempo que el lector requiere para transitar de un nivel a otro, mejor dicho,
de incrementar la velocidad del movimiento de ascenso, ya que lo más
importante será la experiencia del lector de transitar de lo micro a lo macro.
Espero que una vez que la complejidad de semejante territorio olvidado
entre lo micro y lo macro quede zanjada, el hábito intelectual de privilegiar
uno de los dos extremos quede atrás.
Por otra parte, una solución al problema micro-macro en términos de
las entidades sociales que operan en ls niveles intermedios de la escala nos
obliga a agregar algunas palabras que nos ayuden a aclarar el significado de
la expresión ‘a gran escala’. Su sentido más usual es geométrico, como
cuando decimos que tal calle es la más larga de una ciudad, o que un
Estado-nación ocupa un área más grande que otros. Pero también existe un
significado físico del término que va más allá de la geometría. En física, por
ejemplo, longitud, área y volumen son clasificados como propiedades
extensivas, una categoría que también incluye una cantidad de enrgía y un
número determinado de componentes. Es en este segundo sentido de lo
extensivo, y no en el geométrico, que hago uso de la expresión ‘gran escala’.
Dos redes interpersonales, por ejemplo, serán comparables en escala por el
número de miembros que contienen y no por la extención del área
geográfica que ocupan, por lo que una red que da estructura a una
comunidad será más grande si cuenta con mayor número miembros que una
que entrelaza amistades dispersas, independientemente si ésta última
alcanza una extensión planetaria. Asimismo, hablamos de ser más grande
tan sólo en una de las propiedades diferenciadoras de las entidades sociales
estudiadas aquí. Existen muchas otras propiedades (como la densidad de las
conexiones en una red, o el grado de centralización de autoridad en una
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oraganización) que no son extensivas sino intensivas e igualmente


importantes. Finalmente, las entidades sociales serán caracterizadas en el
presente libro no solo por sus propiedades sino también por sus
capacidades, es decir, por lo que son capaces de hacer cuando interactúan
con otras entidades sociales.
Para aquellos lectores que puedan desepcionarse por la carencia de
comparaciones interculturales, o por la ausencia de análisis detallados de los
mecanismos sociales, o por la pobreza de las imágenes históricas, solamente
puedo agregar que ninguno de tales objetivos del todo respetables se
pueden cumplir dentro de un marco ontológico empobrecido. Cuando los
científicos sociales pretenden estar capacitados para tales propósitos sin
contar con los fundamentos ontológicos necesarios, hacen uso de una
ontología aceptada implícitamente y por lo tanto acríticamente. No hay una
salida a este dilema. Si bien los filósofos no pueden, y no deben, hacer el
trabajo que corresponde a los científicos sociales, pueden contribuir
enormemente al trabajo de clarificación ontológica. Este es el propósito al
que busca contribuir el presente libro.

Manuel DeLanda
Nueva York, 2005

1
Ensamblajes contra totalidades

El propósito del presente capítulo es introducir la teoría de los ensamblajes.


Esta introducción no está pensada como un fin en sí mismo, sino como un
medio para aclarar el estatus ontológico de las entidades a las que apelan
los sociólogos y los científicos sociales. ¿Será posible afirmar, por ejemplo,
que existe la sociedad como un todo? ¿Es legítimo el acuerdo acerca de la
existencia de una entidad semejante? ¿Equivaldrá la negación de tales
entidades a afirmar la existencia solamente de personas individuales y sus
familias? La respuesta a estos cuestionamientos es un rotundo no, si bien
debemos remover ciertos obstáculos para justificar nuestra negativa. De
todos los obstáculos que se presentan en el camino de una ontología social
adecuada ninguno parece estar tan bien afianzado como la matáfora
organicista. En su forma más sofisticada dicho escollo surge cuando se hace
una comaparación superficial entre el cuerpo humano y la sociedad,
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afirmando que así como los organos del cuerpo trabajan coordinadamente
para el organismo como un todo, así la función de las instituciones sociales
consiste en trabajar en armonía para beneficio de la sociedad. Como han
hecho notar los historiadores del pensamiento social Howard Becker y Harry
Barnes, existen múltiples variantes de esta metáfora con siglos de
existencia, algunas más sofisticadas que otras:

La teoría de la semejanza entre clases, grupos e instituciones de una


sociedad y los órganos del cuerpo es tan vieja como la teoría social misma.
Hemos ya hecho notar su presencia en el pensamiento social hindú, y
anteriormente hemos llamado la atención al hecho de que Aristóteles, en el
libro IV de su Política, destaque dicha analogía organicista con precisión y
claridad. La misma concepción aparece claramente en los escritos de
Cicerón, Tito Livio, Séneca y Pablo. En la Edad Media, Juan de Salisbury y
Nicolás de Cusa trazaron elaboradas analogías antropomórficas. A incios de
la era moderna, Hobbes y Rousseau contrastaron el organismo y el Estado,
sosteniendo que el organismo era el producto de la naturaleza mientras que
el Estado era una creación artificial. A fines del siglo XVIII y principios del
XIX aparecieron múltiples nociones fantasiosas del organismo social y
político con escritores como Schelling, Hegel, Krause, Schmitthenner y
Waitz.1

A finales del siglo XIX la metáfora organicista alcanzó su primera


formulación sistemática en la obra de Herbert Spencer y mayor influencia
algunas décadas más tarde en el trabajo de Talcott Parsons, la figura más
influyente de la escuela funcionalista de sociología. Posteriormente, el uso
del organismo como metáfora fue declinando al rechazar los sociólogos el
funcionalismo, algunos por su énfasis en la integración social y su
menosprecio del conflicto, otros por centrarse en la estructura social a
expensas de la experiencia fenomenológica. Pero una forma más sofisticada
de la metáfora básica todavía ejerce considerable influencia en la mayoría de
las escuelas de sociológía, y es por esta sofisticación que resulta más difícil
de eliminar. Esta versión supone no una analogía sino una teoría general
acerca de las relaciones entre las partes y los todos, todos que constituyen
totalidades uniformes o que muestran una unidad orgánica. La idea básica
en esta teoría es lo que podemos definir como relaciones de interioridad: las
partes componentes están constituidas por las mismas relaciones que tienen
con otras partes en el todo. Una parte separada de ese todo deja de ser lo
que es, dado que ser tal parte en particular es una de sus propiedades
constitutivas. Por el contrario, un todo en el cual las partes componentes
subsisten por si mismas y sus relaciones son externas entre sí no posee
unidad orgánica. Como señala Hegel: ‘Esto es lo que constituye el caracter
del mecanismo, a saber, que cualquier relación que se obtenga entre las
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cosas combinadas será externa a ellas y no toca su naturaleza, incluso si es


