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Fig. 1. Alternancia de glaciaciones con otros largos periodos más cálidos, desde la era Primaria hasta la
actualidad. CC BY-SA 3.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=184098
mayor cantidad de vapor de agua que el aire frío, las precipitaciones en la Antártida
debían ser abundantes entonces. Por otra parte, debido a la situación de este
continente, las temperaturas en su interior durante el invierno debían ser
suficientemente bajas para que la mayor parte de estas precipitaciones fuesen en
forma de nieve.
Una vez que el manto de hielo antártico fue suficientemente grueso y extenso,
comenzó a verterse lentamente en el océano Austral, enfriando sus aguas
superficiales, las cuales en parte se hundirían, al ser más densas, y en parte serían
desplazadas hacia el norte por el transporte de Ekman, que continuaba impidiendo la
llegada de aguas superficiales más cálidas. Poco a poco (hablamos de bastantes
millones de años), la disminución en la cantidad de energía solar disponible para el
conjunto de la Tierra, debida a las pérdidas por reflexión en los veranos antárticos, se
fue traduciendo en un descenso progresivo de la temperatura global. La vía a través de
la cual se transmitió a toda la Tierra este enfriamiento fue el océano: las aguas
superficiales periantárticas, enfriadas por el continuo aporte de hielo, se hundían y se
propagaban lentamente a todas las cuencas oceánicas, pegadas al fondo, mientras
iban sustituyendo desde abajo hacia arriba a las antiguas aguas profundas cálidas.
Éstas iban cediendo a la atmósfera el calor almacenado en su seno, ralentizando el
proceso de enfriamiento global. Finalmente, las aguas cálidas acabaron ocupando una
fina capa superficial cuya temperatura disminuía del Ecuador a los polos, en una
configuración similar a la actual.
En este momento, el planeta debió llegar casi a un estado de equilibrio térmico, más
frío que el inicial. Efectivamente, para entonces la temperatura de las aguas
superficiales periantárticas era ya muy fría, cercana al punto de congelación en una
extensa franja de latitud. Por su parte, las temperaturas sobre la propia Antártida ya
debían ser similares a las actuales. En esas condiciones, el contenido de humedad del
aire era muy pequeño y las precipitaciones de nieve descendieron a un nivel muy bajo.
En consecuencia, el ciclo de formación de hielo y de su vertido al océano se estabilizó
en un ritmo muy lento, también similar al actual. Parece que la Antártida se ha
mantenido así, con altibajos poco relevantes, hasta hoy.
Hace unos 3,5 Ma ocurrió algo que intensificó el enfriamiento planetario: terminó el
largo proceso de formación del istmo de Panamá (https://www.vistaalmar.es/medio-
ambiente/biodiversidad/1586-como-istmo-panama-cambio-mundo.html) y quedó
cortada la comunicación entre los océanos Atlántico y Pacífico. Las aguas cálidas
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superficiales del Atlántico intertropical, que fluían hacia el Pacífico empujadas por los
vientos alisios, cada vez con mayor dificultad conforme se iba cerrando el paso,
dejaron de hacerlo. Probablemente fue entonces cuando la corriente del Golfo, que
lleva aguas cálidas hasta latitudes muy septentrionales en el Atlántico norte, adquirió
la fuerza que tiene actualmente. El consiguiente aumento de las precipitaciones en
esa área debió disparar un proceso similar al que había ocurrido en la Antártida varios
millones de años antes, pero esta vez en Groenlandia, otra porción significativa de
tierra situada en una latitud donde la insolación es escasa. El caso es que hace unos 3
Ma, Groenlandia ya contaba con un grueso manto de hielo. Parece que se ha
mantenido en ese estado hasta hoy, con altibajos pero sin deshielos realmente
significativos, como en el caso de la Antártida.
LA GLACIACIÓN ACTUAL
A lo largo de esta última etapa de 3 Ma se ha producido otro cambio más. Hasta hace
más o menos 1 Ma los periodos glaciales e interglaciales duraban aproximadamente lo
mismo, se producían a intervalos regulares de unos 40 ka (milenios) y eran poco
intensos. Desde hace 1 Ma hasta la actualidad los periodos glaciales duran mucho más
(unos 80 a 120 ka) que los interglaciales (unos 10 a 20 ka) y tanto unos como otros son
más intensos. En esta época más moderna, la velocidad a la que crecen los mantos de
hielo en los periodos glaciales no es mucho mayor que en la época anterior, pero,
como las fases frías duran tanto tiempo, las acumulaciones llegan a ser enormes, con
espesores que pueden llegar a ser de 2 a 3 km y descensos del nivel del océano de
unos 120 m. Cuando llega el periodo interglacial siguiente, gran parte del hielo
continental del Hemisferio Norte (HN) se funde, con una intensidad claramente mayor
que en la época anterior a 1 Ma, y el mar sube esos 120 m en sólo unos 10 ka, a un
ritmo brutal de 1,2 cm/año en promedio.
