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Anécdotas curiosas cazadas al vuelo

Abre bien ojos y orejas cuando vayas a volar. ¡Nunca sabes con qué te vas a encontrar!
Por los aeropuertos y aviones pasa tanta gente que son una fuente incesante de anécdotas curiosas. Te
contamos cinco de las últimas que se han visto u oído.

1. Bésame… poco
Recientemente nos hemos enterado de que en el aeropuerto danés de Aalborg, con una curiosa zona para
despedidas bautizada como «Kiss and goodbye», han limitado las despedidas amorosas entre viajeros y
acompañantes a tres minutos. Y son muy estrictos: ni uno más. Los responsables del aeropuerto han desvelado
que no tienen nada en contra de los besos de película, pero que la cosa se complica cuando se acumulan
demasiados coches en dicha zona, lo que provoca molestias a los demás usuarios del aeropuerto.

2. El mejor amigo del viajero


En el aeropuerto de Miami estaban hartos de las caras largas y el estrés de sus viajeros, así que decidieron
contar con una ayuda muy especial para relajarles y animar su estancia: Casey, una perrita «terapéutica» que
arranca sonrisas y suspiros allá por donde va. Nadie puede resistirse a acariciarla, que es precisamente el
cometido para el que la han «contratado». Este golden retriver es tan popular que tiene página de fans, tarjetas
de presentación y hasta una dirección de correo electrónico para quien quiera explicarle su historia.

3. De ratones y azafatas
La azafata de American Airlines Louann Giambattista acaba de demandar a la compañía en la que trabaja por
haberla acusado de llevar ratas ocultas en su ropa interior durante un vuelo. Al parecer, un piloto asegura
haber visto un bulto con aspecto de ser vivo en el bolsillo de la azafata, y otro miembro de la tripulación contó
cómo parecía que alimentaba a alguna mascota a escondidas durante el viaje. A todo esto, ella, amante de los
roedores, asegura que, además de una locura, es falso. Lo curioso es que nunca se le encontró mascota alguna.

4. Un cambio poco afortunado


En un vuelo de United Airlines de 11 horas de duración entre San Francisco y Londres cundió recientemente
el pánico cuando se agotó el papel higiénico de los baños. Los miembros de la tripulación intentaron
solucionar el desaguisado con servilletas de cóctel, pero no contaron con lo desafortunado que sonaba el
eslogan que llevaban impreso en aquella situación y que un avispado viajero inmortalizó en una foto que
corrió como la pólvora en Internet. El eslogan aludía a usar los dedos para volar, en referencia a las
aplicaciones móviles de la aerolínea. En su defensa, United aseguró que solo se agotó el papel de cinco de los
nueve lavabos. Menudo alivio.

5. Cuando el hambre aprieta


Un empleado del aeropuerto neoyorquino de La Guardia fue visto hace poco por las calles de la Gran
Manzana conduciendo uno de los vehículos que sirven como escalerillas para subir al avión. Todo parece
indicar que el empleado no pudo aguantar el hambre y se escapó a su pizzería preferida en lo que tenía más a
mano. La compañía, Southwest Airlines, asegura que en realidad fue a buscar material. En cualquier caso,
como era de esperar, está prohibido circular con estos vehículos fuera del aeropuerto, por lo que deberían
pensárselo mejor, porque no es que pasen desapercibidos precisamente.
Conversaciones de aeropuerto
Los que me tenéis en Facebook ya os conocéis esta historia.
Fue una noche en el aeropuerto de La Coruña mientras esperaba por un avión procedente de Madrid.
Estaba concentrada en mi libro.
Un par de filas de asientos más hacia delante, una mujer le contaba a otra la teoría de por qué el avión que
estábamos esperando llevaba un retraso de 25 minutos.
Las mujeres no se conocían entre sí, pero ya sabéis, una cosa lleva a la otra y al final las dos acabaron
compartiendo teorías. La conversación fue algo así:
- ¿Tú nunca viajaste en avión?
- Ay, no neniña, que a mi me dan mucho miedo
- Ay mujer, pues tienes que montar en uno. Yo es que volé muchas veces. Una vez fui a Fuerteventura y volví
y otra vez volvía a Fuerteventura y volví a volver. Pero es que cada vuelo desde La Coruña a Fuerteventura
dura 5 horas.
- ¿5 horas? Ay diosmiodemivida, eso es mucho para mi.
- Sí, 5 horas o más. Y a la vuelta hizo escala en Santiago. Tienes que ir, que es muy bonito, hay cosas que se
ven desde las nubes.
- Bueno pues ya iré un día
- Ay sí, vete. Bueno, hay cosas bonitas, pero es peligroso ¿eh? Mira, desde el avión yo veía un petrolero. Y si
cayésemos con el avión encima del petrolero, moriríamos las 500 o 600 personas que vamos en el avión.
- Ay dios mio… ¿y si los nuestros -refiriéndose a los pasajeros del vuelo que estábamos esperando – se
cayeron encima de un petrolero y murieron los 600?
Lo aclaramos:
Como estaban hablando en un tono un poco elevado, el matrimonio de viejetes que tenía a mi lado se
escandalizó y al ver su cara de susto no pude evitar decirles:
- Señores, tranquilos. 25 minutos de retraso son facilmente acumulables, sobre todo al final del día y teniendo
en cuenta que este Madrid- Coruña siempre llega tarde. Además, el avión no va ocupado por 600 pasajeros y
créanme, de Madrid a La Coruña es difícil que el avión se haya caído en medio del océano y sobre un
petrolero.

