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Desde el punto de vista analítico, este es un dialogo en el que Sócrates adopta una postura atrevida

e innovadora, refiriéndose a el tema de los nombres que le asignamos a las cosas, la propiedad de
ellos, los diálogos y ciertos otros elementos; frente a los cuales adopta una postura y después la
exactamente contraria. Según lo que pudimos analizar en este dialogo, para Platón era muy
importante, no darnos respuesta a cerca del misterio de los nombres, sino hacernos reflexionar a
partir de las posturas que adoptan los personajes a medida que avanza el diálogo. Los personajes
del diálogo -junto con Sócrates- Hermógenes y Crátilo han argumentado sobre la situación de los
nombres y deciden presentar su disputa a Sócrates.

Hermógenes dice que los nombres se imponen por un acuerdo, es decir, es una reunión que las
personas pueden cambiar por su voluntad y que además de servirnos de ese nombre para eles solo
una articulación de la voz, "Cuando se le da un nombre a algo es verdaderamente el nombre de esa
cosa". En cambio, Crátilo afirma que todo tiene un nombre naturalmente correcto. Según Sócrates
los nombres, las acciones y las cosas tienen una naturaleza propia, pero están sometidas a unas
reglas naturales, las cuales no se deben infringir por nuestros caprichos. El diálogo de Sócrates se
desarrolla en dos partes, la primera con Hermógenes y la segunda con Crátilo. Al exponer estas dos
tesis, Platón pretende darnos a entender que ninguna de las dos son 100% correctas, sino que existe
un punto medio o cierto entre ellas y así a lo largo de toda la argumentación Platón nos indica puntos
que cree importantes para nuestro análisis y nos muestra que el lenguaje es un instrumento
importante para entender cada una de las dos tesis planteadas ya que la finalidad del nombre según
ellos es instruir y la del lenguaje moderar o conciliar.

En conclusión, Es posible que el nombre se originara como imitación al objeto, y con el uso el
nombre evolucionara, agregando o quitando sílabas y variando su significado, además de ser
cambiante de acuerdo en el medio que sea utilizado. También se puede concluir que conociendo
los nombres no conocemos la realidad de las cosas. Los nombres son términos puramente
convencionales que unifican la multiplicidad de la apariencia sensible mediante imágenes artificiales
de las cosas, pero que no hacen referencia a las esencias y el conocimiento de las esencias permitiría
depurar al lenguaje de términos inapropiados y construir un lenguaje que fuera verdadero
instrumento de conocimiento.

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