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Fig.3. Evolución de la temperatura en la Antártida en los últimos 800 ka. Se puede apreciar la
coincidencia con la cantidad global de hielo (tener en cuenta que la escala temporal es diferente y que la
orientación de las gráficas es opuesta), cuyos cambios se producen básicamente en el HN.
Hasta ahora hemos visto que a lo largo de la historia del clima terrestre hay largas
glaciaciones y largos periodos de clima más cálido, de unos cuantos Ma de duración.
También se ha visto que en la glaciación en la que estamos inmersos se da una
alternancia entre periodos glaciales, con más hielo en el HN, e interglaciales, con
menos hielo en el HN, con una duración que se puede expresar en decenas de ka.
Ahora, vamos a ver con algo más de detalle lo que ocurre en estos periodos más
cortos.
Los eventos glaciales son como bruscos “empujones”, pero a escala geológica, con
una duración de entre 1 y 5 ka. Desde este punto de vista, a la hora de explicar las
causas de la alternancia entre periodos glaciales e interglaciales, lo que interesa
realmente no es investigar por qué hay largos lapsos temporales en los que el hielo es
más abundante o más escaso, sino, precisamente, por qué los mantos de hielo del HN
crecen y se funden “a saltos”.
0
-0,05
-0,1
-0,15
-0,2
-0,25
-2000 -1500 -1000 -500 0
Miles de años a partir de 2.000
Fig.4. Los picos hacia arriba corresponden a eventos positivos, de rápida acumulación de hielo en el HN;
los picos hacia abajo corresponden a eventos negativos, de intensa fusión de hielo en el HN. La gráfica
es una media movil de 5 ka centrada, para obtener un resultado más suave. Elaboración propia, basada
en la serie estratigráfica LR04 de Lisiecki y Raymo (2005).
Para explicar la ocurrencia de estos eventos positivos y negativos, que se dan en las
latitudes medias y altas del HN, dividimos el año en sólo dos estaciones, la fría (desde
el equinoccio de septiembre hasta el de marzo) y la cálida (desde el equinoccio de
marzo al de septiembre). Esta división se justifica porque, al menos en la actualidad, el
hielo y la nieve en los continentes al norte de 50⁰N se acumulan en la primera
(llegando a un máximo hemisférico en marzo) y se funden en la segunda (llegando a un
mínimo hemisférico en septiembre). En lo que sigue, cuando por comodidad se utilizan
los términos “invierno” o “verano”, nos referimos a la estación fría o a la cálida,
respectivamente.
El clima ideal para que se diese un evento positivo sería uno con el invierno algo
más cálido y el verano algo más fresco que en la actualidad, al menos en las latitudes
medias-altas; también sería preciso que el gradiente térmico latitudinal en la estación
fría fuese más intenso que hoy. Por su parte, el clima ideal para que se produjese un
evento negativo sería otro en el que el invierno fuese algo más frío y el verano algo
más caluroso que hoy en día, al menos en las latitudes medias-altas; y también vendría
bien que el gradiente térmico latitudinal en la estación fría fuese menos intenso que
el actual.
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Vamos primero con los eventos positivos y su relación con las temperaturas medias
estacionales. Desde nuestro país, tan templadito, puede parecer raro que los inviernos
suaves puedan producir más acumulación de nieve que los fríos, pero eso es
precisamente lo que ocurre en el interior de los continentes al norte del paralelo 50N.
En los inviernos canadienses y fino-ruso-siberianos las temperaturas quedan tan por
debajo del punto de congelación que un poco más de calor lo que produce es una
innivación más intensa. Si a estos inviernos templados les sigue una estación cálida
fresca, y así año tras año, es probable que acabemos por ver que en septiembre
comienza a quedar algo de nieve del invierno anterior que no se ha fundido. Una vez
que esto ocurre, el proceso se dispara, porque la nieve refleja de vuelta al espacio una
parte importante de la radiación solar, mucho más en la estación cálida que en la fría,
lo que reduce aún más las temperaturas estivales y la fusión de la nieve. La altitud
creciente del manto de hielo también supone un refuerzo al proceso de acumulación.