El CRJ que llegó hasta Buenos Aires


* Che, ¿y esa es la avioneta que nos va a llevar a Madrid?
* Y si. Es re chica, pero vuela alto y es seguro.
* ¿Y cómo la sabés boludo? Si cae el aparato nos hacemos mierda
* No seas rompepelotas pibe, andá a la reconcha de tu madre. Te digo que ese avión llega de acá a Baires
* ¿Y vos que sabés, pelotudo?
* Sos un chabón! yo volé de Madrid a San Fernando en un avión chico como ese.
* Ah! Dale pues, andá al avión.
Lo aclaramos: Un CRJ200 tiene una autonomía de unos 3.000 Km, así que lo de volar de Madrid a Buenos
Aires es imposible ya que a estas dos ciudades las separa una distancia de más de 10.000 km.
Los controles de los aeropuertos.
Con suerte, has salido de casa dos horas y media antes del despegue del vuelo. Has tomado el metro, el taxi
(que te ha sablado vilmente como en Santiago de Compostela) o has amenazado convencido a tu novio,
marido o amigo de turno para que te lleve al aeropuerto para subirte a ese vuelo que despega a las 6 de la
mañana.

Te has asegurado de llevar un sólo bulto de mano, con las medidas reglamentarias y pese al calor que hace
dentro de la terminal, aguantas estoicamente el abrigo de paño que tendrás que ponerte al llegar a tu destino,
porque no te cabe dentro de la bolsita.

El kiosko está cerrado, no tienes libro porque has tenido que decidir entre la lectura o el cierre de la maleta y
te acaban de cobrar 7€ como mínimo por un café volcán (y eso que lo has pedido templado) y un croissant
para paisanos de un lugar llamado Lilliput.
Te despides de tu acompañante y te dispones a cruzar ese limbo maldito que divide el espacio atestado de
familiares llorones y el espacio atestado de pasajeros malhumorados a punto (o no) de embarcar.

Te vas acercando al filtro y entre el bullicio de gente empiezas a oir algo que al principio suena así:
“cintonesordptátilesulseranillosjetostálicos enladeja”.
Poco a poco empiezas a vislumbrar una especie de Teniente O´Neil degradada a soldado raso y enfundada en
unos pantalones azul marino.
¿Os acordáis de aquel juego que hacíamos en el cole, en el que cada uno elegía ser un país y Mónaco siempre
era el jefe que declaraba la guerra al otro país para salir corriendo? El de “Mónaco declara la guerra
contraaaaaaa…” (bueno, igual me voy de juego globalizado y resulta que sólo existía en mi ciudad…)

Bueno, pues esa es la cara que O´Neill te pone mientras te grita como si no hubiera un mañana:

- ¡Cinturones, ordenadores portátiles, pulseras, anillos y todos los objetos metálicos en la bandeja!

Cuando ya has puesto todas tus cosas en la bandejita, se acerca y te dice:

- ¡Descálcese y ponga los zapatos en la bandeja!


- ¿¿Quéeeee?? ¿por qué?
- Porque lleva usted zapatos de tacón.
- Tu no sabes lo que es un tacón. Esto es una plataforma
- Bueno, pues dá igual. Pasan del tobillo. Descálcese.