acompañada por una semejanza de unidad continuará siendo nada más que
compuesto, mezcla, agregado, etc.2
Así, en la concepción organicista los todos poseen una unidad
inextricable en la cual existe una estricta determinación recíproca entre las
partes. Esta versión de la teoría resulta más difícil de eliminar debido a que
no sólo es cuestión de rechazar una imagen agotada pues su impacto en la
sociología va más allá del funcionalismo. Un buen ejemplo contemporáneo es
el trabajo del influyente sociólogo Anthony Giddens, quien supone haber
trascendido la dualidad de agencia y estructura argumentando su mutua
constitución: la agencia está constituida por su participación en la práctica la
cual, a su vez, reproduce la estructura. La estructura, así concebida,
consistiría de procedimientos y rutinas conductuales, por un lado, y los
recursos materiales y simbólicos, por el otro, ninguno de los cuales posee
existencia por separado fuera de su participación en la práctica real.3 Por su
parte, las prácticas que proporcionan las reglas y movilizan recursos son
concebidas por Giddens como un flujo continuo de acción ‘no compuesto de
un agregado o series de intensiones, razones y motivos separados’.4 Al final
lo que resulta de esto es un todo uniforme en el que agencia y estructura se
constituyen mutuamente de forma dialéctica.5
Siguiendo a Hegel, otros defensores de este enfoque argumentan que
sin relaciones de interioridad un todo no puede tener propiedades
emergentes, convirtiendose en un mero agregado de las propiedades de sus
componentes. Se puede aducir, sin embargo, que un todo puede ser
analizable en distintas de sus partes y al mismo tiempo poseer propiedades
irreducibles, propiedades que emergen de las interacciones entre las partes.
Como el filósofo de la ciencia Mario Bunge señala la ‘posibilidad de análisis
no implica reducción, y la explicación de los mecanismos de emergencia no
es una explicación por separado de la emergencia ’.6 Aceptar la posibilidad
de interacciones complejas entre las partes componentes resulta crucial para
definir los mecanismos de emergencia, pero esta posibilidad desaparece si
las partes son todas fusionadas en una maraña continua y uniforme. Por
ello, lo que necesitamos enfrentar es la idea misma de relaciones de
interioridad. Podemos distinguir, por ejemplo, las propiedades que
caracterizan a una entidad dada de sus capacidades para interactuar con
otras entidades. Mientras que las propiedades están dadas y pueden ser
contadas en una lista cerrada, las capacidades no están dadas -pueden
permanecer sin ser ejercidas si ninguna otra entidad adecuada para su
interacción se encuentra cerca- y forman una lista potencialmete abierta,
dado que no existe modo de saber por anticipado de qué manera una
entidad puede afectar o se afectada por otras innumerables entidades. En
este otro enfoque, formar parte de un todo supone el ejercicio de las
capacidades de sus partes, pero no constituye una propiedad del mismo. Y
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dado que una capacidad no ejercida no afecta lo que un componente es,


cualquier parte puede ser retirada del todo y preservar su identidad.
Hoy día, la principal alternativa teórica a las totalidades orgánicas es lo
que Gilles Deleuze define como ensamblajes, es decir, todos caracterizados
por relaciones de exterioridad. Tales relaciones suponen, antes que nada,
que cualquier parte componente de un ensamblaje puede ser retirada del
mismo y puesta en un ensamblaje diferente, en el cual sus interacciones
pueden ser distintas. En otras palabras, la exterioridad de las relaciones
supone cierta autonomía para los términos que relaciona, o, como señala el
propio Deleuze, implica que ‘una relación puede cambiar sin que los
términos cambien’.7 Las relaciones de exterioridad implican asimismo que
las propiedades de las partes componentes no pueden nunca explicar las
relaciones que constituyen un todo, esto es, ‘las relaciones no tienen como
causa las propiedades de las partes componentes entre las cuales están
establecidas...’8 aunque puedan ser causadas por el ejercicio de las
capacidades de un componente. De hecho, la razón por la que las
propiedades de un todo no pueden ser reducidas a sus partes es que las
mismas son el resultado no de una agregación de las propiedades de los
componentes sino del ejercicio real de sus capacidades. Tales capacidades
dependen ciertamente de las propiedades de un componente pero no
pueden ser reducidas a las mismas, dado que implican la referencia a las
propiedades de otras entidades interactuantes. Las relaciones de
exterioridad garantizan que los ensamblajes puedan ser separados, a la vez
que las interacciones entre las partes puedan resultar en una verdadera
síntesis.
En tanto que aquellos que favorecen la interioridad de las relaciones
tienden a usar organismos como su primer ejemplo, Deleuze gravita hacia
otra clase de ilustraciones biológicas, como son las simbiósis de las plantas y
los insectos polinizadores. En este caso tenemos relaciones de exterioridad
entre componentes autosubsitentes -tales como la avispa y la orquídea-
relaciones que pueden convertirse en obligatorias en el curso de la
coevolución. Lo cual ilustra otra diferencia entre ensamblajes y totalidades.
Un todo uniforme es inconcebible excepto como una síntesis de estas
mismas partes. En otras palabras, los enlaces entre sus componentes
forman relaciones lógicamente necesarias que hacen del todo lo que es. Pero
en un ensamblaje dichas relaciones pueden ser tan sólo contingentemente
obligatorias. Mientras que las relaciones lógicamente necesarias son
estudiadas por medio del pensamiento, aquellas que son contingentemente
obligatorias implican una consideración de hechos empíricos, tales como la
historia coevolutiva de dos especies. Además, Deleuze considera la
heterogeneidad de los componentes una característica importante de los
ensamblajes. En este sentido, él consideraría a los ecosistemas como
ensamblajes de miles de distintas especies de plantas y animales, pero no a
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las especies mismas, dado que la selección natural tiende a homogeneizar