Y ahora vamos por los eventos positivos en relación con el gradiente térmico
latitudinal. Sabemos que el calor, si puede, fluye de donde la temperatura es mayor a
donde es menor. Por eso se da un transporte de calor desde las latitudes bajas a las
altas. Este transporte de energía se da en las latitudes medias a través de los vientos
del Oeste, que llevan en su seno sistemas de bajas presiones, con sus frentes. Los
sistemas de bajas presiones son muy eficaces en su trabajo, que consiste en llevar aire
cálido y húmedo, muy energético, en dirección al polo, y aire frío y seco, poco
energético, hacia el Ecuador. Si la diferencia de temperaturas entre el Ecuador y el
polo Norte fuese mayor que la actual, es decir, si hubiese un mayor gradiente térmico
latitudinal, los vientos del Oeste del HN y sus sistemas de bajas presiones serían más
intensos. Si este incremento del gradiente térmico latitudinal del HN se concentrase
en invierno, las nevadas llegarían con más frecuencia a las áreas continentales alejadas
del mar y serían más intensas.
En la estación cálida no está muy claro qué sería mejor para que se produjese un
evento positivo, si un aumento o una disminución de la diferencia de temperaturas
entre el Ecuador y el polo. Si el gradiente térmico latitudinal veraniego fuese mayor
de lo habitual, aumentarían las precipitaciones frontales, en este caso líquidas. Ello iría
contra la conservación de la capa nivosa del invierno anterior. Sin embargo, las
diferencias de temperatura entre el Ecuador y el polo Norte en verano siempre son
mucho menores que en invierno, con lo que las precipitaciones frontales en la estación
cálida siempre serían escasas y, quizá, el efecto principal de la mayor “borrascosidad”
fuese un aumento de la nubosidad frontal, que reduce mucho las temperaturas
estivales y, por tanto, dificultaría la fusión de la nieve. Si, por el contrario, el gradiente
térmico latitudinal veraniego fuese menor de lo habitual, habría menos precipitaciones
frontales, lo que favorece la permanencia de la nieve, pero también habría menos
nubosidad frontal y el intenso calentamiento del suelo en verano, especialmente al
inicio del evento positivo, cuando aún no se ha establecido el manto de hielo,
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Veamos ahora qué influencia tienen en los eventos negativos las temperaturas
medias estacionales. En este caso, los inviernos fríos suponen una reducción en las
precipitaciones de nieve y los veranos calurosos una rápida fusión de la menor
cantidad de nieve caída en el invierno anterior, tanto por la mayor temperatura como
por el aumento de las precipitaciones líquidas asociado al mayor contenido de
humedad del aire caliente. Si el manto de hielo ya está formado, su balance de masa
tenderá a ser negativo y su altitud disminuirá, lo que refuerza el proceso de fusión. El
afloramiento del terreno subyacente y su mayor capacidad para absorber la radiación
solar estival también lo realimenta.
Resumiendo, en el apartado anterior hemos visto que los eventos positivos pueden
estar causados por el efecto conjunto de unas estaciones menos contrastadas y un
gradiente térmico latitudinal reforzado en la estación fría; por su parte, los eventos
negativos parecen deberse a la coincidencia de unas estaciones más contrastadas
con un gradiente térmico latitudinal reducido en la estación fría. En este apartado
veremos que los ciclos astronómicos se combinan de cuando en cuando para producir
precisamente estas condiciones en el HN.
0,05, con un periodo de unos 100 ka y otro de unos 400 ka) y el ciclo coincidencia del
solsticio de junio con el paso de la Tierra por el punto de su órbita de traslación más
cercano al Sol (una vez cada 19 a 23 ka, también conocido como ciclo de precesión de
los equinoccios). El análisis de estos ciclos puede resultar apasionante, pero, con toda
seguridad, es demasiado árido para exponerlo aquí (en Internet hay muy buenas
presentaciones del asunto), así que sólo diremos unas pocas cosas sobre ellos.
En segundo lugar, los efectos que el ciclo de inclinación tiene sobre la insolación son
independientes de los valores adoptados por los otros dos ciclos. Por su parte, los
ciclos de excentricidad y precesión se reducen a uno solo, al que llamaremos ciclo de
excentricidad-precesión, cuyos efectos sobre la insolación también son independientes
de los valores adoptados por el ciclo de inclinación.