Así que nada. Vuelves a dejar la bandejita, te sientas en la silla y te descalzas. Te pones esa mierda de plástico
para no ensuciarte los pies en el terrazo de la terminal. Pero claro, eso no te aisla del frío y te toca volver a
ponerte a la cola del filtro.

Por fin llegas de nuevo al arco y con los pies más fríos que el culo de Pingu te dispones a pasar:

- Pase señorita
(PIIIIIIIIIIIII)
- Salga. ¿Lleva algún objeto metálico?
- No, ninguno
- Salga y vuelva a pasar
(PIIIIIIII)
¿Seguro que no lleva ningún objeto metálico? ¿Tiene algún implante?
- Sí, seguro. No, no tengo.
- Pase. Una compañera le va a cachear.
Y ahí estás tú. A las 5 y 10 de la mañana en medio del filtro. Piernas abiertas, brazos abiertos tipo
espantapájaros y la tipa de turno tocándote los muslos…
- Vale, puedes seguir
- ¿Y por qué pito?
- Puede que la frecuencia esté muy alta
Respuesta tonta donde las haya…¿Y si está muy alta qué pasa? ¿Que detecta la densidad ósea y pita?

Arco pasado, te dispones a recoger tu maletita de mano y tu bandeja, pero el “benemerito” que ojea la
pantallita de los rayos-x dice:

- Abra la maleta por favor. ¿Puede sacar esa bolsita que lleva ahí?
- ¿Esto? Es mi neceser, pero los líquidos los llevo en esta bolsita a parte.
- Ábralo…No puede llevar ese cortauñas.
- Pero, pero…si es minúsculo! ¡Viene incorporado en la lima!
- Da igual, es un objeto peligroso y pone en riesgo la seguridad del vuelo. Tiene que dejarlo.
- ¿Pero ustedes creen en serio que puedo matar a alguien con un cortauñas?
- Es un objeto prohibido en el equipaje de mano. Nadie habla de matar…y ni se imagina las cosas que pueden
ocasionar la muerte si se usan de manera malintencionada: hasta un prendedor del pelo o un bolígrafo.
- Bueno, vale…¿Quiere el removedor de cutículas o el palito de naranjo por si golpeo al comandante con él en
la cabeza y le dejo inconsciente?
Y sí, señores…esto es lo que hay. Con razón, sin razón, comprensible o incomprensible, éstas son las reglas
del juego y hay que cumplirlas.

Si os sirve de consuelo, os cuento que los tripulantes que vamos a operar un vuelo también pasamos por el
arco de seguridad y el scaner.
Será que si el comandante quiere atentar, no le basta con estrellar el avión directamente. O si uno de los tcp´s
quiere matar al comandante, no le basta con entrar en la cabina y cargárselo con lo que quiera…

Eso sí, los filtros de seguridad y la parafernalia milonguera de las limas de uñas pierde toda su credibilidad
con cosas como la que me pasó hace unos años en un vuelo en el que todavía se daba comida caliente.

Una adorable anciana que embarcó en silla de ruedas y que se pasó 5 minutos protestando porque no habían
dejado pasar a su hijo hasta el avión para despedirla, sacó una mega navaja (no sé si suíza, rumana o húngara)
y se dispuso a abrir uno de los panecillos de la comida, como quien corta un trozo de queso tierno.
Me quedé petrificada.

-¡Señora! ¿Qué es eso? (bravo, Lucía, una pregunta cojonuda)


- Una navaja
- ¿Cómo una navaja?
- Pues una navaja, ¿ves?
- Pero…¿Y usted cómo ha pasado esa navaja hasta el avión? Pero eso tiene cuchillo, tijeras, pinchos,lima,
abrelatas, sacacorchos y si me apura hasta pararrayos y todas las palabras compuestas de la RAE.
¿Usted no sabe que no puede llevar eso a bordo?

- Es mi navaja. Era de mi marido. Tiene muchas cosas, mira alaja…tiene 2 cuchillos, uno corta más que el
otro, tiene también este pincho que Manolo usaba para hacerle agujeros al cinturón, tiene…
Alucinante la destreza con la que la abuelita manejaba la navaja…
Eso sí, oigan…no se pasen de los mililitros permitidos, que se quedan sin su perfume. Aunque sea de Clive
Christian.

A cumplir las normas en tierra y en el avión, y ¡felices vuelos a todos!

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