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Los semaforistas poblanos

Los semaforistas poblanos


Antonio Morris Eli Amat Shapiro
Casa Editorial Analéctica
México, 2015

Fotografía: Ángel J. Morales Rizo


Diseño de portada: Estefani Andrade Rendón

Todos los derechos reservados


Casa Editorial Analéctica
www.analectica.org

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Los semaforistas poblanos

Agradecimientos

Quiero agradecer en primera instancia a mi padre, su titánico ejemplo en mí cundió para


construirme como una persona sensata. A su partida de paso por esta realidad, me dejó
duramente tatuada para la posteridad su concepción de una sociedad más justa e igualitaria:
“la riqueza debe, en primer término, ser repartida entre quienes han colaborado de forma
dedicada y honesta en su creación; la obsesionada búsqueda de la acumulación de ésta en
pocas manos no puede significar, bajo ningún parámetro, progreso”

A mi madre por su ejemplo de paciencia, disposición y amor desinteresado que me ha


motivado para superarme como estudiante.

A mis hermanos por su incansable ayuda y atención a todas mis dudas y cuestionamientos,
en especial a Samuel que contribuyó de forma directa en la logística del trabajo de campo y
quien me dejó la clara definición del penetrante “olor del semáforo”.

También a Carmen, mi hermana, que de forma constante me ayudó tanto en la revisión


como en la corrección del trabajo.

A mis amigos, colegas, camaradas y profesores, todos ellos ansiosos de no dejarme


claudicar ni ceder un milímetro, ni siquiera retroceder una centésima, ante los obstáculos
que surgieron cada vez que esta investigación intentaba abrirse camino.

A Arafat, quien me facilitó el contacto para poder ingresar al mundo del semáforo, tomando
en cuenta lo que ello representó, pues antes de su ayuda, nuestra curiosidad había
despertado las más coléricas actitudes de rechazo, generando situaciones de inminente
peligro para nuestra integridad.

De forma especial quisiera también agregar a esta sencilla lista a mi asesor de tesis, Oscar
Calderón Morillón; de no haber sido por él dudo mucho que este trabajo se pudiera haber
realizado: su conocimiento y experiencia fue no sólo parte medular para desarrollar

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soluciones innovadoras a los obstáculos que nunca dejaron de aparecer, sino indispensable
en términos de aportar claridad a la investigación.

Para finalizar, de manera atenta, quisiera agradecer y dedicar este trabajo a los
protagonistas de esta tesis: lo semaforistas, esos mismos que causaron tanta impresión en
mí, no sólo para ayudarme a romper prejuicios, sino también por romperlos con la firme
convicción de que ellos saben qué es lo que hacen ahí: ganarse la vida.

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Índice

Página
Introducción vi
Capitulo 1
Trabajo, fuerza de trabajo y mercado laboral 1
Sobre el trabajo 4
En torno a la informalidad: “el semáforo” 8
Desde las teorías neoclásicas hasta la teorías que ven al semáforo como una
construcción-social 11
¿Qué entendemos por mercado de trabajo? 14
El mercado como construcción social; El concepto de Trabajo no clásico 19
Producción inmaterial; Toma y defensa del semáforo 25

Capítulo 2
La informalidad como quiebre de la seguridad laboral y los valores de la sociedad salarial
30
¿Tabula rasa? 38
¿El semaforismo como una poli-identidad en práctica? 42

Capítulo 3
El trabajo en el semáforo, la primera aproximación:
¿Quiénes son los semaforistas? 50
El semáforo como espacio de información laboral “Da vuelta o rota” 52
El semáforo como espacio para contratos informales 55

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Otra faceta en el semáforo: el multichambismo. “El 7 turnos” 59


Especialización del trabajo precario: “el presurizador de gasóleo humano” (parte 1) 62
El espacio dentro del semáforo: ¿encuentro o desencuentro? 66

Página
Capítulo 4
La vida en el semáforo
En algún semáforo de la ciudad de Puebla. 68
Entre la incertidumbre y la extorsión en el semáforo “Pues que nos corretean” 73
La extorsión revela tintes políticos: ¡Blanca ya se va! 79
Traga fuegos: Presurizador de gasóleo humano (parte 2) 83
La llegada de días festivos como impulsor del trabajo precario 89
¿Quien trabaja en los semáforos? ¿Hijo de casa o de la calle? 92
Estrategias de trabajo en el semáforo ¡Así me gano la vida! 95

Pa’ que comas algo (entre el perdón y el permiso) 101


Cuando me hice repartidor de colorados 105

Conclusiones 112

Anexo 115
Historia de vida 1 115
Historia de vida 2 121
Relación de semaforistas 126
Bibliografía 131

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Introducción

La sociología asume una responsabilidad particular como disciplina que se interesa por
estudiar la cuestión de lo social. El conflicto es inherente a ella, pero éste no debería de ser
un freno o un obstáculo para poder enunciar el problema en cuestión. Si bien la sociología
parte de una realidad inmediata, la del sentido común, que no puede darse el lujo de obviar,
cierto es también que busca romper con el mismo, esto con la finalidad de ofrecer
respuestas serias y contribuir a la solución del conflicto social. La abstracción es un proceso
que nuestra condición de científicos sociales acepta desde el momento en que buscamos dar
respuesta a las interrogantes que nos rodean, este proceso no es sólo un paso a seguir en
nuestra metodología, un estado estático del ejercicio mental, sino una referencia obligada
que, al término de nuestro estudio buscará mostrar su viabilidad en las posibles soluciones.

Nuestra intención no será abonar en el terreno del conflicto tomando una postura
parcial de nuestro objeto de estudio. Pero no podemos tampoco ser ingenuos a la opinión
común, que circula en boca de todos quienes se han visto en la condición de socializar con
un semaforista: “pinches monos huevones, que se pongan a trabajar”; “son unos nacos que
ganan más que los que se esfuerzan honestamente por salir adelante”.
Si bien estas son sólo opiniones que en las redes sociales cualquiera puede
encontrar, reflejan una elemental falla en la capacidad de reflexión sobre las condiciones
que permitieron que los semaforistas fueran lo que son y no otra cosa: ¿Qué papel juega la
autoridad, encargada de garantizar la paz social y la libre circulación de transito de la
comunidad?
Para verdaderamente ser objetivos sólo podemos decir que habrá que tomar en
serio, y con carácter de obligatoriedad, la información que de todas partes podremos
obtener en referencia a los trabajadores del semáforo; pero, también tener en cuenta que
sólo los mismos actores sociales, los semaforistas en cuestión, son los únicos capaces de
mostrarnos su construcción social de identidad (con esto hacemos referencia a la forma en
que construyen y reconstruyen, con el paso del tiempo, una proyección mental de lo que
implica ser un trabajador del semáforo, cuáles son las condiciones y elementos que se

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deben de dar y, de ese modo, transportar a la práctica estas figuraciones ). Sólo ellos saben
realmente por qué están ahí.

Si bien esta realidad les es propia, esta misma realidad no escapará de mostrarse, en
su forma y contenido, como una realidad contradictoria, llena de antagonismos reales. Ante
ello, asumimos mantener una posición crítica que nos deje discutir los elementos que
permiten a esta condición de “semaforista” no sólo llevarse a cabo; sino, también, continuar
de esa forma como una labor que ha encontrado niveles de normalidad, como si la labor del
semáforo pudiese ser a todas luces una labor que requiera solicitud de empleo (esto se
entenderá cuando hablemos de las características del perfil para ser semaforista). El no
asombrarse ante el espectáculo que implica la labor en el semáforo es ya una actitud común
en el mismo ciudadano que frecuentemente asume que un trabajador de la luz roja es un
estorbo de la libre circulación de tránsito.

En este sentido, nos proponemos abordar la presente investigación en la constante


búsqueda por explicar la relación social que impera entre el semaforista y su medio.
Después de todo, estos dos últimos elementos son parte de una estructura más
grande que les regula, la del mercado laboral, la de la regulación de la oferta y demanda de
la fuerza de trabajo formal y protegida como garantía para la obtención de paz social. Si
bien existe una división del mismo mercado laboral en dos sectores, el informal y el formal,
esto es sólo un recurso analítico que nos permite enunciar el problema. Pero no debería ser
nunca la reducción del problema en cuestión. En palabras de Pierre Bourdieu: “no debemos
confundir las cosas de la lógica, por la lógica de las cosas”.

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Justificación

Resulta más que necesario responder a una problemática tan cotidiana como la que se
observa en los semáforos poblanos. El trabajo informal no es un tema novedoso, por ello
planteamos la urgencia de su atención, pues nadie puede negar que su situación actual
violenta las más básicas medidas de “trabajo seguro”, o como la Organización Internacional
del trabajo (OIT) diría: “el derecho al trabajo digno”.

Insistimos en la importancia de comprender el fenómeno en su contexto, pues es la


única manera de plantear alternativas viables para la solución de esta problemática;
alternativas que serán posibles sólo después de reflexionar sobre las circunstancias en las se
ha venido desarrollando esta “cultura del trabajo informal”.
No sólo reconocemos la necesidad del trabajo como una relación social de bienestar
que permite a la especie humana encontrar niveles de paz social; también pensamos que es
esta misma necesidad la que ha arrojado a tanta gente a improvisar espacios tan comunes
como los semáforos.
La importancia de esta investigación está directamente relacionada con el entorno
social contemporáneo en su totalidad. Tanto en el sector público como en el privado: de
todos depende que todos nos relacionemos en armonía; el principio del conflicto es
precisamente no querer reconocer en la desigualdad laboral un cúmulo de tensiones que
repercuten en todos los ámbitos. La información que de esta investigación se obtenga podrá
servir como futura referencia para poder pensar formas en las cuales los problemas del
sector laboral puedan solucionarse. En contraste asumimos la responsabilidad social que
este trabajo debe mantener, pues los resultados son más que necesarios, por lo menos, en
términos de acercamiento y reflexión a nuestro objeto de estudio.
Sabemos que a muchos parecerán intrascendentes los “porqués” de nuestra muy
particular inquietud (la de los semaforistas poblanos). Pero, como estudiosos de lo social,
consideramos que es más que importante fijar la vista en un lugar en donde muchos miran
con desdeño.
La investigación busca, también, dejar un registro de apoyo experimental y teórico
para futuras referencias respecto al tema, que pueda ayudar a disipar dudas en nuevos

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Los semaforistas poblanos

trabajos que a través del tiempo se realicen. Sabemos que la información respecto a este
particular fenómeno es, en algunos casos, muy general y es nuestro interés aportar
información particular con respecto a un fenómeno en aumento constante.
Sabemos que los alcances que en nuestra investigación se puedan generar estarán en
constante tensión con los límites propios del espacio en que nuestro sujeto de estudio se
desenvuelve; la calle es un espacio de ruido constante y en donde cada automovilista
emprende carrera contra el reloj por llegar a su destino. Luego, a nadie debería de
sorprender el porqué de nuestras precauciones en cuanto a los límites que debieran tomarse
en cuenta siempre que se emprenda un trabajo de este tipo.
Para nuestra investigación la informalidad, un elemento que irrumpe de manera
violenta, dejando clara la necesidad de reflexionar las causas y los porqués con miras a
intentar explicar la incidencia de este tema, descansa de manera objetiva sobre los sondeos
que las instituciones como el INEGI llevan a cabo: 6 de cada 10 personas que laboran
actualmente dentro de la nación mexicana lo hacen al interior de la informalidad. Ello sin
tomar en cuenta aquellos que a la par podrían tener un trabajo dentro del sector formal y
por tanto no figurar en el sector informal pero estar relacionados con este por causas de
organización familiar o por parentesco.
Así, la pertinencia de esta investigación descansa sobre esta lapidaria estimación: no
es el trabajo seguro o formal el que cobra auge; ni siquiera con las tan anunciadas
“reformas estructurales” las estimaciones de crecimiento del mercado interno parecen
alentadoras.
Y es que en todo esto, pareciera como si la informalidad ha logrado alcanzar niveles
que puedan hablar de continuo crecimiento: día con día ingresan a sus filas desde los más
jóvenes -incluso niños- hasta los adultos mayores y ello ha logrado ya construir un
panorama de normalización de este fenómeno, ante el cual la sociedad civil no parece
asombrada pues dentro de la misma cultura laboral vigente, “el que busca encuentra” y sólo
“el que no quiere trabajar no encuentra trabajo”. Un ejército industrial (joven y dispuesto)
muestra el músculo que este trabajo-no-clásico es capaz de formar y reproducir.
Consideramos que es más que necesario buscar sensatez dentro de las explicaciones
de los propios actores que esta realidad contiene, ellos tendrán, en última instancia, una
explicación real y contundente sobre el porqué de sus acciones y en segundo plano, pero no

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Los semaforistas poblanos

por ello menos importante, el cómo, pues descansa en este ultimo la justificación de la
propia cultura informal que lleva ya tiempo produciéndose y reproduciéndose con la
complicidad o abierta ayuda de todos como sociedad civil.

Objetivo general

General: Explicar las causas por las cuales la calle, el semáforo, se transforma en un
espacio de trabajo para los semaforistas.

Objetivos específicos

Específico:

Identificar los elementos sociales que de forma concreta regulan, modifican o


condicionan la interacción de los semaforistas al interior del espacio-tiempo del semáforo.

Describir la rutina de trabajo diaria de los semaforistas poblanos en un punto


neurálgico de la ciudad de Puebla. Asimismo dejar de manifiesto la tensión que detona y
conforma este trabajo no clásico en franca oposición con el trabajo clásico o asalariado.

Elaborar un perfil de los semaforistas en rango de edad, género, lugar de


procedencia, parentesco familiar, grado de escolaridad y labor que realiza. Lo anterior con
el objetivo de caracterizar la labor del semáforo y conseguir una descripción acertada tanto
del objeto como del sujeto de estudio.

Pregunta de Investigación

Nuestra pregunta de investigación gravitará alrededor de todos los elementos en cuestión


que alimentan y profundizan la antagónica frontal que asume el trabajador no clásico, de tal

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Los semaforistas poblanos

forma que esta podría enunciarse de la siguiente manera: ¿es el trabajo no clásico una
ruptura franca y directa en contra del trabajo asalariado o sólo la reproducción de la misma
hegemonía del trabajo clásico pero con elementos claramente distintos? Ella intentará dar
respuesta no solo a las motivaciones más elementales de los semaforistas sino también
bosquejar las distintas aristas que conforman el prisma de una cultura laboral existente,
permanente y en obvia reproducción que amenaza ya con llevar a nivel de privilegio al
trabajo seguro e instaurar la fragilidad laboral y la precariedad como el nuevo horizonte al
que, al menos esta generación, se expone con la desventaja de no conocer, mediante la
experiencia, otras oportunidades que arrojen posibilidades de desarrollo personal y social.

Instrumentación metodológica

La metodología es comúnmente entendida como la “serie de pasos a seguir para conseguir


o completar un objetivo” o como su nombre mismo lo dice: método=meta y
logia=logos=conocimiento. Así, la meta, el logos o conocimiento que aquí proponemos
responde claramente a resolver las problemáticas particulares que puedan surgir en el
ámbito de estudio del fenómeno social “los semaforistas”. De ninguna manera busca éste
ser más que una propuesta y permitir así que la creatividad y la imaginación científica
pierdan capacidad de asombro. Rechazamos rotundamente la aplicación de “cánones
científicos” cuando ni siquiera han sido llevados a la práctica, pues consideramos que tal
principio es el del dogma y así, no será éste digno de llamarse ciencia, sino, más bien, “fe”.
Y al menos en nuestra episteme la “fe” es resultante de un acto de creencia inspirado en
circunstancias enteramente subjetivas e incluso políticas. Más bien buscamos el hecho
como manifestación social que permite explicar ciertas condiciones de causa y efecto. De
igual forma buscamos que nuestros aportes sean en todo momento puestos en duda y
criticados con el firme deseo de contribuir al debate en cuestión: la marginalidad de lo
laboral como fenómeno social. Las conclusiones que puedan obtenerse de este debate
permitirán el enriquecimiento del horizonte de posibles soluciones al problema.

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Tipo de estudio:

Explicativo: buscará en todo momento dar respuestas a las causas que permitan explicar los
“porqués” de la situación laboral de los semaforistas. También se llevará a cabo una
explicación sobre los factores que intervienen en el problema del desempleo o la
precarización del sector laboral.

Explorativo: Se han llevado a cabo estudios del tema (sector informal) desde otras ópticas.
En ésta se busca responder a un muy particular problema: “el uso del semáforo como
espacio laboral que permite ingresos viables”. El mismo instrumento de estudio con la
complementación del marco teórico en cuestión buscará incursionar en un área
“desconocida”.

Descriptivo: como técnica fundamental, se hará uso de la descripción como herramienta de


análisis que permita la recolección de datos e información útil al carácter científico-
cualitativo de esta investigación. Intentaremos encontrar un justo balance entre una
descripción amplia en modos y usos del lenguaje, pero particular en cuanto a formas y tipos
de relaciones sociales.

Diseño de investigación: No Experimental.

Instrumento: Cualitativo.

Estudio etnográfico:

Hemos escogido este método cualitativo de estudio social por cuestiones de dificultad en
cuanto al sujeto de estudio: el semaforista (en el acercamiento al mismo). Esperamos que
esta técnica pueda darnos los resultados deseados, sabemos que ello depende de su correcta
utilización y por ello debemos entender en qué consiste el uso de esta técnica.

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Puede describirse a grandes rasgos como una interpretación de las acciones llevadas
a cabo por una comunidad (en este caso, una comunidad en estudio) en su respectivo
espacio, en donde las técnicas se demuestran a través de las distintas actividades humanas
que sirven como registro de descripción elaborada. En otras palabras: “la etnometodología”
intenta estudiar los fenómenos sociales incorporados a nuestros discursos a través del
análisis de las actividades humanas. La característica distintiva de este método radica en su
interés por centrarse en el estudio de los métodos o estrategias empleadas por las personas
para construir, dar sentido y significado a sus prácticas sociales cotidianas” (Rodríguez,
Gil, García; 1999, 50).

Podemos, en esta definición, entender el sentido práctico y conciso que este método
aporta. Ademñas de ello, este método nos permite un acercamiento paulatino al fenómeno
en estudio, y su empirismo está centrado en el sentido real que los propios sujetos otorgan a
su modo de vida. Es, así, de importancia fundamental entender qué representan para estos
individuos las actividades económicas que llevan a cabo, y cómo se ven y reflejan en el
espacio del semáforo.

O, de buscarse una definición más general:

“La etnometodología se basa en el supuesto de que todos los seres


humanos tienen un sentido práctico con el cual adecuan las normas
de acuerdo con una racionalidad práctica que utilizan en la vida
cotidiana. En términos más sencillos, se trata de una perspectiva
sociológica que toma en cuenta los métodos que los seres humanos
utilizan en su vida diaria para levantarse, ir al trabajo, tomar
decisiones, entablar una conversación con los otros.”
(http://es.wikipedia.org/wiki/Etnometodologia)

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Sistema de observación

Observación no participante (primera etapa):

En esta fase la investigación buscará un “primer acercamiento” con el fenómeno en


cuestión. Se buscará describir detalladamente la rutina de trabajo y el modo en que ésta se
lleva a cabo, así como hacer un registro detallado de hora y fecha, mencionando a cada
integrante del semáforo y describiendo a profundidad la forma en la que se comporta, o
realiza sus actividades laborales. También se tomará en cuenta el parentesco que vincula a
las personas involucradas en la vida laboral del semáforo. “…la observación no participante
consiste, exclusivamente, en contemplar lo que está aconteciendo y registrar los hechos
sobre el terreno” (Goetz y LeCompte, 1988, Pág.153).

El registro se planea como un tipo diario de investigación en donde, día con día el
material de investigación sirva para la relatoría de hechos y situaciones a las que los
semaforistas son expuestos. Una meta particular de esta primera fase no sólo es la
aproximación al fenómeno mencionado sino también la aceptación por parte del grupo en
estudio (o al menos una parte) para que así pueda llevarse a cabo la segunda etapa. Se
plantea como tiempo límite, para esta primera etapa, un mes o el equivalente a 30 días. Al
finalizar estos se deberá tener acceso a una vasta información recolectada (al menos en lo
que al registro se refiere) y también se deberá haber formado vínculos con algunos de los
integrantes del semáforo para poder llevar a cabo la segunda etapa que permitirá la
finalización del trabajo de campo en cuanto a lo que esta investigación pretende hacer. La
propuesta en cuanto al tiempo de duración de la primera estapa (y subsecuentemente, la
segunda) es una estipulación que busca sentar un límite. Mas, en ningún caso un calendario
que busque tomarse como regla estricta de cumplimiento. El tiempo puede variar en cuanto
a ser menos, pero dependerá de la cantidad de datos en cuestión, que logren recabarse, y de
la dinámica, más que particular, que se establezca con los semaforistas. Así, si al cabo de
22 días consideramos la pertinencia de empezar la segunda etapa, lo haremos. Pues, en
última instancia lo que determinará la viabilidad del tiempo y su dinámica será la relación
social que podamos lograr con los semaforistas en estudio.

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Los semaforistas poblanos

Pensamos de igual manera que, si al cabo de un mes no hemos podido lograr algún
tipo de vínculo o relación con la gente del semáforo será ya poco probable que podamos
hacerlo en adelante. En tal caso nuestra segunda etapa habrá fracasado, riesgo del cual
estamos al tanto.

Observación participante (segunda etapa)

Esta etapa dará inicio en cuanto se tenga un vínculo lo suficientemente estable de confianza
con cualquier semaforista, que permita la introducción al resto del grupo o a otros
integrantes. Los objetivos propios de esta etapa no están orientados ya al registro solitario
de anotaciones (ello deberá haberse cumplido en la anterior etapa) sino, más bien, se
buscará un tipo de diálogo descriptivo en cuanto a las perspectivas de los propios “sujetos”
de su medio de trabajo, algo así como, causas y consecuencias del espacio en el que se
labora. O como Goetz y LeCompte dirían: “La observación participante sirve para obtener
de los individuos sus definiciones de la realidad y los constructos que organizan su
mundo… La observación participante ha sido tradicionalmente considerada por sus
practicantes como una estrategia no valorativa de recogida de datos cuyo objeto es la
descripción auténtica de grupos sociales y de escenas sociales.” (Goetz y LeCompte, 1988,
126-127)

No buscaremos solamente un atento registro del acto oral, sino también una
minuciosa observación de las variables en cuestión. Además, sabemos que “no sólo todo lo
que se dice nos dice algo” sino también, a veces “lo que no se dice nos dice más que nada”,
ello en el sentido de que, donde existen relaciones sociales existen también relaciones de
dominación, sujetas a un matiz de expresiones simbólicas posibles de aportar reflexiones
teóricas bastante interesantes, capaces de contrastarse con la teoría social existente.

Para esta etapa, buscamos hacer uso de técnicas que nos permitan un análisis de los
factores en juego. La entrevista a profundidad o la historia de vida serían herramientas más
que útiles en la puesta en marcha de esta etapa.

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Los semaforistas poblanos

Unidad de análisis, población de estudio

En este punto queremos ser lo más específicos posible. Ya hemos mencionado que nuestra
investigación gira en torno a los semaforistas poblanos, cabe mencionar que esa población a
estudiar será población plenamente urbana; es decir, estará situada dentro de los límites de
la ciudad de Puebla. La geografía que se ha escogido para llevar a cabo el estudio es la
siguiente:

 Avenida 11 sur y el puente del periférico ecológico

Cabe mencionar que la ruta de tránsito escogida es una ruta de relativa cercanía a la
zona céntrica de la ciudad. También es notable que la ruta de tránsito está trazada de tal
forma que recorre de norte a sur y de sur a norte, respectivamente, de acuerdo a la geografía
de la ciudad. Conjuga en sus longitudes tanto zonas populares como zonas de gran tráfico
vehicular. Lugares como éstos reportan afluencia vehicular de decenas de miles de coches
diariamente, lo que las hace un espacio idóneo para el semaforista.

La inquietud de buscar en esos puntos a los semaforistas responde a planteamientos


de estrategia propia, pues la observación continua de este espacio nos ha dejado claro que
existe un número considerable y constante de semaforistas en esta zona. El caso de la
avenida 11 sur pareciera satisfacer la necesidad de falta de trabajo en una zona popular.

Breve descripción de los capítulos

El corpus que compone la presente investigación está organizado en 4 capítulos.


Al final de éstos se encuentran las conclusiones; en forma breve éstas intentan llevar a cabo
una valoración completa y destilada de la tesis en general. Un apartado extra pensado como
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Los semaforistas poblanos

anexo también puede ser consultado en el final del trabajo, esto con el propósito de
presentar parte del archivo de recolección del trabajo de campo. También integran este
anexo la relación de participantes tomados en cuenta para el trabajo, así como entrevistas a
profundidad realizadas a los mismos.

El capítulo 1 y 2 desarrollan el esquema teórico que fundamenta el argumento central de la


tesis. En el primero se plasman los conceptos claves que sirven de exploración a la
problemática que se nos presentó dentro de la línea de investigación que elegimos para
desarrollarla: sociología laboral.

El capítulo 2 continua como extensión de la defensa teórica planteada en el capitulo


1, pero profundiza ésta en cuanto a los datos que presentamos en torno a la informalidad
como un problema de orden social, en el se puede valorar de forma numérica la incidencia
de este problema y sus consecuencias. Se presenta aquí la elaboración del censo llevado a
cabo en el crucero y que nos sirvió de base para desarrollar dicho proyecto. Los datos que
citamos son propiamente obtenidos de fuentes como periódicos de circulación nacional, así
como del censo realizado por el INEGI a través de la Encuesta Nacional sobre Ocupación y
Empleo (ENOE).

Por otra parte, los capítulos 3 y 4 completan el planteamiento teórico de los dos
primeros apartados en cuanto a la realidad que intentan describir; ello queriendo decir que
propiamente estos dos últimos apartados hablan de la “vida dentro del semáforo”: las
técnicas, estrategias y tácticas que estos actores ponen en marcha, dentro de los estrechos
márgenes de la circulación del tránsito poblano, para cumplir su objetivo: trabajar. En estos
dos apartados son sobrados los casos y ejemplos que permiten establecer la lógica que estos
“semaforistas” utilizan en contra de toda adversidad que pueda presentarse como obstáculo
a su agencia.

Por lo demás, suplicamos al lector paciencia y sensatez, el tema en cuestión es


escabroso y nunca nos planteamos la ingenua pretensión de reducir el debate a calificativos
parciales de estar en contra o a favor de esta actividad. Por el contrario, aspiramos a

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Los semaforistas poblanos

reflexionar en cuanto a las dinámicas que permiten la canalización de dicha relación. Si el


tema aquí planteado resulta de alguna forma romántico, extendemos una disculpa
anticipada pues no acudimos al semáforo pensando encontrar alternativas. Como algún
colega reaccionó al escuchar nuestro objetivo: “uno no pretende encontrar flores en los
arrabales”.

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Los semaforistas poblanos

Capítulo 1. Marco conceptual

1.1 Trabajo, fuerza de trabajo y mercado laboral

Una urgencia inmediata que debe plantearse la ciencia social es la reflexión teórica y los
alcances de la misma. Como campo del conocimiento científico moderno no puede
dejar de lado un debate que parece ya de orden bizantino: ¿es la sociología una
herramienta de aplicación práctica?

Pudiera parecer banal la intención de querer prestar atención en forma objetiva a


la serie de fenómenos que se nos “aparecen” como sucesos de “aparente normalidad” y
secuencia con el orden establecido. Pero, más allá del provecho académico que nos
brinda reflexionar sobre las realidades actuales y sus impactos ¿Qué beneficio puede
obtener la sociedad en general?

Es aquí donde consideramos oportuno hacer un alto. Si bien los llamados


“científicos sociales” asumen un papel principal en crear con los elementos disponibles
propuestas o esquemas capaces de dar empuje positivo sobre las situaciones
problemáticas que se presentan en las distintas sociedades del mundo, también es cierto
que su responsabilidad radica en hacer uso correcto de los elementos que se le
presentan.

No consideramos hacer aquí un trabajo de gran alcance y de trazos universales,


mas considérese que ello no resta dificultad ni esfuerzo a la tarea, teniendo como punto
de partida el hecho de que incluso a veces una corrección mínima es más significativa
que la omisión deliberada de lo sustancial en búsqueda de lo general, que conlleva el
pérfido propósito de englobarlo todo. Las grandes generalidades se encuentran en un
mundo que, siendo el que en mayor medida se podría llamar “comunicativo”, encuentra
órdenes donde existe una lectura ausente de los pequeños signos (que incluso se tildan,
con mala fe, como “síntomas”) que son consecuencia de un proceso socio-histórico y
político-económico-cultural.

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Los semaforistas poblanos

Por lo demás, podríamos agregar que no estaráb ausentes los grandes temas que
vendrán a colación para el que aquí nos ocupa: los semaforistas en la ciudad de Puebla
¿condenados del semáforo?.
Estos grandes temas serán también motivo de cita constante, a la par que nuestra
experiencia, tanto en el trabajo de campo (11 Sur y Periférico) como en la fase de
reflexión teórica.

Para hacer notar la dificultad del proyecto bastaría estar ahí donde se encuentra el
estudioso del tema, cuando los semaforistas, asombrados al enterarse de nuestra sencilla
agenda, exclaman fatídicos “¿A quién chingaos le vamos a importar, Árabe? A mí se me
hace que igual que los demás, quieres hacer tu feria y eso se respeta, nomás no te hagas
cuentos”.

Uno puede darse cuenta de cómo sólo se debe llegar al semáforo (como si
cualquier cosa, como si se quisiera estar de pie en la intersección de algún cruce
peatonal, debajo de un puente): es evidente y resulta más que obvio que a mayor
cantidad de autos haciendo fila y mayor tiempo en la luz roja, mejora el mercado
cautivo, si se quiere pensar así. Pero (y aquí debemos ser nítidos), en ningún momento
son casuales u espontáneos los puntos en donde estas poblaciones de semaforistas se
asientan, sino que son condiciones sociales, culturales e históricas las que los hacen
existir. Se ha creado también, con el paso del tiempo, un tipo de organización sobre lo
que se debe hacer y sobre lo que no se debe hacer en el semáforo. Esta creación no es
producto de obra divina, sino de largas y complejas relaciones sociales.

Intentaré no sólo hablar de cómo se relacionan los semaforistas: abarcaré también


las motivaciones que en esas relaciones pueden existir, con el objetivo claro que he
trazado para dar curso a mi hipótesis: El “semaforismo” se nutre principalmente del
conflicto entre la relación capital-trabajo, a partir de la puesta en marcha del modelo de
restructuración productiva conocida como el neoliberalismo.

“La restructuración capitalista está significando dos tipos de grandes cambios en los
mundos del trabajo. Por un lado, en el trabajo formal, la introducción de nuevas
tecnologías, nuevas formas de organización del trabajo, la flexibilidad interna y cambios
en calificaciones; por el otro, la precarización de una parte del mercado de trabajo; el

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Los semaforistas poblanos

empleo informal, a tiempo parcial, subcontratación, etc. En ambos casos cambian las
experiencias del trabajo y sería aventurado afirmar a priori que estas transformaciones no
tienen impactos subjetivos y en las identidades. Valdría la pena analizar si hay posibilidad
de nuevas identidades a partir de dichas transformaciones.” (De la Garza, 2000, p. 31).

Ello no será fácil por sobradas razones. La más honesta resulta de nuestra experiencia
concreta y directa: el semaforista se encuentra dominado no por un patrón concreto que
le indica cómo hacer su trabajo, sino por un consenso al interior del semáforo en el que
todas las fuerzas (no evidentes) regulan su estancia ahí. Para poder darle sentido a lo
anterior será fundamental la elaboración del perfil que permita identificar las conductas
y elementos que pueden encontrarse en esta población como características de orden
general. Esto en sentido de que los distintos tipos de trabajos que se llevan a cabo
(limpiaparabrisas, vendedor de pan, traga-fuegos, etc.) tienen una forma única de
realización de su labor con respecto a las especificidades que pueden encontrarse. La
intención es entender, entonces, de qué manera esas características responden o tienen
conexión directa con las fuerzas que se dan cita al interior de este espacio en constante
cambio.

Las 15:30 horas, ha iniciado una lluvia pertinaz que parece no mojar, mas
ensucia los parabrisas de los automóviles. Ante este fenómeno natural los
limpiaparabrisas que se ubican en el semáforo de la 11 sur y Periférico empiezan a tener
una mayor actividad; sólo en un principio se resguardan debajo del puente del
Periférico, pues a pesar de que la lluvia les genere un condición ad-hoc de trabajo,
también saben que la espera que los contiene está motivada para tomar por asalto el
cruce de sentidos sólo cuando la lluvia mengüe lo suficiente como para no empaparlos
del todo, aunque su presencia constante los haga aún lo más demandados posibles:
“¡Anda, güero, tállale que tengo prisa!”, le dice un automovilista a Huesos: “No se
ofusque que yo me encargo”.

Cuando la lluvia se presenta existe un clima ideal para hacer labor de


limpiaparabrisas, no así para vender pan o flores, tampoco para la venta de gelatinas o
churros de azúcar. Es como si los automovilistas buscaran preocupados y estuvieran a la
espera de quienes normalmente evaden o incluso llegan a agredir. Pareciera que sólo
bajo la condición de la lluvia es que un limpiaparabrisas tiene un oficio valorado,

3
Los semaforistas poblanos

aunque también se debe tomar en cuenta que cuando la lluvia no está presente ellos no
dejan de insistir. Se acercan a toda velocidad y caminan entre los autos con una decisión
y un temple tenaz: no se desaniman ante la negativa ni tampoco piden permiso, distinto
a lo que sucede con otros oficios dentro del semáforo; éste es el que menos distancia
guarda para con sus clientes. Nos atreveríamos a insinuar que incluso de ello depende
realizar el acto: ser insistente.

Ya me lo comentaba Perro (otro trabajador del semáforo) como un modus


operandi: “Mira Árabe, no te pongas romántico, eso de pedir permiso déjaselo a las
quinceañeras, tú aquí chambeas y si no te dejan chambear pues sigues hasta que
encuentres alguien que no se peine”. Yo sólo quería, en un primer momento, intentar lo
que había observado en otro semaforista, un semaforista de la intersección de circuito
Juan Pablo Segundo y Boulevard Atlixco. Me había llamado mucho la atención cómo se
acercaba a los autos y antes que nada pedía permiso para poder limpiar el parabrisas,
siempre con una sonrisa por delante. De todas maneras no funcionó. Éstas eran otras
circunstancias espaciales, y no: nunca hubo un sólo acuerdo entre tantos que busqué y
que con amable atención intenté que accedieran a recibir mi servicio: “No te saques de
onda, Árabe, así es esto. Nomás muestra que quieres y que traes ganas y vas a ver que
luego-luego encuentras coches que limpiar y si no pues… sigues, sigues caminando…”

1.2 Sobre el trabajo

¿De dónde se obtiene el referente para hablar de trabajo propiamente? En primera


instancia tendríamos que reconocer el proceso socio-histórico del cual devenimos. Éste
tiene un punto de partida, al menos para la sociología del trabajo, en la antigua sociedad
griega. La Grecia que hoy algunos dicen que estuvo en llamas y otros con un pie fuera
de las negociaciones sobre si seguirá perteneciendo a la eurozona, es la cuna de la
moderna democracia occidental, y es precisamente ahí donde podemos remontarnos
para tener un esbozo de cuáles fueron los elementos que conformaron el significado del
concepto trabajo: ¿qué connotación recibieron estos elementos? ¿qué relación existe
entre el concepto de trabajo para la antigua sociedad griega y el moderno concepto de
trabajo en la sociedad contemporánea? y, para ir aún más lejos: ¿qué papel tuvo el
trabajo como transformador de la realidad de la especie humana?