Ciclo de inclinación
1
valores normalizados
0,5
0
-0,5
-1
-2000 -1500 -1000 -500 0
Miles de años a partir del 2.000
Fig.5. Ciclo de inclinación en los últimos 2 Ma. Los valores se presentan normalizados entre +1 (22⁰) y -1
(24,5⁰). Elaboración propia, basada en los parámetros orbitales de Laskar et al. (2004).
Ciclo de excentricidad-precesión
1
0,5
normalizados
valores
0
-0,5
-1
-2000 -1500 Miles de años-1000
a partir del 2.000 -500 0
Fig.6. Ciclo de excentricidad-precesión. Los valores se presentan normalizados entre +1 (junio en el
afelio y excentricidad de 0,05) y -1 (junio en el perihelio y excentricidad de 0,05). Elaboración propia,
basada en los parámetros orbitales de Laskar et al. (2004).
Y en tercer lugar, los efectos del ciclo de inclinación sobre la insolación afectan tanto
a los valores medios anuales como a los valores medios estacionales, y son simétricos
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0,00 AÑO
W/m2
-20,00
Latitud
Fig.7 La insolación media anual cuando la inclinación del eje es de 22⁰ es 2,5 ܹ݉ିଶ mayor en el Ecuador
y 14,2 ܹ݉ିଶ menor en los polos que cuando es de 24,5⁰. Los cambios son simétricos en los dos
hemisferios y se deben, exclusivamente, al ciclo de inclinación. Elaboración propia.
-90 -80 -70 -60 -50 -40 -30 -20 -10 0 10 20 30 40 50 60 70 80 90 MFS
-40,00
Latitud
Fig.8. Cuando la inclinación del eje es de 22⁰, la insolación media en la estación cálida es menor y en la
estación fría es mayor que cuando esta inclinación es de 24,5⁰. Los cambios son simétricos en los dos
hemisferios. Elaboración propia.
Fig.9 En el HN, cuando el solsticio de junio se da en el afelio (más lejos del Sol), la insolación veraniega es
menor y la insolación invernal es mayor que cuando el solsticio de junio se da en el perihelio (más cerca
del Sol). En el HS ocurre lo contrario, es decir, los cambios debidos al ciclo de excentricidad-precesión
son antisimétricos. Los valores están calculados con una excentricidad grande (0,05) para mostrar el
efecto máximo. Elaboración propia.
10
300,00
200,00
CN
100,00
0,00
0 10 20
30Latitud40Norte (grados)
50 60 70 80 90
Fig.10. En el HN, cuando coincide una inclinación pequeña con los veranos en el punto más alejado del
Sol, la insolación media en la estación fría (azul) es mayor en todo el hemisferio (excepto en el polo
Norte) y la insolación media en la estación cálida (rojo) es menor en todo el hemisferio. El gradiente
latitudinal de insolación en invierno es grande y el que se da en verano es pequeño. Elaboración propia.
300,00
200,00
CN
100,00
0,00
0 10 20
30Latitud40 50
Norte (grados) 60 70 80 90
Fig.11. En el HN, cuando coincide una inclinación grande con los veranos en el punto más cercano al Sol,
la insolación media invernal (azul) es menor en todo el hemisferio (excepto en el polo Norte) y la
insolación media veraniega (rojo) es mayor en todo el hemisferio. El gradiente latitudinal de insolación
en invierno es grande, pero menor que en la situación representada en el gráfico superior, y el que se da
en verano es pequeño, de una magnitud similar a la del gráfico superior. Elaboración propia.
Estas dos gráficas muestran los valores de insolación media estacional en el HN en las
dos configuraciones astronómicas que hemos señalado. En ambos casos el cálculo está
hecho con una excentricidad grande (0,05), ya que se trata de mostrar el máximo
efecto estacional posible, a modo de ejemplo. Como se puede comprobar en el primer
gráfico, cuando la inclinación es pequeña (22⁰) y el soslticio de junio ocurre lejos del
Sol (afelio) tanto la insolación invernal en las latitudes medias-altas como el gradiente
invernal de insolación entre el Ecuador y el polo Norte son grandes, a la vez que la
insolación estival es relativamente débil el todo el HN. Estas son precisamente las
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condiciones que podrían generar un evento positivo. En el segundo gráfico, con una
inclinación grande (24,5⁰) y el solsticio de junio cerca del Sol (perihelio), tenemos las
condiciones adecuadas para un evento negativo, es decir, por un lado, una insolación
en las latitudes medias-altas y un gradiente de insolación pequeños en el invierno y,
por otro lado, una insolación grande en todo el HN en verano.
