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La Granada Sagrada
Quien escribe se dejaba seducir por las palabras de Quirón, él venía a contar sus
historias, y luego se las fabulaba, le encantaba la estructura de la magia de las palabras,
comprendía a su vez que serían utilizadas como sendero iluminado en la Paideia. Cada
palabra salida de sus labios eran un regurgitar de sentimientos encontrados; Quirón no
alcanzaba a hilar coherentemente lo sucedido, pues los personajes se mezclaban con sus
sueños, sus visiones y sobre todo con las ganas de reunirse nuevamente con ellos. Pero
si reveló que esta historia removió sus profundidades, me entregó inmediatamente el elixir
de los dramaturgos y así fue como comencé a escribir. Con una maraña de personajes y
una madeja de tres tiempos difícil de describir… iban saliendo los personajes, una oda a la
imaginación, que mezclaba los personajes de las comiquitas de la infancia de un siglo XX
con los inmortales Dioses del Olimpo Griego. Muchas veces mientras fabulaba lo que
contaba el Centauro sentía el temor de quién podría creer en semejantes cuentos… a lo
que Quirón con una sonrisa respondía… ¿te imaginas a los discípulos de Freud y de Jung
desdiciendo de los arquetipos griegos de la personalidad?.
Podría asegurar Quirón que esas cuatro criaturas que parecían no crecer (hacia
afuera, pero si hacia adentro) eran nodos que hacían converger los hilos a su antojo con
sus ocurrencias, el primero Honkongfui era una mezcla de rara inteligencia a lo bazinga, el
segundo llamado Mariobros el amigo invisible, el tercero era una especie de Haiku andante
y el cuarto era J. el de los argonautas hijo de PAN mezcla de terror, lujuria, madurez,
humor y respeto. A veces los acompañaba la propia reencarnación de Helena de Troya,
con su belleza traslucida, danzante, dueña de los secretos de las ambrosías, serena,
escondiendo a voces un tormento que se irá como semilla de dientes de león soplada por
el viento. Entre ellos se tejían tramas de pasión inconclusas, la mapuche cuyo verdadero
nombre significa -la transparente, la muy clara- era la ternura deseada por Honkonfui, un
secreto a voces, que las Euménides Alecto, Megera, Némesis y Tisifone disfrutaban con
cantos, intentando benévolamente consolidar un afecto que solo el tiempo podrá ponerle
nombre. No se elige a quien amar, es cosa de Cupido y sus flechas.
Siguió andando y encontró a unas señoritas muy diferentes entre ellas, aunque eso
sí, todas del mismo tamaño: una mujer tipo Hestia calor de hogar, de su casa, una
escritora inteligente e independiente, una pía y soñadora jovencita, una bella engreída y
talentosa artista de peluca azul. Juntas bregan en el día día una batalla por superar sus
defectos y temores para convertirse en todas unas mujercitas; aunque secretamente
irradian más energía de la que son consientes. No podían faltar en esta historia las hadas,
que tenían la gracia y la elegancia de su secreta cocreadora Artemisa, eran esbeltas,
bellas, sensibles, risueñas… y muy independientes. La mas extrovertida Frammi que
puede camuflarse como hermafrodita, las gacelas de ébano Andra e Ysb deslizan su
liderazgo y tocan con sus manos al inframundo y al Olimpo a la vez; la hija del mismo Zeus
con nombre de ciudad Emérita, toda poderosa intelectualmente, montada en unos tacones
que solo un saltimbanqui de circo puede equilibrar y es capaz de transformarse en
guerrera cuando las situaciones apremian, Fawn que habla con landr@s y tiene saoco,
Rosetta Zanahoria acuciosa de los detalles y la Reina Cebada comunicadora por
excelencia.
El día se hizo noche en aquel lugar intemporal, todos corrieron a la cueva con
oscuras vestiduras, Quirón los siguió sigiloso y pudo observar a Alecto como dueña y
señora de aquel alborozo, ordenaba siguiendo una lista que aparecía y desaparecía de sus
manos, cada uno llegaba con algo para compartir, y se incorporaba a la discusión sin
preguntar cuál era el tema de la ofuscación… poco a poco se encendía la noche, la misma
fuerza de Dionisos se apoderaba de la sala. ¿Sabría Zeus de este desenfreno en la cueva
de la villa del cine? - se preguntaba Quirón¨- sintiendo los remolinos de sus propios
fantasmas agitados en aquella cueva. Repasó hacia sus adentros que cada vez que
Dionisos aparece, hay turbulencia, transformación, desorden, caos, aparecen lo destructivo
y lo creativo, el éxtasis.
Quirón desde lejos ahora entendía lo que significaría para ellos tomar conciencia
que el final tan esperado, es también un momento de despedida entre algunos y la
consolidación de la amistad para otros, que no importarán las promesas de reencuentros…
en definitiva, solo quedará el extraordinario sabor de lo vivido. Tarareó la estrofa de
canción pegajosa de los cuatro fantásticos, entendiendo que además de varones ellos son
hombres a toda cabalidad y que más que compañeros de la villa del cine todos eran una
familia escogida entre extraños. Al instante todos durmieron para esperar el amanecer,
volvió Quirón a la cueva justo antes de que despertaran, se dijo a si mismo que aquellas
criaturas habían removido sus adentros otorgándoles momentos de felicidad inmensos que
lo alejaron de sus angustias temporales. Sacó de su mochila un poema de Konstantínos
Kaváfis inspirado en la Odisea, lo transformó en polvo y lo vertió dentro de la Granada que
permanecía en las manos de Alecto. Al despertar Alecto compartió con todos el jugoso
fruto de rojo pasión y sabor agridulce… Quirón entonces leyó a viva voz el poema de su
bendición y hasta luego… Ítaca, dando cuenta que para cada uno de ellos, apenas la
aventura comienza.
Ítaca
Cuando emprendas tu viaje hacia Ítaca
debes rogar que el viaje sea largo,
lleno de peripecias, lleno de experiencias.
No has de temer ni a los lestrigones ni a los cíclopes,
ni la cólera del airado Poseidón.
Konstantínos Kaváfis