4
Los semaforistas poblanos

Ya Federico Engels nos aportaba una reflexión importante en relación al papel


elemental del trabajo como transformador de la realidad inmediata de los primeros
antepasados:

“Vemos, pues, que la mano no es sólo el órgano del trabajo; es también producto de
él. Únicamente por el trabajo, por la adaptación a nuevas y nuevas funciones, por la
trasmisión hereditaria del perfeccionamiento especial así adquirido por los músculos,
los ligamentos y, en un período más largo, también por los huesos y por la aplicación
siempre renovada de estas habilidades heredadas a funciones nuevas y cada vez más
complejas, ha sido como la mano del hombre ha alcanzado ese grado de perfección
que la ha hecho capaz de dar vida, como por arte de magia a los cuadros de Rafael, a
las estatuas de Thorwaldsern y a la música de Paganini.” (Federico Engels, 2000, p.
9-10)

La reflexión de Engels nos resulta apropiada para explicar que existe un largo proceso
social mediante el cual no sólo debe tomarse en cuenta al trabajo como algo aislado o
disociado de quien lo ha llevado a cabo como tarea, sino que es este sujeto a la vez
producto mismo del trabajo: sujeto-histórico del trabajo como proceso de
transformación de la realidad social, material y simbólica. Por tanto, el trabajo como
concepto puede entenderse bajo el signo de transformación, no sólo de la realidad
inmediata sino también del sujeto en cuestión; ello mediante la experiencia adquirida
que ese trabajo brinda a sus realizadores o actores. Esta experiencia se nutre de una serie
de elementos que son adquiridos en el momento en que se traza un objetivo: trabajaré
para…

Dejando de lado la explicación del trabajo como fuerza de transformación para los
demás y para uno mismo, regresemos a la antigua sociedad griega:

“El concepto de trabajo como actividad social es algo histórico y culturalmente


especifico. En la antigua Atenas, por ejemplo, no hubiera tenido sentido nominar las
actividades de un esclavo, de un escritor y de un político con el mismo nombre. El
termino general de “trabajo” surgió no antes del siglo XVIII en occidente como algo
que englobaba actividades manuales y mentales, creativas y repetitivas, simples y
cualificadas, cooperativas e individuales, etcétera.” (Kohler y Antonio, 2005, p. 7)

5
Los semaforistas poblanos

Así, un tema central en el desarrollo histórico de todas las sociedades ha sido el de


trabajo. Desde los inicios de la humanidad surge una necesidad primordial de los
individuos para organizarse en torno a las tareas que permitirán a esa misma comunidad,
horda o clan, llevar a cabo ciertas mejoras en cuanto a su realidad material inmediata.
Pero surge la pregunta ¿qué papel juega el trabajo en torno a la organización para la
finalidad del mismo?

En primera instancia tendríamos que responder que juega un papel “central” pues
parece que es el desarrollo de este mismo concepto el que ha permitido entender el
desarrollo y evolución de toda la humanidad desde sus inicios hasta el largo día de hoy.
Habiendo dicho esto, queda claro entonces que existe una diferencia sustancial en
cuanto al entendimiento del concepto a través del tiempo y espacio, pues el punto de
referencia que tomemos como ejemplo mostrará también la especificidad del concepto.
Raúl Vaneigem muestra en forma concisa esta misma especificidad:

“El tripalium es un instrumento de tortura. Labor significa “pena”. Existe cierta


ligereza cuando se olvida el origen de las palabras “trabajo” y “labor”. Al menos los
nobles tenían la conciencia de su dignidad así como la de la indignidad que pesaba
sobre sus esclavos. El desprecio aristocrático del trabajo reflejaba el desprecio del
amo con respecto a las clases dominadas; el trabajo era la expiación a la cual les
condenaba toda la eternidad el decreto divino que había querido que fueran, por
razones impenetrables, inferiores. El trabajo se inscribía entre las sanciones de la
Providencia como el castigo del pobre y, como regulaba así la salvación futura, un
castigo semejante podía revestirse con los atributos de la alegría. En el fondo el
trabajo importaba menos que la sumisión.” (Vaneigem, 2008, p. 64)

Esta reflexión nos sirve para explicar la distinción entre el concepto trabajo y su
denominador mercado de trabajo: mientras que el primero ha sido una constante que ha
existido como elemento común a todo tipo de organización social, el segundo ha
marcado la pauta específica de las restricciones y alcances del primero. Así, entendemos
que con el paso del tiempo el concepto de trabajo ha sufrido diferentes modificaciones.
Estas modificaciones se encuentran en correlación con el régimen que regula el trabajo.
Así, la sumisión de la que habla Vaneigem sigue siendo motivo de importancia hasta

6
Los semaforistas poblanos

nuestros días. Sería retrógrado decir que no se encuentra el trabajo (como concepto
general) regido y administrado por una entidad que le coacciona.

Antes de iniciar la búsqueda de los elementos que conforman o regulan al


trabajo informal y que permiten que éste se produzca y reproduzca como forma de
acceso a una realidad material, conviene ubicar o caracterizar el fenómeno común que
se encuentra incierto en esa relación especifica.

¿Qué es trabajo? ¿Cuál es la importancia de éste para una sociedad que se


autodenomina moderna? Antes de entrar de lleno al tema, es necesario hacer una pausa;
esto con la única intención de comprender, en forma amplia y auténtica, qué debe
entenderse por trabajo o lo que -sólo en apariencia- podría ser lo mismo: qué es lo que
se entiende por trabajo.

Para la Real Academia de la Lengua Española, trabajo es: 1. Ocupación


retribuida; 2. Obra, cosa producida por el entendimiento. Esta definición parece bastante
general. Debemos tomar en cuenta que el lenguaje es en primera instancia una forma de
acercamiento al objeto, pues nombra e identifica los elementos que constituyen al
mismo. Aclarado esto, sería absurdo pensar que es el propio concepto el que imprime su
importancia: ésta sólo puede realizarla el sujeto que se apropia y redimensiona el
concepto para darle sentido. Por esto queremos dejar en claro que, si bien el trabajo es la
manifestación de una acción que busca transformar los elementos que le rodean con la
finalidad de satisfacer una necesidad, es la relación de la que emana su determinante
como potencialidad misma.

El trabajo (en sentido de realización de un acto cualquiera) es en primer término


una relación social. Depende de los elementos que en esa relación le regulan (marco
legal y jurídico que establece cómo debe de llevarse a cabo dicho trabajo). Sería un
error muy grande pensar a estos elementos como estáticos o inmóviles. Más bien son
estos mismos elementos los que determinan la relación laboral, los que en su forma y
contenido dinamizan nuevos escenarios en donde el trabajo toma forma. Pero esta
relación social nunca se encuentra definida, existe un espacio de negociación sobre los
elementos que determinan la relación laboral.

7
Los semaforistas poblanos

La transformación misma que implica el trabajo también es, a su vez, una


transformación del entorno de trabajo. La especie humana ha realizado esta acción
desde sus inicios. El trabajo como reproducción de lo material parece tener un carácter
universal. Pero ¿cuándo resulta ser el trabajo una actividad central para el desarrollo de
lo social?

“Sin embargo no fue hasta la Revolución Industrial cuando el trabajo se convirtió en


el medio socializador dominante y el factor central en el análisis de las sociedades
humanas.” (Kohler y Antonio, 2005, p. 6)

Sin duda la Revolución Industrial inaugura una nueva concepción del trabajo, moderna
si se quiere pensar así, donde el empuje y el dinamismo vendrían de la existencia de un
elemento sui generis1. Nos referimos al concepto de fuerza de trabajo, así como la
libertad de ésta para venderse y comprarse, en la que un elemento es fundamental: la
reciprocidad. Por ésta debemos entender términos como: cohesión social, integración
social e, incluso, realización individual en el plano del trabajo. Todos estos elementos
se encuentran como reguladores del conflicto del trabajo suscitado a partir de una
relación social de orden histórico, cultural y económico: capital-trabajo.

1.3 La construcción social del mercado de trabajo en torno a la


informalidad: “el semáforo”

Introducción

En este apartado se abordarán los varios enfoques con que se han abarcado las teorías
sobre el Mercado de trabajo.

1
Elemento que, al menos en otros periodos del tiempo, no se había observado.

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Los semaforistas poblanos

La Teoría Sociológica del Mercado de Trabajo (TSMT)

Esta teoría parte de la crítica a los modelos explicativos económicos. Según el


modelo neoclásico, el mercado sigue una lógica ideal: existe información completa para
los que buscan empleo y para los empleadores, existe equilibrio entre la oferta y la
demanda de puestos y empleos. Retomando a Latapí, este enfoque (TSMT) es capaz de
comprender los procesos de movilidad y ubicación de la fuerza de trabajo en la división
social del trabajo y de la estructura ocupacional.

Enfoque Economicista Neoclásico (EEN)

Punto de salida y referencia de la explicación sobre mecanismos y normas de


capacitación, reclutamiento, asignación y remuneración de la fuerza de trabajo en una
sociedad capitalista de mercado. La lógica de la oferta y la demanda, y de actores
individuales y racionales en busca de la optimizar sus ganancias.

Enfoque Institucionalista (década de 1950 en Estados Unidos)

En ella se mencionan los mercados institucionales de trabajo argumentando que


las formas y normas de capacitación, reclutamiento, asignación y remuneración no sólo
se rigen por la lógica de competencia del mercado, sino que existen grupos de
trabajadores que compiten entre ellos, aunque no por el mismo puesto. Las empresas
definen sus reglas y prácticas sobre cómo preparar a los trabajadores para dichos
puestos.

Según C. Kerr el modelo dual de los Mercados de Trabajo (centro y periferia,


sector de planificación y sector de competencia), crítica a este modelo, no disminuye la
importancia del mecanismo de demanda/oferta y de competencia para la fijación de los
niveles salariales, dada la articulación del mercado dual. Se da énfasis en las normas e
instituciones sociales que rigen y estructuran las interrelaciones entre puestos y
trabajadores. La estructura de los puestos de trabajo como la de la mano de obra no
consiste en elementos unitarios y homogéneos, sino en conglomerados segmentados
unos con otros. En una economía capitalista de mercado existen regímenes y arreglos de

9
Los semaforistas poblanos

normas institucionalizadas que estructuran estos procesos entre mano de obra y puestos
de trabajo.

A partir de la década del ochenta del siglo XX, se han dado cuatro líneas de
investigación:
1. Segregación por género del MT.
2. Análisis de los mercados de trabajo locales. Permite diferenciar en niveles
salariales, tasas de ocupación y empleo, abundancia y escasez de mano de obra
en diferentes regiones de un país. La sobre regulación no limita el
funcionamiento de los mecanismos puros de mercado sino las particularidades
mismas de la vida cotidiana de los seres humanos, que contrasta con el modelo
teórico explicativo de mercado.
3. Enfoque de redes sociales. Los actores obtienen información a través de
relaciones sociales directas o de confianza (informales para el mercado de
trabajo).
4. Perspectiva de instituciones estructurantes de la dinámica del empleo. Parte de
una perspectiva dinámica y longitudinal del mercado de trabajo. A partir de la
década de los ochentas se desarrolló la línea de investigación de las trayectorias
de vida y de trabajo. Se analizan los cursos de vida y de trabajo de las personas
como secuencias de posiciones ocupacionales-laborales en el tiempo. Este
enfoque propone identificar orientaciones de acción y criterios de racionalidad
distintos como expresión central de instituciones sociales diferentes.

Enfoques Clásicos sobre el Empleo en América Latina

En América Latina se han desarrollado aproximaciones que nos ayudan a entender y


explicar el funcionamiento de un mercado de trabajo, característico de los países de
América Latina, y podemos caracterizarlos de la siguiente manera:

 Enfoque de una dualidad del mundo del empleo entre un sector formal y uno
informal.
 Articulación entre el análisis del mercado de trabajo y el de la migración interna
e internacional. La migración del campo hacia las ciudades.

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Los semaforistas poblanos

Líneas recientes de investigación en América Latina

1. Análisis estructurales de bases de información secundarias de las grandes


encuestas.
2. Articulación entre los aspectos ocupacionales-laborales y la dimensión espacial.
3. Línea que combina el análisis de los procesos de restructuración productiva con
el mercado de trabajo. La falta de capacitación para manejar ciertas tecnologías
impide la realización de la reestructuración productiva mediante la introducción
de nuevas tecnologías.; por otro lado, la reestructuración productiva funge como
variable independiente que impacta al mercado de trabajo.

En América Latina los investigadores se enfrentan a una realidad social muy


heterogénea, menos ‘ordenada’ y formalizada que en los “países del norte”. Esto puede
ayudar a los investigadores del norte ante la actual realidad compleja de sus países. En
América Latina hay la necesidad de superar los modelos duales.

1.3.1 Desde las teorías neoclásicas hasta las teorías que ven al semáforo como una
construcción-social

La teoría neoclásica, dominante modelo de interpretación sobre el funcionamiento


interno de los mercados de trabajo, puede ser resumida en cuatro puntos básicos a saber:

 “El mercado de trabajo funciona como cualquier otro mercado; el trabajo es una
mercancía igual a cualquier otra.
 Empresarios y trabajadores son actores racionales buscando maximizar sus beneficios
(ingresos) y minimizar sus costes (esfuerzos)
 En un mercado desregulado existe una tendencia hacia el equilibrio entre la oferta de
trabajo y su precio (salario) que garantiza el pleno empleo.
 El desempleo (exceso de oferta de empleo) es la consecuencia de factores exógenos que
limitan la flexibilidad salarial” (Kohler y Antonio, 2005, p. 306)

11
Los semaforistas poblanos

Existe dentro de estos supuestos teóricos, de orden básico, varias cuestiones que
pueden ser puestas en duda. Lo que nos interesa más que realizar una crítica de la teoría
neoclásica del mercado de trabajo, es entender por qué no nos resulta provechosa como
explicación teórica, para nuestro particular caso de estudio.

Ahora bien, estos cuatro puntos ponen de manifiesto una condición ideal sobre la
explicación del funcionamiento del mercado de trabajo. Es o resulta fundamental, para
la teoría neoclásica, explicar al mercado de trabajo desde la condición de equilibrio y
esta condición sólo puede darse en el supuestos de un mercado desregulado, en otras
palabras, debe el Estado evitar a toda costa cualquier participación o intromisión directa
en el mercado de trabajo. Y no existe, para la teoría neoclásica, otro trabajo a considerar
como tal fuera del trabajo asalariado.
Una consideración más extensa sobre los supuestos básicos de la teoría neoclásica la
podemos encontrar en De la Garza:

 “Existe una racionalidad de los agentes, esto es, que los agentes económicos se guiarán
por una búsqueda de la máxima utilidad; deben tener información completa acerca del
mercado (precios y movimientos de los otros agentes) y conocer las ecuaciones que les
permitan calcular su función de utilidad, en virtud de lo cual decidirán cuando la
relación entre medios invertidos y fines logrados sea optima (Walras, 1874).
 Existe control sobre las variables exógenas, esto es, se construyen modelos suponiendo
que se pueden controlar variables tales como instituciones extraeconómicas, culturales o
conflictos sociales, a los cuales se le considera externalidades o fallas del mercado.
 El cumplimiento de las condiciones de competencia perfecta harán que el mercado de
trabajo tienda al equilibrio.” (2010, p.100)

No solamente los supuestos teóricos que le brindan soporte conceptual a este paradigma
se encuentran enfocados en el sentido de buscar y concretar la libre empresa y reducir al
máximo cualquier obstáculo que pueda existir en el camino hacia ese fin, sino que la
suposición de los postulados peca de idealista, dado que afirma la construcción de un
mercado de trabajo ideal, en donde existe una perfecta movilidad social, en donde todos
los agentes tienen y mantienen información plena, bajo nivel de desempleo, etc.

12
Los semaforistas poblanos

“En otras palabras, se trata de una teoría que no puede ser falseada, su veracidad se
encuentra en su coherencia lógica interna más que en la confrontación con lo real. Se
parece en este sentido más a las ciencias formales que a las empíricas y sin embargo
pretende ser verificable.” (ibíd., p. 101)

La teoría neoclásica parece haber vaciado de sentido la acción humana concreta y


específica que se realiza en el trabajo y que no responde a cuestiones de orden racional.
Al equiparar a este último en el mismo rango de las mercancías sin distinguir la
diferencia que le caracteriza, sugiere ya un acto de homogenización; no existe más
trabajo que el asalariado y esto puede explicarse en términos de utilidad. Es el trabajo
asalariado el que crea valores de cambio, por tanto debe de existir como condición
necesaria la característica del trabajo asalariado: la fuerza de trabajo.

Esta condición de la fuerza de trabajo se reconoce como una condición sin la


cual no puede existir valor de cambio pues la característica última que distingue a la
fuerza de trabajo y que impide que se confunda vulgarmente como sólo “otra mercancía
más” es que ésta es la única mercancía capaz de generar valor.

La teoría neoclásica resulta para nosotros inservible, no en cuanto a que su


contenido sea carente de lógica; al contrario, es su lógica interna, la concatenación de
sus postulados teóricos tan específica sobre el ideal del mercado de trabajo, el que no
nos permite explicar este tipo de cuestiones que sobrepasan el orden de lo racional. No
olvidemos que existe una identidad en términos generales que puede encontrarse en el
semáforo, no sólo reproducida, y que ha logrado incluso niveles de cultura sobre los
procesos del trabajo; esto es: una serie de técnicas e interpretaciones de la realidad que
no sólo entregan u otorgan sentido a la acción que los semaforistas realizan, sino que
han sido tomadas en cuenta como “necesarias” por quienes busquen incursionar en estos
espacios. Estas técnicas no son recursos improvisados o momentos espontáneos en los
que se desarrolla un aparente entendimiento de las circunstancias en cuestión (la calle);
más bien son la comprensión de las circunstancias que regulan y modifican la
permanencia dentro del semáforo de la población en cuestión, producto del aprendizaje
a través del tiempo sobre lo que constituye tomarse como sería la labor de ser: un
semaforista.

13
Los semaforistas poblanos

Esta comprensión de las circunstancias está motivada secundariamente por factores que
pueden ser catalogados como racionales: por ejemplo, la maximización del beneficio.
Nadie busca perder en el semáforo, pero sólo secundariamente, ya que la permanencia
depende de circunstancias sociales, factores en donde la lógica no es del orden racional:
las redes de amigos o compañeros o parentesco que potencializan la entrada o salida del
semáforo.

El factor de riesgo o desafío que existe principalmente en los limpiaparabrisas y


que construye su imagen de “temerarios” la adopción de apodos o “nombres del
semáforo” que surgen por atributos o características, no surgen solamente a partir de su
apariencia física, sino también gracias a la experiencia en el semáforo o gracias a alguna
actitud o rasgo distintivo que la persona en cuestión muestra al trabajar en el semáforo.

En resumidas cuentas, la teoría neoclásica considera este fenómeno simplemente


como una falla más del mercado o una externalidad, como puede observarse en los
postulados antes mencionados. Ante ese callejón sin salida mediante el cual la lógica
racional parece situarnos como destino inexorable, subrayamos obligadamente la
necesidad de explorar otra definición que nos permita poner en duda ese modelo de
mercado de trabajo como mercado en equilibrio. Y, así entonces, nos posibilite explicar
cómo pueden formarse este tipo relaciones sociales como miras para construir
intercambio. Ello deberá partir necesariamente de otro entendimiento, o mejor dicho de
una reformulación del concepto de mercado de trabajo que pregona la teoría neoclásica,
un concepto que busque dar explicación a los fenómenos de la actividad informal.

1.3.2 ¿Qué entendemos por mercado de trabajo?

Somos cotidianamente expuestos a todo tipo de interpretaciones sobre el ambiente


económico y su repercusión en el ámbito laboral desde múltiples interpretaciones. Que
si la economía se encuentra retraída, o si se encuentra en expansión y por tanto afecta o
beneficia al mercado laboral. Suelen existir indicadores tanto micro como a nivel macro
que constantemente en los medios masivos de comunicación explican la tendencia que
los mercados laborales llevan a cabo y cuáles son las áreas en donde se espera puedan
existir mayor inserción laboral. La tasa de desocupación o la población económicamente

14
Los semaforistas poblanos

activa (PEA) aparecen ya como recursos de explicación técnica sobre el


comportamiento general o el diagnóstico que permitirá saber en qué condiciones se
encuentra el mercado laboral. Pero ¿qué entendemos como mercado laboral,
qué el mercado de trabajo y para qué sirve?

Una primera aproximación al concepto desde la sociología laboral resulta más que
obligada. Así, Julio César Neffa entiende que:

“El mercado es el lugar o el espacio donde se efectúa el intercambio de una


mercancía entre oferentes y demandantes. En el caso de considerar que existe un
verdadero mercado de trabajo, debe precisarse cuál es el objeto intercambiado (la
cantidad de trabajo contra su precio) y cuál es el comportamiento de los agentes que
hacen el intercambio. Para K. Marx y J. M. Keynes no existiría propiamente un
mercado de trabajo, porque el nivel de empleo estaría determinado, para el primero
en el régimen de acumulación del capital y, para el segundo, por la demanda
efectiva.” (Neffa, 2001, p. 2-5).

Podríamos, a partir de la definición de Neffa, entender que el mercado de trabajo tiene


como requerimiento especial partir del encuentro de dos elementos en cuestión: oferta y
demanda, o, lo que sería lo mismo, empleadores y empleados. La interacción entre estos
dos elementos determina cuál es el nivel de empleo. Entendiendo esto, la pregunta
inmediata que despierta nuestro interés, como estudiosos de lo social, sería: ¿para qué
estudiar el mercado de trabajo? O como diría Escobar Latapí, ¿qué hacemos cuando
estudiamos el mercado de trabajo? El texto de Escobar, si bien es algo pequeño en
extensión, resulta más que fundamental para explicar la serie de trasformaciones que
han acontecido dentro del trabajo como fenómeno que permite procesos de formación y
rompimiento de clases sociales pero que, además, intenta observar y registrar los
cambios de estas clases.

“En un contexto de volatilidad en el empleo y en la empresa y de gran flexibilidad en


las formas de contratación, explotación y despido, de salarios bajos para los obreros
y los empleados de bajo nivel, resulta notablemente inadecuado suponer que las
clases se definen por un empleo estable que abarca la mayor parte de la vida activa
de un individuo” (Escobar, p. 2)

15
Los semaforistas poblanos

La incerteza que define y reproduce el actual ámbito laboral se pone de manifiesto en el


texto de Escobar. Esto no resulta en suma un obstáculo; en todo caso es más un
incentivo que al presentarse como un problema metodológico (¿qué hacer?) arroja de
forma heurística una epistemología bastante atractiva para discutir cuáles deberían ser
las prioridades a estudiar cuando hablamos de mercados de trabajo.

Si bien ha sido la economía la principal responsable de definir en términos


estrictos qué es el mercado laboral, esta definición no ayuda a entender los procesos
sociales que implican la inserción a un sector específico como podría ser el informal.

El texto resulta esclarecedor de muchas cuestiones porque plantea la posibilidad


de entender los procesos que permiten la movilidad y ubicación de la fuerza de trabajo
en el espacio de la división social del trabajo y en la estructura ocupacional, sólo a partir
de entender cuáles son las alternativas reales de ubicación de la fuerza de trabajo.

En otras palabras, reconoce la emergencia de esclarecer los escenarios que llevan


a la fuerza de trabajo a insertarse o emprender acciones dentro de otros espacios que no
habían sido tomados en cuenta. Espacios como el informal o el atípico. Todo ello
producto de las transformaciones llevadas a cabo en las trayectorias laborales, gracias al
fenómeno de restructuración productiva. Estas trayectorias sugieren para el autor
“campos de acción más distantes”.

Por ello propone que a la par de los estudios de los procesos de trabajo, que
permitan explicar la formación de clases sociales, es necesario una ampliación de esos
mismos estudios en el sentido de tomar en cuenta los campos de acción social que no
pertenecen propiamente al mercado de trabajo pero que ayudan a explicar las
particularidades en que la fuerza de trabajo circula y se ubica en distintas posiciones.

Todo este “nuevo enfoque” parece surgir de una reflexión apegada a las nuevas
dinámicas generadas no sólo a partir de la puesta en marcha del modelo de
restructuración productiva, conocido como neoliberalismo, sino como una respuesta de
la clase trabajadora a la inserción de estas nuevas dinámicas.

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Los semaforistas poblanos

“Si hubo alguna época histórica en algunas sociedades en la que era posible
definir las clases sociales por la inserción estable de un solo miembro de la
familia, esa época se acabó.” (Escobar, p. 3)

Esta reflexión lleva al autor a comprender la estructura de clases como producto de:

1) Procesos de movilidad observable en los individuos.


2) Procesos colectivos en los cuales el hogar es crucial (hogar o familia como
unidad fundamental “olla mezcladora” de la segmentación del mercado de trabajo).
3) Cambios en el mundo de trabajo en el sentido estricto.

Habiendo mencionado que los “campos de acción social”, los cuales no constituyen
propiamente un mercado pero ayudan a entender las lógicas que definen la forma en la
que la fuerza de trabajo circula y se ubica en posiciones distintas, el autor amplía en
forma considerable la noción de mercado de trabajo. Los estudios sobre mercado de
trabajo no se encuentran subordinados a los procesos sociales amplios que integran los
tres rubros antes mencionados, sino más bien los incorpora para permitirse hacer una
definición del mercado de trabajo mucho más dinámica:

“El mercado de trabajo es la institución que define los modos de circulación de la


fuerza de trabajo aplicada o potencial en la sociedad en su conjunto” (ibid)

Líneas después el autor analizará la cuestión de la especificidad de Latinoamérica o del


capitalismo periférico, mediante una prudente comparación entre los tipos de
mecanismos de formación de la oferta y la demanda, para el caso Latinoamérica y para
el caso Europeo. Estos mecanismos son entendidos por Escobar como formaciones de
oferta y demanda que definen las características de los acuerdos entre trabajadores y
empleadores. Los mecanismos en cuestión rigen la circulación y ubicación de la fuerza
de trabajo. Esto permite distinguir el poco u escaso peso que las instituciones formales
tienen dentro de las reglas o leyes regulatorias de la contratación, el empleo o el
despido, para el caso Latinoamericano. Ello, a su vez, es explicación de la poca
importancia del empleo corporativo o público pero también de un existente marco
regulatorio débil en nuestra región.

17
Los semaforistas poblanos

Así, las ubicaciones laborales responden:

“… más, entonces, a acuerdos personales y verbales, a relaciones de confianza


(parentesco, amistad, paisanidad y vecinazgo) a concesiones personales mutuas y, en
una parte de la estructura ocupacional, a que patrón y trabajador son la misma
persona.” (íbid, p. 3)

Esta propuesta tiene como objetivo apartarse de la visión dominante de la fábrica como
institución privilegiada y definitoria de la estructura de clases y su formación, pues
toma en cuenta toda la variedad de actividades que la gente hace para trabajar, subsistir,
en el entendido de que esta variedad de actividades es parte de la estructura de clases
tanto en la producción como en la reproducción.

Para el autor el autoempleo es una actividad laboral “productiva” que, si bien no


se ubica claramente dentro del mercado, se encuentra sin duda en relación a éste:

“El autoempleo no vende su fuerza de trabajo, sino sus bienes o sus servicios. Y sin
embargo, la decisión de salir de un empleo asalariado para convertirse en
autoempleado o viceversa es una decisión fuertemente influida por los niveles de
salarios vs. Los precios de bienes y servicios, por la demanda de fuerza de trabajo vs.
su oferta, la diversidad de condiciones de trabajo, etc.” (íbid)

Si bien las reflexiones teóricas de Escobar permiten hacer una extensión en cuanto al
alcance metodológico de la interpretación del fenómeno de la informalidad, pues
introduciendo la noción de campos de acción social existe una valoración que amplía el
marco para pensar dichos fenómenos, también es cierto que el autor otorga una
limitación central: nos sitúa en un campo de incertidumbre al no considerar propiamente
los campos de acción social como parte del mercado laboral, sino más bien como una
complementación que nos permite entender las lógicas de circulación y ubicación de la
fuerza laboral.

Si estos campos de acción social no pertenecen al mercado laboral ¿son acaso ajenos a
las dinámicas que acontecen en el mismo? ¿No es el mercado laboral en última instancia
una construcción de orden social?

18
Los semaforistas poblanos

Hasta aquí, podemos observar cómo la inserción de individuos a nuevos espacios


laborales, al sugerir ser el espacio informal, se encuentra fundamentalmente ligado a
procesos sociales que a su vez son de carácter amplio: cambios en el mercado laboral; y
de carácter limitado: decisiones de carácter familiar; o, incluso, de orden personal que
influyen en la toma de decisiones que posibilita la puesta en marcha de estrategias que
ven, en el espacio inmediato (el semáforo) una alternativa.

1.3.3 El mercado como construcción social; El concepto de Trabajo no


clásico

Si el mercado laboral se entiende como el espacio o institución que regula la relación


entre oferta y demanda ¿qué implicación conlleva pensarlo en términos de construcción
social?

La respuesta a esta pregunta pasa forzosamente a explicar la importancia de las


relaciones sociales que se encuentran al interior de dicha construcción. Si bien dicho
planteamiento resulta novedoso, no deja de problematizar ciertos aspectos que no
parecían tener mucha atención en el discurso dominante de la ciencia social. A partir de
las contribuciones académicas de Enrique de la Garza Toledo, no sólo de él, pero sí
notoriamente impulsado por su esfuerzo, es que este tipo de planteamientos tienen hoy
en día alcance suficiente, no sólo para explicar estos fenómenos sino también para hacer
una evaluación histórica de la implicación del concepto trabajo y los escenarios que
aparecen como horizonte de lo probable.

Para de la Garza es la urgencia que reclaman las explicaciones de nuevos


fenómenos en lo laboral, producto de la restructuración productiva, el principal impulso
que le lleva a plantear un concepto de trabajo que no se restrinja al trabajo asalariado. Si
bien este último ha sido exclusivo para la teoría neoclásica como el reconocimiento
único de trabajo. No existe más trabajo que el asalariado para la teoría que pregona el
ideal de mercado, en donde oferta y demanda logran un equilibrio a partir de la
racionalidad con la que se conducen sus participantes, tanto del lado de la oferta como
por el lado de la demanda.

19
Los semaforistas poblanos

Es, y resulta urgente, entonces, plantear en forma teórica una visión de trabajo que no se
limite solamente al aspecto asalariado. ¿Por qué? La justificación real encontraría su
explicación inmediata en la tasa que alimenta constante y sistemáticamente nuevos
escenarios de lo laboral que parecían no tener tanta importancia para los estudios
laborales. Estos escenarios son de carácter dinámico, pues muestran una gran capacidad
de adaptarse a formas que se encuentran en constante cambio y en donde las relaciones
sociales, que se forman, son poco rígidas, o, al menos, no existe una reglamentación
clara al respecto. Nos referimos, claro está, al fenómeno del trabajo informal o atípico.
Es así como el mismo Enrique formula el concepto de trabajo no clásico:

“… Hay la necesidad de explicar las fuentes de la identidad y la acción colectiva


entre trabajadores situados en relaciones no claras de asalaramiento, o bien con la
intromisión de clientes y usuarios y llegar a un concepto ampliado de trabajo que no
se restrinja al trabajo asalariado.” (De la Garza, 2011, p. 11)

Para de la Garza la visión restringida del concepto de trabajo obedece principalmente al


aporte teórico de dos concepciones dominantes. Por un lado la neoclásica y por el otro
la Marxista clásica. Esta última reconoce al trabajo como toda actividad relacionada con
la riqueza material de la sociedad, no nada más en la creación de valores de cambio.
Pero también habría que apuntar que su análisis se centró privilegiando al trabajo
asalariado capitalista. Y si bien reconocía la existencia de otras formas de trabajo que no
eran específicamente asalariadas fueron siempre tomadas en cuenta como formas
marginales al menos con respecto a la visión de la línea evolutiva que el capitalismo
industrial parecía mostrar, esas formas marginales del trabajo quedarían superadas una
vez que el proceso de proletarización se volviera de carácter universal gracias al
desarrollo del capitalismo. Otra circunstancia parece haber ocurrido:

“Desde hace varios decenios el empleo en la industria en el mundo ha disminuido a


favor de los servicios, las micro y pequeñas empresas en el tercer mundo no han
tendido a disminuir, los trabajos precarios se han incrementado junto a la aparición
de nuevas calificaciones; es decir, la importancia de los trabajos no clásicos se ha
incrementado.” (íbid, p.12)

20
Los semaforistas poblanos

La complicación del concepto de trabajo no clásico, aflora dentro de las categorías de


análisis, pues éstas se complican en varios sentidos para el autor:

“A) [Se complican] para los procesos de generación de servicios en los que el
cliente, derechohabiente, usuario está implicado en el propio proceso de producción
y por tanto el control sobre el proceso introduce a un tercero que no es obrero ni
empleador en el propio proceso de cómo se produce.
B) [En] los trabajos desterritorializados, como la venta a domicilio, que subvierten
los conceptos de jornada de trabajo y de espacio productivo.
C) [Y] en la producción meramente de símbolos, como la generación de espectáculos
públicos o de software.” (De la Garza, 2011, p. 13)

Así, el concepto de trabajo clásico se distingue del no clásico a partir de que el primero
es específico, al ser considerado en la investigación empírica y por tanto, en las
teorizaciones como la línea principal de la evolución del trabajo (industrial, fordista,
estable, regulado)

Esta propuesta amplía en forma considerable el concepto de trabajo y a su vez


plantea que, si bien estos fenómenos han sido estudiados desde la óptica de trabajos
informales, ahora atípicos, precarios, inseguros, no estructurados etc., pensamos que
habría otro enfoque para estudiarlos, el trabajo no clásico, entendiendo por este el que no
sigue la línea de desarrollo que va del oficio semiartesanal, al obrero maquinizado, al
taylorizado, fordizado, al automatizado o toyotizado y finalmente informatizado. (De la Garza,
2010, p.7)

De la Garza no escatima en reconocer la influencia del análisis neoclásico en


referencia al mercado laboral y la preocupación máxima que ponen de manifiesto en la
insistencia de buscar el equilibrio entre oferta y demanda. Pero también reconoce que, si
bien la teoría neoclásica supone un actor racional, tanto del lado del trabajador como el
del empleador, en ese mismo sentido las variables sociodemográficas se suponen dadas.
Para el autor el modelo de mercado perfecto contiene demasiados supuestos, y no sólo
eso, sino que existe la posibilidad de oponerle otro enfoque.

21
Los semaforistas poblanos

En este otro enfoque, los actores construyen, dentro de sus posibilidades y restricciones,
unos su oferta y otros su demanda de fuerza de trabajo. Luego entonces:

“Vistos como actores, los que se ofrecen en el mercado de trabajo no simplemente


actúan como actores racionales equilibrando remuneraciones con ocio a través de
una optimización que es incalculable, sino que están acotados por estructuras
diversas, entre éstas se mueven, y deciden a través de un proceso de construcción del
sentido de la decisión de trabajar y dónde hacerlo, la construcción de la estrategia de
empleo (Della Giusta, 2001). Utilizaremos el concepto de estrategia en un sentido no
racionalista, como la construcción de las decisiones en las que puede intervenir el
interés junto a otras cogniciones, valores, sentimientos y estética, relacionados a
través de la lógica formal o del razonamiento cotidiano.” (De la Garza, 2010,
p.103)

El concepto de estrategia es central para el análisis del mercado como construcción


social, pues evidencia el plano individual pero sin perder de vista el plano estructural.
Una sana posición entre la teoría estructuralista (que otorga todo el peso de las
decisiones a la estructura reduciendo al individuo a mera extensión de ésta) y la teoría
neoclásica del actor racional (en donde la estructura parecería estar ausente).

Por ejemplo, las restricciones estructurales desde donde el individuo puede verse
sujeto, una vez que busque ofrecerse en el mercado laboral, pueden ser de carácter
sociodemográfico: la edad (ésta modifica las expectativas de empleo), el género, la
etnia, la escolaridad (la baja escolaridad resulta contraproducente en términos de
mejorar oportunidades laborales), el estado civil, el número de dependientes. Otras
restricciones pueden ser la experiencia laboral anterior y la calificación.

La generación de estas estrategias por parte de los actores resultan ser un entramado de
orden práctico pero también subjetivo:

“Como ya vimos estas estrategias de empleo no se generan por simples decisiones


individuales sino que están acotadas por estructuras que limitan o posibilitan los
cursos de acción, además implican una construcción en el plano subjetivo pero
principalmente en el plano práctico, que puede poner en juego a la familia, redes de
amistad, parentesco, paisanaje (Granovetter, 1995). La construcción de la estrategia

22
Los semaforistas poblanos

de empleo es también la construcción social de un espacio donde actúa, es decir; el


conocimiento, las relaciones y expectativas acotadas de dichas estrategias que nunca
conciben el mundo entero como su espacio, sino que éste es delimitado por factores
estructurales, subjetivos y de relaciones sociales y económicas (Cicourel, 1996)”
(De la Garza, 2010, p.103-104)

Pensar el mercado como una construcción de orden social obliga a desmenuzar las
relaciones sociales que se ven implicadas dentro de dicho espacio. Y estas relaciones no
pueden ni deben pensarse ajenas a las dinámicas que imperan.

La innovación teórica del concepto de trabajo no clásico pone de manifiesto


estas dinámicas, introduce en la concepción del fenómeno del trabajo elementos que
permiten extender los espacios tradicionales que ocupaban en la ciencia social el
privilegio de discutir el concepto mismo de trabajo.

En su aspecto básico, el trabajo puede entenderse como la transformación de un


objeto de trabajo, resultado de la actividad humana. Esta actividad no es aislada sino
que implica cierta actividad con otros hombres/mujeres, como resultado de la misma el
hombre/mujer mismos que se transforman.