Para verificar si estas ideas son correctas, hemos creado un índice teórico de
intensidad de cambio en la cantidad de hielo acumulado: el Índice Glacial Astronómico
(IGA). Se trata simplemente de la suma de los ciclos de inclinación y de excentricidad-
precesión, pero normalizada entre +1 y -1. El IGA vale +1 (máxima velocidad de
acumulación de hielo) cuando la inclinación del eje es de 22⁰, la excentricidad es 0,05
y el solsticio de junio ocurre en el afelio; vale -1 (máxima velocidad de fusión) cuando
la inclinación es de 24,5⁰, la excentricidad es 0,05 y el solsticio de junio ocurre en el
perihelio; y adopta valores intermedios entre +1 y -1 en todos los demás casos.
Consideramos que las condiciones astronómicas son favorables a la acumulación de
hielo si el IGA es positivo, y que son favorables a la fusión si es negativo.
0,5
0
-0,5
-1
-2000 -1500 -1000 -500 0
Mies de años a partir del 2.000
Fig.12. Elaboración propia, basada en los parámetros orbitales de Laskar et al. (2004).
-0,05
-0,1
-0,15
-0,2
-0,25
-2000 -1500 -1000 -500 0
Miles de años a partir de 2.000
Fig.13. Elaboración propia, basada en la serie estratigráfica LR04 de Lisiecki y Raymo (2005).
12
En la primera de estas dos gráficas se muestra la evolución del IGA durante los
últimos 2 Ma; en la segunda, los cambios de intensidad en la acumulación de hielo
esos mismos 2 Ma. Si nuestra idea es correcta, los picos hacia arriba y hacia abajo,
respectivamente, de las dos series deben coincidir. Y en un primer vistazo, parece que
estas coincidencias se dan realmente, quizá no tanto en los valores respectivos, pero sí
en los momentos en que ocurren.
0
-0,05
-0,1
-0,15
-0,2
-0,25
-500 -400 -300 -200 -100 0
Miles de años a partir del 2.000
0,5
0
-0,5
-1
-500 -400 -300 -200 -100 0
Miles de años a partir del 2.000
Fig.14. Elaboración propia, basada en la serie estratigráfica LR04 de Lisiecki y Raymo (2005) y los
parámetros orbitales de Laskar et al. (2004)
media móvil centrada de 5 ka (Fig.13). Consideramos que se produce un evento glacial cuando el valor
absoluto correspondiente a los picos de esta serie supera cierto valor umbral. Como la serie original
LR04 pierde resolución conforme retrocede hacia el pasado (un dato por milenio entre 0 y -600 ka, un
dato por cada dos milenios entre -1500 y -600 ka y un dato por cada 2,5 milenios entre -2000 y -1500
ka), utilizamos un umbral menor conforme nos remontamos hacia atrás en el tiempo (entre 0 y -600 ka
el umbral es ±0,07‰; entre -600 y -1500 ka es ±0,06‰; y entre -1500 y -2000 ka es ±0,04‰).
13
0
-0,05
-0,1
-0,15
-0,2
-0,25
-1000 -900 -800 -700 -600 -500
Miles de años a partir del 2.000
0
-0,5
-1
-1000 -800-900 -700 -600 -500
Miles de años a partir del 2.000
Fig.15. Elaboración propia, basada en la serie estratigráfica LR04 de Lisiecki y Raymo (2005) y los
parámetros orbitales de Laskar et al. (2004).
0
-0,05
-0,1
-0,15
-0,2
-0,25
-1500 -1400 -1300 -1200 -1100 -1000
Miles de años a partir del 2.000
0,5
-0,5
-1
-1500 -1400 -1300 -1200 -1100 -1000
Miles de años a partir del 2.000
Fig.16. Elaboración propia, basada en la serie estratigráfica LR04 de Lisiecki y Raymo (2005) y los
parámetros orbitales de Laskar et al. (2004).