sus bancos de genes. En lo que sigue no tomaré la heterogeneidad como
una constante de los ensamblajes sino como una variable que puede tomar
diferentes valores. Lo anterior me permitirá considerar no sólo a las especies
sino también a los organismos biológicos como ensamblajes, en lugar de
tener que introducir otra categoría para ellos como lo hace Deleuze.
Concebir un organismo como un ensamblaje supone que, a pesar de la
apretada integración entre sus órganos componentes, las relaciones entre
ellos no son lógicamente necesarias sino contingentemente obligatorias: el
resultado histórico de su cerrada coevolución. De esta forma la teoría de los
ensamblajes priva a sus contrapartes organicistas de su ejemplar más
preciado.
Además de la exterioridad de las relaciones, el concepto de ensamblaje
está definido en dos dimensiones. Una dimensión o eje define los roles
variables que los componentes de un ensamblaje pueden jugar, desde un rol
puramente material en un extremo del eje, a uno puramente expresivo en el
otro extremo. Dichos roles son variables y pueden ocurrir en mezclas, esto
es, un componente en particular puede jugar una mezcla de roles materiales
y expresivos ejerciendo distintos conjuntos de capacidades. La otra
dimensión define procesos variables en los cuales estos componentes
participan y pueden estabilizar la identidad de un ensamblaje,
incrementando su grado de homogeneidad interna o el grado de agudeza de
sus bordes, o bien desestabilizarlo. Los primeros se refieren a procesos de
territorialización, y los segundos a procesos de desterritorialización.10 Un
mismo ensamblaje puede tener componentes actuando para estabilizar su
identidad, así como componentes forzandolo a cambiar o incluso a
transformarse en otro ensamblaje distinto. De hecho, un mismo componente
puede participar en ambos procesos ejerciendo diferentes conjuntos de
capacidades. He aquí sólo algunos ejemplos sociales secillos de estas cuatro
variables.
Los componentes de los ensamblajes sociales que juegan un rol
material varían ampliamente, pero como mínimo suponen un conjunto de
individuos orientados (física y psicológicamente) unos con otros. El ejemplo
clásico de estos ensamblajes de personas son las conversaciones cara a
cara, aunque las redes interpersonales que estructuran a las comunidades,
así como las organizaciones jerárquicas que gobiernan ciudades o Estados-
nación, pueden servir asimismo de ejemplos. Las redes comumitarias y las
organizaciones institucionales son ensamblajes de cuerpos humanos, pero
también cuentan con una variedad de otros componentes materiales que van
desde alimentos y trabajo físico, pasando por simples herramientas y
complejas máquinas, hasta las casas, edificios y vecindarios que sirven para
su ubicación física. Ilustrar cómo estos componentes juegan un rol expresivo
requiere de mayor elaboración debido a que en la teoría de los ensamblajes
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la expresividad no puede ser reducida al lenguaje o a símbolos. Un


componente principal de las conversaciones es, por supuesto, el contenido
de la plática, pero existen también otras formas de expresión corporal
(postura, gestos faciales, vestimenta) que no son lingüísticos.
Adicionalmente, está aquello que los participantes expresan acerca de sí
mismos, no por lo que dicen sino por la forma en que lo dicen, o incluso por
su misma elección del tema. Desde el punto de vista de la reputación de la
persona (o de la imagen que busca proyectar en la conversación) importan
tanto las expresiones sociales no verbales como lo que esa persona expresa
lingüísticamente. De modo similar, un componente importante de toda red
interpersonal son las expresiones de solidaridad entre sus miembros, las
cuales pueden realizarse verbal (promesas, juramentos ) o
conductualmente, como serían la solidardidad expresada por el sacrificio
compartido o la ayuda mutua, sin que medien incluso palabras. Las
organizaciones jerárquicas, por su parte, dependen de expresiones de
legitimidad, las cuales pueden tomar forma verbalmente (como creencias
acerca de las fuentes de autoridad) o en la conducta de sus miembros, en el
sentido que el acto mismo de obedecer órdenes en público, en ausencia de
coherción física, expresa aceptación de la autoridad legítima.11
El concepto de territorialización debe ser entendido en primer lugar en
su sentido literal. Las conversaciones cara a cara siempre ocurren en un
lugar particular (una esquina de una calle, una taberna, una iglesia) y una
vez que los participantes se han convalidado mutuamente la conversación
adquiere límites espaciales bien definidos. De modo similar, muchas redes
interpersonales conforman comunidades en territorios localizados en un
espacio físico y con bordes bien definidos, ya sean vecindarios étnicos o
pequeñas poblaciones. Las organizaciones, por su parte, operan
comunmente en determinados edificios y la jurisdicción de su autoridad
legítima coincide por lo general con los límites físicos de esos mismos
edificios. Las excepciones son organizaciones gubernamentales, pero en este
caso también sus límites jurisdiccionales tienden a se geográficos: los límites
de una población, de una provincia o las fronteras de todo un país. Por ello,
y en primer lugar, los procesos de territorialización son procesos que definen
o demarcan los límites espaciales de territorios reales. La territorialización,
por otra parte, se refiere a procesos no espaciales que incrementan la
homogeneidad interna de un ensamblaje, como pueden ser los procesos de
selección que excluyen a determinadas categorías de gente de la membresía
de una organización, o los procesos de segregación que incrementan la
homogeneidad étnica de un vecindario. Cualquier proceso que desestabilice
los límites espaciales o incremente la heterogeneidad interna es considerado
desterritorializador. Un buen ejemplo es la tecnología de comunicación,
desde la escritura y el servicio postal hasta el telégrafo, el teléfono y las
computadoras, todos ellos borran las fronteras espaciales de las entidades
Teoría de los ensamblajes y complejidad social (introducción y capítulo 1)