Entonces podemos enumerar algunas características de la construcción social del


mercado de trabajo:

• Los desencuentros entre la oferta y la demanda implican comúnmente también


una jerarquía en cuanto a poder; las empresas tienen mayores recursos de poder
para construcción de su demanda que los trabajadores para su oferta.
• Estas estrategias tienen detrás el interés de optimizar el uso de los recursos
productivos. Las estrategias de producción pueden ser de tipo tecnologicista, que
poniendo el acento en la automatización; otras de reorganización del trabajo y
cambio de la relaciones laborales; algunas otras de simple reducción de costos.
• Cuando se emplea un tipo de trabajador u otro, influyen además de los costos: la
tecnología, la organización del trabajo, las relaciones laborales, la oferta de
trabajo del entorno, las políticas de empleo de empresas similares de la zona, las
leyes laborales, las políticas sindicales y gubernamentales, y las culturas

23
Los semaforistas poblanos

empresariales, sobre todo, en cuanto a su concepción sobre los trabajadores, el


salario y el trabajo.
• La contención salarial, a través de tantos años, probablemente tiene ya
connotaciones culturales entre los trabajadores que enganchan con elementos
fosilizados de las culturas populares como el fatalismo, de tal manera que la
salida a la precarización del empleo se resuelve a través de estrategias familiares
de sobrevivencia y no por la acción colectiva más amplia. En todo caso el
descontento no ha irrumpido como lucha laboral sino político-electoral,
principalmente.

En el fondo de estos enfoques, que en México son los dominantes para analizar el
mercado de trabajo, está el problema de quién determina: la familia, la oferta o la
demanda del trabajo. Una primera consideración es que del mercado de trabajo no sólo
interesan salario y empleo y que no todas las variables que lo determinan son reducibles
a los precios.

Algunas de las críticas a las teorías del mercado de trabajo como las menciona
de la Garza (2008), el problema del estructuralismo en las ciencias es si las posiciones
que tienen los actores sociales con respecto a las estructuras determinan sus
concepciones y comportamientos. De esta forma resultan estructuralistas la mayor parte
de las teorías económicas y buena parte de los enfoques sociodemográficos (Berger y
Luckman, 1996).

Las implicaciones metodológicas del estructuralismo son también relevantes: si


las estructuras determinan subjetividades y acciones, la tarea de la ciencia es relacionar
las estructuras como variables independientes causalmente con otras estructuras, o bien,
con varias de las formas de conciencia o acción. (Becker, 1966)

Por otra parte y sin restar importancia a lo anterior, podemos al menos ubicar una
variable independiente dentro del concepto de mercado laboral

“… la restructuración productiva también funge como una variable independiente que impacta
fuertemente sobre el mercado de trabajo. Entre otras cosas, cambia la composición de la fuerza
de trabajo según calificaciones” (Pries, 2001,534)

24
Los semaforistas poblanos

1.4 Producción inmaterial

Toma y defensa del semáforo

“Pocas ideas han podido enraizarse tanto como la idea de que en la historia hasta
nuestros días, se han estado produciendo tomas de posesión… En última instancia, la
toma de posesión tiene un final rápido, en cualquier parte y, cuando no queda ya
nada que tomar, no hay más remedio que ponerse a producir” (Marx y Engels,
1974, 116-117).

La idea que enmarca la cita anterior es la de Propiedad privada: el violento proceso que
supone dejar en claro el beneficio que para unos resulta poseer algo que para otros
resulta en pérdida o negación de ese algo. La idea de la propiedad privada es central en
toda la obra de Karl Marx, pues ésta es la gran piedra filosofal que permite no sólo el
sustento de la sociedad capitalista sino su reproducción misma. Sin el régimen de
propiedad privada no existiría la distinción de clases que permite separar a quienes
poseen medios de producción y quienes sólo poseen fuerza de trabajo. De ahí que la
estrategia marxista clásica de la abolición de la sociedad de clases pasara
necesariamente por la abolición del régimen de la propiedad privada sobre los medios
de producción.

¿Qué motiva a los semaforistas a sentirse dueños, amos o señores del semáforo?
Para empezar, hace falta ya distinguir el estatus de los ocupantes del semáforo. Éste
permitirá distinguir las diferencias entre las distintas actividades que se llevan a cabo
dentro del semáforo. Ya habíamos mencionado que existe un permiso que se establece a
través de una cuota mensual para ciertas actividades; éstas son, al menos en nuestro
estudio, las que se llevan a cabo a través de un puesto semifijo: la venta de flores o la
venta de pan. La cuota permite el no asedio o intimidación de las autoridades y
generalmente se establece en el período que abarca un mes, el permiso suele tener un
costo de $300 pesos. Algo que llama la atención es que pudimos notar que existía una
lucha de bandos dentro de los distintos puestos en cuanto a reconocer quién es el
legítimo cobrador del permiso, para unos es Antorcha Campesina y para otros el
Ayuntamiento.

25
Los semaforistas poblanos

De cualquier forma, lo que para nosotros resulta de suma importancia con el fin
de comprender el sentido práctico que otorga el semáforo a sus integrantes, pasa
necesariamente por entender la única figura que no cuenta con permiso alguno para
realizar su actividad: los limpiaparabrisas. ¿Cómo consiguieron mantener un carácter de
permanencia? Tomando en cuenta la cantidad que representan (por lo menos una tercera
parte de la relación de semaforistas está integrada por limpiaparabrisas) la respuesta a la
pregunta se torna difícil.

La condición que suscribe un limpiaparabrisas, la ilegalidad (tomando en cuenta que


no poseen ningún permiso), le sitúa en una aparente desventaja: la de ser perseguidos.

- Tripa: Mira, Árabe, la tira aquí sólo quiere molestar, por eso nosotros nos
sabemos defender ¿qué madre les vas a estar dando lo que ya te costó juntar; si
cuesta caro ganarse a la gente y proteger el sema? ¿a quién robamos? ¿Por qué
nos pintan de ladrones?

Esta desventaja es sólo en apariencia, pues en realidad ha cobrado la forma de una


estrategia: la labor de limpiaparabrisas pasa necesariamente por la toma, ocupación y
defensa del semáforo en términos de estrategia y ésta no niega el carácter que su figura
muestra. Este carácter es el de clandestinidad, así el elemento de ser perseguido
mantiene en constante cambio el lugar específico de un limpiaparabrisas. Siempre en
alerta con otros para saber el momento exacto en que tengan que emprender la fuga.

- Enano: Si ya la tira nos había dejado en paz... pero así son esos lacras, nomás
tienen hambre y vienen a morder…

- Code: Igual aquí [11 sur y periférico] ya no estaban pasando, pero luego caen
como a las 11 am, desde esa hora decidimos movernos allá por Valsequillo, ahí
ni pasan y está lleno de morras bien bonitas, hasta le alegran a uno el día…

La fuga a relocalización del limpiaparabrisas expresa en forma contrastante el


dinamismo de la labor que llevan a cabo; el semaforismo o el hacer semáforo implica
para los involucrados, en condición de clandestinidad, la intermitencia que deben de
asumir para no ser motivo de persecución por parte de la autoridad.

26
Los semaforistas poblanos

Esta condición de intermitencia explica lo efímero que puede resultar la jornada de


trabajo de un limpiaparabrisas en una ubicación específica, pero a la vez demuestra,
mirando en términos totales, las diferentes localizaciones que llevan a un semaforista a
ocupar distintos semáforos, la existencia de múltiples espacios como objetivo de evitar
ser visto o identificado. Una muestra más de que la agencia en el semáforo pareciera ser
la muestra de la atracción principal que mantiene esa labor para con sus integrantes.

- Negro: Mira, Árabe, si te chingan o te vienen a decir que no puedes, pues tan
fácil como que agarras tus chingaderas y te mueves a otro sema, siempre hay
otro más y nunca se acaban.

Esta agencia es la que en definitiva demuestra la infalible construcción de identidad de


un semaforista. Su espacio de trabajo surge de una condición volitiva en relación con
sus compañeros de trabajo y con quienes se disputa el espacio como podrían ser las
otras actividades que se llevan a cabo dentro del semáforo:

- Vago: No puedes tirarle mala onda a nadie aquí, nomás te ganas broncas,
tampoco que te agarren de pendejo, pero imagínate, luego cuando andamos re-
pinches hambrientos pues vamos al puesto de colorados y nos fían, o hasta te
dan chamba pa’ que saques lo de la bolsa y así hasta te vas contento.

Esta condición de voluntad no es estacionaria o permanente a un solo espacio; al menos


en lo que respecta a los limpiaparabrisas, a los malabaristas o a los escupe-fuego, busca
todo el tiempo que se esté dentro de una inicial ubicación definir si se continúa ahí o si
mejor se desplaza a otro semáforo. Y las condiciones que definen cuál será el nuevo
espacio no siempre lo hacen por la baja presencia de la policía, sino también por las
nuevas circunstancias que pueden aparecer o mostrarse con los clientes.

- Perro (criticando a Huesos por su negativa de fuga): Nel, pinche Huesos allá en
Valsequillo está más chido, puras morras y bien guapas, hasta da gusto trabajar
no que aquí ni hay nada.

27
Los semaforistas poblanos

No existen, la mayoría de las veces, elementos estables que puedan encontrarse como
características que definan a los limpiaparabrisas. Saben que la efectividad de sus
acciones depende del factor de presencia en el semáforo, pero también saben que éste
sólo les pertenece en la medida en la que los demás limpiaparabrisas no opongan
resistencia y sobre todo en el hecho de que puedan mimetizarse con el objetivo de no ser
distinguibles.

- Perro: Aquí uno tiene que romperse la madre pa’ demostrar que sí puede con la
chinga; yo me rompí la madre tres veces con un culero que no quería verme
aquí. Ya después de la tercera vez pues se dio cuenta que sí podía y entonces me
dijo que no había bronca, aquí todos tienen que estrenarse.

Estos ritos de ingreso y permanencia no son las únicas formas en donde la agresividad y
la violencia demuestran la cohesión social del grupo. Por lo general, las dinámicas que
acontecen durante la luz verde del semáforo o en los tiempos de descanso, son
agresivas: pueden ir desde los empujones y los insultos hasta muestras de alto contenido
de violencia física. Sin embargo, una vez terminado el acto los participantes activos se
encuentran obligados a reconocerse porque los participantes pasivos siempre subrayan
el hecho de que todos son “amigos”.

- Huesos: ¿A poco tú dejarías que te agarren de bajada? Nel, aquí todos tienen
que mostrar el cobre, somos guerreros, pero la neta nos cuidamos de que nos
traben. No vas dejar que un güey se ponga pendejo, se baje del coche y te
quiera madrear. Nel, aquí todos nos hacemos el paro aunque estemos calientes,
todos somos banda.

Una característica que resalta entre el resto de las actividades de la dinámica del
semáforo es la agencia que el propio actor lleva a cabo, ya sea mediante un permiso o en
ausencia de éste, y que le da la impresión de ser el realizador total de una obra que sólo
tiene mérito propio, sea el actor en particular un vendedor de pan o un ilusionista. Se
trata de una identidad de semáforo:

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Los semaforistas poblanos

-Marisol (vendedora de flores): Ya no te he visto por aquí… Pues aquí he


estado, si no compras es porque no vienes. O ¿tú qué crees? ¿que el gobierno
me mantiene? No señor: aquí se trabaja todo el día.

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Los semaforistas poblanos

Capítulo 2. La informalidad como quiebre de la seguridad laboral y los


valores de la sociedad salarial

Muchas discusiones e interminables y auténticas batallas conceptuales son


libradas con milimétrica precisión desde las ciencias sociales; batallas y discusiones en
torno a las categorías que deben emplearse para formular un análisis que sea correcto,
en términos de “verificabilidad”. En otras palabras: que los argumentos centrales, que
soportan el análisis, formulado desde las distintas vertientes que estudian el fenómeno
de lo social, puedan, a cierto nivel, ser sujetos de comprobación, a través de la
verificación del resultado obtenido con la realidad en cuestión. Por supuesto que llegado
este punto, el manejo del “dato duro”, que permita clarificar y contrastar los resultados,
tendría que haber pasado por un meticuloso proceso de recolección. Y en este tema
cabría mesura porque la distracción u olvido podría asegurar una falla irreparable.

La sociedad del trabajo seguro aparece desarticulada de las características que le


distinguieron, desde su origen a la vuelta del primer tercio de siglo, de la puesta en
marcha del modelo de restructuración productiva, mejor conocido como neoliberalismo.
Ante ello, los sofisticados aparatos de análisis, “objetivo” de los índices de desempleo,
resultan ser la mejor reserva de “autenticidad científica” como para determinar, con
certeza inobjetable, qué debe de hacerse para corregir el fallo.

Una elemental falla parece no haber sido observada, o quizás, a sabiendas de ello, sería
sólo entonces posible actuar con alevosía y ventaja: la informalidad es un fenómeno
inherente a la condición y capacidad de aparecer, permanecer y mantenerse en una
semi-clandestinidad laboral. Su eficacia y eficiencia para concretar cualquier empresa
dependen de ello.

La pregunta que sondea el abismo de la cordura sería: ¿Cómo se puede estar seguro de
tener un dato objetivo de un fenómeno que no sólo se busca hacer invisible, sino que sus
actores mismos habitan la invisibilidad como recurso constante cuando ven amenazada
su empresa?

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Los semaforistas poblanos

- Perro: ¡Qué madre van a saber mis amigos o mi familia! La neta sólo mi morra
y mi suegra saben que le doy a la limpiada, a los demás les cuento de mis otros
trabajos.

A pesar de que esos “otros trabajos” también someten a Perro a condiciones laborales de
tipo informal como carencia de seguro social y prestaciones, o ningún tipo de protección
laboral, etc., son trabajos establecidos espacialmente (mesero y trabajador a destajo de
acabados en residenciales de lujo), no como el del semáforo, de limpiaparabrisas.

Es de utilidad académica usar los datos disponibles para la opinión pública en


cuanto al tema de lo informal. Pero, como académicos y estudiosos de lo social, que
defendemos el derecho de aportar propuestas viables y de que estas mismas propuestas
sean consecuentes con las necesidades y demandas de la ciudadanía, no podemos dejar
que el análisis descanse cómodamente en la estadística como explicación total del
fenómeno. No: el análisis debe ir más allá.

Llegado a este punto se entiende cuál es nuestra perspectiva epistemológica


sobre el “dato duro”, o las cifras que explican la cantidad que conforma este universo:
son una estimación de orden metodológico, pero nunca una cifra “real” que pueda
circunscribir el número total que integra y conforma este universo. ¿Por qué? La
respuesta es múltiple: se debe entender que la informalidad es un fenómeno social
dinámico, sujeto a una relación frontal de combate contra la negación de obtener una
soberanía económica, con presencia de la parte que legaliza esa relación: el Estado.
Desde aquí, el fenómeno obtiene tintes de problema: no está legalizada la actividad
laboral que los trabajadores informales intentan llevar acabo. No existe una normativa
que regularice y establezca las obligaciones y derechos de los trabajadores informales.

La situación que condujo a distintos grupos laborales a situarse en una relación de


clandestinidad no ha sido casual o accidental: es el reflejo de la puesta en marcha de
estrategias de grupos vulnerables ante el escenario de flexibilidad hegemónica en el
orden de lo laboral.

Para Luis Enrique Alonso, la crisis de la ciudadanía laboral es parte de un proceso de


desinstitucionalización de la relación salarial y la fragmentación ciudadana:

31
Los semaforistas poblanos

“La multiplicación de las franjas débiles de los mercados de trabajo ha


vuelto a capturar a muchos grupos de sujetos frágiles en una trayectoria de
temporalidad e inseguridad que se puede volver ya permanente y
definitiva.” (Alonso, 2007, 104).

Si bien el modelo de producción fordista inauguró el proyecto mismo de la modernidad,


y dejó clara la intención de incorporar al trabajo una forma de protección y
aseguramiento de garantías que permitirían el derecho de los trabajadores de acceder a
un trabajo seguro, se vio profundamente sacudido al llegar la pérdida de rectoría del
mercado a manos del Estado, permitiendo que fuera el mismo mercado el que
garantizara las política a seguir.

“En esta privatización de la gestión social del riesgo, las trayectorias


sociales se multiplican, los grupos se fragmentan, algunos se visualizan,
otros se sumergen definitivamente y la sociedad se neoestamentaliza en
una paradoja y yuxtaposición de estratos, donde las <minorías>
vulnerables, o excluidas en menor o mayor grado, tienden a generalizarse.”
(Alonso, 2007, 105).

La generalización de este problema arroja para el Estado de Puebla cifras significativas:


la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE) del Instituto Nacional de
Geografía y Estadística (INEGI), ubica a Puebla en el cuarto lugar en informalidad: 1.8
millones de trabajadores, en ese rubro, sólo por detrás de estados como Oaxaca,
Guerrero y Chiapas (Zúñiga, 2013).

Los trabajos llevados a cabo en el sector informal se caracterizan, al menos para


la opinión pública, como trabajos de baja calidad, bajos ingresos, carencia de acceso a
servicios de salud y seguridad social.

No es poca cosa el tema de la informalidad, al menos visto desde la perspectiva


de la integración social de grupos, desprotegidos o desfavorecidos, ante la condición
laboral existente. La clase asalariada podría, en buena medida, ser vista como clase
privilegiada desde la opinión de que, si bien los trabajadores informales no se

32
Los semaforistas poblanos

encuentran excluidos del mercado laboral, al menos se encuentran al margen de él. ¿Es
un privilegio ser explotado bajo el capitalismo-neoliberal teniendo claro el panorama de
precariedad que se observa y que, como horizonte lejano, no se distingue punto final?
Nubes oscuras cuales cajas, nada puede ser distinguible bajo ese escenario. Al parecer,
no sólo ello es motivo de preocupación central en el tema, sino la categoría común que
da rostro al fenómeno.

¿Quiénes son los semaforistas? ¿Habitan las coladeras? No. El prejuicio de la


opinión común siempre nubla la claridad escondida fuera del semáforo, en el lado
cotidiano que se esconde detrás. Los jóvenes son, en gran medida, afectados como
grupo que muestra mayor y constante frecuencia; incluso ritmos de actividad
prolongada, desde el inicio a las 6 am, o antes. Esto, por otra parte, no niega que exista
presencia de otras edades, que conforman otros sectores, pero en el caso a tratar son los
jóvenes los que muestran notable presencia.

Así parece entonces que solamente aumenta la cifra de gente que diariamente se
suma al escenario de la informalidad. El periódico Reforma, en su sección de negocios,
destaca que, para la primera mitad del año dos mil once, se tiene una cifra record de 6.4
millones de familias. Con datos del INEGI, a través del ENOE, los principales estados
de la república que destacan en cuanto al crecimiento de hogares donde el jefe de
familia es informal son: Veracruz, Guanajuato, Estado de México y Puebla. Por otra
parte, esto no quiere decir que en otras entidades no aumentó la informalidad, sino que
son estos estados en donde el aumento es más notable. (Departamento de Análisis de
Reforma, 2011):

Hogares donde el jefe de familia es informal

Estado Número/Hogares
Veracruz 92,088
Guanajuato 83,511
Edomex 74,475
Puebla 70,519
Chihuahua 48,334

33
Los semaforistas poblanos

Michoacán 43,253
Hidalgo 42,420
Guerrero 39,790
Tabasco 39,233
Nuevo León 33,544
Jalisco 27,459
Oaxaca 27,134

Fuente: ENOE/INEGI/ Departamento de Análisis


de Reforma. (2011). Viven más hogares en la
informalidad. Reforma, NEGOCIOS.

Visto así, la conclusión parecería ser que la informalidad muestra ya niveles que podrían
adjetivarla como rozagante, pues su extensión no parece de ninguna forma arrojar cifras
que permitan hablar de una mejoría futura.

Nuestro análisis, llevado a cabo en un crucero de la ciudad de Puebla, tiene


como muestra significativa la presencia abrumadora de jóvenes, llevando a cabo
distintas tareas. Existen quienes detentan un aval o permiso de las autoridades
municipales y quienes también han conseguido este mismo permiso, pero a través de la
mediación de grupos como Antorcha Campesina.

Semaforista Actividad que realiza Sexo Edad


Perro Limpiaparabrisas M 23 años
Code Limpiaparabrisas y traga fuego M 17 años
Enano (hermano de Huesos) Limpiaparabrisas M 18 años
Tripa Limpiaparabrisas M 19 años
Huesos Limpiaparabrisas M 20 años
Negro Limpiaparabrisas y traga fuego M 21 años
Paner Vendedor de pan M 22 años
Omali Venta de pan F 19 años
La Güera Venta de pan F 17 años
Jesús Vendedor de flores M 16 años

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Los semaforistas poblanos

Jessica Venta de flanes napolitano F 16 años


Vago Limpiaparabrisas y traga fuego M 20 años
Miriam Venta de pan F 17 años
Adrián Limpiaparabrisas M 17 años
Camote Limpiaparabrisas M 22 años
Sergio Venta de churros de dulce M 18 años
Andrea (hermana de Omali) Venta de pan F 17 años
Misrraim (hermano de
Omali) Venta de pan M 14 años
Angélica Venta de gelatinas F 17 años
Neima Venta de pan F 22 años
Juan Carlos Venta de pan M 23 años
Marisol Venta de flores F 22 años

La tabla permite observar la alta participación de jóvenes que, aunque en su mayoría


son hombres, tampoco se encuentra exento un número significativo de mujeres. Existe
incluso presencia de adolescentes de ambos géneros. Todo ello resulta de suma
importancia para poder llevar acabo el perfil del semaforista.

Llama la atención que el oficio de semaforista no se encuentra, en ningún


término, circunscrito a un espacio dado. Son y resultan importantes para los grupos de
semaforistas las labores que puedan llevar acabo en otros espacios, que no dejan de ser
trabajos precarios pero que a diferencia del semáforo son espacios de trabajo
establecidos y que no cuentan con la “holgura” que el semáforo permite.

Hueso y Tripa: ¿Aquí quien me manda? Yo trabajo para mí y no tengo que


estar aguantando ningún patrón, ni a los compañeros de trabajo que luego
te juegan chueco para ganarse al patrón. Trabajo cuando quiero y cómo
me da la gana. Eso sí, hay que hacerse de banda para que no lo vengan a
chingar a uno.

La descripción deja clara la necesidad fundamental que buscan los semaforistas:


independencia de la relación salarial y una nueva relación basada en un tipo de

35
Los semaforistas poblanos

solidaridad mecánica (en términos de Durkheim) entre los distintos actores del
semáforo.

El tiempo de antigüedad que llevan como semaforistas varía. Si bien de acuerdo


a las historias de cada uno se puede encontrar también una línea común en cuanto a lo
que las trayectorias laborales muestran: la mayoría tiene niveles de escolaridad baja;
secundaria trunca con alta frecuencia. Y han pasado por trabajos semi-calificados y
donde han desempeñado tareas de toda índole: ayudantes de mecánicos, de electricistas,
de carpintería, coladores, maestros albañiles, venta de ropa en tianguis, costurería,
meseros, garroteros, cocineros, ayudantes de construcción, carga y descarga de
escombro, trabajadores del campo, etc.

Aunque esto no es así para todos, existen quienes a la par de trabajar en el


semáforo, se encuentran estudiando con miras a terminar el nivel superior. De cualquier
forma, una tendencia generalizada que puede observarse es que los semaforistas jóvenes
llevan a cabo “otros trabajos” y el semáforo representa un “espacio extra”, en donde
pueden seguir trabajando con el objetivo de incrementar su ingreso, una vez cumplida
su labor en los trabajos “semiformales”:

Adrián: Nel, este semáforo no lo dejo. Aquí saco pa’ los camiones y
completo la semana. En el trabajo en la salchichonería de Chedraui
apenas si saco pa’ la renta y tengo que completar para comer

También es común encontrar quienes, a falta de algún trabajo anterior, ingresan en el


semáforo, pero ello no implica dejar de buscar algún trabajo en donde se cuente con los
derechos laborales que el semáforo no otorga:

Paner (vendedror y ayudante en la fabricación de pan): A mí me corrieron


de mi trabajo [ayudante de maestro albañil] por llegar tarde. La neta,
mejor. Ahí luego hay que estar usando el coco y si te sale mal la chamba
no te pagan. Aquí [en el semáforo] no se necesita mucho conocimiento,
nomás ganas de trabajar y ya está. Igual quiero conseguir una chamba
más estable, pero sin estudios y experiencia porque está cañón.

36
Los semaforistas poblanos

La labor del semaforista es, la mayoría de las veces, una labor de complemento en
cuanto al ingreso: en términos generales, los semaforistas realizan otras dos jornadas
laborales en distintos espacios a la par del semáforo. Así puede observarse un multi-
espacio laboral, conformado por labores en donde el grado de especialidad es bajo y
más bien se trata de trabajos “pesados”, en los que se requiere un alto desgaste de fuerza
física. Aun así, el trabajo de semaforista también demanda atención y fuerza física, sólo
que la coordinación de ésta pareciera ser administrada bajo el “libre albedrío” de quien
lo lleva a cabo. Sólo a primera vista puede ser tomado en cuenta el concepto de “libre
albedrío”, pues en un análisis más profundo, los factores de coerción, extorsión y
corrupción emergen para otorgar significación a la relación que se esconde detrás de la
permanencia de estos grupos o comunidades de semaforistas:

Enano: Hay que proteger el semáforo y cuidar a la clientela, ni modo que


no vayas a defender lo que te da de comer. Luego es pesado porque te
agarran solo, pero cuando hay banda se ve quién se la juega por el pan.

Incluso se han desarrollado códigos entre los integrantes del semáforo respecto a temas
delicados como lo sería el consumo de drogas ilegales. Si bien no es novedad la
existencia de consumo de drogas ilegales entre los trabajadores del semáforo, algo que
llama la atención es cómo ven ellos mismo el consumo:

Tripa: Aquí hay de todo: mota, alcohol o solventes, pero lo que no se vale
es venir a limpiar tostado.

“Tostado” significa, entre ellos, encontrarse bajo los efectos de cualquier droga; en otras
palabras, estar drogado. Lo dicho por Tripa responde a los incidentes de experiencias
pasadas: algunos trabajadores del semáforo llegaron a trabajar después de haber usado
algún tipo de droga y su agresividad detonó en conflicto directo con los automovilistas,
resultando agredidos. Esta acción llamó la atención de las autoridades de seguridad y
durante los siguientes días fue casi imposible para ellos llevar a cabo algunas de las
actividades que el semáforo les permite. Ante esa experiencia, existe ahora un tipo de
supervisión en donde ellos mismos señalan al “tostado” y mediante presión del grupo lo
mantienen distanciado del crucero, con la finalidad de no llamar la atención de las
autoridades:

37
Los semaforistas poblanos

Huesos, discutiendo con un “tostado”: La neta aquí se viene a chambear;


a drogarse al terreno [un espacio baldío, cercano al crucero] o a su casa.
Nomás nos hacen ver mal”

Existe también una presión directa de otros integrantes del semáforo, como la gente que
vende pan, dulces, flores, comida etc., sobre este mismo tema en cuanto a quienes son
los usuarios de drogas y la mala imagen que causan a los demás trabajadores:

Doña Domitila, dándome su opinión sobre por qué vendí muy poco en el
crucero que elegí. Yo creo que la venta estuvo mal porque desde temprano
estuvieron aquí los limpiaparabrisas y luego cuando oscurece pues la
gente se asusta y ni bajan las ventanas. Yo creo que los ven todos
drogados y pues piensan que los van a asaltar, se espantan.

¿Tabula rasa?

¿Dónde inicia el recorrido que hacen los semaforistas? Que quede claro,
cualquier intento de plantear una tabla cero y querer venir a decir que eso es posible con
exactitud es una locura. Esta tesis no se plantea eso. Sugiere que el semaforismo como
acción es resultado de la crisis que el modelo de sociedad salarial detonó a partir de
cambios profundos con la puesta en marcha del modelo de restructuración productiva.
En otras palabras: las crisis económicas, generadas en el origen mismo del capitalismo
(por ser de carácter cíclico, recurrente y agudo), otorgan como escenario el auténtico
ejército (joven-industrial) de reserva. Esto es: dado que su presencia es mayoritaria y,
con excepción de Perro (quien detenta la mayor escolaridad, grado universitario), todos
promedian la secundaria trunca:

Semaforista Escolaridad
2° semestre de la licenciatura en Ciencias de la
Perro Comunicación.
Code Secundaria trunca, segundo grado.
Enano Secundaria trunca.

38
Los semaforistas poblanos

Tripa Secundaria trunca.


Huesos Primaria trunca.
Negro Tercer grado de primaria.
Paner Secundaria trunca.
Omali Preparatoria en curso.
La güera Secundaria trunca.
Jesús Secundaria trunca.
Jessica Estudia la prepa abierta.
Vago Cuarto grado de primaria.
Secundaria trunca, segundo grado (embarazo no
Miriam deseado)
Adrián Preparatoria trunca.
Camote Secundaria trunca.
Sergio Primaria terminada.
Andrea (hermana de
Omali) Se encuentra terminando la preparatoria.
Misrraim (hermano de
Omali) Secundaria en curso.
Angélica Preparatoria en curso.
Neima Secundaria trunca, embarazo no deseado.
Juan Carlos Secundaria trunca.
Marisol Secundaria trunca.

La tabla anterior muestra esta tendencia. También es importante resaltar que existe un
porcentaje interesante de gente con estudios a la par y realizando venta de alimentos en
el semáforo, tal es el caso de Andrea, Misrraim y Omali, que si bien hay un vínculo de
parentesco (los tres son hermanos), los tres tienen intenciones de terminar sus estudios.
Jessica también cumple esta categoría: quiere estudiar la universidad. Dos de sus
amigas, a quienes no pudimos incluir en la lista por falta de datos, por ser intermitente
su estancia en el semáforo, estaban estudiando en la BUAP, Ingeniería y Biología. Entre
las tres terminaban de vender dos a tres charolas con un aproximado de doce gelatinas
por charola, en menos de dos horas. Sonreían generalmente a las camionetas de
trabajadores que circulan cuando se acuesta el sol. Algunos pedían el número telefónico
de alguna de las tres. Sonreían y evadían hacer charla lejos de decir: ¡Ándale,
cómprame, es para pagarme la escuela!. Las gelatinas las elaboraba la hermana de
Jessica en su casa, y según las tres, repartían las ganancias con ella.

De forma similar los hijos de doña Domitila y don Luis, Ricardo y Juan, ayudan a la
venta de lo que sería un negocio familiar, pero que cuenta con la ayuda de diferentes
vendedores en dos puntos de la ciudad; a veces tres. Se reparten en grupos y asisten
repartidos por un taxi que luego los reencuentra al finalizar la venta en los dos primeros

39
Los semaforistas poblanos

puntos (Atlixco libre y Periférico a la altura de la 24 sur) y los lleva la “base” de la 11


sur y periférico.

Existe también una hija mayor de doña Domitila que se encuentra estudiando
Derecho en la BUAP y que no pudimos incluir en la relación de semaforistas pues su
ayuda era ocasional. Doña Domitila siempre insistía en que ella debía dar prioridad a los
estudios.

Ricardo, el mayor de los hermanos, terminó la prepa y no quiso seguir


estudiando. Tiene dos hijos y viven en la casa con sus padres. Él ayuda en la producción
de pan y lleva a cabo toda la labor del transporte y la venta en un puesto en el mercado.
Su hermano Juan, si no está en el puesto base o en el de Atlixco libre, le ayuda en la
venta. Eso ocurre generalmente el fin de semana, que no se acude al semáforo.

El semáforo cobra una importancia muy significativa para estos grupos, pues a
diferencia de los limpiaparabrisas, los “panaderos” ostentan un permiso que les protege,
y su estado es de semi-permanencia. Existe un puesto improvisado que se apropia de un
pedazo del camellón o la banqueta en donde se instalan, esto les otorga una imagen
sedentaria. Los limpiaparabrisas, por su parte, muestran un nomadismo urbano. La
adopción de apodos demuestra esta identidad superpuesta con miras de querer
apropiarse de un espacio que les está prohibido.

Los conflictos entre grupos son raros. Nadie suele meterse con otros, salvo que
realicen la misma actividad. Es más común percatarse de conflictos entre realizadores
de la misma actividad, detonados por la envidia o el miedo, que observar un conflicto
entre un limpiaparabrisas y un panadero:

Paner: Aquí lo que chinga todo es la envidia. Si se enteran que ganas más
por lo mismo se te vienen encima. Yo la neta he visto cómo entre
vendedores [de pan] se pelean, todo es por la comisión. Hay quien te da
$3.50 por bolsa vendida y hay quien la paga a $4 pesos. Pero está perro,
porque luego como son muchos (cuatro o cinco vendedores de los tres
distintos puestos, por crucero) pues apenas vendes.

40
Los semaforistas poblanos

Sin embargo, estos conflictos no evitan la relación que entre grupos de semaforistas
puede observarse. Así, por ejemplo, Code y Omali han establecido una relación de
noviazgo, al igual que Enano y Andrea, o Jesús y la Güera. Estas relaciones de noviazgo
a veces causan conflicto entre las dinámicas de trabajo, sobre todo con los empleadores
de los vendedores:

Don Luis, explicándome el proceso de trabajo de Omali: No, mira Güero,


aquí un ejemplo de buena venta era Omali, pero desde que se juntó con su
mugroso pues ya no vende igual. Al principio vendía hasta cincuenta
bolsas en una tarde, ahora a duras penas saca veinte, porque se la pasa
platicando con su novio y sólo quiere vender donde él limpia.

Cuando un jefe de venta de pan busca controlar la productividad de uno de sus


vendedores, en cuanto a cómo maneja este vendedor los tiempos de entrada y salida del
semáforo, siempre detona en conflictos:

Omali explicándome por qué cambio de equipo de trabajo para la venta de


pan: La neta me vine a vender con Neima porque Domitila siempre me
anda regañando de que platico con Code, a parte aquí me pagan más por
bolsa y no me andan correteando, pero pues mírala cómo me ve feo, luego
se le pasa y pues como si nada.

La aparente libertad con que los vendedores de pan pueden negociar directamente con
sus empleadores define el carácter ambiguo que estos ostentan como jefes o patrones.
Este acuerdo es sólo verbal. En él los trabajadores son vistos por el empleador como
“ayudantes” y siempre pueden, los ayudantes, cancelar el acuerdo de último momento y
no correr con ninguna responsabilidad que les impida regresar para ayudar en la venta
en otro momento. Esto otorga a los ayudantes una flexibilidad extensa en cuanto al
horario de trabajo y las tareas que deben de cumplir en ese mismo tiempo. Pues, ante el
mínimo conflicto, si el empleador no maneja bien la situación, puede perder a su
ayudante que no vacilará en acudir con otro empleador.

41
Los semaforistas poblanos

¿El semaforismo como una poli-identidad en práctica?

La tradición sociológica, en cuanto a lo que la identidad como concepto


significa, es muy extensa. El entendimiento y discusión de este concepto ha permitido la
explicación de múltiples dimensiones del fenómeno social que no quedan del todo
definidas cuando se omite la importancia del mismo.

La identidad como proceso social puede, a grandes rasgos, entenderse como la


conformación y toma de conciencia del sujeto (como individuo) y el sentido que para él
representa la importancia de realizar ciertas prácticas que le permiten definirse como lo
que es y distinguirse de lo que no es. Sin la ayuda de este concepto, el intentar explicar
el porqué de la motivación (del individuo), en cuanto a la puesta en marcha de su
actividad, resultaría imposible, pues, es el sujeto en última instancia el que se convierte,
para la ciencia social, en objeto de estudio. Estamos hablando de un proceso racional en
donde la capacidad intelectual se pone a prueba, no sólo para clarificar las penumbras
que subyacen en torno a este objeto, sino, también, el escenario mismo del que el objeto
es parte y con el cual interactúa de forma constante y permanente en la búsqueda de
definirse y otorgarle sentido a sus acciones.

En el presente caso empírico que se tiene por objeto de estudio, el semaforista en


su construcción cotidiana, el acto perene que día a día repite conforma una poli-
identidad.
No cuenta con una identidad única o solamente construida a través de la certeza laboral
de un solo espacio de trabajo. Al contrario, la suya es una serie de espacios laborales
que al final del día “toman por asalto la calle” para completar la jornada. Dependiendo
de las circunstancias particulares que cada individuo dentro del semáforo, lleve por
fuera de este semáforo, se podrá observar la asistencia o ausencia en las prácticas del
crucero. Pues el punto de encuentro en el semáforo siempre resulta (si se tiene otra
actividad) el que pudiera parecer como de “relleno” pero esto es solo a simple vista.

El semáforo funciona en específico, como una plataforma de potencial para


explotar los recursos de la informalidad. Esto teniendo en cuenta la proporción de
encuentros al interior que éste posibilita en otras tantas tareas laborales fuera de él.