14
0
-0,05
-0,1
-0,15
-0,2
-0,25
-2000 -1900 -1800 -1700 -1600 -1500
Miles de años a partir del 2.000
0,5
-0,5
-1
-2000 -1900
-1800 -1700 -1600 -1500
Miles de años a partir del 2.000
Fig.17. Elaboración propia, basada en la serie estratigráfica LR04 de Lisiecki y Raymo (2005) y los
parámetros orbitales de Laskar et al. (2004).
Con el criterio que hemos establecido para definir los eventos glaciales a partir de la
serie de cambio en la intensidad de acumulación de hielo, en los últimos 2 Ma
encontramos un total de 136, 68 de ellos positivos y los 68 restantes negativos. En
general, se comprueba que los eventos positivos se producen en torno a máximos del
IGA, mientras que los negativos se suelen dar en torno a mínimos del IGA. A estos
eventos glaciales que parecen estar justificados por los ciclos orbitales los llamamos
eventos glaciales astronómicos. Son el 89% del total.
El 11% restante son eventos glaciales que se producen pese a que el forzamiento
astronómico es el opuesto, es decir eventos positivos que se dan con un IGA negativo
y eventos negativos que se producen con un IGA positivo. A este tipo de eventos los
llamamos eventos glaciales no astronómicos. En su mayor parte son eventos
positivos que se dan con un IGA negativo y se suelen producir cuando la cantidad de
hielo acumulada ya es significativa pero aún no se ha llegado al máximo glacial, por lo
que las temperaturas son todavía relativamente templadas. Por tanto, pueden ser
explicados porque aún está en funcionamiento el mecanismo de realimentación de los
mantos de hielo (albedo y altitud crecientes junto con temperaturas que aún
permiten precipitaciones significativas). El resto son eventos negativos que se
producen con un IGA positivo. De ellos, la mitad se produce cuando el volumen de
hielo acumulado es enorme y las temperaturas son ya extremadamente bajas. En ese
caso, las precipitaciones se reducen excesivamente y ya no se acumula más hielo, a la
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vez que parece haberse superado un umbral a partir del cual debe ser posible el
colapso casi espontáneo de los glaciares continentales del HN. Unos pocos eventos
glaciales no astronómicos (el 2,3% del total de eventos glaciales) no pueden ser
explicados por la dinámica de los mantos de hielo
Por otra parte, a los largo de los últimos 2 Ma también hay 13 ocasiones en que,
pese a darse un forzamiento astronómico muy intenso (IGA>0,5 o IGA<-0,5), no se
produce el evento glacial que cabría esperar. En estos casos hablamos de eventos
glaciales fallidos. Si hubiésemos adoptado unos umbrales más bajos para definir los
eventos glaciales, unos cuantos de ellos podrían haber sido considerados eventos
glaciales astronómicos. Pero bueno, en cualquier caso nos salen esos 13 eventos
glaciales fallidos, de los cuales 8 deberían haber sido positivos y los 5 restantes
deberían haber sido negativos.
Los 5 eventos negativos fallidos tienen explicación: hay dos que no lo fueron por
producirse en momentos en que había poco hielo acumulado, por lo que no podía
esperarse una fusión significativa; los 3 restantes coinciden con volúmenes de hielo
notables, pero no con los máximos glaciales, por lo que la realimentación positiva de
los mantos de hielo y la persistencia de las precipitaciones son suficientes para explicar
la ausencia de fusiones significativas. Con respecto a los 8 eventos positivos fallidos,
hay dos que coinciden con máximos glaciales y, por tanto, con temperaturas
extremadamente bajas y precipitaciones muy reducidas, condiciones que limitan el
crecimiento de los mantos de hielo; para los 6 restantes no se encuentra una
explicación clara.
Hasta aquí se han analizado las causas por las que en la presente glaciación, con la
configuración geográfica actual, se dan en el HN momentos en los que el hielo se
acumula o se funde rápidamente. Hemos visto que en su mayor parte están
relacionadas con los ciclos astronómicos. Sin embargo, no se ha tratado el asunto de la
sincronización térmica del HS con el HN.
Habitualmente, siempre que se habla de ello, se dice que parece paradójico que los
dos hemisferios se calienten y se enfríen simultáneamente cuando los efectos del
ciclo de excentricidad-precesión son antisimétricos. En realidad, no hay tal paradoja,
ya que los efectos de este ciclo, que son exclusivamente estacionales, no influyen de
forma directa en las temperaturas medias anuales de cada hemisferio.