sociales y eliminan la necesidad de la copresencia: permiten la existencia de


conversaciones realizadas a distancia, facilitan la formación de redes
interpersonales por medio de la correspondencia regular, las llamadas
telfónonicas o la comunicación por computadora, y dan a los organizaciones
los medios para operar en distintos países al mismo tiempo.
Mientras que la descomposición de un ensamblaje en sus distintas
partes y la asignación de un rol expresivo o material a cada componente
ejemplifica el lado análitico del enfoque, el concepto de territorialización
juega un rol sintético, ya que es mediante articulaciones más o menos
permanentes producidas por este proceso que un todo emerge de sus partes
y mantiene su identidad una vez que ha surgido. Pero existe otro proceso
sintético en la teoría de los ensamblajes que complementa a la
territorialización: el rol jugado en la producción y mantenimiento de la
identidad por entidades expresivas especializadas, como los genes y las
palabras. Si bien Deleuze considera que todas las entidades, incluso las que
no son biológicas o sociales, son capaces de expresión, sostiene que la
aparición histórica de estas entidades especializadas permitió una gran
complificación de las clases de todos que pueden ser ensambladas en el
planeta. Voy a desarrollar este punto comenzando con la idea de que las
entidades físicas y químicas son capaces de expresión. Cuando los átomos
interactúan la radiación de su estructura interna crea patrones en dicha
radiación por medio de la absorción selectiva de algunas de sus longitudes
de onda. En fotografía este patrón aparece como un arreglo espacial de
bandas de luz y oscuridad (un espectrógrafo) que está correlacionado de
modo único con la identidad de la sustancia química a las que el átomo
pertenece. En otras palabras, el patrón de absorción expresa la identidad de
las sustancias químicas en la forma de información física que puede ser
usada en campos como la astrofísica, por ejemplo, para identificar
determinados elementos químicos presentes en fenómenos específicos del
ámbito celeste.12
Por otra parte esta expresividad es claramente no funcional, es decir, si
bien los patrones de información tienen una existencia objetiva, en ausencia
de astrofísicos (u otros usuarios del espectógrafo) los patrones no cumplen
ninguna función. Tales patrones pueden ser comparados a las huellas
digitales que son expresivas en relación a la identidad orgánica de los
humanos, pero que en ausencia de una organización hecha para aplicar la
ley que las recopile, guarde y recupere como parte de un proceso de
identificación, no desempeñan ninguna función biológica real. Sin embargo,
Deleuze sostiene que ha habido umbrales críticos en la historia del planeta
en los que la expresividad física se ha vuelto funcional. El primer umbral fue
la emergencia del código genético, que marca el punto en el cual los
patrones de información cesaron de depender de la estructura tridimensional
de una entidad (como la del átomo) para volverse una estructura
Teoría de los ensamblajes y complejidad social (introducción y capítulo 1)

unidimensional por separado: una larga cadena de ácidos nucleicos. El


segundo umbral lo marca la emergencia del lenguaje: mientras que la
linealidad genética se mantiene todavía unida a realciones espaciales de
contigüidad, las vocalizaciones lingüísticas despliegan una linealidad
temporal que brinda mayor autonomía a los patrones de información con
respecto a su medio de transporte material.13 Estas dos líneas
especializadas de expresión deben ser consideradas ensamblajes por su
propio derecho. Como todos los ensamblajes exhiben una relación de las-
partes-al-todo: los genes están conformados de secuencias de nucleótidos y
son parte componente de los cromosomas; las palabras están hechas de
secuencias lineales de sonidos o letras escritas, y son los componentes de
las oraciones. Algunas de estas partes componentes juegan un rol material,
un sustrato físico para la información, y por medio de la elaboración de
mecanísmos específicos dicha información puede ser expresada en
proteínas, en el caso de los materiales genéticos, o significados, en el caso
de los materiales del lenguaje.14
En la teoría de los ensamblajes, estos dos medios expresivos
especializados son vistos como la base para un segundo proceso sintético.
En tanto que la territorialización permite una primera articulación de los
componentes, la codificación realizada por los genes o las palabras
proporciona una segunda articulación, consolidando los efectos de la primera
y adicionalmente estabilizando la identidad de los ensamblajes.15 Los
organismos biológicos son un ejemplo de ensamblajes sintetizados mediante
territorialización y codificación, pero también lo son múltiples entidades
sociales, como las organizaciones jerárquicas. El proceso de codificación en
éstas últimas puede variar puede variar dependiendo si la fuente de
autoridad legítima en tales jerarquías es tradicional o legal-racional, como
las burocracias modernas. En las primeras la codificación es realizada por
narrativas que establecen los orígenes sagrados de la autoridad, mientras
que en las segundas se lleva a cabo mediante constituciones que establecen
los derechos y obligaciones asociados con cada rol formal. Resulta tentador
ver la fuente del atractivo de la metáfora organicista en el hecho de que
tanto los organismos biológicos como algunas de las más conspicuas
instituciones sociales estén doblemente articulados: el isomorfismo de los
procesos que da lugar a determinadas entidades biológicas y sociales
explicaría su semejanza. No obstante, esta semejanza real no debería
conducirnos a la idea de que la ‘sociedad como un todo’ es un organismo,
dado que múltiples ensamblajes sociales no están altamente codificados o
altamente territorializados.
De hecho, tanto en el ámbito biológico como en el social se presentan
procesos de decodificación, los cuales producen ensamblajes que no se
ajustan a la metáfora organicista. En biología, tal decodificación queda
ilustrada en el comportamiento animal que ha cesado de ser rígidamente
Teoría de los ensamblajes y complejidad social (introducción y capítulo 1)

programado por los genes para ser aprendido por la experiencia de manera
más flexible. Dicha decodificación produce, por ejemplo, los territorios
animales, el ensamblaje generado cuando ciertos animales van más allá de
la expresión pasiva de los patrones de información (patrones de la clase de
las huellas digitales) para activamente hacer uso de una variedad de medios
-desde las heces y orina hasta el canto, el color y la silueta- como una
expresión de su identidad como propietarios de un área geográfica en
particular.16 Un ejemplo social del resultado del proceso de decodificación lo
podríamos encontrar en las conversaciones informales entre amigos. Como
ensamblajes sociales, las conversaciones no tienen la misma permanencia
que las redes interpersonales o las organizaciones institucionales, y nadie
estaría tentado a compararlas con organismos. Sin embargo, las
conversaciones desarrollan realmente reglas, como las que regulan los
turnos en una plática. Entre más formales y rígidas sean las reglas, mayor
número de encuentros sociales serán codificados. Pero en otras
circunstancias tales reglas pueden debilitarse y dar origen a ensamblajes en
los cuales los participantes tengan mayor espacio para expresar sus
convicciones y los estilos personales de cada uno.17
Por otra parte, e independientemente de la importancia de los
componentes genéticos y lingüísticos para la consolidación de la identidad de
los ensamblajes biológicos y sociales, es importante no conceptualizar sus
lazos con otros componentes como relaciones de interioridad. En otras
palabras, la interacción de los genes con el resto de la maquinaria corporal
no debería ser vista como si constituyera su esencia. Lo mismo se puede
decir de las interacciones del lenguaje con la experiencia subjetiva y con las
instituciones sociales. En el enfoque de la teoría de los ensamblajes, los
genes y las palabras representan un componente más de los que entran en
relaciones de exterioridad con una variedad de materiales y otros
componentes expresivos, y el proceso de codificación y decodificación
basado en estas líneas especializadas de expresión opera a la par de otros
procesos de territorialización y desterritorialización que no son genéticos ni
lingüísticos. Voy a enfatizar este punto en el siguiente capítulo. Trataré en
todo momento al lenguaje al final y como un componente separado. Lo cual
nos permitirá distinguir claramente aquellos componentes expresivos que no
son lingüísticos pero que son tratados erroneamente como si fuesen
simbólicos, así como para enfatizar que el lenguaje debería ser removido del
centro de los hechos, un lugar que por décadas ha ocupado
equivocadamente.
Hay dos cuestiones más que debemos plantear para caracterizar
nuestro enfoque de la teoría de los ensamblajes. La primera se centra en el
proceso de ensamblaje por el cual las entidades físicas, biológicas y sociales
llegan a existir, proceso que debe ser conceptualizado como recurrente. Esto
significa que los ensamblajes siempre existen en poblaciones, por pequeñas
Teoría de los ensamblajes y complejidad social (introducción y capítulo 1)