42
Los semaforistas poblanos

Así un simple encuentro de conversación se vuelve como por arte de magia otra
actividad que tuvo relación inicialmente dentro del semáforo, pero que en la práctica se
lleva a cabo fuera de él. Y sigue al final del día incidiendo dentro del “sector informal”

Huesos hablando sobre Perro, quien se cambia el traje formal de un restaurante local a
las ropas para limpiar: Míralo nada más cómo viene, anda re-cuco el Perro. Me cae que
ni siquiera se nota que aquí limpias, compadre. Y ya te vas a transformar.

No hay segundas dudas y menos titubeos a la hora de querer “hacer fila” para ingresar
en la cadena del “servicio intermitente” que el crucero ofrece. Para un trabajador del
semáforo, percatarse de cuándo se está fuera de él y cuándo dentro es algo complicado.
Cuando se está dentro del semáforo por algún tiempo, sale a relucir una constante
sensación de “aparente libertad individual”: se prescinde de una autoridad que ordene o
dicte el trabajo. Así, en muchas ocasiones, el semáforo es también espacio de “consenso
laboral” o dinámicas y prácticas que producen relaciones de amistad o incluso
parentesco.

Tripa: Es un trabajo y hay que rascarle como a todo, pero luego también llegas y pues
a saludar a la bandera. Aquí los compas cuando nos cansamos pues nos vamos a las
maquinitas o a echar relajo por ahí. Porque la neta no se puede estar perdiendo el
tiempo en el crucero, o le chambeas, o si no, no cae el dinero.

El semáforo se vuelve, gracias a sus ocupantes, un lugar de constante movimiento de los


no “certificados formalmente” y ello no se vuelve pretexto como para faltarle el respeto
al canon moderno de la producción: atención al mercado.

Solo que aquí el mercado laboral es de una particularidad distinta. No se


encuentra del todo reglado. Esto último queriendo decir que no se clarifica a ciencia
cierta qué status detentan sus integrantes, pues existe ese más amplio campo de
negociación para que éstos se realicen entre los participantes de dicha esfera. De ahí la
magnitud del número bruto que como estimación aproximada demarca el universo que
le conforma.

43
Los semaforistas poblanos

La nueva fábrica sin techo del servicio intermitente no requiere de aprobación


alguna. Clama de manera legítima la demanda del trabajo-complementario y ocupa ya
un lugar especifico en donde la congestión vehicular permite tener un mercado cautivo
de automovilistas de toda índole. Quien se niegue o muestre su rechazo difícilmente
lograra incidir contra la aceptación que tienen entre los que son ya recurrentes la
infinidad de recursos que ostenta el semaforista promedio.

La gente de los alrededores les conoce bien y les saluda o platica con algunos
dependiendo las modalidades del tráfico y su intensidad. Se han vuelto ya paisaje
constante, pieza integrante de la realidad que a los automovilistas poblanos atienden en
contra o con su consentimiento pero es una condición necesaria establecer una relación
a base de técnicas de acercamiento si se quiere permanecer en el oficio

Perro, técnicas para limpiar: Les sonríes aunque te digan que nel, luego insistes hasta
terminar y esperas a ver cómo reaccionan, pero nunca te des por rechazado de entrada.

Dejando a un lado la explicación “cultural” de las prácticas o técnicas que han permitido
la nutrición constante del fenómeno informal a nivel nacional, resulta provechoso para
nuestra investigación justificar en términos objetivos el comportamiento racional que
permite la sistemática acumulación y desarrollo de la creciente taza que alimenta
cotidianamente dicha población.

Un dato que nos resulta provechoso para entender esta acumulación constante de nuevos
integrantes a dicha esfera la encontramos en los datos que proporciona el propio
Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) bajo el rubro de población
desocupada por duración de tiempo para conseguir ocupación.

Población desocupada
Entidad federativa : Total

Según: Duración
Consulta de: Población desocupada Por: Periodo encuesta búsqueda trabajo

Total De 1 a 4 semanas De 5 a 8 semanas De 9 a 13 semanas


Primer trimestre del 2013 2,469,728 1,229,965 439,348 285,574
50% 18% 12%
Cuarto trimestre del 2012 2,489,455 1,215,159 436,385 328,617

44
Los semaforistas poblanos

49% 18% 13%


Cuarto trimestre del 2011 2,437,409 1,196,627 412,282 342,225
49% 17% 14%
Cuarto trimestre del 2010 2,539,144 1,249,817 468,726 310,035
49% 18% 12%
FUENTE: INEGI. Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo.

Población desocupada
Entidad federativa :
Puebla

Consulta de: Población desocupada Por: Periodo encuesta Según: Duración búsqueda trabajo

De 14 a 26
Total De 1 a 4 semanas De 5 a 8 semanas De 9 a 13 semanas semanas
Primer trimestre del 2013 97,663 53,700 17,827 7,509 10,882
55% 18% 8% 11%
Cuarto trimestre del 2012 107,662 49,285 21,679 14,031 13,841
46% 20% 13% 13%
Cuarto trimestre del 2011 110,576 70,771 14,532 14,306 7,057
64% 13% 13% 6%
Cuarto trimestre del 2010 101,758 59,472 22,369 10,360 5,595
58% 22% 10% 5%
FUENTE: INEGI. Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo.

Las dos anteriores tablas muestran la incidencia de la incrustación de la población


desocupada en términos temporales; en otras palabras, arrojan la cifra real de tiempo
consumido de dicha población desde el momento en que iniciaron registro como
desocupados hasta el momento en que pasaron a formar parte de la población ocupada.

Este registro muestra en forma clara, por no decir nítida o focalizada, la puesta
en marcha de estrategias que buscan mitigar el periplo del desempleo como problema
real que incide en el núcleo social por excelencia de la sociedad: la familia.

La primera tabla muestra un balance total (a nivel nacional) de dicha población y


la segunda contempla sólo la entidad federativa del estado de Puebla. Lo que
subrayamos como muestra para explicar la popularidad del mercado informal dentro de

45
Los semaforistas poblanos

la fuerza laboral desocupada se encuentra en la tercera columna. ¿Qué explica esta


cifra? La relativamente corta espera entre estar abiertamente desocupado y encontrar
algún tipo de ocupación u actividad económica. ¿Qué tipo de empleo puede conseguirse
en 4 semanas?; tomando en cuenta que es este periodo, los primeros 30 días de
desocupación, donde existe un mayor número de frecuencia. A todas luces resultaría
absurdo contestar que este nuevo empleo otorga todas las certezas que un trabajo formal
provee, incluso que resulte, esta acción, consecuencia de una medida tomada con la
calma y mesura de explorar todas las posibilidades que existen dentro del ámbito laboral
formal como para insertarse en él. En conclusión este índice demuestra la urgente
necesidad de la población por ocuparse en un tiempo relativamente corto. Ello como
recurso de la necesidad de generarse un ingreso inmediato que mitigue el costo de vida
diaria en donde el mercado laboral formal demanda calificaciones altas y otorga salarios
relativamente bajos.

Esta población vulnerable demuestra el dinamismo que le distingue. Una puesta


en marcha, improvisada o ajustada a modo, ante un panorama del que se encuentra si no
excluida al menos al margen en cuanto a los requerimientos de escolaridad o
experiencia laboral calificada.

Una explicación teórica que refuerza este postulado la podemos encontrar en


Michael J. Piore (1983)dentro de los trabajos sobre la teoría de la estratificación del
mercado de trabajo. La hipótesis se encuentra fundamentada en el postulado de que
existe un mercado estratificado en el cual se ubican el sector primario y el sector
secundario:

El primero ofrece puestos de trabajo con salarios relativamente elevados, buenas condiciones de
trabajo, posibilidades de avance, equidad y procedimientos establecidos en cuanto a la
administración de las normas laborales y, por encima de todo, estabilidad de empleo. En cambio
los puestos del sector secundario tienden a estar peor pagados, a tener condiciones de trabajo
peores y pocas posibilidades de avance; a tener una relación muy personalizada entre los
trabajadores y los supervisores que deja un amplio margen para el favoritismo y lleva a una
disciplina laboral dura y caprichosa; y a estar caracterizados por una considerable inestabilidad
de empleo y una elevada rotación de la población trabajadora”

46
Los semaforistas poblanos

Esta explicación nos permite identificar fallas dentro de la organización del


mercado laboral, al menos en cuanto a lo que se refiere como sector secundario, peca,
como el propio autor sugiere, de sólo centrarse en los aspectos del sector secundario y
en las condiciones que hacen de este un sector desfavorable para sus integrantes. El
propio autor explica que el concepto sirve para explicar la inserción que comunidades
negras de núcleos urbanos han llevado a cabo en Estados Unidos.

Si bien la novedad del análisis recae en las distinciones que se realizan sobre los
dos sectores algo que apuntamos es que, para nuestro trabajo, sólo ayuda hasta cierto
punto. No podemos, con los datos recabados, hablar de “poca posibilidad de avance”
entre los trabajadores del semáforo, pues la evidencia pone en duda esto. El semáforo se
vuelve un espacio de oportunidad para conseguir otros tipos de trabajo que confluyen o
se dan cita en el crucero.

El autor realiza un corte más profundo del primer análisis (sector primario y
secundario) para evidenciar las características que habitan y dan forma a las distintas
dinámica que acontecen en cada sector. Así encuentra que podemos hablar de un sector
primario dividido a su vez en dos partes más que conforman un nuevo sector, el
primario superior e inferior y el secundario superior e inferior. Desde nuestro punto de
vista este análisis resulta complicado cuando buscamos transportarlo a nuestro caso de
estudio.

No existe una distinción clara entre los diferentes cortes del segmento superior e inferior
de dichos sectores (el primario y secundario) y si bien pueden quedar explicadas a
cabalidad, desde la teoría de la segmentación, aportan para nuestro caso poca claridad
en cuanto a un fenómeno que observamos en el semáforo. Para Piore “las divisiones del
mercado de trabajo parecen estar relacionadas con bastante claridad con estas
subculturas y, posiblemente, también se apoyan en ellas
A nuestro parecer el fenómeno en cuestión (la informalidad) no pertenece a un
solo segmento de la población como podría ser el secundario inferior, ni tampoco está
caracterizado por un escolaridad nula o baja. El ejemplo en nuestro trabajo
etnometodológico expone el caso de Perro, que si bien pertenece a una clase trabajadora
no se encuentra solamente dentro de la informalidad, sino que a la par de trabajos

47
Los semaforistas poblanos

“formales” encuentra en la informalidad un extra a su bajo salario, además de que


cuenta también con estudios de carácter profesional.

¿Profesionistas jóvenes en el semáforo limpiando parabrisas? Sí, no es la norma


pero es una excepción que pone de manifiesto la posibilidad que habita en el mercado
laboral informal, una posibilidad de carácter subrepticio, escondida por la condición
misma de las relaciones que se establecen en el semáforo. Esta condición “escondida” o
ajena al discurso que comúnmente circunscribe el debate de lo informal como
subcultura, no entiende, en el fondo del debate, que el mercado laboral o mercado de
trabajo es en última instancia una relación social necesaria para la construcción de una
soberanía económica y que ante los problemas que acontecen en el mismo mercado
laboral actual, las soluciones pasan siempre por la puesta en marcha de estrategias,
técnicas y tácticas que permitan sobrellevar los inconvenientes de no cumplir con las
condiciones completas que demanda el mercado laboral formal.

Una fuerte carga de aventura y acción son posibles observar en los relatos que
los semaforistas hacen de sí mismos cuando se les increpa sobre el porqué de su
condición.
Esta explicación da al traste con quien los quiera pensarlos como víctimas de un sistema
injusto que los condena en los márgenes o en la exclusión del mercado laboral formal;
son más bien atletas en la condición de búsqueda no solamente dentro de la
informalidad sino en las posibilidades mismas de la formalidad.

Tampoco es válido decir que se aprovechan del conductor cautivo que no puede
más que intentar evitarlos pues no es responsable del camino que “eligieron”. Antes de
volverse verdugos del parque de automóviles que transita por las avenidas más
concurridas, se han hecho ya de un espacio que no sólo les pertenece sino que defienden
y el cual justifica sus acciones cuando ven satisfecha la demanda de sus clientes en
infinidad de variedad de productos. Las bolsas de Sabritas en oferta de $3 por $10 pesos
o la publicidad de infinidad de negocios o trabajos a domicilio que pueden observarse
en el crucero no son sólo una extravagancia más, que podemos explicar, a partir de “la
falta de opciones” debida a una baja escolaridad; en muchos casos son ya una opción de
emplearse de inmediato a partir de una franca disputa con la relación clásica del trabajo.

48
Los semaforistas poblanos

El “¿aquí quién me manda?” o el “no tengo patrón que me obligue” de boca de


los semaforistas muestra parte de las expectativas que les motiva a seguir en el
semáforo.

Las mismas condiciones del semáforo pueden resultar desquiciantes (niveles de


contaminación química, sonora y visual) como para llamarlas merecedoras de
reproducir una cultura del trabajo digna; pero, también han logrado establecer, con el
paso del tiempo, relaciones de amistad y parentesco que mitigan las adversidades de la
calle.

49
Los semaforistas poblanos

Capítulo 3. El trabajo en el semáforo, la primera aproximación

3.1 ¿Quiénes son los semaforistas?

Más allá de interpretaciones de orden especulativo, tenemos que plantear ejes analíticos
que nos permitan hablar de un carácter general del semaforista. Ello obedece en parte al
objetivo planteado en cuanto a elaborar un perfil del semaforista. Pero, también está
impulsado por la curiosidad de la pregunta ¿Quiénes son los semaforistas poblanos? La
pregunta en cuestión supone la respuesta de otras preguntas que pueden intentar explicar
el fenómeno que se nos presenta: ¿Qué hacen los semaforistas? ¿Dónde habitan?
¿Consideran que su actividad es un trabajo? ¿Cuál es su trayectoria laboral? ¿Qué hace
ser al semaforista lo que es?

Todas las incógnitas suscitadas en relación a nuestro objeto de estudio corren el


grave riesgo de quedar disueltas o evaporadas sin poder mostrar la “sustancia” que las
caracteriza y que nosotros encontramos en ellas. Como solución inmediata proponemos
la reflexión teórica que nos transporte a los umbrales de la abstracción con el objetivo
de regresar a lo concreto: los semaforistas.

Resulta para nosotros indispensable llevar a cabo una reflexión de los límites de
nuestra investigación. De lo contrario correríamos el riesgo de no contar con la certeza
de entender en su profundidad real el fenómeno en cuestión. Con esa finalidad, nuestras
preguntas inmediatas son: ¿Qué papel asume un semaforista al adoptar su rol social?
¿Será acaso el de beneficiario de un título particular? O ¿El de poder trabajar en un
espacio que propiamente es público con fines privados?

Ahora bien, el término semaforista es acuñado por Arnoldo Kraus. Como él


mismo dice: “…he utilizado la palabra semaforista […] con la finalidad de describir a la
población que habita, vive y depende de la luz de los semáforos y de la mirada de los
automovilistas.” (Arnoldo Kraus, 2008)

Una primera aproximación se encuentra ya identificada. Los elementos que


figuran son, 1. La calle, como espacio y regulación del tiempo (en el caso concreto de

50
Los semaforistas poblanos

nuestro estudio, se trata del Boulevard 11 sur a la altura del puente del Periférico) y el
semáforo (como administrador y ordenador del ritmo de entrada y salida que permite a
sus “trabajadores” saber cuándo deben de hacer una u otra cosa). Y 2. Los sujetos o
actores que interactúan: los semaforistas y los automovilistas.

Nuestra utilización del concepto semaforistas responde a una necesidad de orden


académico y de orden metódico: la de significar a ese concepto, brindarle los elementos
que puedan describir las características de la población que buscamos estudiar. Esto se
verá más adelante cuando intentemos mostrar el sentido lógico al cual responde la
acción de los semaforistas. Por lo que esperaremos no fallar en cuanto a la concepción
total que rodea la realidad del propio semaforista.

Para no buscar caer en maniqueísmos vulgares, nos vemos comprometidos a


buscar la dirección de nuevos horizontes, a reflexionar las distintas aristas que
conforman nuestro objeto de estudio, en términos de transparencia, buscamos asumir
una posición de objetividad científica.

No podemos aceptar que el fenómeno mismo se reduzca, de forma estéril, a un


debate sesgado: ¿Son los trabajadores del semáforo víctimas o victimarios? La misma
pregunta entona el énfasis que para el sentido común guarda el debate en términos de
opinión pública, para cualquier ciudadano que tenga que tolerar la finalidad particular
de un semaforista, que realiza su trabajo. Podría ser más que entendible que, en su
explicación, el semaforista adopte características del orden negativas. Sobre todo si este
ciudadano ocupa un puesto formal en la estructura del mercado laboral. ¿Por qué ellos
no pagan impuestos? ¿Qué obligación de responsabilidad asumen en cuanto al servicio
que brindan?

51
Los semaforistas poblanos

3.2 El semáforo como espacio de información laboral “Da vuelta o


rota”
Son las 4 pm y nos encontramos ya caminando sobre la lateral del puente periférico, el
sentido que va a la 24 sur. El sol sigue teniendo bastante energía como para pensar que
se pondrá y así el aire no será tan ligero. Ninguno de los residentes del semáforo
parecen haber llegado ya, de todos modos hace ya un tiempo que hemos logrado
cambiar de actividad dentro del semáforo; en un primer momento participamos de las
tareas que completan la dinámica de limpiar parabrisas: ser bastante presuroso y
decidido en cuanto a la selección, estar atento por el factor legal (policía, autoridad, etc.)
compartir la paga si alguien te ayuda a limpiar, estar dispuesto a auxiliar a cualquier
compañero en el entendido de algún conflicto.

Este segundo momento, momento de giro, funciona también para comparar las
peculiaridades que hacen de una labor específica ser la que se nombra. La oportunidad
de vender pan, colorados o cocol de queso, nos permitió también distinguir elementos
que se semejan y se diferencian de entre las distintas y tan variadas actividades laborales
que pueden encontrarse al interior del semáforo.

Nos dirigimos al puesto de trabajo base (una improvisada mesa de madera


mediante unos tubos, que en forma de soporte permiten sostener dos canastos de
mimbre bastantes maltrechos, estos a su vez, contienen toda la cantidad de pan que
previamente se produjo para la venta del día. Una sombrilla justo al lado de la mesa,
apoyada en unas piedras, permite refugiarse del calor, se encuentra sobre el camellón
del boulevard 11 sur, que sirve como punto de encuentro de todos los que responden a
la oferta de anunciar las bolsas que contienen el pan. Después, al final de la jornada
(ésta realmente es flexible, pues depende de las necesidades y los acuerdos
consensuados de cada trabajador con la figura del organizador-patrón) demandan la
cuenta de cuántas bolsas regresan (las cuales no se vendieron) y cuántas fueron
vendidas (y por tanto acudieron a la base en busca de más) para finalizar con la paga
que corresponde, pues ésta es una comisión por venta. En el caso de las bolsas de
colorados equivale a $3.50 pesos por bolsa (la bolsa vale $10 pesos y contiene 5 piezas)

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para el cocol de queso (una bolsa grande y un sólo pan) la comisión es de 5 pesos y el
costo de venta es de $20 pesos.

Hay en toda esta actividad un sentido lógico de proceder. Por esto nos referimos
a una serie de pasos que son guía y que tienen una explicación que se valida a sí misma,
tomando en cuenta la respuesta que ofrece ante cierta circunstancia.

Esto no sólo compete a la labor de venta de pan, va más allá: incluye todas las
labores que se pueden realizarse en el semáforo. Incluso si se piensa en las labores de
orden abstracto, que implican una representación de un imaginario frente al
consumidor-cliente, en este caso, el automovilista. Así, por ejemplo, cuando se lleva a
cabo la muestra de una representación artística (no registrada empíricamente en nuestro
estudio de caso, 11 sur y periférico ecológico, pero que pudimos observar en el
Boulevard del Niño Poblano sentido a Zavaleta y el Boulevard Atlixco) esta
representación improvisada contaba con material de apoyo, una silla y una rosa, sus dos
protagonistas, un hombre y una mujer, intercalaban movimiento y gestos con ayuda del
material. Al final (dejando un tiempo, de la luz roja, para cobrar el espectáculo) los
automovilistas resultaban extrañados, al menos los de la primer fila, de pensarse si
estaban en sus carros esperando la luz verde para llegar a su destino o de si se
encontraban en una función de arte contemporáneo. Los chicos me comentaron cómo
era que en 4 horas lograban juntar una cantidad de dinero equiparable a la paga de un
trabajo de medio tiempo.

Este sentido lógico en el semáforo de la 11 sur, se encontraba por demás


trabajado, incluso modificado por el tiempo y el paso de distintos integrantes en el
semáforo.

¿Qué, no vendes? Pues entonces da vuelta y si no te convences pues rota. Esta


frase me la dijo Miriam, una mujer de 17 años, que lleva 4 años en el semáforo. Me
había visto agotado, con las manos llenas de bolsas de pan de colorados e incluso
cocoles de queso; me encontraba descansando y me explicó: Tienes que dar vuelta
cuando llevas mucho tiempo sin nada vendido – hacían ya casi dos horas que nadie se
convencía de comprarme algo- y si cuando llegas al puesto, sientes ganas de rotar, pues
entonces rotas.

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A lo que se refería era lo siguiente: dar vuelta (en el caso de los vendedores de pan y
también de los floristas) y rotar (que aplica para cualquier actividad en el semáforo) son
dos acciones que tienen por objetivo aumentar la capacidad de venta. Esto es, incentivar
de manera emotiva pero también en forma práctica, que el trabajador aproveche mejor
las circunstancias que tiene, al interior del semáforo e intercambie información con su
equipo de trabajo. Así, dar vuelta (para la venta de pan y para la venta de flores)
significa ir al puesto base, esto porque después de no vender nada es natural que el pan
sude dentro de la bolsa, (o que las flores se marchiten, para lo que resulta prioritario
refrescarlas antes de que esto pueda suceder): la parte de azúcar que impregna el pan en
su cara superior, por la cual lleva ese nombre, se desprende y mancha la bolsa,
provocando que su aspecto no sea el adecuado para venderlo. Cuando se llega a la base,
el organizador tiene por función, romper la bolsa que se ha impregnado de azúcar y
meter las piezas individuales de pan en una bolsa nueva, al mismo tiempo que ofrece al
repartidor de pan nuevas bolsas para que continúe su labor, no sin antes intercambiar
información: ¿cómo va la venta?; ánimo, ahí se vende bien, es sólo cuestión de
buscarle. Algunas veces incluso se habla del nivel de competencia (en el caso de que
exista): Ya hay muchos vendiendo pan allá, ¿no quieres rotar?.

Rotar es una acción estratégica que permite encontrar a un parque vehicular distinto,
reglado bajo otro tiempo y espacio (esto al menos en el caso de la 11 sur y periférico
ecológico) en sentido de que no es el mismo tiempo de duración el de la luz roja sobre
el Boulevard de la 11 sur ni la misma afluencia de coches la que existe en comparación
con las laterales del puente del Periférico Ecológico, tanto en el sentido poniente como
en el oriente. Ahora bien esta acción de dar vuelta también cobra sentido para los
floristas (los vendedores de flores); en su caso esto sirve para refrescar las flores
(disponen de cubetas de agua, que colocan en distintos puntos, la mayoría de las veces
cerca del puesto base, pero a veces, también, cerca del inicio de la ruta de venta, esto es
al comienzo del camellón o en las banquetas de las laterales), de igual modo al llegar a
la base, hablan con el organizador, descansan los brazos (suele haber cierto grado de
molestia en las extremidades debido a la labor que implica pasearse por entre los coches
con los brazos extendidos para que la mercancía luzca), y se ponen de acuerdo en
cuanto a lo que llevan vendido o en si quieren intentar vender algo más. En el caso de

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las flores depende mucho de la temporada, pues la variedad es bastante amplia, puede
haber tulipanes o rosas pero también girasoles o hasta orquídeas.

Sólo para el caso de los limpiaparabrisas dar vuelta significa tomarse un tiempo
para hacer “otra cosa”, otra cosa que no sea “caminar en la fila” o “hacer fila” (esta
expresión indica el momento en que la luz se ha puesto roja y la voluntad se muestra
dispuesta aprovechar la situación). Esta “otra cosa” es, la mayor parte de la veces,
bastante variada, puede ser ir a comer, o jugar videojuegos en alguna tienda cercana,
también descansar un rato en algún lugar propicio o incluso intentar hacer amistad con
alguien del mismo semáforo. De cualquier manera, esto es sólo porque el
limpiaparabrisas no cuenta con un puesto base, o con un organizador: él solo es su
propio organizador, y dispone únicamente de sí para tomar esa decisión. Por otra parte
no sucede así cuando quiere rotar, pues para el limpiaparabrisas rotar es una acción en
donde debe de tomar en cuenta que otros limpiaparabrisas pueden encontrarse en el
semáforo que se ha elegido para tal propósito.

En nuestro caso en particular, pudimos observar cómo esto es ya la puesta en


marcha de la “defensa del territorio”, actitud que guardan con mucho más celo los
limpiaparabrisas que cualquier otro semaforista y esto tiene también que ver con las
diferencias entre los distintos oficios al interior del semáforo.

3.3 El semáforo como espacio para contratos informales

Llevaba poco más de un mes y medio de estar acudiendo al encuentro de una población
semaforista de considerable tamaño, si bien había tenido oportunidad de censar a poco
más de veinticinco personas, todas las tardes en las que estuve presente puede notar el
ingreso de nueva gente; gente con la que no tuve tiempo de entablar una conversación
que me permitiera clasificarlos en la base de datos que desde un inicio se volvió una
obligación de carácter académico para nuestra investigación.

Mientras que de día, sobre todo en las mañanas, la venta de pan o flores no se
aparecía como por las tardes, era evidente que la actividad de semaforistas estaba ya

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presente. Por lo menos es visible observar varios grupos de limpiaparabrisas que de


forma intermitente llegan por un horario relativamente corto (4 ó 5 horas por mucho) y
algunos también que trabajan en la venta de dulces, caramelos o churros.

Nosotros habíamos ya tomado la decisión de no presentarnos por las mañanas o


a medio día; no solamente los comentarios de los semaforistas con los que estábamos
trabajando influyeron en la toma de esa decisión; según algunos, a partir de nuestra
presencia en el semáforo, habíamos despertado ya el interés de las autoridades locales
como para que preguntaran por nuestras intenciones de estar ahí: No pinche, Árabe, si
ya ni rondaban, pero a la semana de que andabas aquí ya hasta rondan de a dos veces
por día.

También hubo un impulso de orden metódico en acudir al campo en un horario


específico (de 3 pm a 9 pm), pues este horario es en el que se hace presente la extensión
más abundante de semaforistas (esto en el entendido de que en ese horario están
presentes todas las actividades que se llevan a cabo: venta de flores, venta de pan, venta
de flanes, limpiaparabrisas, tragafuegos, venta de dulces y realización de acrobacias)
esto también lo habíamos notado al poco tiempo de trabajo dentro del semáforo.

La intención de mimetizar con el ambiente no solamente estaba motivada por


caracteres de orden metodológico, sino también por elementos de orden práctico. La
comunidad que trabaja en el semáforo suele tener un tipo de emotividad que podríamos
nombrar hermética: desconfían de sobremanera, no suelen ser amistosos con un rostro
nuevo que busque entrar al semáforo, esto es debido en parte a la desconfianza que
existe o se genera en cuanto a las dinámicas de trabajo que se llevan dentro del
semáforo, pero también a una actitud que puede observarse en todos los semaforistas:
estar a la defensiva.

Son las 3:15 pm y para nuestro asombro no hay nadie, al menos dentro de la
comunidad de la venta de pan, ninguno de los tres puestos que existen, tampoco figuran
ninguno de los limpiaparabrisas, no solamente los que conocemos sino incluso los que
suelen estar por cuenta propia, como David, un chico que llega por las tardes a limpiar y
a quien siempre le acompaña su pareja, una mujer que en forma de informante ocupaba

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la esquina del semáforo para señalar si ve alguna patrulla cerca y entonces emprender la
huida.

Algo no resultaba del todo claro: ¿se habrían puesto de acuerdo para no venir a
laborar? ¿Cómo podían haberse puesto de acuerdo intereses contrarios? Esto tomando
en cuenta las tensiones entre “panaderos”, pues era normal escuchar de viva voz de los
repartidores de pan todo tipo de tensiones generadas a partir de las dinámicas de trabajo
en un mismo espacio donde tres diferentes puestos que en última instancia intentaban
vender el mismo producto, colorados y cocol de queso, confluían. El robo de
repartidores entre los distintos puestos, por ejemplo, era motivo de constante tensión, lo
mismo que la invasión del espacio para la venta. La principal causa de conflictos parece
estar motivada por el otorgamiento de permisividad para utilizar el espacio. Mientras el
puesto de pan donde “laborábamos” suscribía este permiso por parte del ayuntamiento,
los otros puestos lo habían recibido mediante la intermediación de un representante de
Antorcha Campesina, un grupo que como es sabido tiene y mantiene su carácter de
filiación política al PRI.

De todas maneras habíamos llegado al encuentro de semaforistas y no figuraba


ninguno, la ausencia no sería freno y decidimos dirigirnos a buscar. Habíamos
observado cómo algunos miembros del grupo de Code también utilizaban el semáforo
de Torrecillas y la 11 sur; al llegar a ese punto, Huesos se encontraba con un integrante
al que no habíamos presenciado:

- ¿Qué pues árabe vas a chambear?


- Esa era la idea pero no había nadie allá – me refería al cruce de periférico y la
11 sur.
- Sí, andan ocupados, mira te presento a Miguel. Miguel tiene 19 años y comenzó
a limpiar desde los 13 en Izucar de Matamoros, aprendió de un amigo cómo
lanzar antorchas de fuego.
- Yo he rolado por Acapulco haciendo semáforo – me comenta Miguel.
- Una vez que le agarras la onda a esto pues se vuelve fácil –agrega.

Nos había llevado un poco de tiempo caminar a esta zona. El sol estaba por ponerse y
Miguel, quien se encontraba limpiando junto con Huesos, tenía ya preparadas las

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antorchas, que él mismo había confeccionado a partir de unas varas de madera en donde
clavaba trozos de mezclilla. Dispuesto ya como se encontraba, no dudó en comenzar el
espectáculo de lanzar en forma sincrónica y circular las distintas antorchas que tenía.

- ¿En que andan ocupados los demás? –pregunto a Huesos.


- Pues en chamba, ya sabes hay que moverse – notaba en sus palabras un tono
renuente para explicar la actividad y decidí insistir.
- ¿Qué tipo de chamba?
- Pues… ya sabes trabajo.
- Sí, pero, ¿se puede trabajar en muchas cosas, no?
- Pues mira, no lo escuchaste de mí, pero ¿sabes de San Martín, no?
-
Había escuchado en la prensa local sobre la disputa de unos terrenos entre locatarios y
gente de filiación antorchista.

- Sí, digo, lo que se escucha en las noticias.


- Pues creo había junta de los de Antorcha Campesina para hablar lo de los
permisos en el semáforo
- Pero si ninguno de los limpiaparabrisas tiene permiso, ¿o sí?
- No pero andan chambeando.
- ¿En qué?
- Los de antorcha campesina te pagan $300 pesos el día si ayudas a sacar a los
que están en San Martín, y pues tienes que ir a romper madres…
- ¿Tú por qué no estás allá?
- Nel, a mí esas mamadas no me laten, sólo te traen pedos, pero pues a los otros
se les hace fácil, ¿te imaginas? Es lo que sacas en un día entero, sólo por ir a
correr gente.
- ¿Todos están allá?
- Pues algunos, creo, Code y Enano consiguieron chamba también con los de
Antorcha para pegar carteles de los sonideros. Han de andar por el mercado
con la escoba y su cubeta.

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3.4 Otra faceta en el semáforo: el multichambismo, “El 7 turnos”

El semaforismo parece ya (conforme avanza el tiempo que hemos dedicado a observar


esta dinámica) un refugio idóneo de la juventud para acceder a un espacio que le
permita un ingreso relativamente “estable”, o al menos continuo en términos de saber
que siempre está presente el factor que posibilita este ingreso: el automovilista. Éste
debe entenderse como un elemento obligado, sin la presencia del automóvil, ningún
semaforista tendría razón de estar ahí; la finalidad se concreta debido a la presencia
continua e ininterrumpida de coches que utilizan la 11 sur como vía de tránsito a sus
respectivos destinos.

De la misma forma en que los automóviles representan una movilidad continua e


interesada en cumplir con sus objetivos e intereses propios, el semaforista depende, en
igual o mayor medida, del entendimiento de esta relación. No sólo movilizado a partir
de un interés con arreglo a un fin, el de conseguir un ingreso que le permita satisfacer
sus necesidades, sino también con el fin de identificar cuáles son los espacios y los
tiempos en los que esos objetivos pueden llevarse a cabo.

En este sentido, no es casual que un semaforista no dependa exclusivamente de un


espacio en específico, aunque es cierto que algunos lugares concretos (como el cruce del
puente Periférico y la 11 sur) pueden ofrecer niveles de trabajo considerables, tomando
en cuenta la carga vehicular que les denota. También es cierto que, una vez que esos
espacios son ocupados y administrados por la población de semaforistas que ahí se
asienta, la posibilidad de entrada para un nuevo miembro se reduce y la exploración de
nuevos espacios, para la venta de pan por ejemplo, aumenta. Así, encontramos cómo en
un espacio dado (el de nuestro estudio) se pueden potencializar nuevos espacios.

Está en la otra base, ha de ir por el quinto turno, todavía le restan dos – le comenta uno
de los hijos de Domitila a Miriam, una empleada en el puesto de pan-. Se refiere a
Esteban, el “Siete turnos”, un chico que conocí cuando fui a casa de Don Luis.

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Estaba realizando una entrevista de vida sobre Don Luis y sus hijos no paraban de
comentar que mejor entrevistara al Siete turnos, él nunca para de trabajar y siempre trae
ánimo de más, incansable.

- ¿Cómo te llamas? –pregunté.


- “Siete turnos”… Bueno, Esteban, pero me gusta más “Siete turnos”.

Su aspecto es el de una persona callada y disimulada, que no busca llamar la atención,


los brazos fuertes y la espalda firme, su postura era intimidante, no sólo por su estatura
o el porte de su cuerpo, sino porque al estar en posición erguida uno podía observar el
temple de su carácter: serio y robusto.

- ¿Por qué te dicen el “Siete turnos”?


- Pues es más cotorreo, aquí les gusta agarrarme de relajo. Yo nunca dejo de
trabajar, siempre estoy con algo que hacer.

Esteban ayuda a Domitila y a Luis con la fabricación del pan en todo el proceso de
elaboración. Desde la mezcla inicial de los ingredientes, hasta la elaboración de piezas y
el proceso de cocción. Pero ése es sólo el primer turno. También vende pan, a veces es
el encargado de transportar los canastos de mimbre, con ayuda de un taxi y llegar al
puesto de venta para comenzar a separar las bolsas y organizar el pan para su venta.
Otras veces se encarga de llamar por teléfono a las y los distintos integrantes del puesto
de pan y confirmar si irán a vender pan esa tarde con el objetivo de poder estimar
cuántas piezas de pan fabricar.

Cuando existen o están cubiertos los recursos humanos de la primera base,


entonces Esteban se encarga de la logística de la segunda base (Atlixco libre y la
entrada a San Antonio Cacalotepec). De igual forma existe también un puesto en el
semáforo del Periférico y la 24 sur, en donde Esteban no deja de mostrar las cualidades
por las que le apodan el Siete turnos.

Los fines de semana también se fábrica pan para cemitas en casa de Don Luis. Sus
hijos son los encargados de ofertarlo en el mercado, pero en el proceso de elaboración, e
incluso para la ayuda de ciertas tareas relacionadas para la venta, es Esteban quien

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resulta provechoso. Entre semana el turno de salida del semáforo suele estar anunciado
por la finalización de la venta de la mercancía. Esto implica que si después de las 9 pm,
cuando la segunda base acude al encuentro de la primera, sigue habiendo pan que
vender, entonces continúan los esfuerzos para vender lo sobrante. Muchos de los
vendedores de pan suelen negociar con la dirección (Luis o Domitila, o alguno de sus 2
hijos) la salida temprana, esto es cuando se encuentran las bases. El argumento de esta
negociación es generalmente la presencia que reclaman otras actividades, la escuela u
otros trabajos; actividades que algunos semaforistas realizan a la par de la venta de pan.
Los que quieren seguir en la venta permanecen. Pero al Siete turnos su reputación le
precede, nunca muestra negativa ante la agenda de realizar cualquier tarea que le sea
encomendada. No tiene ningún conflicto para él quedarse hasta las 11 o 12 pm
intentando vender pan. Incluso me comenta cómo a esas horas la venta es mejor,
porque te ven ahí valiendo madres y se mochan.