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Parece evidente que este flujo de energía del HS al HN, intenso en los periodos
glaciales y reducido en los interglaciales, tiene que producirse a través de los océanos y
la atmósfera, aprovechando circulaciones que atraviesan el Ecuador geográfico. Las
dos circulaciones candidatas a jugar este papel son la Meridional Overturning
Circulation (MOC) en la sección oceánica y los vientos monzónicos en la sección
atmosférica.
Durante un periodo glacial, el agua situada en el área de hundimiento debe ser muy
densa, ya que, además de estar muy fría, también es muy salada. Esto último se debe a
que los ríos de las latitudes medias-altas del HN se congelan y no aportan agua dulce al
océano. La intensidad de la MOC debe aumentar en este caso. En los periodos
interglaciales, el proceso se invierte y la MOC debe ser menos intensa.
superficiales del HS hacia el HN, con lo que las temperaturas del HS suben a la vez que
en el HN se funde el hielo acumulado. Este mecanismo explica adecuadamente la
sincronización térmica de los dos hemisferios; sin embargo, puede que sea demasiado
débil para explicar la propia ocurrencia de eventos positivos y negativos.
De la misma forma, podría pensarse que los océanos de latitudes medias-altas del
HN tienen muy poco hielo en los periodos interglaciales. Sin embargo, precisamente
en los eventos negativos, lo mejor para favorecer la rápida disminución del hielo
continental es que se mantengan libres de hielo en verano, pero también que se
congelen en invierno. Así, se produce durante la estación cálida una intensa ablación
oceánica de los márgenes costeros de los glaciares continentales y se impide durante
la estación fría la acumulación de nieve nueva sobre ellos. Por tanto, en los eventos
negativos, la MOC no sólo debe ser suficientemente débil para explicar el
calentamiento del HS, sino especialmente débil para explicar, además, la propia
ocurrencia del evento negativo.
300,00
250,00
200,00
150,00
100,00
-90 -45 Latitud 0(grados) 45 90
Fig.19. El gradiente latitudinal de insolación es mayor cuando la inclinación del eje es pequeña que
cuando es grande. Elaboración propia.
La otra forma de llevar calor del HS al HN en los eventos positivos está ligada a la
posición media anual de la Zona de Convergencia Intertropical (ZCIT), la cual, según
bastantes estudios sobre el asunto, sufre oscilaciones latitudinales dirigidas por el ciclo
de excentricidad-precesión.
Como su nombre indica, la ZCIT es la zona en la que convergen los vientos alisios de
ambos hemisferios. En ella se forma una banda más o menos continua de actividad
convectiva en las proximidades del Ecuador geográfico. Viene a ser lo que podríamos
denominar el “Ecuador climático” y constituye uno de los elementos más importantes
de la CGA.
La ZCIT tiene un movimiento anual que “sigue al Sol”, es decir, se desplaza al norte
cuando es verano en el HN y se desplaza al sur cuando es verano en el HS. Este
movimiento es pequeño sobre los océanos, pero sobre los continentes, que se
calientan intensamente con el máximo anual de insolación, es mucho más acentuado.
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Cuando es verano en el HN, los alisios del HS (del SE) tienen que atravesar el Ecuador
geográfico para llegar a la ZCIT. Sufren entonces una desviación a su derecha
(desviación de Coriolis, a la derecha en el HN) y pasan a ser del SW; estos son los que
llamamos vientos monzónicos del SW. Lo contrario ocurre en el verano del HS:
entonces son los alisios del HN (del NE) los que tienen que atravesar el Ecuador
geográfico para llegar hasta la ZCIT y sufren una desviación a su izquierda,
transformándose en vientos monzónicos del NW. Esta circulación monzónica,
alternante, implica un transporte de energía hacia el hemisferio que está en su
estación cálida. No obstante, si la posición media anual de la ZCIT coincide con el
Ecuador geográfico, el transporte neto anual entre hemisferios es nulo. Por eso, si lo
que estamos buscando es un posible aporte neto anual de energía de un hemisferio a
otro mediante la circulación monzónica, la pregunta a la que debemos responder es:
¿en qué hemisferio se sitúa la ZCIT en promedio anual? Ese hemisferio será el que
reciba del opuesto ese aporte anual de energía.