que sean, las cuales son generadas por la ocurrencia repetida del mismo
proceso. A la par que los ensamblajes generan estas colectividades
interactuando entre sí, ejerciendo una variedad de capacidades, dichas
interacciones dotan a las poblaciones con determinadas propiedades, como
cierta tasa de crecimiento o ciertas distribuiciones en promedio de las
propiedades de los ensamblajes. La segunda cuestión considera la
posibilidad de que dentro de estas colectividades ensamblajes mayores
puedan emerger de los cuales los miembros de la población pasarían a se las
partes componentes. En otras palabras, las interacciones entre miembros de
una colectividad pueden conducir a la formación de articulaciones
relativamente permanentes entre las mismas produciendo una
macroensamblaje con propiedades y capacidades propias. Dado que los
procesos que están detrás de la formación de estas articulaciones de mayor
permanencia son ellas mismas recurrentes, una población de ensamblajes
de mayor tamaño será creada conduciendo a la posibilidad incluso de que
emerjan ensamblajes todavía más grandes.
La combinación de recurrencia del mismo proceso de ensamblaje en
cualquier escala espacial, y la recurrencia de la misma clase de procesos de
ensamblaje (territorialización y codificación) a escalas sucesivas, le
proporciona a la teoría de los ensamblajes una vía única de aproximación al
problema del vínculo entre los niveles micro y macro de la realidad social. En
su mayor parte el presente libro está dedicado a proporcionar ejemplos
concretos de cómo podemos establecer un puente entre el nivel de las
personas individuales y las grandes entidades sociales (tales como los
Estados territioriales) por medio del encajamiento de ensamblajes en una
sucesión de pequeña a gran escala. En este punto será de mucha utilidad
dar un ejemplo. Una ventaja del presente enfoque es que permite
reemplazar entidades generales vagamente definidas (como el ‘mercado’ o el
‘Estado’) con ensamblajes concretos. ¿Qué entidad reemplazaría al ‘mercado’
en un enfoque de ensamblajes? Los mercados deberían ser vistos, antes que
nada, como organizaciones concretas (esto es, lugares concretos de
mercado o bazares) lo cual los convierte en ensamblajes hechos de personas
y de los bienes materiales y expresivos que la gente intercambia.
Adicionalmente, como afirma el historiador Fernand Braudel, dichas
organizaciones se deben localizar en un sitio físico en concreto, como un
pueblo pequeño y el campo a su alrededor, es decir, en un escenario que
debería ser considerado asimismo un componente del ensamblaje. En este
sentido, el más pequeño ensamblaje económico ha sido siempre, como el
propio Braudel señala:

un complejo consistente de un pequeño pueblo mercantil, tal vez el sitio de


una feria, con un conjunto de aldeas asu alrededor. Cada aldea tenía que
estar lo suficientemente cerca al pueblo para hacer posible el ir al mercado y
Teoría de los ensamblajes y complejidad social (introducción y capítulo 1)

regresar el mismo día. Pero las dimensiones reales de la unidad dependían


igualmente de los medios disponibles de transporte, de la densidad del
asentamiento y de la fertilidad del área en cuestión.18

Antes de la emergencia del transporte a vapor, el área promedio de estos


complejos variaba ,aproximadamente, entre los 160 y 170 kilómetros
cuadrados. En la alta Edad Media, al intensificarse el proceso de urbanización
dichos mercados locales se multiplicaron, generando una gran población de
ensamblajes similares. Más tarde, algunas de las áreas mercantiles
pertenecientes a esta población quedaron ensambladas juntas en mercados
regionales, ensamblajes mayores con un área promedio de 1500 a 1700
kilómetros cuadrados. Cada una de estas regiones exhibía una ciudad
dominante como su centro y como una forma de identidad cultural
reconocible, ambas siendo parte de este ensamblaje mayor. En seguida, se
crearon los mercados provinciales, cuyas dimensiones eran diez veces más
grandes que las de los mercados regionales, ensamblados ahora en el área
mayor de una provincia, aunque con un grado menor de homogeneidad
interna.19 Finalmente, cuando varios de estos mercados provinciales
quedaron cohesionados en una unidad mayor, como ocurrió en Inglaterra a
lo largo del siglo XVIII, emergieron los mercados nacionales.
Esta breve descripción nos da un cuadro muy claro de toda una serie de
ensamblajes a diferentes escalas, algunos de los cuales son partes
componentes de otros que de forma subsecuente pasan a formar parte de
otros ensamblajes aún mayores. Si bien hemos dejado fuera los detalles
históricos que se encuentran detrás del proceso de ensamblaje de las
distintas plazas de comercio local en la formación de los mercados
regionales, o de aquellos detrás de la creación de los mercados nacionales,
queda claro que en cada caso existió un proceso por medio del cual
entidades cada vez mayores emergieron del ensamble de otras más
pequeñas. Como hace notar Braudel sobre los mercados nacionales, estos
eran una red con un tejido irregular, a menudo construidos en contra de
todas las predicciones: en contra de las poderosas ciudades que contaban
con una juridicción propia, en contra de las provincias que resistían a la
centralización, en contra de la intervención extranjera que violaba las
fronteras, sin mencionar los intereses divergentes de la producción y el
intercambio.20 La situación resulta ser, ciertamente, más compleja ya que
dejamos fuera el comercio a grandes distancias, así como los mercados
internacionales a los cuales este tipo de comercio dio origen. Pero incluso
esta imagen simplificada es ya infinitamente mejor que la generalidad
reificada del ‘mercado’.
Es momento de hacer un resumen de las características principales de
la teoría de los ensamblajes. En primer lugar, cabe señalar que a diferencia
de totalidades en las cuales las partes se mantienen unidas por relaciones de
Teoría de los ensamblajes y complejidad social (introducción y capítulo 1)

