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La lengua castellana a lo largo de su historia se ha visto envuelta en diversas luchas

de territorios de Europa. Que un pueblo hable esta lengua significaba que España había
estado allí, y que había salido victoriosa. América también fue un espacio de conquista y
saqueo. Así, el idioma también cambio, siendo una de las grandes consecuencias de esta
invasión, pues el español de América tiene características específicas que la distinguen
del habla de la Isla Peninsular, como: el voseo, la utilización del presente perfecto simple,
la adverbialización de los adjetivos, indigenismos, oraciones completivas, etc.Existen
documentos históricos, que son considerados preseas de nuestra lengua, donde se aprecia
el léxico usado en los años de la conquista, asimismo, la estructuración de las oraciones y
la forma de las palabras. Parte de estos escritos son las cartas enviados de los españoles,
que residían en América, a sus coterráneos. Por eso analizaremos una de ellas.

La carta es de 1550, emitida, desde Cali, por el licenciado Briceño a su hermano Martín
Briceño, en Valladolid. El objetivo de esta misiva es comunicar que está ansioso de recibir
correspondencia de su tierra, España. Además, expresa sus contrariedades que le han
sucedido: “Habido respecto a los grades gastos y pérdidas de hacienda que me han
sucedido (…) Por la gente inútil que conmigo traje, y tengo necesidad de buscar quien me
sirva” (p. 39). Y concluye con una petición: “Al señor Licenciado Pedro Gasco y a la
señora Doña Ana beso las manos, y avíseme de la salud de todos”.
En cuanto al léxico de la carta, no presenta palabras que hayan sido adquiridas en
América, sino que son las mismas de un español de la península. A pesar de ser una carta
enviada, después de cincuenta años desde la llegada al nuevo mundo, esta persona carecía
del léxico que se empleaba en el territorio, por ejemplo, el uso de indigenismos,
encontrados en los diarios de Colón: “Los indigenismos del Diarioson trece: aje, bohío,
cacique, canoa, guanín, nitaíno, nocay, ají, canoa, cazabal, hamaca y tiburón”
(Vaquero, 1991, pp. 15-16).
Observamos el uso de pronombres personales, siendo estos escritos
reiteradamente. Tenemos: “me quita”, “de mí lo hago”, “me escriba”, “conmigo”, “me
entiendo”, “me han sucedido”, “me sirva”, “me fue”, “me lo deje ver” y termina con una
construcción del verbo avisar con el pronombre me: “avíseme”.
En tanto, la construcción sintáctica evidenciamos las siguientes peculiaridades: el
adverbio delante del verbo “ Yo hartas he escrito”; el pronombre que delante de la
preposición de “y después que de ella sali no la he visto”; el uso constante de incisos hace
que la lectura se vuelva lenta “ Yo, bendito Nuestro Señor, estoy bueno, y lo he estado
siempre (…) , que, porque tengo”, en el segundo párrafo presenta incisos largos “ le escribí
largo, especialmente le pedía que en mi nombre se pidiese a eso señores alguna ayuda de
costa, habido respecto”; antepone la preposición sobre el pronombre “De mí le hago saber
qué”; el presente perfecto simple es aplicado muchas veces “no la he visto” “hartas he
escrito”, este rasgo está muy empleado en el español americano.
Esta carta, si bien tiene rasgos que la diferencian del español peninsular, no tiene
las características que la distinguen. Es así, que la lengua castellana hablada en américa,
para asentarse a todos los hablantes del territorio con sus nuevas particularidades, debió
estar en más contacto con los habitantes. Las posteriores generaciones, nacidas en
América, ya hablaban un español americano.
Referencias Bibliográficas
Vaquero, María. (1991). ESPAÑOL DE AMÉRICA Y LENGUAS INDÍGENAS. Río
Piedras, Puerto Rico: n/a.

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