Esta contradicción no está explicada. Hay quien supone que el HN es más cálido que
el HS porque, al ser más continental, se calienta más en verano y eso hace que la
posición media anual de la ZCIT quede al norte del Ecuador. Pero otros afirman que,
debido a su propia continentalidad, el HN debe ser más frío que el HS, ya que se enfría
mucho más que éste en invierno, con lo que la posición norteña de la ZCIT se explicaría
por la necesidad de que el HN reciba un aporte extra de energía para contrarrestar esa
tendencia al enfriamiento.
La hipótesis que planteo aquí es que, aunque la ZCIT se desplaza a lo largo del año
siguiendo al Sol, su posición media anual no tiene por qué corresponder al hemisferio
en que la insolación veraniega sea más intensa. Son cosas distintas. En mi opinión (otra
vez, pura especulación), la posición media anual de la ZCIT debe estar en la latitud en
que la insolación media de la estación cálida, la de la estación fría y la de todo el año
son iguales. Esa latitud, que también está determinada por el ciclo de excentricidad-
precesión, es la correspondiente a los puntos de intersección señalados en las figuras
siguientes. En esa latitud, al menos desde el punto de vista de la insolación, no hay
estaciones, lo cual podría considerarse como otra definición de “Ecuador climático”.
20
CN
200,00
FS
100,00
CS
0,00
-90 -80 -70 -60 -50 -40 -30 -20 -10 0 10 20 30 40 50 60 70 80 90
Latitud (grados)
Fig.20. En esta configuración, la ZCIT media anual se sitúa en 11S y se da un aporte energético neto
anual del HN al HS. Elaboración propia.
300,00
CN
200,00
FS
100,00
CS
0,00
-90 -80 -70 -60 -50 -40 -30 -20 -10
Latitud 0 10 20 30 40 50 60 70 80 90
(grados)
Fig.21. En esta configuración, la ZCIT media anual se sitúa en 11N y se da un aporte energético neto
anual del HS al HN. Elaboración propia.
300,00
CN
200,00
FS
100,00
CS
0,00
-90 -80 -70 -60 -50 -40 -30 -20 -10 0 10 20 30 40 50 60 70 80 90
Latitud (grados)
Fig.22. Actualmente, la posición media anual de la ZCIT se sitúa en 3,5N. Elaboración propia.
Más arriba vimos que un porcentaje grande de los eventos glaciales quedaban
explicados por el forzamiento astronómico, una parte bastante menor por la dinámica
propia de los mantos de hielo y sólo un 6% quedaba sin explicar. En la situación actual,
dado que el único manto de hielo permanente en el HN es el de Groenlandia, que
permanece aproximadamente estacionario desde hace unos 3 Ma, no cabe esperar ni
su colapso ni un aumento rápido de su grosor. Esto descarta la dinámica de los mantos
de hielo como factor a tener en cuenta en la actualidad y nos deja solamente con el
forzamiento astronómico y el 6% inexplicado.
Por lo que respecta al forzamiento astronómico, vemos que nuestro índice glacial
astronómico es actualmente ligeramente positivo (+0,035), tiende a crecer en el
presente milenio (+0,077 en el año 3000) y más suavemente después (hasta un
máximo de +0,212 en el año 14000), manteniéndose en valores positivos hasta el año
20000.
0
-0,5
-1
-30 -20 -10 0 10 20 30
Miles de años a partir del 2.000
Fig.23. Elaboración propia, basada en los parámetros orbitales de Laskar et al. (2004).
Por tanto, lo que cabría esperar en un futuro más o menos “inmediato” (siglos quizá),
es un incremento débil de las nevadas en el interior de los continentes al norte de
50⁰N, compatible con una ligera disminución de la banquisa ártica en invierno; a la vez,
las temperaturas veraniegas irían disminuyendo, también ligeramente. Si en algún
momento de ese periodo la nieve acumulada en algún área extensa de Eurasia o de
Norteamérica comenzase a sobrevivir al verano, habría que preocuparse seriamente,
porque el proceso se realimentaría intensamente y daría comienzo lo que aquí hemos
llamado un evento positivo. Por supuesto, también queda ese 6% inexplicado, que
sobre todo consiste en eventos astronómicos positivos que no se tradujeron en
intensas acumulaciones de hielo.
En todo caso, las tendencias que se proponen aquí son muy lentas, incluso cuando son
intensas. Por eso, aun siendo reales, estos cambios quedarán enmascarados por otros
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procesos, quizá de menor amplitud, pero de frecuencia más rápida, que son los que
afectan a la evolución multisecular y multidecadal del clima.
Abril 2016