interioridad (esto es, relaciones que constituyen la identidad misma de las


partes) los ensamblajes están hechos de partes que son autosubsistentes y
están articuladas por relaciones de exterioridad, por lo que una de sus
partes puede ser separada y ser un componente de otro ensamblaje. Los
ensamblajes están caracterizados de acuerdo a dos dimensiones, en la
primera dimensión están especificados los distintos roles que las partes
componentes pueden jugar, desde un rol puramente material hasta uno
puramente expresivo, así como mezclas de los dos. Una segunda dimensión
caracteriza los procesos en los que dichos componentes están implicados:
procesos que estabilizan o desestabilizan la identidad del ensamblaje
(territorialización y desterritorialización). En la versión de la teoría de los
ensamblajes de la que haremos uso en el presente libro, será agregada una
tercera dimensión: un eje adicional que define los procesos en los cuales
intervienen medios expresivos especializados, procesos que consolidan y
solidifican la identidad del ensamblaje o, por el contrario, brindan mayor
amplitud al ensamblaje para realizar operaciones con mayor flexibilidad, a la
vez que se beneficia de los recursos genéticos o lingüísticos (procesos de
codificación y decodificación).21 Todos estos procesos son recurrentes y su
repetición variable sintetiza poblaciones enteras de ensamblajes. Dentro de
estas poblaciones encontramos otros procesos sintéticos (los cuales pueden
ser caracterizados asimismo como territorializaciones o codificaciones,
aunque implican por lo común mecanismos enteramente distintos) que
generan ensamblajes de mayor escala en los que algunos de los miembros
de la población original pasan a convertirse en partes componentes.
Para concluir el presente capítulo me gustaría precisar en detalle la
descripción de los aspectos sintéticos de la teoría de los ensamblajes. En
particular, si hablamos de procesos de territorialización y codificación que se
pueden materializar mediante una variedad de mecanismos suponemos con
ello que tenemos una noción adecuada de lo que es un mecanismo. En el
caso de los ensamblajes orgánicos e inorgánicos estos mecanismos son en
gran parte causales, lo que no implica necesariamente una causalidad lineal.
Es por ello que nuestro primer esfuerzo consistirá en expandir la noción de
causalidad con el propósito de incluir mecanismos no lineales. Los
ensamblajes sociales, por otro lado, contienen mecanismos que,
adicionalmente a las interacciones causales, involucran razones y motivos. El
siguiente paso será mostrar el rol que estos componentes subjetivos juegan
en la explicación del funcionamiento de los ensamblajes sociales. La primera
tarea resulta crucial debido a que las deficiencias de la causalidad lineal han
sido usadas para justificar la creencia en unidades orgánicas inextricables.
En otras palabras, la postulación de un mundo como una red continua de
acción recíproca, o como una totalidad integrada de interdependencias
funcionales, o como un bloque de ilimitadas interconexiones universales, se
ha hecho tradicionalmente en oposición a la causalidad lineal entendida
Teoría de los ensamblajes y complejidad social (introducción y capítulo 1)

como el pegamento que mantiene unido un mundo meramente mecánico. Es


por ello que si los ensamblajes van a reemplazar a las totalidades los
mecanismos detrás de la síntesis de propiedades emergentes deben ser
propiamente elucidados.
Además de proporcionar una excusa que permite postular un universo
en bloque, la conocida fórmula de la causalidad lineal ‘a una misma causa
siempre el mismo efecto’ va en detrimento del efecto en la concepción
misma de las relaciones entre causas y efectos. En particular, la semejanza
de dicha fórmula con la de la implicación lógica ( si C entonces
necesariamente E) ha llevado a muchos filósofos a pensar que la relación
entre una causa y su efecto es aquella en la que la ocurrencia de la primera
implica la ocurrencia del segundo. Pero si la causalidad va a proporcionar la
base para relaciones causales de síntesis objetiva debe de caracterizarse por
ser productiva, esto es, como una relación en la cual un acontecimiento (la
causa) produce otro acontecimiento (el efecto) y no sólo lo implica.22 Los
acontecimientos que están productivamente conectados por causalidad
pueden ser acontecimientos simples o atomísticos tales como las colisiones
mecánicas. Pero la causalidad también puede conectar entidades complejas,
como las partes componenetes que constituyen un todo. En este caso,
mientras la entidad misma no puede actuar como una causa debido a que no
es un acontecimiento, un cambio en las propiedades que la definen puede
ser una causa, ya que los cambios, incluso aquellos que son
cuantitativamente simples, resultan ser acontecimientos. Por la misma
razón, las acciones ejecutadas por entidades complejas pueden asimismo ser
causas.
La causalidad lineal es tradicionalmente definida en términos de
acontecimientos atomísticos, pero una vez que nos alejamos de ésta
debemos considerar el rol que la organización interna puede jugar en la
forma en la que es afectada por una causa externa. La organización interna
puede, por ejemplo, determinar que una causa externa de gran intensidad
produzca un efecto de baja intensidad (o ningún efecto del todo) y vice
versa, que pequeñas causas puedan tener grandes efectos. Existen casos de
causalidad no lineal, definidos por umbrales debajo o arriba de los cuales
una causa externa no consigue producir efecto alguno, esto es, umbrales
que determinan las capacidades de una entidad para ser causalmente
afectada. En algunos casos, esta capacidad de ser afectado puede ser tan
destacable que las causas externas se vuelvan meros detonadores o
catalizadores para generar un efecto. Como Mario Bunge apunta, en este
caso ‘las causas extrínsecas son eficientes solamente en la medida en la que
capturan la naturaleza misma y los procesos internos de las cosas’.23 La
catálisis contradice considerablemente la linealidad pues supone que
diferentes causas pueden conducir a un mismo y único efecto - como cuando
las hormonas estimulan el crecimiento al ser aplicadas a las puntas de una
Teoría de los ensamblajes y complejidad social (introducción y capítulo 1)