- A veces son las 3 am y lo encuentras aquí cociendo pan o lavando las bandejas
– me dice Julián el hijo de Domitila.
- ¿Te gusta el trabajo que realizas? – le pregunto a Siete turnos.
- Yo le agarro el gusto a todo, pero si mi jefecito me llama pues también dejo todo
esto.
- ¿Quién es tu jefecito? – pregunto con curiosidad. Él retrocede el cuerpo y con la
mano izquierda descubre su antebrazo derecho y sonríe mostrando la alegría que
acompañan sus palabras.
- Mi patrón lo que me pida.

El nombre que se lee, tatuado en letra cursiva es: Joaquín Guzmán Loera, mejor
conocido como “el Chapo”. Yo no intento darle ánimo para platicar sobre el Chapo,
busco saber las motivaciones que lo llevan al semáforo.

- ¿Qué es lo que te gusta de tu trabajo en el semáforo?


- Pues todo. Para comenzar, el aire libre, estar en la calle me mantiene distraído
y al mismo tiempo atento. Me gusta que no tengo patrón que me mande.
- ¿No es Don Luis tu jefe?
- No, porque no me manda ni me obliga. Yo soy su ayudante, pero él también
trabaja.

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- ¿Qué no te gusta de tu trabajo?


- Los pinches lavacoches. Esos cabrones no dejan trabajar bien. Luego se te
adelantan y nomás estorban, o se andan drogando y se ponen locos.
- ¿En qué trabajabas antes de estar en el semáforo?
- No pues, un poco de todo: albañil, colador, ayudaba a vender ropa en un
tianguis, y luego en el campo también. Mi familia es de allá de Acajete, por
Amozoc, pero a mí no me gusta por allá. Nomás terminé la secundaria y pues
que me vengo pa’ cá a buscar jale.
- ¿En qué te gastas el dinero que obtienes del semáforo?
- No pues, ahora sí que de todo: pago la renta de un cuarto por acá cerca (quinta
sección de Agua Azul, donde Luis y Domitila habitan junto con sus tres hijos)
en las maquinitas y en la comida.
- ¿Si tuvieras oportunidad de un mejor trabajo, dejarías el semáforo?
- Nel. Aquí hay buen dinero, nada más tienes que tener ganas de trabajar y pues
sale. Igual antes tenía un trabajo con un señor de mudanzas y también estaba en
el semáforo.

3.5 Especialización del trabajo precario: “El presurizador de gasóleo


humano” (parte 1)

Una fuerte carga de elementos adquiridos mediante la experiencia hace del trabajo una
acción única e irrepetible. En ella queda plasmada también no sólo la intención de quien
la lleva acabo (como tarea), sino las circunstancias concretas de las que el “actor” debe
hacerse de para evitar que la finalidad desemboque en un lugar no deseado.

Habíamos llegado al encuentro de los semaforistas. Como de costumbre, se


encontraban ya envueltos en la dinámica de esperar hacer fila (mantenerse al borde del
paso peatonal, en espera de la luz roja que marca el inicio del camino en fila). Los
limpiaparabrisas aprovechan durante la tarde, de las 3 a las 6pm, la mayor afluencia
vehicular. Esta se encuentra en el Boulevard 11 sur, sentido Castillotla. Existen también
cierto tipo de tensiones para trabajar en conjunto, al menos en lo que responde a los
limpiaparabrisas. La mayor de las veces, se forman dos grupos distintos: Code, Enano,
Huesos, Perro, Tripa en un grupo, y en el otro: Adrián, Negro, Camote, David, Vago.

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Los semaforistas poblanos

Debe tomarse en cuenta que estos grupos no son sectarios: unos a otros acuden en
búsqueda de apoyo cuando se requiere algo; por ejemplo, falta de agua o jabón. Y
también es necesario mencionar que dentro de estos grupos algunos de sus integrantes
buscan, la mayor parte de las veces, trabajar solos: Perro sería ejemplo de ello para el
primer grupo, y David o Vago para el segundo. Pero cuando estos integrantes trabajan
en colectivo suelen hacerlo en esos respectivos grupos.

La actividad de los limpiaparabrisas no es nunca aislada en términos absolutos.


El código que han establecido es el de que si tú ayudas a otro limpiaparabrisas recibes la
mitad de la paga o en su defecto un volado para establecer cómo se repartirán las
ganancias. Estas prácticas han formado en los limpiaparabrisas una especie de
entendimiento mutuo y general. Así, si una luz roja anuncia el inicio del camino en fila,
existen siempre los que van por delante y los que van por detrás. Perro suele ser de los
primeros que arrancan, pero nunca niega a ninguno de sus compañeros la asistencia para
terminar con la labor. O como él dice: Cuando veo que somos un chingo en el mismo
semáforo, pues me muevo en busca de otro, luego te caen cuando estas solo y mejor, así
tienes con quien platicar.

Cuando la noche cae, la dinámica grupal de los limpiaparabrisas puede verse


modificada en cuanto a términos de espacio o actividad a realizar. El primer término se
encuentra en relación directa a la afluencia vehicular que se presentan en las dos
laterales que conforman el cruce entre el Boulevard 11 sur y el puente Periférico. Las
largas filas de automóviles en estas laterales permiten que el tiempo normado por la luz
roja pueda extenderse; esto es que cuando antes sólo podía realizarse un inicio del
camino en fila, que a su término obliga a regresar al punto de partida y prepararse para
el próximo, ahora es posible quedarse al final del recorrido y continuar otro camino en
fila. El segundo término, el “cambio de actividad”: mantiene una lógica más elaborada.

La decisión de cambiar de actividad dentro del grupo de los limpiaparabrisas tiene


una estrategia elaborada a partir de la probabilidad de encontrar mayor aceptación
dentro de los automovilistas:

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Los semaforistas poblanos

- No tiras fuego cuando ya lo hiciste en la semana, nadie quiere quemarse - me


comenta Code, uno de los que, junto con Negro o el Vago suelen hacer el
“cambio de actividad”.
- Si es quincena la gente se mocha.- opina Negro.

Sin duda se puede estar o no de acuerdo con los planteamientos que nos llevan a
considerar la actividad de lanzar fuego como planeada. Pero no se puede restar crédito a
la dificultad que acompaña el acto.

El presurizador de gasóleo humano, PGH (como llamaremos a la actividad de


lanzar fuego) suele ser lo más estricto en cuanto a la puesta en marcha de las
precauciones que deben tomarse en cuenta si se busca obtener el resultado deseado: un
breve espectáculo que desaparece el horizonte de selva de concreto y parece poner en
cambio el de una carpa anunciando el circo urbano callejero.

Vago sentencia la habilidad y técnica que conlleva el acto: Tienes que presionar los
labios con la mano izquierda, mientras con la boca haces un pequeño hueco por donde
escupes, aunque sintetizada así, la actividad no parezca compleja, esto es sólo una
descripción inexacta de la amplitud que puede cualquier observador valorar.

Para comenzar, no sólo cuando el sol está por acostarse es que comienza a tomar
sentido la acción de PGH, durante la tarde, si se sabe, como apunta Negro, que es
quincena, pues existe un incentivo. La acción sólo cobra sentido cuando la luz acepta su
finitud.

Lo primero es la materia prima: gasóleo, o más comúnmente conocido como


diessel, y una antorcha, que está conformada a su vez por un elemento estructural: un
gancho de ropa amorfo al que se le enreda una tela con el objetivo de obtener una
antorcha. No es necesario nombrar el triángulo del fuego para saber quién funge como
energía de activación. La descripción de Vago es bastante imprecisa. Una más
semejable sería: los dedos índice y anular de la mano izquierda forman una v que es
colocada transversalmente sobre los labios para presionarlos y formar un pequeño
orificio por el cual será puesta a prueba la capacidad del PGH. De ser esta capacidad
deficiente, se corre el riesgo de no obtener el resultado deseado. El combustible es

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Los semaforistas poblanos

diessel y PGH deberá mostrar capacidad de presurización, si no se estará frente a un


fallido intento o una llama corta que podría desilusionar a los espectadores. Vago suele
ser al que mejor le va con esta actividad. De los tres es el que más impacto logra, sus
llamaradas son de mayor duración y amplitud.

Justo antes de comenzar a lanzar fuego el PGH tiene la prioridad de establecer


oportunamente el acto: no se debe lanzar fuego si alguien cruza la calle o si no se tiene
el viento de espaldas. Pasaría lo que advierte Negro: No mames, si no te fijas te quemas
las cejas, hay que ver de dónde sopla. Por otra parte, siempre se suele llamar la atención
del público para dar inicio. Aquí ninguno es la excepción. Levantan la antorcha ya
encendida y de estar en la posición más extendida se procede al primer acto; antes,
claro, se tomó el buche de gasóleo que permitirá establecer la frecuencia. Vago suele
soltar hasta cuatro llamaradas con un sólo buche y muchas veces más prologadas que las
de Code o Negro. Finalizado el acto se procede a saber que calificación se merece.
Vago suele la mayor de las veces ser mejor calificado que Code o Negro. Tiene que ver
con la presión con la que suelta el combustible.

Algo con lo que los tres están de acuerdo es que no se puede hacer esa actividad
de forma prolongada o frecuentemente. Los residuos del gasóleo que terminan
colándose por el esófago rumbo al estómago, son un factor a tomar en cuenta para
retirarse temprano. Luego llegas a casa y sólo quieres tomar leche pa’ que te corte el
aceite. Al otro día cagas de la chingada. Nel, por eso sólo unas horas y ya estuvo, igual
en poco tiempo sacas más que la limpiada.

Esto último debe tenerse muy en cuenta si se busca entender por qué se
caracteriza de forma distinta la labor del PGH. Ésta no sólo está enfocada a los primeros
coches. Los camiones de transporte público suelen ser buenos clientes debido a la
preferencial altura que ocupan desde sus unidades para el espectáculo: Esos carnales
luego te dan de hasta $10 varos. Debido a que el PGH suele colocarse al inicio de las
dos líneas de coches que conforman la lateral, es un público extenso al que se dirige en
la realización del acto. La posibilidad de reunir más y mejor paga aumenta
considerablemente.

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Los semaforistas poblanos

El PGH ha dejado de lado la actividad laboral que suponía antes, la de limpiaparabrisas,


sólo para apreciar que en la función también puede no existir empatía con el
consumidor: Han de venir re pobres, no quieren cooperar…. A pesar de que Vago ha
tenido una respuesta bastante amplia: Ya, escupe bien cabrón, te ven así todo baril – le
dice Vago a Code.

Vago escupe más veces fuego con una sola toma que Code, y por más tiempo.
Code a veces hace una pequeña toma extra de gasóleo al final del primer acto, como
para completar el número de veces que Vago lanza fuego y su expresión al lanzar el
gasóleo demuestra cierto nivel de aprendizaje inferior al de Vago. Vago demuestra
mucha más técnica en cómo pararse y lanzar fuego. Negro, quien como sombra, asoma
sólo para decir: Chicles, ya se vienen. Vago, para mi asombro, no figura más y veo a
Code y a Negro perderse con tal rapidez que no hubo momento de despedida.

3.6 El espacio dentro del semáforo: ¿encuentro o desencuentro?

La luz se torna roja y la espera hace que los automovilistas tengan que prestar atención a
lo que se les presenta como inevitable: el semaforismo. La actitud que adquiere el
automovilista con respecto a la tarea que desarrolla el semaforista marcará, en gran
medida, la concretización o la negación del acto. En esa perspectiva, se puede pensar
que si uno, como automovilista, se niega rotundamente o se muestra inconforme con la
actitud de un semaforista, este último elegirá mejor camino y no será el automovilista el
que sea víctima del improvisado trabajo informal.

Sólo en parte es eso cierto. El semaforista tiene, como recurso principal, la


infinita variedad de modos y formas de lograr hacer empatía con quien considera “su
cliente”. De igual forma, el automovilista puede reaccionar de la manera más visceral
ante lo que él considera una invasión del espacio público, la confirmación de que la
normatividad jurídica, encargada de garantizar la paz social, se encuentra vulnerada.

Pero, existe en el fondo de todo momento de encuentro el reconocimiento de las


diferencias que permiten clarificar los rasgos cualitativos, o en este caso, esenciales que

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Los semaforistas poblanos

distinguen a “uno” del “otro”. En el caso del semaforismo estas diferencias se vuelven
obvias: es el automovilista el que tiene la última palabra, él decide si el acto se concreta
o no, pero nunca decidirá por el acto en cuestión, o mejor dicho, por la situación
específica que da elementos al semaforista para encontrar sentido en la acción que
realiza.

Un carro frena de forma abrupta. Su conductor aparece en primera fila ante el alto
del semáforo. Sin poder reaccionar, debido a la importancia que le otorga a la música
como compañera, el conductor del automóvil se sorprende de lo que le acaba de
suceder:

- ¡No cabrón, la vez pasada me lo rayaron!


- Seguro no fue aquí carnal, no te agüites…

Los limpiaparabrisas del carro se encuentran ya levantados de su posición, el jabón y la


esponja han logrado un avance significativo, pero el desacuerdo no parece ceder.

- ¡Te dije que no! ¿Estás sordo o te haces?


- Ya pues, no te peines, si no quieres, ni quien te ruegue.

Enano (un limpiaparabrisas) no continúa en su insistencia, recula, no sin antes regresar


los brazos de los limpiaparabrisas a su posición inicial y limpiar el jabón que había
tirado. Al final y de forma retadora agrega:

- Ora pues, ahí está mi gallo pa’ que no cantes.

El automovilista no se inmuta ante el gesto de provocación. Espera la luz verde y


emprende su camino.

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Los semaforistas poblanos

Capítulo 4 La vida en el semáforo

4.1 En algún semáforo de la ciudad de Puebla

Para muchos trabajadores, la vida transcurre en un espacio público, en donde se gana el


sustento, se negocian los espacios y los cotos de poder.

A partir de este argumento, en este capítulo se presentan la historia de algunos


de los personajes con los que conviví entre el mes de febrero y el mes de abril del 2011,
donde parte de su vida transcurre entre el trabajador anónimo y ése espacio que
defienden como su materia de trabajo.

Carlos, el único de los cinco limpiaparabrisas que conozco por nombre de pila,
apodado el Perro, me hace saber cómo se establece la proximidad entre ellos:

- Aquí nadie tiene nombre- dice.


- ¿Cómo hacen para llamarse?- Pregunté con cierta carga de falsa ingenuidad. Él
sonríe convencido de saber qué contestar y dice:
- Todos tenemos apodos, a nadie se le llama por su nombre.

De pronto, asombrado de mirar un rostro extraño, se acerca uno más de los residentes
del semáforo. –¿Cómo te llamas?- preguntó sigilosamente. Mirándome con cierto aire
de confianza, echando el cuerpo hacia atrás, como si posara para la pasarela, responde: -
A mí me llaman William Levy-. Suelto una carcajada inevitable, podía ver el porqué de
la comparación: a pesar de su tono de pelo y piel oscuros, su peinado intentaba imitar en
forma el del actor, incluso se había teñido el cabello de color amarillo.

- ¡No mames!- exclama Perro- Aquí todo mundo le llama Huesos-.


- A ti te vale madres- le responde Huesos -Yo soy William Levy-.
- ¿Qué es lo que tengo que tener en cuenta si quiero trabajar aquí?- pregunto.
- Con nosotros no hay bronca- dice perro -pero cuídate de la 12 y la 17- agrega.
- ¿Qué quiere decir eso?

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Los semaforistas poblanos

- Las patrullas 12 y 17 ya las conocemos, también la 378, pinches perros son


unos culeros, se dejan venir tras nosotros y nos corretean, si te llegan a agarrar
vas 12 horas retenido-
- Aquí atrás está su oficina ¿cómo es que le llaman? –pregunta Huesos mirando a
Perro.
- Sector- dice Perro.
- Sí, esa madre del sector está a dos cuadras de aquí -señala en dirección
poniente-.
- Aquí tienes que estar con un ojo en el semáforo y el resto en todo, no podemos
estar distraídos, si alguien ve que viene la tira, avisa a la banda y todos a
correr. – dijo Perro.
- ¿Corren en grupo o cada quien por su lado?
- Cada quien jala pa’ su propio rumbo, la cosa es que no te pesquen- responde
Perro.
- ¿Qué pedo, le vas entrar o no? – me pregunta Perro como intentando saber si
estoy dispuesto a la acción.
- Claro que sí –afirmo contundentemente -pero… la verdad no sé ni cómo se hace
esto-.
- Enano, ¿traes un jalador extra?- Perro le pregunta a otro integrante que ronda
cerca.
- Sí, a huevo ahí ‘tá en mi mochila- responde.
- ¿Dónde consiguen el hule? - le pregunto al Enano.
- Ah, pus esta madre sale de los camiones.
- ¿Es la llanta del camión? –Pregunto otra vez.
- Nel carnal, es la corbata, el hule que va entre la cámara y el rin del camión,
aquí hay un chingo, por el periférico, muchas llantas de camiones reventadas,
somos recicladores. – dice, soltando una risa.

Perro me observa agarrar el jalador y me dice – Nel, así no… Se agarra como si fuera
un abanico, firme. Lo presionas contra el cristal y jalas, comienzas primero de gato.
- ¿Qué es eso? – le pregunto.
- Pues nomás jalas una ralla de jabón y limpias el hule y jalas otra, aquí todos
comienzan de gato- responde Perro.
- Nel, yo no, yo comencé con curvas y todo… - interrumpe Huesos.

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Los semaforistas poblanos

- Cuando ya le sabes chingón, pues ya haces curvas, o sea limpias una línea de
jabón, ahí mismo tuerces el hule, limpias la otra en sentido contrario, vuelves a
torcer el hule y regresas- mientras Perro me explica esto, me muestra con sus
manos la forma en la que ellos logran limpiar con gran rapidez.
- Sobres sígueme - me dice Perro, mientras salta a la calle con jabón y jalador en
mano buscando cliente, encuentra uno y empieza: aprieta la botella de 500 mil
de agua y shampoo, enjabona la mitad en donde él se coloca, y mientras que con
una mano enjabona con su esponja, con la otra vuelve a exprimir su botella para
humedecer mi parte. Con la esponja que él me prestó y el jalador de William
Levy, hago mi tarea. En mi primer intento me sentí un hombre inútil para realizar
la labor, mi jalador se encontraba en el lado equivocado para poder jalar jabón.
- Tiene un corte- me señala Perro, quien para entonces había limpiado ya su parte
y se encontraba enjabonando ya el medallón trasero. Me doy cuenta del error y
corrijo. Para cuando termino de limpiar la mitad del parabrisas que me tocaba,
Perro ya estaba cobrando.

Caminando de vuelta al semáforo me dice: -¡Ten! – extendiendo la mano intenta darme


la mitad de la paga. Inmediatamente digo -No, no hay pedo- (no es mi objetivo ganar
dinero sino observar más de cerca la realidad social del semáforo como escenario de
construcción de lugar de trabajo). Él parece no entender mi negativa de ninguna forma.
– Nel, no hay pedo aquí todos sacan su lana-.:
– Aquí no vine a hacer dinero sino para convivir con ustedes – Le respondo. Mi
argumento no le importa y tengo que aceptar mi parte. Me da la mitad ($1.00
peso).
- Aquí todo mundo hace su lana. Yo ya voy a juntar mis 300 varos- me dice.

Llegamos al inicio del semáforo (11 sur y Periférico, sentido hacia Castillotla), listos
para lanzarnos de nuevo a la tarea de colocarnos a la mitad de las 4 filas de carros.
- Le jalas duro al hule- me dice Perro.
Me toma entre 5 ó 7 semáforos el adquirir ritmo. En cada uno, sin importar mi rapidez,
Perro me reparte siempre la mitad. Cuando nos dan cantidad par nos toca parejo; cuando
no, es el azar el que decide. Él me pregunta -¿Qué pides? –mostrándome una moneda.
Elijo sol y, si gano, me llevo la moneda más grande de la paga; si no sale lo que pido,
me toca el tostón.

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Los semaforistas poblanos

Me percato de que los semáforos en los que trabajo no sólo están ocupados por los
limpiaparabrisas, sino que, además de los cinco que ya conozco (Perro, El Enano, Code,
Huesos o William Levy y Tripas), también trabaja gente vendiendo pan: cocol de queso
y colorados.

La gente del pan está distribuida en dos mesas de cuatro canastos. En una de
ellas hay panes sueltos que entre una pareja de una mujer y un hombre de edad adulta
organizan para llenar bolsas. Las bolsas que venden contienen cinco piezas de pan que
llaman colorados; cada una vale diez pesos.

La segunda mesa también tiene dos canastos, pero dentro de ellos están ya las
bolsas de pan que entre tres personas distribuyen a los automovilistas. Los integrantes
de la segunda mesa son un hombre y una mujer jóvenes, aparentemente una pareja.

Aparte de la gente del pan, también laboran en el mismo semáforo (aunque


dando vueltas además en los otros semáforos que conforman la intersección de la
avenida 11 sur y el puente del Periférico Ecológico) un hombre joven que vende
churros, y una mujer, también joven, que vende flores. Existe además un escupe-fuegos
que se pone en la lateral del Periférico, sentido hacia la planta VW.

Después de haber realizado por lo menos unos quince semáforos, acompañando


a Perro, en lo que él elegía el auto que limpiaríamos, de repente en un regreso al
semáforo, me dice -espérame tantito-. Lo veo alejarse con dirección a un Infonavit, en
dirección opuesta al sentido en el que nos encontrábamos limpiando parabrisas. A los
pocos minutos regresa con una botella de agua marca Ciel de 500 mililitros y dice -aquí
está tu botella, ahora tú vas a elegir carro-. Yo sólo asiento. Él saca una púa de su
mochila y perfora la tapa de la botella, tira un poco de agua y saca un bote pequeño de
algún shampoo comercial, incorpora el shampoo al agua y la agita, me la da y me dice -
vamos-.

Ese semáforo fue un fracaso en su recorrido. Todos los automovilistas me


increpaban rápidamente con una señal negativa, ante el intento de querer echar jabón al

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Los semaforistas poblanos

parabrisas para limpiarlo. Al final, cuando se la luz del semáforo se torna a verde y
pasamos al camellón Perro me dijo:
- Mira cabrón, no puedes esperar a que te digan no, ni tampoco a que alguien te
diga adelante, aquí seleccionamos los carros por su apariencia, aléjate de los
carros nice-.
- ¿Cómo que nice? –interrumpo.
- O sea fresas; esos culeros no te dan nada y a veces hasta nos avientan el carro,
es mejor elegir los que se ven sucios o viejos, y no llegues a pedir permiso, tú
avienta el jabón y si se ponen pendejos pues entonces les limpias y te vas pero si
se ve como que no hay bronca pues le das y yo te ayudo.

Al aplicar la técnica que Perro me sugirió quedé asombrado. Hubo muchas reacciones.
Logré, en el primer intento, limpiar un carro que yo mismo había seleccionado, pero de
igual forma fui increpado en más de dos ocasiones; un automovilista me gritó ¡Ya me lo
lavaron allá atrás!; otro dijo en un tono de desprecio: ¡Te dije que no, ¿estás sordo o
qué?!.

- ¿Por qué no preguntamos a los automovilistas si quieren que les limpiemos el


parabrisas? En vez de simplemente aventar el jabón –pregunto a Perro.

Él suelta una risa sonora:


- No mames, así pues no sacaríamos ni 20 varos en todo el día, aquí hay que
perrearle pa’ hacerse de un varo, además ni entiendo por qué se emputan así si
les estamos haciendo un favor –dice.

Al cabo de unos semáforos más, me dio dolor de cabeza por el ruido del tráfico, que no
parecía disminuir conforme pasaba el tiempo:

- ¿No les duele la cabeza del ruido? ¿Qué hacen cuando quieren descansar?-
pregunto.
- Nel, aquí ya estamos acostumbrados. Yo a veces me tomo una hora o dos y me
voy a comer o a estirar las piernas por ahí para poder pestañearme un rato.-
Me responde Perro.
- ¿Y los demás?

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Los semaforistas poblanos

- Ah, esos cabrones luego se queman su feria en las maquinitas de por acá, yo la
neta no puedo darme ese lujo – responde.

Perro me cuenta que trabajaba en una constructora ayudando a descargar material, y que
también estudiaba comunicaciones; que incluso después del primer semestre estaba
haciendo prácticas de radio y comunicación y que le interesaba mucho, pero lo
despidieron de la empresa constructora, y la escuela en donde estudiaba era una
universidad privada, así que no pudo solventar el gasto y se salió de ahí, desde hace 2
años limpia parabrisas, tiene ahora 23 años.

Miro el reloj y veo que se me hace tarde para tomar el camión que me llevará a casa,
son las 9:25. Ellos me dicen que me quede, que mientras más noche la gente te deja más
dinero.

- Yo creo que se sienten mal de verte así en la calle tan tarde y chambeando y te
dan de a 5 o de a 10 varos – dice Code.

Explico que no puedo quedarme y me despido. Al final del primer día con ellos, ya
había sido bautizado, de entre las voces escucho un: - ¡Nos vemos mañana, Árabe!. -
Hay que reconocer que tienen ingenio.

4.2 Entre la incertidumbre y la extorsión en el semáforo “Pues


que nos corretean”

Esta vez llegué un poco más temprano. Todavía queda un poco de luz, en el mismo
sentido vial de la primera vez (vía Castillotla) y puedo ver antes de llegar al crucero que
Perro trae ritmo de no dejar escapar ningún coche.

- ¿Dónde andabas ayer? La tira que nos corretea, a mí y otros culeros. –me dice
Perro
- ¿Con quién estabas? – le pregunto
- Banda de la mañana. Creo que sólo estaba el Tripa de los que conoces-
- ¿Qué hicieron? –

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Los semaforistas poblanos

- Pues que nos echamos a correr, ni modos de dejar que nos trepen esos culeros;
que nos pelamos de los tiras, ya cuando los vimos en chinga que chifla un
culero, nos trepamos al Periférico y te vas por detrás de los Infonavits. Pues
habían otros cabrones y ni sé si se pelaron.
- ¿A qué hora fue?
- No pues ya sabemos que después de las 11 comienzan a chingar esos culeros,
pero ha de haber sido como las 12; pues la banda se apoya, se dejan venir y a
correr, por suerte no treparon a ninguno.

Me puse a pensar sobre cómo ven normalizada la persecución de sus actos, como si
aceptaran ser lo que se les acusa: gente sin permiso para trabajar.

- Es que esos culeros no entienden que hay que ganarse la vida –me dice -luego
son buen pedo y dejan que la banda se vaya, nomás te piden pa’l chesco, o te
tumban lo que llevas hasta ese momento. Bueno ¿qué, le vas a chingar o no? –
me pregunta Perro. -Sobres mira aquí hay una almohada que alguien dejó y
pues presta, de aquí sacamos esponja- Perro intenta romper la almohada, se
demora un rato y luego me dice: -¡Ya chingamos!-

Yo había traído esta vez dos botellas de agua; consideraba que esta acción era en
retribución de que la primera vez Perro me había conseguido una botella, William Levy
un jalador. Una la dejé en un poste metálico que se ubica al final del camellón y la otra
botella la use para limpiar con jabón que me prestó Perro.

- No mames Perro ese jabón huele al del Aurrerá- exclama el Enano que se
encontraba ocupado sin descansar entre las luces rojas del semáforo -Cómo eres
rata-
- Es pa’ que haya como ahorrar -le contesta Perro.
Yo no entiendo bien a que se refiere y pregunto -¿Cómo que del Aurrerá?
- Sí, pues, no más te metes, te vas al área de shampoo y vacías un poco de
shampoo en la botella de agua, compras un dulce y listo, aquí la banda se
aplica cuando no consigue los sobrecitos individuales de shampoo. Ora sí que
hay que ser gandayas- dijo Enano.

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Los semaforistas poblanos

- Bueno ya, a chambear – dice Perro.

Intento conseguir un coche que acceda a que le limpie el parabrisas, pero fracaso
indiscutiblemente. Entonces utilizo mi botella para limpiar el medallón de los coches a
los que Perro ya ha empezado a limpiarles el parabrisas.

- Tienes que aplicarte, aquí no es de pedir permiso- me dice.


- ¿Si se encabronan?
- No hay pedo aquí la banda se apoya, pero pues te das cuenta cuando de verás
no quieren, pero si ves como que no insisten con el no pues te sigues de largo, le
limpias-
- Nomás fíjate chido en los semáforos, cuando ya ande cambiando aquél (señala
la lateral poniente) ya te jalas pa’ca, pues se va a poner este verde - dice
Enano. Se refiere al sentido del crucero -Aquí al pedo con los ‘inches carros
luego se quieren volar el amarillo y pues te andan pasando a traer.
- Como siempre tan abusado mi chaparro –dice Perro.
- Oh, ¿tú qué?, mi Perro –dice el Enano, mientras que su mano derecha tira de
una cadena que cuelga alrededor del cuello de Perro, silva mientras lo jala.
- Sobres, a darle – dice Perro.

Esto para ellos parece ser como un acuerdo en común, aunque cada uno tiene una forma
particular de acercarse al carro seleccionado, todos coinciden en acercarse aventando
jabón al parabrisas. Unos son menos insistentes que otros, pero coinciden en que cuando
el automovilista arranca sus limpiaparabrisas o mete primera y trata de moverse, en
señal de no claudicar en su negativa, sólo queda limpiar lo vertido sobre el parabrisas e
ir en busca de otro carro.

Los siguientes quince semáforos, aproximadamente, transcurren sin que tomemos


uno para descansar. Yo no dejo de seguir a Perro, lo acompaño. Perro suele arrancar a la
fila de carros siempre primero, siempre antes que los demás (Tripa, Code, el Enano o
Huesos); siempre hasta adelante. De todos los carros que limpiamos él me reparte la
mitad de lo obtenido; cuando los automovilistas no nos dan bromea diciéndome: -Dile
que no se valla a quedar pobre-.

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Los semaforistas poblanos

- ¿Cómo te fue el martes, sacaste lo que necesitabas? – le pregunto.


- Pues cuando te fuiste ya estaba juntando mis 400 varos, creo que entre lo del
martes y el miércoles sumado hice como 700 varos; aquí hay buen varo no más
que hay que chingarse y no descansar, también no desanimarse, si ves que no te
están dando varo pues te mueves de semáforo, al que sigue-.

Aunque quise hacer un poco de plática informal respecto a su vida personal, Perro es
uno de los limpiaparabrisas que menos tiende a distraerse: intenta mantenerse todo el
tiempo dentro de la dinámica de usar cada luz roja (1 minuto con 20 seg.) como espacio
para conseguir, cuando menos, un coche. Si tuviera que comparar su caso, diría que
Code es el que suele tener más distracciones, incluso a veces llega al semáforo con
alguna nueva cosa que intenta practicar, como un bogo (el tubo de pvc largo que utiliza
Code en forma de bastón, forrado con hule negro, para girarlo y cruzarlo de lado a lado
usando sus dos manos, una especie de malabarismo)

Noto que Perro no tiene intención de hablar conmigo, sino que se encuentra decidido a
aprovechar lo que queda de su rutina, después de todo, como él me ha dicho -De noche
la gente te ve y como que siente gacho, después de las 10 ya te dan como de $5 y de $10
pesos, como pa’ que ya te vayas-. Perro se muestra decidido a no ceder su voluntad de
estar en el trabajo, yo no le sigo y él no insiste, comienzo hacer plática con Code.

- ¿Qué? ¿ya no le vas a chambear?– me pregunta Code.


- Ya me cansé.
- Así es cuando comienzas, tienes que agarrar ritmo, luego cuando vez ya haces tu
varo, hay buen varo aquí no mas tienes que chambearle, tú no pidas permiso, si se
peinan cuando quieres limpiar pues ni pedo, al que sigue-. Yo me quedo callado un rato
y le confieso: -Es que me da pena.- ¿De qué? Aquí todos necesitamos comer- me
responde.
-Sí pues, pero es que soy lento, hace rato limpiando un taxi con el Perro, pues que me
dice el taxista -Nel güero, tú no le das chido, mejor deja al otro compa, tú nomás lo
dejas pañoso- y pues el Perro tuvo que terminar mi parte. Aunque intenté dos veces no
pude dejarlo bien-.
Code ve claramente mi indecisión de seguir en esto -Tú no te desanimes, así es cuando
se comienza; a ver cómo estás agarrando el jalador–

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Los semaforistas poblanos

Le muestro cómo, sujetándolo con mis manos y él observa


-No mira, lo tienes que agarrar medio curveado y de donde comienzas jalas con fuerza,
luego en la línea de jabón donde terminas, le das media vuelta y vuelves a jalar, ahora
hacia el otro lado, y así te vas haciendo curvas –
Observo lo que me dice, mientras él mira a Perro que acaba de regresar de limpiar un
carro, y le pregunta - Oye Perro ¿todavía está la camioneta abandonada de por el
Oxxo?-
- Sí, creo que sí –responde Perro- Igual allá podemos practicar pa’ que le jales chido –
- ¿Tú no vas a chambearle? –le pregunto a Code.
- Nel, ya ahorita no tengo prisa, llegué en la mañana, hice buena lana con el
Enano-
- ¿Le vas a parar ya?-.
- Pues sí, un rato, aunque no hay que confiarse, aquí luego no toca chido y pues
no se hace varo, hay que aprovechar cuando hay chance- me responde.
- ¿Siempre has chambeado en esto?-
-Nel… pues, en otras cosas, también, pero el pedo es que sin escuela terminada está
difícil-
- ¿Hasta dónde llegaste?-
- Segundo de secundaria, es que pues en la casa había que ayudar, somos 7
carnales y pues dos de ellos ya están casados y viviendo con sus mujeres. Los
que nos quedamos pues le ayudamos a la jefa con el gasto, yo trato de dejarle la
mitad de lo que saco-
Observo que no menciona a su padre y no insisto en preguntar.
-¿Piensas terminar la escuela?-
-Sí me gustaría, por el papel, o terminar hasta la prepa, ésas que les llaman
abiertas, nomás vas los sábados, porque si no está difícil pues también hay que
chambear o conseguirlo comprado; ya quisiera ver a uno de esos chavos fresas
que papi les paga todo y pues que de repente les dijeran -pues arréglate como
puedas-, quisiera verlos chambeando y estudiando, porque estudiando así de
prestado cualquiera–
No puedo evitar pensar en mi particular situación. -Sí ‘tá cabrón- respondo
forzado.
- ¿En qué has trabajado antes?- le pregunto más.

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Los semaforistas poblanos

- Pues cuando dejé de estudiar tenía 15 años, y pues conseguí una chamba con un
ruco, tenía un taller que fabricaba ductos de ventilación que luego mandaba a
la planta de la GM [General Motors] en Saltillo, y pues ganaba chido, $1500 a
la semana, pero luego el ruco insistió en que me iba a mandar a Saltillo pa’ que
trabajara ahí con su socio, pero que sólo me pagaba lo de la semana y $50
varos diarios de viáticos, y pues no me pareció y que lo mando a la chingada-.
- ¿Te metiste al semáforo después?
-Nel, conseguí chamba de chalán de trailero, con ese don pues sí me gustó.
Conocía yo diferentes estados de la República. Oaxaca me gustó mucho, pero
pues el don era re-vicioso, le entraba duro a los chochos y pues pa’ aguantar se
daba sus pericazos y luego se ponía pendejo de que no le hacia la plática, me
pagaba poco. Estuve ahí con el dándole como 6 meses y luego me abrí. Me
gustaba el rol, pero el don que se pone muy mamador.
- ¿Cómo le entraste a esto de limpiar?
- Pues por mi carnal, él ya le daba y pues que me dice y ya. Aprendí en el camino;
de vez en vez consigo chamba de cargador. El sábado pasado saque $300 varos
por descargar un camión de tres toneladas con otros compas, llevaba blocs a
una casa
- ¿Y dónde está tú hermano?
- No pues ahorita está en Veracruz, dando el rol. Nunca ha salido y pues le dije
que se cuidara, es más grande que yo, pero pues igual nunca ha salido.
- ¿Cómo le hace allá pa’ ganarse el varo?
- Llevaba una lana de acá, apenas va unas 2 semanas, y pues creo que le está
limpiando en los semáforos.

Perro regresa de un semáforo e interrumpe:

- ¿Qué pedo, mi Árabe? No te me agüites por lo del taxista, ¡vamos a darle! – se


refiere al taxista que me dijo que no lo hacía bien. Perro tuvo que terminar mi
parte. Su ánimo me inspira y accedo; después de todo, no se puede saber
exactamente qué es un semaforista y cómo se construye su sentido sin ser uno en
acción. Tomamos por asalto la calle. Él selecciona un camión de gas
estacionario.
- Sobres, chíngate el otro lado.

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Los semaforistas poblanos

- ¿Cómo? Si no alcanzo.
- Trépate al cofre, estos no se ofenden –
Terminada la acrobacia, me da la mitad: $5 pesos-
-Estos compas ya nos conocen, hay que limpiarles chido, también los repartidores
del agua, y uno que otro camión. No todos dan 10 varos, pero pues igual nadie da más
de 2. Estos son buen pedo con nosotros y nos dan de 5 o de a 10-
- ¿Son clientes?-
- -Algo así

Miro el reloj y veo que pasa de las 9:30 pm. Perro me pregunta la hora; le digo que si no
me largo no alcanzo el último camión a mi casa.

