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Javier Cortines
Rebelión
Moisés fue un egipcio que, tras transmitir a los israelitas la religión monoteísta
del faraón Akenatón, encabezó “el éxodo” a la “Tierra Prometida”
La población del país del Nilo nunca fue diezmada por las diez plagas de Egipto,
ni Moisés jamás dirigió un éxodo de 600.000 judíos a Canaán. Un
acontecimiento de tal envergadura habría tenido un impacto monstruoso en el
Mediterráneo y Mesopotamia y muchos escribas e historiadores (Heródoto,
Manetón, etc.) habrían dejado testimonio de ello. Así ocurrió con la Guerra de
Troya, cuyos efectos devastadores bien podrían compararse hoy con las
migraciones provocadas por Occidente (paladín del único Dios verdadero) en las
tierras que fueron cuna de la civilización.
¿Pero existió Moisés? De ser así, ¿quién fue? Nietzsche, en su ensayo las Tres
Caras de Clío, nos habla de la historia crítica, la más necesaria, que es “aquella
que trata de ajustar cuentas con el pasado y poner cada cosa en su sitio”. Para
escrutar lo remoto con espíritu racional tenemos que atenernos a las pruebas y a
los documentos históricos. En ausencia de lo anterior, nos quedan la inteligencia
y el sentido común.
Canaán padeció una gran hambruna en el siglo XIV a.C. por lo que numerosos
judíos migraron a Egipto en busca de una vida mejor (igual que ocurre hoy día en
Europa). Se piensa que en el país del Nilo trabajaban mediante el sistema de
“corvea” mediante el cual había dos formas de cumplir con el fisco: pagar
impuestos o realizar trabajos para el Estado. Aquellos extranjeros que
acumularan deudas podían acabar como esclavos.
Junto a las Confesiones Negativas (tales como “no he matado”, “no he robado”,
“no he blasfemado”, “no he mentido”, etc.) que hacían los muertos en el Juicio
Final, debió de ser de gran inspiración para Moisés (en caso de que nuestra
hipótesis sea acertada) la oración del himno a Atón, que con tanto fervor
entonaban los sacerdotes del faraón hereje. El texto dice así:
La tierra de Egipto…
En línea con lo anterior, hay una obra bastante jugosa titulada Moisés, la
verdadera historia (Ediciones Fortnel, 2016) de Sergio Prudencstein que “sigue”
la tesis de Freud. El autor, experto en Egipto y profesor de la Universidad de
Belgrado, resalta en su análisis la probable relación entre la “herejía monoteísta”
de Akenatón y su influencia en Moisés y en el judaísmo.
Prudencstein se inclina por pensar, tras largos años de estudio, que la juventud de
Moisés no transcurre en el reinado de Ramsés II (1279-1213), como apunta
la Biblia, sino en el muy breve periodo de la herejía monoteísta de Akenatón
(1352-1335).
La mayoría de los episodios que narra el Antiguo Testamento son ficción creada
para dotar de un pasado glorioso al pueblo de Israel y justificar sus pretensiones
sobre los territorios ocupados (…) Analizar históricamente la veracidad del
éxodo exige centrarse en las pruebas: los documentos y resto de materiales.
Respecto a las primeras cabría suponer que en Egipto quedara algún texto en
pergamino o sobre piedra que confirmara la presencia de un gran número de
esclavos israelitas -La Biblia dice 600.000- durante 400 años. No es así, además
el origen de Moisés -rescatado de niño de las aguas de El Nilo por la hija del
faraón y criado en la corte- es una copia de “Sargón de Akad” (III milenio a.C.).
Nota:
Sargón de Akad es considerado la primera persona de la historia que creó un
imperio: el Imperio Acadio. Su descendencia gobernó Mesopotamia.
(1) La obra Sinuhé el egipcio de Mika Waltari, uno de los libros más bellos y
profundos que he leído en mi vida, describe con loable documentación la
turbulenta vida de Akenatón y los sucesos -intrigas políticas, etc.- que se suceden
en esa época tan apasionante de la milenaria civilización egipcia; la primera que
puso nombre a los dioses, según Heródoto, quien dedica su libro II de
Historia, Euterpe, a Egipto.