planta pero lo inhiben cuando son aplicadas a las raices.24 No obstante,


resulta importante enfatizar que la referencia a procesos internos (o a una
organización interna) no quiere decir que las interacciones no lineales o
catalizadoras sean ejemplos de relaciones de interioridad: los procesos
internos son tan sólo interacciones entre las partes componentes de una
entidad, lo cual no implica que dichas partes estén mutuamente
constituidas.
Estas dos desviaciones de la linealidad contradicen la primera parte de
la fórmula (‘a una misma causa, un mismo efecto’) pero la segunda parte
(‘siempre’) puede ser igualmente cuestionada. Contravenir esta segunda
parte de la fórmula, la parte que supone una estricta necesidad, da como
resultado una causalidad estadística, una forma de causalidad que se vuelve
importante en el momento en el que comenzamos a considerar no
solamente entidades aisladas sino poblaciones enteras de tales entidades.
Así, cuando decimos que en una población dada de fumadores, ‘fumar
cigarrillos produce cancer’, la afirmación no supone que un acontecimiento
repetido (fumar) produce el mismo acontecimiento (la presencia de cancer)
en cada caso. Las predisposiciones genéticas de los miembros de la
población también deben ser tomadas en cuenta, lo que implica que la causa
producirá su efecto sólo en un alto porcentaje de los casos. Además, la
causalidad estadística no depende de la existencia de complejos procesos
internos en los miembros de una población. Ésta puede ser obtenida sin una
organización interna dado que, fuera de las condiciones de laboratorio,
ninguna serie de ancontecimientos tiene lugar en completo aislamiento de
otras series que pueden efectivamente interferir con ella. Así, incluso si
tuviesemos una población de seres humanos genéticamente idénticos, el
fumar no conduciría siempre a desarrollar cancer, dado que otras actividades
(ejercicio físico, por ejemplo) podrían contrarrestar sus efectos. Lo más que
podemos afirmar acerca de las causas externas en una población es que las
mismas incrementan la probabilidad de ocurrencia de un efecto dado.25
Está claro que la teoría de los ensamblajes, en la que estos pueden ser
partes componentes de otros ensamblajes (llevando a la organización
interna tras una causalidad no lineal y autocatalítica), y en la que son
siempre el resultado de procesos recurrentes que producen poblaciones de
los mismos (lo cual implica una causalidad estadística), puede dar cabida a
estas formas complejas de productividad causal. Y al hacerlo, aleja la
tentación de hacer uso de una imaginería de red continua y uniforme. Por
ejemplo, la idea de que existen formas recíprocas de determinación entre las
partes puede tener cabida mediante mecanismos no lineales que implican la
retoalimentación ( como la retroalimentación negativa que caracteriza a los
termostatos), mecanismos que no suponen la fusión entre las partes como
un todo. Los encuentros al azar entre series independientes de
acontecimientos que están en la base de la causalidad estadística pueden
Teoría de los ensamblajes y complejidad social (introducción y capítulo 1)

asimismo contribuir a eliminar las totalidades y el universo en bloque que


éstas suponen. Como apunta Bunge:

Una prueba más de la falsedad de la doctrina del universo en bloque se


encuentra en la existencia del azar (determinado estadísticamente) como
fenómeno: la mayoría de las veces surge de la independencia comparativa
de las diferentes entidades, esto es, de su recíproca contingencia o
irrelevancia comparativas. La existencia de líneas de evolución mutuamente
independientes está por su parte asegurada por la atenuación de las
interacciones físicas mediante la distancia, y de su velocidad finita de
propagación - el más efectivo flexibilizador de un universo en bloque
hermético.26

Los dos roles que los componentes juegan en un ensamblaje: material y


expresivo están relacionados con estas distintas formas de causalidad.
Mientras que los componentes materiales incluyen el repertorio completo de
interacciones causales, los expresivos involucran generalmente una catálisis.
Los aromas, sonidos y colores que los animales territoriales usan como
expresiones de su identidad, por ejemplo, actúan solamente como
detonadores de respuestas conductuales tanto en animales rivales como en
parejas potenciales, mismos que deben poseer sistemas neriviosos
complejos para ser capaces de ser afectados de esa manera. Lo anteror es
cierto asimismo para los genes, muchos de los cuales se orientan a la
creación de enzimas que son catalizadores muy específicos y altamente
efectivos, si bien los genes codifican también proteínas que juegan un rol
material, como la construcción de bloques para las membranas celulares. El
lenguaje, por su parte, juega comunmente un rol catalizador, el cual implica
que tanto los hablantes como los oyentes cuentan con organizaciones
internas complejas. Este orden interno, sin embargo, está explicado
parcialmente por causas materiales (como poseer un sistema nervioso) y
supone mecanismos más elaborados.En particular, la capacidad de los seres
humanos de ser afectados por detonadores lingüísticos (así como por
expresiones no lingüísticas de solidaridad, legitimación y prestigio) requiere
de una explicación en la cual están involucradas determinadas razones para
actuar, y, en ciertos casos, por explicaciones que involucran motivos. En
pocas palabras, en tanto que las razones pueden ser ejemplificadas por
valores tradicionales o emociones personales, los motivos son una clase
especial de razón que supone decisiones y metas explícitas.27
Como afirmaba Max Weber, las causas, razones y motivos están por lo
común combinados en la interpretación de la acción social, esto es, la acción
orientada hacia el comportamiento de otros. Escribe Weber: ‘ Se llega a una
interpretación causal correcta del curso de una acción específica cuando la
acción manifiesta y los motivos han sido correctamente aprehendidos, a la
Teoría de los ensamblajes y complejidad social (introducción y capítulo 1)