- ¿Dónde vives?
- En San Andrés Cholula.
- No pues apúrate, sino no llegas.

Me despido y todos me dicen que llegue en las mañanas pa’ que conozca a toda la
banda.

4.3 La extorsión revela tintes políticos: ¡Blanca ya se va!

Este día me encontré con Adrián, otro limpiaparabrisas que trabajaba en otro semáforo,
a un lado de donde trabajábamos nosotros. A Adrián lo había conocido el segundo día,
junto con el Negro y un tercero que se hacía llamar el Camote de los dos primeros. Al
principio no les presté mucha atención, después de todo yo rolaba con el Perro.

El día en que Perro me los presentó, noté una tensión muy sutil entre ellos (Adrián y su
grupo) y con los que yo entré a trabajar en Castillotla. Adrián me increpó la noche en
que lo conocí:

- ¿Tú que pedo aquí, eh?, ¿qué quieres aquí? – Yo estaba por contestar cuando
Perro intervino.
- Tranquilo cabrón, está con nosotros, vino a limpiar.

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Los semaforistas poblanos

- ¿Desde cuándo estás?


- Desde el lunes – contesté
- No hay pedo, chambéale, aquí puedes trabajar siempre y cuando no tengas
broncas con la banda, además traes buena recomendación – me lo dice mientras mira a
Perro y suelta una risa que delata cierto grado de complicidad.

Esa noche pregunté a Perro por qué ellos no trabajaban en el semáforo de Castillotla
con nosotros, y me respondió:
- Esos weyes tienen su espacio. Mientras no necesitemos agua o una esponja pues
cada quien en su espacio, aquí nos echamos la mano si necesitamos algo, pero no
trabajamos todos juntos.

Esa noche me quedé con la sensación de que existía un tipo de tensión entre ellos. Noté
también que el grupo de Adrián actuaba con más agresividad entre sus miembros que el
grupo de los cinco con lo que yo trabajaba.

Este día, llegué al crucero y no vi a nadie, sólo a Adrián, y aunque no tuve un buen
contacto la primera vez con él, le pregunté:

- ¿Has visto alguien más?


- No – contestó, escuetamente y sin ánimos de hablar mucho.
- ¿Cómo vas? ¿llegaste desde hace rato? – pregunté queriendo hacer plática
amistosa.
- Bien, acabo de llegar – respondió de nuevo escuetamente, y preguntó
duramente: ¿No vas a chambear en tu semáforo? – la forma en que recalcó al
preguntarme me dejó claro que no tenía ninguna intención de mantener relación
conmigo.
- Estoy esperando a Perro –contesté.
- Por ahí anda el Huesos – me dijo mientras me señalaba el semáforo trabajaba.
- Voy a buscarlo – dije.
- Sobres – finalizó.

Cruzando por debajo del puente del periférico veo a Huesos:

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Los semaforistas poblanos

- ¿Qué onda, a qué hora llegaste? – le pregunté.


- Acabo de llegar. ¿Vas a chambear?
- Sólo traigo el jalador.
- Consíguete una botella, luego hay ahí tiradas, y pues ya estuvo; o pregúntale a
Tripa, está allá – me dijo señalando a un costado de nosotros.

Dejo a Huesos trabajando solo. La gente del pan, que labora también en el mismo
semáforo, trae el buen ritmo que generalmente muestra. Me dirigí al semáforo de Tripa
(el 2; el 3 es donde encontré Adrián. Junto con esos tres hay uno más, en la avenida 11
sur dirección centro. Con ese son los cuatro semáforos que integran la intersección del
puente del Periférico Ecológico y el Boulevard de la 11 sur). Veo que Tripa termina de
limpiar un carro. Aprovecho el rojo y cruzo hacia la banqueta donde choca con el muro
del puente, espero a que termine. Cuando el verde enciende se dirige a mí con paso
tranquilo.

- ¿Qué pedo Árabe?


- Nada, pues aquí saludando. ¿Tú qué tal?
- Bien, ahí voy, apenas junto lo del día, llevo 200, está flojo. ¿Qué pedo no vas a
chambear?
- No traigo botella. El jueves traje dos, las dejé en donde todos dejan sus cosas
(un árbol en el camellón del semáforo de Castillotla que sirve de lugar común) y
cuando vi ya no había nada – Tripa se quedó callado un instante…
- No hay respeto. Yo siempre le digo a los compas que hay que cuidar el crucero y
respetarse, cuidarlo porque nos da de comer…
- ¿Aquí no se respetan? – pregunto.
- No pues siempre que hay una bronca entre los cuates, pues acá en corto nos
damos un entrón, aquí todos se han madreado con todos.
- ¿Por qué? – insisto.
- Pues pa’ que te respeten. Si te dejas luego te ningunean y pues no te vas a estar
dejando. – Me sorprendió la seriedad con que lo enunció, como si se tratase de
un manual para trabajar en el semáforo.
- Son cosas de la calle, que la calle te enseña, es dura la realidad.
- ¿Siempre te has dedicado a esto?

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Los semaforistas poblanos

- No, yo le he dado a muchas cosas: carpintería, herrería, albañilería,


construcción.
- ¿Por qué no te quedaste en alguna de esas chambas?
- No sé, siempre tuve problemas con la paga, o broncas con los compañeros de
trabajo; luego el patrón te pide un chingo y no le gusta pagar.
- ¿Cuánto tiempo llevas aquí, en este crucero?
- Como dos años y medio, quizá tres, pues siempre que tenía broncas en una
chamba, me venía pa’cá, a limpiar.
- ¿Cómo entraste aquí?
- Pues por mi brother, él me enseñó; ya sabía y que me dice vamos a limpiar, le
agarre la onda y conocí a la banda y pues ya ves. –
Noto, en el poco tiempo que llevo, que Tripa tiene una actitud particular, casi no
habla con los otros chicos, o al menos no con la misma regularidad con la que los
otros suelen platicar entre sí.
- Vamos al otro semáforo – me dice- creo que puedo ver al Perro – yo accedo y
caminamos hacia el semáforo de la 11 sur (dirección Castillotla). Cuando
llegamos al semáforo de Castilllotla Perro está ahí. Observo que viene vestido
formalmente.
- Vengo de buscar chamba – exclama mientras sonríe tímidamente, al mismo
momento que comienza a quitarse la ropa elegante para mostrar el uniforme de
trabajo callejero: una vieja camisa sucia y un pantalón de mezclilla cortado
como bermuda que muestra las manchas que el jalador de hule registra en cada
ocasión en que es limpiado para proceder con rapidez en el trabajo.
- ¿En qué piensas trabajar? –pregunto.
- Pues ahorita ando con ganas de conseguir chamba de mesero, pero pues igual
de lo que se pueda.
- ¿Vas a dejar el semáforo?
- No, ni madres, esto es en mis ratos libres, aquí hay buen varo.
- ¿Por qué no viniste el sábado? – me pregunta Perro, refiriéndose al sábado 5 de
febrero.
- No pude, tenía cosas pendientes.
- No pues ahora sí que nos agarra la tira – me confiesa con aire de aventura.
- ¿Qué pasó?

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Los semaforistas poblanos

- No pues que se acercan de poquito y cuando vemos ya los teníamos enfrente, ni


modos que correr; que nos trepan a mí y a un güey de la mañana, eran como las
12 del día.
- ¿No buscaron negociar con ellos ahí mismo? - pregunté.
- No pues no quisieron. Yo y el otro compa les decíamos que nos dejaran ir, que
les dábamos pal chesco. No quisieron. Nos dijeron que la Blanca Alcalá ya se
va y pues que dijo que, para que aprendamos, ya no serían 12 horas sino 36;
luego que nos llevan allá por héroes y que nos fichan, después nos trasladaron a
los separos de la popular. Salí como a las once y media de la noche. Tuvo que ir
mi morra por mí, yo sólo tenía $150 y querían $300.
- ¿Y qué pasó con tu amigo?
- Él salió luego, luego. De hecho él me hizo el favor de llamarle a mi chava,
porque los tiras no me quisieron prestar el teléfono.

El resto de la noche continua casi normal. Yo quedé asombrado por las descripciones
que Perro hacía para referirse a la policía: Pinches perros con placas, no entienden que
la cosa está cabrona; ¿qué les quitamos aquí trabajando?, ¿acaso le robamos a
alguien?

Después de seguidos y frustrados intentos de limpiar con Perro algunos carros,


miro el reloj y veo que pasan de las 9:30 pm, me despido de todos. Perro sigue
advirtiendo a sus compañeros sobre como se va a poner culera la cosa; de cómo los
policías le dijeron que mejor regresen cuando Blanca se haya ido. ¡Cuídate, Árabe! –me
grita Enano, mientras me alejo en busca del camión.

4.4 Traga fuegos: Presurizador de gasóleo humano (parte 2)

Arribo al usual semáforo y no avisto a ninguno de los limpiaparabrisas, sólo está la


gente del pan. Mirando con más detenimiento, veo a Tripa y a Code en el semáforo de
la lateral poniente (sentido VW).

Al cruzar el Boulevard avisto dos nuevas caras: un chico vendiendo plantas y otro que,
al juzgar por su apariencia, es un limpiaparabrisas. Me acerco a Code y lo saludo:

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Los semaforistas poblanos

- ¿Qué onda Code? ¿Cómo estás?


- Ahí voy, Árabe, no me quejo, ¿tú que tal?
- Bien – respondo-
- ¿Vas a chambear? – me pregunta Tripa.
- No traigo botella –confieso con cierta pena.
- Ahí está la del Enano – dice. Observo que Code está sentado al filo de la
banqueta, en donde termina el puente del Periférico, descansando. Tripa parece
listo para seguir limpiando, voltea a ver el semáforo como en busca de permiso.
- Vamos, sígueme –exclama Tripa. La luz roja enciende y arranco tras él con la
botella de Enano, él agarra un coche y yo otro. Al cabo de unos 20 o 30
segundos corre para ayudarme con la parte trasera del coche. Al término de
nuestra labor, me acerco a la ventanilla del automovilista, en busca de la paga.
Él sólo arranca como pretendiendo no vernos.
- ¡Dile que no se vaya a quedar pobre, que al menos te dé para el popote! – dijo
Tripa.

Los siguientes cinco semáforos lo asisto y él me reparte siempre la mitad, aunque le


digo que sólo busco aprender.

- Aquí es así, si ayudas ganas la mitad.

Dejo que continúe con el buen ritmo que trae y volteo para buscar a Code, pero no lo
veo. De pronto el chico de las plantas aparece detrás de mí:

- ¿Son tulipanes? – pregunté buscando hacer plática.


- Sí, están listos para sembrarlos – responde; los tres tulipanes que sostiene y
oferta como un paquete, son de distintos colores.
- ¿Cuánto crees que pido? – me preguntó.
- No sé, nunca he comprado tulipanes.
- 60 por los tres ¿se te hace caro?
- No –respondo-. ¿Sí te compran en este semáforo?
- Pues a veces, ahorita ya se acerca el 14 de febrero y pues estoy vendiendo lo
que en enero no saqué.

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Los semaforistas poblanos

- ¿Trabajas solo?
- Con mi familia, los que se ponen debajo del puente – se refiere a los integrantes
del coche que se estaciona justo debajo del puente; son una familia de 4: madre,
padre y dos hijos, en ocasiones los asisten otras dos personas que no parecen
relacionadas. Noto que su forma de hablar es muy distinta a la de los
limpiaparabrisas, se puede observar cierto grado de timidez y respeto en su voz.
- ¿No tienen problema con la policía?
- No, pagamos permiso.
- ¿Es caro?
- Como 300 pesos.
- ¿Al año?
- No, como crees, al mes. – Perro ya me había comentado que la gente del pan no
tenían problema con las autoridades pues pagaban permiso.
- ¿Y a poco con el permiso ya no les hacen nada?
- No pues luego cuando ya venció se echan su vuelta para dejarnos claro que hay
que pagar, de ahí en fuera ni los vemos.
- ¿Llevas mucho tiempo aquí?
- Yo, 10 años. Llegué a ayudar a mis papás cuando tenía 6 años; mis papás llevan
15 años.
- ¿Vienen de lejos a vender?
- De unos pueblos de por Atlixco, allá consiguen mis papás las flores y pues
venimos acá a vender, a veces tulipanes, a veces rosas o gardenias,
dependiendo la temporada. ¿Oye? – me pregunta-
- ¿Qué pasó?
- Te han dicho que te pareces al Señor.
- Sí, muchas veces.
- Es que te ves igual, ¿cómo te llamas?
- Antonio, pero aquí me dicen Árabe, supongo que por la barba. – le respondí. ¿Y
por qué no mejor venden en las plazas o los parques de la cuidad? – volví a
preguntarle.
- Pues luego ya venden ahí y la gente es muy celosa, como ya tenemos confianza
aquí, pues aquí vendemos – me responde.

Code se acerca sin que lo vea, acompañado de un rostro nuevo.

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Los semaforistas poblanos

- Vente pa’cá que te voy a presentar a la banda –me dijo.


- Yo volteo a ver al chico de las flores y le pregunto: ¿cómo te llamas?
- Jesús.- Me despedí de él y le veo alejarse a otro semáforo.

- Mira él es el Vago; Vago, él es el Árabe – dice Code como presentándonos de


manera muy formal.
- ¿Qué traen ahí? –pregunté señalando un galón que parece contener aceite.
- Es el diesel pa’ escupir fuego –responde muy animado Code; después de todo
son ya más de las 7:30 pm y la poca luz que queda en el horizonte parece
desvanecerse sutilmente.
- Sobres, ahí preparas la antorcha –le dice Vago a Code mientras se incorpora a
la fila de carros, aprovechando la luz roja para limpiar alguno.
- ¿Consiguieron por acá el diesel? – pregunté a Code ante el asombro de no ver
ninguna gasolinera cerca.
- Es del Negro, lo tomamos prestado, lo guarda en una alcantarilla – se refiere a
uno de los chicos que trabaja con otros dos, Adrián y Camote, los mismos que
me dijeron que no había problema, que me daban permiso de limpiar porque
conocía a la banda.
- Agarra aquí –me dice Code, mientras me da a sostener una camisa para que le
ayude a mantenerla tensa, corta un extremo asistido por un cúter para formar un
tira larga.
- ¿Para qué es esto? –pregunto.
- Para hacer la antorcha – dice, mientras presiona en sus piernas un gancho de
ropa torcido entre sí para formar una especie de varilla, en donde enreda y
amarra los pedazos de trapo que le he ayudado a cortar, formando una especie de
antorcha.
- ¿Quieres intentar tirar fuego? –pregunta Code.
- No, capaz y me chamusco las barbas – respondo en forma cómica evitando el
reto.
- Sí, yo si no me pongo una gorra me quemo las cejas –
Vago regresa de un semáforo y dice:
- Ya préndela, ¿qué esperas?, ya está obscuro.
Entre los dos encienden la antorcha.

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Los semaforistas poblanos

- Tú primero – le dice Vago a Code.

Code toma un buche de diesel, segundos después que el rojo se ha puesto, se aproxima a
la primera fila de coches; colocándose justo en medio, levanta la antorcha para captar la
atención de su público. Mientras los peatones cruzan, Code espera el momento indicado
para tener espacio libre. De pronto suelta la primer llamarada, una mano sostiene la
antorcha y la otra lo asiste para formar una V que deja un reducido orificio en los labios,
mientras los dedos de la misma mano aprietan las fosas nasales para crear una salida de
presión y liberar el diesel lo más lejos posible de su cara. La primera llamarada mide
unos 2 metros. Suelta otras dos llamaradas y escupe al suelo el sobrante. Concluido el
acto, aún con la antorcha encendida, camina entre los carros buscando alguna moneda:
nadie le da nada.

- Pinches culeros, no cooperan –dice cuando regresa, mientras le entrega la


antorcha a Vago, que de nuevo espera el rojo. Mientras Code escupía fuego,
Vago se encontraba limpiando parabrisas.

El rojo enciende y Vago ha tomado ya su buche. Se apresura levantando la antorcha. Su


técnica para captar el público es similar a la de Code, pero al lanzar el fuego muestra
mayor habilidad, sus llamas son más prolongadas.

- Ese güey las saca más chido – dice Code.

Escupe en total tres llamaradas y lo último lo tira al suelo. Vago sí recibe paga de por lo
menos cuatro personas (dos automovilistas y dos camiones).

Se turnan: un semáforo Code y un semáforo Vago. Code empieza a recibir


dinero después de su segundo intento. Cuando la antorcha ya no mantiene una llama
regular, la empapan en diesel para volver a prenderla (aproximadamente tres o cuatro
semáforos).

En cierta ocasión me situé en la esquina del crucero en dirección a donde Code


escupe el fuego y pude, a esa distancia, sentir el calor que emana la llamarada. Ahora

87
Los semaforistas poblanos

sólo puedo imaginar la intensidad que la llama, a través del calor que genera, puede
provocar en el rostro de quien la crea.

Al cabo de unos diez o quince semáforos, Vago se sienta a mi lado y pregunta:

- Llevas acá como una semana ¿no?


- Sí, más o menos –respondo- ¿Es difícil tirar fuego?
- Yo ya estoy acostumbrado, nada más tienes que sacar el diesel con presión
suficiente para que la llama se aleje de tu cara, si no te quema.
- ¿No te deja un mal sabor de boca?
- Pues sí, lo gacho es cuando se pasan los residuos de aceite a la garganta.
- ¿Lo has hecho mucho tiempo?
- Aquí llevo dos años, pero al principio no más limpiaba, luego le aprendí a lo del
fuego.
- ¿Qué edad tienes?
- 20 años
- ¿Qué grado de escuela tienes?
- No, pues creo que como 4 grado de primaria, ya ni me acuerdo.
- ¿Sólo has chambeado en esto?
- No, para nada. Yo le doy a lo que salga, en las mañanas ayudo a descargar
fruta y verdura en la central de abastos; luego también surge chamba de entre
la gente que va y pues necesitan ayuda en su casa con alguna cosa y te pasan
una propina. Le doy a la voleada también, ahí en la central. Lo del semáforo es
pa’ completar la semana, a veces logro sacar hasta $2500.
- ¿Tienes familia?
- Sí, mi chava, dos niños (cinco y tres años) y una niña de cuatro meses, por ellos
es que estoy aquí. Ahorita vivo con la familia de mi novia pero quiero comprar
un terreno en Balcones, de esos en los que te ayudan los de Antorcha
Campesina: das tres mil varos de enganche y pues vas pagando de a poco.

- Ya me voy, paso a dejar el diesel del Negro en la alcantarilla – dice Code, quien
se acerca a nosotros después de estar limpiando. Suelen tener ese espacio (“la
alcantarilla”) para dejar sus cosas en la noche y luego recogerlas por la mañana.

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Los semaforistas poblanos

- Vámonos pues, yo también tengo que agarrar mi camión – nos despedimos.


Noto que Tripa y Enano se han ido ya. Camino rumbo al camión pensando cómo
para Code y Vago tirar fuego es cosa simple, como que le han agarrado el gusto,
como si no tuviera mayor dificultad, como si fueran verdaderos “presurizadores
de gasóleo humanos”

4.5 La llegada de días festivos como impulsor del trabajo


precario

Al llegar al semáforo de la lateral oriente del Periférico, observo que en la esquina sólo
está Negro; generalmente también trabaja con Adrián y el Camote.

- Sólo está el Enano de tu banda –me dice, como queriendo insinuar que en ese
semáforo trabajan otros que no son mi banda.
- ¿No has visto a nadie más? – pregunto.
- Tripa andaba por ahí vendiendo rosas, le pidió permiso al señor y se pasó a
vender, pero creo que ya se fue.

Al cruzar por debajo del puente, para dirigirme al semáforo de Castillotla, veo a la
familia que vende flores atiborrados de gente y con más mercancía de la que
comúnmente llevan. Cruzando el semáforo de la 11 sur observo una sola mesa de la
gente del pan (la pareja joven). Pero esta vez no se encuentran vendiendo pan, sino que,
parece que han hecho un tipo de arreglo con la familia de las flores pues tienen la mesa
(usualmente dispuesta para el pan) llena de arreglos florales, incluso uno que otro globo
que lleva un mensaje alusivo al día de San Valentín.

Llego al semáforo donde se encuentra Enano (lateral poniente del Periférico):

- ¿Sólo estas tú? –pregunto.


- Sí, chale, el pinche Code me dejó sus cosas y no regresa, pa’ mí que se largó
con su novia a romancear.
- ¿Llevas mucho tiempo acá?

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Los semaforistas poblanos

- Acabo de llegar, estuve en la mañana un rato pero me fui a comer al medio día,
andaba la tira bien al loro. – Observo que al lado de él se encuentra una lata de
aluminio que con ayuda de unas tijeras y algo de ingenio parece una flor de lata.
- ¿Tú la hiciste? –pregunto, mientras señalo la lata.
- Sí, la corté con unas tijeras, me tardé como quince minutos en hacerla, me traje
cuatro y ya vendí tres.
- ¿En cuánto las estás vendiendo?
- En diez pesos.
- ¿Por qué no hiciste más?
- No pensé, yo nomás pues tenía tiempo libre, debí de haber traído más, ¿verdad?
¿Quieres chambear? –pregunta.
- Híjole, voy a sonar a disco rayado pero no traigo ni botella ni esponja, viene a
ver si no encontraba a Perro pa’ ver si encontró chamba.
- Ya, si no está tu camote te apenas, ese güey no se ha aparecido por acá; agarra
la botella del Code – yo le sigo la corriente.
-
Decido intentar algunos semáforos. Intento en al menos más de cinco ocasiones agarrar
un coche; sin éxito regreso a sentarme un rato en la banqueta.

- Tú no te apenes si te dicen que no, tú nomás avienta champú y lava – me sugiere


Enano.

Dejo que él siga en su rutina. Desde donde me encuentro sentado me percato de un


chico a mi lado.

- ¿Cómo te llamas?
- Sergio – responde tímidamente y en forma esquiva.
- ¿Limpias también?
- No, yo vendo churros.

Enano regresa de un semáforo y dice: - Ya me voy, a ver a mi morra – al igual que


Code, Enano mantiene una relación sentimental con una de las chicas que vende pan,
Andrea se llama; su hermana, Omelí, es novia de Code.

90
Los semaforistas poblanos

El enano se despide después de vender la última flor de latón que hizo y carga con sus
cosas y un regalo para Andrea.

- Ahí le dices al Code, si viene a buscar sus cosas, que las deje en la alcantarilla,
él sabe dónde.

Viendo que no pasan de las 7:30 pm, aprovecho la compañía y pregunto:

- ¿No estás trabajando hoy o por qué no sigues vendiendo? – pregunto a Sergio.
- Ya terminé, igual de que es 14, pues no se vende mucho.
- ¿Trabajas solo?
- No, somos ocho, uno en el puesto (se refiere a un local improvisado que se
encuentra en la banqueta de la 11 sur dirección Castillotla, justo afuera de las
oficinas de la SOAPAP), dos en un semáforo y otros dos en otro; los últimos
tres en los camiones se suben a vender, y el patrón.
- ¿Todos son de aquí?
- No, ninguno, todos somos de Zacatlán; bueno, el patrón sí es de acá.
- ¿Qué hacen tan lejos?
- Pues chambeando, es que allá ahora no hay chamba, yo igual y me regreso en
marzo para aprovechar la temporada y buscar chamba de cortador y cargador
de manzana.
- ¿Sólo has trabajado en eso?
- Pues también de cargador de material para la construcción.
- ¿Cuántos años tienes?
- Quince, llegué aquí de trece.
- ¿Cómo es que llegaste por acá?
- Un cuate de Zacatlán que ya trabajaba en esto de los churros pues que me jala,
igual no había chamba allá y pues que me le pego. Ando viendo si puedo entrar
a esto de limpiar nomás que no sé. ¿Es difícil? – me pregunta.
- A mí se me ha complicado, igual le agarras la onda y pues se hace. ¿Qué tal la
venta de churros?
- Pues es por comisión, la bolsa la vendemos en $10 pesos, nos ganamos $ 3.50 y
le damos al patrón $6.50; se gana bien si vendes más de cincuenta bolsas, pero
luego no quieren comprar y pues tienes que vender a como dé lugar.

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Los semaforistas poblanos

- ¿Sólo vendes aquí, en este crucero?


- Sí, aquí en la 11. A varios churreros, sobre todo por el mercado y luego si andas
en el camión y te bajas por allá y te ven pues te echan bronca, a mí ya me han
tirado mi canasta, son montoneros.
- ¿Qué haces si no puedes vender todos?
- No pues se tiran. Tengo que ir ayudar a mi cuate que se quedó solo en el puesto,
luego te veo. ¿Cómo es que te llamas? –me pregunta, yo como por reflejo
respondo:
- Árabe, me dicen Árabe – se aleja riendo.

Veo el reloj y apenas dan 8:15 pm. Camino rumbo a la parada de autobús y observo que
la familia de Jesús (la familia de las flores) sigue ahí vendiendo, hay un considerable
número de gente.

4.6 ¿Quién trabaja en los semáforos? ¿Hijo de casa o de la


calle?

Llego al semáforo de la lateral poniente del Periférico (el camión que tomo para llegar a
la zona me deja justo ahí). Encuentro a Enano intentando perforar la tapa de una botella
con ayuda de una punta de alambre que sobresale en la parte inferior de una cerca de
malla ciclónica. Yo también traigo una botella a la cual necesito perforarle un hoyo en
la tapa para poder verter jabón.

- No se puede, ¡pinche chingadera! – exclama enojado Enano.


- Déjame intentar a mí – le sugiero. Enseguida, con un poco de ingenio, logro
perforar las dos tapas de botella, la de él y la mía.
- Eres bueno con las manos, Árabe, ya hasta me hiciste dudar de ti.
- ¿A qué te refieres? –pregunto sorprendido.
- Pues sí, tú eres hijo de casa y te vienes a trabajar a la calle, se ve que te gusta la
mala vida. – No busco corregir siquiera lo más mínimo su percepción sobre mí.
Alguna vez me preguntaron los limpiaparabrisas que si vivía solo y contesté que
no, que en casa de mis padres; saben también que estudio la universidad, pero se
muestran renuentes a aceptar que alguien pueda convivir con ellos para buscar

92
Los semaforistas poblanos

hacer un trabajo de la escuela. Yo intento asumir su nivel para recibir trato como
igual.
- ¿Tú no eres hijo de casa? – le pregunto.
- Nel, yo soy hijo de la calle, como todos acá.
- ¿Vives en la calle?
- Bueno no, sino con mi carnal – se refiere a Huesos, William Levy- en un cuarto;
pero pues no vivo con mis padres, me las veo por mí solo, igual mi carnal, aquí
en la calle.

Caminamos juntos al semáforo de la lateral poniente del Periférico: en este semáforo, al


igual que el otro sentido de la lateral (oriente) los carriles son más estrechos, sólo hay
dos, en comparación de los dos semáforos de la avenida 11 sur que cuentan con 4. El
tráfico es mayor pues, aparte de la reducción del tránsito vehicular a dos carriles, el
semáforo dura un poco más para otorgar el verde (un minuto cincuenta segundos, en
lugar de un minuto veinte segundos). Las filas de coches que se forman en espera de
poder cruzar, permiten caminar un poco más que en el Boulevard de la 11 sur.

En el semáforo están Tripa, Jesús (el chico de la flores), un niño que vende pan y
Negro (quien usualmente trabaja en la otra lateral, pero en esta ocasión estaba ahí
tirando fuego).
Enano se prepara para limpiar. Negro que regresa de tirar fuego me saluda:

- ¿Qué onda, Árabe? ¿Cómo estás?


- Ahí voy. ¿Tú qué tal?
- Pues jodido, ni porque es quincena quieren mocharse. Llevo aquí una hora y
todavía no junto ni $25 pesos, está bien erizo.
- ¿Está difícil darle a eso [me refiero al fuego]? –cuando lo vi hacerlo observé
que le daba la espalda a los carros y quería saber por qué.
- Nel, pues sólo tienes que pararte de espaldas al viento, si no te quemas las
pestañas. ¿Vas a chambear?
- Sí – contesto mientras destapo mi botella y vierto la mitad del champú de sobre
individual que Enano me dio después de que lo ayudé con su tapa de botella.

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Los semaforistas poblanos

Negro vuelve al semáforo a seguir con el fuego. Yo salto decidido a intentar hacer
curvas en el medallón trasero de los autos y lo consigo en las dos primeras veces. Los
autos los ha seleccionado Enano, quien comienza por verter jabón en el parabrisas; si
veo que lo continúa haciendo y luego procede a enjabonar yo entonces me encargo del
medallón.

Los dos siguientes carros los selecciono yo. Code me asiste en uno y Enano en
otro. Después parece haber una mala racha y no logro conseguir un auto. Mientras
descanso, Enano y Code siguen buscando.

Enano suele insistir más en los autos que quiere limpiar a comparación de Code.
Pero este último, a su vez, se mueve más rápido y logra, en ocasiones, limpiar hasta tres
carros por semáforo (sólo por la parte del parabrisas).

En cierta ocasión, un tráiler de la marca Kenwood quedó justo al margen de la


primera línea de coches que se detienen ante el rojo. Enano le hizo una seña buscando
permiso y el chofer aceptó. Rápidamente Code corrió al lado del trailer que da a la calle,
mientras Enano tomaba impulso, desde la banqueta, y pegaba un salto a la llanta
delantera para subir al cofre. En esta maniobra perdió la botella de jabón (ésta se va por
una rendija del cofre hacia la parte interior del compartimiento del motor) y en ese
momento le ayudé con la botella que yo tenía. Al terminar se encuentraba un poco triste
por haber perdido la botella y yo le dije que usara la mía.

- ¿Y tú? – me preguntó.
- Yo te sigo, y pues con la esponja húmeda pues no necesito jabón.
- Va, así puedo pagarle al Code lo que le debo.
- ¿Qué le debes?
- Pues $60 pesos de un DVD que me vendió.
- Ya tengo estéreo, tele y ahora DVD – agrega con cierta carga de presunción.
- Nomás te falta la cama, la estufa y la cocina pa’ que te lleves a la novia – le dijo
Code que se encontraba cerca.
- ¿No tienes cocina? –pregunto.
- No.
- ¿Dónde comes?

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Los semaforistas poblanos

- Como afuera o en casa de mi madre – respondió mientras yo comenzaba a


pensar que eso de hijo de la calle no era tan cierto.

Enano sigue decidido a juntar la cantidad, pues no tiene mucho de haber comenzado.
Súbitamente y sin señal alguna una patrulla aparece, Code y Enano voltean a verme.

- Hay que rajar – dice Code.


- No espérate, igual y sólo está haciendo rondín –Enano.
- Nel yo me abro, la vi pasar por la 11 varias veces buscando ver a quien trepar,
no vaya a ser que me atoran como la otra vez que me agarraron comiendo
verga – dice Code. Yo me encontraba dispuesto a preguntarle a Code sobre su
encuentro con los policías, al cual se refería de forma violenta, pero ante lo
dicho Enano exclama:

- Sobres, Árabe, ahí la vemos, no vaya a ser que estos culeros nos tuerzan.

Me despido de ellos y disimuladamente camino para tomar el camión.

4.7 Estrategias de trabajo en el semáforo ¡Así me gano la


vida!

Llego al semáforo, sin idea de qué estaba por suceder frente a mis ojos. Saludo a Tripa,
a Enano, a Code y a Huesos.

- ¿Vas a chambear? – pregunta Code; le muestro mi esponja y el jalador.


- No traigo botella. Tripa me contesta:
- Ahí está ésta que nadie usa, tómala – mientras señala la banqueta en donde uno
a uno les encuentro formados, descansando, esperando la luz roja.

Agarro la botella y decido hoy intentar una nueva estrategia: preguntar a los
automovilistas en busca de que accedan, en vez de simplemente intentar limpiar
echando jabón. Con la mano del jalador, me acerco a los coches y asomo pidiendo
permiso. Los primeros semáforos, al menos cuatro, consigo que la estrategia funcione,

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Los semaforistas poblanos

incluso invito a quien se encuentre cerca de mí a que me asista en la tarea de limpiar el


medallón. Tripa me ayuda en un coche en que la paga es $1 peso.

- Dile que no se vaya a quedar pobre – me sugiere Tripa, después de que le


muestro lo que me ha dado el señor al término de nuestra labor.
- ¿Viniste el sábado? –le pregunto a tripa.
- Sí, aquí estuve.
- ¿Cómo te fue?
- Más o menos, estuvo muy jodido, digo, pa’ ser sábado. Llegué desde las 6 am y
me fui a las 6 pm, y sólo saqué $200 pesos: era pa’ que sacara el doble pero
pues… no se pudo. Ni qué, así es esto, hay que andarle perreando pa’ poder
sacar algo.

En los siguientes semáforos mi estrategia muestra su irremediable fracaso en cuanto al


fin de conseguir que el automovilista seleccionado acceda a mi petición y me permita
limpiar. Después de ocho o quizá diez semáforos insistiendo, Huesos me dice:

- Nel, Árabe, así no la vas armar. No puedes pedir permiso: esto es de aventarse y
si se ponen pendejos pues limpias lo que echaste de jabón y te vas en busca de
otro carro.

Noto que Enano y Code ya no están presente, le pregunto a Tripa:

- ¿Dónde se fueron?
- Fueron a ver un jale en eso de pegar carteles. (Se refiere a los carteles en donde
se anuncian los eventos musicales que se colocan con engrudo en las zonas
aledañas, eventos populares de bandas o sonideros, las casas de esta zona son en
general conjuntos habitacionales de Infonavit, por lo que no es de extrañar que
estos eventos sean muy concurridos).

Es de mencionar que el espacio en el semáforo contiene muestras precisas de la


velocidad con que la interacción social se lleva a cabo. Cuando volteo, después de
hablar con Tripa, noto que Huesos no está más en el crucero donde en un inicio los
encontré a todos, así como por arte de magia se desaparece.

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Los semaforistas poblanos

- Yo voy para el otro semáforo – me dice Tripa, mientras señala con la vista el
semáforo de la 11 sur.- Aquí está muy jodido. Así no se puede, hay que ruletear.
– Agrega. Algunas veces escucho que alguien de todo el grupo, sugiere ruletear
y entonces todos nos movemos a otro semáforo; a veces sólo algunos y otros se
quedan para seguir ahí aprovechando el menor número de competencia.
- Te acompaño – le dije, con la intención de no quedarme solo.

En cuanto llego, veo que Huesos ya se encontraba ahí: parece feliz, bromea mientras
platica con la gente del pan.

- ¿Qué, mi Árabe, ya le vas entrar o vas a seguir con los buenos modales? mejor
pégate al Tripa o a mí pa’ que agarres el pedo – me dice.

Mientras me pongo a platicar con Huesos (o William Levy) noto que Enano y Code han
regresado ya y se incorporan. El Boulevard de la 11 tiene más movimiento, en cuanto a
gente que realiza algún tipo de servicio instantáneo. La gente del pan tiene dispuestos en
ese sentido tres diferentes puestos: dos en el camellón y uno más apartado al otro lado,
en la acera cerca de las oficinas de la Sistema Operador de los Servicios de Agua
Potable y Alcantarillado de Puebla (SOAPAP). Cada puesto parece tener sus
vendedores, regularmente regresan de los distintos semáforos a tomar más pan en sus
respectivos puestos para regresar a su punto de venta y vender.

- ¿Cuánto tiempo llevas aquí? – pregunto a Huesos.


- No, Árabe… pues yo creo que llegué antes que todos estos culeros. He visto un
chingo de banda rolar. Tenía yo seis años cuando llegué, ahora tengo veinte,
échale.
- ¿Oye, y quién ya estaba en este crucero cuando llegaste?
- Pues me acuerdo de los señores de las flores. El señor y la señora me conocen
desde morrito.
- ¿Naciste aquí en puebla?
- Nel, yo soy de Tepito.
- ¿Cómo llegaste hasta aquí?