par que su relación se ha vuelto significativamente comprensible.’28 El


hecho que Max Weber hable de ‘interpretaciones causales’ ha sido
convenientemente olvidado por la mayoría de los estudiosos de su método
de comprensión (o Versteher). Dicho método no permite por ningún medio
llegar a la conclusión de que la acción social pueda ser leída como un texto,
o que todo comportamiento social pueda ser tratado como la promulgación
de un documento.29 La fuente de este error calculado del método de Weber
radica en la confusión de dos diferentes significados del término ‘significado’:
significación y significancia, el primero haciendo referencia al contenido
semántico mientras que el segundo hace referencia a su importancia o
relevancia. El que Weber tuviese en mente significancia y no significación al
escribir acerca de una acción social ‘significativamente comprensible’ queda
claro por el hecho que él mismo pensaba que su método funcionaba mejor
cuando era aplicado a casos que implican conectar los medios a un fin, es
decir, aquella acción social que involucra elecciones y metas.30 Su
comprensión o el que tales acciones tengan sentido supone por lo general
estimar el procedimiento adecuado con el cual una meta es llevada cabo, un
problema es resuelto, o es medida la relevancia de un paso dado en tal o
cual secuencia. Algunas serán valoraciones de relevancia causal cuando la
secuencia de acciones suponga interactuar con objetos materiales, como en
las actividades de los herreros, carpinteros o cocineros. Pero incluso cuando
no es cuestión de interactuar con el mundo material, los juicios acerca de la
ejecución lingüística orientada por metas tratarán por lo común sobre lo
adecuado de una línea de argumentación o la relevancia de una pieza de
información, y no acerca de semántica. La adaptación de los medios a los
fines es un ejemplo de acción social que demanda motivos como parte de la
explicación.
¿Qué hay acerca del caso de la acción social que involucra razones?
Algunos ejemplos de este tipo de acción social pueden no implicar
interpretación semántica alguna. Existen casos en los que el peso de la
tradición o la intensidad de los sentimientos puede ser tal que las actividades
sociales presentes pueden caer ‘muy cerca del límite de lo que con
justificación puede ser llamado una acción significativamente orientada, y a
menudo del otro lado’.31 (El otro lado sería la acción social explicada en tan
sólo en términos causales, como en las reacciones detonadas por estímulos
afectivos o de hábito.) Pero existen otros casos de explicación por razones
que no se reducen a sus causas y no implican hacer elecciones deliveradas
por actores sociales. En estos casos, la comprensión del comportamiento
social supone dar razones como serían la creencia en la existencia de un
orden legítimo, o el deseo de cubrir las expectativas asociadas con tal orden.
Las creencias y los deseos pueden ser tratados como actitudes hacia el
significado de enunciados declarativos (es decir, hacia proposiciones), y es
hasta este punto que hacen referencia a la semántica. Las actitudes
Teoría de los ensamblajes y complejidad social (introducción y capítulo 1)

proposicionales están asimismo presentes en la acción social que es


explicada por motivos, como sería la creencia en la adecuación causal de
algunos medios o la conveniencia de buscar determinadas metas. Pero en el
caso de las razones comunes para la acción la conveniencia causal puede no
ser un factor de motivación, así como lo deseable de un curso de acción
puede no depender de metas específicas.32 Es únicamente en este caso que
las relaciones entre las proposiciones mismas, como acontece en las
relaciones entre las proposiciones que componen una doctrina religiosa, se
vuelven cruciales para comprender determinadas actividades sociales. Pero
incluso dicho caso exigirá una mezcla de interpretación semántica de los
textos sagrados en cuestión y de las valoraciones acerca de la importancia
relativa de las diferentes partes de los mismos para la explicación de cursos
de acción en específico.
El método de Weber nos brinda una manera de aproximarnos a la
cuestión de los mecanismos en los ensamblajes sociales: mecanismos que
siempre implicaran mezclas compllejas de causas, razones y motivos.33 No
reconocer la naturaleza híbrida de los mecanismos sociales puede ser fuente
de mal entendidos y mistificación en la ciencia social. Por ejemplo, las
actividades sociales en las cuales los medios son exitosamente conectados a
fines son tradicionalmente etiquetados como ‘racionales’. Pero dicha etiqueta
oscurece el hecho de que estas acitividades involucran habilidades en la
solución de problemas de distintas clases (no una sola facultad mental como
la ‘racionalidad’) y que explicando la solución exitosa de problemas prácticos
involucrará consideraciones de eventos causales relevantes, como las
interacciones físicas con los medios para conseguir una meta, no solamente
cálculos en la cabeza de un actor. De manera similar, cuando se dan rutinas
tradicionales como explicaciones se las puede reducir a lo ritual y ceremonial
(y etiquetarlas de ‘irracional), pero esto oscurece el hecho de que muchas
rutinas heredadas son en realidad procedimientos de solución de problemas
que han sido lentamente refinadas por generaciones sucesivas. Estas rutinas
prácticas pueden ser revestidas de simbolismo ritual, mientras que al mismo
tiempo ser capaces de conducir a interacciones causales exitosas con
entidades materiales, como las plantas domésticas y el suelo.
Además de preservar los componentes objetivos y subjetivos, los
mecanismos sociales deben incluir la variedad completa de interacciones
causales, esto es, deben tomar en cuenta que los umbrales que representan
una causalidad no linear pueden variar de un actor a otro (por lo que la
misma cusa externa puede afectar a uno pero no al otro) y que las
regularidades causales en la conducta de los actores individuales son, como
el mismo Weber afirma, solamente probabilísticas.34 La causalidad
estadística es incluso más importante cuando consideramos poblaciones de
actores. Así, en el caso de la explicación por motivos, podemos reconocer
que los actores individuales son capaces de hacer elecciones intencionales, y
Teoría de los ensamblajes y complejidad social (introducción y capítulo 1)

que en algunos casos tal acción intencional conduce a la creación de


instituciones sociales (como las constituciones escritas de algunos Estados-
nación modernos), y al mismo tiempo insistir que la síntesis de ensamblajes
sociales mayores es en muchas ocasiones obtenido como una acción
colectiva no intencional, es decir, como una clase de resultado estadístico.
Por su parte, en el caso de las explicaciones por razones, el aspecto colectivo
puede ser tomado en cuenta si las creencias y deseos presentes son el
efecto de la socialización por la familia o la escuela. Pero dicha socialización
debe, adicionalmente, ser concebida en términos probabilísticos. Tanto como
los efectos de los genes sobre las características corporales de las plantas y
animales son un problema de probabilidades ( no de un determinismo causal
linear) y, por lo mismo, al describir poblaciones estamos interesados en la
distribución estadística de la variación en estas propiedades corporales, así,
los efectos de la socialización deberían siempre ser vistos como una variable
y el objeto propio de estudio debería resolver cómo esta variación está
distribuida en una población dada.
Con esto concluimos la introducción a la teoría de los ensamblajes. El
siguiente capítulo agregará el único componente que hemos dejado fuera (el
diagrama topológico de un ensamblaje) después de lo cual el estatus
ontológico de los ensamblajes será propiamente dilucidado. Se ampliará
asimismo la discusión de la relación de la parte-al-todo que figura muy
destacadamente en la distinción entre ensamblajes y totalidades, y muestra
con mayor detalle cómo la teoría de los ensamblajes puede ayudar a
enmarcar el problema de las relaciones entre los niveles micro y macro de
los fenómenos sociales. Una vez que el problema ha sido correctamente
planteado los restantes capítulos intentarán darle cuerpo a la solución.

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