97
Los semaforistas poblanos

- Pues… lo que pasa es que un tío me quería vender con una señora que conocía
y no podía tener hijos y pues mi jefa que se las huele y que nos jala pa’ cá.
- ¿Y tu papá?
- Tuvieron broncas y se separaron cuando yo tenía como 3 años. Todavía lo veo
pero pues se juntó con otras mujeres y la neta no le tengo mucho cariño. Nunca
sentí que fuera mi jefe, casi nunca me acuerdo de que estuviera ahí para
nosotros.
- ¿Cómo entraste a esto del semáforo?
- Pues con un don que me conoció cuando llegamos a vivir aquí. Me quiso meter
a la escuela y como se dio cuenta que nomás no me gustaba, pues que me dice
que si no quería ir hacer dinero… pues me trajo pa’ cá y me enseñó a limpiar.
Comencé de gato [la técnica simple de limpiar línea por línea de jabón], luego
ya aprendí a hacer curvas [técnica avanzada].
- ¿Sólo has chambeado en esto?
- Nel, pues yo le he dado a un putero de cosas: de macuarro, colador, ayudante
de eléctrico, mecánico, pegando carteles o repartiendo publicidad, y pues lo que
va saliendo, hasta un tiempo fui chofer de la ruta 25.
- ¿Sabes manejar?
- Pues aprendí así viendo; es que luego me subía a limpiar las unidades de
mayorazgo y pues me hice de compas, y después de limpiar pues los miraba y en
una de esas que me explica un valedor y al rato ya conducía yo hasta unidad y
todo; claro, del patrón.
- ¿No tuviste problema con la policía?
- Nel, antes no había revisiones ni nada, te estoy hablando hace como cinco años;
y si te agarraban pues ahí te arreglabas. También por eso me salí, se
comenzaron a poner bien perros con la licencia.
- ¿Por qué no aguantaste en alguna de esas chambas?
- Pues mira, Árabe, yo no estudié pero tampoco soy pendejo, y luego el patrón se
quiere pasar de cabrón y pues te negrea, y pues no me iba estar dejando, ¿aquí
quien me dice que hacer? Nadie. Y pues nomás tiene uno que chingarle…
Aunque la neta sí tengo ganas de sacar mi licencia y darle un rato al camión y
también a esto y a ver si junto una lana. Quiero comprarme un coche o una
moto.

98
Los semaforistas poblanos

Huesos continúa al menos unos veinte minutos, hablando específicamente de cómo


tuvo, desde muy temprana edad, que defenderse de la gente que buscaba agredirle en
alguna forma, ya fuera física o verbalmente. Hizo en varias ocasiones alarde de cómo, a
la hora de que el conflicto se tornaba físico o desencadenaba en golpes, el rival no se iba
intacto, gracias a las técnicas que aprendió golpeándose con sus compañeros.

De pronto, de la nada voltea rápidamente y fija su atención al centro del Boulevard.


Asombrado me dice:

- Sobres, ya se armó…
-
Enano, el hermano menor de Huesos (18 años), parece haberse enfrascado en una
discusión con el copiloto de un automóvil. Atónito observo que el copiloto grita:

- ¡Te dije que no, cabrón! – mientras abre la puerta de su vehículo con clara
intención de agredirlo.

Enano, quien no se dejó intimidar de ninguna forma, respondía en igual tono, sólo que
él mostraba más enojo, como en gesto de indignación.

- Por eso, ya entendí, sólo voy a limpiar lo que eché [refiriéndose al jabón que
había echado].

Al tiempo que el copiloto se encuentra abriendo la puerta de su automóvil, Enano la


regresa a su lugar de una patada. El espectáculo se repite pero con tintes más violentos.
Después de la segunda vez que Enano cerraba la puerta de una patada, corre hacia
donde Huesos y yo nos encontrábamos (en el camellón) para apresurarse a tomar un
galón de agua que se encontraba en el suelo y regresar a encarar al copiloto y al
conductor, quienes ya se encontraban afuera del coche y amenazaban con golpearlo:

- ¡Te voy a meter unos chingadazos pa’ que aprendas! – dijo el copiloto,
mientras que el piloto, haciéndole segunda agrega:
- ¡Te dijeron que no, cabrón!

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Los semaforistas poblanos

- Por eso, ya te iba a limpiar. ¡Así me gano la vida, cabrón! – Responde Enano,
quien con bote en mano parece decidido a no mostrarse en ningún término
sumiso. Su hermano se posiciona justo atrás de él.

Dos oficiales de tránsito que generalmente asisten el tráfico cuando existe carga
vehicular, se encuentran cerca e intervienen la situación:

- ¡A ver, ya tranquilos! –dice uno.


- ¡Mírelos, no respetan lo que uno les dice! – contesta el automovilista, realmente
ofendido del acto (un poco de jabón en el parabrisas, aproximadamente una
cuarta parte del total).
- No, por eso, yo ya no te iba a limpiar y tú me quieres agredir, nomás estoy
ganándome la vida –dice Enano.

El verde del semáforo parece anunciar el fin de la tensa situación. Los oficiales de
tránsito invitan a los indignados a que suban a su carro. Los claxonazos del tráfico
queriendo avanzar aumentan la presión y finalmente se marchan.

- Si te dicen que no, es no – dice un oficial de tránsito a Enano.


- Sí, por eso, jefe, yo nomás quería limpiar lo que le había comenzado. Ese
cabrón me traía ganas.
- Abusado – advierte el oficial, en señal de precaución.

Yo quedé tan pasmado que se me hizo interminable. Pensé por un momento que la cosa
no podía terminar bien. De vuelta a la aparente “normalidad” todos festejan la hombría
del acto. Bueno, todos menos Huesos, con el que parece discutir:

- ¡Por eso me cagas!, siempre crees que tú eres el único cabrón. ¡A mí me la


pelas! – dice Enano en forma de reproche a Huesos, que le insistía en que no
tenía controlada la situación.
- Calmado Enano – le digo, como sugerencia a su muestra de agresividad.
- Nel, Árabe, yo no me dejo, ni modos que si lo veo bajar no haga nada, pero pues
es que así es esto, así se gana uno la vida aquí, Árabe.

100
Los semaforistas poblanos

- No mames –subrayo- no vaya a ser que en una de esas uno te quiera hacer una
mala jugada, con saña y pues te salga cara la bronca – confieso que no podía
encontrar las palabras adecuadas para hacerle ver el riego de la situación, que
pudo evitarse.
- Nel, yo no tengo miedo de que me quiebren, ¿Por qué voy a tener miedo? Esto
es así, hay que defenderse de los culeros, los que piensan que aquí nomás
paseamos; ¿o a poco les estamos robando?
- No, pues no – contesto sin ánimo de insistir.
- Esto es así – sentencia.

Me noto nervioso y Code y Tripa me invitan a serenarme:

- Cálmate, pues, Árabe; aliviánate, cabrón –me dicen.

Respondo que igual tengo que tomar el camión. No tengo intención en envalentonar a
Enano; al menos no en la forma en la que el grupo entero se ha reunido, hasta otros
limpiaparabrisas como Negro o Adrián han llegado ya a enterarse de lo sucedido para
alentar al “héroe”. Me despido y me voy. Además de alterarme también me motivaron
asombro las actitudes mostradas, la determinación de Enano en no ceder ni un
centímetro su espacio y su capacidad de respuesta, sin titubeos.

4.8 Pa’ que comas algo (entre el perdón y el permiso)

Llego al crucero en busca de alguien. La gente del pan en sus puestos se ven activos.
Huesos salta a la vista.
- ¿Qué pedo, Árabe?
- ¿Cómo estás, Huesos?
- Bien, ahí voy.
- ¿Llevas rato aquí?
- Llegue en la mañana un rato. Me fui y pues regrese como a las 4. Ya llevo mi
morralla – con una mano sacude la bolsa izquierda del pantalón, como
presumiendo la hazaña- Me voy a ir bien rayado –agrega- ¿Vas a limpiar o que
pedo? – me pregunta.

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Los semaforistas poblanos

- Sí, a huevo. Ahora sí vengo listo.

Limpiamos algunos carros. Cuando me paga mi parte, Huesos dice:


- ¿Quiubo?, ¿ya ves?, se están mochando, ya la armamos. En los coches en que
yo le ayudo él los selecciona, pero cuando yo busco el mío suelo pedir permiso.
- ¿Voy a comer unas chalupas quieres venir? – me pregunta.
- No, gracias, ya comí. Provecho.

Sigo. Está vez solo, en el semáforo de la 11 dirección Castillotla. Intento unos diez o
quince semáforos sin respuesta positiva a mi intención de servicio.

En cierta ocasión, sucede algo peculiar: arranca la luz roja y me encuentro


caminando en contra sentido del flujo vehicular. A cada paso que avanzo solicito a los
automovilistas, en forma atenta (esponja y jalador en mano), que me sea concedido el
permiso para ayudarles a mejorar la visibilidad inmediata. El fracaso es más que
notorio. Ninguno de los conductores de los veinte carros, o más, a los que me acerco,
accede. De pronto, me acerco a una camioneta en la que los ocupantes son una pareja de
adultos mayores. Solicito permiso para limpiar y el señor se niega enfáticamente. No
insisto en lo más mínimo y me retiro. Me quedo un instante en el camellón y observo
que la pareja se encuentra discutiendo lo sucedido (la señora parece reclamarle algo al
señor). Antes de ponerse el verde, el señor suena el claxon de su coche y me llama.
Rápidamente me acerco y sin saber bien de qué se trata, él extiende la mano y me da
$10 pesos y me dice:

- Ahí ‘tá, pa’ que comas algo, hijo.


- Gracias –contesto, confundido por no saber los motivos del acto.

Noto que Huesos no regresa. Vago se acerca a la cubeta de agua que se encuentra en la
esquina (con la cual la gente que vende flores refresca sus ramos, algunos limpia
parabrisas suelen tomar agua de ahí, para recargar sus botellas).

- ¿Qué pedo, Árabe? Ya no te había visto, ¿cómo andas? – me pregunta Vago.


- Bien, ahí voy.

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Los semaforistas poblanos

- ¿Qué haces acá solo? Jala pa’ cá con la banda (están en el semáforo de la
lateral poniente).

Al llegar al semáforo, veo a Tripa, Code y el Enano. Los saludo y de inmediato me


preguntan:

- ¿Vas a darle al jale?


- Sí, claro – contesto.

Comienzo con los 4 a rondar los carros: veo que cada quien inicia por su lado, pero en
cuanto uno consigue limpiar, otro más se le acerca para ayudarlo. Los que quedamos
nos apresuramos a buscar algún carro: es de corrido y sin descansar, si no has
conseguido auto regresas al punto inicial y vuelves a comenzar.

No más de diez semáforos pasan y noto que no toman ninguno para descansar,
traen un ritmo apresurado. Generalmente para las 6 pm ó 7 pm, si les ha ido bien en el
día, suelen hacer más descansos entre semáforos que cuando no han juntado lo que
buscaban.

Nuevamente recibo críticas y burlas por mi actitud de solicitar permiso:

- No mames, Árabe. No se trata de pedir permiso, mejor pide perdón –Tripa.

Vago no dice nada, sólo ríe, como inspirado por mi ingenuo acto de apelar al sentido
común.

- Chales carnal, no mames que pa’ mí que no te gusta eso de los putazos, no sea
zacatón, mi Árabe – comenta Enano como en referencia a lo que sucedió el 21
de febrero; Code y los que se encuentran cerca solo ríen.

No iba a dar explicación alguna sobre mi pretensión de cortesía, después de todo Enano
podía tener razón a cierto nivel. Tenía curiosidad sobre Perro, hacía rato ya que no sabía
nada de él.

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Los semaforistas poblanos

- ¿Oye Code, has visto a Perro últimamente?


- Creo que anda en el crucero de allá – señala la lateral oriente.

Llego al semáforo y lo veo. Él termina de limpiar un carro y se acerca

- ¿Qué onda Perro? ¿Cómo estás? –pregunto.


- Ahí voy. Esto anda flojo, pero ahorita sale, es sólo cuestión de perrearle.
- ¿Por qué tan solo?
- Yo siempre ando solo, esos cabrones se me pegan, pero a mí me gusta andar
solo, ando más en chinga, menos distracción.
- Ya no te había visto, ¿sigues viniendo?
- Es que ya comencé chamba en la constructora otra vez. Me enteré de que un
güey había ido a tirar mierda sobre mí con el Ingeniero; un culero que yo
recomendé. Ya hablé y se arreglaron las cosas. Ahora estamos trabajando en
las Torres, las que están por la Atlixco cuota, ¿las conoces?
- Sí las he visto –respondo.
- Ah, pues eso, y un restaurante de mariscos en avenida las margaritas, eso es lo
que me quita el tiempo.
- ¿Vas a dejar el semáforo?
- Nel, no mames, de aquí desquito mi semana, lo que pasa es que luego entre
semana como salgo a las 6 pm y entro a las 8 am a la constructora pues termino
bien madreado y ni ganas dan de venir pa’ cá; pero cuando salgo un poco antes
o tengo energía pues me jalo pa’ hacer un varo.
- ¿Tu mujer trabaja?
- Sí, ella trabaja en una farmacia. Pero bueno, mejor vamos a chambear, vente
jálate.

Hacemos algunos semáforos juntos, limpiando él una parte y yo la otra.

- ¿No te gusta esto de limpiar o por qué no le entras bien? –me pregunta.
- No… pues es que la neta, no le tengo mucha confianza porque luego me
avientan el carro o me insultan –respondo en forma honesta.
- Así es aquí, hay varo en este semáforo, pero hay que chingarse; tampoco te van
a regalar el varo, pues ni que limosneáramos el pan. Tú nomás avienta el jabón

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Los semaforistas poblanos

y si se ponen pendejos pues le limpias y te vas. Ahora que si te cantan pedo pues
aquí siempre hay banda, pa’ que te hagan el paro.
- ¿Cómo sabes con quien no hay bronca?
- No pues es de tantearle, una sonrisita si es una chamacota bonita –dice mientras
guiña el ojo- y si ves que no se niegan pues le sigues. También es útil
agarrarlos distraídos, si vienen hablando por teléfono o algo.

Perro me muestra en forma empírica lo infalible que es su técnica. Escoge de entre


semáforos sólo los coches en donde los conductores se encuentran distraídos. El sol ha
bajado ya por completo y la oscuridad permite el encuentro casi sorpresa.

- Es de que llegas y te aplicas, ¿viste las chavas del coche pasado? –me pregunta,
en referencia a un Chevy en cuyo interior se encontraban dos mujeres jóvenes,
no más de 25 años - esas morras me conocen, luego me dicen que no, que no
traen nada, yo les sonrío y les digo que ahí a la vuelta me pagan, les limpio y
siempre me dan algo.

Observo el reloj y veo que ya es hora de partir. Me despido de Perro, no sin antes
conseguir que acceda a darme una entrevista para mi trabajo de investigación.

Caminando hacia la parada del camión me encuentro con Don Luis, un integrante de
la gente del pan que al cuestionarme sobre mí, el por qué estoy ahí, logramos hacer
cierta empatía.

- Estoy aprendiendo el oficio –le comento.


- Sí, la cosa está cabrona, ya ni pa’ comer alcanza –me dice.

4.9 Cuando me hice repartidor de colorados

Veo a Tripa, Enano y a Negro en el semáforo de la 11 sur. Había dejado pasar un


tiempo reflexionando sobre mi papel de limpiaparabrisas y decido intentar algo nuevo,
con el fin de seguir aprendiendo y poder tener otro punto de vista. Los últimos días que

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Los semaforistas poblanos

asistí al semáforo como limpiaparabrisas observé más presencia de policía en las horas
que en un inicio nunca los veía rondar. No quería ser motivo de sospecha por mostrarme
como un nuevo rostro; después de todo mi tesis no es sobre el trato que la autoridad
otorga a quien realiza esta labor.

Me saludan rápido y preguntan si voy a chambear, yo me muestro como


inseguro y comienzo a pensar en la posibilidad de vender pan (sobre todo después de
platicar con Don Luis).

Confieso que desde un principio la labor de limpiaparabrisas se me hizo pesada:


se tiene que aguantar de todo; me encontraba dispuesto hacer algo diferente.

Code va al semáforo del lateral poniente y comienza a discutir con Enano; al


parecer, el primero le reclama al segundo sobre una botella de agua:

- Me bailaste con la botella –dice Code.


- Nel, si ésta es mía – responde Enano.
- De pronto Enano aprieta su botella apuntando en dirección de Code; éste
responde a la provocación del acto y en unos minutos se encuentran empapados
en rostro y cuerpo, los dos riéndose y jaloneándose para intentar mojar al otro y
evitar ser mojado. Yo sólo observo; toman cierta distancia y los demás
conforman un tipo de círculo en donde, indistintamente, unos y otros entran en
busca de empujar o provocar a cualquiera. Code se aparta por un instante y me
dice:

- ¡Éntrale, Árabe, no le saques!


- No, está bien así, no disfruto la agresividad.

Code hace un gesto de no entender lo que le digo y continúa formando parte del relajo.
En cuanto terminan de empujarse y jalarse, se incorporan a la rutina de limpiar, como
poseídos por una voz de mando que se sincroniza con la luz roja del alto.

Acudo a un puesto de pan. Uno de los dos que se encuentran sobre el camellón de la 11
sur. Mientras me acerco al puesto distingo a una señora que se encuentra parada frente a

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Los semaforistas poblanos

dos canastas que contienen colorados y cuya labor consiste en elaborar bolsas que
contengan cinco piezas cada una.

- ¿Qué tal? buenas tardes ¿Ahora no anda Don Luis por aquí? –pregunto.
- No, está en el semáforo de allá (señalando lateral oriente).
- ¿Cómo va con eso del pan? – pregunto, intentando ofrecer ayuda.
- Ahí vamos; ¿no quiere vender pan? Es de que me hacen falta repartidores
- ¿Qué tengo que hacer?
- Pues sólo ofrecerlos, los colorados de a $10 pesos la bolsa y el cocol de queso
de $20 pesos la pieza. Por cada bolsa de colorados que venda usted se lleva
$3.50 y por cada cocol vendido se lleva $5 pesos.

Y así, sin previo aviso, ni entrevista o examen alguno de habilidades, ni siquiera una
carta de recomendación, empiezo en la labor de repartidor.

Al dirigirme con las bolsas de pan hacia la esquina del semáforo para dar mi
primer recorrido como repartidor, distingo que ciertas cosas han cambiado ya. Esta
nueva modalidad me ha permitido observar a los limpiaparabrisas desde fuera de su
oficio. Noto que las miradas sobre mí ahora se enfocan en formar una negativa con la
cabeza, o de plano simplemente me ignoran (cosa que antes no sucedía, siempre existía
al menos el desencuentro): es como si la distancia se hubiese hecho mayor entre mi
nuevo oficio y el automovilista.

Regreso al puesto del pan: una mesa improvisada con unas tablas de madera sobre
las cuales descansan dos canastos de mimbre donde el pan esta acomodado en espera de
ser dispuesto en bolsas según la demanda de los repartidores.

- ¿Y cómo se llama usted? –pregunto.


- Domitila, pero no me gusta mi nombre.
- ¿Por qué no? A mí se me hace interesante, nunca lo había escuchado.
- Sí, por eso, porque está bien feo. Es que antes los papás nombraban a uno según
cuando nacía. Yo nací un 11 de mayo y por eso. Alguna vez le dije a mi papá
que de seguro estaba re-mariguano cuando me puso así, y él me respondió que
no, que me llamaba así porque así me tocó nacer.

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Los semaforistas poblanos

Don Luis me había comentado, la noche que hablé con él, que Doña Domitila era su
esposa.

- ¿Y usted cómo se llama?


- Antonio.
- ¿Cuántos hijos tiene?
- No pues ninguno, todavía no tengo la fortuna.
- Ah, es que como lo veo aquí, trabajando, pues uno piensa.
- Bueno, me voy a intentar vender un poco.

Antes de irme, doña Domitila se percata de que me encuentro sujetando las bolsas de
forma equivocada, y me muestra la técnica que ellos utilizan: una pequeña perforación
en la misma esquina, donde a la bolsa que contiene el pan, a la que se le hace un nudo
para repartir las distintas bolsas a lo largo de los dedos de la mano. Esto ayuda a la hora
de recibir la paga, para ahorrar tiempo al momento de entregar la bolsa; se vuelve más
práctico.

También me explica qué hacer con el dinero. La paga que recibo la guardo
siempre yo, al menos que necesite cambio, en esa situación pues le solicito a Domitila
que me asista. Ella lleva la cuenta de cuántas bolsas me va dando y de qué pan se trata.
Cada vez que venda una o dos, o alguna variedad de pan se me acabe, regreso al puesto
por otra para seguir ofreciendo. Al final, cuando tomé mi camión, Domitila me hizo una
cuenta tomando la relación de cuántas tomé, cuántas entregué y cuántas me llevé para
vender; luego me pide que le cuente el dinero que le entrego y después separa de la
cantidad total dos cantidades: la obtenida por los colorados y la obtenida por los cocoles
para, seguidamente, darme la ganancia que me corresponde por cada tipo de pan.

Cargo con las bolsas de pan, tres colorados en una mano y en la otra una pieza
de cocol junto con una bolsa más de colorados; me tomo aproximadamente cinco
semáforos vender mi primera bolsa de colorados.
Regreso al puesto para avisar a Domitila de mi venta. Don Luis se encuentra ahí y me
saluda:

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Los semaforistas poblanos

- ¿Qué tal, joven, cómo está?


- Bien, aquí, vendiendo pan.
- Sí, ya vi, qué bueno, ¿no quiere llevarse otra cocol? La paga es mejor.
- Primero quiero ver si vendo éste – la pieza de cocol es grande y después de un
rato de levantarla para que los automovilistas la vean los hombros se cansan.
- Sí, está bien – dice mientras continua leyendo una Biblia sentado en una roca
que improvisa de asiento a un costado del puesto.

Durante la siguiente hora, o quizás un poco más, la suerte me acompaña en cuanto a la


venta. De pronto una mujer joven, cuyo rostro se me hace conocido, me saluda:

- ¿Ya vendiendo pan? –pregunta.


- S, ¿Cómo ves? Ya vine hacerte competencia –digo en forma como de burla.
- Está bien, si te apuras sí vendes bien.
- ¿Cómo es que te llamas?
- Omali, ¿sí te acuerdas de mí?
- Sí, ya hice memoria.

Omali es la pareja de Code: a veces, antes de que me despidiera de alguno de los


limpiaparabrisas, ella aparecía para convivir con Code. Su hermana, Andrea, también
trabaja en la venta de pan. Ella, por su parte, mantiene una relación de pareja con
Enano.

- ¿Cómo vas con la venta? –pregunto.


- Pues regular, es que luego me distraigo y pues no vendo.
- ¿Llevas mucho tiempo aquí?
- Pues como dos años. A veces nos turnamos entre los que trabajamos para
vender en el otro puesto.
- ¿Dónde es eso?
- Boulevard Atlixco, a la altura de Cacalotepec.

Yo vivo cerca del lugar y había visto gente vendiendo pan desde antes de proponerme el
trabajo de tesis. Nunca pensé que existiría una conexión entre estos y aquellos.

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Los semaforistas poblanos

- ¿Y vendes bien? – para cuando le hago la pregunta estamos ya enfrente del


puesto de pan; nos encontramos caminando al final de dar una vuelta y
comenzamos a platicar sin dejar de caminar hacia el punto de partida para el
recorrido: el semáforo. Don Luis, quien se encuentra cerca y alcanza a escuchar
interviene:

- ¿Bien? Sí, cuando se apura. Así como la ve joven, vendía antes hasta sesenta
bolsas, ahora a duras cuentas junta cuarenta, nomás de que se pone a platicar –
dice Don Luis, como en tono de regaño. Unas risas cómplices anuncian nuevos
rostros, son dos chicas jóvenes como de la misma edad que Omali (19 años).

Doña Domitila continúa empacando colorados para disponerlos en el segundo canasto


de mimbre, donde todos los vendedores toman las bolsas que necesitan para seguir
vendiendo. Se detiene un instante y pregunta a Omali:

- ¿Traes crédito? Para que mandes por el taxi y lo recoja, pa’ que ya se vengan.
- No ahora no tengo – responde Omali.
- Bueno, cuida en lo que voy hablarle al taxi.

Se refiere al otro equipo conformado por una mujer y un niño de unos 13 años
aproximadamente (esto no es fijo siempre, sino que toda la gente que trabaja con
Domitila se organiza por semana para decidir dónde vender).

Logro vender entre semáforo y semáforo otras cinco bolsas de colorados; ningún
cocol. El cocol de queso mide por lo menos dos cuartas (40 cm) de extremo a extremo.
Venderlo es un poco más tardado pero la paga es superior.

Cuando acudo al puesto para hacer cuentas con doña Domitila, se encuentran ya
en el puesto la otra parte del equipo. Con lo sobrante de la venta.

Son las 8:45 pm, me encuentro cansado y explico a Domitila que me voy. Ella me
sugiere llegue temprano para vender más.

110
Los semaforistas poblanos

Camino al camión con la paga del día ($21 pesos). Cuando intenté de
limpiaparabrisas mi máximo fue de $32 pesos. No me parece que lo obtenido sea poco,
tomando en cuenta que es mi primer día.

111
Los semaforistas poblanos

Conclusiones

Al momento de iniciar este trabajo centramos la preocupación sobre el concepto de


trabajo. Así entonces nuestra preocupación giró en torno no sólo al entendimiento de
este concepto sino a su relación con las nuevas teorías que hablan de cómo, a partir de la
puesta en marcha del Modelo de Restructuración Productiva, hemos sido testigos de una
profunda transformación en las relaciones sociales de orden laboral.

El semaforista es sólo una muestra del gigante universo que contemplan las
actividades de orden informal. En este caso concreto, nuestra curiosidad nos llevó a
plantearnos por una parte la elaboración de un perfil que pudiera distinguir rasgos que
resaltaran las características del semaforista, y por otra parte, saber, aunque ello resulte
parcial, tomando en cuenta el tamaño de nuestra muestra, si este fenómeno se
encontraba en abierta oposición (como para hablar de una contradicción) dentro del
mundo del trabajo en términos clásicos, que mitigue las condiciones adversas que la
economía informal ofrece.

Nunca antes en la historia se había dado un fenómeno de esta magnitud. Aunque


se puede argumentar que es la contradicción entre desarrollo de las fuerzas productivas
y las relaciones sociales de producción la que ha impreso en los trabajadores informales
su estatus de permanecía, no solo resulta insuficiente dicha respuesta; puede, además,
ser tachada de reduccionista. La narración encontrada dentro de las historias de los
semaforistas permite identificar un perfil estándar que debería ser tomado como punto
de partida.

El semaforista es joven, de educación media (secundaria), tiene una historia


laboral tanto dentro del mundo asalariado como en combinación con otros trabajos
informales e incluso experiencias de migración laboral, que le permiten este contacto
continuo de acuerdo verbal entre sus compañeros del semáforo. Ello se observa en la
aspiración de búsqueda de la propia empresa como si el trabajo pudiese ser reducido a
un fenómeno de voluntad propia sin importar las condiciones latentes que le
circunscriben a un ambiente abiertamente hostil como lo es el de la calle.

112
Los semaforistas poblanos

No se dice aquí que el semaforista pase por alto los riesgos de su labor, sino que,
tomándolos en cuenta, conoce también la oportunidad que esta misma calle oferta. Así
la apuesta esta hecha y dentro de ella las relaciones que se establecen sugieren no sólo el
vínculo de una amistad o noviazgo o parentesco de alguna manera, sino también un
actuar político intermitente (la toma y defensa del semáforo) o una relación laboral en
donde jefe y subordinado no pueden nunca quedar claramente delineados pues la
dinámica interna del semáforo permite que estos roles se intercambien con base a un
acuerdo o consenso previo.

Este perfil de semaforista, circunscrito a ciertas características, puede cambiar


con facilidad, de lo que aquí está descrito, pues a pesar de que la juventud es una
constante al igual que la baja escolaridad, existe presencia de adultos mayores o incluso
niños que realizan diferentes oficios.

Ahora bien, queda nos claro que el semaforismo no es un estadio finalizado para
sus actores, sino más bien, un punto de acuerdo común entre ellos del espacio que
permite generar un ingreso con el cual se mantienen e incluso completan lo que cada
cual considera “necesario” como para reproducir sus condiciones de vida. Esto bajo el
entendido de que cuando se encuentra un trabajo que mejore lo ofrecido en el semáforo,
el semaforista decide, a veces, seguir regresando y a veces no. En su mayoría, la
decisión depende de las nuevas condiciones de trabajo y de la paga, tomando también
en cuenta los horarios de ese nuevo trabajo, dado que el semáforo no restringe a ningún
integrante la hora de entrada. Así, si alguien tiene un nuevo trabajo y quiere seguir
yendo al semáforo encontrará cómo hacerlo. También, por ello, es más que diversa la
población que puede ser avistada en estos lugares.

No podemos concluir que la relación formada en el trabajo clásico es


enteramente antagónica a la observada en el trabajo no clásico. Al menos no desde
nuestro caso de estudio, pues tenemos la obligación de reconocer que el segundo
reproduce las condiciones del primero pero desde una óptica diferente en donde
pareciera haber un mayor margen de espacio para tomar decisiones entre los individuos
que conforman este ámbito. Decimos pareciera porque al ver las relaciones de fondo
emergen otros actores que en el mundo del trabajo clásico no figuran.

113
Los semaforistas poblanos

Si bien el Estado está presente para regular la relación entre el trabajo y el


capital en el mundo formal, éste se encuentra al margen en el informal, y, cuando
aparece, lo hace a título propio personalizando una relación de extorsión. Al menos eso
muestran las experiencias que los semaforistas compartieron. Y también se encuentra,
por otra parte, la presencia de organizaciones políticas que sacan rédito del semaforismo
prometiendo protección u ofreciendo oportunidades laborales a cambio de la lealtad de
los semaforistas, como es el caso de Antorcha Campesina.

Las diferencias y conflictos entre los distintos semaforistas se dirimen o


resuelven en el mismo semáforo, causando muchas veces la confusión que ahonda en un
conflicto abierto; pero también otras tantas, genera una frágil solidaridad que permite
capacidad de respuesta ante alguna adversidad, ya sea con la autoridad o con los
semaforistas.

A pesar de que muchos semaforistas tienen un claro disgusto y desilusión por el


mundo del trabajo asalariado, también muchos de ellos, sobre todo los más jóvenes, no
abandonan la búsqueda de las credenciales que les permitan acceder a este mundo; otros
ingresan a trabajos informales que son más estables, aunque no dejan de ser informales,
pero en los cuales han encontrado ciertos beneficios: reconocimiento o estatus.

Para finalizar, es de suma importancia para nosotros entender las causas que
permiten no solo reproducir estas condiciones, hoy claramente visibles a todos. El
semaforismo no descansa en la generación espontánea o en una explicación de orden
fortuito sino que es también un legado histórico y cultural de una nación como la
nuestra, en donde la importancia de instituciones sociales como la familia cobra
relevancia.

Esa “olla mezcladora”, a la que Escobar se refiere, se encuentra ahí en cada


semáforo vigente y pendiente de defender lo que se reclama en una nación que crece por
debajo de sus posibilidades. No podemos aportar ninguna solución factible que no pase
por revindicar el justo y necesario derecho del acceso a las garantías que permitan
hablar de trabajo digno; solo así veremos disminuido el músculo que alimenta a la
informalidad, la motivación que permite que este fenómeno cual monstruo mitológico
haga lucir las miles de cabezas que le componen; hablamos claro está, de la necesidad.

114
Los semaforistas poblanos

Anexo

Historia de vida 1

Jueves 17 de marzo de 2011, 7:00pm

Antonio (A): que tal, pues mi nombre es Antonio Amat, soy estudiante en sociología,
por parte de la Benemérita Universidad Autónoma de puebla y me encuentro aquí con
perro, un semaforista poblano, con la intención de hacer una entrevista a profundidad.
Y bueno para comenzar pues solicito tu autorización para poder grabar la entrevista.
Perro (P): Si, no hay problema
A: ¿Qué edad tienes?
P: 23 años
A: ¿Dónde naciste?
P: Aquí en Puebla.
A: ¿Profesas alguna religión?
P: no, bueno, creyente católico nada más
A: ¿Estado civil?
P: unión libre
A: ¿Tienes hijos?
P: si dos, una niña de 2años y un niño de 1 año
A: ¿piensas meterlos a la escuela?
P: si a huevo, hazte cuenta, tu por tus hijos tienes que ver para que sean mejores que tu,
que no sufran lo mismo que tu, o sea si yo sufrí estudiando, pues si a huevo ellos tienen
que ser mejores
A: ¿tuviste algún apoyo de tu casa para estudiar?
P: si, mis jefes y mis carnales que estaban en el gabacho, bueno mi carnal, porque mi
segundo hermano todavía no se iba para el gabacho, estaba acá. El otro cabron me
ayudaba para la colegiatura y mis jefes me daban para mi semana, si gastaba un chingo,
eran como 800 varos a la semana, de gastos, que para libros, que para copias, trabajos,
investigación, Internet, mas comida; había veces que ni comía guey, yo como vivía con
mis primos y trabajaba a veces se paniqueaban o se ponían fresas, hazte cuenta se
encerraban en su cuarto
A: ¿Cuánto pagabas por la colegiatura donde estabas estudiando?
P: mil trecientos la mensualidad
A: ¿El lugar donde vives es casa propia?
P: si es propia, la estamos pagando
A: ¿tus padres son originarios de puebla también?
P: si
A: ¿a que se dedican ellos?
P: he, mi mamá es ama de casa y mi papá es igual maestro en la construcción
A: ¿aprendiste el oficio con él?
P: no aparte, yo por mi parte y el por su parte
A: ¿tienes hermanos o hermanas?
P: si, tengo tres y tres
A: ¿tres hermanos y tres hermanas?
P: si
A: ¿tú eres el mayor?

115
Los semaforistas poblanos

P: no, el intermedio
A: ¿a que se dedican todos ellos?
P: pues los dos mayores que yo están en el gabacho, uno en Utah y el otro en los
Ángeles. Y mis hermanas ya se casaron y son amas de casa
A: ¿mantienes comunicación con los que están en USA?
P: si
A: ¿Qué grado de escolaridad tienes?
P: he, bueno, la carrera trunca de la licenciatura en ciencias de la comunicación
A: ¿Por qué no seguiste estudiando?
P: por falta de economía
A: ¿tenias ganas de terminar la carrera?
P: si a webo
A: ¿piensas retomarla para terminarla algún día?
P: pues ahorita ya no creo, hazte cuenta como vas viendo, ahorita que esta cayendo el
billete pues, ¿porque madres te vas apendejar ahí?
A: ¿era una escuela particular?
P: si una escuela particular y nada mas como te había comentado hace rato, que al
principio pues estaba trabajando y estudiaba, pero ya cuando estaba en el segundo
semestre pues ya me cambiaron las horas, y ves yo trabajaba en las mañanas y tenia
clases al medio día y en las tardes, tuve que dejar de ir porque ya no podía trabajar.
A: ¿oye color favorito?
P: no, ninguno
A: ¿Practicas algún deporte?
P: el Basquetbol
A: ¿Cuál es tu comida favorita?
P: no pues lo que caiga, chingue su madre
A: ¿lo que caiga así?
P: si a huevó
A: ¿Qué edad tenias cuando iniciaste tu primer trabajo?
P: ¿Cómo? ¿A que edad empecé a trabajar?
A: si
P: desde los doce, pero de hecho trabajaba en el campo con mi jefe desde morro, los
fines de semana, pero para ganarme una feria por mí, por mi parte a los doce, trece años.
A: ¿tiene tu papa tierras para trabajar? ¿Por donde?
P: si allá, te digo que viven así en un pueblo, tienen campos para sembrar
A: ¿por Atlixco?
P: no, es de Valsequillo mas abajo
A: ¿tienes credencial de elector?
P: si
A: ¿has participado en alguna votación?
P: solo en una
A: ¿en cual participaste?
P: la de… huta madre ya ni me acuerdo, la de hace dos años guey
A: ¿las elecciones locales de puebla?
P: si
A: ¿cuanto tiempo llevas limpiando parabrisas?
P: un año y medio
A: ¿Cómo le entraste al semáforo?
P: pues nada mas, hazte cuenta, me dio la inquietud de que veía así batos, dije: ¿Qué
pedo se ganará billete o que? Ya después vi que... el primer día dije, no pues voy a ver y

116
Los semaforistas poblanos

me avente, entonces agarre las cosas y haber que pedo… pero se necesita valor para
entrar ahí
A: ¿Por qué se necesita valor?
P: pues hazte cuenta, son los nervios de que tienes que trabajar ahí y al principio todos
se te quedan viendo. Después con el tiempo te acostumbras, pero al principio hazte
cuenta me gane 35 varos de 9 a 3, no mames, no pues hazte cuenta me arrepentía, esta
madre no es para mi. Conforme fue pasando el tiempo le fui agarrando y dije: aquí esta
el billete. Igual como hacia platica con los de mas batos, ¿pues que onda cuanto sacas?
No pues yo a veces saco mis tres varos en dos horas, no pues entonces así, fue como me
fui motivando mas y ya, pues le agarre mas el pedo
A: ¿tuviste algún problema cuando entraste a trabajar al semáforo?
P: si guey, me dieron el la madre como dos o tres veces.
A: ¿te pegaron? ¿Por qué?
P: si guey, pues nada mas te digo que agarre, hazte cuenta acá por que, hay batos que,
bueno yo le hago paro así a batos que dicen: que onda da chance no, va ni pedo, les
hago paro, como tú que llegaste así. Pero hay batos que no guey, pues se paniquean, que
dicen: “no pues que se valla a la verga de acá no, que se vallan a su semáforo, que
busquen otra parte” si guey, ya cuando llegue ahí, pues hazte cuenta que me dijeron:
“ábrete” nel pues ¿porque? Hazte cuenta me abrieron a la fuerza. No pues nos damos en
la madre, pues nos ponemos en la madre, fuimos atrás de un terreno, hay nos dimos en
la madre el primer día y pues que me la parten porque llevo a su banda y eran cinco
batos. Ya al segundo día que me dicen no pues mañana no te queremos ver acá. Va
sobres. Al siguiente día ahí estaba, otra vez.
A: ¿pero tu porque regresabas?
P: pues nada mas, porque, pues por que huevos me van a mandar ellos ¿no? Nel. Y pues
al segundo día otra ves otra putisa guey y fue mas gacho. Me dicen, ya te dijimos que te
abras a la verga guey, no te queremos ver acá no. No pues si, pues va putos, un día me
los voy a topar de uno por uno y van a ver.
Y el tercer día fue cuando me hicieron paro unos batos, cuates del Code. Y pues me
hicieron paro, ya me iban a dar en la madre y que dicen no pues ¿que pedo?
Yo pense que esos batos también me iban a dar en la madre. Yo dije va, porque ya se
había juntado toda la banda, va no hay pedo. Entonces ya que me hacen paro los amigos
del code. El tripa también me la hizo de a pedo el puto. Entonces no tiene mucho que le
dije: ahora si puto, por que dije: que onda ¿te acuerdas cuando llegaste acá muy
gandaya? simon dijo, hasta me estoy acordando ahorita que tu me quieres dar en la
madre. Entonces yo le pegue en la madre y que les digo no pues ábranse, si pues hay
que darse en la madre y su carnal me dice no pues aguanta guey me dijo no te reconocía
guey, no se pases de verga. Y yo dije mmm... ya le iba dar en la madre.
A: ¿que es lo que más te gusta del semáforo?
P: pues el billete guey
A: ¿Qué es lo que menos te gusta del semáforo?
P: pues que están chingando los tiras guey
A: oye ¿y si pudieras escoger hacer cualquier trabajo que quisieras? ¿Que elegirías? Así
el trabajo que tu quisieras elegir, ¿Cuál seria?
P: no pues ser narco
A: ¿Cuántos días a la semana vas al semáforo?
P: antes era toda la semana, estaba en las tardes, y aparte los sábados y domingos, pero
ahorita ya no, ahora solo paso dos veces a la semana
A: ¿en que horario vas?
P: pues en las noches como de seis y media a nueve o diez

117
Los semaforistas poblanos

A: ¿antes ibas en las mañanas?


P: no, antes iba igual en las tardes de seis y a diez y media o 11 de la noche, pero antes
era del diario mas aparte los sábados que iba a partir de las dos hasta las 7 u 8 y
domingos
A: ¿has intentado algún otro trabajo dentro del semáforo?
P: no
A: ¿tienes acceso a seguridad social, digamos IMSS o ISSSTE departe de tus otros
trabajos?
P: no
A: ¿Cómo le haces cuando alguien te tu familia se enferma?
P: vamos al medico particular. Ya es de confianza
A: ¿Qué promedio de ingresos obtienes por parte del semáforo? Digamos en un buen
día
P: ¿así todo el día que le pegues chido? Digamos de 8 a 9 de la noche
A: aja
P: te llevas un quinientón
A: y ¿en un mal día? Todo el día
P: pues que será ciento cincuenta
A: pero tu vas en las tardes no, digamos en ese horario ¿cuanto sale de un buen día?
P: un buen día te sacas 180 o 2 varos, en un mal día te llevas unos 60 varos o 70varos
A: cuando empezaste a trabajar ¿Qué otros trabajos has hecho a lo largo de tu vida?
P: he trabajado en la construcción, en los restaurantes de mesero, garrotero, de barman.
A: ¿en la construcción que trabajo hacías?
P: ayudante, ayudante de albañilería. Y pues ahorita ya, como ya soy oficial. Hazte
cuenta es igual por niveles, te van subiendo, ya ahorita hazte cuenta ya... a lo que hago
se le llama: auxiliar de arquitectura porque somos acabados residenciales. Ósea es un
promedio más alto que pura albañilería como por ejemplo en obras negras, ganas menos
que en acabados ya de lujo.
A: ¿ahorita cuantos trabajos tienes, aparte del semáforo?
P: dos, hazte cuenta en la constructora en el restaurante y a parte trabajo por mi cuenta
con otro arquitecto en proyectos como colocación de piso laminado, persianas o
paladium.
A: ¿de los distintos gastos que realizas en la semana cuales son los más elevados? ¿En
donde se te va más la lana?
P: ¿los gastos?
A: si pues, tus gastos, ósea digamos, de lo que sacas trabajando en una semana, ¿En
donde es que gastas mas?
P: no pues hazte cuenta, es que yo me divido hazte cuenta, como te diré, yo formalizo
mis gastos, ósea no tengo que gastar mas de lo que gano ves.
A: si lo entiendo, pero digamos, en que se te va la mayor parte de lo ganado, en comida,
ropa etc. Ósea de los gastos que absorbes ¿en donde crees tu que mas se te va la lana?
P: no pues creo que solamente en mis desmadres guey
A: ¿en tus desmadres? O sea la fiesta
P: si guey, cotorreando con la banda o con las morras
A: ¿has presenciado algún accidente de tráfico en el semáforo?
P: ¿si guey?
A: ¿Qué has visto?
P: la otra ves venia, hazte cuenta, una combi y que se pasa el semáforo y que se pone el
otro verde y madres que le pega a una combi, y que pasamos yo y otro bato de ahí, pues
se volteo la combi y dijimos vamos a auxiliarlos; y empezaron a gritar, no se valla a

118
Los semaforistas poblanos

prender, pues ya se había regado gasolina, aparte no se que madres estaba haciendo
corto, no se valla a prender la combi. Que nos subimos por un lado y que jalamos,
bueno yo jale a una morra, que se abraza de mi, ahí si no me ven feo. Pues si, solamente
ese es el único que he ayudado, porque he visto varios pero pues solo ese ayude.
A: ¿oye y de compañeros de el semáforo que hayan sido lastimados por un accidente?
P: que nos hayan atropellado, pues si; al cholo, ¿no conoces la cholo verda?
A: no
P: a ese guey lo renguearon, una morra lo paso a traer; al otro bato al que vende el
periódico igual guey
A: oye ¿durante cuanto tiempo mas te ves estando en el semáforo como espacio para
poder hacer lana?
P: no pues el tiempo que se pueda
A: ¿el tiempo que puedas hacerlo?
P: si guey
A: y ¿Cómo te ves en 10 años?
P: ¿ahí en el semáforo?
A: si
P: no pues hazte cuenta, como te digo, hay que ir modernizándonos guey, no siempre
voy a estar ahí, si hay jale mas chido pues ahí meterte, pero si no pues aguantar
A: ¿Cómo cuantos chavos crees que hayan en total, solo en ese crucero, que se dedican
a limpiar? Es que yo no los conozco a todos
P: no mames, pues han de ser como unos 25 o 30 batos
A: ¿tantos?
P: si guey
A: pero ¿en las mañanas no?
P: esque hazte cuenta guey, bueno, como se van saliendo, hay batos así como de hace
dos años que vuelven a caer, tu ya los marcas y hazte cuenta los presentas a la banda
para que no haya pedo por que alguien no lo marcaba. Hazte cuenta, tu mismo debes
defender tu territorio ahí. O sea no cualquier morro puede llegar y echar desmadre y
limpiar ahí, nel
A: ¿oye cuando yo llegue, que fue lo que pensaste?
P: pues como llegaste con la amiga del code pues yo dije que eras de allá de la victoria,
como luego van a traer al code para echar desmadre guey, pues yo dije a lo mejor
vienen por ese guey.
A: ¿o sea te preguntaron que quien era yo o que de donde Salí?
P: que ¿los batos?
A: aja
P: hasta depuse ya que comenzaste a limpiar, dijeron no ¿pues quien es ese guey? No
pues es un compa dije. No hay pedo
A: ¿Por qué no se portaron agresivos con migo?
P: pues hazte cuenta porque yo les dije guey, bueno todos los batos nunca me han
buscado pedo ahorita, yo hasta les he hecho paro, como te dije el otro día, cuando nos
quieren dar en la madre. Pero igual así nunca me han dicho que onda, nunca se han
sacado de onda con migo. Porque saben que a la buena soy chido pero a la mala si no….
Que ni me busquen
A: ¿Cómo ven tus amigos, tus papas o tu novia el rollo de que vas a trabajar ahí al
semáforo?
P: mis jefes no saben guey, nadie de mi raza mas que mi ñora y mi suegra, saben que si
le entro ahí
A: ¿y que te dicen ellas?

119
Los semaforistas poblanos

P: te digo, cuando le dije que iba a empezar ahí, no pues que se saca de onda, no pues
que, me tomaba como a loco, después ya que vio, le enseñe como estaba cayendo la
plata, pues me dijo: es tu bronca no, no mas cuídate; sobres
A: ¿tu mujer también trabaja?
P: ella si, trabaja por su cuenta, en una farmacia
A: oye, entonces ahorita, contando los tres trabajos que realizas a la semana, ¿Cuánto
estas sacando en promedio por semana?
P: le pego a los dos mil quinientos o a veces un poco mas, también depende porque hay
semanas que no saco ni dos mil. Aunque casi no baja de los dos mil.
A: ¿la paga en tus otros dos trabajos es fija?
P: si, es fija. En el restaurante pues me pagan fijo por mis días y a parte me aliviana
chido lo de las propinas.
A: de los trabajos que realizas: la construcción, el restaurante (mesero) y el semáforo
¿cual es el que mas te gusta?
P: no pues los tres guey, porque ¿donde esta el billete? Pues chingue su madre, te tiene
que latir a huevo
A: no ¿hay uno que te guste más? O sea que ya le agarraste cariño
P: no nel, son lo mismo
A: ¿como ves ahora? eso de que les quieren dar una credencial para que la tira no los
moleste
P: no pues estaría chido, por que hazte cuenta, ya tienes un paro para llegar ahí, ya no
tienes por que correr, o ir ahí a sufrir unas 24 horas, sin comer ahí, no mames ahí
adentro se siente gacho guey, sin nada de ruido, todo de silencio, te estas aburriendo y
luego ahí ya tienes ganas de comer, y puta madre ¿Qué vas a comer? Si no te dejan ni
salir
A: ¿has tenido problemas con la tira?
P: si guey
A: ¿cuantas veces te han detenido?
P: de que me han levantado, pues como unas tres, pero de que me han encerrado pues
solo dos
A: ¿Cómo fue? Nada más te levantaron y te encerraron
P: no pues los primeros tres levantotes que me dieron, hazte cuenta, te agarran y te
llevan a un lugar donde este solo y te bajan la feria y pues ya te dejan ahí y a la verga.
A: entonces ¿nada mas te quitan el dinero y te dejan ir?
P: si, te dicen ya ábrete y ya
P: la segunda ves, pues me dijeron: sabes que, ¿Cuánto le vas a poner a la charola?
Y le dije nel, no mames, ¿Cómo?, estoy chambeando para la papa y que me dice que
ellos también chambean, que tenia que ver eso y le dije: nel no mames, a la verga; que
se emputa el tira y que me señala con el dedo y me dice: vámonos, te va a cargar la
verga. Le dije: sobres como veas, pues que nos cargue, no mas porque traigas fierro se
me van a arrugar o que nel; que me van a tirar, que me quitan mi billete y mi cartera,
sobres me dicen pa que pares de mamar y que me avientan, ahí por el peri en la 24, no
mas se pararon y que me bajan así.
No pues por eso hazte cuenta, cada cabrón tienen como rencor con la tira. A lo mejor y
un día de estos pues nos ponemos de acuerdo pa darles en la madre a los putos tiras;
pues hazte cuenta cuando te agarran pues te da rencor no, ¿por que te van a bajar la
feria? Si no estas haciendo algo malo, te estas dando en la madre ahí. Y luego hazte
cuenta hay batos ahí que les limpias y que te mientan la madre, pues te da rencor no, así
como coraje... putamadre y hazte cuenta, si con eso estas sacando billete ahí, ¿por que
va a llegar la tira y te va a bajar la feria? Como que te queda rencor...

120
Los semaforistas poblanos

A: Y a la hora de limpiar, ¿Cómo le haces pa saber quien si y quien no te va a dar


chance?
P: pues quien te da chance es solamente quien no te mienta la madre o no te avienta el
carro, si ves que no más como que te sonríen es que si a webo; decía un bato: si te
sonrío es la buena vibra.
A: ¿que tipo de carro crees que es al que mas le puedes limpiar el parabrisa?
P: pues mas los carros viejos, o los de clase, podría decirse, media, porque los pinches
fresas no se dejan
A: desde que tuviste tu primer trabajo hasta ahorita ¿Cuántos trabajos crees que has
realizado?
P: no pues como 30, pues en diferentes cosas, como te digo, como allá con mi papa
empecé a segar, a cosechar, y luego del cantón de mis jefes me vine para ca, y me metí
de cocinero, barman, mesero, garrotero y pues aquí en la constructora, la constructora
hazte cuenta no, nomás te metes a un oficio, hay un chingo de oficios que puedes
agarrar, yo le he hecho de tabla roquero, yesero, carpintero, luego hasta te enseñan
electricidad, etc.
A: ¿porque no te quedaste en alguna de esas chambas, o porque te metiste al semáforo?
P: porque cuando comencé no me pagaban lo justo guey, en una primera paga ganaba
1000, 1100 varos a la semana y con el gasto que tenia pues no me al cansaba; por que
hazte cuanta primero cuando me junte pues si tenia varo, pero lo invertí para hacer mi
cantón y ya este, porque tengo mi cantón allá donde viven mis jefes; es una casa
chiquita, un cuarto, una media salita y el baño y pues aquí es la casa que todavía
estamos pagando.

A: Bueno pues creo que eso seria todo, gracias por tu tiempo y tu información Perro.
P: no hay pedo, sobres.

Domingo 24 de abril de 2011, 10:41 am

Historia de vida 2

Antonio (A): Bueno, para comenzar pues, pues mi nombre es Antonio Amat, soy
estudiante en sociología, por parte de la Benemérita Universidad Autónoma de puebla y
me encuentro aquí con Don Luis, el fabrica y vende su propio pan con ayuda de
repartidores, como es mi caso. En esta ocasión realizares una entrevista de vida para
saber un poco mas sobre Don Luis, comenzare por solicitar su permiso para grabar.

Luis (L): Si no hay problema


A: ¿Qué edad tiene?
L: 45 años
A: ¿Lugar de Nacimiento?
L: Huatlatlauca, Puebla.
A: ¿Profesa alguna Religión?
L: Católica
A: ¿Su estado Civil?
L: Casado
A: ¿Cuenta con casa propia?
L: Si
A: ¿Cuenta con servicios de: luz, agua, gas, Internet y cable?
121
Los semaforistas poblanos

L: Si, todos
A: ¿sus padres son originarios de aquí?
L: si, bueno del mismo pueblo donde nací
A: ¿a que se dedicaron sus padres?
L: carniceros (se escucha que doña Domitila, quien se encuentra cerca, como curiosa de
saber que preguntas hago, dice, al mismo tiempo: campesinos) bueno se dedicaban al
campo pero también hacían cosas de cabritos pues, hacían barbacoa, comerciantes
A: ¿Qué escolaridad o grado de estudios obtuvieron sus padres?
L: En ese tiempo… el curso... antes, antes, la secundaria no se que, porque fue maestro,
fue maestro de primaria, pues en ese tiempo, cursaría la escuela pues. Y mi mama pues
la primaria.
A: ¿Cuántos hijos tienen?
L: Seis, tres varones y tres mujeres
A: ¿Qué grado de estudios tienen?
L: Dos universitarios, dos de secundaria, los otros dos, los mas chicos estudian la
primaria.
A: ¿Cuantos Hermanos o Hermanas tiene?
L: una en Toluca, y otra en Tijuana, mi único hermano ya falleció.
A: ¿A que se dedican sus Hermanas?
L: pues, ellas ya no trabajan, sus hijos ya… pues dependen ya de sus hijos
A: ¿Qué grado de Estudios tienen ellas?
L: La Primaria
A: ¿y usted, que grado de escolaridad tiene?
L: secundaria terminada
A: ¿Por qué no continúo estudiando?
L: mmm......., pues al no ver, o sea la economía pues entonces de paga y pues estaba
muy difícil
A: ¿En que ocupa su tiempo libre?
L: A salir con mis hijos a pasear un rato
A: ¿Cuenta con Credencial de Elector?
L: Si
A: ¿ha participado en alguna Elección?
L: si
A: ¿Que edad tenia usted cuando inicio su primer trabajo? Y ¿Cuál fue?
L: Tenia como quince Años en una panadería en México.
A: ¿Qué tiempo lleva usted en la venta de Pan?
L: Como 14 años
A: ¿Solo se ha dedicado a eso o ha realizado algún otro oficio?
L: un tiempo me fui a Estados Unidos a Illinois, trabaje en la construcción, haciendo
rufing y también de ves en ves hago Albañilería
A: ¿Cuántos años tenia cuando se fue?
L: 30 años
A: ¿Por qué se regreso?
L: por la familia, los hijos
A: ¿tiene ganas de regresar?
L: pues si, uno se acostumbra, pero ahora con el negocio pues la veo difícil.
A: ¿Con cuantos Vendedores de pan inicio sus ventas el primer día que vendió en el
crucero?
L: 200 piezas, mi esposa y hijos nomás
A: no, pero me refiero a numero de Vendedores que le ayudaban

122
Los semaforistas poblanos

L: uno, aparte de mi mujer y yo, a veces me ayudaba algún hijo.


A: ¿Cuántos hay Ahora Trabajando para usted?
L: 4
A: pero yo he observado que ¿luego llegan mas no?
L: pero rara ves, van de ves en cuando, luego ni van
A: ¿Ha tenido algún tipo de conflicto con alguna persona que trabaje ahí en el crucero?
L: No
A: ¿Cómo fue que consiguió el permiso para poder trabajar ahí en el crucero?
L: Me llego el ayuntamiento y que sacáramos permiso
A: ¿Cómo valora usted la venta en el crucero cuando comenzó, con respecto ahora?
L: Con mucha competencia, es mucho difícil porque ya no es como antes, ósea se
empieza así hacer mas barato, o sea el pan.
A: ¿Cómo?
L: o sea la empresa se queda... las empresas como Walmart, Chedraui, no lo daban
barato, lo daban a lo que es, ahorita ya pues no se, como hay bastantes ambulantes,
ahorita ya pues hay que dar mas barato. O no podemos vender por que es su negocio
más grande, el que tienen ellos. Entonces es pequeño y hacemos poquito y no lo
podemos dar mas barato por que en todo esto hay: azúcar, harina, manteca… es
imposible y luego con lo que hacemos de poquito... pues ya no se gana pues, como
antes..
A: ¿y hace mas piezas ahora que antes?
L: Bueno de hecho si aumento, desde hace siete años, pero ahorita últimamente ya tiene
como 4 años o 3, que ya se apago... que a penas sale para ir comiendo pues…
invirtiendo y sacando pa comer no mas
A: ¿Usted elabora el pan?
L: si, puro pan blanco trabajamos (incluye el colorado, el cocol de queso y el pan-
cemita que también comercian)
A: ¿Cuánto tiempo invierte en hacer el pan?
L: Pues diario e de invertir como unos 700.
A: De esa inversión ¿cuanto recupera?
L: de echo ya… como digo, no lo estamos recuperando de vuelta, porque la ganancia
será de unos 200 pesos o trecientos ya con mi familia que esta trabajando; es como si yo
trabajara con un patrón, ya no gano lo que mi negocio, sino o sea sino tengo este
negocio porque se que de ahí voy comiendo aunque sea unos 200 o ciento cincuenta
pesos
A: ya que menciona lo del patrón, como ve usted a la gente que le trabaja ¿los ve como
empleados?
L: no pues ayudantes, por que quieras o no, si ellos tuvieran un horario fijo, pero a
veces van a veces no, si quieren trabajar venden, sino pues platican
A: ¿a usted no le molesta eso de que vallan y luego no quieran trabajar?
L: Bueno, de hecho sí, eso me afecta porque nunca puedes tener así un negocio, ponte
tu... porque o sea de echo ya no…. si hago mi pan sobra, si hago poco pan llega
bastante gente y ya la gente no gana como debe ser… pagas por que yo no soy yo pa
manejar mis vendedores.
A: Con esto del permiso ¿no ha tenido un problema con ayuntamiento con respecto a la
cuota? ¿O quienes son los encargados de cobrar? Porque me comentaron que luego son
los de antorcha campesina los que cobran, ¿pero ellos no son el ayuntamiento o si?
L: no… no es que es una agrupación de los antorchas campesinas o sea la antorcha
campesina es una agrupación ante varios entonces por eso que nosotros estamos
pagando ayuntamiento, según no tiene fuerza o eso es lo que me pregunto porque no

123
Los semaforistas poblanos

tiene fuerza el ayuntamiento si es cosa de gobierno, por que no el, o la autoridad tiene
que ver todo lo que es un comerciante o ambulante, ¿Por qué la antorcha campesina se
esta metiendo ahí? Hemos tenido problemas bueno… no problemas, simplemente
vemos que… por ayuntamiento pues nos ha dejado solo a ellos no les interesan nuestros
problemas.
A: ¿Entonces usted si le paga antorcha campesina?
L: no, nosotros hemos estado pagando ayuntamiento
A: porque escuche que el señor que vende churros ¿el si no? Digo, como ejemplo
L: el quiere cobrarles a un grupo... ósea que ese boulevard nosotros llegamos primero,
anteriormente ese señor vendía por las margaritas, en un crucero en las margaritas.
Llegamos nosotros ahí, y según el siempre ha sido antorchista, de ahí el nos corrió, nos
dijo que no podíamos vender, porque ese lugar le pertenecía a él, ¿Qué tu vas
ayuntamiento?, no pues no soy ayuntamiento, yo soy antorcha y tengo mas poder que
ayuntamiento.
A: ¿cuanto tiempo habrá pasado desde que esto sucedió?
L: unos… 9años, o 8, 8años
A: ¿Usted ya llevaba 7 años vendiendo y el lo comenzó a molestar?
L: no, hace 7 años fuimos a vender allá en las margaritas y es cuando el vendía allá, el
vendía allá, es cuando el nos llamo y que no podíamos vender en su lugar, que a el le
pertenecía ese lugar.
A: ¿pero no comenzó usted vendiendo en la 11 sur?
L: En la 11 si, entonces el llego venir para acá, se dio cuenta que vendíamos yo y unos
que venden las flores, como el de las flores llego mas primero que nosotros, se puede
decir un año mas primero, el llego con nosotros, me dice: “le damos permiso aquí” para
que viera que nosotros somos inferiores: “no pues hay usted venda” no pues aquí el que
sabe es el de las flores, es que tiene mas tiempo, si quiere hable usted con el; y ya dije
no pues si, porque así nos dio el permiso, ya este señor se volvió líder según, a pesar
que llego después y ya fue líder de ese crucero.
A: ¿Cómo calcula cuanto pan hacer, para que no le falte ni le sobre?
L: no pues todas las tardes tengo que preguntarles a los vendedores, si van a ir mañana,
para que llevara yo las piezas. Pa que no nos sobre pan.
A: ¿Qué hace con el pan que le sobra?
L: lo encostalamos para venderlo como pan duro
A: y en todo el tiempo que usted a estado allí ¿Cuántos limpiaparabrisas ha visto?
L: no pues bastantes, cientos
A: ¿jóvenes?
L: no tan jóvenes, aunque siempre hay de todo grandes y jóvenes.
A: ¿entonces no se quedan?
L: pues se quedan un rato, pero luego se van, llegan y se van.
A: en todo este tiempo ¿ha tenido algún problema con alguno de ellos?
L: no, nada.
A: digamos en un buen día ¿Cuántas bolsas puede vender?
L: con vendedores buenos pus, antes vendía yo ahí 2500 piezas diarias y ahora en
promedio por mucho vendo 500 piezas
A: ¿contando el lugar de Atlixco?
L: no, pero ahí también cuando empecé 1200 piezas vendía yo.
A: ¿Qué tiempo lleva ahí en boulevard Atlixco?
L: 3 años
A: digamos en un mal día ¿Cuántas bolsas logra vender?

124
Los semaforistas poblanos

L: nunca me ha ido mal, bueno, mal de que no gano nada, pa invertir siempre lo saco, pa
invertir, tal ves no sale de mi día.
A: ¿que parte de la inversión, considera usted, representa el mayor gasto?
L: la luz
A: ¿Cuándo primero comenzó tenia maquinas para amasar?
L: si tenia la viejita esa, pero no se, no nos salía tan caro, ahora pago como $1800
A: ¿al mes?
L: si
A: ¿no le convendría hacer instalación de esa de 220v?
L: pues tiene 220v este y aun así... es mucho...
A: ¿Qué es lo que mas le gusta del semáforo?
L: no pues ya allá, si me gusta, si se vende, pero ya ahorita no, ya no como antes pues,
pero ya se impone uno a estar ahí en ese lugar, te acostumbras
A: ¿Qué es lo que menos le gusta del semáforo?
L: pues que… yo pienso porque ayuntamiento no pone sus reglas, sus reglas de… tanto
es el gobierno ¿para que es el gobierno? Pa que salgan de… no estoy en contra de los
antorchistas pero… yo digo que el gobierno tiene mas estudio, tiene mas poder se puede
decir y se tiene que dar a respetar, pues es el gobierno se puede decir; ¿Por qué no hace
nada? Cuando los antorchistas llegan hacer cualquier cosa pues, ve que luego paran los
carros, cualquier cosa pues; ha pasado que cuando los antorchistas dicen algo, se
agrupan ellos, varios y la policía no les puede quitar de ahí, entonces ¿el gobierno para
que?
A: ¿le han querido echar bronca porque no le paga a los antorchistas?
L: no, bueno, no bronca sino que como nosotros no estamos pagando a la antorcha y
como ellos son varios pues el ayuntamiento nos deja solos pues, no va llamar la
atención al líder de los antorchistas y los antorchistas porque nos van a criticar si
también somos ambulantes y estamos pagando impuestos como ellos.
A: si pudiera elegir cualquier trabajo que quisiera; ¿Qué elegiría?
L: la albañilería
A: ¿Por qué es que no la trabaja?
L: no pues no sale, y es mas friega que el negocio; me gustaría que el negocio dejara
ganancias, que se vallan pagando los ingredientes, que se yo, la luz, el gas, tener un
poquito mas, un poquito de entrada, de dinero, pues pa poner bien el negocio para que
estuviera mas mejor, para que los clientes estén a gusto; así como esta no sale ni pa
poder seguir poniendo piso, no alcanza, así solo alcanza forzadamente, vamos al día, no
alcanza pa remodelar el negocio, de hecho no hay.

A: bueno eso seria todo, le agradezco mucho su tiempo y la información que me ha


dado, de antemano le estoy en deuda. Muchas gracias.
L: no pues gracias a usted, al menos así no sentimos que estamos tan olvidados, al
menos a los estudiantes le importa, eso da ánimos porque para nosotros los pobres
siempre entre mas jodidos pues nunca nos van autorizar ósea el gobierno si apoya pero
no es tan así como dice. Y mientras nosotros como comerciantes pues tenemos que ver
como la sacamos…

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Los semaforistas poblanos

Relación de semaforistas
semaforista escolaridad
2 semestre de la licenciatura en ciencias de la
Perro comunicación
Code Secundaria trunca, segundo grado.
Enano (hermano de
huesos) secundaria trunca
Tripa secundaria trunca
Huesos primaria trunca
Negro 3 de primaria
Paner Secundaria trunca.
Omali preparatoria en curso
La güera secundaria trunca
Jesús secundaria trunca
Jessica estudia la prepa abierta
Vago 4 grado de primaria
Secundaria trunca, segundo grado. (embarazo no
Miriam deseado)
Adrián preparatoria trunca
Camote secundaria trunca
Sergio primaria terminada
Andrea (hermana de Omali) se encuentra terminando la preparatoria
Misrraim (hermano de
Omali) secundaria en curso
Angélica prepa en curso
Neima secundaria trunca embarazo no deseado
Juan Carlos secundaria trunca
Marisol secundaria trunca

semaforista actividad que realiza


Perro limpia parabrisas
Code limpia parabrisas y traga fuego
Enano (hermano de
huesos) limpia parabrisas
Tripa limpia parabrisas
Huesos limpia parabrisas
Negro limpia parabrisas y traga fuego
Paner vendedor de pan
Don Luis productor y vendedor de pan
Domitila productor y vendedor de pan
Juan (hijo de ayudante en el puesto de
Domitila) Domitila
Ricardo (hijo de ayudante en el puesto de
Domitila) Domitila
Omali venta de pan
La güera venta de pan
Jesús vendedor de flores
Jessica venta de flanes napolitano
Vago limpia parabrisas y traga fuego
Miriam venta de pan
Adrián limpia parabrisas
Camote limpia parabrisas
Sergio venta de churros de dulce

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Los semaforistas poblanos

Andrea (hermana de Omali) venta de pan


Misrraim (hermano de
Omali) venta de pan
la mama de la güera venta de pan
Angélica venta de gelatinas
Neima venta de pan
Juan Carlos venta de pan
Urbano venta de paletas
Marisol venta de flores

Semaforista Género Edad Antigüedad en el semáforo


23
Perro M años 2 años
17
Code M años 2 años
Enano
(hermano de 18
huesos) M años 4 años
3 años (su tiempo varia, pues siempre que tenia algún conflicto en
19 alguno de los trabajos previos al semáforo, utilizaba este como fuente
Tripa M años de ingresos
20
Huesos M años 14 años
21
Negro M años 2 años
22
Paner M años 1 año
45
Don Luis M años 14 años
43
Domitila F años 14 años
Juan
(hijo de 22
Domitila) M años 6 años
Ricardo
(hijo de 24
Domitila) M años 2 años
19
Omali F años 2 años
17
La güera F años 5 meses
16
Jesús M años 10años
16
Jessica F años 1 año
20
Vago M años 2 años
17
Miriam F años 4años
Adrián M 17años 2 años
22
Camote M años 3 años
18
Sergio M años 6 meses
Andrea
(hermana de 17
Omali) F años 1 año
Misrraim M 14 1 año

127
Los semaforistas poblanos

(hermano de años
Omali)
la mama de 42
la güera F años 1 año
17
Angélica F años 2 meses
22
Neima F años 3 años
23
Juan Carlos M años 3 años
65
Urbano M años 5 o 6 años
22
Marisol F años 3 años

semaforista como consiguió entrar al semáforo


Perro Un amigo le comento y después de intentarlo un par de veces le gusto
Code Su hermano le enseño
Enano
(hermano
de huesos) su hermano (huesos) le enseño
Tripa Por su hermano que ya limpiaba ahí
por un señor que le enseño a limpiar después de recibir la negativa de huesos para
Huesos estudiar
Negro por un amigo
Paner es amigo de Juan Carlos, incluso lo ayuda hacer pan
Don Luis en ambulantaje por necesidad
Domitila en ambulantaje por necesidad
Juan
(hijo de
Domitila) en ambulantaje por necesidad
Ricardo
(hijo de
Domitila) en ambulantaje por necesidad
Omali por Domitila
La güera por su mamá
Jesús por sus papas, ya vendían flores y el les ayuda
Jessica por un tío, que tiene permiso porque paga a antorcha campesina
Vago un amigo que ya trabajaba ahí
Miriam Porque comenzó a platicar con Domitila.
Adrián por un amigo
Camote por un amigo
por un amigo que ya vendía churros ahí, que trabajo con el recogiendo manzana en
Sergio Zacatlan
Andrea
(hermana
de Omali) Por Omali
Misrraim
(hermano
de Omali) Por Omali
la mama Descubrió que su marido le era infiel y decidió dejarlo. No tenia ninguna preparación
de la güera laboral así que opto por vender pan
Su hermana mayor le propuso el negocio de vender gelatinas con sus amigas. (tuvo
problemas con Jessica pues no contaba con permiso para vender y lo hacia en el
Angélica mismo lugar que ella)

128
Los semaforistas poblanos

No encontraba chamba en Veracruz, de donde es originaria, así que después de


Neima conocer a juan carlos decidió comenzar a vender pan.
Después que nació el primero de sus dos hijos, en pareja con neima, decidió con
Juan ayuda de su mama montar un negocio de venta de pan, por falta de recursos para
Carlos rentar un local, termino en el semáforo, pagándole cuota al señor de los churros.
Por necesidad (se lastimo haciendo albañilería en una construcción y nadie quiso
Urbano después contratarle. Cojea de la pata izquierda)
una amiga le comento de cómo vendía pan, le pareció mejor la comisión en la venta de
Marisol flores

semaforista actividad laboral previa


Trabajador del campo, mesero, garrotero, ayudante de cocinero, cocinero, en
Perro inventarios y de mas.
ayudante de chofer de trailer; trabajador de una empresa de construcción en
Code sistemas de ventilación
Enano (hermano
de huesos) Construcción y cargador de escombro
Tripa carpintería, Herrería, albañilería, construcción
macuarro, colador, ayudante de eléctrico, ayudante de mecánico, pegando
Huesos carteles o repartiendo publicidad, chofer de la ruta 25
Macuarro, colador, ayudante de albañil. Ayudante de lanchero en Veracruz y
Negro pescador
macuarro, ayudante de albañil. Carpintería en construcción de cocinas
Paner integrales
ayudante de panadero desde los 15 años; trabajador de la construcción de
Don Luis techos y albañilería en Illinois USA,
Domitila ama de casa y en ocasiones venta de calzado por catalogo
Juan
(hijo de Domitila) trabaja en el mercado con su hermano Ricardo
Ricardo vende pan tipo cemita en el mercado (la producción la hace con don Luis quien
(hijo de Domitila) es su padre)
Omali Ninguna
La güera Ninguna
Jesús Ninguna
Jessica capturista de datos para un almacén de ropa
Vago Construcción y albañilería
Miriam limpieza de hogares, ayudante de cocinera
Adrián Ayudante de mecánica, venta de carne en el mercado.
Camote ayudante de mecánico
Sergio carga y descarga de manzana en zacatlan; construcción
Andrea
(hermana de
Omali) Ninguna
Misrraim
(hermano de
Omali) Ninguna
la mama de la
güera Ama de casa
Angélica Ninguna
Neima Ninguna
Juan Carlos ayudante de maestro albañil
Urbano maestro albañil y ayudante de construcción
Marisol cocinera, ayudante de costura

129
Los semaforistas poblanos

semaforista otro trabajo o actividad que realice a la par de ser semaforista


Perro Mesero, multiusos para una empresa de construcción.
Code construcción, cargador de escombro y material para construcción
Enano
(hermano de
huesos) de lo que salga
Tripa vendedor de flores cuando no sale la limpiada o ayudante de eléctrico
Huesos repartir publicidad en los semáforos, o vender pan
Negro ayudante de chofer de rutas
Paner ayuda a la fabricación de pan a Juan Carlos y Neima
fabricante de pan (colorado para la venta en el semáforo y pan de cemita que
Don Luis uno de sus hijos, el mayor, vende en el mercado)
ayuda a su marido, don Luis, en la fabricación de pan para la venta en el
Domitila semáforo y el mercado
Juan
(hijo de
Domitila) puesto de venta de pan en el mercado
Ricardo
(hijo de
Domitila) puesto de venta de pan en el mercado
a veces vende pan con algún otro de los distribuidores que hay en el mismo
Omali semáforo o vende flores; sigue estudiando la prepa
La güera Ninguna
Jesús venta de cohetes en temporada
Jessica Estudia
carga y descarga frutas y verduras en la central de abastos; también ahí mismo
Vago bolea zapatos
Esta buscando entrar de cocinera en una fonda o restaurante. Dice buscar
Miriam flexibilidad en el trabajo.
en chedraui en el área de salchichoneria, dice que el semáforo lo usa para
Adrián completar lo de los pasajes
Camote anda en busca de un trabajo fijo pero no lo encuentra
carga de manzana en zacatlan cuando es temporada o venta de alguna otra cosa
Sergio en el semáforo, también esta considerando entrar de limpiaparabrisas
Andrea
(hermana de
Omali) estudia para terminar la prepa
Misrraim
(hermano de
Omali) estudia para terminar la secundaria
la mama de la
güera quiere entrar a la venta de calzado por catalogo; ama de casa
Angélica estudiando para terminar la prepa
Neima ama de casa y ayuda a su marido en la fabricación de pan
Juan Carlos fabricante de pan (solo colorados)
aunque ha intentado regresar a la construcción, dice no le contratan por viejo y
Urbano rengo
Marisol venta de ropa en tianguis

130
Los semaforistas poblanos

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